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domingo, 5 de enero de 2025

5 de enero de 1930: Cagancho y Tirano de La Laguna

La decimosegunda corrida de la temporada 1929 – 30 en el Toreo de la Condesa se programó para el domingo 5 de enero de 1930, con un mano a mano entre los diestros hispanos Antonio Márquez y Joaquín Rodríguez Cagancho ante toros de La Laguna. Venía a ser una especie de reedición del que se verificó, forzadamente, el 24 de noviembre del año anterior, cuando el madrileño, apodado en algún tiempo como el Belmonte Rubio, tuvo que sustituir apresuradamente a Carmelo Pérez, quien había sido anunciado desde la semana anterior, junto con la corrida de su alternativa, en la que sufrió la cornada que al paso del tiempo vendría a cortarle su breve existencia.

Ya había planteado la semana anterior el elenco que la empresa formada por Benjamín Chato Padilla, Fernando Romero García y nada menos que don Rodolfo Gaona presentó a la afición de la capital mexicana. Las cartas más fuertes de los toreros hispanos eran sin duda, Márquez, Cagancho y Félix Rodríguez, los tres apoderados por don Domingo González Mateos Dominguín. Respecto de la relación de Cagancho y el patriarca de la casa Dominguín, escribe don Carlos Abella:

...en 1926 descubre a un torero que él cree – con fundamento –, de leyenda: Joaquín Rodríguez “Cagancho”. “Adiviné en él – le confiesa a Alfredo R. Antigüedad – un torero de público y me encargué de dirigirle, firmándole en el año de 1927 un contrato de exclusiva”. Esta exclusiva duró cuatro años y fueron los mejores de la genial trayectoria del gitano de los ojos verdes...

Justamente bajo el amparo de esa exclusiva es que Cagancho llegó a México en esa oportunidad, para enamorar a nuestros públicos y para enamorarse él de nuestra tierra. Por su parte, Antonio Márquez vendría a demostrar su calidad como figura de los ruedos y, en algún momento, a destapar, según cuenta el doctor Guarner, una de las cloacas de la prensa taurina de aquellos días.

Un presidente en los toros

La pasada semana también señalaba que la corrida del 10 de diciembre de 1929 se dio entre un aguacero y que Lanfranchi señalaba que se debió suspender, pero el historiador no menciona un hecho significativo que cambió el curso de esa historia. Relata Verduguillo:

La entrada fue fulastre y el tiempo malísimo, poco antes de la corrida cayó un aguacero. El juez quería suspender, la empresa quería que se suspendiera... Sólo había unos cuantos espectadores que ocupaban sus lugares y daban gritos pidiendo que la corrida se diese... A pesar de que la empresa hubiera querido que no se diera la corrida, el juez no se atrevía a suspenderla... estaba “mosca” mirando a un espectador que no se movía de su barrera de primera fila... Un solo espectador... pero un espectador que pesaba mucho: era el presidente de la República, el licenciado don Emilio Portes Gil, que valientemente, como un aficionado de hueso colorado, se estaba mojando y dando un ejemplo... Finalmente el juez de plaza decidió mandar alguien a preguntar al señor presidente qué era lo que él deseaba que se hiciese. Y don Emilio Portes Gil, que en ese momento no obraba como el primer magistrado del país, sino simplemente como un aficionado de primera fila... sugirió que la corrida se diese... Y la corrida se dio... ¡no faltaba más! Lo había sugerido un aficionado cuyos deseos eran órdenes...

Así eran esos días en los cuales no se vivía una pública hipocresía hoy eufemísticamente llamada corrección política. El presidente Portes Gil, por lo visto, asistía con asiduidad a los festejos en el Toreo de la Condesa, porque este 5 de enero de 1930, volvió a estar presente en su barrera, para presenciar, ahora sí, una tarde de toros que pasaría a la historia.

Para las personas públicas de estos tiempos, resulta cuando menos complicado el comportarse de esta manera, porque sujetos a un escrutinio público que cuando menos es cruel, no pueden externar sus aficiones y gustos, por el temor de incomodar a algunos, generalmente, los más intolerantes.

Cagancho y Tirano

El culmen de la tarde se presentó ante el cuarto de la corrida llamado Tirano por don Wiliulfo González, mismo que, de acuerdo con la crónica de Martín Galas en El Taurino, fue el más rematado del encierro y ante él, el torero de la calle del Evangelista, salió decidido a armar una gran escandalera.

Joaquín Rodríguez Ortega brindó su faena al tenor español Miguel Fleta y entre otras cosas, realizó lo siguiente:

Inicia con tres estatuarios pases altos y uno de pecho, continuó con tres naturales con la derecha, suaves, corriendo la mano y ligándolos de maravilla. Se pasó la franela a la izquierda y tornó a torear por naturales, terminando, después del tercero, con un forzado de pecho. Y le vimos dos pases de la firma, torerísimos, un ayudado por abajo, quedándose en los pitones de la bestia, un alto y un molinete lento y pinturero, dos de la firma, enormes, y un afarolado, tan ceñido, que el burel lo trompicó y estuvo a punto de llevárselo prendido en un pitón. Volvió “Cagancho” a la carga y derrochó gracia en sus pases únicos, despreciando al burel que iba donde el torero quería, mientras éste se quedaba viendo a los espectadores, sin cuidarse de los pitones, que le rozaban el terno... Engolosinado por los aplausos y a petición de algunos espectadores que querían seguir saboreando la miel purísima de aquella faena enorme, “Cagancho” la prolongó más de lo debido, en nuestro concepto, porque el animal estaba agotándose. Y como todo tiene final en esta vida, Joaquín puso término a su brillante trasteo con una estocada entera, en todo lo alto, que mató sin puntilla... hubo ovación clamorosa, dianas repetidas y la obligación de dar dos vueltas al anillo y de saludar desde los medios, después de que tiró a los tendidos las dos orejas y el rabo de “Tirano”, con el que conquistó uno de sus más grandes y legítimos triunfos...

El sexto de la tarde Recaudero, fue brindado por Cagancho al presidente Portes Gil, y su faena fue de aliño ante un toro reparado de la vista, con el que además, estuvo pesado con la espada.

La tarde de Antonio Márquez

El diestro madrileño fue otro de los toreros que no gozaron de la preferencia de los redactores de El Taurino. Se advierte de la relación que Edmundo Fernández de MendozaMartín Galas, hace de su actuación ante el tercero de la tarde, Murciélago, al que también le cortó el rabo. 

Fue, de conformidad con el cronista, un toro boyante, repetidor, noble, al que otros toreros que nombra en su recuento, le hubieran realizado una faena histórica, más Antonio Márquez no estuvo a la altura del lagunero, del que afirma el cronista no sabía para qué le pusieron los pitones en la sesera...

Antonio Márquez, por su parte, brindó al presidente de la República al quinto de la corrida y tercero de su lote Boletero, ante el cual, de acuerdo con el cronista, estuvo desconfiado y acabó de un golletazo.

En la sección editorial de El Taurino, aparecida en el número correspondiente al 19 de enero de 1930, se lee lo siguiente:

De los toreros que formaron la plana mayor facultativa, pocos, muy pocos son los que han conseguido permanecer en el pedestal en el que, por causas que no es preciso examinar, se hallaban colocados... Antonio Márquez, con su monótona maestría, con esa marrullería de viejo lidiador, ha paseado su figura por el ruedo de la Condesa, sin que la afición tenga por qué recordarlo con agrado...

Así era la estima que ese semanario le profesaba al torero de Madrid.

Para concluir

Cagancho seguía sumando triunfos confirmando lo que Dominguín había advertido en él, que era un torero de públicos, es decir, que llegaba con facilidad a los tendidos – por la causa que fuera –, y terminó siendo el triunfador de esa temporada que se quedó sin la presencia de toreros como Armillita, Freg y algunos otros diestros que pudieron darle más consistencia a sus carteles. Y también comenzó a arraigarse en él quizás la idea de que aquí era su sitio, porque al final de cuentas, Cagancho se quedó con nosotros, pa’ los restos.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, por no obrar así en sus respectivos originales.

domingo, 20 de octubre de 2024

14 de octubre de 1934: Se celebra el último festejo de la historia de la Plaza de la Carretera de Aragón

El paseíllo final, Madrid 14 de octubre de 1934
Foto: Baldomero - Archivo de la Comunidad de Madrid

La plaza de toros conocida como la de la Carretera de Aragón, de la Fuente del Berro o de Felipe II en Madrid, fue proyectada por los arquitectos Emilio Rodríguez Ayuso y José Álvarez Capra. Se inauguró el 4 de septiembre de 1874 con una corrida de toros en la que participaron los espadas Manuel Fuentes Bocanegra; Rafael Molina Lagartijo; Francisco Arjona Currito; Salvador Sánchez Frascuelo; Vicente García Villaverde; José Lara Chicorro; José Machío y Ángel Fernández Valdemoro, para enfrentar toros del Duque de Veragua; Antonio Hernández; Núñez de Prado; Puente y López antes Aleas; Anastasio Martín; Miura y López Navarro.

Tenía una capacidad para algo más de trece mil espectadores y fue el sitio donde se escribieron importantes páginas de la historia de la tauromaquia y también el sitio en el que se definió el curso de la lidia en el sentido que actualmente la concebimos, cuando el 24 de mayo de 1928, ya en el ocaso del escenario, Chicuelo mostró ante Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero que el toreo tenía que tomar un rumbo nuevo. Ya por esos días estaba presente también la propuesta de Gallito, en el sentido de que las plazas de toros tenían que ser de gran capacidad para atraer más afición a los festejos y a precios más accesibles.

Es así que al término de la década de los veinte se inicia la edificación de la plaza de toros de Las Ventas, a partir de un proyecto del arquitecto José Espeliú quien fue asesorado por Joselito. Ese nuevo coso tendría casi el doble de capacidad del de la Fuente del Berro y tendería a sustituirlo en un futuro no muy lejano. Fue inaugurada, aunque se diga otra cosa, el 17 de junio de 1931, porque en esa fecha se dio allí la primera corrida de toros y quedó como la primera plaza de Madrid, a partir del mes de octubre de 1934.

El festejo final de la plaza de la Carretera de Aragón

Para el domingo 14 de octubre de ese 1934 se anunció una corrida de toros con el caballero en plaza Antonio Cañero, quien enfrentaría en primer término dos toros de Martín Martín y los diestros Marcial Lalanda, Joaquín Rodríguez Cagancho y Rafael Vega de los Reyes Gitanillo de Triana, quienes lidiarían toros de Ángel Sánchez y Sánchez, antes Trespalacios. Al final de cuentas, de estos últimos solamente se lidiaron cinco, porque el quinto de la corrida fue de Clairac.

Escribió Federico Morena en su tribuna del Heraldo de Madrid:

Todas las despedidas son tristes; pero plugo a los hados que ésta fuese altamente cordial. Toreros y aficionados separáronse con un «adiós» y un «hasta luego» cariñosísimos. El «adiós» para esta plaza de nuestros amores, que cumplió ayer sus destinos y que se entregará hoy resignadamente a la piqueta demoledora. El «hasta luego» como testimonio elocuente y magnífico de futura convivencia de los tres espadas y este buen público – ¿cómo bueno?; ¡jamón serrano! – de Madrid...

El primer toro de la tarde fue, decía, para Antonio Cañero, quien solamente pudo salir en esa oportunidad al ruedo, pues al intentar finiquitarlo pie a tierra, fue herido por el mismo. Escribió Recorte para el diario madrileño La Libertad:

Don Antonio Cañero lidió uno de los toros de D. Martín Martín, haciendo gala de sus grandes condiciones de caballista, teniendo rasgos de artista del toreo a caballo. El toro era bronco y tardo, teniéndole que desafiar en los terrenos de adentro para ponerle varios rejones y banderillas, un par de éstas excelentemente ejecutado y en condiciones comprometidas. Una de las veces, con la jaca castaña, desafió tan cerradamente al toro en la puerta de las cuadrillas, que alcanzó a la jaca, hiriéndola en el ijar derecho, dando muestras de gran contrariedad el caballista. Echó pie a tierra, y al dar el primer muletazo con la mano derecha, lo empuntó y campaneó, y con la cara ensangrentada pasó a la enfermería... Rota quedó aquí esta primera parte de la corrida, por la expectación que invadió la plaza, a pesar de que el novillero Trasmonte se ofreció para matar al novillo, cuyo ofrecimiento fue denegado por el presidente, originándose una gran protesta del público, acaso por la carestía de las localidades; pero tuvo su compensación, como se verá luego...

El parte que rindió el doctor Jacinto Segovia, jefe de los servicios médicos de la plaza fue el siguiente:

Durante la lidia del primer toro ingresó en esta enfermería el rejoneador D. Antonio Cañero con una herida en la región glútea derecha, que interesa tejido subcutáneo, aponeurosis y músculos glúteos, de 12 centímetros de extensión, con una trayectoria paralela al recto. Pronóstico menos grave. – Doctor Segovia.

Ese percance, que impidió que Antonio Cañero lidiara a su segundo toro, se traduciría en uno de los factores del éxito de la tarde final de la plaza, como adelanta el cronista y como podremos ver enseguida.

El cierre triunfal a cargo de Marcial Lalanda

El más grande de toda la torería... – dice su pasodoble – tuvo su gran triunfo con el cuarto de lidia ordinaria, cortándole las dos orejas. Escribió Recorte en el diario La Libertad:

...habría sido suficiente su faena de ayer al cuarto de la tarde, en esta parte de la lidia, para evidenciar que su figura se alza gloriosa, plena de luz y colores frescos, animada por un sentido científico de la lidia de reses bravas. Fue un toro berrendo, manso y difícil; lo desafió con un escalofriante pase por el lado izquierdo con las dos rodillas en tierra: pisó el terreno del toro, metiéndole la muleta en el hocico; le dio tres naturales, de los que salió humillado el animal; siguió pisándole el terreno y yéndosele a cada pase el bicho, insistiendo valerosísimo tan cerca y tan temerariamente hasta obligarle a tomar la muleta y así hacerle girar una vuelta completa, confundidos artista y toro, una vuelta tan emocionada que arrancó una ovación clamorosa, continuando con pases de todas las marcas. Y esta faena, que fue brindada al público, tuvo como remate un pinchazo en lo alto, seguido de una entera hasta el puño bien ejecutada y un descabello al primer golpe. Esta vez la plaza entera pidió las orejas, que se le concedieron, teniendo que dar la vuelta al ruedo y salir por tres veces también a saludar desde el tercio...

Y para redondear el gran suceso, pidió el que debió ser el segundo de Antonio Cañero – quien los enfrentaba en puntas – para que saliera en octavo sitio y le fue concedido por la presidencia. Ese toro lo brindó a Gregorio Corrochano. Así lo vio el propio brindado, en su tribuna del ABC madrileño:

Pero Cañero había sido herido por el primer toro. Y quedó el otro sin lidiar. No sé de dónde salió la voz de que Lalanda, acabada la corrida, mataría el toro de Cañero. Lalanda lo pidió. Y así cerraba Marcial la tarde. Salió el toro que, como el otro de Cañero, era del Conde de Orgaz, y salió dificilísimo. Manso, sin embestir, y cuando arrancaba, peligroso. Muy difícil. Menos mal que Marcial venía en tren que no le desluciera ningún torito y el público vio la importancia del regalito. Tuvo la delicadeza de brindármelo, como el último toro que se lidiaba en la plaza...

No siempre los toros de regalo resultan el pasaporte al triunfo. Ya pudimos leer que Marcial Lalanda en este caso no lo requería para esos efectos, sino para tener en su haber, quizás, el mérito de haber sido el torero que mató el último toro en la hoy llamada Plaza Vieja de Madrid y también, para dejar que la concurrencia disfrutara de su espectáculo completo. Así es ya la historia.

También triunfó Cagancho

Cagancho también tuvo una tarde brillante. Y destacó, de acuerdo con el común de las crónicas, por haber rematado debidamente las quintaesencias de su toreo, con el manejo de la espada. Alfonso, cronista de El Liberal, así describe su tarde:

El toreo parsimonioso y a la par alegre de Cagancho, tenía a la hora de matar un amargo contraste. Le fallaba el acero. ¡Cuántas bellas faenas se han perdido por esa dificultad! El gitano tenía más miedo a dejarse ir “tras de la espá” que el que dicen que sienten cuando ven a su vera a la Guardia Civil. Pues el domingo Cagancho nos hizo sentir de cerca las sensaciones del arte del volapié. Y a su primero, al que había toreado bien de cerca, lo mató de una estocada en lo alto, entrando desde cerca lentamente, muy derecho y saliendo limpio por los costillares. Un toro admirablemente muerto. Y, sin embargo, eso no fue nada al lado de lo que realizó en el siguiente. Una faena con pinturerías y gracia gitana. Adornos y majezas, vistosidad y desplantes. Esperó el momento de tener al público en situación, montó la espada para decir el clásico: “Vamos a ver si se mata así”, que tantas veces se ridiculiza después y ajustándose a las más clásicas y exigentes condiciones de la suerte del volapié, clavó todo el acero en lo alto del morrillo, haciendo rodar al bicho sin puntilla. El público – al que había brindado el toro –, entusiasmado y sorprendido por la audacia y gallardía del gitano, reclamó la oreja, que le fue concedida, y Cagancho dio la vuelta al ruedo en el último toro que mató en esta plaza...

Joaquín Rodríguez Ortega comenzaba a demostrar a los públicos de la capital española una de las divisas de su hacer ante los toros, el extraordinario manejo de la espada y no desaprovechó esta importante ocasión para hacerlo.

Por su parte, Gitanillo de Triana tuvo una tarde de poca fortuna con dos toros complicados que apenas le permitieron lucir por momentos en el toreo a la verónica.

Algunos datos para la historia

El rejoneador Antonio Cañero, quien lidiaría los dos primeros toros del festejo, llevó como auxiliadores a los banderilleros Emilio Ortega Orteguita y Faustino Vigiola Torquito II. No se le anunció sobresaliente, porque de no poder finiquitar a los toros desde el caballo, se advertía que él mismo lo haría pie a tierra. Por esa razón fue herido por el primero de su lote.

Las cuadrillas de los toreros a pie fueron integradas por los picadores Juan Atienza, Miguel Atienza y José Atienza; Francisco Zaragoza Trueno y Agustín Ibáñez Marinero; Francisco Chaves y Antonio Chaves, siendo picadores de reserva Antonio Vega y Carlos Ruiz. Como banderilleros salieron Eduardo Lalanda, Antonio Gallego Cadenas y Bonifacio Perea Boni; Alfredo Gallego Morato, Eduardo Pérez Bogotá y Antonio Vargas; Manuel Álvarez Andaluz, Manuel Ponce y Gabriel Moreno. Y como dato adicional, el último par de banderillas que se puso en esa plaza, correspondió a Bonifacio Perea Boni.

Agregaré lo que apunta Recorte en La Libertad:

La corrida empezó a las tres y media, siendo la entrada floja, acaso por las circunstancias por que atraviesa España en estos días…

Así terminaron los días gloriosos de una plaza de toros que fue ejemplar en su tiempo, poniendo siempre a la vista que la fiesta de los toros es una manifestación artística en la que la vida y la muerte se enfrentan sin cortapisas, y dejando tras de sí una enorme carga de la mejor historia taurina.

domingo, 29 de septiembre de 2024

30 de septiembre de 1928: Inauguración de la Plaza de Toros de Granada


La plaza de toros de Granada, actualmente conocida como la Monumental de Frascuelo, no fue un proyecto gestado tras un proceso extenso de discusión, sino que resultó tras de un cuestionado concurso de adjudicación de la Plaza de Toros del Triunfo. Se anunciaba en el diario El Defensor de Granada del 10 de febrero de 1927:

Esta Sociedad abre concurso para el arriendo de la Plaza de Toros, a partir del 1º de Enero de 1928, con sujeción a las condiciones que están de manifiesto en las oficinas cíe esta Sociedad, sita en el mismo edificio de la plaza, los días laborables, de once a trece, desde el día 31 del corriente, hasta el día 3 de Marzo próximo. – Granada a 28 de Enero de 1927. – El presidente del Consejo de Administración, Miguel López Sáez.

Pronto se hizo público que el matador de toros retirado José Moreno Lagartijillo Chico optaba por ser considerado para dirigir esa plaza y la afición granadina tenía gusto por esa opción, puesto que el diestro era reconocido como un taurino responsable. Así, el citado diario El Defensor de Granada del 4 de marzo siguiente daba a conocer:

En la tarde de ayer tuvo lugar el concurso para el próximo arriendo de nuestra Plaza de toros, y por el resultado de los tres pliegos leídos, ha sido adjudicado el mismo al inteligente aficionado y ex matador de toros José Moreno «Lagartijillo Chico»… Gran entusiasmo ha causada entre la afición granadina el resultado de este concurso, ya que a partir del año próximo tendremos al frente de la Plaza un buen aficionado y conocedor de estos menesteres, el que, como en su etapa anterior, sabrá complacer al público… Reciba también nuestra enhorabuena el Consejo de Administración de la Sociedad propietaria de la Plaza de Toros por el acierto al convocar dicho concurso y la comparecencia en él de tan popular como inteligente aficionado…

Todo hacía suponer que José Moreno se haría cargo, al menos por los siguientes dos años, del granadino coso del Triunfo. Pero siempre hay imponderables en ese tipo de concursos. El domingo 13 de marzo de ese 1927 se ofreció un banquete a Lagartijillo Chico. La crónica del mismo en El Defensor de Granada del día 15 siguiente, entre otras cosas, dice:

Conforme anunciamos, el domingo último, a los dos de la tarde, tuvo lugar en el hotel Inglaterra el banquete que sus amigos íntimos ofrecían al que fue valiente torero granadino José «Lagartijillo», hoy don José Moreno Sánchez, prestigioso comerciante, y ex empresario taurino… don José Gómez Jiménez ofreció el banquete, diciendo que en actos de afecto como éste debe enmudecer la palabra y dejar que hable el corazón. Después de un canto a la amistad, expresó a qué causa se debía este homenaje: expresión de simpatía hacia la persona que ha sufrido un acto injusto, y que está en la conciencia de todos; acto realizado con José Moreno, al no concederle el arrendamiento de la plaza de toros… Historia de lo ocurrido en este asunto: las proposiciones presentadas, y el resultado de la adjudicación, hecha por un voto de diferencia, a una proposición no presentada descubiertamente, como era la de José Moreno… Dice que quizá lo ocurrido haya convenido a los intereses de Granada, porque el resultado de la adjudicación ha sugerido a muchos elementos la idea de constituir una sociedad para la construcción de una nueva plaza con suficiente cabida para que en ella puedan darse notables espectáculos a precios reducidos. Esta idea va ya en camino de pronta realidad… El resultado del concurso ha hecho surgir la idea de construir una nueva plaza; las cosas van por buen camino, y ya se ha recibido contestación favorable de la dueña de unos apropiados terrenos (la que reside en Madrid)… «Construyendo una plaza de capacidad para 15,000 espectadores, y dando buenos y baratos espectáculos, los aficionados quedarán satisfechos y Granada también» – concluye diciendo el agasajado –, que como los anteriores oradores, es muy aplaudido…

Como se puede leer, ya adjudicada la plaza a Lagartijillo Chico, se valoró una propuesta que, presentada en sobre cerrado, no fue considerada en su día, revocándose el resultado inicial de la licitación y concesionándola a un grupo encabezado por Rogelio López Cravioto, sin mediar explicación alguna, según se desprende de la información periodística. El resultado de la retractación inicial de la adjudicación y la reasignación de ésta, fue la decisión de edificar en Granada una nueva plaza de toros.

En consecuencia, el 14 de mayo de 1927, se constituyó la Sociedad Nueva Plaza de Toros, cuyo consejo de administración estaba presidido por los señores Rafael Díaz y Rogés, marqués de Dílar, Celestino Echevarría, Valeriano Torres, Manuel López López, Emilio Dávila Ponce de León y Pérez, conde de Guadiana, José Cassinello, Juan Luis Trescastro de Medina, José Bernedo Arévalo, Francisco Sánchez Urrutia y por supuesto, José Moreno Lagartijillo Chico. Posteriormente, para completar los costos de la obra, se invitó a participar en el capital a aficionados y empresarios de Granada, encontrándose en las actas de la sociedad que participó el señor Federico García Rodríguez, padre del poeta Federico García Lorca.

El proyecto se encargó al arquitecto local Ángel Casas Vílchez, quien partió de un trabajo que había presentado en 1912, tiempo en el que Gallito impulsaba la edificación de plazas monumentales para hacer más accesible la fiesta de los toros, adjudicándose la obra al maestro de obras José Jiménez Huertas El Pajarero, quien a finales de julio de ese 1927, se compromete a tener terminado el coso en un año.

La inauguración de la plaza

A finales de marzo de 1928 la sociedad constructora de la plaza ofreció un desayuno en la meseta de toriles de la plaza a la prensa local, para que pudieran apreciar el notable avance de la obra y en el mismo, se anunció que sería inaugurada con una corrida de toros el domingo 30 de septiembre de ese año.

El cartel de ese primer festejo se formaría con Manuel Jiménez Chicuelo, Joaquín Rodríguez Cagancho y Félix Rodríguez, quienes se enfrentarían a un encierro de la Viuda de Concha y Sierra. Los toros fueron desencajonados públicamente el día 26 de septiembre, según se relata en El Defensor de Granada:

Ayer tarde y como se tenía anunciado, se verificó el desencajonado de los toros que han de lidiar las cuadrillas de los afamados matadores Chicuelo, Félix Rodríguez y Cagancho el próximo domingo con motivo de la inauguración del nuevo circo taurino… La presentación de los seis ejemplares que ha enviado la señora de Concha y Sierra todos los espectadores la encomiaban, pues realmente hacía tiempo que no se lidiaba en Granada corrida con más tipo de toros hechos, lustrosos de pelo, gordos y con abundancia de pitones…

También, la sociedad constructora ofreció obsequiar a los pobres cuatro mil kilos de pan la víspera del festejo y por su parte el compositor granadino Francisco Alonso, autor de famosas obras como el pasacalle Los nardos o el chotis El Pichi, ofreció la composición de un pasodoble alusivo a la apertura del nuevo coso, e incluso dirigir a la banda municipal en tan señalada oportunidad. En la misma nota antes citada, se refiere a este propósito lo siguiente:

Se ha recibido el paso doble que nuestro paisano Paco Alonso ha compuesto y que se estrenará el día de la inauguración, que lleva por lema «Nueva Plaza de Toros» y que inmediatamente se ha puesto a ensayarlo la banda municipal…

El día 28 de septiembre se anunció a la afición que el cartel inaugural sufría un cambio en su composición, pues el santanderino Félix Rodríguez no estaría en condiciones de cumplir el compromiso adquirido por cuestiones de salud y su lugar sería ocupado por Fermín Espinosa Armillita Chico:

El elegante y gran artista del toreo Fermín Espinosa «Armillita Chico», que tan excelente cartel conquistó en la pasada feria, tomará parte en la corrida del domingo sustituyendo a Félix Rodríguez, el cual se encuentra enfermo con alta fiebre… El público tenía grandes deseos de volver a ver torear a «Armillita Chico» y, por tanto, la sustitución no ha podido ser más en armonía con el deseo de los aficionados… El torero mejicano con esta corrida es la última que torea en España, embarcando seguidamente para Méjico, donde ha sido contratado para diez corridas…

Félix Rodríguez había firmado 114 corridas para ese año de 1928 y apenas pudo torear 24 de ellas, debido a su ruinoso estado de salud.

Es importante destacar que la empresa de la Plaza de El Triunfo también programó una corrida para ese domingo 30 de septiembre, con toros de Trespalacios para Antonio Márquez, Manuel del Pozo Rayito y Gitanillo de Triana. Al final el llamado Belmonte Rubio sería sustituido por Mariano Rodríguez Exquisito.

En la tarde del 29 de septiembre fue bendecida la plaza de toros y en acto previo, por la mañana, allí mismo también se entregaron las cuatro toneladas de pan a los pobres:

En la tarde de ayer tuvo lugar la bendición de la plaza de toros de la calle de Olóriz, por el señor cura párroco de la iglesia de San Ildefonso, concurriendo a tan hermoso acto numerosa y distinguida concurrencia… También se verificó, como ya teníamos anunciado, el reparto de pan a los pobres, ayer por la mañana, oyéndose constantes muestras de alabanza por acto tan humanitario como el realizado por la propiedad de dicho edificio, aliviando así las necesidades de la gente pobre…

En la misma víspera del festejo, el compositor Francisco Alonso avisó que no le sería posible asistir a la corrida como era su deseo, por una cuestión familiar:

El presidente de la Sociedad Nueva Plaza de Toros ha recibido una carta de nuestro paisano Paco Alonso, comunicándole que con motivo de la enfermedad que padece su señora esposa, no puede tener el gusto de dirigir la banda municipal que ha de estrenar en la corrida de esta tarde el pasodoble de que es autor; en su lugar lo hará el director de dicha banda, el señor Montero…

La corrida inaugural

Quien firmó como El Bachiller Cantaclaro para El Defensor de Granada, comienza su relación de la siguiente guisa:

La tarde comentó con mal cariz, amenazó lluvia. Pero al mediodía abrió el tiempo, y a la hora de los festejos lucía el sol en el firmamento… La edificación de la nueva plaza, hecha en un año, es otro sorprendente caso de voluntad insospechada, No vamos ahora a volver a detallarla, sólo diré que el edificio es magnífico y de una capital de primer orden… Media hora antes de comenzar el festejo, la banda municipal, dirigida por el maestro Montero, se sitúa en el anillo e interpreta el nuevo pasodoble dedicado a esta plaza y original del paisano Paco Alonso… Se trata de una preciosa composición, en la que brilla, una vez más, la musa alegre del maestro granadino… El público la ovacionó y hubo de ser repetido el pasodoble… Presenta la Plaza grandioso aspecto. En palcos y delanteras, la mujer granadina luciendo las más clásicas galas… Asesora el gran ex torero Rafael Guerra «Guerrita», que es ovacionado cariñosamente al aparecer en el palco, así como las bellas presidentas… Despeja muy bien el caballista Paco Rodríguez y surgen después los aguaciles y las cuadrillas a cuyo frente figuran «Chicuelo», «Cagancho» y «Armillita chico», que vienen vestidos, respectivamente, de azul, verde y rojo, con golpes de oro…

El primer toro de la corrida se llamó Tumbaguito, número 32, negro, entrepelado, bragado y no sucedió nada extraordinario en su lidia, más que nada, porque según cuenta el citado Bachiller Cantaclaro, el toro se rajó después de los primeros compases de la lidia. No obstante, por haber sido el primero en pisar la arena del nuevo coso, la empresa pidió se conservara su cabeza, para que la preservara el taxidermista.

El único apéndice de la tarde se lo llevó Chicuelo tras de lidiar al cuarto de la tarde. Escribe el Bachiller Cantaclaro:

«Agujito», núm. 73, sardo y más pequeñito. Este bicho fue el primero que fue desencajonado... «Chicuelo» veroniquea y se adorna... Cuatro varas, sin recargar el bicho, constituyen el primer tercio... Los matadores actúan quitando, vamos al decir (pues el bicho no lo necesita), y «Cagancho» es empujado por acercarse. ¿Sí llevará «razón» el hombre al no hacerlo? … «Chicuelo» hace una faena con salsa. Solito en ella, se adorna, suavísimo, en un ayudado bueno, y sigue por alto, con tranquilidad, y jugando con el mosquito... Se pasa la muleta por la espalda... Obliga al bicho para un natural con la zurda, sin resultado. Más adornos, un ayudado alto, tres por bajo y un afarolado. Quiere citar varias veces, y el bicho no fija... Lo cambia de terreno, y ataca para un pinchazo, que salta, sin que «Agujito» haga por él. (El diestro ha entrado con su poquito de balanceo, y así repite con otro pinchazo igual, después de tres pases). Dos pases más, y media arriba que tira. (Ovación, vuelta al ruedo y saludo). Con benevolencia, se le concede la oreja...

Armillita enfrentó a Bordador, número 29 y Ermitaño, número 50, resultando ovacionado en ambos, pudiendo haber cortado apéndices, pero por el mal manejo de la espada, los perdió; y por su parte, Cagancho, pues, en lo suyo, se llevó un par de broncas.

La plaza nueva casi se llenó, salvo algunos claros en las andanadas de sombra, que mostraron algunos claros. Las crónicas reflejan que la Plaza de El Triunfo sí se llenó. Los tiempos eran otros, dos corridas de toros el mismo día y en la misma ciudad, con las dos plazas repletas, cosas que ya no hemos de volver a ver.

domingo, 9 de junio de 2024

4 de junio de 1931: La alternativa de Carmelo Pérez en Toledo

Carmelo Pérez
Toledo 04/06/1931
Carmelo Pérez había recibido una alternativa el 13 de enero de 1929, en Puebla, apadrinado por Joaquín Rodríguez Cagancho y con el testimonio de Heriberto García, ante toros de San Nicolás Peralta. Sin embargo, el torero mexiquense ejercería poco tiempo ese doctorado, porque regresaría a las filas de la novillería el 5 de mayo siguiente, en El Toreo, alternando con Jesús Solórzano y Alberto Balderas.

Carmelo Pérez, Esteban García y Jesús Solórzano terminarían siendo los triunfadores de esa temporada novilleril de 1929. El texcocano ganó, en una tercia de festejos mano a mano con Esteban García celebrados los días 18 de julio, 18 de agosto y 1º de septiembre de ese año, un anillo de oro con un gran brillante y por su parte el futuro Rey del Temple se llevaría a casa la Oreja de Plata disputada el 15 de septiembre en un cartel de cuatro toreros y ocho toros.

La obtención del anillo de oro hizo pensar, ahora en este caso, a la empresa de El Toreo, que era el momento de que Carmelo Pérez se convirtiera en matador de toros de nueva cuenta. Rafael Solana Verduguillo, en su obra Tres Décadas de Toreo en México, cuenta lo siguiente a este propósito:

Al correrse la voz de que Carmelo iba a doctorarse y a tomar parte en la temporada grande, muchos viejos aficionados, amigos del diestro, nos pusimos en movimiento tratando de evitar que el torero de Texcoco cometiera semejante disparate… Yo hablé con Carmelo con toda claridad: Mira Carmelo, tú todavía no estás preparado para la alternativa, te cogen mucho los novillos… Cuando vengan las corridas gordas y graneadas, va a ser diferente el caso, vas a tener que sortear y si te toca un toro fuerte, te puede lastimar de verdad…

Al llegar a tratar con la empresa, encabezada por Rodolfo Gaona y Benjamín El Chato Padilla, Carmelo Pérez intentó evadir el compromiso, señalando precisamente la apreciación de Verduguillo, en el sentido de su verdor. El Califa de León insistió en hablar con su apoderado, Carmelo de la Rosa, quien era el encargado del zarzo de banderillas de la plaza y le empujó a firmar un contrato para una alternativa prematura y que como la historia lo demuestra, tuvo un final trágico.

En esas condiciones, Cagancho volvió a hacer matador de toros a Carmelo Pérez, en esta ocasión en El Toreo de la Condesa, el 3 de noviembre de ese 1929, con el testimonio otra vez de Heriberto García, con toros de San Diego de los Padres. El toro de la ceremonia se llamó Granado, y como lo vaticinó Rafael Solana, en la faena de muleta le dio una dura paliza. Tres domingos después, otro sandieguino, éste llamado Michín, marcaría el inicio del fin para los días del torero texcocano.

Después de Michín

Los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero vía crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Reapareció el 4 de enero de 1931 en El Toreo, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida en la lidia de toros de La Laguna y volvería a la gran plaza los domingos 11 y 18 de ese mismo mes. Justamente en la corrida del día 11, alternando con Chicuelo y David Liceaga que recibía la alternativa, le cortó el rabo al toro Viñero de Zacatepec. El 15 de febrero en Guadalajara, realizó otra gran faena a otro toro número 66 de don Daniel Muñoz y terminó su campaña en México el 22 de febrero en El Toreo alternando con Francisco Tamarit Chaves y Pepe Ortiz en la Corrida de Covadonga.

España y Toledo

Terminada su campaña en México, Carmelo cultivó la idea de confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, consiguiendo que le apoderara don Domingo González Mateos Dominguín.

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 4 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra recién alternativado llamado Domingo Ortega. Los toros serían del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras. Al final solamente se lidiaron cinco de los toros anunciados, pues el primero de la tarde fue de Terrones, llamado Presidente, sustituto de uno que fue muerto en los corrales.

Escribió Recorte para el diario madrileño La Libertad del día siguiente al del festejo:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también… Como fue tan sucinta la labor de Carmelo Pérez no nos atrevemos a formular juicio respecto a su porvenir en la carrera taurina, y hemos de conformarnos con hacer constar que la Empresa de El Toreo, de Méjico, ganó con Carmelo una buena cantidad de miles de pesos…

Por su parte, Corinto y Oro, en el ejemplar de La Voz, salido la noche misma del festejo, elaboró el siguiente análisis:

Carmelo Pérez recibe la alternativa de manos de Chicuelo y pasa a entendérselas con el toro, que está difícil y nada en su favor para debutar en España. El bicho está cada vez más bronco y tirando infinidad de cornadas por minuto. El mejicano le hace una faena brevísima y lo tumba de un sartenazo... Sexto. – Negro. De lámina, una preciosidad. Veremos de lo otro. Pues de lo otro, que se lleva muy poco con los anteriores; es decir, que es manso, sin redención posible. Salta al callejón por el 1. Carmelo Pérez veroniquea parando mucho y echando la mano abajo, como los toreros buenos, y lo mismo hace en el primer quite. Este torero, al toro que te le arranque franco le hará cosas de mucha emoción; con el difícil le falta prestancia y soltura. El bicho es tardo en varas y retrocede siempre ante los toreros de a pie… El mejicano insiste en pararse con el enemigo en dos ocasiones, pero le falta adversario claro… Carmelo Pérez quiere pararse con el toro en el pase de la muerte; pero el adversario le dice que nones; es decir, que no se le arranca. Un poco precipitado y algo inconsciente de lo que el toro necesita, que es machetearlo sobre las piernas para apoderarse de él, lo busca porfiadamente, queriendo hacer la estatua y sacarle la muleta por el rabo; pero no lo consigue, porque el bicho retrocede siempre. Y tras una faena breve, con dos pinchazos, sin estar el toro perfectamente igualado, y media estocada, lo entrega a las mulillas…

El mal juego de los toros redituó en una tarde en la que reinó el aburrimiento, conclusión unánime de los dos cronistas ya citados, así como de Gregorio Corrochano en el ABC madrileño, Rehilete en el diario La Tierra o Francisco Martínez Corbalán F. Asturias en el diario Ahora.

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México los doctores Ibarra, Rojo de la Vega y Herrera Garduño le habían advertido que era una cirugía de muy alto riesgo y que no merecía el riesgo intentarla. Sin embargo, la intentó y el resultado final ya lo conocemos y está contado en estas mismas páginas virtuales (aquí).

domingo, 31 de diciembre de 2023

Una fotografía con historia (IX)

Una tarde redonda, dos brindis y un Faraón por testigo…

Cagancho recibiendo el brindis de Litri
Madrid, 18 de mayo de 1966

La solidaria generosidad de Carlos Arruza siempre encontró resquicios para hacer el bien. En el año de 1966 logró reunir a varias figuras del toreo en el retiro, para organizar una especie de gira internacional y torear festivales benéficos con ellos, permitiendo, por una parte, que los productos de esas tardes de toros aliviaran en algo las vicisitudes de alguna obra que favoreciera a los que se encontraban en algún estado de necesidad y por la otra, que los nuevos aficionados pudieran apreciar la tauromaquia de diestros como Armillita, Cagancho, Lorenzo GarzaGitanillo de Triana, Silverio Pérez o él mismo. 

Así, se fueron a Lima, para torear en la Feria del Señor de los Milagros el Festival del Bicentenario, junto con Alejandro Montani, Luis Miguel Dominguín y el aficionado práctico Hugo Bustamante, dejando una honda huella en la afición de allá. Ese día el Maestro Fermín cortaría una oreja y Silverio Pérez se llevaría la tarde cortándole las orejas al novillo de La Viña que le tocó en suerte. Un momento emotivo se produjo cuando Cagancho fue a brindarle a Antonio Ordóñez su novillo, delante de Luis Miguel y de Ángel Luis Bienvenida, brindis que arrancó quizás la ovación más cerrada de la tarde.

De regreso en México, Armillita, Cagancho, Lorenzo Garza, Silverio Pérez y Carlos Arruza se reunieron en la finca de don Carlos Trouyet para preparar el viaje a España y continuar con la preparación de los festivales benéficos. Así lo contó Joaquín Rodríguez al redactor de El Ruedo en su día:

Unos días antes de salir para España – cuenta Cagancho – nos reunió a cenar el señor Trouyet a Garza, Silverio, Arruza y a mí. Todos, con la enorme ilusión del viaje, animamos a Carlos a que se uniera a la expedición. Y se hubiera unido a nosotros con la misma alegría, pero tenía firmadas unas corridas y aplazó la travesía para los primeros días de junio. ¡Fíjate qué pena! …

Carlos Arruza fallecería a causa de un accidente de carretera el 20 de mayo de ese 1966 y todos los planes que había trazado se fueron por la borda, pero eso no impidió que Cagancho, Lorenzo Garza y Silverio Pérez acudieran a presenciar algunos festejos de la Feria de San Isidro de ese año, evento en el que se generaron los acontecimientos que dan pie a que meta hoy yo los míos.

El San Isidro de 1966

Escribe José Luis Suárez Guanes a propósito de este ciclo:

La mejor feria de la historia es la de 1966. Las dos siguientes le van a la zaga. Están encuadradas en una época (hablamos en general) en que existían veintiún matadores de toros en el grupo especial. En este periodo podíamos percibir los penúltimos destellos de arte de un Antonio Bienvenida... las presencias históricas de Julio Aparicio y el valor personalísimo de “Litri”, la clase fuera de serie de Antonio Ordóñez... Jaime Ostos; el buen lidiar... de Gregorio Sánchez; las diferentes maneras de hacer de Diego Puerta, Paco Camino y “El Viti”... el arte de un resurgido “Antoñete”...

Fue una feria en la que se dieron 16 corridas de toros, y en la que no se anunciaron novilladas. En ella se produjo la hoy todavía legendaria faena de Antoñete a Atrevido el llamado toro blanco de Osborne – el 15 de mayo, en la segunda de feria – y aparte, en la décimo tercera, confirmó el regiomontano Raúl García, de manos de Paco Camino y llevando de testigo a El Cordobés, con toros de Francisco Galache, representando la única presencia mexicana en el ciclo.

Eran los días en los que la Corrida de la Beneficencia se anunciaba después de que terminaba la feria, sabiéndose quién o quienes habían triunfado en ella, para ofrecer en esa fecha un cartel de auténticos triunfadores y no anunciar un festejo preconcebido, únicamente membretado como tal. La Beneficencia en Madrid era entonces, el principal acontecimiento taurino del calendario español. Hoy es solamente una fecha más a cumplir dentro de un pliego de condiciones y un abono.

La quinta corrida del San Isidro del 66

Para el miércoles 18 de mayo de 1966 se anunció un encierro del Marqués de Domecq y hermanos para Antonio Ordóñez, Andrés Vázquez y Gregorio Tébar El Inclusero quien confirmaría su alternativa. Ordóñez había sufrido una cornada en Málaga el 10 de abril anterior, calificada, según el medio que se leyera, de grave o muy grave. Los hechos al final llevarían a decantarse por la segunda interpretación del parte médico, porque para esa quinta corrida de San Isidro, Antonio Ordóñez presentó parte médico que señalaba que estaba imposibilitado para actuar. La sustitución la tomó Miguel Báez Litri, quien, con ella, sumaría una tercera actuación en el serial, pues originalmente estaba anunciado en dos carteles.

En ese festejo, en la zona de barreras del tendido dos, se ubicaban cuatro conspicuos espectadores: Joaquín Rodríguez Cagancho, natural de la calle del Evangelista, en Triana, Sevilla; Lorenzo Garza El Magnífico, de Monterrey, Nuevo León, México; Silverio Pérez, de Texcoco, México y Manolo Caracol, del Corral de los Frailes, en la Alameda de Hércules, Sevilla. Para esas alturas de la historia de la feria, la presencia de notables en los tendidos no era de llamar mucho la atención, por ese motivo, de inmediato, no se levantó mayor polvareda por la presencia de ese auténtico póker de ases por allí.

El brindis de Litri a Cagancho

Cagancho había actuado en Madrid por última ocasión los domingos 31 de mayo – festejo de apertura de la Feria del Campo – y 14 de junio de 1953. Tenía casi una década de no dejarse ver por allí. Ese par de tardes, cautivó a una renovada afición madrileña. Su actuación en el primero de festejos la resumió así Alfredo Marquerie para el semanario El Ruedo:

“Cagancho”, que habla hecho exhibición de espanto “calé” en su primero, se acordó de su fama y de su nombre en su segundo y volvió a ser Joaquín Rodríguez, y a darnos, entre explicaciones mímicas y desplantes personalísimos e inconfundibles – el recorte flamenco, el engaño elevado a su suprema condición de burla, la mano en la cadera –, el regusto de cómo se toreaba antes y de verdad, con ligazón y trabazón, con vista, temple y mando y, sobretodo, con sabor, aroma y solera... El sol en el ocaso tiene relumbres y destellos llenos de poesía, de gracia y de melancolía...

Litri era ahijado de alternativa de Cagancho, que lo doctoró a él y a Julio Aparicio el 12 de octubre de 1950 en Valencia y el gesto que tuvo en ese festejo isidril fue señalado. Así lo recoge la crónica publicada en El Ruedo fechado el 31 de mayo de ese 1966:

Fue Litri quien presentó al público de la Feria al gitano Cagancho. Litri descubrió en una contrabarrera del 2 a su padrino de alternativa y cruzó el ruedo para brindarle la muerte de un toro del marqués de Domecq. Joaquín, señalado por la montera del ahijado, se puso en pie, y la gente, al reconocerlo, le dedicó una cariñosa ovación… ¡Es Cagancho! ¡Es Cagancho! … «La talla de Montañés», sobre el pedestal de su fabulosa fama, se humanizó abriendo los brazos en forma de aspa, echándole mucho temple al toro afectivo que le golpeaba en el corazón. Desde aquel justo momento Cagancho fue la estrella civil de la Feria taurina más larga; estrellato que compartió con sus vecinos de localidad…

De la actuación de Miguel Báez, relata entre otras cosas Manuel Álvarez Díaz firmando como Manolo Castañeta, para el Diario Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

La tarde de Litri no es sólo el “litrazo” con el cite largo y el aguante impasible. Esta tarde del Litri es el brote de unas flores de torería que, por la armonía de sus colores, por el aroma que exhalan y por su pureza y su belleza bien pueden ser calificadas de excepcionales... La plaza entera aclama y ovaciona al Litri en la espléndida floración de ese arte. Así, cuando su primera faena es coronada con media estocada, el gran torero de Huelva corta una oreja, con vuelta al ruedo y saludos. Y así, al rematar la otra - ¡qué extraordinaria faena! - con un pinchazo, estocada corta y tres descabellos, le otorgan el premio de otra oreja, con recorrido por el ruedo entre ovaciones...

Litri se sujetó al canon de su padrino de alternativa y a lo asumido dentro de su madurez taurina, toreando con reposo e imprimiendo calidad a lo que hacía delante de los toros. El reconocer y hacer evidente la presencia de Cagancho en el tendido de Las Ventas no se saldaba solamente con el brindis, había que justificarlo delante del toro. Y lo hizo.

Andrés Vázquez y Lorenzo Garza

El Ave de las Tempestades se había presentado por última ocasión en Las Ventas el 15 de julio de 1945 y en esa oportunidad le cortó las dos orejas al segundo toro de Alipio Pérez Tabernero que le tocó en suerte. De nuevo voy a recurrir al testimonio de Alfredo Marquerie, quien para el número de El Ruedo salido el 18 de julio siguiente escribió:

Garza tiene nombre y perfil de pájaro. Cuando se encorva se acentúa su parecido aquilino. Su espléndida lección «de cómo se puede dar el natural hasta el infinito», sonriendo y mirando al público con alegría, fue lo mejor de lo corrida. Y por eso tuvo que triplicar, con las orejas, el premio de botas de vino que le echaron los «morenos» …

Las ilustraciones de Antonio Casero en ese ejemplar del semanario madrileño nos presentan a un Garza pletórico y la crónica que Manuel Sánchez del Arco Giraldillo escribió para el ABC, refleja que ejecutó en repetidas ocasiones el pase del desprecio… Hoy en día es un adorno que sirve para rematar series bastante manido, pero no es por mucho, reciente, según podemos leer.

El quinto toro de la corrida fue el número 19, llamado Hablador y al final de la feria sería premiado como el mejor del ciclo. Ese toro, al que le cortó las dos orejas, lo brindó el Nono de Villalpando a Lorenzo Garza, y recurro otra vez al recuento de Manolo Castañeta, quien resumió así la triunfal tarde de Andrés Vázquez:

Hay que decir una vez más que, por esas cosas extrañas que se dan en la vida, en el bello estilo de este torero se mezclan y funden los acentos sinceros y nobles de su naturaleza castellana y los de una cierta gracia, un garboso donaire de la tierra sevillana. Con este singular injerto, con esta extraña amalgama – extendida ahora con la suerte de banderillas, que hoy no tomó en ninguno de sus toros –, Andrés Vázquez ha encontrado y logrado una fuerte e interesante personalidad...

A pesar de que los regiomontanos son tradicionalmente considerados como cicateros o rácanos cuando de los dineros se trata, Lorenzo Garza correspondió en el sitio al brindis, devolviendo la montera con un valioso reloj de oro dentro. Se relata en El Ruedo:

El reloj de Lorenzo Garza fue a parar a las manos de Andrés Vázquez, quien le había brindado un toro. Un bravo toro del marqués de Domecq. Quien triunfó con el mismo y le cortó las dos orejas. Andrés ha cruzado Madrid, en dos estancias, con el mismo resuello triunfal de esta su nueva etapa…

Y páginas más adelante, declaraba el autor del brindis, en entrevista posterior a la corrida:

Era un toro noble y suave, pero anduvo bastante suelto y pese a su excedente bondad para el torero murió buscando el refugio de las tablas... ¿Supone mucho este triunfo? ... Reconciliarme con Madrid, este público que me hizo torero... ¿Algo más? ... ¡Una gran satisfacción! Lorenzo Garza me tiró el reloj de oro que llevaba. Por cierto, que tiene una inscripción por detrás de mucho valor personal, y pienso devolvérselo porque debe significar mucho para él...

Revisé la prensa especializada de los días siguientes y no hay referencia de que Lorenzo Garza y Andrés Vázquez se hayan reunido, así que no hay noticia cierta de que el torero de Villalpando haya efectivamente devuelto a El Magnífico su apreciado reloj. Pero el gesto pintó de cuerpo entero al brindado.

Y ambos brindis, el que Litri hizo a su padrino de alternativa y el de Andrés Vázquez a Lorenzo Garza, reitero, tuvieron dos testigos de excepción, el Faraón Silverio Pérez y a Manolo Caracol. Una pena que el hecho haya sucedido la antevíspera del deceso de Carlos Arruza y que el suceso haya acaparado toda la información.

Agradecimiento: Expreso mi gratitud a doña Carmen Milla, de la Fundación Diario Madrid por haberme facilitado la crónica del festejo aparecida en ese periódico, misma que me ha servido para ilustrar estos comentarios.

domingo, 7 de febrero de 2021

5 de febrero de 1947: La celebración del primer aniversario de la Plaza México

Gregorio García a hombros
El Ruedo, Madrid, 27/02/47
La corrida del 5 de febrero en la Plaza México, planteada como el eje de la temporada taurina de la capital mexicana es un asunto bastante reciente. Antes de 1995 y sin contar la tarde de la inauguración, apenas se habían dado diez corridas en esa fecha en ese casi medio siglo de existencia del gran coso taurino.

Resultaba evidente que, de no coincidir la fecha con un domingo, no habría toros en el día del aniversario, independientemente de que durante muchos años era día inhábil a nivel nacional. De los festejos celebrados en ese lapso, cinco fueron en domingo (50, 56, 61, 67 y 84), dos en miércoles (47 y 92) y uno en lunes (79), martes (91) y viernes (93). Me queda claro que celebrar el cumpleaños de la México no tenía carta de naturalidad.

Es a partir de la gestión del escenario que hace el inefable Rafael Herrerías, cuando en torno al cincuentenario del mismo, que la corrida del 5 de febrero se organiza con regularidad anual. Hace apenas veintiséis años pues, que se puede considerar a este festejo como un acontecimiento fijo en la Temporada Grande del coso de Insurgentes y en la temporada taurina de México. Tan es así, que en los setenta y cinco años que ha cumplido la plaza, solo se han dado treinta y siete corridas en la fecha, las veintisiete que corren a partir de 1995, esas sí, de forma consecutiva.

El primer aniversario

Para el 5 de febrero de 1947, don Antonio Algara, gerente de la empresa encargada de los destinos de la México ofreció un cartel que en el papel se veía interesante, pues propuso un encierro de ocho toros de La Laguna para Joaquín Rodríguez Cagancho, Jesús Solórzano, Emiliano de la Casa Morenito de Talavera y Gregorio García. En la combinación se reunían dos parejas de toreros de significativas afinidades, los artistas y los estetas del segundo tercio.

Para Cagancho y El Rey del Temple era su presentación en la temporada y además este último, era nuevo en esta plaza. Morenito de Talavera reaparecía después de la tarde de su confirmación el 17 de noviembre de 1946, en la que cortó una oreja al 5º de la tarde que mató por Fermín Rivera quien fue herido por el 3º. Completó el cartel Luis Castro El Soldado. Ese día se lidiaron toros de Coaxamalucan.

Por su parte, Gregorio García volvía después del triunfo que tuvo el 1º de diciembre de 1946, cuando alternó con Lorenzo Garza y Manolo Escudero con toros de La Laguna. Con el 3º de la tarde, Pimiento, realizó una gran faena que no remató con la espada, dio dos vueltas y salió a hombros.

No está de más hacer notar que el festejo se dio entre un turbulento ambiente generado por las idas y venidas de los representantes sindicales de los toreros de España y México. El intercambio restablecido apenas un par de años antes, pendía de un hilo.

La corrida y su resultado

La entrada a los tendidos fue paupérrima, al final, en esos días, era una más de las corridas de la temporada, que si bien, en el papel tenía su interés, no llevaba a ninguna de las figuras del momento. El triunfador de la tarde fue el potosino Gregorio García, quien venía embalado y se impuso a toros y alternantes. La relación que aparece en el ejemplar del semanario El Ruedo, publicado en Madrid el 13 de febrero de 1947, entre otras cosas se asegura lo siguiente:

Para celebrar el primer aniversario de la Plaza Monumental de Méjico se corrieron en dicho coso taurino ocho toros de La Laguna. Con excepción de la última, las reses fueron sosotas. Carancho fue aplaudido en su primero por su labor con el capote. Hizo a este toro faena breve, y le mató de media tendida, fué ovacionado y salió al tercio. En el quinto hizo faena pinturera y mató de media buena. Oyó aplausos. Jesús Solórzano no hizo nada notable en el segundo. Brindó la faena del sexto a Domecq, y cuajó una faena valiente y adornada, que remató con un pinchazo y una entera desprendida. Fué ovacionado y saludó desde el tercio. A Morenito de Talavera se le ovacionó por cuatro verónicas y media y per un quite por chicuelinas en el tercero. Cogió las banderillas, a petición del público, y puso dos pares al cuarteo y uno al sesgo, magníficos. Se lució con la muleta y mató de un estoconazo. Fué ovacionado con entusiasmo.  En el séptimo cogió banderillas y se las ofreció a Gregorio García. Los dos se lucieron en cuatro colosales pares y tuvieron que salir al terció a saludar, Morenito hizo brillantísima faena por naturales, molinetes y derechazos. Perdió la oreja porque, después de entrar a matar dos veces, acertó d descabello al tercer intento. Fué ovacionado con entusiasmo. Gregorio García se lució con la capa y con las banderillas en el cuarto. Hizo faena variada y brillante, pero sin ligazón, y mató de una atravesada y varios intentos. En el octavo estuvo colosal con la capa. Ofreció banderillas a Morenito, y los dos se lucieron en este tercio. Gregorio García aprovechó las buenas condiciones del toro y cuajó faena por naturales, en redondo y adornos, para una buena estocada. Cortó la oreja y fué sacado en hombros…

No relaciona la actuación de Jesús Solórzano, sin embargo, en la edición de El Siglo de Torreón del día siguiente al del festejo, se comenta que fue aplaudido por su toreo de capa únicamente.

Así pues, para la estadística, es Gregorio García el que corta el primer trofeo en una corrida de aniversario, al toro Hilandero de La Laguna, y es también el primero en salir en hombros de la plaza en un festejo de esa naturaleza.

Al día siguiente…

Tras de la corrida se anunció la ruptura de relaciones entre las torerías de España y México. Los diestros hispanos no volverían a actuar en ese ruedo sino hasta el 25 de febrero de 1951, cuando se celebraron corridas de la concordia en México, Madrid y Barcelona.

Las cosas estaban agrias desde un año antes cuando se acusó a Manolete de no querer torear la corrida de la Rosa Guadalupana no obstante haber sido anunciado y no contribuyó a la mejora de las cosas que un grupo de diestros hispanos que no hicieron campaña en estas tierras encabezados por Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy, quienes invocando falta de reciprocidad, dieran por terminado el convenio

Aunque el propio Manolete y otro grupo de toreros hispanos intentaron reparar las cosas, al final, en junio de ese 1947, los toreros mexicanos que estaban en España – entre otros los matadores Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Carlos Arruza, Ricardo Torres, Cañitas, Manuel Gutiérrez Espartero y Antonio Toscano y los novilleros Pepe Luis Vázquez y José Antonio Chatito Mora – tuvieron que regresar, pues ya no se les permitió seguir actuando allá.

La consecuencia de ello fue que para Morenito de Talavera, este festejo fue el último que toreó en la Plaza México; Cagancho volvería una última vez el 24 de enero de 1954 a despedirse, alternando con Rafael Rodríguez y Pedrés y toros de La Laguna. Jesús Solórzano tendría un par de tardes más, pues regresaría el 16 de noviembre de 1947 con Alejandro Montani que confirmaba y Gregorio García con toros de Carlos Cuevas y terminaría su andar por los ruedos el 10 de abril de 1949 con Luis Procuna y Rafael Rodríguez y toros de Matancillas y La Punta.

Gregorio García, por su parte, pudo capitalizar el par de triunfos de esa temporada del inicio de 1947. En el ciclo 1947 – 48 torearía 5 tardes; en la 48 – 49, una y terminaría su paso por la gran plaza el 20 de marzo de 1952. Siguió en los ruedos hasta el año de 1965.

En resumen

La paupérrima entrada
El Ruedo, Madrid, 27/02/47

Si algo tuviera que agradecerle la fiesta de los toros a Rafael Herrerías sería la institucionalización de la fecha del 5 de febrero como eje de la temporada capitalina. El problema, desde mi punto de vista, es la manera en la que planteó la situación, porque para realizar una gran celebración, sacrificó el contenido y esencia de lo que es la temporada en sí.

Una plaza de temporada no puede depender de una sola fecha de su calendario, la que en todo caso debería ser el punto de llegada de lo más destacado de un ciclo equilibrado, constante y atractivo para el aficionado. La celebración de algo que se convirtió en lo que los millenials llaman un happening no puede ser el eje y el cimiento de algo más amplio y tradicional como es una temporada de toros.

Hoy, 75 años después, la plaza está cerrada. No hay condiciones para festejar su aniversario cual debe ser, con una corrida de toros, pero no hay mal que dure cien años… ¿Aguantaremos nosotros?

domingo, 12 de enero de 2020

10 de enero de 1971: Paquirri y Caporal de Mariano Ramírez

Francisco Rivera Paquirri
Imagen: cortesía ABC
Paquirri había confirmado su alternativa en la Plaza México el 29 de noviembre del año anterior con el toro Caporal de José Julián Llaguno, siendo apadrinado por Raúl Contreras Finito y llevando como testigo a Manolo Martínez. Por fallos con la espada, dio tres vueltas al ruedo en el toro de la confirmación que brindó a Cagancho y el sexto, Alfarero, segundo de su lote le hirió de consideración.

La temporada 1970 – 71 trajo de España a toreros como El Viti, Curro Vázquez, Joaquín Bernadó, Miguel Mateo Miguelín, Paco Pallarés y constituyó para Luis Miguel Dominguín la última vez que vendría a torear a México, si bien no en la capital de la República, si se presentó en las plazas de Monterrey y Guadalajara, impidiéndole actuar en la Plaza México, una fractura de escafoides sufrida en una incursión en plazas sudamericanas durante ese periplo.

La reaparición de Paquirri en la plaza más grande del mundo se anunció para el 10 de enero de 1971. El cartel se confeccionó con Manolo Espinosa Armillita como cabeza de cartel y Curro Rivera con toros del ingeniero Mariano Ramírez para ese festejo. La reaparición del torero de Zahara de los Atúnes era esperada por la afición de la capital mexicana después de la destacada actuación que tuvo en su presentación.

La tarde fue lluviosa, lo que afectó la actuación de los diestros en lo general. No obstante, Curro Rivera se sobrepuso a las condiciones adversas y cortó a Cielito Lindo, tercero de la tarde, una oreja, pese a haberlo pinchado en el primer intento. 

Pero el triunfador de la tarde fue Paquirri, con el quinto del festejo, Caporal – curiosamente llamado igual que el toro de su confirmación – al que cortó las dos orejas. La crónica epistolar de Carlos León, dirigida al señor Miguel Blázquez y publicada en el desaparecido diario capitalino Novedades, en su parte medular y de manera algo prolija, dice lo que sigue:
En esta tarde, cuando estábamos calados hasta los huesos, cuando la lluvia había encogido a los dóciles toros del ingeniero Mariano Ramírez, pues todavía no se descubre la manera de sanforizarlos, el retumbar del cielo ponía un clima tormentoso, presagio de que allí iba a ocurrir algo que convirtiera los tendidos en cumbres borrascosas. Y así fue en esa estocada de “Paquirri” al quinto toro, en ese rayo que fulminó a “Caporal” en la más limpia y clásica suerte de matar recibiendo. 
Porque hoy, como caso singular, había en el cartel de toreros, de igual nombre, dos homónimos llamados Francisco Rivera. Uno es “Paquirri” y otro es “Curro”. Aquél es de Cádiz... y todo lo de Cádiz tiene solera. En torno a la Tacita de Plata se han multiplicado tanto los buenos toreros como los excelentes cantaores de flamenco. Y “Paquirri”, toreando, apunta como grande. 
¿Ha oído hablar de Juanito Mojama? Jerezano que apuntaba como pocos los tanguillos gaditanos. Y “Julepe”, del Puerto de Santa María, famosísimo solearero. Y la divina Rocío Juradom gaditana de Chipiona, que se arranca por fandanguillos de Huelva y se acaba el mundo. ¿Y el “Loco” Mateo, que lloraba ejecutando polos gitanos? ¿Y el “Loli”, que resucitó las seguiriyas de Paco de la Luz? Era jerezano, sobrino de la “Lobata” y creó un estilo de malagueñas caracterizadas por su lentitud - que también es lo bueno en el toreo -, al grado de que en Jerez de la Frontera corre un dicho popular, en tascas y bodegas: “Anda hijo, que eres más lento que las malagueñas de Loli”. 
Todo eso lo venimos evocando, bajo la tormenta marinera que cayó sobre la México y mientras nos sacábamos percebes y langostinos de los bolsillos. Si le digo a usted que en la cartera traía billetes de cien pesos y se encogieron tanto que se me volvieron de a cinco... 
Bueno, pues “Paquirri” ha estado toda la tarde en torero. Con gracia, con prestancia, con solera, apuntando el toreo como se apunta el cante. ¿Sabe usted que Manolo Caracol es hijo de Manuel Ortega? ¡De Cádiz, claro! Pues Manuel Ortega, que cantaba como nadie por soleares, fue el mozo de espadas de “Gallito”, hasta que por vez última le entregó los avíos en la trágica tarde de Talavera. ¿Y dónde me deja usted a Paco Botas, que aquí vino sirviendo los estoques a “Cagancho”, cuando por vez primera vino el gitano, y que cantaba el mirabrás y la caña como sólo se han cantado en Cantillana? ¡Nada! El cante jondo y los andaluces son una misma cosa. 
Aún parece que estoy escuchando a Pastora Pavón, que pasó a la historia como “La Niña de los Peines”, por aquél tango al que debió su sobrenombre y que ahora viene muy bien al pelo: 
Péinate tú con mis peines
que mis peines son de azúcar;
quien con mis peines se peina
hasta los dedos se chupa 
¡Imagínese usted! ¡Peines de azúcar! Si ahora se usaran aquí, hasta Carlos Trouyet iba a andar más despeinado que “El Cordobés”. 
Y usted perdone toda esa euforia, pero es que en esta tarde, a más de haber toreado bien a la verónica, a más de haber lucido con las banderillas, “Paquirri” ha resucitado la suerte de recibir, consumándola a la perfección. Le han dado dos orejas, que suenan a poco para la magnitud de la hazaña. Dos orejas, en cualquier tarde de suerte, las corta cualquiera. Pero lo que no cualquier consigue, es esa estampa de sabor añejo que allí quedó para ver quién es el guapo que la supera...
Prolijo y divagante el texto de Carlos León, pero refleja, creo, el impacto que causó, dentro del diluvio, la actuación de Paquirri, una actuación triunfal que le metió de lleno dentro del ánimo de la afición de la capital mexicana.

Paquirri actuaría entre 1970 y 1971 la cantidad de 18 tardes en México. 6 en la Plaza México, 3 en San Luis Potosí, 2 en Guadalajara, y una en las plazas de Acapulco, Morelia, Orizaba, Irapuato, Torreón, Querétaro y Mérida. La faena más grande que realizó sería quizás la que hizo al toro Girasol de Jesús Cabrera en la Plaza México el 19 de diciembre de 1971, al que a pesar de pinchar tres veces en la suerte de recibir, le cortó una oreja y quizás la tarde más redonda que tuvo fue la del domingo 30 de abril de 1971 en Guadalajara, cuando cortó cuatro orejas y dos rabos a toros de San Mateo, actuando mano a mano con Manolo Martínez.

Paquirri volvería a México hasta la temporada invernal 1974 – 75, torearía seis corridas, pero no pisaría ya la Plaza México. En estas líneas recuerdo una de sus grandes tardes allí.

Aviso parroquial: Los resaltados en el extracto de la crónica de Carlos León son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no aparecen así en su versión original.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Una fotografía con historia (VI)

18 de agosto de 1946. Calesero en Burgos

Calesero, Albaicín, Luis Mata, Ángel Luis Bienvenida y Cagancho
Burgos, 18 de agosto de 1946
Fotografía: Fede / Diario de Burgos
La campaña de 1946 fue la primera en la que los toreros mexicanos se presentaban en plazas españolas después de la ruptura de 1936 y de la Guerra Civil Española. Ya he contado en esta misma bitácora los esfuerzos de Antonio Algara para reparar los desacuerdos generados en aquel entonces primero y reafirmados a partir de 1939 después, para poder primero, traer a México a Manolete y después, conseguir que nuestros toreros pudieran ir a actuar a España.

Uno de los toreros que se beneficiaron con esa reanudación de relaciones taurinas fue Alfonso Ramírez Calesero, quien había recibido la alternativa al final de 1939 y gozaba en México de fama de artista. Partió a España al inicio de la campaña de 1946.

El balance numérico al final de la campaña puede parecer pobre, pues el escalafón definitivo de la campaña dice que Calesero toreó solamente 9 corridas de toros, pero si revisamos las plazas en las que lo hizo, fueron Barcelona, Sevilla, Madrid, Zaragoza y Granada en España; Bayona y Burdeos en Francia y Santarem en Portugal. Es decir, únicamente plazas de primera categoría. Además, como en el caso que me ocupa en este momento, toreó varios festivales y entre otros, ubiqué en la prensa de la época, uno en Logroño.

Y es que a veces, la calidad debe primar sobre la cantidad. Y Calesero era un torero de esos, de los que de poco en poco fueron construyendo su leyenda.

El festival de Burgos de 1946

En estos tiempos que corren, en los que la fiesta de los toros es denostada y considerada políticamente incorrecta, vale la pena a veces voltear atrás para ver que desde siempre quienes participan activamente en ella y quienes tenemos afición por ella, nos preocupamos y hacemos obra por causas nobles poniendo los medios de la propia fiesta al servicio de esas causas.

Así, en agosto de 1946, el Monte de Piedad, la Caja de Ahorros y el Círculo Católico de Obreros de Burgos organizaron un festival taurino a beneficio del Asilo de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres de esa capital. El festejo se celebraría el día 18 de agosto y en él actuarían inicialmente Joaquín Rodríguez Cagancho, Alfonso Ramírez Calesero, Rafael Albaicín, Ángel Luis Bienvenida y Manolo Escudero en la lidia de novillos de Ignacio Encinas, vecino de Palencia.

El Diario de Burgos fue el encargado de dar difusión a la organización del festival y de invitar a la afición y al público en general a asistir al mismo, dada la obra benéfica que se perseguía con el mismo:
Ya ha sido fijada la fecha definitiva en que ha celebrarse el grandioso festival taurino organizado por los periodistas a beneficio del Asilo de Hermanitas de los Pobres. 
Tendrá lugar el domingo día 18 del actual, lidiándose reses del prestigiosísimo y escrupuloso ganadero palentino, D. Ignacio Encinas, tan acreditado en Burgos en cuyo coso con tanto éxito han desfilado corridas suyas. 
Ayer, lunes, se desplazó a la propia finca del señor Encinas una representación de los organizadores a fin de elegir en el propio campo, los bichos que han de lidiarse y conseguir, de este modo, la máxima garantía de presentación del ganado como base esencial para el rotundo éxito del festejo... (6 de agosto)
Los novillos a lidiarse llegaron a la plaza el día 14 de agosto al atardecer, el propio Diario de Burgos relató las características de los mismos:
Ya han llegado los bichos. Ayer, a última hora de la tarde, llegaron a los corrales de la plaza, los cinco hermosos erales de la ganadería de Encinas, que se lidiarán en nuestro festival. 
Sus pelos y señales son los siguientes: Número 37, negro zaino, “Garrochero”. Número 18, negro meano, “Cucaracho”. Número 4, negro zaino, “Manito”. Número 14, negro zaino, “Veletero”. Número 35, negro zaino, “Civilillo”. 
Por la hora en la que hicieron su entrada en la plaza fueron contadas las personas que presenciaron el desencajonamiento, pero a todos gustaron mucho, por su finura y excelente lámina... (15 de agosto)
El día del festejo se anunció, sin expresión de causa, la sustitución de Manolo Escudero por el diestro aragonés Luis Mata, torero que entre nosotros cobró notoriedad por haber sido el que alternó con Fermín Espinosa Armillita en la última corrida que éste toreó en su vida y quien además se quedó con nosotros para siempre. Fue presentado a la afición de esta manera:
...nunca nos resignamos a desaprovechar la posibilidad de mejorar el cartel. 
Y, a fe, que, a última hora, hemos conseguido incorporar a éste una muy grata novedad, que los aficionados acogerán con viva satisfacción. 
Nada menos que Luis Mata, que alcanzó éxitos de apoteosis en ruedos mejicanos, vino a principios de año a España y en Madrid confirmó la alternativa y desde entonces acá todas sus actuaciones se cuentan por triunfos, tan señalados como los recientes y reiterados en Madrid, Barcelona y Zaragoza, cuyas calles ha paseado en triunfo en hombros de los aficionados. 
He aquí la ejecutoria con que hoy se presenta el gran lidiador aragonés ante nosotros; brillantísimos triunfos en todas las plazas y un corazón entregado al servicio de los pobres. 
Digno compañero de esos admirables diestros que son Cagancho y Albaicín, Ángel Luis Bienvenida y “El Calesero”, desde el primer momento junto a nosotros...
La celebración del festejo tuvo tintes triunfales. Cagancho, Albaicín y Ángel Luis cortaron oreja, dieron la vuelta al ruedo y recibieron, como se acostumbra en esos casos, un obsequio de la presidencia de honor. La actuación de mi paisano Calesero, fue de la siguiente guisa:
SEGUNDO. – Calesero y Bienvenida torean a la verónica oyendo palmas. 
El mejicano ofrece los palos a Ángel Luis y a Mata y los tres diestros entreteniendo al público jugueteando con el bicho entre constantes aplausos. 
Clavan los rehiletes admirablemente y las ovaciones se suceden. 
El Calesero comienza la faena de muleta con pases por alto, erguida la figura, siguieron otros de diferentes marcas para buscar la igualada, ya que el bichejo no se presta a adornos y termina con una estocada y descabello. (Ovación, oreja, vuelta al anillo y regalo)…
Pero ocurrieron cosas interesantes en el festejo. Por ejemplo, Cagancho cogió los palos en el que cerró plaza y en el que Luis Mata se alzó como el gran triunfador del festejo:
QUINTO. – Mata le saluda con unos capotazos superiores, valientes y llenos de arte. 
Albaicín y Calesero son ovacionados, como Mata, en sus intervenciones con la capichuela. 
Cagancho coge los palos y cambia un gran par; Calesero clava un palo; el aragonés un par y cierra el mejicano con otro levantando los brazos y llegando a la cara como los mejores (Grandes ovaciones). 
Mata, de rodillas, sale en busca de su enemigo y después de pasarle por alto da varios molinetes en la misma posición, metido entre los cuernos y entre abundantes palmas. Sigue en pie con manoletinas, pases afarolados, molinetes y derechazos. Un pinchazo hondo en lo alto y descabello. (Ovación, dos orejas, rabo, regalo de la presidenta, vuelta al ruedo y además es despedido con palmas que no cesan hasta que abandona la plaza)...
Independientemente de lo anterior, para dar variedad al festival, todos los diestros alternaron en quites, los que lo acostumbraban también lo hicieron en banderillas y fuera del reparto de apéndices – retazos de toro Manolo Martínez dixit – tuvieron una jornada triunfal en la que hicieron las delicias del público que llenó la antigua plaza de toros de Burgos.

Así pues, esa es la historia de una fotografía que por sí sola encierra mucho arte.

Agradezco a Joaquín Albaicín haberme puesto tras la pista de este interesante asunto.

Aldeanos