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domingo, 13 de julio de 2025

13 de julio de 1952: El Ranchero Aguilar confirma su alternativa en Madrid

Jorge Aguilar González, El Ranchero, había iniciado sus pasos como novillero en el año de 1945. Se presentó en la Plaza México en 1947, esa temporada en la que brilló por sobre todos con luz propia el infortunado Joselillo. Todavía volvería como novillero a la gran plaza el año 48, el de los Tres Mosqueteros, lo que le valdría para recibir en la plaza de Tlaxcala, su tierra, una alternativa el 13 de marzo de 1949, de manos del portugués Diamantino Vizeu. Pocos contratos y una enfermedad gástrica lo van a mantener fuera de la circulación hasta bien entrado el año de 1950.

En la temporada chica de la Plaza México de ese último calendario, regresaría, renunciando al doctorado recibido en su tierra, a intentar reandar el camino. Y lo consiguió. En dos novilladas consecutivas corta tres rabos. El 5 de noviembre, le corta el rabo a Pistachero de La Laguna y el 19 siguiente se lleva los de Tragaldabas y Raspinegro, estos de Piedras Negras y no hago cuenta de que una semana antes, se había llevado otras dos orejas de Varillero, también de los toros de la divisa roja y negra. Así en su retorno, cerró su temporada cortando ocho orejas, tres rabos y se ganó la alternativa definitiva con todos los honores.

Ese nuevo doctorado lo recibió en la misma Plaza México, el 21 de enero de 1951. Le apadrinó Manolo dos Santos y fue testigo Jesús Córdoba. Los toros fueron cinco de La Laguna y uno de Piedras Negras, el toro de la ceremonia se llamó Cartonero y fue de La Laguna.

La primera campaña española del Ranchero

El Ranchero Aguilar se fue a España a buscar la confirmación de su alternativa en 1952. Inició su temporada en aquellas tierras el 4 de mayo en la plaza de Las Arenas de Barcelona, alternando con Rafael Llorente y Antonio Caro en la lidia de toros de Joaquín Natera, saldando su tarde con una vuelta al ruedo tras despachar al primero de su lote.

Su siguiente actuación sería la tarde del 13 de julio en la plaza de Las Ventas, en Madrid, para confirmar allí su alternativa. El cartel que se anunció para esa fecha fue uno de ocho toros, integrado por Luis Briones, el albaceteño Manolo Navarro, El Ranchero Aguilar y el sevillano de La Algaba, Jaime Malaver, quienes enfrentarían un encierro colmenareño de Manuel García Aleas, herrados con el 9, el hierro de más antigüedad de los de la hoy Real Unión de Criadores de Toros de Lidia.

A propósito de antigüedades

Ya comentamos por aquí, que El Ranchero Aguilar recibió la alternativa con la que realizó su carrera como matador de toros el día 21 de enero de 1951 en la Plaza México. El otro confirmante de la tarde de autos, Jaime Malaver, acababa de ser doctorado apenas el 15 de abril de ese 1952 en Sevilla. Creo que no hay duda de la antigüedad entre los dos diestros.

En la revisión de las crónicas del festejo, me encontré con que Malaver había sido confirmado con el primero de la tarde por Luis Briones, y que El Ranchero, con el segundo, por Manolo Navarro. No hay ninguna explicación para ello, solamente esto que dejó en su crónica para el diario Pueblo, de Madrid, Antonio Bellón:

Madrid, 13 julio 1952, Corrida de toros. Calorazo. Entrada floja. Siete toros de Aleas, bien presentados, con poca arrancada, que no corneaban por los lados y sí al alto... Irónicamente flojeó el sol, casi desierto, cuando, cruel, quemaba como fuego. Hubo por la mañana extensa organización del protocolo de las dos confirmaciones de alternativas, y se convino que la recibiese antes el más reciente matador y luego cada uno lidiase con arreglo a su antigüedad. Así sucedió...

Quizás la intención era evitar que Luis Briones, también torero mexicano y primer espada de la corrida, confirmara a un paisano suyo. En fin... Al final esa fue la decisión que tomaron las autoridades, seguramente con el concierto de los toreros, porque en esos días, y en una corrida del verano madrileño, no era frecuente que un torero, y menos un confirmante, se negara a salir por delante

Entonces, a pesar de ser la cuestión de las antigüedades cuestión de tradición y además, regla escrita – Derecho Positivo, pues – las cosas se hicieron de la manera descrita.

La confirmación del Ranchero Aguilar

El segundo toro de la tarde se llamó Caramelo, llevaba el número 13 y era de pelo negro. Fue un toro muy voluminoso según las crónicas y terminó acusando esa condición al final de su lidia. Escribió en su día don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, para la Hoja del Lunes de Madrid, aparecida al día siguiente de la corrida:

Los siete toros de Manolo Aleas – ¡qué bien suena ese denominativo! – y el de Sánchez de Valverde – jugado en quinto lugar – estuvieron admirablemente bien de presentación; ocho toros de tamaño, de trapío y de edad... como debían ser todos los toros que se lidiasen en corridas de tales, y no en corridas de toreros, que son las que ahora se estilan... El toro con que confirmó se le confirmó la alternativa al mejicano Jorge Aguilar («El Ranchero») – «Caramelo», 13, negro estrellado –, salió abanto, como los clásicos colmenareños; pero mejoró en el transcurso de la lidia, a cuyo final llegó ahogado por exceso de carne. «El Ranchero» lo muleteó muy cerca, muy tranquilo, y lo despachó de una estocada, por lo que dio la vuelta al ruedo...

La opinión de Antonio Bellón, en Pueblo, también aparecido al día siguiente del festejo, fue en el siguiente sentido:

Para la cesión de trastos al mejicano Jorge Aguilar salló un búfalo – el segundo – huidizo y poderoso, lanceado entre palmas por este “Ranchero”... Al toro de Aleas no le hicieron ni pu – mitad de pupa – los lanceros, porque esos arroja botellas de campo de futbol - nada tienen que ver con los aficionados al deporte que ahora van a los toros - se compadecían tiernamente de que el toro tuviese poderío e ideícas a boca cerrada. Manolo Navarro le cede el toro al Ranchero Aguilar, un mocetón con vista al doblar sobre sus fornidas piernas y luego tranquilo y estirado al muletear al quedado animal, uno tontón con ganas de vivir en paz pastando fresca hierba. Valentísimo Aguilar, al parársele el toro frente al pecho arreaba cachetes cariñosos al morlaco, acariciándole despectivamente la leña antes de, con guapeza, hundir hasta la vestidura el alfanje. Hubo petición, ovaciones y vuelta al ruedo...

Y lo que relató Manuel Sánchez del Arco, Giraldillo para el ABC madrileño, salido el martes 15 siguiente, fue en este sentido:

Y vamos ahora con la otra confirmación, con la de Jorge Aguilar «El Ranchero», doctorado en Tlaxcala el 13 de marzo de 1949. Se confirmó en Madrid con el toro «Caramelo», número 13. Manolo Navarro le entregó el instrumental. Era un toro con morrillo de bisonte, que hacía extraños. «El Ranchero» lo hizo tomar la capa y lo lidió muy bien. Luego, pases en redondo, tranquilo, y naturales cerca y aguantando. El toro, tan quedado, que para hacerlo entrar a la muleta el espada le hurgaba con la mano en el morrillo. Mató de una gran estocada, y hubo ovación, vuelta al ruedo y saludos...

Como se puede ver, hay cierta unanimidad en el sentido de que Jorge Aguilar se impuso al hecho de que el toro no se movía adecuadamente, para sacarle muletazos meritorios y estuvo entregado y certero con la espada, para de esa manera, dar una aclamada vuelta al ruedo.

El toro del triunfo

El Ranchero Aguilar le cortaría la oreja al segundo de su lote, el séptimo de la corrida, un toro que, según a quien se lea, fue de pelo colorado, castaño aldinegro o retinto. En lo que hay coincidencia, es en el hecho de que rememoraba a aquellos antiguos toros de la tierra que fueron la simiente original de la ganadería de Aleas y que, al paso de los tiempos, se fue modificando con agregados santacolomeños.

La versión de la actuación del torero de Tlaxcala ante este toro, llamado Arriero y que diera en el destazadero 470 kilos de peso en bruto, expresada por Antonio Bellón es la siguiente:

El penúltimo es un típico Aleas, castaño aldinegro, coletero. Falla un espontáneo, larguirucho, capturado entre barreras, y el de capa jarameña va sin ganas al varilarguero mano negra la enguantada del palo... Un alagartado peón pasa apuros al coloquillear. Tira Aguilar del toro en redondos y en airosas vueltecillas que agradan al respetable, desbordadillo su entusiasmo en molinetes, arrucinas y rodillazos... Jorge Aguilar, en chiqueros, clavaba todo el estoque; rodó el noble toro y para el mejicano fueron, merecidamente, oreja, ovaciones, vuelta y saludo... Al público no le agrada que lleven a hombros al Ranchero...

Destaco de la relación de Bellón, el hecho que consigne que se llevaron en hombros al Ranchero, cuestión que no consignan ninguna de las demás que pude consultar para armar estos apuntes.

Por su parte, El de Tanda, refiere lo siguiente:

Al séptimo empezó a muletearlo muy bien sobre la derecha, por redondos, y ya encelado empalmó un afarolado con una arriesgada arrucina y un molinete, que se acogieron con manifiestas pruebas de aprobación; cerró la faena con unos pases por alto rodilla en tierra y girando sin levantarse, como en las manoletinas, y no habíase acallado todavía el eco de la ovación con que se acogía su valiente y brillante hacer, cuando una definitiva estocada le puso en las manos el premio de la oreja, con la que dio la vuelta al ruedo entre la consiguiente ovación...

Y concluyo este apartado con lo que expresó en el ABC de Madrid Giraldillo:

Fue el séptimo un toro retinto de mejor presencia que condición. «El Ranchero» expuso mucho en un quite, y la faena la sacó a pulso. Toreó con mucha gallardía, dominando. Aguilar sabe por dónde anda. Después de hacer bien las cosas en el centro, cuando la res se fue a tablas, después de unos adornos, tiró por la línea de los efectos temerarios e hincándose dio unos pases por alto con aire de manoletinas, luego otros girando de espaldas a la salida. Macheteo y caricias a la cara. Se perfila, y una estocada superior, que mata sin puntilla. A «El Ranchero» le dieron la oreja del retinto y hubo vuelta triunfal y saludos. La impresión y juicio: que se trata de un buen torero...

Quizás la parte más importante de lo que refiere Manuel Sánchez del Arco reside en su apostilla final, en el sentido de que reconoce de que el confirmante, Jorge Aguilar, era un buen torero. Ese juicio llevaba una carga muy importante para su futuro dentro de los ruedos de España.

Antes de terminar, un apunte que pudiera parecer insustancial. La crónica de Antonio Bellón señala que El Ranchero vestía de verdegay y oro, en tanto que el resumen anual de El Ruedo, aparecido en diciembre de ese año, señala que el vestido de la tarde de su confirmación era azul celeste y oro. A saber...

El resto de la corrida

Jaime Malaver, el otro confirmante, le cortó una oreja al toro de su confirmación, primero de la tarde, Altozano de nombre. Por su parte, Luis Briones y Manolo Navarro escucharon palmas tras de pasaportar a los toros que les tocaron en suerte, aclarando que, en quinto lugar, el segundo toro de Navarro, se corrió un toro de Juan Sánchez de Valverde en sustitución de uno de los de Aleas, rechazado en el reconocimiento.

El resto de la campaña de 1952 para el Ranchero Aguilar

Jorge Aguilar terminaría esa temporada española con 8 corridas y un festival. Actuaría en plazas como Barcelona, Alfaro, Vichy, Tánger y una triunfal tarde en Pamplona, el 28 de septiembre al lado de Jaime Marco El Choni y el peruano Rafael Santa Cruz.

Ese limitado número de actuaciones le dejaría preparado el camino para la campaña siguiente, en la que ocuparía un lugar privilegiado a la cabeza del escalafón.

domingo, 24 de diciembre de 2023

21 y 22 de diciembre de 1963: El Cordobés se presenta en México (II/II)

El Cordobés
La primera tarde de El Cordobés en nuestro país se saldó en unos términos que no dejaron convencida a la afición mexicana, sobre todo después del enorme despliegue informativo y publicitario que se hizo de su surgimiento, prácticamente a partir de la nada, hasta escalar a las más altas cumbres de la fiesta. Pero también quedó un sabor agrio en el paladar de quienes asistieron o intentaron asistir a ese primer festejo en la plaza de Cuatro Caminos, porque, se dijo con insistencia, los precios para ver al Huracán de Palma del Río fueron incrementados con exageración. La empresa salió al paso de esas afirmaciones en los siguientes términos:

La empresa “Espectáculos Artísticos y Deportivos”, S.A., hace las siguientes aclaraciones, respecto a los falsos rumores sobre los aumentos de precios de entrada a la plaza de toros “El Toreo”, para las corridas de los días sábado 21 y domingo 22 de diciembre en las que actuará “El Cordobés” … Los precios de entrada no fueron aumentados un solo centavo a los tenedores de Derecho de Apartado, ni en las localidades de sol y sombra general, que se han vendido a los precios de siempre: Sol, $10.00; Sombra, $15.00… La empresa declara que no ha existido, ni existe, ni existirá la reventa en su temporada…

Resulta interesante ver que los tenedores de derecho de apartado pagaron precios diferenciados a quienes adquirieron entradas sueltas, y, afirmo a título personal, es la primera vez que me entero de manera fiable, que la tenencia de ese derecho, concede una ventaja así a sus titulares. Por su parte, la redacción de El Redondel, asegurando que era de justicia, aclaró que en todas las plazas del mundo en las que actuaba Manuel Benítez se incrementaban los precios, y que, en el extranjero, eran significativamente más elevados que los cobrados aquí en México. 

El festejo del domingo 22 de diciembre de 1963

Para la segunda actuación de El Cordobés se anunció un encierro de don Reyes Huerta y como alternantes del hispano a Manuel Capetillo y a Jorge El Ranchero Aguilar. De nueva cuenta en El Redondel se señala que la plaza no se llenó.

Ni el nombre de “El Cordobés” logró llenar la plaza de “El Toreo” de Cuatro Caminos, en domingo, y en competencia con la plaza “México”. La entrada es floja, y en ambas localidades se ven varios huecos, por más que en conjunto, sea la mejor entrada dominguera, en lo que va de temporada… Son muy ovacionados, a la hora del paseo, Manuel Capetillo, Jorge Aguilar y Manuel Benítez, a quienes veremos lidiar seis toros de la ganadería de Reyes Huerta…

Ojo señalaba en su columna semanal lo que a su juicio eran las razones de las entradas no óptimas en Cuatro Caminos. Ya en su crónica del festejo del día anterior apuntaba que el acceso a ese coso era complicado y en su espacio de opinión, agregaba:

La gente sigue prefiriendo la plaza México, que con un cartel flojo superó en entrada, con grandísima diferencia a su rival, donde el programa era mucho mejor... Para nosotros, ojalá y se llenaran las dos plazas, para que además de todos los privilegios de que disfruta, contara nuestra ciudad con ser la única en el mundo que sostuviera dos temporadas simultáneas de corridas de toros... ¿Habrá afición para llenar las dos plazas más grandes del mundo? Cuando este número de EL REDONDEL circule, ya se habrá despejado la incógnita... Seamos optimistas y recordemos aquello de que cómo México no hay dos...

Por su parte, Alberto A. Bitar, algo más de medio siglo después, dice que la concurrencia a la plaza ese domingo apenas llegó a media entrada:

Ese domingo, con escasa media entrada, alternó con Manuel Capetillo y Jorge Aguilar “El Ranchero”, con toros de Reyes Huerta y “El Cordobés” se remontó a las alturas cortando dos orejas de cada uno de sus toros…

Ambos escritores son de la misma casa editorial y con muchos años de diferencia, la crónica in situ y la remembranza de quien asistió al festejo presentan una importante diferencia en su apreciación, la que al final, no incide en el resultado, pero deja un hueco de conocimiento para el historiador.

El rotundo triunfo de El Cordobés

Al final de cuentas, Manuel Benítez terminaría por resarcir a la afición de la capital de lo sucedido el día anterior, porque se levantaría como el triunfador absoluto del festejo, imponiéndose a las condiciones de los toros que le tocaron en suerte y también a la animadversión que por momentos se le expresó desde los tendidos, según podemos advertir de lo que escribió en su crónica para El Redondel en esta oportunidad, Alfonso de Icaza hijo:

TERCER TORO: “Mexicano”, de 480 kilos, la misma pinta de los anteriores y cómodo de cabeza… Manuel Benítez “El Cordobés” está fatal con el capote, pues ni para, ni manda, ni nada. Pitos… “El Cordobés” comienza con muletazos de castigo, consintiendo y a poco se para, para varios derechazos, en los que aguanta mucho, pero toreando con la mano muy alta. De todas maneras, la gente que lo estaba abucheando cambia de actitud. Más derechazos, perdiendo el engaño al dar el pase de pecho con la izquierda… Hay un derechazo de vuelta y media, después del cual, aguantando a ley, se saca al toro por arriba y de ahí en adelante se va para arriba, demostrando que tiene una muñeca privilegiada, al correr la mano en derechazos eternos, pasándose siempre al toro por la propia faja. Es cogido sin consecuencias y cita para el natural izquierdista, dando tres pases juntos. Ya se ha echado al público a la bolsa… Derechazos van y vienen, unos largos y otros cortos, pero dados con una indiscutible personalidad y mostrando serenidad, que parecería que no tuviera toro enfrente. Este es magnífico, y el melenudo diestro, con un toreo que no se parece al de nadie sigue haciéndose ovacionar en forma entusiasta… Con feo estilo, pero entregándose, deja un estoconazo delanterillo, refrescado con certero descabello. Ovación, unánime petición de oreja, gritos de ¡torero!, ¡torero!, y dos orejas concedidas por la autoridad, con las cuales recorre el anillo en son de triunfo, entre otras tantas ovaciones...

SEXTO TORO: “Payaso”, con 515 kilos de peso, berrendo en negro y abierto de carniceras… Con el capote está perdido Manuel Benítez, que no hace sino bailar ante la cara de la res, provocando protestas… Benítez, molestado por su mechón, trata de hacerse de “Payaso”, que así se llama el toro, para dar después una serie de derechazos cortos, que no le dicen nada a nadie. Pero a medida que pasa el tiempo, va parando más y más, corriendo la mano como se debe… Cita de largo, se va acercando a la res como si fuera un león, y le receta más derechazos, de todos calibres que se jalean, venga o no al caso. Vienen ahora cuatro o cinco, de un ajuste extraordinario y nuevamente se echa al público en la bolsa… Siempre sobre la diestra, sigue corriendo la mano cuantas veces le viene en gana, con esa tranquilidad suya, que parece ser su mejor arma. Hay un momento en que se le queda su enemigo a medio pase, y se lo saca con un ligero movimiento de muñeca. Luego, uno de dos vueltas, en los que sólo gira sobre sus talones. La plaza parece un manicomio. Más de media estocada, tendida y tendenciosa, que hace doblar a poco, levantándose el animal, que se entrega junto a las tablas. Ovación, petición de oreja, que concede el compadre Silverio por partida doble, y salida triunfal por la puerta grande…

Cuatro orejas en la espuerta y la primera salida en hombros para su contabilidad personal. La personalidad y la aptitud torera de El Cordobés, destacada por Icaza hijo como un extraordinario juego de muñecas del torero, terminaron por imponerse a la poca paciencia que parecía demostrar la concurrencia al Toreo de Cuatro Caminos, que esperaba quizás, una actuación más explosiva del torero andaluz.

Manuel Capetillo saludó desde el tercio tras la lidia del primero de su lote y al finalizar su labor en el cuarto, las opiniones se dividieron, en tanto que el Ranchero Aguilar dio la vuelta al ruedo después de pasaportar al segundo de la tarde y el quinto, se le fue vivo a los corrales por sus fallos con la espada. La crónica me sorprendió en el sentido de que se ordenó la devolución del toro después del segundo aviso, seguramente por estar así legislado en el Reglamento entonces vigente en el Estado de México.

Lo que siguió después

El primer sorprendido y seguramente reconvenido, fue el doctor Alfonso Gaona, quien, a consejo de un anónimo informante, decidió que El Cordobés no era un torero para el gusto de la afición mexicana, de manera tal que no lo llevó al anuncio de su temporada en la Plaza México. Así lo cuenta don Alberto A. Bitar:

Una vez que El Mechudo emprendió viaje, los accionistas de la empresa – creo recordar que eran Emilio Azcárraga Milmo y el ingeniero Alejo Peralta – llamaron a cuentas al galeno y, obviamente, le reclamaron por los millones que pudieron engrosar sus respectivos bolsillos, así que, sintiéndolo mucho, le retiraban el cargo de gerente de la plaza México, noticia que corrió, como vulgarmente se dice, como reguero de pólvora, preguntándose los aficionados quien sería el elegido…

La salida del doctor Gaona no se dio precisamente en esos tiempos, pero sí al final de la temporada, pero la apreciación de don Alberto es clara en el sentido de que el error de cálculo del gerente de la empresa de la Plaza México fue gravísimo y el haber dejado a El Cordobés para el elenco de la competencia, efectivamente les causaría un quebranto importante.

Por otra parte, citaba en la primera parte de estos apuntes, al referirme a lo declarado por Manuel Benítez a Clarinero, que había manifestado que solamente estaba contratado por dos corridas y más adelante en la misma charla, agregó que tenía pensado descansar un mes completo antes de iniciar su preparación para la temporada española. 

El triunfo del 22 de diciembre del 63 en Cuatro Caminos le abrió prácticamente todas las plazas de la República y a inicios de 1964 regresaría a México para iniciar un auténtico “maratón” taurino, pues toreó la friolera de 32 corridas de toros en 39 días, iniciando su recorrido del territorio nacional el sábado 18 de enero en el Toreo de Cuatro Caminos y lo concluyó el miércoles 25 de febrero en Uruapan. 

En esa extensa jornada, toreaba todos los días de la semana – laborables o no – y salvo un corte profundo en una mano que sufrió en Torreón el 28 de enero, que le hizo perder sus tres compromisos en la feria de Manizales, estuvo presto a salir al ruedo en todas las plazas para las que fue contratado.

En conclusión

La llegada de El Cordobés a los ruedos del mundo representó, sin duda, una transición etaria en la historia del toreo. También vendría a constituirse en un agente de cambio para la forma en la que los festejos se organizaban y, sobre todo, en los mandos prevalecientes en los estamentos de la fiesta, porque, sin duda, un par de años después, no se movía nada en el ambiente de los toros, sin el plácet de Manuel Benítez.

Toreros, ganaderos, empresarios y aficionados del mundo entero, quedaron subyugados y sometidos al nuevo modo de hacer las cosas que sugirió la irrupción de El Cordobés a los ruedos. Se produjo, sin duda, una revolución en la fiesta, no en la forma de hacer delante de los toros, sino en la forma de hacer la fiesta misma.

Es por eso que en estas fechas que se cumplen 60 años de la presentación de El Cordobés en tierras mexicanas, precisamente en el Toreo de Cuatro Caminos que externo estos recuerdos, que indudablemente, impactaron a la fiesta en nuestro país.

domingo, 21 de junio de 2020

1947. Aguascalientes, toros y aftosa

16 de noviembre de 1947: El Torero de Canela, El Ranchero Aguilar y Carlos González en la Plaza San Marcos

Ya había apuntado en esta bitácora que en el año del 47 la feria de abril transcurrió sin toros (aquí). Después de la actuación de Manolete el 5 de febrero pasó un tiempo largo para que se volvieran a dar festejos en esta capital. Así, los festejos volverían a la calle de la Democracia hasta el día 19 de octubre, cuando Calesero, Félix Briones y Ricardo Balderas se enfrentaran a toros de Peñuelas. En ese festejo se guardó, con las cuadrillas formadas en el centro del ruedo, un respetuoso minuto de silencio en memoria de Joselillo, fallecido cinco días antes a consecuencia de la cornada recibida el 28 de septiembre en la Plaza México del novillo Ovaciones de Santín.

Enseguida se celebró el festejo del que me ocuparé en esta oportunidad y en el mes de diciembre se dieron dos más, el día 12, una novillada en la que para despachar novillos de Presillas alternaron Julián Rodarte, Paco Rodríguez y Rafael Larrea y una corrida de toros el 21 de diciembre con Calesero y Pepe Luis Vázquez (mexicano), quien seguramente estrenaba la alternativa recibida apenas el 23 de noviembre anterior en la Plaza México, la primera concedida en ese ruedo. Los toros fueron de Peñuelas.

La procedencia del ganado lidiado en esos festejos demuestra las restricciones sanitarias en la circulación pecuaria, pues como se ve, los encierros corridos en los cuatro celebrados durante ese periodo – y también en el del 5 de febrero – procedieron de dos ganaderías muy cercanas a esta ciudad de Aguascalientes.

La novillada del 16 de diciembre

El atractivo del cartel residía en la presentación de dos novilleros que habían tenido actuaciones triunfales en la Plaza México. Así, Fernando López, ya apodado El Torero de Canela, y Jorge El Ranchero Aguilar habían visto resonar sus nombres en la temporada novilleril capitalina que recién había finalizado. Uno, tocado por las musas de la inspiración y el otro prendado del sentimiento y la largueza de trazo que levanta a los públicos de sus asientos. Completaba la terna un joven hidrocálido que tenía por señal su valentía, Carlos González. Cosa curiosa, los tres alternaron con el malogrado Joselillo en esa temporada chica.

La crónica aparecida en El Sol del Centro fue firmada por Ramón Morales Jr. Del encierro de Presillas que se lidió en la fecha, refiere lo siguiente:
El ganadero de “Presillas”, ingeniero Luis Manuel Ruiz, volvió a mandar un encierro de gran bravura y buen estilo, que permitió el triunfo de los alternantes. El encierro fue de buena presentación, gordos y bien armados, que desarrollaron un juego bravo y fácil. Sobresalieron los corridos en primero, pastueño al principio que se fue para arriba, segundo, quinto y sexto. El tercero era un bicho reservón y peligros, además de que traía una percha que asustaba, y el cuarto llegó defendiéndose al final por la falta de castigo, pues la Autoridad, haciendo gala de raquíticos conocimientos, cambió el tercio sin que los picadores le hubieran partido el pelo. Los aficionados se encargaron de darle su merecido…
El Ranchero Aguilar

Jorge Aguilar fue el triunfador de la tarde. Se fue con las dos orejas del segundo de su lote, al que toreó con la largueza que le conquistó el gusto de la afición. La crónica ya citada entre otras cosas señala esto acerca de su actuación:
La faena del segundo de la tarde nos gustó más, y le damos más mérito. El de “Presillas” tenía mucho temperamento y la cabeza la traía por las nubes. Aguilar le echó la muleta para abajo, se hizo del toro y luego toreó. Toreó y en qué forma. Sus derechazos, naturales y pases altos, fueron el máximo exponente de lo que apuntamos. Pinchó antes de dejar una buena estocada, dando una vuelta al ruedo como premio a su labor. 
El quinto era más alegre y más noble, y Aguilar le largó cuatro o cinco verónicas, cargando la suerte en sus tres tiempos. 
En los quites, Carlos González se llevó las palmas por tres valientes chicuelinas y un remate de rodillas. Fernando en su turno instrumentó una orticina rematando con una vistosa larga cambiada y afarolada. 
Volvió Jorge a instrumentar sus doblones y luego se estiró en varios pases altos, derechazos, naturalazos y manoletinas, estas últimas con la cara fija en los tendidos, haciendo alarde de desprecio al peligro. Dejó una buena estocada y por unanimidad se le concedieron las dos orejas del bicho. Jorge sacó al ganadero al ruedo y ambos dieron una vuelta al ruedo. 
¡He aquí una próxima figura de la torería mexicana! El tiempo lo dirá...
Fernando López

El Torero de Canela no tuvo una actuación tan redonda como la de Jorge Aguilar, pero logró en su oportunidad, agradar a la afición de Aguascalientes. Ante el que abrió el festejo, realizó una faena llena de momentos artísticos, mal rematados con la espada:
La labor de Fernando fue muy buena. Se mostró artista y fino en el primero, y torero y mandón en el cuarto.  
Sus lances de capa en el primero, así como un quite muy bueno por chicuelinas le valieron las primeras palmas. Después llevó a cabo una faena de mucho mérito. Sí, tiene mérito porque el toro llegó desarrollando casta y fuerza al final. Fernando se dobló con él para restarle facultades, y después de haberlo conseguido, se estiró en plásticos y garbosos ayudados por alto, derechazos valientes y ajustados y manoletinas de verdadera exposición. Hacemos notar que el toro tenía un lado izquierdo de maravilla, mejor que el lado contrario, pero López no lo entendió. Pinchó en tres ocasiones y dejó tres cuartos de espada en lo alto que bastó. Fernando se concretó a dar una vuelta al ruedo, y a lamentarse de su mala suerte con el pincho…
Carlos González

El de casa reaparecía después de haber sufrido un percance y acusó falta de sitio según la relación del festejo, pero suplió sus limitaciones con una dosis de valor muy grande para justificar su inclusión en el cartel y demostrar deseo de ser torero:
El sexto fue un toro muy alegre y muy bravo. Carlos puso la nota electrizante al recibirlo, sin que se lo corriesen, con tres cambios de rodillas, escapándose de un percance mayor, pues el toro se revolvía con gran velocidad y casi se llevaba al torero entre los pitones
En los quites, González volvió a ofrecernos algunas chicuelinas, con más valor que arte; y Fernando comenzó con fregolinas y terminó con saltilleras, poniendo, una vez más, valor y arte. Al rematar perdió el percal y también la cara del toro, llevándose un susto de órdago al enfrontilarlo el bicho sin mayores consecuencias que una maroma.
Carlos, el hidrocálido, inició la postrer faena con pases de rodillas. De pie instrumentó derechazos y lasernistas, viéndose algunas veces comprometido por atravesarse en el viaje del toro. Alargó demasiado la faena, y por ello se dilató a la hora definitiva. Hizo picadillo al bicho y oyó dos avisos. 
De cualquier manera, puso de manifiesto su valor y su dignidad profesional, exponiéndose a un percance, que la providencia no quiso que llegara…
Quiero agradecer a Carlos Reyes Sahagún, Cronista del Municipio de Aguascalientes y a Vicente Agustín Esparza Jiménez el haberme puesto sobre la pista de esta cuestión. No debo dejar de decir que este material lo tenía capturado desde hace tiempo, pero sin tener la idea del contexto en el que los hechos se produjeron. Ellos dos son quienes me llevaron a él.

Dramatis personae

Fernando López se había presentado en la Plaza México el 30 de agosto de 1946, alternando con Nacho Pérez y Curro Ortega, siendo los novillos de La Laguna. Recibió una alternativa en Ciudad Juárez el 6 de noviembre de 1949 de manos de Antonio Velázquez. Renunció a esa alternativa y volvió a actuar como novillero, presentándose en la plaza de Las Ventas de Madrid el 21 de octubre de 1951, alternando con Lorenzo Guirao Morenito de Córdoba y José Cano, en la lidia de novillos de Ignacio Rodríguez Santana. Es uno de los pocos toreros mexicanos nacidos en el Estado de Veracruz, falleció en la Ciudad de México el 4 de mayo de 2007.

Jorge El Ranchero Aguilar se presentó como novillero en la Plaza México el 1º de junio de 1947, alternando con Nacho Pérez y José Rodríguez Joselillo con novillos de La Laguna. Recibió una alternativa en Tlaxcala el 13 de marzo de 1949 de manos de Diamantino Vizeu, con toros de La Laguna, misma que renunció. Recibió una segunda alternativa en la Plaza México el 28 de enero de 1951 de manos de Manolo dos Santos, en presencia de Jesús Córdoba, con toros de La Laguna. La confirmó en Madrid el 4 de mayo de 1952 y le apadrinó Manolo Navarro siendo testigos Luis Briones y Jaime Malaver, con toros de Manuel García Aleas. Falleció en el tentadero de la ganadería de Coaxamalucan el 27 de enero de 1981.

Carlos González se presentó en la Plaza México el 8 de junio de 1947, alternando con Ramón López y Joselillo, con novillos de Santín. Se presentó en Madrid, en la Plaza de Las Ventas el 31 de agosto de 1952, alternando con Lorenzo Guirao Morenito de Córdoba y Enrique Vera, los novillos fueron de Alberto González Carrasco (5) y Juan Sánchez de Valverde (1). Es originario de esta ciudad.

domingo, 5 de julio de 2015

Relecturas de verano (IX)

Jorge Aguilar “El Ranchero”. Un gran torero. Un gran hombre

Ejercer de biógrafo es una actividad riesgosa. La actividad entraña la dificultad de tener que anteponer la objetividad a la narración de la vida del personaje, a los sentimientos del autor. Y eso siempre cuesta mucho, sobre todo, como en el caso presente, cuando se tienen lazos afectivos y de familia, que pueden impedir el ver las cosas con claridad y hacer juicios que van más allá de los sucesos como realmente ocurrieron.

Pero en esta ocasión, Carlos Hernández González, Pavón para los amigos, superó con creces la difícil prueba que se puso por delante y nos presenta un repaso por la historia y la memoria de uno de los toreros mexicanos que más hondo ha calado en la afición – sobre todo la de la Plaza México – en lo que yo considero que es la Edad de Plata del toreo mexicano. Jorge Aguilar González, El Ranchero Aguilar en las arenas, es un diestro de esos pocos que tienen la facilidad de cautivar con su hacer ante los toros todas las sensibilidades y en Jorge Aguilar “El Ranchero”. Un gran torero. Un gran hombre, Pavón nos enseña la manera en la que ese hombrón nacido en la Hacienda de San Mateo Huiscolotepec, en el Estado de Tlaxcala fue encontrando los diversos matices al ser y al hacer delante de los toros bravos para lograrlo.

El libro inicia narrando los antecedentes familiares de El Ranchero, su emparentamiento con los señores de Piedras Negras, su integración a la vida de la Hacienda y al manejo del toro de lidia en el campo y sus primeros escarceos en las plazas de tienta de las ganaderías que llevan en su familia materna. Nos deja notar de manera clara que uno de los fundamentos básicos que le permitirían andar largo por los ruedos, fue precisamente el conocimiento del toro, adquirido en el campo, donde aprendió a ser también un gran garrochista y derribador.

La segunda parte de la obra está dedicada a analizar la trayectoria de El Ranchero en los ruedos, de cómo logra una primera alternativa en el año de 1949 en Tlaxcala, misma a la que renunció para hacer una reaparición como novillero y ser el máximo triunfador de la temporada novilleril de 1950 en la Plaza México, cortando tres rabos y recibir el doctorado definitivo el 28 de enero de 1951 de manos de Manolo dos Santos, con el testimonio de Jesús Córdoba, siendo el toro de la cesión Cartonero de La Laguna.

En esa segunda parte vamos a advertir que El Ranchero fue un torero de calidad, no de cantidad, pues entre ese 28 de enero de 1951 y el 11 de febrero de 1968 que toreó en la Plaza México la última corrida de su vida, apenas sumó 271 festejos vestido de luces. Pero lo hizo siempre en las mejores condiciones y en las mejores plazas de lo que Díaz Cañabate llamó en su día el planeta de los toros

La parte final de la obra se refiere a las actividades de Jorge Aguilar después de dejar de vestir el terno de luces. Ya fuera toreando festivales benéficos, practicando la charrería – nuestro deporte nacional – o dedicándose a las actividades agropecuarias, El Ranchero mantuvo una posición destacada en Tlaxcala y en México y se distinguió como un gran tentador, gracias al conocimiento que tenía del toro en el campo, aprendido desde su infancia.

La narración que nos hace Pavón de los hechos relacionados con la muerte de El Ranchero es conmovedora. Reúne una serie de testimonios acerca de los hechos ocurridos en el tentadero de Coaxamalucan la mañana del 27 de enero de 1981, cuando delante de una vaca que era tentada, Jorge Aguilar sufrió un infarto masivo de miocardio que terminó con su vida. Diríamos aquí en México: se murió en la raya...

Ya lo decía al principio de estas líneas decía que la tarea del biógrafo es complicada, pero en este caso Pavón ha realizado la faena con limpieza y con lucimiento. Y lo que es más, ha dejado al descubierto que la afición mexicana está en deuda con uno de sus grandes héroes, con un torero al que aclamó en sus días de gloria, pero que ahora que descansa, le tiene en un relativo olvido. Ojalá que este libro sirva para que se rinda un homenaje a su historia y a su memoria, sobre todo en la Plaza México, donde fue y ha sido uno de sus toreros.

La frase es manida, pero Jorge Aguilar “El Ranchero”. Un gran torero. Un gran hombre, es un libro de esos que no se caen de las manos, de esos que vale la pena leer. Si quienes lean esto tienen afición a la fiesta y a su historia, hagan un esfuerzo por conseguirlo, conocerán un jirón de la historia del toreo en México y de uno de los hombres que la han hecho posible.

Ficha bibliográfica: Jorge Aguilar “El Ranchero”. Un gran torero. Un gran hombre. – Carlos Hernández González. – Gobierno del Estado de Tlaxcala – CONACULTA – Instituto Tlaxcalteca de la Cultura. – 1ª Edición, 2015. – 383 Págs. – Sin ISBN.  

domingo, 22 de diciembre de 2013

21 de diciembre de 1952: El Ranchero Aguilar y Náufrago de Rancho Seco

Jorge El Ranchero Aguilar
(Foto cortesía altoromexico.com)
En el transcurso de la semana me preguntaba qué tema abordar para estos días en los que la atención de muchos está en otros temas. Al revisar las efemérides me encontré con que hace algo más de seis décadas al igual que éste día se lidió en la Plaza México una corrida de Rancho Seco a la que enfrentaron Andrés Blando, Luis Miguel Dominguín y Jorge El Ranchero Aguilar. Vistas las crónicas escritas acerca del mismo, me decidí a presentárselos como el tema por este par de días.

La temporada 52 – 53

En el ciclo de corridas que ofreció el doctor Alfonso Gaona entre el 2 de noviembre de 1952 y el 1º de marzo de 1953 – en número de 18 – destacaron las confirmaciones de alternativa de Luis Miguel Dominguín y de Rafael Ortega – éste, en su única actuación en La México –; las despedidas de Carlos Arruza y Silverio Pérez; las grandes faenas de Manuel Capetillo a Fistol de Zotoluca, del Ranchero Aguilar a Montero de San Mateo, de Carlos Arruza a Bardobián de Zacatepec, de Luis Miguel a Pajarito de San Mateo, de Luis Procuna a Polvorito y de Manolo dos Santos a Lusitano, ambos de Zacatepec. Es también la temporada de las grandes broncas de Luis Procuna, que tienen su clímax la tarde del 15 de febrero de 1953, cuando el Berrendito regala al citado toro Polvorito y revierte una tarde en la que exhibió la summa de sus fracasos y tuvo su renacimiento como torero.

La 10ª de la 52 – 53

Luis Miguel Dominguín
(Foto: James Burke - Life, 1959)
Para la décima corrida de la temporada, decía que se anunció a Andrés Blando, Luis Miguel Dominguín y Jorge El Ranchero Aguilar con toros de Rancho Seco. El primer espada se presentaba en la temporada y en cierta manera era retribuido por un triunfo que había logrado al final de la temporada anterior, en tanto que los otros dos alternantes eran de los triunfadores de la temporada.

Luis Miguel Dominguín, en su tercera aparición consecutiva del ciclo, había logrado ya revertir la hostilidad que inicialmente tuvo la afición mexicana en su contra, que llevada por las versiones que culpaban al madrileño de la muerte de Manolete, le recibió de mala manera y estaba dispuesta a abroncarle por cualquier causa. Delante del toro fue como demostró su real valía y el hecho de que todo lo demás eran solamente infundios.

La crónica escrita por Carlos León para el ya extinto diario Novedades de la Ciudad de México, relata en lo que interesa, lo que sigue:
Otro gran triunfo del “Ranchero”: Corta dos orejas. – Luis Miguel lidió bien al quinto y lo mató de volapié concediéndosele un apéndice. – Aguilar, en el que cerró plaza, un mozo de 548 kilos, armó el alboroto y salió en hombros. – Andrés Blando, incoloro. – ¡Qué buen torero es Luis Miguel!. – Tan bueno, que como no pueden acabarlo en franca lid sobre los ruedos, han tenido que servirse de medios innobles. Primeramente, la necia campaña de desprestigio, que se derrumbó en pocos segundos cuando Luis Miguel conquistó al público el día de su debut. Después, la sucia calumnia de que había triunfado con toros “afeitados”, infundio que las autoridades deshicieron, poniendo en ridículo al vil calumniador. Y por último, ayer, los “reventadores” a sueldo que buscaron sacar de quicio a “Dominguín”, mientras éste, flemático y torero, sin perder la calma en ningún instante, fue callando poco a poco los gritos, hasta cuajar un triunfo y cortar una oreja… No fue un triunfo fácil y por ello tuvo mayor mérito. Teniendo que vencer un ambiente molesto, luchando a la vez con los toros y con los enemigos emboscados. Luis Miguel hizo gala de una gran serenidad y fue labrando el triunfo paso a paso, conquistando el terreno palmo a palmo, hasta imponerse triunfador sobre las circunstancias difíciles y las opiniones adversas, sosteniéndose, a la postre, en el sitio señero de mandón de la fiesta… En cambio para Jorge Aguilar todo era propicio. Sus éxitos recientes le habían ganado el favor popular, muy justificado por cierto. Pero, sobre todo, su gesto hombruno de darle la pelea en el ruedo a Luis Miguel, en vez de rehuir la batalla y darla solamente a través de sus publicistas, lo traía de antemano aureolado de un prestigio varonil que además justificó bravíamente con el sexto de la tarde. Así, el “Ranchero” no tuvo que agazaparse tras las turbias calumnias de “Don Primicio”; ni menos necesitó pagar gritones que fueran a zaherir a un compañero. Le bastó con dar la pelea franca y abierta, con auténtica nobleza, para unir su triunfo al de “Dominguín”, cortar orejas y salir en hombros de los aficionados… Dos orejas para Aguilar. No nos gustó Jorge con su primero. Se atrabancó, se atropelló, anduvo sin plan por toda la plaza, derrochando agallas, pero sin acoplarse con “Bandolero”, viéndose en apuros hasta para pasaportarlo con la tizona… Pero a “Náufrago”, el sexto, le cuajó una faena pletórica de emotividad, de las que llegan hondo a las masas, tanto por el valor que derrochó como por las excelsitudes que alcanzó en instantes de buen toreo… “Náufrago”, que fue el único toro bravo del encierro y que pesaba además quinientos cuarenta y ocho kilogramos y traía pujanza y fiereza, ayudó a hacer más impresionante la labor de Aguilar. Desde los muletazos iniciales, por alto, en que la fiera embestía arrolladora y el “Ranchero” se paraba inmóvil, la nota dramática se posesionó de los espectadores. Poco después de aquél preámbulo estoico, Aguilar encendió más aún los entusiasmos al correr la mano en los derechazos de angustioso corte, pero mandando sobre la fiera. Igualmente en sus naturales, el moreno se recreó, saboreó lo que hacía, logrando que en ningún momento se perdiera el ángulo dramático y emotivo que culminaría cuando se echaba al toro por delante en el garbo de los forzados de pecho. Con el ruedo lleno de sombreros y con la muchedumbre enloquecida, desorbitada por el angustioso toreo del mexicano, ya lo de menos fue que Jorge pinchara y que enseguida rematara su labor con un espadazo caído. El tan solo quería que se muriera el toro, para izar en hombros al ídolo popular de la presente temporada. Y tras de concederle las orejas, en volandas se lo llevaron, triunfador, culminando así otra actuación relevante de este muchacho que está en su momento y está sabiendo aprovecharlo…
La última tarde de Juan Espinosa Armillita

Juan Espinosa Armillita
(Foto: Luis Reynoso)
La fiesta es de triunfo y tragedia y en esta tarde no pudo apartarse de los triunfos relatados antes, la tragedia de uno de los más grandes toreros de plata que hayan pisado un ruedo en lo que un día fuera el planeta de los toros. Me refiero a Juan Espinosa Armillita, personaje del que ya me he ocupado en otro espacio de esta misma Aldea, quien esa tarde salía en la cuadrilla de Luis Miguel Dominguín.

Juan Espinosa Saucedo se había retirado de los ruedos el 3 de abril de 1949 junto con su hermano Fermín y volvió a los ruedos esa temporada para auxiliar a los hermanos Pepe y Luis Miguel Dominguín en su primera campaña americana, en reconocimiento a la amistad que unía a las familias de ambos toreros. 

El segundo toro de la tarde, llamado Cañí, le prendió al colocar el primer par de banderillas, al parecer sin consecuencias, pero el torero se dolió del golpe y pasó a la enfermería en donde se le encontró una cornada de grandes proporciones. El parte médico rendido fue el siguiente:
Herida con orificio de entrada de cuatro centímetros, penetrante de vientre y tórax por donde hace hernia el epiplón mayor en la base del hemitórax izquierdo, cara lateral a la altura del décimo espacio intercostal. Interesó partes blandas, fondo del saco pleural, peritoneo y fosa renal izquierda, dejando al descubierto el riñón. El diestro sufre fuerte estado de shock y la herida es de las que ponen en peligro la vida.
Juan Espinosa Armillita se recuperó del percance y vivió varios años más, pero esa fue la última tarde que salió a un ruedo vestido de luces.

sábado, 27 de abril de 2013

Tal día como hoy: 1958. En la reaparición de Lorenzo Garza, triunfa El Ranchero Aguilar


La corrida que daba término a esta Feria tenía un extraordinario atractivo, que era la reaparición de Lorenzo Garza en la Plaza de Toros San Marcos, después de muchos años de estar ausente tanto de su redondel como de nuestro serial sanmarqueño. Se sumaba al interés el hecho de que lidiaría toros de la ganadería que él fundara, ya para estas fechas en la propiedad de don Jesús Cabrera y que alternarían con él Jorge El Ranchero Aguilar, quien apenas el mes de febrero anterior había realizado en El Toreo de Cuatro Caminos su faena al toro Bogoteño de La Laguna, la que resultaría ser una de las más grandes de su historia en los ruedos. Cerraba la combinación el linarense Humberto Moro, quien venía a refrendar su calidad de triunfador de esta plaza y esta feria.

No obstante lo bien rematado que estaba el cartel, la reaparición de El Ave de las Tempestades representaba quizás el mayor atractivo del mismo. La nota previa a la corrida refleja entre otras cosas lo siguiente:

Hoy la tercera corrida de Feria: ¡Reaparición de Lorenzo Garza!... Pues bien, este gran señor de los ruedos, esta auténtica primerísima figura de la torería, este Lorenzo Garza, cuyas hazañas crearon toda una época en el toreo mexicano, efectúa hoy su reaparición en el Coso San Marcos... ¡Bienvenido sea Lorenzo el Magnífico, el genial muletero de Monterrey!... Y que hoy, a la vera del reinero, Moro y El Ranchero Aguilar escalen también la cima del triunfo para hacer de esta última corrida de Feria una fecha de excepcional valer...

En ese ambiente se celebró el festejo y al final el gran triunfador fue el tlaxcalteca Jorge Aguilar. Don Jesús Gómez Medina nos cuenta lo siguiente:

El Ranchero Aguilar fue ayer el triunfador. Garza se vio inseguro, aunque topó con el peor lote del encierro. Moro, tuvo detalles. Lleno a reventar en la plaza. Cabrera mandó desigual encierro... Diríase que, de súbito, el reloj del tiempo había retrocedido veinte años... ¡Sí!... Cuando en la puerta de cuadrillas se perfiló la torera silueta de Lorenzo Garza, enfundado en principesco terno blanco y oro, pareció que volvía aquella tarde del 25 de abril de 1937, cuando el Magnífico, en el zenit de su fama, debutó en Aguascalientes... Tan solo el alternante no era el mismo, Y sin embargo, muy cerca estaba quien lo fue entonces: “Armillita”. También ahora, la apoteótica ovación de bienvenida obligó a Lorenzo a saludar, descubierto y emocionado, desde los medios de la plaza. Mas, ¡ay!, aquí concluyó el símil: lo que vino más tarde, el resto de la actuación del Califa de Monterrey, no tuvo, ciertamente, la brillantez de lo realizado en aquella jornada ya lejana y, sin embargo, todavía presente en el recuerdo de cuantos lo presenciaron... En esta tercera y última corrida de Feria, el triunfo grande, estruendoso, fue para el Ranchero Jorge Aguilar... Frente al segundo, un bravo, noble y alegre burel, el de Tlaxcala llevó a cabo una faena impregnada de mando, de temple y de quietud; una faena brillante y torera, en la que El Ranchero dio al toreo por abajo toda la longitud y la hondura de las grandes ocasiones... Especialmente con la derecha, Jorge Aguilar ha toreado en forma extraordinaria, por la forma en la que tiró del bicho, templó su embestida y lo enlazó con el siguiente. Todo a pie firme, con quietud y con ritmo; todo ello a la distancia justa para provocar la emoción sin detrimento de la limpieza, todo ello debidamente eslabonado, para redondear las tandas y darle unidad y solidez a la faena... Transcurrida ésta entre continuas ovaciones, a su conclusión, cuando el Ranchero dejó media estocada en la yema, para tirar patas arriba y sin puntilla al dócil y bravo burel, las dos orejas del bicho y una doble vuelta triunfal a la arena, constituyeron el testimonio del gran triunfo del diestro tlaxcalteca...

La faena de El Ranchero Aguilar al final fue considerada por un jurado integrado por Fermín Espinosa Armillita, Diego Moreno, el doctor Alfonso Pérez Romo y los periodistas Jesús Gómez Medina y Ramón Morales Padilla como la mejor de ese serial de 1958, en tanto que otros galardones fueron otorgados a Luis Procuna, por la actuación más completa. Los premios al mejor encierro y al mejor toro fueron para la ganadería de Peñuelas y para el toro Manzanero de ese mismo hierro, corrido en quinto lugar en la del día del santo patrono; como mejor banderillero se designó a Rafael Osorno y como mejor picador al Güero Guadalupe Rodríguez y se le concedió un premio especial a Calesero por su forma de parear al toro premiado como el mejor de la Feria.

El festejo de hoy: Reses de San Miguel de Mimiahuápam para Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Diego Silveti.

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