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domingo, 11 de septiembre de 2022

Armillita, ¿el invulnerable?

Armillita en El Toreo de la Condesa

Fermín Espinosa Armillita ha pasado a la historia del toreo por múltiples causas y todas ellas notables. Una de ellas reside en el hecho de que se considera que solamente sufrió una sola cornada, el 20 de noviembre de 1944, en San Luis Potosí, recibiéndola del toro Despertador de Zotoluca, fecha en la que actuaba mano a mano con Silverio Pérez. De ese asunto ya me he ocupado por este sitio (primera partesegunda parte) con alguna extensión y es dable que afirme que ese percance representó ser el más grave de la carrera del Maestro, porque la excavación de las hemerotecas refleja que no fue el único que sufrió en casi tres décadas de enfrentarse a los astados en público. 

Los percances a los que haré referencia, según podrán apreciar, no revistieron mayor gravedad, pero reflejan que al final de cuentas, Armillita era un ser humano, superdotado, sí, pero hombre al fin y por esa razón, proclive a cometer errores, de esos que cuestan heridas a los toreros.

El Toreo de la Condesa, 8 de agosto de 1926

Ese domingo fue una tarde lluviosa que impidió que se concluyera el festejo, suspendido justo cuando el quinto de la tarde había saltado a la arena. La tarde no fue muy plácida para don Antonio Llaguno, que vio regresar a los corrales al cuarto del festejo por manso y para mayor incomodidad suya, ser sustituido por uno de Piedras Negras.

Armillita solamente se enfrentó al tercero, de la ganadería anunciada y conforme a la relación publicada en Toros y Deportes y firmada por Rafael Solana Verduguillo, sucedió lo siguiente:

La faena que ejecutó Fermín con el de San Mateo, resultó larga y un tanto esaboría. Comenzó el chiquillo toreando por bajo, por ver de hacer parar a su adversario, que no estaba quieto un momento. Castigó Espinosa, dio varios muletazos de maestro; pero eso no duró mucho. Dejó que el toro se repusiera, y luego se dificultó su muerte… Hubo momentos en que Fermín se impuso y dominó la situación, y otros en que dejó que el torito hiciera lo que le diera la gana. En un instante de duda, “Armillita” se llevó un achuchón, y esto lo descompuso; después ya no paró lo debido, y en una de tantas se dejó meter al toro y resultó enganchado. De pronto nadie dio importancia al percance; un susto y nada más; Fermín continuó la lidia, y no fue sino hasta que se desvistió cuando se dio cuenta que estaba herido. El doctor Francisco Ortega, Médico del Montepío de Toreros, nos proporcionó el siguiente parte facultativo:

“El matador de novillos toros Fermín Espinosa ‘Armillita Chico’, presenta las lesiones siguientes: Herida contusa por cuerno de toro, en la pared posterior de la axila derecha, como de cuatro centímetros de extensión, interesando piel, tejido celular y aponeurosis, descubriendo fibras musculares. Un varetazo en la región costal y anterior derecha. Dichas lesiones fueron curadas después de la corrida en el Sanatorio del Montepío de Toreros en México, y son de las que tardan en sanar menos de quince días. – Firmado: Doctor Francisco Ortega”.

Fermín Espinosa mató al toro que lo hirió, de cuatro pinchazos y una media bien puesta. Cada vez que el espada hacía el viaje, el toro se tapaba y no había manera de meter el brazo; por eso resultó pesada la labor del coahuilense.

Como lo dice el parte médico, la lesión tardó en sanar menos de quince días, pues al siguiente domingo, Armillita se volvía a presentar en El Toreo para actuar junto a Edmundo Maldonado Tato y Julián Rodarte, en el debut de la ganadería de Matancillas, tarde en la que le cortó las orejas y el rabo al primero de su lote, asunto que ya he comentado aquí.

Pamplona, 9 de julio de 1928

En esa fecha se celebraba en Pamplona la llamada Corrida de Prueba, un festejo que tenía por intención el ofrecer toros a precios económicos a diversos núcleos de afición que quizás no podían permitirse la adquisición del abono completo para San Fermín. Ángel Erro, del Club Taurino de Pamplona, me lo explica así:

La corrida de prueba se celebraba en Pamplona durante la mañana de un día de fiestas, habitualmente el día 8 o 9, alrededor de las 9 de la mañana… tenía como fin – de ahí lo económico de las entradas –, la asistencia de jóvenes, guarniciones militares y personas con menor capacidad económica. En ella actuaban los matadores contratados para la feria, lidiando un toro por coleta, tres o cuatro en cada festejo… Por la tarde se celebraba la corrida organizada para ese día… a partir de la primera década de 1900 se trasladó a la tarde, y desde 1929… hasta su desaparición en 1934, ya fue una corrida normal con seis astados, aunque de forma testimonial, se mantuvo el nombre de “Corrida de Prueba”. Hay poca documentación al respecto de su origen…

Pues bien, la Corrida de Prueba de 1928 la torearían Marcial Lalanda, Francisco Tamarit Chaves, Vicente Barrera – quien sustituía a Martín Agüero – y Armillita quienes enfrentarían dos toros de Antonio Flores, anunciados como antes Braganza y dos de Villagodio. La breve relación del corresponsal del ABC madrileño, publicada el 10 de julio siguiente, dice a este propósito:

Realizado el paseíllo suéltase el primero, “Almendrillo”, negro, bragao, perteneciente a la ganadería de Flores. Lalanda sujeta al toro, veroniqueando desde lejos. Lalanda y Armillita quitan regular, Armillita sale perseguido, enganchado por la taleguilla y cogido aparatosamente. Se levanta por su pie y se retira a la enfermería en brazos de las asistencias... El parte facultativo dice que Armillita tiene un puntazo leve en el muslo izquierdo, lesión que le impide continuar la lidia...

Ha sido Antonio Fernández Casado quien en su libro titulado Dr. Jacinto Segovia Caballero: Cirujano de la Plaza de Toros de Madrid, militante socialista y exiliado en México me puso sobre la pista de este percance y de este tema. Y es que en la relación de intervenciones destacadas que tuvo el cirujano, se relaciona ésta.

Armillita, tras las primeras curas en la enfermería de la plaza, fue trasladado a Madrid, avisándose al doctor Segovia de que su intervención sería necesaria. Así se relata en El Heraldo de Madrid del 10 de julio siguiente:

Esta mañana, a las nueve y cuarto, llegó a Madrid el diestro Armillita Chico, que resultó herido por un toro de Flores en la corrida celebrada ayer tarde en Pamplona… Acompañaban al diestro los individuos de su cuadrilla y el apoderado, D. Victoriano Argomaniz… Desde la estación se trasladó al herido a su domicilio, calle de la Salud, número 5. El doctor Segovia reconoció la lesión, que se halla situada en la cara interna del muslo derecho. Su extensión es de unos diez centímetros por cuatro de profundidad… Armillita tardará en curar diez o doce días. No podrá torear hasta el 22 en San Sebastián. Por tanto, perderá varias fiestas, entre ellas la del día 15 en La Línea…

Se dirá que fue apenas un puntazo hondo, pero la realidad es que, Diógenes Ferrand, corresponsal de Toros y Deportes en España, relató para el número de este semanario mexicano salido a los puestos el 27 de julio, lo siguiente:

El doctor Segovia me manifestó que, a su juicio, de no sobrevenir complicaciones, que no eran de esperarse, tardaría de diez a quince días en curar… Por la abundante hemorragia que sufrió, el estado de Fermín era de bastante debilidad… Según me manifestaron Argomaniz y los hermanos de Armillita éste no se amilanó ni tuvo el menor momento de desmayo… No perdió el conocimiento al ser cogido y aguantó con entereza y sin cloroformizar la cura que le hicieron… La causa principal de la cogida, según me manifestó Fermín, fue porque en el momento de estrecharse mucho en la media verónica, el toro hizo un extraño por haberle llamado la atención, sin quererlo, un mono sabio, que se cruzó detrás y cerca del diestro…

El percance le costó a Armillita el estar en el dique seco durante prácticamente dos semanas, pues reapareció hasta la corrida goyesca de San Sebastián el día 22 siguiente alternando con Manuel Jiménez Chicuelo, Marcial Lalanda, Joaquín Rodríguez Cagancho y el rejoneador Antonio Cañero, con toros de Santa Coloma.

San Martín de Valdeiglesias, 11 de septiembre de 1929

La corrida de feria de esta localidad madrileña se dio con cuatro toros de José García – anunciados como antes Aleas – para Julián Saiz Saleri II y Fermín Espinosa Armillita, llevando como sobresaliente a Saturio Torón. En esta oportunidad fue también en su turno al quite del que abrió plaza, cuando fue lesionado. La breve reseña del vespertino La Voz de Madrid, señala:

Primero. — Saleri es aplaudido en tres verónicas. Armillita se luce en su turno; pero al rematar sufre un palotazo y se ve obligado a ingresar en la enfermería. Se aplaude un buen par de Saturio Torón. El toro se declara manso, y Saleri hace una faena de aliño para una estocada a paso de banderillas…

El corresponsal de la agencia Febus remitió a los diarios de Madrid el siguiente parte médico:

Fermín Espinosa (Armillita Chico) ha ingresado en esta enfermería con una herida punzante en el segundo espacio interdigital de la mano derecha, de pronóstico leve, y no le permite continuar la lidia.

La lesión, así leída, parecía ser prácticamente insignificante, pero le costó reaparecer hasta dieciocho días después en Jerez de la Frontera, cuando compartió cartel con Nicanor Villalta, y Martín Agüero, para lidiar toros de Pérez de la Concha, que fue la antepenúltima de su campaña en aquellos ruedos, que terminó el 27 de octubre en Barcelona.

De este percance se cumplen hoy 93 años de que ocurrió.

Bogotá, 14 de febrero de 1954

El 20 diciembre de 1953 se produjo en Aguascalientes la reaparición de Armillita en los ruedos, después de que se había despedido de ellos en la Plaza México el 3 de abril de 1949. Esa vuelta a vestir el terno de luces sería breve, pues apenas constó de 15 actuaciones, de las cuales dos fueron en el extranjero, una en Bogotá, en la que para lidiar toros de Clara Sierra alternó con Antonio Ordóñez y Emilio Ortuño Jumillano y otra en Arles, Francia, el 20 de junio.

Armillita se mostraba optimista de su porvenir en ese inicio de su reaparición y así se lo expresó a quien firmó como Picas en el diario El Tiempo de la capital colombiana:

Me siendo más seguro que nunca, he toreado miles de corridas, pero el temor ante lo incierto, ante el enigma de cómo embestirán los toros, no se pierde nunca... Con la muleta estoy más a gusto; pero no comparto con la tendencia moderna de casi suprimir las suertes de capa. Esta es muy bella y tiene tantos matices... Ahora salgo a torear en Bogotá como un debutante... Hace años cuando estuve, las cosas no se prestaron para grandes hazañas. Ojalá hoy pueda justificar mi larga historia ante un público tan entendido y respetable como es este...

Al día siguiente de la corrida, una fotografía ilustró la primera página de El Tiempo, un toro prácticamente llevaba en cada pitón a un torero. El pie de foto resume extraordinariamente el momento:

El cuarto toro de la corrida de ayer, un poderoso ejemplar de doña Clara Sierra hizo una extraña embestida mientras Armillita lo toreaba en forma magnífica y lo enganchó derribándolo como se ve en la foto. Su banderillero Jesús Meléndez acudió prontamente al quite, pero con tan mala suerte que también fue cogido y así en breves segundos los dos mexicanos quedaban fuera de combate. Milagrosamente ninguno de ellos sufrió la cornada que parecía inevitable y solo ligeras magulladuras y varetazos sin mayores consecuencias. Pocas veces la cámara fotográfica había registrado con tanta oportunidad un momento de tal dramatismo en la fiesta brava.

El Maestro pasó en ese día un nuevo momento de apuro. La crónica del citado Picas, entre otras cosas dice:

Lanceó bien, banderilleó colosalmente, toreó por derechazos armónicos y templados, dio en su segundo sus impecables naturales... y hasta fue cogido ¡cosa extraña!, en un derrote inesperado, pero el maestro no se arredró, sino que volvió a la pelea con más coraje. Macheteó como se hacía en las épocas en que aún se lidiaban los toros y coronó sus faenas con buenas estocadas. Cortó la oreja de su segundo en medio de enorme ovación y del grito consagratorio de “¡torero!, ¡torero!”. Sí señores, TORERO con mayúscula, torero en el más largo y ancho sentido de la palabra... Porrazos y traumatismos. – Armillita, varetazo en el muslo derecho y varias heridas en los dedos de la mano izquierda, heridas producidas con la espada...

Esta última no fue una herida por cuerno de toro, pero sí a causa de sus embestidas. A propósito de las heridas causadas por los toros, expresó Frascuelo:

Los toros dan esto porque no pueden dar otra cosa. Si dieran caramelos daría gusto torear. Pa evitar verse así no hay más que dos caminos: huir o cortarse la coleta… El que no quiera eso, que se meta a obispo...

El Maestro seguramente tenía presente ese razonamiento y nunca echó la pata pa’tras.

Esta lesión fue la que menos detuvo el andar de Armillita, pues el domingo 21 siguiente reaparecía en Monterrey para lidiar toros de San Mateo en unión del peruano Rafael Santa Cruz y el albaceteño adoptivo – nació en Iniesta, Cuenca – Manuel Jiménez Chicuelo II.

Concluyendo

Armillita fue poco castigado por los toros en casi tres décadas. Ya lo decía al inicio, solamente sufrió una cornada calificada de grave. Escribe Leonardo Páez:

… Fermín Espinosa Saucedo supo equilibrar… la miseria con el prodigio de ser hombre, y provocar en quienes lo aclamaron y en quienes, lo seguimos admirando, un orgullo profundo como aficionados pensantes a la misma Fiesta que tanto amó y a la que tanta grandeza dio…

Por razones así, es que Fermín Espinosa Saucedo Armillita es considerado uno de los más grandes de la historia del toreo.

domingo, 25 de julio de 2021

El verano madrileño del 46. Experimentando unas nuevas puyas (I/II)

La historia es un incesante volver a empezar...

Tucídides

Puya de arandela y puya de cazoleta
Foto: El Ruedo
En estos días que corren se escucha hablar con reiteración de que los utensilios de la lidia – trebejos les llama mi amigo Pedro Martínez Arteaga – requieren ser reformulados. En el número de la Revista del Club Taurino de Pamplona correspondiente al presente calendario, aparece un extenso artículo firmado por José Carlos Arévalo y Julio Fernández Sanz, en el que analizan lo que llaman el desequilibrio actual de la lidia y la necesidad de implantar en los reglamentos una serie nueva de esos utensilios o trebejos

Razonan José Carlos y el veterinario Fernández Sanz la desigualdad en la pelea que se ha producido con la evolución de la serie de varas y expresan entre otras cuestiones argumentos como estos:

...a lo largo de todo el siglo XIX, un toro con predominante genio defensivo, mucha movilidad y poca bravura, evolucionaba muy lentamente y apenas ofrecía la embestida larga, ofensiva, del bravo. Derribaba con facilidad caballos desprotegidos – en su mayoría viejos y de desecho – aunque sin entregarse casi nunca a la pelea... El equilibrio entre los tres tercios que componen la lidia se inicia plenamente a mitad de la Edad de Plata... Gracias al peto, el breve encuentro anterior – con derribo del caballo o huida del astado – se dilata y se profundiza la suerte. Y en dicha prolongación, torero, ganadero y aficionado observan más prolijamente el comportamiento del toro...

El peto – al que se sumaron los manguitos protectores – proporcionaba tal seguridad a los picadores que el toro pasó de embestir a un caballo ligero y desprotegido a otro prácticamente parado y muy acorazado. Paralelamente, el caballo fue aumentando de tamaño bajo un peto que iba creciendo, hasta que el reglamento de 1992 limitó por primera vez el peso máximo de ambos...

Las cuadras de caballos, con el fin de proteger al picador y a su montura, aumentaron la romana del equino: salieron al ruedo caballos puros de raza de tiro (percherón, bretón, etc.), torpes y antitoreros, que terminaron protegidos con los célebres “manguitos protectores”, la ropa interior del caballo bajo el peto, tan grandes que eran ya un segundo peto todavía carente de regulación. Tal abuso infligió mayor castigo al toro más cargado de romana que empezó a lidiarse mediada la década de los años 70...

Así pues, advierten la necesidad de reponer esos utensilios necesarios para la lidia de los toros, por otros más adecuados a los tiempos que corren y a la situación real en la que ésta se desarrolla. Se ha dado ya una amplia difusión a los modelos de puyas, arpones de banderillas y divisas que proponen, con los cuales se busca causar a los toros menos daño que el que actualmente se suma al que se les inflige, sumado al enorme desgaste que implica la pelea del toro con los caballos y petos descomunales que hoy se usan en la lidia y con la forma misma de lidiar. 

Podrá estarse o no de acuerdo con la postura de Arévalo y Fernández Sanz, pero es evidente que algunas cuestiones de la lidia deberán ser sometidas a un proceso de revisión y quizás, mejoradas. Cada cierto tiempo surgen movimientos en ese sentido dentro de la fiesta, como veremos enseguida.

La temporada española de 1946

Ya he tenido oportunidad de recordar por aquí el año del 45, en el que entre Manolete y Carlos Arruza torearon casi doscientas corridas de toros. El año siguiente sería bien diferente, pues entre los dos apenas sumarían veintidós y el Monstruo de Córdoba solamente actuaría en una de ellas, la Beneficencia en Madrid el 19 de septiembre. En esa situación, siguiendo la línea de razonamiento de Fernando Villalón en su Taurofilia Racial, de acuerdo con la prensa de la época, el toro creció, en numerosas crónicas y relaciones se habla de toros cinqueños en las plazas de importancia, lo que viene a dar más realce al experimento que se intentó en la plaza de Las Ventas.

Carlos Vera Cañitas fue el diestro mexicano que más tardes actuó allá, con 29; también estuvieron presentes en esos ruedos Fermín Espinosa Armillita, Fermín Rivera, Carlos Arruza, Alfonso Ramírez Calesero, Juan Estrada, Luis Briones, Manuel Gutiérrez Espartero y Antonio Toscano y entre los novilleros más notables actuaron Eduardo Liceagaque moriría en San Roque el 18 de agosto – Ricardo Balderas, Paco Rodríguez y José Antonio Chato Mora.

La puyas que se probaron

La puya que se utilizaba en ese verano del 46 era la aprobada por el artículo 32 del Reglamento de 1930. Era una de arandela con unas dimensiones en su porción cortante de 29 milímetros de largo en cada arista, por 20 milímetros de ancho en la base de cada cara o triángulo. El encordado sería de siete milímetros de ancho y de setenta y cinco a ochenta y cinco milímetros de largo y terminaría en una arandela circular de hierro de seis centímetros de diámetro y dos milímetros de grosor. La arandela era una especie de tope para impedir que la vara entrara a la corporeidad del toro.

La realidad demostró que la arandela era insuficiente para evitar que a los toros se les dieran verdaderas estocadas desde el caballo. Así, se discurrió una que la prensa del tiempo llamó de cazoleta, para impedir que penetrara más allá de la porción necesaria, la anatomía del toro. 

El Diccionario de la Lengua define cazoleta como: Pieza de forma más o menos semiesférica que tienen las espadas y sables entre el puño y la hoja para proteger la mano. La imagen que ilustra este texto muestra que el concepto es en alguna manera apropiado, aunque la forma que tiene sea más bien la de un cono trunco y no precisamente semiesférico.

El estreno de esa nueva puya se dio en la corrida del 9 de junio de 1946, en la que alternaron Pepe Bienvenida, Jaime Marco El Choni y confirmó la alternativa nuestro paisano Antonio Toscano lidiándose una corrida muy seria de Arturo Sánchez Cobaleda.

Las versiones de la prensa fueron en diversos tonos, aunque casi todos favorables. Giraldillo, en el ABC madrileño del 11 de julio siguiente, que tituló su crónica Toros viejos, se pronunció en este sentido:

Se probó el nuevo modelo de pica presentada por el Director General de Seguridad. “Aldeano” demostró en el toro sexto que el modelo sirve. Los demás piqueros usaron la garrocha con prisa por soltarla. Más que a probarla sobre el toro, salieron a probarla sobre la arena. Cogían el palo con escrúpulo. Pero “Aldeano”, que picó muy bien, se “agarró” con el toro sexto, y si hubiera seguido usando el modelo nuevo, no hubiera dado aquella media estocada, que no puyazo, clavado en el hoyo de las agujas… Opinamos que, del tanteo realizado el domingo, hay que pasar a la prueba definitiva, desechando los piqueros ese prejuicio supersticioso con que miran el artefacto nuevo. 

En el número de El Ruedo aparecido el 13 de julio siguiente, se recopilan otras apreciaciones, como estas:

Celestino Espinosa R. Capdevila, en Alcázar:

Finalmente, lo mismo en estas varas que en todas. las demás, pero principalmente en las demás — o sea en las que medio marraron o no cayeron bien, sería muy importante oír a los piqueros sobre si es que notaron el «cabeceo» de la vara, por el aumento de peso que con la cazoleta nueva lleva ese casquillo. Y oírlos también sobre la visualidad. Por lo cual convendría picar varios toros, por lo pronto, a puerta cerrada y ante buenos ojos: incluso fijando la prueba con cámara lenta, a uno y otro lado. Picarlos completos y haciendo la suerte despacio y preparada, como en tienta: cerrada y abierta, de cerca y de lejos. Y también en el sol.

Federico M. Alcázar, en Madrid:

Este intento de reforma, inspirado en los móviles más desinteresados de una sana afición y una celosa autoridad por despojar la suerte de uno de sus aspectos más desagradables y perjudiciales para el normal desenvolvimiento de la lidia, merece el estímulo y la atención de los profesionales, de la crítica y de la afición.

Antonio Bellón, en Pueblo:

Nuestra impresión general – con más espacio volveremos al tema – es de que cuando el toro se le deje llegar al caballo y se pique con ellos un poco perpendicular, tendrán efectividad en su castigo. A toro arrancado, parece que el dispositivo resbala y le quita precisión al puyazo. El cabeceo de la vara, por ser esta puya de mayor peso, se puede evitar al construirla en metal más ligero, y desde luego entorpecer algo la visión del morrillo, sí es allí donde se apunta.

Y por su parte, Alfredo Marquerie, en su columna semanal de aquella época, lo toma un poco a broma:

¡Ah!, y también un poco de greguería en torno a la nueva pica: que si era una mezcla de farol y apagavelas, que si tenía algo de lanza, de Don Quijote, que si a la vara le habían puesto una campanilla rota o un molde de repostería... Y sanseacabó...

Por su parte, algunos de los picadores que actuaron en esa tarde, declararon a F. Mendo, en el mismo número de El Ruedo arriba citado, lo siguiente:

- Es fácil marrar – habla Gallego –, porque la cazoleta desvía la puya al rozar con piel. Para agarrar, bien el puyazo no hay otro remedio que clavar perpendicularmente.

- El inconveniente fue le encuentro – dice el Rubio – es que este dispositivo hace desaparecer el punto de mira...

En entrevista por separado, publicada en El Ruedo el 12 de diciembre de ese 1946, el picador Pablo Suárez El Aldeano afirmaba que la culpa de que el tercio de varas tuviera más de desgracia que de suerte en esos días, era del peto y del medio toro, y no de la puya reglamentaria.

Vista la extensión que ya tomaron estas notas, las dejo aquí, para terminar el día de mañana.

Aldeanos