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domingo, 16 de marzo de 2025

A un siglo de la despedida de los ruedos de Rodolfo Gaona (III)

Rodolfo Gaona y Brillantino de Piedras Negras

La temporada 1924 – 25 en el Toreo de la Condesa constó de 25 corridas de toros, ofrecidas entre el 12 de octubre de 1924 y el 29 de marzo de 1925. Rodolfo Gaona fue indudablemente el eje y el soporte de ese ciclo, porque tomó parte en 15 de esos festejos, formados con un elenco de toreros integrado aparte de Gaona, por los diestros nacionales Arcadio Ramírez Reverte Mexicano; Luis Freg, Joselito Flores, José Ramírez Gaonita y Juan Espinosa Armillita quien recibiría la alternativa en esa temporada; por los hispanos vendrían José Roger Valencia I, Victoriano Roger Valencia II, Antonio Márquez, Manuel Jiménez Chicuelo, Mariano Montes, José García Alcalareño, Antonio Sánchez, y Gregorio Garrido.

En el renglón ganadero, los festejos se formaron con encierros de Piedras Negras, Atenco, Zotoluca, San Diego de los Padres, La Laguna, Coaxamalucan, San Mateo, Ajuluapan, Santín, San Nicolás Peralta y lotes hispanos de Justo Puente, antes herederos de Vicente Martínez y del Duque de Veragua.

Esos fueron los mimbres con los que el Dr. Jesús Luna y don Ignacio Soto arreglaron la temporada en la que el Califa de León se retiraría - definitivamente - de los ruedos.

La sexta corrida de la temporada 24 – 25

La presentación de Rodolfo Gaona en esa temporada de su adiós se preparó para el sexto festejo del ciclo, programado para el domingo 16 de noviembre de 1924, fecha en la que se le anunció para actuar mano a mano con José Roger Valencia I en la lidia de un encierro de Piedras Negras, ganadería tlaxcalteca dirigida en esas fechas por don Lubín González.

El hecho del anuncio de la primera actuación de Gaona en El Toreo durante ese ciclo, provocó una entrada superior en todas sus localidades. Así lo cuenta Miguel Necoechea Latiguillo, en su crónica del festejo para el diario El Demócrata de la capital mexicana fechado al día siguiente del festejo:

La presentación de Gaona ha tenido esta vez, como siempre, en la temporada de toros, el prestigio de brillante acontecimiento... La plaza de “El Toreo” llena de bote en bote lo atestigua; lo prueban, con la argumentación de costales de argentíferos y áureos tejos las taquillas; lo gritaba la “reventa” para la que ayer no existía el desalentador “¡barreras de primera fila al precio!”, sustituido por el denunciador de llenos: “¡compro el boleto que sobre!”... ¡Qué iban a sobrar! Persona hubo que el viernes ya pagara el ansiado papelillo a precio crecidísimo y que el sábado lo hiciera a valor de fábula; para el domingo no había una sola barrera, aunque se ofreciera por ella un ojo de la cara... La afición andaba loca...

Los síntomas eran de un gran acontecimiento, de esos que quedan, al menos por su arista económica, para la historia. Luego, lo que suceda en el ruedo, que no tiene visos de previsibilidad, tendrá que esperar a que los hechos programados, sucedan.

A la reaparición de Gaona se sumó otro acontecimiento, pues sin anuncio previo, se presentaron en la plaza los generales Álvaro Obregón, Presidente Constitucional de la República y Plutarco Elías Calles, Presidente Electo, quien entraría en funciones el 1o de diciembre siguiente. Escribe Gonzalo Espinosa Don Verdades para el diario capitalino Excélsior:

Poco antes de que diera comienzo la fiesta, llegaron a la plaza los señores generales de división Álvaro Obregón Presidente de la República y Plutarco Elías Calles, futuro Primer Mandatario. La muchedumbre, al darse cuenta de los dos Presidentes, los ovacionó cariñosamente...

La presentación de Rodolfo Gaona en la temporada no era indiferente ni a la clase política de la época, que se hizo presente en la plaza de toros para acompañar a quien en esos días y para la historia, es y ha sido, uno de los más grandes diestros que este país ha dado.

Rodolfo Gaona y Brillantino

El quinto toro de la tarde, último del lote sorteado por Rodolfo Gaona fue Turronero, un colorado, ojo de perdiz, bragado, que prácticamente desde la salida exhibió muestras de debilidad, por lo que después del primer encuentro con los montados, al perder las manos, fue devuelto por el Regidor en funciones de Juez de Plaza, el señor Petricioli, quien una semana antes, cuenta Don Verdades en su crónica, sostuvo a un toro de semejantes condiciones en el ruedo, siendo desastrosa la lidia del mismo. Agrega Gonzalo Espinosa:

Si nos hubiéramos resignado a que se lidiara este toro, según lo aconseja "Monosabio", ¡cuánto nos hubiéramos arrepentido! … Indudablemente que no hubiéramos presenciado la monumental labor que Rodolfo Gaona ejecutó con el sustituto y tal vez la bronca hubiera tomado las proporciones de un escándalo...

Y es que, afirmaba Don Verdades, el citado Monosabio, defendió hasta el extremo, la permanencia del toro de La Laguna que fue extremadamente débil el domingo 9 de noviembre anterior, no obstante que la prudencia aconsejaba su sustitución.

El toro que sustituyó a Turronero se llamó Brillantino, y fue de pelo negro, entrepelado y bragado. Este toro, contó Rodolfo Gaona en su libro autobiográfico Mis Veinte Años de Torero, fue el más manejable de su temporada postrera:

El toro más manejable que me han echado esta temporada, indudablemente fue “Brillantino”, de Piedras Negras... Le hice una buena faena, pero, como el toro puso lo suyo, el mérito nos lo repartimos entre los dos...

La faena de Gaona con Brillantino, fue calificada por Don Verdades, como superior a la que realizó el Califa a Revenido de Piedras Negras el 17 de febrero anterior y por su parte, Latiguillo va más allá, porque señala que supera no solamente a la de Revenido, sino también a las de Curtidor y Bordador. Esa fue la impronta que dejó esa tarde.

La versión de Rafael Solana Verduguillo para El Universal Taurino de lo sucedido esa tarde es la siguiente:

Comienza con el “pase de la muerte”, corriendo la mano con suavidad extraordinaria. Sigue un natural con la diestra y luego uno de pecho enorme. Mr. Smith se pone de pie y ya tiene el sombrero en la mano para arrojarlo a los pies del espada... Luego se lía Rodolfo a dar naturales; pero éstos tres muletazos que da con la zurda, constituyen el lunar en la artística faena. Ni para, ni manda, ni corre la mano, y, en cambio, deja que el toro le gane terreno y lo descomponga... Pero ya está Rodolfo con la muleta en la diestra nuevamente; ahora ejecuta tres pases de los llamados del “Centenario”; viene un molinete un tanto despegado, uno forzado de pecho, dos cambiándose de mano la franela, otro molinete ceñidísimo, y otro de pecho. Se arrodilla el diestro y, tomando al toro por la cepa del pitón, lo hace pasar en dos ocasiones; se pone de pie, vuelve la espalda al morucho, se hinca nuevamente, y en esa forma sigue toreando, hasta que, agotado, permanece un rato largo, de rodillas, ante el toro, terminando por volverle la espalda, para después pararse parsimoniosamente, y salir andando con lentitud de tortuga... Un pinchazo bueno y una honda tendenciosa, descabellando al segundo golpe… ¡Apoteosis! Sesenta dianas, mil sombreros en el ruedo, siete vueltas al ídem, catorce salidas a los medios... y la plaza convertida en un manicomio. Todos estamos locos...

Por su parte Miguel Necoechea Latiguillo en el diario El Demócrata, describe lo siguiente:

Quizá no lo entendieran quienes no lo vieron, y quizá no lo creyeran los que, ayunos de ese sentimiento de espiritualidad que nos empuja a la exaltación mística, que nos enmudece y que nos pasma a los que vamos a los toros por el arte mismo de la fiesta y divorciados de toda simpatía vulgar, pero todos quedamos convencidos, firmemente convencidos, después de verlo ayer frente a "Brillantino", de que Rodolfo significa, no durante una época, sino en todas las edades, el punto diamantinamente concéntrico del arte del toreo... Y es que en este artista magnífico, la persistente evolución del toreo puede luchar cambiando de procedimientos, pero a ellos ha adoptado fácil y gallardamente, los detalles de su arte peligroso, sin cambiar los valores fundamentales del principio que él mantiene, ÚNICO dentro de su integridad artística y en el límite preciso del clasicismo...

De la versión publicada en Excélsior por Don Verdades, extraigo:

“Revenido” ha pasado a la historia. El nombre de aquel famoso toro con que Rodolfo Gaona hizo una faena de muleta que hasta hoy no se olvida, va a ser reemplazado por el de "Brillantino", el sustituto del quinto animal de ayer, con el que el torero mexicano ejecutó una de las más admirables faenas de su vida torera y que en mucho sobrepasó la ejecutada con “Revenido”... La faena de “Brillantino” fue de esas faenas que jamás se olvidarán y que en una de las páginas de la historia de 20 años de la historia de un torero, que un colega prepara, debe quedar grabado con caracteres de oro y de diamantes, para que las generaciones futuras se recreen y sepan lo que los gladiadores taurinos de nuestra época sabían hacer... Gaona cortó la oreja de “Brillantino” que por unánime petición de millares y millares de espectadores fue concedida por su señoría el edil que presidía la fiesta. El apéndice auricular de “Brillantino” estuvo bien ganado por el torero de León y nadie, absolutamente nadie se opuso a que se le concediera...

Por su parte, Valencia I tuvo una actuación muy destacada ante el primero de su lote, segundo de la tarde Platanero, al que, de acuerdo con las crónicas, pudo cortarle también la oreja, de haber estado fino con la espada.

Los tiempos que ya no serán

El lleno en la reaparición de un torero en su campaña de despedida con la presencia del titular del Poder Ejecutivo en la plaza para acompañarlo es algo que ya no será posible ver en el país que hoy vivimos. Es altamente probable que solamente nos queden estos recuerdos de una fiesta que tiene por divisa la grandeza y que un puñado de intolerantes, que enarbolan intereses que no merecen ser confesados, pretenden erradicar por decreto. Pero no la quitarán de nuestra conciencia ni de nuestra memoria y en lo que esté en nuestra mano, seguiremos difundiendo su trayectoria, para que quede claro que es parte de la cultura y la historia de México.

domingo, 29 de diciembre de 2024

15 de diciembre de 1929: Félix Rodríguez y Cafetero de Piedras Negras

En memoria de don Antonio Ramírez González, quien el día de ayer hizo el último paseíllo.

La temporada de novilladas 1929 tuvo como principales triunfadores a Carmelo Pérez, Esteban García, José González Carnicerito y a Jesús Solórzano y como lo señala bien Verduguillo, el único que escapó a un destino trágico fue quien después sería conocido como El Rey del Temple, pero sin dejar de pagar su cuota de sangre, porque fue muy castigado por los toros. 

Así, la temporada 1929 - 30 en el Toreo de la Condesa tenía como bases entre los toreros mexicanos a Juan Silveti y a Pepe Ortiz, quienes encabezarían el elenco de los nuestros junto con los recién alternativados Heriberto García, Paco Gorráez y Edmundo Maldonado Tato, y con los que recibirían el doctorado en ese ciclo, Carmelo Pérez y Jesús Solórzano.

A esos siete diestros nacionales se sumarían los hispanos Joaquín Rodríguez Cagancho, Antonio Márquez, Ricardo González, Mariano Rodríguez Exquisito y quien me ocupa en estas líneas, el santanderino Félix Rodríguez.

Los dos toreros que más actuaciones sumaron y que tuvieron triunfos destacados en la temporada fueron Cagancho, que terminó siendo declarado el triunfador de ella y Heriberto García, quien se reveló además como un extraordinario estoqueador y que en su faena al toro Vigía de La Laguna, alcanzó uno de los puntos destacados de su trayectoria en los ruedos.

La temporada capitalina de Félix Rodríguez

El torero de Santander tuvo seis actuaciones en esa temporada, prácticamente consecutivas, a partir del 1o de diciembre de ese 1929, una tarde lluviosa, en la que, al decir de Heriberto Lanfranchi, la corrida debió suspenderse, pero al haberse dado, todo el mundo salió perjudicado con la decisión de la autoridad.

Al final de cuentas, Félix Rodríguez solamente pudo mostrar algo de lo que la prensa de la época dio a conocer de su paso por los ruedos hispanos, donde en ese calendario, de acuerdo con el anuario Toros y Toreros de Uno al Sesgo, actuó en 65 corridas. El juicio que hace de este diestro don Tomás Orts Ramos en ese resumen es el siguiente:

Perdió además 6 corridas, por diferentes causas. Ocupa el tercer lugar, por el número de actuaciones entre los matadores de toros, y aunque su campaña ha tenido grandes desigualdades, en nada ha bajado su cartel, porque como a todos los toreros de su clase y estilo, el público les concede un margen amplio de crédito, sabiendo que pueden volver por sus fueros y prestigios cuando se les antoje...

Es decir, plantea con claridad meridiana que Félix Rodríguez no era un torero que se distinguiera por ser consistente en su actuar en los ruedos.

La novena corrida de la temporada 1929 – 30

Para el domingo 15 de diciembre de 1929 se anunció la alternativa de Jesús Solórzano, quien la recibiría de manos del nombrado Félix Rodríguez y contando con el testimonio de Heriberto García. Los toros anunciados fueron de Piedras Negras, aunque al final terminaron lidiándose solamente cuatro de estos, pues el primero de la tarde y de la alternativa de Solórzano, llamado Cubano, y el quinto - bis, un retinto nombrado Lamparillo, segundo de Heriberto, fueron de La Laguna.

Por las disposiciones reglamentarias de la época, a Félix Rodríguez le correspondió lidiar a los toros tercero y cuarto de la corrida, siendo este último en donde pudo acreditar a la afición de la capital el por qué de su renombre. El toro se llamó Cafetero y fue de Piedras Negras. De la crónica de Armando de María y Campos, firmando como El Duque de Veragua, publicada en el semanario El Eco Taurino, extraigo:

En cuarto lugar, sale “CAFETERO” – número 27, cárdeno oscuro, morcillo, bragado y de muy buena construcción en general –, y con el primer capote que se encuentra es con el de “Posadero”. Salta al callejón, señal de que no es bravo. Félix lo torea de capa y de la serie de lances que da, no se nos olvida una verónica, uno doblando con el toro y el valiente remate de rodillas, aunque perdiera el capote. Pican “Cicoto” y “Marinero” y el toro se va creciendo por momentos. Félix corto y emocionante. Heriberto muy torero y Solórzano hace el gran quite de la tarde, embarrándose materialmente el toro a la cintura. Oye imponente ovación, música y sale al tercio a saludar... Lo parean rápidamente Delgado y Espinosa, y nos volvemos todos ojos para ver a Félix que sale con la muleta en la izquierda, arrastrándola indolentemente. Recordemos que a Félix se le llama en España “el torero de la mano izquierda” y que de él se ha dicho que su pase natural no se parece al de ningún otro torero, así de personal y emocionante es... El primer pase es el natural. Excelente principio. Un ayudado para colocarse él mismo el toro donde le convenía, y se pasa otra vez la muleta a la zurda. Y ante nuestros ojos atónitos - no incrédulos - Félix va desenvolviendo la película lenta de un inacabable pase natural, que liga con otro y con otro, y con otro, hasta sumar seis, que remata con uno de pecho, prodigio de sencillez y de emoción. Echad sobre un terciopelo negro un puñado de brillantes: uno, dos, tres, hasta seis, y una clara esmeralda, y tendréis un símil exacto de esta parte de la faena de Félix. En los tendidos la ovación es imponente. Y sigue la faena, con el toro bravísimo que se ha encontrado a un torero, a un gran torero, que no en balde torea en España ochenta y tres corridas, cerca de la mitad en Andalucía. ¿Es o no es Félix un torero jándalo? Y sigue por naturales... Como un Creador que arrojara sobre el tapiz azul del cielo puñados de luceros, así Félix Rodríguez sigue toreando al natural. Una vez, y otra, y otra, hasta consumar el clásico pase en redondo, y luego lo repite, como si quisiera ratificarlo, hacerlo otra vez, y otra, para que no quepa duda de que él es más que un Maestro del pase natural: un Rector del clásico muletazo. ¡De once pases naturales se compuso la segunda parte de esta faena!, una de las más grandes – y desde luego la más clásica que se ha hecho en la plaza de “El Toreo” –, que cerró con el áureo broche del pase de pecho, lento, echándose por delante a todo el bravísimo “Cafetero”... Hay una pausa. El jándalo Félix se retira a reponerse de una vasca imprevista, y que sirve para que “Cafetero” se refresque un poco... Y sigue la borrachera de naturales. Sobre el terciopelo negro de la tarde brillan hasta veinte clarísimos diamantes: los ¡veinte naturales! que Félix le ha sabido, y le ha podido, y le ha querido dar a este toro de Piedras Negras, bravo, qué duda cabe, pero que principió saltando al callejón... Sí, no se nos engañaba, no se nos contaba un cuento japonés, cuando se nos aseguraba que Félix Rodríguez torea al natural de modo personalísimo, cómo que sus naturales no son naturales – ¿por qué han de ser “naturales” estos pases maravillosos que Félix crea a la vista de miles de espectadores? – sino “legítimos” ... De hoy en adelante el pase clásico no será más un “bastardo” en el arte del toreo, no será un “natural”, porque ya tiene un padre que lo ha reconocido – veinte veces en una tarde –, y este es Félix Rodríguez. De hoy en adelante ese difícil pase que se da con la mano izquierda “situándose el lidiador en la rectitud del cornúpeta, teniendo el engaño en la mano de cobrar y a una distancia regular, dejando que el toro llegue a milímetros del trapo, cargándole la suerte y dándole lenta salida hacia el terreno que queda atrás del torero”, ya no se considerará como un pase natural, sino por un pase legítimo, de Félix Rodríguez... Una estocada atacando con fe, y las dos orejas, el rabo, dos vueltas al ruedo y una ovación imponente...

De María y Campos ve la faena como una obra bien compuesta, importante y merecedora de la atención que los aficionados le dieron por la emoción que les causó, y que al paso de los años, es como se quedó en la memoria colectiva, porque así es como la recoge la historia.

Más no todas las opiniones fueron encaminadas en el mismo sentido. La versión de Edmundo Fernández de Mendoza, Martín Galas, director y cronista del semanario El Taurino, es duramente crítica, a partir básicamente de dos hechos: que le pareció que el toro no tenía el suficiente trapío y de que la faena se realizó exclusivamente por naturales. Lo cito:

El toro menos toro de la camada de ayer, se lidió en cuarto turno; se llamó “Cafetero”, fue negro listón, bragado, bien encornado, sacudido de carnes, sin fuerza y pastueñote desde que pisó el ruedo. Félix le largó tres mantazos sin gracia, sin alegría, sin nada de lo que dicen sabe hacer con el capote. El bicho visitó el pasillo y cuando volvió a la escena, “El Sereno” ejecutó dos lances, distanciado, y moviéndose más de la cuenta, dobló dos veces con el burel y remató sin apretarse. El burel se arrancó de largo a “Azuquita”, que picó en los bajos; Félix hizo una chicuelina; pero Chucho Solórzano vino a demostrarle cómo se hacen esos lances, en el quite que le correspondió. Y, en la comparación, perdió Santander. Solórzano instrumentó después superior verónica y recortó como los grandes toreros. Heriberto también hizo superior verónica y remató con una artística rebolera. Para los dos mexicanos hubo palmas abundantes... Y entonces, con un becerro adelantado, como queda dicho, sin fuerza, francote y noble, Félix realizó una faena izquierdista, compuesta de naturales y de pecho, ligando los muletazos, corriendo muy bien la mano en unos y enmendándose en otros. Pero, en honor de la verdad, estuvo muy bien en conjunto, sobresaliendo cuatro naturales que le resultaron chipén. ¡Si así fuera siempre y con toros, otro gallo nos cantara, señor Rodríguez! No le escatimo a usted el elogio, porque ya se vio algo de lo mucho bueno que dicen sabe usted hacer; pero esto no es bastante. Faenas por naturales, desde el principio hasta el fin, se las hemos visto varias veces a Manuel Jiménez, que es, de los toreros que conocemos, quien mejor ejecuta el clásico muletazo fundamental del toreo. ¡Ojalá que usted repita esta hazaña, grande como fue, con toros hechos, que embistan fuerte y que tengan lo suyo en la sesera, porque, entonces, nos cansaremos de tocarle palmas, como se las tocó la mayoría del público, deseoso de que usted demostrara que en verdad es torero! ¡Ya veremos después, que para todo hay tiempo! … Volvió el matador a echarse fuera y a alargar el brazo, cuando entró a herir y esto restó méritos a la labor de Félix, pues el estoque quedó atravesado. Y entonces vimos lo que no se había visto antes en “El Toreo”: ¡Se concedieron al señor Rodríguez las orejas y el rabo de “Cafetero”! La ovación, por lo que hace a la faena, fue justificadísima, que, por lo que se refiere a la estocada, “El Sereno” no la merecía tan grande... 

Como se ve, Martín Galas no reconocía tanto mérito a Félix Rodríguez y he de agregar, que la línea editorial del semanario que dirigía, iba por el mismo sentido. Hay en el número del 16 de diciembre de 1929, donde se publicó la crónica a la que vengo aludiendo, un artículo demoledor de Enrique Arzamendi, criticando la actuación del torero de Santander.

Años después, en su revisión histórica de la fiesta que vivió, Rafael Solana, Verduguillo, relata lo siguiente:

La nota cumbre de la corrida de la alternativa de Chucho fue una de su padrino, Félix Rodríguez, a quien en España se apodaba "El Sereno", a un toro con poco respeto de Piedras Negras llamado "Cafetero", le hizo el diestro santanderino un trasteo exclusivamente sobre la mano izquierda y cortó orejas y rabo. Éste había de ser su único éxito en México; todo el resto de su actuación aquí fue una cadena de desastres... Félix, por cierto, salió en tan mal estado físico aquella tarde, a causa de las continuas fiestas que aquí llevaba, que tuvo que interrumpir varias veces su faena para ir discretamente a un burladero a "cambiar la peseta", un espectáculo bastante lamentable, si se tiene en cuenta que dieciocho mil pares de ojos se dedicaban a tan poco vistosos menesteres...

No es excesivo recordar que Verduguillo dirigió varios años a El Universal Taurino que es el antecedente directo del semanario que dirigía Martín Galas. Quizás la formación periodística y taurina dio un punto de vista semejante a ambos, pero aunque Félix Rodríguez dividió las opiniones de la prensa, la memoria de su triunfo quedó en los escritos para la posteridad.

El impacto de Félix Rodríguez

El diestro de Santander vivió deprisa y murió joven, a los 38 años de edad. Según a quien se lea, tenía padecimientos de distinta índole, que iban desde los reumáticos hasta aquellos de transmisión sexual. Creo que por lo que se narra de su forma de vivir, esta última opción es la más factible y era en esos días también la menos tratable médicamente.

Sin embargo, el impacto que causó como torero en sus pares fue grande. Me contaba don Arturo Muñoz La Chicha, banderillero de la Triana de mi tierra, que un torero que infundió respeto nada menos que al maestro Fermín Espinosa Armillita, fue precisamente Félix Rodríguez. Y hurgando las hemerotecas me encuentro esto que escribió José Luis Benlloch:

Comenzando por el gran Armillita, que cuando le pregunté en el callejón de La Monumental de Barcelona, en la que estaba acompañando a su hijo Miguel, después gran amigo y entonces novillero que seguía la huella de su padre, “El torero más grande que usted conoció en su larga carrera debió ser Joselito El Gallo, ¿verdad?”; me respondió inmediatamente: “No; Joselito era muy bueno, pero el mejor torero que yo he conocido se llamaba Félix Rodríguez”. Y me contó una serie de cosas que revelaban en aquel torero un personaje singular e irrepetible. Para terminar recordando con los ojos semientornados: “Aquel no era un torero, era un sueño vestido de luces”...

Un sueño vestido de luces... Me quedo con la opinión más autorizada, la de Armillita, quien dijo que fue el mejor torero que había conocido, y eso es lo suficiente para que cualquiera que se haya vestido de luces pueda ser considerado un ser superior. Por eso, Jorge Laverón no exageraba al considerar que pudo ser el verdadero sucesor de Gallito, pero citando de nuevo a La Chicha, le gustaba la jarana y le encantaban las gitanas...

En fin, que en México pudo ser visto, aunque fuera por una sola tarde.

Aviso parroquial primero: De la alternativa de Jesús Solórzano, ya me había ocupado en este sitio.

Aviso parroquial segundo: Los resaltados en los textos transcritos son obra imputable solamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

jueves, 25 de abril de 2024

Abril de 1974: la última feria de la Plaza de Toros San Marcos (VI)

Quinta corrida de feria: El día del santo, estalla la ira de los justos…

Decía hace un par de días que cuando el toro falta, todo se descompone. Pues resulta también que cuando está presente en la plaza, también las cosas suelen torcerse, como ocurrió el día de San Marcos de hace medio siglo, cuando se anunció un encierro de Piedras Negras para que lo enfrentaran Jesús Delgadillo El Estudiante, Antonio Lomelín y Curro Rivera. Las crónicas de la fecha señalan que la corrida tuvo edad, trapío y el peso adecuado para ser lidiados en un festejo de esta naturaleza, pero, como veremos adelante, aún así, no cumplieron con su destino final.

La corrida que envió don Raúl González aparentemente no tuvo la fuerza necesaria para mantenerse en el ruedo. Escribe don Jesús Gómez Medina:

Un encierro, un lote con edad y trapío, sí; también con bravura, pues cuando pudieron, fueron al caballo. ¡Ah! Pero con una debilidad de remos tan aplastante que dieron pábulo al estallido de la indignación popular. El ganadero, a manera de explicación a lo anterior, adujo la existencia de materias nocivas en el piso de los toriles. Más sea esta o no la razón de lo ocurrido; ya se trate de un lamentable síntoma degenerativo originado en la consanguinidad; en suma, sea cual fuere la causa, lo único positivo, por hoy, es que la divisa rojinegra echó un baldón en su añejo historial… Y esto, a reserva de lo que arroje la investigación solicitada por Raúl González…

Recuerdo la transmisión radiofónica de la corrida, en la que el ganadero de Piedras Negras explicaba al micrófono, primero por el sonido local y después por el de la radio, que los toros habían sido intoxicados o drogados de alguna manera que impedía su normal desplazamiento en el ruedo. También me llega a la memoria la monumental rechifla que se llevó cuando usó el sonido local, porque a la concurrencia que llenó la San Marcos, no le parecía creíble el argumento de don Raúl González, pero también me queda todavía la impresión de que se necesitan muchos redaños para hacer lo que hizo en esos momentos complicados.

La ira de los justos

La bronca que se fue produciendo al rodar por la arena los piedrenegrinos fue in crescendo. Que se caiga un toro, pasa; dos, pues quizás, pero cuando la tónica del festejo es que vayan rodando por la arena uno tras otro de los que componen el encierro, es para acabar con la paciencia hasta del Santo Job. En esos casos, es cuando la multitud en el tendido se convierte en una sola voz y reclama lo que por derecho le corresponde, una fiesta íntegra. Así lo percibió don Jesús Gómez Medina:

Desde que a la democracia auténtica la expulsaron de los recintos parlamentarios y de las lides políticas, es tan solo en las plazas de toros donde tan discutida como ilustre dama conserva, íntegras, todas sus prerrogativas y todos sus fueros… Son los tauródromos, en efecto, el postrer reducto del "ágora" donde mantiene aún plena vigencia y logra su cabal realización este concepto nacido en los tiempos clásicos de la vieja Grecia. Es allí, indudablemente, el sitio donde el pueblo ejercita real y positivamente su soberanía: y esto lo pone de relieve aclamando, pitando, aplaudiendo o zahiriendo sin cortapisas ni restricciones a cuantos factores se combinan para la verificación del espectáculo, sean ellos toreros, ganaderos, empresarios e inclusive autoridades. A éstas, quizás, con más fuerza: ¡dígamelo a mí! …Nada pues, más natural que ayer, al considerarse defraudados los espectadores por las misérrimas y deleznables características de los astados de Piedras Negras, su protesta haya estado, asimismo, en forma reiterada, tumultuosa…

Se reclama pues, a todas las fuerzas vivas de la fiesta, a todos los que de manera directa intervienen en la organización y realización de los festejos. Y sí, en el tendido hay una auténtica democracia, la que se hace presente cuando el interés primordial del que paga por ingresar a la plaza es defraudado por aquellos que, en principio, tienen el indeclinable deber de preservar y mantener la autenticidad en lo que en el ruedo sucede. En esos casos, definitivamente, la ira que se expresa, es más que justificada.

El transcurso del festejo

Poco hay que relatar acerca de esa corrida. El único que lidió su lote completo de los toros anunciados, fue El Estudiante, porque los de Piedras Negras que sorteó, Polvo de Oro y Conquianero, pudieron mantenerse de pie, aunque sin representar complicación alguna, pues dicen los cronistas que entre su exagerada debilidad y la falta de sitio mostrada por el torero de nuestra Triana, poco trascendió a los tendidos.

Antonio Lomelín fue quien se encargó de aplacar en algo el incendio en los tendidos, cuando tomó los palos para banderillear al quinto – bis, un torillo de Suárez del Real y Curro Rivera al lidiar a otro torete de Gustavo Álvarez que cerró el festejo y al que le cortó una oreja. Al final, se lidiaron tres toros del encierro titular (1º, 2º y 4º), dos de Gustavo Álvarez (3º y 6º) y uno de Suárez del Real (5º). Vale reseñar también que el tercero – bis, de Piedras Negras, nada más salir al ruedo se desplomó y tuvo que ser apuntillado allí mismo.

La versión del ganadero de Piedras Negras

En la crónica del festejo aparecida en el Heraldo de Aguascalientes, sin firma, se contiene esta versión de lo sucedido en los chiqueros de la plaza, atribuida a don Raúl González:

El ganadero de Piedras Negras, Raúl González, aseguró ayer que al hacerse la revisión de los chiqueros encontró varias cosas anormales que según él iban en contra del buen juego de sus toros, comunicándolo de inmediato a la empresa como a los matadores antes del festejo y además entregó una bolsa de polietileno con tierra en la que se encontraron vestigios de amoniaco y otras sustancias, dijo… Esperemos el dictamen de las autoridades que tomaron conocimiento de éste lamentable caso, en la investigación de que si fue amoniaco o falta de comida o bien consanguinidad, pero pasemos al toro, que es lo nuestro…

La investigación efectivamente fue ordenada por las autoridades municipales, misma que fue encomendada al Mayor Médico Veterinario Álvaro González Haro, quien dictaminó en el siguiente sentido, al alcalde don Ángel Talamantes Ponce:

Por medio del presente me permito informar a Ud., el resultado de la inspección sanitaria verificada a (SIETE TOROS), que fueron lidiados en la plaza de toros San Marcos el día de ayer, la cual, según el diagnóstico del C. Mayor Med. Veterinario Álvaro González Haro, es la siguiente: Ganglios: Cervicales, Mediastínicos, Mesentéricos, Crurales: NORMALES. Pulmones, Hígados, Corazones, Rumen, Intestinos, Riñones: NORMALES. Canales: Lesiones traumáticas propias de la lidia. Atentamente: Mayor Médico Veterinario: Álvaro González Haro (rúbrica). Administrador: Javier Cuéllar Díaz (rúbrica).

Lo que no se practicó, a mi juicio, o no se dio a conocer, fue una batería de análisis de sangre y orina que pudieran determinar la presencia de sustancias tóxicas en el torrente circulatorio de los toros, únicamente se acredita la integridad de los toros lidiados y muertos en la plaza de toros en la víspera. No obstante, esto viene a representar el primer examen post mortem de la historia reciente de la fiesta en Aguascalientes que, documentado, trasciende al público.

Los toros devueltos al corral

En las páginas interiores de El Sol del Centro del día 30 de abril aparece, sin firma, una nota en la que se hace alusión al dictamen rendido acerca de la salud de los toros lidiados el día 25 de abril y al mismo tiempo se relata que los dos de Piedras Negras que sobrevivieron por haber sido devueltos a los corrales, fueron toreados a puerta cerrada por Alfredo Gómez El Brillante y José Antonio Picazo El Zotoluco, anunciados para actuar en la novillada del 5 de mayo siguiente. Entre otras cosas, esa información revela:

¿Recuerdan ustedes a los toros reumáticos de Piedras Negras que en la corrida del pasado 25 de abril fue necesario devolver a los chiqueros precisamente por eso: por su absoluta invalidez que los hacía inaptos para la lidia? Pues bien; dos días más tarde, a puerta cerrada dichos bureles fueron lidiados por los novilleros Alfredo Gómez y José Antonio Picazo y, ante la sorpresa general, aquella invalidez que provocó las airadas y justificadísimas protestas generales y consecuentemente, la vuelta al corral de los piedrenegrinos, había desaparecido por completo…

Así entonces, el 27 de abril, una vez que reposaron y que dejaron de respirar el encerrado ambiente de los chiqueros de la plaza, esos dos toros se comportaron con absoluta normalidad. Del juego que dieron, se dijo entonces:

Vimos, en cambio a dos toros que fueron repetidas veces al caballo con presteza; que recargaron de firme ante el jamelgo; y que más tarde permitieron a los mencionados novilleros que los toreasen de muleta larga y exitosamente… Con mayor lucimiento, más quieto y centrado con el toro, que mostró gran docilidad y nobleza, Alfredo Gómez, que inclusive hizo demostración de temple y limpieza en sus muletazos. Por todo ello, cuando liquidó al de Piedras Negras, fue calurosamente aplaudido por los numerosos aficionados presentes… El burel que lidió José Antonio Picazo estaba reparado de la vista, circunstancia que, como es natural, creó ciertas dificultades al joven torero; el cual, pese a todo, lidió con acierto y despachó con prontitud al cárdeno piedrenegrino…

Y por supuesto, volvió a surgir la interrogante acerca del origen del comportamiento de esos toros el día que estaba originalmente anunciada su lidia:

¿La inaudita endeblez exhibida por los de Piedras Negras en el lamentable festejo del día 25 fue, como ahí se dijo, producto de una causa externa, o como parecen demostrarlo hechos posteriores, el resultado de una debilidad congénita agravada por las fatigas de un largo viaje, de las que no pudieron recuperarse los astados?

Ambos cuestionamientos pueden aceptarse como válidos. No olvidemos que la plaza San Marcos tiene apenas tres corraletas y que en una feria en la que se ofrecen corridas en días seguidos, resulta complicado tener los encierros con la anticipación suficiente para que reposen del traslado y se aclimaten debidamente; pero, también puede resultar válido el argumento de la causa externa, dolosa, porque el dictamen veterinario a mi juicio, resultó incompleto, toda vez que solamente se redujo a una exploración física de los cadáveres de los toros, pero no se profundizó en las cuestiones químicas y metabólicas que pudieran haber esclarecido ese capítulo de la intoxicación por agentes externos.

En fin, que todo esto sucedió hace 50 años y hoy resulta ser, cuando mucho, parte del anecdotario de la historia de nuestra feria… El día que estalló la ira de los justos…

domingo, 18 de febrero de 2024

Rodolfo Gaona y Revenido de Piedras Negras a un siglo de distancia

Muchos proclaman que la faena que Rodolfo Gaona le realizó al cuarto toro de la corrida del 17 de febrero de 1924 en el Toreo de la Condesa, fue la mejor de su carrera aquí en México. Después de tanto tiempo transcurrido, es complicado hacer una afirmación de esa naturaleza. Lo que se puede afirmar con certeza, es que fue una gran obra y que provocó una gran controversia en su momento, porque los opinadores más destacados de su tiempo se pronunciaron acerca de ella y lo hicieron en sentidos diversos y hasta opuestos.

Esa corrida fue el beneficio del torero de Alhama de Aragón Juan Anlló Nacional II, que fue acompañado en el cartel por el valenciano José Roger Valencia y el Califa Rodolfo Gaona, para enfrentar un encierro de Piedras Negras, ganadería de Tlaxcala dirigida en esos días por don Lubín González

Para esa temporada del 23 - 24, don Pepe del Rivero trajo para competir con Gaona precisamente a Nacional II, a Valencia, a Facultades y a Mariano Montes entre los hispanos, y entre los nacionales destacaron como siempre Juan Silveti y Luis Freg. A decir de Verduguillo en su recuento de la historia de esos tiempos, Gaona ya expresaba su cansancio por cargar con el peso de la fiesta aquí y quizás por eso el empresario Del Rivero le preparó un elenco de toreros que aprietan lo que pueden, pero que no podían con El Petronio.

El beneficio de Nacional II transcurría por buenos cauces. Valencia había emocionado a la concurrencia al despachar al segundo de la corrida con un soberbio volapié, que Varetazo, el cronista titular de El Universal Taurino calificó de tremebundo y Juan Anlló, al tercero de la tarde le realizó una buena faena, bien rematada con la tizona, que le valió el corte de las dos orejas del toro. Por otra parte, es menester reconocer que los toros que envió don Lubín González eran hasta ese momento de irreprochable presentación y de excelente juego.

Revenido, número 14, de Piedras Negras

El primer punto de controversia que despertó la faena de Rodolfo Gaona a Revenido fue el toro mismo. Por una parte, el doctor Carlos Cuesta Baquero, firmando como Roque Solares Tacubac, en El Universal Taurino, afirma:

Un toro de escaso “respeto”; aunque no propiamente una “mona”, sí de mediana corpulencia y de no grande cornamenta. Toro que hizo franca pelea en los dos primeros tercios de la brega… En el último tercio, teniendo el toro todas las condiciones que requiere en sus adversarios el “Señor Gaona”: bravura, parsimonia en el acometer, sencillez para tomar cumplidamente el engaño. Lo que da motivo para el calificativo de “toro ideal” …

Por su parte, Varetazo, en la extensa crónica que hace de la corrida, también resalta algunas condiciones de Revenido:

El cuarto fue más pequeño que sus hermanos, cárdeno oscuro, con bragas vuelto de cuerna, número 14 y responde al nombre de “Revenido” (¡vaya nombrecito!). Hace salida contraria, y para demostrarlo, se lleva en su viaje a los dos picadores, tomando un refilonazo de cada uno… Don Rodolfo brinda la muerte de “Revenido” al general Arnulfo Gómez, Jefe de la Guarnición y de las Operaciones del Valle… Aquí va él hacia el toro, y ordena, enérgico, que se retire la peonada. Hay expectación, porque el toro no es una gran cosa. Es bravo y codicioso, sí, pero tiene sus defectillos, uno de ellos – el más importante, quizá – es que no toma bien el engaño…

Los dos cronistas exponen que el toro era de menos volumen o corpulencia que los tres anteriores que salieron al ruedo. Quizás, a un siglo de distancia, podríamos pensar en que se trataba ya de un toro mejor proporcionado, con más hechuras asaltilladas que lo hacían distinguirse de los demás que venían en el lote que fue a el Toreo.

La gran faena de Rodolfo Gaona

En 1951, en el desaparecido diario Noticiero Gráfico, Rafael Solana Verduguillo, publicó una serie de artículos con su visión de la historia taurina de México. Don Humberto Ruiz Quiroz los coleccionó y aunque por motivos profesionales Verduguillo dejó su recuento en el año de 1934, los Bibliófilos Taurinos de México los recopilaron en una obra titulada Tres Décadas de Toreo en México. En dicho recuento, el citado autor reflexiona:

Una tarde se lidiaron toros de Piedras Negras. Entre ellos salió un cárdeno listón, muy abierto de pitones, que se llamaba “Revenido”. Lo toreó muy bien Rodolfo con el capote... Llegó la hora de la muerte. Rodolfo brindó la faena de “Revenid” al general Arnulfo Gómez, comandante militar de la plaza... Se hincó Rodolfo, y obligando mucho a “Revenido” le dio dos muletazos por alto; ya de pie, le ligó una serie de pases maravillosos; y a media faena, volvió a hincarse Gaona y surgieron otros muletazos brillantísimos... El público ardía en una llamarada de entusiasmo...

Fue, desde este punto de vista, una obra en la que el torero se impuso a las condiciones del toro, que, recurriendo al recuento de Varetazo, parece ser que efectivamente no tomaba bien los engaños.

Una segunda versión es la de don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, quien en la sección La Página del Público, en el número del Universal Taurino fechado el 26 de febrero de 1924 entre otras cosas escribió:

Sí, señores. en esa labor, grande entre las grandes, desde el primer muletazo iniciado y consumado de rodillas, hasta el momento en que el estoque desapareció palmo a palmo en el morrillo del toro, hubo de admirarse valor enorme y sereno, tranquilidad pasmosa, sapiencia por toneladas y, sobre todo, arte puro, delicado y. exquisito. ¡El acabose, señores! Torear con mayor quietud, con mayor dominio, con mayor coraje y con mayor belleza – sin hipérbole –. ¡IMPOSIBLE! … Para esa faena cumbre, que nació inmortal, es una fortuna que los cronistas taurinos no hayan podido describirla: merece ser cantada por artistas capaces de producir, al hacerlo, una obra tan perfecta como lo fue la misma faena; necesita ser dibujada por mano maestra capaz de hacer comprender toda la belleza contenida en cada uno de sus detalles admirables… Bien sé que no faltará quien diga que exagero; sé perfectamente que ha habido va, que hay y que habrá quien se proponga restar méritos a la prodigiosa labor, encontrando defectos en verdaderas insignificancias. Pero, ¡qué importa! ¿No quedó ya, como prueba irrefutable de su grandeza, en la mente de más de veinte mil espectadores, la ovación más clamorosa y de mayor duración que nunca se haya escuchado? …

Don Luis califica la hazaña del Califa de León como una página de diamante de la historia de la tauromaquia… Nada más.

Por su parte, el doctor Carlos Cuesta Baquero, reflexiona:

El “Señor Gaona”, que no es lerdo, comprendió la “idealidad” y la aprovechó según la manera que él quiso aprovecharla. Hizo trasteo profuso en “pinturería”, aunque no en belleza que proviniera de arte clásico. En la que podía proporcionar con la mano izquierda, enlazando los pases para hacer la faena en corto terreno y teniendo quietud en los pies… Con la mano izquierda fueron muy contados los muletazos – si acaso los dio, ¿por qué no los menciona el cronista áulico, el de cámara? –, todo fue con la mano “diestra”, en pases ayudados, estando el “Señor Gaona” de pie o arrodillado… ¿Verdad que tan fatigoso no hubiera sido aquello, si el “Señor Gaona” lo efectúa toreando tal y como debió ser? ¿Verdad que, a los toros bravos, nobles y “pastueños” hay que “trastearlos” sin exceso de adorno, pero sí bellamente sujetándolos en poco trecho y así, sin necesidad de recurrir a “el agua”? … Pero éstas son observaciones de vejete rancio, que en antaño vio toros y leyó de toros. Yo, prescindiendo de mis ranciedades, digo que esa faena fue estupenda, que merece la placa que para conmemorarla solicitan. Seré de los que lean, una y mil y pico de veces, la inscripción que en esa placa graben...

Aún aquellos que no convenían con los procedimientos que resultaron de la evolución torera de Rodolfo Gaona, tuvieron que convenir en que la faena de Revenido no fue cosa de todos los días.

Con más ditirambos, Varetazo, el cronista titular de El Universal Taurino, describe lo que vio de la siguiente manera:

En uno de los tercios de sombra, Rodolfo está ya arrodillado, sosteniendo la muleta entrambas manos. Alegra, arranca “Revenido” y se produce un ayudado alto, magistral. Magistral y valiente, porque el burel no entró con franqueza, sino que gazapeó. Un berrido de entusiasmo lanzó la multitud... Ya de pie, Gaona, con la derecha, dio un pase de pecho, soberbio. Con los pies quietos, jugando sobriamente los brazos, sin ninguna afectación, con elegancia refinada. Esto es canela. El toro pasó limpiamente, como un juguete, como un animal inofensivo... Entra la fiera, y el artista, con pasmosa suavidad, con temple indescriptible, lo pasa ante sí, lo manda y en el momento de rematar, quita rápidamente la muleta de la cara del bruto, y sale majestuosamente, paso a paso... Gaona está hoy desconocido. ¿Pero éste es aquel señor que toreaba encorvado, patiabierto y con el pico de la muleta? No. Este es otro. Este es el artista máximo de la torería. Este... La ovación es lo más grande que yo he oído en mi vida. Los músicos ya no tocan, porque los pobres, en el paroxismo del entusiasmo, ¡están aplaudiendo!...

Lo que se refleja de las apreciaciones citadas, es que la faena fue de una gran importancia y que causó un evidente impacto entre quienes llenaron el Toreo de la Condesa ese domingo de hace cien años. El propio Rodolfo Gaona le confesó a Monosabio para su libro Mis Veinte Años de Torero:

La mayoría de los aficionados ha dicho que la faena a “Revenido”es la mejor que tengo hecha aquí. Creo lo mismo. Y por esto: Hubo dominio completo y cuanto arte puede echarse a un toro… Cuando de un toro se hace lo que se quiere y se le obliga a pasar, a ir de aquí para allá, y se le hace acometer o detenerse cuando uno quiere, entonces es el torero el que manda y el toro quien obedece. Y es el hombre el que lo ha dominado por su arte, por su inteligencia. Esto es lo más que puede pedirse a un torero…

Lo que vino después

La cabeza de Revenido fue reservada por algún aficionado. En la sección de Información General del Universal Taurino del 19 de febrero de 1924 se publicó lo siguiente:

Parece ser que la cabeza del toro “Revenido” de la famosa vacada tlaxcalteca de Piedras Negras, lidiado el domingo último en “El Toreo” y al que Rodolfo Gaona hizo una estupenda faena de muleta, también pasará a formar parte del ornato de los salones del antiguo “Majestic” …

Por otra parte, para el día 29 de febrero – también fue bisiesto 1924 –, el Club Taurino ofreció una comida a Rodolfo Gaona:

Con el objeto de agasajar al diestro Rodolfo Gaona, como acción de gracias por la asombrosa faena que el leonés ejecutó con el toro “Revenido” de la famosa vacada tlaxcalteca de Piedras Negras, el domingo 17 de los corrientes, un numeroso grupo de socios del Club Taurino ha organizado para el próximo día 29 un banquete que será servido en los salones de la mencionada organización… Han quedado ya abiertas las inscripciones para tener derecho a sentarse a la mesa en esa festividad, en la Administración del Club, en la inteligencia de que para poder tomar parte no es necesario ser socio, pues según manifiestan los organizadores, quieren que el homenaje que se le tribute al leonés sea lo más suntuoso…

Breviario cultural

En la misma sección del Universal Taurino en la que se informó el destino de la cabeza de “Revenido”, aparece la siguiente información:

La hermosa colección de cuadros con que cuenta el “Club Taurino” ha sido enriquecida con el reciente donativo que ha hecho el diestro Rodolfo Gaona. Consiste el obsequio en un hermoso cuadro, pintado al óleo por el conocido artista Diego de Rivera y que representa al picador “Mangas”.

Con frecuencia surge la pregunta acerca de la identidad del picador que pintó Diego Rivera. Pues aquí está la solución de esa incógnita. Y ahora sí, hasta la próxima semana.

martes, 25 de abril de 2023

Feria de San Marcos 1973. La consolidación de un proyecto (VII)

El día de San Marcos, surge una nueva figura

Mariano Ramos se había revelado ya ante nuestra afición, desde el anterior abril, en la única tarde en la que actuó, como un torero de poderío y de posibilidades y en la noche de la antevíspera, pudo dejar constancia de que sería en este serial hidrocálido donde saldría definitivamente lanzado a la cabeza del escalafón y de las preferencias de la afición, a partir de hacer un toreo sobrio, dominador y que le buscaba las posibilidades a todos los toros que le salían por la puerta de toriles. Era un caso de esos que se dan muy de cuando en cuando, pues no había para él un toro a contraestilo, pues a todos les encontraba la faena que llevaban dentro, a poco que se movieran.

La corrida del 25 de abril de 1973 se componía con la actuación del caballero en plaza Gastón Santos y en la lidia ordinaria, Alfredo Leal, Jesús Solórzano y el nombrado Mariano Ramos. La prensa divulgó que los siete toros a lidiarse serían de la prócer ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, aunque el desenvolvimiento de los hechos revelaría que los toros para los toreros de a pie efectivamente fueron de la ganadería anunciada y que el toro de rejones al final de cuentas llevaba el hierro del ingeniero Mariano Ramírez.

Mariano Ramos y Parrito de Piedras Negras

El tercero de lidia ordinaria y cuarto del festejo se llamó Parrito, y con él, Mariano Ramos escribió la página más brillante de la tarde y una de las más importantes de todo el serial. Fue, de conformidad con las crónicas, una faena lograda a partir de exponer y de porfiar. Así lo relató don Jesús Gómez Medina desde su cátedra de El Sol del Centro:

Mariano Ramos es un torero con celo, con afán de triunfo, con afición, en suma; y sobre tales cimientos el joven diestro logró erigir la sólida trabazón de una faena en la que el aguante, el dominio y el bien torear – pues torear, nunca será ocioso repetirlo, es parar, templar y mandar – desembocaron en la explosión de entusiasmo que enmarcó la gran faena de “Parrito” … Pues la gran faena fue esta, prototipo de entrega, sí, pero a la vez, del más cumplido torerismo; admirable por la forma de consentir, de aguantar a pie quieto y con el pitón en el muslo cuando no enfilando hacia el pecho, al agotado piedrenegrino; tirando, luego, de su débil embestida con un temple tan exquisito y exacto, que logró con ello el prodigio de que “Parrito” pasara en una y en muchas ocasiones, para eslabonar el toreo que, hoy en día, conmueve más intensamente la sensibilidad de los públicos; el toreo en redondo… ¡Oh!, los efectos de tener afición y eso indefinible, inapreciable que entre los taurinos se llama “sitio”. Porque Mariano es poseedor, en alto grado, de ambas virtudes; y con ellas, habrá de llegar muy lejos en la profesión… Es, por ahora, la inminente nueva figura de la torería nacional…Una estocada en sitio mortal. La ovación, que adquiere niveles tormentosos. Y las dos orejas y el recorrido triunfal a la arena, entre un diluvio de flores y prendas de vestir, inclusive de la condición más íntima…

Afición, oficio y poderío, tres prendas suficientes para llevar a un torero a la cima, y en ese día de San Marcos de hace 50 años, Mariano Ramos las dejó patentes en la arena de la Plaza San Marcos… Pero aún tendría más por decir en esa feria delante de los toros.

Tan bueno el toro, que Gastón Santos se bajó del caballo

El toro que abrió plaza, para rejones, decía, fue uno del ingeniero Mariano Ramírez y ante él, Gastón Santos estuvo certero con los rejones de castigo y con las banderillas y al llegar a la parte final de su lidia, en lugar de utilizar el rejón de muerte, se bajó del caballo y decidió matar pie a tierra, dadas las extraordinarias condiciones del toro de don Mariano, al que, conforme a la costumbre de entonces, no se le anunció nombre. Sigue contando don Jesús Gómez Medina:

Tras el preámbulo siempre espectacular que significó la actuación de Gastón Santos, rejoneando a la usanza portuguesa a un alegre bicho cárdeno del Ing. Mariano Ramírez, al que colocó entre otros, dos rejones en todo lo alto y un par de banderillas de excelente factura; pie a tierra toreó por alto y por pases de pecho; sufrió un achuchón y concluyó de un pinchazo y honda en lo alto, para escuchar palmas…

Un hecho inusitado, sin duda, porque si bien, los toreros a caballo echan pie a tierra cuando se les complican las cosas con el rejón de muerte, raro es el caso en el que lo hacen, evitando el uso de ese rejón.

Lo demás del festejo

Jesús Solórzano dio de cal y de arena. Ante el primero de su lote se estrelló con la debilidad que sacó y ante el quinto del concurso ordinario, Tintorero, tuvo momentos de lucimiento en el segundo tercio:

Al quinto de lidia ordinaria, “Tintorero”, lo toreó Chucho sin gran quietud. Lo mejor de su labor, los tres pares de banderillas, particularmente el tercero, zigzagueando en el cite, y el prólogo espectacular del trasteo, con pases de hinojos rematados lucidamente de pie. “Tintorero”, aunque escaso de fuerza como todos sus hermanos, tenía buen estilo, pero tampoco ante este burel se resolvió Solórzano a pisarle el terreno, a aguantarlo como el caso requería para cuajar un trasteo lucido. Por el contrario, su actuación con el acero fue muy deficiente, escuchando pitos…

Por su parte, Alfredo Leal, el triunfador de la feria del año anterior, seguía manteniéndose en esa línea abúlica que le caracterizó en muchos momentos de su dilatada trayectoria en los ruedos:

A su vez Alfredo Leal, en contraste con el entusiasmo de Mariano Ramos, con el primer piedrenegrino, “Tintorro”, que terminó aplomado, se concretó a cumplir; con facilidad, sí, pero a la vez, con frialdad suma. Un estoconazo, y Alfredo escuchó leves aplausos… A “Barba Blanca” un cárdeno claro, caribello, débil de remos, pero de buen estilo, Alfredo lo toreó a la verónica en dos tandas, superándose en la segunda y en una tanda de quietas chicuelinas que ejecutó luego… Muleta en mano, comenzó en buena forma su cometido; instrumentó varios pases de límpida factura, pero sin la emoción y el sabor que logró imprimir Mariano a cuanto llevó a cabo. Sin afición, en suma. Para concluir, un espadazo con travesía que bastó…

Todavía se vería más adelante al Príncipe del Toreo en la feria y, como todos los toreros llamados de la onza, aprovecharía la ocasión para cambiarla.

Los toros de Piedras Negras

La corrida enviada por don Raúl González, como se desprende de lo contado hasta aquí, pecó de la escasez de fuerza, aunque no de bravura:

El encierro de Piedras Negras, terciado en general, mostró la bondad de su casta, su bravura congénita. Pero, a la vez una debilidad, una carencia de fortaleza tales, que en buena parte contribuyeron a hacer, de la tradicional corrida, un festejo gris, con el paréntesis luminoso, triunfal, de la faena de Mariano Ramos a “Parrito”.

Es dura la conclusión final de don Jesús Gómez Medina, en el sentido de considerar que el festejo fue gris. Quizás no fue enteramente triunfal, pero el triunfo bien conquistado de Mariano Ramos, seguramente dejó bien cubierto el precio de la entrada de todos aquellos que llenaron la Plaza San Marcos el 25 de abril de hace medio siglo.

domingo, 16 de octubre de 2022

15 de octubre de 1967: Gonzalo Iturbe se presenta en Madrid

Las temporadas de novilladas en la Plaza México, en el lustro que va a 1964 a 1968, representaron un parteaguas en la historia taurina mexicana. En ellas se presentaron quienes tomarían la estafeta en el liderazgo del toreo nacional, pero también sirvieron para renovar los escalafones que tenían dos décadas encabezados por los toreros que surgieron y formaron nuestra Edad de Plata. Así, los nombres de diestros como Raúl Contreras Finito, Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Eloy Cavazos, Curro Rivera o Antonio Lomelín comenzaron a encontrar su lugar en los carteles y también en la historia.

Pero esas temporadas – reales, que empezaban en abril y concluían en diciembre – no se sostenían con ese puñado de toreros, también había otros que atraían el interés de la afición y que nutrían el ánimo de los capitalinos y les hacían ir a los toros. Calesero Chico, Rafael Muñoz Chito, Leonardo Manzano, Pepe Orozco, Mario Sevilla, Mario de la Borbolla o Arturo Ruiz Loredo también invitaban a la gente a dedicarle su domingo a los toros. Todos ellos tuvieron su instante de gloria y fueron junto con otros muchos, el verdadero sostén de esas verdaderas temporadas de novilladas, en las que se buscaban toreros, no el cumplir con un requisito administrativo.

Entre los toreros de ese segundo grupo, se encontraba en esos días un sobrino de Raúl y Romárico González, hijo de su hermana Magdalena. Me refiero a Gonzalo Iturbe, que se presentó allí el 1º de agosto de 1965, alternando con Luis Reyes y Manolo Rangel, para lidiar novillos de La Laguna. Esa tarde tuvo que matar tres toros por haber sido heridos sus alternantes. Escribe Daniel Medina de la Serna que mostró aptitudes y cierto sabor campero en su hacer del toreo.

Gonzalo Iturbe regresaría a la gran plaza en 1966 y torearía cuatro tardes en ese ciclo. Su presentación fue el domingo 12 de junio, cuando con Leonardo Manzano, arropó el debut – y única actuación allí – de un novillero de Monterrey que estaba llamado a grandes hitos: Eloy Cavazos. Volvería el 17 de abril, 21 de agosto y cerraría el calendario el 25 de septiembre, tarde en la que ante novillos de Peñuelas y Santín (3º), compartió cartel con Ernesto Sanromán El Queretano y Guillermo Montes Sortibrán. Su actuación fue resumida así por el cronista anónimo de la agencia Informex para el diario El Informador de Guadalajara, del día siguiente:

Gonzalo Iturbe toreó muy bien a su primer novillo de Peñuelas que, aunque fue blando con los de a caballo, embistió con alegría y buen estilo a los de a pie… Iturbe ejecutó una faena con pases de calidad, destacando sus derechazos y mató con estocada siendo ovacionado con fuerza y obligado a salir al tercio a corresponder… En el segundo de su lote, que embistió con más claridad, pero fue soso, realizó una faena muy torera sin que se cambiara por la falta de alegría en las embestidas del astado. Mató de media y escuchó palmas...

Esos eran los días en los que las orejas de los toros eran verdaderos trofeos y no números de un hipotético marcador que define a un triunfador – también producto de la hipótesis –, porque el triunfo muchas veces no se define por el que se lleva los retazos de toro, sino por quien penetra en el ánimo de los que ocupan los tendidos.

Gonzalo Iturbe no actuó en la Plaza México el año de 1967. De las informaciones de la prensa española, se puede deducir que prácticamente al arrancar allá la temporada taurina, se subió al avión, con la intención de torear en aquellas plazas y seguramente, a partir de las relaciones de su familia de ganaderos, prepararse en el campo. Hay que hacer notar también que su viaje no fue precedido o acompañado con una campaña publicitaria, lo que puede indicar que iba a darse a valer por sus méritos, más que por la construcción de una imagen.

Al final, las oportunidades no se presentaron en la manera esperada. Solamente le quedó la opción de concentrarse en los tentaderos y de esa manera mantenerse en contacto con los toros y estar en condiciones de atender cualquier llamado a las plazas.

Una presentación que nació torcida, en Madrid

La temporada madrileña del 67 se extendió más de lo acostumbrado. De acuerdo con las cifras de los escalafones que allá se publicaban, en Las Ventas se dieron 57 festejos, de los cuales, al final, 14 fueron novilladas. Así, para cerrar el calendario, se programó una novillada para el domingo 15 de octubre en la que actuarían Carlos Jiménez, Guillermo Gutiérrez El Ecijano y al fin, la oportunidad que buscaba Gonzalo Iturbe. El encierro a lidiarse sería de los hermanos jienenses Daniel y Pedro Flores Albarrán.

Pero hay tardes que nacen torcidas. Y se tuercen porque la oferta que se hace a toreros y afición carece del equilibrio necesario y adecuado a las circunstancias de lo ofrecido. En esta oportunidad, deduzco, lo que propició que las cosas no salieran, fue el hecho de que, para tres novilleros bisoños, se encerrara una verdadera corrida de toros. Escribió José María del Rey Caballero Selipe, en la Hoja del Lunes del 16 de octubre, bajo el título Manifiesta desproporción:

Ignoramos lo que la empresa solicitaría de los señores Flores Albarrán, pero suponemos que fue una novillada; los criadores enviaron a Las Ventas una corrida de toros, en la que todas las reses poseían serio trapío y algunas, abundante leña. Del otro lado, pero para coincidir en el mismo redondel, se hallaban dos muchachos salidos de las nocturnas madrileñas, donde el ganado suele estar en relación con el bajo tono de los festejos, y un novillero azteca, tan exiguamente placeado que no le vemos en las estadísticas de actuaciones. La desproporción, pues, entre los toreritos y sus enemigos era patente, y añádanse a ello las dificultades de las reses, superables ciertamente más con la posesión de unos recursos de que los noveles, o desentrenados, carecían. No es, pues, ocasión de extremar las exigencias con la torería, que hubo de pechar con papeleta que a diestros más avezados habría de venirle grande...

También Andrés Travesí, encargado de la crónica ese día para el ABC madrileño, hace notar la desproporción entre toros y lidiadores:

También parece que hay dificultades con el ganado... Los novillos de Flores Albarrán tuvieron presencia, cabeza y modos de toros a punto de cuajar. Y como tales podrían haber sido lidiados en cualquier plaza, incluso en las que presumen de postineras. Por eso tenían dificultades, bien visibles, por cierto, aunque los bisoños componentes de la terna no supieran percatarse de lo que se les venía encima. Novillos – toros con sentido, con resabios que salieron muy sueltos y que murieron sin haber sido fijados debidamente. Sólo el primero tuvo una clarísima embestida. Pero conviene decir que, con todo, no tuvieron malas intenciones porque en muchas ocasiones quedaron a su merced los hombres de luces y salieron con bien, al no hacer los toros por ellos. Todo se limitó pues, a revolcones, moraduras, roturas de taleguilla y algún que otro puntazo...

Por su parte, Antonio Abad Ojuel Don Antonio, en el número de El Ruedo del 17 de octubre, remata:

...la Empresa de Madrid – que tan habituada nos tiene a las sorpresas de todo género – estuvo a punto de batir sus genialidades soltando para tres espadas que, por fuerza, habían de estar poco puestos, una seria, graneada y corpulenta corrida de toros, cuyos pesos no llegamos a conocer, pues en las novilladas no es preceptivo el cartel indicador... No fue la corrida de los señores Flores Albarrán, de Andújar, para ser lidiada como novillada por tres muchachos modestos. Tampoco juzguemos que los toros eran barrabases – aunque cuarto y quinto andaban cerca de ello –, pero si a su natural peligro se sumaba la inexperiencia de sus lidiadores y la poca forma de los picadores, en día que había mucho que picar, el resultado fue que un servidor de ustedes, que normalmente tiene entre 70 – 80 pulsaciones, salió de la plaza con taquicardia, provocada por dos horas y media de continuos sustos...

La historia nos enseña que las corridas de concurso – hoy un pretexto usado para limpiar corrales y potreros – en esos tiempos tenían sus motivos, sus plazas y sobre todo, categoría, así que el aseo se hacía desde los cerrados, enviando a las plazas lo que corría el riesgo de quedarse y si una corrida de toros se podía echar en una novillada, pues adelante… Esa es la impresión que dejan las relaciones acerca del encierro que se lidió ese domingo de hace 55 años.

La actuación de Gonzalo Iturbe

La prensa de Madrid que pude consultar fue despiadada con el diestro de Tlaxcala, pero en el número de El Ruedo ya citado, Antonio Abad Ojuel Don Antonio, escribió con algo más de pulcritud y de sensatez:

...Fue más anovillado – pero ya querrían novillos así en muchas corridas – el entrepelao cornalón que salió en tercera tanda para Gonzalo Iturbe, que, en una breve intervención en los toros de sus compañeros, me había dado medida de su poco placeamiento. Diré que el novillo tomó tres varas y un picotazo, y el mejicano lanceó con compostura y oyó palmas. Después..., corramos silencio sobre su labor, aunque este silencio venga estropeado por el trompetazo que señaló el primer aviso. Quiero hacer constar que no se dio prisa enviar el recado el señor presidente... El sexto, largo, enmorrillado. cornalón y manso, aunque pelea más y mejor con los caballos, es la segunda estación del calvario que para Gonzalo Iturbe ha sido esta tarde; quizá presintiéndolo, ya salió el muchacho vestido de nazareno y oro. Escuchó un aviso. Y si no hubiera estado en el ruedo un peón, que no identifiqué a la luz de los focos en que transcurrió la lidia, y cuya labor fue lo más torero de la tarde, la cosa hubiera ido peor... No soy aficionado sensiblero y creo que un toro, por toro que sea, no debe amilanar a un torero que sale en Madrid. Pero..., ¡eso de que fuese a salir, precisamente, para dos chicos triunfadores en las nocturnas y un debutante mejicano escaso de corridas...! ¿Es que no había otra oportunidad de dar suelta al toro – toro?

Como se puede leer, la oportunidad más bien fue un envío al cadalso de los novilleros actuantes, ante una real corrida de toros que debió tener otro destino y otros diestros para enfrentársele, pero dirían las crónicas de estos días, Gonzalo Iturbe resolvió esa papeleta con dignidad, que, por lo visto, no había otra manera de hacerlo.

El futuro de Gonzalo Iturbe

Regresaría a la Plaza México para torear dos novilladas en 1968, al principio – 14 de abril – y al mediar la temporada – 15 de septiembre – y recibiría la alternativa en la plaza de Tlaxcala el 10 de noviembre, de manos de Antonio del Olivar y llevando como testigo a Alfonso Ramírez Calesero Chico. Los toros que se lidiaron fueron de Piedras Negras, su casa. De acuerdo con los anuarios, esa fue la única corrida de toros en la que actuó, dando por terminada su etapa de vestir el terno de luces.

A partir del año de 1973, se dedica, junto con su hermano Javier, a la atención de la ganadería de su madre, doña Magdalena y a partir del año 2009, es titular de su propio hierro, teniendo su ganado en Amealco, Querétaro.

Hoy recuerdo este hecho, porque Gonzalo Iturbe fue el único novillero mexicano que actuó en plazas de España hace 55 años, ese solo hecho lo hace merecedor de ser recordado, independientemente de su resultado, que ya hemos visto, fue influido por causas ajenas al torero. Como apéndice diré, que por nuestros matadores de toros solamente torearon allá Raúl García y Gabriel España.

Retales de la prensa de la fecha

Álvaro Domecq anunció su despedida de los ruedos tras cortar dos orejas en Zaragoza, a un toro de Juan Pedro Domecq.

Palomo Linares anunciaba su salida para torear en Venezuela, Ecuador y Colombia, agregando que 72 de las 104 corridas firmadas a causa de dos percances. También comentó el gran triunfo que obtuvo en San Sebastián de los Reyes, cuando mató seis toros a beneficio de Manuel Álvarez El Bala, a quien se le amputó una pierna a causa de una cornada...

Ese 15 de octubre se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Ángel Alcaraz Angelete, fallecido la víspera en Quintanar de la Orden, a causa de la cornada domingo 8 de octubre después de ser herido en Torre Pacheco, cuando alternaba con el murciano Pedruelo en la lidia de novillos de Sánchez Cajo. Fue herido por el tercero de la tarde, en el triángulo de Scarpa y el pitón penetró hasta la cavidad abdominal, donde un proceso infeccioso le causó la peritonitis que causó su deceso.

Y por último, Gregorio Sánchez, alternando con Martín Sánchez Pinto y Vicente Punzón, le cortó dos orejas a uno de los toros de Salvador Gavira que le tocaron en suerte en la plaza de Vista Alegre de Carabanchel.

domingo, 14 de noviembre de 2021

16 de noviembre de 1913: Juan Belmonte hace matador de toros a Samuel Solís

Samuel Solís
Foto: Casasola, Cª 1920 INAH  
La historia de Saturnino Frutos Ojitos y su cuadrilla de jóvenes toreros mexicanos ha sido contada de muchas maneras. Quizás las que mejor nos presentan esa etapa de la Historia Patria del Toreo son el libro hagiográfico de Rodolfo Gaona escrito por Carlos Quirós Monosabio, titulado Mis Veinte Años de Torero y el que publicó Guillermo Ernesto Padilla bajo el título de El Maestro de Gaona. Allí hay dos interesantes perspectivas del paso de quien fuera banderillero de la cuadrilla de Frascuelo e implantador, sin duda, en nuestras tierras, en una manera definitiva, de la tauromaquia que hoy conocemos.

Entre 1905 y 1907, Ojitos llevó por las plazas de nuestra República la nombrada cuadrilla integrada por los matadores Rodolfo Gaona, Prócoro Rodríguez y Samuel Solís; los picadores Antonio Rivera y Daniel Morán; los banderilleros Fidel Díaz, Antonio Conde, Pascual Bueno y Manuel Rodríguez y Rosendo Trejo como puntillero. La cuadrilla se deshace cuando Ojitos se dedica en exclusiva a atender los asuntos de Gaona y aunque con posterioridad Manuel Martínez Feria y Enrique Merino El Sordo integran un sucedáneo de ésta, la original, es la aquí anotada.

De esa original cuadrilla llegaron a la alternativa dos de los iniciales matadores, El Califa de León y Samuel Solís, quien recibió tres alternativas, la primera en Puebla el 24 de enero de 1909 de manos de Morenito de Algeciras, la que en este momento me motiva a distraerles y una tercera, el 9 de enero de 1916, con Luis Freg como padrino.

Tercera corrida de la temporada 1913 – 1914

La temporada 1913 – 1914 tenía mucho interés para los aficionados, pues casi todos los toreros que habían triunfado en la campaña española estarían en El Toreo de la Condesa. Vicente Pastor, Luis Freg, Rodolfo Gaona, Manolo Martín Vázquez y Juan Belmonte eran el eje de los carteles y los toros vendrían de las principales ganaderías mexicanas y españolas para que don José del Rivero, director de la empresa La Taurina, S.A., pudiera ofrecer un ciclo con atractivo para la afición. Cuestión aparte, en los cartelillos anunciadores de la prensa, se ofrecía un acceso exclusivo para automóviles por la calle de Salamanca, pagando un peso por usarlo.

La tercera corrida marcaba la reaparición del Pasmo de Triana y la alternativa de uno de los triunfadores del ciclo de novilladas inmediato anterior, el capitalino Samuel Solís, con una bien lograda corrida de Piedras Negras, que se presentaba en la temporada. Durante la semana se publicaron varias notas con fotografías tanto de los diestros actuantes, como del encierro en los corrales de la plaza, animando a aficionados y público a asistir. A propósito de la alternativa de Solís, quien firmó como Pata Larga escribió en El Diario lo siguiente:

Durante la temporada de novilladas dos fueron los toreros que sobresalieron: uno llamado Samuel Solís y otro, Sebastián Suárez “Chanito”, estando el primero más hecho y más cuajado que el segundo, y de aquí que la empresa, y a petición de muchos aficionados, accediera a darle la alternativa a Samuel Solís...

Ese era el ambiente previo al festejo, que se celebró con un lleno hasta la azotea. Porque habrá que aclarar, que en El Toreo de la Condesa, la azotea era una localidad que en las grandes celebraciones, se vendía como cualquiera otra.

La actuación de Samuel Solís

Las crónicas de hogaño dirían que Samuel Solís estuvo discreto esa tarde. Y es que no tuvo una actuación triunfal ante los tres toros de Piedras Negras que enfrentó. El le cedió Juan Belmonte en primer lugar se llamó Pescador, marcado con el número 72 y según la crónica que se lea, era retinto bragado, castaño claro, o colorado hornero. Lo que sí me llama la atención es que ese nombre es frecuente en los toros de Piedras Negras, pues casi 30 años después, Silverio Pérez torearía por sustantivos, según El Tío Carlos a otro Pescador de Piedras, allí mismo, en El Toreo.

Vestido de perla y oro, de la aguja, con vestido encargado a la madrileña sastrería de Uriarte, en la que se vestían las figuras del toreo en aquellas calendas, Samuel Solís estuvo, de acuerdo a la apreciación de Miguel Necoechea Latiguillo en El Imparcial de la capital mexicana, en la siguiente tesitura:

Samuel, torero de otro estilo, idiosincráticamente diverso a Belmonte, hubiera podido estar bien, muy bien, pero siempre hubiera resultado desmedrado y endeble al lado de semejante coloso… Por lo demás, el mexicano en el toro de su alternativa, lució como los buenos con el capote; se adornó con la muleta y entró recto y decidido con el estoque... Con el capote en el sexto, vuelve a ser estilista y parado; busca desquite después con las banderillas, y tras de larga preparación, cuelga tres pares al cuarteo para dar fin a su adversario con una estocada atravesada y otra de igual sospechosa marca… Solís volverá por sus fueros, no hay que dudarlo. La alternativa trae aparejada, entre otras cosas, la obligación de saber llevarla con vergüenza y con donaire...

Belmonte, de rosa y oro, le cortó la oreja al quinto y fue sacado en hombros de la plaza. Por las cuadrillas, a caballo destacaron Conejo Chico, Portugués y Conejo Grande y con las banderillas y en la lidia Pulga de Triana, Magritas, Morenito de Valencia y Patatero.

Del encierro de Piedras Negras, el que firmó como Pelongo, en el diario El Independiente de la Ciudad de México al día siguiente del festejo, escribió:

Aficionados buenos, como son los dueños de la vacada de Piedras Negras, no podían permitir que la divisa roja y negra de sus toros fuera postergada y que su ganadería perdiera el lugar al que había llegado por propios merecimientos. La tarde de ayer vimos una corrida de toros bien cuidados, finos, de bravura no escasa y algunos, como el quinto, grandes y de poder.

Se arrancaron de lejos a los montados, algunos fueron duros y no se dolían al hierro y todos fueron nobles y manejables. Una corrida que, sin ser cosa del otro mundo, sí cumplió y dejó satisfechos a los adeptos a la vacada, que veían con tristeza ir a menos la prestigiada ganadería.

Parece que los señores ganaderos quisieron poner algo de su parte, pues con toros como los de ayer pueden lucirse los diestros…

Así pues, Samuel Solís se alternativó en una buena tarde de toros y eso le valdría para torear otras dos tardes en esa campaña capitalina.

Anuncio de la alternativa de Samuel Solís...

El devenir de Samuel Solís

Ya apuntaba arriba que Samuel Solís recibiría una tercera alternativa en 1916. Y es que para el año de 1914 se fue a buscar fortuna a plazas españolas, donde el doctorado recibido no era válido. La prensa hispana le registra presentándose ante la cátedra madrileña el 19 de mayo de 1914, a puerta cerrada, para matar dos toros, uno de Palha y otro de García de la Lama con los que estuvo bien a secas, en una especie de prueba y promoción ante las empresas. Me llama la atención de que brindó la muerte del portugués al empresario madrileño, quien le correspondió con 50 duros. Esa campaña logra torear allá cuatro o cinco festejos en plazas como Carabanchel, Tetuán, Robledo o Ávila. Regresaría a seguir toreando novilladas allá en 1915.

La despedida de los ruedos

Dentro del ciclo de novilladas del año 1927, para el domingo 27 de marzo, se anunció un festejo con carácter de extraordinario, en el que matarían un toro cada uno Samuel Solís y Carlos Lombardini y actuarían los aspirantes a novilleros Alberto Balderas, José El Negro Muñoz y David Liceaga. El principal reclamo, era la presencia de Rodolfo Gaona para cortarle la coleta a quienes en su día fueron sus compañeros de escuela taurina y de inicios en el andar por los ruedos.

Samuel Solís ya tenía tiempo de no actuar como jefe de cuadrilla, sino como hombre de plata, según lo cuenta quien firmó como Verdugones, en el introito de la crónica de ese festejo y que se publicó en el número de Toros y Deportes aparecido el 21 de marzo de ese año 1927:

Samuel Solís, el finísimo torero mexicano, gracioso diestro en quien hace pocos años todavía abrigábamos grandes esperanzas, nos ha dicho adiós esta tarde. Prácticamente, el discípulo de “Ojitos” estaba ya retirado de matador de toros desde hace mucho tiempo atrás. Veíamosle salir de banderillero, ya en corridas de cierta importancia, y también en novilladas, al lado de toreros noveles, sirviéndole de peón de brega a muchos que no tienen siquiera los méritos suficientes para hacer el paseo a su vera... Se anunció que Samuel mataría un toro de Atenco; después seguirían Alberto Balderas y Pepe Muñoz, discípulos de Samuel, quienes despacharían cuatro toretes, y, por último, cerraría con broche de oro el espectáculo el becerrista David Liceaga, quien en actuaciones anteriores había tenido fortuna...

Samuel Solís estuvo digamos, efectivo esa tarde. Solamente pegó unos lances con la capa en los que hubo algún lucimiento y al final, sin mayor trámite, despachó de un soberbio espadazo al toro de Atenco al que enfrentó. Carlos Lombardini se fracturó un brazo unos días antes, así que no pudo actuar. Gaona bajó al ruedo, le cortó la coleta a sus amigos y el escenario quedó puesto para quienes la crónica de Verdugones señala como discípulos de Samuel.

Samuel Solís y la escuela mexicana del toreo

Y es que Samuel Solís se afincó en la vieja plaza de toros de Tacuba y allí entrenaba y comenzaba a enseñar el toreo. No llegó a ser figura del toreo, pero tenía el toreo en la cabeza, tenía bien aprendidos los conceptos que le transmitió Saturnino Frutos y en el andar por los ruedos, tuvo la ocasión de formarse también los propios. Así que decidió seguir el camino de su primer mentor y como Ojitos, aunque quizás de una manera más callada, se dedicó a formar toreros y a buscar uno que pusiera esto de cabeza.

No tardó mucho en encontrar el primer par de prospectos. Uno, llegaría a ser El Torero de México y lo sería hasta que las astas de Cobijero terminaran con sus días; el otro, encaminaría sus afanes por las veredas de la literatura y la gastronomía. Pero esa pareja de Alberto Balderas y El Negro Muñoz pronto dio bastante de que hablar. Después de ellos vendrían David Liceaga y Ricardo Torres, alcanzando su cota más alta con Carlos Arruza, una de las figuras más destacadas de la historia universal del toreo.

Esa es la verdadera escuela mexicana del toreo, la que continuó las enseñanzas de Ojitos, adaptándolas a nuestra particular manera de ser. Y si no, véanse los logros de los discípulos de éste como formadores de toreros. Alberto Cosío Patatero formó a Heriberto García, Fermín Rivera y a Amado Ramírez entre otros y posteriormente estos alumnos suyos, a su vez también se dedicaron a enseñar toreros y así, por ejemplo, Joselito Huerta fue formado por Heriberto García. Por su parte, otro discípulo de Ojitos, Luis Güemes formó a Pepe Ortiz, quien a su vez ayudó en sus inicios a Jesús Córdoba y a Rafael Larrea y así sucesivamente. 

Como se puede ver, la huella de Ojitos a través de Samuel Solís y de otros que fueron sus discípulos sigue aún vigente en nuestros días. El torero que actuó en el festejo de apertura del Toreo de la Condesa el 22 de septiembre de 1907 y que matara el último astado que se corriera en su ruedo el 19 de mayo de 1946, como fin de fiesta de una corrida en la que actuaron Edmundo Zepeda, Andrés Blando y Miguel López que recibió la alternativa, un eral de San Diego de los Padres llamado Lince, quizás no fue figura vestido de luces, pero se labró un sitio en la historia trasladando el conocimiento del toreo a quienes llegaron a serlo.

Samuel Solís, decía, no alcanzó a ser considerado figura del toreo. Eso no tiene una explicación cierta, le faltó valor, dirán algunos; otros más afirmarán que fue la ausencia de personalidad; alguien terciará que se trató de mala suerte y habrá quien señalará que fue una combinación de todas las anteriores. La realidad es que los caminos del destino de los hombres a veces son inescrutables y lo que parece evidente resulta ser nada más una coartada de la realidad. El futuro de Samuel Solís estaba en trasladar hacia el futuro la tauromaquia que Ojitos nos trajo de España para hacer grande a la fiesta en México.

Aldeanos