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domingo, 10 de marzo de 2024

10 de marzo de 1974: triunfal despedida de Luis Procuna en la Plaza México

Luis Procuna
15 de febrero 1953
Desde 1964 las cosas estaban enrarecidas en el sindicato de los matadores. Fermín Rivera estaba a punto de concluir su gestión al frente del mismo y se formaron dos grupos que pretendían sucederlo, uno encabezado por Jorge El Ranchero Aguilar y el otro, que era liderado por Luis Procuna. El 1º de enero de 1965 se verificó una asamblea de la Unión de Matadores y en un ambiente muy revuelto salió electo como Secretario General El Ranchero Aguilar.

La asamblea se impugnó y unas semanas después se volvió a celebrar, repitiéndose el triunfo en las urnas del torero de Tlaxcala. Luis Procuna y sus seguidores quedaron desde entonces en entredicho y, al final los toreros se dividieron en dos asociaciones sindicales, una nueva, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, encabezada por El Ranchero Aguilar y lo que sobrevivió de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, con jurisdicción solamente en la Ciudad de México, encabezada por Luis Procuna, en la que se alinearon toreros como Jesús Córdoba, Víctor Huerta, Guillermo Sandoval o Fernando de la Peña, y casi todos ellos, a partir de ese momento vieron languidecer sus carreras.

Luis Procuna no resintió de pronto la reticencia de las empresas de los Estados que no tenían vínculos con DEMSA, que tenía el control de la Plaza México y de otras varias de importancia en la República, pero a partir del año 1966, el número de sus actuaciones decreció, hasta llegar al paro total en 1968 y hasta 1970. Dirían los cronistas de la política de hoy: Procuna fue cancelado.

Una pausa inesperada

Casi de repente, el último torero activo de la Edad de Oro del toreo en México se vio detenido en su andar por los ruedos. Y tuvo que buscarse la vida en otros menesteres. Tuvo, como le contó a Javier Santos Llorente, que encontrar trabajo:

Me mandaron a trabajar, cosa que nunca había sabido hacer. Un amigo me llevó a la compañía del ron “Castillo”, aprendí, y allí me quedé diez años que pasé como cualquier empleado hasta llegar a gerente de marca... En todo ese tiempo no frecuenté ni toreros, ni ganaderos. Me olvidé completamente de los toros y de todo aquello que fuera en función de lo taurino... (Javier Santos Llorente, Luis Procuna. Retrato surrealista de un torero. Pág. 61)

La medición del tiempo que hace Procuna es un poco exagerada, porque en realidad volvió a empezar a torear otra vez en 1972, cuando le dio la alternativa en Ciudad Juárez a su hijo Luis y al año siguiente junto con él, en plazas de menor entidad, casi siempre acompañando a su vástago, sumó catorce tardes. Más bien, de lo que se trataba, era de ir dándole cuerpo a la idea que ya tenía El Berrendito, de irse de los ruedos por la puerta grande, como figura del toreo que era.

Los prolegómenos de una despedida

Aunque ya habían pasado algunos años de las disputas sindicales que causaron el ostracismo de Luis Procuna y de varios toreros más, la empresa de la capital – DEMSA – parecía no haber olvidado los agravios, presuntos o ciertos, que la actividad sindical del torero les haya causado. Entonces, cuando éste se acercó para plantear la posibilidad de torear una corrida de despedida en la Plaza México, don Javier Garfias, representante de la empresa en ese coso, dijo el torero al citado Javier Santos Llorente, no estuvo por la labor de hablar con él:

Ya se había anunciado que me despediría, pero el contrato no era legal... Entonces le dije a Carlos González: “Te voy a agradecer que le digas a Javier Garfias que quiero hablar con él”, a lo que contestó: “A Javier Garfias ni en helicóptero lo haces salir de donde está”. Era viernes. “Bueno, pasado mañana es la supuesta despedida y Luis Procuna no va a torear si no se le paga algo decoroso... (Santos Llorente, op. cit., Págs. 62 – 63)

Como se puede ver, el camino a la tarde redonda que tuvo Luis Procuna en la Plaza México hace medio siglo, fue pedregoso y lleno de baches. Pero las vías que llevan al triunfo, por lo regular, no son pavimentadas.

La tarde del 10 de marzo de 1974

El cartel de la última tarde se anunció con un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Luis Procuna, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. La corrida, para la afición del resto de la República, tenía el incentivo de que sería transmitida en abierto por el canal 2 de televisión y narrada por José Alameda.

Vi esa corrida por televisión y si mi memoria no me traiciona, la plaza se llenó hasta el tope y el ambiente que reflejaba, aunque en las crónicas se le llegó a calificar hasta de sensiblero, sí estaba cargado de un gran sentimiento de admiración y de respeto, reitero, a la única figura que quedaba en activo, de la mejor etapa que haya tenido la fiesta en México en toda su historia y que en esa señalada tarde, pondría punto final a su andar por los ruedos.

La guinda de ese ambiente sentimental y festivo lo pondría Luis Procuna al enfrentar al cuarto de la tarde, Caporal, número 160 y con 448 kilos de peso, al que le cortaría el rabo. Escribió Carlos León desde su tribuna del Novedades capitalino a ese propósito:

Pocas despedidas habrán tenido un mejor marco de cariño, de entusiasmo y de entrega populares para quien fue uno de sus favoritos. Pero Luis no se limitó a dejarse querer aprovechando el sentimentalismo que propiciaba su adiós, sino que salió cual si tuviera el hambre novilleril de sus inicios, a demostrar que “aquí ‘nomás’ mis chicharrones truenan”... Y le sonrió la fortuna en el sorteo, confirmando que “al que nació pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”. Si bueno fue “Brillantito” el penúltimo de su carrera, excepcional fue “Caporal”, con el que epilogó su luminosa trayectoria. El toro soñado para irse “a lo grande”, cuajando uno de sus personalísimos trasteos, con esa infinita variedad de suertes que dan alegre tono a las faenas sacándolas de la monotonía y del aburrimiento de quienes nunca salen de lo mismo. Los aficionados nuevos, que no habían alcanzado la época de oro de Procuna, apenas salían de su asombro. No era la “batea de mondongo” con la que se conformaban otras tardes, creyendo que ese era el único “rancho” pues se daban cuentan gratamente sorprendidos, de que existen otras “delicatessen” en la infinita gama de la lidia. Los que ya estaban ahítos de tunas potosinas y charamuscas norteñas, descubrían de pronto que había otras golosinas. Demasiado tarde, por desgracia, pues el confitero capaz de endulzar la lidia agria, se estaba despidiendo para siempre... Muy justas las orejas y el rabo concedidos a Luis, que, hasta el último aliento de su vida torera y bañado en lágrimas, despedido por una ovación interminable después de que "El Soldado" le mutiló la coleta, se fue de los ruedos heroicamente, escribiendo una página memorable, una tarde de torero de los pies a la montera...

Sin apartarse de la mordacidad en sus comentarios, sobre todo al referirse a las figuras del momento, Carlos León describe con precisión la esencia de la faena final de Luis Procuna, la fidelidad a un estilo y a una tauromaquia personalísima que le convirtió en un diestro que fue admirado y reconocido por aficionados y por toreros, sobre todo por estos últimos, que reconocían la dificultad de mantener, ante todo, un estilo personalísimo y original.

Por su parte, en el diario deportivo Esto, Francisco Lazo, cronista titular de esa publicación, relata lo siguiente:

Y Luis hizo su toreo. Allí en el centro del anillo. Ayudados, cortos de extensión, pero a ritmo lento, ligeramente doblada la cintura, firmes las plantas., quebrando el cuello y encajaba la barbilla en el pecho. Y ahora al natural y las “sanjuaneras” y los afarolados y las manoletinas, más quieto que un poste. ¡Ese toreo por alto de Luis! Emocionado y entregado, como entregado estaba el toro y emocionado el público, Luis siguió adelante. En un arrebato, le cogió los pitones al toro y le hizo seguir el viaje de la muleta. Bonita faena, de principio a fin. Pinchó... ¡Y no quería trofeos “simbólicos”! Fue allá a “borrar” el pinchazo con dos afarolados y un desplante... Otra punzadura y más ayudados tratando de limpiar el manchón de la falla con la espada. Ahora sí, dejó tres cuartos que hicieron doblar. Petición unánime. Orejas y rabo. Y vino lo demás, los abrazos, las vueltas, “Las Golondrinas” con su acento melancólico, y sacó al ganadero, que se llevó gran ovación...

Por descriptiva, la crónica de Lazo resulta complementaria de la anterior, porque hace, quizás a vuelapluma, un recuento de las suertes, en esas fechas – y hoy también – casi en desuso que Luis Procuna realizó al toro de su adiós y que para muchos que quizás lo vimos esa única vez, solamente las conocíamos de nombre o en las descripciones literarias. En lo que hay coincidencia en ambas, es en el hecho de que el rabo que se le concedió al torero que se iba, no fue cuestionado y desde mi punto de vista, uno de los mejor concedidos en la historia de esa plaza.

El resto de la corrida

Jesús Solórzano le cortó una oreja al segundo de la tarde, Billetero. Pero antes, invitó a Luis Procuna a poner banderillas cuando decidió cubrir el segundo tercio. La cuadrilla de Jesús se esforzó por poner al toro en el que El Berrendito consideraba adecuado y allí se invirtió una buena cantidad de capotazos. Al final, Procuna pudo lucirse en un buen par al cuarteo y Solórzano en otro al sesgo por los adentros, porque Billetero, aunque fue bravo y con clase, empezó a acusar falta de fuerza y se movía mejor hacia los terrenos de tablas. Tras de culminar su actuación, recuerdo que Jesús declaró ante los micrófonos de la televisión que transmitía a nivel nacional que no se arrepentía de no haber cuidado al toro, que de lo que se trataba era que el Maestro se despidiera en un ambiente de triunfo y que lo hecho, bien invertido estaba.

Por su parte, Eloy Cavazos se encontró con los dos toros del ingeniero Mariano Ramírez que no caminaron. Tanto así, que, en un gesto casi inusitado, regaló un séptimo de Javier Garfias, que para mayor contrariedad, tampoco se prestó a su lucimiento. Así que en esta señalada tarde, terminó pasando de puntitas.

Lo que después vino

El ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido el día 9 de abril de 1974, daba a conocer que el día 5 anterior se habían dado a conocer los resultados del jurado que elegía a los ganadores de los Trofeos Domecq a lo más destacado de la temporada de la capital mexicana. En el caso, tres protagonistas de esta memorable tarde fueron objeto de mención en esa premiación: el ingeniero Mariano Ramírez, quien se llevó el trofeo al Mejor Encierro; el toro Billetero, tercero de esa corrida y primero del lote de Jesús Solórzano, que al empatar a cinco votos con Abarrotero de José Julián Llaguno, motivó que el correspondiente al Mejor Toro se declarara desierto y que a Luis Procuna se le otorgó, por decisión unánime de ese jurado un Trofeo Especial en reconocimiento a su brillante trayectoria y triunfal despedida.

Así se dieron las cosas un domingo como hoy de hace cincuenta años. Se despidió de los ruedos un singularísimo torero que fue el exacto reflejo de las luces, las sombras y, sobre todo, de los claroscuros que hay en esta fiesta, cosa que muy pocos en la historia del toreo han podido alcanzar.

domingo, 10 de diciembre de 2023

9 de diciembre de 1973: Confirma en la México El Niño de la Capea

El Niño de la Capea
Pancho Flores

La temporada 1973 – 74, organizada por DEMSA, con don Javier Garfias en calidad de cara visible, constó de 16 festejos, empezó el 2 de diciembre del 73 y terminó el 24 de marzo del año siguiente y tuvo como prólogo, una corrida benéfica el 15 de septiembre anterior, cuyos recursos estarían destinados a paliar en algo las necesidades de las comunidades de Puebla y Veracruz afectadas por un fuerte sismo. Como se puede ver, no es de ahora, ni de antier, que la fiesta está siempre en apoyo de las mejores causas de la sociedad. Y como remate, nuestros maestros en el retiro, torearon al día siguiente, también en la gran plaza, un festival con la misma finalidad, que igualmente llenó el coso. Decididamente creo que no somos tan malos como nos quieren pintar.

El elenco que formó don Javier Garfias para ofrecer el ciclo – y el derecho de apartado – se integró con los diestros mexicanos Mariano Ramos, Raúl Contreras Finito, Jesús Solórzano, Adrián Romero, Antonio Lomelín, Raúl Ponce de León, Manolo Espinosa, Jorge Blando, Miguel Villanueva, Luis Procuna y Jaime Rangel; los españoles Francisco Ruiz Miguel, además de El Niño de la Capea y José Mari Manzanares, quienes confirmarían sus alternativas, el colombiano Pepe Cáceres y los rejoneadores Gastón Santos y Pedro Louceiro

En el renglón ganadero, terminaron lidiándose: Javier Garfias (1 encierro más 3 toros), Mimiahuápam, San Mateo (2 encierros), Tequisquiapan, José Julián Llaguno (3 encierros), Torrecilla (1 encierro más 3 toros), Reyes Huerta, Santacilia, Zotoluca (1 toro), Jesús Cabrera, Campo Alegre, La Laguna (4 toros), Manuel de Haro (2 toros), Santo Domingo (1 toro), Mariano Ramírez y El Rocío (1 toro).

Momentos estelares de una temporada

Esa temporada tuvo sus tintes de gloria cuando Mariano Ramos materialmente bordó al toro Abarrotero de José Julián Llaguno, que fue indultado y conforme a la costumbre de la época, le fueron entregadas las orejas y el rabo simbólicos por su faena; la temporada alcanzó quizás su cota más alta el 13 de enero cuando Jesús Solórzano se entendió con Fedayín de Torrecilla y dejó firmada una de las faenas que son de las históricas de la Plaza México. También tuvo sus momentos de épica, cuando entre el disgusto de la concurrencia, Manolo Martínez se dejó toros vivos el 16 de diciembre y el 20 de enero – este último será motivo de especial análisis después – y también cuando el Niño de la Capea escuchó los tres avisos en la primera de las dos últimas fechas señaladas.

Y el tiempo de epopeya no faltó tampoco. Fue en la 14ª corrida, que bien pudo ser la del final de la temporada. La despedida de Luis Procuna fue el sumario en el que se concentraron todas las emociones de una afición que fue privada por cuestiones ajenas al toreo, de ver las desiguales actuaciones de una de las figuras históricas que el toreo mexicano ha producido y que, ha sido además irrepetible. Ese domingo 10 de marzo de 1974, Luis Procuna dejó en el ruedo de la Plaza México el epítome de su tauromaquia y cortó, el que quizás haya sido uno de los rabos mejor logrados de los ciento y tantos que allí se han otorgado. Se fue de los ruedos como lo que fue, un triunfador y le dejó claro a los que lo mandaron al ostracismo por casi una década, que, de proponérselo, todavía había mucho Procuna por delante.

La segunda corrida de la temporada 73 – 74 

La temporada, decía, se había inaugurado el domingo 2 de diciembre y para el siguiente, se programó un encierro de don Javier Garfias para Curro Rivera, Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea y Curro Leal, estos dos últimos, nuevos en la plaza como matadores de toros y, por ende, confirmantes de sus alternativas. El padrino de la ceremonia llegaba con nuevo apoderado a este ciclo capitalino, pues había roto con Enrique Vargas, que era quien lo había llevado desde sus inicios novilleriles, para dejar el manejo de sus asuntos al ingeniero Manuel Lourdes Camino

La tarde fue más bien grisácea, porque al final de cuentas, solamente El Niño de la Capea pudo cortarle la oreja al toro que abrió plaza, nombrado Consentido y que sirvió para que confirmara la alternativa que recibiera en Bilbao el 19 de junio del año anterior. Escribió el cronista de la agencia EFE, para el semanario El Ruedo:

Moya, que confirmó su alternativa española, toreó con mucho duende, temple, clase y arte. En su primero oyó grandes ovaciones y terminó de un estoconazo, recibiendo una oreja, con petición de otra y vuelta al ruedo, devolviendo prendas de vestir. Con su segundo Moya demostró que, además de artista, es un poderoso lidiador, ya que con doblones efectistas se adueñó de su nada fácil enemigo. Fue premiado con una gran ovación…

Por su parte, el psiquiatra Enrique Guarner, en su Historia del Toreo en México, relata así su recuerdo acerca de esa actuación de la siguiente manera:

El primero de la tarde fue castaño y bocinero. Pedro Moya lo recibió con preciosas verónicas y una media que levantaron al público de sus asientos. El quite por chicuelinas resultó lento y pausado. Brindó a los concurrentes y con la muleta realizó un inolvidable trasteo con magníficos pases en redondo. Iniciaba cada serie con un molinete, alegrando al toro, y la remataba con el perfecto obligado de pecho. Vino después la gran estocada y se le concedió la oreja y una vuelta al ruedo. Para mi manera de ver y luego de ver varias veces esta faena filmada, creo que merecía mayor premio o por lo menos comentarios más favorables a los que tuvo; sobre todo debido a su gran limpieza…

Se observa de ambos comentarios la descripción de un torero con clase, con poderío y con tendencia a torear limpiamente, pero no hay atisbos de lo que vendría después con él. Y es que quizás su escasa permanencia en México en esas fechas, por tener que viajar a Sudamérica a cumplir compromisos allá, le mantenía inconexo de los medios y del ambiente taurino nuestro, pero ya habría ocasión. Escribe Daniel Medina de la Serna:

Todos sabemos ahora que “El Niño de la Capea” ha sido el torero español de la Plaza México, pero esas primeras tardes, para que no lo pudiéramos avizorar, ni menos profetizar, tuvo unas actuaciones contrastantes, de las que además se ausentaba, casi al día siguiente, para ir a cumplir contratos en América del Sur. En la tarde de su confirmación le cortó la oreja al de la ceremonia, “Consentido”, tras una gran faena y un volapié impecable; con el otro poco pudo hacer...

Al domingo se le iría vivo Nene de Mimiahuápam y conoció la cara no amable de la afición de la capital. Esto le contó a Víctor José López El Vito:

Su opinión sobre Manolo Martínez la resume a una de las muchas tardes que torearon juntos en la México, y que los dos vieron regresar sus toros al corral tras escuchar los tres avisos en dos de sus turnos. Uno por cabeza. Fue una tarde muy bonita… Cuando acabó la corrida, al abandonar el ruedo como es tradicional él, Manolo Martínez, más antiguo que yo al salir me dijo: “Mira mano, sígueme” … Nos metimos en la enfermería hasta las diez de la noche, asegurándonos que no había nadie esperándonos. Salimos de la plaza en medio de la oscuridad en las calles que rodean la Monumental. La gente no estaba para bromas…

Pero el 20 de enero siguiente se reuniría con Alegrías de Reyes Huerta y aún después de recibir un aviso por ponerse pesado con la espada, se le obligó a dar dos vueltas al ruedo por la faena que le hizo. El torero de Salamanca asegura que ese día fue el que lo adoptó la afición de la Plaza México.

El resto de la corrida

Curro Rivera pareció acusar el cambio de apoderamiento y, se decía también, las tensas relaciones familiares que le resultaron por esa decisión profesional. La crónica aparecida en El Ruedo, de la agencia EFE, dice:

Rivera, en su primero, dibujó cuatro lances en los medios a pies juntos y sin moverse un milímetro, y con la franela logró varias tandas de derechazos y naturales, serenos y torerísimos. Fue ovacionado. Con su segundo. Rivera lo intentó todo; pero tuvo que abreviar en virtud de que el de Garfias agotó sus fuerzas. Nuevamente ovacionado…

Por su parte, años después, Daniel Medina de la Serna, agregaría:

Para Curro Rivera fue ésta una temporada complicada por las relaciones personales con su padre, con el cual terminó por romper cuando menos en el plan poderdante – apoderado. Esa primera tarde el doble padrino estuvo como desconcertado y un tanto ausente, apenas se vio bien en su primero y algo mejor en el cuarto, aunque sin mayores proezas...

Curro Leal pasó de puntitas en esta tarde de compromiso, aunque ya tendría oportunidad de volver a la gran plaza y escribir su nombre en la historia de ella.

Para terminar

El Niño de la Capea, como lo dice Medina de la Serna, es uno de los toreros españoles de la Plaza México. Sus obras con Corvas Dulces, Fandango, Manchadito, Samurái, Pedregoso, Bordador, Delicioso, Cantarito o Piropo tienen lugar privilegiado en la historia y la memoria de la Plaza México. Hoy en el cincuentenario de su confirmación de alternativa en ella, le recuerdo con admiración y respeto.


domingo, 8 de enero de 2023

Curro Rivera y Horchatito de Garfias. A 50 años vista

La temporada 1972 – 73 en la Plaza México se dio influenciada por la escasez de ganado en la cabaña mexicana, generada por el mercado emergente de las ferias de Sudamérica. 16 fueron los encierros mexicanos que se lidiaron por aquellas tierras entre noviembre del 72 y el siguiente enero. Toros de Mimiahuápam (2), Piedras Negras (2), Javier Garfias (2), Reyes Huerta, Amazcala, José Julián Llaguno, Tequisquiapan, Valparaíso, Las Huertas, El Rocío, Jesús Cabrera, para las ferias de Valencia, Maracaibo y San Cristóbal en Venezuela y Cali, Bogotá y Medellín en Colombia. En Quito, todavía bajo el control de los Dominguín, se lidiaron toros españoles y ecuatorianos.

Con esos mimbres, Javier Garfias, al frente por segundo año de la representación de DEMSA, ofreció 16 corridas de toros, a partir de un elenco encabezado por Manolo Martínez, que toreó exactamente la mitad de esos festejos. Completaron la nómina de toreros Eloy Cavazos (5), Curro Rivera (5), Mariano Ramos (4), el rejoneador Fermín Bohórquez (4), Alfredo Leal (3), José Mari Manzanares (3), Palomo Linares (3), Joselito Huerta (2), Antonio Lomelín (2), Jesús Solórzano (2), Francisco Ruiz Miguel (2), así como otros siete diestros de una sola actuación. El ganado provino de Torrecilla (3), Jesús Cabrera (2), Las Huertas (2), José Julián Llaguno (2), San Martín, Javier Garfias, Reyes Huerta, Tequisquiapan, Mimiahuápam, Valparaíso, San Antonio de Triana, y de la Viuda de Emilio Fernández.

Los fastos de esa temporada fueron la presentación de don Alberto Bailleres como titular del hierro de Mimiahuápam en la Plaza México; las confirmaciones de alternativa de José Mari Manzanares, Francisco Ruiz Miguel, Jaime González El Puno y José Antonio Gaona y la despedida – definitiva, de verdad – de Joselito Huerta, en esos momentos ya alcalde en funciones de Atizapán de Zaragoza, Estado de México. Es importante destacar que en esa temporada se televisaron en abierto tres festejos, la inauguración de la temporada, la séptima corrida del serial – que es la que me ocupará más adelante – y la décima, con el adiós del León de Tetela.

La séptima de la temporada 1972 – 73

Dicho ya que Manolo Martínez era la cabeza del elenco, otra de las bazas que tenía la empresa para llevar gente a la plaza, era el tratar de revivir el enfrentamiento – aunque solo fuera de papel – entre Palomo Linares y Curro Rivera a raíz del festejo del 22 de mayo del año anterior, en Madrid, en el que el torero hispano cortó el último rabo que se ha concedido en Las Ventas a un torero de a pie. Se hacía creer mediáticamente que ese rabo se concedió, a la mala, para empañar un triunfo legítimo de Curro, cuando la realidad de los hechos demuestra que no pudo ser así.

De esa forma, se programó un mano a mano entre Palomo Linares y Curro Rivera con toros de Las Huertas (5ª), en el que ni la entrada, ni el juego de los toros permitió mayores hazañas a los toreros. Aparte, Curro Rivera estaba en un proceso de esos de amor – odio con la afición de la capital e incluso, la prensa especializada le comenzó a reprochar la superficialidad de su toreo y cuando intentó variar sus procedimientos, le criticaron porque su toreo perdía clase. Total, que no le era posible al hijo de Fermín el de San Luis el convencer con rotundidad.

El encierro a lidiarse sería de la ganadería del representante de la empresa, don Javier Garfias, en su única comparecencia de ese ciclo y tuvo una extraordinaria tarde con ellos ese domingo 7 de enero de 1973.

Curro Rivera y Horchatito de Garfias

La tarde se destacó por una serie de detalles de los tres espadas, pero no se redondeó nada en el lote anunciado. Durante su faena al quinto toro, Palomo Linares anunció que obsequiaría un séptimo, pero antes de matar a Antojito, éste lo volteó de fea manera y motivó que tras de estoquearlo, pasara a la enfermería, de donde los médicos ya no le dejaron salir, pues su sintomatología aparentaba una fractura de pelvis. Por esa razón se le trasladó a la Central Quirúrgica, para practicarle estudios radiológicos.

Durante la lidia del sexto, Simatario – al que Curro le cortó la oreja – se anunció que Palomo Linares ya no regresaría a matar al séptimo y las crónicas relatan que, desde los tendidos, se pedía a Manolo Martínez que asumiera el regalo. El de Monterrey hizo oídos sordos y al caer ese sexto toro, se retiró de la plaza, pero salió Curro Rivera y anunció que él se haría cargo de despachar al toro ofrecido por su alternante y se despertó la algarabía en los tendidos.

Nadie podía imaginar que Horchatito, ese séptimo toro, iba a ser el causante de una de las faenas muy importantes de la historia de la Plaza México. Una faena que además, sirvió para que Curro Rivera se estableciera como un torero preferido por el público de la capital y con la vitola de figura del toreo.

La crónica escrita por quien firmó como Juan Rafael y publicada al unísono por los diarios El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón, relata:

…Sebastián “Palomo”, había anunciado un toro de regalo. Los médicos no lo dejan salir, en los altavoces se anuncia la noticia: No puede Sebastián cumplir con su promesa… “Curro” viene hacia el callejón tras despachar al sexto, y el público en lugar de ovacionarlo, pasa su atención a Manolo para pedirle que regale el toro, pero, Manolo, soberbio, se marcha sin poner atención al público… Entonces, en gesto de gran señor, “Curro” alza el dedo índice, yo regalo ese toro, yo, que he sido el que mejor ha quedado. Ustedes mandan, y salió “Horchatito” … No puede haber lidia más completa. Capote, banderillas, muleta y estoque, todos los tercios los cubre “Curro” y en todos queda como gran torero… Salida muy alegre la de “Horchatito”, “Curro” deja caer el capote en cinco verónicas excelsas, caminando hacia adelante, disfrutando del son y de la bravura de este toro maravilloso; luego, el quite a la manera de Ortiz para dejar al toro en el caballo. Bien pelea con los varilargueros el de Garfias. Y vengan las gaoneras, con la pierna adelantada y el cuerpo erguido. Así, como las daba don Rodolfo “El Califa” Juanito Vázquez no puede dejar las banderillas sobre los lomos del burel. “Curro” decidido, toma los rehiletes, de poder a poder es el primer par, al sesgo el segundo y el tercero, la ovación se desgrana… La faena de muleta rebasa los límites del arte. Nace un nuevo “Curro” Rivera, atrás quedan las etapas del cite psicodélico y de la muleta de gran poder sin clase. “Otro Curro”, el artista, está en el ruedo, erguido, llevando al toro embebido en la muleta, girando levemente la cintura, con gran naturalidad, con gran calma, y los naturales siguen y siguen y los gritos aumentan y el toro sigue embistiendo… “Curro” está entregado, como lo está también el toro, y el público. Otra serie de naturales, de siete u ocho maravillosos naturales, y, también con la derecha, no hay dudas, “Curro” es otro. No debía faltar nada y “Curro” sabe adornarse con varios pases del desdén y con tres cambios llenos de gracia y torerismo… Cita para recibir y el estoque se va hasta el fondo. De las alturas baja el grito de “¡torero!, ¡torero!”. No cae el toro y “Curro” lo descabella al segundo intento…

De tal magnitud fue la faena de Curro a Horchatito, que aún después de fallar con el descabello, se le concedieron las orejas y el rabo del toro. Y dejó la plaza en olor de multitudes, a hombros de los concurrentes. Y así concluye el cronista:

… ¿Quieren que agregue algo? ... “Curro” Rivera me ha convencido. Es el “Emperador Azteca de toreo”. Nada más…

El estado de Palomo Linares

Las fracturas son lesiones más graves que las cornadas para los toreros, porque tardan mucho más en soldar y una de esas lesiones en ese momento, frenaría la parte invernal de la campaña del torero linarense. Afortunadamente, tras el estudio radiográfico, se determinó que solamente tenía contusionada la región. Dice el semanario madrileño El Ruedo de fecha 9 de enero de 1973:

…Palomo «Linares» se trasladó inicialmente a la Central Quirúrgica, ya que se temía una fractura de la pelvis. Las placas radiográficas mostraron que no había tal, y en contra de la voluntad de los médicos el diestro se trasladó a su hotel… Palomo manifestó que el golpe no tendrá mayores consecuencias. Lo que más le duele es que el toro que pensaba regalar fuese tan bueno y que no lo pudiese lidiar… En otro orden de cosas. Palomo «Linares» manifestó que espera que con su actitud de entrega en la tarde de hoy el público de la ciudad de Méjico se haya reconciliado con él…

La realidad es que Palomo Linares, aún habiendo cortado un rabo a Tenorio de Javier Garfias el 30 de enero del año anterior, nunca terminó de entrar en el gusto del público de la capital. El 4 de febrero del año 1973 torearía por última vez en la gran plaza y al día siguiente, aquí, en Aguascalientes, tendría su última tarde en México, reapareciendo puntualmente en nuestros ruedos hasta dos décadas después.

Rumorología de la fecha

En el número de El Ruedo del 16 de enero de ese 1973, se publicó la siguiente información:

Los tres jueces de plaza del coso monumental México, de la capital mejicana, van a presentar sus renuncias a sus cargos, según se afirmó hoy en fuentes generalmente bien informadas… Los tres jueces han venido sufriendo duras críticas, ya que su actuación no ha sido muy afortunada… Se señala que Joel Marín no procede con la mesura que concierne a su investidura, sino como un apasionado partidario de Manolo Martínez; de Juan Pellicer se dice que es poco maduro y se ha distinguido por su antihispanismo durante la actual temporada, llegando a ocasionar diversas molestias a diestros españoles; en cuanto a Jesús Dávila, se le ha criticado mucho por su generosidad para otorgar trofeos, e incluso se le ha puesto el mote de «Santa Claus Dávila» …

Hasta donde recuerdo, ninguno de los jueces de plaza fue separado o se separó de su cargo, pero la información transcrita demostraba que sus posiciones estaban en crisis. Así estaba el patio hace medio siglo.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Hoy hace medio siglo: La confirmación de Paquirri en la Plaza México

Confirmación de Paquirri en México
Cortesía: altoromexico.com

El contexto de esa temporada

La temporada 1970 – 71 en la Plaza México fue organizada ya por el ganadero Javier Garfias, pues desde agosto del año del Mundial de Futbol el cubano Ángel Vázquez había dejado de estar a la cabeza de los asuntos de DEMSA, la arrendataria y organizadora de los eventos taurinos en el coso más grande del mundo. 

Daniel Medina de la Serna cuenta que ese ciclo se celebró con una escasez de ganado en el campo bravo mexicano, pues a partir de que la Unión de Criadores de Toros de Lidia en España restringió la exportación de sus toros a Sudamérica, ese mercado quedó abierto a los ganaderos mexicanos, quienes atraídos por los dólares en juego, lo aprovecharon en detrimento del mercado nacional y aún ante esos hechos, la empresa de la Plaza México, no tomó las previsiones debidas y eso se notó en el ciclo.

Las ganaderías mexicanas que enviaron toros a las ferias de Caracas, Maracaibo y Valencia en Venezuela, Quito en Ecuador y Cali en Colombia fueron Javier Garfias, Reyes Huerta, Zotoluca, Santacilia, La Laguna, Mimiahuápam, Santa Martha, El Rocío, Santín, Peñuelas, Campo Alegre, San Diego de los Padres y José Julián Llaguno. Incluso, en el semanario El Ruedo de Madrid del 10 de noviembre de 1970, se relata que se tentó uno de los toros de Garfias en la plaza Nuevo Circo de Caracas para semental por Antonio Ordóñez, Dámaso González y el portugués José Falcón para la ganadería que Manuel Martínez Chopera y Sebastián González tenían en el Estado de Aragua con vacas de Santa Coloma.

Entonces, las ganaderías que enviaron sus toros a las 15 corridas de las que constó el ciclo fueron las siguientes: José Julián Llaguno (3 corridas); Tequisquiapan; Zacatepec; Javier Garfias (4 toros); Santacilia; Soltepec; Mariano Ramírez; Jesús Cabrera (5 toros); Manuel de Haro; Cerro Viejo; Gustavo Álvarez; Mimiahuápam; La Punta y toros sueltos, Pastejé, uno de regalo en la tercera; Valparaíso, el primero de la tarde que completó la corrida de Garfias y José Julián Llaguno otro que cerró esa misma tarde; Rancho Seco, uno que completó la corrida de Jesús Cabrera, más otro de Tequisquiapan de regalo; uno de Atenco de regalo en la de Gustavo Álvarez; y otro de éste último hierro para rejones, que al decir del mismo Medina de la Serna, resultaba ser el último toro de esa legendaria ganadería lidiado en la Plaza México hasta el año de 1996, cuando menos.

El elenco de toreros se conformó por los diestros mexicanos Pepe Luis Vázquez; Alfredo Leal; Joselito Huerta; Humberto Moro, que toreó su despedida de los ruedos; Raúl García; Raúl Contreras Finito; Manolo Martínez; Alfonso Ramírez Calesero Chico, que actuó por última vez en la México; Eloy Cavazos; Curro RiveraManolo Espinosa Armillita; Antonio Lomelín; Leonardo Manzano y Ricardo Castro. Confirmaron su alternativa Mario Sevilla; Raúl Ponce de León; Arturo Ruiz Loredo; Adrián Romero; Ernesto Sanromán El Queretano, quien nunca volvió a torear en la México y Miguel Villanueva. También se presentó una tarde el Centauro Potosino Gastón Santos.

Por los extranjeros actuaron Joaquín Bernadó, Santiago Martín El Viti y César Girón, en lo que resultó ser su última presentación en el ruedo de Insurgentes y confirmaron sus alternativas Francisco Rivera Paquirri, Dámaso González y el portugués José Falcón. Se quedaron anunciados José Luis Parada, quien fue herido en Acapulco una semana antes de su anunciada confirmación y por ello la pospuso para la temporada siguiente y Jesús Solórzano, que, propuesto originalmente para actuar con Paquirri en la corrida del 10 de enero del 71, no fue aceptado por este último, pues de ser así, el gaditano tendría que ir de primer espada y su contrato requería que alguien fuera por delante de él, así que Chucho fue sustituido por Manolo Espinosa Armillita.

La tarde de la confirmación de Paquirri

En ese estado de cosas se anunció la inauguración de la temporada para el domingo 29 de noviembre de 1970, con toros de José Julián Llaguno para Raúl Contreras Finito, Manolo Martínez y el gaditano Francisco Rivera Paquirri quien confirmaría su alternativa. El cartel era redondo, con dos de las figuras emergentes de México y uno de los toreros jóvenes de España que venía precedido de interesantes referencias y que post facto, sería uno al que la afición mexicana hubiera querido ver más.

La relación de los hechos de esa tarde que encontré es del puntilloso Carlos León, quien en su tribuna del desaparecido diario capitalino Novedades, titulada Cartas Boca Arriba, dirigida en esta oportunidad al gastroenterólogo José María de la Vega, encargado de la salud en esos días, del Presidente de la República, a partir de una entrevista televisiva realizada a éste último, próximo a entregar el poder, en la que comenta su gusto por la paella valenciana, construye una crónica de las suyas:

PAQUIRRI ARMÓ EL GRAN TACO: DOS OREJAS Y VUELTAS. Manolo llevó el telón del Arbeu para muletear, “Finito” ante bureles sin sal…

Francisco Rivera, con la mesa puesta

Usted, como refinado gastrónomo y excelente taurino, bien sabe que la sal es importantísima. Como afirmación contundente yo diría que, sin tener salero, no se puede ser cocinero ni torero. Pero en Andalucía la Baja y sobre todo cerca de las marismas, lo saleroso, lo resalao, rezuma por los poros de las personas. Y los diestros que nacen en la provincia de Cádiz, parece que bordan sus ternos con las brillantes escamas de las merluzas.

Para nuestro personal paladar, a ratos notamos en “Paquirri” cierta frialdad. Pero también el gazpacho cortijero o el aliño gitano se sirven bien fríos, como aquellos que nos hacía en casa de “Cagancho” Gabriela Ortega, descendiente de la Alboronía de los moros andaluces – y no por ello son menos agradables, pues no siempre está la sartén para frituras. Aun así el andaluz gazpacho frío lleva sal y pimienta, dos condimentos indispensables para que los guisos – y los toreros – tengan sabor.

Mas ya ve usted, doctor: aunque aquí suele decirse que no se puede sopear con la gorda ni hacer taco con tostada, vaya taco el que armó “Paquirri” en esta tarde de su presentación, a pesar de la escasa colaboración del ganado de Don José Julián Llaguno. Hasta la saciedad se ha repetido la trillada frase de que para que haya guisado de liebre, lo primero que se necesita es la liebre. Nada más falso, pues no hubo tales liebres, y sin embargo, Francisco el de Cádiz se despachó con la cuchara grande.

Pues allí tiene usted a “Caporal”, que desde que sale se emplaza y se resiste a ir a los capotes. Al fin el gaditano lo embarca en el suyo y le hace tragar varias verónicas excelentes. El bicho huye y muestra su mansedumbre en su querencia a barbear y saltar las tablas. Cuando el debutante se empeña en banderillear a ese poste, probón y sin codicia, confirmamos que no se puede soplar y comer pinole, pues “Paquirri” ha pasado fatigas sin cuento para lograr la mas o menos arrancada de un toro convertido en estatua de plomo. No obstante, ambientado de inmediato al quehacer mexicano, el pundonoroso andaluz se hace al dicho xochimilca de que “no hay que ser como los frijoles, que al primer hervor se arrugan”. Sin tener un toro “a modo”, ha cuajado, bordado, una faena cumbre, predominantemente izquierdista, que de inmediato le gana el favor popular. Ahora bien, del mismo modo que una paella queda incompleta si no se le acompaña con manzanilla sanluqueña o un vino seco de Utiel o de Requena, también un trasteo queda inconcluso si le falta el remate de la estocada. Claro que no es lo mismo saborear un “chato” que pasar por el trago amargo de la suerte suprema. Pero allí es donde se demuestra si un torero puede, merece llamarse matador de toros. Después del faenón, el espadazo caído le hizo perder los apéndices. Pero hubo dos vueltas a la redonda en franca apoteosis.

Nada de atole con el dedo

Aunque “Paquirri” ya tenía al público en la bolsa, no fue de los que dicen: ese arroz ya se coció, sino que vamos a cocer el otro. Como usted sabe, el principal secreto de una buena paella es hacerla a fuego de leña. Sin leña, no sabe lo mismo. Por ello, si el toro no trae bastante leña en la cabeza, la faena nos sabe diferente, como dulzona, cual si fueran inocentes alfajores de las Comendadoras de Santiago o candorosas y monjiles yemas de San Leandro. Y el sexto sí era un toro bien dotado de defensas, con cara seria, con cuajo. Por eso, todo lo que le hizo Francisco Rivera fue meritorio. Lucido con el capote, espectacular con las banderillas y superior en la faena que ha brindado a Joaquín Rodríguez Ortega. Faena torerísima, desde lo fundamental hasta lo pinturero. Y ahora sí media estocada fulminante, por lo cual le conceden un par de orejas, mientras tratan de sacarlo a hombros; pero lesionado en una pantorrilla, ha de pasar a la enfermería. Pero allí quedó su garbosa estampa de lidiador, más que de torero, capaz de dominar todos los tercios…

Parte médico de Paquirri

Herida por asta de toro en el tercio medio de la pierna derecha, de seis centímetros de extensión por cuatro de profundidad. Interesa piel, tejido celular subcutáneo y músculos de la región. Intervinieron los doctores Xavier Campos Licastro y Tirso Cascajares. El diestro fue operado con anestesia general en la enfermería de la plaza y se le trasladó a la Central Quirúrgica, donde quedó internado. 

Paquirri reaparecería el 10 de enero siguiente en la Plaza México con un gran triunfo ante el toro Caporal de Mariano Ramírez con el que ejecutó impecablemente la suerte de matar recibiendo y el 17 de febrero de 1971, cortaría otra oreja a Guadalupano de Cerro Viejo. Pero su gran tarde en esa plaza, quizás la mejor en nuestros ruedos, tendría lugar la siguiente temporada, el 19 de diciembre de 1971 ante el toro Girasol de Jesús Cabrera, de la que habrá tiempo para ocuparnos de ella.

Retales de la prensa de la época

En el semanario El Ruedo de Madrid del 6 de octubre de 1970, se anunciaba que la corrida de Mimiahuápam que se envió para lidiarse en el San Isidro de ese año y que al final no se envió a Madrid, sería lidiada en Sevilla el 12 de octubre en la conmemoración del tricentenario de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y que el torero mexicano que iría en el cartel sería Jorge Blando.

domingo, 14 de julio de 2019

14 de julio de 1968: Se presenta Curro Rivera en la Plaza México

Curro Rivera
La temporada grande 67 – 68 terminó el domingo 17 de marzo del convulso 1968. Dos semanas después, el último día del tercer mes del año, la empresa de la gran plaza, iniciaba con la temporada de novilladas, que a diferencia de estos tiempos que corren – en los que se busca apenas cumplir con los mínimos legales –, constaría de 31 festejos consecutivos con entradas más que dignas y terminaría el domingo 17 de noviembre de ese año, justo a una semana del inicio de la temporada de corridas de toros siguiente.

En esa temporada chica, actuaron novilleros que han caminado más o menos largo en esta Aldea de Tauro. Mario de la Borbolla, Fabián Ruiz, Gonzalo Iturbe, Pepe Bravo, Guillermo Montes Sortibrán, Arturo Magaña, Paco Villalba, Diego O’Bolger, Arturo Ruiz Loredo, Mario Sevilla, Pepe Orozco, Pepe Caro, José Luis Medina, Leonel Álvarez El Diplomático, Daniel Vilchis, Carlos Málaga El Sol, Gilberto Ruiz Torres, Óscar Rosmano o Polo Meléndez son algunos de los nombres de los entonces novilleros que se vieron anunciados en los carteles de esa temporada del 68, en la que surgió para la posteridad un torero que resultaría ser una gran figura del toreo: Curro Rivera.

Francisco Martín Rivera Agüero nació en la ciudad de México el 17 de diciembre de 1951. Hijo de Fermín Rivera Malabehar y de Ángeles Agüero Ereño, es decir hijo y sobrino de toreros. Torea por primera vez en público en un festival celebrado en la plaza de Matehuala, San Luis Potosí, el 14 de mayo de 1967, alternando con su padre, Jorge El Ranchero Aguilar y el doctor Manuel Hernández Muro. Se presenta como novillero en San Luis Potosí el 6 de agosto de 1967 alternando con Mario Sevilla y Jorge Blando y arranca una etapa novilleril por los estados, habiendo actuado aquí en Aguascalientes el 5 de noviembre de 1967, junto con José Luis Velázquez y José Antonio Ramírez El Capitán en la lidia de novillos de Villa Alicia.

En la Plaza México

La decimoquinta novillada de la temporada de 1968 se anunció para el domingo 14 de julio con novillos de Javier Garfias para Mario Sevilla, Arturo Ruiz Loredo y el debutante Curro Rivera, quien a la postre sería el triunfador del festejo.

Encontré dos relaciones de la novillada. La primera, sin firma, de la Agencia France Press (AFP), aparecida en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente al del festejo, expresa lo siguiente:
México D.F., julio 14. (AFP). – El novillero Curro Rivera, hijo del ex – matador mexicano Fermín Rivera, alcanzó hoy sonadísimo triunfo en la plaza capitalina México, y precisamente en la tarde de su debut; tres orejas, cinco vueltas al ruedo y salida a hombros. 
En su primer enemigo, de la ganadería de Javier Garfias, como todos los corridos hoy, logró confirmar lo que durante la semana se vino diciendo de él. Se decía que es un muchacho de 16 años, figura espigada, con gran afición, con mucho valor, con enorme clase y gran personalidad. Y ha de repetirse, lo ha confirmado plenamente. 
A ese su primer novillo, tercero de la tarde, lo toreó bien con el capote, aunque no excesivamente. En quites solo cuajó cuatro chicuelinas sin mover una pestaña. Pero con la muleta hizo un faenón variadísimo, extenso, en el que hubo ayudados por alto, de la firma, trincherazos, naturales, derechazos, forzados de pecho, adornos, etc. Todos esos pases ligadísimos y en un palmo de terreno. Fue una faena brillantísima, en la que hubo personalidad, temple y clase. Dos orejas y tres vueltas al ruedo fueron el primer premio a éste joven torero.  
En su segundo se mostró muy breve. No había tela de donde cortar. Obsequió un sobrero, y con ese logró otra magnífica faena. Ligada, perfecta, torerísima. Una oreja con petición de otra, dos vueltas al ruedo y salida a hombros de los aficionados. 
¡Al fin se vio en la Plaza México un novillero de postín!... 
...Para el domingo se anuncia la repetición de Curro Rivera…
Una segunda versión de lo sucedido en el festejo, que confirma lo que se contiene en la anterior, es la que, también anónima, difundió la United Press International (UPI), replicada por el diario El Siglo de Torreón y que es de la siguiente guisa:
Triunfo grande de Curro Rivera en la “México”
También Mario Sevilla y Arturo Ruiz Loredo fueron ovacionados 
México (UPI). – La mejor entrada de la temporada en la decimoquinta novillada en la Plaza “México”, con novillos de Javier Garfias, tres resultaron buenos y los demás mansos, débiles y con dificultades... 
Curro Rivera triunfó rotundamente en su presentación. Con el tercero veroniqueó sin nada de particular. Quite por chicuelinas, siendo aplaudido. Faena alegre y torera al son de la música y las ovaciones. Principió con pases altos, trincherazos, naturales. También logró derechazos bien ligados, para terminar doblándose toreramente rodilla en tierra. Estocada. Ovación, 2 orejas, 2 vueltas al ruedo y saludos. Con el sexto, débil y manso, que se caía constantemente, poco pudo hacerle con el capote. Con la muleta aliñó para 2 pinchazos, estocada y aplausos.  
Regaló un séptimo de la misma vacada; al que nada pudo hacer con el capote. Con la muleta le instrumentó gran faena, coreada por el público. Pases con la derecha y con la izquierda rematando con el de pecho, templando y mandando a ley. Trincherazos y pases de otras marcas. Ovaciones y dianas. Media estocada desprendida. A los gritos de torero, torero, torero, le fue entregada una oreja, dando varias vueltas al ruedo en hombros y en esta forma salió del coso…
Como se puede apreciar de ambas crónicas de agencia, la relación se centra más en los apéndices obtenidos por el torero y en un relato diría yo de stock de lo que es una faena. No obstante, transmite la gran impresión que la frescura y el desparpajo de un jovencito que aún no cumplía los 17 años había causado a un público que hacía una respetable entrada en la plaza más grande del mundo y habrá que apuntar aquí también, que esos festejos se transmitían por la televisión abierta a toda la República, lo que daba una mayor exposición a los logros de los toreros y ganaderos en esa arena. 

Curro Rivera cortó tres orejas la tarde de su debut, las dos de su primer novillo Platerito y otra del séptimo que regaló. Reaparecería el domingo siguiente alternando con el portugués Óscar Rosmano y Daniel Vilchis para despachar un encierro de Cerro Viejo. Esa tarde no obtuvo trofeos, pero dio cuatro vueltas al ruedo. En esta ubicación, pueden Ustedes ver el vídeo de su faena al sexto de la tarde, Tejuino de nombre y puede darles una idea de lo que se vivió con el entonces debutante por esas fechas.

Creo que es en esta fecha que recuerdo, que nace una de las grandes figuras del toreo.

Retales de información de esos días

En los diarios ya citados se contiene alguna información, que después de algo más de medio siglo creo que guarda algún interés:

Se anuncia el viaje a España para las negociaciones del Convenio Taurino, de Alfredo Leal con su apoderado Rovira, Raúl Contreras Finito en su calidad de Secretario General de la Asociación Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, el doctor Manuel Labastida como empresario de la Plaza México, Luis Javier Barroso en su calidad de Presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, Javier Cerrillo como Secretario General de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, el ganadero Valentín Rivero y el empresario Carlos González

Al final, parece ser que lo del convenio se solucionó favorablemente, pero solamente El Príncipe del Toreo actuaría en ruedos hispanos según el escalafón publicado en el semanario El Ruedo, que le registra 11 festejos.

Para ese fin de semana se reseñan festejos en Monterrey, Tijuana, Nuevo Laredo, Ciudad Juárez, Acapulco. San Buenaventura y Tampico, plazas que salvo Monterrey, están casi perdidas para la actividad taurina, sobre todo las de las fronteras en las que se celebraban corridas casi todos los domingos del año. Y añado, el hecho de que aunque climatológicamente fuera tiempo de lluvias, los festejos se programaban y se daban. Hogaño el tiempo de aguas es pretexto suficiente para evitar dar toros.

Así se daban las cosas de los toros hace 51 años.

domingo, 4 de enero de 2015

3 de enero de 1965: Javier Garfias lidia su primera corrida en la Plaza México. Confirma su alternativa Victoriano Valencia

Victoriano Valencia
La temporada 1964 – 65 de la Plaza México inició el 13 de diciembre de 1964 con dos carteles de los llamados económicos, tanto así, que la corrida inaugural fue la tercera del ciclo. Además, los primeros cuatro festejos se dieron sin cuadrillas de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, pues a instancias de su Secretario General, el inefable Panchito Balderas, hicieron un paro de labores para exigir que fueran las empresas las que signaran con ellos un contrato colectivo de trabajo y no los matadores como hasta entonces se hacía.

En esos festejos actuaron como subalternos picadores de tentadero y matadores de toros y novilleros. Don Daniel Medina de la Serna destaca entre ellos a David Rodríguez, hijo del ganadero de Atlanga y a Jorge Belmont, que sufrió una luxación de vértebras cervicales a causa de un tumbo y entre los de a pie, a Luis Briones, Anselmo Liceaga, Emilio Sosa, Manuel Jiménez Chicuelín, Rafael Rodríguez Vela y Gregorio Puebla como banderilleros, así como al puntillero Luis del Pozo

Señala también que el picador hispano que venía con Joaquín Bernadó hizo causa común con sus colegas mexicanos y vestido de luces, se negó a salir a picar el día de la corrida inaugural – tercera – de la temporada y que el picador Gabriel Márquez, que salía en la cuarta corrida con Victoriano Valencia – en el primero de la tarde – fue agredido por Felipe Bedolla El Hielero, Agustín Salgado El Muelón, Antonio Martínez La Crónica e Israel Vázquez entre otros subalternos, para tratar de bajarle del caballo e impedirle que saliera a picar y de esa manera boicotear el festejo.

Sainete en la Unión de Matadores

El día 1º de enero se llevó a cabo la asamblea de la Unión de Matadores en la que se elegiría a quien habría de suceder a Fermín Rivera en el cargo de Secretario General de ella y a los demás miembros de esa representación sindical. La elección la ganó Jorge El Ranchero Aguilar, pero en un ambiente enrarecido, que terminó en una violenta trifulca entre los asistentes. En una nota escrita por Don Neto para la agencia France – Presse y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente, se relata lo siguiente:
Desde un principio, se sintió el ambiente caldeado que rodeaba a todos y cada uno de los asistentes. Transcurrido el tiempo, los ánimos se fueron poniendo al rojo vivo, hasta que llegó un momento en que Luis Procuna, Juan Cañedo, Eduardo Moreno “Morenito” y Jorge Rosas increparon duramente a Fermín Rivera, tratando incluso de quitarle por la fuerza la documentación que llevaba en el portafolio. Allí comenzó la gresca… Primero, las palabras salieron en todos los tonos y en diversas formas. Después vinieron las amenazas, más tarde los golpes y, por último, ya en plena batalla campal, volaron las sillas, rompieron los teléfonos de la mesa del Secretario, etc…. Todo este marco bochornoso tuvo lugar minutos después de que oficialmente se había nombrado a Jorge Aguilar como el nuevo Secretario General de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos… Después del escándalo se nombró una mesa directiva que fungirá como tal hasta el próximo quince de enero, en que volverán a reunirse para designarla ya con carácter formal y oficial… Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Joselito Huerta y Antonio Duarte “El Nayarit”, fueron designados en los puestos directivos de la citada mesa directiva de la Unión de Matadores… Como la asamblea terminó en medio de una gran escandalera en la que tuvieron que intervenir fuerzas policiales para calmar los ánimos, los que tuvimos la suerte de refugiarnos debajo de una mesa o aquellos que tuvieron la fortuna de escudarse con alguna silla, fuimos testigos oculares de lo que allí aconteció y que ojalá no vuelva a suceder…
Al final de cuentas se celebro una nueva asamblea unas semanas después y El Ranchero volvió a salir electo Secretario General. Luis Procuna, Jesús Córdoba, Óscar Realme, Juan Cañedo y Eduardo Moreno Morenito entre los más notables, terminaron segregados de lo que fue la Unión y con sus carreras en los ruedos virtualmente terminadas y lo más importante quizás, es que nació lo que actualmente es la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos y Similares.

La corrida del 5 de enero de 1965

Joselito Huerta
(Foto: Lyn Sherwood)
El cartel ofrecido por la empresa era atractivo por varias razones. Primeramente se presentaban dos toreros mexicanos que llevaban tras de ellos una importante estela de triunfos en las plazas mexicanas de mayor importancia el calendario anterior; luego, se presentaba a confirmar su alternativa un diestro español que también había realizado en su tierra una interesante campaña y para cerrar el círculo, se presentaba en la plaza más grande del mundo con su primera corrida de toros una ganadería formada con la más pura simiente sanmateína y que con el devenir de los años, se convertiría en una de las vacadas madres más importantes del último tercio del siglo XX en la cabaña brava mexicana.

Victoriano Valencia

Victoriano Valencia había recibido la alternativa en Barcelona el 27 de julio de 1958 y la confirmó en Madrid el 14 de mayo de 1959. Entre sus curiosidades, había obtenido en Salamanca el título de Abogado unos meses antes de recibir la alternativa de matador de toros. Sobre su primera actuación en la Plaza México, Pepe Luis, en crónica escrita para la agencia United Press International y publicada en el diario tapatío El Informador al día siguiente del festejo, señala lo que sigue:
Victoriano Valencia se enfrentó a los dos toros de su lote, de Garfias, y uno de Piedras Negras que regaló. No se prestaron para el lucimiento a pesar de la voluntad que puso el diestro hispano. Algunas verónicas buenas al primero. Palmas. La ceremonia de la alternativa despertó entusiasmo en los tendidos, actuando de padrino Joselito Huerta y de testigo Jaime Rangel. Principió doblándose superiormente rodilla en tierra y un trincherazo como remate. Ovación. Derechazos demasiado buenos, se cambió la muleta por la espalda y ligó el pase de pecho. Aplausos. Varios naturales y pases por alto. Terminó con lasernistas y afarolados. Pinchazo hondo y estocada. Descabello al primer empujón. Aplausos. Con magníficas verónicas recibió al quinto. Aplausos. Joselito Huerta ejecutó la fregolina, ciñéndose. Aplausos. El toro llegó al tercio final venciéndose por ambos lados y además se caía. Algunos naturales aislados sacados a base de empeño para después abreviar. Media estocada y descabello al tercer golpe. Aplausos. Regaló un séptimo toro de Piedras Negras, que embestía con alegría y buen estilo. El diestro español lo veroniqueó estupendamente y remató con dos medias muy buenas, por cierto. Aplausos. Quite por lances al natural, lentos y sedosos. Ovación. Cuando esperábamos la faena grande el toro se vino a menos, poniéndose por delante y frenando sus embestidas. Tres muletazos por alto, derechazos y naturales. Más no se podía hacer. Pinchazo, media estocada y un intento de descabello. Ovación.
El toro de la ceremonia se llamó Centinela y fue el primero que lidió don Javier Garfias de los Santos en la capital mexicana.

Joselito Huerta

El León de Tetela fue quien destacó esta tarde. Mató cuatro toros por lesión de Jaime Rangel y de haber estado fino con la espada hubiera cortado un par de orejas al sexto de la corrida. De la relación que hace Pepe Luis del festejo, se advierte que aparte del gran lucimiento que tuvo con ese sexto, estuvo empeñoso toda la tarde, saliendo triunfador al dar las únicas dos vueltas al ruedo de la sesión:
Joselito Huerta, con el segundo, protestado por chico dio lances al natural, pero en vista de que arreciaba la bronca, abrevió con la muleta. El cuarto, que era un manso, le hizo una faena de dominio con doblones muy buenos y lo despachó de media estocada. En el otro le dio entre ovación de principio a fin verónicas templadísimas y remate por partida triple con ceñidas medias verónicas. Ovación. Quite por fregolinas. Ovación y música. Victoriano Valencia en su turno ejecutó lances muy templados que remató con media. Aplausos. Faena excelente, con series de derechazos largos y templados y como remate el de pecho. Ovación y música. Volvió a torear con la diestra en excelente forma. Ovación. Luego naturales rematados con el de pecho, de exquisitez manifiesta. Ovación. Hubo derechazos de vuelta entera, cambiándose la muleta de mano. Ovación. Dos pinchazos antes de dejar buena estocada. Ovación, dos vueltas al ruedo y saludos desde los medios…
Jaime Rangel

Jaime Rangel no mató a ninguno de los toros de su lote, pues el primero le provocó una fractura en la muñeca derecha que le mantuvo en el dique seco durante siete semanas – reapareció en la misma Plaza México hasta el 21 de febrero en la 11ª corrida de la temporada, alternando con Emilio Rodríguez y El Viti – y fue el primer espada del cartel quien cargó con su lote en términos reglamentarios.

Los toros de don Javier Garfias

Los toros por su orden de salida fueron Centinela, Pirulí, Azulito, Campanillero, Rumboso y Tinterillo. El regalo de Piedras Negras se llamó Arrayán. La crónica de Pepe Luis que he invocado ya en este espacio, dice lo que sigue acerca del encierro:
Toros de Javier Garfias, defectuosos, disparejos en presentación, con mal estilo y algunos de ellos mansos, excepto el sexto que fue aplaudido en el arrastre. Se lidió un séptimo de Piedras Negras que regaló Victoriano Valencia, que dio excelente juego en el primer tercio, apagándose al final…
Jaime Rangel
Esta información es contradicha por don Heriberto Lanfranchi, quien en su Historia del Toreo refiere que el cuarto, Campanillero, fue muy bravo y que recargó fuerte en ¡seis puyazos!, en tanto que el sexto, Tinterillo, mereció los honores de la vuelta al ruedo – no concedida – por su nobleza. 

Así fueron los acontecimientos de dos presentaciones hace medio siglo, permaneciendo más en el recuerdo quizás la de la ganadería de don Javier Garfias, que en ese tránsito ha visto que a sus toros se les han cortado siete rabos y se le han indultado un toro – Boca Seca, el 17 de febrero de 1980 – y un novillo – Jardinero, el 13 de noviembre de 1977 – en una tarde que fue de casi lleno. 

Aldeanos