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domingo, 12 de octubre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (II)

Los hijos de Calesero, Fermín Rivera y Antonio Velázquez, inician una nueva etapa de nuestra fiesta

Una nueva generación de toreros mexicanos parecía comenzar a germinar y don Jesús Ramírez Alonso, todavía empresario de la Plaza de Toros San Marcos, creyó que podría realizar una especie de encore de aquella novillada de los Tres Cachorros que tan exitosa le resultara en las fiestas agosteñas de 1964. Y es que los hijos de Fermín Rivera, Calesero y Antonio Velázquez, venían ya dando de qué hablar en los círculos y cenáculos de taurinos, acerca de las maneras que tenían para hacer el toreo y de la posibilidad de extender su linaje dentro de los ruedos.

Como atractivo adicional, a los nombres de Curro Rivera, José Antonio Ramírez El Capitán y José Luis Velázquez, se sumaba otra presentación, la de la ganadería de Villalicia, anunciada como propiedad de Ramírez Hermanos y dirigida por Alfonso Ramírez Calesero, quien ya en los años cuarenta lidiara una corrida de toros a su nombre, y muy probablemente también fue de su titularidad, aunque presentado a nombre de Hermanos Ramírez, el encierro con el que recibió la alternativa Tacho Campos en 1949, en esta oportunidad debutaba un nuevo hierro, aún no asociado, con el que tenía la intención de andar largo en el llamado planeta de los toros.

El inicio de una nueva etapa histórica en nuestra fiesta

No se intuía un cambio en un tiempo breve en la cumbre de la torería mexicana, pero los novilleros que hacían su presentación ese  domingo 5 de noviembre del año 1967 despertaban ilusiones. No obstante, al no ser parte de la cantera local, la información previa en los diarios locales fue escueta. Pero en la víspera del festejo, entre otras cuestiones, el diario El Sol del Centro, destacaba lo siguiente:

En vísperas de la irrupción en las filas novilleriles de José Luis Velázquez, Curro Rivera y José Antonio Ramírez, se ha acentuado a su máximo la expectación entre los aficionados taurinos de Aguascalientes, que se disponen a ser testigos de este relevante acontecimiento... José Luis Velázquez llegó ayer a Chichimeco y está toreando vaquillas al por mayor; José Antonio Ramírez también se entrena en el campo bravo, e igual acontece con Curro Rivera, pues los tres buscan llegar a esta oportunidad en plenitud de facultades físicas y, fundamentalmente, centrados lo más posible con el toro...

El origen familiar de los tres debutantes era motivo más que suficiente para que la afición local se mostrara interesada en enterarse de lo que eran capaces de lograr delante de los toros. Quizás el más aventajado de la terna era Curro Rivera, quien ya se había presentado vestido de luces en Matehuala el 14 de mayo anterior, pero los tres tuvieron la escuela taurina en su casa y los tres eran descendientes de auténticas figuras del toreo.

Igualmente, en El Sol del Centro del día del festejo, se reiteraban los blasones heredados por los diestros que por la tarde harían su presentación, pero se agregaba un apartado para comentar acerca de la ganadería debutante:

Por cierto, el “Poeta del Toreo”, debutará en esta novillada como ganadero y a decir verdad, se augura para él un futuro ilimitado en esta actividad, considerando la enorme capacidad y el caudal de conocimientos que en esta materia ha reunido “Calesero”... Los seis novillos, procedentes de las dehesas de Villalicia, están desde ayer en los corrales de la Plaza San Marcos. Es un encierro parejo en presentación, que esperamos, se preste para el lucimiento de los tres espadas...

Todo estaba dispuesto para que llegara la hora del festejo, en el que la afición de Aguascalientes y la de su región pudiera comenzar a apreciar lo que en realidad representaría el inicio de un cambio de edad en la fiesta mexicana. Veríamos, al final de cuentas, el nacimiento de una figura de época que fue un auténtico triunfador en todas las plazas importantes del mundo.

El primer triunfo de Curro Rivera

El triunfador de la tarde resultó ser Curro Rivera, cortando la única oreja que se concedió en ella. Como dejé escrito líneas arriba, también se mostró como el espada más aventajado del cartel. De la crónica que escribió don Jesús Gómez Medina para El Sol del Centro, extraigo lo siguiente:

El hijo de Fermín II es, desde luego, el más hecho de la tercia. Sus adelantos son evidentes hasta en la habilidad para torear al graderío... Buenas maneras para torear a la verónica y excelentes sin duda sus remates. Su labor con el percal resultó tan plausible en el primero como en el cuarto burel... Y en la muleta, las mismas buenas hechuras aunadas a una encomiable tendencia a ejecutar las suertes clásicas del toreo. Muchos de sus naturales y derechazos fueron magníficos; y sus cambios de mano por delante y el de pecho que liga a continuación, destilaron torerismo purísimo. Ciertamente le correspondieron los dos novillos más propicios – también los más cuajados del encierro –; pero a fe que Curro supo aprovecharlos toreándolos larga y variadamente. La faena del primero tuvo como preámbulo el pase del péndulo; con el cuarto, principió espectacularmente de hinojos ligando una dilatada serie yendo siempre hacia adelante... Al estoquear, el joven Rivera aguanta a pie firme la acometida del morlaco; por eso le resultan las estocadas traseras, por parar más de la cuenta en el momento del cruce. Y como no le imprime al brazo la dirección adecuada el acero queda tendido… Vuelta al ruedo en su primero. Y la oreja y doble o triple recorrido triunfal tras de la lucida faena del cuarto, haciéndose acompañar de su progenitor y también del ganadero...

Don Jesús destaca desde el inicio una facultad que fue innata en Curro y que era su facilidad para conectar con los tendidos. Ya en otros apartados de este mismo espacio virtual, he contado que, en otras etapas de su carrera, creó una relación de amor – odio con la afición de Aguascalientes, que sabedora de las enormes capacidades que tenía como torero, le exigía en serio. Y a veces, el torero se sentía demandado de más y se encaraba con los tendidos… Y sucedía lo que tenía que pasar. Pero unas tardes después, las aguas tomaban su cauce.

Curro Rivera tuvo en Aguascalientes un sitio en el que se sintió arropado para llevar a cabo varios hitos importantes en su trayectoria, lo que demuestra que siempre consideró esta tierra como suya.

Las pinceladas de El Capitán

José Antonio Ramírez, visto en retrospectiva, es quien llevó más lejos la estafeta que le transmitiera su padre, Calesero. Entró por mérito propio en la historia del toreo al realizar una faena de esas de culto al novillo Pelotero de San Martín en la Plaza México en 1977 y todavía hoy, cuando toma los trastos en algún festival benéfico, borda pinceladas de un prístino arte ante los astados. De su hacer en esa su presentación como novillero en Aguascalientes, escribió don Jesús Gómez Medina:

Con éxito, porque el chaval, amén de tener simpatía, exhibió al torear de capa a la verónica un estilo de auténtica cepa caleseril; lo que equivale a decir buen estilo. Pero, además, se mostró más valiente, más decidido de cuanto fuera de suponerse... Con la muleta, especialmente, José Antonio, a cambio de explicables torpezas, está siempre en terreno del enemigo, obligándolo, insistiendo para hacerlo embestir. Y luego lo lleva en el engaño con temple y medida, y corre la mano y liga los pases con arte y limpieza. Naturalmente en ocasiones se ve en aprietos; más por encima de todo queda en el recuerdo la evidencia de un toreo de calidad y de una decisión, de una valentía que permiten presagiar un brillante futuro al novel lidiador... En la suerte suprema, las deficiencias imputables a su novatez. Ello impidió que el éxito de José Antonio fuese más estruendoso. De todas maneras, al concluir con sus dos adversarios dio sendas vueltas al ruedo...

Entre el sentimiento personal y la escuela doméstica, quedó bien demostrado que la clase en la vida surge desde dentro. Así lo demostró en esta tarde El Capitán.

José Luis Velázquez, con el valor por divisa

El hijo de Antonio Corazón de León hasta poco antes de esta novillada era estudiante de ingeniería. Tengo la impresión de que su padre, como todos los toreros, prefería que sus hijos varones fueran hombres de letras o de ciencia, antes que toreros como él. Las preocupaciones para ellos – y también para él y para su madre – serían de índole completamente diferente. Pero José Luis decidió seguir los pasos de su padre y así, en esta tarde, junto con otros dos vástagos de destacados diestros en el retiro, también iniciaba su andadura por los ruedos. Así le vio el cronista de El Sol del Centro:

Hijo de Tigre... Y como este José Luis es del linaje de “Antonio Corazón de León”, ya tenemos la explicación un tanto simplista del valor, de la indeficiente valentía mostrada por el chamaco en su primera actuación enfundado en el comprometedor traje de luces... José Luis está muy verde con el capote. Trata de quedarse quieto, pero desconoce o no domina aún la técnica del toreo de capa... Pero con la muleta, el muchacho adquiere estatura. Porque a su congénita valentía y a su tesón genuinamente velazqueño, viene a sumarse el afán por realizar a todo trance el toreo en redondo. Y cuando José Luis se acomoda y mete al bicho en el engaño y, corriendo la mano con precisión, flexiona el busto para cargar la suerte, el muletazo adquiere una intensidad y un sabor singulares. Tales virtudes tuvieron los pases naturales de su faena al tercero, del que perdió la oreja porque, si bien se fue recto y decidido sobre el morrillo tratando de liquidar al socio, el acero quedó en dos ocasiones mal colocado, necesitando el descabello. Y todo quedó en una aplaudida vuelta al ruedo... En el sexto, soso, gazapón y con el hocico por la arena, José Luis insistió de nueva cuenta. Con tesón, con una valentía que no hicieron decrecer las volteretas, logró así unos muletazos de recibo, pero de nueva cuenta no acertó pronto con la espada...

José Luis Velázquez demostró tener lo principal, el valor para estar delante de los toros y la intuición, como señala el cronista, para intentar y hacer el toreo en redondo con la muleta. El toreo con el capote y el manejo adecuado de la espada, eran asignaturas que se irían aprendiendo y puliendo con el paso del tiempo, según fuera sumando más festejos.

Otros sucesos de la tarde

Por esa segunda mitad de los años sesenta, eran pocas las novilladas que se ofrecían en Aguascalientes y muchos los novilleros locales o los aspirantes a serlo. Por esa razón, cuando se daba un festejo aquí, era frecuente que alguno de ellos se tirara de espontáneo. Esta tarde no fue la excepción. Cuenta don Jesús Gómez Medina, ya para cerrar su crónica:

Nuevamente el curso normal del festejo se vio interrumpido en dos ocasiones por la aparición de los espontáneos. ¿Hasta cuándo se tolerará tal anomalía? … Por otra parte, la debilidad de remos de los novillos, ¿no sería el resultado de manipulaciones en los chiqueros? Pues, que sepamos, nunca existe en tal sitio la debida vigilancia...

Esta tarde, relata el cronista, fueron dos los anarquistas de la fiesta los que se tiraron a interrumpir la lidia. Y resalta también don Jesús su sospecha de que la debilidad de los novillos que se jugaron fue a causa de manipulaciones en los chiqueros. No hace alusiones al estado de las cornamentas, pero creo que se puede deducir del mismo, como se puede ver, nada nuevo hay bajo el sol.

Así es como transcurrió este otro capítulo extraído aleatoriamente de la historia de la otoñada taurina en Aguascalientes. Hasta la próxima semana.

domingo, 27 de abril de 2025

Abril de 1975: La primera Feria de San Marcos en la Plaza Monumental (IX)

Domingo 27 de abril. Manolo Martínez y Curro Rivera cierran la feria cortando orejas

La octava y última corrida del serial 1975 fue un mano a mano entre Manolo Martínez y Curro Rivera ante un encierro de Valparaíso, hierro en esos días, de la titularidad de don Valentín Rivero Azcárraga. Era el octavo día consecutivo de toros y parecía que la afición no había perdido el interés en asistir a la Monumental, porque las crónicas del festejo relatan que en esa fecha se produjo la mejor entrada de todo el serial, tan buena fue, que muchas personas no pudieron presenciar el festejo, debidamente sentados. Escribe Francisco Lazo:

La plaza Monumental registró hoy, en la última corrida de la feria, la mejor entrada... se produjo un lleno superior aún a los de ayer y antier, quedándose además mucha gente en la calle. Los tendidos se veían apretujados. No cabía un alfiler, dando la impresión de que se había superado con mucho, el aforo del coso...

Como se ve, hasta el cronista tuvo que dejar el apunte de que la posibilidad de la venta de boletaje con sobrecupo era evidente, porque al interior, gente de pie y en la calle, gente con boleto en mano que no pudo entrar. Así era la efervescencia por los toros en esos días.

Los toros de Valparaíso

El encierro de don Valentín fue disparejo de presencia y acusó debilidad, lo que impidió que se les examinara de manera rigurosa en las cabalgaduras, intentando evitar que llegaran agobiados al tercio final de la lidia, pero la disposición de los toreros y su habilidad para mantener de pie a los toros que tendían a caer al suelo, permitieron que se realizaran un par de faenas que si bien, no dejaron completamente satisfecha a la afición, evitaron que la tarde se sumergiera en el tedio.

Manolo Martínez y su toro de regalo

El llamado Milagro de Monterrey enfrentó cuatro toros en esta tarde, los tres del lote que sorteó, por su orden Nopalero, Minero y Petrolero, ante los que estuvo apenas discreto, porque sus exiguas fuerzas apenas le permitieron bosquejar algunas suertes con lucimiento y un séptimo cuyo regalo anunció tras la lidia del quinto de la jornada, al que no se le anunció nombre, pero sí que era de la misma procedencia del encierro titular, y con el que, de acuerdo con la crónica de Francisco Lazo, su actuación fue:

Y regala uno, que es un torito que sale hecho una chinampina y nos deja ver esas chicuelinas al estilo de Manolo Martínez, pero que se apaga más pronto que un cerillo. Lo toreaba con mucho arte Manolo, pero se echó la res. Entonces el regiomontano disgustado ya hasta el colmo, tiró muleta y estoque y se metió al callejón. Salió cuando el toro se paró para brindar la estocada: media en todo lo alto que mata sin puntilla. Oreja y vuelta ya con el capotillo de paseo...

De nuevo la contabilidad de trofeos es contradictoria, la crónica de Alejandro Hernández en el Heraldo de Aguascalientes, más severa, por considerar que el “regalito” carecía totalmente de respeto, señala que le fueron concedidas las dos orejas. Me inclino de nueva cuenta por esta última versión, dado el sentido en el que fue escrita.

Curro Rivera y la voluntad de ser figura

Ya había apuntado en comentarios anteriores que Curro Rivera venía a esta feria a por todas, y en esta tarde también dio la nota aguda, demostrando que su ascenso a los puestos más altos del escalafón difícilmente podría ser detenido. El punto más notable de su actuación fue ante el tercero de la tarde, Cominito, al que le cortó las dos orejas. De su actuación en conjunto, refirió en su día Francisco Lazo:

Este Curro Rivera ya agarró ritmo envidiable para torear. Hoy lo volvió a demostrar. Suelta el brazo, sin rigidez alguna, codilleando un poco para desmayar el lance. ¿Codillear? Sí, sí señor. ¿Qué eso no es un defecto como quieren hacer aparecer los “tradicionalistas” que suspiran por el toreo de cartón, tieso? Curro se ve más espontáneo, más natural toreando así, echando al voladero esos llamados “cánones” que sujetaban al toreo a expresiones mecánicas ayunas de sentimiento, rompiendo con esas cadenas como lo han hecho los grandes toreros mexicanos... Su segundo fue “Cominito”, muy llenito, que recargó en varas con un poquito más de fuerza que sus hermanos, cosa que aprovechó sobradamente Curro, para hacerle una faena aterciopelada, de buen gusto y que remató con otra soberbia estocada. Dos orejas y gritos de “torero – torero”...

La reflexión de Lazo acerca del hacer de Curro Rivera representa, desde mi personal punto de vista, a lo que más adelante comenzó a pregonar, en su columna del diario capitalino Esto, como una de las formas de lo que dio en llamar la escuela mexicana del toreo, en la que justificaba además del apartamiento de las reglas fundamentales del hacer ante los toros, otras cuestiones que afortunadamente, cada día están más lejos de nuestros ruedos.

El balance final

Francisco Lazo con esta crónica terminaba su encomienda en nuestra ciudad. Al final de su relación anunciaba que haría comentarios sobre la feria, pero como la misma se publicaba también en la capital mexicana, esas reflexiones posteriores se leerían solamente allá. No obstante, en el tránsito de su participación final, hace algunos comentarios que considero prudente citar:

Manolo y Curro... llevan a los tendidos a un público difícil con ellos, pues va a exigirles sin concesiones, como se sabe de lo que son capaces... Cualquiera diría que el propósito es empujarles para que den lo mejor de ellos. Y tienen otra medida a la hora de ser premiados. Se les juzga con mucha severidad y se les aplica todo el rigor de la Plaza México a la hora de otorgarles trofeos. Durante esta feria hemos visto como a otros toreros, con solo abrirse de capa, se les corea cualquier mantazo. Con estos no. Deben torear bien para cosechar aplausos. Y eso finalmente es bueno por dos razones: se les coloca en un grupo especialísimo y se les obliga a dar lo mejor de su toreo con lo que salimos ganando todos. Eso es por lo que toca a los públicos, pues por lo que hace a los reventadores, esos pobres diablos solo dan salida a su amargura proverbial...

Estos apuntes finales de Lazo tienen interés porque dejan bien parada a la afición de Aguascalientes de aquellos días, a la que califica de exigente en grado extremo, aunque también cuando habla de reventadores, cae en una cuestión de desconocimiento de una especie de usos y costumbres de la afición local, porque por esos días existía una tormentosa relación de amor – odio con Curro Rivera, de la que me ocuparé particularmente un día de estos.

Con esto termino estos apuntes acerca de los festejos de la primera Feria de San Marcos que se verificó en la Plaza Monumental Aguascalientes, aunque creo que vale la pena dedicar un espacio más para tratar de hacer un resumen general del serial, pero eso será, ahora sí, la próxima semana.

sábado, 26 de abril de 2025

Abril de 1975: La primera Feria de San Marcos en la Plaza Monumental (VIII)

Sábado 26 de abril. Profusión de apéndices en la tarde más exitosa de la feria

La feria del 75 reventó al final en la séptima y penúltima corrida del serial. La tarde de los grandes triunfos y de las faenas bien logradas fue esta, en la que Manolo Martínez, Curro Rivera y Mariano Ramos se enfrentaron a un encierro de Torrecilla. Si bien en los festejos anteriores hubo algunos éxitos señalados, la tarde redonda que toda la afición espera en un serial como el que se ofreció por primera vez en la Plaza Monumental. Tardó en llegar, pero al final, justificó una feria extensa y dejó en claro que ese modelo seguía siendo válido.

Francisco Lazo, quien se encargó ese año de la mayor parte de la crónica en El Sol del Centro, hace la siguiente reflexión a propósito de esa corrida:

La de hoy, séptima corrida de la feria taurina de Aguascalientes, ha resultado excepcional. Mire usted, la plaza se llenó hasta parecer reventar de un público entusiasta, se cortaron ocho orejas y un rabo y vimos toda la gama del toreo, en sus diversas concepciones, hecho a toros débiles, pero de una nobleza poco común. Los tres alternantes, Manolo Martínez, Curro Rivera y Mariano Ramos, unidos por el común denominador del poder, pusieron sobre la arena sus mejores expresiones, sus virtudes en su manifestación más pura, para brindarnos una tarde que pasará mucho tiempo sin que se olvide. Y esa frase común que dice “el público salió toreando” cuando ve torear mucho y bien, hoy puede aplicarse con toda propiedad. Caras sonrientes a las afueras del coso, en medio del terregal ese, simulando pases con periódicos o simplemente con la palma de la mano. Y pasión a flor de piel...

Decía El Volcán de Aguascalientes que el que compra un boleto para entrar a los toros es un comprador de ilusiones, porque espera siempre ver una tarde de triunfos. Quienes asistieron a la Monumental hoy hace medio siglo, vieron esa ilusión satisfecha.

Manolo Martínez corta el único rabo de la feria

Ya habíamos podido ver que el paso de Manolo Martínez había sido marcado por el signo de la discreción. Le restaban esta tarde y la del cierre del serial al día siguiente para reafirmar su posición de cabeza del escalafón y, efectivamente, este día apretó el acelerador, porque realizó una faena tesonera con su primero, que fue saldada con salida al tercio tras petición de oreja y las orejas y el rabo del cuarto. Cuenta Francisco Lazo:

...con “Gondolero” hizo una faena de seda, sobre todo con la mano izquierda, bajo el coro de ¡torero – torero! El toro pasaba claro, pero el torero le hacía ir largo, apenas con un muñecazo ligero, en el centro mismo del anillo. ¿Describir la faena? Sería necio. El toreo es arte efímero que ilumina como una llamarada, pero que se apaga en el momento mismo de iniciar otro pase. Así fue aquello, explosiones de belleza, sucediéndose en series de ayudados, naturales, pases del desdén, trincherillas, medios pases con la mano izquierda, para de allí enganchar el de pecho. Y la estocada, un tanto traserilla, pero de rápidos efectos. Dos orejas concede el juez, pero sube el clamor y otorga el rabo que bien ganado había sido. Vuelta con el ganadero, bajo lluvia de prendas...

Cuando un torero está, diría El Gallo, en estado de gracia, no tiene objeto contar las series y las suertes practicadas, es mejor intentar presentar en un concepto unitario la impresión que dejó el artista con su obra efímera, pero definitivamente trascendente.

Curro Rivera corta cuatro orejas

También ha quedado evidencia en esta serie de apuntes que Curro Cumbre venía empujando con seriedad para tratar de hacerse del cetro del toreo en México. Y hacía delante de los toros todo lo necesario, y hasta lo imposible para llegar a ese anhelado sitio. Lo hizo entonces en Aguascalientes y lo hacía en cuanta plaza se presentaba. Dice de su actuación la crónica de El Sol del Centro:

...Con la muleta, Curro le echa alegría en el cite y lentitud al pase, con mucho temple, mando. Sus muletazos son largos y con aquel pasar despacio de la res, parecían durar una eternidad, recreándose además... Una soberbia estocada. Dos orejas. Un grupito que molesta de continuo a Curro, protesta una, sin enterarse siquiera de lo que había visto: toreo de alta calidad de capa y muleta y gran estocada, lo que ameritaba un rabo. Y vino su segundo “Fakir”... Diríamos que juega al toreo, con gracia, con inventiva, a cámara lentísima, como en aquellos “circurrets”, luego, jalando al toro con la muleta por la espalda, hasta sacarlo con el de pecho. Al público le impresiona aquella faena y la corea con fuerza. Pocas veces, por no decir nunca antes, había visto torear así, como que pocas veces se conjuntan un toro que quiere atacar, pero no lo hace por falta de fuerza y un torero que lo hace pasar, obligándolo, con la orden de mando que es su muleta. Tres cuartos de acero en el rincón y otra vez dos orejas, para ir a sacar al ganadero a dar la vuelta...

Habrá que agregar que ambos toros de Curro fueron pasmosamente débiles y que aparte de torear como lo hizo, ejecutó una importante labor de enfermero para mantenerlos en pie, lo que aumenta el mérito de lo que logró ante ellos.

El poderío de Mariano Ramos, presente otra vez

Volveré a repetir que Mariano Ramos volvía a nuestro serial abrileño exigiendo un sitio entre las figuras del toreo mexicano. No había toro o alternante que lo hiciera dar el paso atrás y el paso que mantenía era verdaderamente impresionante. Le cortó las dos orejas al toro que cerró el festejo, pero la crónica refleja, que de no haberlo pinchado antes de haberle metido la espada, le hubiera cortado el rabo:

Su segundo fue “Lucerito”, un toro con un poco más de vigor al que torea por verónicas y chicuelinas. Recargó bravo el morito. Pero lo saca pronto del caballo Mariano. Lo necesita todo lo fuerte que pueda ser. Y la res pasa completa, con claridad. Entonces Mariano le hace la faena, hondos los pases, quebrando la cintura para bajar la mano y estirarse después hasta llevar al toro muy largo. Hay temple, hay toreo macizo, de expresiones secas, pero emocionantes por el mando del diestro. Al natural, parece suavizar el pase, menos rígida la muleta, con vuelo en el último tiempo. Al natural, se afina Mariano, va cogiéndole gusto al pase. Toreaba en el tercio. Y quiso entonces hacer honor a su calidad de diestro poderoso. Sacó al toro al centro del anillo y allí le dio tres ayudados y varios pases por alto que le ganaron también el grito de ¡torero – torero! Pinchazo arriba y media estocada bien puesta que derriba. Petición. Una oreja da el juez. El público exige la otra y es concedida...

Por la manera en la que el ingeniero Jesús Herrera concedió la segunda oreja, es que me atrevo a asegurar que, de haber acertado a la primera con la espada, con seguridad, Mariano hubiera cortado el rabo. Y es que, estaba en el ánimo de la gente y en esos días, era una ráfaga de aire fresco en la baraja taurina mexicana.

El encierro de Torrecilla

Los toros enviados por don José Antonio Llaguno Ibargüengoitia adolecieron de lo mismo que se vino señalando por la prensa de la época de los demás encierros que se lidiaron: de poca presencia. Escribió Francisco Lazo:

Reses terciadas envió Torrecilla y de muy poca fuerza. Sigue padeciendo aquella ganadería zacatecana una serie de problemas, que afectan la buena crianza de su ganado. Pero hay buena sangre... Por igual, fueron al caballo, pero les pasaron apenas con un picotazo, evitándoles así mayor quebranto que el que ya traían del viaje y acusaban por su manifiesta debilidad. Todos también fueron claros, de una nobleza conmovedora... No faltó quien dijera a la salida de la plaza, que los toros habían sido unas babosas que parecían arrastrarse. El símil no se apega a la realidad, pero, suponiendo sin conceder que así fuera, ese amigo no sable lo difícil que es torear toros así y producir emoción. Lo que le falte de fiereza al toro, lo puede suplir el torero con su arte o su valor, con su poder para hacerles pasar y darles muletazos...

Aunque se dio la vuelta al ruedo al cuarto y al quinto, por mucho que se quiera justificar la falta de bravura con la boyantía y la aptitud de los toreros para aprovechar esa situación. Por lo visto, estaba gestándose, a sabiendas o no, lo que mi amigo Horacio Reiba llama el post toro de lidia mexicano. Hasta mañana.

miércoles, 23 de abril de 2025

Abril de 1975: La primera Feria de San Marcos en la Plaza Monumental (V)

Miércoles 23 de abril. Antonio Lomelín reafirma su total recuperación

La cuarta corrida de la Feria de San Marcos del 75 también fue nocturna y tuvo como aliciente la presentación de Curro Rivera en el ruedo de la Plaza Monumental, que permitió que la entrada al coso fuera mejor que en los días anteriores. No obstante, la cultura feriante de nuestra ciudad aún no estaba totalmente arraigada. Los días de entre semana las labores ordinarias seguían su curso de manera casi normal y eran los fines de semana los que se dejaban para festejar, aparte hecho, para el día del santo patrono. Al paso de los años, el serial taurino se agruparía en fines de semana, para atraer a los festejos la mayor cantidad de público posible.

Nuevamente don Guillermo González confeccionó un cartel que en el papel tenía visos de redondez, porque aparte del hijo de Fermín el de San Luis, completaban la terna Jesús Solórzano y Antonio Lomelín, quienes ya habían actuado en el serial con fortuna diversa. Los tres enfrentarían un encierro de Las Huertas, en esos días de la titularidad de don Luis Javier Barroso, el inolvidable Chacho, quien en ferias anteriores había logrado triunfos importantes.

La importante tarde de Antonio Lomelín

Ya habíamos anotado por aquí que el lunes 21 anterior, Antonio Lomelín había dejado bien claro que no cargaba secuelas de la gravísima cornada que sufrió el 16 de febrero anterior en la Plaza México. En esa noche de dos días antes, los toros que le salieron en el sorteo no se prestaron a muchas florituras, pero en esta nueva ocasión tuvo la ocasión de mostrarse como el torero poderoso y valiente que siempre fue, terminando por alzarse como el triunfador de la corrida. Escribió para El Sol del Centro su cronista huésped, Francisco Lazo:

Antonio Lomelín achicó la muleta y la movió para fijar al toro, al mismo tiempo que se echó la espada a la cara, a la altura de la barbilla. Y entró a matar dando el pecho, volcándose luego sobre el morrillo en un perfecto volapié. Ejecución valiente y emocionante, aunque el acero quedara un tanto perpendicular sin producir los efectos deseados. Y Antonio repitió la escena, para dejar ahora sí, una estocada muy bien colocada, mientras el público se ponía de pie, aclamándole. Dobló el toro. El público pidió las orejas, el juez concedió una con la que Antonio dio dos vueltas al ruedo, bajo lluvia de prendas, y se retiró al callejón sonriente, cerrando así su actuación de esta noche, de torero valiente, de banderillero excepcional y de eficiente matador. Parece ser que, como decíamos hace días, a Antonio no le hizo ni cosquillas esa terrible cornada que le puso al borde de la muerte. Se desplaza por el ruedo como por su casa, seguro, con tanto valor, que por momentos aborda el terreno de la temeridad. Y creemos también que ha encontrado el camino, al fin, hacia la cumbre, porque a sus dos enemigos les ha toreado, cuando no parecían tener un pase, dos mansos peligrosos, sobre todo su primero que tiraba cornadas a diestra y siniestra sin que Antonio se descompusiera. Finalmente, resultó ser el triunfador del cuarto festejo de la feria taurina de esta Aguascalientes...

Más adelante relata el que en la fecha era el jefe de información taurina del diario deportivo Esto de la Ciudad de México, que en el quinto de la corrida, puso hasta cuatro pares de banderillas y que si solamente cortó una oreja, cuando le eran pedidas las dos, fue únicamente porque la primera estocada que dejó, hasta la empuñadura, le quedó perpendicular y en lugar de intentar una prolongada labor de enterramiento, extrajo la espada y se volvió a tirar a matar con la misma decisión, dejando, ahora sí, una estocada en todo lo alto, de instantáneos efectos. El ingeniero Herrera, entonces Juez de Plaza, se llevó una bronca, dice el cronista, por no conceder esa segunda oreja.

El desconcertante Jesús Solórzano

Cuando el hijo del Rey del Temple sentía que salía con los hados de su lado, hacía el toreo como ninguno. Pero si sentía que no le acompañaban, también generaba broncas que podían llegar a alcanzar buenas proporciones. Esta fue una de esas últimas fechas, en las que, al salir del hotel anunciaba algo grande, pero al llegar a la plaza, daba lo contrario. Sigue adelante el cronista:

Poco antes de la corrida, Chucho Solórzano me dijo que la iba a armar. Y la armó. ¡Por poco se le va vivo el primero! Le pegaron dos avisos después de doce pinchazos y diez golpes de descabello. Al principio parecía decidido, hasta banderilleó, pero pronto volvió a las dudas y dejó escapar otra oportunidad. En su segundo, un toro refugiado en tablas, pareció dispuesto a jugarse la piel y hasta le puso la barriga al toro para dar algunos buenos muletazos, sólo que siempre sobre piernas. Y tumbó al buey de media delanterilla. Este Chucho parece no tener remedio...

Me tocó ver a Jesús Solórzano en ambas versiones dentro de los ruedos y la verdad es que tuvo todo para ser una gran figura del toreo. Es uno de esos casos en los que uno no se explica las razones por las cuales no llegó a serlo.

Un voluntarioso Curro Rivera

La noche de su presentación no pudo ser triunfal para Curro Rivera, y es que le tocó lo menos lidiable del encierro de Las Huertas. Sin embargo, eso no le impidió intentar por todos los medios, resalta la crónica, buscar el triunfo para mantener la posición que guardaba en el escalafón nacional.

Curro Rivera pasa por muy buen momento. Eso todos lo saben. Y hoy, ante reses impropias para el toreo, tuvo chispazos de su calidad y hasta le hizo la faena a su primero, un toro que atacó al caballo, pero que se dolió pronto y quería escapar. Lances a pies juntos, luego despatarrado, que le fueron coreados. El toro llegó al tercer tercio áspero, reservón, pero allí le anduvo Curro, poniéndole la pierna como diciendo, ¡aquí, aquí tienes dónde herir!, para irle encelando. Le dio diez muletazos, de bella ejecución, y se clavó una banderilla en un pie. Cojeando, entró a herir para pinchar y luego dejar medio acero de efectos fulminantes. Le llamaron al tercio a escuchar la aclamación. A este toro le hizo un quite por mandiles, muy ajustado, que encendió los entusiasmos. Su segundo suspiraba por el surco. Y después de intentos y de algunos pases, lo mató de pinchazo y entera...

Siguiendo la semántica del cronista, estoy en condiciones de afirmar, que ni la impropiedad de los toros que le tocaron, iban a detener la marca de quien era ya apodado Curro Cumbre. Ya tendría ocasión de resarcirse en esta misma feria.

El encierro de Las Huertas

Mencionaba antes que Chacho Barroso había tenido triunfos significativos en nuestra feria. En esta oportunidad las cosas no se le dieron como lo hubiera esperado. Éste es el juicio de Francisco Lazo a propósito de la corrida que envió en esos días:

Bien presentado el encierro de Las Huertas, reses con cara de toros y kilos, muy en tipo de la ganadería. Pero mansos cinco de ellos, y los seis terminaron poniéndose a la defensiva y finalmente huidizos, buscando por donde escapar. Si acaso, se salvó un tanto el primero, que tuvo pases, no muchos, pero sí los suficientes para hacerle la faena. Pero le tocó a Chucho Solórzano y ya se imaginan ustedes lo que pasó. En conclusión, el encierro de Las Huertas estuvo por debajo del crédito de la vacada y las reses que lo integraron, merecen llamarse bueyes.

Así fue la cuarta corrida de feria que se celebró en la entonces nueva Plaza Monumental Aguascalientes. La Feria Taurina de San Marcos iba a la mitad de su camino y el signo que llevaba era de pocos triunfos y entradas paupérrimas. Pero veremos que esa tendencia se iría corrigiendo. Hasta mañana.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Toreros mexicanos en la Corrida Goyesca de Ronda

Mañana se cumplen 53 años de la última vez que la tradicional Corrida Goyesca de Ronda viera en su programación a toreros mexicanos, aunque habrá que señalar que tampoco ha sido frecuente la presencia de los nuestros en esos señalados festejos. En los siguientes párrafos intentaré recordar el origen de esta señalada fecha del calendario taurino español y el resultado del hacer de los toreros nacidos en esta tierra que han participado en esa corrida de toros que representa, sin duda, una de las cumbres de la temporada taurina europea.

La primera corrida de esta naturaleza de la que se guarda registro tuvo lugar en Zaragoza, el 12 de mayo de 1927, con la finalidad de conmemorar el centenario del fallecimiento de Francisco de Goya y Lucientes. Actuaron en ella el caballero portugués Simao da Veiga y los diestros Rafael Gómez El Gallo, Pablo Lalanda y Nicanor Villalta, ante toros de Coquilla. El rejoneador tuvo una destacada actuación, aunque sus toros los tuviera que despenar el sobresaliente Vicente Peris y Nicanor Villalta le cortó una oreja al primero de su lote. La nota de la tarde la dio El Gallo, quien fue abroncado toda la tarde. 

En Ronda, la primera goyesca se celebró el 16 de septiembre de 1954, con la finalidad de conmemorar el bicentenario del nacimiento de Pedro Romero, uno de los padres de la actual tauromaquia y natural de Ronda. Fue una corrida concurso en la que se lidiaron toros de Miura, Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Pablo Romero, Joaquín Buendía y Ramón Mora Figueroa por Antonio Bienvenida, Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y César Girón. Asistieron al festejo como asesores honoríficos de la presidencia El Gallo – actuante en la primera corrida de esta guisa – y Niño de la Palma padre, quienes atestiguaron los triunfos de Cayetano Ordóñez, que le cortó el rabo a sus dos toros y César Girón que se llevó el del segundo de su lote.

Después de este festejo hubo un espacio de dos años en los que la corrida no se celebró, retomándose a partir de 1957 y celebrándose así cada año, gracias a los buenos oficios de Antonio Ordóñez primero y de sus nietos Rivera Ordóñez después, quienes se constituyeron en empresa para esa particular corrida de toros.

La goyesca del año 1957

Para el 9 de septiembre de 1957 se anunció la corrida de la Feria y Fiestas de Pedro Romero, en la que, de nueva cuenta bajo la modalidad del concurso de ganaderías, participarían los hierros de José Luis Osborne, Carlos Núñez, Marqués de Villamarta, Francisca García Villalón antes Curro Chica, Juan Guardiola Soto y Fermín Bohórquez, para ser lidiados por Rafael Ortega, Antonio Ordóñez y Joselito Huerta.

Ese mismo día se develó una escultura de Pedro Romero en los alrededores de la plaza, lo que redondeó el ambiente en torno a la corrida. Juan de Málaga, corresponsal de El Ruedo, relató lo siguiente acerca del festejo:

Las fiestas de Ronda en honor de Pedro Romero, cuya estatua fue descubierta la tarde del sábado, culminaron en la corrida de esta tarde, celebrada al estilo de Goya y con un resultado de los de hoy, cuando nuestras primeras figuras están dispuestas a pelear y por el chiquero salen toros bravos y nobles. Que fue lo ocurrido hoy en la corrida concurso de ganaderías – que tal era otro de los alicientes – con el toro de Guardiola, y los de don José Luis Osborne, don Carlos Núñez y marqués de Villamarta, después (los de Villalón y Bohórquez fueron mansos)… Hemos dicho que las fiestas culminaron en la corrida goyesca de esta tarde porque Ortega mató magníficamente a volapié al que abrió plaza; Joselito Huerta derrochó valor y mató bien a su primero y porque, sobre todo, y sobre todos, Antonio Ordóñez tuvo una tarde apoteósica. El rondeño había sabido, sin duda, que Ronda estaba «infectada» de pancartas en las que se leía: «Ayer. Pedro Romero; hoy, Antonio Ordóñez», y quiso demostrar que sus paisanos tenían razón…

Por su parte, José María del Rey Selipe, escribiendo para el ABC madrileño, pero hasta el domingo 15 de septiembre siguiente, dedica casi todo su espacio a relatar la importante faena de Antonio Ordóñez al toro Tejoleto de Juan Guardiola Soto, corrido en quinto lugar y respecto a la actuación de Joselito Huerta, refiere:

A Joselito Huerta correspondieron un bicho de Villamarta de regulares condiciones del que obtuvo orejas y rabo, y otro de Bohórquez, mansurrón e incómodo; en el primer enemigo exhibió el mejicano clara y eficazmente su valentía, y en el último, el pincho y el viento, que sopló durante la corrida y arreció al final, disminuyeron el resultado estimable de la labor...

Así fue como se saldó la primera actuación de un torero mexicano en una corrida goyesca de Ronda, con un triunfo de orejas y rabo, aunque opacado por otro superior de la figura que encabezaba el escalafón hispano en ese momento.

La corrida de 1971

Pasaría casi un cuarto de siglo para que se volvieran a presentar toreros mexicanos en la corrida tradicional de Ronda. De nueva cuenta la fecha elegida fue el 9 de septiembre y el cartel anunciado originalmente fue con José Luis Parada, Curro Rivera, José Mari Manzanares y José Luis Galloso, quienes enfrentarían un encierro de Salvador Domecq. Sería hasta después del festejo, a través de las crónicas que la mayor parte de la afición se enterara de que Manzanares no había actuado esa tarde y que su sitio había sido ocupado por Eloy Cavazos, sin mayor explicación de por medio.

Al final de la corrida, fue Eloy Cavazos quien se alzó como el triunfador de la corrida al cortarle las dos orejas al segundo de su lote. El corresponsal del ABC de Sevilla contó lo siguiente acerca de su actuación en ese festejo:

Ocho toros de Salvador Domecq, flojos de remos. El cartel, por retirada temporal de José Mari Manzanares, se convirtió en un duelo hispano – mexicano, alternando los aztecas Eloy Cavazos y Curro Rivera y los españoles José Luis Parada y José Luis Galloso… Primero. – Cavazos, ovacionado al lancear. Brinda a Antonio Ordóñez y hace faena con pases variados, sobresaliendo los naturales. El toro se cuela por ambos lados y mata de media estocada y una entera. Vuelta… Quinto. – Cavazos oye muchas palmas en capa. Faena con pases de diferentes marcas, siendo cogido aparatosamente. Cuando iba camino de la enfermería volvió al ruedo y mató de un estoconazo…”

La relación del ABC no consigna los trofeos concedidos a Eloy Cavazos por su actuación ante el quinto del festejo, pero las relaciones de la agencia Pyresa, aparecida en el diario Odiel de Huelva y de la agencia Associated Press (AP), publicada en el diario El Porvenir de Monterrey, consignan precisamente el corte de esas dos orejas: 

Los toros fueron de Salvador Domecq, difíciles. Cavazos hizo a su primero una faena variada y adornada, matando de media y una entera. Gran ovación y vuelta. En el otro también muleteó artísticamente siendo volteado. Cuando se le trasladaba a la enfermería se deshizo de las asistencias, volvió al toro y lo mató de gran estocada. Dos orejas…

El parte médico rendido por el paso de Eloy Cavazos por la enfermería refleja lo siguiente:

Eloy Cavazos fue curado en la enfermería de una herida contusa en la región parietal izquierda, contusiones y erosiones en muslo y hombro del mismo lado y ligero shock. Pronóstico leve, salvo complicaciones, para reintegrarse al hotel…

Por su parte, Curro Rivera se llevó la oreja del segundo de la corrida:

Rivera se mostró valiente y artista en su primero, que mató de estocada y dos descabellos. Oreja. En el segundo realizó faena con ambas manos entre aplausos y mató de pinchazo y estocada. Ovación y saludos…

La tarde, como se puede ver, fue de buenos resultados para nuestros toreros, que en ese año hicieron un importantísimo calendario en aquellas tierras.

Los motivos de la ausencia de Manzanares

José Mari Manzanares llevaba toreando con orden su temporada hasta la víspera de esta corrida goyesca, cuando se presentó en la plaza de Murcia, donde actuó los días 6 y 8 de septiembre, y repentinamente paró sus actuaciones y como lo señala la relación del ABC de Sevilla, hizo una retirada temporal. La información que sustentó ese parón en su carrera salió a los medios hasta el 14 de septiembre siguiente, en el número de El Ruedo de esa fecha, cuando se publicó una entrevista que concedió a ese semanario, de la que extraigo:

Es mi momento de la responsabilidad. Tras la agitada temporada mi organismo reclama un descanso. ¿Sabe? Los médicos me han diagnosticado una hepatitis. Aunque leve, debe ser la que me ocasiona ciertos desasosiegos que no me dejan rendir todo lo que yo quiero en los ruedos. También físicamente, y de esto sí me duelo, una lesión en el hombro que no acaba de curar con el ritmo que llevaba. Y, por último y principal, desde que los éxitos en los ruedos me acompañaban, pensé cumplir mis deberes para con la Patria. Todo ello, sopesado en familia, han decidido que este otoño ingrese, voluntariamente, en el servicio militar…

En el número de El Ruedo de el 26 de octubre, en nueva entrevista, el diestro de Alicante agregó:

Por consejo de los médicos tuvo que cortar la temporada antes de tiempo, porque si no las consecuencias podrían haber sido graves... 

- Te llevarías un disgusto...

- Me lo llevé, y muy grande, porque tenía apalabradas ferias tan importantes como las de Salamanca, Albacete, Valladolid. el Pilar y también la corrida goyesca de Ronda.

- ¿Cuál entre todas estas pérdidas te resultó más sensible?

- La goyesca, porque siempre van figuras. Tenía el traje hecho y se quedó sin estrenar…

Estas fueron las explicaciones que dio para justificar su ausencia de tan señalada fecha del calendario taurino.

Rematando

Hace 53 años que un torero mexicano no pisa el ruedo de la plaza de toros de Ronda en una corrida de toros de esta naturaleza. Y como dato adicional, este año en particular, la corrida goyesca que debió celebrarse el día de ayer, se suspendió por estar dañada estructuralmente la plaza de toros, cuya edificación data del año 1755. Esperemos que sea debidamente reparada y que se pueda recuperar para esta celebración de la tauromaquia.

domingo, 28 de abril de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (IX)

Octava corrida de feria: El gran cierre de una intensa semana de toros

Los siete días que corrieron del 21 al 27 de abril de 1974 representaron un amplio muestrario de casi todo lo que puede presentar la fiesta de los toros. Triunfos, broncas, engaños a la afición, pero también el hecho de que con algo de inteligencia y de voluntad, el rumbo se puede corregir y se puede ofrecer a la afición una fiesta que se acerque lo más posible a lo auténtico. No es mucho pedir, por el que paga un boleto por entrar a la plaza, que lo que se le presenta a partir de la hora anunciada, cuando menos aparente ser lo que se le anunció. Y en esa feria de hace medio siglo, cuando se reiteró el tratar de dar gato por liebre, los que llenaron los tendidos de la plaza San Marcos, dieron a entender su exigencia y su enojo. Quizás por ello en el tramo final fue que el rumbo se rectificó.

La octava corrida consecutiva de ese serial se dio el domingo 28 de abril de ese año y fue un mano a mano entre Curro Rivera y Mariano Ramos, quienes enfrentarían un encierro de don Jesús Cabrera. Curro había tenido una feria en la que había pasado de puntitas, dejando ver por momentos la calidad y la personalidad de su hacer ante los toros, pero sin convencer a la afición, misma que se lo reprochaba y con la que mantenía un notorio diferendo. Por su parte, Mariano Ramos repetía su arrolladora actitud del ciclo anterior, aprovechando los toros buenos y arrancándole las faenas a los que no lo eran. Quería, a cualquier precio, subirse al carro de los triunfadores.

El sumario del festejo

Alejandro Hernández, en su crónica aparecida en el Heraldo de Aguascalientes, hace un buen sumario de los sucesos de esa tarde:

Tarde redonda fue la de ayer, siendo la octava de la feria en la que con la participación de Currito Rivera mano a mano con Mariano Ramos, quienes lidiaron una buena corrida de don Jesús Cabrera, cortándoles a los toros seis orejas y un rabo, resultando cuatro toros muy bravos con los montados y todos muy fáciles y de buen estilo para los de a pie… Completa y redonda fue la actuación de los dos toreros que compusieron el cartel, siendo estos, dos figuras verdaderas y que demostraron por qué lo son, peleándose las palmas, no dejándose ganar la pelea, luchando por estar mejor uno que el otro. Así es como deben estar las figuras...

Otra vez hubo lluvia de apéndices, pero afición y público que llenaron de bote en bote el coso de la calle de la Democracia salieron satisfechos de lo que pudieron apreciar allí y aún más, porque tuvieron la oportunidad de ver a dos toreros disputarse las palmas sin cuartel, como pocas veces se ve ya.

La gran tarde de Curro Rivera

Anticipaba que Curro Rivera había tenido un tránsito de altibajos en las tres tardes anteriores en las que había participado ya en el serial y que eso le estaba pasando factura con los ocupantes de los tendidos, que esperaban de él algo más de entrega. Había cortado una oreja el día del Santo Patrono, pero a un torillo de escaso respeto, así que tenía todavía cuentas pendientes aquí. De su actuación, escribió así don Jesús Gómez Medina:

Perdido el rumbo y quizás más que esto, yerta la ambición, desprovisto, al parecer de todo estímulo, de la garra, del deseo y del anhelo de triunfo que debe obsesionar de continuo al torero, Currito Rivera caminaba por los senderos del toreo sin mayores tropiezos, pero, también, sin gran fortuna. Diríase que se concretaba a vegetar antes que a intentar la escalada de nuevas cumbres… Pero ayer, en un 28 de abril de perfiles memorables en los anales del vetusto tauródromo, el vástago de Fermín, el de San Luis Potosí, pareció reencontrarse: resurgieron la ambición y el afán y, desplegando las alas, fue a plantar su pendón en la cúspide más alta del Himalaya taurino… ¡Ah!, porque cómo toreó Curro Rivera... Con qué gusto, con cuánta entrega, con qué sentimiento tan auténtico actuó, especialmente toreando de muleta a “Gordito” y en particular al estupendo “Gallardo”, el toro de su gran triunfo… ¿Para qué ponderar, por otra parte, el aguante impar, el temple exacto, exquisito y el mando imperioso, inexorable, con los que Curro toreó a “Gordito” y a “Gallardo”; especialmente a este último? Y, encima, el perfecto encadenamiento de las suertes y la diversidad de éstas, en las que las suertes de raigambre más clásica se dieron la mano con las creaciones del toreo de hogaño… Un soberbio estoconazo, añadido a la faena que lo precedió, valióle las dos orejas del primero con la consiguiente vuelta al ruedo. Y del tercero, el maravilloso “Gallardo”, al que pinchó superiormente en todo lo alto, lo despachó luego de una estocada entera, para vivir luego su momento de apoteosis: las dos orejas, el rabo y la triple vuelta en triunfo bajo el estruendo del grito “¡torero... torero!”; acompañado en dos de ellas, del don Chucho Cabrera, el triunfal ganadero y Guillermo González, certero organizador de estas memorables jornadas taurinas…

Curro Rivera se resarció en esa su actuación final de sus inconsistencias anteriores y dejó claro que su sitio de figura del toreo seguía intacto. Eso le valdría, al final de cuentas, para convertirse en uno de los consentidos de la afición de esta tierra.

El imparable ascenso de Mariano Ramos

Con dos años y medio de alternativa, Mariano Ramos intentaba llegar y mantenerse en la cúspide del escalafón mexicano. Para conseguirlo tenía que imponerse a todos los toros una tarde y otra también, y en todas las plazas. Aguascalientes y su feria no iban a ser la excepción. De esa manera, se alzó con en triunfo en las tres tardes anteriores en las que se presentó y mantuvo su crédito al alza. 

El triunfo de Mariano Ramos se concretó con el segundo de la corrida, al que le cortó las dos orejas. Fue una faena en la que el torero tuvo que imponerse a las condiciones de un toro quedado y que embestía descompuesto. Relató don Jesús Gómez Medina en su crónica para El Sol del Centro:

Lo que Mariano Ramos fue capaz de realizar ante “Jacalero”, el primero de sus tres enemigos; la forma en que toreó, especialmente con la muleta, a un toro reservón, aplomado, que traía la cabeza suelta al principio y al que terminó subyugando en forma total, supeditado por completo el astado ante el derroche de serenidad, de seguridad y dominio del joven as; asustado, tal vez, el propio burel frente al sereno desenfado con que su matador lo citaba, lo encelaba ofreciendo el cebo de su propio cuerpo y provocaba la embestida pegando con el muslo en el pitón de "Jacalero"; y además, la manera de correr la mano, de templar de manera prodigiosa y de ligar los muletazos por sobre todos los obstáculos, sensacionalmente, prodigiosamente; y todo ello sin alardes ni ufanías, sino con la autenticidad de un valor fundamentado en el cabal conocimiento de las propias y vastísimas posibilidades; todo ello realizado, insistimos, ante un rival que no era propicio en forma alguna, terminó por emocionar y entusiasmar al máximo a los aficionados… ¡Era, aquella, la lección más completa de torerismo y maestría! ¡La evidencia más contundente de que Mariano Ramos es ya, indiscutiblemente, innegablemente, una espléndida realidad, un auténtico y formidable astro taurino! …La estocada que coronó la insospechada y brillantísima faena frente a “Jacalero”, precedió al otorgamiento de las dos orejas y a una doble y triunfal vuelta al ruedo, entre aclamaciones, música y todo lo demás…

Una vez más el poderío de la muleta de Mariano Ramos le procuró un triunfo de importancia. Nuevamente, dejaba sentado que tenía interés en ocupar un sitio de primacía entre la torería mexicana y lo consiguió, porque a partir de esas fechas, fue pieza importante en carteles y ferias postineras en toda nuestra república.

El encierro de don Jesús Cabrera

La ganadería de don Jesús Cabrera se formó con lo más puro que tuvo en su día don Antonio Llaguno en San Mateo, al formarla Lorenzo Garza. El listón lo mantuvo en altura don Jesús durante todos los años que tuvo en su dirección la vacada. La tarde del 28 de abril de 1974 volvió a reafirmar esa circunstancia:

¡Cuánta calidad y que acopio de nobilísimo estilo en los bureles de don Jesús Cabrera!; de los que el tercero, el “Gallardo” de la extraordinaria faena de Curro, mereció, para sus despojos, los honores del arrastre lento, y para su criador, ¡la vuelta en el triunfo en torno a la barrera! …Por eso ayer, como la víspera, hubimos de volver al cielo los ojos iluminados de entusiasmo, para agradecer el regalo impagable de otra gran tarde de toros… Y ayer, una vez más, al concluir el festejo, de los añosos muros del Coso San Marcos, rejuvenecidos al conjuro de las singulares proezas de que habían sido testigos, brotó un aroma que, en las alas del triunfo, fue a posarse y a impregnar el Jardín vecino… Porque ayer, de nueva cuenta, la Feria toda olió a toreo...

Así lo deja en claro don Jesús Gómez Medina. De allí podemos desprender y reiterar que no hay fiesta si no hay toro y que cuando lo hay, las cosas pueden alcanzar cotas altísimas. Estas líneas de hoy pueden servir, indiciariamente, de prueba de ello.

Faltaba todavía una corrida y una novillada para celebrar el ciclo, pero se celebrarían hasta el 1º y 5 de mayo. En su momento trataré de ocuparme de ellos en este mismo espacio. Hasta entonces.

jueves, 25 de abril de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (VI)

Quinta corrida de feria: El día del santo, estalla la ira de los justos…

Decía hace un par de días que cuando el toro falta, todo se descompone. Pues resulta también que cuando está presente en la plaza, también las cosas suelen torcerse, como ocurrió el día de San Marcos de hace medio siglo, cuando se anunció un encierro de Piedras Negras para que lo enfrentaran Jesús Delgadillo El Estudiante, Antonio Lomelín y Curro Rivera. Las crónicas de la fecha señalan que la corrida tuvo edad, trapío y el peso adecuado para ser lidiados en un festejo de esta naturaleza, pero, como veremos adelante, aún así, no cumplieron con su destino final.

La corrida que envió don Raúl González aparentemente no tuvo la fuerza necesaria para mantenerse en el ruedo. Escribe don Jesús Gómez Medina:

Un encierro, un lote con edad y trapío, sí; también con bravura, pues cuando pudieron, fueron al caballo. ¡Ah! Pero con una debilidad de remos tan aplastante que dieron pábulo al estallido de la indignación popular. El ganadero, a manera de explicación a lo anterior, adujo la existencia de materias nocivas en el piso de los toriles. Más sea esta o no la razón de lo ocurrido; ya se trate de un lamentable síntoma degenerativo originado en la consanguinidad; en suma, sea cual fuere la causa, lo único positivo, por hoy, es que la divisa rojinegra echó un baldón en su añejo historial… Y esto, a reserva de lo que arroje la investigación solicitada por Raúl González…

Recuerdo la transmisión radiofónica de la corrida, en la que el ganadero de Piedras Negras explicaba al micrófono, primero por el sonido local y después por el de la radio, que los toros habían sido intoxicados o drogados de alguna manera que impedía su normal desplazamiento en el ruedo. También me llega a la memoria la monumental rechifla que se llevó cuando usó el sonido local, porque a la concurrencia que llenó la San Marcos, no le parecía creíble el argumento de don Raúl González, pero también me queda todavía la impresión de que se necesitan muchos redaños para hacer lo que hizo en esos momentos complicados.

La ira de los justos

La bronca que se fue produciendo al rodar por la arena los piedrenegrinos fue in crescendo. Que se caiga un toro, pasa; dos, pues quizás, pero cuando la tónica del festejo es que vayan rodando por la arena uno tras otro de los que componen el encierro, es para acabar con la paciencia hasta del Santo Job. En esos casos, es cuando la multitud en el tendido se convierte en una sola voz y reclama lo que por derecho le corresponde, una fiesta íntegra. Así lo percibió don Jesús Gómez Medina:

Desde que a la democracia auténtica la expulsaron de los recintos parlamentarios y de las lides políticas, es tan solo en las plazas de toros donde tan discutida como ilustre dama conserva, íntegras, todas sus prerrogativas y todos sus fueros… Son los tauródromos, en efecto, el postrer reducto del "ágora" donde mantiene aún plena vigencia y logra su cabal realización este concepto nacido en los tiempos clásicos de la vieja Grecia. Es allí, indudablemente, el sitio donde el pueblo ejercita real y positivamente su soberanía: y esto lo pone de relieve aclamando, pitando, aplaudiendo o zahiriendo sin cortapisas ni restricciones a cuantos factores se combinan para la verificación del espectáculo, sean ellos toreros, ganaderos, empresarios e inclusive autoridades. A éstas, quizás, con más fuerza: ¡dígamelo a mí! …Nada pues, más natural que ayer, al considerarse defraudados los espectadores por las misérrimas y deleznables características de los astados de Piedras Negras, su protesta haya estado, asimismo, en forma reiterada, tumultuosa…

Se reclama pues, a todas las fuerzas vivas de la fiesta, a todos los que de manera directa intervienen en la organización y realización de los festejos. Y sí, en el tendido hay una auténtica democracia, la que se hace presente cuando el interés primordial del que paga por ingresar a la plaza es defraudado por aquellos que, en principio, tienen el indeclinable deber de preservar y mantener la autenticidad en lo que en el ruedo sucede. En esos casos, definitivamente, la ira que se expresa, es más que justificada.

El transcurso del festejo

Poco hay que relatar acerca de esa corrida. El único que lidió su lote completo de los toros anunciados, fue El Estudiante, porque los de Piedras Negras que sorteó, Polvo de Oro y Conquianero, pudieron mantenerse de pie, aunque sin representar complicación alguna, pues dicen los cronistas que entre su exagerada debilidad y la falta de sitio mostrada por el torero de nuestra Triana, poco trascendió a los tendidos.

Antonio Lomelín fue quien se encargó de aplacar en algo el incendio en los tendidos, cuando tomó los palos para banderillear al quinto – bis, un torillo de Suárez del Real y Curro Rivera al lidiar a otro torete de Gustavo Álvarez que cerró el festejo y al que le cortó una oreja. Al final, se lidiaron tres toros del encierro titular (1º, 2º y 4º), dos de Gustavo Álvarez (3º y 6º) y uno de Suárez del Real (5º). Vale reseñar también que el tercero – bis, de Piedras Negras, nada más salir al ruedo se desplomó y tuvo que ser apuntillado allí mismo.

La versión del ganadero de Piedras Negras

En la crónica del festejo aparecida en el Heraldo de Aguascalientes, sin firma, se contiene esta versión de lo sucedido en los chiqueros de la plaza, atribuida a don Raúl González:

El ganadero de Piedras Negras, Raúl González, aseguró ayer que al hacerse la revisión de los chiqueros encontró varias cosas anormales que según él iban en contra del buen juego de sus toros, comunicándolo de inmediato a la empresa como a los matadores antes del festejo y además entregó una bolsa de polietileno con tierra en la que se encontraron vestigios de amoniaco y otras sustancias, dijo… Esperemos el dictamen de las autoridades que tomaron conocimiento de éste lamentable caso, en la investigación de que si fue amoniaco o falta de comida o bien consanguinidad, pero pasemos al toro, que es lo nuestro…

La investigación efectivamente fue ordenada por las autoridades municipales, misma que fue encomendada al Mayor Médico Veterinario Álvaro González Haro, quien dictaminó en el siguiente sentido, al alcalde don Ángel Talamantes Ponce:

Por medio del presente me permito informar a Ud., el resultado de la inspección sanitaria verificada a (SIETE TOROS), que fueron lidiados en la plaza de toros San Marcos el día de ayer, la cual, según el diagnóstico del C. Mayor Med. Veterinario Álvaro González Haro, es la siguiente: Ganglios: Cervicales, Mediastínicos, Mesentéricos, Crurales: NORMALES. Pulmones, Hígados, Corazones, Rumen, Intestinos, Riñones: NORMALES. Canales: Lesiones traumáticas propias de la lidia. Atentamente: Mayor Médico Veterinario: Álvaro González Haro (rúbrica). Administrador: Javier Cuéllar Díaz (rúbrica).

Lo que no se practicó, a mi juicio, o no se dio a conocer, fue una batería de análisis de sangre y orina que pudieran determinar la presencia de sustancias tóxicas en el torrente circulatorio de los toros, únicamente se acredita la integridad de los toros lidiados y muertos en la plaza de toros en la víspera. No obstante, esto viene a representar el primer examen post mortem de la historia reciente de la fiesta en Aguascalientes que, documentado, trasciende al público.

Los toros devueltos al corral

En las páginas interiores de El Sol del Centro del día 30 de abril aparece, sin firma, una nota en la que se hace alusión al dictamen rendido acerca de la salud de los toros lidiados el día 25 de abril y al mismo tiempo se relata que los dos de Piedras Negras que sobrevivieron por haber sido devueltos a los corrales, fueron toreados a puerta cerrada por Alfredo Gómez El Brillante y José Antonio Picazo El Zotoluco, anunciados para actuar en la novillada del 5 de mayo siguiente. Entre otras cosas, esa información revela:

¿Recuerdan ustedes a los toros reumáticos de Piedras Negras que en la corrida del pasado 25 de abril fue necesario devolver a los chiqueros precisamente por eso: por su absoluta invalidez que los hacía inaptos para la lidia? Pues bien; dos días más tarde, a puerta cerrada dichos bureles fueron lidiados por los novilleros Alfredo Gómez y José Antonio Picazo y, ante la sorpresa general, aquella invalidez que provocó las airadas y justificadísimas protestas generales y consecuentemente, la vuelta al corral de los piedrenegrinos, había desaparecido por completo…

Así entonces, el 27 de abril, una vez que reposaron y que dejaron de respirar el encerrado ambiente de los chiqueros de la plaza, esos dos toros se comportaron con absoluta normalidad. Del juego que dieron, se dijo entonces:

Vimos, en cambio a dos toros que fueron repetidas veces al caballo con presteza; que recargaron de firme ante el jamelgo; y que más tarde permitieron a los mencionados novilleros que los toreasen de muleta larga y exitosamente… Con mayor lucimiento, más quieto y centrado con el toro, que mostró gran docilidad y nobleza, Alfredo Gómez, que inclusive hizo demostración de temple y limpieza en sus muletazos. Por todo ello, cuando liquidó al de Piedras Negras, fue calurosamente aplaudido por los numerosos aficionados presentes… El burel que lidió José Antonio Picazo estaba reparado de la vista, circunstancia que, como es natural, creó ciertas dificultades al joven torero; el cual, pese a todo, lidió con acierto y despachó con prontitud al cárdeno piedrenegrino…

Y por supuesto, volvió a surgir la interrogante acerca del origen del comportamiento de esos toros el día que estaba originalmente anunciada su lidia:

¿La inaudita endeblez exhibida por los de Piedras Negras en el lamentable festejo del día 25 fue, como ahí se dijo, producto de una causa externa, o como parecen demostrarlo hechos posteriores, el resultado de una debilidad congénita agravada por las fatigas de un largo viaje, de las que no pudieron recuperarse los astados?

Ambos cuestionamientos pueden aceptarse como válidos. No olvidemos que la plaza San Marcos tiene apenas tres corraletas y que en una feria en la que se ofrecen corridas en días seguidos, resulta complicado tener los encierros con la anticipación suficiente para que reposen del traslado y se aclimaten debidamente; pero, también puede resultar válido el argumento de la causa externa, dolosa, porque el dictamen veterinario a mi juicio, resultó incompleto, toda vez que solamente se redujo a una exploración física de los cadáveres de los toros, pero no se profundizó en las cuestiones químicas y metabólicas que pudieran haber esclarecido ese capítulo de la intoxicación por agentes externos.

En fin, que todo esto sucedió hace 50 años y hoy resulta ser, cuando mucho, parte del anecdotario de la historia de nuestra feria… El día que estalló la ira de los justos…

domingo, 21 de abril de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (II)

Primera corrida de feria: Antonio Lomelín se alza con un importante triunfo

Raúl Acha Rovira tenía en 1974 un par de años apoderando a Antonio Lomelín. Y a fe mía que había apostado su resto al torero de Acapulco que, como él, se distinguía, por la pureza y la pulcritud con la que ejecutaba la suerte suprema. Ya había dejado Lomelín su signatura en Las Ventas de Madrid tanto en la fecha de su confirmación de alternativa, cuando salido prácticamente de la nada, le cortó tres orejas a los toros de Alonso Moreno de la Cova que le tocaron en suerte, para abrir la Puerta de Madrid y alzarse como uno de los triunfadores de esa temporada de la capital hispana. Un año después, volvió a lucirse con los toros de Mimiahuápam que en el mismo escenario se lidiaron y reiteró su peso específico en la principal plaza de toros del mundo.

Pero también había pagado ya una importante exhibición de la cuota de sangre que conlleva la fiesta de los toros, pues en agosto de 1971, un toro también de Mimiahuápam, en Tijuana, le partió el hígado y por su rebeldía y los deseos de ser alguien en la fiesta, su vida corrió serio peligro. Pero esas cuestiones también las tenía asumidas el torero guerrerense, quien seguramente entendía, como Frascuelo, que los toros dan cornadas, porque no pueden dar otra cosa.

Aquí en Aguascalientes, Antonio Lomelín empezó a acreditar su calidad a partir del serial abrileño de 1972, cuando se alza como triunfador de la corrida del día de San Marcos y se lleva el Escapulario de Oro disputado, al cortar la oreja al tercer toro de esa tarde. A partir de ese serial, sería prácticamente un fijo en nuestras ferias abrileñas.

La primera corrida del serial 1974

Para el domingo 21 de abril de 1974 se anunció un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Eloy Cavazos, Antonio Lomelín y Curro Rivera. El cartel era redondo. La ganadería de don Mariano había sido la triunfadora del serial anterior, lidiando dos encierros completos más algún toro suelto, resultando casi todos, de bandera. Los diestros alternantes, por su parte, tuvieron también destacadas actuaciones, así que, en la tarde de ese domingo inaugural, la plaza San Marcos lució un lleno total.

De la crónica escrita por don Jesús Gómez Medina para El Sol del Centro, extraigo lo siguiente acerca de los toros lidiados en esa fecha:

No fue del todo parejo en tipo y trapío el lote que envió el Ing. Mariano Ramírez. En general el encierro acusó falta de brío, de fuerza. ¡Ah!, pero el quinto, “Carcelero”, tuvo bravura y raza de la mejor calidad. La entrada, un llenazo. El primero de la serie…

Resume don Jesús en breves líneas el hecho de que solamente uno de los toros lidiados, el quinto, se prestó para florituras y recalca la gran entrada que registró el coso de la calle de la Democracia.

Antonio Lomelín y Carcelero 

El quinto de la tarde fue nombrado Carcelero por su criador, y al final de cuentas, resultó el toro que salvó al festejo del naufragio. Antonio Lomelín tuvo una actuación muy afortunada ante él, según podremos leer enseguida lo que en su día contó don Jesús Gómez Medina:

Cuando el matador toma las banderillas, adquiere, ante el público, el compromiso de realizar la suerte no como un rehiletero común y corriente, sino en forma más lucida que los subalternos… Y Lomelín, que a su primero habíale colgado dos pares caídos y un tercero superior; al banderillear a requerimiento popular, al magnífico “Carcelero”, cuajó cuatro estupendos pares de garapullos. El segundo, de poder a poder, piramidal por la forma en que alzó los brazos y cuadró ante los pitones… Y el cuarto, un par al quiebro en los medios de la plaza, nos hizo recordar aquel otro quiebro en el centro del ruedo que Fermín Espinosa cuajara con “Pichirichi” de Zacatepec, en una tarde en que el Maestro de Saltillo competía, en el segundo tercio, con David Liceaga y Carlos Arruza… Ayer, al clavar ese cuarto par, Antonio Lomelín competía con Antonio Lomelín… Acto seguido, con la plaza en ebullición, la faena. ¡La gran faena! El toreo en su expresión integral, puesto que la faena de Lomelín, cimentada sobre los recios pilares del aguante, el temple y el mando, tuvo también la preciadísima virtud de la ligazón; de la continuidad y brillantez en los muletazos y la extensión en las series a que daban pábulo la noble bravura y la alegría de “Carcelero”. Con la diestra, primero, y después también con la llamada mano torera por excelencia, Lomelín cuajó tandas de seis o más pases cabalmente enlazados, sin solución de continuidad, sin pausas entre una y otra suertes… Y todo esto, insistimos, con total quietud, toreando exclusivamente con uno y otro brazos. ¡Temple en la muleta y temple en el corazón! ¡Con entrega, en suma! …Pues bien: para que aquel todo que principió en los sedeños lances al natural prosiguió en los formidables pares de banderillas y alcanzó su cénit en el brillante trasteo muleteril estuviese bien “arrematao”, en cuanto la rediviva casta de "Carcelero" se lo permitió, Antonio Lomelín se echó sobre el morrillo para dejar una estocada desprendida, que poco después hacía doblar al bravo burel del Ing. Ramírez… Clamorosa ovación. Las dos orejas y el rabo que muchos protestaron pero que, a mi juicio merecía la rotundez de una actuación uniformemente triunfal. Y una doble vuelta al ruedo entre toda clase de homenajes… En resumen: un gran triunfo de Antonio Lomelín un torero que está dando vigorosos aldabonazos en la puerta del templo mayor del toreo mexicano…

La faena de Lomelín, de acuerdo con lo descrito por don Jesús, fue redonda, completa y si hay el interés de buscarle algún pecado, quizás el de la estocada desprendida, pero el cronista y juez de plaza justifica en su texto la concesión de los máximos trofeos a partir de la redondez de su actuación.

La tarde de los alternantes

Eloy Cavazos, contra su habitual manera de actuar, pinchó a los dos toros de su lote, los que no se prestaron para el lucimiento, no obstante, tras de terminar con el cuarto, logró ser invitado a dar la vuelta al ruedo. Por su parte, Curro Rivera, según observó en su día don Jesús Gómez Medina, se vio falto de decisión, aunque por momentos lograra engarzar algunos muletazos de indudable valía, preguntándose qué era lo que requería para superar ese estado de ánimo. Saldaría también esa su primera comparecencia en la feria, con una vuelta al ruedo.

Las cuestiones filarmónicas

Y continuaba en la prensa la polémica sobre la cuestión de si la música debía o no de estar presente durante la actuación de los toreros en la plaza. Escribió don Jesús Gómez Medina:

Y para beneplácito de los verdaderos aficionados y a despecho de quienes confunden la plaza de toros con la Plaza de Garibaldi, fueron muchos los que ayer se opusieron enérgicamente a que las faenas muleteriles se convirtieran, sin causa para ello, en meras audiciones de música populachera…

Por su parte, Alejandro Hernández, quien cubrió en este año su primera feria completa para El Heraldo de Aguascalientes, reflexionaba en el siguiente sentido, a propósito de la actuación de Eloy Cavazos ante el primero de su lote:

Al tercio final llegó el toro agotado y defendiéndose, optando su matador por tomar ciertas precauciones, al intentar correr ambas manos, sucediendo esto en medio de peticiones al juez, para que le concediera a la Banda que interpretara música de fondo a lo que él trataba de realizar. En esto queremos informarle al Matador, que según versa el reglamento taurino vigente en esta plaza, no es la Autoridad la que debe conceder o autorizar que se interprete la música, sino el director de la banda, a su pleno criterio, juzgando la calidad de la faena que en esos momentos ejecute el torero, así como también si ésta va en decadencia o desmejora, inmediatamente suspenderá dicha audición...

Al parecer las posiciones estaban ya tomadas, el diario más antiguo de la ciudad – El Sol – se pronunciaba por limitar en lo posible la actuación de la Banda Municipal durante las faenas, en tanto que El Heraldo tomaba partido en el sentido contrario. La polémica quedaba servida… Y sigue estándolo.

Esos fueron los acontecimientos más destacados de la corrida de feria de hoy hace medio siglo. Mañana continuaré con estos apuntes. Hasta entonces. 

domingo, 10 de diciembre de 2023

9 de diciembre de 1973: Confirma en la México El Niño de la Capea

El Niño de la Capea
Pancho Flores

La temporada 1973 – 74, organizada por DEMSA, con don Javier Garfias en calidad de cara visible, constó de 16 festejos, empezó el 2 de diciembre del 73 y terminó el 24 de marzo del año siguiente y tuvo como prólogo, una corrida benéfica el 15 de septiembre anterior, cuyos recursos estarían destinados a paliar en algo las necesidades de las comunidades de Puebla y Veracruz afectadas por un fuerte sismo. Como se puede ver, no es de ahora, ni de antier, que la fiesta está siempre en apoyo de las mejores causas de la sociedad. Y como remate, nuestros maestros en el retiro, torearon al día siguiente, también en la gran plaza, un festival con la misma finalidad, que igualmente llenó el coso. Decididamente creo que no somos tan malos como nos quieren pintar.

El elenco que formó don Javier Garfias para ofrecer el ciclo – y el derecho de apartado – se integró con los diestros mexicanos Mariano Ramos, Raúl Contreras Finito, Jesús Solórzano, Adrián Romero, Antonio Lomelín, Raúl Ponce de León, Manolo Espinosa, Jorge Blando, Miguel Villanueva, Luis Procuna y Jaime Rangel; los españoles Francisco Ruiz Miguel, además de El Niño de la Capea y José Mari Manzanares, quienes confirmarían sus alternativas, el colombiano Pepe Cáceres y los rejoneadores Gastón Santos y Pedro Louceiro

En el renglón ganadero, terminaron lidiándose: Javier Garfias (1 encierro más 3 toros), Mimiahuápam, San Mateo (2 encierros), Tequisquiapan, José Julián Llaguno (3 encierros), Torrecilla (1 encierro más 3 toros), Reyes Huerta, Santacilia, Zotoluca (1 toro), Jesús Cabrera, Campo Alegre, La Laguna (4 toros), Manuel de Haro (2 toros), Santo Domingo (1 toro), Mariano Ramírez y El Rocío (1 toro).

Momentos estelares de una temporada

Esa temporada tuvo sus tintes de gloria cuando Mariano Ramos materialmente bordó al toro Abarrotero de José Julián Llaguno, que fue indultado y conforme a la costumbre de la época, le fueron entregadas las orejas y el rabo simbólicos por su faena; la temporada alcanzó quizás su cota más alta el 13 de enero cuando Jesús Solórzano se entendió con Fedayín de Torrecilla y dejó firmada una de las faenas que son de las históricas de la Plaza México. También tuvo sus momentos de épica, cuando entre el disgusto de la concurrencia, Manolo Martínez se dejó toros vivos el 16 de diciembre y el 20 de enero – este último será motivo de especial análisis después – y también cuando el Niño de la Capea escuchó los tres avisos en la primera de las dos últimas fechas señaladas.

Y el tiempo de epopeya no faltó tampoco. Fue en la 14ª corrida, que bien pudo ser la del final de la temporada. La despedida de Luis Procuna fue el sumario en el que se concentraron todas las emociones de una afición que fue privada por cuestiones ajenas al toreo, de ver las desiguales actuaciones de una de las figuras históricas que el toreo mexicano ha producido y que, ha sido además irrepetible. Ese domingo 10 de marzo de 1974, Luis Procuna dejó en el ruedo de la Plaza México el epítome de su tauromaquia y cortó, el que quizás haya sido uno de los rabos mejor logrados de los ciento y tantos que allí se han otorgado. Se fue de los ruedos como lo que fue, un triunfador y le dejó claro a los que lo mandaron al ostracismo por casi una década, que, de proponérselo, todavía había mucho Procuna por delante.

La segunda corrida de la temporada 73 – 74 

La temporada, decía, se había inaugurado el domingo 2 de diciembre y para el siguiente, se programó un encierro de don Javier Garfias para Curro Rivera, Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea y Curro Leal, estos dos últimos, nuevos en la plaza como matadores de toros y, por ende, confirmantes de sus alternativas. El padrino de la ceremonia llegaba con nuevo apoderado a este ciclo capitalino, pues había roto con Enrique Vargas, que era quien lo había llevado desde sus inicios novilleriles, para dejar el manejo de sus asuntos al ingeniero Manuel Lourdes Camino

La tarde fue más bien grisácea, porque al final de cuentas, solamente El Niño de la Capea pudo cortarle la oreja al toro que abrió plaza, nombrado Consentido y que sirvió para que confirmara la alternativa que recibiera en Bilbao el 19 de junio del año anterior. Escribió el cronista de la agencia EFE, para el semanario El Ruedo:

Moya, que confirmó su alternativa española, toreó con mucho duende, temple, clase y arte. En su primero oyó grandes ovaciones y terminó de un estoconazo, recibiendo una oreja, con petición de otra y vuelta al ruedo, devolviendo prendas de vestir. Con su segundo Moya demostró que, además de artista, es un poderoso lidiador, ya que con doblones efectistas se adueñó de su nada fácil enemigo. Fue premiado con una gran ovación…

Por su parte, el psiquiatra Enrique Guarner, en su Historia del Toreo en México, relata así su recuerdo acerca de esa actuación de la siguiente manera:

El primero de la tarde fue castaño y bocinero. Pedro Moya lo recibió con preciosas verónicas y una media que levantaron al público de sus asientos. El quite por chicuelinas resultó lento y pausado. Brindó a los concurrentes y con la muleta realizó un inolvidable trasteo con magníficos pases en redondo. Iniciaba cada serie con un molinete, alegrando al toro, y la remataba con el perfecto obligado de pecho. Vino después la gran estocada y se le concedió la oreja y una vuelta al ruedo. Para mi manera de ver y luego de ver varias veces esta faena filmada, creo que merecía mayor premio o por lo menos comentarios más favorables a los que tuvo; sobre todo debido a su gran limpieza…

Se observa de ambos comentarios la descripción de un torero con clase, con poderío y con tendencia a torear limpiamente, pero no hay atisbos de lo que vendría después con él. Y es que quizás su escasa permanencia en México en esas fechas, por tener que viajar a Sudamérica a cumplir compromisos allá, le mantenía inconexo de los medios y del ambiente taurino nuestro, pero ya habría ocasión. Escribe Daniel Medina de la Serna:

Todos sabemos ahora que “El Niño de la Capea” ha sido el torero español de la Plaza México, pero esas primeras tardes, para que no lo pudiéramos avizorar, ni menos profetizar, tuvo unas actuaciones contrastantes, de las que además se ausentaba, casi al día siguiente, para ir a cumplir contratos en América del Sur. En la tarde de su confirmación le cortó la oreja al de la ceremonia, “Consentido”, tras una gran faena y un volapié impecable; con el otro poco pudo hacer...

Al domingo se le iría vivo Nene de Mimiahuápam y conoció la cara no amable de la afición de la capital. Esto le contó a Víctor José López El Vito:

Su opinión sobre Manolo Martínez la resume a una de las muchas tardes que torearon juntos en la México, y que los dos vieron regresar sus toros al corral tras escuchar los tres avisos en dos de sus turnos. Uno por cabeza. Fue una tarde muy bonita… Cuando acabó la corrida, al abandonar el ruedo como es tradicional él, Manolo Martínez, más antiguo que yo al salir me dijo: “Mira mano, sígueme” … Nos metimos en la enfermería hasta las diez de la noche, asegurándonos que no había nadie esperándonos. Salimos de la plaza en medio de la oscuridad en las calles que rodean la Monumental. La gente no estaba para bromas…

Pero el 20 de enero siguiente se reuniría con Alegrías de Reyes Huerta y aún después de recibir un aviso por ponerse pesado con la espada, se le obligó a dar dos vueltas al ruedo por la faena que le hizo. El torero de Salamanca asegura que ese día fue el que lo adoptó la afición de la Plaza México.

El resto de la corrida

Curro Rivera pareció acusar el cambio de apoderamiento y, se decía también, las tensas relaciones familiares que le resultaron por esa decisión profesional. La crónica aparecida en El Ruedo, de la agencia EFE, dice:

Rivera, en su primero, dibujó cuatro lances en los medios a pies juntos y sin moverse un milímetro, y con la franela logró varias tandas de derechazos y naturales, serenos y torerísimos. Fue ovacionado. Con su segundo. Rivera lo intentó todo; pero tuvo que abreviar en virtud de que el de Garfias agotó sus fuerzas. Nuevamente ovacionado…

Por su parte, años después, Daniel Medina de la Serna, agregaría:

Para Curro Rivera fue ésta una temporada complicada por las relaciones personales con su padre, con el cual terminó por romper cuando menos en el plan poderdante – apoderado. Esa primera tarde el doble padrino estuvo como desconcertado y un tanto ausente, apenas se vio bien en su primero y algo mejor en el cuarto, aunque sin mayores proezas...

Curro Leal pasó de puntitas en esta tarde de compromiso, aunque ya tendría oportunidad de volver a la gran plaza y escribir su nombre en la historia de ella.

Para terminar

El Niño de la Capea, como lo dice Medina de la Serna, es uno de los toreros españoles de la Plaza México. Sus obras con Corvas Dulces, Fandango, Manchadito, Samurái, Pedregoso, Bordador, Delicioso, Cantarito o Piropo tienen lugar privilegiado en la historia y la memoria de la Plaza México. Hoy en el cincuentenario de su confirmación de alternativa en ella, le recuerdo con admiración y respeto.


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