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domingo, 23 de agosto de 2009

Ricardo Torres

Hay toreros cuya memoria parece perderse en la noche de los tiempos. Esa es la impresión que da caso de Ricardo Torres (nacido Ricardo Rangel Torres, 27 de junio de 1914), que en la tercera y cuarta década del pasado siglo, tuvo un sitio de importancia entre la torería mexicana y hoy, en los recuentos de aquél tiempo, pasa casi siempre desapercibido, aún teniendo los méritos para ser recordado y valorado como uno de los destacados de su día.

Es en el año de 1932 que se presenta como novillero en El Toreo, resultando en esa temporada uno de los triunfadores junto con El Soldado y El Ahijado del Matadero. El saldo para el hidalguense es de tres rabos cortados en siete tardes, lo que le asegura ser el eje de la siguiente campaña en la que repetirá la cosecha de apéndices caudales, obteniendo el derecho a recibir la alternativa en la temporada mayor siguiente.

La Corrida de Covadonga, celebrada el 2 de febrero de 1934 fue el marco de la alternativa de Ricardo, misma que le fue otorgada por Alberto Balderas, quien en presencia de Victoriano de la Serna, le cedió el toro Rumboso de San Mateo, del que obtuvo una oreja. Posteriormente viaja a España, renuncia a la alternativa y se presenta como novillero en Madrid el 15 de abril de 1934. En esa oportunidad, Eduardo Palacio, cronista del diario ABC, ve adecuadamente el fondo del torero hidalguense, al que describe así:

...Ricardo Torres es matador de toros en su país y aquí se presentó como novillero. Su actuación produjo, en conjunto, un excelente efecto. Se ve que está enterado, demasiado enterado tal vez. Dígalo si no aquella manera de dejar el capote en los cuernos para evitar el hachazo y poder salir por pies. Como banderillero es fácil, dominador, elegante y por ambos lados clava con soltura. Lanceó muy bien y con temple su primer enemigo, al que adornó con dos pares y medio de rehiletes. Brindó al público, toreó de muleta con sabor y desahogo y tras de un pinchazo, cobró una buena estocada, pero volviendo demasiado su rostro moreno. Se le otorgó la oreja, dio la vuelta al ruedo y salió a los medios. Al bicho que cerró plaza le adornó con tres pares de rehiletes, superior el segundo y previa una faena voluntariosa, dejó una buena estocada. La muerte de este último toro la brindó a Rafael 'El Gallo', a quien el público, con sus aplausos, obligó a destocar y lucir su conocida calva...

Será en Barcelona donde sea investido nuevamente como matador de toros. La fecha será el 16 de septiembre de ese 1934 y en esa oportunidad lo apadrinará Marcial Lalanda y llevará como testigo a Antonio Posada, siendo los toros de Julián Fernández Martínez.

La alternativa barcelonesa la confirmó en El Toreo el 12 de febrero de 1934 y en Madrid, el 12 de abril de 1936, de manos de Valencia II, con José Amorós y Pepe Gallardo de testigos, con toros de Pallarés. Resultó ser esta confirmación la última que se diera antes de la ruptura de las relaciones taurinas entre México y España, conocida coloquialmente como el boicot del miedo.

El regreso a México daría un panorama difícil a muchos toreros como Ricardo, que con los principales haciendo campaña en Europa, tenían la primavera para abrirse camino y ganarse espacios en la temporada invernal, por eso, en 1939 renuncia otra vez a la alternativa y torea una nueva campaña novilleril, en la que resulta triunfador de nuevo, junto a Calesero, Arruza y Andrés Blando.

La definitiva alternativa la obtiene en El Toreo el 10 de diciembre de 1939, de manos de Pepe Ortiz y con el testimonio de Paco Gorráez, tras la cesión del toro Relicario de Lorenzo Garza. A partir de allí, sus actuaciones son menores en número, pero destacadas. A la llegada de Manolete vuelve a cobrar un leve impulso y logra actuar algunas tardes a su lado, incluso con corte de orejas, pero sin que tenga mayor repercusión.

Su actuación final en la Plaza México se produce el 6 de marzo de 1949, fecha en la que actúa junto a Lorenzo Garza y Luis Procuna, obteniendo la oreja del toro Africano de Pastejé, tras de una faena en la que exhibió sus buenas maneras con las telas y por supuesto, refrendó su calidad de artista del segundo tercio, como todos los discípulos de don Samuel Solís, el que en su día, fuera compañero de Gaona en la Cuadrilla Juvenil Mexicana y por supuesto, discípulo de Saturnino Frutos, Ojitos.

Ricardo Torres fue, como lo señalara R. Capdevila, uno de los diestros que formaron aquella generación de portentosos rehileteros mexicanos, pero tampoco sin constituirse en un exclusivista del segundo tercio, porque su toreo de capa era clásico y con la muleta, tendía a hacerlo con largueza y a la ligazón de las suertes, preconizando un modo de hacer el toreo que sería el signo de los de su tierra, hecho quizás que motivó que no fuera comprendido a cabalidad en su tiempo.

Ricardo Torres falleció el 3 de agosto de 1953 a consecuencia de un accidente automovilístico sufrido 5 días antes y le sucedieron en sus afanes taurinos sus sobrinos Jaime y Manolo Rangel, ambos matadores de toros.

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