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domingo, 24 de septiembre de 2023

23 de septiembre de 1923: Luis Freg es gravemente herido en Madrid (I/II)

Luis Freg herido por Pescador de Matías Sánchez
Madrid, 23 de septiembre de 1923
Foto: Portela - ABC

La carrera de Luis Freg en los ruedos estuvo plagada de percances. En el cuarto de siglo que duró, según a quien se lea, sufrió entre cincuenta y dos y setenta y cuatro cornadas y en más de una ocasión el torero de Nonoalco estuvo al borde de la muerte, o de la mutilación. En al menos los dos años anteriores al hecho que hoy me ocupa, su vida se vio seriamente comprometida por las heridas que los toros causan, y así en 1921, en la capital de España, fue herido en dos ocasiones, la primera el 27 de marzo, cuando un toro de Moreno Santamaría, el segundo de su lote en esa corrida de inauguración de temporada, le hirió al ejecutar la suerte de matar. Ese mismo toro, en un tumbo, le causó una herida en la cabeza al picador Manuel Granados Veneno, quien murió a causa de ella, el siguiente martes. 

La segunda cornada del 21 fue en la corrida del 25 de septiembre siguiente, cuando el segundo de la tarde y primero de su lote – el abreplaza se lo cedió a Nacional II que recibía la alternativa – lo volvió a herir en el mismo muslo derecho al ejecutar la suerte de matar. La diferencia en esta oportunidad es que El Rey del Acero estuvo tan valiente y con tanto lucimiento, que al retirarse por su propio pie a la enfermería – como parecía ser su costumbre – lo hizo con la oreja del toro en la mano. Un detalle importante a resaltar es que el heridor era de la ganadería de Matías Sánchez Cobaleda, antes Trespalacios.

En 1922, justamente el día 11 de marzo, sábado, se organizó en el Toreo de la Condesa una corrida a beneficio de los deudos de Ernesto Pastor. Se lidiarían seis toros de distintas ganaderías y contó Luis Freg a Armando de María y Campos que, si bien él ya había toreado un beneficio para ellos en Madrid, gustoso aceptó la encomienda, aunque con cierta incomodidad, porque le tocaría enfrentar un toro de Veragua que fue tentado y estuvo de semental en San Nicolás Peralta y eso le dejaba dudas sobre el juego que daría en la plaza. Ese toro le hirió en el mismo muslo derecho casi al abrirse de capa y le produjo una herida profunda que le seccionó la vena femoral.

El presidente Álvaro Obregón que se encontraba en el tendido, envió al doctor Pascual Millán, su médico personal y al afamado cirujano norteamericano William Mayo que estaban con él en el tendido, para auxiliar al servicio médico de plaza. Freg cuenta que estuvo a punto de perder la pierna por las infecciones y los problemas circulatorios que tuvo con posterioridad a las varias intervenciones que se le practicaron con la finalidad de curarle. Al final, la tenacidad del torero y la efectividad de los médicos taurinos mexicanos, fueron definitivos para que lograra continuar con su andadura en los ruedos.

La temporada española de Luis Freg en 1923

Luis Freg llegó a España el 8 de mayo de 1923 por el puerto de Vigo y casi de inmediato comenzó a actuar, pues el día 12 ya estaba presentándose en Valencia, para lidiar toros de los herederos de Esteban Hernández junto con Chicuelo y Fausto Barajas. Ese sería el arranque de una campaña que fue de una buena cantidad de corridas, porque Enrique Minguet Pensamientos, en su anuario Desde la Grada, le contabiliza 23 actuaciones en ruedos hispanos y franceses en plazas como Madrid, la ya nombrada de Valencia, Barcelona, Málaga, Salamanca, Pamplona, Santander o Nimes. Fue el matador de toros mexicano con más actuaciones en aquellas tierras ese año, siguiéndole Juan Silveti con 20; Rodolfo Gaona con 6; José Ramírez Gaonita con 5; su hermano Salvador Freg y José Flores Joselito con una cada uno.

La corrida del 23 de septiembre de 1923 estaba programada por el entorno de Luis Freg para cerrar su temporada en aquellas tierras y su regreso se produciría, según la prensa de la época, el martes 25 de septiembre, para comenzar a preparar su participación en la temporada 1923 – 24 de la capital mexicana.

La corrida del 23 de septiembre de 1923

Se anunció un encierro de Matías Sánchez Cobaleda, de Salamanca, antes Trespalacios, para Luis Freg, Victoriano Roger Valencia y José Roger Valencia II. Era la corrida que iniciaba la segunda temporada del año o la temporada de otoño de la plaza de Madrid. Para Luis Freg, era su segunda comparecencia en la Carretera de Aragón y según contó a Armando de María y Campos:

Ese año de 1923 iba muy bien, pero... un toro de Matías Sánchez me obligó a hacer un alto en el camino. Para el 23 de septiembre la empresa de Madrid anunció una corrida con seis toros de Matías Sánchez, antes Trespalacios, que deberíamos matar los hermanos Valencia y yo. Ya he dicho que los hermanos Roger han sido de mal fario para los Freg. Recuerdo la muerte de Miguel toreando con Pepe y la cantidad de veces que los toros me han cogido toreando con Pepe o con Victoriano. Esa tarde, pues, presentí la tragedia...

En la misma obra, Luis Freg aporta el dato de que el primer – y al final, único – toro que enfrentó esa tarde, se llamó Pescador y que fue de pelo ensabanado salpicado, aunque Don Prudencio, en su crónica en el diario madrileño El Mundo, lo refiere como un toro jabonero, salpicao y botinero. A saber...

La actuación de Freg ante ese toro, de acuerdo con P. Álvarez, cronista del diario La Correspondencia de España, fue de la siguiente manera:

Ayer toreó muy bien Freg de capa, veroniqueando con cuatro lances seguiditos. Un farol y dobló con media superior. En otro tiempo largó otro lance de maestro, y ceñido como un guante a la mano, remató con otra media verónica formidable… Freg oyó muchos aplausos, y aquello fue un acicate para animarle a la hora del tercio final. El toro, como ya hemos dicho, era un portento de nobleza, y empezó con el famoso pase de la muerte, que el mejicano dio erguido e inmóvil. Sigue la labor tranquilo, bien, apretándose con el Trespalacios, que toma la muleta admirablemente. Cuadra Freg, se le viene el toro encima y aguanta la embestida, dando un buen pinchazo. Hay palmas al valor, a la serenidad, en el encuentro inesperado; pero no es aquello lo que el matador desea. Unos cuantos muletazos más, y el toro, cansado del muleteo, huye. Lo recoge Alfredo Freg, que lo lleva a los tercios del 9, donde, después de otros pases sobrios, valientes, para que cuadre, queda el toro algo aculado a las tablas, con la cabeza alta. Freg ataca despacio, recreándose en la suerte, y mete todo el estoque en lo alto; pero el Trespalacios, que ha tomado la querencia a las tablas, espera, sin avanzar, y le engancha por el muslo. Luego le recoge de nuevo, le cornea, al parecer en la otra pierna, y además, debajo del sobaco derecho. Estalla la ovación al matador, que a recibir esa ovación venía seguramente Freg. Ve éste caer al toro, y con los brazos en alto contesta la ovación. Cae la fiera, y Freg, tranquilo, satisfecho, sonriente, recorre triunfalmente el camino, contestando a las palmadas. Lleva la taleguilla destrozada en las dos piernas y en la carne a descubierto no se ve un rasguño. Parece que no tiene nada, y marcha tranquilo, acompañado de su hermano, a la enfermería… Luego vemos que no sale, con alguna sorpresa, porque al principio dicen que va a ponerse el pantalón de un monosabio. Más tarde nos aseguran que tiene una costilla rota. El parte facultativo no llega al burladero de los diputados provinciales hasta el quinto toro. Vienen noticias cada vez más alarmantes. Está grave. Luego, que le van a dar la Santa Unción...

Como siempre que hay una cornada grave, circulan por el callejón y por los tendidos diversos rumores acerca del estado del torero herido, pero es hasta que se conoce el parte médico, cuando se confirma lo que las apariencias denuncian. En este caso, el doctor Jacinto Segovia rindió el siguiente:

Durante la lidia del primer toro ha ingresado en esta enfermería el diestro Luis Freg, a quien, después de un minucioso reconocimiento, se le ha apreciado una herida, por asta de toro, en la región torácica lateral izquierda, que interesa los planos superficiales, con fractura de las costillas cuarta y quinta, grandes desgarros en la pleura, penetrando en el tórax... Otra herida en el tercio superior, cara externa, del muslo izquierdo, de doce centímetros de profundidad, que interesa la piel, tejido celular y aponeurosis del plano muscular. Pronóstico gravísimo.

La herida fue empaquetada con gasas para inhibir la hemorragia y estabilizar al torero herido, y de esa manera decidir su traslado a un hospital para continuar su tratamiento. Así, entrada la noche del festejo, se le trasladó al sanatorio del doctor Mateo Milano en la calle de Zurbano, donde se le ingresó para continuar su tratamiento, vaciándose las gasas tres días después para iniciar las curas acostumbradas en aquellos días.

El 28 de septiembre fue visitado por Antonio Márquez y Nicanor Villalta, y el doctor Jacinto Segovia dio casi por curada la cornada del muslo, en tanto que pronosticó que la del tórax tardaría meses en restablecerse. Por esas fechas la prensa madrileña daba cuenta de la recepción de un extenso telegrama firmado nada menos que por el general Álvaro Obregón, en esos días, Presidente de la República Mexicana.

¿Corrida a beneficio?

El semanario The Times, dirigido por Federico Ramos de Castro Rodaballito, publicó un extenso editorial titulado Laureles rojos o Luis Freg, el indomable, en el que entre otras cosas, se dice:

Es preciso rendir un homenaje a este artista invencible y verdaderamente trágico, y THE TIMES, dirigiéndose al Sr. Jardón, cuyos buenos sentimientos e hidalguía no fueron desmentidos nunca; y dirigiéndose a Dominguín, como presidente de la Asociación del Matadores de toros y novillos, propicio siempre a favorecer y ayudar a sus compañeros, se atreve a proponer lo siguiente: No siempre se han de dar los beneficios a las viudas y a los inútiles. Tan justo o más es darle, en casos como éste, en que un torero, después de una temporada de lucha, cae gravemente herido en una de sus últimas corridas, perdiendo en su curación los escasos ahorros que pudo hacer, tras penalidades tantas… será de justicia que en el cartel de ese beneficio que, estamos seguros, ha de celebrarse, figure el nombre postergado de Salvador Freg, el hermano del infortunado Luis, tan bravo como él, y para el que sirve de padre el pundonoroso torero mejicano, que, cuando escribimos estas líneas, aún lucha con la muerte... Del Sr. Jardón, noble y compasivo, y de Dominguín, excelente compañero, nos permitimos esperar una contestación inmediata…

Rodaballito proponía eso el domingo 30 de septiembre y como fecha de realización el jueves 4 o viernes 5 de octubre siguientes. El festejo no se llevó a cabo y Luis Freg, conforme a la costumbre de la época, siguió sufragando los costos de su curación, pues la empresa de la plaza se hacía cargo solamente de los generados los tres días siguientes a la corrida.

El alta hospitalaria y el regreso a México

El diario La Correspondencia de España del 12 de noviembre de 1923 anunciaba en una gacetilla que, en la víspera, Luis Freg había salido del sanatorio del doctor Milano de la siguiente manera:

Hace ya cincuenta días que el valiente espada mejicano Luis Freg recibió un cornalón al entrar a matar en las tablas del 8... Aunque débil, ha abandonado el sanatorio, en franca convalecencia, y el sábado, a medio día, fueron sus amigos y familiares en automóvil para recoger al que de nuevo encontró la vida en una clínica... Freg se despidió cariñosamente de todos los de la casa donde le devolvieron la salud y la despedida de todos, médicos. enfermeras, practicantes v 1a dependencia, fue tan efusiva y emocionante como aquella que pinta Benavente en «La fuerza bruta»...

Se retiró a su domicilio en Madrid a terminar su recuperación y a preparar sus bártulos para volver a México, lo que se anunció en The Times del 23 de diciembre de ese año, acompañado de sus hermanos Alfredo y Salvador

La intención de Luis Freg era reaparecer en los ruedos en la temporada 1923 – 24 de el Toreo de la Condesa, pero dada la extensión que van tomando estas notas, espero terminarlas el día de mañana. 

domingo, 11 de septiembre de 2022

Armillita, ¿el invulnerable?

Armillita en El Toreo de la Condesa

Fermín Espinosa Armillita ha pasado a la historia del toreo por múltiples causas y todas ellas notables. Una de ellas reside en el hecho de que se considera que solamente sufrió una sola cornada, el 20 de noviembre de 1944, en San Luis Potosí, recibiéndola del toro Despertador de Zotoluca, fecha en la que actuaba mano a mano con Silverio Pérez. De ese asunto ya me he ocupado por este sitio (primera partesegunda parte) con alguna extensión y es dable que afirme que ese percance representó ser el más grave de la carrera del Maestro, porque la excavación de las hemerotecas refleja que no fue el único que sufrió en casi tres décadas de enfrentarse a los astados en público. 

Los percances a los que haré referencia, según podrán apreciar, no revistieron mayor gravedad, pero reflejan que al final de cuentas, Armillita era un ser humano, superdotado, sí, pero hombre al fin y por esa razón, proclive a cometer errores, de esos que cuestan heridas a los toreros.

El Toreo de la Condesa, 8 de agosto de 1926

Ese domingo fue una tarde lluviosa que impidió que se concluyera el festejo, suspendido justo cuando el quinto de la tarde había saltado a la arena. La tarde no fue muy plácida para don Antonio Llaguno, que vio regresar a los corrales al cuarto del festejo por manso y para mayor incomodidad suya, ser sustituido por uno de Piedras Negras.

Armillita solamente se enfrentó al tercero, de la ganadería anunciada y conforme a la relación publicada en Toros y Deportes y firmada por Rafael Solana Verduguillo, sucedió lo siguiente:

La faena que ejecutó Fermín con el de San Mateo, resultó larga y un tanto esaboría. Comenzó el chiquillo toreando por bajo, por ver de hacer parar a su adversario, que no estaba quieto un momento. Castigó Espinosa, dio varios muletazos de maestro; pero eso no duró mucho. Dejó que el toro se repusiera, y luego se dificultó su muerte… Hubo momentos en que Fermín se impuso y dominó la situación, y otros en que dejó que el torito hiciera lo que le diera la gana. En un instante de duda, “Armillita” se llevó un achuchón, y esto lo descompuso; después ya no paró lo debido, y en una de tantas se dejó meter al toro y resultó enganchado. De pronto nadie dio importancia al percance; un susto y nada más; Fermín continuó la lidia, y no fue sino hasta que se desvistió cuando se dio cuenta que estaba herido. El doctor Francisco Ortega, Médico del Montepío de Toreros, nos proporcionó el siguiente parte facultativo:

“El matador de novillos toros Fermín Espinosa ‘Armillita Chico’, presenta las lesiones siguientes: Herida contusa por cuerno de toro, en la pared posterior de la axila derecha, como de cuatro centímetros de extensión, interesando piel, tejido celular y aponeurosis, descubriendo fibras musculares. Un varetazo en la región costal y anterior derecha. Dichas lesiones fueron curadas después de la corrida en el Sanatorio del Montepío de Toreros en México, y son de las que tardan en sanar menos de quince días. – Firmado: Doctor Francisco Ortega”.

Fermín Espinosa mató al toro que lo hirió, de cuatro pinchazos y una media bien puesta. Cada vez que el espada hacía el viaje, el toro se tapaba y no había manera de meter el brazo; por eso resultó pesada la labor del coahuilense.

Como lo dice el parte médico, la lesión tardó en sanar menos de quince días, pues al siguiente domingo, Armillita se volvía a presentar en El Toreo para actuar junto a Edmundo Maldonado Tato y Julián Rodarte, en el debut de la ganadería de Matancillas, tarde en la que le cortó las orejas y el rabo al primero de su lote, asunto que ya he comentado aquí.

Pamplona, 9 de julio de 1928

En esa fecha se celebraba en Pamplona la llamada Corrida de Prueba, un festejo que tenía por intención el ofrecer toros a precios económicos a diversos núcleos de afición que quizás no podían permitirse la adquisición del abono completo para San Fermín. Ángel Erro, del Club Taurino de Pamplona, me lo explica así:

La corrida de prueba se celebraba en Pamplona durante la mañana de un día de fiestas, habitualmente el día 8 o 9, alrededor de las 9 de la mañana… tenía como fin – de ahí lo económico de las entradas –, la asistencia de jóvenes, guarniciones militares y personas con menor capacidad económica. En ella actuaban los matadores contratados para la feria, lidiando un toro por coleta, tres o cuatro en cada festejo… Por la tarde se celebraba la corrida organizada para ese día… a partir de la primera década de 1900 se trasladó a la tarde, y desde 1929… hasta su desaparición en 1934, ya fue una corrida normal con seis astados, aunque de forma testimonial, se mantuvo el nombre de “Corrida de Prueba”. Hay poca documentación al respecto de su origen…

Pues bien, la Corrida de Prueba de 1928 la torearían Marcial Lalanda, Francisco Tamarit Chaves, Vicente Barrera – quien sustituía a Martín Agüero – y Armillita quienes enfrentarían dos toros de Antonio Flores, anunciados como antes Braganza y dos de Villagodio. La breve relación del corresponsal del ABC madrileño, publicada el 10 de julio siguiente, dice a este propósito:

Realizado el paseíllo suéltase el primero, “Almendrillo”, negro, bragao, perteneciente a la ganadería de Flores. Lalanda sujeta al toro, veroniqueando desde lejos. Lalanda y Armillita quitan regular, Armillita sale perseguido, enganchado por la taleguilla y cogido aparatosamente. Se levanta por su pie y se retira a la enfermería en brazos de las asistencias... El parte facultativo dice que Armillita tiene un puntazo leve en el muslo izquierdo, lesión que le impide continuar la lidia...

Ha sido Antonio Fernández Casado quien en su libro titulado Dr. Jacinto Segovia Caballero: Cirujano de la Plaza de Toros de Madrid, militante socialista y exiliado en México me puso sobre la pista de este percance y de este tema. Y es que en la relación de intervenciones destacadas que tuvo el cirujano, se relaciona ésta.

Armillita, tras las primeras curas en la enfermería de la plaza, fue trasladado a Madrid, avisándose al doctor Segovia de que su intervención sería necesaria. Así se relata en El Heraldo de Madrid del 10 de julio siguiente:

Esta mañana, a las nueve y cuarto, llegó a Madrid el diestro Armillita Chico, que resultó herido por un toro de Flores en la corrida celebrada ayer tarde en Pamplona… Acompañaban al diestro los individuos de su cuadrilla y el apoderado, D. Victoriano Argomaniz… Desde la estación se trasladó al herido a su domicilio, calle de la Salud, número 5. El doctor Segovia reconoció la lesión, que se halla situada en la cara interna del muslo derecho. Su extensión es de unos diez centímetros por cuatro de profundidad… Armillita tardará en curar diez o doce días. No podrá torear hasta el 22 en San Sebastián. Por tanto, perderá varias fiestas, entre ellas la del día 15 en La Línea…

Se dirá que fue apenas un puntazo hondo, pero la realidad es que, Diógenes Ferrand, corresponsal de Toros y Deportes en España, relató para el número de este semanario mexicano salido a los puestos el 27 de julio, lo siguiente:

El doctor Segovia me manifestó que, a su juicio, de no sobrevenir complicaciones, que no eran de esperarse, tardaría de diez a quince días en curar… Por la abundante hemorragia que sufrió, el estado de Fermín era de bastante debilidad… Según me manifestaron Argomaniz y los hermanos de Armillita éste no se amilanó ni tuvo el menor momento de desmayo… No perdió el conocimiento al ser cogido y aguantó con entereza y sin cloroformizar la cura que le hicieron… La causa principal de la cogida, según me manifestó Fermín, fue porque en el momento de estrecharse mucho en la media verónica, el toro hizo un extraño por haberle llamado la atención, sin quererlo, un mono sabio, que se cruzó detrás y cerca del diestro…

El percance le costó a Armillita el estar en el dique seco durante prácticamente dos semanas, pues reapareció hasta la corrida goyesca de San Sebastián el día 22 siguiente alternando con Manuel Jiménez Chicuelo, Marcial Lalanda, Joaquín Rodríguez Cagancho y el rejoneador Antonio Cañero, con toros de Santa Coloma.

San Martín de Valdeiglesias, 11 de septiembre de 1929

La corrida de feria de esta localidad madrileña se dio con cuatro toros de José García – anunciados como antes Aleas – para Julián Saiz Saleri II y Fermín Espinosa Armillita, llevando como sobresaliente a Saturio Torón. En esta oportunidad fue también en su turno al quite del que abrió plaza, cuando fue lesionado. La breve reseña del vespertino La Voz de Madrid, señala:

Primero. — Saleri es aplaudido en tres verónicas. Armillita se luce en su turno; pero al rematar sufre un palotazo y se ve obligado a ingresar en la enfermería. Se aplaude un buen par de Saturio Torón. El toro se declara manso, y Saleri hace una faena de aliño para una estocada a paso de banderillas…

El corresponsal de la agencia Febus remitió a los diarios de Madrid el siguiente parte médico:

Fermín Espinosa (Armillita Chico) ha ingresado en esta enfermería con una herida punzante en el segundo espacio interdigital de la mano derecha, de pronóstico leve, y no le permite continuar la lidia.

La lesión, así leída, parecía ser prácticamente insignificante, pero le costó reaparecer hasta dieciocho días después en Jerez de la Frontera, cuando compartió cartel con Nicanor Villalta, y Martín Agüero, para lidiar toros de Pérez de la Concha, que fue la antepenúltima de su campaña en aquellos ruedos, que terminó el 27 de octubre en Barcelona.

De este percance se cumplen hoy 93 años de que ocurrió.

Bogotá, 14 de febrero de 1954

El 20 diciembre de 1953 se produjo en Aguascalientes la reaparición de Armillita en los ruedos, después de que se había despedido de ellos en la Plaza México el 3 de abril de 1949. Esa vuelta a vestir el terno de luces sería breve, pues apenas constó de 15 actuaciones, de las cuales dos fueron en el extranjero, una en Bogotá, en la que para lidiar toros de Clara Sierra alternó con Antonio Ordóñez y Emilio Ortuño Jumillano y otra en Arles, Francia, el 20 de junio.

Armillita se mostraba optimista de su porvenir en ese inicio de su reaparición y así se lo expresó a quien firmó como Picas en el diario El Tiempo de la capital colombiana:

Me siendo más seguro que nunca, he toreado miles de corridas, pero el temor ante lo incierto, ante el enigma de cómo embestirán los toros, no se pierde nunca... Con la muleta estoy más a gusto; pero no comparto con la tendencia moderna de casi suprimir las suertes de capa. Esta es muy bella y tiene tantos matices... Ahora salgo a torear en Bogotá como un debutante... Hace años cuando estuve, las cosas no se prestaron para grandes hazañas. Ojalá hoy pueda justificar mi larga historia ante un público tan entendido y respetable como es este...

Al día siguiente de la corrida, una fotografía ilustró la primera página de El Tiempo, un toro prácticamente llevaba en cada pitón a un torero. El pie de foto resume extraordinariamente el momento:

El cuarto toro de la corrida de ayer, un poderoso ejemplar de doña Clara Sierra hizo una extraña embestida mientras Armillita lo toreaba en forma magnífica y lo enganchó derribándolo como se ve en la foto. Su banderillero Jesús Meléndez acudió prontamente al quite, pero con tan mala suerte que también fue cogido y así en breves segundos los dos mexicanos quedaban fuera de combate. Milagrosamente ninguno de ellos sufrió la cornada que parecía inevitable y solo ligeras magulladuras y varetazos sin mayores consecuencias. Pocas veces la cámara fotográfica había registrado con tanta oportunidad un momento de tal dramatismo en la fiesta brava.

El Maestro pasó en ese día un nuevo momento de apuro. La crónica del citado Picas, entre otras cosas dice:

Lanceó bien, banderilleó colosalmente, toreó por derechazos armónicos y templados, dio en su segundo sus impecables naturales... y hasta fue cogido ¡cosa extraña!, en un derrote inesperado, pero el maestro no se arredró, sino que volvió a la pelea con más coraje. Macheteó como se hacía en las épocas en que aún se lidiaban los toros y coronó sus faenas con buenas estocadas. Cortó la oreja de su segundo en medio de enorme ovación y del grito consagratorio de “¡torero!, ¡torero!”. Sí señores, TORERO con mayúscula, torero en el más largo y ancho sentido de la palabra... Porrazos y traumatismos. – Armillita, varetazo en el muslo derecho y varias heridas en los dedos de la mano izquierda, heridas producidas con la espada...

Esta última no fue una herida por cuerno de toro, pero sí a causa de sus embestidas. A propósito de las heridas causadas por los toros, expresó Frascuelo:

Los toros dan esto porque no pueden dar otra cosa. Si dieran caramelos daría gusto torear. Pa evitar verse así no hay más que dos caminos: huir o cortarse la coleta… El que no quiera eso, que se meta a obispo...

El Maestro seguramente tenía presente ese razonamiento y nunca echó la pata pa’tras.

Esta lesión fue la que menos detuvo el andar de Armillita, pues el domingo 21 siguiente reaparecía en Monterrey para lidiar toros de San Mateo en unión del peruano Rafael Santa Cruz y el albaceteño adoptivo – nació en Iniesta, Cuenca – Manuel Jiménez Chicuelo II.

Concluyendo

Armillita fue poco castigado por los toros en casi tres décadas. Ya lo decía al inicio, solamente sufrió una cornada calificada de grave. Escribe Leonardo Páez:

… Fermín Espinosa Saucedo supo equilibrar… la miseria con el prodigio de ser hombre, y provocar en quienes lo aclamaron y en quienes, lo seguimos admirando, un orgullo profundo como aficionados pensantes a la misma Fiesta que tanto amó y a la que tanta grandeza dio…

Por razones así, es que Fermín Espinosa Saucedo Armillita es considerado uno de los más grandes de la historia del toreo.

domingo, 14 de agosto de 2022

14 de agosto de 1931: Muere Gitanillo de Triana en Madrid


Hace algo más de un año intenté contar en estas mismas páginas los sucesos en torno a la gravísima cornada que le infirió el toro Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero a Francisco Vega de los Reyes en la octava corrida del primer abono de la temporada madrileña del año 31. Dejé dicho al final de la larga disertación, que llegado el día, me ocuparía del desenlace de esa trágica tarde, ocurrido 75 días después, en el sanatorio del doctor Crespo. Pues bien, esa fecha se ha llegado. 

Los partes facultativos

El doctor Jacinto Segovia, tras de examinar al torero herido en la enfermería de la plaza de la Carretera de Aragón, emitió el siguiente parte médico, aparecido en los diarios nocturnos de la fecha del festejo (Heraldo de Madrid y La Voz) y los del día siguiente:

«Durante la lidia del tercer toro ingresó en esta enfermería el diestro Francisco Vega (Gitanillo de Triana), con una herida de asta de toro en el tercio medio, del muslo derecho, con rotura de los músculos cuádriceps y aductores; otra en el tercio medio del muslo izquierdo. parte interna, con rotura de los músculos cuádriceps y aductores, y otra en la región sacrocoxígea, penetrante en la cavidad pelviana, con rotura del sacro y sección y arrancamiento del nervio ciático mayor. No puede precisarse la profundidad de la herida por el estado del diestro. Pronóstico muy grave. – Doctor Segovia».

Tres días después de la corrida, en el periódico madrileño El Sol, que en su primera página a diario se ufanaba de no publicar noticias relativas a la fiesta de los toros, se publicó el siguiente parte complementario:

«Como consecuencia del arrancamiento de las raíces del nervio ciático mayor (plexo sacro) ha quedado desgarrado el fondo del saco dural, presentándose una abundante eliminación de líquido cefalorraquídeo por la herida operatoria, existiendo el peligro de presentación de una meningoencefalitis que ensombrecería totalmente el pronóstico. – Doctor Segovia».

Como se puede leer, las lesiones que sufrió Curro Puya eran de una gravedad extrema y dada la técnica con las que eran atendidas en aquella época, se procedió a la ligadura de los vasos rotos y al aseo y taponamiento de las heridas en las zonas musculares, la de la región sacro – coxígea se dejó abierta, esperando que la naturaleza hiciera su trabajo y sanara por sí sola.

La evolución del torero herido

Para el día 6 de junio, los diarios de Madrid informaban que ya se había detectado una meningoencefalitis en el torero, y para el 11 de junio, se le diagnosticaba una neumonía basal derecha. Es decir, la evolución de los primeros días no era nada halagadora. Se le mantenía acostado boca abajo inclinado y sometido a fuertes sedantes para paliar sus dolores.

El 17 de junio se le hizo una transfusión de sangre, donada por su amigo Eleuterio Remondo Cojito, fueron 700 c.c. y después de ese procedimiento, mejoró notablemente. A partir del día 4 de julio, las informaciones de la prensa aseguraban que Gitanillo de Triana se reportaba muy aliviado.

Pero a partir del día 28 de julio, su estado se comenzó a deteriorar. Las heridas de las zonas musculares comenzaron a sangrar abundantemente por deshacerse las ligaduras de los vasos. Dice la edición del Heraldo de Madrid del 30 de julio:

«Es digna de todo elogio la labor del médico ayudante del sanatorio Dr. José Seguí, que supo acudir a tiempo en las hemorragias del pasado domingo y de ayer, por lo que libró al herido de una muerte segura... La herida de la cadera no ha sido operada todavía, pues esperaban los médicos que el herido recobrara fuerzas para poder intervenir... Tanto el doctor Goyanes como el doctor Segovia se muestran, muy pesimistas... Anoche hubo necesidad de aplicarle varias inyecciones para reanimarle, y en la madrugada se le pusieron otras de pantopón, para que pudiera conciliar el sueño...»

El testamento del torero

Dentro de la gravedad que se iba generando, Curro Puya se mantenía lúcido y solicitó a su representante don Francisco Arranz que convocara a un Notario para otorgar testamento. El diario La Libertad de Madrid, relata lo siguiente en su edición del 15 de agosto de 1931:

Personado el notario en el sanatorio, el herido dictó su última voluntad con voz serena. Terminado el testamento, y al querer leerlo el notario, le atajó Curro, diciéndole: No hay que quitar ni poner ni una coma. Tráigalo para firmar. Lo que hizo con pulso firme. Francisco Vega nombró herederos universales a sus padres. Deja una pequeña cantidad en dinero. Con los primeros ahorros que consiguió compró una casa, que regaló a sus tres hermanos casados, que son quienes la habitan; después compró otras tres casas, las tres en Sevilla, y situadas en las calles de Santa Patrona 43; plaza de la Mata, y la que él habitaba en la calle de San Jacinto, 85. También deja una manda para que un sobrino suyo a quien la familia llama «Currito» pueda estudiar una carrera...

Esa fue la fortuna material que dejó uno de los más puros intérpretes del toreo a la verónica que ha conocido la historia del toreo.

El fallecimiento de Curro Puya

A las siete y media de la mañana del 14 de agosto de 1931, el torero de Triana dejó de existir. Aparte de las lesiones de las cornadas de Fandanguero, su estado se fue deteriorando. Escribe el redactor del diario Ahora:

A consecuencia de la lesión nerviosa, sufrió una retención de orina y, a consecuencia de ésta, una fístula uretral a nivel del escroto... A todo esto, hay que añadir que este Job de la tauromaquia tenía que estar acostado boca abajo, lo que le impedía descansar apropiadamente... Aun se le produjo otro derrame por la herida de la nalga. Se taponó la herida, pero volvió a producirse la hemorragia a poco de destaponarla... El estado de fiebre constante, unido a toda esta serie de calamitosas complicaciones, tenían al enfermo en un estado de postración muy grande... Luego le aparece la albúmina y se le complica el riñón y el hígado...

En suma, en la jerigonza de los médicos de hoy, bien podríamos afirmar que la causa de su muerte fue una falla orgánica múltiple derivada de las lesiones traumáticas sufridas en la plaza de Madrid.

El 15 de agosto, se verificó la necropsia al cadáver de Francisco Vega de los Reyes. Esto dijo casi toda la prensa madrileña al respecto:

Ayer mañana, a las ocho, los doctores Crespo y Seguí practicaron la autopsia y embalsamamiento de cadáver. Se han comprobado los enormes destrozos producidos por las astas en el cuerpo del desgraciado torero. La herida de la cadera era profundísima y le atravesaba el peritoneo.

La herida se trató conforme a las técnicas quirúrgicas comúnmente aceptadas en la época y con los medicamentos que se tenían a disposición – no había antibióticos, ni siquiera sulfas – así que el resultado podría calificarse, en retrospectiva, como previsible.

Las reacciones al desenlace

El fallecimiento de Gitanillo de Triana generó toda clase de reacciones de afecto hacia el torero fallecido y su familia. Uno de los hechos notables fue el que los ingresados en el Sanatorio de Toreros que se sintieron en condiciones, pidieron autorización a los médicos para asistir al funeral en Madrid. Dice la nota de El Liberal:

Se ha registrado un caso curioso, que demuestra las extraordinarias simpatías de que gozaba el diestro entre sus compañeros. Los toreros heridos que se hallan hospitalizados en el Sanatorio de Toreros y que se encuentran en estado satisfactorio pidieron permiso a los facultativos para rendir el último homenaje a su amigo Gitanillo, y algunos de ellos estuvieron esta mañana orando ante el cadáver del malogrado artista. Entre éstos se encontraba el banderillero Manuel Prieto (Varé), que resultó herido gravísimo en la misma corrida en que sufrió la cogida que le ha causado la muerte a Gitanillo de Triana.

Por su parte, Federico Morena, en el Heraldo de Madrid, reflexionaba lo siguiente:

¿Por qué usaba el remoquete de Gitanillo de Triana? Es, realmente, inexplicable, puesto que tenía un nombre de una sonoridad eminentemente faraónica: Francisco Vega de los Reyes, y un apodo de sabor netamente taurino: Curro Puya.

Hace poco me decía su representante en Madrid, el bueno de Paco Arranz, que sentía verdadera veneración por su pobre amigo:

- Urge que desaparezca de los carteles el seudónimo Gitanillo de Triana. Tiene «jettature». Yo creo firmemente que todas las cosas malas que le suceden a Curro, es por usarlo...

La corazonada de este hombre, todo corazón, se ha cumplido, Gitanillo de Triana tenía, efectivamente, «jettature».

Antonio Conde

Escribe Antonio Díaz Cañabate:

No creo que ningún magnate del mundo, por muy poderoso que sea, pueda tener nunca a su lado un servidor de las condiciones excepcionales y valiosas de un mozo de espadas. Hablo, claro está, de los verdaderos mozos de espadas, porque ya sé que en planeta de los toros abundan los pícaros que a todos los menesteres taurinos llevan su picardía. Un auténtico mozo de espadas es el hombre de confianza del matador y algo más: sus pies y sus manos. Un torero puede prescindir de mucha gente que le rodea en la plaza y fuera de la plaza, pero jamás de un mozo de espadas.

Antonio Conde era el mozo de espadas de Curro Puya. Y desde que se puso el terno gris perla y plata – llamado miércoles de ceniza por los gitanos – el último día de mayo del 31, hasta la hora en que exhaló el último suspiro, no se desprendió del lado de su torero. Fue la única persona que siempre estuvo junto de él. Escribe Gregorio Corrochano en el ABC madrileño del 15 de agosto de 1931:

Merece destacarse este caso de Antonio Conde. Le acompañó a la enfermería el día 31 de mayo, y a su lado estaba todavía esta mañana del 14 de agosto, cuando la muerte llegó. Tiene las piernas hinchadas de no acostarse. No sabe ya lo que es dormir en un lecho. Y a un hombre así se le llama mozo de estoques. Esto quiere decir que mozo de estoques es algo más de lo que su nombre indica. Es el íntimo, el confidente, el criado amigo y cordial, el que se alegra con los éxitos y sufre con las desgracias, el que le lleva a la enfermería, y le asiste en el hospital, y no se separa, ni se acuesta, no vaya a entrar la muerte mientras él duerme. Y a esto, a un hombre así se le llama mozo de estoques...

El mozo de espadas no concreta su labor meramente a entregar los estoques al torero o a ayudarlo a vestirse en la soledad de la habitación del hotel. La descripción que hace Corrochano es bastante amplia y completaría este apartado con una reflexión de Conchita Cintrón escrita en 1973:

Qué poco se ha dicho del mozo de espadas. Y, sin embargo, sin él no sería igual la fiesta. De los años pasados en el ruedo, lo que más extraño es su presencia amiga y dedicada; su figura ejemplar de fiel servidor. Y es que servir es un arte. Y cuando hemos sido bien servidos, jamás podemos olvidar la deuda contraída con quien nos sirvió…

Es por eso que hago este aparte, para recordar la real abnegación de Antonio Conde por servir a su torero, hasta el momento final.

1931, un año teñido de sangre

El año de 1931 fue un calendario sangriento en las cosas de los toros. Por heridas por asta de toro murieron el 30 de junio Sotito banderillero, en Haro, La Rioja; el novillero Miguel Olza Vaquerín el 1º de agosto en Madrid, donde era tratado de una cornada recibida en Calasparra; otro novillero, Manuel López Regional, el 10 de agosto, también en Madrid, a causa de una herida sufrida en Tetuán; el banderillero Francisco Llopis, el 16 de agosto, en Madrid, fue herido en Parla, Toledo; Isidoro Todó Alcalareño II, el 23 de agosto, en Madrid; Manuel Crespo Crespito banderillero, el 22 de octubre, en Madrid y fue herido en Torrelaguna. A estos funestos resultados, bien podemos sumar la defunción de Carmelo Pérez, el 18 de octubre en Madrid, herido en México el 17 de noviembre de 1929.

Ocho toreros fallecidos a causa de las cornadas de los toros en un año. 

Una aclaración oportuna para quintacolumnistas y también para aficionados

Corre la versión, como verdad sabida - incluso en la afamada enciclopedia de internet - de que el percance de Curro Puya se publicó a todo trance en las primeras planas de los diarios madrileños al día siguiente de ocurrir y de que la nota de su fallecimiento mereció en su momento meras gacetillas. Nada más falso. La información pertinente ocupó los debidos espacios en las páginas dedicadas a la fiesta en los diarios e incluso, en el que se ufanaba de no dedicarle una sola línea - El Sol -, se vio precisado a ocuparse del tema. 

Es sencillo querer desinformar para desprestigiar. Pero afortunadamente allí están los archivos y las hemerotecas que dejan clara la verdad. La prensa madrileña y también la de Sevilla siguieron día a día la evolución de la tragedia de Gitanillo, que en paz descanse.

domingo, 17 de julio de 2022

17 de julio de 1927: Refulgente Álvarez recibe la alternativa en Madrid (I/II)

En "Los Toros" Madrid, 1910

Refugio Pérez Álvarez nació en Vizarrón de Montes, Querétaro, el 9 de febrero de 1888. Ya por el primer lustro del siglo XX, es decir cuando tenía unos 17 o 18 años, hacía sus primeras armas en lo que pretendía fuera su destino de vida, intentaba ser torero. En 1909, las crónicas de un festejo celebrado el miércoles 6 de enero de ese año, en el que actuaba la Cuadrilla Juvenil Mexicana en la que fungían como matadores Carlos Lombardini y Pedro López, consignan la destacada actuación del queretano con los palos y en la brega en los turnos que le correspondieron.

Posteriormente, en ese mismo año, pero en la publicación madrileña Respetable Público, se consignaba que Eduardo Margeli, Enrique Merino El Sordo y Manuel Martínez Feria presentarían en España a esa cuadrilla juvenil, integrada por: Carlos Lombardini y Pedro López como matadores; Ramón Frontana, Cenobio Esparza, Arturo Frontana Portugués Chico y Luis Martínez, picadores; y, Manuel Rodríguez, Luis Frontana, José Ávila y nuestro personaje, Refugio Pérez, como banderilleros. El anuncio era de la siguiente guisa:

¡¡Gran novedad taurina!! ‘Tournée’ por España durante 1909 de la notabilísima cuadrilla juvenil mexicana. Espadas: Carlos Lombardini y Pedro López. Esta superior cuadrilla, organizada en 1906 por los señores M. Martínez y E. Margeli y compuesta por dos matadores, un sobresaliente, cuatro picadores y seis banderilleros, ‘todos mexicanos’, llegará a España en marzo, pudiendo las empresas que deseen contratarla dirigirse desde luego a su representante Mariano Armengol, Plaza de toros de Barcelona, o a su agente en Madrid, Juan Manuel Rodríguez, Ave María 29.

Refugio Pérez siguió toreando como hombre de plata y con ese nombre a las órdenes de diversos toreros durante algún tiempo más.

Nace Refulgente Álvarez

En diversas notas del año 1911, se hace mención a la temporada que hacía en España Luis Freg. La primera de ellas, contenida en el semanario Arte Taurino de Madrid, fechado el 20 de septiembre de 1911, se consigna un festejo celebrado en Almería el día 3 anterior, mismo en el que Luis Freg fue herido por Puntillo, número 78, berrendo en negro, último de la tarde, de una cornada en la región perineal de 15 centímetros de profundidad y señala que un banderillero llamado Refulgente Álvarez era parte de su cuadrilla.

En otra, también aparecida en el mismo Arte Taurino, éste, del 5 de noviembre, se cuenta que el 23 de octubre anterior, el Rey del Acero regresó a México después de una corta campaña europea iniciada el anterior mes de septiembre y que regresaba acompañado de su banderillero Refulgente Álvarez y que el matador haría su presentación en El Toreo el segundo domingo de ese penúltimo mes del año.

Así pues, podemos ver que, en algún momento entre julio de 1909, cuando se anunció la actuación de la Cuadrilla Juvenil en España y la llegada de Freg a esas tierras en 1911, Refugio Pérez decidió cambiar su nombre artístico y, por lo visto, separarse también de la cuadrilla juvenil para andar por su cuenta. Lo que no pude encontrar en los textos, fue la razón de esa modificación de nombre artístico.

Refulgente, pero por su valor

Para el año de 1915 ya no iba en las infanterías de otro jefe de cuadrilla, sino que capitaneaba la propia. El 26 de diciembre de ese año se presenta en El Toreo en un festejo organizado a beneficio de la Navidad de los militares. Alternó con Julio Martínez Templaíto, Vicente García Mellaíto, Ricardo Ortiz y Luis León ante toros de San Diego de los Padres, Santín, San Nicolás Peralta, Piedras Negras y La Laguna. Templaíto mató dos esa tarde, pues Eligio Hernández El Serio, anunciado para abrir el festejo, no alcanzó a llegar a tiempo al mismo. Así contó su actuación Volapié en el diario El Pueblo de la capital mexicana, del día siguiente al del festejo:

Tercero. – De San Nicolás Peralta, negro, bragado y coliblanco. Refulgente Álvarez da un cambio de rodillas y ocho verónicas ceñidas. “Berrendo”, Conejo y Luis Martínez, que están de tanda, castigan al astado. Refulgente toma las banderillas y cambia, dejando un buen par... Después de un viaje en falso, deja medio par, y, por último, otro medio igualmente bueno. Después se arma y hace una faena inteligente, que le es aplaudida, pero a la hora de herir sale trompicado, sin consecuencias, por no vaciar. Da otros tres pinchazos, y deja una honda, delantera y contraria. Pitos y palmas...

Nicanor Villalta, en la serie de entrevistas que concedió a Tomás Orts Ramos Uno al Sesgo para conformar el opúsculo dedicado a su carrera dentro de la serie Los Ases del Toreo, publicado en febrero de 1924, cuenta que el 22 de junio de 1918, toreó una novillada en Querétaro, alternando con Rafael Ortega Cuco y Refulgente Álvarez en la lidia de novillos de la Hacienda del Espejo. Agrega Villalta que esa tarde la toreó allí, porque no encontró facilidades para presentarse en la capital mexicana.

En el Consultor indicador taurino universal editado por Ángel Carmona Camisero, en Madrid el año de 1923, con prólogo de Alejandro Pérez Lugín Don Pío, se consignaba como domicilio para localizar a Refulgente Álvarez, el de: Segunda del Buen Tono 33, México D.F. (Pág. 19).

Viajará posteriormente a España y tendrá la fortuna de ser apoderado por Eduardo Pagés a partir del año de 1924, que es cuando tiene algo más de actividad. En abril torea en Valladolid, alternando con Rubichi y Cándido Velasco en la lidia de novillos de Manuel Santos; en mayo lo hará en Tarragona, con Torquito y Bogotá con novillos de Palha; en julio será en Tomelloso, con ganado de Herreros Majón y Alpargaterito; en agosto volverá a Tarragona con el rejoneador Gaspar Esquerdo, José Belmonte y reses de Murube.

La divisa de su actuación siempre sería el valor a toda prueba. Eso marcaría a muchos de los que lo vieron. El jueves 19 de marzo 1925 Refulgente Álvarez debutó en la plaza de Carabanchel, alternando con el rejoneador Alfonso Reyes y Raimundo Tato en la lidia de novillos de Zaballos. El sexto de la tarde hirió gravemente a Refulgente. Treinta años después, en un artículo dentro de su sección El planeta de los toros, titulado Frascuelo y el valor suicida, aparecido en el semanario madrileño El Ruedo del 29 de diciembre de 1955, Antonio Díaz – Cañabate, recuerda:

...Recuerdo una, por mí presenciada hace treinta años, que aún no se 'ha borrado de mi memoria ni se esfumará mientras viva. Fue en la Plaza de Vista Alegre. Lo que sí se me ha olvidado es el cartel de la corrida. No importa. Uno de los espadas era el mejicano Refulgente Álvarez, que toreó en España de banderillero en la cuadrilla de Rodolfo Gaona, y que después se hizo novillero. Buen banderillero, no mal peón, con la espada y la muleta no se hallaba a gusto. Además, no le acompañaba la presencia física – bajo y rechoncho – ni el arte. Pero poseía un valor suicida… Aquella tarde, en Vista Alegre, estuvo bastante aceptable en su primero. En el otro tomó las banderillas, y a la salida dé un par el toro no le dejó irse, le enganchó y le infirió una cornada en un muslo, de la que manaba sangre en tal abundancia que la seda azul de la banda de la taleguilla se convirtió en granate… Los compañeros, las asistencias, rodearon a Refulgente Álvarez y quisieron transportarlo a la enfermería… ¡Sí, sí, a la enfermería! Refulgente empezó a manotazos, apartó a todos, se dirigió a la barrera, requirió la espada y la muleta y se fue al toro. La hemorragia iba en aumento. No exagero si digo que corría muslo abajo con fluir constante. En los tendidos estábamos mudos por la emoción, ganados por la presencia de ánimo de aquel hombre que, sin darle importancia a la herida, toreaba con el auténtico e inconmensurable y hermosamente trágico valor suicida. Toreaba no sabíamos si bien o mal; pero a unos milímetros de los pitones, con una rabia y un coraje como jamás he vuelto a ver, en un ruedo. No se entienda este coraje y esta rabia por atropellamiento y desorden. No. En manera alguna. Refulgente Álvarez toreaba con pausada arrogancia, con ímpetu y decisión y, al mismo tiempo, con paradójica calma y serenidad. Aquel hombre sentía la sangre correrle hasta el talón de la zapatilla, e imperturbable toreaba, y cuando al cabo de unos minutos, larguísimos para todos, menos, por lo visto, para él, se cuadró el, toro, le mató de una estocada sin puntilla… Infinitos son los toreros heridos que han continuado en el ruedo hasta matar al toro, pero de les muchos que vi culminar la proeza, ninguno como Refulgente Álvarez, ninguno aquejado de tan intensa hemorragia, ninguno poseído de su coraje sereno. La herida fue muy grave por sí y por la pérdida de sangre, y largo tiempo le retuvo en el lecho…

El parte médico rendido por el doctor Jacinto Segovia y aparecido en el diario El Heraldo de Madrid al día siguiente de la novillada decía:

Levantado hoy el apósito por el doctor Segovia, ha apreciado que la herida tiene tres trayectorias, ascendente, descendente y posterior, de unos quince centímetros de profundidad en cada sentido, con desgarros musculares que llegan al fémur y lo descarnan, y contusión en el nervio ciático. El calificativo es de gravedad, creyendo el afamado cirujano que Refulgente tardará mucho tiempo en curarse. Por lo pronto pierde una corrida en Barcelona y otra en Valladolid...

Declararía al final Refulgente Álvarez a la prensa a propósito de esa lesión: Los toreros desentrenados no podemos ofrecer otra cosa que voluntad…

Y sin embargo en el número de El Toreo de Madrid, fechado el 18 de mayo de 1925, seguía apareciendo la siguiente gacetilla: Refulgente Álvarez. – Apoderado, D. Eduardo Pagés, Andrés Borrego, 15. Madrid.

Refulgente Álvarez ya no toreó más ese calendario en España y regresó a México a finales del mismo.

En virtud de la extensión que van tomando estos apuntes, los concluiré el día de mañana.

Aviso parroquial primero: Los resaltados en los textos transcritos son obra atribuible exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 17 de octubre de 2021

18 de octubre de 1931. Muere Carmelo Pérez en Madrid

Carmelo Pérez
Cª 1920 Foto: Casasola
Carmelo Pérez
había recibido una de las cornadas más terroríficas que registra la historia del toreo el 17 de noviembre de 1929 en El Toreo de la Condesa, cuando Michín, de San Diego de los Padres, sexto de un festejo en el que alternó con Antonio Márquez y Pepe Ortiz le prendió en los primeros escarceos de la lidia y le envió a la enfermería, de donde las noticias que salían eran contradictorias y casi todas de tono funesto. De eso ya me he ocupado por esta Aldea aquí y aquí.

La oportuna intervención de los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero via crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Así, logra volver a presentarse en El Toreo de la Condesa el 4 de enero de 1931, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida ante toros de La Laguna. En esa campaña actuaría otras cuatro fechas, los días 11 y 18 de enero y el 8 y el 22 de febrero, fecha esta, que representaría su última actuación en la capital mexicana. Ya tenía en mente viajar a España, decía él, para hacerse ropa de torear y conocer aquellas tierras.

Pero antes, el 15 de febrero, en Guadalajara, alternando con Juan Espinosa Armillita y José Olivera Pepete, realizó una faena por naturales al quinto de la tarde, de Zacatepec, que en la versión de quien firmó como Tío Castuera en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, fue de la siguiente guisa:

El lugar de honor lo ocupó un toro que hizo honor a la ganadería: el toro de seda, el que se ha llevado la palma de nobleza y bravura... Era cárdeno, entrepelado y ostentaba en sus lomos el número 44... Su faena portentosa es la siguiente. Tres ayudados por abajo, un natural, luego otro, otro y otro que hacen que el público se ponga de pie para aplaudir. Cambia de mano la flámula y luego vienen cinco naturales más, girando suavemente sobre los talones para quedar colocado en una nueva suerte. El delirio viene, y para saborear más la faena intercala uno de costado... tres naturales más, uno de costado y como si no bastara el sinnúmero de pases naturales, nos brinda la oportunidad de verlo embarrarse el toro en la cintura cual se tratara de sedosa paja. Cuatro naturales dados durmiéndose el matador en la cara del burel, cinco más... “Ya esto es torear como en la gloria”, decían al unísono los espectadores estupefactos... Viene para rubricar la muerte de su toro una estocada que tumba sin puntilla. El público pidió las orejas y el rabo...

La realidad, de acuerdo con Cantú, es que Carmelo tenía la idea de ir a confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, encargándose de sus asuntos allá don Domingo González Mateos Dominguín. Enterados sus médicos de su intención de viajar, le volvieron a recomendar reposo y sobre todo el evitar que se sometiera a alguna cirugía de la fístula del tórax, pues las complicaciones posoperatorias previsibles, serían fatales.

La alternativa en Toledo

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 6 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra llamado Domingo Ortega. Los toros fueron del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras.

El encierro al final no se lidió completo. Uno de los toros, el que sería primero de la tarde, murió en los corrales y fue sustituido por uno de Terrones – nombrado Presidente –, del mismo origen – los Sánchez Rico eran descendientes del ganadero salmantino, don Juan Sánchez de Terrones – y hago esta aclaración porque en la obra de Cantú se repite con insistencia la presencia de encierros parchados cuando de la actuación de toreros mexicanos en España se trata, como una mala jugada de los taurinos de allá. No hubo tomate en la sustitución del toro, ni fue del agarradero el sustituto, las cosas, como son.

Esa tarde, aparte de incompleto, el juego de los toros dejó que desear. Al tercero se le condenó a banderillas de fuego. La actuación de Carmelo fue vista así por Recorte, cronista del diario La Libertad de Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también…

Una cirugía a destiempo y el final

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México se había advertido que era una cirugía de muy alto riesgo. Pocos se enteraron de la intervención. Refiere Cantú que David Liceaga le contó que pasó un día por el sanatorio del doctor Crespo a interesarse por el estado de salud de Gitanillo de Triana y que allí se le informó que el que iba en franca mejoría era un paisano suyo el que tenía nombre de mujer… 

Salido del hospital comenzó el proceso de recuperación, advertido de nuevo de que el reposo absoluto era importantísimo para salir adelante. Pero un espíritu indómito como el de Carmelo Pérez no sabría mantenerse quieto. En cuanto pudo, salió a pasear por las calles de Madrid, comenzó a hacer vida social, incluso, llegó a conocer a Federico García Lorca – afirmaba el Negro Muñoz – y añoraba recuperarse plenamente para poder volver a México y retomar las cosas donde las había dejado pendientes.

Recurro de nuevo a la versión de Cantú:

El 15 de septiembre, como todo mexicano en el extranjero que se respete, Carmelo asistió a la Embajada de México para conmemorar la Independencia y dar “El grito” junto con sus compatriotas… La “siguieron” toda la noche… Regresaron a la pensión de la Carrera de San Jerónimo, donde vivía, pasadas las seis de la mañana, entonando con la guitarra los nostálgicos versos de “Canción Mixteca”: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…”… Se metió en la cama para recuperarse de lo que parecía un fuerte resfriado, y durante 30 largos días rumió su última cita con el dolor y la frustración… entre una respiración que se iba haciendo más dificultosa y unos recuerdos cada vez menos claros, su vida se fue apagando…

La prensa de Madrid se ocupó con alguna profusión del hecho, aunque casi todos los diarios que pude consultar reproducen el mismo boletín de prensa. La nota que me parece más lograda es la de La Libertad, salida el 20 de octubre siguiente, que entre otras cosas cuenta:

El domingo, a la una de la tarde, le visitó, como de costumbre, el doctor Rozabal, que se había encargado de su asistencia, y le encontró con bastante fiebre.

Carmelo dijo al doctor que pasaba muy malos ratos y que sólo descansaba cuando se le aplicaba alguna inyección de morfina. Rogó al médico que diera la orden oportuna para que le aplicaran otras. El doctor Rozabal le contestó que su ayudante quedaría encargado de aplicarlo el calmante pedido. Entonces Carmelo, al ver que el doctor se marchaba, le dijo a su mozo de estoques:

«Raspa», acompaña al «doctorcito» hasta la puerta.

Cuando el «Raspa» volvió al lado de Carmelo, éste había muerto...

El siguiente paso sería el traslado de los restos de Carmelo a su lugar de reposo definitivo. Problemas, principalmente quizás de índole económica, dilataban – y quizás imposibilitaban – el traslado a la Ciudad de México. Los toreros mexicanos allá en España, en trance de regresar a enfrentar sus campañas en ruedos nacionales, no contaban con los recursos líquidos para afrontar un asunto de esa naturaleza, pero providencialmente, el Papa Negro, don Manuel Mejías Bienvenida, salió al quite. Así se publicó en El Heraldo de Madrid del 22 de octubre de ese 1931:

Un rasgo del Papa Negro

Los parientes del infortunado diestro Carmelo Pérez enviaron un cablegrama en el que exponían su deseo de que los restos del lidiador fuesen enviados a Méjico, su país natal. Anunciaban la remisión de los fondos necesarios; pero transcurrían las horas y el dinero no llegaba. Y como para la operación de embalsamamiento y otros gastos se precisaba una suma importante, los amigos del torero, ante la imposibilidad de sufragarlos, renunciaron a satisfacer los naturales deseos de la familia de Carmelo. Don Manuel Mejías, padre de los matadores de toros Manolo y Pepe Bienvenida, tuvo noticia de lo que ocurría e inmediatamente se puso en relación con D. Román Mercelian, apoderado del diestro fallecido, y le facilitó diez mil pesetas, que era la cantidad que se precisaba para trasladar a Méjico el cadáver de Carmelo Pérez.

El rasgo de Bienvenida, padre, ha sido muy elogiado por la afición y los toreros.

Así fue como los restos de Carmelo Pérez pudieron salir a México el 1º de noviembre para regresar a reposar a la tierra que lo vio nacer. Fue inhumado el día 13 de ese mismo mes.

domingo, 11 de abril de 2021

12 de abril de 1936: Ricardo Torres confirma su alternativa en Madrid

Ricardo Torres
Aguascalientes Cª 1937
Colección: Isidoro Cárdenas Carranza
La temporada madrileña de 1935 se cerró con la actuación de dos toreros mexicanos. La última corrida se dio el 20 de octubre y en ella actuaron José Amorós, Jesús Solórzano y Gitanillo de Triana ante toros de Demetrio y Ricardo Ayala y la última novillada se dio una semana después, cuando ante tres novillos de Juan Sánchez de Terrones y tres de los nombrados hermanos Ayala (3º, 4º y 5º), se presentaron Miguel Cirujeda, Jesús González El Indio y Ricardo Gutiérrez Navas. Nuestro paisano El Indio, cortó última oreja del ciclo al segundo de la tarde.

Al año siguiente sería Jesús González quien abriría la temporada de toros en Las Ventas, al actuar en el primer festejo del calendario el 8 de marzo, alternando con Cayetano de la Torre Morateño y José Vera Niño del Barrio en la lidia de novillos de Celso Cruz del Castillo. Después le seguiría Paco Hidalgo, que debutaría allí el Domingo de Ramos, 5 de abril, alternando con Enriqueta Palmeño, Daniel Luca de Tena y Mariano García y el tercer torero mexicano y único matador de toros en actuar en ese calendario en el ruedo venteño, sería precisamente quien me ocupa en estas líneas, el hidalguense Ricardo Torres.

La primera corrida de 1936

Se anunció como primer festejo mayor para ese Domingo de Resurrección de 1936, una corrida de ocho toros de los hermanos Luis y José Pallarés para Victoriano Roger Valencia II, José Amorós, Pepe Gallardo y el mexicano Ricardo Torres que confirmaría su alternativa. La tarde fue lluviosa y el ambiente en las tribunas estaba crispado porque la empresa suprimió el abono y emitió unos carnets de aficionado que no terminaron de convencer a los tenedores y que al día siguiente serían suprimidos, regresando al sistema anterior, según cuenta en su tribuna del ABC madrileño don Gregorio Corrochano:

Este año nos encontramos con una novedad: no se abre abono. La empresa, buscando sin duda una solución o una sustitución a la reserva de localidades, ideó el «carnet», que tiene analogía con lo que en Méjico llaman «derecho de apartado». El ensayo no cayó bien por lo visto en la opinión y se han anulado los «carnets». Pero no se abre abono. Y ahora va a surgir otra dificultad. Si no se abre abono ¿qué fórmula van a dar para la reserva de localidades abonadas?

El encierro cordobés de los hermanos Pallarés, a decir del citado don Gregorio fue serio:

Se lidiaron toros de Pallarés, bien presentados y con sus años completos. Decimos con sus años completos, porque con los toros ocurre lo contrario que suele acontecer con las mujeres: los toros se ponen años; o se los ponen los que quieren hacerles pasar por toros. Pero con sus años y todo, la corrida fue magnífica para los toreros. De los ocho, los seis primeros no hay quien los mejore en nobleza, en buen estilo de embestir. El séptimo tuvo más peligro, porque había que llegarle mucho y cuando arrancaba, lo hacía con fuerza y seguido. El octavo no se le pudo ver porque se lidió tan mal, que el toro no sabía a qué capote acudir...

Ricardo Torres confirmaba la alternativa que había recibido en Barcelona el 16 de septiembre de 1934 y que ya había confirmado en El Toreo el 2 de diciembre de ese mismo año. Lo haría con Esparragueño, que así se llamaba el primero de la corrida que me ocupa en este momento. Tuvo una actuación interesante. Quien hizo la crónica para la Hoja Oficial del Lunes, aparecida al día siguiente de la corrida – no está firmada – entre otras cuestiones relata lo siguiente:

Los cuatro matadores, con afición, con conciencia de su saber, con voluntad decidida, tuvieron gestos que dieron consistencia y calor de corrida grande a esta primera del año... Los inició Ricardo Torres al veroniquear, ceñidísimo, pero suave y lento, a su primero en una serie de lances superiores, al que siguieron otros, en el primer quite, de verdadero torero... Y luego tres pares de banderillas buenos, a cargo del nuevo matador de toros, con alegre preparación y ejecución perfecta, a los que siguió – después de recibir los trastos de manos de Valencia – una faena reposada, tranquila, fina, elegante, con gusto y ciencia. Ricardo Torres corrió la mano una y otra vez por alto y de pecho, parado, erguido, sacando la muleta por la penca del rabo del enemigo, y luego con la izquierda, desafiando, consintiendo, aguantando de verdad, consiguió dos naturales perfectos en los que tuvo que adelantar el engaño y tirar de él para que el toro pasase. Terminó la faena con un pinchazo y media, y el nuevo matador oyó una ovación grande y saludó desde los medios...

Por su parte, el que firma como López Cansinos, en el diario madrileño Ahora, escribe esto:

Empecemos por el recipiendario, que, después de todo, fue el protagonista del primer episodio de la corrida. El diestro mejicano – buen novillero en sus anteriores actuaciones en Madrid y con posibilidades de ser un buen torero en su nueva categoría – toreó con el capote al bicho que rompió plaza con mucho valor y finura y repitió estas muestras de buen estilo en el primer quite. Tomó banderillas y con excelentes maneras clavó dos pares y medio que arrancaron justas ovaciones. Brindó al público después del ceremonial doctorado y empezó con dos pases por alto soberbios, seguidos de un natural, aguantando el viaje lento del animal que estaba muy quedado. Continuó con otros pases altos pasándose todo el toro por delante, pero como el de Pallarés no hacía por el engaño, tuvo que abreviar la brillante faena. Tras un pinchazo en lo alto metió media superior que tiró al enemigo patas arriba. Fue ovacionadísimo el nuevo matador y tuvo que salir a saludar al tercio…

Como podemos ver, Ricardo Torres tuvo una confirmación de alternativa que le podría permitir la obtención de posteriores actuaciones en otras plazas españolas, pero primero, el conflicto generado por la dirigencia de los toreros españoles apenas un mes después y posteriormente la Guerra Civil, interrumpieron el camino que apenas había empezado a andar.

El resto del festejo

Valencia II dio la vuelta al ruedo tras despachar al segundo, fue silenciado en el quinto y volvió a dar la vuelta en el séptimo que mató por Pepe Gallardo; José Amorós: silencio en el tercero y vuelta tras la muerte del sexto; Pepe Gallardo: cortó las 2 orejas al cuarto, Rompelindo y fue gravemente herido por el séptimo que tenía el curioso nombre de Manta al hombro. Por su parte, Ricardo Torres, tras la muerte del que cerró plaza, escuchó palmas al retirarse.

El parte médico rendido acerca del percance sufrido por Pepe Gallardo, sin firma en los diarios, pero que me arriesgo a atribuir al doctor Jacinto Segovia, dice lo siguiente:

Durante la lidia del séptimo toro ha ingresado en esta enfermería el diestro José Gallardo, quien sufre una herida por asta de toro, situada en la cara posterior, tercio medio del muslo izquierdo, de unos veinte centímetros de trayectoria y que lesiona piel, tejido celular subcutáneo, músculos bíceps y semitendinoso, contusionando el nervio ciático mayor, acompañado de abundante hemorragia procedente de las ramas de la femoral profunda. Pronóstico grave.

Dramatis personae

Victoriano Roger Valencia II. Murió asesinado en la carretera de Hortaleza el 18 de diciembre de ese 1936 – fusilado dicen otros – a causa de su afiliación falangista y de su belicoso deseo de hacer ostentación de ella en todo lugar, incluso en las plazas de toros.

José Amorós. Las cornadas y la guerra civil truncaron su carrera. Toreó la Corrida de la Victoria en Las Ventas el 24 de mayo de 1939. Cambió el oro por la plata a partir de 1944 y actuó en cuadrillas de diestros como Gitanillo de Triana, Antonio Bienvenida o Rovira. Cuando dejó los ruedos fue asesor de la presidencia en Las Ventas. Falleció el 15 de julio de 1997.

Pepe Gallardo. Siguió toreando intermitentemente después de la Guerra Civil. En 1942 toreó con Manolete en San Fernando, al año siguiente volvió a Las Ventas y al final del calendario dejó de torear. Se dedicó a ayudar a un muchacho de Barbate llamado Antonio Rivera, quien después sería el padre de Riverita y de Paquirri. Falleció en Cádiz el 1º de abril de 1988.

El devenir de Ricardo Torres

Mañana lunes se cumplen 85 años de que Ricardo Torres resultara ser el último torero mexicano en actuar en la plaza de Madrid, como decía, a causa de un rompimiento de relaciones y entenderes entre las torerías de España y México y de la Guerra Civil Española. Sería hasta el 18 de julio de 1944, cuando volvería a hollar esa arena un torero mexicano y tocaría a Carlos Arruza presentarse allí para, precisamente, confirmar su alternativa. 

Ricardo Torres, heredero de las enseñanzas de Ojitos por la vía de Samuel Solís, continuó su carrera en México y durante la imposibilidad de actuar en España, lo siguió haciendo en Portugal y Francia, haciéndolo en la Plaza México por última ocasión el 6 de marzo de 1949, alternando con Lorenzo Garza y Luis Procuna y en esa ocasión cortó la oreja al toro Africano de Pastejé.

Posteriormente participó en la formación como toreros de sus sobrinos Jaime y Manolo Rangel, ambos matadores de toros. Ricardo Torres falleció el 3 de agosto de 1953 a consecuencia de un accidente automovilístico sufrido 5 días antes en las inmediaciones de Matamoros, Tamaulipas.

Sirvan estos párrafos para recordar a este gran – pero altamente incomprendido por la historia – torero mexicano.

Aldeanos