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domingo, 1 de octubre de 2023

30 de septiembre de 1965: una espléndida tarde de Joselito Huerta en Madrid

En 1962, don Livinio Stuyck intenta dar un giro a la programación taurina de Las Ventas y crea un breve ciclo de final de temporada al que denomina Feria de Otoño, que en esa primera edición constó de tres corridas de toros. Al año siguiente el abono lo dividiría entre dos corridas y dos novilladas y ofrecería cinco festejos para el calendario de 1965. La idea del creador de la Feria de San Isidro no fue muy bien recibida por la crítica de la época. Dice Antonio Díaz – Cañabate:

¿Qué les ha pasado a las mujeres, que se han quedado en casa? ¡No les gustaba el cartel, no son partidarias de estas corridas otoñales, que con el absurdo nombre de Feria se ha empeñado en organizar la empresa contra el viento y la marea de los toreros, que no quieren ni venir a ella? ¿Para qué esta inoportuna Feria? ¿Para ganar unas pesetas? Pues sólo va a ganar la enemiga y la inquina de los sufridos abonados, a los que se obliga a sacar, a regañadientes, las localidades de cinco corridas sin el menor interés...

Por su parte, el controvertido Manuel Lozano Sevilla, opina al respecto:

Indudablemente esta feria de otoño está hecha un poco a contrapelo: los ases no han querido contratarse por lo avanzado de la época, lo que significa que los carteles carezcan de interés, o de garra, como ahora se dice, y el público se retrae. ¡Para que luego digan algunos «inocentes» que no es cierto que los toreros de postín se nieguen a torear en Madrid! Sí, si... Por eso en esta feria de otoño no figuran ni Antonio Ordóñez, ni «el Viti», ni «el Cordobés», ni los muy poquitos que les siguen en méritos…

Son dos puntos de vista que van en una misma dirección, en el sentido de que la Feria de Otoño parecía no tener razón de ser. El del cronista del ABC parte de la idea de que la empresa solamente busca un beneficio económico a partir de la venta del abono y el del que fuera taquígrafo personal del entonces Jefe del Estado, aparecida en el diario La Vanguardia de Barcelona, va por la idea de que los toreros de la parte alta del escalafón no gustan de comparecer en la Villa y Corte. Como sea, en esos días, esa feria no tenía un espacio propio y definido.

Vendría a ser hasta entrados los años ochenta, cuando Manolo Chopera entró a dirigir los destinos de Las Ventas, que la Feria de Otoño cobrara entidad e interés propios, convirtiéndose, como lo es hasta hoy, en uno de los verdaderos acontecimientos del cierre de la temporada taurina en España. 

La temporada 1965 de Joselito Huerta

Abrió su campaña europea en Sevilla, plaza en la que una década antes había recibido la alternativa. El 27 de abril tuvo una buena tarde ante un muy buen encierro de Celestino Cuadri, que saldó con una vuelta al ruedo tras una sentida petición de oreja. Después actuó en plazas como Valencia, Madrid, donde el 20 de mayo cortó una oreja a los toros de Baltasar Ibán que le tocaron en suerte; en Pamplona, en una tarde en la que su entonada actuación y la de José Fuentes, forzaron a Antonio Ordóñez a obsequiar el sobrero; Málaga y, San Sebastián entre las plazas más destacadas, sumando en total 25 actuaciones en ruedos europeos.

Quizás esta fue la temporada más redonda de las que realizó El León de Tetela por aquellas tierras, porque pudo dejar por sentada su madurez como torero y la realidad de su poderío ante los toros en una temporada en la que la atención de la afición y de los públicos estaba dirigida a otras cuestiones menos sustanciosas.

La corrida del 30 de septiembre de 1965

Era el festejo de apertura de la entonces vilipendiada Feria de Otoño. Se anunció un encierro de toros murubeños de don Félix Cameno García de la Higuera para Antonio Chenel Antoñete, Joselito Huerta y José Luis Barrero. Antoñete volvía por una tercera tarde en la temporada venteña después de que el 8 de agosto anterior, le cortara dos orejas a un toro de ese mismo hierro, en una corrida que teóricamente, era la última que torearía, porque después de ella, se pasaría a las filas de los de plata. Por su parte, el salmantino Barrero, que adquirió predicamento como novillero sin presentarse en Las Ventas, intentaba relanzarse en esta oportunidad.

Joselito Huerta enfrentó al segundo y al quinto del festejo y ante dos toros de condiciones que hoy calificaríamos de “complicadas”, solventó una actuación que fue más allá de la dignidad. Antonio Díaz – Cañabate, en su crónica para el ABC madrileño, destaca:

Joselito Huerta consiguió con la muleta hacer embestir al segundo, que era manso. Mansedumbre demostrada a las claras en el primer tercio. Le obligó, le embarcó con mando, que es lo que necesitaba el toro... El quinto llegó a la muleta tan quedado como el segundo... Huerta, a fuerza de porfiarle, obtuvo los pases, que fueron necesariamente cortos, porque el toro no acompañaba el viaje del torero. En un molinete, Huerta se cayó, y se alejó de la cara del toro rodando por la arena, rodamiento que gusta mucho a la gente, que le aplaudió con calor... Y en vista de eso dio la vuelta al ruedo...

Por su parte, el ya invocado Manuel Lozano Sevilla, en lo que publicó en La Vanguardia de Barcelona, reflexionó:

También ha estado lucido toda la tarde el mejicano Joselito Huerta. Para mi gusto el mejor torero que actualmente existe en su país. Toreó artísticamente con el capote; hizo un soberbio quite por gaoneras en el primero de la tarde, ovacionado fuertemente, y sus faenas fueron toreras, con pases de muy buen son, llevando toreadísimos a sus enemigos. Y el público lo agradeció ovacionándole, porque todo lo que se realiza con verdaderos toros tiene mucha más importancia que lo que se hace con becerros. Mató con decisión, señalando dos inedias estocadas en la yema, la segunda precedida de un pinchazo en buen sitio, y el torero dio la vuelta al ruedo al finalizar su labor en ambos toros, con petición de oreja...

Y en la Hoja del Lunes aparecida el 4 de octubre siguiente, con el resumen general de la feria, Isidro Amorós Don Justo, se refiere a su actuación de la siguiente manera:

Huerta estuvo tesonero, peleón. Al primero, un manso que huía hasta de su sombra, le sacó muletazos sueltos. No hubo conjunción; sí estimable pundonor. Como en el quinto, un carifosco grande, de mucho respeto, al que castigaron de forma demoledora en cuatro varas. Traserísimas; tan cruentas como perjudiciales. Valiente el mejicano, promovió el entusiasmo al estimarse su entrega. Lástima que abuse del toreo horizontal. Media espada en cada toro; la primera, en su sitio, pero saliendo perseguido y desarmado al ejecutar la suerte, y la segunda, alargando el brazo, luego de haber pinchado en hueso. Así finiquitó el azteca a sus enemigos…

Aunque hay inconsistencia en el recuento del reconocimiento popular a la actuación de Joselito Huerta, el recuento anual que hace el semanario madrileño El Ruedo, consigna justamente lo que describe Lozano Sevilla, vuelta al ruedo en el primero de su lote y otra vuelta al ruedo tras petición en el quinto de la tarde.

La tarde de Antoñete

No puedo soslayar que el triunfador del festejo fue Antoñete, quien, como decía líneas arriba, el 8 de agosto anterior, había salido a torear a Las Ventas, con la finalidad de arramblar unas pesetas para comprarse unos vestidos de plata, porque estaba decidido a pasarse a las filas de los banderilleros. Ese domingo, tarde de la confirmación de Pepe Osuna, le cortó las dos orejas al segundo toro de su lote de don Félix Cameno y afortunadamente para él y para la fiesta, tuvo ocasión de replantearse su carrera.

En esta tarde otoñal, se encontró a Mancheguito, el único toro del que las crónicas consignan nombre, al que le cortó una oreja. Un toro del que apuró la última gota de su casta y en el que todos los alternantes, en el tercio de quites, pudieron catar su bravura. Escribe Don Justo:

…Toro, como también es frecuente oír, bueno para el torero. ¡Tan bueno! Hasta hubo un buen tercio de quites. Antoñete por verónicas, puso en marcha la sonería del toreo bueno. Joselito Huerta, finísimo, cambiándose el capote por la espalda. Barrero, por chicuelinas, muy quieto. ¡Si sería bueno “Mancheguito”! ¡Si tendría “son”! Siguió con “son” en el último tercio, y Antoñete comenzó la faena con tres muletazos por alto, echando la pierna para adelante, de mucho empaque; perfecto el engarce con el de pecho… Ahí radicó el mérito del torero, que desde ese momento se puso por encima del toro. Gran mérito el de coger el temple e imponer su mando para que los pases bien iniciados no se frustraran, para hacerlos más largos. Mejores, por la izquierda. Naturales de verdad, cargando la suerte, sin apoyos antinaturales del estoque y retorcimientos. ¡Qué bien! Como al entrar a matar, con estilo de estoqueador...

De lo que he podido leer, esa tarde resultó ser algo así como el ensayo general de la faena del ensabanado de Osborne, que tendría lugar en mayo del año siguiente. Pero esa historia y otras, algún día trataré de contarlas por aquí.

El valor de estos acontecimientos

1965 fue el año de las 111 corridas de El Cordobés, afición y públicos estaban más pendientes de enterarse si El Mechudo se atrevería a romper la marca que Juan Belmonte dejó sentada desde 1919 que del toreo puro y duro que se verificaba en los redondeles. Y así, el 3 de octubre de 1965, en jornada doble, a mañana y tarde, Manuel Benítez sumó los dos festejos que le sirvieron para dejar como un mero antecedente lo que el Pasmo de Triana consiguió en la era de los trenes de vapor. Lo hizo por la mañana en Segovia y por la tarde en Toledo, a plaza llena en ambos sitios, no obstante las quejas de la afición lugareña que se lamentaba de los incrementos superiores al diez por ciento en los precios ordinarios de las entradas, por entrar a esos festejos.

También fue el año en el que, los toreros se perdieron el respeto en el ruedo y en Aranjuez, el 1º de mayo, El Cordobés y Paco Camino se liaron a bofetadas por un quite realizado a destiempo. En esa tarde, tratando de meter paz, el toricantano Vicente Punzón, le brindó el sexto a ambos contendientes. Todo el mundo se acuerda del rifirrafe entre las dos figuras, pero pocos recuerdan el pacifista gesto del toledano Punzón, quien intentó devolver al festejo la cordura y la seriedad que nunca debió perder.

Por último, el 13 de julio, El Cordobés toreó por última vez en Pamplona, en medio de una bronca de inenarrables proporciones. Al salir de la plaza se sacudió el polvo de las zapatillas y juró no volver allí, lo que cumplió. Años después, cuando novillero, su hijo Manuel Díaz se presentó allí y le hicieron pagar las cuentas pendientes de su padre. Tampoco ha vuelto a torear a aquellas tierras.

Así estaba el planeta de los toros hace 58 años. La estrella de El Cordobés encandilaba a muchos, pero en los momentos oportunos, el buen toreo resplandecía y ponía las cosas en su sitio.

domingo, 7 de junio de 2020

Detrás de un cartel (XVI)

Recuento de dos novilladas accidentadas

Para el fin de semana de San Pedro y San Pablo de 1953, don Livinio Stuyck ofreció a la afición de Madrid dos novilladas. El domingo 28 de junio se anunciaron novillos de Ignacio Rodríguez Santana para el mexicano Pepe Luis Méndez, Manolo Zerpa, de Sevilla y el debutante talaverano Luis Francisco Peláez y para el día siguiente, el de la fiesta, al macareno Mario Carrión junto con Bartolomé Jiménez Torres y Luis Díaz para dar cuenta de tres novillos de Antonio Pérez de San Fernando y tres de los Herederos de doña María Montalvo. Decíase en la prensa de aquél tiempo que los atractivos de esos festejos eran Mario Carrión y Luis Francisco Peláez.

Ambos festejos terminaron en forzados mano a mano, pues Luis Francisco Peláez y Bartolomé Jiménez Torres fueron heridos por el primer novillo del lote que sacaron del sorteo. Pero además de ellos, el doctor Jiménez Guinea tuvo que trabajar tiempo extra en la enfermería, según se verá líneas adelante.

El domingo 28. Reaparición de Pepe Luis Méndez

El domingo 28 de junio representaba para Pepe Luis Méndez su regreso al ruedo de Las Ventas, pues ya se había presentado allí el 5 de octubre del año anterior, alternando con Lorenzo Guirao Morenito de Córdoba y el también mexicano Antonio Durán en la lidia de novillos de Francisco Ramírez. En esa oportunidad apuntó buenos detalles con la muleta, aunque mostró fallos con la espada.

En esta oportunidad Pepe Luis reiteraría sus defectos con el acero y su calidad con las telas. Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja del Lunes de Madrid del día siguiente del festejo, resume de esta manera su actuación:
El mejicano Pepe Luis Méndez, que lo toreó muy bien de capa, le hizo, dicho queda, una faena que no adoleció, si acaso de más defecto, porque se le veía toreando a gusto, que el de ser un poco larga. Pero en realidad, no hay pero que ponerla, puesto que fue, como se sobreentiende, de excelente calidad torera. Después de una serie de derechazos, la primera serie de naturales se compuso de no menos que de ocho o diez, de los que algunos tuvieron categoría de indiscutible calidad, como el de pecho con que los remató... Las palmas del respetable estaban ya llamando al alguacilillo para que se aprestase a echar mano a una oreja del astado. ¡Ay! Pero el matador echó a perder su labor muleteril, que aún no ha aprendido a matar – por entrar con la mano suelta y sin llegar debidamente a jurisdicción – ... enfriaron a la gente, que, dicho sea de paso, medio llenaba la plaza...
Decía que Luis Francisco Peláez fue herido por el primero de su lote. La herida fue grave, de acuerdo con el siguiente parte médico:
Durante la lidia del tercer novillo, el diestro Luis Francisco Peláez sufre una herida en la región perineal, que produce la apertura y desgarramiento del recto en la fosa isquiorrectal del lado derecho, llegando hasta atrás, hasta el coxis, con desgarro del esfínter anal. Pronóstico grave.
Y también ingresó en la enfermería el banderillero José Villalón, con las siguientes lesiones: 
El banderillero José Villalón sufre contusión en el hemitórax derecho, de pronóstico reservado.
Pepe Luis Méndez recibiría la alternativa el 13 de diciembre de ese 1953 en El Toreo de Cuatro Caminos, y sería en un cartel de polendas, pues le apadrinó Luis Procuna y ofició como testigo Manolo Vázquez. El toro de la ceremonia se llamó Padrino y fue de la ganadería de El Rocío.

Pero parece ser que Pepe Luis Méndez no estaba llamado a ser figura vestido de seda y alamares. Su destino era el de destacar formando y llevando la carrera de toreros. Así, el sitio de importancia lo conquistó como primer apoderado de Manolo Martínez, a quien reveló los secretos del toreo y llevó a ser figura del toreo.

Pepe Luis Méndez falleció en un accidente de automóvil el 18 de junio de 1968.

El lunes 29. Mario Carrión salva la tarde del tedio

La fiesta de San Pedro y San Pablo, celebrada en lunes, tampoco se libró de los aires trágicos de la víspera. Bartolomé Jiménez Torres, José Martín Cao y Prudencio Villalba visitaron la enfermería y los dos primeros se quedaron allí, para pasar después al Sanatorio de Toreros.

Pero aún dentro de ese ambiente que es consustancial a la fiesta – recordemos aquella sentencia de Frascuelo – hubo también toreo en la Monumental madrileña. En esta oportunidad corrió a cargo de Mario Carrión, que sin salir con trofeos en la mano, realizó lo plausible en una tarde de toros complicados. Benjamín Bentura Barico, en El Ruedo del 2 de julio de 1953, reflexiona lo siguiente:
Mario Carrión hizo algunas cosas excelentes. Lo mejor de todo, sin duda alguna, la breve faena al cuarto y la excelentísima media estocada que dio en tierra con el peligrosísimo bicho. Al primero lo saludó con una buena serie de lances a la verónica, y en su quite toreó muy graciosamente al costado por detrás. El novillo, que había tomado tres varas y fue muy bien banderilleado por Migueláñez, llegó en buenas condiciones a la faena de muleta. Carrión hizo faena, que tuvo la característica acusadísima del valor, compuesta de varias series de naturales – muy mandones –, de pecho y en redondo... Mató Carrión de un pinchazo sin soltar y media estocada y fue ovacionado y salió al tercio...
Pero también esa tarde los subalternos tuvieron su momento de lucimiento, Pepe Migueláñez, en la cuadrilla de Mario Carrión, tuvo una muy buena tarde, con la capa y con los palos y tras la lidia del cuarto, su matador le hizo salir al tercio a ser ovacionado. Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en el ABC de Madrid lo relata así:
...Migueláñez recordó que había sido figura entre los matadores de novillos de antes de la guerra, y, con sus cuarenta y tantos años a cuestas, y sus kilos abundantes, estuvo tan ágil y esforzado que para él fue la única ovación de la tarde, homenaje justísimo que nosotros nos complacemos en acrecentar con un aplauso por escrito...
Pasemos ahora al capítulo de la enfermería. Al igual que el día anterior, el doctor Jiménez Guinea intervino tiempo extraordinario. Los partes que rindió fueron los siguientes:
Durante la lidia del segundo novillo ingresó en la enfermería el diestro Bartolomé Jiménez Torres, que fue asistido de herida contusa en la región mentoniana, con una trayectoria ascendente de tres centímetros que desnuda el hueso maxilar inferior, contusiones y erosiones múltiples y conmoción cerebral. Pronóstico reservado. Fue trasladado inmediatamente al Sanatorio de Toreros. 
Durante la lidia del tercer novillo ingresó en la enfermería el banderillero José Martín Cao, que sufre herida por asta de toro en la región posterolateral del hemitórax derecho con una trayectoria ascendente de veinte centímetros, que produce destrozos en los músculos dorsal ancho, subescapular e infraespinoso, llegando a la región escapular y terminando a nivel de la espina del omóplato. Pronóstico Grave. Fue trasladado al Sanatorio de Toreros.
El banderillero Prudencio Villalba Jiménez sufrió conjuntivitis traumática y contusión en la cara externa de la rodilla derecha. Estas lesiones, de pronóstico leve, no le impiden continuar en la lidia.
Terminada la novillada, se presentó al público en el ruedo la corrida de don Alipio Pérez Tabernero Sanchón que se lidiaría en la Corrida de la Prensa que se verificaría el 2 de julio y en la que actuarían Antonio Bienvenida, Juan Silveti y Manolo Vázquez.

Pepe Migueláñez
Foto: El Ruedo
Mario Carrión había abierto la puerta grande de Las Ventas el año anterior a este festejo y la abriría el año siguiente. Recibiría la alternativa en Cáceres el 30 de mayo de 1955 de manos de Emilio Ortuño Jumillano, llevando a Pedro Martínez Pedrés como testigo, misma que confirmaría en Madrid el 8 de abril de 1956 llevando a Victoriano Posada como cabeza de cartel y a Luis Parra Parrita de segundo espada, con toros de Celestino Cuadri. Actuaría por última vez en Madrid el año de 1957.

Dejaría los ruedos para abrazar la academia. Obtendría la Licenciatura en Literatura y Sociología por la Universidad de Maryland en los Estados Unidos, de la que llegó a ser jefe de su Departamento de Idiomas. Actualmente reside en Baltimore, Maryland, Estados Unidos.

Retales de la prensa de la fecha

En Figueras, el domingo 28, Juan Silveti corta cuatro orejas a los toros de Araúz de Robles que le tocaron en suerte. Alternó con Jerónimo Pimentel y Ramón Arasa Fuentes que tomó la alternativa.

En Carabanchel, el domingo 28, Fernando de los Reyes El Callao cortó una oreja al segundo de su lote. Alternó con Pepe Barroso y Agustín Baquedano. Asistió al festejo el Rey Pedro de Yugoslavia. Novillos de Moreno Santamaría.

En Zamora, el lunes 29, Jorge El Ranchero Aguilar es ovacionado. Alternó con Calerito, César Girón que cortó orejas rabo y pata a su primero y la rejoneadora Ana Beatriz Cuchet, con toros de Arellano y Gamero Cívico.

En Alicante, el lunes 29, Jesús Córdoba alternó con Pedrés, que cortó dos orejas al segundo de su lote y Antoñete que cortó una oreja a su primero. Toros de Concha y Sierra.

Aldeanos