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domingo, 22 de agosto de 2021

Agosto de 1971: La apoteosis de Curro Rivera en Bilbao

Curro Rivera
En el segundo tercio del mes de agosto de hace medio siglo, Curro Rivera iba alcanzando el ecuador de su campaña en ambos lados del mar, pues toreó en total 81 corridas de toros. 23 en América y 58 en Europa. Las tardes de los días 17 y 19 de ese agosto, inmersos en la Semana Grande bilbaína, representaban sus actuaciones 37 y 38 del calendario, es decir, casi la mitad del total. Y las solventó en el mismo tono que las del principio, en un aire de triunfo rotundo, dentro de carteles redondos y en este particular caso, arropado por el cariño de la afición, dado que su madre, doña Ángeles Agüero Ereño, era originaria de esa tierra.

Antes de 1971 y a partir del 19 de junio de 1962, fecha en la que el actual coso de Vista Alegre está en funcionamiento, habían actuado allí Alfredo Leal (1962), Manuel Capetillo (1963), Joselito Huerta (1964) y Manolo Martínez (1969 y 1970). Únicamente lograron cortar oreja Capetillo y Huerta, que además fue herido por el segundo de su lote de su segunda tarde. A esta relación debiera sumarse el nombre de Antonio Campos El Imposible quien se quedó anunciado para el 20 de agosto del 63, pero habiendo sido herido el día 15 anterior en San Sebastián, fue sustituido por Vicente Fernández El Caracol.

La presentación de Curro en Bilbao

Como lo señalaba antes, se presentó en la tercera corrida del ciclo – de un total de ocho – alternando con Diego Puerta y Dámaso González en la lidia de toros de los herederos de Manuel Arranz. Para el hijo de Fermín, el de San Luis, fue llegar y besar el santo. Quien firmó como Manolete, en el diario Norte Exprés, de Vitoria, relata:

Curro Rivera era esperado en Bilbao con mucha ilusión. No en balde su madre es de aquí. Su triunfo ha sido importantísimo. Y el muchacho ha concedido tanta importancia que, cuando iniciaba la vuelta al ruedo con las dos orejas del toro de su presentación en la mano, ha indicado a su apoderado con gesto significativo que mandase cortar la cabeza de «Botijero». Una cabeza que se llevará orgulloso para su México natal y que perpetuará el recuerdo de esta gesta con un toro astifino que hubiera quitado el tipo a muchos que presumen de toreros. Le había lanceado muy bien y brindado su muerte al público. Inició su faena con una serenidad y un son fenomenales. Y la faena fue a más. A las series de redondos, larguísimos y templados, sucedieron los naturales implacables y los de pecho de pitón a rabo. Dejó el sello de su personalidad en esos muletazos precedidos de un giro para vaciarse al toro por arriba, y se adornó con molinetes y abaniqueo, para meter un estoconazo hasta la mano, un poco pasado de tanto atracarse. Y las dos orejas, como he dicho, fueron a sus manos…

La reglamentación de las plazas del País Vasco exige que para la salida en hombros se deben cortar las dos orejas a un mismo toro. Pues Curro Rivera lo consiguió al primer intento. Ese toro lo brindó al público, ante la imposibilidad de hacerlo a su tío, el gran torero bilbaíno, Martín Agüero, quien quizás no pensó poder sobrellevar la emoción de ese momento. El que firmó como Pepe Luis, en la Hoja del Lunes salida en Madrid el 23 de agosto siguiente, al hacer el resumen de la feria, escribe:

Fermín preguntaba por su cuñado Martín Agüero, el que fue gran matador y hoy asesora al presidente de la plaza bilbaína. Martín había desaparecido, y luego se supo que se escondió, para ocultar su emoción, en una grada alta, confundido entre el público. Curro le buscó inútilmente para brindarle un toro…

La salida en hombros la compartió Curro con Dámaso González, en tanto que Diego Puerta en esta ocasión se tuvo que contentar con una vuelta al ruedo después de la muerte del cuarto de la tarde.

Un par de días después de la corrida, Fernando Múgica y Antonio Petit, para el diario bilbaíno La Gaceta del Norte, lograron sentar en torno de una mesa a Martín Agüero, a Fermín Rivera y a Curro junto con el ganadero de Rancho Seco, don Carlos Hernández Amozurrutia. Les hicieron una extensa entrevista. Martín Agüero dijo acerca de su sobrino:

Yo debuté en Bilbao – decía Martín Agüero – el 3 de mayo del año 23. Lidiamos seis toros de Murube el Algabeño, Zurito y yo. Y se me dio bien la tarde. A cada toro le corté una oreja. La alternativa la cogí en Málaga, el 21 de agosto de 1924, con el toro «Sotillo» de Pablo Romero. Me la dio Chicuelo en presencia de Fuentes Bejarano.

¿Y usted que piensa de Curro?

¡Qué voy a decir yo...! A mí me parece extraordinario.

Cuando le llega el turno a Fermín Rivera viene a decir… En Bilbao debuté el 2 de mayo de 1946, para lidiar toros de Santa Coloma, con «El Estudiante» y con el Albaicín.

¿Cómo se dio aquella tarde, Fermín?

Estuve bien, pero sin llegar a lo de Curro el otro día. Yo no corté las orejas…

Martín Agüero, que anda con el chaval como un abuelo, no se para al decir: «Estoy contentísimo de cómo ha tratado el público bilbaíno mi sobrino.» …

La segunda tarde

El 19 de agosto se verificaría la quinta corrida de la feria. Toros de Carlos Urquijo para Santiago Martín El Viti, Francisco Rivera Paquirri y Curro Rivera. De nuevo un cartel bien rematado y un encierro de categoría y otra vez se alzaría con el triunfo. Y con un aliciente adicional, el toro de las orejas lo pudo brindar a su tío Martín Agüero. De nuevo recurro a la versión de Manolete en Norte Exprés de Vitoria, quien relata:

Por si era poco el que obtuvo en este ruedo el día de su presentación, hoy ha venido a reafirmarlo con otra faena de escándalo que le ha valido las dos orejas de «Robaleña». Un toro que había brindado a su tío Martin Agüero —todo un nudo de emoción en la vieja gloria taurina—, y al que toreó soberbiamente con el capotillo, y en una fenomenal faena muleteril de signo marcadamente derechista, pero con largura, con temple y con ligazón perfecta. Hubo garra, tremendo valor, y hondura en todo cuanto hizo. Pinchó en lo alto, y a renglón seguido agarró una estocada hasta la mano, un tanto pasada y tendida, pero que hizo doblar. Dos orejas y vuelta triunfal…

Tabaco y Oro, en La Gaceta del Norte del día siguiente del festejo, dentro de su crónica titulada El sobrino de su tío, remata:

El brindis de Curro Rivera, a su tío, nuestro Martín Agüero, ha simbolizado la devoción de Curro por su tierra materna. Muy agradecidos al brindis y a la entrega de Curro. Y felices todos con su triunfo legítimo, indiscutible, total. No ha sido, no, una visita de cumplido la del sobrino de su tío…

Paquirri dio tres vueltas al ruedo tras terminar con el quinto, con bronca de pronóstico al presidente, señor Carbajo por no darle las orejas y El Viti tuvo una tarde de esas que no entran en los particulares recuerdos de los toreros.

El balance de su actuación en Bilbao

Pepe Luis en la ya citada Hoja del Lunes madrileña, hace el siguiente recuento:

Curro Rivera es uno de los triunfadores de esta feria. En el bravo Arranz, al que supo entender, y con los Urquijo, se mostró torero y valiente, buen estoqueador y con sitio siempre. En honor a sus paisanos “estrenó” el pase de su creación: el “circurrete”, suerte para la que hay que tener una buena dosis de valor, aguante y facultades. Me gusta más el pase – o ligazón de dos, sin solución de continuidad – que su nombre, apócope o abreviatura - me parece a mí – de “currículum vitae”. En su éxito en Bilbao no intervino, aunque ayudó, lo sentimental y emotivo…

Se develó el misterio de esas suertes que se describieron como esos muletazos precedidos de un giro para vaciarse al toro por arriba…, resultaron ser el circurret, suerte novedosa en aquellas tierras y que era de la signatura de la figura del toreo en ciernes.

Agosto del 71 cerró de gran manera para Curro Rivera. En el número de El Ruedo, salido a los puestos el 31 de ese mes, apareció la siguiente información:

Reunido el Jurado para la concesión del “Capote de Oro” del Club Colavidas, III Trofeo al triunfador de la Feria 1971, se acordó, por unanimidad, otorgarlo a Curro Rivera, por el conjunto de su labor en las corridas que ha toreado. Firman el acta don Juan José Abrisqueta, presidente del Club Cocherito; don Ángel Eleicegui, vicepresidente del Club Taurino; don Luis Uruñuela, crítico del diario “Hierro” y de “Hoja del Lunes”; don Emiliano Uruñuela, crítico de Radio Bilbao; don Carlos Barrena, crítico de “El Correo Español”; don Antonio Díaz – Cañabate, de “ABC” de Madrid; don Vicente Zabala, de “Nuevo Diario” y TVE; y don Alfonso Navalón, de “Informaciones” …

Es decir, contra cualquier pronóstico, Curro Rivera terminó alzándose como el triunfador de esa edición de la Semana Grande, así como también resultó ser el primero y hasta esta fecha el único torero mexicano que ha abierto la puerta grande de ese coso.

Hace 50 años había feria y toros en Bilbao y el triunfador absoluto fue un torero mexicano. Hoy las cosas están en una especie de puntos suspensivos. Esperemos que pronto se den las condiciones para reanudar con la normalidad que sea posible las actividades de las ferias alrededor del mundo.

domingo, 11 de agosto de 2013

14 de agosto de 1969: Manolo Martínez triunfa en San Sebastián

El cartel de la Semana Grandede 1969
Las dos campañas que hizo Manolo Martínez en España tienen, en la memoria colectiva, el signo de que no se distinguieron por los triunfos obtenidos. La causa de ese recuerdo es que no tuvo rotundidad en Madrid – a pesar de cortar una oreja el día de su confirmación de alternativa – y en Sevilla no se presentó sino hasta muchos años después. Pero una revisión exhaustiva de su paso por las plazas españolas y francesas, nos reflejan que triunfó en plazas de importancia, como Málaga, Toledo, Valencia, Bilbao o Mont de Marsan alternando con los principales toreros de allá de esos días.

La Semana Grande de San Sebastián de 1969 fue una feria en la que se lidiaron encierros ganaderías como Moreno Silva, Núñez Hermanos, Baltasar Ibán, Atanasio Fernández, Clemente Tassara, Salustiano Galache, o Fermín Bohórquez y en el aspecto de los toreros actuaron Paquirri, Manolo Cortés, Paco Camino, Antonio Ordóñez, Ángel Teruel, Jaime Ostos o Serranito. En ese entorno, la corrida a celebrarse en El Chofre el día 14 de agosto, tenía como ingredientes a los toros de don Antonio Pérez, de San Fernando, Salamanca y a los toreros Diego Puerta, Paco Camino y Manolo Martínez.

Manolo Martínez llegaba a Donostia con la aureola de haber cortado cuatro orejas y dos rabos en su anterior actuación – Málaga, 5 de agosto – en la que alternó con Antonio Ordóñez y Santiago Martín El Viti en la lidia de toros de doña María Pallarés. Entonces, para la tarde que me tiene aquí con Ustedes hoy, se tenía anunciado un cartel que puede considerarse bien rematado.

Así se anunció en España
Manolo Martínez
Me llama la atención el hecho de que en aquellos días los diarios de la capital española enviaban a sus cronistas titulares como enviados especiales a cubrir distintas ferias, sobre todo aquellas que por su tradición y calidad podían considerarse como verdaderos acontecimientos. Hoy ya son pocos los diarios madrileños que cubren así las grandes ferias y en el caso de San Sebastián y además, resulta triste que hoy, por la cerrazón de unos cuantos políticos, ni siquiera haya feria. Sobre la tarde que me ocupa, encontré dos relaciones en los diarios de Madrid. La primera, en el ABC, escrita por Antonio Díaz – Cañabate y una segunda en el diario Madrid, firmada por Julio de Urrutia.

Cito en primer lugar la crónica de Díaz – Cañabate, en la que, dejando de lado lo que me parece es su poco gusto por nuestros toreros, se expresa en forma laudatoria de la actuación de Manolo Martínez. De su crónica extraigo lo que sigue:
El tercero fue el clásico toro que ha hecho famosa y perdurable la ganadería de Antonio Pérez. La bondad hecha toro. La arrancada alegre y reposada, la cabeza humillada, fija, sin el menor cabeceo en la muleta, dócil al mando del torero y suave su trote o su galope. El mejicano Manuel Martínez tenía que estar ciego para no ver todo esto. Lo vio enseguida y se puso a tono con el toro. Lo más sobresaliente de su buena faena fue que se apartó de lo mecánico, hoy tan prodigado. Había calor, regusto en sus pases, temple en la mano, largura en el brazo, finura y armonía en sus movimientos y también variedad. Se percibía que el toro y el torero estaban contentos de haberse encontrado. Se compenetraron y esto es esencial en el toreo. Tan esencial como que después de una buena faena muera el toro tan dignamente como ha sido toreado y en esto falló lamentablemente Manuel Martínez. Entra mal y señala un pinchazo. Vuelve a entrar mucho peor y la espada cae en los bajos y rueda el toro sin puntilla. Aun los más ignorantes de los espectadores tuvieron que percatarse de la muy fea manera con la que entró a matar, y a pesar de esta evidencia se enfadaron mucho con el presidente, que cumpliendo con su deber solo concedió una oreja. ¡Qué ceguera la del público!...
Otro pasaje interesante de su crónica se refiere al cambio de calidad entre los asistentes a los festejos taurinos, dejando cada vez mayor espacio al público feriante. La reflexión es la siguiente:
Hoy he observado a un matrimonio de esos que está uno seguro de que se llevan muy bien porque los dos son gordos. Confundían a Diego Puerta con Paco Camino. “¡Muy bien Paco!”, decía el marido; y la mujer le corregía: “No es Paco, es Diego”. Discutían un rato amigablemente. Y cuando Paco o Diego estaban toreando, el matrimonio se dedicaba a buscar entre la multitud a una prima de ella llamada Eusebia. Naturalmente, no la encontraban… ¿A qué no saben ustedes lo que más le gustó al matrimonio que se pasó la corrida buscando a su prima Eusebia? ¿La faena de Martínez? ¡Qué va! Los berridos que pegaron el quinto y el sexto, broncos los del quinto, aflautados los del sexto. “Ves tú – le decía el marido a la mujer –, por oír estos berridos merece la pena venir a los toros…
Por su parte, Julio de Urrutia destaca lo siguiente:

Una faena de Manolo Martínez y un toro de A.P., verdaderamente extraordinarios… El tedio abrumador de la tarde quebró durante diez minutos al salir el tercero de don Antonio, que, según dijimos al principio, resultó un toro extraordinario, el mejor de toda la feria hasta ayer y uno de los más pastueños de cuantos se llevan corridos por esas plazas en la presente temporada. Es muy difícil que a Manolo Martínez le vuelva a caer un animal semejante en los lotes que le quedan de su campaña actual. Porque meter la cabeza en el engaño como la metía el “apé”, humillar como humillaba en el centro de las suertes y quedar preparado como quedaba, cual si fuera un “robot” para el lance o pase siguiente, eso es muy difícil que vuelva a repetir un toro en el transcurso de los meses. El mexicano lanceó al toro en el primer tercio con una elegancia fuera también de serie, hizo un quite por navarras que puso a la gente en pie y cuando llegó la hora de la muleta instrumentó una faena a la altura de la bondad del bicho. Anotamos en ella tres naturales Inmensos con su correspondiente de pecho, un molinete, cuatro pases en redondo, varias tandas más de toreo al natural y dos circulares completos, rematados ahora con el pectoral con la derecha. El toro pasaba que era una bendición, pero el diestro no desmerecía en nada al acoplarse con él y obtener de la faena el máximo resultado artístico. Uno hubiera estado así cinco minutos más, contemplando la bella estampa formada en la arena entre los dos antagonistas. Pero lo que sucedía es que todos temíamos el instante preciso del diestro al entrar a matar por el resultado incierto de la espada. En efecto, la estocada – hasta las cintas – fue caída, pero hizo rodar fulminantemente al bicho patas arriba. El presidente tan sólo concedió una oreja a Manolo, porque el defecto del acero era visible a todas luces. Más... el público, que había seguido con singular admiración la perfecta armonía existente durante la lidia entre el toro salmantino y el torero azteca, hizo dar a éste dos vueltas al ruedo entre aclamaciones delirantes y saludar desde el tercio…
Otro apuntamiento de Urrutia va dirigido a la poca  o justa presencia de los toros que se lidiaron:
Al revés de los “apés” de hace veinte años, que cinco salían óptimos para el torero y uno barrabás, los corridos ayer en la plaza del Chofre tuvieron un balance exactamente a la inversa. Todos, por lo demás, estuvieron aceptablemente presentados y acusaron de primero a último la siguiente romana: 534, 501, 493, 500, 531 y 545 kilos. De edad no parecían estar muy sobrados. Esperemos, pues, con paciencia benedictina al año 1973, en que el ganadero venda cada toro con su respectiva partida de nacimiento. Entonces sabremos exactamente la edad natural y no la aparente, y habrá llegado el momento de desechar de toriles esos cartelitos con el pesaje de los cornúpetas, que a veces no hacen sino desorientar a la afición...
Manolo Martínez, en volandas
Los tiempos no parecen haber cambiado, puesto que todavía hoy se insiste mucho en el peso de los toros y se soslaya la edad cronológica que les corresponde, que es la que influye sobre su comportamiento. Y agrego, aunque en su momento el guarismo fue una solución a una problemática que se arrastraba de décadas antes, hoy se tiene que buscar otra alternativa que unida a esa cuestión deje en claro la edad de los toros que se lidian.

Más les distraigo de lo que me trae por aquí ahora. Como podemos ver, Manolo Martínez tuvo muy buenas tardes en los ruedos hispanos, aunque insistiré en que la rotundidad con la que actuaron sus contemporáneos en plazas como Madrid o Sevilla oscurecen su paso por esas plazas, pero la historia y la estadística nos dejan claro que el problema real es más de apreciación que de fondo.

Aldeanos