domingo, 29 de diciembre de 2013

3 de enero de 1954: Jesús Córdoba y Estanquero de Pastejé


Jesús Córdoba
La temporada 1953 – 54 en la capital mexicana hoy en día puede ser calificada de irrepetible. Entre el 6 de diciembre de 1953 y el 14 de marzo de 1954 se dieron 28 festejos, dos cada domingo en las plazas México y El Toreo de Cuatro Caminos, y por lo que las crónicas de la época reflejan, con lleno en los tendidos en ambas. Aclaro que en la plaza más grande del mundo se totalizaron tres corridas más – el número exacto fueron 17 en La México y 14 en Cuatro Caminos – para sumar treinta y un corridas de toros entre el 22 de noviembre de 1953 y el ya indicado 14 de marzo de 1954.

El elenco de la Plaza México tenía como principales atractivos la reaparición de Armillita después de casi cuatro años de su apoteósica despedida en ese mismo escenario, la presencia de las figuras del momento como lo eran Manuel Capetillo, Jesús Córdoba, El Ranchero Aguilar y Juan Silveti y las confirmaciones de alternativa de toreros como Antoñete, Calerito o Chaves Flores. En Cuatro Caminos las cabezas de cartel eran Fermín Rivera, Jumillano, Manolo Vázquez, Luis Procuna, Antonio Velázquez y Luis Castro El Soldado. Dos toreros participaron en los dos elencos, el madrileño Julio Aparicio y el albaceteño Manuel Jiménez Chicuelo II.

Dos corridas triunfales el mismo día

Las primeras corridas del año 1954 en la capital mexicana fueron de triunfo. Hace un año me ocupé de los sucesos del Toreo de Cuatro Caminos y al final de la entrada apuntaba que al prestarse las circunstancias me ocuparía de lo que sucedió esa misma fecha en la Plaza México, en corrida organizada por la esposa del Presidente de la República a beneficio de la Asociación de la Protección de la Infancia, misma en la que se acartelaron Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Jorge El Ranchero Aguilar, Manuel Calero Calerito, Pedro Martínez Pedrés y Antonio Chenel Antoñete para lidiar toros de Pastejé, ganadería que recién había sido adquirida por Carlos Arruza, dando lugar al hecho singular de que una persona fuera ganadero en México y en España al mismo tiempo.

En Cuatro Caminos, con un lleno, alternaron Héctor Saucedo, Manolo Vázquez y Emilio Ortuño Jumillano ante tres toros de Coaxamalucan y tres de Rancho Seco. Fue la gran tarde de Manolo Vázquez en la capital mexicana, cortando el rabo a un toro de regalo de Xajay. Lo que sucedió ese día pueden leerlo en esta ubicación

Jesús Córdoba y Estanquero

La corrida de la Plaza México también se celebró con un lleno hasta el reloj. La mejor faena de la tarde corrió a cargo de Jesús Córdoba quien ante el segundo de la tarde, Estanquero, firmó lo que sería su obra más importante de esa temporada y una de las más destacadas de su paso por el ruedo de la Colonia Nochebuena. Encontré dos versiones del suceso. La primera está firmada por Don José – presumiblemente José Octavio Cano – y es de febrero de 1966, contenida en una sección de remembranzas de la Revista Taurina que se publicaba por esos días en la Ciudad de México y es del tenor siguiente:
El segundo toro de la tarde se llamó “Estanquero”, bien presentado y con imponentes defensas. Y ante este respetable burel, vimos muletear a Córdoba con perfección, limpio arte y asentamiento de figura consagrada… Poco logró hacer con el capotillo. No hubo mayor relieve en los quites, pero con la muleta, después de brindar a toda la concurrencia, Chucho se fue agigantando y causando asombro por la pureza de su estilo, por la naturalidad que imprimía al trazo de los pases. Con sabor, con cadencia, dibujó los derechazos amplios, despaciosos, llevando el engaño terso y suave ante la cara del astado, sin una descompostura, sin un tropiezo, conservando la misma exacta distancia siempre, entre los pitones y los vuelos del trapo rojo. Enseguida, con aplomo y ajustamiento, con pasmosa tranquilidad, imperturbablemente sereno, ejecutó en varias tandas los naturales, extraordinarios, largos, templados, completos… Córdoba iba desarrollando una faena de arquitectura admirable y ejemplar, reuniendo el dominio sobre el toro con arte cristalino. Destacaron los de pecho, echando todo el toro por delante y los cambios de mano, precisos, oportunos, con jugueteo de los giros de la muleta entre los puñales de la fiera. Intercaló un pase de rodillas muy lento y dramático, más tarde se adornó con los lasernistas que dieron las últimas pinceladas al trasteo bello y perfecto. Y con un estoconazo hasta la empuñadura, coronó Chucho Córdoba su admirable labor para ser premiado con la oreja que reclamaron multitud de pañuelos y con ovaciones ensordecedoras y prolongadas, que le obligaron a recorrer dos veces el redondel, entre sombreros, ramos de claveles y aclamaciones vibrantes de rendida admiración a su arte depurado, al clasicismo de su toreo y a la verdad nítida que predominó en todos los momentos de aquella magnífica faena…
La otra versión apareció publicada en el diario El Siglo de Torreón el 4 de enero de 1954, al día siguiente del festejo y aunque más breve, relata lo que sigue:
Jesús Córdoba, máximo triunfador en la corrida de ayer en la capital. En la Plaza México se verificó la corrida a beneficio de la Asociación de Protección a la Infancia, bajo el patrocinio de la Primera Dama, lidiándose toros de Pastejé, sobresaliendo por su bravura los lidiados en segundo, quinto y sexto turnos... Córdoba fue el máximo triunfador de esta tarde; veroniqueó con sabor y en el último tercio realizó bellísima e inspirada faena iniciada con dos doblones, dos tandas de buenos derechazos; en dos ocasiones dibujó la vitolina con limpieza y emoción singular, siguiendo con una cátedra de toreo al natural, intercalando un molinete de rodillas, terminando con una estocada hasta las cintas. Se le concedió una oreja y el público abroncó al juez por no darle otro apéndice; dio tres vueltas al ruedo entre interminables ovaciones...
Aunque en esencia esta última versión no difiere de la de Don José, contiene un dato adicional que refleja la magnitud de la obra del Maestro Córdoba, que es la bronca que la concurrencia le echó al Juez de Plaza – Presidente – por no conceder la segunda oreja a la faena realizada, sobre todo si consideramos que de ambas relaciones, la de la fecha de la corrida y la de la remembranza, se desprende que se realizó sobre el eje fundamental del pase natural, algo que a mi juicio agrega valor a cualquier trasteo y cobraría aún mayor valor cuando se otorgara a Pedrés la oreja de Gitanito, 5º de la tarde y a Antoñete la de Giraldillo, el que cerró plaza.

Jesús Córdoba reaparecía esa tarde después de haber sido herido el 29 de noviembre anterior en ese mismo ruedo y al domingo siguiente en la reaparición de Armillita volvería a visitar la enfermería nada más al abrirse de capa, lo que le alejaría del ruedo de Insurgentes hasta el año de 1956.

Esta tarde, el nombre de Estanquero se unió a otros como los de Luminoso y Cortijero en la trayectoria de Jesús Córdoba por el ruedo de la Plaza México, inscribiéndose en las páginas trascendentes de nuestra Historia del Toreo.

martes, 24 de diciembre de 2013

¡Feliz Navidad!

Norman Rockwell
A Family Christmas
Como cada año, desde hace ya cinco, estoy otra vez aquí para expresarles mi deseo de que estas fiestas sean para todos Ustedes un momento de regocijo y como antes se los he externado quiero desearles:

  • Que estén reunidos con su familia.
  • Que todos sus viajeros hayan llegado a casa con bien y que ya estén a su lado.
  • Que los que quieren y estiman tengan salud y que Ustedes gocen de ella también.
  • Que en estos tiempos complicados tengan ese bien tan escaso que es el trabajo.
  • Que su mesa esté servida y que la providencia les haya permitido ayudar a servir la de otro menos afortunado.
  • Que su afición a esta fiesta siga adelante y que les anime a seguir haciendo amigos y a conservar los que tienen.
  • Y este año agrego un deseo más: Si podemos tenderle la mano a alguien que tenga un poco menos de suerte que nosotros, hagamoslo... 

Desde aquí les doy a todos Ustedes un virtual abrazo y espero que en el tiempo por venir, las cosas les resulten mejor, que como decía una persona muy querida para mí, el sol sale para todos.

Y continuando con ese ya acostumbrado apelar a mi alícuota sajona, ilustro esta entrada con otra de las obras del pintor estadounidense Norman Rockwell, titulada A Family Christmas (Navidad en Familia), misma que creo que no requiere mayor explicación. Ojalá lo encuentren interesante.

¡Feliz Navidad a todos!

domingo, 22 de diciembre de 2013

21 de diciembre de 1952: El Ranchero Aguilar y Náufrago de Rancho Seco

Jorge El Ranchero Aguilar
(Foto cortesía altoromexico.com)
En el transcurso de la semana me preguntaba qué tema abordar para estos días en los que la atención de muchos está en otros temas. Al revisar las efemérides me encontré con que hace algo más de seis décadas al igual que éste día se lidió en la Plaza México una corrida de Rancho Seco a la que enfrentaron Andrés Blando, Luis Miguel Dominguín y Jorge El Ranchero Aguilar. Vistas las crónicas escritas acerca del mismo, me decidí a presentárselos como el tema por este par de días.

La temporada 52 – 53

En el ciclo de corridas que ofreció el doctor Alfonso Gaona entre el 2 de noviembre de 1952 y el 1º de marzo de 1953 – en número de 18 – destacaron las confirmaciones de alternativa de Luis Miguel Dominguín y de Rafael Ortega – éste, en su única actuación en La México –; las despedidas de Carlos Arruza y Silverio Pérez; las grandes faenas de Manuel Capetillo a Fistol de Zotoluca, del Ranchero Aguilar a Montero de San Mateo, de Carlos Arruza a Bardobián de Zacatepec, de Luis Miguel a Pajarito de San Mateo, de Luis Procuna a Polvorito y de Manolo dos Santos a Lusitano, ambos de Zacatepec. Es también la temporada de las grandes broncas de Luis Procuna, que tienen su clímax la tarde del 15 de febrero de 1953, cuando el Berrendito regala al citado toro Polvorito y revierte una tarde en la que exhibió la summa de sus fracasos y tuvo su renacimiento como torero.

La 10ª de la 52 – 53

Luis Miguel Dominguín
(Foto: James Burke - Life, 1959)
Para la décima corrida de la temporada, decía que se anunció a Andrés Blando, Luis Miguel Dominguín y Jorge El Ranchero Aguilar con toros de Rancho Seco. El primer espada se presentaba en la temporada y en cierta manera era retribuido por un triunfo que había logrado al final de la temporada anterior, en tanto que los otros dos alternantes eran de los triunfadores de la temporada.

Luis Miguel Dominguín, en su tercera aparición consecutiva del ciclo, había logrado ya revertir la hostilidad que inicialmente tuvo la afición mexicana en su contra, que llevada por las versiones que culpaban al madrileño de la muerte de Manolete, le recibió de mala manera y estaba dispuesta a abroncarle por cualquier causa. Delante del toro fue como demostró su real valía y el hecho de que todo lo demás eran solamente infundios.

La crónica escrita por Carlos León para el ya extinto diario Novedades de la Ciudad de México, relata en lo que interesa, lo que sigue:
Otro gran triunfo del “Ranchero”: Corta dos orejas. – Luis Miguel lidió bien al quinto y lo mató de volapié concediéndosele un apéndice. – Aguilar, en el que cerró plaza, un mozo de 548 kilos, armó el alboroto y salió en hombros. – Andrés Blando, incoloro. – ¡Qué buen torero es Luis Miguel!. – Tan bueno, que como no pueden acabarlo en franca lid sobre los ruedos, han tenido que servirse de medios innobles. Primeramente, la necia campaña de desprestigio, que se derrumbó en pocos segundos cuando Luis Miguel conquistó al público el día de su debut. Después, la sucia calumnia de que había triunfado con toros “afeitados”, infundio que las autoridades deshicieron, poniendo en ridículo al vil calumniador. Y por último, ayer, los “reventadores” a sueldo que buscaron sacar de quicio a “Dominguín”, mientras éste, flemático y torero, sin perder la calma en ningún instante, fue callando poco a poco los gritos, hasta cuajar un triunfo y cortar una oreja… No fue un triunfo fácil y por ello tuvo mayor mérito. Teniendo que vencer un ambiente molesto, luchando a la vez con los toros y con los enemigos emboscados. Luis Miguel hizo gala de una gran serenidad y fue labrando el triunfo paso a paso, conquistando el terreno palmo a palmo, hasta imponerse triunfador sobre las circunstancias difíciles y las opiniones adversas, sosteniéndose, a la postre, en el sitio señero de mandón de la fiesta… En cambio para Jorge Aguilar todo era propicio. Sus éxitos recientes le habían ganado el favor popular, muy justificado por cierto. Pero, sobre todo, su gesto hombruno de darle la pelea en el ruedo a Luis Miguel, en vez de rehuir la batalla y darla solamente a través de sus publicistas, lo traía de antemano aureolado de un prestigio varonil que además justificó bravíamente con el sexto de la tarde. Así, el “Ranchero” no tuvo que agazaparse tras las turbias calumnias de “Don Primicio”; ni menos necesitó pagar gritones que fueran a zaherir a un compañero. Le bastó con dar la pelea franca y abierta, con auténtica nobleza, para unir su triunfo al de “Dominguín”, cortar orejas y salir en hombros de los aficionados… Dos orejas para Aguilar. No nos gustó Jorge con su primero. Se atrabancó, se atropelló, anduvo sin plan por toda la plaza, derrochando agallas, pero sin acoplarse con “Bandolero”, viéndose en apuros hasta para pasaportarlo con la tizona… Pero a “Náufrago”, el sexto, le cuajó una faena pletórica de emotividad, de las que llegan hondo a las masas, tanto por el valor que derrochó como por las excelsitudes que alcanzó en instantes de buen toreo… “Náufrago”, que fue el único toro bravo del encierro y que pesaba además quinientos cuarenta y ocho kilogramos y traía pujanza y fiereza, ayudó a hacer más impresionante la labor de Aguilar. Desde los muletazos iniciales, por alto, en que la fiera embestía arrolladora y el “Ranchero” se paraba inmóvil, la nota dramática se posesionó de los espectadores. Poco después de aquél preámbulo estoico, Aguilar encendió más aún los entusiasmos al correr la mano en los derechazos de angustioso corte, pero mandando sobre la fiera. Igualmente en sus naturales, el moreno se recreó, saboreó lo que hacía, logrando que en ningún momento se perdiera el ángulo dramático y emotivo que culminaría cuando se echaba al toro por delante en el garbo de los forzados de pecho. Con el ruedo lleno de sombreros y con la muchedumbre enloquecida, desorbitada por el angustioso toreo del mexicano, ya lo de menos fue que Jorge pinchara y que enseguida rematara su labor con un espadazo caído. El tan solo quería que se muriera el toro, para izar en hombros al ídolo popular de la presente temporada. Y tras de concederle las orejas, en volandas se lo llevaron, triunfador, culminando así otra actuación relevante de este muchacho que está en su momento y está sabiendo aprovecharlo…
La última tarde de Juan Espinosa Armillita

Juan Espinosa Armillita
(Foto: Luis Reynoso)
La fiesta es de triunfo y tragedia y en esta tarde no pudo apartarse de los triunfos relatados antes, la tragedia de uno de los más grandes toreros de plata que hayan pisado un ruedo en lo que un día fuera el planeta de los toros. Me refiero a Juan Espinosa Armillita, personaje del que ya me he ocupado en otro espacio de esta misma Aldea, quien esa tarde salía en la cuadrilla de Luis Miguel Dominguín.

Juan Espinosa Saucedo se había retirado de los ruedos el 3 de abril de 1949 junto con su hermano Fermín y volvió a los ruedos esa temporada para auxiliar a los hermanos Pepe y Luis Miguel Dominguín en su primera campaña americana, en reconocimiento a la amistad que unía a las familias de ambos toreros. 

El segundo toro de la tarde, llamado Cañí, le prendió al colocar el primer par de banderillas, al parecer sin consecuencias, pero el torero se dolió del golpe y pasó a la enfermería en donde se le encontró una cornada de grandes proporciones. El parte médico rendido fue el siguiente:
Herida con orificio de entrada de cuatro centímetros, penetrante de vientre y tórax por donde hace hernia el epiplón mayor en la base del hemitórax izquierdo, cara lateral a la altura del décimo espacio intercostal. Interesó partes blandas, fondo del saco pleural, peritoneo y fosa renal izquierda, dejando al descubierto el riñón. El diestro sufre fuerte estado de shock y la herida es de las que ponen en peligro la vida.
Juan Espinosa Armillita se recuperó del percance y vivió varios años más, pero esa fue la última tarde que salió a un ruedo vestido de luces.

domingo, 15 de diciembre de 2013

13 de diciembre de 1931: Triunfal alternativa de Luciano Contreras en Bogotá

Plaza de Toros Santamaría de Bogotá
La que hoy conocemos como la Plaza de Toros Santamaría se inauguró el 8 de febrero de 1931 y era conocida en esos días solamente como Plaza de Toros de Bogotá. Fue edificada gracias al esfuerzo e inversión de don Ignacio Sanz de Santamaría, quien poco menos de una década antes formara la ganadería de Mondoñedo, a partir de vacas nacionales y sementales españoles de Santa Coloma y Veragua.

El primer año de funcionamiento de la Santamaría constó de tres temporadas, la de inauguración, una que se celebró a mediados del año y la que da motivo a esta entrada, iniciada precisamente con este festejo y que contaba con la presencia de los matadores Cayetano Ordóñez Niño de la Palma, Manuel del Pozo Rayito, Sidney Franklin y Andrés Mérida y de los novilleros Francisco Gómez Aldeano y Luciano Contreras que recibirían la alternativa.

La mayor parte de los encierros vendrían de la ganadería de Mondoñedo, destacando las corridas de apertura del serial – 13 de diciembre – y de cierre del mismo, en el que el Niño de la Palma enfrentaría en solitario la corrida, aunque al final cediera el sexto al sobresaliente Andrés Mérida.

Dramatis personae

El malagueño Andrés Mérida había recibido la alternativa en Sevilla en abril de 1930 y en esa tarde, llevando de padrino a Chicuelo y de testigo a Cagancho, le cortó el rabo a uno de sus toros. Confirmó ese doctorado en octubre de ese mismo año en Madrid y sumó 11 corridas en ese calendario.

Luciano Contreras gustó de caminar por las veredas del arte. Quizás fue por eso que en su carrera se notaron las intermitencias de los triunfos. Se presentó en El Toreo en 1925 y había actuado en Madrid en 1930 y tuvo éxitos de consideración.

Por su parte el valenciano Francisco Gómez Aldeano tenía cierto predicamento en Madrid y sus alrededores por el valor que demostraba delante de los toros, aunque su desempeño con las telas, al decir de Cossío fuera basto.

La corrida

El anuncio de la corrida
El Tiempo, Bogotá, 13 de diciembre de 1931
El anuncio del festejo aparecido en el diario El Tiempo de la capital colombiana el día de la corrida, establecía el orden en que los espadas anunciados actuarían en los tres primeros toros y así, se indicaba que Aldeano estoquearía el primero de la tarde y por ende recibiría la alternativa en el mismo; que el segundo correspondería a Luciano Contreras previa la cesión de trastos y que Andrés Mérida estoquearía al tercero y que una vez cumplidas las ceremonias, la lidia tomaría su orden normal, con Mérida estoqueando el cuarto, Aldeano el quinto y Luciano el sexto.

De la relación del festejo que se contiene en el mismo diario, aparecida al día siguiente y firmada por Jorge Forero Vélez Ro – ZETA, se desprende que el orden seguido no fue precisamente ese, sino que efectivamente Aldeano estoqueó al que abrió plaza, pero Mérida se enfrentó al segundo y Contreras recibió la alternativa con el tercero de la tarde, según podemos leer:
La corrida de inauguración. Triunfo de Luciano Contreras. Mérida fracasa estruendosamente. Cogida de Aldeano. Toros malos y mansos. Un verdadero río humano semejaba ayer tarde la Avenida de la República, encauzando a millares de espectadores que se dirigían a la plaza. Las oleadas de muchedumbre efervescente, ávida de sensaciones, invadieron los tendidos y palcos. Lleno rebosante el sol y muy buena entrada en sombra. Doce mil aficionados batieron palmas, cuando a las tres y media el presidente hizo sonar el clarín para que salieran las cuadrillas… Grande expectativa y mucho entusiasmo al comenzar. Más tarde, broncas y fortísimas protestas. Luego, ovaciones delirantes premiando el arte y el valor. De todo hubo en la corrida de ayer; cosas muy buenas y cosas muy malas, triunfos y fracasos; pero en general, el festejo dejó esa sensación agitada y violenta, contradictoria a veces, propia de la fiesta brava… Tercero. Número 101, negro, astifino y más pequeño que los anteriores. Todavía duraban las protestas por lo anterior, cuando, señores, inesperadamente, el diestro mejicano Luciano Contreras, que había pasado desapercibido hasta el momento, electriza a los espectadores con cuatro verónicas que fueron cuatro monumentos. Qué cantidad de arte, de majeza y de valor. Es imposible torear más cerca e imprimiendo a la silueta mayor elegancia y armonía. Allí, frente al tendido 3 queda eso, para que lo mejore quien pueda… En los quites vuelve a deleitar al respetable con verónicas, medias verónicas y recortes sobrios y estilizados. Coge luego banderillas y clava un par entre ovaciones. Maera, el otro mejicano, también es aplaudido en su turno. La faena de muleta merece párrafo aparte… Previa la ceremonia de la alternativa, Luciano se encara con el burel e instrumenta un pase por alto, luego otros de pecho y por alto, todos de colosal estilo, dos ayudados, barriendo el lomo con el trapo rojo y estalla la ovación. Estamos en presencia de un torero grande. Enseguida tres naturales, asombroso el primero. Más tarde, algo increíble y deslumbrador que produjo en los espectadores, ya emocionados hasta el paroxismo, un verdadero rugido de entusiasmo: un pase de la firma en que el cornúpeto dio una vuelta completa, enroscado en la cintura esbelta del artista. Un conjunto de belleza plástica insuperable. He ahí la grandiosidad de la fiesta española: el dominio de una fiera por el arte. Y para completar, un estacada hasta el pomo, que hace innecesaria la puntilla. Doce mil pañuelos garabatean la demanda de la oreja para el triunfador, y las gargantas enronquecen aclamándolo. Infinidad de vueltas al ruedo y todos los honores se le dispensan… Sexto. Número 58, negro zaino, bien puesto de cabeza y muy bonita lámina. Es más bravo que sus hermanitos y hace alguna pelea con los montados; sin embargo, para no desentonar demasiado con los cinco restantes, se sale suelto del último puyazo. Contreras reafirma la magnífica impresión producida en su primero. Con el capote y muleta vuelve a ser calurosamente ovacionado y redondea su halagador éxito, demostrando ser uno de los mejores toreros llegados a estas altiplanicies. Vueltas al ruedo, apoteosis final y salida en hombros hasta el hotel fueron el epílogo de su brillante jornada… Resumen. Entusiasmo desbordante al comenzar, tocado en violenta indignación contra un torero que no supo respetar su nombre, ni la categoría de nuestra plaza mofándose de la tolerancia del público. En otras ocasiones el entusiasmo del comienzo subió hasta los límites del delirio aclamando la sublime labor de Luciano Contreras. En cuanto a Aldeano, se mantiene una cierta expectativa, para saber si vuelve por sus fueros de buen torero, ya que de matador, a todos nos dejó satisfechos… Parte del malestar producido en la plaza, se debió al ganado de Mondoñedo: malo, manso y bronco, no hizo el menor honor a su divisa… Las cuadrillas, regulares. Mucho desorden en la plaza, miles de capotazos inútiles y mala dirección de lidia. Maera, el banderillero mejicano que se distinguió con los palos, abusó, en cambio, de manera con el capote. De los picadores, recordamos a Calderón y a Abadía (hijo)…
A Andrés Mérida se le fueron vivos dos toros, el primero de su lote y el quinto de la tarde que tuvo que haber matado por percance de Aldeano, que recibió una herida en el cuello, del lado derecho, sin que el diario consultado revele parte facultativo que aclare la magnitud de las lesiones que sufrió.

Luciano Contreras
Foto cortesía del blog
Toreros Mexicanos
Don Luis Ruiz Quiroz, en sus Efemérides Taurinas Mexicanas señala que en esta tarde, Luciano Contreras obtuvo el primer rabo que se concedía en la plaza de toros Santamaría, aunque la crónica consultada no refleja la concesión de tal apéndice.

Una buena tarde no hace verano...

Andrés Mérida renunció a la alternativa en 1934. Poco toreó en su nueva incursión en el escalafón novilleril. Falleció en 1939.

A Aldeano tampoco le sirvió de mucho el doctorado de esta tarde, pues para el día de San José de 1932 ya estaba anunciado en Madrid con novillos de Santa Coloma y llevando como alternantes a Juan Mazquiarán Fortuna Chico y a Félix Rodríguez II.

Luciano Contreras quizás tuvo uno de sus momentos de mayor notoriedad en los despachos, en 1946, cuando pretendió romper relaciones con la torería española porque Manolete no pudo – o no quiso – torear la corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros. Él terminaría recibiendo otras alternativas: en septiembre 1932 en Cuenca, España, misma que confirmó en El Toreo en noviembre de ese mismo año y en diciembre de 1936 en Querétaro.

Así era la fiesta cuando había toros en Bogotá.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Un festín de truhanes

Juan Pellicer Cámara
Ya en una oportunidad anterior había presentado a Ustedes a Juan Pellicer Cámara. Quizás me quedé corto al omitir algunos detalles sobre la revista Tiempo. Semanario de la vida y la verdad, fundada en la Ciudad de México por Martín Luis Guzmán en el año de 1942 y que todos los martes del año daba espacio a una pluralidad de pareceres sobre casi todos los temas que eran del interés nacional.

Entre los temas a los cuales daba espacio Tiempo, se encontraba la fiesta de los toros, a la que se consideró en esas páginas parte de nuestra vida y de nuestra cultura. Así, primero colaboró con sus Cartas Taurinas dirigidas al fundador y director del semanario el nombrado Juan Pellicer, que fuera durante una época también Juez de Plaza – Presidente – de la Plaza México y tras de su fallecimiento, asumiría la labor otro destacado periodista, Rafael Morales Clarinero.

Una interesante selección de las Cartas Taurinas de Juan Pellicer Cámara fueron recopiladas en el año de 1973 en un volumen que lleva precisamente ese título y a partir de que el escritor y académico de la Puebla mexicana Horacio Reiba Alcalino recordara en una de sus columnas semanales la expresión que sirve de título a esta entrada, me di a la tarea de releerla y al observar que su contenido tiene hoy en día un alto grado de vigencia – se publicó originalmente el 27 de enero de 1969 – considero que vale la pena reproducirla:

Un festín de truhanes 
Señor Director: 
En una carta anterior, no recuerdo cuál, le escribí algo sobre la frase, tan usual cuando se habla de toros, “El arte de Cúchares”. Ahora quisiera decirle algo alrededor de otra frase, también de uso común y corriente, cuando se escribe, cuando se habla del tema taurino: “La fiesta de toros”. Desde hace siglos, en los romances moriscos, recuerda usted, querido don Martín, aquellos en que se relataban hazañas de toreros moros, Gazul entre otros, que lidiaban a caballo y que, en ocasiones, competían con jinetes cristianos, se decía “La fiesta de toros”. Moratín, don Leandro Fernández de Moratín, escribió famosos versos, relativos a “Una fiesta de toros en Madrid”. Y así, a través del lenguaje, escrito o hablado, hasta nuestros días, seguimos refiriéndonos a "La fiesta de toros". A veces, en España, la han denominado, con un sentido más local y muy merecido, porque fue en España donde nació el toreo, tal como lo conocemos ahora, la han denominado, digo, “La Fiesta Nacional”. 
Un poema, maravillosamente descriptivo, de Manuel Machado, se titula con esa frase. También se ha designado a las corridas, atendiendo a la fiereza, a la bravura de los toros, casi desaparecida en la actualidad, como “La Fiesta Brava”. Usted notará, que hay una palabra, siempre invariable en estas denominaciones y es la palabra fiesta. Fiesta de toros, fiesta nacional o fiesta brava. Fiesta única, en verdad. Fiesta extraña, en la que se mezclan, en la que se entrelazan, de manera deslumbrante, desde por el sol que la preside, hasta por el brillo de la ropa en que se enfundan los actores, la vida y la muerte.  
Fiesta de terror y de alegría, como dijo Manuel Machado en su poema. Fiesta soberbia, de valor, de gallardía, de belleza plástica incomparable. La fiesta por excelencia del pueblo español, la fiesta por excelencia, arraigadísima ya como ninguna otra, del pueblo mexicano. Fiesta varonil, de arrojo, de destreza, de arte. El ambiente de la plaza de toros es de fiesta, como no lo es ningún otro ambiente y cuanto lo rodea, la casa del torero, la taberna, el café, el tablado flamenco, la feria, todo es fiesta. Es la fiesta de toros, la fiesta nacional, la fiesta brava. 
Pero, ahora los mercaderes han invadido la fiesta. Los mercaderes están detrás de los escritorios en las empresas de toros; están los mercaderes, también detrás de otros escritorios, como apoderados de los toreros y también están los mercaderes en las ganaderías, convertidos en simples tratantes de ganado. Es el apogeo del comercio taurino. La fiesta se ha ido apagando.  
El pueblo sigue acudiendo a las plazas, pero algo enturbia la alegría de la fiesta. Se presiente la estafa. Solamente y de manera brutal y torpe, impera un exclusivo afán de comerciantes. La fiesta aún no ha muerto. Todavía no la han matado. Pero, ya no es la fiesta. Es un espectáculo manejado, exclusivamente, para obtener dinero. Es un festín de truhanes. ¿Ha visto usted, don Martín, a los zopilotes, revolando sobre el cadáver de una inminente presa? Es el festín que agrupa a los que están acabando con lo que fue la fiesta por excelencia. Hasta la próxima. (Cartas Taurinas, Págs. 209 - 211)
Creo que podrán coincidir conmigo en que lo que escribió Juan Pellicer Cámara hace casi 45 años con algunos matices únicamente de grado, es perfectamente aplicable a lo que hoy sucede en esta fiesta.

Espero que les haya resultado de interés.

Aclaración necesaria: Los resaltados en el texto citado son obra imputable exclusivamente a este amanuense.

Referencia bibliográfica: Cartas Taurinas. – Juan Pellicer Cámara, con prólogo de Carlos Pellicer. – Editorial Joaquín Mortiz, colección Contrapuntos. Primera edición, México, 1973, 211 páginas, con ilustraciones en blanco y negro. – Sin ISBN.  

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cagancho. A 85 años de su confirmación de alternativa en El Toreo de la Condesa

Cagancho

Cagancho en México, Cª 1928
Foto:Sosa 
En 1923 Domingo González Dominguín dejó de vestirse de luces para dedicarse a la organización de festejos y al apoderamiento de toreros. Uno de los primeros que llamaron su atención fue un gitano de Triana al que muchos toros se le iban vivos, pero que se veía más atropellado que temeroso y en el que el de Quismondo advirtió tres activos que podrían llevarle a caminar lejos en las veredas del arte de torear: una excelente figura para ser torero, una gran personalidad y una especie de bula que los públicos parecían haberle concedido contra sus frecuentes fracasos. Esas cuestiones, sumadas a la personalísima calidad del toreo que ejecutaba consiguieron que uno de los primeros toreros que apoderara Dominguín fuera precisamente ese gitano que llevaba por nombre Joaquín Rodríguez Cagancho.

Cagancho recibió la alternativa en Murcia el 17 de abril de 1927 de manos de Rafael El Gallo y la confirmó en Madrid el 22 de junio siguiente apadrinándole Valencia II. Entre esas dos efemérides ya Joaquín Rodríguez Ortega había construido uno de los grandes hitos de su historia, en Toledo – plaza que gestionaba su apoderado Dominguín – cuando Gregorio Corrochano escribió aquella famosa crónica titulada: El torero Cagancho es una talla de Montañés – la pueden leer aquí – y algo más de un mes después de su confirmación madrileña, marcó otro de esos hitos en la plaza de Almagro – pueden leer una crónica de esos hechos aquí –, creando una expresión del habla popular para designar un comportamiento desafortunado – quedar como Cagancho en Almagro – lo que en ese breve espacio de tiempo, hacía al torero de la calle del Evangelista uno al que todos querían ver.

La temporada 1928 – 1929 en El Toreo

La temporada 1928 – 1929 de El Toreo de la Condesa se le comenzó a complicar a Eduardo Margeli. Eduardo Pagés, exclusivista de Juan Belmonte, pedía para su torero algo así como la mitad de la entrada bruta del coso y tras de él, los demás que encabezaban el escalafón hispano también hicieron peticiones de sumas importantes. Margeli sopesó la posibilidad de dar la temporada con toreros mexicanos solamente y aprovechando esa situación, Dominguín le ofreció a tres toreros nuevos, alternativados apenas el año anterior y que en su conocimiento del ambiente mexicano, podrían interesar a nuestra afición: el valenciano Vicente Barrera y los trianeros Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana y Joaquín Rodríguez Cagancho.

El elenco de la temporada se completaría con los toreros mexicanos Luis Freg, Pepe Ortiz, Juan Espinosa Armillita, Fermín Espinosa Armillita Chico, Heriberto García y Paco Gorráez. Los toros provendrían de La Laguna, Piedras Negras, Zotoluca, San Diego de los Padres, Atenco, San Mateo, Carmen de Federico y La Punta.

Entre las 20 corridas de toros de las que constó el serial, se intercalaron dos festejos en los que actuaron el rejoneador Miguel Cuchet – quien mató dos novillos de San Nicolás Peralta – y los todavía becerristas Manolo, Pepe y Rafael Bienvenida quienes enfrentaron erales de Atenco y San Diego de los Padres.

La corrida del 2 de diciembre de 1928

La séptima corrida de la temporada fue la de la presentación y confirmación de alternativa de Cagancho. Se anunció un encierro de La Laguna para Fermín Espinosa Armillita Chico, Heriberto García y el confirmante. La impresión que produjo Joaquín Rodríguez con su toreo en la afición de la capital mexicana fue muy grande. La parte medular de la crónica que escribió don Alfonso de Icaza Ojo para el semanario Eco Taurino relata lo que sigue:
Junto a “Cagancho” toros y toreros se ven pequeños. ¡Gitano genial! Amalgama de tal modo su personalidad, que todos los lances que ejecuta ante el toro son suyos. Suyas, de “Cagancho”, las verónicas legendarias. Suyas también, las “chicuelinas”. Suyas, y muy suyas, las medias verónicas. Y sus pases de muleta, sus lances para colocar al toro en suerte, sus reboleras, su seriedad y su energía en la plaza. Este sí es un torero macho. Macho, a lo humano, con toda la virilidad, la supremacía, el dominio que Dios concedió al hombre en la creación. Los que se comen a los toros podrán ser machos, pero machos de bestias, no machos humanos. Ninguno entre los toreros tiene tipo tan varonil como “Cagancho”. Nada de rebuscamientos, ni de finura exagerada, ni de exquisiteces con vistas al preciosismo. En “Cagancho” todo es hombruno. Todo es propio del hombre. Cuanto ejecuta en la plaza sabe a hombría. “Cagancho” torero es un hombre. No; diremos la verdad: “CAGANCHO” en la plaza es un SUPERHOMBRE. Y claro; a los superhombres no se les discute. Por eso en la plaza no hubo ayer ni porras ni contra porras. Hubo sólo aficionados perplejos ante el arte único del Gitano Genial. Después de la faena cumbre al cuarto toro, nadie aplaudía. Eran momentos demasiado solemnes para ser turbados por el ruido de las palmadas. La blancura de los pañuelos que demandaban la oreja para “Cagancho” simbolizaba en aquellos momentos la unión de todos los aficionados para proclamar que ¡al fin! Habían encontrado a su torero…
Un Faraón y una Diosa
Foto: Enrique Bordes Mangel
Hurtada del blog Luciérnagas y Coyotes
Armillita le cedió a Joaquín Rodríguez al primero de la tarde al toro Polvorín y el gitano culminaría su tarde de asombro cortando el rabo de Merenguillo, cuarto de los laguneros corridos esa tarde.

Cagancho terminaría toreando nueve corridas esa temporada de su presentación, en la 1929 – 1930 actuó once tardes; en la 1931 – 1932 participó en doce festejos; en la 1932 – 1933 toreó diez corridas y once más en la 1935 – 1936 para sumar cincuenta y tres festejos en El Toreo de la Condesa en esas cinco temporadas. Tras la reanudación de las relaciones taurinas entre españoles y mexicanos en 1944, todavía sumaría algunos festejos más.

Esa fue la profundidad con la que impactó a la afición la torería de Cagancho y marcó el inicio de una relación del torero gitano con México y con su gente que duró para siempre y que le convirtió en un personaje que llevó su aura y su leyenda más allá de los ruedos.

Apéndice: Cagancho, consejero presidencial

La compenetración de Cagancho con México y con su gente fue total. Tanto que se quedó a vivir entre nosotros y cuando dejó los ruedos a veces tuvo que buscarse ocupaciones que poco o nada tenían que ver con la fiesta. Lo que enseguida les cuento quizás no tiene que ver con la efeméride, pero sí con el impacto del torero y del hombre entre nosotros.

Ya había mencionado esto en otro sitio de esta Aldea, pero tengo ya la relación exacta de los hechos que hace el Embajador don Justo Sierra Casasús, en su día, Secretario Particular del Presidente Adolfo López Mateos, misma que es la siguiente:
- [López Mateos]... sentía una profunda admiración por otro diestro, ya retirado, que vino a morir en México, Joaquín Rodríguez, “Cagancho”... 
- ¿Amigo...?
- Mucho. Le quería en verdad e incluso hay una anécdota digna de contarse que revela el carácter bondadoso de Adolfo... 
- ¿Con quién...? 
- Con sus amigos, sobre todo... 
- Pues venga...
- “Cagancho” estaba mal económicamente cuando regresó a México. No guardó una peseta y andaba a la deriva. Todavía no se hacía cargo de la finca de los Trouyet y se las veía negras para irla pasando. Incluso, ya de viejo, salió a torear por la provincia para hacerse de unos cuantos pesos, aun cuando él mismo sabía que ya no estaba para esas danzas...
- Siendo ya Presidente Adolfo López Mateos un día se me presentó Joaquín. Quería ver si se podía hablar con su amigo “unos segundos”...
- Le recibió casi de inmediato...
- Bajé con el diestro sevillano y le dije: “El señor Presidente te recibe en unos minutos...”
- Pero – preguntó “Cagancho” – a ¿A mí solo?...
- Sí, a ti solo. La entrevista es contigo, no conmigo. Así que entrarás sólito... “Mare” de mi vida –dijo Joaquín – pero si está más difícil que encerrarse con seis toros de Miura. Ni modo. 
- Y entró. La entrevista duró pocos minutos, pero, al salir, “Cagancho” traía una sonrisa de oreja a oreja. Salió como castañuela y me dijo: Que dice “er – señó”, que vayas… 
- Y fui – agrega Justo Sierra –. Allí recibí instrucciones presidenciales que de inmediato tramité: Fui con Donato Miranda Fonseca, secretario de la Presidencia y le dije: “dice el señor Presidente que agregues como Consejero de aquí, en lo personal, al señor Joaquín Rodríguez Ortega…”.
- ¿Y qué pasó...?
- Pues me preguntó sus generales y cuando me preguntó cuál era su profesión y yo le dije: “torero”, por poco y se cae del sillón. ¡Hubieran visto su cara! ¡Un torero de consejero del Jefe de la Nación...!
- ¿Qué pasó entonces...?
- Lo que tenía que pasar: se le nombró Consejero con el sueldo correspondiente a ese cargo, mismo que le era entregado en su casa al gitano de Sevilla. Así se hizo hasta que terminó el gobierno...
- ¿Y Miranda Fonseca...?
- Tuvo que apechugar. Ni modo de decirle al Presidente de la República que aquello era indebido e inusitado. Nada de eso... Entonces la amistad era profunda...
- Desde luego, y sobre todo, con el historial de “Cagancho”, con su gran categoría y la simpatía que la brotaba a raudales...
Así se quiso y se respetó a Cagancho en México.

Joaquín Rodríguez Cagancho se quedó entre nosotros para siempre. Falleció en la Ciudad de México el día 1º de enero de 1984. 

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