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domingo, 5 de enero de 2025

5 de enero de 1930: Cagancho y Tirano de La Laguna

La decimosegunda corrida de la temporada 1929 – 30 en el Toreo de la Condesa se programó para el domingo 5 de enero de 1930, con un mano a mano entre los diestros hispanos Antonio Márquez y Joaquín Rodríguez Cagancho ante toros de La Laguna. Venía a ser una especie de reedición del que se verificó, forzadamente, el 24 de noviembre del año anterior, cuando el madrileño, apodado en algún tiempo como el Belmonte Rubio, tuvo que sustituir apresuradamente a Carmelo Pérez, quien había sido anunciado desde la semana anterior, junto con la corrida de su alternativa, en la que sufrió la cornada que al paso del tiempo vendría a cortarle su breve existencia.

Ya había planteado la semana anterior el elenco que la empresa formada por Benjamín Chato Padilla, Fernando Romero García y nada menos que don Rodolfo Gaona presentó a la afición de la capital mexicana. Las cartas más fuertes de los toreros hispanos eran sin duda, Márquez, Cagancho y Félix Rodríguez, los tres apoderados por don Domingo González Mateos Dominguín. Respecto de la relación de Cagancho y el patriarca de la casa Dominguín, escribe don Carlos Abella:

...en 1926 descubre a un torero que él cree – con fundamento –, de leyenda: Joaquín Rodríguez “Cagancho”. “Adiviné en él – le confiesa a Alfredo R. Antigüedad – un torero de público y me encargué de dirigirle, firmándole en el año de 1927 un contrato de exclusiva”. Esta exclusiva duró cuatro años y fueron los mejores de la genial trayectoria del gitano de los ojos verdes...

Justamente bajo el amparo de esa exclusiva es que Cagancho llegó a México en esa oportunidad, para enamorar a nuestros públicos y para enamorarse él de nuestra tierra. Por su parte, Antonio Márquez vendría a demostrar su calidad como figura de los ruedos y, en algún momento, a destapar, según cuenta el doctor Guarner, una de las cloacas de la prensa taurina de aquellos días.

Un presidente en los toros

La pasada semana también señalaba que la corrida del 10 de diciembre de 1929 se dio entre un aguacero y que Lanfranchi señalaba que se debió suspender, pero el historiador no menciona un hecho significativo que cambió el curso de esa historia. Relata Verduguillo:

La entrada fue fulastre y el tiempo malísimo, poco antes de la corrida cayó un aguacero. El juez quería suspender, la empresa quería que se suspendiera... Sólo había unos cuantos espectadores que ocupaban sus lugares y daban gritos pidiendo que la corrida se diese... A pesar de que la empresa hubiera querido que no se diera la corrida, el juez no se atrevía a suspenderla... estaba “mosca” mirando a un espectador que no se movía de su barrera de primera fila... Un solo espectador... pero un espectador que pesaba mucho: era el presidente de la República, el licenciado don Emilio Portes Gil, que valientemente, como un aficionado de hueso colorado, se estaba mojando y dando un ejemplo... Finalmente el juez de plaza decidió mandar alguien a preguntar al señor presidente qué era lo que él deseaba que se hiciese. Y don Emilio Portes Gil, que en ese momento no obraba como el primer magistrado del país, sino simplemente como un aficionado de primera fila... sugirió que la corrida se diese... Y la corrida se dio... ¡no faltaba más! Lo había sugerido un aficionado cuyos deseos eran órdenes...

Así eran esos días en los cuales no se vivía una pública hipocresía hoy eufemísticamente llamada corrección política. El presidente Portes Gil, por lo visto, asistía con asiduidad a los festejos en el Toreo de la Condesa, porque este 5 de enero de 1930, volvió a estar presente en su barrera, para presenciar, ahora sí, una tarde de toros que pasaría a la historia.

Para las personas públicas de estos tiempos, resulta cuando menos complicado el comportarse de esta manera, porque sujetos a un escrutinio público que cuando menos es cruel, no pueden externar sus aficiones y gustos, por el temor de incomodar a algunos, generalmente, los más intolerantes.

Cagancho y Tirano

El culmen de la tarde se presentó ante el cuarto de la corrida llamado Tirano por don Wiliulfo González, mismo que, de acuerdo con la crónica de Martín Galas en El Taurino, fue el más rematado del encierro y ante él, el torero de la calle del Evangelista, salió decidido a armar una gran escandalera.

Joaquín Rodríguez Ortega brindó su faena al tenor español Miguel Fleta y entre otras cosas, realizó lo siguiente:

Inicia con tres estatuarios pases altos y uno de pecho, continuó con tres naturales con la derecha, suaves, corriendo la mano y ligándolos de maravilla. Se pasó la franela a la izquierda y tornó a torear por naturales, terminando, después del tercero, con un forzado de pecho. Y le vimos dos pases de la firma, torerísimos, un ayudado por abajo, quedándose en los pitones de la bestia, un alto y un molinete lento y pinturero, dos de la firma, enormes, y un afarolado, tan ceñido, que el burel lo trompicó y estuvo a punto de llevárselo prendido en un pitón. Volvió “Cagancho” a la carga y derrochó gracia en sus pases únicos, despreciando al burel que iba donde el torero quería, mientras éste se quedaba viendo a los espectadores, sin cuidarse de los pitones, que le rozaban el terno... Engolosinado por los aplausos y a petición de algunos espectadores que querían seguir saboreando la miel purísima de aquella faena enorme, “Cagancho” la prolongó más de lo debido, en nuestro concepto, porque el animal estaba agotándose. Y como todo tiene final en esta vida, Joaquín puso término a su brillante trasteo con una estocada entera, en todo lo alto, que mató sin puntilla... hubo ovación clamorosa, dianas repetidas y la obligación de dar dos vueltas al anillo y de saludar desde los medios, después de que tiró a los tendidos las dos orejas y el rabo de “Tirano”, con el que conquistó uno de sus más grandes y legítimos triunfos...

El sexto de la tarde Recaudero, fue brindado por Cagancho al presidente Portes Gil, y su faena fue de aliño ante un toro reparado de la vista, con el que además, estuvo pesado con la espada.

La tarde de Antonio Márquez

El diestro madrileño fue otro de los toreros que no gozaron de la preferencia de los redactores de El Taurino. Se advierte de la relación que Edmundo Fernández de MendozaMartín Galas, hace de su actuación ante el tercero de la tarde, Murciélago, al que también le cortó el rabo. 

Fue, de conformidad con el cronista, un toro boyante, repetidor, noble, al que otros toreros que nombra en su recuento, le hubieran realizado una faena histórica, más Antonio Márquez no estuvo a la altura del lagunero, del que afirma el cronista no sabía para qué le pusieron los pitones en la sesera...

Antonio Márquez, por su parte, brindó al presidente de la República al quinto de la corrida y tercero de su lote Boletero, ante el cual, de acuerdo con el cronista, estuvo desconfiado y acabó de un golletazo.

En la sección editorial de El Taurino, aparecida en el número correspondiente al 19 de enero de 1930, se lee lo siguiente:

De los toreros que formaron la plana mayor facultativa, pocos, muy pocos son los que han conseguido permanecer en el pedestal en el que, por causas que no es preciso examinar, se hallaban colocados... Antonio Márquez, con su monótona maestría, con esa marrullería de viejo lidiador, ha paseado su figura por el ruedo de la Condesa, sin que la afición tenga por qué recordarlo con agrado...

Así era la estima que ese semanario le profesaba al torero de Madrid.

Para concluir

Cagancho seguía sumando triunfos confirmando lo que Dominguín había advertido en él, que era un torero de públicos, es decir, que llegaba con facilidad a los tendidos – por la causa que fuera –, y terminó siendo el triunfador de esa temporada que se quedó sin la presencia de toreros como Armillita, Freg y algunos otros diestros que pudieron darle más consistencia a sus carteles. Y también comenzó a arraigarse en él quizás la idea de que aquí era su sitio, porque al final de cuentas, Cagancho se quedó con nosotros, pa’ los restos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, por no obrar así en sus respectivos originales.

domingo, 29 de diciembre de 2024

15 de diciembre de 1929: Félix Rodríguez y Cafetero de Piedras Negras

En memoria de don Antonio Ramírez González, quien el día de ayer hizo el último paseíllo.

La temporada de novilladas 1929 tuvo como principales triunfadores a Carmelo Pérez, Esteban García, José González Carnicerito y a Jesús Solórzano y como lo señala bien Verduguillo, el único que escapó a un destino trágico fue quien después sería conocido como El Rey del Temple, pero sin dejar de pagar su cuota de sangre, porque fue muy castigado por los toros. 

Así, la temporada 1929 - 30 en el Toreo de la Condesa tenía como bases entre los toreros mexicanos a Juan Silveti y a Pepe Ortiz, quienes encabezarían el elenco de los nuestros junto con los recién alternativados Heriberto García, Paco Gorráez y Edmundo Maldonado Tato, y con los que recibirían el doctorado en ese ciclo, Carmelo Pérez y Jesús Solórzano.

A esos siete diestros nacionales se sumarían los hispanos Joaquín Rodríguez Cagancho, Antonio Márquez, Ricardo González, Mariano Rodríguez Exquisito y quien me ocupa en estas líneas, el santanderino Félix Rodríguez.

Los dos toreros que más actuaciones sumaron y que tuvieron triunfos destacados en la temporada fueron Cagancho, que terminó siendo declarado el triunfador de ella y Heriberto García, quien se reveló además como un extraordinario estoqueador y que en su faena al toro Vigía de La Laguna, alcanzó uno de los puntos destacados de su trayectoria en los ruedos.

La temporada capitalina de Félix Rodríguez

El torero de Santander tuvo seis actuaciones en esa temporada, prácticamente consecutivas, a partir del 1o de diciembre de ese 1929, una tarde lluviosa, en la que, al decir de Heriberto Lanfranchi, la corrida debió suspenderse, pero al haberse dado, todo el mundo salió perjudicado con la decisión de la autoridad.

Al final de cuentas, Félix Rodríguez solamente pudo mostrar algo de lo que la prensa de la época dio a conocer de su paso por los ruedos hispanos, donde en ese calendario, de acuerdo con el anuario Toros y Toreros de Uno al Sesgo, actuó en 65 corridas. El juicio que hace de este diestro don Tomás Orts Ramos en ese resumen es el siguiente:

Perdió además 6 corridas, por diferentes causas. Ocupa el tercer lugar, por el número de actuaciones entre los matadores de toros, y aunque su campaña ha tenido grandes desigualdades, en nada ha bajado su cartel, porque como a todos los toreros de su clase y estilo, el público les concede un margen amplio de crédito, sabiendo que pueden volver por sus fueros y prestigios cuando se les antoje...

Es decir, plantea con claridad meridiana que Félix Rodríguez no era un torero que se distinguiera por ser consistente en su actuar en los ruedos.

La novena corrida de la temporada 1929 – 30

Para el domingo 15 de diciembre de 1929 se anunció la alternativa de Jesús Solórzano, quien la recibiría de manos del nombrado Félix Rodríguez y contando con el testimonio de Heriberto García. Los toros anunciados fueron de Piedras Negras, aunque al final terminaron lidiándose solamente cuatro de estos, pues el primero de la tarde y de la alternativa de Solórzano, llamado Cubano, y el quinto - bis, un retinto nombrado Lamparillo, segundo de Heriberto, fueron de La Laguna.

Por las disposiciones reglamentarias de la época, a Félix Rodríguez le correspondió lidiar a los toros tercero y cuarto de la corrida, siendo este último en donde pudo acreditar a la afición de la capital el por qué de su renombre. El toro se llamó Cafetero y fue de Piedras Negras. De la crónica de Armando de María y Campos, firmando como El Duque de Veragua, publicada en el semanario El Eco Taurino, extraigo:

En cuarto lugar, sale “CAFETERO” – número 27, cárdeno oscuro, morcillo, bragado y de muy buena construcción en general –, y con el primer capote que se encuentra es con el de “Posadero”. Salta al callejón, señal de que no es bravo. Félix lo torea de capa y de la serie de lances que da, no se nos olvida una verónica, uno doblando con el toro y el valiente remate de rodillas, aunque perdiera el capote. Pican “Cicoto” y “Marinero” y el toro se va creciendo por momentos. Félix corto y emocionante. Heriberto muy torero y Solórzano hace el gran quite de la tarde, embarrándose materialmente el toro a la cintura. Oye imponente ovación, música y sale al tercio a saludar... Lo parean rápidamente Delgado y Espinosa, y nos volvemos todos ojos para ver a Félix que sale con la muleta en la izquierda, arrastrándola indolentemente. Recordemos que a Félix se le llama en España “el torero de la mano izquierda” y que de él se ha dicho que su pase natural no se parece al de ningún otro torero, así de personal y emocionante es... El primer pase es el natural. Excelente principio. Un ayudado para colocarse él mismo el toro donde le convenía, y se pasa otra vez la muleta a la zurda. Y ante nuestros ojos atónitos - no incrédulos - Félix va desenvolviendo la película lenta de un inacabable pase natural, que liga con otro y con otro, y con otro, hasta sumar seis, que remata con uno de pecho, prodigio de sencillez y de emoción. Echad sobre un terciopelo negro un puñado de brillantes: uno, dos, tres, hasta seis, y una clara esmeralda, y tendréis un símil exacto de esta parte de la faena de Félix. En los tendidos la ovación es imponente. Y sigue la faena, con el toro bravísimo que se ha encontrado a un torero, a un gran torero, que no en balde torea en España ochenta y tres corridas, cerca de la mitad en Andalucía. ¿Es o no es Félix un torero jándalo? Y sigue por naturales... Como un Creador que arrojara sobre el tapiz azul del cielo puñados de luceros, así Félix Rodríguez sigue toreando al natural. Una vez, y otra, y otra, hasta consumar el clásico pase en redondo, y luego lo repite, como si quisiera ratificarlo, hacerlo otra vez, y otra, para que no quepa duda de que él es más que un Maestro del pase natural: un Rector del clásico muletazo. ¡De once pases naturales se compuso la segunda parte de esta faena!, una de las más grandes – y desde luego la más clásica que se ha hecho en la plaza de “El Toreo” –, que cerró con el áureo broche del pase de pecho, lento, echándose por delante a todo el bravísimo “Cafetero”... Hay una pausa. El jándalo Félix se retira a reponerse de una vasca imprevista, y que sirve para que “Cafetero” se refresque un poco... Y sigue la borrachera de naturales. Sobre el terciopelo negro de la tarde brillan hasta veinte clarísimos diamantes: los ¡veinte naturales! que Félix le ha sabido, y le ha podido, y le ha querido dar a este toro de Piedras Negras, bravo, qué duda cabe, pero que principió saltando al callejón... Sí, no se nos engañaba, no se nos contaba un cuento japonés, cuando se nos aseguraba que Félix Rodríguez torea al natural de modo personalísimo, cómo que sus naturales no son naturales – ¿por qué han de ser “naturales” estos pases maravillosos que Félix crea a la vista de miles de espectadores? – sino “legítimos” ... De hoy en adelante el pase clásico no será más un “bastardo” en el arte del toreo, no será un “natural”, porque ya tiene un padre que lo ha reconocido – veinte veces en una tarde –, y este es Félix Rodríguez. De hoy en adelante ese difícil pase que se da con la mano izquierda “situándose el lidiador en la rectitud del cornúpeta, teniendo el engaño en la mano de cobrar y a una distancia regular, dejando que el toro llegue a milímetros del trapo, cargándole la suerte y dándole lenta salida hacia el terreno que queda atrás del torero”, ya no se considerará como un pase natural, sino por un pase legítimo, de Félix Rodríguez... Una estocada atacando con fe, y las dos orejas, el rabo, dos vueltas al ruedo y una ovación imponente...

De María y Campos ve la faena como una obra bien compuesta, importante y merecedora de la atención que los aficionados le dieron por la emoción que les causó, y que al paso de los años, es como se quedó en la memoria colectiva, porque así es como la recoge la historia.

Más no todas las opiniones fueron encaminadas en el mismo sentido. La versión de Edmundo Fernández de Mendoza, Martín Galas, director y cronista del semanario El Taurino, es duramente crítica, a partir básicamente de dos hechos: que le pareció que el toro no tenía el suficiente trapío y de que la faena se realizó exclusivamente por naturales. Lo cito:

El toro menos toro de la camada de ayer, se lidió en cuarto turno; se llamó “Cafetero”, fue negro listón, bragado, bien encornado, sacudido de carnes, sin fuerza y pastueñote desde que pisó el ruedo. Félix le largó tres mantazos sin gracia, sin alegría, sin nada de lo que dicen sabe hacer con el capote. El bicho visitó el pasillo y cuando volvió a la escena, “El Sereno” ejecutó dos lances, distanciado, y moviéndose más de la cuenta, dobló dos veces con el burel y remató sin apretarse. El burel se arrancó de largo a “Azuquita”, que picó en los bajos; Félix hizo una chicuelina; pero Chucho Solórzano vino a demostrarle cómo se hacen esos lances, en el quite que le correspondió. Y, en la comparación, perdió Santander. Solórzano instrumentó después superior verónica y recortó como los grandes toreros. Heriberto también hizo superior verónica y remató con una artística rebolera. Para los dos mexicanos hubo palmas abundantes... Y entonces, con un becerro adelantado, como queda dicho, sin fuerza, francote y noble, Félix realizó una faena izquierdista, compuesta de naturales y de pecho, ligando los muletazos, corriendo muy bien la mano en unos y enmendándose en otros. Pero, en honor de la verdad, estuvo muy bien en conjunto, sobresaliendo cuatro naturales que le resultaron chipén. ¡Si así fuera siempre y con toros, otro gallo nos cantara, señor Rodríguez! No le escatimo a usted el elogio, porque ya se vio algo de lo mucho bueno que dicen sabe usted hacer; pero esto no es bastante. Faenas por naturales, desde el principio hasta el fin, se las hemos visto varias veces a Manuel Jiménez, que es, de los toreros que conocemos, quien mejor ejecuta el clásico muletazo fundamental del toreo. ¡Ojalá que usted repita esta hazaña, grande como fue, con toros hechos, que embistan fuerte y que tengan lo suyo en la sesera, porque, entonces, nos cansaremos de tocarle palmas, como se las tocó la mayoría del público, deseoso de que usted demostrara que en verdad es torero! ¡Ya veremos después, que para todo hay tiempo! … Volvió el matador a echarse fuera y a alargar el brazo, cuando entró a herir y esto restó méritos a la labor de Félix, pues el estoque quedó atravesado. Y entonces vimos lo que no se había visto antes en “El Toreo”: ¡Se concedieron al señor Rodríguez las orejas y el rabo de “Cafetero”! La ovación, por lo que hace a la faena, fue justificadísima, que, por lo que se refiere a la estocada, “El Sereno” no la merecía tan grande... 

Como se ve, Martín Galas no reconocía tanto mérito a Félix Rodríguez y he de agregar, que la línea editorial del semanario que dirigía, iba por el mismo sentido. Hay en el número del 16 de diciembre de 1929, donde se publicó la crónica a la que vengo aludiendo, un artículo demoledor de Enrique Arzamendi, criticando la actuación del torero de Santander.

Años después, en su revisión histórica de la fiesta que vivió, Rafael Solana, Verduguillo, relata lo siguiente:

La nota cumbre de la corrida de la alternativa de Chucho fue una de su padrino, Félix Rodríguez, a quien en España se apodaba "El Sereno", a un toro con poco respeto de Piedras Negras llamado "Cafetero", le hizo el diestro santanderino un trasteo exclusivamente sobre la mano izquierda y cortó orejas y rabo. Éste había de ser su único éxito en México; todo el resto de su actuación aquí fue una cadena de desastres... Félix, por cierto, salió en tan mal estado físico aquella tarde, a causa de las continuas fiestas que aquí llevaba, que tuvo que interrumpir varias veces su faena para ir discretamente a un burladero a "cambiar la peseta", un espectáculo bastante lamentable, si se tiene en cuenta que dieciocho mil pares de ojos se dedicaban a tan poco vistosos menesteres...

No es excesivo recordar que Verduguillo dirigió varios años a El Universal Taurino que es el antecedente directo del semanario que dirigía Martín Galas. Quizás la formación periodística y taurina dio un punto de vista semejante a ambos, pero aunque Félix Rodríguez dividió las opiniones de la prensa, la memoria de su triunfo quedó en los escritos para la posteridad.

El impacto de Félix Rodríguez

El diestro de Santander vivió deprisa y murió joven, a los 38 años de edad. Según a quien se lea, tenía padecimientos de distinta índole, que iban desde los reumáticos hasta aquellos de transmisión sexual. Creo que por lo que se narra de su forma de vivir, esta última opción es la más factible y era en esos días también la menos tratable médicamente.

Sin embargo, el impacto que causó como torero en sus pares fue grande. Me contaba don Arturo Muñoz La Chicha, banderillero de la Triana de mi tierra, que un torero que infundió respeto nada menos que al maestro Fermín Espinosa Armillita, fue precisamente Félix Rodríguez. Y hurgando las hemerotecas me encuentro esto que escribió José Luis Benlloch:

Comenzando por el gran Armillita, que cuando le pregunté en el callejón de La Monumental de Barcelona, en la que estaba acompañando a su hijo Miguel, después gran amigo y entonces novillero que seguía la huella de su padre, “El torero más grande que usted conoció en su larga carrera debió ser Joselito El Gallo, ¿verdad?”; me respondió inmediatamente: “No; Joselito era muy bueno, pero el mejor torero que yo he conocido se llamaba Félix Rodríguez”. Y me contó una serie de cosas que revelaban en aquel torero un personaje singular e irrepetible. Para terminar recordando con los ojos semientornados: “Aquel no era un torero, era un sueño vestido de luces”...

Un sueño vestido de luces... Me quedo con la opinión más autorizada, la de Armillita, quien dijo que fue el mejor torero que había conocido, y eso es lo suficiente para que cualquiera que se haya vestido de luces pueda ser considerado un ser superior. Por eso, Jorge Laverón no exageraba al considerar que pudo ser el verdadero sucesor de Gallito, pero citando de nuevo a La Chicha, le gustaba la jarana y le encantaban las gitanas...

En fin, que en México pudo ser visto, aunque fuera por una sola tarde.

Aviso parroquial primero: De la alternativa de Jesús Solórzano, ya me había ocupado en este sitio.

Aviso parroquial segundo: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable solamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 4 de junio de 2023

4 de junio de 1933: Se presenta Eduardo Solórzano en ruedos de España

Eduardo Solórzano visto por Roberto Domingo
Cuando sale al recuerdo el nombre de Eduardo Solórzano, generalmente se nos presenta en lo que parece ser un discreto segundo plano. O lo traemos a la discusión como el hermano menor del Rey del Temple, o ya activo en el ruedo, en esa especie de tercer hombre en la tarde en la que Silverio Pérez le confirmó su alternativa a Manolete en El Toreo de la Condesa y si nos acercamos más en el tiempo tendremos presente a un eficaz y eficiente funcionario de la Casa Domecq o al que junto con el doctor Alfonso Pérez Romo y don Julio Díaz Torre, orquestó el giro copernicano que dio a la arista taurina de nuestra Feria de San Marcos mucho del sentido que actualmente tiene.

Pero Eduardo Solórzano, el torero, escribió en los ruedos su propia historia, quizás no tan prolija como la de su hermano Jesús y tuvo también en su hacer ante los toros el argumentario para haber podido reclamar, en su día, un sitio de figura del toreo. El recuento final quizás no lo acredite así, pero dejó obras suficientes para tener en la historia del toreo un espacio propio a su nombre, con hechos y realizaciones que merecen ser reconocidos.

Eduardo Solórzano había emigrado desde Morelia a la capital de la República a mediados de la década de los veinte del pasado siglo para buscar empleo y así apoyar a los suyos. Se pudo colocar en la Dirección de Alumbrado Público como inspector y también allí empezó a seguir los pasos de su hermano mayor, quien buscaba ser torero. Al final, la historia nos enseña que su hermano mayor, en esos días, fue el ganador de la Oreja de Plata de 1929 y que, en retribución, recibió la alternativa en la temporada grande siguiente.

Eduardo se presentaría en El Toreo de la Condesa el domingo 21 de septiembre de 1930. Lo haría en un festejo de oportunidad, penúltimo de esa temporada de novilladas, en el que junto con Miguel Gallardo El Diablito, César Rendón El Tepiqueño, Jesús Monroy, José Ledesma El Garcero y Rafael Chávez, enfrentarían un encierro de Malpaso. En la misma tarde, se ofrecía como fin de fiesta, la lidia del toro Pregonero de Rancho Seco, por parte de Jesús Guajardo El León de Mixcoac, mismo que el domingo anterior había sido enfrentado a un león, saliendo victorioso. Rafael Solana Verduguillo, en su juicio crítico del festejo, aparecido en El Taurino, salido a los puestos el jueves 25 siguiente, consideró:

Tiene el mismo estilo de su hermano Jesús, quien probablemente le dio las primeras lecciones... Desde luego Eduardo Solórzano es un valiente de verdad; no le asustan los pitacos. Torea muy despacio, tanto con el capote como con la muleta, y entusiasma y emociona por lo cerca que se pasa al enemigo... No vacilo en asegurar que será uno de los ases de la próxima temporada novilleril... Es banderillero fácil, y en todo momento está en su sitio. Hoy conquistó un triunfo auténtico; es un torero de porvenir... Debe corregir el defecto que tiene a la hora de herir, lleva siempre el brazo suelto, y la mano izquierda muy alta. Desaparecido este detalle, Eduardo ocupará sitio envidiable...

Así pues, uno de los críticos más avezados y que más toreros habían visto en la última década, consideró que en Eduardo Solórzano había un torero en ciernes. Y en retrospectiva, creo que no incurro en error al afirmar que no se equivocó.

Su campaña española en 1933

Los hermanos Solórzano salieron rumbo a España desde Veracruz, a principios de abril de 1933. El Rey del Temple convalecía del cornalón que apenas el 26 de febrero anterior le había inferido Lancero de Rancho Seco y que al final de cuentas le arruinó su campaña española y cuenta su sobrina doña Carmelita Madrazo, que Eduardo tenía por tarea el dar masajes a su hermano en la pierna herida, con la finalidad de reanimarle la circulación en el miembro lesionado.

Ya en Madrid, el apoderado del Rey del Temple, don Antonio Barrera, puso a su hermano en contacto con don Juan de Lucas, quien apoderaba toreros y, además, era empresario de la plaza de Vista Alegre en Carabanchel, quien le ofreció colocarlo en alguno de los carteles que ofrecería en esa plaza. Para prepararse, se fue con Jesús a Jandilla, la finca a la que don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio había trasladado los ganados que adquirió en 1930 de Manuel Martín Alonso y que eran originariamente la ganadería del Duque de Veragua y que un par de años antes había aumentado con ganados de origen Parladé provenientes del Conde de la Corte, la Marquesa de Tamarón y de Ramón Mora Figueroa.

Fue en Jandilla donde Eduardo Solórzano tuvo su primer contacto con el toro español y se preparó para iniciar su andadura por aquellos ruedos, seguramente fue uno de los toreros que tomaron parte en el proceso de selección de las pocas vacas veragüeñas que permanecieron en el hato de Domecq, pues el grueso del ganado de ese origen se dejó fuera de la base de la ganadería que actualmente es el origen del encaste mayoritario del toro de lidia español.

Domingo 4 de junio de 1933

Fue en la plaza de Vista Alegre, la popular Chata de Carabanchel, donde se estimó que Eduardo Solórzano debería salir a demostrar a la afición y públicos sus cualidades como torero. Para el efecto, se anunció un encierro de don Celso Pellón, ganadería formada inicialmente con ganados de Campos Varela y aumentada después con sementales de Santa Coloma, para Félix Fresnillo Varelito II, el riojano Vicente Martínez Niño de Haro y el debutante mexicano Eduardo Solórzano.

La impresión que causó el joven torero moreliano al público de Madrid que acudió a Carabanchel en lugar de asistir a la corrida que en la misma fecha se dio en la plaza de la Carretera de Aragón, e igualmente a la prensa especializada, fue extraordinaria. Escribió R. Solís en El Heraldo de Madrid:

Lo da la tierra y además de casta le viene al galgo. Eduardo Solórzano, hermano pequeño – no por la estatura – del matador de toros que en estas tierras conquistara fama y gloria, y que ahora nos dice: «¡Ese es mi hermanito!», y lanza a la fiesta brava la figura de este mozo espigado y cimbreño que muy pronto, muy pronto, se alzará en todos los ruedos españoles como supremo artífice de la torería, dueño y señor de la técnica y del dominio y encarnación suprema del buen arte de torear… ¡De Méjico ha llegado un torero, señores!... De Méjico y más le cuadrara haber venido de Ronda o de Sevilla o de Córdoba la Sultana o de las marismas de Andalucía la baja, porque la gracia de su estilo y la fina solera de su arte y la afición que echa a las suertes pregonan el casticismo de su cuna… Porque Eduardo Solórzano, después de lo de ayer, no apuntó, «dibujó», que como torero ha de ser muy pronto figura máxima de la torería. Y si no, al tiempo…

Por su parte, quien firmó como X, en La Libertad, se expresó de su actuación de la siguiente forma:

En una sola actuación y en un solo toro se ha revelado como un excelentísimo torero el mejicano Solórzano. El domingo, por la noche, no se hablaba en Madrid de otra cosa. Diríase que fué el suceso del día. Que, si Solórzano torea con el capote con igual escuela, pero con más gracia que su hermano; que si banderillea con la elegancia de un Gaona; que si se adorna y domina con la muleta como el mismísimo Ortega... Todo esto y mucho más se comentaba a voz en grito en las peñas y corrillos taurinos. Desde luego, yo ni afirmo ni niego; no le comparo a nadie, porque creo que los artistas, todos en general, pierden valor en cuanto se íes compara. Ahora bien; lo que sí creo, y de ello estoy convencido plenamente, es que, si el joven Solórzano repite aquellos lances maravillosos que le administró al tercero de la tarde, bravo novillo, por cierto; si les anda a los loros con aquella majestad y aquella elegancia con que anduvo en los dos pares de banderillas, y si, finalmente, la faena de muleta ligada que realizó, la primera parte destinada a dominar a la fiera – algo pequeña en este caso –, y la segunda a torear con arte variado y extenso repertorio, no es fruto de la casualidad, mucho, desde luego, se puede esperar de este torero de allende los mares que ha entrado en Madrid por la puerta grande, acompañado por los halagos más entusiastas de nuestra buena afición... Cuando en otros toros se le vea y en ellos se pueda medir la densidad de su valor y sus recursos de toreo, hora será de que yo le enjuicie. Hoy por hoy, sólo diré que en un toro brevísimo se superó...

En el ABC madrileño, M. Reverte hizo las siguientes reflexiones:

Otra novillada bien organizada se celebró el domingo en esta plaza. Se lidiaron toros de Campos Varela, que fueron de buen tamaño, cornalones y de excelente presentación. Pelearon bien con los caballos, especialmente el cuarto... Eduardo Solórzano causó excelente impresión. Toreó muy bien de capa a su primero. Maneja el capote con suavidad y apuntó fineza y buen estilo. Se le aplaudió mucho, así como en el tercio de quites. Puso dos pares de banderillas, y en uno de ellos sufrió un serio achuchón. Con la muleta siguió mostrando dominio y modos de buen torero. Mató de dos pinchazos y media atravesada, y después de dar la vuelta al ruedo pasó a la enfermería...

Y por su parte G. Carrión, en La Voz, escribió en su crónica el siguiente relato:

La presentación en esta plaza del novillero mejicano Eduardo Solórzano había despertado gran interés, pues venía precedido de un cartel estimable. Su debut respondió a la expectación. Con e1 capote toreó de forma admirable, parando, templando, cargando la suerte, adelantando la pierna, llevando las manos bajas; toda la técnica del toreo clásico, macizo, verdad. El público, entusiasmado con la labor del torero mejicano, le aclamó en cada lance y al final la hizo objeto de una gran ovación. La faena de muleta, valiente y lucida, no estuvo a tono con los lances, pero fué también muy aplaudida. Banderilleó a este novillo con facilidad y soltura. Con el acero pinchó tres veces. Se le ovacionó y dio la vuelta al ruedo, pasando después a la enfermería, de donde ya no salió. Un debut brillante y prometedor de mejores tardes…

El parte facultativo

Los doctores Verdú y Lumbreras, encargados del servicio médico en la plaza de Vista Alegre, rindieron el siguiente parte de las lesiones que impidieron a Eduardo Solórzano salir a lidiar el sexto de la tarde:

Durante la lidia del tercer toro ha ingresado en la enfermería el espada Eduardo Solórzano con una distensión ligamentosa en la articulación del pie derecho, que le impide continuar la lidia.

Varias de las crónicas, sobre todo las publicadas en los diarios Ahora, La Tierra y Luz cuestionaron la gravedad de la lesión y el pundonor del diestro y la necesidad de que los médicos decretaran que no podía continuar en la lidia. Por su parte, doña Carmen Madrazo narra en sus apuntes relativos a la vida del torero, que la realidad es que el sexto novillo de Pellón fue desechado por los veterinarios y fue sustituido por uno de Leopoldo Abente, viejo y corraleado y por consejo de don Juan de Lucas, se emitió el parte para que no tuviera que salir a lidiarlo.

Sus números finales

Eduardo Solórzano, de acuerdo con el semanario Toros y Toreros fue uno de los tres novilleros mexicanos que actuaron en España ese 1933 – los otros dos fueron Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado – y sumó 9 tardes en plazas como la mencionada de Vista Alegre y las de Tetuán, La Línea de la Concepción y Barcelona

Eduardo Solórzano permanecería en España hasta el año de 1936, esperando recibir la alternativa hasta el final de esa temporada, pero entre la ruptura de las relaciones entre las torerías de España y México y la Guerra Civil, lo hicieron volver a México a obtener el grado aquí. De esos asuntos habrá espacio y tiempo para escribir en su momento. 

Aldeanos