domingo, 29 de agosto de 2021

Julio Esponda, Tauromagia Mexicana y el difícil arte de formar toreros

Julio Esponda
Sevilla, septiembre 2011

El pasado domingo 22 falleció Julio Esponda Ugartechea, quien solamente por su ejercicio profesional hubiera pasado a la posteridad, pues fue un brillante y recto profesional del Derecho. Pero también eligió, quizás como proyecto complementario de su existencia – cronológicamente breve – la de alimentar su afición a la tauromaquia, desarrollando un proyecto de formación de toreros que trascendió nuestras fronteras, porque Tauromagia Mexicana, que tal fue su denominación, fue conocida como un ejemplo de éxito en todo el llamado planeta de los toros.

Julio Esponda recogió el guante que lanzó el indescriptible Enrique Martín Arranz, recipiendario a su vez de las ideas del formador quizás de la primera escuela taurina moderna española, Manuel Martínez Molinero, para arrancar en México un proyecto que guardara similitud con el de la Escuela de Tauromaquia de Madrid y a partir de ello se buscara formar toreros mexicanos a partir de una formación física, taurina y sobre todo humana en una manera muy distinta a lo que tradicionalmente se hacía.

La escuela taurina moderna

La historia nos enseña que la primera escuela de tauromaquia formal fue la que en Sevilla se fundó por decreto del rey Fernando VII. También nos dicen los libros que su funcionamiento fue breve – cuatro años apenas – aunque productivo, porque entre otros dejó como resultados a Paquiro y a Cúchares. Una vez cerrada, cuenta William Lyon:

Escuelas sucesivas tampoco prosperaron. Solían ser experimentos aislados de bajo presupuesto llevados por un ex torero enamorado de la fiesta. Para gran número de taurinos profesionales – un gremio no distinguido precisamente por su cultura y visión –, un torero tenía que hacerse a base de pasar hambre, viajar en el tope del tren y jugarse la vida en capeas, festejos pueblerinos y escapadas a los cercados… (Intuitivos, espontáneos y vivaces, en El País, Madrid, 7 de septiembre de 1985)

Es decir, el caos era la regla y la enseñanza ordenada la excepción y esta estaba reservada a aquellos que, por razón dinástica, pertenecían a una familia de toreros y recibían, en casa, una formación sin las privaciones y sin el desorden que la generalidad tenía que padecer. Así, sacar una figura del toreo en esas condiciones, era, efectivamente, un verdadero milagro.

A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, el nombrado Martínez Molinero funda la Escuela Taurina de Zamora, a partir de la idea de que había que reglar y ordenar el aprendizaje de los toreros, hacerles vivir, parecer y pensar como tales, y de enseñarles a andar a hacer el paseíllo, a conocer el reglamento, a saber qué orden y lugar se debe ocupar según la situación de la lidia y el rango que se tiene. Es decir, a ordenar el conocimiento de la lidia. Pero también a tener en cuenta que el aspirante y el torero son personas y que tienen que ser formados y atendidos como tales.

Esta mística fue llevada por él, junto con Enrique Martín Arranz en 1976 a Madrid, a lo que inicialmente fue la Escuela Nacional de Tauromaquia y que hoy es la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de la Comunidad de Madrid.

Nace Tauromagia Mexicana

Cuando Enrique Martín Arranz sienta sus reales en México, comienza a predicar la necesidad de fundar aquí un centro de enseñanza de la tauromaquia al estilo de la que había en Madrid. Ya se habían hecho algunos intentos, como la escuela Abogao Jesús Ramírez Gámez en Aguascalientes, pero sin la constancia y la contundencia que hubiera producido un torero de arrastre nacional. 

Es así que en el año 2003, Julio Esponda reúne un grupo de amigos y aficionados a la fiesta, los más notables fueron los ganaderos Eduardo Martínez Urquidi, Miguel Valladares y Benigno Pérez Lizaur y el aficionado Manuel Villalvazo Baz, y con ellos integró el proyecto que denominaron Tauromagia Mexicana, que por breve tiempo dirigió el propio Martín Arranz, asistido por Carlos Neila, matador de toros egresado de la Escuela de Madrid y fueron asistidos por Juan Cubero. Posteriormente se integrarían al grupo docente Alberto Elvira y Mario Zulaica. Es Juan Cubero quien cuenta lo que sigue:

El proyecto Tauromagia Mexicana nació en 2003. Cuenta Juan Cubero, que en la actualidad es el preparador de los toreros de Tauromagia Mexicana, que Enrique Martín Arranz, a la sazón fundador de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, “se lo sugirió a unos ganaderos, que tenían mucho interés en buscar a jóvenes toreros”. Una labor de lo más necesaria, “puesto que estaban carentes de toreros que tuvieran interés para los públicos”, concluye. Dentro de ese grupo de personas se encontraban Julio Esponda y Miguel Valladares, que pusieron mucho empeño en que el proyecto saliera adelante… (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La primera convocatoria atrajo a más de cincuenta aspirantes y después de las pruebas se quedaron unos veinte. Entre ellos estuvieron Octavio García El Payo y Arturo Saldívar. Posteriormente llegó Mario Aguilar. Los tres se presentaron tanto en Madrid como en la Plaza México en su etapa novilleril. Los tres recibieron la alternativa. El Payo y Saldívar la confirmaron tanto en México como en Madrid y Mario Aguilar, quien terminó abruptamente sus días, quizás se quedó a las puertas de hacerlo en Las Ventas

El último proyecto notable que Julio Esponda y su grupo acometieron fue la formación de Sergio Flores. Cuando El Payo, Arturo Saldívar y Mario Aguilar estaban por presentarse en Madrid, Juan Cubero estaba ya preparando otro torero que trascendería:

Pero a Juan Cubero todavía le queda en la recámara un torero desconocido para muchos y que, según confiesa, va a ser algo estelar. Se llama Sergio Flores y “lo descubrí allí – en México – de tapia en un tentadero. Le vi unas condiciones asombrosas” … (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La formación de toreros sin duda, es una actividad difícil y es también seguramente, un arte, porque implica el entender las condiciones de la persona para desenvolverse delante de los toros, pero también su integridad humana, las profundidades de su ser, para poder determinar si eso que el aprendiz estima como vocación, en realidad lo es, o es una mera afición, porque, como escribe mi maestro Jesús Eduardo Martín Jáuregui:

…el toreo no es un mero ejercicio físico – estético frente a una res indoméstica, sino una expresión artística que implica una actitud ritual no exenta de misticismo ante la vida y ante la muerte… El Toreo no puede agotarse con la preparación teórica y práctica que implique una especie de entrenamiento deportivo, se requiere una disposición de espíritu… un refinamiento del gusto, una preparación cultural, un decantamiento artístico, un fortalecimiento del ánimo, una educación del carácter, un dominio del temperamento, un control de las emociones y la aptitud de transmitirlas… (Escuelas taurinas. Escuelas de vida, en su columna Itinerancia. El Heraldo de Aguascalientes, 8 de abril de 2008)

La idea del Notario y autoproclamado aficionado en el retiro Martín Jáuregui, no se aparta de lo que Rodolfo Gaona le contó a Monosabio en su libro hagiográfico Mis Veinte Años de Torero a propósito de sus inicios en el aprendizaje de la tauromaquia con Saturnino Frutos Ojitos:

Ojitos no sólo nos enseñó las reglas del toreo. También las de urbanidad; a saber sostener una conversación con los buenos aficionados; a sentarnos a la mesa cediendo la cabecera a los visitantes de respeto; a no sopear a cuerno limpio cuando le entrábamos al mole de olla, sino que él tenía un procedimiento muy difícil: la sopa de tortilla la prendía en el tenedor, así, ¡ándele, señor!, le metíamos con fibra al caldillo. Mientras él o los matadores no llegaban, ninguno se sentaba a la mesa. Y cuando el matador – yo – se levantaba, todos daban por terminada la comida…

Creo que estas últimas apreciaciones resumen de manera bastante fiel la finalidad perseguida por Tauromagia Mexicana, el proyecto que Julio Esponda con sus amigos dejó para la Historia de la Tauromaquia Mexicana. Los que aspiran a ser toreros son primeramente personas y como tales hay que formarlas. Después, si tienen las necesarias aptitudes, se les instruirá para ser toreros.

El devenir de las escuelas de tauromaquia

Creo que es válido hablar de un antes y un después de Tauromagia Mexicana. El proyecto que abanderó Julio Esponda en todos los países en los que la fiesta de toros es – y quizás también en los que no tiene lugar – produjo aquí en México una profusión de escuelas taurinas. Y el modelo que tomaron como ejemplo fue precisamente el de Tauromagia

Esas nuevas escuelas han acercado la enseñanza de la tauromaquia a los jóvenes, quienes ya no tienen que desplazarse de sus lugares de origen. Algunas son apoyadas por instituciones oficiales y otras son sostenidas por particulares o empresas, con la finalidad de mantener viva una tradición muy nuestra. No cabe duda de que los buenos ejemplos se imitan.

La firma de Julio Esponda está allí, vigente en cada una de ellas, pues lo que logró en un breve espacio de tiempo, animó a los demás a seguir sus pasos. Como dijo José Martí, ese es el mejor autógrafo que un hombre puede dejar. ¡Que descanse en paz!

domingo, 22 de agosto de 2021

Agosto de 1971: La apoteosis de Curro Rivera en Bilbao

Curro Rivera
En el segundo tercio del mes de agosto de hace medio siglo, Curro Rivera iba alcanzando el ecuador de su campaña en ambos lados del mar, pues toreó en total 81 corridas de toros. 23 en América y 58 en Europa. Las tardes de los días 17 y 19 de ese agosto, inmersos en la Semana Grande bilbaína, representaban sus actuaciones 37 y 38 del calendario, es decir, casi la mitad del total. Y las solventó en el mismo tono que las del principio, en un aire de triunfo rotundo, dentro de carteles redondos y en este particular caso, arropado por el cariño de la afición, dado que su madre, doña Ángeles Agüero Ereño, era originaria de esa tierra.

Antes de 1971 y a partir del 19 de junio de 1962, fecha en la que el actual coso de Vista Alegre está en funcionamiento, habían actuado allí Alfredo Leal (1962), Manuel Capetillo (1963), Joselito Huerta (1964) y Manolo Martínez (1969 y 1970). Únicamente lograron cortar oreja Capetillo y Huerta, que además fue herido por el segundo de su lote de su segunda tarde. A esta relación debiera sumarse el nombre de Antonio Campos El Imposible quien se quedó anunciado para el 20 de agosto del 63, pero habiendo sido herido el día 15 anterior en San Sebastián, fue sustituido por Vicente Fernández El Caracol.

La presentación de Curro en Bilbao

Como lo señalaba antes, se presentó en la tercera corrida del ciclo – de un total de ocho – alternando con Diego Puerta y Dámaso González en la lidia de toros de los herederos de Manuel Arranz. Para el hijo de Fermín, el de San Luis, fue llegar y besar el santo. Quien firmó como Manolete, en el diario Norte Exprés, de Vitoria, relata:

Curro Rivera era esperado en Bilbao con mucha ilusión. No en balde su madre es de aquí. Su triunfo ha sido importantísimo. Y el muchacho ha concedido tanta importancia que, cuando iniciaba la vuelta al ruedo con las dos orejas del toro de su presentación en la mano, ha indicado a su apoderado con gesto significativo que mandase cortar la cabeza de «Botijero». Una cabeza que se llevará orgulloso para su México natal y que perpetuará el recuerdo de esta gesta con un toro astifino que hubiera quitado el tipo a muchos que presumen de toreros. Le había lanceado muy bien y brindado su muerte al público. Inició su faena con una serenidad y un son fenomenales. Y la faena fue a más. A las series de redondos, larguísimos y templados, sucedieron los naturales implacables y los de pecho de pitón a rabo. Dejó el sello de su personalidad en esos muletazos precedidos de un giro para vaciarse al toro por arriba, y se adornó con molinetes y abaniqueo, para meter un estoconazo hasta la mano, un poco pasado de tanto atracarse. Y las dos orejas, como he dicho, fueron a sus manos…

La reglamentación de las plazas del País Vasco exige que para la salida en hombros se deben cortar las dos orejas a un mismo toro. Pues Curro Rivera lo consiguió al primer intento. Ese toro lo brindó al público, ante la imposibilidad de hacerlo a su tío, el gran torero bilbaíno, Martín Agüero, quien quizás no pensó poder sobrellevar la emoción de ese momento. El que firmó como Pepe Luis, en la Hoja del Lunes salida en Madrid el 23 de agosto siguiente, al hacer el resumen de la feria, escribe:

Fermín preguntaba por su cuñado Martín Agüero, el que fue gran matador y hoy asesora al presidente de la plaza bilbaína. Martín había desaparecido, y luego se supo que se escondió, para ocultar su emoción, en una grada alta, confundido entre el público. Curro le buscó inútilmente para brindarle un toro…

La salida en hombros la compartió Curro con Dámaso González, en tanto que Diego Puerta en esta ocasión se tuvo que contentar con una vuelta al ruedo después de la muerte del cuarto de la tarde.

Un par de días después de la corrida, Fernando Múgica y Antonio Petit, para el diario bilbaíno La Gaceta del Norte, lograron sentar en torno de una mesa a Martín Agüero, a Fermín Rivera y a Curro junto con el ganadero de Rancho Seco, don Carlos Hernández Amozurrutia. Les hicieron una extensa entrevista. Martín Agüero dijo acerca de su sobrino:

Yo debuté en Bilbao – decía Martín Agüero – el 3 de mayo del año 23. Lidiamos seis toros de Murube el Algabeño, Zurito y yo. Y se me dio bien la tarde. A cada toro le corté una oreja. La alternativa la cogí en Málaga, el 21 de agosto de 1924, con el toro «Sotillo» de Pablo Romero. Me la dio Chicuelo en presencia de Fuentes Bejarano.

¿Y usted que piensa de Curro?

¡Qué voy a decir yo...! A mí me parece extraordinario.

Cuando le llega el turno a Fermín Rivera viene a decir… En Bilbao debuté el 2 de mayo de 1946, para lidiar toros de Santa Coloma, con «El Estudiante» y con el Albaicín.

¿Cómo se dio aquella tarde, Fermín?

Estuve bien, pero sin llegar a lo de Curro el otro día. Yo no corté las orejas…

Martín Agüero, que anda con el chaval como un abuelo, no se para al decir: «Estoy contentísimo de cómo ha tratado el público bilbaíno mi sobrino.» …

La segunda tarde

El 19 de agosto se verificaría la quinta corrida de la feria. Toros de Carlos Urquijo para Santiago Martín El Viti, Francisco Rivera Paquirri y Curro Rivera. De nuevo un cartel bien rematado y un encierro de categoría y otra vez se alzaría con el triunfo. Y con un aliciente adicional, el toro de las orejas lo pudo brindar a su tío Martín Agüero. De nuevo recurro a la versión de Manolete en Norte Exprés de Vitoria, quien relata:

Por si era poco el que obtuvo en este ruedo el día de su presentación, hoy ha venido a reafirmarlo con otra faena de escándalo que le ha valido las dos orejas de «Robaleña». Un toro que había brindado a su tío Martin Agüero —todo un nudo de emoción en la vieja gloria taurina—, y al que toreó soberbiamente con el capotillo, y en una fenomenal faena muleteril de signo marcadamente derechista, pero con largura, con temple y con ligazón perfecta. Hubo garra, tremendo valor, y hondura en todo cuanto hizo. Pinchó en lo alto, y a renglón seguido agarró una estocada hasta la mano, un tanto pasada y tendida, pero que hizo doblar. Dos orejas y vuelta triunfal…

Tabaco y Oro, en La Gaceta del Norte del día siguiente del festejo, dentro de su crónica titulada El sobrino de su tío, remata:

El brindis de Curro Rivera, a su tío, nuestro Martín Agüero, ha simbolizado la devoción de Curro por su tierra materna. Muy agradecidos al brindis y a la entrega de Curro. Y felices todos con su triunfo legítimo, indiscutible, total. No ha sido, no, una visita de cumplido la del sobrino de su tío…

Paquirri dio tres vueltas al ruedo tras terminar con el quinto, con bronca de pronóstico al presidente, señor Carbajo por no darle las orejas y El Viti tuvo una tarde de esas que no entran en los particulares recuerdos de los toreros.

El balance de su actuación en Bilbao

Pepe Luis en la ya citada Hoja del Lunes madrileña, hace el siguiente recuento:

Curro Rivera es uno de los triunfadores de esta feria. En el bravo Arranz, al que supo entender, y con los Urquijo, se mostró torero y valiente, buen estoqueador y con sitio siempre. En honor a sus paisanos “estrenó” el pase de su creación: el “circurrete”, suerte para la que hay que tener una buena dosis de valor, aguante y facultades. Me gusta más el pase – o ligazón de dos, sin solución de continuidad – que su nombre, apócope o abreviatura - me parece a mí – de “currículum vitae”. En su éxito en Bilbao no intervino, aunque ayudó, lo sentimental y emotivo…

Se develó el misterio de esas suertes que se describieron como esos muletazos precedidos de un giro para vaciarse al toro por arriba…, resultaron ser el circurret, suerte novedosa en aquellas tierras y que era de la signatura de la figura del toreo en ciernes.

Agosto del 71 cerró de gran manera para Curro Rivera. En el número de El Ruedo, salido a los puestos el 31 de ese mes, apareció la siguiente información:

Reunido el Jurado para la concesión del “Capote de Oro” del Club Colavidas, III Trofeo al triunfador de la Feria 1971, se acordó, por unanimidad, otorgarlo a Curro Rivera, por el conjunto de su labor en las corridas que ha toreado. Firman el acta don Juan José Abrisqueta, presidente del Club Cocherito; don Ángel Eleicegui, vicepresidente del Club Taurino; don Luis Uruñuela, crítico del diario “Hierro” y de “Hoja del Lunes”; don Emiliano Uruñuela, crítico de Radio Bilbao; don Carlos Barrena, crítico de “El Correo Español”; don Antonio Díaz – Cañabate, de “ABC” de Madrid; don Vicente Zabala, de “Nuevo Diario” y TVE; y don Alfonso Navalón, de “Informaciones” …

Es decir, contra cualquier pronóstico, Curro Rivera terminó alzándose como el triunfador de esa edición de la Semana Grande, así como también resultó ser el primero y hasta esta fecha el único torero mexicano que ha abierto la puerta grande de ese coso.

Hace 50 años había feria y toros en Bilbao y el triunfador absoluto fue un torero mexicano. Hoy las cosas están en una especie de puntos suspensivos. Esperemos que pronto se den las condiciones para reanudar con la normalidad que sea posible las actividades de las ferias alrededor del mundo.

domingo, 15 de agosto de 2021

15 de agosto de 1926: Se presenta la ganadería de Matancillas en El Toreo de la Condesa

La historia de La Punta y Matancillas es un poco el reflejo el de la vida de quienes fueron sus fundadores y por muchos años sus propietarios, don Francisco y don José C. Madrazo. La primera, el hierro titular de la casa, el que vino a pasar a la historia como uno de los fundacionales de la actual cabaña brava mexicana y el segundo, en un plano más recatado, como una derivación de gran categoría que vino a ser el que regó en muchas otras ganaderías nacionales la sangre de Parladé, porque es una verdad sabida, que los señores Madrazo nunca cedieron por ningún título, vacas con el hierro de La Punta con fines de reproducción.

Sin embargo, la finca de Matancillas, contigua a la de La Punta, sería el lugar en donde ésta última fraguaría su grandeza. Don Francisco Madrazo Solórzano, en su obra El Color de la Divisa, narra lo siguiente:

La historia de nuestra casa... principió en un tentadero realizado en la finca de Matancillas, en el potrero de las Cacalotas, en una plaza construida de piedra sobre unas viejas tapias de calicanto. 

Era el mes de noviembre de 1921, y se celebraba una tienta de las vacas primitivas. Mi padre invitó a su gran amigo, Juan Belmonte García – que por entonces hacía su segunda campaña en cosos mexicanos – a torear unas terneras.

El trianero permaneció durante toda la faena sentado en los tejadillos de la plaza. No bajó ni una sola vez a darle un capotazo a las vacas, que toreaban – como podían – amigos íntimos de la casa: Tono Algara, Luis Vidrio y Pepe Cobián, auxiliados por el matador hidrocálido Rodolfo Rodarte.

Al terminar el tentadero, durante la comida de cordero al pastor, servido a pleno campo, Juan le dijo a mi padre: “Mire Paco, si usted es ganadero sólo por divertirse, lo que tiene está bien. Pero si usted quiere ser de verdad un criador de toros bravos y competir con los de su país sin desdoro, mate todo lo que hoy tiene. Venga a España, que yo con mucho gusto sabré aconsejarle en lo que compre, para que, con eso, y al cabo de un largo tiempo, pueda usted enorgullecerse de La Punta. Yo conozco, y soy muy buen amigo de varios ganaderos de lo mejor, que estarán dispuestos a venderle una punta de vacas escogidas y toros padres seleccionados por tienta y reata, de lo más selecto de sus piaras. Piénselo bien, y cuando usted lo decida, avíseme. Estaré, como siempre, dispuesto a servirle lo mejor que me sea posible...

Y es que, en esos años, la actual finca de La Punta no existía, pues se empezó a construir hasta 1927 y entonces las pruebas del ganado de lidia, originario primero de San Nicolás Peralta con toros padres de Parladé y Saltillo y después, procedente de San Mateo, se hacían precisamente en Matancillas, en la plaza levantada allí a ese efecto. Pocos años después, Matancillas iniciaría su andadura con nombre propio por los ruedos de México.

La 14ª novillada de la temporada 1926

El día de la Asunción de 1926 se celebraría la 14ª novillada del ciclo correspondiente a ese calendario. Se anunció la presentación de la ganadería de Matancillas – como fracción de La Punta – con un encierro para Julián Rodarte, Edmundo Maldonado Tato y la revelación Fermín Espinosa Armillita Chico. La publicidad anunciadora del festejo en el semanario Toros y Deportes, señalaba que la sangre de la ganadería era cruza española de Parladé, cuestión que luego veremos, resulta algo inexacta.

Los toros de La Punta, después de la importación de la simiente parladeña, se distinguieron, la mayor parte de su tiempo, por ser negros. Esa uniformidad en su capa produjo en don Francisco Madrazo Solórzano, una cierta fascinación por los toros de pintas diversas – raras, les llama él – y en su ya citada obra, hace este apuntamiento:

En los viejos libros de la casa vienen las fichas de dos novillos jaboneros. “Garrapato”, Nº 44 y “Palomito”, Nº 49, ambos hijos del toro de Parladé, con vacas de San Nicolás Peralta. El primero de ellos, lidiado por Fermín Espinosa “Armillita”, – novillero – en El Toreo de la Condesa, el 15 de agosto de 1926; y el segundo, regalado por mi padre a su gran amigo y aficionado práctico, don Luis Vidrio… El lote primitivo se mandó matar íntegro, y no volvimos a tener “pintas raras” en La Punta...

Es decir, el encierro de la presentación de Matancillas en El Toreo no era de origen Parladé puro, don Paco menciona al novillo jabonero número 44 y más adelante veremos que Verduguillo hará referencia a otro colorado ojo de perdiz, también del lote de Armillita. Y tiene su lógica, apenas hacía poco más de un año que el ganado adquirido por medio de Juan Belmonte, de Campos Varela, había llegado a La Punta, por lo que era materialmente imposible que estuviera en posibilidad de lidiar, aunque fuera una novillada de ese origen en tan breve tiempo.

El triunfo de Armillita

Rafael Solana Verduguillo, tituló su crónica publicada en su tribuna del Toros y Deportes salido a los puestos el día 17 siguiente: Triunfó Fermín el Sabio. Lo grande ese día, lo realizó ante el segundo de la tarde, del que relata:

Voy a ocuparme en primer lugar de la labor de Espinosa, porque fue el amo de la situación esta tarde. En segundo lugar, apareció un becerrote crecidito, castaño, ojo de perdiz, y con dos buenos pitones… el coahuilense logró quedarse con el animalito, y soltó una, dos, tres, cuatro verónicas estupendas, conservando los pies quietos y juntos, mandando únicamente con los brazos y pasándose por la barriga hasta el último pelo de la cola. Nos pusimos de pie, y ovacionamos esos cuatro lances maravillosos; vinieron después dos verónicas más, solamente buenas, luego un farol regular, y un recorte ceñido y vistoso…

“Armillita” encontró a su primer enemigo barbeando las tablas y con pocas ganas de pelea. Buscó al de “Matancillas” en el terreno que éste eligió; allí le dio un muletazo por alto, dos ayudados por bajo, obligando y consintiendo mucho para que el morito no se marchara. Un ayudado por bajo más, y el de costado con la derecha, aprovechando el viaje. Esto causa alboroto en las galerías, y, naturalmente, la escena se repite; sólo que esta vez el toro se va con la música a otra parte. Ya lo esperábamos.

En la zona de toriles, se desarrolla ahora la escena. “Armillita” que conoce las querencias muy bien y por eso digo que sabe mucho de estas cosas, se mete en el terreno enemigo; ahí pesan los toros. Dos ayudados por bajo, y después un natural con la zurda, corriendo muy bien la mano, otro igual, pasándose los pitones horrorosamente cerca, y el tercero nos pone los pelos de punta porque vemos como el maestrito ha tirado del toro, y se lo ha pasado por delante con la velocidad de un galápago. Así.

El toro sigue peleando en su querencia, y el torero sigue metido en ese peligroso terreno, porque sabe que ahí es donde las dan y las toman. Otra serie de tres naturales, soberbios, torerísimos. La cuadratura se logra, Fermín entra derecho, y sepulta la mitad del estoque en el mismo hoyo de las agujas; segundos después, el toro cae sin puntilla.

La concurrencia se pone de pie y aclama al maestro; y aparecen los albos pañuelos pidiendo la oreja, que el regidor Rochín concede. Nueva ovación y petición de la otra oreja. Y otra ovación más, y ahora es el rabo lo que exige la afición para el torero triunfador. Dos vueltas al ruedo, salida a los medios. ¡El delirio! ¡Bravo “Armillita”!

El devenir de Matancillas

Los hermanos Madrazo comenzaron a lidiar los productos del ganado de origen Parladé que importaron a partir del año de 1927, cuando se obtiene el cartel para la ganadería de La Punta tras de lidiar una corrida completa en El Toreo de la Condesa, el 23 de enero, para Chicuelo, Emilio Méndez y Marcial Lalanda

Matancillas dejaría de ser fracción de La Punta en 1942. Tendría ya su propio hierro y divisa. Cuenta doña María Luisa Solórzano:

Los hermanos Madrazo escogieron la divisa color oro, gris y rojo, y el hierro es como una flor de lis con círculo. Cuando formaron la ganadería de Matancillas, en 1942, escogieron el mismo hierro, pero sin el círculo, y los colores verde y negro para la divisa…

Y así, Matancillas, ya con hierro y divisa propios, la ganadería predilecta de Conchita Cintrón – en 1939, mató con Jesús Solórzano y Alberto Balderas, la camada completa – presentó su primera corrida de toros en El Toreo de la Condesa el 10 de enero de 1943, para el nombrado Rey del Temple, Lorenzo Garza y Carlos Arruza.

Mucho se afirmó que en Matancillas se dejaban las vacas que no superaban los exigentes criterios de selección de don Francisco y don José C. Madrazo, pero que tampoco merecían ser desechadas. Yo agregaría que quizás también iban allí aquellas que, habiendo superado la prueba, no eran absolutamente negras, al igual que los machos que tentados con el caballo, superaban la prueba, pero no la de la negrura o que allí se ensayaban cruces entre familias antes de establecerlos en La Punta.

Nombres ilustres de toros de Matancillas son entre otros Cirilo, aquel toro con el que el Faraón Silverio dijera más de una vez, que hizo la mejor faena de su vida; Mañico, el novillo que fue cima y sima para Rafael Osorno; Tepiqueño, un novillo que encumbró a Finito en Guadalajara, o Solimán, otro novillo que nos mostró los espléndidos alcances de Jesús Solórzano aquí en Aguascalientes.

Aproximadamente en 1958 los caminos de La Punta y Matancillas comenzaron a separarse. Esta última quedó en la titularidad exclusiva de don José C. Madrazo, quien la conservó hasta el año de 1967 y al salir de la familia de sus fundadores, varió su base genética. Sin embargo, durante noventa y cinco años ya, su nombre ha estado presente en las principales plazas y ferias de México y de la América taurina durante una buena parte de ese casi ya un siglo.

domingo, 8 de agosto de 2021

Oscar Realme. Recuento de dos temporadas

Currito, El Malagueño y Oscar Realme
Madrid 25/07/1963
Archivos de la Comunidad de Madrid
Fondo: Martín Sánchez Yubero
Cuando a principio de la década de los 60 del pasado siglo se reanudaron – una vez más – las relaciones entre las torerías de España y México, vinieron a confirmar su alternativa varios toreros que son ya figuras históricas de esta fiesta. Me refiero, por su orden de presentación en la Plaza México, a Paco Camino, Juan García Mondeño, Santiago Martín El Viti, Diego Puerta, Joaquín Bernadó o Curro Romero y ellos venían representados por casas de apoderamiento como las de los Chopera o los Camará o por apoderados como Alberto Alonso Belmonte o Cristóbal Becerra

Esos apoderados y representantes hispanos, por aquellos días, no solamente vinieron a arreglarle fechas a sus toreros recién alternativados, sino que se dedicaron a observar el ambiente taurino mexicano y con mucha atención, además, a los novilleros que marcaban el paso en su escalafón. Así, lograron el apoderamiento de toreros mexicanos como Abel Flores El Papelero, Gabino Aguilar, Mauro Liceaga, Fernando de la Peña, Jesús Delgadillo El Estudiante y Guillermo Sandoval, a quienes llevaron a España y los pusieron a torear allá.

Oscar Realme

Ya había contado en alguna oportunidad por aquí que Oscar Realme se había vestido de luces por primera vez en las fiestas del año nuevo de 1954 en un pueblo del sur de Jalisco. Durante los años de 55 y 56 su actividad se concentra en el Norte de México, particularmente en Ciudad Juárez, donde tiene un gran predicamento, pues en las novilladas que se daban en la plaza Alberto Balderas y posteriormente en la nueva Monumental, era casi un fijo en esos calendarios.

Decir que en la capital mexicana Oscar Realme surge en El Toreo de Cuatro Caminos no es una exageración. Es de los novilleros que el doctor Gaona empujó en esa etapa de su carrera empresarial, cuando la México estuvo cerrada entre 1957 y 1958. De las sesenta y tantas novilladas que dio en ese periodo salieron toreros como Raúl García, Gabriel España, Antonio Sánchez Porteño, Felipe Rosas o Emilio Rodríguez. Y por supuesto, ya lo apuntaba, el personaje de estas líneas.

Reabierta la Plaza México, Oscar Realme torea allí diez novilladas entre 1959 y 1961 y se mete en el cartel de la Oreja de Plata en ese último calendario, en el que destacó la terna que formó junto con Eduardo Moreno Morenito y Mauro Liceaga, con quienes alterna en los dos festejos que cerraron la temporada novilleril de ese año, ¡en el mes de diciembre!

La campaña del 62

La prensa española del principio de 1962 ya anunciaba que Antonio Posada, hombre de confianza de la casa Chopera, venía a México por toreros y de inicio, se nombraba a Alfredo Leal y a Oscar Realme, con la intención de ponerlos a hacer campaña por aquellas tierras. Oscar se presentó el 15 de abril en Palma de Mallorca en lo que sería una campaña breve, pero intensa, pues actuó en las principales plazas de aquellas tierras: San Sebastián, Zaragoza, Barcelona o Madrid, es decir, no rehuyó los principales escenarios.

De su actuación en Barcelona, el 21 de junio de 1962, junto a Efraín Girón y Carlos Corbacho, con novillos de María, Manuel y Pilar Sánchez Cobaleda, Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia, escribió:

El debutante Realme, de gran figura y moviendo muy bien los brazos con capa y muleta, dio ocasión en su primero a que el veterano David corriese al novillo a una mano en forma maravillosa, por lo que se le tributó una de las más encendidas ovaciones de la fiesta. ¡Qué primor! El azteca veroniqueó con garbo, y tales lances y los que de la misma factura dio en su quite, se ovacionaron. Cumplieron los de los rehiletes, y el diestro ofrendó a los graderíos la musicada faena… Un pinchazo escupido por el salmantino, y una gran estocada, valiéronle dar la única vuelta al ruedo de la tarde, con salida a los medios, entre unánimes aplausos…

En Las Ventas se presentó el 26 de agosto, alternando con Rafael Montero Rafaelete y José Mata. Los novillos fueron de Manuel García – Aleas. Aunque las crónicas consultadas no lo reflejan, los anuarios estadísticos señalan que cortó la oreja de su primer novillo y la vuelta en el que cerró plaza. Andrés Travesí, en el ABC madrileño del 28 de agosto siguiente, relata:

Se presentaba en Madrid el mejicano Oscar Realme, que causó buena impresión. Es tranquilo, tiene buenas maneras y torea con una lentitud dominadora que agradó a los aficionados. Con el capote intervino en varias ocasiones, veroniqueando aceptablemente y en dos quites valientes con el capote a la espalda... Utilizó Oscar Realme ambas manos en la faena, en la que hubo pases meritorios… Mató de una casi entera...

Esa actuación le valió volver a Las Ventas el 4 de octubre, tarde en la que para lidiar novillos de Antonio Ordóñez (1º, 2º, 4º), Carmen González de Ordóñez (3º, 6º) y El Pizarral (5º), fue acartelado con Alejandro García Montes y Luis Parra Jerezano. De esta actuación suya, escribió Antonio Díaz – Cañabate en el ABC de Madrid del día siguiente al del festejo:

El cuarto es de don Antonio. De la primera vara se sale suelto. Cumple en las otras dos. Llega a la muleta aplomado. Y Oscar Realme, que tan a placer pudo torear al primero, nos sorprende esforzándose en torear a éste que con tanto trabajo y desgana embiste. Y lo torea, y, además, con lentitud, un tanto sosa, pero muy torera. ¡La lentitud en el toreo! Sin ella el buen arte de torear es imposible... Aplaudo con todas mis ganas la lentitud de Oscar Realme. Fue un reposo. El reposo de un suspiro. Y, asimismo, lentamente, dejándose ver, entró a matar y cobra media estocada. Dio una merecida vuelta al ruedo, que en balde quisieron impedir unos cuantos gritos completamente injustos...

Cerró ese calendario actuando nuevamente en Madrid el 21 de octubre, en su tercera actuación en ese ruedo, con el rejoneador David Ribeiro Telles, Amado Ordóñez y Paco Villar, siendo los novillos de Antonio Pérez de San Fernando para rejones y del Conde de Villafuente Bermeja para los de a pie. Quien firmó como Interino, en el número de El Ruedo salido a los puestos el 25 de octubre de 1962 expresó:

Confirmamos que Realme puede llegar a ser un buen torero. Tiene figura y sabe hacer el toreo que tanto gusta ahora a las multitudes: bonito y al mismo tiempo hondo, largo, templado, serio. Estuvo con mucho decoro en un novillo, en cambio al tercero le hizo una faena merecedora de oreja. Faena completa, exquisita, limpia. Y valiente. El novillo lucía un par de cuernos imponentes, tremendos, capaces de poner cautela en el torero más fanfarrón. Realme, sin amilanarse, hizo cosas con sabor y sapiencia, sin miedo. Esto que parece sencillo no lo es, ni sencillo ni frecuente…

Ese fue el colofón de una temporada de 11 actuaciones, en las que dejó un cartel importante que le abriría las puertas de las plazas – y de los despachos – para el siguiente calendario.

El regreso al año siguiente

El arranque de la campaña del año 63 fue más comprometido pues se produjo el 11 de mayo en Sevilla, con Gastón Santos – también debutante – Curro Montenegro y Luis Parra Jerezano. Sin trofeos, volvió a causar una excelente impresión. De allí, el 26 de ese mismo mayo, va a Madrid al cierre de la Feria de San Isidro y el 2 de junio en Valencia es sacado a hombros a pesar de no cortar orejas, que le fueron pedidas, y al serle negadas quien presidió el festejo se llevó la consecuente bronca y el torero la salida en aires de triunfo grande.

El 13 de junio va a San Sebastián de los Reyes para alternar con Manuel Álvarez El Bala, Juan Calleja y José María Aragón en la lidia de novillos de Núñez Hermanos. Sobre esa tarde, Joaquín Jesús Gordillo escribió en el número de El Ruedo fechado el 20 de junio de 1963 lo siguiente:

Oscar Realme alargó la faena a su primer enemigo, buscando el lucimiento, que no llegó. Un pinchazo, una entera y descabello al primer intento. Silencio. Al novillo lidiado en quinto lugar Realme le instrumentó una buena faena sobre ambas manos, con empaque, temple y buen gusto. Un pinchazo y media. Dos orejas.

El 25 de julio torea en su última novillada en Madrid y tres días después regresa a la plaza francesa de Vichy. Y de allí a prepararse para la alternativa que sus apoderados le tenían programada para la feria de Oviedo, en septiembre, en uno de los principales carteles de ese ciclo, pues le apadrinaría Diego Puerta y sería testigo de la ceremonia Manuel Benítez El Cordobés, con toros de Atanasio Fernández.

La tarde de la alternativa, el 21 de septiembre de 1963, que recibió estrenando un vestido azul purísima y oro, la saldó dando la vuelta al ruedo tras la muerte del toro de la ceremonia y saliendo al tercio tras la muerte del que cerró plaza en la columna del haber y en la otra, sacó la fractura de un metacarpiano de la mano derecha al golpearse con la empuñadura de la espada tras de un pinchazo.

La confirmación en Madrid estaba dispuesta para el día siguiente. El padrino sería José Martínez Limeño y tanto Oscar, como José María Montilla ratificarían sus alternativas ese día ante toros de Francisco Ramírez. Por delante salió el caballero en plaza Rafael Peralta ante un novillo de Clemente Tassara. Las molestias en la mano derecha y el nulo juego de los toros salidos ese día, dieron al traste con las ilusiones de ambos confirmantes. Antonio Díaz – Cañabate, en su tribuna del madrileño ABC, escribió:

El sueño de Montilla y de Realme no pudo lograrse, no por culpa suya, sino de los toros que fueron mansos. Ya sabemos que esto puede no importar. Lo malo que tuvieron es que no se dejaron dar dos pases... Realme se limitó en el segundo a torearle con la izquierda, que, al resultarle fallido, desistió... El sexto tenía que ser cojo a la fuerza... y como el presidente, con muy buen acuerdo, se negara a devolverlo, pues el toro ni presentaba asomos de cojera, los chillidos, destemplados y continuos, impidieron a Realme que toreara y lo mató de media y dos pinchazos...

Esa tarde vino a ser el colofón de un par de temporadas en las que toreó 22 novilladas en las principales plazas de España – Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, Zaragoza, San Sebastián – y hacer notar que en la capital hispana se presentó en seis ocasiones en novilladas y en la tarde de su confirmación de alternativa. A esto se debe sumar que en la tarde de su alternativa se estrenó Oscar Realme, pasodoble torero del compositor granadino Fernando Arquelladas.

De los novilleros que fueron llevados a España al inicio de la década de los 60 recibieron allá la alternativa Guillermo Sandoval, Fernando de la Peña y Jesús Delgadillo El Estudiante en Barcelona, Oscar Realme en Oviedo, Abel Flores El Papelero, en Sevilla y Gabino Aguilar en Madrid. Todos la confirmaron en Madrid, a excepción de Abel Flores y por supuesto, de Gabino Aguilar, quien no tenía por qué hacerlo.

De vuelta en México

Oscar Realme regresó a México a intentar continuar su carrera de matador de toros. Lo hizo en tiempos convulsos para la actividad sindical de los toreros y eligió el bando que a la postre resultó ser el que sacó la peor parte del conflicto. Apenas pudo sumar 23 o 24 corridas de toros en la siguiente década por esa causa.

Eso le permitió concluir sus estudios de Economía y dedicarse al ejercicio de su profesión, que le llegaba por la vía paterna, pues su padre fue un destacado economista y funcionario de diversas entidades de la administración pública mexicana.

El 21 de julio de 1974 en la plaza Monumental de Monterrey se produjo su despedida no anunciada de los ruedos. La corrida se organizó para la despedida de su contemporáneo Fernando de la Peña y completaría el cartel el hidrocálido Jesús Delgadillo El Estudiante con toros de La Playa. Esa fue la última vez que vistió el terno de luces, poco más de dos décadas después de que lo hiciera por primera vez.

Oscar Realme falleció en Monterrey, Nuevo León, el 1° de agosto de este año 2021. Hoy hubiera cumplido 85 años. 

domingo, 1 de agosto de 2021

1º de agosto de 1971: Antonio Lomelín y Querendón de Mimiahuápam

El sangriento verano de 1971

Antonio Lomelín
La llamada Sentencia de Frascuelo se hace presente en los ruedos de cuando en cuando. Pero hay épocas en la historia del toreo en las que los toros parecen empeñados en repartir cornadas graves una tarde y la siguiente también. Así, en el verano de hace medio siglo, el día de Santiago aquí en México, Manolo Martínez se llevó una grande en Ciudad Juárez de un toro de Valparaíso y del otro lado del mar, en el festejo inaugural de la plaza de Villanueva de los Infantes, el toro Cascabel de Luis Frías Piqueras infería otra, que a la postre resultó ser mortal, al torero canario José Mata, que había acudido a actuar esa tarde sustituyendo al originalmente anunciado Juan Calero, que se cayó del cartel.

Al siguiente domingo, en la plaza mallorquina de Inca, Adolfo Ávila El Paquiro, que alternaba con Gabriel de la Casa y Antonio José Galán fue lesionado por el toro de la ganadería de Pepe Luis Vázquez que abrió plaza, resultando con una una fractura y luxación de cuarta y quinta vértebras cervicales y aplastamiento de médula que lo dejó parado por el resto de la temporada y en nuestra frontera Norte, de este lado del mar, ocurrieron los hechos que trataré de contar enseguida.

Tijuana, México 1º de agosto de 1971

El festejo anunciado en la Plaza Monumental de Las Playas ese día se integraba con toros de San Miguel de Mimiahuápam para Jesús Solórzano, Antonio Lomelín y Arturo Ruiz Loredo. La corrida era una de las primeras que don Luis Barroso Barona lidiaba en México después de su gran triunfo en Madrid el 22 de mayo anterior. El encierro y la presencia del acapulqueño Lomelín, triunfador también de la Feria de San Isidro, redondeaban lo que podía ser una gran tarde de toros.

Se dice que las cornadas son consecuencia de errores de los toreros. El cuarto toro de ese festejo fronterizo, llamado Querendón por su criador, correspondía a Jesús Solórzano quien era un buen banderillero. Invitó a Antonio a compartir con él el segundo tercio y es allí donde se produjo el percance. José Alameda, en su Crónica de Sangre, lo describe de la siguiente manera:

Acaba Lomelín de regresar de España. Y el primero de agosto de ese año 71, reaparece en Tijuana. Chucho Solórzano le ofrece banderillas en el cuarto de la tarde, “Querendón” de Mimiahuápam. Lomelín rompe los palos sobre el testuz y cuadra con las cortas. Pero los palos se caen. Emberrinchado, los recoge y repite la suerte. Para no volver a fallar, se queda un instante en la cara, suficiente para que el toro, con sólo alargar el cuello, lo alcance en su derrote frontal y lo despide a la arena… Yo estoy transmitiendo por radio la corrida y cuando Lomelín pasa ante el burladero de trabajo, en brazos de los monosabios, lo veo enconchado, como sumido, y con una sombra que le cambia el color del rostro…

Ingresó en la enfermería para quedar en las manos del equipo que en esas fechas dirigía el doctor José Rodríguez Oliva, avezado cirujano que había enfrentado ya varios percances graves, como aquel de Antonio Ordóñez el 29 de abril de 1962, complicado por la alergia del rondeño a los antibióticos y a determinados analgésicos y que le hizo perder su paso por las ferias de Sevilla y Madrid, teniendo firmadas en esta última la friolera de ¡seis tardes!

Sigue contando Alameda:

El Dr. Rodríguez Oliva, clínico de experiencia, levanta la camisa del torero. Una incisión limpia aparece a nivel del hígado. El médico alza la cara y me ve de frente. Luego, sin mover la cabeza, dirige la mirada hacia la herida y vuelve a levantarla hacia mí. Es un diálogo sin palabras. Los dos pensamos en lo mismo: Alberto Balderas. La cornada, aparentemente, es la misma. Sólo una mínima diferencia, providencial. Rodríguez Oliva me lo explica después: el derrote frontal, que interesa el hígado, es tan rápido que rechaza y despide al torero limpiamente, sin tiempo para que el pitón desgarre la víscera. De haber sucedido esto último, el estrago sería irreparable…

La impresión que cuenta José Alameda, que narraba por radio el festejo mano a mano con Valeriano Salceda Giraldés, se corrobora con el parte que el médico rindió después de la intervención al diestro:

Herida por asta de toro, penetrante de vientre, que se localiza en el hipocondrio derecho, exactamente en el reborde costal derecho y a nivel de la línea media clavicular con un solo orificio de entrada, como de 8 centímetros de diámetro aproximadamente, que interesó músculo recto anterior, peritoneo y porción de epiplón. Se amplió la región lesionada en una extensión de 25 centímetros y, al examinarla, se apreció que el asta del toro interesó el lóbulo hepático derecho, desgarrándolo en una superficie de 8 centímetros y con una profundidad de 10 centímetros en el parénquima hepático. Su pronóstico es grave y esa lesión es de las que ponen en peligro la vida del torero. Dr. José Rodríguez Oliva.

El torero fue intervenido e internado en la Clínica Primavera de Tijuana y posteriormente trasladado a la capital de la República donde se le ingresó en el Sanatorio Español donde en principio, terminaría su recuperación.

Años después, en 1987, el doctor Rodríguez Oliva contó a Jeannette DeWyze, del semanario norteamericano San Diego Reader lo siguiente acerca de su actuación para atender este percance:

Rodríguez afirma que quizás algunas de las cornadas más graves se han producido en las plazas de Tijuana. Una de ellas fue la de agosto de 1971 sufrida por Antonio Lomelín.

El famoso torero acababa de colocar un par de banderillas y giró buscando salir de la suerte, cuando el toro tiró la cornada y prendió a Lomelín en el abdomen, bajo la última costilla. En la enfermería, el doctor Rodríguez se preparó a ritmo frenético y estando listo realizó la incisión en el sitio dañado, mostrando el hígado “estallado en la forma que quedan los cristales de los automóviles cuando se les arroja una piedra”, recuerda.

Hoy el doctor Rodríguez simula la manera en la que de manera rápida suturó el órgano lesionado, haciéndolo de dentro hacia afuera. Cuenta que después aplicó compresas calientes al hígado y dijo a sus asistentes: “Relájense, ya podemos contar chistes”. Cuando después de diez o quince minutos removió las compresas, el sangrado se había detenido y el doctor Rodríguez concluyó la cirugía. 

Lomelín, una vez recuperado de esa cornada, le obsequió al médico un bisturí de oro en muestra de agradecimiento y de reconocimiento a su habilidad quirúrgica…

Contado así, el procedimiento parece sencillo, pero se requiere un gran conocimiento de la anatomía y fisiología humanas y también una extensa experiencia quirúrgica para tener la frialdad suficiente para enfrentar un evento traumático de esa naturaleza.

Las complicaciones de la rebeldía

Antonio Lomelín no tenía el ánimo como para permanecer quieto en la situación en la que se encontraba. Sus triunfos en Madrid le abrieron las puertas de muchas plazas y de muchas ferias importantes en ruedos europeos. Así, en cuanto las peores molestias de la cornada de Querendón cedieron, aún en la cama del hospital, comenzó a urdir la manera de retomar su andar por los ruedos y quiero pensar que se fijó como meta reaparecer en un cartel de tronío. Esto le contó a Jaime Rojas Palacios e Ignacio Solares para su libro Las Cornadas a este propósito:

Yo creo que es la cornada más grave que he tenido – nos dice Antonio –. También ha sido la más dolorosa y la que dejó penosas consecuencias. Después de ocho días, de Tijuana me trajeron al Sanatorio Español de esta capital para que me atendiera el Dr. Hernán Cristerna, especialista en gastroenterología. Ahí estuve dos semanas y media. Sin que los médicos se enteraran, ordené a mi mozo de estoques que comprara boletos de avión y que dispusiera todo para un viaje. Yo tenía una corrida importantísima para mí en Almería, España, pues alternaría con “El Cordobés” y Diego Puerta, y de ningún modo quería perdérmela. Del hospital salí a escondidas y directo me fui al aeropuerto. Llegué a Madrid y al otro día estaba en Almería para torear, sólo 28 días después de mi percance en Tijuana. Corté oreja…

Sin embargo, Antonio Lomelín no estaba plenamente recuperado de sus heridas y pronto las secuelas de la interrupción del tratamiento que se le debió dar empezaron a pasarle factura, cada vez le costaba más recuperarse de los esfuerzos que le representaba el lidiar toros, según contó a Rojas Palacios y Solares:

Me sentía muy desganado. Solo toree en España siete corridas. Cada vez tardaba más tiempo en recuperarme. Primero eran dos o tres horas; luego, un día, y después, dos o tres días en los que no podía levantarme. Regresé a México y otra vez al Sanatorio Español, donde me encontraron un gran hematoma en el hígado. Duró mucho tiempo mi restablecimiento. Estuve más de un mes hospitalizado. Afortunadamente, no hubo necesidad de intervenirme otra vez. El Dr. Cristerna prefiere evitar la cirugía mientras sea posible...

La juventud permite a los seres humanos retar a la naturaleza en muchos aspectos, pero esta acabará imponiéndose en algún determinado momento. Creo que eso le sucedió en este caso a Antonio Lomelín.

La temporada 71 de Antonio Lomelín

El año de 1971 lo inició toreando en Irapuato el 1º de enero y lo terminó en Acapulco el 26 de diciembre. En México actuó en 17 festejos, cortando 24 orejas, 2 rabos y una pata. En ruedos de Europa toreó igualmente 17 tardes, 14 en España y 3 en Francia. También actuó 2 tardes en Lima, sumando consecuentemente 36 corridas toreadas ese año.

Afirmó a Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios que tras de su reaparición el 26 de agosto en Almería, solamente pudo torear 7 corridas más en España. La realidad es que solamente fueron tres más, Peñaranda de Bracamonte, Mérida y Barcarrota, esta última el 9 de septiembre con la que cerró su campaña allende el mar y las fechas perdidas en esas tierras que pude encontrar fueron únicamente las de Vitoria, Bayona y Frejus.

Aquí en México reapareció hasta el domingo 10 de octubre, alternando con Luis Miguel Dominguín y Adrián Romero en la lidia de toros de José Julián Llaguno y al día siguiente volvería a actuar al lado de El Número Uno, junto con Joselito Huerta en Guadalajara, pero ante toros de Torrecilla.

Antonio Lomelín fue el ganador del trofeo Mayte por el año 1971 al mejor quite de la Feria de San Isidro (en la que cortó 3 orejas). En 1970, había ganado el de la mejor estocada. El jurado lo integraron en ese año el Conde de Colombí, Antonio Bellón, Manuel Lozano Sevilla, Domingo Ortega, Luis Gómez Estudiante, Ricardo García K – Hito, José María del Rey Caballero Selipe, César Jalón Clarito y Rafael Campos de España

El Mayte al triunfador de la feria se lo otorgaron a Antonio Bienvenida, que cortó cuatro orejas en la corrida concurso del 30 de mayo, en festejo en el que su alternante, Andrés Vázquez, fue herido por el primero de su lote y el hijo del Papa Negro se quedó con casi toda la corrida.

Concluyendo

Así pues, estos son los hechos y algunas de sus consecuencias ocurridos hoy hace medio siglo. El personaje de estas líneas, Antonio Lomelín, nos debe dejar bien claro que, así como en los tendidos hay sol y hay sombra, para quienes se juegan la vida en el ruedo hay triunfo y hay también tragedia y éstas, a veces, se encuentran en un muy breve espacio de tiempo.

Aviso Parroquial: Quiero agradecer a mi amigo Doblón (@toritosyburros) por haberme acercado a la ubicación exacta de la plaza en la que ocurrieron los hechos aquí narrados y por haberme proporcionado la ubicación del artículo del San Diego Reader citado arriba.

Aldeanos