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domingo, 25 de febrero de 2024

29 de febrero de 1948: Antonio Velázquez obtiene el Estoque de Oro en el Toreo de Cuatro Caminos

Antonio Velázquez
La temporada 1947 – 48 sería la primera en varias décadas en la que la capital mexicana la vería dividida en dos plazas de primer orden, porque a partir del 23 de noviembre de 1947 entraría en funcionamiento el Toreo de Cuatro Caminos, plaza que sería manejada por don Antonio Algara, quien se había encargado de la temporada grande concluida a principios de ese año, pero en la Plaza México, misma que quedaría en manos del político chihuahuense Tomás Valles, quien el año anterior terminó su gestión como Diputado Federal y buscaba un escaparate para mantenerse en la mirada pública, tanto así, que también se volvió criador de reses de lidia.

Esa temporada se tendría que realizar sin el concurso de toreros hispanos, pues casi al cierre de la campaña anterior se produjo una nueva ruptura de las relaciones taurinas, cuando un grupo de toreros de allá que no hicieron campaña en nuestras plazas, destacadamente, Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy, quienes invocando falta de reciprocidad, dieran por terminado el convenio.

Así, la formación de los elencos requeriría una gran dosis de imaginación y de trabajo. Escribe Daniel Medina de la Serna:

Antonio Algara, que al parecer tenía cierta aversión a la plaza de la Ciudad de los Deportes, dejó la gerencia de ésta en manos del político chihuahuense Tomás Valles para irse a la de El Nuevo Toreo, o Toreo de Cuatro Caminos, como también se le ha conocido, y para conseguir toreros se fue a España, inclusive con la idea de hacer gestiones para arreglar lo del rompimiento, lo que no consiguió pero regresó con los contratos de Carlos Arruza, Carlos Vera “Cañitas”, Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Antonio Toscano, y los de los portugueses Diamantino Vizeu y Manolo dos Santos; al volver a México se apalabró con “Armillita”, Garza, Silverio, “El Soldado”, Jorge Medina y “Joselillo”. Tomás Valles, en cambio… sólo tenía lo que a Algara no le había interesado…

El principal atractivo del elenco de la Plaza México era Luis Procuna y con él iban entre los más renombrados, Jesús Solórzano, Ricardo Torres, Gregorio García, Luis Briones, Ricardo Balderas y Antonio Velázquez, siendo este último el que vendría a revitalizar una temporada que se pretendía dar por finalizada de manera anticipada, dadas las pobres entradas que generaban los festejos allí anunciados.

Al final de cuentas, pareciera que no había alguna cláusula de exclusividad en los contratos de los toreros base de ambos elencos, porque la historia nos enseña que actuaron en ambas plazas Luis Procuna, Antonio Velázquez, Fermín Rivera, Carlos Arruza, Silverio Pérez, Jorge Medina, Calesero y Ricardo Torres. Pareciera que a los ojos del empresario se imponía mejor el interés del aficionado que el prurito de evitar que el competidor pudiera contar con la participación de un determinado diestro.

La corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros

Cuenta Verduguillo que en 1923 se tuvo una serie grande de percances tanto en la capital, como en distintas plazas de la República y que, conforme a la costumbre de la época, la empresa que había contratado al torero solamente se hacía cargo del tratamiento de sus heridas por los tres primeros días. Así, se advirtió la necesidad de crear un Montepío de Toreros que llevara a la instalación de un hospital o sanatorio en el que, a partir de la mutualidad, los heridos pudieran seguir siendo atendidos sin el quebranto a su economía personal. La primera sede de ese lugar de tratamiento médico fue el consultorio del doctor Francisco Ortega, quien se encargaría de continuar con el tratamiento iniciado por los médicos de plaza.

En esas condiciones, el Montepío pudo funcionar apenas un par de años, pero Verduguillo señala que fue el germen de las asociaciones sindicales de matadores, subalternos y monosabios, las que posteriormente obtendrían para sus agremiados una atención médica adecuada a los riesgos que enfrentaban.

Sería en el año de 1947, cuando se pusiera a funcionar el Sanatorio de Toreros de Santa María de Guadalupe, en las cercanías de la Plaza México, y sería a beneficio de ese centro nosocomial que la Unión de Matadores de Toros organizara una corrida de toros dentro de la temporada 1947 – 48 en el Toreo de Cuatro Caminos, a celebrarse el bisiesto domingo 29 de febrero de 1948. Se adquirió un encierro de Zotoluca para que lo lidiaran Fermín Espinosa Armillita, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera, Silverio Pérez, Antonio Velázquez y Luis Procuna, quienes se disputarían el trofeo del Estoque de Oro, que sería concedido por aclamación popular.

Tormentoso prólogo

A la hora del sorteo de los toros, se suscitó un rifirrafe entre los diestros actuantes, presididos por Armillita y los representantes de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, quienes exigían el pago de sus emolumentos a esa hora, amenazando que, en caso de no recibirlo, no actuarían esa tarde. Escribió Benjamín Bentura Sariñena en el número de El Ruedo salido a los puestos el 4 de marzo siguiente:

A la hora de hacer el sorteo, los subalternos que habían de actuar en la corrida se negaron a torear si no se les abonaba en aquel momento el importe de sus honorarios. Como era domingo y los bancos estaban cerrados, los representantes de la Unión quisieron pagar por medio de cheques; pero los subalternos no aceptaron esta solución, y se decidió que actuasen, como picadores y banderilleros, matadores de toros y novilleros…

La crónica de agencia aparecida en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, precisa:

La corrida de hoy ha sido la “corrida de la ingratitud”; fue organizada por la Unión de Matadores para recaudar fondos para su sanatorio… A la hora de hacer el sorteo, sucedió que las cuadrillas que integrarían veinticuatro miembros, exigían el pago de setenta y dos mil pesos por adelantado…

De lo relatado en las crónicas que he podido consultar, salieron como banderilleros, vestidos de paisano, los matadores de toros Carlos Vera Cañitas, Luis Briones, Gregorio García, Leopoldo Ramos Ahijado del Matadero, Pepe Luis Vázquez (mexicano), Jorge Medina y Manolo dos Santos así como también los novilleros Jesús Belmonte y Rutilo Morales; como picadores actuaron varios aspirantes a ingresar a la Unión, pero se menciona que el cuarto fue picado por el viejo Berrinches y que fungió como puntillero Andrés Blando.

Lucieron con los palos evidentemente Cañitas, Gregorio García y Manolo dos Santos, en tanto que. bregando, fueron Pepe Luis Vázquez y Rutilo Morales quienes se hicieron notar. Para más INRI, a partir del segundo de la tarde estuvo lloviendo con intermitencia.

La tarde de Antonio Velázquez

Estas corridas de concurso no eran novedad para Antonio Corazón de León. En 1944 había ganado la Prensa de Oro en la Corrida de la Prensa organizada en el Toreo de la Condesa. Al siguiente año, el sol le salió de noche en la corrida de la Oreja de Oro, cuando le cortó el rabo al toro Cortesano de Torreón de Cañas en un festejo al que había llegado por la vía de la sustitución y que lo sacó del ostracismo.

Por esas razones Velázquez tenía bien claro que el ir por una sola oportunidad implica el darlo todo y buscar agua hasta entre las piedras. La crónica aparecida en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente de la corrida, relata:

En el quinto que correspondió a Velázquez, actuó Jorge Medina de peón, trata de sujetarlo, pero el toro sale suelto. Igual suerte corre Velázquez que pretende veroniquear… En quites Velázquez trata de hacerlo por gaoneras siendo trompicado saliendo por pies. Jorge Medina coloca un par desigual al cuarteo. Chucho Belmonte otro muy desigual y Jorge Medina cierra el tercio con uno estupendo al cuarteo aguantando mucho e igualando en la propia cara del toro… Antonio Velázquez uno de la firma, otro por alto, otro de la firma, un ayudado por alto. Se muestra voluntarioso. Tres derechazos por alto de primera calidad, rematando el último. Tres derechazos magníficos y después instrumenta varios muletazos que enloquecen al público y arriesgando mucho, otros más de primera calidad… Después de tres pinchazos en hueso deja una estocada desprendida que atraviesa al toro y luego una segunda que acaba con la vida de la res. Perdió la oreja después de la magnífica faena, logrando la vuelta al ruedo entre el delirio popular…

Luis Procuna realizaría una faena también aclamada, pero al menos en el relato, más breve. Al final, cuando se pidió la decisión de la concurrencia, a juicio de los organizadores, la mayoría se decidió por Antonio Velázquez:

El público ruidosamente decide que el Estoque de Oro sea para Velázquez entre protestas de los partidarios de Procuna…

Las corridas de ese tipo de concurso tienen ese inconveniente, que los partidarios más ruidosos, son los que consiguen el trofeo para su torero. Quizás sería conveniente replantear la manera de adjudicarlos, designando un jurado cualificado para ello y, sobre todo, dando un baremo bajo a los trofeos obtenidos, que adolecen del mismo vicio de todas las aclamaciones públicas.

Así se daban las cosas de los toros en un domingo bisiesto de hace 76 años. Hoy las cosas son bastante distintas, pero el recordarlas y conocerlas nos permite entender el camino que podemos reandar para mejorar lo que sucede hoy aquí.

domingo, 28 de enero de 2024

21 de enero de 1964: Se presenta El Cordobés en Aguascalientes

Sin los medios de comunicación actuales, El Cordobés era, sin duda, un torero conocido ya para la afición mexicana. Entre los noticieros cinematográficos que reservaban una generosa porción de su metraje para informar de las cosas de los toros y la irrupción de Manuel Benítez en los foros cinematográficos, se tenía una idea bastante cercana a la realidad de la revolución que estaba llevando a cabo en los ruedos de su tierra. Meses antes de su llegada a nuestras plazas, en abril de 1963, se estrenó en las salas mexicanas, Aprendiendo a morir, su debut cinematográfico y justo en la antevíspera de su presentación en el Toreo de Cuatro Caminos, se proyectó por primera vez Chantaje a un torero.

Así pues, con los medios existentes, se podía tener una noción de lo que la empresa que tenía a doña Dolores Olmedo y Juan Cañedo como figuras principales, presentaría en las inmediaciones de la Navidad de ese año 63. Ya comentaba antes, que El Cordobés declaró a Rafael Morales Clarinero, que solamente venía contratado por dos tardes:

Tengo 60 firmadas para la temporada próxima... Después de estas dos corridas aquí me voy a Cali, para torear el 27 y 29... No sé si regrese a México, eso es cosa de mi apoderado... Yo estoy dispuesto a dejar contento al público, aunque como es natural, no siempre se puede...

Evidentemente que después del rotundo triunfo que se apuntó en la tarde del 22 de diciembre, los principales empresarios del país se dedicaron prácticamente a acosar a Manolo Chopera, encargado de los asuntos de Benítez, para intentar llevarlo a sus plazas. Y es que en esas calendas había muchos empresarios independientes, que llevaban una o dos plazas a lo sumo, lo que permitía competencia y variedad en la oferta en esos ruedos.

La consecuencia no tardó en hacerse evidente. Las apenas dos corridas que trajo firmadas El Cordobés al final de 1963 se transformaron en más de una treintena para el inicio de 1964. Y por supuesto que Aguascalientes no se iba a quedar fuera de esa ruta.

El anuncio de la actuación de El Cordobés

El sábado 18 de enero de 1964, la primera plana de la sección deportiva del diario El Sol del Centro, se dedicó por entero al anuncio de la contratación de Manuel Benítez para actuar en la Plaza de Toros San Marcos. ¡“El Cordobés”, torea aquí el martes!, decía la cabeza de la nota, que, sin firma, explicaba:

…es bien sabido que, desde que existe el coso San Marcos, por sus arenas han desfilado, casi sin excepción, todos los primates de la torería de este y aquel lado del charco. ¡Manuel Benítez no iba a dejar de hacerlo! … saldrán a disputarle las ovaciones y el triunfo dos toreros mexicanos, representativos de dos etapas y dos interpretaciones diversas del arte de Cúchares: Alfonso Ramírez “Calesero”, el emperador del primer tercio, y Jaime Rangel, el más joven entre los astros taurinos de México cuya revelación ha teñido de esperanzas el cielo de la afición mexicana… frente a los tres ases, lucirán su arrogancia y mostrarán su fiereza y bravura seis hermosos bureles de La Punta…

Y por otra parte, el cartelillo anunciador del festejo, aparecido en el diario Heraldo de Aguascalientes, rezaba:

Plaza de toros San Marcos. ¡Monumental corrida de toros! La empresa, Jesús Ramírez Alonso, sin escatimar gasto alguno, ha confeccionado este extraordinario cartel: Presentación del diestro de Palma del Río: Manuel Benítez "El Cordobés", Alfonso Ramírez “Calesero” y Jaime Rangel con primorosos toros de La Punta…

Se hacía especial hincapié en que don Jesús Ramírez Alonso, el empresario, no había escatimado gasto alguno para traer a nuestra ciudad al diestro más cotizado del momento, como en su día lo hiciera trayendo a Luis Miguel Dominguín o a Litri, cuando justamente estaban en la cresta de la ola.

La corrida de la decepción

Aunque los boletos se pusieron a la venta apenas la víspera del festejo, la San Marcos se llenó a toda su capacidad, y eso que los precios fueron incrementados en un 30% con relación a los festejos de la anterior Feria de San Marcos. La prensa de la época no refleja inconformidades de la afición por esa subida de precios, que seguramente consideraban adecuada, dada la redondez, en el papel, del cartel anunciado.

La esencia de la fiesta está justamente en los toros que han de ser lidiados. Si el toro no está presente o no da el juego que de él se espera, todo se va por la borda, y esto fue lo que sucedió este martes de hace 60 años. La anónima crónica publicada en el diario Heraldo de Aguascalientes del día siguiente del festejo, así lo refleja:

La enorme expectación que despertó entre los aficionados el cartel que confeccionó la empresa de Chito Ramírez, se fue apagando a medida que transcurría la lidia de los bureles malísimos de La Punta que en ningún momento se dejaron torear. Y así tuvimos una corrida que no pasará a la historia no obstante la inclusión en ella de “El Cordobés” y el auténtico triunfador de la Plaza México, Jaime Rangel… La entrada fue indudablemente lo mejor ayer en el Coso San Marcos, estuvo lleno a reventar, los aficionados que esperaban ver una corrida buena, salieron completamente decepcionados por las condiciones de los punteños…

Los mejores momentos de la tarde los dio Jaime Rangel, que fue premiado con la vuelta al ruedo tras de finiquitar al quinto. Relata don Jesús Gómez Medina en su crónica para El Sol del Centro:

...en su segundo, tras de un primer tercio aceptable y luego de un derechazo inicial de espectacular ejecución, citando a distancia y aguantando como los buenos y seguido de otros que también le fueron jaleados, el punteño buscó el abrigo de los tableros y, apencado en tal sitio, concluyó su lidia... Pero Rangel, que a todo trance deseaba refrendar y rubricar éxitos recientes, trastocando las situaciones, literalmente se convirtió en el agresor: “embistió”, por así decirlo, al descastado burel. Y cercándolo, cruzándose con él en forma tremenda, acosando al manso, obligándolo, en suma, logró instrumentar varios pases izquierdistas de gran mérito por lo expuestos, por el terreno que pisó y la forma en que aguantó el flamante ídolo de la afición mexicana... Por ello, al concluir de dos pinchazos y un espadazo tendido, Jaime Rangel fue obligado a recorrer el ruedo recogiendo la cosecha de su tesón, de su torerismo y de su honradez profesional...

El estelar de la combinación, El Cordobés, se mostró voluntarioso a pesar de que tampoco tuvo mucha tela de donde cortar. Refiere don Jesús Gómez Medina:

El sensacional torero de Palma del Río, autor principal del morrocotudo lleno, en realidad quedó inédito para la afición de Aguascalientes. Pues en su primero, un torillo raquítico, que rodó por la arena cuando apenas acababa de abandonar los chiqueros, no ofrecía posibilidad alguna, ya no digamos para la obtención del triunfo, sino tan solo para una actuación plausible. Se imponía abreviar, como lo hizo el hispano...

Ante el sexto de la tarde, las cosas parecían corregirse, pero tampoco llegaron a buen puerto. Sigue contando don Jesús:

Y con el sexto, que, como sus hermanos, hizo una prometedora irrupción en el ruedo. El Cordobés lanceó con su estilo basto, afinando un tanto en las chicuelinas del único quite a que dio lugar el punteño. Pues conviene hacer hincapié en que todos los bureles, a excepción del primero, recibieron un solo picotazo... Sin embargo, tan breve ración de hierro bastó para que el segundo adversario del Cordobés expulsara de su cuerpo la pequeña dosis de casta que trajo de la dehesa... Pero la casta de que carecía el bicho la exhibió entonces Manuel Benítez para extraer a pulso y a base de su indiscutible aguante, varios pases con la derecha que reavivaron un tanto los adormecidos entusiasmos de las graderías. Tales fueron aquellos derechazos en los que, entre la erecta figura del de Palma del Río y las tablas no existía sino el breve espacio suficiente para que pasara la cola del desangelado morlaco. Que, sin embargo, tenía dos pitones cuya existencia, al parecer, ignoraba El Cordobés... La desastrosa jornada llegó a su término, finalmente, cuando el pupilo de Chopera clavó medio espadazo delantero, que hizo doblar...

Por su parte, Calesero tuvo buenos momentos en los dos primeros tercios del que abrió plaza y ante el cuarto de la sesión, la concurrencia le hizo pagar los platos rotos por el mal rumbo que iba tomando la tarde, según lo escribió el citado cronista de El Sol del Centro:

Y en Alfonso Ramírez se cobraron entonces los aficionados, amén de las culpas del propio espada, agravios en los que indiscutiblemente aquél no tenía parte. Pues, ¿por qué inculparlo de la debilidad de remos y del descastamiento mostrado por la mayoría de los punteños? …

Queda evidente que los toros enviados por don Paco Madrazo no se prestaron para florituras y aunque los toreros le pusieron voluntad al asunto, ésta no fue suficiente para corregir el rumbo de la tarde, que por sí sola pasó a la historia, aunque el cronista del Heraldo de Aguascalientes afirmara exactamente lo contrario.

El deseo de volver

Después de la corrida El Cordobés fue agasajado por el Maestro Armillita en su casa de Chichimeco. Allí le entrevistó don Ramón Morales Jr., quien en El Sol del Centro, publicó lo siguiente:

Me voy con grandes deseos de volver pronto a Aguascalientes”, nos dijo Manuel Benítez “El Cordobés” antenoche, en la finca de Armillita… El martes, Fermín nos invitó a cenar… Se habló del resultado pobrísimo en lo artístico de la corrida que horas antes se había celebrado; de que, gracias a “El Cordobés”, la plaza se había llenado totalmente en un día laborable cuando los boletos se habían puesto a la venta apenas un día antes, etc… “El Cordobés” se refirió a la forma como había respondido el público en la taquilla y de su estupendo comportamiento, pues no obstante el resultado del festejo, por culpa del ganado, la concurrencia apenas sí mostró su enfado – la de sol – con algunos gritos, en tanto que los espectadores de sombra se mantuvieron callados, serenos… “Tengo deseos de volver pronto a Aguascalientes, quizás entonces haya más suerte”…

El Cordobés volvería a Aguascalientes alrededor de un mes después. Si las cosas se tercian, quizás en estas mismas páginas virtuales, pueda ocuparme de ello.

domingo, 26 de noviembre de 2023

26 de noviembre de 1977: Miguel Espinosa Armillita recibe la alternativa en Querétaro

Miguel Espinosa, el menor de los hijos varones del Maestro Armillita, después de torear un importante número de festivales al lado de su hermano Fermín y de los hijos de otros toreros, sobre todo de la Edad de Plata mexicana, empezó a vestir el terno de luces el año de 1976. Se presentó con los del castoreño el 18 de marzo de ese año en Jiquilpan, Michoacán, alternando con Javier Tapia El Cala y Miguel Munguía El Inspirado para lidiar novillos de la ganadería de su padre y unos días después toreó una segunda en San Juan de los Lagos, Jalisco.

La tercera novillada de su carrera fue su presentación ante la afición de la ciudad en que nació, Aguascalientes, el domingo 18 de abril, en el festejo que ese año abría la Feria de San Marcos, disputando el trofeo del Cristo Negro del Encino, junto con Pepe Luis Vázquez hijo, Alfredo Gómez El Brillante, Carlos Liceaga, Juan Miranda y Pedro Loredo, ante un encierro de San Manuel.

Era una apuesta arriesgada, venir a abrir una de las ferias más importantes de América y matando un solo novillo, pero al final, lo resolvió con suficiencia y cautivando a la afición que se reunió en la plaza Monumental Aguascalientes, llevándose a su casa el trofeo en disputa, mismo que le entregó al final de la novillada Alfonso Ramírez Calesero.

Esa temporada torearía una veintena de festejos aquí en México y para 1977 marchó a hacer campaña en ruedos europeos, actuando en plazas de primer orden como Barcelona, Sevilla, Valencia o Pamplona. De su presentación en Barcelona, el 27 de marzo, escribió Julio Ichaso para La Vanguardia:

Es hijo del espada azteca Fermín Espinosa «Armillita», tan conocido y aplaudido en nuestras plazas. Se presenta Miguel, en Barcelona... Como dato curioso diremos que «Armillita chico» actúa en Barcelona precisamente en la fecha que su padre Fermín tomara la alternativa aquí, hace cuarenta y nueve años y dos días, para ser exactos... Miguel tomó las banderillas con buena ejecución y estilo. Muchas palmas... Brindó a Manolo Mateo, el decano de los reporteros gráficos taurinos. Muletazos con agobiante y artística lentitud. Aplausos y música. Lo muleteó por los dos lados... ovaciones... Entró a herir con facilidad, pero la espada enseñaba la puntita. Volvió con dos estoconazos más, concediéndole la oreja, despidiéndole con aplausos, así como a sus compañeros de terna y paseo a hombros por los «capitalistas»...

El jueves 9 de junio de ese 1977, actuó en el último festejo que se dio en la hoy extinta plaza de Las Arenas, también en la Ciudad Condal, junto con José Manuel Dominguín y Tomás Campuzano, ante novillos de Antonia Laa Sánchez.

El 6 de julio de ese mismo año, abrió la Feria de San Fermín en Pamplona, en un cartel en el que participaron los rejoneadores Álvaro Domecq y Joao Moura ante toros de Ramón Sánchez y a pie Miguel alternó con José Luis Palomar ante novillos de Diego Romero. A propósito de ese festejo, relató Vicente Zabala Portolés para el ABC madrileño:

He disfrutado hoy en Pamplona con la felicidad del viejo Armillita, que ha visto cómo su hijo triunfaba en una tarde plena de aciertos. El chiquillo (es un auténtico niño) me parece un estupendo remedo de lo que dicen que fue su padre. Le funciona la cabeza. Torea variado con capote, banderillas y muleta. Le veo talento y decisión para resolver problemas... El nuevo Armillita es torero de escuela. Su padre le ha enseñado el oficio. Se aprecian mil detalles, hasta en la resurrección del molinete con la izquierda y el saber estar en la plaza. Todo lo quiere hacer bien, aunque no siempre lo consiga. Junta las zapatillas para banderillear. Esto es muy difícil y meritorio. Tiene un montón de detalles importantes, que le pueden conducir a ese camino de ver cómo la dinastía azteca de los Armillitas se prolonga por lo menos una generación más. Hubo petición de oreja y vuelta en el primero. Cortó la oreja del sexto en medio del diluvio. Ahora a esperar. Hay que verle más veces. Nada de precipitaciones ni campanas al vuelo, pero el manito tiene muchas cosas de las que agradan al buen aficionado...

Esa fue en general, la impresión que Miguel Armillita causó en su paso por los ruedos de Europa en su campaña novilleril, que cerró con 35 festejos toreados y que, planteado su regreso a México, era con la finalidad de recibir la alternativa al inicio de la temporada mexicana.

La alternativa de Armillita Chico

La primera corrida de la Feria de Navidad de 1977 que ofrecía la empresa de la plaza Santa María de Querétaro, a celebrarse el sábado 26 de noviembre, se componía con ocho toros de don Javier Garfias para Manolo Martínez, Eloy Cavazos, José Mari Manzanares y Miguel Espinosa Armillita, quien recibiría la alternativa.

La crónica del festejo aparecida en el diario El Informador de Guadalajara, fue firmada por Luis Soleares, seudónimo de don Carlos Loret de Mola Mediz, quien dijo del toricantano:

Armillita Chico, Miguel Espinosa, de blanco y oro, recibió al primero de la tarde, “Arlequín”, de 515 kilos, con verónicas de muy buen corte que recordaron a las de su padre el maestro grande. El burel, de buen peso y magnífico trapío, como toda la corrida, acude bien para dos cuarteos con cites en el estribo. El tercero le resulta superior. Brinda el toro de la alternativa a su padre, Fermín, quien está entre barreras. Lleva a su enemigo a los medios, con trincherazos y firmas. Hay derechazos y cinco buenos naturales. Como el toro ya no pasa, lo cierra en tablas y le saca algunos naturales más. Luego medios pases y tres pinchazos, antes de una estocada entera...

Ante el octavo de la función, nombrado Solitario, el cronista le apunta nuevamente lucimiento en el segundo tercio y con la muleta en la mano izquierda, ante un toro que se quedó parado, concluyendo acerca de su actuación lo siguiente:

El público lo despidió con aplausos. Miguel Espinosa tiene el corte de su padre y su inteligencia para entender a los toros. Se augura que será un buen matador...

El resto de la corrida

Manolo Martínez, se llevó tres orejas en la espuerta; Eloy Cavazos le cortó las orejas y el rabo al primero de su lote y el sexto de la tarde, Aladino, número 37, con 478 kilos de peso, fue indultado, concediéndosele las orejas y el rabo simbólicos. Por las protestas de la concurrencia, se negó a dar la vuelta al ruedo, misma que dio en solitario el ganadero don Javier Garfias acompañado por dos de sus nietos. Por su parte, José Mari Manzanares le cortó las orejas y el rabo a Cobrador, cuarto de la corrida y primero de su lote.

En suma, una corrida que fue triunfal e histórica, pues en ella inició su andar por los ruedos como matador de alternativa un torero que durante casi tres décadas figuró en el primer plano de la fiesta en el mundo.

Concluyendo

De las narraciones transcritas podemos ver que en esas primeras tardes se nos describía a un torero más variado, que todavía se encargaba de cubrir el segundo tercio y que, con la muleta, empezaba a barruntar lo que sería el fuerte de su actuar en la cima de su carrera: el toreo al natural.

Miguel Armillita se despidió de los ruedos en Aguascalientes el 1o de mayo de 2005 y regresaría, testimonialmente, una sola tarde, la del 6 de diciembre de 2009, a la Plaza México, a confirmarle la alternativa a Cayetano Rivera Ordóñez.

Falleció en Aguascalientes el día 5 de noviembre de 2017.

domingo, 25 de junio de 2023

Mexicanos en solitario en ruedos europeos

Hace una semana el michoacano Isaac Fonseca, demostrando una vez más que lo único seguro en el toreo es el azar – Alameda dixit – terminó por matar con lucimiento él solo seis toros en la plaza de Colmenar Viejo. El festejo, final de la Copa Chenel, se anunció como un mano a mano en el que alternaría con el salmantino Juan del Álamo, con toros de tres ganaderías diferentes y de distintos encastes y que, al decir de las crónicas, algunos fueron destartalados en sus hechuras.

El que abrió plaza se echó a los lomos apenas en los quites a Juan del Álamo y ese seguro azar del toreo dejó las cosas dispuestas para que Isaac Fonseca tuviera a su disposición la corrida completa, que al final, resultó ser de cuatro ganaderías distintas y solamente se lidiaron cuatro de los toros anunciados originalmente. Es de resaltarse que el torero mexicano también fue herido por el tercero de la tarde y que, con discreción, se mantuvo en el ruedo y concluyó la tarde. Llevaba, durante la lidia de los tres últimos toros, una cornada de 18 centímetros en la zona de la rodilla derecha, lo que no le impidió cerrar triunfalmente su actuación.

El resto de esta historia ha sido ya contado con amplitud y también se da seguimiento a la evolución de los toreros heridos, pero al calor de este suceso, surgen preguntas acerca del número y época de las oportunidades que han tenido nuestros toreros de actuar en solitario en ruedos de Europa, sea porque así se hayan anunciado o porque la suerte los dejó en esa circunstancia. 

Hemos hecho una revisión de los libros de la historia, y esto es algo de lo que se ha podido encontrar.

Rodolfo Gaona

28 de junio de 1908, en Tetuán de las Victorias, cuatro toros de Basilio Peñalver. Esta actuación la organizó su maestro Ojitos, con la finalidad de que la prensa madrileña y el empresario de Madrid, Manuel Retana lo vieran y le dieran la ocasión de confirmar su alternativa. Fue la primera corrida que Gaona toreó como matador de alternativa. Me he ocupado en estas páginas con mayor extensión de este festejo en este lugar.

14 de julio de 1912, en Madrid. Gaona se anunció para matar seis toros de Trespalacios. Al final se lidiaron cinco de estos y uno de Benjumea. Esa tarde salieron al ruedo por su orden Monterito, Saltador, Garabito (este de Benjumea), Granizo, Azafranero y Churrero en una tarde ventosa, que impedía el lucimiento de los toreros y sí a esto sumamos el hecho de que los seis toros, de acuerdo con la crónica publicada en El Imparcial, parecieron una parada de cabestros, el resultado para el discípulo de Ojitos no fue halagüeño, pues el de Benjumea se le fue vivo tras los tres avisos y el sexto le dio una paliza tal, que obligó a que por orden de la presidencia del festejo, lo terminara el sobresaliente Carlos Lombardini. De esta tarde ya me había ocupado por aquí en este sitio.

Fermín Espinosa Armillita, Madrid, 24 de julio de 1932

La empresa madrileña anunció para el 9 de junio de 1932 una corrida extraordinaria, en la que alternarían Luis Fuentes Bejarano, Armillita y Manolo Bienvenida, quienes darían cuenta de una corrida de Marcial Lalanda, que haría su presentación en la capital de España como ganadero de reses de lidia. No está de más hacer notar que los toros llevaban todavía el hierro de don Antonio Flores Tassara, que fue quien enajenó la ganadería al más grande, según dice su pasodoble. 

Esa corrida se suspendió por la ausencia del hijo del Papa Negro principalmente, pero la prensa madrileña de la época acusó al entorno de Armillita de pretender extorsionar a la empresa ya en el patio de cuadrillas para que se le incrementaran sus honorarios y se le firmara un par de corridas más.

Al final de cuentas, el Maestro de Saltillo logró saldar sus cuitas con Retana y para el 24 de julio siguiente se anunció en solitario con los toros de Marcial Lalanda. Huelga reiterar que continuó la conjura de la prensa madrileña en su contra, aplicando un criterio imperante en estos tiempos, en el sentido de que no salió de la plaza con las orejas en las manos y cargado a hombros por la afición. Pero tampoco fue un fracaso rotundo. La reflexión final de la crónica de Gregorio Corrochano en su crónica del ABC madrileño, es ilustrativa:

Hubiera deseado una tarde decidida, que fuese una lección a los toreros españoles que no quisieron la corrida de Marcial, incluyendo el propio ganadero. Porque ¿para cuándo se deja la ocasión de ser torero? Al ver don Marcial que no querían sus toros, debió decirle a Marcial: toréalos tú...

La carrera de los toreros, aún la de las grandes figuras de la historia, no se ilustra en blanco y negro exclusivamente, también tiene amplias gamas de grises. De esta accidentada tarde me ocupé en su día aquí y aquí.

Carnicerito de México, 12 de octubre de 1932

El mismo año en el que Armillita lo intentó en Madrid, don Pedro Balañá decidió terminar su temporada reiterando su admiración y respeto por los toreros que llegaban de este lado del mar. Para la Fiesta de la Raza, como entonces se celebraba, anunció una corrida de toros de los hermanos Pallarés Delsors para que los lidiara como único espada el diestro originario de Tepatitlán, Jalisco, José González Carnicerito, con el agregado de México, para evitar allá en España, se le confundiera con Bernardo Muñoz Carnicerito de Málaga.

El resultado no fue halagüeño, la crónica que se publicó en el semanario La Fiesta Brava de la Ciudad Condal únicamente establece que Carnicerito pudo con los toros, que, por su parte, sacaron guasa y poca fuerza, logrando cortar una oreja al segundo de la tarde.

Fermín Rivera, Burdeos, 22 de septiembre de 1946

Fermín Rivera fue uno de los diestros que durante el conflicto entre las torerías de México y España que abarcó los años de 1936 a 1944, no dejó de torear en Europa. Lo hizo en ruedos de Francia y Portugal, junto con varios otros diestros de su generación, como Silverio Pérez o Ricardo Torres, quienes tuvieron un sólido cartel ante aquellas aficiones y eran la carta de presentación de nuestra fiesta en esas tierras. Aprovechaban así el ritmo lento que las cosas de los toros toman aquí en México durante el verano.

Ya en el 46 las cosas estaban más o menos arregladas y los nuestros volvieron a España, pero también muchos se presentaron en plazas francesas y los que ya eran conocidos allí, como el Maestro de San Luis, tuvieron ocasión de ampliar los horizontes de su temporada europea aprovechando los contactos y triunfos obtenidos con anterioridad. Así fue como Fermín Rivera llegó al coso de Burdeos para matar un encierro de Pouly. La crónica publicada en el ABC madrileño del 25 de septiembre siguiente dice entre otras cosas:

...ha revestido caracteres de sensacional acontecimiento, ya que la afición y crítica han recordado como único caso el de “Guerrita”, que también fue capaz de llenar por sí solo la plaza francesa para la lidia de seis toros. Los billetes se agotaron dos días antes y concurrió la élite de la afición francesa...

Esta tarde fue triunfal para Fermín Rivera, pues la saldó con el corte de siete orejas y un rabo y fue llevado en hombros por la afición por las calles de la ciudad por un largo rato después del festejo.

Rodolfo Rodarte

San Sebastián, 25 de mayo de 1911. La novillada programada para esa fecha era un mano a mano entre el torero de San Buenaventura y el vallisoletano Pacomio Peribáñez, quienes enfrentarían seis ejemplares de Amador García, antes del Cura de la Morena. En un caso parecido al de Juan del Álamo, Peribáñez se fue a la enfermería para no salir tras los primeros lances de capa. Se fue con una herida en las inmediaciones del ojo izquierdo, que dice el parte médico que quedó al descubierto.

Así, Rodolfo Rodarte tuvo que despachar la novillada completa y lo hizo con lucimiento. La crónica aparecida en El Pueblo Vasco del día siguiente al del festejo, dice:

La corrida fue dura, muy dura; ofreció dificultades, que el gran Rodolfo supo vencer a fuerza de valor y arte, y el público, que festejó sin interrupción al chico, dio pruebas de una inteligencia y una justicia dignas del mayor elogio...

Saldó el compromiso cortándole una oreja al quinto y también, dicen las crónicas, con un metacarpiano fracturado al aguantar un derrote tras de matar al sexto. Así, sigue el cronista, se lo llevaron en hombros hasta la fonda.

Tetuán de las Victorias, 1º de agosto de 1915. Se le anunció para matar seis novillos de Antonio Arroyo, antes Ángel Cabezudo, hierro que hoy corresponde a la ganadería de La Guadamilla. El sobresaliente del festejo fue un torero que hizo campañas aquí en México, Emilio Mayor Mayorito y que cobraría protagonismo, por solicitar a la presidencia del festejo – de rodillas – que se le permitiera matar al sexto, cosa que ni Rodarte ni quien presidió aceptaron, con cierto desagrado de la concurrencia.

El coahuilense radicado en Aguascalientes terminó el festejo cortándole la oreja al cuarto de la tarde. La concurrencia, que llenó la plaza, salió complacida, algunos cronistas no tanto, como el de La Lidia”, que resumió:

El ganado cumplió, sin excederse. Rodolfo Rodarte superior en dos y bien en los restantes. Lo mejor de la corrida, dos pares de banderillas en el cuarto toro de José Rodarte, El servicio de caballos, detestable… La presidencia, muy acertada.

En la variedad estará siempre el gusto y de la discusión, normalmente, siempre nace la luz.

Dos menciones especiales

El 31 de mayo de 1911, en Cáceres, se contrató a Rodolfo Gaona para torear un mano a mano con Cocherito de Bilbao lidiándose toros de Palha. El diestro bilbaíno fue herido por el tercero de la tarde y el Califa terminó despachando cinco de los toros que se anunciaron. Le cortó una oreja al cuarto de la tarde y al final de la tarde se lo llevaron en hombros.

El 25 de mayo de 1952, en el festejo que cerró la Feria de San Isidro de ese año, se anunció una corrida de don José Luis y los herederos de don Felipe de Pablo Romero para Raúl Acha Rovira, Juan Silveti y Pablo Lozano. El tercero de la tarde causó una conmoción cerebral a La Muleta de Castilla tras arrollarlo cuando pretendía recibirlo a porta gayola y después hirió a Rovira en la suerte de matar. Así, el hijo del Tigre de Guanajuato se quedó con cuatro toros de ese encierro y le cortó las dos orejas a Campero, el quinto, consiguiendo así abrir la Puerta de Madrid, siendo el primer torero mexicano en hacerlo en una Feria de San Isidro.

Para terminar

Cada una de las historias aquí pergeñadas merece ser contada de manera individual, extensivamente, porque encierran importantes dosis de valor y de torería. Son, en una medida importante, parte de los cimientos sobre los cuales se sostiene el edificio de nuestra tauromaquia contemporánea, pues sin ellas, sin sus actores, sin los logros que consiguieron, no es posible entender lo que hasta hoy se ha avanzado y lo que está por venir.

domingo, 14 de mayo de 2023

14 de mayo de 1934: Cuatro mexicanos en Barcelona

Rafael Cueli, aficionado y Bibliófilo de pro, no hace mucho tiempo, publicó una interesantísima lectura acerca de la corrida de toros que marcó, en los hechos, el inicio del coloquialmente llamado Boicot del miedo – expresión atribuida a Juan Belmonte, y de la que no he podido localizar la fuente exacta – y que se celebró el 11 de junio de 1936, en la plaza de toros de Murcia. Allí alternaron el maestro Armillita, Luis Castro El Soldado y Carnicerito de México, ante toros de Villamarta. La combinación se produjo por efectos del azar y representó, repito, el cierre de las actuaciones de nuestros toreros en aquellos ruedos por casi una década.

Cuando Rafael estaba en la etapa de recolección de información para la confección de su opúsculo, preguntó acerca de otras fechas en las que en ruedos españoles se hubieran realizado festejos con espadas mexicanos únicamente. Le apunté que el 23 de agosto de 1931, en la Ciudad Condal, el valentísimo Luis Freg se despidió de aquellos públicos alternando con Juan Espinosa Armillita, Pepe Ortiz y Alberto Balderas – me he ocupado de ese festejo en esta ubicación – pero en esos días las relaciones entre toreros españoles y mexicanos no estaban agrias, y tanto El Rey del Acero como El Orfebre Tapatío gozaban del cariño y el respeto de la afición barcelonesa.

Buscando la manera de retomar el paso en estas páginas virtuales después de la Feria de San Marcos, me encontré con esta efeméride, la que por supuesto, adelanté a Rafael Cueli y ahora intento contársela a ustedes.

Aguas revueltas

Es una especie de verdad sabida que los conflictos entre las torerías de México y España surgieron en 1936, pero la realidad es que las cosas empezaron a subir de temperatura quizás desde el advenimiento de la Segunda República Española. En el ejemplar del semanario de Barcelona La Fiesta Brava, fechado el 27 de abril de 1934, se publica una carta abierta de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos de Madrid, que dice:

Nuestro distinguido amigo y compañero: En la asamblea que celebró esta sección Autónoma se acordó nombrar una Ponencia, integrada por los compañeros Fortuna, Fuentes Bejarano, Barajas, Rayito, Posada y Lagartito, para que redacten el proyecto que debe ser sometido al estudio del Jurado Mixto taurino y del señor ministro de Trabajo reglamentando la entrada, estancia y actuación en España de los toreros extranjeros… Asimismo, se acordó abrir una información por término de ocho días para que los matadores de toros que lo deseen hagan por escrito sus proposiciones relativas a dicho tema, y seleccionadas las que merezcan ser discutidas, se convocará nueva asamblea de sección, a la que asistirán representantes de la Sección Autónoma de Matadores de Novillos y de la unión de Picadores y Banderilleros, cuya solidaridad también se ha acordado recabar… Interesa hacer constar que nuestro proyecto no implica animosidad contra los artistas extranjeros, sino que nos limitamos a proponer la adopción de medidas que en otros países ya están en vigor, y cuyas consecuencias vienen tocando desde hace varios años los toreros españoles… Le saludan atentamente sus afectísimos, seguros servidores. La Junta de Gobierno.

Como se puede leer, desde un par de años antes del rompimiento, ya se planteaban las situaciones que al final de cuentas se hicieron efectivas el 15 de mayo de 1936 en Madrid. Matadores de toros hispanos, movidos por intereses que, hasta donde he podido investigar, no eran precisamente taurinos, pretendían limitar la actuación de nuestros toreros, aunque directamente, no invocaran su nacionalidad.

Una semana después, en el mismo semanario, apareció una respuesta a esa comunicación pública, suscrita por Fermín Espinosa Armillita, Jesús Solórzano, Pepe Ortiz y José González Carnicerito de México, del tenor siguiente:

Los abajo firmados, matadores de toros mejicanos, le agradeceríamos la publicación de esta carta, en la que recogemos una noticia dada a la Prensa en la que se decía que la Sociedad de Toreros Mejicana había elevado un escrito a las autoridades pidiendo no dejaran torear a ningún torero español en Méjico… Nosotros protestamos de tan absurda decisión, estando decididos, y si las autoridades los hubiera sorprendido, a recabar de las mismas la libre contratación como ha existido hasta ahora, aprovechando este momento para salir al paso de los comentarios que aquí se hacen de que en Méjico no dejaron torear a los españoles, o nada más que un número reducido, salimos al paso de tal falsa calumnia, y sólo para justificar que lo que en ésta decimos es cierto apelamos al testimonio de la Empresa que fue en Méjico el año pasado española, y con su residencia en Madrid, para que deje aclarado y en ridículo las versiones vertidas con mala fe, y pudiendo ésta perjudicar los intereses de los toreros, que no se ocupan de nada más que de torear y no de intrigas tanto mejicanos como españoles… Fermín Espinosa (Armillita), Jesús Solórzano, Alberto Balderas, José Ortiz, José González (Carnicerito de Méjico).

Nuestros toreros dejaron bien señalado que, si en alguna forma se llegó a limitar la actuación, al menos en el caso de la capital, de diestros hispanos, fue por la propia empresa española que llevaba la plaza, encabezada nada menos que por Domingo González Dominguín.

La corrida del 14 de mayo del 34 en Barcelona

Sin importarle esos amagos de revolver las aguas, don Pedro Balañá hizo honor a su hospitalidad hacia los toreros mexicanos y para ese lunes 14 de mayo, anunció una corrida de ocho toros, seis de Ramón Mora Figueroa y dos de Mariano Bautista (4º y 7º) para Pepe Ortiz, Alberto Balderas, Jesús Solórzano y Carnicerito de México. La corrida se dio en lunes, debido a que el domingo, en el estadio de Montjuic, se dio una función de boxeo en la que combatieron el alemán Max Schmeling y el vasco Paulino Uzcudun, y calculó la empresa que no habría público para ambos eventos en la misma fecha.

Fernando Sayos Trincherilla, director y cronista de La Fiesta Brava, prologa su crónica del festejo así:

PLEITO FALLADO. Los firmantes de esa desdichada proposición que ha rodado estos días por la prensa, en la que se pedían limitaciones para las actividades artísticas de los toreros mejicanos, han quedado en el más espantoso de los ridículos… Esta corrida ha venido a fallar un pleito que no tenía razón de ser: cartel mejicano “cien por cien”, y, para mayor sarcasmo, organizado para día laborable … ¡Tomen del frasco los protestantes! … Lástima que lo que pudo haber constituido un éxito de taquilla haya resultado un accidente desgraciado para la economía de los organizadores… Fallaron los cálculos de la empresa. Vio ésta en que el match de boxeo celebrado el domingo en el Estadium atraería sobre Barcelona gran número de forasteros y que éstos se quedarían aquí para presenciar la corrida. Y se equivocó. No vino nadie, y si alguien vino se volvió a sus lares por el medio más rápido de locomoción… Resultado fue que la corrida se dio exclusivamente para los de casa y que éstos no juzgaron imperioso dejar sus ocupaciones para ir a la Monumental… Un error de cálculo que debió costar un buen puñado de duros…

Así entonces, nos enteramos de que don Pedro Balañá erró el cálculo y la entrada fue poco menos que deprimente. Pero el festejo se dio y ha quedado para la historia del toreo.

El resultado de la corrida

La actuación más conseguida de la tarde fue, de acuerdo con las crónicas de agencia aparecidas en los diarios madrileños La Libertad y El Liberal, la de Jesús Solórzano, sin corte de apéndices, por el mal manejo de la espada. Del primer diario mencionado copio:

Tercero. – Solórzano da unos lances vistosos, aunque movidos. Se le aplaude en el primer quite. Balderas, en su turno, torea por gaoneras y es aplaudido. Vuelve a torear, haciendo el quite de la mariposa y suena la música. Solórzano coge los palos y clava dos pares de poder a poder, que se aplauden. El toro llega al último tercio muy suave. Solórzano comienza la faena de muleta con una tanda de pases estatuarios por alto. Sigue toreando por bajo, cerca y valiente. Pincha cinco veces y al fin logra media estocada. Siete intentos de descabello para que doble el toro. (Palmas y algunos pitos.) Solórzano da la vuelta al ruedo entre protestas. Se aplaude al toro en el arrastre.

Carnicerito de México cortó la única oreja de la tarde, al octavo, de Mora Figueroa. Trincherilla, de su actuación en conjunto, escribió:

Se creció el hombre, prodigó sus arrestos, mantuvo al público pendiente de sus cosas en todo momento y en definitiva fue quien sobresalió del cuarteto... Banderilleó sus dos toros haciendo alardes de valor y de facultades, entrando por dentro en terrenos inverosímiles; hizo dos grandes quites de gran exposición a un piquero y con la muleta se mostró temerario en la faena del que cerró plaza, dando varios pases, sentado en el estribo emocionantísimos… Su primero le achuchó varias veces, no sufriendo un desavío por puro milagro… Decidido con la espada. Se le ovacionó en su primero, cortó la oreja del último y se lo llevaron en hombros los entusiastas…

Por su parte, El Torero de México, tuvo una actuación de esas que no vale la pena recordar. Al igual que la víspera en Madrid, se le vio falto de sitio y con cierta desgana. 

La tarde de Pepe Ortiz

Dejo aparte la actuación de Pepe Ortiz porque el espacio de la crónica de Trincherilla está dedicado casi todo a él. No tanto a su actuación, sino a la expresión de su deseo de ver las maravillas de las que era capaz El Orfebre Tapatío. Entre otras cosas, escribió:

Alejado la última temporada de la plaza de “El Toreo”, una sola actuación le bastó para que el entusiasmo de aquellos aficionados se desbordara y otorgase a Pepe Ortiz la oreja de oro que se disputaba en esa corrida… Dominguín, gran catador de toreros, testigo presencial de esa grandiosa faena de Ortiz, quedó asombrado ante el maravilloso estilo de este artista y no vaciló un momento en traerlo a España, seguro de que la tarde que el tapatío dé aquí con un toro de su estilo, habrá de consagrarse ante este público como una figura extraordinaria, a la que habrán de rendirse los máximos honores… Pepe Ortiz no ha tenido suerte cuantas veces ha venido a España. Como si sobre él pesara una maldición, apenas pudo lucir destellos de su arte… Y fue una lástima, porque Pepe, salió animoso y tuvo momentos de indudable valor… No tuvo suerte con la espada, pues hubo de pinchar varias veces y en su primero se hizo pesado al descabellar… En el quinto toro, el único que se dejó torear mientras Ortiz estuvo en el ruedo, hizo Pepe un quite con “orticinas” que fue lo más torero que se hizo esta tarde con el capote. Un quite primoroso que fue premiado con una ovación fragorosa… El público lamentó la poca fortuna de Ortiz con el lote que le correspondió y que le imposibilitó de mostrarse el torero fastuoso que ansiaba ver…

Como se puede ver, Fernando Sayos era un incondicional partidario de Pepe Ortiz, apenas habiéndole visto destellos de lo que era capaz de hacer delante de los toros. En el recuento de la historia, diré que es una pena grande que la afición y los públicos de Europa no le hayan podido conocer en plenitud, más de una sorpresa se habrían llevado.

Terminando

Hay cuestiones que no se germinan de un día para otro, ya lo podemos ver. Pero también hay historias que merecen ser contadas, aunque en apariencia no tengan un corolario triunfal. Pero ese lunes laborable de hace 89 años, se produjo un acontecimiento taurino que necesariamente debe constar en los libros de la historia del toreo.

Aviso parroquial primero: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

Aviso parroquial segundo: La lectura taurina de la autoría de Rafael Cueli a la que me refiero al inicio es Tres mexicanos acartelados en Murcia. Boicot del miedo de 1936. Número 74 de la Colección de Lecturas Taurinas de Bibliófilos Taurinos de México A.C. Entiendo que todavía hay ejemplares disponibles y se puede preguntar sobre la forma de adquirirlos a través de las redes sociales de BTM.

lunes, 24 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VI)


Sin toro no hay fiesta posible (segunda parte)

La información previa a la crónica del festejo no se centra en promocionar la corrida del 24 de abril. El Sol del Centro reproduce la columna de Francisco Lazo que en la fecha también apareció en el diario deportivo Esto de la capital mexicana, misma en la que el tema medular es la visita que hizo a Chichimeco, la finca del maestro Armillita, misma en la que anunció que se iría a España para llevar allá a su hijo Fermín a hacer algo de campo, en vía de preparación para iniciar su carrera como novillero:

...el maestro de Saltillo nos dijo que será el domingo próximo cuando se marche a España para ver unas corridas de la feria de Sevilla, luego las de Madrid. “Las de aquí no me las voy a perder – manifestó –. Hay carteles buenos de veras...”. ¿Y cuándo suelta usted a Fermincito?, le preguntamos. Y el maestro respondió: “Ahora me lo llevo a España. Allá toreará en algunas ganaderías. Y si les puede a aquellos cómo a los de acá; este mismo año se vestirá de luces...”. Ya hemos dicho que Fermincito ha mostrado cualidades excepcionales y parece ser que en él hay una figura grande del toreo. Esperamos vivir para comprobarlo...

Fermín Espinosa hijo se presentaría como novillero en León, Guanajuato el 30 de diciembre de ese 1973 y haría una breve campaña española entre julio y septiembre de ese año, actuando en plazas de importancia como Bilbao y Valencia en España o Dax, en Francia.

El deshonor de la palabra de los toros

Ese 24 de abril de 1973, se anunció un encierro de don Jesús Cabrera para Eloy Cavazos, Antonio Lomelín y Curro Rivera, en la presentación de este último en la feria. De nueva cuenta los toros titulares volvieron a dejar que desear. Relata don Jesús Gómez Medina:

Como el gran clásico español del siglo XVI, para reseñar lo que fue anoche, la lidia de los seis primeros astados, bastaría con repetir la tan conocida frase: “Decíamos ayer...”.

Pues al igual que la víspera, habíamos asistido al desfile de un sexteto de bureles desprovistos de acometividad, tan sosos, tan reacios a embestir, tan mansos, en suma, que podrían constituir, a la verdad, la antítesis, la negación del verdadero toro de lidia…

El reenvío que hace don Jesús a su crónica del festejo de la víspera es en obvio de repeticiones. El año anterior, los toros que enviaron respectivamente don Valentín Rivero y don Jesús Cabrera fueron la materia que permitió escribir páginas de gran brillantez de aquel serial abrileño. Un calendario después, mostraron la otra cara de la moneda.

La noche salvada por un toro de regalo

La corrida, segunda nocturna de la feria, iba por el desfiladero, hasta que Eloy Cavazos, en una acción – o arrebato – poco frecuente en su forma de conducirse en los ruedos, decidió anunciar a la concurrencia que regalaría un toro. Ese toro de regalo fue Caperuzo, número 87, de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez.

Ante Caperuzo, Eloy Cavazos realizó, en palabras de don Jesús Gómez Medina, lo siguiente:

Salió pues “Caperuzo”, y como por ensalmo la escena se modificó radicalmente: el tedio, el aburrimiento que a esas alturas habíanse enseñoreado de los tendidos, desaparecieron como por encanto; y la alegría y la acometividad del toro, a su estilo de claro linaje, a su bravura, en suma, aunóse el torero cascabelero, siempre espectacular, en ocasiones zaragatero, pero realizado siempre en la proximidad de los pitones por Eloy Cavazos, y la escena se transformó radicalmente… Resurgieron entusiasmos que parecían definitivamente dormidos; la plaza se inundó de luz y de calor; el tedio y la languidez que habíase apoderado de todos los circunstantes, convirtióse en clamor, en fuego, en cálido comentario que a estas horas corre, entre el golpeteo de los dados y el grito bravío de las cantadoras, por todos los rincones de la Feria… ¡“Caperuzo”, con su bravura, operó el prodigio...! … En el toreo, hoy y siempre, lo primero será la bravura del astado. Y cuando ésta va aparejada al buen estilo, a la docilidad y alegría, asistimos a espectáculos de la brillantez de que anoche protagonizaron Eloy Cavazos, el de la Villa de Guadalupe y “Caperuzo”, el burel del Ing. Mariano Ramírez; y que culminó en la concesión de ambas orejas y el rabo para Eloy, en el arrastre lento para los despojos de “Caperuzo” y en los recorridos triunfales que, una y otra vez realizaron el torero, el ganadero y el empresario Guillermo González, entre el júbilo de un público que, pese a lo avanzado de la noche, resistíase a abandonar los tendidos...

El toro, se afirma, pone a todo el mundo en su sitio. Y cuando es debidamente aprovechado, también permite que se aprecie la grandeza de la fiesta y se aquilate, en su real medida el peso específico de cada uno de los factores que hacen posible la realización del espectáculo. Así quedó demostrado después de que Caperuzo se mostrara bravo y noble en una noche que se iba encaminando, irremisiblemente, parecía, al despeñadero.

El resto del festejo

Antonio Lomelín cortó una oreja esa noche, y más que cortarla, se la arrancó al segundo de la noche. Escribió don Jesús Gómez Medina:

Antonio Lomelín, en sus dos turnos, mostró en múltiples ocasiones, las características que le llevan a hacer el bien torear, con estridencias que no siempre resultan oportunas. A su primero lo toreó de capa y particularmente de muleta con lucimiento y calidad en la ejecución de los lances y de los pases; lo banderilleó, además, en forma lucida, y lo estoqueó en forma superior, haciéndose acreedor, por esto solo, a la obtención de la oreja y a la vuelta al ruedo…

Curro Rivera, por su parte, se llevó el lote más complicado de un mal encierro y también tuvo que enfrentarse a la malquerencia de un grupo de reventadores que lo hostilizaban al menor titubeo, sigue relatando el cronista de El Sol del Centro:

Toda la decisión y el torerismo innegables de Curro estrelláronse casi siempre ante las condiciones de sus adversarios. El primero, manso y con peligro, que, en varias ocasiones, ya al banderillear como al torear de muleta, le puso los pitones en el pecho. Además, tuvo siempre en su contra la hostilidad de un sector de espectadores, incapaces, al parecer, de aquilatar lo que fue una faena como la realizada el domingo por Curro con “Cartujo” … Al último, al que a base de tesón y de aguante consiguió meter en la muleta para cuajarle meritísimas series de pases en redondo, tuvo Curro la desgracia de pincharlo mucho y mal, inclusive de atravesarlo, amén de que el garapullo de una banderilla lo hirió en la mano derecha, dificultando con ello su labor final, hasta escuchar el aviso…

Un evento inesperado vino a cambiar el curso de un festejo que parecía quedarse con la imborrable marca del tedio en su historia. Esa circunstancia inesperada – por infrecuente – también vino a encaminar por otras vías el rumbo de la feria, como veremos en los siguientes días.


domingo, 12 de marzo de 2023

Felipe Fernández Valdemoro, in memoriam

Felipe Fernández y López Valdemoro, hijo del jurista y político español don Luis Fernández Clérigo y doña María Luisa López Valdemoro Fernández de las Cuevas nació en Marchena, Sevilla en el año de 1919 de acuerdo con la documentación migratoria que se conserva en el Archivo General de la Nación. Solicitó su ingreso a México, en calidad de asilado político, en el Consulado de México en París, en octubre de 1939 y allí manifestó como su nombre, el que encabeza este texto y declaró como su ocupación la de estudiante. Ingresó a territorio mexicano por la ciudad de Nuevo Laredo, el 1º de marzo de 1940, al menos junto con su hermano Luis Carlos – después universalmente conocido como José Alameda – y su madre, estableciéndose en la Ciudad de México en la calle Roma de la colonia Juárez. 

Su relación con la fiesta de los toros le venía, podríamos afirmar, casi de manera dinástica. Por línea materna estaba emparentado con Juan Gualberto López Valdemoro de Quesada, Conde de Las Navas, quien fuera bibliotecario del rey Alfonso XIII y autor de una de las obras clásicas de la historiografía de la tauromaquia: El Espectáculo más Nacional, en el que cuenta, desde su perspectiva, el origen y diversos acontecimientos que generan la afición y la actual fiesta de los toros. Por el lado paterno, don Luis Fernández Clérigo también dedicó en momentos su pluma a escribir sobre el tema, firmando como El Bachiller de Córdoba.

Felipe Fernández Valdemoro, incipiente escritor taurino

El paso del hermano de José Alameda por las letras del toreo sería fugaz. No por su voluntad, sino por los hechos inexorables de la existencia y demostraría, a mi juicio, entender lo que sucedía en el ruedo, aunque desde una óptica planteada por su hermano mayor en el primer ensayo que publicó en el medio intelectual mexicano, titulado Disposición a la muerte, donde refuta lo planteado por José Bergamín en su Arte de Birlibirloque, postura que rectificaría en tiempos posteriores y que sería el giro copernicano de la concepción histórica de la evolución del toreo.

El punto de partida del extenso comentario de Felipe Fernández Valdemoro es el análisis que en su día hicieron el doctor Carlos Cuesta Baquero Roque Solares Tacubac y Martín Garrido Sagitario en las páginas de La Lidia acerca de la corrida del 31 de enero de 1943 en El Toreo de la Condesa, sí, aquella de la alternativa de Antonio Velázquez y en la que Armillita bordó a Clarinero y Silverio Pérez inmortalizó a Tanguito, enseñas de un completísimo encierro de Pastejé.

El artículo apareció publicado en el número de La Lidia correspondiente al 26 de febrero de 1943, se tituló ¿Clase o personalidad? y dice literalmente:

He leído con interés los artículos publicados en este gran semanario por Roque Solares Tacubac y “Sagitario”, sobre los trasteos de “Armillita” y Silverio el 31 de enero, en los cuales cada uno de los citados escritores expone sus puntos de vista sobre las citadas faenas, derivando “Sagitario” hacia el concepto de CLASE en el sentido taurino.

Joven y, por lo tanto, impetuoso, me decide a echar mi cuarto a espadas en este debate, en el que, como podrá ver el que leyere, la vejez y la juventud coinciden. Y digo esto, porque Roque Solares Tacubac – el más antiguo escritor taurino – y un humilde servidor – que por primera vez hace crítica pública –, coincidimos.

Se trata de dos clases, formas o modos de concebir el toreo. A mi juicio, “Armillita” tiene “clase”, pero no personalidad; Silverio posee la segunda condición, pero carece de la primera. Más no divaguemos y entremos en el asunto.

“Sagitario”, en su artículo intitulado CLASE Y MAESTRÍA, hace unas cuantas divagaciones sobre lo que es la clase y dice: “la clase es lo que le falta al ganso para ser cisne, al aguardiente barato para ser cognac, etc.”. No creo que esto tenga que ver mucho con el toreo, aunque me hago cargo perfectamente de lo que “Sagitario” quiere decir con esas comparaciones.

A mi juicio, CLASE quiere decir clasicismo – de ahí viene precisamente la palabra – y autenticidad. Tiene CLASE todo aquello que se ejecuta con PERFECCIÓN. Por eso se dice, en términos taurinos, “tal torero es muy corto, pero tiene clase”; con esto se quiere decir que no es un maestro, que realiza o conoce pocas suertes, pero que las que ejecuta las practica con perfección, con CLASE. Y aquí llegamos a la interrogante: ¿Es que Silverio tiene clase? En mi modesta opinión, no. No porque si clase es clasicismo, no puede tener clase quien no ejecuta, como muy bien dice Roque Solares Tacubac, la suerte más clásica, perfecta y difícil del arte del toreo: el pase natural. Dice “Sagitario” que esto no tiene importancia, pues Silverio torea con la derecha como no ha toreado nadie ni con una ni con otra mano. Error lamentable; cualquiera que conozca algo de toros y más el que alguna vez haya toreado, sabe la diferencia que hay entre ejecutar un derechazo, con la muleta armada con el estoque – con lo cual aumenta considerablemente de tamaño y el diestro puede taparse más – y citando de perfil, a citar de frente, con la muleta sin armar y cayendo verticalmente en pliegues, como requiere el pase natural. He aquí una diferencia fundamental entre torear con una y otra mano y la prueba está en que todos los toreros torean bien, y al menos aseadamente, con la derecha; pocos ¡qué pocos!, lo hacen con la izquierda.

Me dirá “Sagitario”, que esto es una cuestión de dificultad que nada tiene que ver con la CLASE y que el pase natural podrá ser más meritorio que el derechazo, pero que ningún natural de nadie puede compararse con el derechazo de Silverio. A esto le responderé que el pase natural, por el mero hecho de su DIFICULTAD, de su EXPOSICIÓN y de su BELLEZA (no olvide esto “Sagitario”), es el pase más clásico que existe y que el torero que ejecuta ese pase a la perfección es el torero de más clase, desde el punto de vista taurino. Y esto dejando aparte el que, si “Sagitario” quiere ignorar o no dar importancia a la DIFICULTAD en el arte taurino, tendrá que empezar por ignorar la mayor dificultad que, naturalmente, es el toro, en cuyo caso, huelga todo comentario sobre el arte de lidiar reses bravas.

Pero dejemos lo de la muleta en la izquierda – por ser tema demasiado discutido y sabido – y pasemos a analizar el toreo “derechista” – el único que ejecuta – del diestro de Texcoco.

Afirma “Sagitario” que no puede saber lo que es “clase”, quien no haya “sentido” el toreo de Garza, Solórzano, Silverio... Me remito al caso de Garza, que es precisamente con Juan Belmonte, el prototipo de torero que posee lo que hemos dado en llamar “clase”, porque a esta se une también la personalidad.

Garza tiene CLASE porque cita, deja llegar y cuando el toro mete la cabeza en el capote o en la muleta, adelanta, sin exageración, la pierna (ABRE LIGERAMENTE EL COMPÁS) cargando la suerte y después gira sobre la cintura, haciendo el lance más largo y despidiendo al toro POR SU SITIO. Durante toda esta ejecución, que es técnica y artísticamente perfecta, Lorenzo no descompone la figura; no se encorva ni mete la barriga ni se dobla exageradamente sobre el costado: tiene el cuerpo erguido y flexible, y eso es la CLASE; la ejecución bella y perfecta técnicamente – porque el toreo tiene su técnica – de una suerte.

Pasemos a Silverio. Comienza por no cruzarse con el toro, es decir, por citar fuera de la cuna. Cita, generalmente, de perfil, con los pies juntos y, en el momento en que el toro mete la cabeza, no separa los pies, sino que gira sobre ellos, es decir, NO CARGA LA SUERTE, sino que – permítaseme el vocablo – LA DESCARGA. Y esto, con la agravante de que se encorva demasiado y mete la barriga en el momento en que los cuernos pasan. Esto último que digo no es una apreciación subjetiva mía, sino una cosa demostrada por las más recientes fotografías del texcocano. Es más, determinado cronista, creyendo elogiar a Silverio, ha dicho: “Y Silverio no se enmendó, sino que se hizo un arco fantástico (METIÓ LA BARRIGA) y el toro pasó inverosímilmente”. Así pues, cuando el público cree que Silverio ha toreado más cerca que nadie está en un error, porque así de cerca, como el público cree, no ha toreado ni el propio Silverio. Esto no quiere decir que yo considere a Silverio un torero medroso, pues me consta que una de sus cualidades es el valor. Cosa demostrada es que nunca, ni ante el peligro ni ante el éxito ajeno, Silverio se achica, sino que, por el contrario, se crece.

Pero continuemos en lo de “meter la barriga”, porque esto de METER LA BARRIGA tiene más importancia de lo que a primera vista parece, pues además de ser antiestético, significa UN RETROCESO en el arte del toreo.

Aunque “Sagitario” afirme que Silverio es un genio y que los genios no pueden acomodarse ni a normas ni a reglas, yo no concibo el toreo sin esas reglas, porque entonces no sería toreo; no se le denominaría Tauromaquia, sería otra cosa. Y Silverio, que es torero, tiene sus reglas, pero unas reglas que, como digo más arriba, significan un retroceso por lo siguiente:

Antes de aparecer Belmonte, se toreaba dejando pasar al toro, es decir, el toro arrancaba; el diestro daba un paso atrás y con el capote lo despedía: se toreaba, pues, dejando pasar al toro sin variarle el viaje. Vino Belmonte y la cosa cambió. Había que desviar al toro en su viaje, es decir, no quitarse el torero para que el toro pasase, sino dar un paso hacia adelante y obligar al toro a variar su camino; lo que se llama, en términos taurinos, “sacarse al toro de la faja”. La diferencia entre una y otra cosa puede “Sagitario” preguntársela a Rodolfo Gaona, que fue el único torero – para gloria suya – que pudo sobreponerse al cambio introducido por Belmonte. Y por esto digo que el toreo de Silverio es un retroceso en el arte taurino, pues si mete la barriga para que el toro pueda pasar, es evidente que ejecuta el toreo antiguo de esquivar al toro para que este pase en su viaje, en lugar de hacer el toreo moderno de adelantar la pierna y, con el engaño, hacer al toro cambiar la dirección de su embestida.

Por todo lo que antecede, creo que no puede haber discusión entre la faena de “Armillita” y la de Silverio. El de Saltillo – y conste que no es mi corte de torero, pues le faltan gracia y personalidad – ejecutó una faena clásica, auténticamente clásica, porque cargó la suerte, mandó en el toro con la derecha y con la izquierda y ni un solo momento dio “parones” o giró sobre los talones. Realizó, en fin, un TOREO PURO Y CLÁSICO y, además, como certeramente juzga Solares Tacubac, añadió “Armillita” a todo eso su maestría innegable.

Sé que “Sagitario” no quedará nunca convencido, porque conozco y sé lo que es la pasión taurina. Para él, Silverio es el mejor, el de más clase. Yo creo que Silverio es un torero valiente, con lo que se ha dado en llamar hoy “casta” y, sobre todo, con personalidad. He ahí el secreto del triunfo de Silverio y de la influencia que logra sobre las masas. Su toreo no es bueno técnicamente, ni artístico, pues ya he dicho que torea siempre encorvado y como agarrotado, pero llega indiscutiblemente al público. Ahora bien, hay en el mundo muchas cosas que tienen personalidad, que emocionan y que apasionan y, sin embargo, no tienen nada que ver con el toreo. Una cosa es que determinado toreo guste y otra que tenga “clase”, que sea bueno.

El arte no significa solamente belleza – suponiendo que esta cualidad existiera en el toreo de Silverio –, sino dominio y perfección en la ejecución. Además de que en el toreo no puede concebirse el capricho arbitrario del artista, como, por ejemplo, en la pintura. El toreo tiene sus normas fundamentales: los terrenos, la forma y el sitio de citar, las querencias de los toros, etc., son en el fondo siempre los mismos y ni el mismo Belmonte, el máximo revolucionario, cambió totalmente estos fundamentos, los reformó, los adaptó a su personal estilo, pero nunca los ignoró, ni mucho menos los despreció.

Podremos admitir que el de Texcoco estuvo por encima del de Saltillo, si ignoramos todo lo que acabo de enumerar; pero mientras seamos aficionados conscientes y nos guste analizar las complejidades que forman el arte del toreo y no nos conformamos con ver simplemente que el toro pasa y vuelve a pasar, creemos que lo auténtico, lo puro, lo bueno, lo que tuvo clase y sabor torero de lo que se hizo en la plaza el domingo 31 de enero, fue la faena que realizó “Armillita”, a quien en España se le llama “El Sabio”.

De todo lo que he expresado, se deduce que “Armillita” es un gran torero, que puede, que ejecuta las más difíciles suertes a la perfección, con clase y maestría; pero que carece de personalidad, de enjundia y que, a pesar de ser un estupendo lidiador, le falta para dar la nota arrebatadora, no la clase, sino la atracción personal.

Silverio es, por el contrario, un lidiador sin clase. No ejecuta más que pocas suertes y éstas no las realiza con perfección ni soltura, sino forzado, tragando paquete o haciendo el puente trágico de “Nacional” y de “Valencia II”; pero frente a esto, posee personalidad y valor, cosas ambas que llegan mucho más al gran público, que la maestría y la perfección.

Y respecto a una frase que deja caer al vuelo “Sagitario”, le diré: Belmonte era desgarbado, pero cuando se ponía frente al toro, se estiraba, se enardecía y aquella figura deforme aparecía como la de un gigante frente a la fiera desafiándola: ¡Qué gallarda! ¡Qué saber el de Juan cuando empinándose e irguiéndose para dar uno de sus personales pases naturales! Silverio es desgarbado, y cuando deja de serlo, no tiene garbo ni flexibilidad, sino una actitud forzada y violenta.

Creo, pues, que “Sagitario” ha confundido la CLASE con la personalidad. Silverio tiene, y en gran cantidad, personalidad. “Armillita”, clase y dominio, pero nada más. Por eso cuando la clase y la personalidad se juntan, se dan los fenómenos taurinos como Belmonte, Gaona, Garza.

He echado ya mi cuarto a espadas y creo que es hora de dejar descansar a los sufridos lectores de LA LIDIA, aunque todavía le falten por analizar a este comentarista numerosas facetas, de las muchas y complejas que tiene el arte taurino.

No quiero acabar sin declarar que lo que he dicho no está inspirado por la pasión. No conozco a ninguno de los diestros a que me he referido y lo que he dejado expuesto, es producto de mi criterio taurino. Si ha sido necesario citar nombres es porque se trataba de una corrida determinada y de una cuestión circunscrita, pero este criterio expresado por mi no es ni “antisilverista” ni “armillista”, sino la defensa de un estilo de torear frente a otro. Siempre ha habido otras discusiones teóricas sobres las diferentes formas de concebir y practicar el toreo. No combatimos ni elogiamos a las personas, sino los estilos y formas. He censurado un toreo cuyo representante más relevante es Silverio y si he dicho cosas que puedan parecer fuera de lugar o molestar a alguien, lo he hecho para dar las razones y los motivos que me llevan a sostener mi opinión, porque lo que no hubiera sido lícito es que yo hubiese dicho simplemente: “El toreo de Silverio es inferior al de Armillita”. Entonces se me habría exigido, y con razón que explicase por qué pienso así, y es lo que he hecho.

Doy gracias a LA LIDIA, por la oportunidad que da a los aficionados para expresar sus opiniones, al tiempo que me congratulo de que este periódico, tan magníficamente orientado, haya adoptado esta línea de conducta, pues siempre en beneficioso que los aficionados demos a conocer nuestro pensamiento y que se publiquen críticas taurinas que son siempre mucho más interesantes que las meras reseñas y que contribuyen en grado sumo a orientar a la afición.

Como se puede apreciar del extenso análisis que Felipe Fernández Valdemoro hace de las colaboraciones de Roque Solares Tacubac y de Sagitario, toma como eje de la tauromaquia – como era verdad sabida en la época – la técnica belmontina; aunque reconoce el saber y el dominio de Armillita, parece no percibir la esencia de su hacer – aunque también en su día se le acusó de ser frío – y entre líneas se confiesa admirador de Lorenzo Garza. Muchas líneas interesantes a seguir para lo que, según confesión incluida en el segundo párrafo del artículo, era una primera participación en un medio impreso.

El trágico final de Felipe Fernández Valdemoro

El número de La Lidia salido el 5 de marzo de 1943, tenía en su sección de noticias esta breve gacetilla:

GRAVE ACCIDENTE A CAÑITAS. El domingo a las 20:15 de la noche, al regresar a la ciudad de México procedente de Puebla y en el sitio denominado La Junta, el matador de toros Carlos Vera “Cañitas” sufrió un grave accidente al chocar el auto en que viajaba en compañía de su padre y su cuadrilla, con otro coche que se dirigía a la Angelópolis. En los momentos de escribir esta nota carecemos de datos concretos sobre la colisión y el estado de los heridos, sabiendo únicamente que el padre del diestro y los banderilleros Aguilar y Olascoaga se hallan seriamente lesionados, habiéndoseles internado para su curación en el sanatorio del doctor Cruz y Célis.

En principio no parece tener relación con lo que trato de exponerles aquí, pero dos semanas después, aparece esta otra:

LAMENTABLE FALLECIMIENTO. El día 13 del actual, dejó de existir, a los veintitrés años de edad, el talentoso y malogrado escritor taurino, don Felipe Fernández Valdemoro, hijo del ilustre jurisconsulto y hombre público español, don Luis Fernández Clérigo, a consecuencia de las heridas que sufrió en el choque automovilístico registrado en la carretera de Puebla a retornar a México en compañía de su amigo, el matador de toros Carlos Vera “Cañitas”, el 28 de febrero. Hacemos presente a sus padres, a su señora esposa y a sus familiares todos, entre ellos a su hermano, el cronista “José Alameda”, de la revista “Estampa”, que es también Jefe de Publicidad de Radio Mil, el testimonio de nuestra más sincera y cordial condolencia.

Lo que la primera nota no recogió, es que junto con Cañitas, su padre y su cuadrilla, venía viajando también el incipiente escritor taurino Felipe Fernández Valdemoro, quien sobrevivió al accidente, pero no pudo superar las lesiones que del mismo le resultaron.

El día de mañana se cumplen 80 años de su fallecimiento y después de leerle, me quedé pensando acerca de qué podría haber sucedido entre dos hermanos de una sólida formación intelectual, dedicados a hurgar en la historia del toreo.

domingo, 22 de enero de 2023

¿Unión, Valor y Fuerza?

Saturnino Bolio Barana
Cortesía:
Toreros Mexicanos

En este año se cumplirán 90 de la primera toma de nota de la existencia legal de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros como asociación sindical legalmente constituida. Pero los esfuerzos por integrarla se remontan al último tercio de la década de los veinte del siglo pasado, cuando Román El Chato Guzmán y Saturnino Bolio Barana principalmente, buscaron con afán, el agrupar a los toreros de plata para defender sus intereses legítimos y poder aspirar a mejores condiciones en su actividad en los ruedos.

Así, después de numerosas reuniones y visitas a las distintas entidades para exponer las bondades de ese proyecto, la asamblea constitutiva se verificó en la Ciudad de México el 17 de julio de 1933 y la referida toma de nota prevista por la legislación laboral se produjo el 25 de agosto siguiente, quedando así, constituida inicialmente la Unión de Banderilleros, Picadores de Toros y Novillos y Servicios de Plaza, porque inicialmente se integraron al proyecto también los prestadores de servicios de plaza, quienes posteriormente se escindieron y crearon su sindicato propio. 

El primer Consejo Directivo de la Unión se formó de la siguiente manera: Secretario General: Alfredo Freg. – Secretario del Interior: Saturnino Bolio Barana. – Secretario del Exterior: Alberto González Rolleri. – Secretario de Actas: Felipe Mota. – Secretario de Actas: Miguel Martínez Catata. – Primer Vocal: Antonio Casillas. – Segundo Vocal: Ricardo Areu. – Tercer Vocal: Manuel Domínguez. – Cuarto Vocal: Andrés Casillas. – Quinto Vocal: J. Trinidad Cruz.

Las vicisitudes de una fundación

La creación de una unión sindical en el medio taurino no fue bien vista por la patronal. Por todos los medios se intentó evitar su creación, para poder seguir teniendo el control de las cuestiones sin tener que negociar colectivamente con los toreros y demás participantes de la fiesta. Cuenta El Chato Guzmán:

…un buen día me llegó la invitación del entonces empresario fuerte de México, que era el señor Eduardo Margeli para que acudiera a su despacho para hablar conmigo. Fui a la cita como era natural… Estando delante de Margeli, oí claramente sus palabras en tono amable, pero serio: "Oye, Chato, ¿es verdad que ya tienes hecha la Unión de Picadores y Banderilleros?" Mi respuesta fue, como debe suponerse, tan afirmativa como orgullosa: "Sí señor, está a un paso de quedar creada y para ello falta muy poco, siendo ya una realidad… Un breve silencio siguió a aquella pregunta del empresario y a la respuesta mía. Cuando se rompió ese silencio, seguí oyendo la voz del empresario tan temida por todos: “Te voy a hacer una proposición, Chato. Mira, deslígate de todo esto y te doy quince mil pesos en efectivo, además de que te pondré a torear con todos los matadores toda la temporada” … Rotunda fue mi respuesta: “Señor Eduardo, la Unión está hecha y así se queda. Muchas gracias por su oferta” … Rápidamente insistió en preguntarme si no aceptaba y yo a decirle que de ninguna manera. Ya enfadado notablemente, con sentencioso tono me despidió con estas palabras: “Piensa bien lo que voy a decirte. En caso de que logres hacer definitiva esa Unión de Subalternos, no olvides que te vas a sacrificar y tus compañeros jamás te lo agradecerán” … Mi adiós con la respuesta: “Aunque así sea, mi lucha seguirá adelante” … Las represalias no se hicieron esperar… Margeli con todo su poder y su fuerza, nos boicoteó y durante dos años no vimos un pitón. Ante tal situación, “Barana” se las arregló para salir a torear fuera de México y se fue a Lima, mientras yo me quedé al frente de la Unión ya fundada, desde luego, sin poder torear, por lo cual tuve que vender mi ropa profesional y pertenencias personales para poder subsistir. Lo peor de todo es que muchos de mis compañeros se burlaban disimuladamente de mi situación y hacían comentarios adversos a mi posición sin tomar en cuenta mi entrega para ellos…

Como podemos leer, el empresario fuerte de México, Eduardo Margeli, tuvo que admitir al final la existencia de la Unión, pero se cobró la afrenta de su constitución con las cabezas visibles de su fundación y los dejó sin torear una larga temporada. Pero la Unión permaneció y se fortaleció.

Un ejemplo de unión y fortaleza

La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el domingo 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida anunciada como inaugural fue la tercera del ciclo. Hay que hacer notar también que los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que tenían emplazada a huelga DEMSA, dirigida en esos días por el Maestro Armillita para exigir la firma de un contrato colectivo de trabajo y el pago de adeudos dejados por Ángel Vázquez el dirigente anterior de la empresa.

En el primer festejo actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, quien sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al elegantísimo puntillero Luis del Pozo. El caso de Anselmo Liceaga es de destacarse, porque saldría como subalterno en el primer festejo del calendario y enseguida, en el segundo, como jefe de cuadrillas.

Los festejos tercero y cuarto se dieron con subalternos de los llamados libres, es decir, de los no encuadrados en la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Pero en la cuarta corrida fue cuando la gota derramó el vaso, aunque ya el domingo anterior uno de los picadores hispanos de Joaquín Bernadó se había negado a salir en solidaridad con sus colegas mexicanos, en este cuarto festejo del ciclo, el domingo 3 de enero de 1965, las cosas llegaron incluso a las manos.

Contaba Javier Cerrillo:

…el domingo 3 de enero de 1965, el picador español Gabriel Márquez, de la cuadrilla de Victoriano Valencia, salió a picar a la Plaza México, contraviniendo no solo las disposiciones del Convenio, sino convirtiéndolo de inmediato con su actitud, en detractor del movimiento de los subalternos mexicanos. ¡Y todo fue uno! Salir el montado peninsular por la puerta de caballos y saltar a la arena FELIPE BEDOLLA “EL HIELERO” y ANTONIO MARTÍNEZ “LA CRÓNICA”. Lo bajaron del caballo y al ver perseguidos a Bedolla y Martínez, salió de los toriles AGUSTÍN SALGADO “EL MUELÓN” tratando de impedir la actuación del picador español también… Intervinieron los ganaderos. Detuvieron a Bedolla, Galván y otros elementos de la Unión, que fueron golpeados en los túneles de la México, antes de llegar a la Delegación policiaca correspondiente. Y se encendieron con mayor pasión los ánimos, pero la razón se abrió paso merced a aquella actitud de los decididos subalternos mexicanos…

Había, como se puede ver, pasión por defender los derechos legítimos que se habían adquirido con el transcurso del tiempo. Al final de cuentas, las partes en conflicto se sentaron a hablar y llegaron a una concertación pacífica, pero hubo voluntad de defender lo conquistado.

Un nuevo sindicato de subalternos

En fechas recientes se anunció la creación de la Asociación Nacional de Picadores y Banderilleros, afiliada a una asociación sindical de evidente corte político. Por la reciente afiliación a ella de un par de matadores de toros con pocos contratos – Jorge Delijorge y Paulo Campero – puedo advertir que sus requisitos para aceptar miembros son menos rígidos que los de la Unión, pues esta última, tratándose de matadores de toros, para admitir su ingreso directo, exige que tengan su alternativa confirmada y además en el caso de aquellos que no son matadores de toros, un difícil aspirantado, que muchos no culminan.

El marco constitucional de la actividad sindical en México ha variado sustancialmente desde la fundación de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros. Hoy existe la normatividad que pretende garantizar, efectivamente, la libertad de asociación y de afiliación al sindicato que mejor convenga al trabajador, sin forzarlo a pertenecer a uno único de la actividad a la que se dedique. Esa determinación legal es evidentemente sana, porque quien esté en la posición de afiliarse a una asociación sindical, podrá escoger la que considere que mejor represente sus intereses.

Vistos los hechos, tengo la impresión de que la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros está en un franco declive. Hace ya algunos años sus directivos sucumbieron a las imposiciones de algunas empresas que se negaron a cubrirles los fondos de reserva y de aportar las cuotas de actuación – en plazas de primera importancia –, cuestión que comenzó a minar su capacidad de operación, sobre todo para cubrir los fondos de retiro de aquellos que, por razones de salud o de edad, tenían necesidad de dejar su profesión. También, en los medios, circularon versiones de manejos indebidos de algunos de sus dirigentes. Esas cuestiones desilusionan a cualquiera.

El statu quo

Hace unos días conversaba con un miembro de la Unión en el retiro con motivo de mi profesión. Me decía: El lema de la Unión es “Unión, Valor y Fuerza”, pero ahorita licenciado, no hay más que desunión, cobardía y debilidad. Nadie defiende a los subalternos. Nadie quiere sacar la cara por nosotros. La Unión se está muriendo y ahora sale esa otra nueva… ¿Qué irá a pasar …?

Así se ven las cosas desde adentro… Esa es una verdadera tristeza y sería una gran pérdida para la fiesta y su historia. Algo se tiene que hacer para evitarlo.

Aviso parroquial: No me quedé dormido. Las malditas migrañas no me dejaron escribir ayer.

Aldeanos