domingo, 26 de junio de 2022

En el centenario de Antonio Bienvenida

16 de octubre de 1966. Antonio Bienvenida se despide de los ruedos en Madrid

Monumento a Antonio Bienvenida
Luis Sanguino - Plaza de Toros de Las Ventas
Antonio Mejías Jiménez, el séptimo torero que llevó el sobrenombre de Bienvenida - nombre del pueblo extremeño de origen de la familia -, nació en Caracas, Venezuela, el 25 de junio de 1922. Eso fue, diría un buen amigo mío, un mero accidente demográfico, porque el último gran Bienvenida vivió y creció como sevillano y para mejor recuerdo suyo, es el arquetipo del torero de Madrid

Recibió la alternativa en la plaza de Las Ventas el 9 de julio de 1942 de manos de su hermano Pepe, mano a mano, ante una corrida de Miura. Los libros de la historia reflejan que el toro con el que se convirtió en matador de toros, se llamó Cabileño, aunque en fechas más recientes, en el ensayo biográfico que está publicado en el portal de la Real Academia de la Historia, el escritor José Luis Ramón afirma que ese toro se llamó Rosquerito. Quizás el nombre de ese toro no sea tan trascendente, como el hecho de que estando programada la corrida para el 2 de julio anterior, al no aprobarse completa la corrida de Miura con la que se les anunció, se negaron a actuar tanto él como su hermano Pepe y fueron puestos a disposición del gobierno civil, eufemismo de la época que indicaba que ambos diestros fueron ingresados en prisión.

La guerra contra el afeitado

Una década después, Antonio Bienvenida encabezaría una lucha que en estos tiempos que corren es otra vez urgente. En 1952 denunció públicamente que las astas de los toros que enfrentaban los que encabezaban el escalafón estaban manipuladas. Escribe Ángel González Abad en el ABC madrileño:

Bienvenida había declarado en ABC que «no estaba dispuesto más que a torear toros en puntas, o no torear, me retiro y en paz… la culpa es de todos menos de los empresarios. De los toreros por comodidad en la ausencia de peligro, de los ganaderos porque se dejan llevar de los que pueden imponerse, y del público que se deja engañar… Pueden anunciarse las corridas diciendo el estado de los pitones, o embolados como en Portugal, lo que no puede hacerse en ningún caso es torear becerrotes desmochados y considerarse matadores de toros», apuntillaba, a la vez que reconocía que el camino emprendido iba a ser de espinas… Las declaraciones de Antonio Bienvenida incendiaron el invierno hasta el punto de que los ganaderos pidieron una reunión con el director general de Seguridad para abordar el asunto. El 27 de noviembre, el general Hierro recibió a una representación de los criadores de toros, que expresaron su deseo de que los astados se lidiaran con sus puntas, sin el «afeitado que les daña y convierte la Fiesta en un remedo de lo que debería ser» …

Para apuntalar sus asertos, Antonio Bienvenida acepta torear la corrida del Montepío de Toreros en Madrid, enfrentando un muy serio encierro del Conde de la Corte. Eso ocurrió el 12 de octubre de 1952, cuando junto con Juan Silveti y Manolo Carmona abrieron de par en par la llamada puerta de Madrid, demostrando que, al toro ofensivo y entero, también se le podían cortar orejas. Aún con ese triunfo debidamente documentado, el hijo del Papa Negro enfrentaría un poco disimulado veto de empresas, ganaderos y toreros, quienes en lo posible evitaron encontrarse con Antonio en alguna plaza.

Dos corridas en solitario el mismo día

Antonio Bienvenida había matado seis toros en Madrid por primera vez el 21 de septiembre de 1947 y repitió la gesta el 30 de mayo de 1954 y el 3 de julio de 1955. En la primera, la del Montepío del 47, ante toros de Antonio Pérez de San Fernando, se llevó cuatro orejas en el esportón y en la segunda, se lleva dos orejas de los toros de Graciliano Pérez Tabernero. La tercera, la saldó también con un par de orejas de los toros de Francisco Galache seleccionados para la ocasión. 

Anuncio publicado en El Ruedo
Para el 16 de junio de 1960 Antonio Bienvenida intenta una misión que en esos días parecía única, matar él solo dos corridas de toros el mismo día y en misma plaza. Así, al mediodía, por cuarta ocasión, enfrentaría seis toros andaluces de Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Joaquín Buendía, María Montalvo, Herederos de Flores Albarrán y Fermín Bohórquez. Para la noche de la misma fecha, se anunció con toros salmantinos de Graciliano Pérez Tabernero, Alipio Pérez Tabernero Sanchón, Eusebia Galache, Antonio Pérez de San Fernando, Barcial y Vizconde de Garci Grande

Los primeros seis los despacho en un ambiente apenas discreto. En la segunda solamente pudo matar los tres primeros de la corrida, pues empezó a sufrir calambres en las piernas que según diagnóstico del servicio médico de la plaza, no le permitían continuar en la lidia, por ello los tres últimos fueron despachados el sobresaliente, Antonio Mahillo. Bienvenida oyó palmas en sus tres toros; mientras que Mahillo dio la vuelta en el último.

El adiós, nuevamente en solitario

Para el 16 de octubre de 1966 se anunció que la 37ª corrida de toros de la temporada sería el marco de la despedida de los ruedos de Antonio Bienvenida, quien solo, se enfrentaría por su orden a seis toros de Carlos Urquijo de Federico, Casimiro y Graciliano Pérez Tabernero, El Pizarral de Casatejada, Herederos de María Montalvo, Salvador Guardiola, y otro de El Pizarral de Casatejada. Antonio Bienvenida le cortaría una oreja al de Graciliano y las dos al de Guardiola. Escribe Adolfo Bollaín en El Ruedo del 25 de junio siguiente:

La última lección… Ya fue algo la elección de ganaderías. Ninguno de los toros llevaba en su morillo alguna de las divisas mimadas y apetecidas por las figuras de hoy. Puede hacerse un recuento de toda la temporada – de varias temporadas – para saber cuántos son los toros de Urquijo, de Graciliano, de Montalvo, de Guardiola y del Pizarral que se lidian en las Ferias importantes de toda España. Antonio Bienvenida no quiso aliviarse con borregos y eligió toros para enfrentarse con ellos. No acumuló kilos que asfixian, y escogió edad, trapío, casta y nervio. Y consiguió que no hubiera ninguna res de un solo puyazo y de un solo par, y que ninguno se cayese, y que ninguno llegase a la muleta con la cabeza baja, con el hocico en el suelo, con la lengua fuera, cansado, parado, sin voluntad ni fuerzas para moverse... Todos embestían – unos con más genio; otros, con menos –, porque no se agotaron... y porque Antonio les citaba a todos desde el sitio en que hay que citar: ni lejos, llamándoles inútilmente, ni de cerca, ahogándoles excesivamente. Antonio estuvo en su sitio, como ha estado siempre. Ni cites a distancia, ni palos en el hocico. Ni saltos, ni aspavientos. Nada antitorero. Todo torerísimo. Todo natural. Todo sencillo. Todo suave…

Y sin opacar el acontecimiento, esa tarde sucedió un hecho inusitado en la plaza de Las Ventas. Sonó la música en el tercio de banderillas para Antonio Bienvenida durante la lidia del sexto. Cuenta José María del Rey Caballero Selipe, en su crónica publicada en la Hoja del Lunes siguiente al de la corrida:

Muy alegre en varas fue el sexto y último toro, que acabaría por apagarse en el tercio de muleta. Antonio lució en dos verónicas rematadas con media en el primer quite y llevó la res al caballo por chicuelinas coronadas con vistoso recorte, También fue premiado en su quite el sobresaliente. Bienvenida prendió un par fácil, brindó el segundo a la banda de música, que dejó oír sus sones como fondo del segundo par, de poder a poder, ganando el torero, por destreza, la cara de la res, y del tercero, en el que Bienvenida llegó preciso a la reunión. Brindó el diestro a su hermano Pepe y seguidamente, en el centro del ruedo, la faena tuvo variedad y soltura y el muletero compensó con arte el decaimiento de la res, que nada puso de su parte a la hora de la suerte suprema, que tuvo Antonio que repetir tres veces para cerrar con el descabello, una vez más, acertado…

En el número de El Ruedo aparecido el 18 de junio siguiente, el acontecimiento se narró de la siguiente forma:

El hecho histórico se produjo durante la lidia del quinto toro, del hierro de los círculos concéntricos de María Montalvo, y – en parte – fue provocado por el propio diestro, que brindó el par de banderillas que iba a clavar a la banda, y ésta, con gentileza que nadie discutió, correspondió al brindis con los alegres compases de «El gato montés»; por lo visto, no estaba preparada para el lance y no había ensayado el pasodoble de «Antonio Bienvenida», que hubiera sido el indicado… Tal vez el propio torero meditó sobre la trascendencia de su gesto – que ha roto con una negativa tradición de tristes silencios en la plaza de Madrid –, y cuando el público, durante la subsiguiente faena pedía «¡Música!», fue el propio Antonio quien, en la cara del toro, hizo señas de que no se accediese al grito que cundía por el tendido… ¡Pero la música había ya sonado! Y, por tanto, la tradición del silencio – como la llama don Adolfo Bollaín – cayó por los suelos…

El final del festejo y lo que vendría después

Manuel Lozano Sevilla, cronista oficial de la televisión española y taquígrafo personal del entonces Jefe del Estado, describe con brevedad, pero también de manera concisa, lo que sucedió después de que rodara el sexto toro de la histórica corrida en su crónica publicada en el diario La Vanguardia de Barcelona el 18 de junio de ese 1966:

Salta al ruedo Pepe «Bienvenida» y entre la emoción del público corta la coleta a Antonio, que es objeto de una ovación verdaderamente clamorosa. «Bienvenida», seguidamente, corta a su vez la coleta a los peones Guillermo Martín, Peinado y Checa, que también se retiran esta tarde. Aunque el diestro se resiste de veras, el público entusiasta que se ha lanzado al ruedo lo carga a hombros y de esta guisa lo saca por la puerta grande, entre ovaciones estruendosas… Y esta fue la despedida de vuestro torero, queridos y nunca olvidados maestros «Curro Meloja» y Felipe Sassone. Lástima grande que no lo hubierais podido contemplar, pues estoy seguro de que vuestras crónicas de tan gran suceso tauromáquico hubieran sido maravillosas…

Y agrega Manuel Lozano un hecho que no trasciende en las demás relaciones del festejo, en el sentido de que Antonio Bienvenida pidió que le echaran el sobrero:

¡Ah!, como nota final, digamos que Antonio después de arrastrado el sexto, solicitó de la presidencia que le echaran el sobrero. Acertadamente, a nuestro juicio, no se accedió a la petición. Ya está bien haber despachado seis toros en tarde de despedida…

Antonio Bienvenida concluyó la campaña de 1966 con 48 corridas toreadas y 21 orejas cortadas. Fue el año en el que Paco Camino encabezó el escalafón con 94 tardes. Por los nuestros, actuaron en plazas europeas Jesús Córdoba, Jesús Delgadillo El Estudiante, Raúl García, Raúl Contreras Finito, Fernando de la Peña y Jesús Solórzano.

El arquetipo del torero de Madrid

Escribe Paco Aguado:

Sin sobrepasar casi nunca los 30 contratos por temporada, el cuarto de los hermanos Bienvenida no llegó a ser una figura de gran tirón taquillero, sino que basó su trayectoria en la plaza de Madrid, donde protagonizó hasta seis actuaciones en solitario dictando, con su extenso conocimiento del toro y de la lidia, auténticas lecciones de la más asolerada tauromaquia con el beneplácito de una afición que le idolatró

La idea de Paco Aguado queda materializada en las once salidas en hombros que tuvo Antonio Bienvenida por la Puerta Grande de la plaza de Las Ventas. La pureza clásica de su hacer ante los toros le consiguió el respeto, y, diría, hasta el afecto de la verdadera afición madrileña.

Más bien fue un hasta luego

La tarde de 1966 tuvo intención de definitividad, pero como le contó Rafael Rodríguez a Conchita Cintrón, el hambre de miedo y la sed de toros negros le llevaron a regresar a los ruedos, primero, en un festival de 1970 junto a Luis Miguel Dominguín y al año siguiente, romper a torear vestido de luces otra vez. Se mantuvo en activo hasta el 5 de octubre de 1974, fecha en la que alternó con Curro Romero y Rafael de Paula ante cinco toros de Fermín Bohórquez y uno de Juan Mari Pérez Tabernero (2º) en la plaza de Carabanchel. Ese día brindó el segundo toro de su lote a su hermano Ángel Luis y ya no volvió a torear festejos formales.

El 4 de octubre de 1975 sufrió un accidente mortal en la finca Puerta Verde de doña Amelia Pérez Tabernero, donde tentaba ayudando a su sobrino Miguel, que pretendía ser torero. Cuenta Álvaro Rodríguez del Moral:

…el 4 de octubre de 1975 participaba junto a sus sobrinos y su hermano Ángel Luis en una tienta en la finca Puerta Verde, de la ganadera Amelia Pérez Tabernero. Había lidiado una becerra llamada ‘Conocida’ que ya había sido devuelta al campo. Cuando se dio puerta a la siguiente vaca, la anterior irrumpió inesperadamente en la placita campera volteando a Antonio, que se encontraba de espaldas. Cayó sobre su cuello y se destrozó las vértebras. Tres días después moría en Madrid. Su absurda muerte, el impresionante duelo, permanecen instalados en el imaginario popular de toda una generación. Antonio Bienvenida sigue siendo un modelo de naturalidad y torería eterna. Su aura crece con el tiempo…

Así cerró Antonio Bienvenida uno de los más importantes volúmenes de la historia contemporánea del toreo, quien el día de ayer hubiera cumplido cien años de edad. Por ese motivo recuerdo este interesante pasaje de su rica trayectoria en los ruedos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos citados son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 19 de junio de 2022

15 de junio de 1951. Luis Procuna confirma su alternativa en Madrid

Luis Procuna recibió la alternativa el 5 de diciembre de 1943, en Ciudad Juárez de manos de Carlos Arruza, quien le cedió a Andaluz, el primero de los de Corlomé jugados esa tarde. Ese doctorado lo confirmaría en el Toreo de la Condesa el 26 de diciembre siguiente, apadrinándole Luis Castro El Soldado y atestiguando Luis Briones. El toro de la ceremonia fue Pinturero de San Mateo. Cerró esa temporada 43 – 44, llevándose la Oreja de Oro que disputó con Armillita, Jesús Solórzano, El Soldado, Carlos Arruza y Luis Briones. Con su faena al toro Pompeyo de Coaxamalucan, sexto de la corrida, consiguió el segundo rabo de su historia en ese coso, pues el 23 de enero anterior había obtenido el de Meloncito de Piedras Negras.

Manolete en México

La llegada de Manolete a México en diciembre de 1945 motivó a nuestros toreros a echar el resto para competir con quien, con poco margen para la discusión, era la principal figura del toreo en Europa. Así, le peleó las palmas en cinco de las 38 corridas – también en el único festival en el que el diestro hispano actuó en México – en las que toreó en México el llamado Monstruo de Córdoba. La primera de ellas fue la de la inauguración de la Plaza México, tarde en la que Procuna cortó la primera oreja concedida en la nueva plaza y la segunda en el Toreo de la Condesa, el 17 de ese mismo febrero, tarde en la que Luis se llevó el rabo de Cilindrero, Manolete el de Platino y Pepe Luis Vázquez el de Cazador en lo que seguramente ha sido una de las tardes más redondas de la plaza en el último tramo de su historia.

También alternó con él en León – el 28 de enero de 1946, un festival benéfico –, en Torreón, Nuevo Laredo, la Plaza México – la tarde de la confirmación de El Boni –, y en Aguascalientes, en la penúltima corrida que Manolete toreó en ruedos mexicanos.

Era un torero difícil de alternar con él, porque si los hados estaban de su lado, era muy complicado competir con su hacer en los ruedos. Heriberto Murrieta refiere, citando a José Alameda, que alguna ocasión en la que a Manolete le resaltaban las desigualdades de Luis Procuna, éste les respondió a sus informantes: Sí, pero se pone en donde no se ponen los demás y, además, aguanta lo que no aguanta nadie... Esto nos deja claro que, para los entendidos, Procuna no era ningún indocumentado.

La ruptura de relaciones taurinas con España en 1947, dejó en espera la posibilidad de que Luis Procuna fuera a plazas de ese país a mostrar su singular tauromaquia y a confirmar su doctorado en la plaza de Madrid. Así, tuvo que esperar hasta la reanudación de éstas, cuatro años después, para presentarse en aquellos ruedos.

La confirmación madrileña de su alternativa

La idea que los públicos hispanos tenían de Luis Procuna pudiera bien resumirse en esa afirmación de Ramón de Lacadena Don Indalecio en su tribuna de Toros y Toreros:

«Mexicano ya curtido en el toreo de irritantes desigualdades, con desaprensión notoria muchas tardes. Le echan un toro al corral – o varios toros en varias tardes – y se queda tan fresco…»

Igual lo pretende describir Santiago Córdoba, redactor de El Ruedo, a partir de una entrevista efectuada en el patio de cuadrillas de Las Ventas el día de su confirmación:

El último que entra en “capilla” es Luis Procuna. Le abrazan muchos amigos y admiradores. Viene tranquilo, al menos, así lo parece. Viste azul y oro. Montera en mano y capote al brazo. Destaca como una pincelada el mechón de pelo blanco sobre la sien derecha.

- ¿Qué hará, Procuna?

- Lo que permitan los toros.

- ¿Usted es bueno o malo?

- No sé juzgarme.

- Creo que es desigual, desconcertante.

- Puede ser.

- Tan pronto se pega al toro como se tira de cabeza al callejón.

- Son cosas.

- ¿Pánico?

- Nervios. 

- ¿Qué ve en los toros para esas tremendas: “espantás”?

- No sé explicarlo...

- Cuáles le dieron más cartel, ¿las buenas o las malas?

- Usted pregunta cosas inesperadas.

- Contesté, cuando se habla de un torero es por algo. 

- ¿Su mayor admiración?

- Por Manolo, “Manolete”. ¿Puedo hacer el paseo ya?, dice con acento significativo.

- Gracias, y muchas felicidades, Procuna...

Entre esa clase de cuestionamientos confirmaría su alternativa en Madrid Luis Procuna

El cartel de la corrida lo completaban el madrileño de Paracuellos del Jarama Paco Muñoz y el lusitano Manolo dos Santos. Enfrentarían en inicio tres toros de don Joaquín Buendía y otros tres de don Felipe Bartolomé, todos de encaste Santa Coloma. Al final de la tarde se lidiaron solamente dos de cada uno de los hierros anunciados y completaron la tarde otros dos del Conde de Mayalde. El lote de Procuna se integró por los toros Guareño de Buendía y Cartujano de Bartolomé, sobre los que Alberto Vera Areva, escribió en el ejemplar de El Ruedo salido a los puestos el día 21 de junio siguiente:

“Guareño”, número 137, negro entrepelao, de Buendía, acudió sin gran alegría a cuatro varas, en las que, sin embargo, apretó, derribando en, la segunda. Pasó a la muleta algo tardo, pero embistiendo con celo y nobleza, especialmente por el lado izquierdo... “Cartujano”, número 167, de Bartolomé, se estrelló contra un burladero al perseguir a un peón, quedando resentido en los cuartos traseros del violento topetazo. Tomó tres varas, acusando casta en todas y derribando en la segunda. Toro muy bueno, aunque por falta de poder se cayó dos veces durante la faena de muleta...

Con esos mimbres se produjo la confirmación de Luis Procuna.

Su actuación esa tarde

Escribió Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en su crónica publicada en el ABC de Madrid del día siguiente al de la corrida:

…la presentación de Luis Procuna era un acontecimiento de esos que promueven el sí y el no de las discusiones, el es y no es de las opiniones encontradas, salsa y picante que hacen que los caracoles sean gustosos, aún más que el propio manjar importa su salsa. Esto, por lo que le vimos, es lo que Procuna interesa. Apresurémonos a decir que, en el primero de la tarde, que cabeceaba peligrosamente por ambos lados, especialmente por el derecho, mostró mucha inteligencia y decisión. Paquito Muñoz le confirmó la alternativa y, ante la expectación de los aficionados, salió el mejicano tenido por genial, a realizar una faena inteligente y valerosa. Aguantó mucho las entradas descompuestas que la res hacía. Mostró, además, su personalidad y las variantes que ha sabido llevar a la monótona tarea de pasar de muleta, que Procuna alegra y esmalta con arranques brillantísimos. Mató a este su primer toro de media estocada. La faena, seguida con atención y jaleada, se premió con ovación y saludos…

El segundo toro de su lote lo hirió durante la faena de muleta y en un alarde de hombría, Luis Procuna intentó pasaportarlo, pero la cornada sangraba con profusión y terminaron llevándolo a la enfermería y el primer espada, terminando con los días de Cartujano. El parte facultativo rendido por el doctor Jiménez Guinea es de la siguiente guisa:

Luis Procuna ha sido curado en esta enfermería de una herida en la cara posterior interna del tercio superior del muslo izquierdo, con una trayectoria ascendente de veinte centímetros que interesa el muslo bíceps, contusionando el nervio ciático mayor, asciende a la región glútea, pasando por debajo de los músculos del mismo nombre, otra descendente de cinco centímetros que interesa el músculo bíceps y otra de dos centímetros en la región geniana del lado derecho. Pronóstico grave. – Después de curado el diestro herido fué conducido al Sanatorio de la Milagrosa.

Luis Procuna perdía en el futuro inmediato, la tarde del domingo 17 siguiente, en Madrid, corrida en la que ante toros de Manuel Sánchez Cobaleda, alternaría con Antonio Bienvenida y Juan Silveti, que confirmaría su alternativa. Terminó esa campaña con 26 corridas toreadas en Barcelona (6), Sevilla (2), Algeciras, Madrid, Burgos, Pamplona, La Línea de la Concepción, Córdoba, Valencia (2), Santander, Málaga, San Sebastián, Palencia, Murcia, Albacete, Valladolid, Salamanca, Arles y Burdeos.

Cambio de percepción

Los sucesos de la tarde de su confirmación, motivaron un cambio en la percepción de la prensa hispana. Manuel Casanova, director de El Ruedo, firmando como Emecé, hace el siguiente balance de la corrida de la confirmación de Luis Procuna:

¿Qué clase de torero es Luis Procuna? Resultaría aventurado definirlo por una sola actuación. Habrá que esperar a un nuevo examen, porque, en general, causó buena impresión, pero ella iba acompañada de alguna sorpresa ante ciertos lances y ciertos gestos no frecuentes… Se le aplaudió afectuosamente, aunque entre los espectadores quedó la duda. La alternativa, indiscutible momento de emoción; su primera faena en Madrid; un toro no demasiado claro... Todos factores influyentes. ¿Será? ¿No será? … La incógnita tampoco pudo quedar despejada en el cuarto toro, que le correspondió al recobrar su antigüedad... Al dar uno por alto, el de Buendía le enganchó y le derribó, hiriéndole de importancia... A la salida se preguntaban unos a otros los espectadores: ¿Qué opina usted de Procuna? Y en esto estamos hasta que Procuna vuelva a las Ventas, ya que a causa de la cogida perdió la corrida del domingo…

Luis Procuna seguiría en los ruedos dos décadas más todavía, pues toreó la corrida de su despedida el 10 de marzo de 1974 en la Plaza México. Alternó con Eloy Cavazos y Jesús Solórzano en la lidia de toros de Mariano Ramírez. Le cortó a ley el rabo a su último toro de nombre Caporal.

Luis Procuna ha sido uno de los toreros más singulares que México ha dado. Calesero decía lo siguiente: 

...otra cosa que yo veo es que, en mis tiempos de matador en activo, todos éramos diferentes; pienso en Armillita, “El Soldado”, Antonio Bienvenida, Garza, Silverio, Solórzano, Arruza, Manolete, Pepe Luis, Procuna, yo mismo. Todos inconfundiblemente personales y distintos. Y lo más importante: cada uno de nosotros hacíamos nuestro toreo totalmente diferente y original; ninguno llevábamos una faena hecha de antemano o estereotipada y el público que nos iba a ver siempre estaba a la expectativa de la sorpresa, de la espontaneidad, del momento inspirado...

Casi toda esa variedad está perdida en estos tiempos, por eso es importante recordar a Luis Procuna, un torero diferente, como pocos hemos tenido.

domingo, 12 de junio de 2022

7 de junio de 1942. Domingo Dominguín recibe la alternativa en Barcelona

Domingo y Pepe Dominguín, Morenito de Valencia
Las Ventas, Madrid, 5 de septiembre de 1940
Foto: Archivo Martín Santos Yubero - Comunidad de Madrid

Domingo González Mateos, natural de Quismondo, hoy en Castilla – La Mancha, había recibido la alternativa de matador de toros el 26 de septiembre de 1918 en Madrid, de manos nada menos que de Gallito, en una tarde en la que fue también investido Manuel Varé Varelito, de triste fortuna en los ruedos. Dominguín tendría relativo éxito con la muleta y la espada en sus manos, pero no era hombre de estarse quieto, así que pronto empezó a entreverar con sus actuaciones en los ruedos, la realización de negocios taurinos. Menos de una década después de esa ceremonia de alternativa, ya había descubierto a un torero de Triana que será per sécula, un referente en cuestiones de arte: Cagancho y poco tiempo después a otro, este, casi paisano suyo, toledano, de Borox: Domingo Ortega, uno de los epítomes del poderío con los toros.

Los tres hijos varones de Dominguín fueron toreros, y se hicieron cuando España estaba inmersa en una cruel Guerra Civil. En 1936 se los trajo a México, pero ante la imposibilidad de que pudieran actuar, regresó con ellos a Portugal para que se formaran como toreros, sin embargo, es en estas tierras donde se prueban por primera vez, según lo cuenta Pepe Dominguín en su libro Mi Gente:

En la hacienda de don Wiliulfo González, dueño de las ganaderías de Piedras Negras y La Laguna, toreamos unas vacas en un tentadero. Los resultados fueron buenos y mi padre pensó en lanzarnos a torear en público, pero otra vez el odioso pleito entre toreros españoles y mexicanos lo hizo imposible, por más gestiones que a altos niveles se hicieron, viendo así desparecer otra posibilidad de ganar algún dinero para casa… Imposibilitados para nuestro quehacer, pensó mi padre en el regreso a España. Habían transcurrido nueve meses desde nuestra llegada y el panorama no estaba ni medianamente claro…Después de unos meses de permanencia en una casa situada a un lado de la playa de San Pedro en Estoril… nos mudamos a la capital, a Lisboa… Un día, terminadas las clases, nos reunió a Domingo (dieciséis años), Luis Miguel (diez años) y a mí (catorce años) en su despacho y seriamente nos trasladó la proposición que le habían hecho. Él sabía que aquel primer paso de torear en público, podía significar el comienzo de una vida profesional que hasta entonces en nosotros no había pasado de ser una diversión sin más trascendencia… Casi al unísono, juntándose sus últimas palabras con las primeras nuestras, dijimos: ‘¡Adelante! ¡Queremos torear! ¡Yo sí! ¡Yo también! ¡Y yo! ...

Tres años después estaría Dominguín moviendo los hilos con sus conocidos para obtener un crédito que le permitiera que los dos mayores, Domingo y Pepe, pudieran iniciar sus carreras en forma en los ruedos españoles. Se asegura que fue el subdirector del Banco de España, Ramón Artigas, el que le prestó al de Quismondo la cantidad de 3,000 pesetas para que avituallara a sus hijos decididos a ser toreros. Así, los presenta en Linares, en junio de 1939 y harán lo propio en Madrid el 1º de septiembre del año siguiente. 

Ese debut madrileño de Domingo y de Pepe Dominguín no fue triunfal. La prensa y la afición esperaban una presentación digamos, mejor cuidada y ante la poca presencia y fuerza de los novillos que lidiaron junto a Mariano Rodríguez Exquisito, fueron juzgados con inusual dureza. Tuvieron que repetir el jueves siguiente, ante un encierro de Miura – una corrida de toros – ante la que pudieron, al fin, demostrar su valía, según cuenta Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en el ABC madrileño del día siguiente del festejo:

Fue un gesto. Un gesto de pundonor como se registran pocos... Los que desean que los chiquillos de Dominguín tropiecen, quedaron servidos en la intención, pero burlados en el resultado... la plaza se llenó... y Domingo y Pepe triunfaron... Ellos, que pudieron buscar otro ganado, se complacieron en torear Miuras... No hubo ocasión para cortar oreja... pero al aficionado imparcial, al que los mide en sus justas proporciones, agradaron... Toreros, toreros buenos con amor propio que todo lo intentan, que tienen extensión y en la extensión, detalles buenos...

Con ese bagaje comenzó Domingo, junto con su hermano Pepe, a recorrer las plazas de España, Francia y Portugal y las del Sur del continente americano, porque México estaba fuera de toda cuestión en esos días.

El inusual reencuentro de tres figuras

Tras de cerca de dos años de torear novilladas, el hijo mayor de Dominguín fue anunciado para recibir la alternativa en Barcelona, el domingo 7 de junio de 1942. Le apadrinaría Cagancho en la presencia de Morenito de Talavera. Los toros serían gamerocívicos de Domingo Ortega. La remembranza acerca del reencuentro con éste último y Cagancho era inevitable, y Eduardo Palacio, el cronista titular de La Vanguardia de Barcelona, abre su crónica titulada Danza de tres nombres con una disertación en ese sentido:

La base de este trenzado es el nombre del ex diestro de Quismondo Domingo González «Dominguín». Arribó de chaval a la capital de España, donde ejerció un modesto oficio, hasta que su voluntad férrea y su clarísimo talento natural decidieron de consuno poner punto a la situación aquella, con la siguiente resolución: «Yo seré torero» … Se doctoró como matador el 26 de septiembre de 1918, en Madrid. Llevaban «Gallito» v Belmonte seis y cinco años de alternativa, respectivamente. Toreó con ellos, ganó dinero y se retiró... Hombre de gran talento, repito, se dedicó a negocios taurinos en gran escala. Adivinó en Cagancho una primera figura, le firmó un contrato de exclusiva, le cuidó, le mimó y contribuyó poderosamente a que destacase en la forma que destacó... Tres años más tarde mataba seis toros en Aranjuez el gran Marcial, y por puro compromiso sacó de sobresaliente de espada a un labrador de Borox que se llamaba Domingo López Ortega Marcial le dejó alternar en quites en los dos últimos toros. Dominguín vio en aquel labrador un «grullo», como había sido él al llegar a Madrid. Le buscó y hablaron. Aquel año trajo a López Ortega a Barcelona, donde se reveló como lo que es: un enorme torero. Se firmó una exclusiva se borró el López y quedó Domingo Ortega, a secas… Todo lo apuntado justifica que la casa de «Dominguín» en Madrid, calle de Atocha, 30, fuese una verdadera agencia taurina., por la que correteaban sus tres hijitos: «Domingo, le decían algunos amigos, tus hijos serán toreros». «Antes los mato», respondía... El cartel de la Monumental rezaba, así: Seis toros de Domingo Ortega, para Cagancho, Morenito de Talavera y Domingo González, «Dominguín» que tomará la alternativa. Esas líneas fueron las culpables de que bailasen en mi imaginación tres nombres a lo largo de la corrida, que voy a reseñar...

En estas páginas virtuales he sostenido que la historia camina en círculos. En estos hechos que intento contar, podemos encontrar un ejemplo de ello. Tras de diversas vicisitudes y el transcurso del tiempo, los Dominguín, Cagancho y Domingo Ortega volvían a encontrarse en una plaza de toros. En esos días, todos bajo la vigilante mirada de el Dominguín mayor, que entonces ya era el principal y más sagaz hombre de negocios taurinos en el planeta descrito por Díaz – Cañabate.

El anuncio de la corrida
Mundo Deportivo, Barcelona, 5 de septiembre 1940

La alternativa

Los hijos de Dominguín aprendieron bien el oficio de ser toreros, y también, el tiempo lo diría más adelante, el de atender con eficiencia, asuntos taurinos. Pero ese domingo de hace 80 años, se trataba de investir como matador de toros a Domingo hijo, quien tuvo una actuación decorosa, según nos sigue contando Eduardo Palacio:

Negro, con el número 28 en los lomos y por nombre «Discípulo» era el toro que rompió plaza. Con él había de licenciarse un casi licenciado en Derecho. de 21 años de edad, llamado Domingo González, «Dominguín». Vestía de blanco y oro. Mozo espigado, sereno y sabiendo andar entre los toros con esa difícil facilidad característica de cuanto se realiza con naturalidad. El muchacho veroniqueó con estilo y guapeza, escuchando, como en los quites, grandes aplausos. Cagancho cede los trastos al hijo de sin más fiel mentor, y lo abraza. El muchacho busca con ojos febriles otros ojos que se descubren pronto, porque en ellos titilan unas lágrimas, y brinda el toro de su alternativa. El chiquillo sube para ello al estribo de la barrera, y por sobre ella asoma una cabeza que besa con la máxima ternura al inminente matador de toros. El «grullo» de antaño, que pudo educar a sus hijos señoritos a fuerza de exponer la vida, ve acongojado, emprender al primogénito aquellos peligros que tan bien conoce. Toda esta meditación mía dura un instante. El nuevo «Dominguín» se arrodilla ante el toro de la alternativa, y lo saluda con dos pases escalofriantes. Sigue la faena en pie, valiente, seguro de sí y de que conoce la profesión, y esmalta gallardamente una labor inteligente. Junta «Discípulo» las manos, y el espada, señala, un superior pinchazo que agarra hueso y cobra enseguida, arrancando también sobre corto y por derecho una gran estocada. Estalla una ovación y el ya matador de toros da la vuelta al ruedo y sale a los medios a saludar…

Al final de la tarde, Cagancho había resultado el triunfador del festejo al cortarle el rabo a Campesino, segundo de la corrida y por su parte, Morenito de Talavera dio un par de celebradas vueltas al ruedo. Esos fueron los hechos en los cuales, Domingo Dominguín iniciaba su andar por los ruedos como matador de toros.

El devenir de Domingo Dominguín

Castigado por los toros, pronto empezó a buscar otras actividades, dentro y fuera del ambiente de los toros que colmaran sus ambiciones. Con la orientación de su padre, fue adentrándose en el mundo de los despachos y también fue buscando opciones intelectuales para realizarse. Así, se afilió al entonces ilegal Partido Comunista de España y trabó amistad con Jorge Semprún, Javier Pradera, Juan Antonio Bardem y otros proscritos, con los que hacía actividades políticas, pero también los llevaba a los toros. Así, se cuenta que, en la última etapa del franquismo, varios exiliados en Francia, veían los toros de San Isidro en el tendido de los sastres instalado tras de la puerta de caballos de Las Ventas, por obra y gracia de Domingo, quien además era el más eficaz salvoconducto para que ellos pudieran entrar y salir de España sin ser incomodados, porque aparte, era, familiarmente, amigo del entonces Jefe del Estado.

La vida de Domingo González Lucas a partir de la tarde del 16 de septiembre de 1948, en Mora de Toledo – don Carlos Abella lo sitúa en Lorca, pero la prensa de la época lo fija en la nombrada Mora – sería una para ser contada en un gran libro biográfico o en una interesantísima novela histórica. Apoderó figuras del toreo – Rafael Ortega, su hermano Luis Miguel o su cuñado Antonio Ordóñez –, también fue empresario de plazas de toros – es autor de los ciclos de La Oportunidad en Carabanchel – y hasta productor cinematográfico, pues con el nombrado Bardem y otros más, fue causante directo de la realización de Viridiana, una de las grandes cintas de Luis Buñuel.

Como empresario fue audaz, tanto, que es uno de los autores intelectuales de ese par de festejos que se dieron en Belgrado el 2 y el 3 de octubre de 1971, en el marco de la vuelta a los ruedos de su hermano Luis Miguel. Una experiencia en la que no se ganó dinero, pero se abonó a la universalidad de la fiesta de los toros.

La vida de Domingo fue azarosa, sin duda y él mismo le puso – según la versión oficial – punto y final en Guayaquil, Ecuador, el 13 de octubre de 1975.

lunes, 6 de junio de 2022

Hace 90 años. El encuentro de Armillita y Centello de Aleas en Madrid (II/II)

Armillita visto por Roberto Domingo
La Libertad, Madrid, 7 de junio de 1932

No se puede quedar bien con todos…

Aunque antes de seguir adelante con el tema, considero importante hacer algún apuntamiento acerca de lo que eran algunos de los personajes de la prensa taurina mexicana en aquellos días.

Inicialmente conocía únicamente la crónica de Federico Morena – transcrita en el Cossío – y esta coincide en lo sustancial con la tradición oral acerca del gran triunfo del Maestro de Saltillo, posteriormente conocí las de F. Asturias en Ahora y el semanario Estampa, la de Chavito en La Nación o la de Rafael en La Libertad, pero al encontrarme con la de Federico M. Alcázar, en El Imparcial, me volví a enfrentar con el hecho de que ayer como hoy, los escritores tienen sus filias y sus fobias y también sus intereses, a veces muy bien definidos en estas cuestiones de los toros. 

La crónica de Alcázar está escrita en forma epistolar y va dirigida a Carlos Quirós Monosabio, en esa fecha ya cronista taurino del diario La Afición, mismo que fundara junto con Alejandro Aguilar Fray Nano en el año de 1930, a su salida de Toros y Deportes – sucedáneo de El Universal Taurino –, la que según Enrique Guarner, se debió a una denuncia que hizo Antonio Márquez a don Miguel Lanz – Duret, en esos días Director General de El Universal, acerca de las desmedidas pretensiones económicas de Quirós para moderar sus posiciones en las crónicas que escribía. La versión de Guarner sobre este asunto es la siguiente:

…En 1924 – 1925 el madrileño Antonio Márquez viene a México para torear la última temporada de Rodolfo Gaona y no obstante haber toreado 8 corridas cobrando 8 mil pesos por cada una, tiene que pedir prestado para regresar a España. Vuelve en 1930 y ya no visita a “Monosabio”, por lo que éste emprende una campaña contra él. La rebelión era peligrosísima, porque podía cundir el mal ejemplo. Márquez busca en una cena al director de El Universal, le pone las cartas boca arriba y el cronista es despedido, pero poco tiempo después “Monosabio” encuentra una nueva tribuna en “La Afición”, desde donde continúa con sus sobornos… (Crónicas de Carlos León, Editorial Diana, México, 1987, Pág. 16)

Lo que es evidente, es que Monosabio se movía profesionalmente según sus intereses, que además, era el pontifex maximus del gaonismo en México y era un hecho también, que Rodolfo Gaona no toleraba la presencia en los ruedos de Fermín Espinosa Armillita. Le veía con gran recelo. Las palabras de Leonardo Páez acerca de la tarde de la alternativa mexicana del Maestro:

…Hace apenas dos años y medio que el maestro leonés se despidió de los ruedos y satisfecho asiste a la corrida, convencido de que nadie puede llenar el hueco taurino y artístico que ha dejado… Sin embargo, El Indio Grande observa incrédulo cómo aquel chamaco flacucho y espigado da la vuelta al ruedo en el toro de su doctorado, “Maromero”, y algo de contrariedad experimenta cuando Fermín emocionado le brinda la muerte de su segundo, “Coludo”. La gran ovación que recibe Gaona pronto se apaga con los fuertes olés que provocan los sensacionales muletazos de aquel niño maestro, quien además de dominar con desahogo al sandieguino le corta las orejas y el rabo y es llevado en hombros hasta El Universal Taurino…

Carlos Quirós había llevado a Federico M. Alcázar a El Universal Taurino como corresponsal en Madrid a la muerte de Ángel Caamaño El Barquero, lo que me sugiere que compartían maneras de ver la fiesta y de lo que he leído de la obra periodística de Alcázar, también coincidían en el entendimiento de la misma. No puedo afirmar, porque carezco absolutamente de medios o versiones para hacerlo, que también participaran de los mismos métodos para someter a los toreros a sus mandatos, como el caso que Guarner narra respecto del llamado Belmonte Rubio, pero sí distingo muchas coincidencias en su proceder.

El padre de Armillita se acogió a los buenos oficios de Verduguillo para difundir los logros de sus hijos toreros. Por supuesto, eso no le encantó a Monosabio, que, por su labor periodística diversa a la taurina, se había constituido en una especie de oráculo táurico en los círculos del poder. Si sumamos a eso la celosa inquietud que produjo en quien hasta poco tiempo antes era el número uno, es decir Rodolfo Gaona, la resultante será que la opinión de Carlos Quirós será siempre la de buscar el prietito en el arroz, la de resaltar los desaciertos en lugar de proclamar las virtudes y a fe mía, que después de leer la crónica de Alcázar, ese sentimiento es el que le transmitió su amigo.

En esos antecedentes, paso a transcribir íntegra la crónica aparecida en El Imparcial de Madrid, del día 7 de junio de 1932, firmada por el citado Federico M. Alcázar:

La octava corrida de abono

Historia de un recurso

Una gran faena de Armillita

Reaparición de Fuentes Bejarano

Carta Abierta

Para "Monosabio" crítico taurino de Méjico

Amigo Quirós: Perdone si algún retraso lleva ésta completamente involuntario. Me ha sobrado deseo y gusto, pero me ha faltado tiempo.

Recibí la suya en la que me pedía confidencialmente una impresión de la temporada en España. Hasta hoy no he podido hacerlo. Tampoco encontré oportunidad.

Ahora lo hago aprovechando las últimas corridas, que son las más interesantes. Como lo que voy a decirle me interesa que lo conozca el público, se lo mando por conducto de EL IMPARCIAL, que es el periódico a que está usted suscrito.

La temporada, amigo Quirós, va siendo deficiente, tirando a mala. Como casi todas las temporadas. Por los toros, peor que por los toreros. Han salido media docena de reses notables. Pero el término medio ha sido manso, ese tipo de manso con el que no es posible el lucimiento.

Lo más interesante de la temporada ha sido una corrida celebrada recientemente, en la que Bienvenida y Ortega han dado una gran tarde de toros. Ha sido un clásico y brillante mano a mano, con sabor de época y salsa de competencia. Dos toreros jóvenes de opuestos estilos y escuelas. 

Creo que si en la repetición tienen suerte formarán partido. Ambiente ya tienen. También debo hablarle de Barrera, a quien usted conoce sobradamente.

Barrera ha vuelto de Méjico que «jumea», y está saliendo a éxito por corrida. Y como detalles reveladores, no como cosa plena y lograda, debo apuntarle los nombres de La Serna y Solórzano, que nos han servido el mejor toreo de capa de la temporada.

Pero lo más interesante y ruidoso por los comentarios apasionados que está suscitando, es un recurso que está empleando Ortega con los toros quedados y que, a juzgar por los síntomas, van a seguirlo los demás toreros con todos los toros. Pero no es esto lo malo. Lo peor es que el público, a juzgar también por los síntomas, lo va a aplaudir sin reparar si el recurso es adecuado al toro. Esto es lo interesante y lo que da valor al recurso. Pero como hoy la gente ha perdido, no sólo la afición, sino la simple curiosidad y va a los toros como a otro espectáculo cualquiera, cada día sabe menos de estas cosas y juzga las corridas por impresión, aplicando a toros y toreros un criterio simplista. Antes se dejaban orientar por la crítica; pero ahora creen que saben más que críticos y toreros. Y esto es lo grave, porque cada día les sorprende una cosa que ellos creen una novedad y luego resulta que tiene en el toreo un antecedente histórico de treinta años.

El recurso a que me refiero es éste: cuando un toro está muy quedado y no embiste al cite natural se le sesga al pitón contrario, adelantándole las «bambas» de la muleta al hocico y enganchándolo. De esta forma se le hace parar. A esto, como usted sabe, se le llama en términos taurinos «jalar del toro». Recurso para los toros que no vienen, que no se arrancan al cite natural. Este recurso, empleado con los toros prontos, a los que basta pisarles el terreno para que se arranquen, es una pamplina innecesaria y hasta una ventaja porque al toro bravo hay que dejarlo llegar, parar y aguantarle, que este es el valor supremo. Todo el mérito que tiene en los toros quedados de corta arrancada lo pierde con los bravos de arrancada larga y franca. 

Pero este recurso tiene una historia que usted seguramente recordará.

Fuentes fue el primero que empleó este recurso con la mano derecha. Fuentes, que era la quinta esencia de la elegancia, les llegaba a los toros muy cerca con la muleta en la mano derecha. Hacía el cite natural meciéndola un poco. Si el toro no acudía, la retiraba y entonces su figura adquiría aquella pose majestuosa y elegante, mezcla de señor y de gitano. Volvía de nuevo a citar: ¡Ja! Y al no acudir por segunda vez adelantaba un paso y le echaba la muleta al hocico, enganchando al toro y haciéndole pasar hasta donde le daba de sí brazo y muleta, mientras la figura permanecía quieta y erguida. Eso lo hacía con los toros quedados. A los que, colocado en su terreno, embestían pronto no había necesidad.

Pasó el tiempo, y un día Gallardo, el apoderado de Vicente Pastor, hablando de Fuentes, le dijo a Vicente:

— «Oiga usted, Vicente, ¿por qué usted, que tiene tanta facilidad para torear con la mano izquierda, no prueba a hacer lo que hace Fuentes a los toros quedados con la derecha?»

— «No sé si resultará —respondió Pastor—, Lo probaré, porque es un recurso lucido y eficaz».

Y lo probó. Ya recordará usted cómo tomaba los toros Pastor. Les salía andando lejos — así decían que lo hacía Frascuelo, que, a pesar de su fama, no creo que aventajara como torero a Vicente — para irlos fijando. Se paraba dos o tres veces y cuando les llegaba desplegaba la muleta. Si el toro acudía al cite natural, consumaba el pase; pero si no embestía, le andaba un paso más y le adelantaba la muleta al hocico, enganchándolo y haciéndolo pasar. El pase lo remataba siempre por alto.

Después, lo hizo Belmonte. Yo recuerdo habérselo visto hacer a varis toros, entre ellos a uno de Albaserrada. Y últimamente el malogrado Gitanillo de Triana se lo hizo con el capote varias veces a un toro de Murube, en Sevilla. Apelo al testimonio de don Clemente del Oro, que lo presenció conmigo. De este recurso, como de otras muchas cosas del toreo, hablamos diariamente una peña de aficionados, Y uno de ellos, que es tocayo mío, estando con Ortega en Salamanca, después de verle torear magistralmente una vaca, cuando el animal había quedado agotado y no podía con el rabo, le dijo: «Déjala que se refresque y échale la muleta al hocico, verás cómo todavía la puedes torear». Y la toreó como Ortega torea. Y a partir de ese momento no tropieza con toro quedado que no le eche las bambas, el enganche y provoque el entusiasmo.

Lo que hace Ortega con los toros quedados, lo que debe hacerse cuando se tiene valor para ello, quieren hacerlo los demás toreros a los toros que no lo necesitan y este es el error. Error que no debe compartir el público. Lo malo de estos recursos es que andando el tiempo la fuerza de la costumbre los convierta en usos, y esto es deplorable. Es deplorable porque del uso al abuso no hay más que un paso, recurso para la suerte de recibir fue el volapié. Luego surgió otro recurso: el paso atrás. Después otro: perfilarse fuera del pitón, que engendró el cuarteo. Y así, de concesión en concesión, hasta el paso de banderillas, total que la suerte de recibir se perdió y el volapié también, pues ahora es cuando verdaderamente vuelan los pies. Ya veremos si los de ese mozo de Chiclana que se llama Gallardo se están quietos. Hay que tener mucho cuidado no se repita el caso lamentable que acabo de apuntar. Que por abusar de un recurso se pierda una de las tres cosas matrices y puras del toreo: el pase natural. Por eso doy la voz de alarma en América por conducto del crítico más autorizado.

El domingo empleó este recurso Armillita innecesariamente, pues era un toro bravísimo de los llamados de bandera para los toreros, que cuando le pisaban un poco el terreno se arrancaba veloz. Y, naturalmente, el público se entusiasmó más por este detalle que por los pases naturales en sí. La gente no reparó que el toro no necesitaba de este recurso para torearle reposadamente al natural. Y esto no es por restarle mérito a los cuatro pases naturales, que fueron colosales. Los muletazos con la mano derecha me gustaron menos. Pases sueltos, por alto y en redondo de los llamados estatuarios, pero perdiendo la muleta tres veces. Una faena monumental, que desbordó el entusiasmo, pero un poco sosota, desangelá, de ave fría; un guiso suculento, pero sin sal. Ya conoce usted a Armillita. Pinchó cuatro veces y le dieron la oreja. En el sexto, que se lidió bajo un aguacero no hizo nada. Le mató de un sablazo. Banderilleó en toro de la oreja con facilidad y finura.

En esta corrida reapareció Fuentes Bejarano, No había figurado en el primer abono y volvió en el segundo. También conoce usted a Bejarano, Torero valiente y dominador. Pertenece a ese grupo de toreros machos que ostentan una divisa, la divisa que fue siempre la más limpia ejecutoria del toreo: la hombría. Le tocaron dos buenos mozos. El primero se declaró manso. Después de lancearlo por verónicas ceñidísimas que se jalearon, le trasteó cerca y valeroso, para un pinchazo y una soberbia estocada en las tablas, jugándose la cornada. Gesto pundonoroso y bravo, que le valió una ovación con vuelta al ruedo. También se ajustó con el capote en el quinto, que era un hermoso ejemplar con dos pitones que daban miedo. La faena fue breve y emocionante. Seis pases altos y de pecho valerosísimos, seguidos de un macheteo entre los pitones para una estocada desprendida. Otra ovación con vuelta al ruedo v petición de oreja.

Fortuna, borroso y gris toda la tarde. Unos lances al primero, algunos muletazos por bajo y una estocada en el cuarto hábilmente colocada. Poca cosa. Y nada más. Como nota final le diré que los toros fueron de la viuda de Pepe Aleas. Una corrida admirablemente presentada, en la que se lidió un toro bravísimo, ideal para el torero: el de Armillita. Un toro un poco blando para los caballos, pero para el torero excepcional. Los restantes cumplieron, haciendo una pelea desigual.

Un abrazo.

Federico M. Alcázar

Como podrán ver, don Federico se empeña en demeritar lo que resultó ser una faena histórica, haciendo un alarde de erudición, tratando de establecer – y creo que muy claro lo deja – que lo que Armillita hizo esa tarde, ninguna novedad era y que, de haber dado otra lidia al toro, quizás, estaría comentando una obra más grande que la vista. Total, que no quedó contento Alcázar ese día, aunque después, en 1936, sería uno de los más acérrimos defensores del Maestro Fermín y los demás toreros mexicanos echados a la mala, de España.

Sin embargo, me parece que así como con clarividencia unos años antes, vio el toreo que estaba por venir, cuando describió la faena de Chicuelo a Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero en ese mismo ruedo y en las mismas páginas de El Imparcial, ahora, sus filias y sus fobias no le permitieron ver quizás, un golpe de timón que un torero mexicano daba a la forma de hacer el toreo. 

Tirar del toro...

Lo que reflejan la mayoría de las crónicas implica que torear ya no es esperar la arrancada del toro, sino provocarla y obligarla a ir en una determinada dirección. Es decir, era la pieza del puzzle que faltaba, para completar lo que Chicuelo, torero nacido en Triana en la calle Betis, pero criado en Sevilla en la Alameda de Hércules había iniciado un lustro antes. Es decir, Armillita dejó para la posteridad el hecho de que para ligar, según se tercie, a veces hay que tirar del toro.

Y si no, léase nuevamente la crónica de Federico Morena, en la que describe con claridad la manera en la que hoy se torea de muleta:

…Echó el artista la muleta atrás y adelantó el cuerpo arrogantemente. Pisaba el terreno de los valientes. Entonces la muleta avanzó despaciosa, sin dudas ni vacilaciones, hasta dar suavemente con los vuelillos en el hocico de la res. Y vino la arrancada: una arrancada templadísima. El espada tiró del toro, y se lo llevó al costado, y dobló la cintura sobre el pitón, y obligóle a trazar con el espinazo una curva considerable…

Ese punto lo reitera también Chavito en La Nación, cuando dice:

...Sin la teatralidad de Ortega, adelantó la muleta, y, “quietos los pies”, moviendo uno solamente para cargar la suerte CUANDO EL TORO METÍA LA CABEZA EN EL ENGAÑO, dio cinco naturales enormes, que enardecieron al público... Espinosa corrió la mano con calma, pausadamente, con mucho temple, e inició y remató los pases, sin mover, como ya he dicho, los pies... Imitó a Ortega en lo de adelantar la mano; pero no le hizo caso en lo de citar con la pierna, para retirarla luego y moverse cuando el toro llega a jurisdicción... He subrayado la palabra imitó, porque ahora resulta que Domingo Ortega ha sido el único torero que se ha atrevido a hacer esto, y así lo aseguran los que han visto torear a Juan Belmonte, que lo hacía a diario, sin que nadie le diese importancia...

El círculo se había cerrado, lo que inició Joselito con el toro de Martínez aquél de la encerrona madrileña, lo prosiguió Chicuelo con Dentista y Lapicero aquí en México y lo culminó con Corchaíto en Madrid y lo remató debidamente Fermín el Sabio – tirando del toro – con Centello, ese es, desde mi punto de vista, el real fondo de la faena y el real fondo de la ceguera de taller de Alcázar, que influido por su amigo Monosabio, no supo, no quiso o no pudo ver lo que ante sus ojos se estaba culminando. Grandes son los males que las visiones interesadas pueden causar a la memoria histórica de las cosas.

Aviso parroquial primero: De nueva cuenta, los resaltados en las crónicas transcritas son obra de este amanuense, pues no constan así en sus respectivos originales.

Aviso parroquial segundo: Igual que ayer, hace trece años publiqué una primera versión de estas notas, localizable aquí.


domingo, 5 de junio de 2022

Hace 90 años. El encuentro de Armillita y Centello de Aleas en Madrid (I/II)

La actuación de Armillita vista por Antonio Casero
ABC, Madrid, 7 de junio de 1932

Una histórica faena

La página 3 del diario madrileño La Época, en su edición del sábado 4 de junio de 1932, contenía el siguiente anuncio:

DIVERSIONES PÚBLICAS: Plaza de Toros de Madrid. – Mañana domingo, se celebrará la octava corrida de abono, lidiando toros de Aleas las cuadrillas de los aplaudidos diestros «Fortuna», Fuentes Bejarano y «Armillita Chico». La corrida empezará a las cinco.

Ese anuncio me permite traer a la mesa de los recuerdos – y quizás de las discusiones – una faena que se considera como una de las más importantes que se han realizado en las plazas de Madrid. Era la octava corrida del abono y se anunció una corrida de doña Dolores Hernán Viuda de García – Aleas para Diego Mazquiarán Fortuna, Luis Fuentes Bejarano y Fermín Espinosa Armillita, en tarde que comenzó entoldada y que terminó con un fuerte aguacero.

Armillita tuvo padre y hermanos mayores toreros. Se le califica de superdotado, intuitivo y como torero largo, por el extenso repertorio de suertes y recursos que desplegaba en la lidia, amén del conocimiento que rápido adquiría de las condiciones de los toros en el ruedo. Era un eficaz estoqueador y cuenta en su haber el honor de que nunca se le fue vivo un toro en su carrera. Se le parangonó con Gallito por su precocidad torera y su excepcional sabiduría. Al final, se le reconocería para los restos, como El Maestro de Maestros”.

El jovencísimo Armillita – tenía apenas veintiún años – se encontraba en la línea de ascenso en su carrera ya en el cuarto o quinto año de alternativa, según se contara el tiempo a partir de la que Antonio Posada le diera en El Toreo de la Ciudad de México o de la que su hermano Juan le otorgara en Barcelona. La realidad era, independientemente del aspecto cronológico, que en Fermín se gestaba un torero que sería un modelo para su tiempo y para el que estaba por venir y que, en las tres temporadas siguientes, sería la cabeza de su escalafón en España y en México. 

Ese 5 de junio de hace 90 años, la corrida de la Viuda de Aleas salió con complicaciones. De los seis toros, dieron posibilidad de lucimiento el quinto, al que cortó una oreja Fuentes Bejarano y el sexto, Centello, al que Armillita cortó, según la mayoría de las crónicas, una oreja, aunque alguna le adjudica el otorgamiento de dos trofeos auriculares. El eje de esta faena fue el toreo al natural. Tan lo fue, que la mencionada crónica de Federico Morena en el Heraldo de Madrid, se titula El ilustre naturalista azteca y en su médula expresa lo siguiente:

Ya teníamos a Fermín armado de muleta y estoque. Un pase de tanteo con la derecha. «Centello» tomó el engaño rectamente. Y la muleta pasó airosamente a la mano zurda. No era el noble bruto pronto a la arrancada. Y el torero supo aprovechar esta circunstancia para imprimir a la faena más relieve, mayor brillantez. Echó el artista la muleta atrás y adelantó el cuerpo arrogantemente. Pisaba el terreno de los valientes. Entonces la muleta avanzó despaciosa, sin dudas ni vacilaciones, hasta dar suavemente con los vuelillos en el hocico de la res. Y vino la arrancada: una arrancada templadísima. El espada tiró del toro, y se lo llevó al costado, y dobló la cintura sobre el pitón, y obligóle a trazar con el espinazo una curva considerable… ¿Es así como se torea al natural? La plaza crujió en un alarido de asombro. Y otra vez la muleta avanzaba, y prendía al bicho, y tiraba de él, dominadora, triunfante. ¡Y así hasta cinco veces! Cinco naturales perfectos. ¡Lástima grande que cortara la faena! Toro y torero seguían guardando el mismo ritmo, y la faena por naturales pudo haberse prolongado indefinidamente. «Centello» era toro de quince o veinte naturales… Pero la muleta pasó a la otra mano. Conste que no censuro. Lamento únicamente. El artista quiso, sin duda, dar variedad a la faena. Propósito muy laudable. Sin embargo, desmereció un poco esta segunda parte… Hubo, empero, excelentes pases por alto y en redondo, sin perder el espada un solo instante la más perfecta naturalidad en la ejecución… Aún volvió unos instantes la muleta a la izquierda para esculpir – buril prodigioso – varios naturales, tan acabados, tan meritísimos como los de la primera serie… La faena se había prolongado un poco más de lo conveniente, y cuando se acordó Fermín de que tenía que matar encontrándose con la desagradable sorpresa de que el bicho, agotado, echaba la cara al suelo. Y pinchó cuatro veces, bien que todas ellas mirando al morrillo y con deseos evidentes de matar bien… La faena, o, si lo prefieren los exigentes, la parte de ella destinada al toreo por naturales, produjo tan excelentísima impresión en el público, desató de tal modo sus entusiasmos, que apenas dobló el toro no hubo pañuelo que no saliese agitadamente del bolsillo para pedir el supremo galardón para el supremo artista. Y el presidente se apresuró a concederlo. Participaba, sin duda, de los mismos entusiasmos…

El cronista del diario madrileño La Correspondencia salido el 7 de junio, firmando como Juanito Puyazo, cuenta lo que sigue:

… ¡Ahí está el profesor! Unos naturales, ocho seguidos, que ponen a la gente en pie y se jalean con entusiasmo, porque ha toreado como lo hizo Ortega a la tarde de su triunfo la corrida anterior. Llegando con el cuerpo, la muleta atrás para irla adelantando majestuosamente hasta los hocicos del toro, tirando luego de él de una forma prodigiosa, haciéndole luego girar con temple y suavidad extraordinaria. Cada pase es un grito de emoción, que termina en un gran silencio para volver de nuevo a enloquecer en cada pase. Y esa faena prodigiosa la repite Fermín por tres veces, dando media docena de pases en cada serie, mejorados si cabe, ceñidos, que siguen armando el alboroto; los oles salen del pecho de todos los aficionados. Las ovaciones son estruendosas. Y el de Méjico no se conforma y sigue haciendo faena, ahora en unos pases en redondo magníficos, otros afarolados, un ayudado artístico, cambiando la muleta de mano, otros de rodillas… Lector: las manos se rompen de tanto aplaudir, y las gargantas se apagan de tanto jalear. ¡Ha sido una faena maravillosa, de maestro, muy difícil de mejorar, porque todos los pases han sido perfectos, sin enmendar ninguno de ellos, y valientes y artísticos! Por tanto, torearlo, el todo queda incierto para matar, y Fermín tiene que entrar cuatro veces con el estoque, pero la gente está pidiendo las orejas antes de acabar con él, y cuando rueda, se le concede la oreja, siguiendo los pañuelos pidiendo la otra, que el presidente concede también… Al Armillita Chico se le pasea en hombros por el ruedo entre grandes aclamaciones, y se le saca así a la calle vitoreándole, por haber ofrecido al público de Madrid la más grande faena de muleta que ha efectuado el Joselito Mejicano, difícil de superar por las grandes figuras en los tiempos actuales…

Por su parte, en Rafael Hernández y Ramírez de Alda, firmando como Rafael, consigna esto en La Libertad del 7 de junio:

...la clamorosa ovación que alcanzó Armillita; la oreja del toro, a pesar de entrarle a matar cuatro veces; la salida en hombros y los unánimes elogios de los aficionados, no fueron por al total de la faena, con ser, repito, muy buena, sino que fueron única y exclusivamente por la manera, por la maravillosa manera con que toreó al natural. Yo no he visto nada mejor y ni siquiera nada que lo iguale... Fueron primero cuatro pases naturales, adelantando la muleta hasta provocar la embestida del toro y llevándole toreado con un temple, un arte y una elegancia exquisitos, hacerle girar en torno de la figura, sin mover los pies, mandando con la muleta y ejecutando, en suma, el pase natural de manera tal que no se concibe nada más perfecto. Y después de esos cuatro naturales, aun lo repitió en dos pases más de la misma inimitable factura... Ante aquello, ¿qué importancia tenía lo demás? El público pidió la oreja estando todavía el toro vivo. No importaba ni los tres pinchazos y la media estocada que empleó para matar el toro, ni que el bruto tardara en doblar, ni que se levantara por fallar el puntillero y volviera otra vez a recorrer el ruedo barbeando las tablas, ni el frio, ni el agua; no importaba más que aquella manera de torear al natural, que habla que premiar de manera que quedara patente el entusiasmo y la admiración de los espectadores, y en cuanto el toro dobló definitivamente se le concedió la oreja al diestro, y el público se echó al ruedo, y sin darle tiempo a dejar la muleta con la que acababa de escribir la página más brillante de su vida taurina, le tomó a hombros y se lo llevó en triunfo, dando la vuelta al ruedo entre una delirante ovación...

Cierro esta parte de los recuerdos con la apreciación de F. Asturias, que en el diario Ahora también del 7 de junio, relata:

…Armillita toreó ayer de un modo maravillosamente perfecto. Suave, acompasado, rítmico, tranquilo, con la conciencia de lo que hacía y con una cantidad de torero atroz. Todos sabíamos que era un buen artista; pero nunca creímos que fuera un caso excepcional. Toreó al natural y de pecho, con pases de la firma, con rodillazos, molinetes y afarolados. Tras la primera serie de naturales – entre cinco y siete, no estamos seguros – se pasó la muleta a la mano derecha, y con la misma perfección, con la máxima suavidad, ejecutó una serie de pases extraordinarios. Los altos, los de pecho, los de la firma, alcanzaron perfección semejante, una lección de toreo... Pero asombrosa... El público no cesaba de aclamarlo... Pinchó tres veces superiormente y terminó de una, llevándose el acero enredado en una venda que llevaba en la muñeca. Se le concedió la oreja, lo pasearon en hombros y así lo llevaron hasta el coche. Hay que insistir, hay que volver a Ortega. Armillita el domingo, se afilió a su escuela, echó la muleta atrás, la adelantó lentamente hasta el hocico del toro y tiró de él como el maestro de Borox. Un buen profesor para un discípulo admirable...

Como podemos darnos cuenta, la totalidad de los relatos transcritos refieren lo extraordinario del toreo al natural de Armillita, lo establecen como el eje de la faena y como el medio para despertar el entusiasmo de la concurrencia a la Plaza de la Carretera de Aragón.

Centello de la Viuda de Aleas

Habrá que hacer aquí un aparte para poder comprender a cabalidad la hazaña de Armillita. Los toros de Aleas, colmenareños, con antigüedad de 1788 y herrados al centro del costillar con el hierro del “9”, ya tenían cruces con toros de Ibarra y de Santa Coloma, pero su fama se iba apagando. Los cronistas refieren lo siguiente acerca del encierro lidiado ese día y de Centello en particular:

Federico Morena en el Heraldo de Madrid:

Resignadamente esperábamos la salida de un sexto buey, cuando nos sorprendió la presencia de un toro bravo y noble. ¡Un toro bravo y noble en una raza que creíamos totalmente extinguida! ¿A qué ascendiente – Gijón, Muñoz, Cabrera – había salido? ... Era un toro de bella lámina. Chico de armazón, pero excelentemente criado – ¿había pasado por La Muñoza? –, y recortadito de pitones. Hasta el nombre tenía de toro bravo. Se llamaba «Centello» ...

Chavito en La Nación:

De los cinco primeros toros, de Colmenar, fueron mansos los lidiadas en primero, segundo, tercero y cuarto lugar... El quinto, sin ser bravo, demostró voluntad, y le agujerearon la piel cinco veces... El sexto merece párrafo aparte, embistió a los caballos en tres ocasiones, y el presidente cambió el tercio, sin que el bicho hiciese nada feo. Este animal, llamado «Centello», negro de pelo, y marcado con el número 30, fué un toro maravilloso para los de a pie. Siempre se arrancó suave y noble, y a la muleta llegó hecho un portento. Encelado con la franela, seguía sus movimientos con docilidad de perro amaestrado, y en todas sus embestidas puso suavidad, y. en ningún momento supo cornear... Cuando las mulillas se lo llevaban al desolladero, la ovación a Armillita Chico se confundió con la que el público dedicaba al maravilloso animal...

Corinto y Oro en La Voz:

...y saltó y vino el sexto, que en sus primeras arrancadas dobló admirablemente y en el resto de su lidia desarrolló tanta bravura, tanta nobleza y tan depurado estilo de ibarreña casta, que él solo se bastó para cubrir de gloria la divisa de la vacada y desquitar al hierro de los sinsabores que lo produjeron algunos de los ya arrastrados, especialmente el que fué pasto de la pirotecnia...

Juan Reondo, en Luz:

De los seis toros de D. José García cuatro fueron mansos con inquebrantable resolución. Tiraron la cara al suelo desde el primer capotazo, se aplomaron y se defendieron. Cumplieron con acoso y se fueron sueltos; eso los que cumplieron, porque al segundo (el de mejor lámina, por cierto), enemigo de cumplidos, hubo que foguearlo... Tuvieron nervio y poder y estuvieron bien de presencia. El sexto tomó bien la muleta, y el primero la hubiera tomado si se la hubieran ofrecido...

Como podemos ver, Centello salvó in – extremis una mala tarde para sus criadores y también nos refleja el hecho de que Armillita estaba en horas bajas, anunciado en un cartel veraniego y con un encierro de pocas garantías. Sin embargo, los toros en ocasiones sacan el fondo de casta y bravura que genéticamente tienen y permiten la realización de faenas trascendentales, como esta que hoy intento recordar.

El cierre de un círculo

El Maestro Armillita, me consta, porque se lo escuché en persona, recordaba esta faena, junto con la del toro Clavelito de Justo Puente en Barcelona y otra al toro Mocito, un ensabanado de Juan Pedro Domecq en Bilbao, como una de las más acabadas de las que realizó en su carrera, aunque lo contaba siempre con un dejo de desilusión, porque decía que aunque se le reconocía haber hecho algo que no tenía antecedente, a su apoderado Domingo González Dominguín, solo le fue posible ajustarle 22 contratos esa temporada, aunque también con justificado orgullo señalaba que entre 1933 y 1935, fue él matador de toros que más toreó en España y en México, un caso que difícilmente podrá ser igualado.

La unanimidad de las crónicas transcritas se concentra en el hecho de que Armillita adelantó la muleta, y, “quietos los pies”, moviendo uno solamente para cargar la suerte cuando el toro metía la cabeza en el engaño…, lo que significa, en las palabras de Federico Morena y de F. Asturias arriba citadas, que “tiraba del toro”… Esa forma de ejecutar las suertes para ligarlas en series por lo visto no era frecuente en esos días por los ruedos, pero la inteligencia del Maestro le dejó claro que, para entretejer series de muletazos, requería de fijar la atención del toro y ya cuando éste arrancaba, tener la facilidad de templar sus embestidas.

Esa forma de hacer el toreo entusiasmó a la crítica y a la afición que fue a los toros en la plaza de la Carretera de Aragón ese lluvioso domingo, pero veremos el día de mañana, porque estas notas se empiezan a extender de más, que pese a la rotundidad que dejó patente, no satisfizo a todos.

Aviso parroquial primero: Los resaltados en las crónicas transcritas son obra de este amanuense, pues no constan así en sus respectivos originales.

Aviso parroquial segundo: Hace trece años publiqué una primera versión de estas notas, consultable aquí


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