Ese decreto, sibilinamente hecho público en su literalidad en la prensa ordinaria, con precisión en los diarios La Defensa, El Demócrata y El Universal desde el día 9 anterior, implicaba dos prohibiciones, una, que afectaba a todas las entidades del país y que terminó con la entrada en vigor de la Constitución de 1917, es decir, el 6 de febrero de ese año y la otra, relativa al entonces Distrito Federal y los territorios de Baja California, Del Bravo, Jiménez, Quintana Roo y Tepic perduró algunos años más, fuera porque esos territorios dejaron de tener esa calidad jurídica – Del Bravo, Jiménez y Tepic – o por lo que enseguida intentaré relatar.
En el mes de abril de 1920, en Sonora, se hizo público el llamado Plan de Agua Prieta, donde aparecían como figuras principales a Adolfo de la Huerta, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón, oponiéndose al apoyo que daba el todavía Presidente Carranza a su embajador en los Estados Unidos, Ignacio N. Bonillas, para ser su sucesor en la elección próxima. Los ánimos se caldeaban en la Ciudad de México y por esa razón, tras de asistir don Venustiano al acto conmemorativo de la Batalla de Puebla el 5 de mayo, al siguiente día decidió cambiar la sede de los poderes federales al Puerto de Veracruz, abordando el tren presidencial para ello.
La posición política de Carranza ya estaba bastante debilitada, tanto, que el 9 de diciembre de 1919, la Cámara de Diputados dejó insubsistente su decreto prohibicionista y la de Senadores hizo lo propio el 2 de mayo de 1920, pero esa debilidad no impidió que antes, en plena vigencia de ese decreto, el 12 de octubre de 1919, se diera una corrida de toros en una plaza de toros levantada al efecto en la colonia La Bolsa – hoy colonia Morelos – de la capital, a beneficio de las obras de embellecimiento y drenaje de ese desarrollo habitacional. Esa tarde Juan Silveti lidió y mató en solitario cuatro toros de San Mateo de manera exitosa, mientras en El Toreo, Enrico Caruso y Gabriela Besanzoni presentaban la ópera de Verdi Un baile de máscaras.
La reapertura de El Toreo a las corridas de toros se celebró 16 de mayo de ese 1920, con un cartel formado por el diestro sevillano José Corzo Corcito y el Tigre de Guanajuato Juan Silveti, quienes lidiaron toros zacatecanos de San Mateo, en ese entonces, propiedad de los hermanos Antonio y Julián Llaguno.
La temporada 1920 – 21 en El Toreo
Una vez destrabados los obstáculos legales, se comenzaron a reorganizar los estamentos taurinos para volver a dar a El Toreo de la Condesa la función para la que originalmente estaba designado. En esa tesitura, se constituyó la sociedad denominada Empresa Taurina, S.A., formada por los señores Amada Díaz de De la Torre, propietaria del coso, el industrial minero español Andrés Fernández, el zacatecano Francisco Carreño, José del Rivero y Ramón López, siendo estos dos últimos representantes de los intereses de la señora Díaz y del señor Fernández, respectivamente. La cara visible de esa empresa, serían los tres últimos nombrados.
Escribe a este propósito Verduguillo:
Pepe Rivero y Ramón López salieron para España a contratar matadores que deberían actuar en la primera temporada 1920 – 21, después de la prohibición... El primer matador contratado fue Gaona y luego, por recomendación de éste, Alfonso Cela “Celita” de quien no teníamos más antecedentes de que era gallego, un matador de Galicia, una novedad. A poco supimos que estaba firmado Ignacio Sánchez Mejías, y al de Ignacio siguieron los contratos de Domingo González “Dominguín”, Ernesto Pastor, Juan Luis de la Rosa y Ángel Fernández “Angelete”, Juan Silveti fue contratado aquí...
Omite Rafael Solana en esa relación a Ernesto Pastor y refiere Heriberto Lanfranchi que se lidiaron toros de Piedras Negras, San Diego de los Padres, Atenco, Zotoluca, La Laguna y Coaxamalucan de entre las ganaderías nacionales, y del Duque de Veragua, Juan Conradi, Juan Manuel García, antes Arribas y Luis Gamero Cívico entre las españolas.
La temporada se inauguró el 17 de octubre de 1920 con toros de Piedras Negras para Juan Silveti mano a mano con Ángel Fernández Angelete, una corrida que solamente pasó a la historia por la efeméride que representó, pero por la escasa presencia de los piedrenegrinos, los espadas terminaron con rapidez la tarde.
Por su parte, Gaona volvió a México a principios de octubre de ese año y se instaló en una casa en la calle de Limantour, hoy Abraham González, de la que Verduguillo cuenta lo siguiente:
Sencillo el mobiliario, una que otra fotografía en las paredes tapizadas con papel descolorido. La sala tenía dos balconcitos a la calle; detrás un reducido comedor y luego el patiezuelo que daba acceso a la estrecha cocina. Esto era la planta baja, en la planta alta todo debió estar en consonancia. No hacía falta tener gran olfato para descubrir que Rodolfo venía, como se dice vulgarmente, “sin una peseta”... Largo rato permanecí con Rodolfo, conversando de diversos asuntos... Y mientras, el fiel mozo de espadas “Maera”, que no abandonó a Rodolfo ni en los momentos más críticos, entraba y salía arreglando el guardarropa del torero, en el que figuraban seis ternos. Los más lujosos que bordaron las habilísimas manos de la “Maestra”...
No olvidemos que el haber brindado un toro a Victoriano Huerta y el haber aceptado un festejo en correspondencia por ese brindis, motivó que Carranza le incautara sus bienes por considerarlo traidor a la patria, despojando, incluso, a la madre del torero de la casa que habitaba, y que el ridículo decreto que terminó por caer por su propia iniquidad, tenía un recipiendario en específico: Rodolfo Gaona, quien se tuvo que alejar de México durante todo el tiempo que el de Cuatro Ciénegas detentó el poder.
Todos estos elementos, es decir, el regreso de los toros a la Ciudad de México, la vuelta del Petronio a México y los integrantes del elenco anunciado, despertaron un interés inusitado por adquirir derechos de apartado, lo que motivó la necesidad de ampliar en alguna forma El Toreo. Es cuando, cuenta Guillermo Ernesto Padilla, se le agregan los palcos de contrabarrera que terminaron de definir su personalidad como escenario taurino:
Fue por aquellos días cuando se le aumentaron a la plaza los cincuenta y ocho palcos de contrabarrera cada uno para seis personas que serían una novedad para el público capitalino al inaugurarse la temporada 1920 – 1921...
La decimoprimera corrida de esa temporada 1920 – 21
Para el domingo 26 de diciembre de 1920 se anunció la decimoprimera corrida de la temporada, con un encierro de San Diego de los Padres que sería lidiado por Juan Silveti e Ignacio Sánchez Mejías mano a mano.
En los mentideros no agradó mucho el cartel ofrecido por la empresa, en ellos se auguraba una mala entrada. Escribe Gonzalo Espinosa Don Verdades, en su crónica aparecida en el diario Excélsior al día siguiente del festejo:
Todos aquellos que presagiaban que la corrida de ayer iba a ser un acusado fiasco, que el cartel era mal confeccionado y que la entrada sería menos que mediana, quedaron burlados de todo a todo. Ni el cartel fue malo, ni la corrida pesada, ni la entrada escasa. Por el contrario, como antes lo indicamos, la entrada fue un lleno, los diestros cumplieron y todos los asistentes quedaron complacidos... El frío invernal que se sentía y el aire molesto que sopló toda la tarde, pronto fue olvidado, ya que la animación hizo enardecer la sangre en los aficionados de buena cepa, y hasta en aquellos que no lo son y acuden al circo a presenciar una fiesta de la que poco entienden. Estos señores Villamelones son los que a veces con sus intemperancias y sus necedades ocasionan molestias, silbando, nada más porque se les antoja, suertes bien consumadas, que, en vez de merecer censura, deben ser aplaudidas... Antes de comenzar la corrida se notaba cierto pesimismo. Los presagios lúgubres de las pitonisas y agoreros se habían extendido, y el mal humor había contagiado a todos los que, rebosantes de alegría y esperanza, llegaban a la plaza...
Al parecer, por lo narrado, la tarde fue fría y ventosa, pero eso no impidió que la gente acudiera a la plaza, la llenara y disfrutara de una tarde de toros que, a la vuelta de los años, resulta histórica.
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| Apuntes de Ernesto García Cabral Excélsior, 27/12/1920 |
El primer rabo en la historia de la plaza
El segundo toro de la tarde se llamó Caparrota, fue el primero del lote de Ignacio Sánchez Mejías. La faena realizada reflejó su emotivo acento hasta en el hacer del cronista, que tuvo que hacer uso, en momentos, hasta del ditirambo para poder transmitir lo que estaba apreciando en el ruedo. La versión de Miguel Necoechea Latiguillo, para el diario El Demócrata, aparecido al día siguiente del festejo, entre otras cosas dice:
...inicia Sánchez Mejías su estupenda faena de banderillero... La preparación es espectacular. Torero y toro están solos en la arena y separados de tercio a tercio... Reta Ignacio y el toro se encampana, se engalla y da una corta carrera. Después se detiene… El capote de “Bombita” interviene y lo devuelve al tercio con ánimo de cerrarlo en tablas y allí va a buscarlo el diestro que al pasarse de vacío por no acudir el animal, cambia los palos por otros y decidido entra al sesgo, dejando el primer par que le vale palmas; de poder a poder es el segundo que le conquista aclamaciones y en la forma esa impresionante, sesgando por el terreno de adentro sin salida casi, encomendando su vida solo al poder de sus facultades y a la serenidad de su corazón, deja el de Sevilla un par que es quizás el más grande y expuesto que le hemos visto clavar en la temporada... Ya no es ovación sino delirio el que sacude al público, que como un poseído grita vítores y palmotea hasta romper las manos... “Caparrota” está ahora más bravo que al salir del chiquero. La faena que nos espera con un toro semejante y un torero de tanto arrojo, habrá de ser grande, pensamos... Pero fue más; resultó inmensa de valentía y relampagueante por lo breve y deslumbradora... Sánchez Mejías brindó este toro a Silveti. ¿Diplomacia? No, merecido honor al mexicano que sabiendo con quien tenía que habérselas se apretó los machos de la taleguilla como pocas veces lo ha hecho y entró en el ruedo decidido a salir como los héroes de Esparta ¡con el escudo o sobre el escudo! … Lo que después sucedió fue un asombro. “Caparrota”, cerrado en tablas, vio a su enemigo citándolo en un palmo. Al hilo de las tablas hubo un pase por alto que fue preparación de lo estupendo. Dos pases de pecho, sentado en el estribo, pero no pases, así como quiera, no; dos pases tan apretados, que ya no con los cuernos estuvo expuesto el sevillano a morir prensado contra la barrera... Cuando se puso en pie, vimos que había perdido en el lance una zapatilla. Después se echó materialmente sobre “Caparrota” dándole solo tres muletazos formidables por alto y un ayudado, que lo obligó a juntar las patas, y ya cuadrado le soltó Ignacio una media estocada monumental y en las mismas péndolas, entrando corto y derecho y saliendo por el costillar, limpio como un rayo de sol... ¡Olé los hombres! … Llovieron al ruedo sombreros y bastones, flores y prendas de vestir y una mujer entusiasta se arrancó la piel - la de abrigo, se entiende - y la arrojó al ruedo... Se concedió a Ignacio la oreja y el rabo de “Caparrota”...
Era el primer rabo que se concedía en poco más de diecinueve años de existencia de la plaza. Lanfranchi refiere que también cortó el del cuarto de la tarde, Boticario, siendo que Don Verdades y Guillermo Ernesto Padilla hablan de que cortó solamente una oreja, en tanto que Latiguillo, refiere que solamente fue ovacionado. A saber.
Fuera de datos estadísticos, esta tarde el terreno quedaba debidamente preparado para la corrida del siguiente domingo, en el que se encontrarían Gaona y Sánchez Mejías con toros de Atenco y San Diego de los Padres. En esa tarde se iniciaría una muy interesante competencia entre ambos, que trascendió a los tendidos y que le agregó un ingrediente de interés a esta temporada de reapertura.
Y, para terminar
Recurro de nueva cuenta a Latiguillo que resume el festejo de esta manera:
La de ayer sí fue una competencia entre esos dos lidiadores que cultivan el mismo género emotivo e impresionante de torear... Y si Sánchez Mejías, ayer, como el día de su debut, nos puso en un sobresalto constante, Juan Silveti, en más de una ocasión nos mantuvo el resuello en suspenso y nos hizo sentir en las carnes ese estremecimiento que es a modo de augurio de tragedia...
Los toros son sol y sombra, triunfo y sangre, vida y muerte... Así lo hacen patente los toreros en el ruedo, unas veces de manera más evidente que otras, como esta que intento contarles el día de hoy.


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