domingo, 11 de agosto de 2024

12 de agosto de 1945: Jesús Guerra “Guerrita” sufre una grave cornada en Madrid

Álvarez Pelayo, Guerrita y Rafael Llorente
Madrid, 19 de abril de 1945
Archivo: Martín Santos Yubero
Jesús Guerra Guerrita, originario dela Ciudad de México, era conocido en las plazas de la capital mexicana desde el 22 de mayo de 1938, cuando se presentó en El Toreo de la Condesa para lidiar un encierro de La Laguna alternando con Jesús González El Indio y Emiliano Vega. Fue uno de los novilleros que tuvieron que dejar paso a toreros como Lorenzo Garza, El Soldado, Fermín Rivera, Ricardo Torres, Silverio Pérez, Eduardo Solórzano, Calesero o Carlos Arruza, quienes hicieron a muchos de sus compañeros de promoción esperar otros tiempos para sobresalir.

Así, Guerrita tuvo que esperar hasta las temporadas de 1943 y 1944 para poder salir adelante en su intento de obtener una alternativa con fuerza, llegando en el primero de esos años a disputar la Oreja de Plata con Juan Estrada y en la segunda, a completar ocho tardes en la plaza de La Condesa. De nuevo le tocó ser parte de otra generación formada por toreros de la talla de Gregorio García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Luis Briones o el malogrado Eduardo Liceaga

Por esa razón quizás, se decidió a hacer una campaña novilleril en España en el año de 1945, aprovechando que las relaciones taurinas hispano – mexicanas se habían reanudado el calendario anterior. Y logró presentarse en plazas de importancia, porque el 19 de abril de ese calendario hizo su debut en la Plaza de Las Ventas de Madrid, para enfrentar una novillada de los señores de Pablo Romero, en unión del madrileño Rafael Llorente y el granadino José Álvarez Pelayo.

La actuación de Guerrita en esa tarde de su presentación, fue vista así por quien firmó como Alardi II, en el diario deportivo Gol, de la capital española:

Jesús Guerra borda con primor tres lances con los pies quietos y meciendo los brazos con arte y salero. (Ovación). Se supera el mejicano quitando por gaoneras y un adorno de medio lance amanoletado que le resulta de efecto. Pepe Atienza pega en lo alto y bien cuatro veces, y el público no sabe agradecerlo con sus palmas. El azteca, azul y oro, como sus dos compañeros - ¡tipo único! - coloca dos buenos pares de banderillas, que se aplauden. Cierra su peón. Comienza valiente y torero con cuatro derechazos que se jalean. Sin temor a los achuchones del bravo «Ciclonero» sigue por naturales y da uno de pecho excelentísimo. Una estocada algo tendida que basta. (Gran ovación. Salida a los medios, que la modestia del espada no quiere convertir en vuelta al ruedo. La faena lo merecía)…

El sexto le dio a Guerrita una aparatosa voltereta que le impidió finiquitarlo. El parte rendido por el doctor Jiménez Guinea fue el siguiente:

El torero mejicano Jesús Guerra fue asistido de una contusión en la región inguinal derecha otra en la rodilla izquierda y otra en la región esternal, así como conmoción cerebral. Pronóstico menos grave. Doctor Jiménez Guinea.

La opinión general de la crónica en esas fechas fue en el sentido de que Guerrita se había ganado la repetición.

La tarde del 12 de agosto de 1945

Reaparecía Guerrita en Las Ventas. De nueva cuenta lo acompañaba en el cartel Rafael Llorente y cerraba la tercia el torero de Albacete, Manolo Navarro, quienes enfrentarían novillos de los herederos de Demetrio Fraile, de Zaragoza. Esta tarde la había yo mencionado aquí hace algo más de una década, porque al final de cuentas el diestro de Barajas, Rafael Llorente, se quedó con la corrida completa por haber sido heridos sus dos alternantes.

Guerrita se enfrentó al segundo toro de la tarde, pero sin poder concluir su labor. Don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes siguiente al día del festejo, resume así su actuación:

Buenas verónicas de Guerra por el lado izquierdo y un superior quite por faroles. El espada clava un par y medio de banderillas. Muletea sobre la derecha. Al dar un natural, el novillo que no pasa, le coge aparatosamente. Llorente acaba con el bicho de una estocada corta...

Por su parte, quien firmó como R.O.L. en el diario madrileño Pueblo, escribió lo siguiente:

Mansurronearon los novillos de Fraile que ayer se lidiaron en Madrid, y está visto que no hay maniera, de que puedan lucirse los modestos diestros de los que la afición espera algo... Así, Jesús Guerra, qué demostró con la capa inteligencia torera, apretándose bien al veroniquear, al comenzar la faena de muleta resultó gravemente herido, por empeñarse en torear al natural a un toro que no pasaba...

También Manolo Navarro fue herido por el tercero de la tarde al intentar entrar a matar. Igual, Llorente tuvo que pasaportar al novillo.

Los partes facultativos rendidos por el doctor Luis Jiménez Guinea, Jefe del Servicio Médico de la Plaza de Las Ventas, fueron en el siguiente sentido:

El novillero Jesús Guerra sufre una herida en la región inguinal izquierda, con un trayecto ascendente de unos catorce centímetros de longitud, que interesa los músculos oblicuo mayor, oblicuo menor y transverso, contusionando el peritoneo.

Manolo Navarro sufre una herida en el tercio inferior de la cara posterior del muslo izquierdo, que interesa piel, tejido celular y aponeurosis, con un trayecto hada abajo y afuera de unos diez centímetros de longitud.

El doctor Jiménez Guinea calificó de grave la herida de Guerra y de menos grave la de Navarro.

Ambos diestros fueron trasladados al Sanatorio de Toreros. 

Rafael Llorente terminó saliendo en hombros de la afición que casi llenó la plaza madrileña tanto porque le cortó una oreja al primero y al sexto de la tarde, como por la hazaña que había logrado sin tenerla programada. Escribió don Luis Uriarte:

Y Llorente hubo de entendérselas con los seis novillos. Lo cual, habiéndolo hecho muy decorosamente, ya constituye un éxito. Añádase que cortó la oreja del primero y la del sexto y que salió en hombros de la plaza, y ya se ve que, aún habiendo escuchado un aviso en el quinto, que tenía el cerviguillo más duro que la punta de los estoques de descabellar, dicho éxito revistió caracteres de bastante apreciable importancia... Llorente salió airoso del trance durísimo en que le colocaron las cogidas de sus compañeros, gracias a un gran esfuerzo de voluntad, a su valentía, a su pundonor ya sus recursos toreros. Se fatigó mucho, desde luego. Arrastrado el quinto novillo, hubo de solicitar un descanso de la presidencia. Pero aun tuvo arrestos y gallardía para terminar su labor con el mismo premio de la oreja con que iniciara... Por todo ello mereció los aplausos con que el público le animó durante toda la tarde...

Después de esa tarde

Rafael Llorente fue el primero de esta última terna en recibir la alternativa de matador de toros, apenas algo más de dos semanas después de este festejo, el 30 de agosto siguiente, en Barcelona, Manolete, en presencia de Carlos Arruza, le cedió los trastos para dar cuenta del toro Fastidioso de Carlos Núñez. Confirmaría su alternativa en México el 18 de enero de 1953, llevando como padrino a Juan Silveti y de testigo a Antonio Ordóñez, con el toro Aguilucho de El Rocío.

Guerrita fue el siguiente en doctorarse. Lo hizo en Corella, Navarra, el 27 de septiembre, también de ese año del 45. Lo invistió el tudelano Julián Marín, en festejo que torearon mano a mano ante toros de Amador Santos. Confirmó su alternativa en la Plaza México el 8 de diciembre de 1946, de manos de Silverio Pérez y llevando como testigo a Manolete. El toro de la ceremonia fue Renegao de La Punta.

Por su parte, Manolo Navarro se convirtió en matador de toros en su tierra, Albacete, el día de Santiago de 1947. Le apadrinó Gitanillo de Triana y atestiguó Luis Miguel Dominguín, siendo el toro de la cesión Limpiador, de Villagodio Hermanos. Confirmó en Madrid el 4 de octubre de ese mismo año en la Corrida de la Prensa, de manos de Domingo Ortega, y llevando como testigos a Luis Miguel Dominguín y Paquito Muñoz. Esa tarde se lidiaron cuatro toros de Antonio – Pérez Tabernero y cuatro de Carlos Núñez.

Este es el breve recuento de una tarde de toros en la que quedó patente que los toros dan cornadas, porque no pueden dar otra cosa, como sentenció en su día el inmortal Frascuelo.

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