En México encabezó el escalafón, junto con Juan Silveti y Alfredo Leal el año 1963, toreando 33 festejos, de los cuales cuatro fueron en la Plaza México, abriendo la puerta del encierro en uno de ellos. Se presentó además en plazas como Guadalajara, Tijuana, Ciudad Juárez y San Luis Potosí. Se despidió de los ruedos el 8 de marzo de 1964 en Cali, su lugar de nacimiento, aunque dos años después volvería a los ruedos para torear esporádicamente en Colombia, hasta el año de 1975.
El fuerte de la actividad de Joselillo de Colombia dentro de la fiesta, desde un poco antes de esa primera despedida se desarrollaría en los despachos. Constituyó una entidad denominada Empresa Zúñiga que tuvo la ocasión de llevar plazas como la Santamaría de Bogotá o La Macarena en Medellín y organizar en ellas dos de las principales ferias del verano austral en Colombia, ocurriendo en una de ellas, los hechos que intentaré rememorar el día de hoy.
La feria decembrina en Bogotá el año 63
La Empresa Zúñiga se propuso, con tiempo, ofrecer a la afición de la capital colombiana un conjunto de combinaciones que atrajeran al público a la plaza. Así, desde un par de meses antes, dio a conocer la composición de esos carteles de acuerdo con una información aparecida en el semanario El Ruedo fechado el 17 octubre de 1963:
De Colombia llegan noticias de estar casi ultimados los carteles de las más importantes ferias. Por lo que se refiere a la plaza de la capital colombiana, su empresario "Joselillo de Colombia", ha dado las siguientes combinaciones de toreros, con ganado a designar:
1 de diciembre: Andrés Vázquez, “Vázquez II” y “El Cordobés”.
14 de diciembre: “Joselillo de Colombia”, Capetillo y “El Cordobés”.
15 de diciembre: “Joselillo de Colombia”, Capetillo, Andrés Vázquez, “Vázquez II” y “Miguelín”.
El día 22 de diciembre se lidiará una corrida extraordinaria. Los toros serán colombianos, con la excepción de una corrida salmantina de Alipio Pérez T. Sanchón…
Al anuncio de octubre se le añadirían los nombres de El Cordobés y Manolo Zúñiga en la corrida del 15 de diciembre, para completar a siete espadas en el mismo y dentro del capítulo de vicisitudes, en el número de El Ruedo salido a los puestos el 5 de diciembre, se relataba que había dificultades para autorizar la importación de los toros españoles para esas corridas decembrinas, pero que se esperaba que se resolvieran para las de la tradicional feria de febrero. La cuestión era que los toros ya estaban en Colombia, en la zona de resguardo aduanal, sin posibilidad de poder reponerse adecuadamente y aclimatarse en la medida de lo posible.
Por otra parte, en una excelente medición del buen ambiente que había en torno a las cuestiones taurinas en Bogotá, Joselillo de Colombia ofreció a la afición una corrida extraordinaria el día 8 de diciembre, con un cartel formado por Andrés Vázquez, Miguel Mateo Miguelín y Manolo Zúñiga, quienes lidiaron triunfalmente un encierro nacional de Vistahermosa de don Francisco García. De esa manera no se rompió la continuidad del serial y se mantuvo el interés por los dos festejos que cerrarían ese ciclo a la siguiente semana.
La presentación de Manuel Capetillo en Bogotá
Resulta de cierto interés el advertir que a quien don Alfonso de Icaza Ojo llamara El Mejor Muletero del Mundo, apenas se presentara en la capital de Colombia hasta 15 años después de haber recibido la alternativa. Sus compañeros de promoción habían actuado en plazas de la América del Sur ya mucho tiempo antes, y de ellos, era quizás el único pendiente de dejarse ver por aquellos pagos.
El cartel en el que actuaría por primera vez en la plaza Santamaría tenía visos de redondez, porque lo completaban quien en ese momento era la primera figura de la nación colombiana, Joselillo de Colombia y el torero más discutido e interesante del llamado planeta de los toros en ese momento: Manuel Benítez El Cordobés, enfrentándose la terna a un encierro de toros formado por reses de la ganadería española de Alipio Pérez Tabernero Sanchón y de la nacional de Clara Sierra.
La actuación de Capetillo se saldó, en esta presentación, con un saldo que podríamos calificar de regular. En la crónica del doctor Manuel Piquero Picas, aparecida en el diario El Tiempo de Bogotá al día siguiente de la corrida, se resume en lo siguiente:
Debutaba hoy en nuestra plaza Manuel Capetillo, el torero de México de mayor cartel. Se anuncia como “el mejor muletero del mundo”, pero esto debe ser algo que está dentro de la cursilísima campaña de “haga usted sonreír a un niño”. Pero quitando este “eslogan”, lo vimos ayer como un excelente torero con el trapo rojo, mandón y dominador. La faena en su segundo la realizó a los acordes de la música y a base de pases con la derecha larguísimos, mandando una enormidad y pases con la zurda verdaderamente buenos. El torillo se le cayó varias veces, por desgracia, pero Capetillo supo dejar la mejor impresión en este enemigo. Poco pudo hacer en el otro, áspero y bronco, despachado de una atravesada y otra mejor puesta. Las opiniones se dividieron...
Por su parte, Germán Castro Caycedo, corresponsal del semanario El Ruedo, en el número fechado el 26 de diciembre de 1963, resume así la actuación de Manuel Capetillo:
El de Méjico abre con un toro manso, de Alipio Pérez Sanchón, que recibe los palos negros y se torna difícil por ambos lados. En faena descompuesta, sin sitio ni coordinación, hace que sean los pitos quienes abran plaza. Dos estocadas acaban con la pesadilla que será olvidada en el cuarto toro, bueno, tanto en varas como para los de a pie. Los largos muletazos por bajo, sin cuidar al animal, que rapta buena parte de la lidia, encuentran eco en los tendidos y a juzgar por el movimiento de su cuerpo nadie dudará que hay un torero mejicano en el ruedo que liga y templa y hace aplaudir y mata sin puntilla y da vuelta al ruedo...
Como podemos deducir, al doctor Piquero no le pareció el remoquete que le concedió al torero de Guadalajara don Alfonso de Icaza, pues lo califica de cursi, y de lo escrito en las dos relaciones, se advierte, en la brevísima descripción que se hace de la faena al cuarto de la corrida, la esencia de su hacer con la muleta, es decir, la inusitada extensión que daba a los muletazos con ambas manos. El problema es que cuando el toro se cae, la fiesta lo hace junto con él y poco es lo que se puede lucir así. Ya tendría una nueva oportunidad Capetillo al día siguiente.
La actuación de El Cordobés
El Cordobés tuvo una tarde de contrastes. En su primero entusiasmó a la concurrencia, pero en el que cerró plaza, la concurrencia le tomó a mal que no aceptara poner banderillas y se le puso a la contra. Sigue contando el cronista:
...el público resolvió derribar al ídolo y se engañó con él, quizás con el pretexto de que no había querido banderillear. Parece que esta suerte la practicaba de novillero y para las películas en que toma parte. Pero ya de matador no toma los palos, como tampoco lo hicieron muchas otras figuras del toreo (Manolete, Belmonte, Domingo Ortega). Pero es sin duda injusto basar tan fuerte protesta por esa falla de “El Cordobés”. El muchacho se desconcertó ante la bronca y después de intentar una faena que tuvo varios pases de gran aguante, abrevió y de media despachó al último de don Alipio, que tenía casta y alegría. La bronca arreció y el público por fin respiró tranquilo...
Al parecer, los parroquianos confundieron al Manuel Benítez torero, con el Manuel Benítez actor que conocieron antes en las películas Chantaje a un torero y Aprendiendo a morir, que se proyectaron en varias salas de Bogotá como avance a la presentación del torero el primero de diciembre. Y en el pecado, El Cordobés llevó la penitencia.
Joselillo de Colombia la gran faena, pero sin espada
La faena de la tarde la realizó José Zúñiga al segundo de la tarde. Pudo llevarse la oreja del toro, pero anduvo fatal con la espada toda la corrida y dejó ir la oportunidad de alzarse como el triunfador numérico del festejo. Narró Picas en su crónica:
Joselillo es un caso de valor y casta ante el cual tienen que rendirse sus más enconados enemigos; muchos años de matador de toros y cada día con más decisión, más deseos de triunfar y más conciencia en todo lo que ejecuta. Su tarde de ayer lo acredita como un auténtico “caso2 dentro de la fiesta en Sudamérica... Su primer toro fue muy bueno y dócil; pero el caleño supo torearlo con tanto arte, mando y maestría que levantó la más fuerte ovación durante toda la faena de muleta. Ligó los pases más bellos con la izquierda, los derechazos más centrados y toreros que le hayamos visto y al grito de ¡torero! ¡torero! prosiguió lidiando, cada vez con más justeza y con mayor arte. Falló con la espada, pero muchos pañuelos pidieron la oreja. Que bien la merecía por esa faena que tuvo aún más mérito para los buenos aficionados que aquella inolvidable del mes de septiembre...
Durante la suerte de varas de su segundo, Joselillo sufrió una herida en el cuero cabelludo de unos 6 centímetros de extensión, que le provocó abundante sangrado, que no le impidió continuar la lidia, pero que ameritó su ingreso en la enfermería al terminar la lidia del quinto toro de la tarde.
Presencia presidencial en la plaza
Eran otros días, la fiesta de los toros no llevaba en sambenito de la incorrección política y cualquier personaje público podía asistir a la plaza sin temor a ser señalado y vilipendiado por ello. Ese fue el caso del entonces Presidente de la República, doctor Guillermo León Valencia, quien, sin complejos ni temores, asistió ese sábado a los toros:
A las cuatro menos diez apareció en el palco presidencial, acompañado de varios ministros, nuestro presidente, doctor Valencia. Hubo cariñosa y general ovación. Hacía mucho que un mandatario colombiano no asistía a la plaza de toros. Siguió la corrida con interés de buen taurófilo y lo vimos pedir la oreja para “El Cordobés”. ¡Cómo se siente uno bien con un presidente sencillo, cordial, sin “pos” de genio y tan compenetrado con su pueblo! …
Así, leemos, el Presidente asistió a los toros, la atendió con interés y externó su parecer conforme iba avanzando la lidia. Así debiera ser siempre.


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