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domingo, 29 de agosto de 2021

Julio Esponda, Tauromagia Mexicana y el difícil arte de formar toreros

Julio Esponda
Sevilla, septiembre 2011

El pasado domingo 22 falleció Julio Esponda Ugartechea, quien solamente por su ejercicio profesional hubiera pasado a la posteridad, pues fue un brillante y recto profesional del Derecho. Pero también eligió, quizás como proyecto complementario de su existencia – cronológicamente breve – la de alimentar su afición a la tauromaquia, desarrollando un proyecto de formación de toreros que trascendió nuestras fronteras, porque Tauromagia Mexicana, que tal fue su denominación, fue conocida como un ejemplo de éxito en todo el llamado planeta de los toros.

Julio Esponda recogió el guante que lanzó el indescriptible Enrique Martín Arranz, recipiendario a su vez de las ideas del formador quizás de la primera escuela taurina moderna española, Manuel Martínez Molinero, para arrancar en México un proyecto que guardara similitud con el de la Escuela de Tauromaquia de Madrid y a partir de ello se buscara formar toreros mexicanos a partir de una formación física, taurina y sobre todo humana en una manera muy distinta a lo que tradicionalmente se hacía.

La escuela taurina moderna

La historia nos enseña que la primera escuela de tauromaquia formal fue la que en Sevilla se fundó por decreto del rey Fernando VII. También nos dicen los libros que su funcionamiento fue breve – cuatro años apenas – aunque productivo, porque entre otros dejó como resultados a Paquiro y a Cúchares. Una vez cerrada, cuenta William Lyon:

Escuelas sucesivas tampoco prosperaron. Solían ser experimentos aislados de bajo presupuesto llevados por un ex torero enamorado de la fiesta. Para gran número de taurinos profesionales – un gremio no distinguido precisamente por su cultura y visión –, un torero tenía que hacerse a base de pasar hambre, viajar en el tope del tren y jugarse la vida en capeas, festejos pueblerinos y escapadas a los cercados… (Intuitivos, espontáneos y vivaces, en El País, Madrid, 7 de septiembre de 1985)

Es decir, el caos era la regla y la enseñanza ordenada la excepción y esta estaba reservada a aquellos que, por razón dinástica, pertenecían a una familia de toreros y recibían, en casa, una formación sin las privaciones y sin el desorden que la generalidad tenía que padecer. Así, sacar una figura del toreo en esas condiciones, era, efectivamente, un verdadero milagro.

A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, el nombrado Martínez Molinero funda la Escuela Taurina de Zamora, a partir de la idea de que había que reglar y ordenar el aprendizaje de los toreros, hacerles vivir, parecer y pensar como tales, y de enseñarles a andar a hacer el paseíllo, a conocer el reglamento, a saber qué orden y lugar se debe ocupar según la situación de la lidia y el rango que se tiene. Es decir, a ordenar el conocimiento de la lidia. Pero también a tener en cuenta que el aspirante y el torero son personas y que tienen que ser formados y atendidos como tales.

Esta mística fue llevada por él, junto con Enrique Martín Arranz en 1976 a Madrid, a lo que inicialmente fue la Escuela Nacional de Tauromaquia y que hoy es la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de la Comunidad de Madrid.

Nace Tauromagia Mexicana

Cuando Enrique Martín Arranz sienta sus reales en México, comienza a predicar la necesidad de fundar aquí un centro de enseñanza de la tauromaquia al estilo de la que había en Madrid. Ya se habían hecho algunos intentos, como la escuela Abogao Jesús Ramírez Gámez en Aguascalientes, pero sin la constancia y la contundencia que hubiera producido un torero de arrastre nacional. 

Es así que en el año 2003, Julio Esponda reúne un grupo de amigos y aficionados a la fiesta, los más notables fueron los ganaderos Eduardo Martínez Urquidi, Miguel Valladares y Benigno Pérez Lizaur y el aficionado Manuel Villalvazo Baz, y con ellos integró el proyecto que denominaron Tauromagia Mexicana, que por breve tiempo dirigió el propio Martín Arranz, asistido por Carlos Neila, matador de toros egresado de la Escuela de Madrid y fueron asistidos por Juan Cubero. Posteriormente se integrarían al grupo docente Alberto Elvira y Mario Zulaica. Es Juan Cubero quien cuenta lo que sigue:

El proyecto Tauromagia Mexicana nació en 2003. Cuenta Juan Cubero, que en la actualidad es el preparador de los toreros de Tauromagia Mexicana, que Enrique Martín Arranz, a la sazón fundador de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, “se lo sugirió a unos ganaderos, que tenían mucho interés en buscar a jóvenes toreros”. Una labor de lo más necesaria, “puesto que estaban carentes de toreros que tuvieran interés para los públicos”, concluye. Dentro de ese grupo de personas se encontraban Julio Esponda y Miguel Valladares, que pusieron mucho empeño en que el proyecto saliera adelante… (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La primera convocatoria atrajo a más de cincuenta aspirantes y después de las pruebas se quedaron unos veinte. Entre ellos estuvieron Octavio García El Payo y Arturo Saldívar. Posteriormente llegó Mario Aguilar. Los tres se presentaron tanto en Madrid como en la Plaza México en su etapa novilleril. Los tres recibieron la alternativa. El Payo y Saldívar la confirmaron tanto en México como en Madrid y Mario Aguilar, quien terminó abruptamente sus días, quizás se quedó a las puertas de hacerlo en Las Ventas

El último proyecto notable que Julio Esponda y su grupo acometieron fue la formación de Sergio Flores. Cuando El Payo, Arturo Saldívar y Mario Aguilar estaban por presentarse en Madrid, Juan Cubero estaba ya preparando otro torero que trascendería:

Pero a Juan Cubero todavía le queda en la recámara un torero desconocido para muchos y que, según confiesa, va a ser algo estelar. Se llama Sergio Flores y “lo descubrí allí – en México – de tapia en un tentadero. Le vi unas condiciones asombrosas” … (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La formación de toreros sin duda, es una actividad difícil y es también seguramente, un arte, porque implica el entender las condiciones de la persona para desenvolverse delante de los toros, pero también su integridad humana, las profundidades de su ser, para poder determinar si eso que el aprendiz estima como vocación, en realidad lo es, o es una mera afición, porque, como escribe mi maestro Jesús Eduardo Martín Jáuregui:

…el toreo no es un mero ejercicio físico – estético frente a una res indoméstica, sino una expresión artística que implica una actitud ritual no exenta de misticismo ante la vida y ante la muerte… El Toreo no puede agotarse con la preparación teórica y práctica que implique una especie de entrenamiento deportivo, se requiere una disposición de espíritu… un refinamiento del gusto, una preparación cultural, un decantamiento artístico, un fortalecimiento del ánimo, una educación del carácter, un dominio del temperamento, un control de las emociones y la aptitud de transmitirlas… (Escuelas taurinas. Escuelas de vida, en su columna Itinerancia. El Heraldo de Aguascalientes, 8 de abril de 2008)

La idea del Notario y autoproclamado aficionado en el retiro Martín Jáuregui, no se aparta de lo que Rodolfo Gaona le contó a Monosabio en su libro hagiográfico Mis Veinte Años de Torero a propósito de sus inicios en el aprendizaje de la tauromaquia con Saturnino Frutos Ojitos:

Ojitos no sólo nos enseñó las reglas del toreo. También las de urbanidad; a saber sostener una conversación con los buenos aficionados; a sentarnos a la mesa cediendo la cabecera a los visitantes de respeto; a no sopear a cuerno limpio cuando le entrábamos al mole de olla, sino que él tenía un procedimiento muy difícil: la sopa de tortilla la prendía en el tenedor, así, ¡ándele, señor!, le metíamos con fibra al caldillo. Mientras él o los matadores no llegaban, ninguno se sentaba a la mesa. Y cuando el matador – yo – se levantaba, todos daban por terminada la comida…

Creo que estas últimas apreciaciones resumen de manera bastante fiel la finalidad perseguida por Tauromagia Mexicana, el proyecto que Julio Esponda con sus amigos dejó para la Historia de la Tauromaquia Mexicana. Los que aspiran a ser toreros son primeramente personas y como tales hay que formarlas. Después, si tienen las necesarias aptitudes, se les instruirá para ser toreros.

El devenir de las escuelas de tauromaquia

Creo que es válido hablar de un antes y un después de Tauromagia Mexicana. El proyecto que abanderó Julio Esponda en todos los países en los que la fiesta de toros es – y quizás también en los que no tiene lugar – produjo aquí en México una profusión de escuelas taurinas. Y el modelo que tomaron como ejemplo fue precisamente el de Tauromagia

Esas nuevas escuelas han acercado la enseñanza de la tauromaquia a los jóvenes, quienes ya no tienen que desplazarse de sus lugares de origen. Algunas son apoyadas por instituciones oficiales y otras son sostenidas por particulares o empresas, con la finalidad de mantener viva una tradición muy nuestra. No cabe duda de que los buenos ejemplos se imitan.

La firma de Julio Esponda está allí, vigente en cada una de ellas, pues lo que logró en un breve espacio de tiempo, animó a los demás a seguir sus pasos. Como dijo José Martí, ese es el mejor autógrafo que un hombre puede dejar. ¡Que descanse en paz!

domingo, 8 de marzo de 2020

José Tomás: ¡así no!

Simón Casas escribió hace siete años
José Tomás se deja ver con cuentagotas, no accede a ninguna entrevista, rechaza las actuaciones televisivas e impone sus elecciones: fechas de compromisos, ganaderías que lidiará, matadores que le acompañarán e incluso la ilustración de los carteles destinados a anunciar sus escasas corridas... Cada veinte años surge un torero llamado «de época», es decir, cuyo estilo expresa efectivamente la época a la que pertenece... A comienzos de la década de 2000, aparece José Tomás... Cuando torea, José Tomás suspende el tiempo, la vida y la muerte se funden en una unidad con la incertidumbre de la gracia. José Tomás nos transporta más allá de la angustia que la muerte impone... (La Tarde Perfecta de José Tomás, 2013, Págs. 25 – 27)
Ilustra el empresario francés – aunque le guste que le llamen productor – en esas breves palabras, el profundo significado que tiene el torero de Galapagar para la fiesta de hoy en día. No es un torero de cantidad, sino de calidad. Es un torero que cuida personalmente de los detalles, hasta del más mínimo y sin duda, ha marcado a la afición de su tiempo y seguramente a los que venimos de otro también. Y es que toreros de ese calibre no surgen, como dice Casas, cada dos décadas, yo más bien creo que surgen una sola vez en la vida.

Lo que sí tiene veinte años de distancia, es el hecho de que José Tomás comenzara a dosificar su presencia en los ruedos. Y viene de aquella rueda de prensa celebrada en marzo del año 2000 en el Hotel Victoria para establecer su postura respecto de la cuestión de los festejos televisados. Allí, entre otras cosas, por voz de Enrique Martín Arranz en aquella ocasión, dejó ver que la presencia de un torero debe dosificarse para potenciar su interés en la afición. Y lo llevó a cabo.

Después vino lo de Navegante, un tabaco que a cualquiera otro lo hubiera quitado de torero. La historia de la fiesta tiene en sus páginas muchos nombres que por percances similares han decidido poner punto final a carreras más o menos destacadas, pensando en mantener su integridad y considerando también que el día de decir adiós fue precisamente ese. En el caso de José Tomás no ha sido así, ha decidido continuar, con medida, pero seguir andando el camino.

En esa tesitura el pasado viernes se anunció que el presente año reaparecería en el anfiteatro de Nimes el día 31 de mayo, para actuar junto al rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza y que después lo haría en el mismo escenario el 20 de septiembre también con una rejoneadora, en este caso Lea Vicens. Ambos festejos serán matinales. Unas horas más tarde, se informó también que se tenía pactada también una presentación en la Feria del Corpus de Granada, pero sin precisar fecha o composición del cartel.

Los comentarios no tardaron en surgir. En primer término fueron encomiásticos por la esperada presencia en los ruedos del llamado Príncipe de Galapagar, pero enseguida en muchos corrillos se empezó a soltar la expresión: así no. Debo confesar que yo soy uno de los que la emitieron y entre las respuestas que recibí está aquella que dice que José Tomás no tiene nada que demostrar y que por ello, puede acartelarse con quien le convenga.

Efectivamente, José Tomás no tiene nada que demostrar. Ya recorrió el camino y es una figura del toreo. Conquistó el sitio delante de los toros y derramando más sangre que otros que ostentan la misma categoría. En ese orden de ideas, efectivamente puede hacer lo que quiera, pero en el fondo, el sitio de figura del toreo conlleva también una responsabilidad hacia la afición que es la que lo otorga y ante ella hay que salir a defenderlo. También se conquista entre pares y la defensa del sitio es ante ellos.

De allí mi expresión así no. De serme posible, de cualquier manera iría a verle torear, pero con cierto sabor de desencanto, no le vería defender su sitio, le vería únicamente crear arte – si las circunstancias son propicias – pero sin el acicate que representa la competencia en el ruedo.

Dice mi amigo Gastón Ramírez Cuevas: beggars can´t be choosers, que traducido al cristiano quiere decir algo así como que los pedigüeños no tenemos derecho a escoger. Siguiendo la lógica de mi abuela Eulalia, esos refranes son evangelios chiquitos, verdades verdaderas y entonces, no hay de otra, pero yo me mantengo en mis trece: ¡así no! Pero mi admiración y respeto por José Tomás seguirán siendo los mismos.

Como podrán ver, hoy he expresado en esta bitácora mi opinión, esa que casi siempre me guardo. Ya volveré la próxima semana con algún tema de los acostumbrados por aquí.

Aldeanos