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domingo, 7 de enero de 2024

6 de enero de 1974: Mariano Ramos y Abarrotero de José Julián Llaguno

La mitad de la década de los 70 del pasado siglo fue un periodo en el que Mariano Ramos declaró sus intenciones y se afirmó como figura del toreo a pesar del breve tiempo que había transcurrido desde que recibió su alternativa. Sus triunfos en plazas como El Progreso, la impresionante Feria de San Marcos que realizó el año 73 y sus firmes pasos en la Plaza México le abrieron un sitio en los principales carteles de nuestras plazas.

Y el ciclo 1973 – 74 en la plaza más grande del mundo no sería la excepción para él, no obstante que fue uno en el que se produjeron hechos que marcaron la historia del escenario y de nuestra fiesta. Esa temporada fue la de faenas como las de Jesús Solórzano a Fedayín de Torrecilla; la del Niño de la Capea a Alegrías de Reyes Huerta; la de Luis Procuna a Caporal de Mariano Ramírez; o la de Jaime Rangel a Mapache de El Rocío. Y en cuanto a la cuota de sangre, trascendió grandemente la cornada que Borrachón de San Mateo le infirió a Manolo Martínez en la décimo tercera corrida de ese ciclo.

La quinta corrida de la temporada 1973 – 74

Para el domingo 6 de enero de 1974, se anunció un encierro de José Julián Llaguno para Manolo Martínez, José Mari Manzanares y Mariano Ramos. El tercer espada de ese domingo había cortado una oreja de mucho peso dos domingos antes a un toro de San Mateo. Por su parte, Manolo Martínez, regresaba después de haberse dejado un toro vivo en la segunda corrida de la temporada y para el alicantino era su presentación en el ciclo.

Mariano Ramos salió a revientacalderas esa tarde. Le cortó una oreja a Durangueño, el primero de su lote y forzó las cosas para que Manolo Martínez se tuviera que emplear ante el cuarto y salir al final con dos discutidas orejas en las manos. El sexto de la corrida se llamó Abarrotero y se le anunció un peso de 492 kilos en la tablilla. La crónica de Ernesto Navarrete Don Neto para la Agencia France Presse (AFP), publicada al día siguiente de la corrida en el diario El Siglo de Torreón, cuenta lo siguiente sobre la actuación del torero – charro:

La de hoy fue la tarde de consagración de Mariano Ramos, sobre el ruedo del magno embudo de Insurgentes. Su faena al toro “Abarrotero” de la ganadería de don José Julián Llaguno, pasa a la historia entre las más bellas y mejor construidas que recordamos haber visto en esta plaza… El toro tuvo clase, embestida ideal que entusiasmó al público que acabó solicitando en forma unánime e imperiosa el indulto. Concedido éste, para Mariano fueron las dos orejas y el rabo simbólicos, para añadirlos a la oreja, cortada por faena de enorme mérito al tercero de la tarde. Y así culminó una corrida, la quinta de la temporada, en un clima de entusiasmo que rayó en la locura… Fue una tarde de toros con mucho que comentar, fue pasar por el tamiz de la crítica para orientación de un público tantas veces despistado por falta de sereno análisis… Por ejemplo, se nos antojó pequeño el reconocimiento de la labor torera de Mariano en el tercer toro, con un solo apéndice, y cuando un poco después, con extraordinaria largueza, como regalo de día de reyes, a Manolo Martínez el usía le entregara dos orejas sin justificación alguna… El primer toro del lote de Mariano tuvo sentido y peligro. Sólo pisando tan firme en el ruedo como lo está haciendo este nuevo astro mayor de la torería azteca se podía sacarle los muletazos reviviendo el milagro bíblico de extraer agua de una roca. En cada pase se jugó Ramos la epidermis, imponiendo el mando y el torerismo de su muleta en un quehacer torero saturado de emoción y maestría… Y así al toro difícil, Mariano lo dominó con su muleta garra, ya podrán ustedes imaginar la que formó con el de embestida ideal que cerró plaza… Decimos que Mariano Ramos bordó el toreo, lo hizo con el capote en verónicas y en un espectacular quite por chicuelinas, para volcarse en una faena en la que se abrió el mágico abanico de los pases en redondo, con temple y mando o la gallarda teoría clásica del natural… Luego, a media faena, cuando se había emborrachado de bien torear, vino la pincelada garbosa de los ayudados, lo mismo por alto que por abajo. En su momento, concedido el indulto, los trofeos simbólicos y la vuelta al ruedo a hombros, en un clima de auténtica apoteosis…

Extensa es la narración de Don Neto, pero al mismo tiempo describe con claridad lo sucedido en esa particular faena y el ambiente que privaba en la plaza esa tarde, que, seguramente, terminó por cimentar a Mariano Ramos como una importante figura del toreo mexicano.

La polémica sobre el indulto de Abarrotero

Las crónicas del festejo y la información taurina de los siguientes días, cuestionaron con fuerza el indulto de Abarrotero. La postura unánime de los opinadores era en el sentido de que el toro fue bueno para el torero, pero que no merecía la gracia del indulto. La versión más inmediata es la de la citada crónica de Don Neto, que especialmente sobre este particular manifiesta:

¿Fue un toro para indulto? A nuestro juicio, decididamente no. En el toro de lidia cuenta el buen estilo, pero mucho más la bravura, la auténtica fiereza, de la que es piedra de toque la suerte de varas. La pelea de “Abarrotero” fue blanda e inclusive saltó una vez al callejón. El juez de plaza tenía toda la razón al ordenar que Mariano lo estoquease y sí se doblegó fue por la masiva petición de un público entusiasta pero desorientado de mucho tiempo acá en calibrar las virtudes del personaje central de la bella fiesta...

Dice el cronista que el toro fue blando con los caballos y que saltó una vez al callejón. Agrega que el indulto fue concedido por la presión de un público desorientadamente entusiasmado que no supo valorar debidamente las condiciones del astado.

Por su parte, Daniel Medina de la Serna cita otras dos opiniones en el mismo sentido. La primera es la de Juan Pellicer López, el juez de plaza que concedió la gracia a Abarrotero, expresada en entrevista al diario Esto y es en el sentido siguiente:

Debo repetir que, en mi criterio, el toro no merecía el indulto por todo lo expuesto (floja pelea con los caballos, salir suelto, etc.). Sólo que la unanimidad con que el público pidió la vida del toro me hizo acceder... Además, comenzaban a surgir brotes de indisciplina...

Agrega el entonces juez de plaza como causales del despropósito la unanimidad de la petición, pese a la evidencia de la falta de méritos y una especie de responsabilidad suya, de mantener la tranquilidad pública, por aquello de los brotes de indisciplina que afirma, empezaban a producirse entre la concurrencia.

La segunda opinión citada por Medina de la Serna es la de don Manuel García Santos, publicada en El Sol de México, en el que hace una especie de post – scriptum a su crónica aparecida en el mismo diario:

Como no anoté (en la crónica) que el indulto de “Abarrotero” fue una cosa sentimental y tenía por objeto que el nobilísimo toro muriera tranquilo, pastando en la dehesa, ¡se lo había merecido!, pero... de eso a destinarlo a la reproducción... va un abismo…

La opinión de García Santos resulta un interesante corolario de las dos anteriores y explica mejor la causa del indulto, que fue realmente una reacción sentimental de la concurrencia a un toro que se dejó hacer y nada más, pero sin ser verdaderamente bravo.

Daniel Medina de la Serna encadena ese indulto con otro anterior, en el ciclo de novilladas, otorgado el 11 de noviembre anterior cuando Carlos Serrano El Voluntario se encontró con Campanero de Las Huertas:

Mariano Ramos, a la chita callando, debutó (3ª) cortando una oreja; a los quince días, tras una gran faena a “Abarrotero”, que fue indultado, le simuló la suerte de matar, como si en el Toreo, con mayúscula, se valieran otras cosas que no sean las auténticas. Dicho indulto, como sucedió con el novillo de “El Voluntario”, lo fue por el público, sin el convencimiento del juez… Y como el miedo no anda en burro, “Juanito” optó por lo fácil y cometió la misma pifia que su contralapache Pérez y Fuentes unas semanas antes, sentando un lamentable antecedente al que se han acogido algunos jueces sin carácter ni redaños…

Al final de cuentas se buscó la manera de limitar la cantidad y asegurar la calidad en el indulto de los toros. Una medida que se tomó fue la de eliminar la concesión de apéndices simbólicos. Primero fue en la Plaza México y después las plazas de mayor importancia en México fueron secundando esa disposición reglamentaria. De esa forma, los toreros procuran irse tras de la espada para salir con los apéndices en la mano. No es lo mismo la crónica que hable de que una corrida se saldó con un par de vueltas al ruedo, que, con un par de orejas en las manos, y es que, a veces, para ciertos efectos, los apéndices no son meros retazos de toro.

La temporada capitalina que estaba en curso hace medio siglo tuvo muchas cotas altas. De algunas me he ocupado ya por estas páginas virtuales. De otras, seguramente en fechas siguientes, habrá espacio para seguirlas comentando.

domingo, 5 de febrero de 2023

Hace 90 años: David Liceaga e Ilustrado de Villamarta

El Eco Taurino
23 de marzo de 1933
La temporada 1932 - 33 en El Toreo de la Condesa constó de 22 corridas de toros. Inició el 22 de octubre de 1932, con un festejo en el que actuaron Pepe Ortiz, Cagancho y Alberto Balderas ante toros de La Laguna y terminó el domingo 16 de abril de 1933.

El elenco de toreros para ese ciclo anual, se compuso con Fermín Espinosa Armillita (10), Alberto Balderas (10), Jesús Solórzano (9), Pepe Ortiz (6), David Liceaga (6), Luciano Contreras (4), Heriberto García (3), Luis Castro El Soldado (2) y Paco Gorráez (1), así como con los españoles Joaquín Rodríguez Cagancho (9), Luis Gómez Estudiante (5), Victoriano La Serna (4) y Francisco Tamarit Chaves (1).

Los toros procedieron de las ganaderías nacionales de La Laguna (36), San Mateo (20), Piedras Negras (18), La Punta (15), Torrecilla (13), San Diego de los Padres (9), Coaxamalucan (7), Zacatepec (7), Rancho Seco (6), Zotoluca (6) y Atenco (1) y de las españolas Carmen de Federico (6) y Marqués de Villamarta (6).

Durante esta temporada se entreveró una novillada el 6 de enero en la que actuaron Jorge Álvarez, Agustín García Barrera, Jesús González El Indio, Manuel Molina, Liborio RuizEduardo Solórzano, Ricardo Torres y Edmundo Zepeda, ante novillos de Ayala y Zotoluca y en la corrida final de la temporada, Ricardo Torres mató como fin de fiesta un novillo de Ajuluapan.

La 15ª corrida de la temporada

El 5 de febrero de 1933 se celebraría el décimo quinto festejo del serial 1932 - 33. Para actuar el él se anunció a Joaquín Rodríguez Cagancho, David Liceaga y Luis Gómez Estudiante y la presentación en la mayor plaza mexicana de la ganadería española del Marqués de Villamarta, propiedad del titular del marquesado, don Álvaro Dávila y Agreda, con su divisa verde botella y oro viejo.

Los asistentes a ese festejo serían testigos de un hecho casi inusitado en la historia del coso de la colonia Condesa, pues se le perdonaría la vida a un muy bravo toro del encierro lidiado esa tarde. 

El único antecedente que existía en El Toreo era el del toro Bonito, de Arribas, allí lidiado el 16 de febrero de 1908, llegado a la plaza para la temporada anterior, pero en tan mal estado, que tuvo que permanecer en los corrales hasta la siguiente, al cuidado del guardaplaza Miguel Bello quien prácticamente lo domesticó e incluso consiguió que permitiera que otras personas se acercaran a él. Son famosas las imágenes publicadas en la prensa de la época, donde la vedette María Conesa está acariciándole la testuz, en medio de los corrales de la plaza.

El encaste Villamarta

Don Álvaro Dávila y Agreda forma su ganadería en el año de 1914 con diversas ramas del tronco VistahermosaMurube, Urcola y Parladé – y agregados vazqueños de Medina Garvey, que con repetidos cruces dan lugar a lo que hoy en día se reconoce como un encaste propio.

En la actualidad, mantienen esta sangre los hierros de Salvador Guardiola, Fidel San Román y muy señaladamente los de Carlos Núñez y Alcurrucén.

Su capa es fundamentalmente negra con algunos accidentes como girones, calzados, bragados o luceros y son toros algo más cuesta arriba, muy finos y estilizados, de empuje y temperamento, enrazados y encastados.

La tarde del 5 de febrero de 1933

Ante la ausencia de crónicas sustanciales del festejo, quedan las gacetillas de prensa únicamente. Ellas refieren que la corrida fue inenarrable y que Cagancho estuvo precisamente en Cagancho y que dejó ir a un gran primero de la tarde, Rompelindes, al que no quiso ni ver.

Por su parte, Estudiante, ante el tercero, Bergantín, tuvo buen lucimiento y lo despachó de una extraordinaria estocada, obteniendo una aplaudida oreja.

David Liceaga, por su parte, ante el quinto, nombrado Ilustrado – la brevísima relación de El Siglo de Torreón dice El Ilustrado – realiza una faena en la que despliega toda la tauromaquia que llevaba dentro de la cabeza y se tira a matar, señalando un pinchazo en lo alto. 

Intenta reparar su fallo, volviendo a pasar de muleta y es cuando la concurrencia empieza a pedir el indulto, mismo que es concedido a juicio de la autoridad.

Vuelto el toro a los corrales, David Liceaga es llamado a dar una vuelta al ruedo entre aclamaciones.

El destino de Ilustrado

Normalmente, cuando un toro de una ganadería extranjera es indultado, de no mediar pacto previo en contrario, al regresar a los corrales, debe ser inmediatamente sacrificado. En esta oportunidad, seguramente surgieron distintos interesados en adquirirlo como reproductor para sus ganaderías, porque en la portada del número del semanario El Eco Taurino, de don Armando de María y Campos aparecido el 23 de marzo de 1933, aparece la siguiente información:

El toro indultado de Villamarta fue adquirido para Queréndaro. El señor don Emilio Huerta Corujo adquirió, en su calidad de mejor postor, la propiedad del toro “Ilustrado”, de Villamarta, que fue indultado por el público, por bravo, por codicioso, por pastueño y por noble, en la corrida del cinco de febrero del presente año.

La subasta tuvo lugar, con arreglo a la Ley, en el Consulado General de España, y las autoridades españolas y mexicanas que la presenciaron se preocuparon porque se cumpliesen exactamente las disposiciones que para la adquisición del famoso toro había dado el ganadero español señor Marqués de Villamarta.

La adjudicación fue hecha con apego absoluto a la Ley, y desde ese día el señor Huerta Corujo, propietario de la ganadería de Queréndaro, es el dueño del toro “Ilustrado”.

Así pues, ese toro pasó a formar el pie de simiente de esa ganadería michoacana, que fue formada inicialmente con ganados de Quiriceo de origen Parangueo y Gamero Cívico y después agregados con vacas y sementales de Campos Varela, estos últimos de encaste Parladé

Emilio Huerta Corujo

Era de nacionalidad española, nació en Oviedo en 1888. De acuerdo con la documentación existente en el Archivo General de la Nación, llegó a México por el puerto de Veracruz en el año de 1900. Entre otras actividades fue presidente del Casino Español y empresario ocasional de El Toreo de la Condesa

Adquirió la hacienda de Queréndaro en Michoacán en 1929, lugar en el que se dedicó a la crianza de toros de lidia. A partir de 1934, su propiedad fue afectada en múltiples ocasiones por la Reforma Agraria, por lo que decide dejar de ser ganadero, enajenando la mayor parte de su ganado de lidia a don Maximiano Chávez, que funda su hierro de Santa Marta, entre esa enajenación iba precisamente el toro Ilustrado

Falleció en la ciudad de México el 5 de junio de 1959. Hasta donde pude averiguar, no dejó descendencia, y en la actualidad existe la fundación de beneficencia que lleva su nombre, dedicada a apoyar a otras instituciones de auxilio a los necesitados.

Corolario

Hace una docena de años, escribió mi amigo don Horacio Reiba, a propósito de un indulto en la Plaza México:

Tan ajena era la idea de indultar toros – y cuidado que si algo abundaba era el poder y la bravura – que, en 40 años de vida de El Toreo de la Condesa, apenas dos casos se registraron, ambos de toros españoles (“Bonito”, de Arribas, en 1908 y bajo circunstancias muy especiales), e “Ilustrado”, de Villamarta, el 5 de febrero del 33, sin que David Liceaga alcanzara más honores que la vuelta al ruedo, al considerarse absurdo premiarlo con los apéndices de un animal al que no había dado muerte…

Eso lo escribió don Horacio cuando se produjo el indulto número 26 en la gran plaza. Ya llevamos 35, y por las razones de sobra conocidas, no puedo afirmar que seguimos contando.

Termino citando a don Carlos Urquijo, que lapidariamente se pronunció en contra del indulto de los toros en la plaza y se manifestó a favor de la tienta en la plaza de la ganadería:

La experiencia demuestra que un toro muy bravo en tres puyazos puede cantar la gallina en el cuarto, y sobre todo a partir del quinto. Por eso, muchos toros indultados en la plaza por bravos, después de tomar tres puyazos superiores, son luego malos sementales y no sirven para padrear. El ganadero debe ver los toros en el campo y no en la plaza, donde los pican pocas veces en su sitio y casi nunca a la distancia conveniente. Por eso soy partidario de la tienta de machos. Por eso te dije hace cinco años que la mayor vergüenza de un ganadero es que le indulten un toro en la plaza porque es señal que no lo ha sabido ver en el campo. Y sigo diciéndote que, si a un toro mío le perdonan la vida, soy capaz de cortarle la cabeza antes de echárselo a las vacas. Porque cuando se manda un toro a la plaza es porque no sirve para semental...

Yo estoy de acuerdo con lo que expresó en su día don Carlos Urquijo. Y ahora sí, hasta el próximo domingo.

Aviso Parroquial: Los números entre paréntesis que siguen a los nombres de los toreros y de las ganaderías que participaron en la temporada 1932 - 33 de El Toreo de la Condesa, se refieren respectivamente al número de actuaciones que tuvieron y al número de toros que lidiaron en ella respectivamente.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Manolo Martínez y Amoroso de Mimiahuápam a 40 años vista

Manolo Martínez
La temporada 1979 – 80 en la Plaza México la vi casi completa. Constó de 17 corridas y Manolo Martínez fue cabeza de cartel en ocho de ellas. Así, a simple vista, queda claro que todo el peso del ciclo recayó sobre sus espaldas. Pero independientemente de que en la sexta de la temporada hubiera cortado dos orejas a Mira cómo voy de San Martín; en la octava, el rabo a Tejoncito de don Mariano Ramírez; o en la decimosexta otras dos orejas a Siempre sí de Los Martínez, en esa temporada se produjeron otros hechos que la hicieron trascender en su devenir histórico.

Uno fue la resurgencia de Antonio Lomelín, que en la decimocuarta corrida realizó una importante faena a Bien Nacido de Reyes Huerta, para el que se pidió el indulto. Ante la negativa del palco a concederlo, Antonio se metió al burladero de matadores a esperar los tres avisos para que el toro volviera vivo a los corrales y después fue aclamado como si en verdad se hubiera indultado al toro. Eso fue el preludio de lo que vendría dos domingos después con Luna Roja de Xajay y que lo pondría en figura del toreo.

También fue la temporada de la confirmación de Rafael de Paula, a quien casi nada pudimos ver en las corridas séptima y novena del serial y la de la emergencia de Marcos Ortega, quien se encontró con Boca Seca un gran toro de don Javier Garfias y supo aprovecharlo, dando al doctor Gaona otro elemento para dar variedad y revitalizar los carteles.

La segunda corrida de la temporada

Para el arranque de esa temporada, por alguna razón el nombrado doctor Gaona armó una especie de mini feria navideña, pues ofreció corridas el sábado 22 de diciembre de 1979 con la confirmación de César Pastor apadrinada por Curro Rivera, con el testimonio de Manolo Arruza y toros de Campo Alegre y el domingo 23, el segundo de esos festejos, que tenía por atractivo las presentaciones de Manolo Martínez, Miguel Espinosa Armillita y del hispano Lázaro Carmona, quien también confirmaría su alternativa. El encierro a lidiarse sería de San Miguel de Mimiahuápam.

Lázaro Carmona confirmó con Mensajero y realizó un gran quite por verónicas que le valió el trofeo al final de la temporada. Y el segundo de la tarde, Villancico se le fue vivo a Manolo Martínez entre la bronca correspondiente y Miguel Armillita le cortó la oreja a Peregrino, el quinto. Pero la gran obra se realizó en el cuarto, segundo del lote de Manolo Martínez.

Incluso Carlos León, cronista del extinto diario Novedades de la Ciudad de México, modificó sus criterios y modos de expresarse respecto del torero de Monterrey. En lo que interesa, en crónica epistolar dirigida al restaurantero Pedro Yllana, escribió lo que sigue:
Con el soberbio ‘Amoroso’, Manolo estuvo en coloso… Apoteosis de Manolo y Bailleres… ‘Amoroso’, el cuarto de la tarde, fue el ejemplar soñado. Y aunque el de las patillas, siendo de Monterrey, no es propenso al desperdicio de echar toda la carne en el asador cuando las chuletas están tan caras, se decidió y ha de haber dicho como reza el refrán ranchero: ‘¡Ora es cuándo yerbabuena, le has de dar sabor al caldo!’ Y vino el faenón sabroso, porque como usted sabe, hay que distinguir entre el apetito y el hambre, pues no es lo mismo hartarse que saborear. Y Manolo Martínez saboreó el yantar, contagiando al público con su apetito, que por igual se deleitaba con la sabrosura de las embestidas del mimiahuápeño que con la pasmosa facilidad con que el reinero consumía la apetitosa vianda. Ahora bien, como no hay loco que coma lumbre, él mismo propició el indulto antes que exponerse a fallar con el cuchillo. Y aquello fue el acabose, para el ganadero Don Alberto Bailleres y el artista, en una locura colectiva que parecía no terminar nunca, mientras se concedían, simbólicamente, los máximos apéndices…
Como lo señala el cronista al final de su relación, efectivamente la locura se apoderó de los tendidos. Me tocó vivirlo. Quizás Manolo Martínez realizó faenas mejores en esa plaza, pero esa tarde de hace cuarenta años embrujó a la afición que llenó la Plaza México y la rindió a sus pies. Hoy nos toca recordarlo y pensar que aunque no todo tiempo pretérito fue mejor, algunas de sus fechas merecen ser recordadas.

Aldeanos