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domingo, 10 de marzo de 2024

10 de marzo de 1974: triunfal despedida de Luis Procuna en la Plaza México

Luis Procuna
15 de febrero 1953
Desde 1964 las cosas estaban enrarecidas en el sindicato de los matadores. Fermín Rivera estaba a punto de concluir su gestión al frente del mismo y se formaron dos grupos que pretendían sucederlo, uno encabezado por Jorge El Ranchero Aguilar y el otro, que era liderado por Luis Procuna. El 1º de enero de 1965 se verificó una asamblea de la Unión de Matadores y en un ambiente muy revuelto salió electo como Secretario General El Ranchero Aguilar.

La asamblea se impugnó y unas semanas después se volvió a celebrar, repitiéndose el triunfo en las urnas del torero de Tlaxcala. Luis Procuna y sus seguidores quedaron desde entonces en entredicho y, al final los toreros se dividieron en dos asociaciones sindicales, una nueva, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, encabezada por El Ranchero Aguilar y lo que sobrevivió de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, con jurisdicción solamente en la Ciudad de México, encabezada por Luis Procuna, en la que se alinearon toreros como Jesús Córdoba, Víctor Huerta, Guillermo Sandoval o Fernando de la Peña, y casi todos ellos, a partir de ese momento vieron languidecer sus carreras.

Luis Procuna no resintió de pronto la reticencia de las empresas de los Estados que no tenían vínculos con DEMSA, que tenía el control de la Plaza México y de otras varias de importancia en la República, pero a partir del año 1966, el número de sus actuaciones decreció, hasta llegar al paro total en 1968 y hasta 1970. Dirían los cronistas de la política de hoy: Procuna fue cancelado.

Una pausa inesperada

Casi de repente, el último torero activo de la Edad de Oro del toreo en México se vio detenido en su andar por los ruedos. Y tuvo que buscarse la vida en otros menesteres. Tuvo, como le contó a Javier Santos Llorente, que encontrar trabajo:

Me mandaron a trabajar, cosa que nunca había sabido hacer. Un amigo me llevó a la compañía del ron “Castillo”, aprendí, y allí me quedé diez años que pasé como cualquier empleado hasta llegar a gerente de marca... En todo ese tiempo no frecuenté ni toreros, ni ganaderos. Me olvidé completamente de los toros y de todo aquello que fuera en función de lo taurino... (Javier Santos Llorente, Luis Procuna. Retrato surrealista de un torero. Pág. 61)

La medición del tiempo que hace Procuna es un poco exagerada, porque en realidad volvió a empezar a torear otra vez en 1972, cuando le dio la alternativa en Ciudad Juárez a su hijo Luis y al año siguiente junto con él, en plazas de menor entidad, casi siempre acompañando a su vástago, sumó catorce tardes. Más bien, de lo que se trataba, era de ir dándole cuerpo a la idea que ya tenía El Berrendito, de irse de los ruedos por la puerta grande, como figura del toreo que era.

Los prolegómenos de una despedida

Aunque ya habían pasado algunos años de las disputas sindicales que causaron el ostracismo de Luis Procuna y de varios toreros más, la empresa de la capital – DEMSA – parecía no haber olvidado los agravios, presuntos o ciertos, que la actividad sindical del torero les haya causado. Entonces, cuando éste se acercó para plantear la posibilidad de torear una corrida de despedida en la Plaza México, don Javier Garfias, representante de la empresa en ese coso, dijo el torero al citado Javier Santos Llorente, no estuvo por la labor de hablar con él:

Ya se había anunciado que me despediría, pero el contrato no era legal... Entonces le dije a Carlos González: “Te voy a agradecer que le digas a Javier Garfias que quiero hablar con él”, a lo que contestó: “A Javier Garfias ni en helicóptero lo haces salir de donde está”. Era viernes. “Bueno, pasado mañana es la supuesta despedida y Luis Procuna no va a torear si no se le paga algo decoroso... (Santos Llorente, op. cit., Págs. 62 – 63)

Como se puede ver, el camino a la tarde redonda que tuvo Luis Procuna en la Plaza México hace medio siglo, fue pedregoso y lleno de baches. Pero las vías que llevan al triunfo, por lo regular, no son pavimentadas.

La tarde del 10 de marzo de 1974

El cartel de la última tarde se anunció con un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Luis Procuna, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. La corrida, para la afición del resto de la República, tenía el incentivo de que sería transmitida en abierto por el canal 2 de televisión y narrada por José Alameda.

Vi esa corrida por televisión y si mi memoria no me traiciona, la plaza se llenó hasta el tope y el ambiente que reflejaba, aunque en las crónicas se le llegó a calificar hasta de sensiblero, sí estaba cargado de un gran sentimiento de admiración y de respeto, reitero, a la única figura que quedaba en activo, de la mejor etapa que haya tenido la fiesta en México en toda su historia y que en esa señalada tarde, pondría punto final a su andar por los ruedos.

La guinda de ese ambiente sentimental y festivo lo pondría Luis Procuna al enfrentar al cuarto de la tarde, Caporal, número 160 y con 448 kilos de peso, al que le cortaría el rabo. Escribió Carlos León desde su tribuna del Novedades capitalino a ese propósito:

Pocas despedidas habrán tenido un mejor marco de cariño, de entusiasmo y de entrega populares para quien fue uno de sus favoritos. Pero Luis no se limitó a dejarse querer aprovechando el sentimentalismo que propiciaba su adiós, sino que salió cual si tuviera el hambre novilleril de sus inicios, a demostrar que “aquí ‘nomás’ mis chicharrones truenan”... Y le sonrió la fortuna en el sorteo, confirmando que “al que nació pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”. Si bueno fue “Brillantito” el penúltimo de su carrera, excepcional fue “Caporal”, con el que epilogó su luminosa trayectoria. El toro soñado para irse “a lo grande”, cuajando uno de sus personalísimos trasteos, con esa infinita variedad de suertes que dan alegre tono a las faenas sacándolas de la monotonía y del aburrimiento de quienes nunca salen de lo mismo. Los aficionados nuevos, que no habían alcanzado la época de oro de Procuna, apenas salían de su asombro. No era la “batea de mondongo” con la que se conformaban otras tardes, creyendo que ese era el único “rancho” pues se daban cuentan gratamente sorprendidos, de que existen otras “delicatessen” en la infinita gama de la lidia. Los que ya estaban ahítos de tunas potosinas y charamuscas norteñas, descubrían de pronto que había otras golosinas. Demasiado tarde, por desgracia, pues el confitero capaz de endulzar la lidia agria, se estaba despidiendo para siempre... Muy justas las orejas y el rabo concedidos a Luis, que, hasta el último aliento de su vida torera y bañado en lágrimas, despedido por una ovación interminable después de que "El Soldado" le mutiló la coleta, se fue de los ruedos heroicamente, escribiendo una página memorable, una tarde de torero de los pies a la montera...

Sin apartarse de la mordacidad en sus comentarios, sobre todo al referirse a las figuras del momento, Carlos León describe con precisión la esencia de la faena final de Luis Procuna, la fidelidad a un estilo y a una tauromaquia personalísima que le convirtió en un diestro que fue admirado y reconocido por aficionados y por toreros, sobre todo por estos últimos, que reconocían la dificultad de mantener, ante todo, un estilo personalísimo y original.

Por su parte, en el diario deportivo Esto, Francisco Lazo, cronista titular de esa publicación, relata lo siguiente:

Y Luis hizo su toreo. Allí en el centro del anillo. Ayudados, cortos de extensión, pero a ritmo lento, ligeramente doblada la cintura, firmes las plantas., quebrando el cuello y encajaba la barbilla en el pecho. Y ahora al natural y las “sanjuaneras” y los afarolados y las manoletinas, más quieto que un poste. ¡Ese toreo por alto de Luis! Emocionado y entregado, como entregado estaba el toro y emocionado el público, Luis siguió adelante. En un arrebato, le cogió los pitones al toro y le hizo seguir el viaje de la muleta. Bonita faena, de principio a fin. Pinchó... ¡Y no quería trofeos “simbólicos”! Fue allá a “borrar” el pinchazo con dos afarolados y un desplante... Otra punzadura y más ayudados tratando de limpiar el manchón de la falla con la espada. Ahora sí, dejó tres cuartos que hicieron doblar. Petición unánime. Orejas y rabo. Y vino lo demás, los abrazos, las vueltas, “Las Golondrinas” con su acento melancólico, y sacó al ganadero, que se llevó gran ovación...

Por descriptiva, la crónica de Lazo resulta complementaria de la anterior, porque hace, quizás a vuelapluma, un recuento de las suertes, en esas fechas – y hoy también – casi en desuso que Luis Procuna realizó al toro de su adiós y que para muchos que quizás lo vimos esa única vez, solamente las conocíamos de nombre o en las descripciones literarias. En lo que hay coincidencia en ambas, es en el hecho de que el rabo que se le concedió al torero que se iba, no fue cuestionado y desde mi punto de vista, uno de los mejor concedidos en la historia de esa plaza.

El resto de la corrida

Jesús Solórzano le cortó una oreja al segundo de la tarde, Billetero. Pero antes, invitó a Luis Procuna a poner banderillas cuando decidió cubrir el segundo tercio. La cuadrilla de Jesús se esforzó por poner al toro en el que El Berrendito consideraba adecuado y allí se invirtió una buena cantidad de capotazos. Al final, Procuna pudo lucirse en un buen par al cuarteo y Solórzano en otro al sesgo por los adentros, porque Billetero, aunque fue bravo y con clase, empezó a acusar falta de fuerza y se movía mejor hacia los terrenos de tablas. Tras de culminar su actuación, recuerdo que Jesús declaró ante los micrófonos de la televisión que transmitía a nivel nacional que no se arrepentía de no haber cuidado al toro, que de lo que se trataba era que el Maestro se despidiera en un ambiente de triunfo y que lo hecho, bien invertido estaba.

Por su parte, Eloy Cavazos se encontró con los dos toros del ingeniero Mariano Ramírez que no caminaron. Tanto así, que, en un gesto casi inusitado, regaló un séptimo de Javier Garfias, que para mayor contrariedad, tampoco se prestó a su lucimiento. Así que en esta señalada tarde, terminó pasando de puntitas.

Lo que después vino

El ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido el día 9 de abril de 1974, daba a conocer que el día 5 anterior se habían dado a conocer los resultados del jurado que elegía a los ganadores de los Trofeos Domecq a lo más destacado de la temporada de la capital mexicana. En el caso, tres protagonistas de esta memorable tarde fueron objeto de mención en esa premiación: el ingeniero Mariano Ramírez, quien se llevó el trofeo al Mejor Encierro; el toro Billetero, tercero de esa corrida y primero del lote de Jesús Solórzano, que al empatar a cinco votos con Abarrotero de José Julián Llaguno, motivó que el correspondiente al Mejor Toro se declarara desierto y que a Luis Procuna se le otorgó, por decisión unánime de ese jurado un Trofeo Especial en reconocimiento a su brillante trayectoria y triunfal despedida.

Así se dieron las cosas un domingo como hoy de hace cincuenta años. Se despidió de los ruedos un singularísimo torero que fue el exacto reflejo de las luces, las sombras y, sobre todo, de los claroscuros que hay en esta fiesta, cosa que muy pocos en la historia del toreo han podido alcanzar.

domingo, 8 de octubre de 2023

Alfredo Leal, a 20 años del adiós de un príncipe

Alfredo Leal
La temporada novilleril del 48 fue generosa al proporcionar toreros que caminaron más o menos largo en las veredas del arte del toreo. Varios de ellos se habían presentado en alguno de los dos calendarios anteriores, pero fue en ese año cuando consolidaron su posición y dejaron sentado que podían “ser gente” en el planeta de los toros. Así, toreros como Héctor Saucedo, Nacho Treviño, Jorge El Ranchero Aguilar, Alfonso Pedroza La Gripa, Curro Ortega, Fernando López El Torero de Canela, Tacho Campos, Rubén Rojas El Jarocho o Paco Ortiz fueron quienes, independientemente de Los Tres Mosqueteros, que llevaron el estandarte de esa generación, demostraron con el tiempo que lo que apuntaron era verdadero.

Dentro de ese grupo estaba un joven de la capital mexicana, Alfredo Leal, quien impresionó a la afición de la capital por la apostura con la que llevaba el terno de luces, como por la clase y la naturalidad con la que se desenvolvía delante de los toros. En el mes de septiembre de ese año, cuando se presentó en el viejo coso de El Progreso de Guadalajara, cautivó también a la afición tapatía y le produjo a don Francisco Madrazo Solórzano la siguiente impresión:

Tres presentaciones, y de los tres novilleros en esta plaza, sólo sobrevivió – y con creces – en el mundo de los toros, Alfredo Leal Kuri, que sería andando el tiempo, un diestro de fino hacer y limpio trazo, que lo convirtieron en un torero de primerísima fila en nuestra fiesta... Aquella tarde se quedó solo con la novillada de Santín, pues resultaron heridos sus compañeros... y la gente comenzó a hablar de Leal, un torero de cristal...

Como podemos ver, pronto quedó claro que Alfredo Leal llevaba bien unidos el ser y el parecer del torero. No era únicamente una figura que vestía bien y representaba adecuadamente lo que debería ser un diestro, sino que delante de los toros, lo confirmaba.

El hacer del Príncipe del Toreo ante los toros

Se atribuye a Curro Romero la afirmación de que el toreo es natural cuando las cosas se hacen a lo que da el brazo y la muñeca… Cuando las cosas se hacen sin estar forzado… Pues vamos, así toreaba Alfredo Leal. A pesar de medir un metro ochenta y seis de estatura – confesión hecha al entrevistador de El Ruedo días antes de su alternativa – no abusaba de sus extraordinarias dimensiones corporales para dar, en apariencia, mayor extensión a las suertes, sino que, manteniendo una majestuosa verticalidad y aplicando las reglas del Faraón de Camas, únicamente ponía en juego el vuelo natural de sus brazos y el giro de sus muñecas. 

Esas premisas teóricas las llevaba a la práctica. Así describió una actuación suya Francisco Lazo en abril de 1972:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquel coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que, de tan continuas, parecían una sola...

Esa verticalidad y esa natural verdad con la que se conducía en los ruedos, le convirtió en un torero que, si bien no se puede afirmar con rotundidad que ocupó la cima de la torería de su tiempo, sí estuvo presente en las principales plazas y en los mejores carteles, lo que no deja lugar a dudas de que ha sido una figura del toreo.

Ese hacer ante los toros hacía de Alfredo Leal un torero que levantaba interés en cualquiera de las plazas en las que se presentaba y evidente resulta que en las que los toreros artistas son preferidos, el interés que despertaba era aún mayor. En el año de 1968 fue un activo impulsor de la reanudación de las relaciones taurinas hispano – mexicanas y le correspondió torear la Corrida de la Concordia en Sevilla. Para esas calendas, en muchos medios había una nueva generación de escritores. Es el caso de El Ruedo, donde un joven Jesús Sotos comentó acerca de su reaparición allí en la feria abrileña del siguiente calendario:

¡Qué gran planta la de Alfredo Leal! Tenía ganas de encontrarlo en un coso, y Canorea nos ha dado la oportunidad de saborear su talento. Bien por el mejicano que abrió la última temporada el camino – y la buena esperanza – al finiquitado “tiquis – miquis” taurino hispano mejicano. Muy bien Leal. Y eso que no le salieron los toros que él necesita para brillar a gran escala, a esa que su arte merece… Sabe estar…

El Príncipe del Toreo no fue uno de esos diestros que se quedan anclados en el tiempo de su surgimiento. Su personalidad y su forma de ser y de estar delante de los toros les hacen atractivos aún a quienes llegamos al conocimiento de la fiesta muchos años después. Ese conjunto de cualidades, reitera sin espacio para la duda, de que fue y será siempre una figura de los ruedos.

Alfredo Leal y los demás artistas

Cuando hablamos de naturalidad en el toreo a veces simplificamos diciendo el toreo de siempre o más poéticamente el toreo eterno. Lo hacemos para referirnos a ese toreo que parece sencillo, puro, adaptado anatómicamente a las proporciones corporales del que lo practica y que por supuesto, nos mueve las fibras espirituales, haciéndonos botar en nuestros asientos – Armillita dixit – llenos de alegría y de emoción.

Pero a veces, por buscar extensión a las suertes del toreo, se sacrifica la naturalidad, se busca ir más allá de lo que la extensión corporal da y se cae en una dudosa corriente artística que, si bien va acompañada de la personalidad propia del ejecutante y de la emoción que es propia del momento en el que se ejecuta, resulta antiestética, por precisamente, su carencia de naturalidad.

Casi podría afirmar que esa corriente es una especie de manierismo taurino, en el que por intentar forzar lo que constituye la armonía y la belleza del hacer ante los toros, se incurre en una serie de aberraciones y absurdos que terminan por destruir la esencia de su ejecución, porque la naturalidad, con el personalísimo aporte de quien lleva a cabo la faena, es la esencia de cualquier tauromaquia.

La naturalidad en el toreo no se aprende, es innata. Otras formas de expresión son generalmente resultado de la imitación – lógica o extralógica – de algún o algunos toreros vistos en los ruedos o en los videos. Encontrar la manera propia de ejecutar con naturalidad el toreo, debe ser quizás la tarea más complicada para el torero que inicia, porque en alguna manera, implica el encontrarse a sí mismo. Algunos nacen con la habilidad innata, otros tienen que trabajar para descubrirla, pero una vez hallada, su camino por las veredas del arte queda más o menos resuelto.

Para rematar

Alfredo Leal partió de este mundo hace 20 años el día 2 de octubre. Ha sido quizás, de los novilleros de su promoción, el que tuvo la carrera más longeva, porque todavía a mediados de los años ochenta siguió vistiendo el terno de luces. Nos ha dejado un interesante legado tanto en los ruedos como fuera de ellos, pues una vez que dejó de vestir el terno de luces se dedicó un par de años a dirigir los destinos de la Asociación de Matadores de Toros y Novillos y en su gestión se concluyeron las obras del auditorio Silverio Pérez que es una parte importante del patrimonio material de esa asociación sindical.

Mucho hay todavía que contar acerca de Alfredo Leal dentro y fuera de los ruedos, pero hoy, en la cercanía su aniversario luctuoso, dejo aquí estos recuerdos y estas reflexiones.

viernes, 28 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (IX)

Tras la tormenta, la calma del triunfo

El domingo 23 de abril de 1972, en la quinta corrida de la feria, el encierro de Torrecilla fue el centro de atención de un festejo que se calentó desde el desencajonamiento de los toros, por su escaso respeto. Francisco Lazo, en ese año cronista del diario deportivo Esto de la Ciudad de México y cubriendo la feria también para El Sol del Centro, escribió la víspera en su columna diaria:

Fue desencajonado el encierro de Torrecilla... Viene un toro que es medio hermano de “Payaso”, astado de Torrecilla que indultó "Currito" Rivera en la Plaza México... El señor Llaguno, al que todos llaman con afecto “El Mudito”, habla más de lo que muchos creen. Ahora que se fija bien en lo que dice... Así pues, no adelanta ningún, digamos, pronóstico, ni da datos de sus toros... Están en 420 de promedio y uno pesó 478 kilos...

Discreto fue Pancho Lazo al no adelantar la que le esperaba a los que asistirían a esa encerrona de Curro Rivera, porque en la crónica de la misma, al día siguiente, relata entre otras cosas:

Los tres primeros toros no lo parecían. tenían cara de “chotos”. Los otros tres tenían mal aspecto. Los primeros presentaron mejores condiciones de lidia y el diestro los aprovechó toreramente, sólo que, por la falta de presencia de esos astados, la gente no se lo tomó en cuenta…

Ese era pues, el antecedente inmediato de la presencia de los toros de Torrecilla en la Plaza de Toros San Marcos. Las cosas estaban dadas para que la histórica ganadería pudiera reivindicarse.

La tormenta en el horizonte

El festejo del 28 de abril de 1973 era el estelar de la Feria. En él se reunían por primera vez en la Plaza de San Marcos, en un mismo cartel los nombres de Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera

Al mediodía de ese sábado, hora del sorteo las cosas no iban bien. De nueva cuenta, el encierro que llegó a los corrales de la plaza carecía del mínimo respeto y de las condiciones para ser lidiado en una corrida de toros, por lo que desde unos días antes se estuvieron trayendo y llevando reses para intentar mejorar lo presentado por el ganadero José Antonio Llaguno Ibargüengoitia. Al final, el Juez de Plaza, don Jesús Gómez Medina indicó que suspendería el festejo por la impropiedad del ganado y por alguna razón urdida en los entretelones de la fiesta y de la administración pública, la corrida terminó celebrándose, a condición de que el ganadero sería multado y la sanción comunicada a la afición antes de iniciar la corrida.

La sanción se comunicó y hubo reacción en el patio de cuadrillas. Así lo contó Jaime Martínez Fonseca, el El Heraldo de Aguascalientes:

Escandaloso incidente hubo ayer en el Coso San Marcos, cuando el Juez de Plaza, Jesús Gómez Medina anunció una multa de cinco mil pesos para la ganadería de Torrecilla porque el encierro enviado para la corrida no reunía el trapío y peso reglamentario... El anuncio fue dado a conocer antes de que se diera la orden para el paseíllo. El inicio del festejo quedó suspendido por casi media hora debido a que los matadores Manolo Martínez, Curro Rivera y Eloy Cavazos se negaban a salir al ruedo, al parecer en protesta contra el mismo Juez y la Empresa...

Más adelante, en una información diversa, se explicará algo más a detalle ese retraso en el inicio de la corrida y lo que se pretendía con él.

Don Jesús Gómez Medina, en su tribuna de El Sol del Centro, refleja en su recuento el tenso ambiente previo y el vivido en la corrida. De su relación cito lo que sigue:

“Apología “pro domo sua”. Pues, a partir de 1948, desde que, en forma casi ininterrumpida, he venido haciendo las crónicas de toros en este periódico, desafío a toreros, a ganaderos y empresarios a que demuestren que, en alguna ocasión, o en cualquier fecha o lugar, quien esto escribe haya demandado de alguno de ellos alguna dádiva, alguna retribución, algún servicio a cambio de un elogio, de un panegírico, del comentario más simple... Y esto, que en el planeta de los toros pudiera sonar como insólito, no lo comprenden quienes viven por y para los toreros; quienes han hecho un oficio de alterar la verdad en provecho de no importa qué intereses... si me equivoqué al sancionar un encierro que no reunía el trapío y el peso requeridos para una corrida de toros – de lo que no tan sólo yo, sino cuatro mil y más espectadores fueron testigos – acepto plenamente mi responsabilidad y la culpa consiguiente... Y si el procurar la defensa de los intereses de los aficionados es razón y motivo para que se me destituya, ¡enhorabuena! Ya en líneas anteriores lo dije explícitamente: no estoy casado con el puesto; lo acepté con todos sus inconvenientes, en atención al amigo, más estoy dispuesto a dejarlo si ello es necesario... Tan sólo una cosa pediría antes de esto: hacer exigible, a despecho del Reglamento, la instalación de una báscula en el Coso San Marcos, para que no continúen dándonos coba con los pesos de los bureles...

Duras las palabras de don Jesús Gómez Medina, pero contundentes también sus razonamientos. Tuve el honor de conocerle y de constatar su rectitud, así que el hecho de que se haya intentado siquiera deslizar la idea de que su actuación era motivada por algún motivo inconfesable – en el caso, por algún cohecho – solamente quedó en la retorcida mente de aquellos que lo concibieron. Don Jesús fue siempre un hombre de una sola pieza y como lo dejó escrito, aceptó la presidencia de los festejos por afición y por corresponder a la amistad que le unía al alcalde en turno, nada más por eso. Y al final, se quedó solo, porque ni su amigo el alcalde le apoyó en sus determinaciones.

El remanso del triunfo

Sigue escribiendo don Jesús:

Luego del terremoto ocasionado por la imposición de la multa a la ganadería de Torrecillas, y tras más conciliábulos y discusiones que ocasionaron los tratados de Versalles o de Postdam, finalmente tuvieron a bien hacer el paseo Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera… Y vea usted lo que son las cosas: Manolo, acostumbrado de antiguo a lidiar reses sin respeto, consideró que el primero no tenía el suficiente para su jerarquía, por lo que fue cambiado por el primer reserva, un toro con más libras al que, con la muleta, toreó bien; en ocasiones, extraordinariamente bien, – ¡Oh; aquel pase natural ligado al de pecho, de pura cepa belmontina! – a despecho de la mansedumbre del burel; y al que liquidó en excelente forma, valedero todo ello para una oreja que el “rey” Manolo devolvió olímpicamente, antes de dar la vuelta al ruedo… Y yo, que dos días antes apenas había proclamado entusiasta y desinteresadamente en estas columnas las gestas de sus faenas a los dos bureles de Suárez del Real, no pude menos que recordar la frase aquella de Talleyrand, en relación con Bonaparte: ¡Qué lástima que un torero tan grande sea tan mal educado! … Eloy Cavazos, a su vez, que se encontró de primeras con un enemigo manso, sin casta ni fuerza, con el quinto, en cambio, llevó a cabo un trasteo espectacular a los acordes de la música vernácula; arrimándose y haciéndose aplaudir con fuerza, para concluir con un espadazo del que salió rebotado. Ovación, oreja y vuelta… Curro… con el sexto, “Serenito”, bravo y alegre – el único bravo del encierro – Curro triunfó cabalmente, rotundamente. Buenos lances con el percal; y en el último tercio, un trasteo pleno de torerismo, de temple, de quietud y de mando; imprimiendo a los muletazos dimensión y hondura, sacudiendo vivamente la sensibilidad colectiva, pues el público terminó entregado a su arte y a la plasticidad de su bien torear, en el que se aúnan con admirable síntesis el clasicismo con lo moderno. Media estocada en todo lo alto; las orejas y el rabo y doble vuelta al ruedo, en pleno triunfo...

Lo que nos transmite don Jesús es, creo, claro, conciso y suficiente para expresar los sucesos ocurridos en esa fecha. 

Otra visión del escándalo

Me parece que no tiene desperdicio lo publicado al margen de la crónica por el periodista Agustín Morales Padilla, en el mismo diario y de lo que extraigo lo que sigue:

Un fraude más… La multa que la autoridad aplicó al propietario de “Torrecilla” fue benigna. Lo correcto hubiera sido impedir que los novillitos fueran lidiados, ya que no tenían la edad, ni el peso, ni el trapío reglamentario. Ahora bien, pudo haber sucedido que era el único encierro disponible y ante los riesgos que habría supuesto la cancelación de la corrida, se decidió darla... ¿Podría establecerse el origen de todo ese estado de cosas que privó en el coliseo taurino? Desde luego que sí. Dicho sin mayor preámbulo, habría que señalar en primer término, la compra, por la empresa de un encierro de mini toros para la corrida estelar de la Feria... Los diestros, particularmente Manolo y Eloy, tampoco son ajenos, pues se sabe que este último, sobre todo, pugnó por el cambio de toros y logró sustituir Valparaíso por Torrecilla... Tan existe culpabilidad de ellos, que, una vez anunciada por el sonido local la multa aplicada al ganadero, ambos se solidarizaron – y cómo no iban a hacerlo – con Antonio Llaguno y se negaban a hacer el paseíllo, desoyendo y burlándose de la reiterada orden para el despeje...

La multa anunciada por la megafonía fue de cinco mil pesos – en esos días equivalentes a unos cuatrocientos dólares – y la corrida, celebrada al fin, pasó a formar parte de la historia de nuestra Feria.

Aviso parroquial primero: Hace diez años publiqué una primera versión de estos mismos hechos, misma que pueden consultar en esta ubicación.

Aviso parroquial segundo: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

lunes, 24 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VI)


Sin toro no hay fiesta posible (segunda parte)

La información previa a la crónica del festejo no se centra en promocionar la corrida del 24 de abril. El Sol del Centro reproduce la columna de Francisco Lazo que en la fecha también apareció en el diario deportivo Esto de la capital mexicana, misma en la que el tema medular es la visita que hizo a Chichimeco, la finca del maestro Armillita, misma en la que anunció que se iría a España para llevar allá a su hijo Fermín a hacer algo de campo, en vía de preparación para iniciar su carrera como novillero:

...el maestro de Saltillo nos dijo que será el domingo próximo cuando se marche a España para ver unas corridas de la feria de Sevilla, luego las de Madrid. “Las de aquí no me las voy a perder – manifestó –. Hay carteles buenos de veras...”. ¿Y cuándo suelta usted a Fermincito?, le preguntamos. Y el maestro respondió: “Ahora me lo llevo a España. Allá toreará en algunas ganaderías. Y si les puede a aquellos cómo a los de acá; este mismo año se vestirá de luces...”. Ya hemos dicho que Fermincito ha mostrado cualidades excepcionales y parece ser que en él hay una figura grande del toreo. Esperamos vivir para comprobarlo...

Fermín Espinosa hijo se presentaría como novillero en León, Guanajuato el 30 de diciembre de ese 1973 y haría una breve campaña española entre julio y septiembre de ese año, actuando en plazas de importancia como Bilbao y Valencia en España o Dax, en Francia.

El deshonor de la palabra de los toros

Ese 24 de abril de 1973, se anunció un encierro de don Jesús Cabrera para Eloy Cavazos, Antonio Lomelín y Curro Rivera, en la presentación de este último en la feria. De nueva cuenta los toros titulares volvieron a dejar que desear. Relata don Jesús Gómez Medina:

Como el gran clásico español del siglo XVI, para reseñar lo que fue anoche, la lidia de los seis primeros astados, bastaría con repetir la tan conocida frase: “Decíamos ayer...”.

Pues al igual que la víspera, habíamos asistido al desfile de un sexteto de bureles desprovistos de acometividad, tan sosos, tan reacios a embestir, tan mansos, en suma, que podrían constituir, a la verdad, la antítesis, la negación del verdadero toro de lidia…

El reenvío que hace don Jesús a su crónica del festejo de la víspera es en obvio de repeticiones. El año anterior, los toros que enviaron respectivamente don Valentín Rivero y don Jesús Cabrera fueron la materia que permitió escribir páginas de gran brillantez de aquel serial abrileño. Un calendario después, mostraron la otra cara de la moneda.

La noche salvada por un toro de regalo

La corrida, segunda nocturna de la feria, iba por el desfiladero, hasta que Eloy Cavazos, en una acción – o arrebato – poco frecuente en su forma de conducirse en los ruedos, decidió anunciar a la concurrencia que regalaría un toro. Ese toro de regalo fue Caperuzo, número 87, de la ganadería del ingeniero Mariano Ramírez.

Ante Caperuzo, Eloy Cavazos realizó, en palabras de don Jesús Gómez Medina, lo siguiente:

Salió pues “Caperuzo”, y como por ensalmo la escena se modificó radicalmente: el tedio, el aburrimiento que a esas alturas habíanse enseñoreado de los tendidos, desaparecieron como por encanto; y la alegría y la acometividad del toro, a su estilo de claro linaje, a su bravura, en suma, aunóse el torero cascabelero, siempre espectacular, en ocasiones zaragatero, pero realizado siempre en la proximidad de los pitones por Eloy Cavazos, y la escena se transformó radicalmente… Resurgieron entusiasmos que parecían definitivamente dormidos; la plaza se inundó de luz y de calor; el tedio y la languidez que habíase apoderado de todos los circunstantes, convirtióse en clamor, en fuego, en cálido comentario que a estas horas corre, entre el golpeteo de los dados y el grito bravío de las cantadoras, por todos los rincones de la Feria… ¡“Caperuzo”, con su bravura, operó el prodigio...! … En el toreo, hoy y siempre, lo primero será la bravura del astado. Y cuando ésta va aparejada al buen estilo, a la docilidad y alegría, asistimos a espectáculos de la brillantez de que anoche protagonizaron Eloy Cavazos, el de la Villa de Guadalupe y “Caperuzo”, el burel del Ing. Mariano Ramírez; y que culminó en la concesión de ambas orejas y el rabo para Eloy, en el arrastre lento para los despojos de “Caperuzo” y en los recorridos triunfales que, una y otra vez realizaron el torero, el ganadero y el empresario Guillermo González, entre el júbilo de un público que, pese a lo avanzado de la noche, resistíase a abandonar los tendidos...

El toro, se afirma, pone a todo el mundo en su sitio. Y cuando es debidamente aprovechado, también permite que se aprecie la grandeza de la fiesta y se aquilate, en su real medida el peso específico de cada uno de los factores que hacen posible la realización del espectáculo. Así quedó demostrado después de que Caperuzo se mostrara bravo y noble en una noche que se iba encaminando, irremisiblemente, parecía, al despeñadero.

El resto del festejo

Antonio Lomelín cortó una oreja esa noche, y más que cortarla, se la arrancó al segundo de la noche. Escribió don Jesús Gómez Medina:

Antonio Lomelín, en sus dos turnos, mostró en múltiples ocasiones, las características que le llevan a hacer el bien torear, con estridencias que no siempre resultan oportunas. A su primero lo toreó de capa y particularmente de muleta con lucimiento y calidad en la ejecución de los lances y de los pases; lo banderilleó, además, en forma lucida, y lo estoqueó en forma superior, haciéndose acreedor, por esto solo, a la obtención de la oreja y a la vuelta al ruedo…

Curro Rivera, por su parte, se llevó el lote más complicado de un mal encierro y también tuvo que enfrentarse a la malquerencia de un grupo de reventadores que lo hostilizaban al menor titubeo, sigue relatando el cronista de El Sol del Centro:

Toda la decisión y el torerismo innegables de Curro estrelláronse casi siempre ante las condiciones de sus adversarios. El primero, manso y con peligro, que, en varias ocasiones, ya al banderillear como al torear de muleta, le puso los pitones en el pecho. Además, tuvo siempre en su contra la hostilidad de un sector de espectadores, incapaces, al parecer, de aquilatar lo que fue una faena como la realizada el domingo por Curro con “Cartujo” … Al último, al que a base de tesón y de aguante consiguió meter en la muleta para cuajarle meritísimas series de pases en redondo, tuvo Curro la desgracia de pincharlo mucho y mal, inclusive de atravesarlo, amén de que el garapullo de una banderilla lo hirió en la mano derecha, dificultando con ello su labor final, hasta escuchar el aviso…

Un evento inesperado vino a cambiar el curso de un festejo que parecía quedarse con la imborrable marca del tedio en su historia. Esa circunstancia inesperada – por infrecuente – también vino a encaminar por otras vías el rumbo de la feria, como veremos en los siguientes días.


domingo, 15 de mayo de 2022

César Pastor: a 40 años de su confirmación madrileña

César Pastor confirma en Madrid
15 de mayo de 1982
Rafael de Paula había hecho matador de toros a César Pastor en Puerto Banús, Marbella, el 22 de junio de 1979, en presencia de Francisco Rivera Paquirri al cederle el toro Soñador de los Herederos de Carlos Núñez, en una tarde en la que, el de Barbate salió con cuatro orejas en la espuerta y su padrino tuvo una tarde de esas que más vale no recordarla. El toricantano cortó una oreja al sexto y eso le valió sumar un par de tardes más, en Málaga, saliendo a cornada por tarde. Ese mismo día, en el Puerto de Santa María, El Viti le daba la alternativa a Paco Ojeda y en Benidorm reaparecía actuando en solitario El Cordobés, quien cortó la friolera de cinco orejas y un rabo. En esos dos festejos también se lidiaron toros de los Herederos de don Carlos Núñez.

César, que fue uno de los grandes triunfadores de la temporada de novilladas de 1978 en la Plaza México, formando una poco común pareja con Rodolfo Rodríguez El Pana decidió cruzar el Atlántico al año siguiente con la intención de torear novilladas en España y recibir el doctorado en aquellas tierras. Se presentó en las principales plazas españolas, Sevilla y Madrid incluidas y acumuló los méritos suficientes para recibir el grado de matador de toros en las condiciones ya relatadas, asunto del que ya me he ocupado en estas notas.

Volvió a México al final de la temporada y fue programado por el doctor Alfonso Gaona para confirmar su alternativa en un día poco usual, pues se le puso como fecha el sábado 22 de diciembre de ese mismo 1979. Los toros serían de Campo Alegre y le apadrinaría Curro Rivera en presencia de Manolo Arruza, cediéndole al colorado ojo de perdiz nombrado Serenito, primero de esa corrida. De su actuación escribió Luis SolearesCarlos Loret de Mola Médiz – lo siguiente, aparecido en el diario El Informador de Guadalajara, al día siguiente de la corrida:

César Pastor es un consumado lidiador, muy bien puesto, con sitio adquirido en España. No templa con la suavidad que gusta al público metropolitano, pero a cambio se desenvuelve en el ruedo como pez en el agua; banderillea muy seguro de sí, con los terrenos bien conocidos y hace alarde de facultades físicas; no siempre deja bien colocados los palos. Mata con acierto. Sabe lo que hace. Al afinar la pañosa conquistará a la gente... Trae el sitio y las capacidades de lidiador español...

Al final de la corrida, los tres espadas habían saludado una ovación en el tercio, tras la lidia del primero, segundo y tercero de la tarde, que se fue a los libros de la historia como una tarde inaugural en la que se vieron detalles y voluntad, pero nada más. A partir de esta tarde de confirmación, César Pastor empieza a torear con regularidad en las plazas mexicanas, sumando un promedio de veinte a veinticinco corridas anuales y formará parte de los festejos señeros en la Plaza México durante 1980 y 1981.

A Madrid, para confirmar

Al inicio de 1982 se anunció que César Pastor buscaría torear en ruedos de Europa, con la intención de confirmar su alternativa en Madrid, plaza que ya había pisado, puesto que se presentó en ella como novillero el 17 de junio de 1979, alternando con Patrick Varin y Mario Triana en la lidia de novillos de doña Rocío de la Cámara. La cita se programó para la Feria de San Isidro, concretamente en el segundo festejo de ese ciclo, que se celebraría el día 15 de mayo, en un cartel anunciado con toros de Francisco Martínez Benavides para él, su padrino José Fuentes y el testigo que fue Francisco Ruiz Miguel. Acerca del encierro anunciado, se publicó en el diario madrileño ABC lo siguiente:

GANADERÍA DE FRANCISCO MARTÍNEZ BENAVIDES. – Pastan en Posadas (Córdoba). Su antigüedad data del 19 de septiembre de 1971, día en que actuaron en Madrid, en corrida de toros, El Jerezano, Manolo Amador y El Marcelino. La divisa es azul y roja, y la señal, horquilla en la derecha y despuntada en la izquierda.

Su procedencia es la de Pedro Gandarias (Castillo de Higares), que en 1946 pidió la prueba para el ascenso. Ganada ésta adquirió un lote de José Escobar (de origen Graciliano Pérez – Tabernero) y otro de Antonio Urquijo, cuyas procedencias fueron llevadas por separado. En 1965 fue adquirida por el actual propietario, que varió el hierro. Esta vacada debuta hoy en la feria. En Madrid fue suya la corrida de la Asociación de la Prensa de 1974, que estoquearon mano a mano, Ruiz Miguel y Antonio José Galán…

Al final de cuentas solamente se lidiaron dos de los toros originalmente propuestos, pues en el reconocimiento se rechazaron tres de ellos, que fueron sustituidos por otros de Francisco Ortega Sánchez (2º, 3º y 6º) y un tercero del encierro original fue reemplazado por un de don Luis Algarra (5º).

El primero de la tarde se llamó Pelele, herrado con el número dos y anunciado con 500 kilos de peso y tras de la ceremonia preceptiva, así vio Vicente Zabala Portolés al confirmante, según lo asentó en su crónica del ABC de Madrid del día siguiente al del festejo:

El azteca César Pastor, que confirmaba su alternativa, no entendió al primer toro, un ejemplar encastado de Martínez Benavides, al que había toreado atropelladamente con el capote, no se reunió con él en banderillas y lo muleteó a pechugazos y atragantones, sin atreverse a sacarlo a los medios, dándole los adentros muy torpemente… En el sexto se quedó muy quieto. Atornilló las zapatillas y corrió la mano varias veces con temple, pero no construyó la faena de muleta. A retazos no se consigue nada. Y mucho menos insistiendo una y cien veces, por esto, «mano», no es cuestión de cantidad, sino de veinte pases bien ejecutados con entrega y sentimiento. Otra vez será, hombre. Si es que hay otra vez, porque los contratos no están fáciles ni en España ni en México. Hay que ganarlos saliendo en hombros por las puertas grandes de las más importantes plazas. Como toda la vida. Que en esto han cambiado muy poco las cosas...

Por su parte, don Joaquín Vidal, en su tribuna de El País hizo en su día esta apreciación:

Tan larga fue la corrida – cerca de dos horas y media – que transcurrió casi toda como si no existiese César Pastor. Y sin embargo César Pastor existe. Es un mexicano pinturero, valentón, esforzado, entusiasta, con pocos recursos y aspecto de buen chico. Es cierto que hay mucha diferencia entre el toro mexicano y el español. Aquel, bajo de casta y recortado de estampa, tiene menos fiereza y respeto. Los toreros de ambos países notan mucho el cambio cuando cruzan el charco, unos para bien, otros para mal… Los mexicanos, para mal, claro. César Pastor no se acoplaba con sus toros y cada embestida le suponía un atragantón. Tres naturales al sexto embarcando bien se perdieron entre un montón de pases embarullados, traspiés y suspiros. Su presentación en Madrid resultó cárdena, incluso con las banderillas...

Más amable fue el parecer de Rosa María Pereda, quien también en las páginas de El País madrileño, refiere:

El que prueba su hombría es César Pastor, un chaval mexicano de corte chulillo, moreno y menudo, que reta al toro adelantando la pelvis y cuando le tiene en su juego, se le acerca, aunque el animal vea más su cintura que el trapo, y aunque está aprendiendo mucho en esta lidia tan larga. Cada vez se quiebra más el toro, cada vez se acerca más este niño... Y entonces la plaza de divide. La plaza es el verdadero monstruo, la plaza que se emborracha con el capote de César Pastor y grita unos minutos... Al que se inicia hoy, unos le ven sin cocer, indefenso ante este manso y ante el otro, desbordado por el ceremonial al que acude... El peligro es lo que hace bramar a la plaza las veces que lo ve. El peligro real, porque a eso es a lo que se inicia hoy César Pastor. Este es un ceremonial del valor, de la pasión, de la sangre. El gesto de César Pastor con la cintura avanzada hacia el obús es todo un símbolo…

No obstante, podemos deducir de lo hasta aquí leído, que la tarde de la confirmación madrileña de César Pastor no fue precisamente la que el torero hubiera soñado. Demasiados imponderables desviaron el interés de una tarde en la que el linarense José Fuentes se retiró entre una buena bronca y Francisco Ruiz Miguel saldó su compromiso cortándole una oreja al tercero de la tarde.

Lo que siguió después

César Pastor siguió adelante con su carrera en ruedos de México. Quizás su temporada más brillante fue la de 1989, en la que encabezó el escalafón, fue el triunfador absoluto de las ferias de León, Texcoco, Aguascalientes y Zacatecas, lo que le valió ser contratado para cuatro tardes en la temporada capitalina siguiente y se mantuvo en activo hasta el año de 1998, cuando decide irse de los ruedos. Tras de su triunfo en Texcoco, a inicios de abril, Francisco Lazo, cronista del diario deportivo Esto de la capital mexicana, reflexionó bajo el título ¿Y por qué lo dejan ir?:

César Pastor inició ayer una breve campaña de despedida, cortando tres orejas. Hizo el toreo bueno que le conocemos y, diría, también de reproche contra las empresas que le cerraron puertas porque César nunca ha sido sumiso, ni se ha plegado a otros intereses que no sean los de su profesión... Ahora César se despedirá definitivamente en la feria sanmarqueña, pero viéndole andar con tanta seguridad en el ruedo, a pesar de que en el último año apenas y toreó cuatro corridas, disfrutando su buen quehacer, uno se pregunta: ¿Por qué no aprovecharle todavía como torero y como un primer espada de categoría? César Pastor tiene mucho que decir todavía en el ruedo...

César Pastor toreó lo que debía ser su última tarde en Aguascalientes el 3 de mayo de 1998. Esa tarde cortó dos orejas y la impresión que causó fue la siguiente:

El quinto de la tarde, herrado con el número 125, de nombre “Zapatito” y con 488 kilogramos fue el toro de la despedida para César Pastor. El diestro salió a entregarse desde el inicio para recibirlo con dos largas cambiadas pegado a las tablas, posteriormente lanceó a la verónica cargando la suerte. Su enemigo cumplió en varas y Pastor, tras hacer un quite por chicuelinas, se decidió a cubrir el tercio de banderillas... Tras brindar la faena al público el torero hizo un segundo brindis a sus pequeños hijos a quienes entregó la montera. Aprovechó el buen estilo del toro para templar sus embestidas, por ambos lados teniendo de fondo “Pelea de Gallos”. Antes de entrar a matar escuchó “Las Golondrinas” y tras dejar una estocada entera y desprendida, las lágrimas rodaron por sus mejillas. En los tendidos surgió una manta que decía “César, torero honesto, la fiesta te necesita ¡quédate!” … La autoridad concedió las dos orejas y Víctor, hermano del diestro, fue el encargado de retirarle la coleta, misma que César entregó a sus hijos entre la ovación general...

César Pastor volvería a torear vestido de luces el 22 de abril de 2007, en Mexicali, compartiendo cartel con su antagonista El Pana y Manolo Arruza en la lidia de toros de Jaral de Peñas. Esa corrida tuvo mayor repercusión por la grave cornada sufrida por el banderillero Pepe Luna, de quien se dijo, había muerto en la plaza, sin que fuera cierto. Al final, lo más torero de la sesión fue la actuación de César Pastor, quien tras de esa tarde, no ha vuelto a vestirse de luces.

Así pues, en este día de San Isidro en el que se cumplen cuatro décadas de su confirmación en Madrid, recuerdo a este importante e interesante torero.

domingo, 24 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (VIII)

Una triunfal ¿despedida? de Alfredo Leal

La sexta corrida de nuestra feria de abril se anunció con el atractivo adicional de que sería la última que el llamado Príncipe del Toreo, torearía ante la afición hidrocálida. Alfredo Leal, desde el inicio de la década de los cincuenta, tuvo actuaciones señaladas en la Plaza de Toros San Marcos y se distinguió siempre por ser un torero fiel a su concepto, a un toreo de clase, sin concesiones a la galería y pudiéndole a los toros. No por nada se decía que su hacer era de trazo limpio, puro, transparente como el cristal.

Se apartó para la ocasión un encierro de don Jesús Cabrera, un ganadero que siempre tuvo fe y admiración por el torero de la capital mexicana, el cartel con el diestro de Acapulco, Antonio Lomelín y con Curro Rivera, que cumplía así su tercera tarde consecutiva en el serial sanmarqueño y que, en los hechos, pretendía resarcirse de las pérdidas de la víspera. La nota previa al festejo, en El Sol del Centro de la fecha de la corrida, sin firma, entre otras cosas, cuenta:
Repite el justamente llamado “Príncipe del Toreo”, Alfredo Leal, que en su actuación anterior bordó una faena de ensueño que provocó las primeras ovaciones fuertes cuando toreó magistralmente al quinto de la tarde, de nombre “Lupillo”, de la ganadería de Las Huertas, faena que hizo salir del letargo a los aficionados que hasta esos momentos habían visto transcurrir la corrida más sin pena que con gloria… Esta tarde regresa para proseguir exhibiendo su arte y ante los de don Jesús Cabrera, habrá de volver a instrumentar esas faenas portentosas, porque quiere despedirse entregándose al público, que, en justo reconocimiento a su valor, su arte y su voluntad, deberá ovacionarlo como se merece…
Todavía flotaba en el ambiente el importante de Alfredo Leal triunfo en la tercera de feria, el más sólido del serial hasta ese momento.

Reflexiones sobre un adiós

En la crónica que escribió Francisco Lazo para El Sol del Centro, antes de relatar el hacer del Príncipe del Toreo ante los astados, reflexiona entre otras cosas:
Un día me dijo Alfredo Leal: “Es inútil todo lo que me digas. No puedo dar ese pasito adelante. En quince años de alternativa – hoy tiene 17 – no lo he podido hacer. Menos ahora...”. 
Y la paradoja, hoy, en el umbral del retiro, Leal se ha echado pa’lante y ha puesto a flote todo el arte que atesora. Él mismo me decía anoche, a la salida de la plaza: “No sé qué ha pasado. Veo con más claridad las condiciones del toro, y cuando menos me doy cuenta, ya estoy ahí, en terrenos que nunca antes pensé llegar a pisar...”. 
No, Alfredo Leal no debe irse todavía. Tiene que dar a los públicos ese toreo tan puro, sin las concesiones del adorno, del temple y belleza singular. Se lo debe a la afición que le ha esperado siempre, que le ha estimulado para que pusiera de manifiesto su toreo de seda. Anoche cuando daba la vuelta al ruedo con las orejas del que se supone es el último toro que matará en Aguascalientes, se escucharon gritos de “¡torero – torero!”, juntamente con otros de “¡no te vayas todavía!” ...Alfredo lloró emocionado, lo mismo que muchos hombres de las cuadrillas. Y lo vimos recorrer el anillo, recordando algunas de sus buenas tardes, donde hacía lucir su clase y otras en las que, indeciso, dejaba ir con todo y orejas a los toros, mientras él, con la cabeza gacha, se retiraba al burladero. Lo que no recordamos es que Alfredo le caminara a los toros… Y cruzarse sin afligirse. Y ponerle un sentimiento especial, a veces muy erguido, luego quebrando la cintura y a otras, rabioso, metiéndose con el astado para arrancarle, a base de exponer, magníficos ayudados y salir airosamente, echando tipo, después del remate… No, Alfredo Leal no debe irse todavía. Debe corresponder a la afición con ese toreo que ha puesto a flote, ese arte que todos sabían que lleva dentro, pero que tanto escatimó. Tiene una deuda que pagar...
Ya al contar su actuación ante el segundo toro de su lote esa noche, llamado Chamaco, refiere lo siguiente:
…en su segundo armó la gorda deveras. Se llamó “Chamaco” y salió haciendo cosas feas, parecía deslumbrado, pero después de arremeter contra el caballo, se compuso y dio una lidia clara, aunque se agarrara pronto al piso y tuviera el torero que meterse en terrenos comprometidos para encelarlo. Fue una faena breve, pero de pases de seda con ambas manos y cuando tocaron “Las Golondrinas”, Leal contrarrestó la dulzona melancolía de las notas, con un toreo rabioso sin demeritar la calidad del lance. Y vuelta al muletazo lento, al ritmo que imponía el diestro, no al de la arrancada del toro, con un valor sereno que no le conocíamos. Y la estocada. La brindó al público, como el toro lo había brindado al ganadero Cabrera. Entró muy derecho, vaciando suavemente y sepultando todo el acero, un tanto traserillo. La ejecución lo valió todo. Dobló la res, flamearon los pañuelos, dos orejas y vueltas otra vez, con “Las Golondrinas”. Se salta una dama, le abraza y le besa. Y le invitan vino en botas y se mantiene el grito de “¡torero – torero!”, y ese otro muy significativo: “¡no te vayas todavía!” Otra vuelta más, pedida por el público que abarrotó los graderíos del coso San Marcos… No, Alfredo Leal no debe irse aún…
El resto del festejo

Antonio Lomelín fue llamado a dar la vuelta al ruedo tras la lidia de su primero, un toro que duró poco y salió al tercio tras de echar a perder – paradójicamente – la faena que hizo al quinto, con la espada. Por su parte, a Curro Rivera se le pasó la factura de los hechos de la víspera y asegura Lazo en su crónica, que fue muy exigido. El hijo de Fermín, el de San Luis Potosí, todavía tenía una tarde pendiente ante nuestra afición.

Alfredo Leal se reitera

El 29 de abril, casi oculta en las páginas interiores de El Sol del Centro, aparece una nota en la que se contiene una entrevista para la Cadena García Valseca (CGV), sin firma, con Alfredo Leal. En ella, el torero reitera su decisión de irse de los ruedos y cuenta que ha estado regalando a amigos y compañeros de profesión, vestidos y avíos de torear y que quizás, en días próximos, pudiera torear una corrida más, en Nuevo Laredo, benéfica, a petición de sus amigos, los señores Longoria, propietarios de la plaza. Hace otras declaraciones, muy interesantes, de las que cito lo que sigue:
Fue un paso dado después de platicar ampliamente con mis familiares – dice Alfredo – me lo habían solicitado desde hace tiempo y no había querido decidirme, sino hasta estar completamente seguro de que no daría marcha atrás...
Quiero aclarar que no me voy de la fiesta, que me ha dado grandes e inolvidables satisfacciones, con amargura, dejo la profesión porque me parece insostenible la situación en la que se me ha colocado y no culpo a la fiesta misma, sino a quienes de momento la manejan y a cuyo arbitrio no quiero someterme. 
Prefiero irme con dignidad y no permanecer en un medio que se me ha vuelto hostil, de manera injustificada. De momento pienso no torear más, pero sí algún día cambian las cosas, quizás volvería a vestirme de luces, si las condiciones físicas me lo permiten.
Y concluye manifestando que se dedicará en lo futuro a sus actividades cinematográficas y de televisión, así como a administrar una finca que tiene en Guanajuato, actualmente a cargo de uno de sus hermanos.

La realidad es que al final de cuentas la afición y las empresas no dejaron ir a Alfredo Leal. Aquí en Aguascalientes volvió para la Feria de San Marcos de 1973 y estuvo tres tardes en ella, firmando, casi estoy seguro recordar, otra gran noche el 26 de abril de ese calendario. Antes, el 25 de marzo, había realizado la que fue su última gran obra en la Plaza México, ante Hortelano, también de don Jesús Cabrera, al que le cortó las dos orejas. Seguiría en activo hasta bien entrados los años ochenta, aunque ya no le volveríamos a ver vestido de luces por aquí.

sábado, 23 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (VII)


Complicada encerrona de Curro Rivera

La quinta corrida de feria de 1972 representaba la segunda ocasión en la que Curro Rivera lidiaría en solitario una corrida de toros. La anterior se produjo la noche del 6 de febrero del año anterior, cuando se inauguró el alumbrado de la Plaza San Marcos y el encierro fue de Santo Domingo. Esa fecha, las cosas no se le dieron bien a Curro, quien por una parte se mostró displicente, pero por la otra, hay que decirlo, tampoco tuvo mucha colaboración de los escasamente presentados toros de los señores Labastida.

En esta oportunidad el ganado anunciado era de Torrecilla. La narrativa de la feria, como se ha podido apreciar hasta ahora, descansó importantemente, en el cronista del diario Esto de la capital de la República y en este año, huésped de El Sol del Centro, Francisco Lazo, quien en la columna que publicó la víspera, adelantó lo siguiente:

Fue desencajonado el encierro de Torrecilla con el que se encerrará mañana “Currito” Rivera… A nosotros nos causó grata impresión uno astillado y Toño preguntó entonces a Fermín Rivera: “¿Qué te recuerda ese toro?”. Y Fermín, ni tardo ni perezoso respondió: “A Clavelito”. Y echó la memoria a andar el Maestro de San Luis: “Clavelito fue un gran toro que me tocó en suerte en México en febrero de 1951, para ser exactos...”. Viene también un toro que es medio hermano de “Payaso”, astado de Torrecilla que indultó “Currito” Rivera en la Plaza México y que hoy pasta en la finca de Fermín y otros dos que son hermanos de “Jococón”, aquél al que cortó el rabo Eloy Cavazos hace tres temporadas en Insurgentes. El señor Llaguno, al que todos llaman con afecto “El Mudito”, habla más de lo que muchos creen. Ahora que se fija bien en lo que dice… Así pues, no adelanta ningún, digamos, pronóstico, ni da datos de sus toros... Están en 420 de promedio y uno pesó 478 kilos... Y ya solo faltan dos horas para que comience el cuarto festejo de la feria que se ha calentado bastante... Y no precisamente por el sol…

Como podemos apreciar, pocos son los datos que se adelantan del encierro a lidiarse. El origen de alguno de los toros y la remembranza de una de las muy grandes tardes de Fermín Rivera, el padre del diestro que actuaría en la señalada fecha. Para el día del festejo, Lazo no publicó columna, pero El Sol del Centro publicó una nota previa de la que se puede destacar lo siguiente:

El encierro de Torrecilla está imponente y es de esperarse que haga honor al prestigio de que disfruta la ganadería porque el público tiene verdaderas ganas de admirar el arte y el valor de Curro Rivera que atraviesa por el mejor momento de su carrera y convertido en un auténtico fenómeno por el derroche de voluntad que imprime a sus faenas, siempre con ese sello personal que provoca la ovación de los tendidos… Y gran mérito tiene el hecho de que el diestro potosino se encierre solitario con los seis astados en un derroche de valor y deseos de brindar a la afición la tarde inolvidable que espera, y es por ello que el lleno está asegurado, demostrándose así la expectación unánime por la hazaña de Curro Rivera…

Ya se verá más adelante la veracidad o no de lo aquí citado.

Una conversación en el callejón

Ya en la crónica del festejo, Francisco Lazo relata una conversación que sostuvo con José Antonio Llaguno, en esos días ganadero de Torrecilla, acerca de la corrida que había enviado para ese 23 de abril de 1972. La narración es de la siguiente guisa:

…Toño Llaguno, el ganadero, pasaba la pena grande, al mismo tiempo que nos decía: “Currito es un gran torero. Ni quien lo discuta, pero en lo particular, nunca me ha gustado que un solo espada disponga de toda una corrida...”. Por nuestra parte pensamos que cuando un encierro es tan disparejo en edad, necesariamente debe haber diferentes estilos para lidiarlos. Prontamente de acuerdo con el ganadero…

Esa charla es previa a la descripción que el cronista hace de lo que salió al ruedo:

Los tres primeros toros no lo parecían. tenían cara de “chotos”. Los otros tres tenían mal aspecto. Los primeros presentaron mejores condiciones de lidia y el diestro los aprovechó toreramente, sólo que, por la falta de presencia de esos astados, la gente no se lo tomó en cuenta…

Así pues, de lo expresado por el ganadero y de lo que cuenta el cronista que lo vio, y que no fue conocido precisamente por ser duro en sus juicios tratándose de figuras del toreo, podrán ustedes ir imaginándose las proporciones que las cosas iban tomando.

Una oreja dentro del naufragio

Efectivamente, nadie tomó en serio a Curro Rivera ese 23 de abril de hace 50 años. En el propio callejón de la plaza, sitio en donde generalmente se guarda compostura y prudente silencio, Lazo afirma haber escuchado cosas como estas:

Allí junto a nosotros, en el coso aquicalitense, varios amigos taurinos, muchos de ellos conocedores y algunos otros, hombres que vistieron de luces un día y fueron figuras del toreo, no vamos a dar nombres. Vamos a aprovecharnos de algunos de sus conceptos: “Currito anda muy bien, pero no está bien que mate toros con tan poco peso, con poca cabeza, con tan poco respeto...”. Otros nos decían: “Según el toreo actual, se necesita ese tipo de toro, chico y con buen son. Pero vemos que el Curro no lo aprovechó...

Así pues, Curro pudo rebañar una oreja del quinto, que pese a su desmedrado aspecto, le pegó un buen arropón y la paseó entre división de opiniones. Decía Lazo en la previa que las cosas estaban calientes y seguramente que sí, tanto, que en esta tarde quedaron al borde del estallido. La gente salió defraudada de la plaza, y no es que aquí se acostumbrara el toro de Bilbao, pero, retomo la apreciación del cronista, saltaron a la arena verdaderos chotos.

Al final, Pancho Lazo intentó recomponer en algo lo que ya había dicho, tratando de culpar al ganado del despropósito ocurrido, pero las líneas anteriores dejaron en claro que el asunto fue distinto:

La plaza, que registró una gran entrada, mantenía actitud de expectativa. Quería aplaudir al “Curro”, pero pocas oportunidades tuvo de hacerlo. El torero siempre estuvo en la cara del toro, pero siempre también topó con enemigos que no se prestaban al toreo que hoy en día emociona a las masas. Eran toros para lidiar y matar, a los que el espada tenía que intentar lances que agradaran a la multitud. Y ante esa disyuntiva “Currito” no se quedó corto. Intentó todo y terminó sin poder redondear un trasteo que hubiera sacudido a la afición de Aguascalientes. En resumen: el gozo, al pozo.

Corolario

Tengo la impresión, viendo por el retrovisor, de que esa encerrona se pactó un poco de manera improvisada, cuando menos en el renglón ganadero. El propio criador expresó que no se sentía cómodo mandando sus toros para ese tipo de festejos, me pregunto entonces, ¿por qué anunciarlos así? Esas son, diría mi profesor de Derecho Agrario, cosas muy científicas, que solamente los que las organizaron podrían explicar, y ya ninguno está aquí para hacerlo, así que cada uno de nosotros estamos en libertad de hacer nuestra propia conjetura.

Para el día siguiente, víspera del de San Marcos, estaba anunciada la despedida de Alfredo Leal, quien alternaría con Antonio Lomelín y el propio Curro Rivera, en su tercera comparecencia, ante toros de don Jesús Cabrera. Mañana nos enteraremos del desenlace.

viernes, 22 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (VI)

Cuarta de feria. Curro Rivera se presenta

Desde los prolegómenos del serial sanmarqueño de hace 50 años, quedó definido que el peso del mismo quedaría sobre los hombros de Curro Rivera, quien con menos de cuatro años de alternativa, tendría la responsabilidad de ser el eje de un serial que, si bien era de cuño reciente, tenía las características suficientes para tomar carta de naturalidad entre la afición mexicana. Interrumpió para ello una campaña europea que cerró con más de 40 festejos toreados y muy importantes triunfos en las principales plazas de aquella geografía. Era un albur fuerte, pues actuaría al final esa cuarteta de festejos aquí y uno más en Acapulco, el último día de abril.

Notas previas del festejo

En el ambiente flotaba todavía la redonda actuación que tuvo la noche anterior Alfredo Leal. Tengo un recuerdo muy vago de esa corrida – la presencié – y es más que nada, referido al emotivo ambiente que en ella se generó. Francisco Lazo, en El Sol del Centro, refiere:

Gran ambiente en el sorteo de Valentín Rivero, propietario de la ganadería de Valparaíso. Muchos taurinos de México y del extranjero, bajo un sol abrasador y metidos en las discusiones de siempre, pero todos de acuerdo en una cosa: la faena que hizo anoche Alfredo Leal a “Lupillo” de Las Huertas, fue excepcional. Y ahí los ve usted, pegando pases a toros imaginarios, a la vez que manifiestan entusiastas: “¡así se lo pasó...!

En ese sorteo de los toros de Valparaíso que se lidiarían la tarde del 22 de abril, el propio Lazo refiere la presencia de personajes que hoy resultan memorables y algunos hasta entrañables, entre apoderados, toreros retirados, ganaderos y demás taurinos de la época:

…Ángel Procuna, Enrique Vargas y Abraham Ortega, apoderados de los toreros que harán el paseíllo esta tarde, Mario Sevilla, “Currito” Rivera y Adrián Romero formaban los lotes, mientras don Valentín Rivero nos da los números y nombres de los toros: 101, “Tango”; 6, “Bolero”; 10, “Danzón”; 42, “Huapango”; 82, “Bambuco” y 90, “Porro”. Una corrida musical… También por allí, Fermín Rivera, padre de “Currito”, elegantemente vestido, con 10 kilos menos de peso y sin acusar nada de los momentos desagradables que vivió últimamente cuando su corazón alteró su ritmo y hubo necesidad de hospitalizarle. Atendía a las cuestiones administrativas de su vástago… Chucho Arroyo, quien estuvo al lado de su muy amigo Luis Castro “El Soldado”, cuando fue operado. Cuenta Chucho que el doctor que extrajo la piedrecilla que lesionaba el riñón de Luis era tal su tamaño que exclamó: “¡Pípila, este señor es el Pípila!”, y Mario Sevilla padre, comentó: “Si esa piedra es producto de la buena vida que se ha dado ‘El Soldado’, debe valer más que las rocas lunares”…

Ese era el gran ambiente que se vivía en el pasillo de los corrales de nuestra plaza de la calle de la Democracia el mediodía del 22 de abril de 1972.

Una anécdota que vale la pena tener presente

Cuenta en la misma columna Francisco Lazo:

Un chiquillo pide su autógrafo a Fermín Rivera y este lo atiende, pero hace un amargo comentario: “¿Para qué quieres sobras, hijo?”. Y allí cerca, Adrián Romero, le dice: “¡Vale más ahora, pues bien se acuerdan de usté!”. Eso hace sonreír grandemente a Fermín...

Un hecho que hoy sería difícil poder apreciar, el viejo maestro pretendiendo hacerse a un lado, suponiendo que ya nadie le reconoce y dejando el paso a quienes en el momento actual cargan el estandarte. Y también, por otra parte, el detalle de torería de Adrián Romero, que reconoce el valor y la posición que ocupa en la fiesta y en su historia el llamado Maestro de San Luis, don Fermín Rivera Malabehar.

Una corrida triunfal

A la corrida de don Valentín Rivero los toreros le cortaron cinco orejas, si bien dos de ellas a un toro de regalo. El cartel, balanceado con una figura joven y dos de reciente alternativa que se abrían paso, justificó la apuesta del empresario Guillermo González.

Mario Sevilla le cortó la oreja al primero de la tarde, Bolero de nombre y ante el cuarto, se desdibujó. Así le vio Francisco Lazo en su crónica:

A Mario Sevilla le correspondió en primer término “Bolero”, un toro extraordinario al que toreó soberbiamente de capa. El astado fue de largo a los caballos, y era una seda en el último tercio. Mario lo toreó con mucho arte y mucho sentimiento, echando la muleta muy adelante para embarcar, jalar, templar y mandar, y remató varias veces los ayudados con la “capetillina” para que sonara la música y escuchara coros de “¡torero – torero!”. Dos pinchazos, dos ayudados más y una entera desprendida, de rápidos efectos. Oreja, vuelta con el ganadero, con “Currito”, sacando al tercio al empresario. Pero Mario tiene un problema a resolver: su inconsistencia, esa que no le permite escalar con firmeza. Su segundo fue un toro propicio para otra faena y si es cierto que lo toreó muy bien de capa, cierto es también que se hizo un lío con la muleta y no pudo ligar la faena que el torito le estaba pidiendo a gritos. Y se desdibujó, y después de derribar, se retiró en silencio... a sabiendas de que había dejado escapar otra gran oportunidad.

Por su parte, Curro Rivera se llevó las dos orejas del primero de su lote, al que le realizó una faena importante:

…Pronto llegará el día en que Francisco Rivera Agüero, madure física y anímicamente y se consolide como gran figura del toreo… En su primero, nos regaló hasta en tres ocasiones con el “circurret”, ese pase que arranca de un derechazo, continúa en un alto por la espalda y vuelve al frente cuando el torero pone nuevamente la muleta en la cara del toro como si fuera a dar otro derechazo. Su temple no ha sufrido merma a pesar de la aspereza del toro español al que se ha estado enfrentando en los últimos meses y la largueza y profundidad de sus pases, no tienen mancha. De una gran estocada derribó al primero, atravesándolo. Dos orejas hacen sonreír ampliamente a Fermín Rivera, padre del torero y quien recibió el brindis por la muerte del morito. Con su segundo que no se dejaba, “Currito” mostró que le puede al bueno y al malo. Le dio pases, sin cuajar la faena, pero le hizo pasar al son que le marcaba. Hacia el final del trasteo, se desataron las pasiones en los tendidos de sol, pero al final, el joven maestro se retiró entre aplausos, después de derribar de dos pinchazos y entera desprendida…

Y en lo que refiere al tijuanense Adrián Romero la reflexión de Francisco Lazo es en el sentido siguiente:

…Su segundo se llamó “Porro”, que arrolló a Romero cuando toreaba de capa, sin consecuencias. Brindó a Rafael Longoria. La res resultó sosa, deslucida, distrayéndose con cualquier cosa. Poco había que hacer allí que no fuera poner voluntad, como lo puso de manifiesto Adrián. Prometió obsequiar uno y tumbó al sexto de pinchazo y estocada caída. También fue de Valparaíso el de regalo, un toro bravo deveras y de gran clase al que Adrián lanceó con mucho arte con verónicas, a la manera de Ortiz y chicuelinas. Hermoso toreo de capa en el centro del anillo. Y nos sorprende gratamente el joven doctor en tauromaquia al cuartear muy bien en un segundo par y al jugarse la piel con banderillas mini – cortas, lo mismo que con una faena artística, variada, que le corean con calor. Tres supernaturales y la plaza ya está al revés. El toro es magnífico y el torero le está haciendo honor. Media en el rincón para terminar y los gritos de “¡torero – torero!”, dos orejas y vuelta a hombros de los entusiastas, que así se lo llevan a la calle...

Los de Valparaíso

Acerca del encierro enviado por don Valentín Rivero, escribió en su día Francisco Lazo:

Hoy día los públicos piden faenas de sesenta pases y quieren que todos sean con mucho temple, largos, sin importarle generalmente las condiciones del toro. Exigen toreo sedeño, artístico, de gran dimensión y profundidad. Para lograr eso, se necesita un toro propicio, que embista de principio a fin de su lidia, que no tenga resabios, que sea claro y noble, pues de otra forma, no es posible que el torero consiga lo primero. Muy pocos diestros logran faenas con toros que no reúnan esas características y son insuficientes para llenar todos los carteles. Don Valentín Rivero ha logrado ese toro en muchos casos, sin demérito alguno de la bravura. Ayer dos de sus pupilos pelearon de firme con los montados y llegaron al tercio mortal queriéndose comer la muleta; fueron tercero y séptimo, éste último que regaló Adrián Romero… Puede decirse que el balance favorece al ganadero, pues además de que sus toros se dejaron hacer, les cortaron cinco orejas…

Así fueron los sucesos de la cuarta corrida de feria de hace medio siglo. Al día siguiente, Curro Rivera acometería la hazaña, por segunda ocasión en nuestra plaza San Marcos, de lidiar en solitario una corrida de toros, en esta ocasión, de Torrecilla. El día de mañana recordaremos lo allí sucedido.

jueves, 21 de abril de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (V)

Tercera de feria: Alfredo Leal borda al natural un toro de Las Huertas


Prudente aclaración:
Hace 10 años publiqué una primera versión de estos hechos. Hoy los retomo, agregando alguna información y aproximándome a la que aquella versión contenía de otra manera.

La previa de Pancho Lazo

El cronista titular del Esto, encargado por este serial del menester también en El Sol del Centro en la columna que escribía con información previa al festejo, expresó abiertamente su poco gusto por la presentación del encierro enviado por don Luis Javier Barroso:

La verdad no nos gustó el encierro de Las Huertas que se lidiará esta noche: es disparejo, fuera de tipo y algunos toros dan la impresión de estar pasaditos en edad. Pero como dijo Alfonso Ramírez “Calesero”: “Yo no quiero que me gusten, quiero que me embistan...” … Roberto Mendoza “El Sándwich” quien lleva los poderes de Joaquín Bernadó parecía un tanto desconsolado: “Nos tocó, como siempre, el más cabezón, es el número 196, al que echaremos por delante”...

Los médicos veterinarios Antonio Feregrino y Omar de Luna fueron designados por el Municipio para que verifiquen post – mortem la edad de los toros estoqueados y que las astas no hayan sufrido manipulaciones.

“Ambos somos aficionados – nos decía el doctor Feregrino – pero nunca habíamos ocupado un cargo semejante. Lo hacemos con mucho gusto y ayudamos a que se cumpla el Reglamento. Además, entramos gratis a los festejos...”

Y dentro de la crónica del festejo, Lazo se reiteró:

Los pupilos de Las Huertas, confirmaron nuestra primera apreciación al verlos en los corrales: disparejos en presentación aparentemente en edad. Había unos que parecían novillos adelantados y otros, toros arriba de los cinco años... El de regalo, fue de la ganadería de Chucho Cabrera, un toro... que le tiró de patadas a los caballos, pero de extraordinario son, que metía la cabeza muy abajo, arando con los hocicos...

Lo que debió ser la penúltima corrida aquí de El Príncipe del Toreo

En el anuncio que se hizo de los carteles de la feria, se dejó patente que la corrida de la noche del lunes 24 de abril sería la última que Alfredo Leal torearía, al menos aquí en Aguascalientes. Esta que sería para él, la víspera de su despedida de esta plaza, bajo la luz de las candilejas también, le representó un importantísimo triunfo. Lo consiguió con el quinto de la noche, llamado Lupillo, según la crónica, por ser hijo de aquel Guadalupano que indultara en la Plaza México el regiomontano Raúl García más o menos cinco años antes. Sobre el andar de El Príncipe ante ese toro, Lazo escribió:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia. Eran los primeros muletazos, bellos en ejecución, pero aún sin el sentimiento que iba a desbordar Alfredo sobre el ruedo de la plaza de San Marcos... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquel coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que, de tan continuas, parecían una sola... Pocas, pocas veces se ha visto torear así; repetimos, pocas veces se encuentran un toro de tanta calidad y un torero de tanto arte... Se echó la espada a la cara Alfredo y el público, engolosinado gritaba ¡no, no!, pues quería seguir disfrutando de aquellos momentos. Solo que era ya hora de entrar a matar, y lo hizo Leal, muy derecho, dejando una estocada entera, un tanto traserilla, que hizo rodar sin puntilla al noble animal. Petición unánime. Dos orejas concedió la autoridad, solamente, quizás por la colocación defectuosa del acero. A Leal no le importaban los trofeos, como tampoco pareció importarle al público. Y juntos, torero y aficionados se entregaron a la celebración, uno sonriendo ampliamente y los otros vitoreándolo. Y le dijo Alfredo al “Chacho” Barroso: “¡Qué toro!”. Y le respondió el ganadero: “¡Qué torero!” ...

Tras de su faena al quinto de la noche, se refiere en la crónica la siguiente declaración de Alfredo Leal:

Sí; me voy. Pero deseo hacerlo con dignidad... y toreando, así como pude hacerlo hoy. Hubo momentos en que no escuchaba nada, como si el toro y yo estuviéramos en el vacío, él embistiendo y yo llevándolo suavemente... Luego parecía reventar todo y escuchaba la aclamación. ¡No veas que feliz me siento...!

La actuación de Jesús Solórzano

La afición tenía en la memoria todavía la actuación de Jesús Solórzano en el festejo que abrió el serial el domingo anterior, en el que, si bien los elementos y los toros tuvieron que ver en el resultado, dio la impresión de no emplearse a cabalidad con el quinto de aquella corrida. En esta noche, salió con una actitud diferente y ahora sí, los toros fueron los que le impidieron refrendar hazañas de otros días: 

Parecía que el primero de Chucho Solórzano se iba a prestar a la faena. Chucho toreó a la verónica con mucho sabor, echando la pierna adelante y jugando bien los brazos. Preciosos aquellos lances, como el quite por chicuelinas antiguas. Luego banderilleó con sobradas facultades, en dos cuarteos y el tercer par saliendo del estribo. El toro cambió de lidia y se tornó incierto... De pinchazo y bajonazo lo mandó al destazadero... Su segundo fue bravo a carta cabal. De salida remató en los burladeros, repitiendo hasta tres veces en el que está cerca de toriles y luego, cuando lo hizo en el de matadores, pareció lastimarse las vértebras y se le inmovilizaron las patas traseras... después del primer puyazo que le hizo sangrar recobró facultades... y Chucho prometió uno de regalo... El público ya no quiso ver al toro y le ordenó al toro que lo matara, lo que hizo de una entera delantera... Salió el de Chucho Cabrera, manso, pero queriéndose comer la muleta. Muy buenos momentos tuvo Solórzano con ese toro, aunque no redondeó el trasteo. Derribó de dos viajes y se retiró entre aplausos cuando el reloj marcaba un cuarto para las doce de la noche...

Joaquín Bernadó y Calesero Chico

Los temores de El Sándwich se materializaron. El lote que le tocó no se desplazó y el maestro de Santa Coloma de Gramanet no pudo mas que estar digno ante semejante colección:

Al catalán Joaquín Bernadó le correspondieron un toro muy joven y otro muy viejo... Bernadó es un torero honrado y le busca a todos los toros, empeñoso, poniéndose cerca, tratando de agradar. El público lo comprendió y le aplaudió con fuerza. Pasó fatigas para matar a aquellos bichos que mantuvieron, hasta el último momento, la cabeza en las nubes...

Por su parte, el hijo mayor del Poeta del Toreo tenía su dosis de malquerientes en los tendidos y no se le toleraba la menor duda ante la cara del toro:

A Alfonso Ramírez “Calesero Chico”, el público le hostiliza desde el paseíllo... Ayer tuvo un toro propicio para que brillara su clase. Fue el séptimo, "Pingüino" de nombre, bravo, claro. Y Alfonso se decidió por momentos y el público le respondió entusiasta. Sólo que no sostuvo el ritmo el torero y los aficionados volvieron a lo mismo: a hostilizarle y a ratos a ridiculizarle con gritos hirientes... Su primero, bravo, pero que presentó dificultades, fue buen motivo para que el público se cebara en los sustos que pasó “Calesero Chico”...

Para el día siguiente

La cuarta corrida del serial se llevaría a cabo el sábado 22 de abril, con toros de Valparaíso para la presentación de Curro Rivera, Mario Sevilla y Adrián Romero, regresando la actividad a la tradicional hora de las cinco de la tarde.

Aldeanos