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domingo, 8 de octubre de 2023

Alfredo Leal, a 20 años del adiós de un príncipe

Alfredo Leal
La temporada novilleril del 48 fue generosa al proporcionar toreros que caminaron más o menos largo en las veredas del arte del toreo. Varios de ellos se habían presentado en alguno de los dos calendarios anteriores, pero fue en ese año cuando consolidaron su posición y dejaron sentado que podían “ser gente” en el planeta de los toros. Así, toreros como Héctor Saucedo, Nacho Treviño, Jorge El Ranchero Aguilar, Alfonso Pedroza La Gripa, Curro Ortega, Fernando López El Torero de Canela, Tacho Campos, Rubén Rojas El Jarocho o Paco Ortiz fueron quienes, independientemente de Los Tres Mosqueteros, que llevaron el estandarte de esa generación, demostraron con el tiempo que lo que apuntaron era verdadero.

Dentro de ese grupo estaba un joven de la capital mexicana, Alfredo Leal, quien impresionó a la afición de la capital por la apostura con la que llevaba el terno de luces, como por la clase y la naturalidad con la que se desenvolvía delante de los toros. En el mes de septiembre de ese año, cuando se presentó en el viejo coso de El Progreso de Guadalajara, cautivó también a la afición tapatía y le produjo a don Francisco Madrazo Solórzano la siguiente impresión:

Tres presentaciones, y de los tres novilleros en esta plaza, sólo sobrevivió – y con creces – en el mundo de los toros, Alfredo Leal Kuri, que sería andando el tiempo, un diestro de fino hacer y limpio trazo, que lo convirtieron en un torero de primerísima fila en nuestra fiesta... Aquella tarde se quedó solo con la novillada de Santín, pues resultaron heridos sus compañeros... y la gente comenzó a hablar de Leal, un torero de cristal...

Como podemos ver, pronto quedó claro que Alfredo Leal llevaba bien unidos el ser y el parecer del torero. No era únicamente una figura que vestía bien y representaba adecuadamente lo que debería ser un diestro, sino que delante de los toros, lo confirmaba.

El hacer del Príncipe del Toreo ante los toros

Se atribuye a Curro Romero la afirmación de que el toreo es natural cuando las cosas se hacen a lo que da el brazo y la muñeca… Cuando las cosas se hacen sin estar forzado… Pues vamos, así toreaba Alfredo Leal. A pesar de medir un metro ochenta y seis de estatura – confesión hecha al entrevistador de El Ruedo días antes de su alternativa – no abusaba de sus extraordinarias dimensiones corporales para dar, en apariencia, mayor extensión a las suertes, sino que, manteniendo una majestuosa verticalidad y aplicando las reglas del Faraón de Camas, únicamente ponía en juego el vuelo natural de sus brazos y el giro de sus muñecas. 

Esas premisas teóricas las llevaba a la práctica. Así describió una actuación suya Francisco Lazo en abril de 1972:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquel coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que, de tan continuas, parecían una sola...

Esa verticalidad y esa natural verdad con la que se conducía en los ruedos, le convirtió en un torero que, si bien no se puede afirmar con rotundidad que ocupó la cima de la torería de su tiempo, sí estuvo presente en las principales plazas y en los mejores carteles, lo que no deja lugar a dudas de que ha sido una figura del toreo.

Ese hacer ante los toros hacía de Alfredo Leal un torero que levantaba interés en cualquiera de las plazas en las que se presentaba y evidente resulta que en las que los toreros artistas son preferidos, el interés que despertaba era aún mayor. En el año de 1968 fue un activo impulsor de la reanudación de las relaciones taurinas hispano – mexicanas y le correspondió torear la Corrida de la Concordia en Sevilla. Para esas calendas, en muchos medios había una nueva generación de escritores. Es el caso de El Ruedo, donde un joven Jesús Sotos comentó acerca de su reaparición allí en la feria abrileña del siguiente calendario:

¡Qué gran planta la de Alfredo Leal! Tenía ganas de encontrarlo en un coso, y Canorea nos ha dado la oportunidad de saborear su talento. Bien por el mejicano que abrió la última temporada el camino – y la buena esperanza – al finiquitado “tiquis – miquis” taurino hispano mejicano. Muy bien Leal. Y eso que no le salieron los toros que él necesita para brillar a gran escala, a esa que su arte merece… Sabe estar…

El Príncipe del Toreo no fue uno de esos diestros que se quedan anclados en el tiempo de su surgimiento. Su personalidad y su forma de ser y de estar delante de los toros les hacen atractivos aún a quienes llegamos al conocimiento de la fiesta muchos años después. Ese conjunto de cualidades, reitera sin espacio para la duda, de que fue y será siempre una figura de los ruedos.

Alfredo Leal y los demás artistas

Cuando hablamos de naturalidad en el toreo a veces simplificamos diciendo el toreo de siempre o más poéticamente el toreo eterno. Lo hacemos para referirnos a ese toreo que parece sencillo, puro, adaptado anatómicamente a las proporciones corporales del que lo practica y que por supuesto, nos mueve las fibras espirituales, haciéndonos botar en nuestros asientos – Armillita dixit – llenos de alegría y de emoción.

Pero a veces, por buscar extensión a las suertes del toreo, se sacrifica la naturalidad, se busca ir más allá de lo que la extensión corporal da y se cae en una dudosa corriente artística que, si bien va acompañada de la personalidad propia del ejecutante y de la emoción que es propia del momento en el que se ejecuta, resulta antiestética, por precisamente, su carencia de naturalidad.

Casi podría afirmar que esa corriente es una especie de manierismo taurino, en el que por intentar forzar lo que constituye la armonía y la belleza del hacer ante los toros, se incurre en una serie de aberraciones y absurdos que terminan por destruir la esencia de su ejecución, porque la naturalidad, con el personalísimo aporte de quien lleva a cabo la faena, es la esencia de cualquier tauromaquia.

La naturalidad en el toreo no se aprende, es innata. Otras formas de expresión son generalmente resultado de la imitación – lógica o extralógica – de algún o algunos toreros vistos en los ruedos o en los videos. Encontrar la manera propia de ejecutar con naturalidad el toreo, debe ser quizás la tarea más complicada para el torero que inicia, porque en alguna manera, implica el encontrarse a sí mismo. Algunos nacen con la habilidad innata, otros tienen que trabajar para descubrirla, pero una vez hallada, su camino por las veredas del arte queda más o menos resuelto.

Para rematar

Alfredo Leal partió de este mundo hace 20 años el día 2 de octubre. Ha sido quizás, de los novilleros de su promoción, el que tuvo la carrera más longeva, porque todavía a mediados de los años ochenta siguió vistiendo el terno de luces. Nos ha dejado un interesante legado tanto en los ruedos como fuera de ellos, pues una vez que dejó de vestir el terno de luces se dedicó un par de años a dirigir los destinos de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos y en su gestión se concluyeron las obras del auditorio Silverio Pérez que es una parte importante del patrimonio material de esa asociación sindical.

Mucho hay todavía que contar acerca de Alfredo Leal dentro y fuera de los ruedos, pero hoy, en la cercanía su aniversario luctuoso, dejo aquí estos recuerdos y estas reflexiones.

domingo, 21 de mayo de 2023

21 de mayo de 1952: Jesús Córdoba confirma su alternativa en Madrid

Confirmación de Jesús Córdoba
Foto: El Ruedo
La temporada novilleril mexicana de 1948 se distinguió por la aparición en los ruedos, principalmente, de los llamados Tres Mosqueteros, la terna formada por Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, quienes como los de la novela de Dumas, tuvieron en Paco Ortiz a su D’Artagnan. Pero la cosecha no paró allí, porque en ese calendario aparecieron por la Plaza México también toreros como Alfredo Leal o Jorge El Ranchero Aguilar, quienes en calendarios posteriores madurarían y llegarían a ocupar posiciones importantes en el escalafón de toreros y dentro de la historia de la fiesta.

Jesús Córdoba recibiría la alternativa el día de Navidad de la temporada en la que saltó a las candilejas, en Celaya, Guanajuato, ciudad cercana a León, su tierra adoptiva, de manos de Fermín Espinosa, Armillita, en mano a mano, ante toros de Xajay. Esa alternativa la confirmaría en la Plaza México el 16 de enero siguiente de manos nuevamente de Fermín el Sabio y fungiendo como testigo el venezolano Luis Sánchez Diamante Negro. El toro de la ceremonia se llamó Zalamero y fue de La Punta, como todos los lidiados esa tarde.

El año de 1951 tiene una gran temporada. El 28 de enero le corta las orejas a Criticón de La Laguna; el 4 de febrero realiza una gran faena y se lleva el rabo de Luminoso de San Mateo y algo más de un mes después, el 11 de marzo se lleva a casa una oreja de Muñequito y las dos de Cortijero, ambos de Zotoluca, y terminará ese ciclo 8 de abril en la corrida de la Oreja de Oro obtiene la oreja de Espinoso de Xajay.

Es a partir de esa línea de triunfos que Jesús Córdoba atrae a los taurinos de España. Si bien las relaciones entre las torerías de ambos lados del Atlántico estaban interrumpidas desde 1947, se negociaba ya la reanudación por conveniencia de ambos grupos en conflicto. Independientemente de lo anterior, el maestro Córdoba había realizado en 1949 una breve campaña por ruedos de Portugal y Francia, de once festejos, iniciándola en Lisboa el 1º de mayo y terminándola el 18 de septiembre en Arles, por lo que no era absolutamente desconocido para esos públicos, pero en España, al eco de sus triunfos en las principales plazas de México, se le esperaba con interés.

La tarde de la confirmación madrileña

El apoderado del maestro Córdoba en España fue siempre don Rafael Torres. Para esa campaña de toma de contacto le pudo cerrar 14 tardes en ruedos hispanos y tres más en plazas de Francia. Dos de ellas fueron en Madrid, en la Feria de San Isidro, que en 1952 constó de 11 corridas, comenzó el día 14 y terminó el 25 de mayo de ese año y aparte de Jesús Córdoba, también confirmó su alternativa en ella Manuel Capetillo y actuó en la tarde final del ciclo Juan Silveti. La torería mexicana estuvo bien representada en ese serial isidril.

La séptima corrida de la feria se anunció con toros de don Fermín Bohórquez para Pepín Martín Vázquez, Jesús Córdoba y José María Martorell. Como en todas las tardes de ese ciclo, la entrada fue un lleno. El confirmante vestía, de acuerdo con la versión de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, de malva y oro y sobre su actuación de esa tarde, cuenta en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente al del festejo:

Se había hablado mucho de él y se le esperaba con expectación. Vino a confirmar la alternativa por mano de Pepe Martín Vázquez, quien le cedió la muerte del toro “Gestador”, número 38, negro; animal muy suave. Córdoba vestía traje malva y oro, y brindó, como era natural, su faena, al público madrileño. Desde las tablas llevó a la res al centro, donde toreó muy tranquilo y con aguante, dando airosa salida al primer grupo de pases. Dando al toro la presencia favorable, citó con la mano izquierda, pero la res no le acudió. Luego logró los ¡olés! madrileños con unos pases por alto y, enseguida, logró una estocada buena, acertando al primer descabello. Faena serena, justa, sin dramatismo. Hay muchas palmas y salida al tercio. Verificada la ceremonia de confirmación – tan fundamental en el quisquilloso protocolo taurino –, Córdoba pasó a ocupar el puesto que por antigüedad le correspondía en el escalafón y mató al toro quinto, por cierto, de muy bonito tipo…

Dice la crónica que el toro de la cesión se llamó Gestador. Otras fuentes hablan de que el nombre era Gastador y el semanario madrileño El Ruedo señala a su vez que el nombre era Cortador. Al final de cuentas podría pensarse que los nombres de los toros son meras minucias, pero al quedar vinculados a los fastos de la historia de los toreros, son datos periféricos, sí, pero complementarios.

Ante el quinto de la tarde, Jesús Córdoba tuvo quizás la actuación más completa de la corrida. Y tuvo también el gesto de invitar a Graciano González, picador de su cuadrilla, a compartir el reconocimiento popular. Sigue contando Giraldillo:

Había en la plaza un grupo de mejicanos luciendo el pintoresco traje nacional, y a ellos brindó Jesús la muerte de ese toro, en el que se había lucido “Chano”, picador azteca. Toreó el espada a base de redondos, cerquísima, y se le aplaudió mucho. Muy cruzado, empleó la mano izquierda, pisando el área de los compromisos graves, en la que sólo los valientes tienen sitio. El valor frío de Córdoba convenció al concurso. Para el adorno empleó unos pases por alto girando al vuelo de la muleta. Cuando se perfiló, el toro le hizo un extraño, y enseguida surgió el buen matador que hemos podido apreciar en el mejicano, para meter la mitad del acero por el mismo hoyo de las agujas. Lo bastante para que el toro cayese fulminado. Hubo ovación grande, satisfacción de los paisanos, que le obsequiaron con flores españolas unidas por una cinta con los colores de Méjico, y complacida vuelta al ruedo, en la que sacó a recibir las palmas a su buen picador. Consignaremos también que hubo petición de oreja, pero en minoría…

Por su parte, Benjamín Bentura Sariñena Barico, en su crónica aparecida en El Ruedo, salido a los puestos también al día siguiente de la corrida, cuenta lo siguiente:

Desde aquel momento la corrida fué hacia arriba. Picó bien Chano, brindó Córdoba a un grupo de paisanos suyos que vestían el traje típico de los charros y comenzó su faena con cuatro muletazos por bajo y ocho en redondo de bonísima factura. Siguió con la derecha, probó con poca fortuna a torear al natural, y, sobre la derecha siempre, cuajó una faena más que lucida. Hizo un extraño el toro cuando Córdoba entró a matar, y tuvo que repetir la suerte, para colocar más de medio estoque en todo lo alto. Hubo ovación de gala para el mejicano, que dio la vuelta al ruedo... Córdoba brindó al público la muerte del toro de su confirmación de alternativa. Estuvo bien el mejicano. Demostró que es torero enterado y valiente, sus muletazos por alto, sus pases de pecho y los en redondo fueron todos excelentes. La impresión que dejó esta primera faena de Córdoba en Madrid fue gratísima. Mató de un pinchazo sin soltar, una entera y el descabello al primer intento. Oyó muchos aplausos y salió al tercio a saludar...

Así pues, una salida al tercio y una complacida vuelta al ruedo después de una petición de oreja no atendida, fue el resultado de ese primer contacto del Joven Maestro con la afición madrileña, la que lo tendría como un torero de su plaza y le vería siempre con gusto en los carteles postineros en los que era anunciado.

La actuación de Graciano González

Acerca de la labor de Graciano González, hay que decir que resultaba ser la epifanía de lo que estaba por apreciar la afición madrileña, pues unos años después llegarían por allí Sixto Vázquez, Nacho Meléndez, Efrén Acosta y varios picadores mexicanos más, que dan lustre al toreo a caballo de este lado del mar. Pero el citado Barico le dedica un buen trozo de su relación del festejo:

En el primer tercio de este quinto toro vimos lo mejor de la corrida por obra del gran picador azteca Graciano González, y vimos el mejor quite de la tarde gracias a José María Martorell, al capote mágico del nuevo califa cordobés. Tres varas. No hubo más labor de Chano González, y ello bastó para que desde ayer se tenga a este piquero por excepcional figura de su especialidad. Chano puede dar lecciones prácticas, hasta de cómo se ha de llevar el castoreño y qué forma ha de tener éste, a la inmensa mayoría de los que en la actualidad se titulan picadores de toros. Las ovaciones que oyó el magnífico piquero mejicano fueron tres, una por vara, mientras picó; otra cuando dejó su cabalgadura, y otra al dar su jefe de cuadrilla la vuelta al ruedo. Fué entonces cuando el público pidió a Córdoba que sacase al ruedo al picador para hacerle partícipe de la ovación que le dedicaba, v así lo hizo el espada. El homenaje era merecido. Pocas veces se ve picar tan bien y con tanta limpieza y elegancia. Yo también aplaudí a Chano González…

Ese fue el resultado de la corrida en la que confirmara en Madrid su alternativa Jesús Córdoba. Pepín Martín Vázquez reaparecía en Las Ventas y tuvo una tarde de poca fortuna, sobre todo por sus desaciertos con el estoque, en tanto José María Martorell tuvo una actuación valerosa, reconocida por el público y se retiró entre las ovaciones de los ocupantes de los tendidos. Los toros de Fermín Bohórquez estuvieron bien presentados en su mayoría, pero pecaron de sosería, lo que hizo complicado que lo que se hacía en el ruedo, trascendiera a los tendidos.

Jesús Córdoba volvería a actuar en Las Ventas el sábado 24 de mayo, dentro de esa misma feria, alternando con Miguel Báez Litri y Manolo Vázquez en la lidia de toros de Pilar Sánchez Cobaleda. Pero de eso habrá tiempo de comentar en una nueva oportunidad.

domingo, 6 de marzo de 2022

Jesús Córdoba, a 95 años de su natalicio

Jesús Córdoba, Luis Miguel DominguínJoaquín Bernadó
Madrid, 29 de septiembre de 1957
ARCM Fondo Martín Santos Yubero

Una de las grandes guerras civiles que registra la Historia de México es la llamada Revolución Mexicana, con la que, diría, se abrió el siglo XX en nuestro país. Los historiadores señalan que uno de sus saldos negros fue la causación de un millón de muertes, pero omiten o no mencionan otra cuenta, aquella que debe sumar el importante número de familias y de personas, que, huyendo del horror de la violencia, emigraron a otras tierras buscando horizontes de tranquilidad para desarrollar sus actividades y sacar adelante a sus allegados.

Ese fue el caso del matrimonio formado por Benjamín Córdoba Razo y María de Jesús Ramírez, quienes durante el año de 1920 tomaron sus bártulos y el camino hacia el Norte, con la intención de establecerse en los Estados Unidos de América y así formar en paz a su familia. Decía un tío abuelo mío – reclutado por el ejército y enviado al frente europeo en la Primera Guerra Mundial – que pasó por lo mismo, que en aquellos años las leyes migratorias americanas no eran tan duras y que bastaba con que tuviera uno el cuarto de dólar que costaba el cruce del puente para que casi sin preguntas, le permitieran el paso a quien quisiera entrar.

Así, muchas de las familias mexicoamericanas que actualmente residen en diversos sitios de la Unión Americana, son descendientes de aquellos migrantes por necesidad del inicio del siglo pasado y se situaron no solamente en los lugares en los que la población tenía raíces nuestras, sino que entraron a las profundidades de los Estados Unidos – la familia de mi abuela fue a parar a Nebraska –, por lo que no nos debe resultar extraño encontrar casi paisanos en cualquier rincón de ese país.

Winfield, Kansas

Winfield, en el Estado de Kansas, es una ciudad fundada en el año de 1870 y nombrada así en honor de Winfield Scott, aquel que comandaba las tropas americanas que ocuparon la Ciudad de México el 15 de septiembre de 1847. Ese fue el sitio, de unos 9,500 habitantes, elegido por el matrimonio Córdoba Ramírez para retomar la vida familiar y es allí donde el 7 de marzo de 1927, diría un buen amigo mío, por un mero accidente demográfico, nació su hijo Jesús, quien siempre se consideró originario de León, Guanajuato, pues de esa región eran sus padres.

Allí aprendió las primeras letras y conoció de la intolerancia de muchos hacia aquellos que tienen alguna diferencia con la mayoría. Eso le templó el carácter y le enseñó que para superar a esos que se conforman con integrar una mayoría, hay que cultivar las habilidades y las virtudes con las que uno cuenta.

 De León, Guanajuato… ¡Para el mundo! 

Es a finales de los años treinta que los Córdoba Ramírez regresan a León, Guanajuato, aunque el padre permanecería en Kansas para mantener su empleo en el ferrocarril local y allí Jesús Córdoba emprenderá sus estudios que llevará hasta la secundaria. Será también el lugar en el que tendrá por primera vez contacto con la fiesta de los toros. Escribe Ann D. Miller:

...asistió por primera vez a una novillada a los 16 años. Si tuvo alguna duda acerca de lo que era el toreo antes de esa tarde, ninguna le quedó después del festejo... la impresión que le causó lo que vio le decidió a ser torero. Junto con otros aspirantes, recorrió de un pueblo a otro y de ganadería en ganadería buscando la oportunidad de probarse y de aprender... Pronto pudo actuar en algún festival...

El recorrer ganaderías le llevó a la que tenía Pepe Ortiz en la Hacienda de Calderón. Allí, frente a las vacas, El Orfebre Tapatío le advierte cualidades y le imparte sus enseñanzas. Jesús Córdoba tuvo la ocasión de adquirir el conocimiento de la real Escuela Mexicana del Toreo, la que viene en línea directa de Saturnino Frutos Ojitos, en este caso por vía de Luis Güemes, que fue el mentor de Pepe Ortiz y éste a su vez, el formador inicial de quien sería después conocido mundialmente como El Joven Maestro.

Eso le permitió desarrollar una tauromaquia de una técnica impoluta y de un notable sello artístico. Así, llega al año de 1948 a una serie de novilladas que daba en el Rancho del Charro el varilarguero y ganadero Juan Aguirre Conejo Chico, prácticamente calando novilleros para después llevarlos a la Plaza México, pues después del fenómeno de Joselillo el doctor Gaona buscaba noveles que le siguieran llenando la plaza en la temporada chica.

Conejo Chico le vio posibilidades al joven Jesús y se lo propuso al empresario de la gran plaza, quien lo presentó allí el 18 de julio de ese año, formando cartel con Luis Solano, Paco Ortiz y Rafael García. Los novillos serían de La Laguna, dando la vuelta al ruedo tras la lidia de Apizaquito y Rondinero, cuarto y octavo del festejo. 

Esa tarde, sin saberlo, Jesús Córdoba abría una de las etapas más brillantes de la historia del toreo en México. Al cabo de trece fechas, esa temporada de novilladas, la del 48, era la de Los Tres Mosqueteros, pues con Rafael Rodríguez y Manuel Capetillo, se formó una terna de toreros que, trascendieron y llevaron el aire de la fiesta mexicana a todos los rincones del mundo.

Ganó la Oreja de Plata en el festejo del 31 de octubre y ya se le empezaba a llamar El Joven Maestro. Escribe Daniel Medina de la Serna:

Sí todo iba bien hasta la sexta corrida, mejor iba a ir a partir de la séptima. El 18 de julio se presentó el primero de los que serían bautizados más tarde como “Los Tres Mosqueteros”: Chucho Córdoba, quien esa tarde dio dos vueltas al ruedo, pero llegó a completar ocho actuaciones, confirmando una a una que no era mentira aquello de “El Joven Maestro”...

Recibió la alternativa el 25 de diciembre de ese 1948 en Celaya de manos de Armillita con toros de Xajay y la confirmó el 16 de enero siguiente de manos nuevamente de Fermín Espinosa y llevando como testigo a Luis Sánchez Diamante Negro, siendo ahora los toros de La Punta.

La confirmación en Madrid tuvo lugar el 21 de mayo de 1952, apadrinándole Pepín Martín Vázquez y llevando como testigo a José María Martorell, con toros de Fermín Bohórquez y en abril de 1953, la Feria de Sevilla será suya, cuando el 24 de abril corta una maciza oreja a un toro de Miura y al día siguiente, el de San Marcos, se lleve otra de un sobrero que los Maestrantes le obsequiaron, de Benítez Cubero.

De Los Tres Mosqueteros, fue Jesús Córdoba el que tuvo mayor permanencia en los ruedos de ultramar, pues estuvo presente en ellos hasta bien entrados los años sesenta del pasado siglo.

La suerte para Jesús Córdoba estuvo en los nombres de Criticón y Pastelero de La Laguna, Luminoso de San Mateo, Muñequito y Cortijero de Zotoluca o Espinoso de Xajay y la mala fortuna en los de Cañonero de La Laguna, Colmenareño y Gordito de Jesús Cabrera o Cumparsito de Rancho Seco

Jesús Córdoba, el hombre

La vida me dio la ocasión – la gran ocasión – de conocer y de tratar a Jesús Córdoba. La profesión de mi padre me acercó a un gran abanico de personas y un grupo importante de ellas fueron las que estaban relacionadas con la fiesta de los toros. A esa profesión de mi padre le debo – y le agradezco – mi afición, que me ha llevado por caminos insospechados y me ha permitido conocer a muchas personas de un gran valor.

La cercanía profesional de mi padre con Rafael Rodríguez y su familia devino en una cercanía familiar después. Mi amistad con Nicolás, uno de los hijos de El Volcán de Aguascalientes me acercó a Jesús Córdoba, su padre político y me permitió conversar con él, de la vida y de los toros y en un par de ocasiones quizás, sentarme con él en el tendido de una plaza. Así percibí a un hombre de un carácter fuerte, pero sensible. De convicciones bien arraigadas y sin duda, enamorado de una fiesta a la que dio mucho y de la que también mucho recibió.

Ejemplo de esa firmeza es cuando se mantuvo en su posición de defender la libertad de asociación de los toreros ante el embate de las empresas, que querían utilizar a la asociación sindical de ellos como arma arrojadiza para fijar precios, plazos y fechas y convertir a los artistas en una especie de funcionarios o burócratas que cobrarían un sueldo fijo y estarían siempre a disposición de esas organizaciones. Le costó terminar abrupta y anticipadamente su carrera en los ruedos y por la puerta de atrás…

Ejemplo de su sensibilidad es la buena familia que formó. Tengo la fortuna de conocer a su esposa y a sus hijos y la seguridad de afirmar que son personas de bien. En estos días eso es un activo invaluable y escaso. Se afirma con insistencia – casi hasta convertirlo en lugar común – que nadie nos enseña a ser padres. Hay mucho de cierto en ese aserto, pero se requiere, como ante los toros, echarse el trapo a la izquierda y darle a cada miembro de la casa, la lidia que requiere, y como los dedos de una mano, no hay dos iguales. Para entender eso, se necesita sensibilidad, y mucha. De esa tuvo, y de la buena Jesús Córdoba.

Mañana se cumplen 95 años del nacimiento de Jesús Córdoba, repito, por un “mero accidente demográfico”, en los Estados Unidos, pero era de León, Guanajuato de corazón. ¡Qué tenga un feliz día Maestro, allí donde se encuentre!

domingo, 21 de noviembre de 2021

1948: Manuel Capetillo y Naviero de Zotoluca

Manuel Capetillo
Foto: Santos Yubero
Madrid, mayo 1952
La historia de la Plaza México nos deja en claro que hay cuatro temporadas de novilladas que han impactado a la afición y hecho sólida la presencia de ese escenario. Son las de 1946, en la que sobresalieron Joselillo y Fernando López; la de 1978, la proverbial de El Pana y César Pastor; la 1982 – 83, quizás la última gran temporada chica con Manolo Mejía, Valente Arellano, Ernesto Belmont y Luis Fernando Sánchez y por supuesto, la temporada de 1948, que es, según teoría personal, la que abre la puerta a la Edad de Plata del Toreo en México.

La temporada del 48 se recuerda por la irrupción de Los Tres Mosqueteros en el escenario taurino. Jesús Córdoba, Manuel Capetillo y Rafael Rodríguez – en ese orden se presentaron en la gran plaza – hicieron posible una temporada de 29 festejos que inició el 1º de mayo y concluyó el 5 de diciembre de ese año. Pero, aunque los mosqueteros fueron las estrellas más rutilantes, en ese calendario también destacaron Paco Ortiz, El Ranchero Aguilar, Alfredo Leal, Héctor Saucedo y Curro Ortega, nombres que escribieron su propia leyenda en las relaciones de la fiesta y se quedaron para siempre en la memoria colectiva.

La gran revelación de las novilladas del 48 fue sin duda Rafael Rodríguez, que llegó a la temporada hasta la 14ª fecha. Pero a partir de allí se entretuvo en cortar cinco de los diez rabos que se obtuvieron en ese ciclo. Por su parte, Jesús Córdoba se llevó la Oreja de Plata, por una faena de una oreja, superando incluso a Paco Ortiz, que había cortado un rabo en ese festejo y Manuel Capetillo ganó una Medalla Guadalupana que se disputó en una novillada ex – profeso.

Ese era el ambiente cuando se celebró, el domingo 21 de noviembre de 1948, el 27º festejo de la temporada, un auténtico cartel de triunfadores, pues lo integraron Paco Ortiz, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, quienes enfrentarían un encierro de Zotoluca. Ya se hablaba de que Córdoba, Capetillo y Rodríguez se despedían de las filas novilleriles, pues sus alternativas estaban unos domingos adelante.

Los de Zotoluca

La novillada de Zotoluca, de acuerdo con la crónica de agencia que pude recabar, debió ser brava, pues recoge al menos una docena de quites por los alternantes del festejo, lo que me sugiere que cada uno de los seis novillos recibió al menos, dos puyazos, cosa que en estos tiempos que corren, es algo inimaginable. 

El primero, Serrano, uno por chicuelinas de Paco Ortiz y otro por saltilleras de Córdoba; el segundo, Bromista, fue quitado por Córdoba y Ortiz sin que se haga mención de suertes; del tercero Cordobés, se refiere un quite de Capetillo; al cuarto Pirata, Ortiz quita por gaoneras y Córdoba hace el de la mariposa; en el quinto, Velador, tanto Córdoba como Ortiz libran por chicuelinas y en el sexto, Naviero, Capetillo quita por chicuelinas, Ortiz lo hace con la misma suerte y Córdoba por gaoneras. Hay que destacar que Naviero fue premiado con la vuelta al ruedo. 

Paco Ortiz cortó una oreja a Pirata, el cuarto, tras de una expuesta faena en la que se empleó en los tres tercios y Córdoba selló su tarde con una vuelta al ruedo y una aclamada salida al tercio al no estar fino con la espada. En esa docena de quites y la rivalidad y el pique en el ruedo, están los ingredientes que le dan vida y color a esta fiesta.

Me llamó la atención el nombre del tercero, Cordobés. Debió ser en ese tiempo una familia importante en la ganadería entonces de don Rubén Carvajal, pues cuatro años después, Rafael Rodríguez le cortó el rabo a otro toro del mismo nombre, también de Zotoluca, allí en la Plaza México.

Manuel Capetillo y Naviero

La faena de la tarde y una de las de esa gran temporada fue la del sexto, Naviero. Daniel Medina de la Serna escribe que desde que Capetillo se abrió de capa, la gente se empezó a volver loca y que ya en los primeros compases de la faena de muleta, se pedía la oreja para el torero de Guadalajara, que, en esa etapa de su carrera, todavía se mostraba como un artífice del toreo de capa.

La crónica de agencia – más reseña que crónica – aparecida en el diario El Siglo de Torreón del 22 de noviembre de 1948, a propósito de esta faena, relata:

En el sexto, con el cual se despide Capetillo de novillero, da cuatro verónicas en la primera tanda y tres más en la segunda. Arma el escándalo cuando remata con la media clásica. Ovacionaza y prendas… Quita con tres chicuelinas enormes por lo templadas, mandonas y lentas que remata con la media clásica. Otra gran ovación y prendas. Vuelve a torear por chicuelinas que remata con una rebolera de ensueño. Ovación… Ortiz hace el mismo quite montándose en el toro con igual remate. Fuertes palmas. Córdoba quitando por gaoneras arma el alboroto, pero al intentar la segunda es prendido sin consecuencias, vuelve al bicho y remata con media rebolera. Palmas… Capetillo brinda a toda la plaza, inicia a base de ayudados por alto, olés estruendosos, naturales enormes, sombreros en la arena, rematados por abajo de una manera inconcebible… Derechazos, el pase de la firma, cambio de mano. Trincherazos completos, la plaza ruge de la emoción. Saca al bicho de las tablas. Dos naturales de escándalo, palmas incesantes, deja una estocada profunda que fue suficiente… Escandalazo de entusiasmo, escuchándose las palabras de ¡torero!, ¡torero! Se le da la oreja y el rabo y al toro la vuelta al ruedo…

Así se cerraba la etapa novilleril de una indiscutible figura del toreo.

Lo que después vendría

Los Tres Mosqueteros habían actuado juntos en un cartel por última vez como novilleros el 20 de noviembre en Torreón, ante un bien servido encierro de La Punta y el único que cortó una oreja fue Jesús Córdoba. Bien se decía que ya su paso por las filas de los novilleros llegaba a su fin, pues el ciclo de corridas de toros estaba ya en la puerta. En la Plaza México, se descansó un domingo y el 19 de diciembre se inauguró la temporada grande con la alternativa de Rafael Rodríguez.

Por su parte, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo la recibirían el día de Navidad, el primero en Celaya, de manos de Armillita y el de Guadalajara en Querétaro, siendo apadrinado por Luis Procuna, tarde en el que el segundo de su lote, de La Punta, lo hirió de consideración. Ese día, me contaron Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba, cada uno por su cuenta, Los Tres Mosqueteros dejaron de serlo, cada uno tomó su camino y se dedicó a forjar su propia historia en los ruedos.

Así, ese oscuro sobresaliente en una novillada celebrada en El Progreso de Guadalajara el 9 de noviembre de 1947, se convirtió en figura del toreo, y de los toreros de su tiempo, ha sido quizá el más longevo, pues en mi opinión, supo adaptarse al cambio que se fue gestando en el toro mexicano, que fue definiéndose cada vez más hacia la suavidad, y que a costa de abandonar el lucimiento del primer tercio, permite faenas de muleta muy largas – y menos expuestas, creo yo – mismas que han entrado en el gusto de los públicos y que hoy son el canon del toreo.

Así pues, podemos ver otra situación de que la temporada de novilladas del 48 representó un parteaguas histórico. Es por eso que en su conjunto y en sus hechos, como este que hoy pongo en blanco y negro, merece ser recordada.

domingo, 16 de mayo de 2021

16 de mayo de 1951. Rafael Rodríguez confirma su alternativa en Madrid

La Edad de Plata del toreo mexicano

Rafael Rodríguez
Madrid, 16 de mayo de 1951
La promoción de novilleros del año 48 nos da a Los Tres Mosqueteros en las figuras de Rafael Rodríguez, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba, tres toreros que trascendieron a su tiempo y que aún en este nuevo siglo, continúan siendo el marco de referencia para calibrar la importancia del paso de un torero en ascenso.

La historia nos enseña que estos tres toreros – con el prólogo insuperable de Fernando López y Joselillo – demostraron la viabilidad del proyecto monumental que representaba la Plaza México y también la posibilidad de llevar en sus nombres la responsabilidad de una fiesta que con brillantez construyeron Armillita, Garza, Silverio, El Soldado y otros grandes constructores de la fiesta en México posterior a 1936.

Esos Tres Mosqueteros, antes de finalizar el calendario correspondiente a ese 1948 recibieron la alternativa. Fue simbólica la manera en la que se doctoraron El Volcán de Aguascalientes, que recibió los trastos el 19 de diciembre de ese año en la Plaza México de manos de Silverio Pérez; Manuel Capetillo en Querétaro, la víspera de la Navidad, llevando a Luis Procuna como padrino y Jesús Córdoba El Joven Maestro, en Celaya al día siguiente mano a mano con Armillita, los padrinos fueron tres de los bastiones de la Edad de Oro, que con los trastos de matar, entregaban simbólicamente también el testigo a quienes habrían de sucederles en la parte estelar de la fiesta mexicana.

Para el año de 1951, Rafael Rodríguez era el torero que más rabos había cortado en la Plaza México. Eran ocho, cinco de ellos como novillero, obtenidos entre el 5 de septiembre y el 17 de octubre de 1948 y tres ya como matador de toros. El convencimiento de la afición de la capital mexicana y del resto de las plazas de la República, lo tenían aupado como un auténtico triunfador y en ese momento, una de las principales figuras del toreo mexicano.

Con esas credenciales fue llevado a España por don Domingo González Mateos Dominguín, quien le arropó allá por recomendación de otro que fuera su poderdante, el maestro Armillita y le preparó una campaña breve, pero de calidad. 

El San Isidro de 1951

La hoy llamada Feria de San Isidro, en aquellas calendas era anunciada como Corridas extraordinarias de la semana de San Isidro, patrón de Madrid. Seguía vigente la reticencia del Marqués de la Valdavia a llamarle feria, pues estimaba este señor que eso daría un toque pueblerino a las celebraciones. Se componía ese 1951 de nueve festejos, siete corridas de toros y dos novilladas. En su anuncio original no había toreros mexicanos y el principal atractivo, quizás, eran las confirmaciones de Litri y Julio Aparicio, quienes dominaron la tauromaquia el calendario anterior, siendo novilleros.

Es preciso recordar que para ese año del 51, se restablecían las relaciones entre las torerías de España y México después de que a principios de 1947, cayeran en un impasse por cosas que nunca fueron debidamente aclaradas. Ante la reapertura, matadores como Cañitas, Luis Procuna, Juan Silveti, Antonio Toscano, Manuel Capetillo, Antonio Velázquez o Carlos Arruza, se decidieron a hacer campaña por allá y con la ya nombrada invitación de Dominguín, se integró al grupo Rafael Rodríguez.

Bajo el signo de la sustitución

La cuarta corrida de ese ciclo, fijada para el día 16 de mayo, estaba anunciada con toros de don Felipe Bartolomé para Pepe Luis Vázquez, Manolo González y Manolo dos Santos. El Lobo Portugués fue herido el lunes anterior en Barcelona por el primero de su lote y se vio imposibilitado para comparecer al compromiso de Madrid. La astucia de Dominguín le consiguió la sustitución a Rafael Rodríguez, quien con ese hecho, se convertía en el primer torero mexicano en actuar en un serial isidril, dado que éste se inició por instancia de don Livinio Stuyck en el año de 1947.

La anécdota del hecho se produce cuando al anuncio de que se presentaría en Madrid, Rafael Rodríguez advierte que no tenía vestido de torear listo para la fecha. Le escuché contar que a su llegada a Madrid había encargado ropa de torear con la Maestra Enriqueta Marcén, pero que estando programado el inicio de su campaña para unas semanas después, esa ropa no estaba lista. Esa cuestión dio paso a un gesto de amistad y solidaridad de Antonio Velázquez que, le cedió un vestido nuevo, blanco y oro, que fue con el que confirmó el torero de esta tierra.

Del encierro anunciado originalmente se lidiaron solamente cuatro toros. El tercero fue un sobrero de doña Francisca Sancho viuda de Arribas y el quinto otro de Castillo de Higares, propiedad de don Pedro Gandarias. En el número de El Ruedo de Madrid del 24 de mayo de 1951, Alberto Vera Areva, cuenta lo siguiente acerca de los toros lidiados esa tarde:

El primero, “Guitarrero”, número 62, recibió tres varas, recargando y durmiéndose en la última… “Campolargo”. número 160, entrepelao, salió suelto de las dos primeras varas, arrancándose alegre y crecido a la tercera, en fa que recargó… El tercero, “Borrascoso”, número 23, entrepelao, fue devuelto indebidamente a los corrales… Le sustituyó “Campero”, número 4, cárdeno, de doña Francisca Sancho, que recibió tres varas… El cuarto, de Bartolomé, “Tinajero”, número 60, cárdeno y abanto, empujó en los dos primeros puyazos y recargó en el tercer encuentro con los jacos… El quinto, de Castillo de Higares, de nombre “Librero”, número 86, negro meano – ¡éste sí que renqueó de la pata derecha! – cumplió en cuatro varas y fue mediano para los toreros… Y el sexto, “Tapito”, número 142, negro meano y de muchas arrobas, acusó bravura y poder, derribando en las dos primeras varas, y apretó celoso en la tercera, que resultó casi una media estocada. Toro bravo y tonto al final…

La confirmación de El Volcán de Aguascalientes

De la relación de Areva, podemos deducir que el primer toro que mataría un torero mexicano en las celebraciones de San Isidro sería Guitarrero, número 62, de don Felipe Bartolomé. La actuación ante él de Rafael Rodríguez es contada de esta manera por quien firmó como Emecé en el número de El Ruedo, salido a los puestos en Madrid el día siguiente del festejo:

Otra confirmación de alternativa inesperada fue la del mejicano Rafael Rodríguez; pero en este caso sopló viento favorable, y el nuevo matador de toros logró su aspiración de presentarse en la Plaza de las Ventas y obtener la oreja del primer toro que ha matado en España… Comienzo, ciertamente, envidiable. Son pocos los elementos que pueden reunirse para formular, acerca de Rafael Rodríguez, un juicio definitivo; pero, de momento, el mejicano ha dejado en Las Ventas una impresión excelente…

El toro había quedado con la embestida corta; pero noble, y Rafael Rodríguez, después de las ceremonias protocolarias, muy ceremoniosas en él, lo tomó por alto y dio tres ayudados buenos, rematados con un pase de pecho. Intercaló unos adornos con la muleta a la espalda, dio pases con la derecha, con vistosos cambios de muleta; jugó la izquierda, terminando también la tanda con el de pecho, y al dejar un pinchazo y media estocada alta, el público, a quien había agradado la tranquilidad y el buen hacer del mejicano, pidió y obtuvo que le concedieran la oreja… Faena variada y don reposo; si algún pero hay que ponerle es que al torero le faltó un poquitín de alegría. No sabemos sí por la emoción del momento o porque ésa sea la idiosincrasia del lidiador azteca... Rafael Rodríguez salió de la Plaza entre aplausos. Conseguir eso, después de cortar una oreja en el toro de su alternativa en Madrid, es ya una buena marca…

Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en su tribuna del ABC madrileño, reflexiona lo siguiente:

Ha producido en el toro primero una impresión enorme. Muy valiente, muy ajustado, muy tranquilo y con todos los "muy" que se necesitan para impresionar al público. Las ovaciones fueron largas, resonantes. Las gozó tanto con el capote como con la muleta. El toro entraba bien y Rodríguez sacaba el máximo lucimiento a los pases. Fue muy variada la faena de muleta, desde el natural al de pecho y desde esta parte seria a los adornos. Pinchó señalando bien, y, después de otros pases, que volvieron a conseguir ovaciones, mató de una entera. Como el público estaba con él, impresionado por los alardes de valor que prodigaba Rafael, se le concedió una oreja y dio vuelta al ruedo...

En el primer número de El Ruedo citado arriba, aparece sin firma una reflexión sobre esta actuación de Rafael Rodríguez que termina de esta manera:

Toda la Plaza rompió en clamores, exigiendo en unánime revuelo de pañuelos la oreja del astado para el de Aguascalientes, que en la memorable tarde madrileña del 16 de mayo de 1951 se ha llevado para su historia un pedazo de gloria de España y esta sentencia de un viejo aficionado, que, admirador de «Don Juan» y Márquez, decía al salir de las Ventas: «En este chico he presenciado lo que sólo puede admirarse en los toreros geniales: un valor como el del «Guerra», en un estilo tan personal tan nuevo que da miedo y gloria verle torear.»

Así entonces, hace 70 años, Rafael Rodríguez resultó ser el primer torero mexicano en actuar en unas fiestas madrileñas de San Isidro y también el primero en cortar una oreja en ese ciclo. Hoy le recuerdo en esa tarde en la que se manifestó como lo que en toda su vida fue: un auténtico triunfador.

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos transcritos de El Ruedo y el diario ABC de Madrid, son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran de ese modo en las publicaciones originales.

domingo, 2 de mayo de 2021

3 de mayo de 1951: Paco Ortiz se presenta en Las Ventas de Madrid

Paco Ortiz y los Tres Mosqueteros
Plaza México, 12 de marzo de 1950
Foto: Carlos González
El primer novillero que llenó la Plaza México después del infortunado Joselillo, fue Paco Ortiz, un torero bajito de Apan, Hidalgo, que aprendió los rudimentos del oficio en la ganadería de su paisano don Heriberto Rodríguez, aquel que gustaba de poner nombres estridentes, por lo cómico, a los toros que lidiaba en las plazas. Recorrió los pueblos de su estado y las antesalas de la capital mexicana, como lo eran el Rancho del Charro o la placita de Naucalpan, allí compartiría carteles con otros aspirantes que caminarían lejos en las arenas de los ruedos, como Jesús Córdoba o Alfredo Leal.

Su presentación en la Plaza México ocurrió el 4 de julio de 1948. Fue el primero de los Tres Mosqueteros de esa generación del 48 en debutar allí, pues Jesús Córdoba lo haría dos domingos después, Manuel Capetillo hasta el 8 de agosto y Rafael Rodríguez el 5 de septiembre. Esos cuatro toreros serían la cabeza de una de las generaciones de novilleros más brillantes, si no es que la más brillante de la historia del toreo de este país. Cerró su calendario cortando tres orejas y dos rabos: el 10 de octubre a Tremolero de La Laguna y el 31 del mismo mes a Currito de Pastejé. A cambio, el 25 de julio fue herido en la femoral profunda por Chiclanero de Coaxamalucan, lo que lo tuvo parado hasta septiembre.

Al final de ese intenso ciclo novilleril, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo recibirían la alternativa con todos los honores, pero Paco Ortiz tendría que regresar a la temporada chica del 49, misma en la que toreó 7 novilladas en la gran plaza y una, el 12 de junio, en el Toreo de Cuatro Caminos. Empezó las cosas justo en dónde las había dejado el año anterior, pues en su presentación el 15 de mayo, le corta el rabo a un novillo de Pastejé; resulta herido de cierta gravedad en su incursión cuatrocaminera, lo que lo para un mes y termina la temporada con otra cornada, grave, del novillo Fanfarrón de La Laguna el día 13 de noviembre.

Con todo ese camino avanzado, le llega al fin la alternativa a Paco Ortiz. Se verificaría en el Toreo de Puebla el 22 de enero de 1950. Allí Silverio Pérez, en presencia de Antonio Velázquez, le cedería los trastos de matar para despachar a Olivero de La Punta. El 12 de marzo siguiente vendría la confirmación en la capital de la República y sería un cartel histórico, pues se volverían a reunir en la capital, por última vez, vestidos de luces, los Tres Mosqueteros y su D’Artagnan. Esa lluviosa tarde, El Volcán de Aguascalientes, en presencia de Jesús Córdoba y Manuel Capetillo le cedió al toro Carpanto de Xajay con el que apenas pudo estar digno, dentro del aguacero que caía.

Renuncia al doctorado y a España

Quizás Paco Ortiz no estaba toreando con la frecuencia que esperaba, o quizás creyó que tenía que terminar su preparación, pero en abril de 1951 anunció su intención de viajar a España a torear novilladas y a obtener, con fuerza, una alternativa allá. Lo haría de la mano de Rafael Sánchez El Pipo, quien, con su importante presencia en aquel medio, le podría arreglar una interesante campaña. Harían también ese viaje los novilleros mexicanos Lalo Vargas, Anselmo Liceaga, Jaime Bolaños, José Juárez Gitanillo, Fernando López y Rubén Rojas El Jarocho.

Abrió ese año nada menos que en la plaza de Las Ventas, en Madrid, la tarde del jueves 3 de mayo de ese 1951. Se enfrentaría a novillos de la ganadería debutante de las señoritas Enriqueta y Serafina Moreno de la CovaSaltillo puro – y alternaría con Joaquín Rodríguez Cagancho hijo y Jesús Gracia. La novillada fue complicada y resolvió la papeleta con dignidad. Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en su tribuna del ABC de Madrid, cuenta lo siguiente acerca de su presentación:

¿Quién salió contento de la novillada que ayer se celebró en Madrid? Los empresarios no contaron más que con media entrada; el ganadero vio «fogueado» uno de sus toros – fogueado o «negreado» por las banderillas denigrantes –, y los toreros vapuleados unos y rendidos otros. El público, aterido, no sólo por el airecillo impertinente, sino por la frialdad de lo que en la arena ocurría...

La ganadería – puesta a nombre de las señoritas Serafina y Enriqueta Moreno de la Cova, por sus padres, los ganaderos D. Félix Moreno Ardanuy y doña Enriqueta de la Cova – acusó claramente la procedencia Saltillo... Buena la presentación de las reses, no hubo, en este aspecto, ningún reparo; pero todos los novillos mostraron el nervio y sentido de su casta...

El cuarto derrotaba y se escupía de capotes y caballos. En una de sus arrancadas fue a los alcances del mejicano Paco Ortiz, lo entrampilló y pisoteó, dejándolo medio conmocionado y con la chaquetilla rota...

El mejicano Paco Ortiz produjo buena impresión en el tercero. El novillo no era claro, pero él demostró mucha serenidad, llevando la muleta hasta el mismo hocico de la res. Le aplaudieron la faena y bastaron para la muerte dos pinchazos, hondo el último. Hubo muchas palmas y saludos desde el tercio. Punteaba el sexto, pero «Sevillanito» lo picó bien, aunque se salió de la raya y le quitó el mal genio. Ortiz comenzó con tres pases muy buenos, más en seguida fue cogido y sufrió un puntazo en la mano izquierda. Continuó valiente y mató de una estocada, ganando una ovación como despedida. Le anotaremos, además, un quite que hizo, con mucha fantasía, al novillo que rompió plaza...

Menos complaciente en sus comentarios fue Benjamín Bentura Barico, en el número de El Ruedo

 que salió a la venta el 10 de mayo siguiente:

Poca cosa fue la novillada del día de la Ascensión para público. Empresa y toreros. Poco es para el público dos puyazos magníficos de «Sevillanito», un quite de Paco Ortiz, algún que otro rasgo de valor de Gracia y la pelea de dos de los seis novillos. No hubo más digno de aplauso en la novillada del jueves pasado y hay que convenir en que lo reseñado no es mucho. De añadidura, el frío viento, que no cesó durante la novillada, influyó en el desánimo de los toreros, que se limitaron, no siempre con acierto, a salir del paso con el menor riesgo posible...

Poca cosa fue el festejo para los toreros. El chico de «Cagancho» oyó unas palmitas en el primero y una bronca y un aviso en el cuarto; Jesús Gracia fue cogido varias veces y oyó algunos aplausos de aliento, lo mismo que el mejicano Francisco Ortiz, que hacía su presentación. Y poca cosa fue el festejo para la Empresa, ya que entrada fue mediana...

Presentación discreta

Francisco Ortiz, novillero mejicano que ha toreado bastante en su país, hizo su presentación el pasado jueves en el ruedo de Madrid. Hizo un quite muy efectista en el primero. Poco más fue lo que Francisco Ortiz logró durante el resto de la novillada. El tercero no era fácil y Ortiz no pasó de regular, pero el sexto si y no mejoró el mejicano su labor en el último. No estuvo mal Francisco, ni bien. Poca cosa.

Como se puede ver, la presentación de Paco Ortiz en Madrid no fue precisamente la que hubiera soñado, pero le valió para torear allá otras cuatro novilladas en ruedos españoles: Cieza, Granada – 2 tardes consecutivas – y Albacete, además de otra en Povoa do Varzim, en Portugal. Con esos mimbres se le programó una segunda alternativa en Piedrahita, provincia de Ávila, para el 26 de agosto, misma que le concedió Pablo Lalanda, atestiguando Julio Aparicio, siendo los toros de doña María Fonseca.

La continuación del camino

Esa alternativa española la confirmaría otra vez en la Plaza México el 6 de marzo de 1952. Le apadrinaría Félix Briones y sería testigo Pepe Luis Vázquez (mexicano). El toro de la cesión se llamó Churumbel y fue de la ganadería de Atlanga. Paco Ortiz se conduciría en los ruedos con esa dignidad hasta el año de 1956, cuando decide volver al punto de partida y renunciar al doctorado. En esa ocasión contó a Rafael Morales Clarinero, en entrevista publicada en El Redondel el 7 de octubre de ese calendario, lo siguiente:

Hace tiempo que me habían hecho proposiciones, pero yo no me había decidido por romanticismo y cariño a una alternativa que me costó mucho obtener. De verdad que me “sudó el copete” para llegar a ella; pero me puse a pensar que otros toreros, Garza, Gorráez, Liceaga, Ricardo Torres y últimamente “El Callao”, la habían renunciado y tenido éxito y eso determinó que aceptara, a sabiendas de que el “paquete” es muy duro. De verdad siento una gran responsabilidad ante el público que siempre me ha alentado y es para mí una obsesión el dejarlo contento a como dé lugar…

Regresaría a la Plaza México y torearía dos novilladas, los domingos 7 y 14 de octubre de 1956. En esta segunda fue herido por Cabrillo, del ingeniero Mariano Ramírez, cuarto de la tarde. Y ya no regresaría a la gran plaza. Recibiría una tercera alternativa en Pachuca, el 16 de noviembre de 1959, de manos de Luis Castro El Soldado, con quien alternó en la lidia de toros de José María Franco, misma que ya no confirmó. Con ella llegaría al final de sus días en los ruedos y en la vida.

Tratando de terminar

Paco Ortiz fue el primero que salió a la escena pública en una temporada de novilladas que representó la alborada de una nueva Edad del Toreo en México, la de Plata. Las cornadas – fueron 8 las que recibió calificadas de graves – y quizás el destino no permitieron que escalara la cumbre de la tauromaquia como sus compañeros de generación, pero no era un hombre amargado, esto le contó a Clarinero en la entrevista citada antes:

Sinceramente no, me da tristeza no estar colocado en primer plano y no ser figura del toreo, pero que ellos estén bien me causa satisfacción y hasta me da ánimos. Esto de “El Callao” influyó en mí. Fue un vigoroso ejemplo de carácter, que espero seguir, si hay suerte…

Así veía la vida ese torero que, para la historia, siendo novillero, llenó la Plaza México. Paco Ortiz falleció en Pachuca el 13 de junio de 1984, apenas con 55 años de edad y tuvo la alegría de ver que la plaza de toros de Apan, su tierra, llevara su nombre para la posteridad.

domingo, 16 de agosto de 2020

1º de mayo de 1949: Jesús Córdoba hace su presentación en plazas europeas

Anuncio de la presentación de Jesús Córdoba en Lisboa
Diario de Lisboa, 30 de abril de 1949
De convenios y rupturas

Aunque desde el principio del año los ánimos estaban caldeados, fue a mediados de mayo de 1947, cuando Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Juan Belmonte Campoy y otros toreros que no hicieron campaña invernal en México, invocaron falta de reciprocidad de nuestras empresas y toreros y declararon definitivamente terminado el convenio de 1944 que regulaba las relaciones taurinas entre México y España. Ante tal hecho, Manolete y otros diestros que si actuaron en nuestras plazas en ese periodo, intentaron recomponer esa situación y lo reinstalaron un par de semanas después, pero el 28 de junio se declararon definitivamente suspendidas las relaciones taurinas entre ambos países.

En esa tesitura, se quedaron parados entre otros allá los matadores Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Carlos Vera Cañitas, Ricardo Torres, Manuel Gutiérrez Espartero y Antonio Toscano, así como los novilleros Pepe Luis Vázquez y José Antonio Chatito Mora. De nada valió que Carlos Arruza, otro de los afectados, fuera el Presidente de la Asociación de Toreros de España y de su Montepío, simplemente no fue escuchado y El Ciclón, al ver que su opinión no era tenida en cuenta, terminó por renunciar a ese cargo en septiembre de ese calendario.

Es interesante ver que Armillita, en entrevista concedida a El Tío Carlos en abril de ese mismo 1947, publicada en El Universal y después en La Lidia, en la que hace un análisis de su paso por los ruedos y anuncia su inminente despedida de los ruedos, estimó que la normalidad se restablecería en unos tres meses. La realidad es que los nuestros volvieron a los ruedos hispanos hasta el año de 1951.

Las otras plazas europeas

No obstante el cierre de las plazas de España para los nuestros, quedaban francas las de Portugal y las de Francia y durante los veranos, era casi mandatorio que fueran por allá a hacer campaña varios de nuestros toreros. Durante el boicot del 36, allí estuvieron para los nuestros y ahora allí seguían. En el año de 1949 Jesús Córdoba fue uno de los que acudieron a ellas. Estando en Aguascalientes, como visitante en la Feria de San Marcos, fue entrevistado para El Sol del Centro el día 21 de abril y manifestó entre otras cosas lo siguiente:

…La “cosa” taurina tenía que salir a colación. “Mi deseo – nos dijo – era actuar en la Feria de Abril. Tú te diste cuenta. Hace apenas cuatro meses que toree en Aguascalientes mi última corrida como novillero. Dos horas después mi apoderado, el doctor Ruiz, había arreglado un contrato para que yo toreara en las Fiestas. Luego hubo ciertas dificultades y el contrato se rompió. Fueron líos internos, Bueno, ahí será en otra ocasión”.

Córdoba esperaba ayer comunicación de México. Se mencionaba su nombre como uno de los probables espadas que saldrían en domingo en la Monumental en la presentación de Conchita Cintrón. Todavía no se sabía nada en firme. Se hablaba insistentemente de un mano a mano entre Capetillo y El Soldado; pero nada seguro. “Mira si no reaparezco el domingo allá – refiriéndose a la Capital – me quedaré aquí. Sí, hasta después del famoso día 25. Pero nada. Tengo pasajes para el día 27 a Portugal, en donde debutaré el próximo domingo”.

- ¿Te gustaría que se arreglara el intercambio taurino hispano – mexicano?

- ¡Claro que sí! Arruza ya está haciendo gestiones desde hace tiempo. Ahora vamos Antonio Velázquez, Gregorio García y yo. Todos metemos “canilla” en favor de la solución del lío. Yo me presento el 1o de mayo, actuando con Parrita que es una de las figuras españolas y Manolo dos Santos.

- ¿Cuántas fechas llevas contratadas?

- Quince, nos contestó. Pero hay posibilidades de que ese número aumente. Todo depende de lo que yo haga frente al toro. “Armillita” me ha dicho que allá me “pondré” mucho, pues el toro de lidia es más grande y de mayor pujanza que el de México. Y debe tener mucha razón porque conoce como nadie de toros, como lo está demostrando con su ganadería que será una de las mejores de México…

Así pues en ese orden de acontecimientos, El Joven Maestro sería el primero de Los Tres Mosqueteros en presentarse en las plazas de toros del otro lado del mar.

Lisboa, 1º de mayo de 1949

La empresa de Campo Pequeno anunció para esa fecha una corrida de toros – tourada le llaman allá – en la que a pie actuarían Pepín Martín Vázquez y el debutante Jesús Córdoba, con toros del Duque de Palmela y los caballeros en plaza Simao da Veiga y José Casimiro con toros de Francisco dos Santos y el grupo de forcados de Antonio Matías.

La tarde se torció en el aspecto climatológico, de acuerdo con la breve crónica aparecida en el Diario de Lisboa del día siguiente del festejo, firmada por F, en sustitución de quien tradicionalmente lo hacía como El Terrible Pérez y es, en traducción libre efectuada por este amanuense, de la siguiente guisa:

Si ayer hubiera sido un día primaveral, Campo Pequeno ciertamente se hubiera inundado, porque no solo era atractivo el cartel en su conjunto, sino que también había en él una persona que la afición, anhelaba ver en carne y hueso, tras las estupendas «faenas» de este «Currito de la Cruz», rehabilitando esta fiesta brava, tan distorsionada y dañada por películas, novelas y artículos pseudo – humanitarios...

Lamentablemente, el temporal que azotó con fuerza desde la madrugada, no solo perjudicó a la empresa, sino a los toreros y al público que, a su vez, dejó de lado una serie de pases redondos y dos molinetes del alegre y valiente sevillano, y unas notas con el capote, del mexicano Jesús Córdoba. Poco se pudo ver en la lidia con los trapos, de los cuatro toros de Casa Palmela, los cuales, descontando su amplia encornadura, estaban bien presentados y mostraron casta, bravura y suavidad, mostrando por qué la ganadería es de las primeras nacionales.

Los cuatro toros del Sr. Francisco dos Santos que salieron para los caballeros, también fueron de buena presentación, denotando las conocidas características de la finca ganadera de la que proceden, que tiene muchos admiradores en Portugal.

Simao da Veiga, a pesar de haber llevar en la lidia de toros ya un cuarto de siglo, mantiene la alegría que durante tantos años ha conquistado a nuestro público, al de España y al de México. Estuvo empeñoso, pisando los terrenos a los toros, y las ovaciones que le dieron fueron bien merecidas.

José Casimiro lució con su habitual seriedad y serenidad, clavando hierros largos y cortos en suertes que fueron justamente apreciadas y que le valieron una entusiasta llamada a los medios.

Alé nos dio con el capote, un poco del aire de su gracia, teniendo los peones restantes –Procopio, Correia, Joaquinillo, Gorjao, Gloria, Alemao, Navajas, Rubichi y Pla – voluntad de cumplir, luchando con el viento fuerte e incómodo.

Los forcados de Antonio Matías hicieron buenas pegas, como el «combolo», que funciona bien siempre que la «locomotora», – el  pegador – no «descarrile»...

Incomprensible la cogida de Jesús Córdoba – a quien queremos ver en una tarde más apacible – al intentar clavar un par, entrando al toro, sin pensar en la salida.

Manuel dos Santos, como siempre, es competente y rápido en la dirección de la lidia.

El próximo domingo fiesta para todos los paladares en Campo Pequeno. Parrita y otro torero, y destacan José Rosa Rodrigues y Fernando Salgueiro; y en Santarem el «mano a mano»  Diamantino – Manuel dos Santos con Simao y Manuel Conde.

Como se puede ver, salvo el hecho de que la fecha representó para Jesús Córdoba su primera actuación en un ruedo ultramarino, poco más hay para contar. 

La campaña europea de Córdoba en el 49

Al final del calendario Jesús Córdoba toreó en Europa once corridas, seis en Portugal los días 1º de mayo en Lisboa; 29 de mayo en Tomar; 31 de julio en Pavoa do Varzim; 8 de agosto en Guimaraes; 14 de agosto en Figueira da Foz y 28 de agosto en Espinho y cinco en Francia, el 19 de junio y el 14 de julio en Burdeos; el 19 de julio en Mont de Marsan; el 16 de agosto, en Collioure y cerró su temporada europea el 18 de septiembre en Arles.

Quizás el impedimento de actuar en ruedos españoles redujo el número de actuaciones de nuestros toreros en Europa, pero no impidió la circulación de ellos por esas tierras. Su paso por Portugal y por Francia es una arista de la historia de nuestra tauromaquia que está poco estudiada. Aquí un detalle de esos hechos que vale la pena averiguar. 

domingo, 23 de junio de 2013

Tesoros Taurinos de la Filmoteca de la UNAM: Recuerdos del Toreo en México (1947 – 1964)

La Edad de Plata del Toreo en México

Ya me había ocupado de la Edad de Plata, cuando se cumplieron sesenta años de la irrupción en los ruedos de los Tres Mosqueteros, terna integrada por Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, que alternando con quien fuera llamado el D’Artagnan de la tercia, el valentísimo torero de Apam, Paco Ortiz, tomaron el testigo de los diestros de la generación anterior, los que con justicia, representan nuestra Edad de Oro del toreo. La producción que ahora les presento, recopila en buena medida el tránsito de esa etapa histórica de nuestra Fiesta y para no entrar en repeticiones, les invito a pasar por este lugar para conocer mi pensar acerca de la época que cubre el DVD.

Recuerdos del Toreo en México

Fue en el mes de enero del año 2008 cuando la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), presentó el cuarto DVD de la colección Tesoros Taurinos de la Filmoteca de la UNAM, titulado Recuerdos del Toreo en México (1947 – 1964), el que se realizó bajo la supervisión del historiador mexicano José Francisco Coello Ugalde.

En esta recopilación se presentan imágenes de toreros como Rodolfo Gaona, José Rodríguez Joselillo, Miguel Báez Litri, Fermín Rivera, Jorge El Ranchero Aguilar, Joselito Huerta, Antonio Borrero Chamaco, Carlos Arruza, Antonio Ordóñez, Rafael Rodríguez, César Girón, Humberto Moro, Silverio Pérez, Fernando de los Reyes El Callao, Manuel Capetillo, Alfonso Ramírez Calesero, Diego Puerta, Manolo Dos Santos, José Ramón Tirado, Paco Camino, Jaime Rangel, Jesús Córdoba, Juan Silveti, Manolo Vázquez, Juanita Aparicio y Samuel Solís entre los más renombrados.

La producción audiovisual resulta de la revisión de más de un centenar de horas de cintas archivadas en la Filmoteca de la UNAM, mucho del cual estaba en mal estado y alguno, del más antiguo prácticamente en estado de descomposición. Por otra parte, señala Paco Coello en el tríptico de presentación de la producción lo siguiente:

Los materiales que aquí se exhiben formaron parte de un sinfín de noticiarios o quedaron como remanentes del trabajo televisivo (lo que todo buen cineasta denomina – como ya se dijo – “descartes”) que supone exhibir los mejores momentos de la corrida o las faenas más significativas de aquellos años. Pero hablamos del quehacer cinematográfico que, como sustento único de evidencias es la única fuente disponible para rehacer capítulos sobresalientes del toreo que se recuperan, afirmando la presencia de un conjunto de toros, toreros y personajes que brillaron con luz propia hace al menos medio siglo...

Así fue como se editaron esos materiales sobrantes, para dar al DVD la ligazón cronológica y la coherencia necesaria, de tal modo que los aficionados estuvieran en condiciones de apreciar el orden de la lidia y la manera en la que oficiaban los espadas filmados. 

Recuerdos del Toreo en México (1947 – 1964) está ilustrado además por la narración del propio José Francisco Coello Ugalde y en la treintena de capítulos de que se integra, veintiocho corresponden a un torero en particular, uno se dedica a la recopilación de una serie de diversos percances captados en ese espacio de tiempo, y al final se ofrece como material extra un reportaje titulado La hacienda de los toros bravos: Santín, de la que su entonces propietario, don José Julio Barbabosa encargó al fotógrafo de cine Julio Lamadrid y que deja en la cinta de plata, las imágenes del último encierro que ese ganadero lidiara de los entonces llamados toros criollos o nacionales, sin cruza de la simiente española que comenzó a importarse a principios del Siglo XX. A propósito de este último documento fílmico, dice Coello Ugalde:

Como remate, seleccionamos una joya, un cortometraje inédito, filmación del año 1929 donde el propietario de la hacienda de Santín, el señor José Julio Barbabosa encargó registrar el denominado reportaje con el título de: “SANTÍN. Domingo 7 de abril de 1929, gran corrida de toros de la acreditada ganadería nacional de SANTÍN”, bajo la idea de que… “de aquí a 50 años o más, los que vivan verán cómo se traían a Santín los toros, como se encajonaban, etc…”. La filmación y edición de la misma estuvo a cargo del reconocido camarógrafo Julio Lamadrid. Es decir, que se podrá admirar parte de un toreo anacrónico, el de una época que parece ya no corresponder con la realidad, puesto que esos toros, los “toros criollos” o los “toros nacionales” fueron una especie de ejemplares sacados del más primitivo de los órdenes de la crianza que hasta entonces privó en una de las haciendas ganaderas más emblemáticas de entre finales del siglo XIX y los primeros treinta del XX. Me refiero, no podía ser de otra forma, a Santín…

Aparte de las imágenes en movimiento, el DVD recopila en otro capítulo de material adicional, vistas fijas y datos biográficos de los toreros cuyas actuaciones fueron recogidas en película en su día y al inicio, la presentación del marco histórico general en el que los sucesos taurinos reseñados se produjeron.

En el acto de la presentación del DVD, José Francisco Coello expresó que la Filmoteca de la UNAM cuenta con uno de los acervos más ricos en el país y en América Latina y que diversos fondos de materiales son de gran importancia, existiendo en ella el suficiente material para realizar quizás unas diez producciones videográficas acerca de la Fiesta. Agregó que aunque se procuró incluir a la mayoría de los toreros del espacio temporal que cubre la obra, hay algunos diestros de los que no se pudieron localizar imágenes y ejemplificó el caso de Paco Ortiz, aunque por otra parte se pudieron obtener unos breves instantes de una actuación de Joselillo, quizás el torero que abre la cronología que comprende la recopilación.

Lo que el DVD aporta

Uno de los valores que a mi juicio tiene esta producción es el que nos deja ver, mediante la imagen en movimiento, la evolución del toro mexicano en las dos décadas que cubre el material central de la obra, haciéndose evidente el que de una manera directamente proporcional al afinamiento del tipo del toro, se comenzó con un proceso – que a mí me parece perverso – de reducirle la casta, lo que en alguna manera permite conseguir una mayor estética en la ejecución de las suertes, pero elimina la mayor parte de la emoción que produce el presenciar la lidia de un toro verdaderamente bravo.

Es preciso señalar, que dada la fuente del material – los descartes a los que alude Coello –, muchas de las faenas que se aprecian no son de las que entraron en la Historia del Toreo por representar grandes triunfos, pero cumplen con la intención general de la obra en cuanto a presentarnos la realidad a la que se refiere.

Con relación a los anteriores discos de la serie, cabría señalar que éste contiene un importante número de imágenes en color – algunas con la fuerte coloratura del glorioso technicolor – y que cubre los festejos dados tanto en la Plaza México como en el extinto Toreo de Cuatro Caminos.

Concluyo señalando que con esta presentación concluyo el análisis de los cuatro discos digitales que forman la colección en la actualidad, quedando en otros espacios de esta Aldea los comentarios acerca de los tres anteriores.

domingo, 22 de julio de 2012

18 de julio de 1948: Se presenta Jesús Córdoba en la Plaza México


Jesús Córdoba en 1949

El pasado miércoles se cumplieron 64 años de lo que podría considerarse como el arranque de la Edad de Plata del Toreo en México. En esa fecha se celebró la séptima novillada de la tercera temporada de festejos menores que se daba en el nuevo coso de la capital mexicana y debutaban en ella dos toreros. De raigambre familiar en León de los Aldamas, la tierra de Rodolfo Gaona y del entonces emergente Antonio Velázquez, pero con la particularidad de haber nacido en Winfield, Kansas, en los Estados Unidos de América, se presentaba Jesús Córdoba, que triunfó en una corta serie de novilladas que el picador Juan Aguirre Conejo Chico ofreció en el Rancho del Charro ubicado en la calzada de Ejército Nacional, donde ya por su manera clásica de hacer el toreo, se le comenzó a anunciar como El Joven Maestro.

El otro debutante era Rafael García, originario del Estado de México y que se decía era asilveriado en sus maneras frente al toro y el segundo. La cuarteta que enfrentaría el encierro de La Laguna a lidiarse esa tarde de domingo, la completaron el tapatío Luis Solano y otro joven que repetía después de que dos domingos antes, había puesto a la plaza más grande del mundo de cabeza al exhibir un valor desmedido y hasta temerario delante de los novillos, el hidalguense Paco Ortiz.

Jesús Córdoba se enfrentó esa tarde a Apizaquito y a Rondinero, cuarto y octavo del hierro titular y en ambos dio la vuelta al ruedo. La crónica enviada por el corresponsal de la agencia que transmitía la información al diario El Informador de Guadalajara, Jalisco, narra lo siguiente acerca de lo sucedido esa tarde:

Derroche de buena voluntad en la corrida de la Plaza México. Alternaron Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba.  
México D.F., julio 18.  – En la Plaza México se llevó a cabo la novillada de La Laguna, alternando Luis Solano, Paco Ortiz, Rafael García y Jesús Córdoba. Los cuatro alternantes hicieron un derroche de buena voluntad, siendo los más afortunados Paco Ortiz y Rafael García, que cortaron oreja a sus segundos... Paco, al banderillear a su primero en el segundo viaje, cita a un metro escaso de la jeta del animal, saliendo prendido por la taleguilla y arrojado a la arena, resultando ileso, y en su segundo, al buscar un forzado de pecho es prendido nuevamente, levantado y despedido... Con un valor característico da dos pases por alto mirando a los tendidos que le resultan de una manera temeraria, pues a cada pase se va metiendo en los propios pitones de la res. Vuelve a colocarse a un palmo del enemigo y sufre un derrote que le parte totalmente la taleguilla por el lado derecho... En su primero recibió la gran ovación, y en este último troza la oreja de su enemigo, por petición del público. 

Rafael García estuvo bien en su primero, que fue el tercero de la tarde, y en su segundo, que fue el séptimo, hace un faenón que se le premia como a Paco, con el apéndice de su enemigo... Solano estuvo desafortunado en su primero, pero no así en su segundo, que por su actuación le hace merecedor a la vuelta al ruedo... El cuarto de la tarde fue para Chucho Córdoba, su primero, al que al intentar el segundo viaje, después de haber señalado un pinchazo, es prendido por la entrepierna. Retornando al ruedo muy valiente, y dispuesto a jugarse el pellejo, coloca un formidable estoconazo. Se le ovaciona la faena de buena voluntad, ya que le tocó lidiar la res más mala y difícil de la tarde. En su segundo, el octavo de la tarde, hace una faena con prontitud, serenidad y torerismo, adornándose con pases de rodilla en tierra y un toque de pitones. Recibe fuerte ovación y el público pide la vuelta al ruedo, que le es concedida...

Transcribí casi la integridad de la crónica, pues me llama la atención de que el relator de la agencia de noticias ponga mayor énfasis en las actuaciones de Paco Ortiz y de Jesús Córdoba. El de Apam fue uno de los que cortaron oreja esa tarde, pero su actuación fue de esas que son emblemáticas del novillero que quiere ser. De la lectura de la crónica podemos desprender que fue entregado, sin verse la ropa cuando los novillos le echaron mano y jugándoselo todo a cara o cruz con tal de salir triunfante. En lo que narra de Jesús Córdoba, nos refiere escuetamente a un torero con valor y enterado, que sin arredrarse ante las complicaciones de su primer novillo, salió a demostrar que podía con él y ante el que se lo permitió, desplegó su tauromaquia clásica y dominadora.

Lo que me cuestiono es si hoy en día, un novillero que no terminara con las orejas en la mano, en una de las principales plazas del mundo, volvería a tener una oportunidad. En aquellos días, se valoraba la torería y la voluntad de ser; hoy, parece que solamente se mide a los toreros por su capacidad de cortar lo que Manolo Martínez llamó un día retazos de toro.

De los alternantes de esa tarde, Paco Ortiz terminaría toreando 9 tardes en la temporada; Jesús Córdoba, 8; Rafael García, 3 y Luis Solano tendría ese domingo su única aparición en ella. El serial constó de 29 tardes y en la número 24, celebrada el 31 de octubre, Jesús Córdoba ganó la Oreja de Plata en cerrada disputa con Paco Ortiz, quien pese a haber cortado un rabo, vio como el trofeo le era adjudicado al Joven Maestro, quien solo cortó una oreja esa tarde.

Luis Solano en 1949
De los alternantes de la tarde que les comento, Jesús Córdoba recibió la alternativa en Celaya el 25 de diciembre de ese 1948, de manos de Armillita; Paco Ortiz recibió una primera en Puebla en 1950, de manos de Silverio Pérez; después otra en Piedrahita, Ávila en 1951, de manos de Pablo Lalanda y una definitiva en 1958 en Pachuca, de manos de Luis Castro El Soldado; por su parte, Luis Solano recibe una en 1951 en León, Guanajuato, de manos también de El Soldado y la definitiva en 1953 en Barcelona, siendo su padrino Cayetano Ordóñez, en tanto que Rafael García se hará matador de toros en 1952, en Barcelona, apadrinándole Julio Aparicio.

La temporada de novilladas 1948 fue rica en prospectos, pues en ella surgieron toreros que tendrían trayectorias importantes en los ruedos como Alfredo Leal, Jorge El Ranchero Aguilar, Héctor Saucedo, Curro Ortega, Alfonso Pedroza La Gripa o Rubén Rojas El Jarocho. Aunque el real corolario de la temporada de novilladas 1948 fue la consolidación de Los Tres Mosqueteros, Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba – les cito ya por orden de alternativa –, llevando como una especie de D’Artagnan a Paco Ortiz. Los tres primeros fueron figuras del toreo por derecho propio y Paco Ortiz por diversas circunstancias vio truncado su camino al pasar al escalafón superior.

Mi enhorabuena al Maestro Córdoba por este aniversario y expreso mi esperanza que la manera de tasar el paso por las plazas de los novilleros en la actualidad sea de otro modo, porque solo así hay futuro posible para esta fiesta nuestra.

Aldeanos