sábado, 2 de mayo de 2009

Tal día como hoy: 2 de mayo de 2004. Jorge Gutiérrez y José María Luévano sacan la casta y se imponen a los elementos.

NECESARIA ACLARACIÓN: Hoy debiera celebrarse la sexta corrida de la Feria de San Marcos. Por las razones que han sido profusamente difundidas, esta corrida y las que siguen, no se llevarán a cabo. La razón de seguir publicando estos recuerdos, es que el trabajo ya lo tengo hecho y me parece algo ocioso dejarlo añejar un calendario completo, así que seguiré las fechas del cartel original de los festejos y continuaré publicando estas ideas, si Ustedes no tienen objeción.
Para el 8º festejo del serial 2004 se anunciaron toros de José Garfias para Jorge Gutiérrez, Eulalio López Zotoluco y José María Luévano.

Uno de los discursos recurrentes de los ecologistas es el del cambio climático. Pues una muestra de que el tiempo ya no es como solía ser, se vio esta tarde del 2 de mayo de 2004, en el que al principio de la 8ª corrida de feria, se soltó un viento casi huracanado, que hacía si no imposible, si muy complicada la lidia y después, al final del mismo, cayó un chaparrón de regulares proporciones, que de no ser por la disposición de Jorge y Luévano en especial, no hubiera tenido un final para ser recordado.

Sobre este festejo escribió Juan Antonio de Labra:

…Desde un par de horas antes del comienzo del festejo se desató un viento huracanado. Las ramas de los árboles se mecían con ímpetu y todo apuntaba iba a ser casi imposible torear. La lidia de los dos primeros toros de la tarde fue un vaivén de desconfianza porque los toreros no podían mantener planchados los engaños en ningún momento.

El toro que abrió plaza no se empleaba nada y Jorge Gutiérrez se vio obligado a abreviar con el lógico temor de ser cogido debido al amargo trago que significaba el vendaval…

…Y de pronto ocurrió lo que nunca antes había presenciado en mi vida de aficionado: la autoridad anunció a través del sonido local que el festejo se iba a interrumpir durante diez minutos para ver si amainaba el temporal. ¿Habrá algún día un artículo en los reglamentos taurinos que permita suspender un festejo por viento? Sería un tema a poner sobre la mesa, pues cuando sopla con tal violencia el espectáculo se arruina.

Tras la pausa el viento siguió molestando. Entonces, se plantó en la arena José María Luévano, un torero que venía dispuesto a jugárselo y hacer válida la importancia que supone sobreponerse a la adversidad; en este caso, al precio que fuera.

El tercer toro de la tarde era un ejemplar de armonioso trapío, muy en el tipo de la casa, que galopó con alegría desde su salida y embistió con codicia al caballo, donde fue duramente castigado en varas. A la muleta llegó un tanto parado, pero esto no fue impedimento para que José María se pusiera a torear no obstante la tremenda fuerza del viento que le flameaba la muleta. De uno en uno, consiguió muletazos de garra y la gente agradeció el esfuerzo desplegado por este temperamental torero hidrocálido, que nunca se desmoronó anímicamente y se jugó la piel con valentía. El pinchazo previo a la estocada quizá fue la mácula que ocasionó la protesta de la concesión de una oreja, una actitud injusta por parte del público ya que lo hecho Luévano, delante de ese toro y con ese viento, era digno de la más respetuosa alabanza.

Como José María había puesto el ejemplo a sus compañeros de cartel, a Jorge Gutiérrez no le quedó más remedio que echar p’adelante y coger el capote con varios pliegues, para contrarrestar los embates del viento, y llevarlo muy abajo para recetarle unas enjundiosas verónicas al preciosos cuarto, un toro bajito y noble que embistió con calidad de principio a fin.

La sonrisa se reflejó en el rostro de Gutiérrez y fue sinónimo de que estaba a gusto delante de 'Naranjero', así que poco a poco hilvanó una faena de acusada suavidad y temple, ya cuando el viento había dado una tregua, que fue coreada con entusiasmo por el público. Jorge tuvo la sapiencia de dar pausas al toro, pero sin perder nunca la comunicación con éste, hasta que sobrevino el acoplamiento entre ambos y cuajó muletazos deletreados. Consciente de la trascendencia del triunfo que tenía en la punta de su espada, se echó encima del morillo y cobró una estocada tan despaciosa como habían sido cada unos de los muletazos y el juez de plaza no dudó en concederle dos orejas que sirvieron para dejar en alto su jerarquía de figura del toreo.

Visto lo visto, a Zotoluco no le quedó más remedio que salir a morirse en el quinto, su último toro de una feria mal planteada de la que no salió bien parado, pues en nueve toros estoqueados solamente cortó tres orejas. Toreó bien a la verónica porque jugó los brazos con soltura y más tarde se entonó en los primeros compases de una faena intermitente, porque el toro de Pepe Garfias se rajó cuando se sintió podido.

El deslucido sexto volvió a sumir el festejo en el tedio y Luévano se concretó a estar dispuesto y breve.

Gutiérrez disfrutó enormemente la salida a hombros, después de dos actuaciones maduras y toreras por la edición sanmarqueña correspondiente a 2004.


Al final de cuentas, lo que pudo ser un desastre se saldó de una manera que amerita ser recordada, gracias al tesón de dos toreros que hoy son ausencias notorias en nuestro serial, Jorge Gutiérrez por haberse cortado la coleta y José María Luévano, por esos misterios que tendrían que decirse, pero no se dicen…

El cartel que estaba anunciado para hoy: Toros de Fernando de la Mora para Zotoluco, Sebastián Castella y Joselito Adame.

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