Programa de mano de la corrida 1000 |
Conforme fue avanzando la temporada de ese año 1979 y advertida la administración del torero de la realización por alcanzar, su administración preparó las cosas de tal manera que la fecha del milenario llegara el día 5 de agosto. La víspera, Manolo Martínez mató seis toros – Jesús Cabrera, Tresguerras, Xajay, Begoña, Torrecilla y San Antonio de Triana – en la Plaza Monumental Monterrey y les cortó 5 orejas y dio una vuelta al ruedo y para el día de la gran cita se prepararon en los corrales de la Plaza México toros de San Mateo; Tequisquiapan; San Martín; San Miguel de Mimiahuápam; Reyes Huerta y Los Martínez, vacada que se presentaba en la plaza de toros más grande del mundo.
El festejo y su ambiente
La corrida se dio en un lapso que medió en una temporada de novilladas que había sido interrumpida a causa de una disputa entre la empresa de la Plaza México – dirigida por el Dr. Alfonso Gaona – y la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, que solicitaban un incremento a sus emolumentos en los festejos novilleriles, pero por otra parte, los novilleros y su Asociación sindical, se oponían a éste. Al final de cuentas, por allá por septiembre, los festejos menores se reanudarían con un arreglo satisfactorio para todos, en apariencia.
La recopilación de Alfonso López |
El tercer toro de la tarde se llamó Juan Polainas y la manera en la que Luis Soleares – pseudónimo utilizado inicialmente por Carlos Loret de Mola Mediz y posteriormente su hijo Rafael – vio la faena de Manolo Martínez a ese toro berrendo de San Martín, en crónica de agencia publicada por el diario El Informador de Guadalajara, fue la siguiente:
SAN MARTÍN: Era de esperarse que José Chafik, el apoderado del matador y dueño de San Martín, le mandase lo mejor que tenía. Un bicho con historia genética para semental y precioso: berrendo en negro, botinero, calcetero y bien armado, con cuatrocientos noventa y cuatro kilos de peso, llamado “Juan Polainas”.
Dos espontáneos, mandados por enemigos de Martínez, son detenidos a tiempo y todavía intenta lanzarse, sin lograrlo, uno más. ¡Qué feo es esto!
El berrendo embiste más alegre que ninguno otro, y claro y fácil. Martínez le instrumenta unas verónicas muy lentas y bajas, exquisitas, y además cuidando del burel. La media es excelsa y el quite por chicuelinas exquisito, con remate que detiene el reloj.
Juan Carlos Contreras lo prende en la vara de la tarde – quizá del año – y escucha una ovación que le acompaña cuando sale al ruedo. Una de esas puyas de otra época, echando el caballo hacia adelante y clavando desde lejos en el hoyo de las agujas, para resistir la embestida con la fuerza del brazo, y castigar con rudeza pero donde se debe. Queda el toro, con este único pero suficiente castigo, como seda. Cumple en banderillas.
Tres ayudados por alto abren la faena. Estatuarios. Inmediatamente liga seis derechazos de primor y martinete en un palmo. Cinco naturales impecables y pase de pecho. Otros tantos derechazos y desdén. Y un pase de pecho. Cada vez con más belleza, trincherazo y serie de derechazos y pase de pecho. Naturales exquisitos y pase de pecho. Naturales exquisitos y desdén. La plaza se viene abajo. Se perfila y coloca su mejor estocada de la tarde, completa, bien ejecutada y en el hoyo de las agujas. En el momento en que el berrendo se desploma espectacularmente en los medios, el aguacero tapa con sombrillas los pañuelos y no estalla el escándalo del triunfo. Hay una oreja. Merecía dos. Vuelta al ruedo y salida a los medios con interminable ovación. El aguacero, respetuoso, se retira…
Manolo Martínez cortaría también la oreja a Milenario, cuarto de la tarde, de San Miguel de Mimiahuápam y la tarde parecía remontar, pero los toros quinto y sexto no le dieron mucho margen para lucirse y para mayor complicación, se eternizó con la espada con el último de la tarde, lo que motivó que ésta terminara casi barruntando una bronca.
Una semana después del festejo, Alfonso López, cronista titular del diario Excélsior de la Ciudad de México, en un suplemento gráfico de ese diario, hacía la siguiente recapitulación de lo sucedido en la corrida:
Todo el arte de Manolo se desdibujó con el estoque; lluvia de cojines
Para celebrar su corrida número 1,000, Manuel Martínez Ancira, oriundo de Monterrey, Nuevo León, se encerró el domingo 5 de agosto en la Plaza México, con: Pajarito, de San Mateo; Juan y Medio, criado en Tequisquiapan; Juan Polainas, precioso berrendo en negro que llevara la divisa de San Martín; Milenario, de San Miguel de Mimiahuápam; Milagro, herrado por Reyes Huerta y Canta Claro de la ganadería de Los Martínez, todos ellos, toros, toros.
El regiomontano, recibido con un entradón y obligado a ir hasta los medios para agradecer los aplausos, salió al tercio en su primero, al igual que en el segundo; cortó sendas orejas a tercero y cuarto; tuvo silencio después del quinto, y luego soportó gran cojiniza iniciada antes de doblar el sexto, del cual el juez Pérez y Fuentes le perdonó un aviso y quizás dos.
Los trofeos no fueron más en los cuatro toros iniciales porque en todos pinchó a la primera vez, pero el recital que diera con capote y muleta, sin olvidar la extraordinaria estocada a Juan Polainas, ahí quedó para la antología de lo verdaderamente artístico en la más bella de las fiestas bellas.
Desgraciadamente, con quinto y sexto toros, las notas del concierto dejaron de ser tan brillantes como al principio y, por lo fatal que estuvo con la espada en el último, la celebración no terminó como él y sus admiradores hubieran querido.
De todas maneras, Manolo es el primer torero mexicanos que (según las estadísticas de Luis Ruiz Quiroz) llega a 1,000 “corridas, sí” (como el propio espada lo dijo en el patio de cuadrillas) “porque no todas pueden ser en la Plaza México”.
Además, como hasta sus enemigos debieron notarlo el domingo pasado, Manolo llegó a esta etapa de su vida torera destilando arte, y del bueno...
El mismo Luis Soleares advierte sus fallos con el acero e intenta explicarlos y justificarlos de la siguiente manera:
…Falló, salvo en dos toros, a la hora de consumar la suerte suprema, sobre la cual ha adquirido un gran dominio en los últimos tiempos, Una peligrosa inhibición le saltó anoche en Monterrey – corrida número novecientos noventa y nueve –, y esta tarde en la milésima, y se tradujo en los indecisos pinchazos que le afearon la brillantez de su triunfo. ¿Mala suerte?, permítaseme no creer en ella. Manolo ha estado mal en su última suerte porque le ha faltado ese instante de decisión plena, ese arrogante encuentro final cuando se ponen a disposición de los cuernos – sin verlos –, los vasos más importantes que corren en la cara externa del muslo izquierdo, tercio superior, y el segundo, bravo, seco y peligrosísimo burel – al que había trazado una lidia imperial, de gran mérito –, le arrojó en el momento de la estocada y estuvo a punto de matarlo. Le pescó en el viaje y le hizo alejarse más de la seguridad precisa a la hora de la verdad. Recuperará Martínez, con su profesionalismo y su carácter el tranquillo seguro a la hora de la verdad. Tal vez gracias a esta frustración dentro del cuadro de su carrera triunfal, se haya quedado en los ruedos. De haber redondeado una tarde de gloria plena hoy, se habría cortado súbitamente la coleta. Algo de esto se temía. Sí, se temía, pues el regiomontano tiene que triunfar en España, plena y largamente, un año tan solo por lo menos, antes de hablar de Las Golondrinas. Está en plenitud…
Mi entrada |
Esas 344 corridas se dividirían en dos etapas, una primera, que llegaría hasta el día 30 de mayo de 1982 – fecha de su anunciada despedida en la Plaza México – y que constaría de 233 festejos y la última que iría del 28 de marzo de 1987 al 9 de marzo de 1990 – fecha de su última actuación vestido de luces, también en la Plaza México – y que completaría los 111 restantes, pero eso sí, con el mando de la fiesta en México, hasta el último día.
Espero que esta remembranza, no obstante su extensión, haya resultado de su interés.
Xavier:
ResponderEliminarLo que habría dado por ver esa faena tan bien contada, o al menos relatada de tal forma que a uno le hace relamerse de gusto y lamentarse de su tardía afección a la fe martinista. Eso sí, si estoy en un error por ello, la culpa no es solo mía, también lo es del inductor.
Un saludo
Enrique: Yo creo que Manolo Martínez tuvo tardes mejores. Yo le vi allí solo con seis toros un par de veces más y la verdad es que salvo la tarde de la anunciada despedida, el clima y la espada se le ponían a la contra y al final la gente salía desencantada, porque fue un torero que no se distinguió por la amplitud de su repertorio ya en esos días. Lo de "Juan Polainas" evitó el desastre, pero no entra en su historia como uno de sus grandes hitos, creo. El hito en sí, es el hecho de haber alcanzado las mil corridas. Gracias por pasarte por aquí.
EliminarLa Corrida mil De Manolo Martínez fue una de sus Mejores Tardes donde dejo ver el Arte y la Madurez como Gran Figura
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