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domingo, 7 de agosto de 2022

El Terrible Pérez

Rogerio García Pérez
Antonio Martín Maqueda
El Ruedo
La primera mención de El Terrible Pérez se produjo en el año de 1903, quizás en los finales de abril o inicios de mayo, cuando se anunció que siendo estelarizada por el cantante cómico Emilio Carreras, se estrenaría la zarzuela – señalada en la cartelera como juguete cómico – lírico – asainetado – obra en lo literario de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez y en lo musical, de Tomás López Torregrosa y Joaquín Valverde hijo. La obra tiene como argumento las aventuras y desventuras de Pérez, un incansable perseguidor de mujeres que tenían, para él y para sus maridos, la desventura de ser casadas.

La función de estreno se llevó a cabo en el añorado Teatro Apolo de la capital española el día 1º de mayo de ese 1903 a teatro lleno y era el beneficio de Emilio Carreras. La crítica teatral en los diarios madrileños le dio buen trato, según se lee enseguida:

Escrita la obrilla indudablemente para que Carreras pudiera lucir su mucha gracia, no buscaron en ella los Sres. Arniches y García Álvarez ocasiones en que sacar a plaza sus condiciones de literatos. Quisieron entretener y hacer reír, y esto lo lograron con sal muy en terrón, pero en tal medida que «El terrible Pérez» alcanzó un éxito, no sólo franco, sino ruidoso.... (Ch., en El Imparcial, Madrid, 2 de mayo de 1903)

... «El terrible Pérez» se hará centenario en los carteles, que dará mucho dinero y que los autores fueron aclamados y aplaudidos frenéticamente al terminar la representación, queda dicho lo más interesante.

Emilio Carreras, que celebraba anoche su beneficio, encarnó maravillosamente el tipo de Pérez. que está hecho a su medida, y con justicia fué ovacionado varias veces durante la representación... (A. Melanluche, en El País, Madrid, 2 de mayo de 1903)

Como se puede ver, tanto los autores de la zarzuela, como el intérprete del papel principal de ella, pasaron con sobresaliente nota el examen de la crítica y tan es así, que El Terrible Pérez se ha seguido representando en los teatros de España, como una de las piezas de ese género en que el humor es el eje de su trama.

El Terrible Pérez de los toros

Rogerio García Pérez nació en Lisboa el 8 de junio de 1890. Hijo del auxiliar de farmacia Benito Pérez y Domínguez, originario de Évora, pero hijo de españoles y de Fabiana García Pérez. Le apadrinó en su bautismo don Manuel Pereira Guimarães, el farmacéutico con el que laboraba su padre y el que años después le conseguiría la habilitación para ser el encargado de la farmacia de la plaza de toros de Campo Pequeno.

Por la ocupación de su padre, pronto acudiría a cuanto festejo se daba en la principal plaza de toros de Portugal y así, en el año de 1895, en una tarde en la que el inmenso Guerrita fue herido en ese ruedo, pasó a la enfermería a ser atendido por don Benito, el padre de Rogerio y al no haber sillas suficientes para colocar la casaquilla del Califa cordobés, esta fue colocada sobre los hombros del chiquillo. Cuenta Antonio Martín Maqueda, en el número de El Ruedo fechado el 10 de enero de 1952:

Fue el caso que, por ser cogido en 1895 en aquella Plaza de toros el gran torero cordobés que se llamó Rafael Guerra, “Guerrita”, tuvo que ser asistido en la enfermería, y como en ella no existía más que una cama y una silla – esta deficiencia de las enfermerías aún continúa en muchas Plazas portuguesas –, y ésta fuera necesaria, colocaron sobre los hombros de Rogerio Pérez la casaquilla del gran torero, lo que dio gran satisfacción a su progenitor y a su padrino, el farmacéutico de la Plaza, don Manuel Pereira Guimarães, y fué mirado con veneración por aquellos buenos aficionados del barrio de Doña Estefanía durante todo aquel invierno; hecho que dejara en su psicología profunda huella. Es posible que entonces dijera “Guerrita” aquella frase que nunca olvidan los aficionados portugueses: “Extraño país donde no se permite que los hombres maten los toros, y sin embargo, se deja que los toros maten a los hombres”.

Presenció en Campo Pequeno la cogida y muerte del caballero en plaza Fernando de Oliveira y eso le llevó a alejarse un tiempo de las plazas de toros y se sumergió en las profundidades de la literatura y el teatro, en la compañía de su amigo Mario Sa – Carneiro. En esa época fue cuando conoció la zarzuela que he mencionado al principio. Cuenta Alberto Franco en la revista portuguesa Novo Burladero, en su artículo conmemorando el 40º aniversario del fallecimiento del cronista:

…Del teatro nació el seudónimo que lo popularizó. Mientras circulaba una zarzuela cómica llamada “El Terrible Pérez”, sus amigos comenzaron a llamarlo de esa manera. Rogerio adopta de buena gana el apodo y empieza a firmar con él sus escritos taurinos. Comenzó en 1915, en “Cómicos e Fenómenos. Semanario Taurino & Teatral”, dirigido por Luis Marques Junior, pero al año siguiente se lanzó como director de “Sombra – Sol”, periódico dedicado exclusivamente a la tauromaquia…

Posteriormente llegaría al Diario de Lisboa y en 1925 recibiría la encomienda de entrevistar a Juan Belmonte, quien se reuniría allí con Eduardo Pagés para discutir una posible reaparición en los ruedos vestido de luces. Sigue contando Alberto Franco:

…fue testigo de las negociaciones con el empresario Eduardo Pagés, en Lisboa, que llevaron a la primera reaparición de “El Fenómeno”, en 1925. “Soliloquio” cuenta que Rogerio Pérez “recibió en el «Diario de Lisboa» la encomienda de entrevistar a Juan Belmonte, que regresaba del Perú, y en una cena que el fado prolongó, escuchó la fabulosa propuesta que el empresario Pagés le haría al trianero: ¡medio millón de pesetas por veinte corridas!

Su relación con Antonio Cañero, y la corrida integral

Trabó amistad con el rejoneador cordobés Antonio Cañero y entre 1925 y 1928 se dedicó a acompañarle y apoderarle. Esa actividad le sirvió para escribir El Libro de Cañero, publicado, según sus datos del Registro General de la Propiedad Intelectual dados a conocer en la Gaceta de Madrid del 2 de septiembre de 1927, ese mismo año, por la Imprenta Helénica y tuvo por objeto el refutar una obra de quien, firmando como Pepe Luis, escribiera bajo el título de Cañero no existe.

El acompañamiento de Antonio Cañero no le impidió el participar activamente en la organización de una serie de corridas con muerte que se dieron en Lisboa en el año de 1927 – a las que me referí la semana pasada aquí mismo – y posteriormente en el año de 1933, pues El Terrible Pérez era un convencido defensor de lo que él llamaba la corrida integral. Cuenta Antonio Martín Maqueda en el ya citado número de El Ruedo:

Apartado un poco de los toros por considerar… que la “tourada” era menos verdadera que la corrida integral, de la que, ferviente partidario, ha dado y sigue dando eficientes pruebas defensivas. En este punto ha demostrado sus grandes dotes diplomáticas, porque aun haciendo la contra a la “tourada”, nadie ha podido censurarle. Tal ha sido su equilibrada propaganda aquí donde muchos consideran que el no ser partidario de ella no es ser buen portugués…

Esa afición por la corrida integral, le llevó a participar en la fundación de una Escuela Taurina en Lisboa. Y consiguió con los patronos de ella, llevar de director de la misma nada menos que a Cayetano Ordóñez Niño de la Palma. Cuenta Francisco Montero Galvache en el semanario El Ruedo del 7 de febrero de 1946:

...La Escuela – nos informa Cayetano Ordóñez – ha sido creada por iniciativa de los populares críticos taurinos lisboetas Pepe Luiz y El Terrible Pérez, entre otros notables aficionados, y bajo la protección del Club Tauromáquico de Lisboa y del sector. El sostenimiento de la Escuela correrá a cargo de estos Círculos – cuyos socios contribuyen mensualmente para este propósito - y tendrá el apoyo económico del Sindicato de Espectáculos. Se darán cursos teórico – prácticos, con la colaboración de los toreros retirados Manuel y Alfredo Dos Santos y los ganaderos señores Andrade, Palha, Pinto Barreiro, Moura y Nuncio. Las clases abarcarán toda la temporada, dando comienzo casi siempre en el próximo mes de marzo...

Rogerio García Pérez, el escritor

La obra literaria de Rogerio García Pérez no se reduce únicamente a la crónica de toros. Es además autor de la novela José Luiz El Português, que narra la historia de un joven que toma el camino de España y triunfa allí como novillero y también los libros: Vaya por Ustedes! (1925) colección de crónicas publicadas en la prensa; El Libro de Cañero (1927); Seis estrellas (1925); De Lisboa a Sevilla por los Pirineos (1929); Franco” (1940); ABC da Tauromaquia (1945), Meio Século a Ver Touros (1945) y Siervo de Reyes y Presidentes: de la Monarquía a la República, de D. D. Luís al Sr. General Carmona (1945), que recoge las memorias de Vital Fontes, mayordomo del Palacio de Belém, recientemente reeditado.

El Terrible Pérez falleció en el año 1979. Creo que son pocas las personas que pudieron contar haber visto a cuatro de los cinco Califas del toreo cordobés, pues como he apuntado al inicio, tuvo la fortuna de ver a Guerrita, Machaquito, Manolete y El Cordobés, fuera en su plaza de Campo Pequeno o en alguna de las españolas que tanto frecuentó.

Es así que de esta manera presento a Ustedes a un escritor que no es muy conocido en nuestros días, pero que seguramente tendrá en su obra, interesantes puntos de vista para discutir.

domingo, 31 de julio de 2022

31 de julio de 1927: Pepe Ortiz se presenta en Lisboa y se lidian toros a muerte

Una tradición que resucita...
Diario de Lisboa - 1° de agosto de 1927

Las corridas de toros en Portugal – touradas – son tradicionalmente sin la muerte del toro al final de la lidia. Coloquialmente se invocan añejas y oscuras legislaciones que desde la noche de los tiempos prohíben tanto la suerte de varas, como el terminar con la vida de los astados en el ruedo. Pero, hurgando en la literatura, se encuentra uno con que eso no es precisamente así. El pintor y escritor sevillano Antonio Martín Maqueda, quien vivió la mayor parte de su vida en Portugal, escribió para el semanario El Ruedo fechado el 8 de noviembre de 1951:

…la reina Doña María I llamada “La Piadosa”, prohíbe las corridas de toros “en todas las tierras portuguesas” (1752), para de una vez desterrar la bárbara y cruel diversión, “impropia de una nación civilizada”, manteniéndose esta ley hasta 1790… Volvieron a prohibirse las “touradas”, también sin fijar castigo… por decreto de 1836, siendo revocado por la ley del 30 de junio de 1837... Publicóse en 1921 la Orden Ministerial 2.700 refiriéndose al decreto núm. 5.650 del 10 de abril de 1919, que dice: “En nombre de la Nación, el Gobierno de la República Portuguesa decreta, para hacer valer como ley lo siguiente: “Artículo 1º. – Toda violencia ejercida sobre los animales es considerada punible. Art. 2º. – Serán castigados con multa de dos a quince escudos, liquidada en la Policía correccional, aquellos que en lugares públicos maltraten o flagelen a los animales domésticos. En caso de reincidencia, la multa será agravada con prisión correccional de cinco a cuarenta días”…

Si se observa la redacción del último dispositivo legal, ninguna mención hace a los festejos taurinos, a los toros, o a la muerte de estos en el ruedo. Así, el escritor lisboeta Alberto Franco, en su obra Campo Pequeno – Crónica da Monumental de Lisboa, comenta lo que sigue:

…la prohibición de las corridas con muerte se basó más en la tradición que en la letra de la ley. Como ya se mencionó, el Decreto 5650 castigaba la violencia contra los animales, pero era discutible si las corridas de toros caían dentro de él. Con el fin de aclarar dudas, se dictó el Decreto 2700, de 6 de abril de 1921, en el que se establecía que el Decreto 5650 se oponía «implícitamente» a las corridas de muerte. Sin embargo, ningún título legal los impedía expresamente…

Así entonces, con ese endeble título legal, se impedía la muerte de los toros en plaza, aunque de alguna manera se buscaba la forma de evitar sus efectos y el citado Martín Maqueda cuenta que con posterioridad al último decreto, Francisco Peralta, Facultades, mató un toro en una plaza o cortijo privado después de esa fecha, y que el 28 de septiembre de 1924, en la plaza de Caldas da Rainha, Joaquín Manzanares, Mella, mató al toro Ventaciro del hierro de Francisco Neto Rebelo.

Un segundo antecedente en Campo Pequeno

La temporada 1927 en Lisboa iba a ofrecer a la afición algunas novedades reales conforme a lo que estaban acostumbrados a ver en su plaza. Para el domingo 12 de junio de 1927, se anunció un festejo en el que actuarían el caballero en plaza Antonio Luis Lopes y los espadas Fausto Barajas y Juan Espinosa Armillita para enfrentar toros de Coimbra, aunque el diario madrileño La Nación, señala que fueron de Infante da Cámara. A ese festejo asistieron el Presidente de la República Portuguesa y personajes como el Duque de Palmela, el aviador madrileño Lóriga y el aviador italiano Márquez de Pinedo, y fue presidido por el Teniente Coronel Joao Maria Ferreira do Amaral, comandante de la Policía Cívica de Lisboa y héroe condecorado de la Primera Guerra Mundial, que será un personaje esencial en esto que intento contarles. La corrida NO fue anunciada previamente con la muerte de los toros en el ruedo.

La crónica de Rogerio Pérez El Terrible Pérez para el Diario de Lisboa, publicada al día siguiente de la corrida, titulada: Mulas de arrastre se llevaron por primera vez dos toros muertos en la plaza de Campo Pequeno, resalta lo siguiente:

7º. – También negro y también manso... brinda al heroico aviador Loriga, que por estar modestamente “a la paisana” no es reconocido por el público. Previo rápido muleteo, entra Barajas a matar “de verdad”, dejando media estocada en buen sitio, aunque perpendicular, por lo que el toro no cae inmediatamente. Intervención de los peones, un intento de descabello “a pulso”, Barajas acierta al segundo, cayendo el toro fulminado. ¡Ahora sí! ... ¡Las mulillas entran en funciones arrastrando al toro y las palmas se oyen hasta Pekín! Siete mil pañuelos piden la oreja y al matador se le concede esta y el rabo, que Barajas pasea por la plaza... El entusiasmo aumenta en forma indescriptible y dos espontáneos surgen sacando a Barajas en hombros... 

8º. – Negro y escurrido de carnes. Continúa la profunda emoción producida en el toro anterior, de la que somos meros narradores... Armillita se aprieta en dos lances y remata con lucimiento... deja un par que se aplaude y otro par igualmente aplaudido. Tocan a matar y nadie se mueve de sus asientos... Armillita muletea inteligente, sin perder la cara y valiente. Cuando el toro se para, aprovecha una igualada, tirándose a matar, pero el estoque se quiebra. Con otro estoque, pincha dos veces en hueso y después agarra una estocada hasta la empuñadura, siendo innecesaria la puntilla y rodando el toro patas arriba... Nuevamente se agitan los pañuelos reclamando la oreja, que es concedida a Armillita...

La narración de El Terrible Pérez describe a una multitud al borde de la locura. Y el final del festejo parece así revelarlo:

...decenas de entusiastas pasean a los dos espadas a hombros en todas direcciones... El público demora su salida, aplaudiendo de pie y saludando con sus sombreros. El espectáculo fue inédito y sorprendente. Se inicia la retirada entre una alegría que se extiende por los alrededores de la plaza y se prolonga en automóviles, trenes y tranvías avenida abajo. De todo esto se pueden sacar conclusiones que el cronista evita, describiendo apenas y sin comentar...

El festejo del último día de julio de 1927

Para cerrar el mes de julio del 27, se anunció una corrida en la que se lidiarían dos toros de Palha Blanco (1º y 5º) para rejones, dos de Alves do Río, dos de Neto Rebelo, uno de Faustino da Gama (7º) y uno de Francisco Ferreira Jordão (8º) mismos que serían lidiados y MUERTOS a estoque por el rejoneador Antonio Luis Lopes, Julián Saiz Saleri II, Emilio Méndez, Pablo Lalanda y Pepe Ortiz.

De la lectura de la crónica de El Terrible Pérez, se observa que la presencia de Lalanda y Pepe Ortiz fue planteada como complementaria de los tres primeros, porque en el caso de El Orfebre Tapatío, le correspondió ser una especie de sobresaliente del rejoneador Luis Lopes, toda vez que no pudo finiquitar a sus toros desde el caballo y en la lidia a pie solamente le correspondió lidiar un toro, el séptimo, de Faustino da Gama. Pablo Lalanda, por su parte, lidió al cuarto, de Alves do Río y le obsequiaron el octavo, de Ferreira Jordão.

Los permisos preceptivos para que los toros se lidiaran a muerte, fueron concedidos por el ya nombrado Teniente Coronel Joao Ferreira do Amaral, quizás más que nada, porque la corrida se daba a beneficio de la Caja de Beneficencia de la Policía, que atendía las necesidades de las viudas y huérfanos del personal de esa corporación pública. La crónica de El Terrible Pérez hace saber que para el festejo anterior – el del 12 de junio – a beneficio de la caja de los periodistas – que tenía similar noble finalidad – se pidió la misma franquicia, misma que fue negada:

…no podemos dejar de escribir que la autorización fue denegada recientemente, después de haber sido prometida, a la Caja de Beneficencia de los Periodistas, que está destinada a sus viudas y huérfanos… Ahora bien, si las viudas y los huérfanos de los policías merecen todo nuestro respeto, los de los periodistas no lo merecen menos, lógicamente, y nos parece inequitativo el uso exclusivo de un beneficio que desearíamos para varias obras de caridad…

Así pues, con ese borrón, se pudo dar el festejo, en el que, dice la cabecera de la crónica antecitada, resucitó una tradición al inaugurarse la temporada de corridas de muerte.

Adaptaciones a la tauromaquia tradicional

Rogerio El Terrible Pérez, en su crónica del festejo mantiene un tono optimista y considera que a partir de ese momento se mantendrían de fijo, por lo que hace una serie de propuestas acerca de la manera en la que se podrían llevar a cabo:

La suerte de varas, ya condenada por una gran mayoría española y por el propio gobierno, debido a que ha implicado el sacrificio reiterado de numerosos caballos, no es posible en Portugal y son peligrosas las tentativas que se hagan en ese sentido… pueden ser aprovechados nuestros caballeros en plaza para el «primer tercio». Bastará modificar el rejón, sustituido por otro «de tope», para no matar y limitar su uso de preparar al toro, regulando su número – dos o tres – de acuerdo al poder y condiciones de los toros… El uso del rejón «de tope», con una «cruz», no habrán más «morrillos destrozados», se evitará el efecto de «romaneo» de los toros ante los caballos, porque esto, más que puya, necesitan los toros, aunque mucha gente suponga lo contrario… El segundo sería idéntico al de España, con supresión de las banderillas de fuego, en cualquier caso, por ser su efecto más infamante que necesario… Para no perder la tradición de nuestro primoroso toreo ecuestre, se lidiarán, en medida de lo posible, en cada corrida, uno o dos toros embolados, como en España, para apreciar toda la maestría de caballeros como Simao da Veiga… Es así, con estas y otras modificaciones que irán resultando de la práctica, que se llegaría a una modificación lógica de las corridas portuguesas para los que no entienden su actual ritmo...

Así veía el cronista del Diario de Lisboa la manera de llevar a cabo festejos en Portugal con la muerte del toro. Quizás le animaba que para el día 7 de agosto, se anunciaban toros de Faustino da Gama (1º) y Neto Rebelo para los rejoneadores Ricardo Teixeira y Antonio Luis Lopes y los matadores Luis Freg, Emilio Méndez y Fausto Barajas, también para ser muertos a estoque en la plaza. Freg resultó herido, leve, por el cuarto de la tarde.

La tarde de la presentación de Pepe Ortiz

Decía al principio que la actuación de Pepe Ortiz fue aproximada a la de un sobresaliente que tiene por función la de finiquitar a los toros que el rejoneador en un cartel no puede despachar a caballo. Así, tuvo que despenar al primero de la tarde que no dobló después de tres rejones de muerte. Intervino con poca fortuna en quites en el segundo, que le tocó a Saleri II y en el quinto, el segundo de rejones:

…El caballero, con deseo de matar, da varias pasadas sin resultado, consiguiendo clavar más rejones de muerte, llegando a los seis sin resultado. Ortiz, medrosísimo por el poder del toro y tras repetidos pases que agravan sus dificultades, entra a matar de cualquier manera. El toro dobla y el «puntillero» lo levanta. Ortiz, completamente desorientado, intenta el «descabello», huyendo despavorido. El «puntillero» vuelve a levantar al de Palha y a la tercera termina con la escena, con aplausos para el ganadero y dándose al toro vuelta al ruedo…

Ante el séptimo, que fue el que le correspondió lidiar, su actuación no mejoró conforme a los ejercicios anteriores:

7º, «Jabonero» de Faustino da Gama. Ortiz torea vulgarmente con el capote, torpe e ignorante. Intenta banderillear y pierde un tiempo al igualar, clavando en la atmósfera. «La cosa» se torna pesada y el mexicano se resuelve a clavar con dificultad, dejando el encargo a sus subalternos… Con el toro arrancado, da el primer pase, para seguir un animado diálogo con el «asesor» «Rodriguito» y éste, enérgico y decidido, después de otro compás de espera, lo manda al toro. Un «pinchazo» y otros dos intentos protestados. Intenta el «descabello» con igual torpeza. Suenan los tres avisos, como en la plaza madrileña y ya con los mansos en el ruedo, el toro es rematado por el «puntillero»

Quiero pensar que el pánico escénico venció a Pepe Ortiz, porque si en algo precisamente se distinguió su hacer ante los toros, fue por la limpidez de su toreo con la capa y en el desarrollo de la narración de El Terrible Pérez, se advierte que se vio embarullado y vulgar en algunas de sus intervenciones. Ya tendría oportunidad la afición lisboeta de volverle a ver en otras condiciones.

El devenir de los toros de muerte en Portugal

El Terrible Pérez, entrevistado por Francisco Montero en el número de El Ruedo correspondiente al 2 de octubre de 1947, manifestaba que en 1933, ya en el gobierno de Salazar, organizó tres corridas a muerte en Campo Pequeno, en las que actuaron toreros como Armillita, Domingo Ortega y Manolo Bienvenida. Contando que llevó a los monosabios de España y que en los tres festejos, solamente murió un caballo de pica.

El 3 de junio de 1951, se volvió a matar un toro a estoque en Campo Pequeno. Ese día alternaron los rejoneadores Simao da Veiga y José Rosa Rodrigues y a pie Luis Miguel Dominguín y Manolo dos Santos, ante toros de João da Assuncão Coimbra. Al segundo de la lidia ordinaria, El Lobo Portugués, después de una aclamada faena, lo terminó de media estocada en lo alto. 

Fue premiado con las dos orejas y el rabo y posteriormente sancionado con 30,000 Escudos de multa, aceptándose su justificación de que no se trató de un acto premeditado.

Las corridas con la muerte del toro en el ruedo no echaron raíces en Portugal, como afirma mi amigo Alberto Franco, más por costumbre que por alguna traba legal. En todo el territorio portugués solamente hay una localidad, la de Barrancos, en el Alentejo, limítrofe con las provincias de Badajoz y Huelva en España, donde los toros se lidian a muerte desde tiempos inmemoriales. Fuera de allí, no sucede, ni tiene trazas de volver a ocurrir en el futuro próximo o lejano.

Agradecimiento

Quiero agradecer a mi amigo Alberto Franco, con sede en Lisboa, el que me haya proporcionado valiosísimo material para elaborar esta entrada y que será de utilidad para futuros trabajos. Espero que no lo considere desperdiciado.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos, solamente se pueden imputar a este amanuense, pues no obran así en sus correspondientes originales.

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