lunes, 23 de mayo de 2022

22 de mayo de 1972. Una tarde de hitos y mitos (II/III)

Curro Rivera en Madrid
Foto: Cano - Colección: J. Colomer

Un sitio ganado a ley

Curro Rivera se contrató a tres tardes el San Isidro del 72. Obtuvo ese trato de figura a partir de la importante campaña que realizó el año anterior, triunfando en las principales plazas europeas y llegando, en el caso de la Villa y Corte, a torear la Corrida de la Beneficencia, que en aquellos años se conformaba con los triunfadores del serial isidril y no era anunciada de antemano junto con él. Y en su paso por el ciclo madrileño de hace 50 años, en su presentación el día 17 de mayo le cortó una oreja a Neroso el primero del lote de José Luis Osborne que sorteó esa tarde. El día 19 completó su segunda fecha, ante toros salmantinos de Antonio Pérez de San Fernando. Esa fue una tarde lluviosa y de frialdad en los tendidos, sin embargo, tras de su hacer ante el quinto de la función, el colorado nombrado Veleta se le pidió la oreja, que no fue concedida por Usía.

Así llegó a la actuación final de su compromiso, señalada para el lunes 22 de mayo, en el que compartiría cartel con Andrés Vázquez y Palomo Linares ante los toros de Atanasio Fernández. De esa corrida le tocaron en suerte Cigarrero y Pitito, tercero y sexto de la corrida, que le causaron la siguiente impresión a Carlos Briones, expresada en el semanario El Ruedo fechado el 30 de mayo siguiente:

Tercero, «Cigarrero», número 64, negro bragao meano, de 520 kilos. Abanto de salida, flojo al final, aunque embistiera con nobleza. Recibió una vara, en que apretó con buen estilo, y par y medio de banderillas. Murió de media estocada. Fue aplaudido en el arrastre… Sexto, «Pitito», número 23, negro zaino, de 531 kilos. Igual que casi todos sus hermanos de salida, se creció luego ante los castigos y llegó con nobleza a la muleta. Recibió un picotazo rebrincando y saliendo suelto, y una vara trasera, en que sonó el estribo, pero apretó. Tres pares de banderillas. Murió de pinchazo y estocada entera. Fue aplaudido...

Como se puede ver, la corrida no fue precisamente un dechado de cualidades, pero el interés por triunfar y la voluntad de los toreros lograron imponerse y quizás hasta encubrir las complicaciones de los toros. 

Curro Rivera corta cuatro orejas

El hecho de cortarle las dos orejas a cada uno de los toros de su lote resulta ser inusitado para un diestro mexicano. Así, la historia nos muestra que Armillita en 1933, en la Corrida de la Prensa; Carlos Arruza en 1945, durante la Corrida del Montepío de Toreros; y, Antonio Lomelín en 1971 la tarde de su confirmación, le cortaron tres orejas a los toros que les correspondieron, pero desde la inauguración de la plaza y hasta la fecha que nos ocupa, ningún torero mexicano había cortado cuatro orejas en Las Ventas en una misma tarde. Así pues, pese a todo, se seguía escribiendo historia ese lunes de hace medio siglo.

La crónica del festejo que hiciera Carlos Briones para El Ruedo en el número arriba señalado, entre otras cosas dice:

Saludó a «Cigarrero» con cinco verónicas sin enmienda, cerró con media de suave armonía, llevó al caballo a su colaborador – pues así era el suave Atanasio – por chicuelinas y escuchó ovación que divide las opiniones cuando se da el cambio al novillote con una sola vara. Brindis al público, para abrir faena por estatuarios, ayudado y de pecho que encandilan a la concurrencia, aunque la faena se desluzca en ocasiones por «Cigarrero», que dobla las manos. El momento álgido en la aclamación pública lo registramos en unos circulares sin enmendarse, en que por tres veces pudo – sin mover los pies – constituirse en el eje de la embestida del noble animal; dos series de naturales y otra de nuevas circulares perfectos son prólogo a media estocada bien puesta, premiada con las dos orejas… «Pitito», el sexto, tenía más respeto, pero también Curro se lo perdió, si no con el capote – con el que no se paró –, sí en la faena, más clásica, más arriesgada, seguramente más maciza, dentro de la sobriedad elegante de los redondos, naturales y pases de pecho en línea creciente de perfección; remata con unos adornos de fina torería y señala bien un pinchazo antes de dejar una estocada con pérdida de la muleta en el cruce. El público – que, como el torero, estaba embalado en el éxito de la tarde – pide y logra las dos orejas de «Pitito» para Rivera, al que creemos, ver en su mejor momento desde que llegara a España.

Otra visión amable del asunto viene de José Alameda, que en calidad de enviado especial de El Heraldo de México, escribió una crónica que se publicó de este lado del mar el día siguiente al de la corrida y de la que entresaco lo que sigue:

Ahora el grupito de aguafiestas salió cabizbajo mientras el público aficionado iba feliz… Gran mérito ha tenido lo que hizo con el tercero de la tarde, un toro muy noble pero escaso de fuerza. Currito lo toreó admirablemente de capa en los medios, en verónicas sin enmendarse. Luego, hizo las chicuelinas ambulantes para llevarlo al caballo y todo el tercio transcurrió entre aclamaciones para él. Fue un tercio corto, porque pidió el cambio luego de una vara, que era lo adecuado… Su faena la empezó también sin enmendarse, en cuatro ayudados por alto, cerca de tablas. Luego, en los tercios, en cuanto le echó la mano abajo en dos derechazos, el toro se le cayó. Y empezamos a temer que pudiera caerse también la faena. Pero Curro estuvo admirable de temple. Con una pulsación perfecta empezó a medir el toreo, yo diría que a “peinarlo”, y ya el toro no volvió a caerse, porque aquella muleta lo llevaba como el verso de Goethe, “sin apresuramiento, pero sin retraso” … Jamás había visto a Curro templar así. Puso al toro tan a punto que pudo hacerle el circurret… era la primera vez que lo hacía en Madrid. Y el público, deslumbrado, se le entregó…

Siguen, desde este punto de vista, los reproches a la conducta de los entonces instalados en el tendido 8 de Las Ventas, criticados por fundamentalistas y perpetuamente inconformes. Al final, su postura resultó ser la minoritaria, según el resultado final de la tarde. Pero tuvieron esos especialistas en ver lo negativo su abrigo en algunas crónicas. Escribe Díaz – Cañabate en el ABC de Madrid:

Las faenas de Palomo y de Rivera que les valieron las ocho orejas fueron de las corrientes, con ninguna emoción, y te repito que a mí lo que me priva en los toros es la emoción y lo que me arrebata es el valor unido al arte, y esto no lo he visto hoy. Hoy hemos visto en los tres toreros lo que les ha faltado a sus compañeros y a ellos mismos en las once corridas de la Feria, hoy han tenido en buen grado decisión, voluntad y entusiasmo. La faena de Andrés Vázquez al primero creo que ha sido la única variada que hemos visto. La de Palomo al del rabo la más libre de sus habituales defectos, y las de Rivera, más animadas que las de siempre...

Por su parte, Alfonso Navalón, en Pueblo, manifestó:

De lo que hizo Curro Rivera para llevarse cuatro orejas no creo que se acuerde nadie a estas horas. Dio muchos pases. Infinidad de pases. Quieto. Se lo pasó por delante y por detrás. Les hizo dar repetidas vueltas en torno a su cintura, como demostración exhaustiva de la candidez de sus sumisos colaboradores. Matando sí. Matando le echó pundonor y se fue mirando al morrillo detrás de la espada… Y eso fue todo. Para varios miles de espectadores y para el presidente, que hizo de regidor de escena, aquello debió ser el no va más. Para los que fuimos a ver una corrida de toros aceptamos la bella faena de Palomo, pero ante el único toro legal que salió por los chiqueros, no vimos faena…

Como se ve, resulta complicado el quedar bien con todos. Así como hubo quien aceptara las bondades de la tarde, también hubo quien simplemente no quedara conforme con nada de lo visto.

Homenaje con sabor a México

El 24 de mayo, El Informador, diario de Guadalajara presentaba una nota de la Agencia France Presse (AFP), en la que se da cuenta de un almuerzo – homenaje que la Porra de Ingenieros de la Plaza México ofreció a Curro Rivera por el triunfo tenido en la plaza de toros de Las Ventas el día anterior. Acudieron invitados a esa reunión aficionados mexicanos, distintos representantes de los medios de comunicación y dirigentes de la empresa de la plaza madrileña.

El corresponsal de la AFP entrevistó a Fermín Rivera, padre del diestro triunfador, quien dijo entre otras cosas:

Nunca pensé que mi hijo Curro me borrara como matador de toros. Estoy orgulloso como padre y como lo que fui: torero...

En dicha comunicación, se aseguraba que, en el propio evento, el apoderado de Curro Rivera y él mismo, ya negociaban el regresar a Madrid para el San Isidro de 1973, por otras tres tardes. No está de más comentar en este punto, que, a esa altura de la temporada, Curro Rivera estaba, por el número de festejos toreados, entre los cinco primeros del escalafón en España.

Mañana ahora sí, la conclusión de estos apuntes…

Aviso Parroquial: Este amanuense es el único responsable de los resaltados en los textos transcritos, pues no obran de esa manera en sus versiones originales.

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