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domingo, 13 de junio de 2021

Detrás de un cartel (XVII)

Curro Rivera: A hombros en la Beneficencia del 71

La Corrida de la Beneficencia de Madrid es una reminiscencia de aquella disposición real que establecía que los beneficios que generaran las corridas de toros serían destinados a los hospitales de la capital de España. Era un festejo fuera del abono, posterior a la Feria de San Isidro y se esperaba su anuncio hasta conocer a los triunfadores de ese ciclo – toreros y ganaderos – para ofrecer a la afición un verdadero cartel de tronío y de esa manera recaudar fondos bastantes para una causa noble.

Hoy se ha tergiversado en mucho el sentido de ese festejo que en su día fue extraordinario en el sentido estricto del término. Se le anuncia junto con la Feria, con el cartel ya constituido y sin esperar a que, seguro azar del toreo – Alameda dixit – una sorpresa pudiera proporcionar a algún integrante de esa combinación que pudiera generar interés en la afición. Esa práctica le ha quitado interés y sentido a una corrida tradicional.

La Beneficencia de hace 50 años

El doctor Carlos González – Bueno, presidente de la Diputación de Madrid en esa época, anunció casi al cierre de la Feria de San Isidro de 1971, que la corrida de Beneficencia se daría el jueves 3 de junio de ese año y que el cartel lo integrarían un encierro de don Felipe Bartolomé para ser lidiado por Antonio Bienvenida, Andrés Vázquez y Curro Rivera, uno de los diestros mexicanos que habían cautivado a la afición española esa campaña.

Los tres toreros anunciados habían tenido actuaciones importantes durante el ciclo isidril a punto de concluir y con su presencia en el festejo benéfico se aseguraba el lleno en la plaza. El encierro santacolomeño de Felipe Bartolomé, por su parte, en aquellos días era considerado de los de garantía y en esas condiciones el cartel podría considerarse como redondo.

Pero los imponderables son activos fijos de esta fiesta. El 30 de mayo, en la 17ª corrida de San Isidro, un toro Aguilucho de Alonso Moreno de la Cova hirió a Andrés Vázquez y por ello Antonio Bienvenida, con quien toreaba mano a mano, tuvo que quedarse con el resto de la corrida. La cornada, en la zona axilar y con contusión en el pecho, mandó al torero de Villalpando al dique seco por cuando menos quince días.

En el ejemplar de El Ruedo del 1º de junio de 1971, donde se da cuenta del percance de Andrés Vázquez, también se da cuenta de esta información:

A mediodía del lunes, don Leopoldo Matos nos informó gentilmente de que en la imposibilidad de que toree Andrés Vázquez, que mejora de su grave cornada el cartel de la prestigiosa corrida de Beneficencia queda en un mano a mano entre la gloriosa veteranía de Antonio Bienvenida y la prometedora juventud de Currito Rivera. Con ello se recoge el sentir de la afición madrileña… Un cartel de contrastes. Experiencia contra ilusión. Veteranía contra aspiraciones. Cartel hispano – americano...

Así pues, el festejo quedó en un interesante mano a mano entre Antonio Bienvenida y Curro Rivera con los toros de Felipe Bartolomé.

Los toros que se lidiaron

El hombre propone, Dios dispone y llega el toro y todo lo descompone…, dice un adagio de esta fiesta. La corrida de Felipe Bartolomé condicionó en mucho el hacer de los toreros esa tarde. Esa ganadería había lidiado un buen encierro el 29 de mayo y eso fue quizás lo que animó a los organizadores de la Beneficencia a pedir otro para su corrida. En El Ruedo del 8 de junio de 1971, se analiza en estos términos:

Sea ello la culpa por el buen sabor de boca dejado por el juego, presencia y trapío de los toros lidiados el sábado 29, en plena isidrada, lo cierto es que los toros salidos en la clasicísima corrida de Beneficencia defraudaron a propios y a extraños.

Suponemos que todos han dado la edad en el reconocimiento “post mortem”. Suponemos que la mejor fe y la mayor entrega informó a los funcionarios de la Diputación Provincial que comprometieron la corrida de toros. Pero lo cierto es que, tras sucesivas salidas, salvo el tercero y el sexto, tuvieron poco de toros. Trapío justo para convencer al frío Reglamento; caras jóvenes y comportamiento – esto no es achacable a nadie – irregular.

Si a la muleta llegaron más que dóciles, bobalicones, los diestros no les concedieron el margen de confianza por el incierto comportamiento en otros tercios.

£l sexto fue protestado y devuelto a los corrales y el sustituto, sexto bis, de salida, saltó al callejón y proporcionó un susto mayúsculo y algunas contusiones a los espectadores de barrera y callejón.

El triunfo de Curro Rivera

En esas condiciones, Curro Rivera logró abrir la Puerta de Madrid por primera vez en su historia personal esa tarde, cortando una oreja al primero de su lote Grajador, número 7 con 492 kilos y otra al sexto – bis, Niño, con 577 kilos de peso. La tarde fue pasada por agua, con los paraguas como telón de fondo en los tendidos, pero con la afición aguantando a pie firme en ellos. Así vio Julio de Urrutia, en su tribuna del diario Madrid su faena al segundo de la tarde:

Era natural que, a esta falta de pulso de la corrida, impuesta ante unos toros terciados, con casta, pero de escasa fuerza, por el veteranísimo Antonio, no pudiera replicar como era de desear el voluntarioso Rivera, que bastante hizo con sacar partido del segundo Bartolomé de la tarde, caído lastimosamente en los medios tras tomar las varas reglamentarias, pero que aceptó por la izquierda tres buenas series de naturales de la muleta del mexicano. El escaso poder del toro no estaba para más y Curro lo mandó al desolladero de una casi entera, algo tendidilla, que hizo rodar al cornúpeta. Rivera cortó la oreja...

Ante el sexto – bis, Niño, Curro Rivera cortó la segunda oreja que le permitió abrir la Puerta Grande de Las Ventas. La impresión que le causó a Andrés Travesí, quien hizo la crónica para el ABC madrileño en esa oportunidad, fue la siguiente:

En el sexto, que era el sustituto, llovía. Con paraguas la gente permanecía en el tendido. El toro tenía buenas defensas. Rivera se creció y se olvidó del gris, y de la lluvia, y de la hora... No fue su faena variada. Pero consiguió algunos pases excelentes con la derecha y con la izquierda, y sus desplantes, sus adornos, tuvieron gracia y belleza. También cortó una oreja y fue despedido con aplausos, negados en ese momento a Bienvenida. Eran las ocho y llovía. La tarde seguía en gris...

Algunas otras curiosidades de este festejo

El ejemplar de El Ruedo aparecido el 8 de junio de 1971, señala que el brindis preceptivo que hizo Curro Rivera a Francisco Franco, Jefe del Estado Español por esas fechas, que presidía el festejo, fue de la siguiente guisa:

Por su bienestar y el de España entera. ¡Arriba España y Arriba México!

Y, por otra parte, el sexto – bis, Niño, al que Curro Rivera le cortó la segunda oreja de su cuenta personal, saltó las tablas por el rumbo del tendido 8 y casi llegó a las graderías, lesionando a varias personas en el callejón y en la primera fila de barreras. El parte facultativo publicado en el ABC madrileño fue el siguiente:

Fueron asistidos por el doctor García de la Torre el banderillero Rafael Martín Velasco «Rubichi», de fractura abierta del antebrazo derecho, contusiones y erosiones múltiples, de pronóstico grave (pasó al Sanatorio de Toreros); el diplomático americano Luis María Chefardet Urbina, de una herida leve en la región frontal, de pronóstico leve; el ganadero don Juan Martín (Carreros), de herida en la cara y labio superior, de pronóstico leve y don Manuel García González, de una herida incisa en la región superciliar derecha, contusiones y erosiones múltiples, de pronóstico leve, salvo complicaciones...

El lunes siguiente, Antonio García – Ramos, abogado, aficionado y bibliófilo, en la Hoja del Lunes, escribía un interesante artículo recordando que fue José Daza, en el siglo XVIII, el que propuso y diseñó el cable tensado que se coloca en muchas de las plazas de toros en la contrabarrera como mecanismo de protección, precisamente para evitar que los toros que saltan alcancen las localidades ocupadas por los aficionados.

Aviso Parroquial: Diría alguien que conozco: tarde pero sin sueño... Hace unos días de la fecha de la efeméride, pero aquí está el recuerdo de una de las últimas grandes hazañas de una figura del toreo de México en la principal plaza de toros del mundo.

domingo, 11 de agosto de 2013

14 de agosto de 1969: Manolo Martínez triunfa en San Sebastián

El cartel de la Semana Grandede 1969
Las dos campañas que hizo Manolo Martínez en España tienen, en la memoria colectiva, el signo de que no se distinguieron por los triunfos obtenidos. La causa de ese recuerdo es que no tuvo rotundidad en Madrid – a pesar de cortar una oreja el día de su confirmación de alternativa – y en Sevilla no se presentó sino hasta muchos años después. Pero una revisión exhaustiva de su paso por las plazas españolas y francesas, nos reflejan que triunfó en plazas de importancia, como Málaga, Toledo, Valencia, Bilbao o Mont de Marsan alternando con los principales toreros de allá de esos días.

La Semana Grande de San Sebastián de 1969 fue una feria en la que se lidiaron encierros ganaderías como Moreno Silva, Núñez Hermanos, Baltasar Ibán, Atanasio Fernández, Clemente Tassara, Salustiano Galache, o Fermín Bohórquez y en el aspecto de los toreros actuaron Paquirri, Manolo Cortés, Paco Camino, Antonio Ordóñez, Ángel Teruel, Jaime Ostos o Serranito. En ese entorno, la corrida a celebrarse en El Chofre el día 14 de agosto, tenía como ingredientes a los toros de don Antonio Pérez, de San Fernando, Salamanca y a los toreros Diego Puerta, Paco Camino y Manolo Martínez.

Manolo Martínez llegaba a Donostia con la aureola de haber cortado cuatro orejas y dos rabos en su anterior actuación – Málaga, 5 de agosto – en la que alternó con Antonio Ordóñez y Santiago Martín El Viti en la lidia de toros de doña María Pallarés. Entonces, para la tarde que me tiene aquí con Ustedes hoy, se tenía anunciado un cartel que puede considerarse bien rematado.

Así se anunció en España
Manolo Martínez
Me llama la atención el hecho de que en aquellos días los diarios de la capital española enviaban a sus cronistas titulares como enviados especiales a cubrir distintas ferias, sobre todo aquellas que por su tradición y calidad podían considerarse como verdaderos acontecimientos. Hoy ya son pocos los diarios madrileños que cubren así las grandes ferias y en el caso de San Sebastián y además, resulta triste que hoy, por la cerrazón de unos cuantos políticos, ni siquiera haya feria. Sobre la tarde que me ocupa, encontré dos relaciones en los diarios de Madrid. La primera, en el ABC, escrita por Antonio Díaz – Cañabate y una segunda en el diario Madrid, firmada por Julio de Urrutia.

Cito en primer lugar la crónica de Díaz – Cañabate, en la que, dejando de lado lo que me parece es su poco gusto por nuestros toreros, se expresa en forma laudatoria de la actuación de Manolo Martínez. De su crónica extraigo lo que sigue:
El tercero fue el clásico toro que ha hecho famosa y perdurable la ganadería de Antonio Pérez. La bondad hecha toro. La arrancada alegre y reposada, la cabeza humillada, fija, sin el menor cabeceo en la muleta, dócil al mando del torero y suave su trote o su galope. El mejicano Manuel Martínez tenía que estar ciego para no ver todo esto. Lo vio enseguida y se puso a tono con el toro. Lo más sobresaliente de su buena faena fue que se apartó de lo mecánico, hoy tan prodigado. Había calor, regusto en sus pases, temple en la mano, largura en el brazo, finura y armonía en sus movimientos y también variedad. Se percibía que el toro y el torero estaban contentos de haberse encontrado. Se compenetraron y esto es esencial en el toreo. Tan esencial como que después de una buena faena muera el toro tan dignamente como ha sido toreado y en esto falló lamentablemente Manuel Martínez. Entra mal y señala un pinchazo. Vuelve a entrar mucho peor y la espada cae en los bajos y rueda el toro sin puntilla. Aun los más ignorantes de los espectadores tuvieron que percatarse de la muy fea manera con la que entró a matar, y a pesar de esta evidencia se enfadaron mucho con el presidente, que cumpliendo con su deber solo concedió una oreja. ¡Qué ceguera la del público!...
Otro pasaje interesante de su crónica se refiere al cambio de calidad entre los asistentes a los festejos taurinos, dejando cada vez mayor espacio al público feriante. La reflexión es la siguiente:
Hoy he observado a un matrimonio de esos que está uno seguro de que se llevan muy bien porque los dos son gordos. Confundían a Diego Puerta con Paco Camino. “¡Muy bien Paco!”, decía el marido; y la mujer le corregía: “No es Paco, es Diego”. Discutían un rato amigablemente. Y cuando Paco o Diego estaban toreando, el matrimonio se dedicaba a buscar entre la multitud a una prima de ella llamada Eusebia. Naturalmente, no la encontraban… ¿A qué no saben ustedes lo que más le gustó al matrimonio que se pasó la corrida buscando a su prima Eusebia? ¿La faena de Martínez? ¡Qué va! Los berridos que pegaron el quinto y el sexto, broncos los del quinto, aflautados los del sexto. “Ves tú – le decía el marido a la mujer –, por oír estos berridos merece la pena venir a los toros…
Por su parte, Julio de Urrutia destaca lo siguiente:

Una faena de Manolo Martínez y un toro de A.P., verdaderamente extraordinarios… El tedio abrumador de la tarde quebró durante diez minutos al salir el tercero de don Antonio, que, según dijimos al principio, resultó un toro extraordinario, el mejor de toda la feria hasta ayer y uno de los más pastueños de cuantos se llevan corridos por esas plazas en la presente temporada. Es muy difícil que a Manolo Martínez le vuelva a caer un animal semejante en los lotes que le quedan de su campaña actual. Porque meter la cabeza en el engaño como la metía el “apé”, humillar como humillaba en el centro de las suertes y quedar preparado como quedaba, cual si fuera un “robot” para el lance o pase siguiente, eso es muy difícil que vuelva a repetir un toro en el transcurso de los meses. El mexicano lanceó al toro en el primer tercio con una elegancia fuera también de serie, hizo un quite por navarras que puso a la gente en pie y cuando llegó la hora de la muleta instrumentó una faena a la altura de la bondad del bicho. Anotamos en ella tres naturales Inmensos con su correspondiente de pecho, un molinete, cuatro pases en redondo, varias tandas más de toreo al natural y dos circulares completos, rematados ahora con el pectoral con la derecha. El toro pasaba que era una bendición, pero el diestro no desmerecía en nada al acoplarse con él y obtener de la faena el máximo resultado artístico. Uno hubiera estado así cinco minutos más, contemplando la bella estampa formada en la arena entre los dos antagonistas. Pero lo que sucedía es que todos temíamos el instante preciso del diestro al entrar a matar por el resultado incierto de la espada. En efecto, la estocada – hasta las cintas – fue caída, pero hizo rodar fulminantemente al bicho patas arriba. El presidente tan sólo concedió una oreja a Manolo, porque el defecto del acero era visible a todas luces. Más... el público, que había seguido con singular admiración la perfecta armonía existente durante la lidia entre el toro salmantino y el torero azteca, hizo dar a éste dos vueltas al ruedo entre aclamaciones delirantes y saludar desde el tercio…
Otro apuntamiento de Urrutia va dirigido a la poca  o justa presencia de los toros que se lidiaron:
Al revés de los “apés” de hace veinte años, que cinco salían óptimos para el torero y uno barrabás, los corridos ayer en la plaza del Chofre tuvieron un balance exactamente a la inversa. Todos, por lo demás, estuvieron aceptablemente presentados y acusaron de primero a último la siguiente romana: 534, 501, 493, 500, 531 y 545 kilos. De edad no parecían estar muy sobrados. Esperemos, pues, con paciencia benedictina al año 1973, en que el ganadero venda cada toro con su respectiva partida de nacimiento. Entonces sabremos exactamente la edad natural y no la aparente, y habrá llegado el momento de desechar de toriles esos cartelitos con el pesaje de los cornúpetas, que a veces no hacen sino desorientar a la afición...
Manolo Martínez, en volandas
Los tiempos no parecen haber cambiado, puesto que todavía hoy se insiste mucho en el peso de los toros y se soslaya la edad cronológica que les corresponde, que es la que influye sobre su comportamiento. Y agrego, aunque en su momento el guarismo fue una solución a una problemática que se arrastraba de décadas antes, hoy se tiene que buscar otra alternativa que unida a esa cuestión deje en claro la edad de los toros que se lidian.

Más les distraigo de lo que me trae por aquí ahora. Como podemos ver, Manolo Martínez tuvo muy buenas tardes en los ruedos hispanos, aunque insistiré en que la rotundidad con la que actuaron sus contemporáneos en plazas como Madrid o Sevilla oscurecen su paso por esas plazas, pero la historia y la estadística nos dejan claro que el problema real es más de apreciación que de fondo.

Aldeanos