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domingo, 24 de diciembre de 2023

21 y 22 de diciembre de 1963: El Cordobés se presenta en México (II/II)

El Cordobés
La primera tarde de El Cordobés en nuestro país se saldó en unos términos que no dejaron convencida a la afición mexicana, sobre todo después del enorme despliegue informativo y publicitario que se hizo de su surgimiento, prácticamente a partir de la nada, hasta escalar a las más altas cumbres de la fiesta. Pero también quedó un sabor agrio en el paladar de quienes asistieron o intentaron asistir a ese primer festejo en la plaza de Cuatro Caminos, porque, se dijo con insistencia, los precios para ver al Huracán de Palma del Río fueron incrementados con exageración. La empresa salió al paso de esas afirmaciones en los siguientes términos:

La empresa “Espectáculos Artísticos y Deportivos”, S.A., hace las siguientes aclaraciones, respecto a los falsos rumores sobre los aumentos de precios de entrada a la plaza de toros “El Toreo”, para las corridas de los días sábado 21 y domingo 22 de diciembre en las que actuará “El Cordobés” … Los precios de entrada no fueron aumentados un solo centavo a los tenedores de Derecho de Apartado, ni en las localidades de sol y sombra general, que se han vendido a los precios de siempre: Sol, $10.00; Sombra, $15.00… La empresa declara que no ha existido, ni existe, ni existirá la reventa en su temporada…

Resulta interesante ver que los tenedores de derecho de apartado pagaron precios diferenciados a quienes adquirieron entradas sueltas, y, afirmo a título personal, es la primera vez que me entero de manera fiable, que la tenencia de ese derecho, concede una ventaja así a sus titulares. Por su parte, la redacción de El Redondel, asegurando que era de justicia, aclaró que en todas las plazas del mundo en las que actuaba Manuel Benítez se incrementaban los precios, y que, en el extranjero, eran significativamente más elevados que los cobrados aquí en México. 

El festejo del domingo 22 de diciembre de 1963

Para la segunda actuación de El Cordobés se anunció un encierro de don Reyes Huerta y como alternantes del hispano a Manuel Capetillo y a Jorge El Ranchero Aguilar. De nueva cuenta en El Redondel se señala que la plaza no se llenó.

Ni el nombre de “El Cordobés” logró llenar la plaza de “El Toreo” de Cuatro Caminos, en domingo, y en competencia con la plaza “México”. La entrada es floja, y en ambas localidades se ven varios huecos, por más que en conjunto, sea la mejor entrada dominguera, en lo que va de temporada… Son muy ovacionados, a la hora del paseo, Manuel Capetillo, Jorge Aguilar y Manuel Benítez, a quienes veremos lidiar seis toros de la ganadería de Reyes Huerta…

Ojo señalaba en su columna semanal lo que a su juicio eran las razones de las entradas no óptimas en Cuatro Caminos. Ya en su crónica del festejo del día anterior apuntaba que el acceso a ese coso era complicado y en su espacio de opinión, agregaba:

La gente sigue prefiriendo la plaza México, que con un cartel flojo superó en entrada, con grandísima diferencia a su rival, donde el programa era mucho mejor... Para nosotros, ojalá y se llenaran las dos plazas, para que además de todos los privilegios de que disfruta, contara nuestra ciudad con ser la única en el mundo que sostuviera dos temporadas simultáneas de corridas de toros... ¿Habrá afición para llenar las dos plazas más grandes del mundo? Cuando este número de EL REDONDEL circule, ya se habrá despejado la incógnita... Seamos optimistas y recordemos aquello de que cómo México no hay dos...

Por su parte, Alberto A. Bitar, algo más de medio siglo después, dice que la concurrencia a la plaza ese domingo apenas llegó a media entrada:

Ese domingo, con escasa media entrada, alternó con Manuel Capetillo y Jorge Aguilar “El Ranchero”, con toros de Reyes Huerta y “El Cordobés” se remontó a las alturas cortando dos orejas de cada uno de sus toros…

Ambos escritores son de la misma casa editorial y con muchos años de diferencia, la crónica in situ y la remembranza de quien asistió al festejo presentan una importante diferencia en su apreciación, la que al final, no incide en el resultado, pero deja un hueco de conocimiento para el historiador.

El rotundo triunfo de El Cordobés

Al final de cuentas, Manuel Benítez terminaría por resarcir a la afición de la capital de lo sucedido el día anterior, porque se levantaría como el triunfador absoluto del festejo, imponiéndose a las condiciones de los toros que le tocaron en suerte y también a la animadversión que por momentos se le expresó desde los tendidos, según podemos advertir de lo que escribió en su crónica para El Redondel en esta oportunidad, Alfonso de Icaza hijo:

TERCER TORO: “Mexicano”, de 480 kilos, la misma pinta de los anteriores y cómodo de cabeza… Manuel Benítez “El Cordobés” está fatal con el capote, pues ni para, ni manda, ni nada. Pitos… “El Cordobés” comienza con muletazos de castigo, consintiendo y a poco se para, para varios derechazos, en los que aguanta mucho, pero toreando con la mano muy alta. De todas maneras, la gente que lo estaba abucheando cambia de actitud. Más derechazos, perdiendo el engaño al dar el pase de pecho con la izquierda… Hay un derechazo de vuelta y media, después del cual, aguantando a ley, se saca al toro por arriba y de ahí en adelante se va para arriba, demostrando que tiene una muñeca privilegiada, al correr la mano en derechazos eternos, pasándose siempre al toro por la propia faja. Es cogido sin consecuencias y cita para el natural izquierdista, dando tres pases juntos. Ya se ha echado al público a la bolsa… Derechazos van y vienen, unos largos y otros cortos, pero dados con una indiscutible personalidad y mostrando serenidad, que parecería que no tuviera toro enfrente. Este es magnífico, y el melenudo diestro, con un toreo que no se parece al de nadie sigue haciéndose ovacionar en forma entusiasta… Con feo estilo, pero entregándose, deja un estoconazo delanterillo, refrescado con certero descabello. Ovación, unánime petición de oreja, gritos de ¡torero!, ¡torero!, y dos orejas concedidas por la autoridad, con las cuales recorre el anillo en son de triunfo, entre otras tantas ovaciones...

SEXTO TORO: “Payaso”, con 515 kilos de peso, berrendo en negro y abierto de carniceras… Con el capote está perdido Manuel Benítez, que no hace sino bailar ante la cara de la res, provocando protestas… Benítez, molestado por su mechón, trata de hacerse de “Payaso”, que así se llama el toro, para dar después una serie de derechazos cortos, que no le dicen nada a nadie. Pero a medida que pasa el tiempo, va parando más y más, corriendo la mano como se debe… Cita de largo, se va acercando a la res como si fuera un león, y le receta más derechazos, de todos calibres que se jalean, venga o no al caso. Vienen ahora cuatro o cinco, de un ajuste extraordinario y nuevamente se echa al público en la bolsa… Siempre sobre la diestra, sigue corriendo la mano cuantas veces le viene en gana, con esa tranquilidad suya, que parece ser su mejor arma. Hay un momento en que se le queda su enemigo a medio pase, y se lo saca con un ligero movimiento de muñeca. Luego, uno de dos vueltas, en los que sólo gira sobre sus talones. La plaza parece un manicomio. Más de media estocada, tendida y tendenciosa, que hace doblar a poco, levantándose el animal, que se entrega junto a las tablas. Ovación, petición de oreja, que concede el compadre Silverio por partida doble, y salida triunfal por la puerta grande…

Cuatro orejas en la espuerta y la primera salida en hombros para su contabilidad personal. La personalidad y la aptitud torera de El Cordobés, destacada por Icaza hijo como un extraordinario juego de muñecas del torero, terminaron por imponerse a la poca paciencia que parecía demostrar la concurrencia al Toreo de Cuatro Caminos, que esperaba quizás, una actuación más explosiva del torero andaluz.

Manuel Capetillo saludó desde el tercio tras la lidia del primero de su lote y al finalizar su labor en el cuarto, las opiniones se dividieron, en tanto que el Ranchero Aguilar dio la vuelta al ruedo después de pasaportar al segundo de la tarde y el quinto, se le fue vivo a los corrales por sus fallos con la espada. La crónica me sorprendió en el sentido de que se ordenó la devolución del toro después del segundo aviso, seguramente por estar así legislado en el Reglamento entonces vigente en el Estado de México.

Lo que siguió después

El primer sorprendido y seguramente reconvenido, fue el doctor Alfonso Gaona, quien, a consejo de un anónimo informante, decidió que El Cordobés no era un torero para el gusto de la afición mexicana, de manera tal que no lo llevó al anuncio de su temporada en la Plaza México. Así lo cuenta don Alberto A. Bitar:

Una vez que El Mechudo emprendió viaje, los accionistas de la empresa – creo recordar que eran Emilio Azcárraga Milmo y el ingeniero Alejo Peralta – llamaron a cuentas al galeno y, obviamente, le reclamaron por los millones que pudieron engrosar sus respectivos bolsillos, así que, sintiéndolo mucho, le retiraban el cargo de gerente de la plaza México, noticia que corrió, como vulgarmente se dice, como reguero de pólvora, preguntándose los aficionados quien sería el elegido…

La salida del doctor Gaona no se dio precisamente en esos tiempos, pero sí al final de la temporada, pero la apreciación de don Alberto es clara en el sentido de que el error de cálculo del gerente de la empresa de la Plaza México fue gravísimo y el haber dejado a El Cordobés para el elenco de la competencia, efectivamente les causaría un quebranto importante.

Por otra parte, citaba en la primera parte de estos apuntes, al referirme a lo declarado por Manuel Benítez a Clarinero, que había manifestado que solamente estaba contratado por dos corridas y más adelante en la misma charla, agregó que tenía pensado descansar un mes completo antes de iniciar su preparación para la temporada española. 

El triunfo del 22 de diciembre del 63 en Cuatro Caminos le abrió prácticamente todas las plazas de la República y a inicios de 1964 regresaría a México para iniciar un auténtico “maratón” taurino, pues toreó la friolera de 32 corridas de toros en 39 días, iniciando su recorrido del territorio nacional el sábado 18 de enero en el Toreo de Cuatro Caminos y lo concluyó el miércoles 25 de febrero en Uruapan. 

En esa extensa jornada, toreaba todos los días de la semana – laborables o no – y salvo un corte profundo en una mano que sufrió en Torreón el 28 de enero, que le hizo perder sus tres compromisos en la feria de Manizales, estuvo presto a salir al ruedo en todas las plazas para las que fue contratado.

En conclusión

La llegada de El Cordobés a los ruedos del mundo representó, sin duda, una transición etaria en la historia del toreo. También vendría a constituirse en un agente de cambio para la forma en la que los festejos se organizaban y, sobre todo, en los mandos prevalecientes en los estamentos de la fiesta, porque, sin duda, un par de años después, no se movía nada en el ambiente de los toros, sin el plácet de Manuel Benítez.

Toreros, ganaderos, empresarios y aficionados del mundo entero, quedaron subyugados y sometidos al nuevo modo de hacer las cosas que sugirió la irrupción de El Cordobés a los ruedos. Se produjo, sin duda, una revolución en la fiesta, no en la forma de hacer delante de los toros, sino en la forma de hacer la fiesta misma.

Es por eso que en estas fechas que se cumplen 60 años de la presentación de El Cordobés en tierras mexicanas, precisamente en el Toreo de Cuatro Caminos que externo estos recuerdos, que indudablemente, impactaron a la fiesta en nuestro país.

domingo, 17 de diciembre de 2023

15 de diciembre de 1963: Pedrés y Alfredo Leal triunfan en el Toreo de Cuatro Caminos

El Toreo de Cuatro Caminos
Al concluir la temporada 1962 – 63 en el Toreo de Cuatro Caminos, se dio a conocer que DEMSA, la empresa que dirigía en el aspecto taurino el doctor Alfonso Gaona, se concentraría en ofrecer espectáculos exclusivamente en la Plaza México, por lo que el escenario de Naucalpan quedaba vacante y podríamos decir que a disposición de cualquiera que se interesara por dar festejos en ese lugar.

No transcurrió mucho tiempo para que la señora Dolores Olmedo, en unión de su entonces marido, el rejoneador Juan Cañedo – civilmente Hugo Olvera Villafaña – y su hijo Carlos Phillips Olmedo, manifestaran su interés por esa plaza de toros y la tomaran en arrendamiento. Pronto se encaminaron a Europa para contratar a figuras de importancia de aquellos ruedos, y como le contó don Alejo Peralta al periodista Luis Suárez, fue en el vuelo trasatlántico, donde el propio Peralta se agregó a la incipiente empresa, pues la idea central de Cañedo era traer a México a El Cordobés, que era quien estaba revolucionando allá las cosas de los toros.

No es ocioso señalar que Alejo Peralta era el tenedor principal de las acciones de DEMSA en aquellos días, razón por la cual, en el caso de Cuatro Caminos, participaba en la sombra en un negocio que le hacía competencia a otro en el que él mandaba. Con lo que no contaba don Alejo, era que el doctor Gaona conocía los entretelones de la fiesta y con eso le iba a causar más de algún dolor de cabeza a los nuevos empresarios de El Toreo.

Al final se logró contratar a El Cordobés, inicialmente para un par de tardes, convirtiéndole en el eje de una temporada que constó de catorce festejos y en la que nuestras figuras, encabezadas por Calesero, Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo y El Ranchero Aguilar fueron los encargados de darle la réplica al de Palma del Río, en tanto que en la Plaza México, el elenco se apoyó en Luis Procuna, Joselito Huerta y Jaime Rangel por la parte nacional y El Viti, Mondeño, Paco Camino y Diego Puerta por la parte extranjera.

Cuenta Alejo Peralta por vía de Luis Suárez en Alejo Peralta: un patrón sin patrones:

La empresa de la México, regenteada aún por Gaona, paró mientes en el asunto, pues si bien El Cordobés no era conocido en México, aquí ya retumbaba la fama que su figura y valor levantaban en otras arenas. Lo primero que hizo la más experta competencia fue controlar las ganaderías, de modo que los ganaderos no vendían toros a la señora Olmedo…

Así entonces, las ganaderías que se presentaron en Cuatro Caminos en aquellas fechas eran, o de aquellas que tenían tiempo de haber visto pasar sus mejores días, o de las que hoy en día llamaríamos emergentes y de las que las condiciones de sus productos no eran muy conocidas.

La segunda corrida de la temporada 1963 – 64 

La temporada se abrió el domingo 8 de diciembre con un cartel formado por el rejoneador Gastón Santos y los matadores Juan Silveti, César Girón y Martín Sánchez Pinto, quienes lidiaron toros de El Rocío.

La segunda fecha de la temporada originalmente se anunció con un encierro de Soltepec para el rejoneador Fermín Bohórquez, Alfonso Ramírez Calesero, Pedro Martínez Pedrés y Alfredo Leal. Cuando el encierro anunciado fue bajado a los corrales de Cuatro Caminos, el juez de plaza, el Faraón Silverio Pérez lo rechazó por su evidente falta de trapío. La prensa de la época menciona que esa circunstancia se conoció a nivel de rumor o trascendido, más nunca por una declaración oficial de empresa o autoridades.

Posteriormente, la víspera de la corrida en la mañana, se hizo del conocimiento público que Calesero presentó un parte médico señalando que padecía una lesión en un tobillo, por lo que no podría actuar, anunciándose que lo sustituiría Jesús Córdoba. Dice la crónica – de agencia – del festejo aparecida en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo:

Este festejo estuvo salpicado de dudas y engaños toda la semana, pues mientras todo el mundo sabía que los toros de Soltepec no habían dado el peso y la autoridad representada por el diputado Silverio Pérez no los había aceptado, la empresa puso oídos de mercader y siguió anunciándolos hasta ayer sábado. Lo mismo ocurrió con “Calesero”, cuya imposibilidad para torear fue anunciada apenas anoche, por lo que se puso a Jesús Córdoba sin que estuviera preparado… La entrada fue inferior a la de la inauguración de la temporada y con diminutos carteles en las puertas de acceso al coso se anunció que la corrida de Soltepec había sido cambiada por una de San Diego de los Padres…

Al final, se terminaron lidiando, un toro de Heriberto Rodríguez para rejones; dos de Soltepec, uno sustituto del tercero de la lidia ordinaria, que fue devuelto por manso y otro, de regalo y cinco de San Diego de los Padres, que fue el encierro que sustituyó al originalmente anunciado.

Lo mejor de la tarde lo hicieron Pedrés con el segundo de San Diego de los Padres, al que le cortó una oreja y Alfredo Leal con el octavo de la jornada, de Soltepec, al que le cortó las dos orejas.

La actuación de Pedrés

El albaceteño Pedro Martínez Pedrés regresaba a México después de varios años de ausencia. Había confirmado su alternativa en la Plaza México una década antes, dejando una buena impresión y ahora reaparecía en ruedos mexicanos. El primero de su lote fue Machaquito, de San Diego de los Padres. Escribió Alfonso de Icaza hijo para El Redondel, salido a los puestos el mismo día del festejo:

Pedro Martínez brinda al respetable y se inicia con un ayudado por alto, tras del cual el toro arranca un pedazo de burladero. Torea luego sobre la derecha, por arriba, con sitio y conocimiento de causa, pero sin dar mayor sabor a las suertes. Dos derechazos que no brillan, y cambio de mano para torear al natural, sin dar tampoco mayor profundidad a sus pases, por lo que casi siempre se deja encima a su adversario… Éste dobla otra vez las manos, se vuelve reservón, pero Pedrés le llega hasta la propia cara, para sacárselo en varios derechazos, eso sí, largos y profundos. Otra tanda más completa que la anterior, con la cosa de que se ve muy por encima el matador sobre la bestia… Entra a matar por derecho para dejar una entera, tendenciosa, que surte los deseados efectos. Ovación, petición de oreja que es atendida por la autoridad y vuelta al ruedo en son de triunfo… Una vez más contrasta el esfuerzo de los diestros hispanos con la abulia de los nuestros…

La última expresión de las reflexiones de Icaza hijo, vienen a colación de la columna editorial de su padre Ojo, que cuestionaba con fuerza en la misma fecha, la abulia con la que se conducían nuestros toreros y los rumores que se propagaban, en el sentido de que el convenio se rompería otra vez, para concluir señalando que no era cuestión de echar a los de fuera, sino de enfrentarse a ellos con hidalguía.

Alfredo Leal y el sobrero de Soltepec

Alfredo Leal había tenido una tarde poco afortunada con el lote que le tocó, pues el primero de los de San Diego que sorteó fue devuelto a los corrales por manso y sustituido por uno de Soltepec que fue muy complicado; el segundo suyo, también de San Diego de los Padres, se aquerenció junto al cadáver de un caballo que murió durante el tercio de varas y no fue posible lidiarlo en condiciones, por lo que optó por regalar un octavo toro, de Soltepec, ante el que, según el citado Icaza hijo, realizó:

De la ganadería de Soltepec, negro bragado, abierto de pitones y no se anuncia su peso, que se puede calcular, cuando mucho, en unos 400 kilos… Alfredo Leal veroniquea a pies juntos primero y abriendo el compás después, acabando por armar la escandalera, ya que está toreando como los propios ángeles. La media final es de oro y la ovación a la altura de las circunstancias… Con una varita se pasa al astado, no sin que Leal nos volviera a recrear la vista, con varios lances al natural… Alfredo cita de largo, muleta en mano, para dar un sensacional pase cambiado en el centro del anillo. Sigue toreando, sobre la diestra, corriendo la mano con primor en sus derechazos, para rematar con el forzado de pecho. Ovaciones. Más derechazos, a un toro que sigue el engaño con primor. Pasándose la pañosa a la izquierda, para varios naturales buenos, viniendo la cogida a poco, al dar uno de pecho. Se levanta cojeando y con la taleguilla rota y sangrando, cita para dos o tres muletazos más y deja un estoconazo desprendido de efectos fulminantes. Ovación clamorosa, gritos de torero, y petición de oreja que concede el juez de plaza por partida doble…

Al final, in extremis, Alfredo Leal terminó por salvar una tarde que comenzó mal desde su anuncio, aunque en su espacio editorial de la siguiente semana, don Alfonso de Icaza Ojo, haría la siguiente reflexión:

En el coso de Cuatro Caminos, una gran faena de Pedro Martínez “Pedrés”, a un toro que precisaba un torero tan bueno como el albaceteño, que además estuvo en plan de gran matador; la labor completa de Alfredo Leal en el toro de obsequio, y de alivio por su tamaño y sus condiciones de lidia, y paren ustedes de contar…

De nuevo hacía Ojo la distinción entre la faena del torero poderoso y el torero que se aliviaba. Al final de cuentas, el resultado de la tarde trascendió poco a la historia de sus actores, pero sí lo hizo a la de la plaza y a la de nuestra fiesta, porque fue el preludio de una temporada que tuvo una trascendencia grande a partir, prácticamente, de uno solo de sus integrantes.

En las próximas entradas, seguiré tratando sobre algunas de estas cuestiones.

domingo, 10 de septiembre de 2023

1963 – 64. La gran temporada de Jaime Rangel

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El Redondel 12 de enero 1964
La temporada de toros 1963 – 64 en la capital mexicana constó de la friolera de 32 corridas, aunque se diera en una especie de plaza partida, porque 18 de ellas se celebraron en la Plaza México y los 14 festejos restantes, tuvieron lugar en el hoy difunto Toreo de Cuatro Caminos. Las cabezas del elenco de Insurgentes eran Paco Camino, Joselito Huerta, Diego Puerta, Juan García Mondeño y Santiago Martín El Viti, en tanto que el ciclo de Naucalpan fue construido por doña Dolores Olmedo en sociedad con el ingeniero Alejo Peralta alrededor de la personalidad de Manuel Benítez El Cordobés, quien tendría como alternantes a los integrantes de la Edad de Plata mexicana: Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo, Jorge El Ranchero Aguilar, Juan Silveti y Alfredo Leal, así como el as venezolano César Girón.

En ambos elencos había varios toreros que podríamos llamar emergentes de ambas orillas del Atlántico. De los de allá podemos encontrar a Joaquín Bernadó y a Manuel García Palmeño y entre los nuestros, a Guillermo Sandoval, Antonio Duarte El Nayarit, Raúl García, Oscar Realme, Víctor Huerta y muy significadamente un torero hidalguense de dinastía: Jaime Rangel, quien estuvo siempre anunciado en la Plaza México, regentada por el doctor Alfonso Gaona.

A propósito de esos días, recuerda el torero de San Miguel Vindhó, en entrevista concedida en el año de 1968 al periodista de Guadalajara, Pacorro Páez, recopilada en su libro Soñadores de Gloria:

Mi primer traje de luces lo vestí en Matamoros, Tamaulipas, en 1957... vino la alternativa en la Plaza México el 1º de enero de 1962... En mayo confirmé el doctorado en Madrid... Las tardes de fortuna en la nueva categoría que me dieron el sitio deseado han sido el 22 de diciembre de 1964, en México, alternando con Joselito Huerta y “El Viti”. Otra con toros de La Punta, en la que Oscar Realme sufrió grave cornada antes de recibir el doctorado y siendo el otro alternante “Palmeño” y recuerdo otras tardes muy completas lidiando toros extraordinarios...

Esa temporada que inició el 1º de diciembre de 1963 y que casi todos los domingos tuvo corridas en las dos plazas y casi siempre llenos en ambas, Jaime Rangel fue el torero que sumó más actuaciones, con siete tardes, seguido por El Cordobés del elenco de El Toreo, con seis. Y de esas tardes logró para la historia cuatro actuaciones que le consolidaron en un sitio de figura del toreo, porque lo logrado en ellas, sin duda, no puede calificarse de manera distinta.

22 de diciembre de 1963

La cuarta corrida de la temporada se conformó con un encierro de don Jesús Cabrera para Joselito Huerta, Jaime Rangel y Santiago Martín El Viti. La entrada esa tarde fue casi un lleno, a causa de unos cuantos claros en los tendidos generales. La actuación triunfal de la tarde estuvo a cargo del torero del Estado de Hidalgo, que le cortó una oreja al quinto de la tarde Turronero. A propósito de esa actuación escribió para El Redondel don Alfonso de Icaza Ojo:

Entiende por “Turronero” pesa 450 kilos y es negro como sus hermanos y bien armado... Rangel liga varios excelentes derechazos con los que logra armar la escandalera. El muchacho tiró del toro, se lo pasó a dos dedos de la faja y lo despidió con suavidad, para volverlo a meter en la muleta y repetir una y otra vez. Ovacionaza. Repite la hazaña con igual éxito y cuando acaba por ser desarmado, lo aclama la plaza entera. También con la izquierda hace Jaime un buen toreo, obligando mucho a su adversario que se ha ido quedando poco a poco… Hay naturales cumbres y sobre todo hay un valor heroico y un propósito firme de triunfar. Lo logra clamorosamente cuando da un primoroso pasa por la espalda y después de señalar un pinchazo, sigue toreando confiadísimo y deja más de media estocada desprendida, mortal de necesidad. Ovación, música, nutrida petición de oreja que concede la autoridad y vueltas triunfales a la arena devolviendo sombreros y prendas de vestir…

Esa misma tarde, en Cuatro Caminos, El Cordobés cortó cuatro orejas a los toros que enfrentó alternando con Manuel Capetillo y El Ranchero Aguilar. Como nota adicional, el Juez de Plaza esa tarde era el Faraón Silverio Pérez.

5 de enero de 1964

La sexta de la temporada en Insurgentes se conformó con toros de La Punta para Jaime Rangel, Manuel García Palmeño y Oscar Realme quien confirmaría la alternativa que recibió en Oviedo el 21 de septiembre del año anterior. Señorito el abreplaza, mandó al presunto confirmante a la enfermería y la tarde quedó en un forzado mano a mano entre el hidalguense y el cordobés. Esa tarde la redondeó Jaime Rangel ante el cuarto punteño, Malicioso, al que le cortó las dos orejas. Vuelvo a recurrir al testimonio de Ojo, quien en su crónica dictada por teléfono a la redacción de El Redondel, entre otras cosas dijo:

Jaime brinda al presidente de la Federación Internacional de Futbol, nuestro huésped, que es ruidosamente ovacionado y después de recoger a su enemigo con pases de tanteo, da dos naturales, mejor el primero que el segundo, por en este le cabeceó el socio. Cambia de mano Jaime y con la derecha torea muy bien, con absoluta frescura y corriendo la mano de aquí hasta allá. Pierde la franela, pero cuando la recupera la usa magistralmente, ligando derechazos tan largos como sentidos. Sigue el muleteo de maestro, y cuando remata la serie con un pase de pecho muy ceñido, el público se le entrega totalmente. Aguanta Jaime hasta lo increíble; vuelve a barrer los lomos de su enemigo, pasándoselo muy cerca; torea al natural, con auténtica maestría, cuantas veces le da la gana; sufre un desarme, torna a poner cátedra y entre gritos de "¡torero, torero!", busca la igualada, dando magníficos trincherazos, y termina su gran faena con media estocada contraria que hace doblar… Jaime Rangel oye la ovación más clamorosa de su vida, concediéndole la autoridad las dos orejas del noble astado punteño al que toreó tan bien…

La declaración de intenciones de Jaime Rangel quedó efectivamente expresada y le ganó la repetición – costumbre hoy perdida, parece que para siempre – para dos domingos después, en uno de los carteles señeros del ciclo, como enseguida veremos.

19 de enero de 1964

La octava corrida ofrecida por la empresa del doctor Gaona se formó con toros de don Reyes Huerta para Joselito Huerta, Paco Camino y Jaime Rangel. No queda duda de que la entrada fue un lleno hasta el reloj de la Plaza México. Dos figuras consagradas y un diestro que, en la temporada en curso, pidió sitio y lo aseguró repitiendo actuaciones macizas y triunfales. Esa tarde Jaime se llevó todo ante Moctezuma y Húngaro, tercero y sexto de la función. En primer término, dice Alfonso de Icaza Ojo:

Logra Jaime que “Moctezuma” embista una y otra vez y arma la escandalera con sus pases naturales que ni dibujados serían más bonitos. Vuelve a irse el toro; lo sujeta otra vez Rangel, lo cita a mínima distancia y desde allí se lo pasa en muletazos de maravilla. ¡Eso es torear! Qué tal estarían los ánimos de caldeados, que cuando el espada es desarmado nuevamente, estalla una ovación delirante… Más naturales, y van cincuenta: cites en la propia cara; un muletazo monstruo en el que de tanto ceñirse es atropellado; nuevo trompicón al dar un pase por alto y lograda y conseguida la igualada, viene el estoconazo hasta el puño, haciendo la suerte con perfección y convirtiendo la plaza entera en un manicomio. La espada queda un poquitín contraria y no surte demasiados efectos, pero el astado dobla al fin, concediéndosele a Jaime Rangel las dos orejas y el rabo de un toro difícil, admirablemente toreado y matado. Parte del público protesta este último trofeo, en nuestra opinión muy bien concedido por el licenciado Pérez Verdía. Tira Rangel el rabo, por las exigencias de marras y con las dos orejas recorre el anillo quién sabe cuántas veces, devolviendo sombreros y prendas de vestir… Ha estado inconmensurable, a un toro que no se dejaba torear le ha dado más de cincuenta pases naturales de extraordinaria calidad y lo ha matado de una estocada hasta el puño, practicando a ley la suerte suprema… ¡Así se triunfa!

Como nota adicional. La faena de Jaime Rangel a Moctezuma se puede ver en el cuarto DVD de la colección Tesoros Taurinos de la Filmoteca de la UNAM, titulado Recuerdos del Toreo en México (1947 – 1964). Dejo aquí la información para quienes tengan en su poder esa joya.

22 de marzo de 1964

La décima séptima y penúltima corrida de la temporada se dio con un cartel integrado por Paco Camino, Jaime Rangel y Antonio Duarte El Nayarit, quienes enfrentarían un encierro de Torrecilla. Al final de cuentas, solamente se lidiaron cinco de los toros de la ganadería titular, puesto que el cuarto de los que salieron al ruedo, fue de Mimiahuápam, en esas calendas, de don Luis Barroso Barona.

De lo que he podido leer, quizás esa tarde, ante Solitario de Torrecilla, Jaime Rangel tuvo su actuación más contundente, aunque solamente haya saldado su tarde con una vuelta al ruedo, a causa del defectuoso manejo de los aceros. Otra vez es la crónica de Ojo, precedida por un cintillo en la portada de El Redondel que dice Faenón de Jaime Rangel en la Plaza México, que nos cuenta:

Rangel brinda a la plaza entera, manda retirar a la gente e inicia su faena con dos pases en el estribo, que resultan espectaculares. Ya de pie, torea, ahora sí, con verdadero primor. Sus trincherazos le resultan plásticos y sus derechazos de asombro, pues corriendo la mano con lentitud indescriptible, da varios pases en redondo que arman verdadera escandalera. El toro es bueno y Jaime lo está aprovechando de maravilla. Hay un pase que ni dibujado y nuevos derechazos en los que el hidalguense mide admirablemente el arranque de su enemigo. Sufre una interrupción, reanuda su cátedra de bien torear con la zurda, con la misma perfección con que lo había hecho con la diestra. Varios de sus naturales son de maravilla y no fueron dos o tres, sino diez o doce, obligando a la embestida y tirando del toro prodigiosamente bien… En estos momentos se produce una escena espectacular: dobla los remos “Solitario” como si quisiera rendir homenaje a quien tan bien le ha toreado. Naturales increíbles y el de pecho, digno de ellos, como digno resulta el adorno que se produce entre dianas y gritos de entusiasmo. Dos riverinas muy ceñidas, toreo por delante en busca de la igualada y conseguida esta, entra Jaime y pincha. Segundo pinchazo. Tercero; el toro que se echa, que se vuelve a parar y que se entrega, al fin y al cabo, estallando entusiasta la ovación en honor de Jaime Rangel, a pesar de sus desaciertos con la espada. Si ha matado bien y a la primera, a estas horas estaría recorriendo el ruedo con las orejas y el rabo del noble astado de Torrecilla. Tan grande fue la faena, que Jaime recorre el anillo devolviendo sombreros y prendas de vestir...

Sin abandonar el rigor de sus apreciaciones, don Alfonso de Icaza al justipreciar la actuación de Jaime Rangel en esa tarde, deja claro que lo único que le impidió volver a alzarse con los máximos trofeos en sus manos, fue el defectuoso uso de la tizona para rematar su faena, pero también deja claro que, en ese momento, asegundó con contundencia, su asalto a la cumbre.

Más breve es la reseña que hizo en su día Ernesto Navarrete Don Neto, para la AFP y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente del festejo:

Jaime Rangel dio esta tarde una de cal y otra de arena... tuvimos que esperarnos hasta la lidia del quinto de la tarde, toro bravo, toro de Torrecilla con el que Rangel cuajó una faenaza a base de naturales... Faena de hombre y de torero. Faena ribeteada con el celo y la casta de este joven y magnífico matador de toros... Una faena puramente izquierdista, la que lamentablemente no fue coronada con la espada, pues necesitó de tres viajes para terminar con la vida de ese bravísimo toro... Una vuelta al ruedo devolviendo prendas de vestir...

Coincide Don Neto en el hecho de que la faena de Jaime Rangel a Solitario de Torrecilla se generó a partir de poderle primero al toro y de bordarlo con la mano izquierda después. No hace pronóstico de los apéndices que pudo haber cortado, pero deja entrever que fue una de esas obras que se quedan para la historia.

Lo que vendría enseguida

Jaime Rangel fue un diestro que ocupó siempre un lugar en los carteles de importancia durante un cuarto de siglo, pues toreó su última tarde el domingo 5 de mayo de 1985 en la Plaza México, en el mismo ruedo en el que había recibido la alternativa. 

Se dedicó a representar y a formar toreros, dando continuidad a la escuela mexicana del toreo que iniciara Ojitos y que llegara a él por conducto de su padre y de su tío Ricardo, quienes a su vez la abrevaron de Samuel Solís, quien fuera discípulo del llamado Maestro de Gaona.

Jaime Rangel entró en la inmortalidad el pasado 7 de septiembre. Hoy le recuerdo con estas estampas de sus triunfos en la plaza más grande del mundo y espero que su paso por los ruedos sirva de ejemplo para todos aquellos que aspiran a ser toreros. 

domingo, 13 de febrero de 2022

1964. Un 5 de febrero atípico y singular

El anuncio de la temporada
1963 - 64
 
Después de la experiencia de la Feria Guadalupana de 1956, las cosas de los toros volvieron a su cauce en la capital mexicana y los festejos taurinos se volvieron a dar el día de costumbre: el domingo. El 5 de febrero, aniversario de la inauguración de la Plaza México, en estos tiempos, día grande de la fiesta en México, era una fecha cualquiera, había toros sí caía en el llamado séptimo día, tanto así, que, a ese año del 64, hubo toros esa fecha solamente los años de 1946 – el de la inauguración –, 1950, 1956 y 1961, precisamente porque fueron domingos, no por otra razón.

La festividad taurina del 5 de febrero se institucionalizó hasta el año de 1995, cuando se preparaban los fastos del cincuentenario de la Plaza México. Allí fue cuando Rafael Herrerías ideó centrar el grand finale de la temporada de corridas de toros, con la celebración del cumpleaños de la plaza que es, según su publicidad, la más grande y cómoda del mundo

Así pues, en ese año de gracia de 1964, habiendo dos plazas de toros en funcionamiento en la zona metropolitana de la Ciudad de México, se produjo un hecho que hoy en día resulta extraño y además inusitado. Los toros del 5 de febrero – miércoles – se verificaron en el Toreo de Cuatro Caminos. Anticipo desde ahora, a manera de spoiler, que no fue una corrida de esas triunfales, lo interesante es el lugar, la fecha y el hecho en sí.

La temporada de toros 1963 – 64 en la capital

Para ese calendario taurino, DEMSA dejó de operar en las dos plazas capitalinas y se concentró en ofrecer su temporada únicamente en la Plaza México. Los baluartes de ésta fueron Luis Procuna, Calesero, Joselito Huerta y Jaime Rangel por la parte nacional y El Viti, Mondeño, Paco Camino y Diego Puerta por la parte extranjera y completó el elenco el caballero español Álvaro Domecq Romero.

Esa fue la temporada de Jaime Rangel sin duda, pues en la 6ª corrida le cortó las 2 orejas a un bravo Malicioso de La Punta y en la 8ª, el rabo a Moctezuma de Reyes Huerta delante nada menos que de Paco Camino. Otros que lucieron fueron El Viti con Hortelano de Tequisquiapan en la apertura de la temporada, Diego Puerta con Rastrojero, también de don Fernando de la Mora Madaleno y Antonio del Olivar con Cantaclaro de Santa Marta en la 11ª cortando un par de orejas cada uno y don Álvaro Domecq que le cortó dos orejas a Trapero de Piedras Negras en la décima.

El Toreo de Cuatro Caminos, una vez que quedó libre, fue arrendado por doña Dolores Olmedo, casada en esas fechas con el rejoneador Juan Cañedo, con la intención de traer a El Cordobés y para ello trató con el ingeniero Armando Bernal, propietario del coso y se marchó a Sudamérica acompañada de su marido y de Manolo Prieto Crespo, con la intención de contratarlo para una campaña mexicana, aprovechando que, el doctor Gaona no tenía una buena relación con Manolo Chopera, quien lo apoderaba en esas calendas.

Lograda la contratación de Manuel Benítez, Cañedo y Prieto se dieron a la tarea de confeccionar una temporada de toros, en la que el eje, definitivamente sería el torero de Palma del Río y se ofreció una temporada de una docena de festejos, que en principio se antojaban atractivos. Los toreros mexicanos que serían la base fueron: Juan Silveti, Manuel Capetillo, Jorge Ranchero Aguilar, José Ramón Tirado, Antonio Velázquez, Mauro Liceaga, Pepe Luis Vázquez, Jesús Córdoba, Rafael Rodríguez, Alfredo Leal, Raúl García y Andrés Blando.

En el capítulo internacional, actuaron los españoles Martín Sánchez Pinto, Manuel Benítez El Cordobés, Vicente Fernández El Caracol, Juan Jiménez El Trianero y Pedro Martínez Pedrés, el venezolano César Girón y el peruano – argentino Raúl Acha Rovira. Completaron el elenco los rejoneadores Gastón Santos, Fermín Bohórquez y por supuesto Juan Cañedo.

Uno de los conflictos a los que se enfrentó la empresa dirigida por doña Dolores Olmedo, fue la consecución de ganado de garantías. El doctor Gaona torpedeó su temporada dificultando esa complicada arista de la organización de los festejos, según contó Alejo Peralta al periodista Luis Suárez:

La empresa de la México, regenteada aún por Gaona, paró mientes en el asunto, pues si bien El Cordobés no era conocido en México, aquí ya retumbaba la fama que su figura y valor levantaban en otras arenas. Lo primero que hizo la más experta competencia fue controlar las ganaderías, de modo que los ganaderos no vendían toros a la señora Olmedo…

Esta fue la procedencia y el número de los toros lidiados por ganadería en esa temporada: El Rocío (7), San Diego de los Padres (6), Reyes Huerta (13), Santa María (6), Peñuelas (7), Campo Alegre (6), Santo Domingo (7), Heriberto Rodríguez (7), San Antonio de Triana (5), Viuda de Franco (1), Ramiro González (6), Xajay (6), Soltepec (6), Ernesto Cuevas (3), Santín (3), Mimiahuápam (2).

Así que esos fueron los mimbres con los que se dio esa temporada de toros en el Toreo de Cuatro Caminos, que al final constó de trece festejos.

Miércoles 5 de febrero de 1964

Aprovechando que en esos tiempos el día del aniversario de la constitución era inhábil, se ofreció una corrida de toros en Cuatro Caminos en la que se anunció un encierro de San Antonio de Triana para que lo lidiaran Antonio Velázquez, César Girón y el albaceteño Pedro Martínez Pedrés, ya conocido de la afición capitalina, pues había confirmado su alternativa en la Plaza México en el año de 1953.

La breve relación que hace don Alfonso de Icaza Ojo en el semanario El Redondel, salido a los puestos el domingo 9 siguiente, dice en su inicio:

Con entrada floja se celebró en la plaza de Cuatro Caminos la anunciada corrida del Día de la Constitución, que resultó deslucida por las malas condiciones del ganado de San Antonio de Triana, tres de cuyos toros lucieron bonita lámina, pero resultaron todos, los seis, mansurrones y difíciles. Uno fue substituido por un torazo de la Viuda de Franco, tan malo como los anteriores, y por fin “Pedrés”, en su afán de lucirse, regaló un astado de Santo Domingo, delgaducho y cornalón, que, sin ser un dechado, ni mucho menos, se dejó torear gracias al empeño que Pedro Martínez puso en ello…

Entrada floja y festejo deslucido por las condiciones del ganado. Lo de la entrada parece sostener una teoría que tengo en el sentido de que el público y la afición de la capital mexicana está ya habituada a que los toros sean en domingo y que cuando los festejos se ofrecen fuera de ese día, no tienen costumbre o voluntad de asistir. En este caso, el cartel tenía su miga y el día era de asueto, así que mucha razón para una mala entrada, no creo que la hubiera.

Antonio Velázquez y César Girón pudieron apenas cumplir con la afición. Los toros de don Manuel Ibargüengoitia no se prestaron a fiestas y aunque el quinto, segundo de Girón, fue sustituido por un toracón de la Viuda de don Miguel Franco, el panorama no mejoró. Ambos optaron por resolver su tarde con dignidad y recibir el reconocimiento de las palmas de los asistentes.

Triunfo y sangre de Pedrés

El lote sorteado por Pedro Martínez discurrió por las mismas vías que los de sus alternantes. Así, queriendo saldar su tarde con un éxito resonante, ofreció regalar un séptimo toro, que fue de Santo Domingo. El panorama no fue mucho mejor, pero al menos el manso se dejó hacer cosas y el albaceteño consiguió entusiasmar a quienes ocupaban los tendidos. De la crónica del nombrado Ojo, extraigo lo siguiente:

Su segundo toro, el sexto de la corrida, no se prestó para cosa alguna y el pundonoroso espada, queriendo lucirse, regaló un astado de Santo Domingo, zancudo y cornalón, que sin ser bueno ni mucho menos, se dejó torear a ratos, gracias, como dijimos antes, a que “Pedrés” le llegó a la propia cara y lo embebió quieras que no, en su muleta, con la que dio excelentes derechazos y magníficos naturales, corriendo la mano desde aquí hasta allá. Se adornó, inclusive, el diestro hispano, que fue cogido sin gran aparato, pero con lamentables resultados… Pedro ni siquiera se vio la ropa al sufrir el percance: siguió muleteando con arte y maestría y mató de una estocada, despidiéndosele con una gran ovación cuando los mozos de servicio cargaron con él rumbo a la enfermería, en momentos en que centenares de pañuelos flameaban en los tendidos en petición de una oreja, que no pudimos averiguar si la autoridad concedió o no, pero que de todas maneras mereció “Pedrés” por su pundonor, por su hombría y por su torerismo.

Llevaba Pedrés una cornada en el vientre, de la que se rindió el siguiente parte facultativo:

Herida por cuerno de toro como de cuatro centímetros de diámetro, que penetró hasta la cavidad abdominal, llegando hasta el peritoneo. La curación fue muy laboriosa y se estima que ‘Pedrés’ tardará en sanar más de quince días.

Don Alfonso de Icaza señala que no se pudo percatar si le fue concedida o no la oreja a Pedrés, las crónicas de agencia aparecidas en los diarios El Informador de Guadalajara y El Siglo de Torreón, por separado, informan que la oreja del toro de Santo Domingo le fue llevada a la enfermería y por su parte, don Heriberto Lanfranchi en su Historia del Toreo y don Luis Ruiz Quiroz en su Anuario Estadístico, también consignan la concesión del trofeo.

A posteriori

El viernes 7 de febrero, el diario El Informador de Guadalajara comunicaba que Pedrés perdía la corrida que se celebraría en El Progreso el domingo 9 siguiente y que sería sustituido por el alicantino Vicente Fernández El Caracol, quien alternaría con Antonio Velázquez y Guillermo Sandoval en la lidia de toros de Cerro Viejo. En nota aparte, el mismo diario presentaba las declaraciones que José Ignacio Sánchez Mejías hizo a la Agencia France Presse (AFP), sobre la situación de Pedrés:

...José Ignacio Sánchez Mejías, el apoderado de este torero que ha permanecido al lado del herido desde el momento del percance, ha manifestado a la AFP que Pedro Martínez “Pedrés” pierde por el momento cinco corridas de toros que tenía firmadas en la capital y en los Estados... Igualmente informa Sánchez Mejías que en las próximas 72 horas podrá saberse el tiempo definitivo que “Pedrés” estará alejado de los ruedos...

Al final de cuentas, esa sería el único festejo en el que actuaría Pedrés en México ese año de 1964. Un festejo celebrado en una fecha entonces atípica y en un escenario singular. La fecha hoy es señalada para las cosas de la fiesta y la plaza de toros en la que se presentó, ya solamente queda en el recuerdo.

domingo, 30 de enero de 2022

30 de enero de 1966: Presentación y triunfo de Finito en su debut en Cuatro Caminos

El Toreo de Cuatro Caminos
Héctor García Cobo (1960)

Raúl Contreras, de Chihuahua, apodado Finito por don Enrique Bohórquez y Bohórquez había actuado ante el público de la Plaza México una sola vez como novillero, fue el 8 de septiembre de 1963, alternando con Juan de Dios Salazar y Paco Lara y las crónicas de la época no le fueron propicias. Se entendió en ese momento que la relación que su familia tenía con don Tomás Valles fue la única que le abrió las puertas de la gran plaza y quizás por eso ya no volvió por allí, aunque después, el doctor Gaona, con más astucia para ver toreros, lo llevaría a Cuatro Caminos a los seriales menores que dio en ese ruedo.

Pero siguió toreando por las afueras, en Guadalajara llegó a salir en hombros seis tardes consecutivas y así llegó a la alternativa un par de años después, en su tierra, donde Joselito Huerta, en presencia de Antonio del Olivar le cedió al toro Coloritos de La Laguna para convertirlo en matador de toros y ser el primero de una generación que, al paso de un par de calendarios, vendría a renovar el escalafón taurino de México.

Con ese currículo, es que se le anunció para presentarse ya como diestro de alternativa en la corrida del 30 de enero de 1966 en el Toreo de Cuatro Caminos, fecha en la que alternaría con Antonio Ordóñez y Fernando de la Peña en la lidia de toros de Mimiahuápam, ganadería entonces propiedad de don Luis Barroso Barona y que en esas fechas iba en pleno ascenso, siendo una de las exigidas por las figuras.

La temporada 1965 – 66 de Cuatro Caminos

En diversos espacios de esta imaginaria libreta, hemos anotado que el doctor Alfonso Gaona había tenido sus más y sus menos con la propiedad de la Plaza México y que para mantener su actividad empresarial tenía a su alcance el Toreo de Cuatro Caminos, plaza de toros en la que logró organizar importantes temporadas. En el presente caso, no sobra recordar que en los calendarios taurinos de 1961 – 62 y 1962 – 63, llevó simultáneamente las dos plazas, de manera exitosa ambas.

A partir del final de 1963, deja primero la administración de Cuatro Caminos y al concluir el ciclo de la Plaza México en 1964, los administradores de DEMSA anuncian que que el doctor Gaona deja los asuntos de la empresa, junto con los de las plazas de Puebla, Tijuana, Acapulco y Ciudad Juárez y que de los de la capital, se haría cargo el Maestro Fermín Espinosa Armillita. La presentación en sociedad del nuevo gerente fue el 7 de mayo de ese año en una cena de gran boato.

Sin embargo, terminada la temporada de novilladas, Armillita dejó las cosas de la empresa, su conocimiento de la fiesta era en el ruedo, no en los despachos y así, Luis Ojeda, hombre de las confianzas de Alejo Peralta tomó las riendas y al poco tiempo se anunció que del beisbol llegaba Ángel Vázquez – cubano de ancestros gallegos – a hacerse cargo de la empresa y de organizar la temporada 1964 – 65. 

El Toreo de Cuatro Caminos por su parte, seguía arrendado – desde finales de 1963 – por doña Dolores Olmedo, quien junto con Pablo B. Ochoa y su marido, el rejoneador Juan Cañedo, trajo allí a El Cordobés y dio después una exitosa Gran Feria de México con el concurso del propio Manuel Benítez y Paco Camino. Concluido ese ciclo, la señora Olmedo deja el negocio de los toros y El Toreo queda libre para que lo retome el doctor Gaona, ya por su cuenta.

El 9 de diciembre de 1965, Rafael Loret de Mola, firmando como Rafaelillo, publica lo siguiente en El Informador de Guadalajara:

Gaona está enemistado “de fondo” con la empresa de la Plaza México, y pueden ustedes estar ciertos de que la pelea será para que se hagan garras. Desde luego, si es cierto que El Toreo contará con los españoles “El Cordobés”, José Fuentes, Diego Puerta, Antonio Ordóñez y Paco Camino, y con los mexicanos Joselito Huerta, Raúl Contreras “Finito”, Manolo Martínez, Joel Téllez “El Silverio” y Jesús Delgadillo “El Estudiante”, las mayores atracciones estarán en Cuatro Caminos, y los aficionados capitalinos, tan afectos a la comodidad de su plaza grande, tendrán que ir a tragar polvo y a padecer humillaciones al barrio menos limpio de todo el Estado de México…

Por su parte, y en el mismo diario tapatío, tres días después, Ernesto Navarrete Don Neto, escribiendo para la Agencia France Presse (AFP), comentaba que Ángel Vázquez informaba que a esas fechas ya se habían recaudado dos millones de pesos por concepto de la venta del derecho de apartado y que esa suma representaba un incremento de un 40% con relación a las del ciclo anterior, anunciando que la corrida con la que abriría la temporada, acartelada con Santiago Martín El Viti, Alfredo Leal y Raúl García, y toros de Torrecilla ya tenía agotadas sus localidades. Cerraba su nota señalando que Vázquez con eso demostraba la real forma de organizar una temporada de toros.

La presentación de Finito

La segunda corrida de la temporada de El Toreo ya decíamos que se dio con la actuación de Antonio Ordóñez, Fernando de la PeñaRaúl Contreras Finito y los toros de Mimiahuápam. El encierro de don Luis Barroso rescató los laureles de su divisa después de que el domingo anterior, en la inauguración, resultaran complicados para Antonio Ordóñez, Joselito Huerta y Manolo Martínez. Esta tarde fue para Finito, que, hecho un león, salió a demostrar que en México había una generación nueva de toreros que pedía paso y sitio. Le cortó una oreja a Conquistador, el tercero, tras de una faena que Lanfranchi califica de dramática. Mario Erasmo Ortiz, en el número de la Revista Taurina del 6 de febrero de 1966, razona lo siguiente:

El primer enemigo de “Finito” era un toro peligroso que embestía calamocheando y se quedaba a medio viaje tratando de hacer daño. Raúl, sin embargo, a base de ponerse cerca y de tirar del toro, con toneladas de valor, lo hizo que tomara la muleta. Le cuajó derechazos largos y templados… A base de valor, Raúl acabó por hacerse de su enemigo. Le cuajó naturales con sabor y derechazos largos y templados que le valieron las palmas en los tendidos. Finito sacó un partido insospechado a su enemigo y como lo tumbó con una estocada hasta la empuñadura, demostrando con esto que es un auténtico matador de toros. El público pidió la oreja que el juez concedió. Raúl dio una vuelta triunfal al anillo… En su segundo “Finito” siguió dejando constancia de su torerismo. Ante un toro distraído que salía suelto de cada lance, Raúl logró dar muletazos de verdadero mérito y desarrolló una labor empeñosa siguiendo al toro por todos los tercios del ruedo. Aprovechó las embestidas lentas y sosas de su enemigo. Se deshizo del toro con otra estocada hasta la empuñadura y recibió la ovación del respetable que ve en él a una gran figura del toreo en embrión pues tiene decisión, arte y, sobre todo, hace el toreo con garra…

Es decir, el de Chihuahua puso el sello de la casa desde la primera actuación, lo que sería su signo durante su breve paso por los ruedos y dejaría dicho allí que estaba listo para lo que hiciera falta.

Por su parte, Antonio Ordóñez también se llevó la oreja de Campeador, el que abrió plaza. El corresponsal del semanario madrileño El Ruedo, en el número fechado el 1º de febrero de 1966, escribió:

Ordóñez tuvo una brillante reaparición ante la afición mejicana. Además, demostró que sigue tan artista, tan extraordinario torero como cuando vino a Méjico hace seis años. A su primero, un toro de Mimiahuápam, noble y muy bravo, lo toreó a la verónica con temple, calidad y arte de figura grande del toreo. Fueron lances despaciosos y torerísimos. Con la muleta aprovechó desde el principio la bondad en la embestida del toro y cuajó varias series de magníficos pases con la derecha. A la altura precisa, ya que el toro tenía tendencia a rodar por la arena. Así se le vio torear con temple y arte con la diestra y, después, con la zurda, para intercalar los adornos por la cara, los de trinchera, los de la firma y el abaniqueo y remates torerísimos. Tres cuartos de acero en todo lo alto. Oreja y vuelta al ruedo devolviendo prendas…

Fernando de la Peña, el segundo espada, de acuerdo con las relaciones que he podido consultar, se llevó el toro de la corrida, el segundo, Compadre. Las crónicas se pronuncian en sentidos opuestos, pues las hay que dicen que no estuvo a la altura de un toro extraordinario y hay otras que aseguran que casi le cortó la oreja. La realidad es que saldó la tarde sin corte de trofeos y al final del calendario esta resultó ser la única tarde en la que actuó en ruedos mexicanos ese año del 66. Dice la citada crónica de El Ruedo:

Fernando de la Peña reapareció después de su campaña del año pasado en España. Se le ha visto con buen sitio frente a los dos toros de gran peso que se llevó en su lote. A sus dos ejemplares los toreó muy brevemente con el capote y con la muleta. A su primero le hizo una magnífica faena, con sentido de la distancia, con un enorme valor y con magníficos pases por bajo, de derecha y de izquierda. Falló con el acero y perdió la oreja que casi había ganado. En su segundo fue menos aplaudido debido a que su toreo se vino un poquito a menos…

Los toros de Mimiahuápam

Ya decía que don Luis Barroso Barona obtuvo su revancha después de los sucesos del domingo anterior. Su corrida presentó los signos de lo que sería, en lo sucesivo, una interminable línea ascendente de su ganadería de Mimiahuápam. Esto escribió el ya citado Mario Erasmo Ortiz acerca de esos toros:

Don Luis Barroso Barona mandó un encierro muy bien presentado. Sobresalieron tres toros por su bravura y su nobleza en la embestida; pero el que fue realmente extraordinario fue “Compadre” que embistió con claridad y temple extraordinarios. Si este toro hubiera caído en otras manos se va sin orejas y sin rabo al destazadero. Desgraciadamente su matador no tiene la proyección de los grandes del toreo y se fue inédito…

Reflexión final

Hoy, después de releer las crónicas de estos hechos, me atrevo a pensar que quizás Finito hubiera sido el torero ideal para confrontarlo con Manolo Martínez, dado que, por su hacer en el ruedo, era su antípoda; así el contraste y la comparación serían más evidentes y más apasionantes, lo que con seguridad hubiera llevado a muchos a los tendidos a disfrutar de los enfrentamientos de estos dos toreros, dando curso quizás, a una época distinta a la que fue, pero el hubiera no existe.

viernes, 31 de diciembre de 2021

1º de enero de 1962. El debut de Paco Camino en México (I/IV)

Dr. Alfonso Gaona
Foto: Casasola - INAH
Nota previa: Mañana, día primero del año, se cumplen 60 años de la presentación de Paco Camino en ruedos mexicanos. Creo que el repasar únicamente su actuación de esa tarde en el Toreo de Cuatro Caminos se quedaría corto, así que creí interesante analizar el contexto en el que se produjo su llegada a México. Aquí está el resultado.

Un convenio suspendido

En noviembre de 1956 se había negociado un nuevo convenio taurino hispano – mexicano, con la finalidad de revalidar o reformar el signado en 1951. La firma de ese nuevo convenio coincidió con la organización de la Feria Guadalupana en el Toreo de Cuatro Caminos y duraría vigente hasta marzo de 1957, cuando después de la 11ª corrida de la temporada 1956 – 57 en la Plaza México, el doctor Alfonso Gaona se vio forzado a suspender las actividades de la empresa que encabezaba, según dijo en carta abierta que se publicó tanto en el diario Esto de la Ciudad de México, como en el semanario madrileño El Ruedo del 21 de marzo de ese 1957:

… En las corridas, todas, he sufrido pérdidas de consideración; he ofrecido los mejores carteles, y los aficionados deben tener presente que nunca escatimé esfuerzos para presentar los mejores toreros mexicanos y extranjeros, lidiando toros de nuestras más famosas ganaderías. Durante mi gestión ha habido tardes inolvidables, como la reciente y triunfal despedida de Fermín Rivera, corrida en la que, a pesar de haberse llenado la Plaza sufrí una gran pérdida…

… Puedo asegurar que ninguna persona se atreverá a tomar la Plaza México, para la explotación de la fiesta brava en las condiciones en que la tenía yo, a menos que quiera a sabiendas ir al sacrificio. Mi ejemplo será bastante, pues con los presupuestos actuales no hay defensa posible. La única solución sería que el propietario del coso renunciara a sus muchos ingresos por concepto de anuncios, cojines, cervezas y refrescos, radio, televisión, y la mitad del Derecho de Apartado.

Por lo que respecta a mis acreedores, les participo que les pagaré hasta el último centavo, tan pronto como mis circunstancias lo permitan, dándoles las gracias por todas las atenciones que han tenido para mí…

Y es que, además de los impuestos que gravaban a la empresa taurina, como cualquier actividad empresarial, en el Diario Oficial de la Federación del 9 de julio de 1945, se publicó un decreto por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho que establecía que la explotación de espectáculos taurinos en el Distrito y Territorios Federales solo podría efectuarse por la Secretaría de Salubridad y Asistencia o por empresas particulares permisionadas por ésta. Y en su artículo segundo fijaba, entre otras cosas que: 

...la Secretaría... podrá autorizar a empresas particulares para la explotación de espectáculos taurinos... en términos del artículo anterior, mediante una participación que en ningún caso será menor del diez por ciento del producto bruto de los ingresos de cada espectáculo: corrida de toros, novillada o festival taurino...

Es decir, la empresa de toros estaba lastrada con una auténtica alcabala, adicional a la fiscalidad que por su naturaleza le correspondía, y considerando que en la época en la que se impuso y en la que después estuvo vigente, existía además control de precios sobre el costo de las localidades de la plaza, por sí sola, esa sobre imposición, era suficiente para hacer incosteable la operación del coso más grande del mundo.

Estimo que por esa razón el doctor Gaona decidió tirar el arpa y mudarse al vecino Estado de México, asiento del Toreo de Cuatro Caminos, donde continuó su actividad. Pero lo tuvo que hacer sin el concurso de los diestros hispanos, que dadas las circunstancias se quedaron sin percibir el importe parcial o total de los honorarios que les correspondían, por lo que dieron por suspendido el convenio signado unos meses antes, hasta que la situación se resolviera.

El nuevo convenio de 1961

La Plaza México fue reabierta en 1958 por una sociedad denominada Diversiones y Espectáculos de México, Sociedad Anónima, cuyo acrónimo DEMSA, es de triste memoria en la historia de esta fiesta. La dirigía entonces el licenciado Ignacio Garciadiego, abogado de la familia Cosío, propietaria de la plaza. Para el año de 1960, el industrial Alejo Peralta se hizo del control corporativo de esa empresa, manteniendo la participación de los dueños del inmueble y agregando dos socios minoritarios que, por su relación con la actividad que en la México se desarrollaba, a juicio de don Alejo, tendrían que participar del riesgo: don Alberto Bailleres como entonces titular de la Cervecería Moctezuma y don Emilio Azcárraga Milmo, titular del entonces Telesistema Mexicano. El primero, porque vendía sus productos dentro de la plaza y el otro porque transmitía por televisión los festejos que allí se daban. Esto cuenta Luis Suárez en su libro Alejo Peralta. Un patrón sin patrones:

En la tarde del miércoles 24 de febrero de 1960 se firmó el contrato de arrendamiento de la Plaza México en las nuevas oficinas de la empresa, ubicadas en Paseo de la Reforma 20. En el consejo de administración, además de Ojeda como presidente, ingresó como secretario otro amigo de Peralta... el ingeniero Federico Padilla... El propietario de la Ciudad de los Deportes... se incorporó por medio de su hijo, Antonio Cosío... y como gerente quedaba el propio Gaona, el experto.... se convocó a los sectores afectados. Acudieron... matadores de toros, representados por Pepe Luis Vázquez y Ricardo Balderas... banderilleros y picadores, por Pedro Ortega (Pedrote), Nacho Carmona y Jesús Merino... así como la difícil prensa del medio... El sábado 5 de marzo, el doctor José Álvarez Amézquita, secretario de Salubridad y Asistencia, ante Ojeda, Gaona y toreros firmó la autorización para reanudar el espectáculo, que derivaría a la asistencia social el 10 por ciento del derecho de apartado y de los ingresos brutos...

Alfonso Gaona manejaría en consecuencia y casi al alimón las dos plazas de la capital mexicana. Para hacerlo, requeriría de cubrir los adeudos que se generaron en la temporada 1956 – 57 a varios toreros como Chamaco, Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín, Angel Peralta, Litri o Dámaso Gómez. Esos adeudos, según afirma Francisco Narbona en colaboración del 26 de octubre de 1961 para El Ruedo de Madrid, para esa fecha estaban debidamente cubiertos o renegociados a satisfacción de ambas partes.

Paralelamente se discutía por los titulares del Sindicato Nacional del Espectáculo de España y la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos si el convenio se reanudaría como quedó en 1957 o sí se firmaría uno nuevo. Al final de cuentas, se decidió tanto por la parte mexicana, representada por Fermín Rivera y la española encabezada por Mario Salazar, secretario técnico del Grupo Taurino del Sindicato, que habría necesidad de celebrar un nuevo pacto.

El nuevo convenio se concretó el 22 de noviembre de 1961. Se convino entre otras cuestiones, la mayoría de toreros de la nacionalidad del país huésped, la necesidad de tener un mínimo de dos contratos firmados y visados para actuar en el país que se visitaba, tope de actuaciones en el país extranjero, el que solamente se enfrentarían a reses de ganaderías afiliadas a las asociaciones reconocidas y la obligatoriedad de los toreros de afiliarse al sindicato del país que se visitara. Pero no todos estuvieron de acuerdo con esas estipulaciones. Antonio Ordóñez, Antonio Bienvenida y Ángel Luis Bienvenida se retiraron de la reunión en la que se votaba el convenio y se abstuvieron de votarlo:

La primera noticia la dio Antonio Ordoñez. Eran más de las diez de la noche, y a las puertas de la Sala de Juntas número 1 de la quinta planta de la Delegación Nacional de Sindicatos estábamos haciendo la guardia hasta media docena de periodistas. – Pleito resuelto – dijo, sonriente, el joven maestro de Ronda -. Y añadió: «Pero yo he presentado la dimisión de mi cargo de vocal en la Junta Nacional Taurina. Y conmigo, Antonio y Angel Luis Bienvenida.»

Los corresponsales de los periódicos mejicanos – de «Esto», de «Ovaciones» –, los más interesados en la noticia, comenzaron un tiroteo de preguntas.

Pero... ¿por qué?

- No estamos de acuerdo con las bases del convenio. Estimamos que perjudica a los novilleros españoles y, resueltamente, hemos salvado nuestro voto. No hay en tal actitud la menor enemistad para nuestros compañeros de Méjico, pero creemos que, en conciencia, no podíamos hacer otra cosa...” (El Ruedo, 23 de noviembre de 1961)

Independientemente de la reticencia de estos tres importantes diestros, el convenio se sacó adelante y se empezó a hablar ya de contratación de toreros para venir a México, en específico, a la temporada de el Toreo de Cuatro Caminos, que era la que estaba casi en la puerta. Antonio Posadas, representante en España de la empresa, declaraba a El Ruedo a mediados de diciembre:

Antonio Posadas lleva con mucho tacto la contratación de toreros para Méjico. Y como las conferencias con la capital azteca – el teléfono es el principal lazo de unión entre Posadas y el doctor Gaona – sufren con frecuencia retrasos por culpa del mal tiempo, las negociaciones han ido demorándose más de lo previsto. No obstante, a los nombres que ya dimos en nuestro número anterior – Peralta, Murillo, Diego Puerta... – hay que sumar varios más.

Por lo pronto – me ha dicho Posadas – se ha retrasado unos días la inauguración de la temporada. Iba a ser el día 17, pero las corridas no van a empezar hasta el domingo día 24. Ese día se presentará en la Plaza de El Toreo el español Fermín Murillo, que alternará con dos espadas mejicanos. Luego, en domingos sucesivos, irán entrando los demás contratados.

¿Cuáles son?

- Fermín Murillo ha sido contratado para tres tardes; Luis Segura, para dos; Angel Peralta, para cuatro; Diego Puerta, para tres, y Paco Camino, para otras tres. Están a punto de cerrarse los tratos con «El Viti», Jaime Ostos, «Mondeño» y Joaquín Bernadó. Este último tiene otros contratos para las Plazas de los estados, pero quizá vaya también a Méjico, capital…

Efectivamente, la fecha de apertura de la temporada de Cuatro Caminos se retrasaba, pero eso ya no tenía que ver con el convenio o con su falta, sino con asuntos domésticos de la torería mexicana. Ya arreglado el asunto con los españoles, ahora se suscitaba un problema con las infanterías mexicanas.

Pero el convenio se puso en marcha días antes, pues 25 de diciembre, en Celaya, el madrileño Miguel Ortas, alternó con Fernando de los Reyes El Callao y Héctor Obregón en la lidia de toros de Boquilla del Carmen, siendo en consecuencia el primer hispano beneficiado con la puesta en marcha del nuevo pacto signado.

Pero dada la extensión que estas notas van cobrando, el día de mañana continuaré con ellas.

domingo, 24 de noviembre de 2019

1964: El maratón mexicano de El Cordobés

El Cordobés
Aguascalientes 21/01/1964
Colección Dr. Antonio Ramírez González
Cuando a finales de 1963 Dolores Olmedo, el rejoneador Juan Cañedo y Manolo Prieto Crespo se fueron a Sudamérica a tratar de traer a El Cordobés para actuar en las plazas de México, quizás nunca se imaginaron que en esa aventura empresarial escribirían uno de los grandes hitos estadísticos de la historia taurina mexicana. Se plantearon sí, que el de Palma del Río toreara un importante número de festejos en la República, pero no creo que hayan dimensionado el efecto del resultado final de eso que hoy podemos considerar, valga la expresión, un verdadero maratón taurino.

Y es que Manuel Benítez toreó 32 corridas de toros en 39 días entre el 18 de enero y el 25 de febrero de 1964. Una hazaña numérica y hasta cierto punto artística de esa envergadura nunca se había realizado en México y a la fecha, no se ha vuelto a dar por un matador de toros. Cierto es que en aquellos días fueron puestos a la disposición del Mechudo algunos avances de la tecnología que le permitieron desplazarse con rapidez y cierta comodidad entre las distintas ciudades en las que actuó – el avión de Cantinflas – y que en muchas de las ocasiones, las actuaciones se programaron en plazas más o menos contiguas para amortiguar los efectos del transporte por carretera – las que teníamos en los 60 –, sin embargo, dada la época, el resultado es, diría don Aquiles Elorduy, una verdadera tarea de romanos.

El maratón se produjo en dos partes bien diferenciadas. Inició el sábado 18 de enero en el Toreo de Cuatro Caminos, donde el de Córdoba alternó con Rafael Rodríguez y Juan Silveti en la lidia de toros de Reyes Huerta. Allí las cosas no se le dieron bien y hasta tuvo que regalar un séptimo. El final de esta etapa se produjo el 28 del mismo mes, en Torreón, en corrida en la que completaron el cartel Manuel Capetillo y Jaime Rangel con toros de Valparaíso. Allí El Cordobés sufrió un corte profundo en el dorso de la mano derecha al matar a su primer toro y ya no salió de la enfermería. Esa herida le hizo perder las tres actuaciones que tenía pactadas en la feria de Manizales, Colombia, los días 30 y 31 de enero y 1 de febrero. Así fue como completó los primeros once festejos del ciclo.

La segunda y más intensa etapa dio inicio el 6 de febrero en Nuevo Laredo y concluyó el 25 del mismo mes en Uruapan. La revisión de las fechas nos deja ver que Benítez toreaba a plaza llena todos los días de la semana y que por ejemplo, el 14 de febrero, lo hizo dos veces, por la tarde, en Reynosa, alternando con Luis Procuna y Gabriel España en la lidia de toros de Santoyo y por la noche en Monterrey, compartiendo cartel con Raúl García y Jaime Rangel en la lidia de toros de Piedras Negras y Santacilia. Es en este lapso de tiempo es cuando se producen sus grandes faenas a Conejo de Soltepec en el Toreo de Cuatro Caminos, al que le corta el rabo – 22 de febrero – y a Cuadrillero de San Mateo en El Progreso de Guadalajara, del que obtiene el rabo simbólico, pues el toro fue indultado – 24 de febrero – y completa en Uruapan al día siguiente el ciclo de los 32 festejos toreados.

No obstante el éxito alcanzado, el camino al mismo estuvo lleno de obstáculos. El doctor Alfonso Gaona era en esas calendas el Gerente de Diversiones y Espectáculos de México (DEMSA), la empresa que tenía a su mando los destinos de la Plaza México y que resentía directamente los efectos de la competencia del coso de Cuatro Caminos. Así, se dedicó a poner piedras en el camino de la empresa formada por la señora Olmedo, según lo contó el empresario Alejo Peralta al periodista Luis Suárez:
La empresa de la México, regenteada aún por Gaona, paró mientes en el asunto, pues si bien El Cordobés no era conocido en México, aquí ya retumbaba la fama que su figura y valor levantaban en otras arenas. Lo primero que hizo la más experta competencia fue controlar las ganaderías, de modo que los ganaderos no vendían toros a la señora Olmedo…
Y en consecuencia de la revisión de la estadística vemos que Manuel Benítez lidió toros de ganaderías emergentes o de otras cuyos mejores días ya habían pasado, incluso alguna de ellas, en el balance final de la temporada – Ernesto Cuevas – lidió únicamente el encierro que El Cordobés mató y sería hasta el final del maratón cuando los encierros de los considerados de garantía empezaran a estar disponibles para el entonces pupilo de Chopera.

En cuanto a las plazas, repitió actuaciones en Cuatro Caminos, Mérida, Aguascalientes, Querétaro, Monterrey y Guadalajara siendo la primera de ellas en la que más actuó. De los diestros con los que más alternó se encuentran Jaime Rangel, Rafael Rodríguez, Alfredo Leal, Manuel Capetillo, Paco Camino, Raúl García, Antonio Velázquez y Joselito Huerta.

Decía que en Aguascalientes repitió actuaciones. La primera fue el 21 de enero alternando con Calesero y Jaime Rangel, con toros de La Punta y la segunda, el 19 de febrero, completando el cartel Raúl García y El Imposible con toros de Santacilia. Ninguna de las dos corridas le representó un triunfo a El Cordobés. La primera, por la debilidad manifiesta de los toros de La Punta y en la segunda, los mejores lotes los sortearon Raúl García – que a la postre solamente mató a su primero por haber sido herido en una axila – y El Imposible que fue el gran triunfador al final de la tarde.

Esas dos tardes representaron la obligada cita de Aguascalientes con la historia. Así como en los albores del siglo XX estuvieron en el ruedo de la San Marcos Luis Mazzantini, Bombita y El Gallo, en la década de los 20, Ignacio Sánchez Mejías; en la de los 30, Marcial Lalanda y Chicuelo; en la de los 40, Manolete; en la de los 50, Antoñete y Luis Miguel Dominguín, en la de los 60, una de las principales figuras del toreo, El Cordobés, acudía a reiterar la taurinidad de nuestra ciudad.

Cuando en 1919 Juan Belmonte toreó todos los días del mes de septiembre, nadie reparó en el extenuante ejercicio que eso representó y en el número importante de festejos seguidos que quizás por primera vez un diestro ligaba. Eso fue hace un siglo. Hoy, hace 55 años, traigo al recuerdo otro hecho similar que sucedió por estas tierras y que como decía al inicio, por un matador de toros, no se ha vuelto a repetir.

Aldeanos