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domingo, 5 de noviembre de 2023

Hace 70 años. Inauguración de la plaza de toros de Colima

Vista aérea de la Plaza de Toros de Colima
Foto: Google Maps

El libro Tauroefemérides de Sergio Martín del Campo Rodríguez contiene la siguiente entrada: 

4 de noviembre de 1953: Con aforo de 3,500 asientos se inaugura oficialmente el coso de Colima, México, hicieron ese primer despeje de cuadrillas Manuel Capetillo y Curro Ortega para enfrentarse a cuatro astados del hierro de San José de Buenavista.

Ordinariamente se considera que la fiesta de toros en la capital colimense es la que se verifica en su conurbada Villa de Álvarez, en la mundialmente conocida plaza de toros artesanal La Petatera, que se levanta anualmente para la feria que se celebra hoy en día en las inmediaciones de los carnavales, pero que históricamente nació para celebrar a San Felipe de Jesús, el 5 de febrero. Cuenta Roberto C. Huerta Sanmiguel:

Quizá debido al espíritu liberal de la época, y a la vez, a la coincidencia histórica entre dos hechos totalmente opuestos que para entonces se conmemoran el mismo día: la antigua celebración del cinco de febrero a San Felipe, se convierte por unos años en la celebración de la Constitución, por lo que las corridas de toros se empiezan a hacer normalmente, pero ahora, se apropian de la tradición con otro pretexto totalmente laico... ("Plaza de Toros La Petatera. Patrimonio sustentable de Colima". Miguel Fernando Elizondo Mata y Alfonso Cabrera Macedo, coordinadores. Universidad de Colima, 2018.)

La feria actual es una de las de más tronío de ese segmento temporal del calendario taurino mexicano y aunque es breve, por la singular naturaleza del coso en la que se verifica y por los nombres que la visten, capta la atención de todo el planeta de los toros.

La inauguración de plaza fija en la capital de Colima

La efeméride que he citado, no dejo de reconocer que me causó sorpresa, porque supuse que esa plaza de toros ya no estaría en pie hoy en día. Y, sin embargo, al empezar a investigar en las redes, me encontré con que aún está en el sitio en el que se puso a funcionar hace 70 años. Ya no se aprovecha para la fiesta de los toros, pero sí como centro de espectáculos.

La construcción de la plaza, según el Diario de Colima, fue gracias a los empeños de don Roberto Téllez Velázquez. No hay más información en ese diario, porque, cuestión curiosa, la relación del festejo de apertura, celebrado en el marco de la XVII Feria Regional Agrícola, Ganadera, Industrial y Comercial, se encuentra justamente en el primer número del periódico, salido a la luz el domingo 8 de noviembre siguiente. 

Quien firmó la crónica como Un Asoleado, reflexiona lo siguiente acerca de esa inauguración:

El empeño de Roberto Téllez Velázquez para construir su modesta placita de Almoloyan y crear la afición taurina, presentando espectáculos de categoría, merece el más sincero de los elogios, pero es indispensable, que el fracaso de la corrida juevetina, le sirva de experiencia, y en lo sucesivo sea más cauto en sus contrataciones, para evitar que los intereses del público y los suyos propios resulten afectados...

Ya está allí el adelanto del resultado del festejo. No fue uno de esos que se quedan en la memoria de la afición y quisiera pensar que los hechos que confluyeron en ese desenlace, se debieron a la inexperiencia del novel empresario.

La corrida de apertura

Sigue contándonos ese Asoleado:

La corrida del jueves fue anunciada a las cuatro de la tarde y eran las cinco, sin que diera principio, lo cual constituye una falta de seriedad de la empresa y una condescendencia excesiva de la autoridad, en perjuicio de la consideración que debe guardarse al público... se anunció que se lidiaría ganado de XAJAY, pero los toros presentados ostentaban la señal de sangre propia de la ganadería de Piedras Negras... A las cinco y diez minutos de la tarde hicieron el paseo las cuadrillas, encabezadas por Manuel Capetillo, de azul y oro y Curro Ortega de rosa y oro...

Inicio tardío, cambio del encierro anunciado y en el desarrollo de su crónica, el relator hace notar que es indispensable que las autoridades estatales pongan en vigor un reglamento para proteger los intereses de afición y público. Y es que, en esos días, la reglamentación estaba en manos de las legislaturas, no de los municipios, como en nuestros tiempos actuales.

Una apreciación que me llama la atención es que el cronista señala: los toros presentados ostentaban la señal de sangre propia de la ganadería de Piedras Negras.... Supongo que se refería a la corbata o señal de sangre en la badana que es propia de la vacada prócer de Tlaxcala. Pero viendo la efeméride relacionada por Sergio Martín del Campo y que señala que se lidiaron toros de San José de Buenavista, creo prudente señalar que también en esa ganadería guanajuatense se usa una señal de sangre similar, pero la dirección del corte de la badana es distinta. En Piedras Negras, se corta de arriba hacia abajo y en San José de Buenavista, de abajo hacia arriba. Quizás allí, el Asoleado cronista, se confundió.

Manuel Capetillo solamente mató al primero de la tarde, pues el segundo de su lote fue un manso de libro y no fue posible lidiarlo de manera alguna:

Sale enterándose. Negro listón, bragado, corto y vuelto de pitones, casi capacho, un poco más chico que los anteriores, pero enmorrillado, más gordo y de bonita lámina... Los peones inútilmente se afanan por correrlo, pero el toro rehúye decididamente a los capotes y barbea las tablas, buscando la salida. Es manso perdido... Salida infructuosa de los varilargueros y esfuerzo en vano de todos los coletudos, que no logran su propósito de que el toro se acerque a los de aúpa... La cosa se prolonga indefinidamente y la gente se aburre. Capetillo obtiene del Juez su anuencia para que el toro pase sin varas y entran en funciones los rehileteros, quienes después de angustiosas fatigas logran dejar tres medios pares, diseminados en todo el cuerpo del animal, que está hecho un marmolillo… En respeto de su categoría y con buen juicio, Manuel consigue la venia para que el sobresaliente pasaporte al toro. El muchacho se arma de los trastos toricidas y se da a corretear tras su enemigo que no quiere verlo ni con prismáticos. No hay faena, ni puede haberla. El toro es indigno del cuchillo de un matancero, y su presunto matador se ve obligado a devolver los avíos y quedar inédito... Como no había reservas ni cabestros, el toro tuvo que ser sacrificado en el redondel, lo cual requirió la intervención de las cuadrillas, caporales, empleados de la plaza y hasta espontáneos. Después de quince minutos de carreras y sustos, fue posible lazar al animal y apuntillado vivo…

Por su parte, Curro Ortega tuvo la actuación menos desairada de la tarde ante el segundo de la función:

Sale con muchos pies y es negro azabache, largo y hondo, astifino y bien puesto de pitones. Hace salida natural... Apenas corrido por su peón de confianza, Curro Ortega lo saluda con un precioso lance a pies juntos y aprovechando el viaje. Como el toro mansurronea, el espada se dedica a sujetarlo, alternando los doblones con intentos de verónicas, de las cuales dos le resultan. Remata con una vistosa rebolera y pasamos al tercio de varas... Un picador robusto y mal encarado, con el alma más negra que un catafalco, agarra un puyazo a medio lomo, hundiendo hasta la arandela. El boquete abierto en el infeliz animal podía apreciarse a una legua. Banderilleado con aseo, pasa el toro al último tercio y el Curro inicia la faena con derechazos suaves, para que no se le desplome el pupilo, que pierde sangre a borbotones por el ojal causado por el centauro asesino... La faena carece de relieve y el Curro busca la igualada. Tres pinchazos y una entera perpendicular y contraria. Palmitas y a otra cosa...

De lo contado por el cronista, pudiera deducirse que el puyazo tremebundo que recibió el toro en mal sitio y de gran profundidad mermó en tal manera sus facultades, que privó a su matador de una actuación con más brillo, pero eso en realidad solamente lo supieron quienes lo vieron en su día.

El devenir de la plaza de Colima

La plaza de toros que se inauguró hace 70 años no arraigó entre los llamados profesionales de la fiesta. La vida temporal y cíclica de La Petatera, que se ubica a unos minutos de distancia, de la plaza fija, tenía ya capturado el atractivo taurino de esa región. Así, revisando anuarios, entre 1958 y 1991, apenas pude localizar siete festejos realizados en ella, normalmente en el mes de noviembre, quiero suponer, durante la celebración de la Feria en la que fue inaugurada. 

Eso sí, pisaron su ruedo, diestros como Alfredo Leal, José Ramón Tirado, Jaime Bravo o Juan Jiménez El Trianero, quienes en su día y en la historia, han sido gente en esto.

Pero allí sigue la plaza, firme en sus cimientos, recordándonos lo que un día pudo ser.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Tal día como hoy: 1982. Se lidian por primera vez toros vazqueños de San José de Buenavista

El encaste predominante en la cabaña brava mexicana es el forjado por don Antonio Llaguno en San Mateo, a partir de una seleccionada base de ganados adquiridos en España al Marqués del Saltillo, mediante una serie de cruzas con el ganado criollo que poseía, mismo que había comenzado a mejorar con un toro portugués de Palha que Bombita le había obsequiado en 1906, creó un toro de una gran aptitud para la lidia y que por ello ha sido el preferido por ganaderos y toreros como la base del espectáculo en este lado del Atlántico.

No obstante ello, en algunas fincas ganaderas se prefirieron algunas otras bases genéticas, como fue el caso de la de San Nicolás Peralta, que por la relación personal del ganadero Ignacio de la Torre y Mier con el entonces titular del Ducado de Veragua, tuvo la posibilidad de importar toros y vacas de esa procedencia en los albores del Siglo XX, como lo he explicado en otro sitio de esta misma Aldea y al tener sus sucesores que deshacerse de la ganadería, pasó por varias manos, quedando algunos de esos productos en poder de la familia Aranda, titulares del hierro de San José de Buenavista, con sede en el Estado de Guanajuato.

Para el 5 de mayo del 82 estaba anunciada la 10ª corrida de feria, en la que los rejoneadores Gastón Santos y Gerardo Trueba compartirían cartel junto con los matadores Mariano Ramos y Marcos Ortega. El encierro de San José de Buenavista era variopinto, contra la costumbre generalizada estaba herrado en el costillar del lado izquierdo, con el número del lado derecho y llevaban doble señal de sangre, el zarcillo en la oreja izquierda y la corbata, de abajo hacia arriba en la badana. Todos estos signos exteriores hicieron atractivo a la vista el lote enviado por don José Alberto Aranda Díaz Infante, sobre todo por la presencia de un toro albahío dorado, otro ensabanado y un par de jaboneros.

El resultado del festejo no deja para la memoria más que la espectacularidad de la pinta de los toros lidiados, de acuerdo con lo que nos relató en su día don Jesús Gómez Medina:


Mientras que en el viejo jardín y en los sitios aledaños, la Feria vive sus últimos días, en el interior de la Monumental asistimos, anoche, a la agonía de la fiesta brava.

¡Sí! El maravilloso espectáculo que por su gallardía y vistosidad deslumbra y embelesa a quienes lo presencian; el juego hecho de emoción, de gracia y de plasticidad en el que poetas y artistas han encontrado una copiosa fuente de inspiración; las corridas de toros, la fiesta brava de nuestra raza… fue ayer una triste parodia de lo que conocíamos: un evento sin emoción, sin calor y sin vistosidad en el que el llamado arte de ‘Cúchares’ naufragó y terminó hundido bajo las toneladas de mansedumbre de los toros – ¿de los toros? – de San José de Buenavista.

Y todo esto frente al desencanto y quizás frente a la repulsa de nuestros huéspedes, los miembros del cuerpo diplomático…

De manera que, lo que debió ser broche de oro, se convirtió en un cierre de vil latón y todo ello por las deleznables condiciones de los bureles…


La corrida fue nocturna, con el fin de ajustarla a la agenda de un grupo de integrantes del Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país que visitaban la feria a invitación del entonces Gobernador Rodolfo Landeros, quien en el segundo año de su administración, llevaba a cabo una intensa actividad de promoción de Aguascalientes dentro y fuera de nuestras fronteras en busca de reconvertir – así se expresan los tecnócratas hoy – su vocación económica.

Por supuesto, los efectos de la iluminación artificial del coso sobre el juego de los toros, ocupó espacios de opinión en los diarios, aunque he de señalar que don Jesús Gómez Medina no alude eso como problema, pues como lo anota en su crónica, el juego de los toros fue malo, por su mansedumbre.

Así pues, la presentación de esta singular vacada en nuestra plaza y en nuestra feria no fue exitosa, lo que motivó que a la fecha no haya vuelto a comparecer con sus toros a ella, ni a ninguna de nuestras plazas en circunstancia alguna.

El festejo de hoy: 6 toros de Carranco para Antonio Barrera, Fermín SpínolaJuan Antonio Adame. Spínola sustituye al herido Mario Aguilar.

domingo, 28 de diciembre de 2008

La simiente de Veragua en México (y II)

Como conclusión del texto anterior, les ofrezco este apéndice gráfico que pretende ilustrar en alguna medida lo expresado allí.

Galería de imagenes



Gallareto, número 34 de San Nicolás Peralta




Novillo número 49, jabonero de La Punta




Jabonero número 12 de Xajay en 1944




Hierro y divisa de San José de Buenavista




Un chorreado y un jabonero en San José de Buenavista




Muestrario de pintas en San José de Buenavista




Ensabanado capirote y alunarado de San José de Buenavista




Berrendo en castaño. San José de Buenavista




Señal de Sangre. San José de Buenavista




Albahío de San José de Buenavista lidiado de Aguascalientes en 1982

La simiente de Veragua en México (I)

Es una verdad incontestable que la simiente española predominante en México es el de Vistahermosa proveniente del Marqués del Saltillo, la que cruzada principalmente con el ganado criollo que demostró aptitudes para ser lidiado, en los casos de San Mateo y Piedras Negras, ha producido un par de encastes bien definidos en los que predominan las características de los toros saltilleros, pero con acentos propios que les dan una carta de naturalidad propia.

No obstante, el hecho de que esos encastes sean mayoritarios, no excluye que se haya intentado mejorar la cabaña brava mexicana con simiente de orígenes diversos y así, en algún otro comentario he señalado mi idea de que en San Mateo, un toro de Palha jugó un papel que a la luz de la historia resulta fundamental y que en Piedras Negras, toros de Miura, Concha y Sierra y Veragua también sirvieron para cimentar las bases sobre las cuales los ganados de Saltillo serían la expresión mayoritaria de esa vacada fundacional.

Ante la abrumadora mayoría de la presencia de la sangre de Saltillo, resulta de gran interés conocer qué influencia tienen o tuvieron otras expresiones genéticas del ganado de lidia en nuestro campo bravo y es quizás la vertiente que más atractivo representa es la veragüeña, por lo variopinto de sus toros.

La tienta pública de sementales

Una práctica que se vio con frecuencia en el último tramo del siglo XIX fue la inclusión en corridas de toros, de la lidia de toros que estaban destinados a ser sementales en diversas ganaderías. La historia nos revela varios casos en los que un determinado toro solamente era picado y banderilleado y después vuelto a los corrales a ser curado, porque sería destinado a semental en una determinada ganadería.

Hay datos de toros de Pérez de la Concha, de Miura, de Valentín Collantes, llevado a la Hacienda de Bocas en San Luis Potosí, de Eduardo Ybarra y de tres toros del Duque de Veragua probados en estas condiciones en la Plaza de Colón de la Ciudad de México, el primero, el 2 de marzo de 1890, el segundo llamado Lamparillo, el 13 de abril de ese mismo año, que murió en los corrales de la plaza por los excesos de los picadores y el tercero, digamos tentado el 20 de abril, llamado Amapolo, al que para evitar lo sucedido con el anterior, solo se le señalaron los puyazos.

Lo que no precisan los anales, es el destino que se dio a esos tres toros veragüeños, aunque visto el estado de la cabaña brava mexicana, pudo ser para cualquiera de las ganaderías existentes en ese momento.

San Nicolás Peralta

Esta ganadería adopta esta denominación en 1903, cuando la adquiere don Ignacio de la Torre y Mier, yerno del entonces Presidente de la República, Porfirio Díaz. La vacada se había fundado en 1794 por Raimundo Quintanar en la Hacienda del Contadero, con vacas criollas y dos toros andaluces de procedencia indeterminada.

A mediados del siglo XIX, su nuevo propietario, Manuel de la Peña la anunciaba como Cazadero y con la base de la anterior, agregó 5 sementales españoles. Dos de Anastasio Martín y uno de Miura, Arribas Hermanos y Concha y Sierra, mismos que puso con lotes de cuarenta vacas cada uno y en 1897, agregó un toro de Saltillo que fue tentado públicamente en la Plaza de Bucareli el día 4 de abril de ese año y que tomó 11 puyazos y mató 6 caballos.

Posteriormente ya en propiedad del señor De la Torre y Mier, se vuelve a agregar simiente de Anastasio Martín y del Duque de Veragua. Se afirma que entre 1903 y 1920, llegó a importar alrededor de 40 toros de esta última procedencia para sus vacas, muchos de los cuales, tras el estallido de la Revolución que inició el 20 de noviembre de 1910, fueron lidiados en las plazas de la Capital del País, como en los casos siguientes:

5 de febrero de 1911. El Toreo, 6 toros de Veragua para Antonio Fuentes, Rodolfo Gaona y José Morales Ostioncito. Se anunció que los toros habían sido sementales de San Nicolás Peralta.

17 de septiembre de 1911. 3 toros de Veragua y 3 de Anastasio Martín para Francisco Bonal Bonarillo, que dio la alternativa a Merced Gómez con uno de los del Duque y a Alfonso Zambrano, con uno de los de Anastasio Martín. Igual se anunció que habían padreado en San Nicolás.

12 de enero de 1913. El Toreo, 6 toros de Veragua para Rafael González Machaquito, Arcadio Ramírez Reverte Mexicano y Merced Gómez. Igual se anunció que se trataba de sementales desechados de San Nicolás Peralta. Asistió a la corrida el Presidente de la República Francisco I. Madero. Reverte Mexicano se negó a matar a los dos últimos y cuando fue encarcelado por ello, bajó del tendido Serafín Vigiola Torquito, quien se quitó la americana, pidió unas zapatillas y concluyó lucidamente con el festejo.

11 de enero de 1914. El Toreo, 3 toros de Veragua y 3 de Zotoluca para Rodolfo Gaona, Vicente Pastor y Manolo Martín Vázquez. Asistió al festejo el presidente usurpador Victoriano Huerta.

8 de agosto de 1915. El Toreo, 6 novillos de Veragua para Cayetano González y Miguel Gallardo El Diablito. Este festejo destaca porque en esta época estaba vigente la prohibición decretada por Venustiano Carranza, paradójicamente tío abuelo de quien medio siglo después se levantaría como el mandón de la fiesta en México, Manolo Martínez.

12 de marzo de 1922. El Toreo, 6 toros de Veragua, Juan Silveti e Ignacio Sánchez Mejías.


Entre 1911 y 1923, se mataron principalmente en la plaza de El Toreo, 58 toros del Duque de Veragua, de los cuales la mayoría padrearon en la Hacienda de Santa Catarina, en las cercanías de Toluca, Estado de México, lugar en el que pastaban los toros que en las plazas lucían la divisa con los colores azul y caña.

El destino de los ganados nicolaítas

Siendo la Revolución de 1910 de un fondo eminentemente agrario y habiendo fallecido Ignacio de la Torre y Mier en 1918 después de haber pasado casi 5 años en prisión por causas políticas, resultaba lógico que su viuda se deshiciera de la vacada, por lo que el ejecutor testamentario de De la Torre, Julio Herrera, comienza a encontrar interesados en adquirir esos ganados aptos para la lidia, logrando distribuirlos en cuatro grandes fracciones, ubicadas en las ganaderías de La Punta, Xajay, Peñuelas y Jalpa.

La Punta

A un par de meses del óbito del ganadero de San Nicolás Peralta llega a La Punta, propiedad de los hermanos Francisco y José C. Madrazo y García Granados un lote de vacas de ese origen, sin que se precise por don Francisco Madrazo Solórzano la cantidad de ellas, pero fueron destinadas a dos toros uno el número 23 de Parladé, Pinchasapos y otro de Saltillo el número 18, Finezas, ambos adquiridos por intermedio de Ignacio Sánchez Mejías.

Xajay

Una segunda fracción del ganado fue adquirida por el propio ejecutor testamentario Julio Herrera, que casado con la señora Concepción Perrusquía en segundas nupcias de esta, entre 1918 y 1920, llevan a la Hacienda de Xajay, en los límites de Querétaro e Hidalgo, igualmente un estimable lote de vacas de San Nicolás, las que son cruzadas con dos toros de Piedras Negras, quedando desde 1923 la ganadería a cargo de los hermanos Jorge y Edmundo Guerrero Perrusquía, hijos del primer matrimonio de doña Concepción.

En 1925 se agregan vacas y sementales de Parladé y Campos Varela, que llegaron a México en el mismo embarque que la simiente destinada a La Punta, aunque se mantuvo una selecta punta de vacas de lo de San Nicolás Peralta, lo que permitía lidiar ocasionalmente toros sueltos o encierros completos de toros con características plenamente vazqueñas, como la corrida de los jaboneros de Xajay del 26 de marzo de 1944, que mataron mano a mano Armillita y El Soldado en El Toreo de la Condesa.

Peñuelas

La fracción más estimable del ganado de San Nicolás Peralta llegó al Estado de Aguascalientes. El total de cabezas de ganado fue de 273, pues don Miguel Dosamantes Rul recibió 115 vacas de vientre, 19 eralas, 21 erales, 40 toros entre 5 y 8 años, 29 utreros, 47 crías sin herrar y 2 sementales el Cilindrero número 14 cárdeno bragado y el Gallareto número 34, berrendo en negro.

Jalpa

Una última fracción de vacas y el semental Centello, número 18, negro bragado de San Nicolás Peralta fue a manos de don Antonio Algara en 1925 para su ganadería que originalmente se denominó Jalpa, por estar ubicada en la hacienda del mismo nombre en el Estado de Guanajuato y que posteriormente cedería los colores negro y amarillo de su divisa a la de Pastejé, que formaron en sociedad el propio Tono Algara y don Eduardo N. Iturbide, con saltilleras de San Diego de los Padres y toros de Murube, aunque se dejó, como en el caso de Xajay, una punta selecta de las vacas de San Nicolás, lo que se reflejó en la presencia frecuente de toros berrendos en esa ganadería.

San José de Buenavista

En 1925 en Xajay se dio un golpe de timón hacia lo de Parladé y Campos Varela, reduciéndose drásticamente la base de origen veragüeño de la ganadería. Por esos días, un ganadero guanajuatense, don José Francisco Aranda, había adquirido también algunos ganados de San Nicolás Peralta – quizás influenciado por su vecino Tono Algara – y después entre 1930 y 1940, adquirió vacas en Peñuelas y cuatro sementales de Xajay, dos de pelo negro y dos jaboneros, todo este pie de simiente, descendiente de los ganados que en su día fueran propiedad de Ignacio de la Torre y Mier.

La ganadería duró bajo la dirección de don José Francisco Aranda hasta el año de 1952, fecha en la que asume su manejo su hijo don José Alberto Aranda Díaz Infante, quien la condujo hasta este año 2008 en el que falleció, después de 56 años de conducir los destinos del hierro matriz de San José de Buenavista y el de La Cuatralva, que es el segundo de la casa y que representa el nombre de la finca donde pacen los variopintos ganados de los Aranda.

Aparte de las particularidades cromáticas, los toros de San José de Buenavista tienen otras, como el hecho de que el hierro se marca en el costillar del lado izquierdo y el número en el lado derecho; a los machos, se les hace doble señal de sangre, el zarcillo en la oreja izquierda y la corbata, de abajo hacia arriba en la badana y a las hembras aparte de esas dos señales se les hace un corte o dos en la papada, según sean buenas o muy buenas en la tienta. Independientemente de ello, es una de las pocas ganaderías en México que marcan a fuego en el palomilla el guarismo del año del nacimiento, puesto que aquí no es obligatorio hacerlo.

Remate

Esta es, a muy grandes rasgos, la presencia de la simiente de Veragua en México. Como podemos ver, la sangre del Duque prácticamente no existe en pureza en estas tierras dado que no se trajeron más que toros padres para perpetuarla y de los antecedentes examinados, se puede advertir que el manejo de ella fue bastante caótico, perviviendo más que nada el fenotipo veragüeño, aunque en el fondo, mezclado con diversas otras líneas de sangre brava.

He de aclarar también que lo que aquí expreso es el panorama anterior a 1993, pues en ese año se reanudaron las importaciones de ganado de lidia de España y entre lo que se trajo de aquellas tierras llegó una cuota importante de ganado de origen Domecq, que tiene entre sus bases precisamente la ganadería que en su día fuera la del Duque de Veragua y que mantiene, aunque sea en un mínimo porcentaje, goterones de esa sangre.

Mis fuentes

Las fuentes que consulté para armar este relato que peca por su falta de brevedad son los libros: Nuestro Toro, de Eduardo Castillo García, editado por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia; Historia del Toro Bravo Mexicano y La Fiesta Brava en México y España 1519 – 1969 de Heriberto Lanfranchi; El Toro de Lidia en México, de Agustín Linares; El Color de la Divisa, de Francisco Madrazo Solórzano; Hierros y Encastes del Toro de Lidia, de Filiberto Mira; Historia de la Plaza El Toreo 1929 – 1946, de Guillermo E. Padilla; Historia del Toreo en México, de Nicolás Rangel y Efemérides Taurinas Mexicanas, de Luis Ruiz Quiroz. Además, me fueron de utilidad dos extensos reportajes, uno publicado en Campo Bravo número 6, correspondiente a noviembre de 1997 y firmado por Rodolfo Vázquez sobre la ganadería de Xajay y el otro, publicado en 6 Toros 6 número 386, correspondiente al 20 de noviembre de 2001, firmado por Juan Antonio de Labra, sobre la ganadería de San José de Buenavista.

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