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domingo, 17 de octubre de 2021

18 de octubre de 1931. Muere Carmelo Pérez en Madrid

Carmelo Pérez
Cª 1920 Foto: Casasola
Carmelo Pérez
había recibido una de las cornadas más terroríficas que registra la historia del toreo el 17 de noviembre de 1929 en El Toreo de la Condesa, cuando Michín, de San Diego de los Padres, sexto de un festejo en el que alternó con Antonio Márquez y Pepe Ortiz le prendió en los primeros escarceos de la lidia y le envió a la enfermería, de donde las noticias que salían eran contradictorias y casi todas de tono funesto. De eso ya me he ocupado por esta Aldea aquí y aquí.

La oportuna intervención de los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero via crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Así, logra volver a presentarse en El Toreo de la Condesa el 4 de enero de 1931, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida ante toros de La Laguna. En esa campaña actuaría otras cuatro fechas, los días 11 y 18 de enero y el 8 y el 22 de febrero, fecha esta, que representaría su última actuación en la capital mexicana. Ya tenía en mente viajar a España, decía él, para hacerse ropa de torear y conocer aquellas tierras.

Pero antes, el 15 de febrero, en Guadalajara, alternando con Juan Espinosa Armillita y José Olivera Pepete, realizó una faena por naturales al quinto de la tarde, de Zacatepec, que en la versión de quien firmó como Tío Castuera en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, fue de la siguiente guisa:

El lugar de honor lo ocupó un toro que hizo honor a la ganadería: el toro de seda, el que se ha llevado la palma de nobleza y bravura... Era cárdeno, entrepelado y ostentaba en sus lomos el número 44... Su faena portentosa es la siguiente. Tres ayudados por abajo, un natural, luego otro, otro y otro que hacen que el público se ponga de pie para aplaudir. Cambia de mano la flámula y luego vienen cinco naturales más, girando suavemente sobre los talones para quedar colocado en una nueva suerte. El delirio viene, y para saborear más la faena intercala uno de costado... tres naturales más, uno de costado y como si no bastara el sinnúmero de pases naturales, nos brinda la oportunidad de verlo embarrarse el toro en la cintura cual se tratara de sedosa paja. Cuatro naturales dados durmiéndose el matador en la cara del burel, cinco más... “Ya esto es torear como en la gloria”, decían al unísono los espectadores estupefactos... Viene para rubricar la muerte de su toro una estocada que tumba sin puntilla. El público pidió las orejas y el rabo...

La realidad, de acuerdo con Cantú, es que Carmelo tenía la idea de ir a confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, encargándose de sus asuntos allá don Domingo González Mateos Dominguín. Enterados sus médicos de su intención de viajar, le volvieron a recomendar reposo y sobre todo el evitar que se sometiera a alguna cirugía de la fístula del tórax, pues las complicaciones posoperatorias previsibles, serían fatales.

La alternativa en Toledo

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 6 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra llamado Domingo Ortega. Los toros fueron del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras.

El encierro al final no se lidió completo. Uno de los toros, el que sería primero de la tarde, murió en los corrales y fue sustituido por uno de Terrones – nombrado Presidente –, del mismo origen – los Sánchez Rico eran descendientes del ganadero salmantino, don Juan Sánchez de Terrones – y hago esta aclaración porque en la obra de Cantú se repite con insistencia la presencia de encierros parchados cuando de la actuación de toreros mexicanos en España se trata, como una mala jugada de los taurinos de allá. No hubo tomate en la sustitución del toro, ni fue del agarradero el sustituto, las cosas, como son.

Esa tarde, aparte de incompleto, el juego de los toros dejó que desear. Al tercero se le condenó a banderillas de fuego. La actuación de Carmelo fue vista así por Recorte, cronista del diario La Libertad de Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también…

Una cirugía a destiempo y el final

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México se había advertido que era una cirugía de muy alto riesgo. Pocos se enteraron de la intervención. Refiere Cantú que David Liceaga le contó que pasó un día por el sanatorio del doctor Crespo a interesarse por el estado de salud de Gitanillo de Triana y que allí se le informó que el que iba en franca mejoría era un paisano suyo el que tenía nombre de mujer… 

Salido del hospital comenzó el proceso de recuperación, advertido de nuevo de que el reposo absoluto era importantísimo para salir adelante. Pero un espíritu indómito como el de Carmelo Pérez no sabría mantenerse quieto. En cuanto pudo, salió a pasear por las calles de Madrid, comenzó a hacer vida social, incluso, llegó a conocer a Federico García Lorca – afirmaba el Negro Muñoz – y añoraba recuperarse plenamente para poder volver a México y retomar las cosas donde las había dejado pendientes.

Recurro de nuevo a la versión de Cantú:

El 15 de septiembre, como todo mexicano en el extranjero que se respete, Carmelo asistió a la Embajada de México para conmemorar la Independencia y dar “El grito” junto con sus compatriotas… La “siguieron” toda la noche… Regresaron a la pensión de la Carrera de San Jerónimo, donde vivía, pasadas las seis de la mañana, entonando con la guitarra los nostálgicos versos de “Canción Mixteca”: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…”… Se metió en la cama para recuperarse de lo que parecía un fuerte resfriado, y durante 30 largos días rumió su última cita con el dolor y la frustración… entre una respiración que se iba haciendo más dificultosa y unos recuerdos cada vez menos claros, su vida se fue apagando…

La prensa de Madrid se ocupó con alguna profusión del hecho, aunque casi todos los diarios que pude consultar reproducen el mismo boletín de prensa. La nota que me parece más lograda es la de La Libertad, salida el 20 de octubre siguiente, que entre otras cosas cuenta:

El domingo, a la una de la tarde, le visitó, como de costumbre, el doctor Rozabal, que se había encargado de su asistencia, y le encontró con bastante fiebre.

Carmelo dijo al doctor que pasaba muy malos ratos y que sólo descansaba cuando se le aplicaba alguna inyección de morfina. Rogó al médico que diera la orden oportuna para que le aplicaran otras. El doctor Rozabal le contestó que su ayudante quedaría encargado de aplicarlo el calmante pedido. Entonces Carmelo, al ver que el doctor se marchaba, le dijo a su mozo de estoques:

«Raspa», acompaña al «doctorcito» hasta la puerta.

Cuando el «Raspa» volvió al lado de Carmelo, éste había muerto...

El siguiente paso sería el traslado de los restos de Carmelo a su lugar de reposo definitivo. Problemas, principalmente quizás de índole económica, dilataban – y quizás imposibilitaban – el traslado a la Ciudad de México. Los toreros mexicanos allá en España, en trance de regresar a enfrentar sus campañas en ruedos nacionales, no contaban con los recursos líquidos para afrontar un asunto de esa naturaleza, pero providencialmente, el Papa Negro, don Manuel Mejías Bienvenida, salió al quite. Así se publicó en El Heraldo de Madrid del 22 de octubre de ese 1931:

Un rasgo del Papa Negro

Los parientes del infortunado diestro Carmelo Pérez enviaron un cablegrama en el que exponían su deseo de que los restos del lidiador fuesen enviados a Méjico, su país natal. Anunciaban la remisión de los fondos necesarios; pero transcurrían las horas y el dinero no llegaba. Y como para la operación de embalsamamiento y otros gastos se precisaba una suma importante, los amigos del torero, ante la imposibilidad de sufragarlos, renunciaron a satisfacer los naturales deseos de la familia de Carmelo. Don Manuel Mejías, padre de los matadores de toros Manolo y Pepe Bienvenida, tuvo noticia de lo que ocurría e inmediatamente se puso en relación con D. Román Mercelian, apoderado del diestro fallecido, y le facilitó diez mil pesetas, que era la cantidad que se precisaba para trasladar a Méjico el cadáver de Carmelo Pérez.

El rasgo de Bienvenida, padre, ha sido muy elogiado por la afición y los toreros.

Así fue como los restos de Carmelo Pérez pudieron salir a México el 1º de noviembre para regresar a reposar a la tierra que lo vio nacer. Fue inhumado el día 13 de ese mismo mes.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Carmelo Pérez y Michín de San Diego de los Padres. 90 años después (II/II)

Anuncio de la reaparición de Carmelo Pérez
para el 24 de noviembre de 1929
Decía ayer que la recuperación de Carmelo fue lenta, como lento debió ser su andar por los ruedos. Las opiniones autorizadas de su tiempo señalan que se le adelantó a la alternativa y que no se le permitió madurar un concepto del toreo que le era propio, distinto a todo lo visto hasta entonces y que quizás, requería un toro distinto al que se lidiaba por esos entonces.

La manera en la que se le llevó a la alternativa fue retorcida, por lo menos. Si lo que escribe Verduguillo lleva algo de verdad, más que facilitarle el camino para ser una figura del toreo, se le envió directamente al cadalso:
Yo hablé con Carmelo con toda claridad. 
- Mira Carmelo, tú todavía no estás preparado para la alternativa: te cogen mucho los novillos, y si no te lastiman seriamente es porque ‘El Conejote’ trae enemigos sin fuerza, sin grano, apropiados para que tú hagas con ellos ese tipo de toreo tan peligroso que tienes metido en la cabeza. Cuando vengan las corridas gordas y graneadas, va a ser diferente el caso, vas a tener que sortear y si te toca un toro fuerte te puede lastimar de VERDAD. 
Pocos fuimos, ciertamente, los que nos atrevimos a hablar con Carmelo Pérez con sinceridad, los demás taurinos, temerosos de que Gaona se disgustara si se le quitaba un elemento de gran arrastre, preferían guardar un medroso silencio… 
Llegó esa tarde Carmelo de la Rosa a hablar con Rodolfo Gaona y entró temblando como tiembla el conejo en la presencia del león. El que lo hubiera visto abrir la puerta de aquel despacho, habría comprendido que todo estaba perdido… 
- Te he llamado, dijo Rodolfo, para que firmes el contrato de Carmelo Pérez. Ya él te habrá hablado del asunto. Son dos corridas a tres mil pesos cada una, lo que siempre se ha pagado por las alternativas. 
Como Carmelo de la Rosa musitara que su torero valía un poco más, Gaona lo atajó: Eso ya se verá con el toro: si como yo creo Carmelo Pérez está bien, ya toreará más corridas a mejor precio. 
En eso entró ‘El Chato’ Padilla que fue quien aceleró la firma del funesto contrato: 
- Si no firmas, le dijo a Carmelo de la Rosa, ya te puedes despedir del zarzo de banderillas. No lo volverás a hacer en todos los días de tu vida… 
Y al ver Carmelo de la Rosa que se le escapaba un ingreso de aproximadamente QUINCE PESOS a la semana, firmó la alternativa de su poderdante Carmelo Pérez… No era el contrato de la alternativa, era la sentencia de muerte…
Y esa relación de Rafael Solana no era la única en ese sentido. Se habló también en El Taurino del 31 de diciembre de ese 1929 del hecho de que su deficiente administración lo había llevado a esa penosa situación en la que se encontraba:
En un periódico de la tarde, que tiene el sólido prestigio de su seriedad, se publicó hace pocos días una información relacionada con el estado que guarda Carmelo Pérez. En esa información, que debemos considerar honrada, porque en ese concepto tenemos a su autor, se pintaban, con los más vivos e impresionantes colores, la desilusión del matador herido, su pesimismo para continuar en la peligrosa profesión a que se ha dedicado, su desencanto por la explotación de que fuera víctima y su amargura por los padecimientos sufridos y por la situación lamentable en que se encontraba. 
Pocos días después, en el mismo periódico de la tarde, aparecía un nuevo reportazgo, que para nosotros tuvo todas las características de una gacetilla de la empresa, en el que pretendió desvirtuar aquella impresionante noticia que tan comentada fuera por el público, haciendo aparecer, en boca del propio Carmelo Pérez, opiniones y conceptos completamente distintos a los que expusiera al periodista que primeramente lo entrevistó… 
Mas, a pesar del cambio radical que se operó en el ánimo de Carmelo, los aficionados sensatos, los que hemos seguido paso a paso el viacrucis de este desafortunado muchacho, los que no comulgamos con ruedas de molino, vimos en su nueva actitud la presión moral de alguien a quien interesa que el público confíe en su pronta reaparición en “El Toreo”, para seguir siendo objeto de la misma incalificable explotación que, desde que vistió por primera vez el traje de luces, se ha venido cometiendo con él… 
¡Qué distinto hubiera sido si Carmelo Pérez cae en manos de un apoderado consciente, de un administrador que, lejos de buscar un rápido enriquecimiento, a costa de la sangre de este esforzado mozo, con inminente peligro de su vida, se hubiera preocupado por enseñarle lo mucho que le faltaba por aprender, antes de llevarlo a que tomara la alternativa, por mil conceptos prematura!... 
Porque los apoderados de Carmelo tenían la seguridad de que este muchacho, al doctorarse, arrastraría a las multitudes hasta proporcionar a la empresa que lo contratara, el único lleno que, como nosotros lo aseguramos al iniciarse la temporada, se registraría en “El Toreo”…
No obstante esos comentarios, surgían voces que intentaban alentar al torero herido y que dejaban patente, que como lo dijo Frascuelo, los toros dan cornadas porque no pueden dar otra cosa. Así parece hacerlo entender don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada en su comentario titulado El Caso Carmelo Pérez, donde expresa:
…El punto de mira de todas las opiniones ya citadas, no es otro que señalar como causa fundamental del accidente la ignorancia del diestro y su temeridad al enfrentarse con enemigos mayores a sus fuerzas, aprovechándose para ello de las circunstancias aparentemente favorables en apoyo a sus tesis… Carmelo Pérez, no hay que dudarlo, está muy lejos de ser un lidiador consumado, está muy lejos de conocer a la perfección todos los secretos de la lidia, que para eso se necesita tiempo; pero de esto a que sea un ignorante y todavía más, a que su ignorancia y falta de recursos haya sido el motivo de su horrenda cogida, media un abismo. ¿Acaso no hemos visto caer al más sabio de los toreros, al golpe certero de un utrero? ¿Vamos a buscar en su sabiduría lo que sólo fue obra de la fatalidad?... No señores, limitémonos a lamentar las continuas caídas de quienes se dedican a tan difícil y peligrosa profesión, sea quienes fueren, un maestro o un principiante; pero no nos asustemos de esos percances, hijos legítimos de la fiesta, y mucho menos nos aprovechemos de las circunstancias para sacar avantes nuestras ideas por sofísticas que sean. 
Carmelo Pérez, ¡ese loco desenfrenado!, algo debe tener para haber electrizado a las multitudes, no una vez, sino durante toda una temporada, siendo él un principiante y toreando al lado de lidiadores reconocidos ya unánimemente como cuajados, y de los cuales, por enorme desgracia, hemos visto caer también a uno…
Concluyo esta intervención con algo de la apreciación que José Alameda hace sobre Carmelo Pérez en su libro Los Heterodoxos del Toreo y que dice así:
Carmelo era un torero roto que traía la muerte en el cuerpo… Sin facultades y con poca luz aparente, toreaba muy cerca de la tierra (otra similitud con «El Espartero»); tanto que sin el arte de «Chicuelo», claro; y sin la grandeza de Ortega, desde luego; era más «moderno» que ellos. Y con más drama, con más misterio… Fue Carmelo Pérez un heterodoxo no tanto por el «qué», pues no hacía suertes distintas a las conocidas, sino por el «cómo», pues las hacía en una forma totalmente suya, no mimética, creada y con un acento marginal fortísimo, con ese sabor a légamo que hay en los que están en el río, pero no en su corriente, sino en su doliente…
Carmelo Pérez falleció en Madrid el 18 de octubre de 1931, a consecuencia las secuelas de las cornadas que le infirió Michín de San Diego de los Padres.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Carmelo Pérez y Michín de San Diego de los Padres. 90 años después (I/II)

El tránsito de los años de 1929 a 1930 estuvo marcado por el sino de Carmelo Pérez. El torero texcocano fue el eje de esos calendarios, primero porque en la temporada de novilladas que se dio en el primero de esos calendarios, que constó de 21 festejos, toreó dos terceras partes de ellos, después de renunciar a una fallida alternativa que había recibido en Puebla el 13 de enero de manos de Cagancho y después, porque casi al final del año, recibió una de las cornadas más pavorosas que recuerda la historia del toreo en México.

La temporada grande 1929 – 1930 en El Toreo de la Condesa gravitaba principalmente sobre los nombres de los toreros hispanos que vendrían a sostener el interés de los carteles que en ella se ofrecerían. El toreo mexicano seguía padeciendo la orfandad en que la despedida de Rodolfo Gaona – para esas fechas metido a empresario – lo había dejado y así, los nombres del ya mencionado Joaquín Rodríguez Cagancho, Antonio Márquez, Félix Rodríguez, Mariano Rodríguez Exquisito y Ricardo González vendrían a apuntalar a los emergentes Heriberto García, Jesús Solórzano, Pepe Ortiz, Paco Gorráez y a un Juan Silveti que seguía derrochando valor ante los toros.

El imán mexicano para la temporada era la alternativa de quien revolucionó la temporada de novilladas: Carmelo Pérez. La cosa hubiera resultado redonda si su epígono novilleril, Esteban García no hubiera perecido en una novillada en Morelia, asunto del que me he ocupado ya en este sitio de esta Aldea, porque de esa manera la empresa que regentaban Gaona y El Chato Padilla hubieran podido mantener un enfrentamiento delante de los toros que había nacido en los festejos menores, pero el hombre propone y viene el toro y todo lo descompone…

La quinta corrida de la temporada 29 – 30

Para el domingo 17 de noviembre de 1929 se anunció un encierro de San Diego de los Padres para Antonio Márquez, que se presentaba en la temporada, Pepe Ortiz y Carmelo Pérez, que reaparecía después de una triunfal alternativa recibida en la tercera corrida del ciclo, el 3 de noviembre, de manos de Cagancho, con Heriberto de testigo y toros de Piedras Negras.

Rafael Solana Verduguillo cuenta que se pensó repetir a Carmelo al domingo siguiente de su alternativa, con la corrida de San Diego de los Padres, pero que había en ella un toro que desentonaba con el resto del encierro y que al pedirse a don Antonio Barbabosa que lo cambiara por otro, se negó rotundo. Por ello, se pospuso su reaparición para el domingo 17, en espera de que don Antonio recapacitara y escogiera otro toro para completar la corrida.

Llegada la fecha, El Chato Padilla fue de nuevo a San Diego y lo que cuenta Verduguillo es lo siguiente:
No tengo otro, contesta el ganadero. Si quiere usted esos seis, bien, si no, déjelos.  
El empresario explica a don Antonio: es que va a torear Carmelo Pérez y si ese toro llegara a tocarle, podría lastimarlo. 
¿Y por qué le va a tocar?, dice don Antonio. Son tres los matadores. Puede que le toque a alguno de los otros. 
Con esto se dio por convencido “El Chato” Padilla y vino la corrida de San Diego, integrada como dije, de cinco ejemplares muy a modo y uno que tenía cara de Barrabás…
Por lo visto Michín – el que tenía cara de Barrabás – era el sino de Carmelo Pérez.

La crónica del suceso

En el ejemplar del semanario El Taurino, que viene a ser algo así como la última etapa de El Universal Taurino, aparecido al día siguiente del festejo, viene la crónica de Edmundo Fernández Mendoza, bajo el seudónimo de Martín Galas, de la que rescato lo siguiente:
¿No será posible que lleguemos a ver una buena corrida de toros esta temporada? Porque tardes van, tardes vienen y siempre lo mismo: El eterno desfile de toros mansurrones, difíciles, broncos, reparados de la vista y resentidos de los remos. Toros de encargo para quitar la personalidad a los lidiadores. 
Ayer se encerró una corrida de San Diego de los Padres, desigual en presentación como en bravura; y el público, que está cansado ya de tantos camelos que le vienen dando los señores ganaderos, no pudo contener sus iras y se dio a protestar, primero, a voz en cuello, después, uniendo la acción a las palabras, destruyendo los anuncios de lámina que había en el tendido, arrojando los cojines, maderas y toda clase de proyectiles a la arena, cuando el cuarto toro, un manso perdido que había vuelto la cara vergonzosamente a los caballos, fue impuesto por la autoridad y por el cambiador de suertes, a pesar de la gritería enorme, de la bronca más grande que hemos visto en “El Toreo”. 
La actitud del público es explicable y justificada, puesto que, a pesar de que paga sus boletos al precio que se les fija, no se les cumple lo que los carteles ofrecen. ¿No hay toros de primera clase en las ganaderías? ¿Se acaba el ganado de lidia en México? ¡Vayan ustedes a saber; pero el caso es que, de seguir las cosas como van, la temporada fracasará irremisiblemente!... 
¡La Tragedia! 
Fue en el sexto, un retinto albardado, bien puesto de pitones, que se llamó “Michín”, donde se registró la tragedia que tiene luchando entre la vida y la muerte al bravo torero de Texcoco. Apenas salido el animal y sin esperar a que los peones lo fijaran – tal era su deseo de desquitarse ampliamente – Carmelo le largó un capotazo por abajo y al ejecutar una verónica de las suyas, es decir, ceñidísima y parando lo indecible, fue empitonado por el burel que, al derrotar, se lo pasó de un cuerno al otro, para arrojarlo a la arena, meterle la cabeza varias veces y arrastrarlo, porque, seguramente, el pitón estaba atorado en la ropa. ¡Momentos de intensísima emoción, de inenarrable angustia! Todos intentan hacer el quite, arrebatar su presa al burel que, codicioso, seguía tirando cornadas al cuerpo del lidiador, que fue recogido en grave estado por las asistencias y conducido a la enfermería…
Otra versión del hecho está en el libro Tres Décadas de Toreo en México, de Rafael Solana Verduguillo, también testigo del hecho y versa de la siguiente manera:
No esperó más Carmelo y sin ver un segundo capotazo, saltó a la arena… sin ver el estilo del toro, al ver solamente que era muy bravo, se plantó muy entablerado, casi a la puerta misma del burladero de matadores, para largar un capotazo por el lado izquierdo, sobre el que el toro se revolvió con la velocidad de un relámpago. Carmelo entonces se hizo arco para dejar pasar al bravo sandieguino en un lance por el lado derecho comprometidísimo; nuevamente se revolvió el toro con enorme rapidez, ganando terreno y entonces Carmelo, por más que estiró el brazo izquierdo, no pudo darle salida; ‘Michín’ lo prendió con el pitón izquierdo, por el muslo izquierdo, más arriba de la rodilla. 
Lo que la afición mexicana presenció en los siguientes segundos fue una verdadera pesadilla, un drama espantoso; jamás la fiesta de toros fue más sangrienta, jamás hubo en plaza alguna una cogida más impresionante; lo que ‘Michín’ hizo con Carmelo fue una verdadera carnicería, parecía un perro bravo destrozando una gallina, saltaban trozos de la ropa de Carmelo, de la ropa blanca y de la ropa roja… Los toros de San Diego siempre fueron sanguinarios con los caballos; pero esta era la primera vez que se veía a uno cebarse tan golosamente no en un cuadrúpedo, sino en un hombre. 
Era imposible hacer un quite; por más que los otros matadores y los subalternos luchaban, no conseguían que la atención del codicioso animal se separase por un solo instante de la víctima que estaba destrozando. La cogida duró más de un minuto y medio, y es la más larga que jamás haya habido… ‘Michín’ se pasaba al sangriento muñeco de trapo en que Carmelo se había convertido, de un pitón a otro, aunque siempre se pudo ver que el que usaba para herir era el izquierdo; solo lo alejaba de sí para tomarle nuevamente puntería y volver a herir… la cornada del tórax fue perfectamente visible; y la mayor del muslo se produjo también en una forma en la que todo el público la pudo ver; el toro se puso a Carmelo entre las patas, y bajó el pitón para arar con él sobre la carne viva del infortunado diestro, haciendo brotar un torrente de sangre...
Espeluznante debió ser presenciar la escena. Si la lectura de este par de relaciones es sobrecogedora, quiero suponer que haber presenciado en la plaza el hecho, debió serlo aún más, y es que aunque la Historia del Toreo de este lado del mar nos habla de percances graves, no nos refiere alguno donde el toro se haya encelado con tal fiereza con su víctima.

Los partes facultativos

El parte que quiero suponer previo, está en la crónica de Martín Galas y es de la siguiente guisa:
Durante el primer tercio de la lidia del último toro, ingresó a esta enfermería el diestro Carmelo Pérez, que presenta las lesiones siguientes: 
Herida causada por cuerno de toro en la cara antero – interna de la unión de los dos tercios, medio y superiores del muslo izquierdo, que interesó, tejido celular y músculos. Herida causada por cuerno de toro, en la cara posterior del hemitórax derecho, a la altura del noveno espacio intercostal y sobre la línea axilar posterior, penetrante de tórax. Otras tres heridas causadas por cuerno de toro: Una en el escroto, como de tres centímetros de extensión, que interesó piel y tejido celular; otra en la cabeza de la ceja izquierda, de un centímetro de extensión, que interesó piel y tejido celular; otra en el párpado superior del mismo lado, como de tres centímetros de extensión que interesó los mismos planos que la anterior. 
La herida del muslo tiene una extensión como de veintiocho centímetros. La del tórax, una extensión como de ocho centímetros. Las dos primeras lesiones son de las que ponen en peligro la vida. 
Además presenta contusiones dermoepidérmicas en diferentes partes del cuerpo…
Por su parte, Verduguillo, en su libro citado, expone un parte más elaborado, quizás redactado con posterioridad y sin la prisa que requiere la inmediatez de la crónica y que es del tenor siguiente:
Los médicos cirujanos que suscriben, encargados de la enfermería de la plaza El Toreo, dan parte a la autoridad que preside, de que durante el primer tercio de la lidia del sexto toro, ingresó a esta dependencia el diestro Carmelo Pérez con las siguientes heridas: 
Primera: Herida causada por cuerno de toro, de veinticinco centímetros de longitud, situada en el tercio medio e inferior de la cara interna del muslo izquierdo, interesando las partes blandas, faltando solo la piel para salir por la cara externa; descubrió las venas femorales y desgarró el nervio crural, destruyendo grandes porciones musculares. 
Segunda: Herida causada por cuerno de toro en el hemitórax derecho a la altura del noveno espacio intercostal, de nueve centímetros de extensión. 
Tercera: Herida contusa de tres centímetros en la región axilar, que interesó el tejido celular. 
Cuarta: Herida contusa de dos centímetros de extensión en la cabeza de la ceja izquierda, interesando el tejido celular. 
Quinta: Herida con desgarradura de la porción izquierda del escroto central de tres centímetros de extensión. 
Sexta: Varios varetazos en distintas partes del cuerpo. 
Pronóstico: El conjunto de las lesiones pone en peligro la vida del diestro.  
Curación: Bajo anestesia mixta amplióse la herida del muslo haciéndose una contraabertura en la cara externa; canalizóse con tubo de goma y taponóse con gasa yodoformizada la herida del hemitórax, suturándose las contusiones; inyectáronsele quinientos centímetros cúbicos de suero fisiológico, aceite alcanforado y adrenalina…
La recuperación de Carmelo Pérez fue lenta. Duró más de un año, porque en un principio al parecer se concedió poca importancia a la herida del tórax y fue la que generó mayores complicaciones y la que al final de cuentas vendría a costarle la vida.

Carmelo Pérez reapareció vestido de luces en El Toreo de la Condesa hasta el 4 de enero de 1931.

Pero dada la extensión que va adquiriendo, aquí dejo esto por hoy y espero concluirlo el día de mañana.

domingo, 2 de noviembre de 2014

2 de noviembre de 1929: Esteban García es mortalmente herido en Morelia

Esteban García
El tradicional festejo taurino del Día de los Fieles Difuntos para el año de 1929 en la capital michoacana se presentó con una novillada en la que actuarían dos de los triunfadores de la temporada de novilladas en El Toreo en la capital mexicana, Esteban García y David Liceaga. El encierro seleccionado para la ocasión sería de la ganadería de Queréndaro.

En su camino de la capital de la República hacia Morelia, David Liceaga y las cuadrillas que habrían de auxiliar a los diestros actuantes sufrieron un accidente carretero, lo que les impediría estar a tiempo para actuar en el festejo, por lo que se presentó la disyuntiva a la empresa organizadora de suspender la novillada o de celebrarla únicamente con la actuación de Esteban García. Enterado el diestro de Tacuba de la situación, aceptó lidiar el encierro completo él solo y solamente con el auxilio del banderillero retirado Antonio Conde, quien era su mentor y le auxiliaba en los despachos. Dada la edad de Conde, para aliviar en algo la situación, de cualquier forma se improvisó una cuadrilla con aficionados prácticos morelianos.

Esteban García despachó con presteza a los dos primeros novillos de la noche, aunque las relaciones de los hechos sucedidos reflejan que Antonio Conde tuvo que abandonar sus labores en el ruedo a causa de una hemorragia causada por la tuberculosis que padecía y los auxiliadores que quedaron eran meros aficionados con más buenas intenciones que habilidades. 

El tercero, al que la historia reconoce con el nombre de Aleve, prendió a Esteban García casi al abrirse de capa. Le infirió una cornada penetrante de vientre que de inmediato hizo temer por su vida. La primera información que los medios especializados dieron a conocer se publicó en el semanario El Taurino el día 4 de noviembre de 1929 y es de la siguiente guisa:
Grave cogida de Esteban García en Morelia. Morelia, noviembre 2.  Esta tarde se encerró Esteban García con cuatro animales de Querétaro que resultaron bravos. Esteban toreó con lucimiento a sus dos primeros enemigos a los que mató brevemente y se apretó con el tercer bicho, que le echó mano, infiriéndole una cornada en el vientre. El pitón penetró a la cavidad abdominal y rompió el peritoneo. El estado del diestro es muy grave. El Corresponsal.
La primera atención brindada al diestro fue en las dependencias de la plaza. Muchas versiones hablan de la atención en un cuartucho desaseado y maloliente y de la falta de presencia de un adecuado servicio médico. La realidad es que la enfermería era, como hoy, una enfermería preparada para percances menores. Nunca se esperó, ni se preparó una catástrofe de estas dimensiones. Enrique Arzamendi escribió en El Taurino, del 11 de noviembre de 1929 lo siguiente:
¡Ha muerto un torero! La noticia nos sorprendió grandemente. ¿Cómo es posible que Esteban con ese dominio, con ese conocimiento, con esa vista, fuera preso de un pitón asesino que le deshizo el vientre y le perforó el peritoneo y el epiplón? Al principio dudamos. Pero después, no tuvimos más remedio que rendirnos ante la verdad... Y salió el tercer toro, otro buey ilidiable, otro buey propio para tirar de una carreta y no para enfrentarse con un torero de la talla del desaparecido. Vino allí la tragedia: un capotazo, un derrote seco y el pitón penetra el vientre y destroza, implacable y cruel, los intestinos y las principales vísceras… Después la mesa de operaciones en enfermería de pueblo, enfermería, como en todas las que existen en esos poblados, desprovista de material necesario para el caso. Los doctores luchan denodadamente por salvar la vida. Buscan otro local más apropiado para curar y trasladan a Esteban al Hospital, ahí nuevamente se entabla la lucha entre la ciencia y la “pálida” que, sonriente, extiende sus huesosos brazos para llevarse, para siempre, a un muchacho lleno de vida, con esperanzas risueñas para el porvenir...
La explicación de Arzamendi deja claro que a Esteban García se le dio la atención médica que había a la mano. A ese respecto, en la oración fúnebre pronunciada por el doctor Francisco Ortega, en ese entonces Presidente del Montepío de Toreros de México, se expresó lo siguiente:
...Aleve astado de Queréndaro ha tronchado esta existencia de hombre artista, y nosotros debemos ver tan triste suceso como una de las dolorosas fatalidades de la imperfecta organización nuestra, y aprovecharlo cual una lección en el mejoramiento de nuestra clase; lloramos ahora las débiles atenciones que le fueron prodigadas inmediatamente después del accidente, lamentamos no menos la imprevisión de un traslado inadecuado al grave estado en que se encontraba el lesionado, y por último sentimos nuestras almas hondamente desgarradas al ver el terrible y lamentable desenlace ocurrido a un compañero que merecía vivir y triunfar, porque seguramente así hubiera sido, si contando con los valiosísimos elementos de la ciencia Médico – Quirúrgica de la que desgraciadamente muy pocos toreros se preocupan actualmente en México en su ejercicio profesional, se hubiera luchado activamente para debilitar la infección y acabar con ella salvando como era de esperarse, la vida insustituible de Esteban García...
Petición de minuto de silencio para Esteban García
El Toreo, 10 de noviembre de 1929
Creo que hoy en día, cuando ocurre una tragedia de igual o similar magnitud, los reproches mantienen la misma sintonía, aunque la ciencia médica y la forma de manejar las heridas por asta de toro hayan evolucionado grandemente.

La sorpresa que causó la grave cornada a Esteban García era fundada. Desde su presentación en El Toreo en el año de 1926, se reveló como un torero largo, poderoso, dominador, de los que entienden a todos los toros y que encuentran la lidia que requiere cada uno de ellos. Era un torero del que no se podía suponer que moriría a causa de una cornada. Escribía Enrique Arzamendi:
Esteban García no era uno de tantos que hoy dan una tarde regular y mañana una pésima. Era un lidiador largo, entendido, que, como ya lo han dicho plumas más autorizadas y competentes que la mía, triunfó en la última temporada de novilladas. Después de aquellos triunfos, innegables en nuestro coso máximo, continuó cosechando laureles por los Estados donde dejó un cartel grande e imborrable...
Y remataba El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada:
Esteban García fue siempre un enamorado de su arte, un joven cuyo único anhelo consistió en encontrar un toro para poder torearlo... Y fue esto sin duda la causa de su muerte, porque lo hecho la noche del 2 de noviembre de 1929, en la plaza de Morelia, nadie es capaz de hacerlo; indudablemente fue una temeridad, pero esa temeridad, ese arrojo indecible, fue obra del amor a su profesión, fue obra del valor a toda prueba y del respeto que supo guardar siempre a los públicos, a quienes jamás quiso defraudar...
El único enemigo de Esteban García fue él mismo. Decía hace unas líneas que debutó en El Toreo en 1926 y seguía en el escalafón de novilleros en 1929. Fernando Vinyes escribía que lo que le pesó fue ser de la misma cuerda que Armillita, que encabezó su quinta novilleril y eso le desplazó para otras promociones, siendo la de 1929 en la que encontró a su epígono, Carmelo Pérez, quien terminaría igualmente por los senderos de la fatalidad. Escribió Don Zeta en El Taurino del 11 de noviembre de 1929:
Así como en otros órdenes de la vida hay alegrías para unos y sinsabores para otros, Esteban debió haber sufrido muchos de los últimos, pues sabiendo que sus compañeros toreaban en México continuamente, había sido él postergado por la más grande de las injusticias; y mientras que uno y otro de los de su época se hacían matadores de toros (“Armillita”, “El Tato”, Heriberto, Gorráez) él, con tantos o mayores méritos que ellos, roía el hueso de la desilusión rodando de pueblo en pueblo... en 1926 toreó en México dos corridas y una en 1927, el año de 1928 no le vimos para nada... No fue sino hasta este año de 1929 en que los empresarios se acordaron de él, y ya vimos con qué resultados...”
Esteban García falleció en Morelia el 6 de noviembre de 1929, cuatro días después de la cornada recibida en el festejo del Día de los Fieles Difuntos.

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