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domingo, 24 de octubre de 2021

Ponciano Díaz. El ocaso de un ídolo

En busca de un tema para comentar en esta fecha, una publicación me señalaba que, en sus alrededores, pero en 1895, el diestro gaditano Juan José Durán Pipa – un fijo en los carteles de los primeros años de nuestra plaza San Marcos –, había recibido una alternativa en la plaza de toros de Bucareli en la Ciudad de México. Al intentar localizar la información en la prensa de la época, me encuentro con que sí toreó en ese día, pero que no había recibido ninguna alternativa – ya la tenía – y que, en realidad, la novedad de la fecha fue la presentación en la capital mexicana del torero sevillano José Centeno, completando el cartel Diego Prieto Cuatrodedos y toros de Venadero.

El festejo resultó ser insulso, quizás lo destacado fue que se lidiaron dos toros de cruza española, uno de origen Miura y el otro de Concha y Sierra y otros dos fueron devueltos al corral por mansos. Eran los primeros tiempos de la ganadería de lidia en México y el proceso de selección y definición del toro estaba iniciando apenas.

Pero alrededor de la corrida me encontré una información que estimo valiosa. En el prólogo de la crónica que hace Armando Morales Puente Jindama y que aparece en el diario El Universal del día 27 de octubre de 1895, se contiene una prolija precisión acerca de una misiva de Ponciano Díaz, relativa a su actuación en la corrida del domingo 13 de octubre de ese mismo año, en su plaza de Bucareli, tarde en la que, ante toros de Cazadero, le dio la alternativa a Diego Rodríguez Silverio Chico en presencia de Manuel Calleja Colorín.

La tarde inaugural de 1895 en Bucareli

Nadie podría imaginar que la tarde de ese 13 de octubre sería la última que el charro de Atenco torearía en la capital de México, y mucho menos, siendo él mismo el propietario de la plaza de toros y el empresario de ella. Sin embargo, los sucesos que envolvieron esa última actuación dejan entrever que ya había perdido el favor de aquellos que en su día lo encumbraron, y también, quizás, que el toreo, en su evolución, caminaba en una dirección distinta a la que llevaba la tauromaquia de Ponciano.

El Universal es el único diario que recoge los acontecimientos que trataré de presentar aquí, pues ni El Diario del Hogar ni La Raza Latina, que también se ocupaban de dar espacio a los toros, los refieren. La versión es del invocado Armando Morales Puente Jindama y la réplica del mismo Ponciano Díaz y todo gira alrededor de los brindis que hace el torero durante la lidia de los toros tercero y cuarto de la tarde:

... “Bigotes” recibe los trastos de manos de “Silverio” y tiene la increíble osadía de insultar al público al brindar, diciendo que le “causa satisfaisión” que lo silben en México y otras frases que no pude escuchar bien, porque me lo impidieron las justas y enérgicas protestas de los concurrentes, que llenos de indignación reprobaban la osada conducta del infumable maleta... los silbidos y naranjazos son poco, pues los toma como ovaciones y le causan gusto, placer, según su misma confesión, hecha en el primer “brindis” del domingo, en el que, lo mismo en el que hizo al sol y en las ocasiones en las que fue censurado su trabajo, se permitió insultar al público con palabras soeces, motivos por los que, además de otros, recibió orden del presidente de la corrida de retirarse del redondel, orden que no obedeció, no obstante que se le repitió tres veces y de la que se burló después, siendo por esos motivos multado con cien pesos... Ponciano ha hecho la faena más mala que se haya visto, los aficionados le chillan, y el insolente maleta se desata en insultos e improperios, tan soeces, que serían indignos de una taberna. Y eso a ciencia y paciencia de los gendarmes que estaban en el redondel, que debieron dar parte a la presidencia, si no tenían facultad para reprimir al insultador... Un concurrente arroja al redondel una navaja de barba y otro un peso, para que Ponciano pague al peluquero y vuelven a repetirse escenas de desprecio al público, pues “Bigotes” recoge el dinero y lo avienta a la persona que lo arrojó, profiriendo frases de las que no podemos hacer mención...

Esto aparece en el citado diario el miércoles 16 de octubre de 1895, fecha en la que la crónica se publicó, pues curiosamente en esos tiempos los diarios no salían los lunes y en el del martes, el espacio se dedicó a otros temas. Un punto que dejo aparte, es el que el propio Jindama escribe y es en el sentido de que Ponciano Díaz, en una corrida supuestamente celebrada el 4 de octubre de 1894, salió de banderillero, y por ese hecho perdió su alternativa:

…Ud. Sr. Ponciano se cree maestro porque recibió la alternativa de Salvador Sánchez "Frascuelo" por una galantería tenida para con México, no para con Ud., a quién ni conocían ni tenía mérito alguno para ello... Hoy hace Ud. alarde de ello cuando la tiene Ud. perdida, por haber salido de banderillero en la corrida del 4 de octubre del año próximo pasado...

La corrida se dio el día 7 en realidad y en ninguna de las relaciones de ella que pude consultar, ni siquiera en la del propio Jindama, se relata la presencia del torero charro como banderillero en ella, lo que de suyo hubiera sido un verdadero acontecimiento, así que puedo suponer predisposición o total animosidad del cronista hacia el torero.

La réplica de Ponciano Díaz

Hoy el ejercicio del llamado derecho de réplica es una cuestión candente. En aquellos días quizás no lo era tanto, pero se ejercitaba. Así, en la edición de El Universal del 22 de octubre de ese 1895, apareció publicada una carta de Ponciano Díaz que es de la siguiente guisa:

Sr. Director del diario El Universal

Presente

Muy señor mío:

Por circunstancias dependientes de mi falta de salud, hasta hoy he podido tener una conferencia con el señor revistero que hace las crónicas de las corridas de toros para publicarlas en su eficaz diario, con objeto de rectificar lo que expresó en su revista de la corrida de inauguración en Bucareli, aseverando que yo había faltado de palabra al público; más como me asegura que si asentó esto en la crónica fue porque se lo dijeron algunas personas, estoy en la necesidad de hacerlo saber al público, protestando: que si alguna mala interpretación se ha dado a mis palabras, estas nunca las he proferido con tal intención, sino que, por el contrario, siempre he guardado mi cariño y gratitud de artista, para con la concurrencia que voluntariamente se ha dignado presenciar en las plazas donde he trabajado, lo que mis facultades me han permitido hacer.

Siempre he respetado la opinión del público, por adversa que me sea, pero nunca saldrán de mis labios palabras que lo ofendan. Después de haberme tratado el señor revistero de la manera que lo ha hecho, y darme la explicación que antes he relatado, sólo me resta, señor Director, suplicarle que como muestra de imparcialidad se sirva mandar dar publicidad a la presente en El Universal.

Soy como siempre de Ud. Afmo. y S.S. – Ponciano Díaz

Como se puede ver, el torero afirma que el cronista escribe a través de informes obtenidos de terceros, y deja ver que esos hechos evidentemente bochornosos que narra Jindama no ocurrieron de esa manera y reitera su respeto y admiración por la afición y el público que son al final quienes le han dado el sitio que tiene, y por supuesto, pide una rectificación.

La nueva acometida de Jindama

Decía al principio que el proemio de la crónica de la corrida del 27 de octubre de 1895 en la plaza de Bucareli, es una prolija referencia a este asunto. Morales Puente vuelve a hacer referencia a los hechos del domingo anterior y a los de la carta de Ponciano Díaz publicada el día 22 pasado. Entre otras cosas refiere:

Antes de que refiera lo ocurrido en la tercera corrida de la temporada, mis apreciables lectores me permitirán que haga una digresión ocupándome de Ponciano Díaz… Este, envió una comunicación al señor director de El Universal, carta que, en prueba de seriedad... se publica en el número del último domingo... con el fin de señalar que sostuvo una entrevista conmigo y “con el objeto de rectificar” lo que yo expresé en mi revista; pero se calla que yo, categóricamente me negué a hacer tal rectificación como él lo pretendía... Es cierto que las palabras ofensivas dirigidas por Díaz a algunos concurrentes que censuraban su trabajo mientras estaba en la faena de muerte de su segundo toro, no las escuché; pero las personas aludidas que de ello me informaron, me merecen entera fe y crédito y son incapaces de hacer una impostura... La persona a quien arrojó Díaz desde el “estribo de la barrera al tendido” un peso, acción que por sí sola constituye una falta de respeto, que yo vi y que pudieron ver todos los concurrentes, me ratifica que Díaz no sólo hizo esto, sino que le dirigió frases injuriosas... El Sr. Regidor Icaza, que presidió la corrida de inauguración, impuso a Ponciano Díaz una multa de cien pesos, que por causas que ignoro, se redujo a cincuenta, y el motivo de imposición de la multa no fue otro que el “brindis despreciativo” para el público de México pronunciado por Díaz antes de matar su primer toro... Esa multa se ha hecho efectiva... En cuanto a la parte de su carta en que dice: “siempre he respetado la opinión del público, por adversa que me sea...”, recuerdo estos hechos que mis lectores no habrán olvidado y que no quiero comentar... Se empeño en que a los caballos de los picadores se les pusieran “baberos”; la prensa haciéndose eco del público, protestó contra semejante ridiculez tan inútil como anti – estética... se suprimieron los “baberos” porque el público en masa y unánimemente obligó a que se los arrancaran a los caballos enmedio del redondel, y esto, si mal no recuerdo, se vio precisado a hacerlo Juan Jiménez “El Ecijano”... ¿Con los burladeros?, ¿qué pasó? Igual que con los “baberos”. Inútiles fueron las indicaciones de la prensa, inútiles las protestas del público... El último fue sacado del coso enmedio de la rechifla más estruendosa que se haya escuchado... Y basta de disgresiones; si he hecho las anteriores aclaraciones es porque las he juzgado necesarias y porque deseaba que las cosas quedaran en el lugar que les correspondían...

Como se ve, Jindama acaba por reconocer que algunas cuestiones de su narración original sí le fueron comentadas por terceros de entera fe y crédito, pero reitera que presenció los hechos materiales que denuncia en su crónica y establece su sorpresa de que la multa inicialmente impuesta haya sido reducida a la mitad sin que mediara explicación.

El devenir de Ponciano Díaz

Una parte importante de la crónica de Jindama a propósito del festejo del domingo 13 de octubre, señala esta cuestión:

Los tiempos en que por mal entendido patriotismo le toleraban a Ud. sus “mamarrachadas” ya pasaron, Ud. ha renegado hasta de los patrioteros y espero que probará las consecuencias... Los cien pesos que le impusieron a Ud. de multa me parecen poco... Al que no entiende “por buenas”, se le hace entender “por malas”... Al terminar la corrida, el Sr. Icaza mandó a los médicos de plaza que reconocieran el estado de Ponciano y que le rindieran su dictamen... Ponciano, si tiene amor propio, creo que no volverá a salir en ninguno de nuestros redondeles, pues si lo hace, es probable, casi seguro que se armará una bronca, pues el público está muy indignado con su descortés conducta...

Al final de cuentas resultaría ser que esa corrida inaugural de la temporada 1895 – 96 sería la última vez que Ponciano Díaz pisara un ruedo de la capital mexicana vestido de luces. La cuestión de que el regidor Icaza enviara a los médicos a examinar al torero de Atenco, me sugiere que sus problemas con la bebida ya eran evidentes, y fueron los que, al final de cuentas, terminaron con su existencia poco después de haber cumplido los 40 años de edad.

Ponciano Díaz, sin embargo, seguiría toreando por las afueras. Se refiere que toreó su última tarde el 12 de diciembre de 1897, menos de medio año antes de morir, en Santiago Tianguistengo, muy cerca de su lugar de nacimiento, intentando matar tres toros él solo, pero que únicamente alcanzó a finiquitar al primero, pues durante la lidia del segundo perdió el conocimiento y ya no pudo concluir el compromiso.

El torero charro de Atenco falleció el día 15 de abril de 1899.

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