domingo, 20 de noviembre de 2022

12 de octubre de 1972: Se presenta la ganadería de Zacatepec en Aguascalientes

Hace 50 años se respiraba un ambiente taurino bien distinto en nuestra ciudad. Don Guillermo González Muñoz recién había adquirido la propiedad de la Plaza de Toros San Marcos y entre sus intenciones estaba la de reestablecer el sitio de privilegio que tuvo siempre Aguascalientes como una de las ciudades importantes en el mapa taurino de México, decaído en los años anteriores, cuando su actividad se había reducido a unas cuantas novilladas desperdigadas en el calendario y dos o tres festejos, casi de compromiso, en la Feria de San Marcos.

Para ello, desde el año anterior, había dotado al coso de la calle de la Democracia de un alumbrado moderno que permitiera dar festejos nocturnos en días laborables y ofreció en abril, 6 corridas de toros y una novillada en días casi consecutivos, demostrando que, con imaginación en la confección de los carteles, era posible llevar a la gente a la plaza. Y no se limitó al tiempo ferial, recuperó fechas tradicionales del calendario civil y religioso para establecer entre corridas de toros y novilladas, una verdadera temporada de toros en Aguascalientes y así, por ejemplo, en el ciclo 1970 – 71, ofreció 24 festejos entre corridas de toros y novilladas.

Ese ambiente propició que, bajo el auspicio de la Casa Pedro Domecq, se celebrara aquí en las primeras dos semanas del mes de octubre de 1972, la anunciada como X Convención Internacional de Aficionados Prácticos y Peñas Taurinas. Todos los días de esas dos semanas, por las noches, destacados aficionados prácticos se enfrentaban a erales en el hoy más que centenario ruedo de la plaza San Marcos.

Así, vimos actuar por aquí entre otros a Chucho Arroyo, Lalo Azcué, José Antonio Morales – que también se presentó por las afueras con su cuadro flamenco –, al peruano Raúl Aramburu Tizón, al Ing. Valente Arellano, Rogelio Contreras, Guillermo Torres Landa, Paul Armand, Pepe López Hurtado – éste después sería matador de toros –, al Dr. Manuel Hernández Muro o a Philip Jongeneel por los visitantes y por los locales, entre otros, al inolvidable Ángel Talamantes El Exquisito, a los hermanos Alejandro y Carlos Paredes, al apodado El Veterinario quien se anunciaba como El tapado de Aguascalientes, al inefable Adolfo de la Serna El Botas, o a Jaime Femat, entre los que mi traicionera memoria recuerda por el momento y que llevaban más gente a la plaza que muchos de los que hoy se autonombran figuras.

Todos ellos y varios más, se disputaron la Oreja de Bronce, donada por la compañía vinícola que ya mencioné y que en los eventos alusivos a la convención era representada por el matador Eduardo Solórzano, que noche a noche organizaba alguna reunión alusiva, con la finalidad de difundir y dar a conocer esta fiesta. Y hoy hablan de defenderla

Una corrida de toros en honor de los convencionistas

Don Guillermo González Muñoz era un extraordinario hombre de negocios y un gran aficionado a los toros. La plaza de toros y sus gastos, corrieron por su cuenta para la convención de aficionados y a la vista del ambiente que generaban los festejos de prácticos, anunció una corrida de toros en su honor. El ambiente era de expectación para el festejo, como lo describe en su Columna Taurina de El Sol del Centro, el periodista Everardo Brand Partida:

La noticia del día es indudablemente la celebración de la primera corrida de la temporada 1972 – 73, que se dará hoy a las 21:30 horas en el Coso San Marcos, con Currito Rivera, Antonio Lomelín y Mariano Ramos en el cartel. Se correrán astados de Zacatepec, con kilos y presencia... Como lo hemos informado, este festejo se dará en honor de los concurrentes a la X Convención Internacional de Aficionados Prácticos y Peñas Taurinas que se verifica en Aguascalientes y que día a día logra mayor lucimiento...

Así, para esa noche del jueves 12 de octubre de ese 1972, anunció la presentación en nuestra plaza de una de las ganaderías históricas en México, la de Zacatepec, a cargo en esos días de don Mariano Muñoz, para Curro Rivera, recién regresado de su triunfal campaña por ruedos europeos, Antonio Lomelín y Mariano Ramos. Curro Rivera toreaba aquí su segundo festejo en plazas mexicanas desde su vuelta a suelo patrio, pues había reaparecido en Morelia el 30 de septiembre anterior alternando con Joselito Huerta y Mariano Ramos en la lidia de toros del ingeniero Mariano Ramírez.

La entrada a la plaza fue cercana al lleno, y en los tendidos se percibió una cierta hostilidad hacia Curro Rivera, quizás rescoldos de lo que quedó de la anterior feria de abril, cuando las cosas no rodaron como se había programado, sin embargo, el festejo al final, fue uno de esos que, pueden considerarse de los que vale la pena recordar.

El triunfo de Mariano Ramos

Mariano Ramos todavía no llegaba al año de haber recibido y confirmado su alternativa, pero avanzaba con un paso firme y continuado hacia la posición de ser figura del toreo. En San Marcos se le anunció en la corrida de apertura del ciclo con una corrida de La Punta que no dio posibilidad de triunfo y en esa actuación dejó su carta de presentación, estableciendo que no había toro complicado para él. La noche del 12 de octubre del 72, se alzó, aunque con una sola oreja en las manos, como el triunfador de la corrida. Escribió Everardo Brand Partida para El Sol del Centro:

Fue el tercero de la noche, “Tahúr” de nombre, con 478 kilos de peso, el primero de los toros a los que se enfrentó Mariano Ramos, toreando a la verónica superiormente, abriendo el compás y cargando la suerte sobre la pierna contraria, para rematar la serie, que había parado al público de sus asientos, con media verónica sencillamente extraordinaria… En el centro del ruedo hizo el buen toreo con clase y templando superiormente, y así surgieron los ayudados en redondo y por abajo, que mantenían al público de pie; coreando lo que Ramos hacía, y los ¡olees!, se escuchaban largos en los tendidos… La pañosa fue a la izquierda de Ramos, y el natural largo y templado, sedeño el muletazo, surgió entre los olés en los tendidos, y el torazo de Zacatepec, colaboraba extraordinariamente para que el muchacho bordara una faena realmente primorosa, como hacía tiempo no se veía en el ruedo de la San Marcos. Concluida la hazaña, se perfila un tanto precipitadamente tan solo para pinchar en lo alto, y en el segundo intento sepulta media estocada en bastante buen sitio, que fue suficiente para que “Tahúr” se entregara a los servicios del puntillero. Los pañuelos florearon en los tendidos y la autoridad concedió la oreja del tercero de la noche a Mariano… Con el que se suponía se cerraba plaza, el sexto de la noche, de nombre “Catador”, Mariano volvió a exhibir su toreo fino, de mucha calidad, ya que desde sus lances iniciales los instrumentó en el centro del ruedo, dos de ellos a pies juntos y otros tantos, abriendo el compás y cargando la suerte, y los tendidos que estaban con el muchacho, volvieron a enloquecerse… Lamentablemente Mariano se puso bastante pesado con el acero, y cuando finalmente logró una estocada en bastante buen sitio, el público lo obligó a dar varias vueltas al ruedo. Se había entregado por completo a un torero, a la clase al pundonor, a la valentía y al torerismo de Mariano Ramos...

Curro Rivera y el exigir a las figuras

Decía que en el ambiente flotaba cierta animadversión hacia Curro Rivera. En cuanto salió el primero de la noche, con los avíos en sus manos se encargó de acallarla, pero al final, con la espada en la mano, echó todo a perder. Un espadazo muy delantero, casi un golletazo, trocó las cañas en lanzas y volvió a encender los ánimos en su contra.

El cuarto de la noche se llamó Bohemio, un toro que se quedó parado y al que había que andarle cerca y sacarle los muletazos de uno en uno. Curro Rivera así lo entendió y lo llevó a la práctica. Escribió en su día Jaime Martínez Fonseca para El Heraldo de Aguascalientes:

Su segundo no era una “perita en dulce”, pero el potosino le puso la casta, después de que parte del público empezó a exigirle de más, y a base de porfiar, poniendo su físico a tan solo una cuarta de los pitones, pudo sacar un partido extraordinario, mismo que los conocedores pudieron captar en su calidad y en su arte, al igual que el palco de la Autoridad, para que después de haber matado bien, se le concediera una oreja. Hubo algunas protestas, pero el chaval es una gran figura y a nadie más que a él, se le puede exigir así...

En El Sol del Centro, el cronista Everardo Brand Partida cuestionaba de manera ácida la concesión de la oreja sin que mediara la petición de la concurrencia. La realidad es que el reglamento aprobado en la víspera del serial abrileño establecía que si se pedía mayoritariamente el Juez de Plaza – en esos días don Jesús Gómez Medina – estaba obligado a concederla, pero no le quitaba la facultad de concederla sin petición, si consideraba que la faena la ameritaba.

Antonio Lomelín con un toro de regalo

A veces las cosas se tuercen para los toreros desde el enlotado de los toros antes del sorteo. Ese 12 de octubre, eso le sucedió a Antonio Lomelín. Los dos huesos de la corrida le tocaron a él. Pero su carácter y su voluntad de triunfar y de ser no le iban a impedir tratar de salir triunfante esa noche de una importante exposición, dado el hecho de que la afición asistente a la plaza no era solamente local.

Entonces, regaló uno de los toros de reserva, de Peñuelas, sin que las crónicas registren cómo fue nombrado. A ese propósito escribió para El Heraldo de Aguascalientes, su cronista Jaime Martínez Fonseca:

Regaló uno de Peñuelas, al que inició su faena con lances a pies juntos, para luego despatarrarse y darle tres verónicas que remató con una vistosa revolera. Hizo un magnífico quite por chicuelinas y tomó los palos para dejar un buen par, otro más y el último extraordinario, escuchando una diana. En el tercio final dio muletazos con la derecha de muchos kilates, obtenidos a porfía, pues el toro se refugió en las tablas y terminó su faena toreando por alto, mirando a los tendidos. Remató con un pinchazo y una entera, para que le fuera concedida la oreja...

Ese fue el resultado de una corrida de toros que, se organizó en una fecha no tradicional y en un día laborable, pero que llevó a la gente a la plaza y que tuvo un interesante resultado.

El año del 72 en Aguascalientes

El resumen de 1972 en Aguascalientes es interesante se dieron 23 festejos de enero a diciembre, 13 corridas de toros y 10 novilladas y de ellos, solamente ocho sucedieron en la Feria de San Marcos. Las corridas de toros fuera de la feria se dieron en días como el 23 de enero, 12 de octubre, 12 de noviembre y el 25 de diciembre, fechas algunas convencionales y otras no, pero que, en el sentido del aprovechamiento de la oportunidad, pueden invitar a la gente a asistir a las plazas.

Aguascalientes y Zacatepec

Los toros de Zacatepec no volvieron a nuestras plazas sino hasta casi 50 años después, cuando un toro para rejones, salió al ruedo de la Monumental, para el caballero en plaza Diego Ventura. Fue el 2 de noviembre de 2019, se llamó Arlequín, y sustituyó al titular de Fernando de la Mora que se lesionó al estrellarse en un burladero. El rejoneador luso le realizó una faena intensa, que terminó intempestivamente, cuando al toro se le terminó el gas. Hoy llevan la ganadería los hermanos Bernardo, Juan Pablo, Alejandro y Mariano Muñoz Reynaud, tercera generación de la familia que la fundó. Ojalá un día de estos podamos ver una corrida completa suya, encastada ya en Murube, para toreros de a pie.

Aviso Parroquial: Agradezco al Community Manager de la ganadería de Zacatepec el haber avisado a este amanuense la fecha correcta de la vuelta de ese histórico hierro a nuestras plazas, lo que me ha permitido hacer la corrección correspondiente.

domingo, 13 de noviembre de 2022

13 de noviembre de 1927: A pesar de un atentado, Álvaro Obregón va a los toros

Álvaro Obregón en El Toreo de la Condesa
Archivo Casasola - INAH

El 13 de noviembre de 1927 es una fecha de la Historia de México de esas que no merecen ser recordadas. El entonces candidato a la presidencia de la república, el general Álvaro Obregón, en plena campaña para ser reelecto titular del poder ejecutivo, fue víctima de un atentado cuando circulaba en su automóvil Cadillac por las inmediaciones del Bosque de Chapultepec. De otro auto que se le aproximó, se le arrojó un artefacto explosivo que dañó el vehículo, pero no lesionó ni al militar sonorense, ni tampoco a sus acompañantes, los también miembros de las fuerzas armadas Antonio H. Orcí y Tomás Bay.

Tras de una persecución fueron detenidas varias personas, miembros de la Liga de Defensa Religiosa entre los que destacan los nombres del sacerdote jesuita Miguel Agustín Pro Juárez y de los seglares Juan Tirado, Humberto Pro y Luis Segura Vilchis, quienes fueron sumariamente procesados y ejecutados el día 23 siguiente. El padre Pro se encuentra actualmente con una causa de canonización en proceso y es un símbolo en México de la protección y defensa de los Derechos Humanos, en tanto que los demás permanecen un tanto en el olvido, pese a que fueron víctimas también de la intolerancia y de la falta de respeto a la manera de pensar y de creer de los demás.

Pero, diría mi amigo don Antonio Barrios, al toro…, y es que el general Obregón y sus acompañantes se dirigían a comer, para después ir a El Toreo a presenciar la cuarta corrida de la temporada, en la que se correrían seis bien presentados toros de San Mateo, ganadería propiedad entonces todavía de don Antonio y don Julián Llaguno, para que los lidiaran Cayetano Ordóñez Niño de la Palma y Fermín Espinosa Armillita Chico, revelación de la temporada y que apenas había recibido la alternativa el 23 de octubre anterior. 

Mas he de aclarar que el apodado Manco de Celaya, como los toreros buenos no se miró la ropa y a la hora anunciada, estaba ya en su barrera de primera fila, para presenciar su fiesta preferida.

Los toros de San Mateo

La corrida de ese día fue la que se llevó la tarde. La crónica de Rafael Solana Verduguillo, aparecida en el semanario Toros y Deportes salido a los puestos al día siguiente del festejo, deja muy claro que los toros pudieron más que los toreros, y hace una sentida añoranza de Manuel Jiménez Chicuelo, y entre otras cuestiones, dice:

Para la tarde de hoy la empresa, con muy buen tino, por cierto, pidió a los hermanos Llaguno, los ganaderos que han demostrado ser verdaderos aficionados, seis toros. Y San Mateo envió una corrida de preciosa estampa: finos los seis cornúpetos, cada animal era un cromo, con fuerza en los riñones, nada de bichos de mucho aparato y que a la postre resultan inválidos. No, señores. Ya de sobra se sabe que en San Mateo no se crían reses grandes, no. Las reses de los señores Llaguno son pequeñas, pero son de sangre. Y en el toro de lidia hay que pedir eso, sangre, nervio, pujanza, que den la cara en todos los tercios... La tarde de ayer nuevamente San Mateo se hizo el amo del ruedo. Pudieron más las reses zacatecanas que los toreros que con ellas salieron a vérselas... pudieron más los toros... se hicieron los amos y ellos mandaron sobre los toreros. Cuando se lidiaba el quinto burel, del tendido salió una voz que fue el comentario de la corrida: “¿Dónde está Chicuelo?” Y nosotros buscamos al niño de la Alameda y no lo encontramos por ninguna parte. ¡Si Manolo Jiménez hubiera estado en el ruedo! ...

Los seis de San Mateo por su orden fueron: “Garboso”, número 73, negro bragado; “Cariñoso”, número 11, negro listón; “Pirata” número 23, negro zaino; “Pinocho”, número 18, negro bragado; “Molinero”, número 83, negro zaino y “Paisano”, número 5, negro listón y bragado.

Resulta interesante que la reseña que hace Verduguillo del encierro de los señores Llaguno se centra en el juego de los toros y cuando se refiere a la presencia de ellos, únicamente establece: Las reses de los señores Llaguno son pequeñas, pero son de sangre…. Es decir, en alguna forma trata de justificar el justo o quizás escaso trapío de los toros con la excelencia de su juego, pasando por alto que debe haber siempre un equilibrio adecuado entre esas dos características del toro de lidia.

El Niño de la Palma

Cayetano Ordóñez había salido abroncado la tarde de su presentación y la afición de la capital iba, con la morbosa intención de ver, si era capaz de superar ese fracaso que tuvo tintes de rotundidad. La realidad es que ante los tres toros de su lote no pudo demostrar la calidad de su hacer, porque de acuerdo a la crónica de Rafael Solana ya citada, éstos estuvieron por encima de su matador. Entre otras cosas el periodista veracruzano dice:

...El de los Llaguno necesitaba que le corrieran la mano, lo torearan con suavidad y hasta el punto llegaron las cosas que el mismo toro se encorajinó de que únicamente se preocuparan de estarlo toreando de pitón a pitón y empujó con fuerza, poniendo en aprietos a su matador... Como ustedes habrán visto nos quedamos con las ganas de que Cayetano, el de Ronda, se sacara la espina. Esta ha quedado en el mismo sitio que estaba el domingo anterior...

Así pues, fue desafortunada esa segunda tarde de Cayetano Ordóñez Niño de la Palma en la temporada 1927 – 28 de El Toreo.

La tarde de Armillita

El joven Fermín Espinosa llegaba a la principal plaza capitalina precedido del gran triunfo que conquistó la tarde de su alternativa, tres domingos antes. Tampoco se vio muy decidido este domingo. Escribió Verduguillo:

Fermincito saluda a “Pinocho” con dos lances por abajo saliéndose suelto el burel en virtud de que a Fermín no le da la gana recogerlo. Y el público cree que se trata de un bicho manso y no hay tal... pensábamos nosotros, Fermincito se va a destapar toreando por naturales. Pero se quedó en el pensamiento de nosotros. No hubo tal... Fue el trasteo a base de muletazos de pitón a pitón en cuyos intermedios alegraban a la concurrencia las intervenciones de las infanterías... Torea sobre piernas, desganado, frío, apático...

Ese es el tenor de la relación de la corrida. La idea de que ninguno de los dos diestros intentó enfrentarse a derechas a los toros encastados que fueron enviados a la plaza por los ganaderos de San Mateo y que, en consecuencia, no pudieron con ellos. Y el cronista así, llega a una conclusión lapidaria cuando afirma:

Sólo un torero pudo darles la lidia que pedían: ese torero fue el excelentísimo Luis Suárez “Magritas” que bregó incansable toda la tarde, fungió en infinidad de ocasiones como jefe de lidia y supo imponerse cuando parecía que en el ruedo habíanse puesto a torear una manada de locos.

Para terminar

A veces tenemos que recordar las tardes en las que el sol del triunfo no se hace presente. Hoy me hace traerla a estas páginas un acontecimiento ajeno a la fiesta, pero que en alguna forma hizo que sus caminos se cruzaran en un punto de la historia y llegaran hasta aquí. Ojalá lo encuentren de interés.

Aviso parroquial: El resaltado en la transcripción de la crónica de Verduguillo es obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 6 de noviembre de 2022

24 de octubre de 1992: la faena de Miguel Armillita en Madrid que convenció a todos


Julio Robles, nacido en Ávila, pero criado en Salamanca, había pisado por última vez el ruedo de la plaza de Las Ventas en la Feria de San Isidro de 1990. Fue en una tarde del último tercio de la feria, de la que, de acuerdo a las crónicas, poco quedó para el recuerdo. Así se lo contó a Belén Peralta, de El Ruedo:

Yo no estoy en la plaza de Madrid desde el uno de junio de 1990, que toreé una corrida del marqués de Domecq con Ortega Cano y el Niño de la Taurina.

Y efectivamente, fue la última vez, porque setenta y tres días después, al presentarse en la plaza francesa de Beziers, para lidiar una corrida de Cayetano Muñoz alternando con José Miguel Arroyo Joselito y Fernando Lozano, Timador, el primero de su lote, lo prendió en los primeros lances de capa, produciéndole una severa lesión cervical que lo dejó tetrapléjico y terminó abruptamente con su carrera en los ruedos.

El anuncio del magno festival

Al inicio de la temporada de hace 30 años, se le hizo un festival – homenaje en la plaza de toros de La Glorieta, en Salamanca, pero Victoriano Valencia, que en ese momento era gerente de la empresa que llevaba la plaza de Zaragoza, se empeñó y consiguió que se organizara otro, a final de temporada en la plaza de Las Ventas en Madrid.

Originalmente apalabró a Palomo Linares, Curro Vázquez, José Mari Manzanares, José Ortega Cano, César Rincón, Paco Ojeda, Juan Antonio Ruiz Espartaco, José Miguel Arroyo Joselito y al entonces novillero Javier Conde. Posteriormente, alrededor del 25 de septiembre, se anunció que el colombiano fue diagnosticado como portador del virus de la hepatitis C, por lo que en ese momento interrumpía su campaña, dejando varias fechas al descubierto, entre ellas la del festival que me ocupa en este momento, a celebrarse el 24 de octubre, por lo que se anunció que su sitio lo ocuparía Miguel Espinosa Armillita.

En la víspera del festejo, Emilio Martínez, que en esos días era encargado de la información taurina en el diario madrileño El País, informó lo siguiente:

…La recaudación íntegra del festival será para el diestro homenajeado, ya que los nueve ganaderos regalan sus toros, la Comunidad corre con los gastos de plaza – alrededor de 1.200.000 pesetas – y un conocido hotel cede gratuitamente las habitaciones para todos los toreros. El cartel lo componen los siguientes diestros y ganaderías: Palomo Linares (lidiará un toro de Torrestrella), Curro Vázquez (El Torreón), Manzanares (Daniel Ruiz), Ortega Cano (Samuel Flores), Armillita (Juan Pedro Domecq), El Soro – que sustituye a Paco Ojeda – (Marca), Espartaco (Núñez del Cuvillo), Joselito (Jandilla) y Javier Conde (Sampedro). El festejo empieza a las cuatro de la tarde… El cargo en taquilla asciende a cerca de 40 millones de pesetas, a los que hay que añadir los 15 que paga La 2 de TVE, que retransmite en directo el festival. El pasado martes acabó el plazo para que los abonados retiraran sus localidades, lo que sólo hizo alrededor de la mitad de los mismos… La organización corre a cargo de un comité que preside la condesa de Barcelona, y del que forman parte el ministro del Interior, la Comunidad de Madrid, el Centro de Asuntos Taurinos, la empresa de Las Ventas, los presidentes de las asociaciones profesionales taurinas y Victoriano Valencia, apoderado de Robles en agosto de 1990, cuando ocurrió en Beziers (Francia) la cogida que le dejó parapléjico…

Como se puede ver de esta segunda nota previa de El País, se presentó una segunda sustitución, la de El Soro por Paco Ojeda, pero en este caso no se explicaron las causas. No obstante, el cartel no perdió fuste.

La sublime tarde de Miguel Espinosa Armillita

El quinto novillo del festejo se llamó Imperdible, nació en marzo de 1989 y era de pelaje negro. Por tratarse de un festival no se le anunció peso, pero las imágenes que la prensa publicó en la época dejan ver que estaba bien comido y que era cómodo de cabeza. Ante ese Imperdible el hijo menor del Maestro de Saltillo dejaría su impronta en el ruedo de Madrid y es hasta estos días que se le recuerda como un gran artista de los ruedos. Sobre esa faena, escribió Joaquín Vidal en su tribuna del diario El País, al día siguiente del festejo:

Una voz salió desde los altos del tendido: “¡Llevamos cuatro toros y aún no he visto torear!”. Quizá exageraba aquella voz, o la moción resultaba discutible. Pero unos minutos más tarde se hizo presente Armillita Chico, embebió en la pañosa al torillo encastado, y ya no había discusión, todos de acuerdo: aquello era torear. Torear a lo grande; ciñendo el muletazo, relajado el cuerpo toreador, templado el pulso de la mano torera... Armillita Chico – toreo grande; oh, qué curiosos contrastes ofrece la vida… Le llaman Chico por distinguirlo de su padre, una gloria del toreo mexicano, que también se apodaba Armillita. Sólo por eso, pues el manito es un mocetón, y conoce la técnica del toreo bueno, y le fluye el arte. Bien que otras veces, en este mismo coso, no había podido demostrarlo. Los toros, ya se sabe. No es lo mismo lidiar un toro con las hechuras y los redaños habituales en Las Ventas, que el novillo encastadito y noble. Mas novillos encastados y nobles salieron varios en el festival, y quien supo hacerles toreo grande fue, precisamente, Armillita Chico… A hombros salió Armillita, que había hecho el toreo grande en sus dos fundamentales versiones – el redondo y el natural – y en los complementos, interpretados con exquisita torería. Y a hombros se hubiera querido llevar la afición a Julio Robles, en recuerdo de sus brillantes tardes venteñas. Ojalá. Ya lo dijo aquel espectador, portavoz de la plaza entera: “¡Animo, Julio!” …

Por su parte, Vicente Zabala Portolés, en el ABC de la capital española, se expresó de esta manera en su crónica del festejo:

...A la hora de valorar artísticamente las respectivas actuaciones, debemos resaltar la de ese colosal torero de dinastía, que se llama Miguel Espinosa «Armillita Chico», hijo del coloso Fermín, del mismo apodo, sobrino de uno de los mejores banderilleros de todos los tiempos, Juan Armilla, y hermano de toreros. Armillita Chico vino desde México, donde es la máxima figura, para demostrar, por fin, los motivos por los que manda en la fiesta del país hermano. Para nosotros estaba prácticamente inédito. Parece como si desde las alturas hubieran querido premiarle su gesto de cruzar el Atlántico, para adherirse al homenaje a un torero español. Y le pusieron un extraordinario toro de Juan Pedro Domecq, uno de esos toros que es capaz de buscarle la ruina a quien no sepa torear… Miguel llevó a cabo la más hermosa faena de la temporada madrileña. Es difícil torear mejor: Ejecuta las suertes con naturalidad, con ejemplar sentido de las distancias y un temple propio de elegidos. Torero de escuela, de muy buena escuela, torero por tradición y por vocación, artista genial e inspiradísimo, carente de afectación, con toda la técnica heredada del maestro Fermín, llamado por la afición española en su tiempo el «Joselito mexicano», y una cadencia de «faraón» azteca, como aquella que hizo enloquecer con su lentitud a la afición de la nación hermana, que nacía de las muñecas del maestro de Texcoco, Silverio Pérez… Los diez minutos que Miguel estuvo con la muleta delante del toro resultaron un deleite, para los que de verdad sienten y comprenden el arte de torear; Nada de afectación. Las suertes surgían de una manera fluida, armoniosa, increíblemente lentas, con unos modos y unas formas, que dábamos por olvidados… ¡Qué pena no poder presenciar esta faena en San Isidro y con un toro de San Isidro...! Pero torear así es difícil hasta de salón. Durante muchos años se hablará de la maravillosa obra de Armillita. Estoy seguro de que el maestro Fermín ya le había tocado las palmas a la hora de haber decidido cruzar el charco para tan altruista fin. Después se habrá sentido orgulloso de haber visto como el público español se levantaba de los asientos al remate de cada serie y los oles brotaban de las gargantas en catarata. Casi medio siglo después, Dios mío... El público salió muy satisfecho. La última ovación fue para Julio Robles. Los toreros cruzaron el ruedo entre ovaciones y Armillita Chico, como si el tiempo hubiera dado marcha atrás, casi medio siglo, salía en volandas por la puerta de Madrid. Ahora mismo no se habla de otra cosa. Si fuera capaz de repetirlo al toro en puntas..., mandaba a casa al noventa por ciento del escalafón…

Como podemos leer, Miguel Espinosa convenció hasta a la prensa más difícil de su día, mostrando un concepto del toreo en el que la pureza en la ejecución y el dominio de la técnica fueron el eje de toda la faena.

El eco de una tarde histórica

Al día siguiente del festival, Luis García, redactor del ABC de Madrid, se encontró a Miguel Armillita y le realizó una breve entrevista, de la que extraigo lo que sigue:

El éxito de Armillita en el homenaje a Julio Robles ha trascendido. En el Open de Golf de Puerta de Hierro se hablaba ayer del manito. Me dicen que también en el mitin mañanero del PSOE, en la plaza de las Ventas, los comentarios se dirigían a la excepcional forma de torear del diestro azteca. La cadencia, el ritmo, el buen gusto y la entrega del menor de los Armilla no nos va a resultar fácil olvidarlas.

Al mediodía del domingo todavía se nota que el torero mexicano no ha acabado de reaccionar del tremendo alboroto del sábado en la plaza de las Ventas: «La verdad es que todavía no tengo la mente muy despejada. Fueron muchas las emociones que viví en apenas diez minutos.»

- ¿Usted siempre torea así?

Sonríe y contesta: «Bueno, siempre no. Cuando los toros me lo permiten, sólo sé hacer lo que ustedes me vieron. Reconozco que no es fácil que salga un toro como el que me correspondió. En seguida me di cuenta de que era el idóneo para hacer el toreo que yo siento.

- ¿Quién le enseñó a usted a torear de esa forma? ¿Su padre?

- Mi padre me enseñó la técnica del toreo. Indudablemente algo se queda, pero mi padre alcanzó una dimensión que yo no podría alcanzar jamás, por mucho que lo intentara. Fermín Espinosa «Armillita» fue un caso excepcional en el toreo.

- Lo cierto es que nadie se esperaba esta actuación suya.

- Es cierto que en España no había tenido suerte. Desde mi confirmación, en mayo del año ochenta y tres, había venido varias veces a torear. En todas ellas anduve rondando el éxito, pero sin rematar nada. Tenía una gran espina clavada que por fin he conseguido sacarme…

Así, esa tarde otoñal de hace 30 años, en la que el toreo se volcó para reconocer y ayudar a uno de sus héroes caídos, le dio a Miguel Espinosa Armillita la ocasión de recuperar un sitio que se le había ido de las manos por sus desigualdades. Le permitió llegar a sumar una docena de tardes en la principal plaza de toros del mundo – para 1991 apenas llevaba 5 – y para quedarse en la memoria colectiva como el autor de una de las faenas más redondas que se han verificado en el ruedo de ese coso.

domingo, 30 de octubre de 2022

Dr. Alfonso Pérez Romo. Una aproximación personal

Dr. Alfonso Pérez Romo
Plaza de Toros San Marcos (Cª 1955)

El otoño climático hizo su aparición en Aguascalientes y al abrir la puerta, hizo mutis por ella un hombre que en todo lo que intentó en la vida persiguió, no me queda duda alguna, dejar algún beneficio para todos los que lo rodeaban. Concretar una existencia así, no es una realización fácil, aunque los hechos que la fueron conformando, se hayan distinguido por la sencillez de trato con la que se fueron realizando. Y hago esta última afirmación, porque independientemente de la trascendencia de las obras que emprendía – y terminaba – el doctor Alfonso Pérez Romo, la divisa de su hacer era el trato afable, sencillo – nunca le oí alzar la voz – y la humildad, entendida esta última virtud, como la facultad humana de mantener los pies firmes en el suelo – del latín humus – sean como hayan sido las circunstancias en que los hechos de su vida se hubieran producido.

El doctor Alfonso Pérez Romo recorrió un amplio espectro de actividades humanas. Desde las más mundanas que implican los negocios y la empresa, hasta las que tienen un importante contenido humano, principalmente, las que se relacionan con la salud y la integridad física de las personas, en el caso, las más vulnerables, los niños; o las que tienen que ver con las artes, otras relacionadas con la filosofía y por supuesto, las encaminadas a la formación de las personas hacia el futuro. Toda regla tiene su excepción y seguramente cuando llegue el momento de elaborar el balance, se verá que mucho abarcó y también mucho apretó, demostrando su excepcionalidad.

El Doctor Pérez Romo y la fiesta de los toros

Aparte de su obra sustantiva, don Alfonso también tuvo aficiones. Una de ellas, muy arraigada, fue la que tuvo por la fiesta de los toros. Una de las primeras referencias que encontré a su gusto por ella fue en un número de La Lidia del año de 1943, calculo que estudiaba el primer año de la carrera de Medicina y don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, lo presentaba a la afición del país – ese semanario circulaba en toda la República – como un joven aficionado:

…Raro es entre la moderna juventud encontrar ideas taurinas tendientes a conservar teorías que son patrimonio de la vieja afición. Alfonso Pérez Romo participa en mucho de las viejas doctrinas sin que por ello deje de manifestarse con entusiasmos juveniles… descubrí que la afición de Alfonso se extiende hasta aprovechar sus magníficas aptitudes de dibujante para producir cuadros taurinos, representando a toreros de su predilección en momentos culminantes de sus actuaciones…

Así pues, don Luis, un importante y poco recordado escritor y periodista taurino de Aguascalientes, nos presenta también a un dibujante y pintor que entre los temas que acometía estaba el de la fiesta.

Ejerció como aficionado práctico – la imagen que ilustra estas líneas así lo denuncia – y siempre que actuó lo hizo por satisfacer su gusto, pero principalmente para apoyar alguna causa benéfica. La citada fotografía muy probablemente fue lograda en el año de 1955, en un festival al que ya me había referido en este sitio, cuando compartió cartel con don Humberto Elizondo, Guillermo González Muñoz, Gabriel Arellano Guerra y Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes.

Escribió el doctor Pérez Romo acerca de esta fiesta de vida y muerte:

Una atracción irresistible; un aprecio del toreo que va mucho más allá de su abigarrado colorido, su pintoresquismo, su derroche de valentía y su efusión de sangre; un asombro siempre nuevo por esa hermosa y noble bestia que es el toro de lidia; y una admiración respetuosa por el torero, extraño personaje del arte hispánico que cumple su actuación dramática al filo de la muerte…

Esa afición le llevó a constituirse como empresario de la plaza de toros Monumental Aguascalientes en la mitad de la década de los 80, junto con don Julio Díaz Torre y el matador en el retiro Eduardo Solórzano, terminando el giro copernicano iniciado en la década anterior para la organización de la arista taurina de nuestra Feria de San Marcos y en la combinación de sus aficiones, fue quien animó a Alfonso Ramírez Calesero, para que reuniera en el papel sus memorias, las que fueron la base del libro que mano a mano escribieron bajo el título de El Aroma del Toreo y después todavía escribió sobre este tema en solitario Rafael Rodríguez. El sentido profundo del toreo. Estas dos obras son, creo, su personal y sentido homenaje a las dos más grandes figuras que ha dado Aguascalientes al toreo universal.

En primera persona

Voy a hablar en primera persona y ofrezco hacerlo con brevedad. La vida me dio la invaluable oportunidad de tener una relación personal y entrañable con el doctor Alfonso Pérez Romo y siento la necesidad de contarla.

Aparte de lo que el día a día ponía en las informaciones de uno de los hombres, repito, que es uno de los hacedores del Aguascalientes moderno, la profesión de mi padre acercaba alguna información más especializada, digamos, de quien fue en su día, el primer director de la entonces Escuela de Medicina del IACT, después de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y que posteriormente sería Director del Hospital Hidalgo. En esos días yo pensé que podría ser médico y mi padre – creo que durante alguna etapa de su vida tuvo la ilusión de fuera cirujano como él – me acercaba a charlas y eventos accesibles a un estudiante de finales de secundaria e inicios de bachillerato y nebulosamente recuerdo haber asistido a una conferencia de don Alfonso sobre Historia de la Medicina. Hace más o menos medio siglo de eso.

Pero torcí el camino y la vida me llevó por otros derroteros. Y hace unos 17 años recibí una llamada del Doctor, en la que me invitaba a participar en la presentación de su libro El Aroma del Toreo. Casi me voy para atrás en la silla del escritorio. 

Unos días antes, le enseñé a mi padre el ejemplar que me hizo llegar don Alfonso para imponerme de su contenido y le comenté con cierto orgullo, que lo presentaría en uno de los auditorios de la Universidad Autónoma. Me hizo una advertencia que me puso los pies en el suelo: Pues prepárate muy bien, porque sentarse en una mesa a conversar públicamente con Alfonso Pérez Romo no es cosa fácil… Ni tú, ni yo queremos que quedes mal… Ese día salí preocupado de la casa de mi padre.

Afortunadamente las cosas salieron bien y el doctor Pérez Romo y este amanuense pudimos seguir conviviendo en el ambiente de los toros. En más de alguna ocasión nos hizo estar juntos Manolo Espinosa Armillita por allá en su casa de Valladolid, Jesús María, con cualquier explicación que rebasa los límites de la lógica, vamos, por el mero placer de hacerlo y siempre la reunión llevaba algún ingrediente sorpresivo con la presencia de un personaje o amigo inesperado que la hacía mucho más interesante. En la última, recuerdo, nos acompañó el inolvidable José Antonio Morales.

Su conocimiento derivado de la lectura y de lo vivido, era inagotable. En la presentación del libro Vertientes del Toreo Mexicano, de Heriberto Murrieta, hizo un extraordinario recorrido del devenir del toreo mexicano a partir de Manolete y hasta los días de la obra motivo del evento. Y lo hizo de memoria, apelando a lo visto y a lo vivido. Esta fue la impresión que en ese momento le causara al amigo Gustavo Arturo de Alba:

Pérez Romo no con el pretexto de presentar “Vertientes del Toreo Mexicano”, sino a partir de ello y mostrando un profundo conocimiento del texto de Murrieta, dejo que aflorara a borbotones el efecto que su lectura provocó en su persona, llevándolo a su propio recorrido de setenta y tantos años de ver toros, para en una brillante y resumida síntesis, en algo similar a una conferencia magistral, la compartiera con el poco más de centenar de asistentes que estuvimos esa noche en el Museo del Número 8.

Una segunda oportunidad en ese sentido fue la que pude compartir con él en la capital de Zacatecas en septiembre de 2017. Junto con Horacio Reiba y Juan Antonio de Labra, nos tocaría hablar acerca de la presencia de Manolete en México con motivo del centenario de su nacimiento. Prácticamente se convirtió en una sesión de preguntas y respuestas del Doctor a los diversos planteamientos que le íbamos haciendo sobre las realizaciones del llamado Monstruo de Córdoba en nuestros ruedos y en nuestra sociedad. Como en el caso del libro de Heriberto Murrieta, ninguna nota escrita llevaba como apoyo, su memoria era su único recurso para la exposición.

La última vez que vi al doctor Pérez Romo fue el pasado 27 de agosto, nuevamente atendiendo una invitación que me hizo para participar en un proyecto de difusión de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, denominado Helikon.

Cuando don Alfonso me pidió hablar sobre la fiesta de los toros, le pregunté si el tema no era demasiado políticamente incorrecto como para llevarlo al recinto universitario. Con su particular mesura me respondió que la universidad era un espacio plural y universal y que allí había espacio para todos los pareceres. Pude superar mis temores iniciales y hacer una exposición que considero extensa, responder a las preguntas que se me hicieron allí de manera respetuosa y recibir, de manos del Doctor, un reconocimiento por mi participación en la apertura de esos ensayos de comunicación, tan necesarios en nuestros días.

Un hasta luego

El 14 de octubre pasado su hijo Juan Ángel, mi amigo, me avisó que su padre había tenido un quebranto de salud y que estaba hospitalizado. Un par de días después me comunicó de nueva cuenta que se había recuperado y que ya estaba en su casa recuperándose y a los días me dijo, que, para sorpresa de todos, pidió a su chofer que lo llevara a la Universidad, donde estuvo un buen rato, hasta que se sintió algo fatigado.

El domingo 23 fue objeto de un homenaje en ceremonia previa a la corrida de toros con la que se conmemoró el aniversario 477 de la fundación de Aguascalientes, cuando se develó una placa en su honor en el patio de cuadrillas de la plaza Monumental, recordando su actividad como empresario de ella. Posteriormente acompañó a la Gobernadora del Estado en el festejo.

El lunes 24 de octubre fue su día final, tuvo una recaída y aunque fue llevado a un centro hospitalario ya no pudo superarla. El 13 de diciembre hubiera cumplido 98 años.

Concluyo estos atropellados apuntes con algo que expresó el doctor Alfonso Pérez Romo en uno de los eventos que cité anteriormente.

El estilo es el carácter propio que distingue a los hombres, el plus que pone de relieve su personalidad. Quién no tiene estilo vive sin definición, opaco y deslavazado, sumido en la aniquilante monotonía. En cambio, quién lo tiene, llama la atención y no pasa inadvertido.

El Doctor tuvo estilo propio y personalidad, por eso llamó la atención y a fe mía, que no pasó, ni pasará inadvertido jamás. 

domingo, 23 de octubre de 2022

23 de octubre de 1910: La alternativa de Luis Freg en El Toreo


Luis Freg era burócrata – funcionario, le dirían en España – pues tenía un cómodo empleo de mecanógrafo en una oficina de la Secretaría de Hacienda en la Ciudad de México, cuando se aficionó a los toros y tras de participar, primero accidentalmente y después ya anunciado, en un par de festivales, comenzó a torear novilladas y a descuidar su trabajo, hasta que fue despedido del mismo.

Fue ascendiendo escalones y para el ciclo de 1910, fue una de las revelaciones, junto con Merced Gómez, aunque el que terminó recibiendo la alternativa ese año fue él. Así lo contó a su biógrafo, Armando de María y Campos:

Cuando Merced Gómez y yo estábamos en pleno apogeo, llegó de España Pepe del Rivero, que venía a contratar los toreros para la temporada, y oyendo hablar mucho de nosotros, organizó dos novilladas, con novillos de Piedras Negras y San Diego de los Padres, para ver quién de los dos merecía tomar la alternativa. Yo tuve el santo de cara, a pesar de los muchos revolcones que sufrí, y salí de esas novilladas con la alternativa firmada...

De la última novillada de “prueba” salí con la promesa de que antes de dos meses sería matador de toros. No obstante que yo sabía bien que nada tenía hecho como torero, ya me figuraba que estaba en camino de serlo. En mi casa, mi madre, mis hermanos, mis hermanas – que a hurtadillas me habían visto torear, para comprobar lo que de mí decían amigos y periódicos – ya no se oponían a que me dedicara a torero...

La corrida de alternativa, por la que Pepe del Rivero me ofreció y me dio mil pesos, fue fijada para el domingo 23 de febrero de 1910. Mi padrino debió haber sido “Minuto”, (Enrique Vargas), pero como se enfermó días antes, fue sustituido por el granadino José Moreno “Lagartijillo”, torero de algún cartel en México. Los toros fueron de Piedras Negras. El público, que estaba conmigo, llenó la plaza hasta las azoteas y me tributó muchas y muy cálidas ovaciones durante toda la tarde, y como tuve mucha suerte con la espada, pues a mis tres toros los maté de otras tantas estocadas, cortando la oreja del cuarto, el éxito que alcancé fue redondo, hablándome allí mismo Pepe del Rivero para que repitiera el domingo siguiente matando en unión de Vicente Segura seis toros de Santín...

No exageró el torero de Nonoalco al contar a quien firmaba sus crónicas como El Duque de Veragua, asegurando que la plaza de la colonia Condesa se llenó hasta la azotea y que, cosa infrecuente en la época, le cortó la oreja a uno de sus toros, concretamente al segundo de su lote. No obstante, las opiniones acerca del desempeño de quien pasó a la historia indistintamente como El Rey del Acero o como Don Valor, fueron encontradas, como veremos enseguida.

Miguel Necoechea, Latiguillo, en El Imparcial:

La versión más ditirámbica y alambicada de lo sucedido esa tarde de hace ciento doce años es esta. También es la más halagüeña:

Tres verónicas mucho más quietas que las del primero y tres lances de tijerilla mucho más ceñidos, fue el preámbulo; después banderilleó y la forma y condiciones en que lo hizo están ya expresadas, faltando solo agregar que fue ovacionadísimo.

Un brindis “cálido” después ya casi no lo dejó anotar la emoción. El tendido todo en pié gritaba olés, pregonaba vivas, pedía música para el muchacho que, metido entre los dos pitones, iba encadenando un pase natural con uno ayudado, éste con uno de pecho que la fotografía graba. La ovación es tal, que el muchacho tiene que suspender su faena para recoger palmas y devolver sombreros, mientras que el toro, noblote y bravo, espera con las cuatro patas juntas a que Freg, después de un perfilamiento irreprochable, entre a matar al volapié como lo haría el mismo Mazzantini en sus principios, despacio y doblando la cintura para cobrar una estocada hasta la mano de la que el toro salió rodando como una pelota.

El entusiasmo llegó al frenesí, llovieron sobre el ruedo los tabacos; un fotógrafo, nuestro fotógrafo, se lanzó al redondel en un impulso de ser el único en obtener la instantánea de aquel momento en que el toro doblaba frente al ídolo triunfante, y la instantánea, instantánea única, la única quizá que hasta la fecha se haya sacado en pleno ruedo, presenta el cuadro grandioso del matador frente a la fiera muerta, mientras las serpentinas cruzaban el aire y las aclamaciones hicieron presumir al público que asistía a las carreras de caballos en el cercano hipódromo que aquel era el preciso momento de la victoria.

¡La oreja! ¡La oreja!, rugió el público, pidiendo el supremo galardón para el diestro y ésta le fue concedida...

Es evidente la buena voluntad que el cronista de El Imparcial siempre le tuvo a Luis Freg y también el deseo de que cuajara en figura del toreo.

Jacobo L. Prantl, Pata Larga en El Diario:

Don Jacobo agrega a la opinión propia la del prestigiado cronista Eduardo Noriega Trespicos, cuya opinión no encontré para consulta pública en las versiones digitales de los diarios de la época, pero que en este caso, da un interés añadido a lo escrito por Pata Larga:

Cuando salí de la plaza tuve la oportunidad de saludar a un viejo y querido amigo mío, el notable revistero “Trespicos” y al pedirle su opinión acerca de la alternativa que tomó Luis Freg, con la franqueza que caracteriza a este buen escritor, me dijo: "la juzgo demasiado prematura".

Algo más me dijo este buen crítico taurino respecto a Freg y debo pedirle mil perdones por externar su opinión que en son de amistad me dio.

“Así como hay individuos que nacen para poetas y otros para cantantes, Freg nació para matador de toros y me gusta como mata, pero lo encuentro deficiente toreando”, me expuso “Trespicos”...

No es usted ni Guerrita, ni tampoco un Frascuelo, pero sí es usted un diestro de mucho porvenir; de un porvenir halagador y risueño, pero váyase con pasos de tortuga y no quiera ser tan rápido en su carrera.

Tenga usted en cuenta que tiene que luchar en la presente temporada con matadores de toros que cuentan con un buen número de partidarios y por lo mismo, hay que poner mucho de parte de usted, para salir avante.

Cuando toree Fuentes, procure estudiarlo hasta en sus más mínimos detalles; haga otro tanto cuando toree Castor Ibarra “Cocherito de Bilbao”, y procure siempre imitar todo aquello que sea bueno, y hasta por hoy de consejos sanos y desapasionados para entrar de lleno a juzgarle en su trabajo...

Curiosa es esta última apreciación del señor Prantl, le sugiere a Freg estudiar a Fuentes y también a Cocherito de Bilbao, creo que el producto resultaría en un interesante sincretismo taurino.

Enrique de Llano, Rascarrabias, en El Heraldo:

Esta colaboración de Rascarrabias aparece en el número uno de este diario, que es el sucedáneo en la lengua de Cervantes del Mexican Herald, diario dirigido a la comunidad angloparlante de la capital mexicana. Es la suya, junto con la de Paquiro, la más crítica con Freg y cuestiona la oportunidad de la alternativa que recibió.

Pertenecía al grupo de los cuales consideraban prematura la alternativa de Freg, y creo, corroborarán con mi opinión todos los aficionados congregados ayer en “El Toreo”. Todos, como yo, reconocerán en Freg un excelentísimo matador de toros, porque dudarlo sería osadía inaudita; pero en cambio, creo igualmente, que estarán conformes, si aseguramos que Luis está muy mal con el capote, y que se le nota que le falta bastante práctica con los astados, con los que se embarulla y entablera con frecuencia.

Debía Freg haber corrido más por las plazas de los Estados, adiestrándose en la difícil carrera del toreo, antes de decidirse a tomar la investidura de matador de categoría...

Paquiro, en El Tiempo:

...Le vimos saltar varias veces la barrera, cosa también ésta que debe corregir, pues de lo contrario, tendrá que oír censuras.

Abusa demasiado de las tijerillas y en los quites está perdido.

Sus serpentinas son malas, pero de verdad malas. ¡Qué diferencia entre las de Freg y las de Gaona y “El Gallo”! ...

El reclame que se le hizo al mexicano fue beneficioso para la empresa, pero muy perjudicial para el diestro, quien no debió tomar la alternativa, pues está como las uvas, muy verde...

Como podemos ver, los pareceres fueron de una amplia variedad y como para intentar quedar bien con todo el mundo. Todos coinciden en que Luis Freg era un extraordinario estoqueador, pero deficiente en la colocación y con las telas, cuestiones estas dos, que podían mejorarse con el paso del tiempo y delante de los toros. 

La realidad es que al paso del tiempo su valor y su espada le llevaron a los más importantes escenarios de la fiesta, y a este día es uno de los toreros mexicanos que más tardes han actuado en ruedos españoles, el tercero, apenas detrás de Rodolfo Gaona y Fermín Espinosa Armillita, con 294 tardes en dos décadas, que corrieron entre el 15 de agosto de 1911, cuando se presentó en Plascencia y el 23 de agosto de 1931, cuando toreó su despedida en Barcelona, asunto del que ya me he ocupado aquí.

El paso de Luis Freg por los ruedos y por la vida – una vida, hasta donde se sabe, dedicada exclusivamente a los toros – parece sacada de una novela y mucho tiene para ser contado. Seguramente por aquí, habrá lugar para presentar alguna otra estampa de ella.

domingo, 16 de octubre de 2022

15 de octubre de 1967: Gonzalo Iturbe se presenta en Madrid

Las temporadas de novilladas en la Plaza México, en el lustro que va a 1964 a 1968, representaron un parteaguas en la historia taurina mexicana. En ellas se presentaron quienes tomarían la estafeta en el liderazgo del toreo nacional, pero también sirvieron para renovar los escalafones que tenían dos décadas encabezados por los toreros que surgieron y formaron nuestra Edad de Plata. Así, los nombres de diestros como Raúl Contreras Finito, Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Eloy Cavazos, Curro Rivera o Antonio Lomelín comenzaron a encontrar su lugar en los carteles y también en la historia.

Pero esas temporadas – reales, que empezaban en abril y concluían en diciembre – no se sostenían con ese puñado de toreros, también había otros que atraían el interés de la afición y que nutrían el ánimo de los capitalinos y les hacían ir a los toros. Calesero Chico, Rafael Muñoz Chito, Leonardo Manzano, Pepe Orozco, Mario Sevilla, Mario de la Borbolla o Arturo Ruiz Loredo también invitaban a la gente a dedicarle su domingo a los toros. Todos ellos tuvieron su instante de gloria y fueron junto con otros muchos, el verdadero sostén de esas verdaderas temporadas de novilladas, en las que se buscaban toreros, no el cumplir con un requisito administrativo.

Entre los toreros de ese segundo grupo, se encontraba en esos días un sobrino de Raúl y Romárico González, hijo de su hermana Magdalena. Me refiero a Gonzalo Iturbe, que se presentó allí el 1º de agosto de 1965, alternando con Luis Reyes y Manolo Rangel, para lidiar novillos de La Laguna. Esa tarde tuvo que matar tres toros por haber sido heridos sus alternantes. Escribe Daniel Medina de la Serna que mostró aptitudes y cierto sabor campero en su hacer del toreo.

Gonzalo Iturbe regresaría a la gran plaza en 1966 y torearía cuatro tardes en ese ciclo. Su presentación fue el domingo 12 de junio, cuando con Leonardo Manzano, arropó el debut – y única actuación allí – de un novillero de Monterrey que estaba llamado a grandes hitos: Eloy Cavazos. Volvería el 17 de abril, 21 de agosto y cerraría el calendario el 25 de septiembre, tarde en la que ante novillos de Peñuelas y Santín (3º), compartió cartel con Ernesto Sanromán El Queretano y Guillermo Montes Sortibrán. Su actuación fue resumida así por el cronista anónimo de la agencia Informex para el diario El Informador de Guadalajara, del día siguiente:

Gonzalo Iturbe toreó muy bien a su primer novillo de Peñuelas que, aunque fue blando con los de a caballo, embistió con alegría y buen estilo a los de a pie… Iturbe ejecutó una faena con pases de calidad, destacando sus derechazos y mató con estocada siendo ovacionado con fuerza y obligado a salir al tercio a corresponder… En el segundo de su lote, que embistió con más claridad, pero fue soso, realizó una faena muy torera sin que se cambiara por la falta de alegría en las embestidas del astado. Mató de media y escuchó palmas...

Esos eran los días en los que las orejas de los toros eran verdaderos trofeos y no números de un hipotético marcador que define a un triunfador – también producto de la hipótesis –, porque el triunfo muchas veces no se define por el que se lleva los retazos de toro, sino por quien penetra en el ánimo de los que ocupan los tendidos.

Gonzalo Iturbe no actuó en la Plaza México el año de 1967. De las informaciones de la prensa española, se puede deducir que prácticamente al arrancar allá la temporada taurina, se subió al avión, con la intención de torear en aquellas plazas y seguramente, a partir de las relaciones de su familia de ganaderos, prepararse en el campo. Hay que hacer notar también que su viaje no fue precedido o acompañado con una campaña publicitaria, lo que puede indicar que iba a darse a valer por sus méritos, más que por la construcción de una imagen.

Al final, las oportunidades no se presentaron en la manera esperada. Solamente le quedó la opción de concentrarse en los tentaderos y de esa manera mantenerse en contacto con los toros y estar en condiciones de atender cualquier llamado a las plazas.

Una presentación que nació torcida, en Madrid

La temporada madrileña del 67 se extendió más de lo acostumbrado. De acuerdo con las cifras de los escalafones que allá se publicaban, en Las Ventas se dieron 57 festejos, de los cuales, al final, 14 fueron novilladas. Así, para cerrar el calendario, se programó una novillada para el domingo 15 de octubre en la que actuarían Carlos Jiménez, Guillermo Gutiérrez El Ecijano y al fin, la oportunidad que buscaba Gonzalo Iturbe. El encierro a lidiarse sería de los hermanos jienenses Daniel y Pedro Flores Albarrán.

Pero hay tardes que nacen torcidas. Y se tuercen porque la oferta que se hace a toreros y afición carece del equilibrio necesario y adecuado a las circunstancias de lo ofrecido. En esta oportunidad, deduzco, lo que propició que las cosas no salieran, fue el hecho de que, para tres novilleros bisoños, se encerrara una verdadera corrida de toros. Escribió José María del Rey Caballero Selipe, en la Hoja del Lunes del 16 de octubre, bajo el título Manifiesta desproporción:

Ignoramos lo que la empresa solicitaría de los señores Flores Albarrán, pero suponemos que fue una novillada; los criadores enviaron a Las Ventas una corrida de toros, en la que todas las reses poseían serio trapío y algunas, abundante leña. Del otro lado, pero para coincidir en el mismo redondel, se hallaban dos muchachos salidos de las nocturnas madrileñas, donde el ganado suele estar en relación con el bajo tono de los festejos, y un novillero azteca, tan exiguamente placeado que no le vemos en las estadísticas de actuaciones. La desproporción, pues, entre los toreritos y sus enemigos era patente, y añádanse a ello las dificultades de las reses, superables ciertamente más con la posesión de unos recursos de que los noveles, o desentrenados, carecían. No es, pues, ocasión de extremar las exigencias con la torería, que hubo de pechar con papeleta que a diestros más avezados habría de venirle grande...

También Andrés Travesí, encargado de la crónica ese día para el ABC madrileño, hace notar la desproporción entre toros y lidiadores:

También parece que hay dificultades con el ganado... Los novillos de Flores Albarrán tuvieron presencia, cabeza y modos de toros a punto de cuajar. Y como tales podrían haber sido lidiados en cualquier plaza, incluso en las que presumen de postineras. Por eso tenían dificultades, bien visibles, por cierto, aunque los bisoños componentes de la terna no supieran percatarse de lo que se les venía encima. Novillos – toros con sentido, con resabios que salieron muy sueltos y que murieron sin haber sido fijados debidamente. Sólo el primero tuvo una clarísima embestida. Pero conviene decir que, con todo, no tuvieron malas intenciones porque en muchas ocasiones quedaron a su merced los hombres de luces y salieron con bien, al no hacer los toros por ellos. Todo se limitó pues, a revolcones, moraduras, roturas de taleguilla y algún que otro puntazo...

Por su parte, Antonio Abad Ojuel Don Antonio, en el número de El Ruedo del 17 de octubre, remata:

...la Empresa de Madrid – que tan habituada nos tiene a las sorpresas de todo género – estuvo a punto de batir sus genialidades soltando para tres espadas que, por fuerza, habían de estar poco puestos, una seria, graneada y corpulenta corrida de toros, cuyos pesos no llegamos a conocer, pues en las novilladas no es preceptivo el cartel indicador... No fue la corrida de los señores Flores Albarrán, de Andújar, para ser lidiada como novillada por tres muchachos modestos. Tampoco juzguemos que los toros eran barrabases – aunque cuarto y quinto andaban cerca de ello –, pero si a su natural peligro se sumaba la inexperiencia de sus lidiadores y la poca forma de los picadores, en día que había mucho que picar, el resultado fue que un servidor de ustedes, que normalmente tiene entre 70 – 80 pulsaciones, salió de la plaza con taquicardia, provocada por dos horas y media de continuos sustos...

La historia nos enseña que las corridas de concurso – hoy un pretexto usado para limpiar corrales y potreros – en esos tiempos tenían sus motivos, sus plazas y sobre todo, categoría, así que el aseo se hacía desde los cerrados, enviando a las plazas lo que corría el riesgo de quedarse y si una corrida de toros se podía echar en una novillada, pues adelante… Esa es la impresión que dejan las relaciones acerca del encierro que se lidió ese domingo de hace 55 años.

La actuación de Gonzalo Iturbe

La prensa de Madrid que pude consultar fue despiadada con el diestro de Tlaxcala, pero en el número de El Ruedo ya citado, Antonio Abad Ojuel Don Antonio, escribió con algo más de pulcritud y de sensatez:

...Fue más anovillado – pero ya querrían novillos así en muchas corridas – el entrepelao cornalón que salió en tercera tanda para Gonzalo Iturbe, que, en una breve intervención en los toros de sus compañeros, me había dado medida de su poco placeamiento. Diré que el novillo tomó tres varas y un picotazo, y el mejicano lanceó con compostura y oyó palmas. Después..., corramos silencio sobre su labor, aunque este silencio venga estropeado por el trompetazo que señaló el primer aviso. Quiero hacer constar que no se dio prisa enviar el recado el señor presidente... El sexto, largo, enmorrillado. cornalón y manso, aunque pelea más y mejor con los caballos, es la segunda estación del calvario que para Gonzalo Iturbe ha sido esta tarde; quizá presintiéndolo, ya salió el muchacho vestido de nazareno y oro. Escuchó un aviso. Y si no hubiera estado en el ruedo un peón, que no identifiqué a la luz de los focos en que transcurrió la lidia, y cuya labor fue lo más torero de la tarde, la cosa hubiera ido peor... No soy aficionado sensiblero y creo que un toro, por toro que sea, no debe amilanar a un torero que sale en Madrid. Pero..., ¡eso de que fuese a salir, precisamente, para dos chicos triunfadores en las nocturnas y un debutante mejicano escaso de corridas...! ¿Es que no había otra oportunidad de dar suelta al toro – toro?

Como se puede leer, la oportunidad más bien fue un envío al cadalso de los novilleros actuantes, ante una real corrida de toros que debió tener otro destino y otros diestros para enfrentársele, pero dirían las crónicas de estos días, Gonzalo Iturbe resolvió esa papeleta con dignidad, que, por lo visto, no había otra manera de hacerlo.

El futuro de Gonzalo Iturbe

Regresaría a la Plaza México para torear dos novilladas en 1968, al principio – 14 de abril – y al mediar la temporada – 15 de septiembre – y recibiría la alternativa en la plaza de Tlaxcala el 10 de noviembre, de manos de Antonio del Olivar y llevando como testigo a Alfonso Ramírez Calesero Chico. Los toros que se lidiaron fueron de Piedras Negras, su casa. De acuerdo con los anuarios, esa fue la única corrida de toros en la que actuó, dando por terminada su etapa de vestir el terno de luces.

A partir del año de 1973, se dedica, junto con su hermano Javier, a la atención de la ganadería de su madre, doña Magdalena y a partir del año 2009, es titular de su propio hierro, teniendo su ganado en Amealco, Querétaro.

Hoy recuerdo este hecho, porque Gonzalo Iturbe fue el único novillero mexicano que actuó en plazas de España hace 55 años, ese solo hecho lo hace merecedor de ser recordado, independientemente de su resultado, que ya hemos visto, fue influido por causas ajenas al torero. Como apéndice diré, que por nuestros matadores de toros solamente torearon allá Raúl García y Gabriel España.

Retales de la prensa de la fecha

Álvaro Domecq anunció su despedida de los ruedos tras cortar dos orejas en Zaragoza, a un toro de Juan Pedro Domecq.

Palomo Linares anunciaba su salida para torear en Venezuela, Ecuador y Colombia, agregando que 72 de las 104 corridas firmadas a causa de dos percances. También comentó el gran triunfo que obtuvo en San Sebastián de los Reyes, cuando mató seis toros a beneficio de Manuel Álvarez El Bala, a quien se le amputó una pierna a causa de una cornada...

Ese 15 de octubre se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Ángel Alcaraz Angelete, fallecido la víspera en Quintanar de la Orden, a causa de la cornada domingo 8 de octubre después de ser herido en Torre Pacheco, cuando alternaba con el murciano Pedruelo en la lidia de novillos de Sánchez Cajo. Fue herido por el tercero de la tarde, en el triángulo de Scarpa y el pitón penetró hasta la cavidad abdominal, donde un proceso infeccioso le causó la peritonitis que causó su deceso.

Y por último, Gregorio Sánchez, alternando con Martín Sánchez Pinto y Vicente Punzón, le cortó dos orejas a uno de los toros de Salvador Gavira que le tocaron en suerte en la plaza de Vista Alegre de Carabanchel.

domingo, 9 de octubre de 2022

25 de septiembre de 1931: David Liceaga confirma su alternativa en Madrid

David Liceaga a la verónica
Foto: Orduña
Prestada del blog Toro, Torero y Afición

Hace algo más de un año, por estas mismas páginas virtuales, recordaba el nonagésimo aniversario de la primera campaña que hizo por ruedos europeos David Liceaga, así como de la alternativa que, el 21 de junio, en la plaza de Barcelona, le otorgó Manolo Bienvenida, en presencia de Domingo Ortega, cediéndole al toro Chuponero del Marqués de Guadalest. A partir de esa fecha, el torero nacido en Romita, Guanajuato – aunque hay quien afirma que nació en la Ciudad de México – quedaba a disposición de las empresas para dar variedad a los carteles de esos días.

La alternativa en la Monumental catalana era la segunda que recibía el Maestro incómodo – Leonardo Páez dixit – pues como triunfador de la temporada de novilladas de 1930 en El Toreo, fue reconocido con la concesión del doctorado en la temporada grande, misma que recibió el domingo 11 de enero de 1931, cuando Manuel Jiménez Chicuelo le cedió al toro Palillero de Zacatepec, en presencia de Carmelo Pérez.

Como lo explicaba en los recuerdos de esa alternativa barcelonesa, David Liceaga coronaba con ella una brillante campaña novilleril, en la que llegó a torear hasta tres domingos seguidos en la Maestranza de Sevilla, compartiendo carteles con su compañero de quinta, Alberto Balderas

La tarde de la confirmación en Madrid

En corrida extraordinaria dentro del abono madrileño, se anunció para el viernes 25 de septiembre de 1931, un encierro de patas blancas de José Encinas para Nicanor Villalta, Domingo Ortega y David Liceaga, que se había presentado como novillero en la Plaza de la Carretera de Aragón el 30 de mayo anterior, alternando con Juan Martín Caro Chiquito de la Audiencia, Manuel Fuentes Bejarano y Antonio García Maravilla, en la lidia de 7 novillos de don Alipio Pérez Tabernero y uno de Clairac, octavo bis. Esa tarde cortó una oreja y Recorte, en el diario La Libertad del día siguiente al del festejo, escribió:

En Liceaga hemos observado condiciones para ser matador de toros en plazo breve. Además de lo ya dicho, tiene valor, como demostró en el revolcón peligroso que le dio el toro de la oreja durante la faena de muleta…

Esas fueron las condiciones en las que llegó a la tarde de su confirmación, esperando refrendar el buen momento que había dejado patente la tarde de su debut.

El toro de la confirmación se llamó Buñuelo, negro, girón y bien armado según las crónicas y el segundo de su lote fue Prisionero según unas crónicas o Caminante, según otras. La versión de César Jalón Clarito, en su tribuna del diario El Liberal del día siguiente al del festejo, es en el siguiente sentido:

...Torero de raza mejicana, si se entiende que el genio torero de aquella raza era así: fino, compuesto, más pagado de la bella forma que de la eficacia, más atento al adorno que a dominar. Mientras los toreros españoles han sacrificado toda su iniciativa taurina a una copia, no siempre vil, de Belmonte, los mejicanos han tenido frecuentemente su espejo en Gaona... Ninguno de ellos me lo hubiera recordado tanto como este David Liceaga, confirmado torero ayer, sino porque en su repertorio natural o instintivo intercala a ratos, cuando se preocupa, «pasos de toreo» de dos diestros que han hecho furor en su tierra: de Chicuelo y de Márquez... Salpicada de ovaciones y de olés toda la obra torera – lances de capa, pares de banderillas por ambos lados y faenas de muleta «redondeadas» por el estoque –, he estado yo más atento que a reseñarla al detalle, a penetrarme de los rasgos salientes de un nuevo astro. Repertorio de quites. Conocimiento de la suerte de banderillas, que sus enormes facultades le permitirán ejecutar en todos los terrenos. Mano izquierda desenvuelta. (Se ha despegado los dos toros tomándolos en medio palmo de tierra.) Y facilidad asimiladora. Del Gaona que no quebrantaba – la muleta y el capote no hacían más daño que un pañolillo de seda – salta Liceaga en el último toro a los pases con los pies juntos de Chicuelo y después al toreo de costado de Márquez, tan justamente tomado de su patrón, que si en vez de un ahijado artístico de allí, en vez de Solórzano, lo sería Liceaga... Mi interés, mi curiosidad – lo confieso – pueden en mí más que, mi entusiasmo. El entusiasmo no es obra de un día. Aunque – sin duda por haberlo visto más – Liceaga no sólo ha confirmado su alternativa con ovaciones entusiastas, sino que se ha llevado el título de la confirmación a hombros de sus entusiastas...

La suma de su actuación esa tarde, definitivamente deja en claro que, sin despojos en las manos, tuvo una tarde muy interesante, sombreada quizás, por la gran faena de Nicanor Villalta al toro Cabrero, segundo de la función, al que le cortó las dos orejas. Por su parte, Maximiliano Clavo Corinto y Oro, en el nocturno La Voz del día de la corrida, le vio de la siguiente manera en el segundo de su lote:

...Brinda el mejicano a su íntimo amigo el aficionado valenciano señor Musolé y comienza con tres soberbios y espeluznantes muletazos de estatua por alto, juntos los pies y rígido. Los olés y la ovación pueden oírse desde la avenida mejicana de Bucareli. Continúa el nuevo y ya profesor toreando a medio centímetro de los pitones, en un combate por altos y de pecho todo valentía. Salsa y enjundia de torero de clase extra... Tanto entusiasma la faena, que el público, cuando se prepara para matar dos veces, le pide a grito pelado que siga toreando. Y sigue el mozo desde cerca y con un estilo admirable, siempre pisándole el terreno al toro, entre incesantes aclamaciones. Después de un pinchazo arriba agarra una estocada corta en lo alto, que cae tendenciosa, dentro de un viaje de absoluta decisión. Un descabello a pulso al primer golpe y con el toro arrancado y ovación final, con salida en hombros, como los héroes de punta...

Por su parte, Federico M. Alcázar, en El Imparcial, recoge las siguientes impresiones:

...Villalta entrega los trastos al nuevo doctor. El toro está quedado, y Liceaga le llega con la muleta a los hocicos y corre superiormente la mano en dos naturales, que se jalean. Se queda el de Encinas, y el mejicano le porfía hasta darle con las «bambas» en la cara. Se arranca el toro sin fijeza y el muchacho le da otros dos naturales con más voluntad que lucimiento. Se lleva el toro a los medios, pero tampoco logra que embista. A fuerza de pisarle el terreno y atravesarse provocando la arrancada logra dar dos pases por bajo y dos de pecho estupendos. Hay facilidad, finura y sosiego, condiciones de excelente torero. Además, está cerca del toro con sentido, que es una de las cosas más difíciles. Entra muy bien a matar y coloca una estocada superior. Le ovacionan y da la vuelta al ruedo. «Debut» lisonjero, con la promesa de más espléndidos resultados... Y vamos con el último. Jirón también, pero con manchas, casi berrendo. Liceaga lancea con más voluntad que lucimiento, pues el toro echa la cara arriba y tiene tendencia a la huida. Se aplaude a Villalta en un quite, y Ortega remata el suyo con media verónica estupenda. Banderillea Liceaga, prendiendo un par al cambio desigual; repite con uno al cuarteo, cayéndose un palo, y termina con un tercero estupendo. que se aplaude... El nuevo matador de toros brinda a un amigo y comienza con tres pases por alto estatuarios, inmóviles, sacando la muleta por el rabo. Estalla la ovación y Liceaga se queda con la muleta en la zurda y liga tres naturales buenos. Continúa con la derecha toreando en redondo y de pecho colosalmente. Cada muletazo es una explosión de entusiasmo. La faena es de una finura, un arte y un sabor torero magníficos. Lo más sorprendente en este muchacho es la tranquilidad, el sosiego y el sentido con que ejecuta el toreo. El público se entrega al nuevo matador de toros, que continúa la faena por altos y de pecho estupendos. Pincha arriba y repite con una corta defectuosa. Le despiden con una ovación y unos espontáneos le alzan en hombros. Alternativa brillante de un buen torero, un artista admirable, sobre todo en el último tercio. Torero fino, bonito, fácil y con el valor necesario. Es de lo mejorcito que ha venido de Méjico...

Y tercia don Gregorio Corrochano, en su sitio del ABC de Madrid, escribió:

...Liceaga tomaba la alternativa en Madrid. Estuvo valiente, fácil, ágil, muy ágil, y tranquilo en la cara de los toros. Tiene unas facultades extraordinarias que, bien empleadas, pueden ser buenos recursos. En el tercio de banderillas, al que le vimos aficionado, pueden serle de gran utilidad y rendimiento. Banderilleó los dos toros con facultades... El primero era un toro mansote, pero Liceaga, muy cerca, desafiando mucho, entre los pitones, sacó partido del toro. Entró derecho a matar y dio una estocada entera, de la que murió el toro. El torero dio la vuelta al ruedo. Tiene un toreo alegre y simpático. Al sexto toro – esto es lo terrible de la alternativa, la distancia del primero al sexto – le dejó pasar con los pies juntos tres o cuatro veces, y yo, que no soy partidario del toreo a pies juntos, hubo un momento en que me asusté, porque el toro se volvió una vez un poco vencido, y Liceaga, sin enmendarse, le esperó. El público se emociona también; sigue la faena ya con mejor estilo, esto es, llevando al toro más toreado, y mató de un pinchazo, media atravesada y un descabello a toro arrancado. Salió en hombros. Sereno, alegre y ágil, muy ágil...

Los siguientes días de David Liceaga

El torero de Guanajuato sumó apenas cuatro corridas esa campaña del 31, pero su buen hacer le obtuvo el verse anunciado en la feria de San Miguel en Sevilla, en idéntico cartel al de la tarde de su alternativa, pues le precedían en la lidia Manolo Bienvenida y Domingo Ortega, ante los toros del Marqués de Guadalest.

Volvería a México y en la temporada 1931 – 32, tendría en El Toreo un par de tardes rotundas, pues en la del 17 de enero de 1932, le cortó el rabo a Hortelano de La Laguna y el 5 de febrero siguiente obtuvo el de Consentido, también de La Laguna en la primera corrida de la Oreja de Oro.  Regresaría a España en 1932, toreando seis festejos y de regreso en México tendría, el 5 de febrero de 1933, una tarde en la que se produjo un hecho entonces inusitado, pues el toro Ilustrado del Marqués de Villamarta que le tocó en suerte, fue indultado en El Toreo de la Condesa.

En 1938 renunciaría a la alternativa que recibió en Barcelona y la tomaría en definitiva en El Toreo de la Condesa, el 18 de diciembre de 1938, siendo su padrino Fermín Espinosa Armillita y atestiguando la ceremonia Silverio Pérez. Los toros fueron de La Punta y el de la alternativa fue llamado por sus criadores Cabrero. Esa tarde, lo grande lo realizó ante el sexto, Trianero, al que le cortó el rabo.

Todavía le quedaban grandes faenas por firmar a David Liceaga: las de Bombonero de La Laguna, Azafranero de Carlos Cuevas, Zamorano de San Mateo, Bonfante de Xajay, Afinador de Torrecilla, Cirquero de Zotoluca o Florista, también de Torrecilla. Algunas ya las he tratado de contar por aquí, y seguramente me ocuparé de las otras.

David Liceaga fue el primer diestro en torear una despedida en la Plaza México, fue el 2 de febrero de 1947. Reaparecería el 20 de junio de 1948 en Ciudad Juárez, Chihuahua y seguiría actuando con frecuencia, hasta llegar a la que fue su última corrida en Mérida, Yucatán, el 11 de enero de 1959.

David Liceaga, tronco de una larga dinastía de toreros, falleció en León, Guanajuato, el 2 de noviembre de 1996.

Aviso parroquial: Los resaltados en los textos de Clarito, Corinto y Oro, Alcázar y Corrochano son obra de este amanuense, pues no obran así en sus originales... Esta es la entrada número 700 de este blog...

domingo, 2 de octubre de 2022

Joaquín Bernadó y seis miuras en la Monumental de Barcelona

El anuncio de la corrida
La Vanguardia
Cuando se empezó a delinear la actual temporada, que está en sus últimos estertores, se anunció que este año 2022 habría un par de corridas en las que un diestro enfrentaría, en solitario, seis toros de Miura. La historia del toreo nos deja en sus páginas la seguridad de que esa es una hazaña que no se repite con frecuencia. Tanto así, que desde la fundación de la vacada hace ya 180 años, apenas rebasan una docena los festejos de esa naturaleza. 

Manuel Fuentes Bocanegra, Rafael Molina Lagartijo, Luis Mazzantini, José Gómez Ortega Gallito, Antonio Chenel Antoñete, Juan Antonio Ruiz Espartaco, Juan José Padilla, Javier Castaño y Antonio Ferrera – dos veces –, entre los matadores de toros y el novillero Antonio Moreno Moreno de Alcalá, son esos toreros que entre 1873 y 2022 han intentado y culminado algo que justamente puede ser considerado una gesta.

También se encuentra entre la lista de los toreros de alternativa el de Santa Coloma de Gramanet, Joaquín Bernadó, quien el domingo 3 de septiembre de 1972, se enfrentó en solitario – con el intermedio ecuestre de don Manuel Vidrié – a seis toros de la finca de Zahariche. Este particular asunto es el que me trae con Ustedes en esta oportunidad.

Un antecedente necesario

Como antecedente, es prudente recordar que el 5 de septiembre de 1971, en Barcelona, se lidió una corrida de Miura. El cartel de toreros lo formaron Joaquín Bernadó, Santiago López y Antonio José Galán, quien se alzó como triunfador del festejo. Tras de cumplir el compromiso, Joaquín Bernadó pidió a la empresa, para sí otra corrida de ese hierro, para matarla en solitario, en ese mismo calendario.

Pedro Balañá y el torero catalán llegaron a un acuerdo para una fecha en ese mismo 1971. Así lo cuenta José Luis Cantos Torres:

La encerrona... fue un reto personal que se impuso a sí mismo... pero por incumplimiento de la empresa Balañá, no cuajó... su postura fue contundente, no volver a torear en Barcelona hasta que la empresa cumpliera con lo ofrecido...

Por otra parte, Joaquín Bernadó le contó a su biógrafo Juan González Soto lo siguiente:

...por la corrida de toros de Miura vino eso... me dijo que sí, y luego no me lo cumplió. Y yo ya lo había anunciado a la prensa que iba a matar los seis suyos y el que quedó mal fui yo... La función fue la siguiente: me prometió una fecha de la que luego se desdijo. Y esa fecha la ocupó Luis Miguel Dominguín. En aquel momento Pedro Balañá apoderaba a Luis Miguel. ¡Esa era la cosa! Pedro Balañá puso a Luis Miguel Dominguín y me apartó a mí cuando, desde el principio, y tenía esa fecha apalabrada y negociada, prometida y asegurada...

Seguía diciendo Bernadó que ni Pedro Balañá, ni él mismo estaban en condiciones de mantener pleitos con nadie, razón por la cual llegaron a una resolución y se programó el enfrentamiento con los toros de Miura para el domingo 3 de septiembre de 1972, prácticamente un año después de que el torero hubiera matado una corrida de la misma procedencia en esa misma plaza.

Solo ante seis de Miura

Para 1972, apenas media docena de toreros se habían encontrado en solitario con esos toros. Y entre ellos, solamente Gallito había podido cortarles orejas, en esa legendaria corrida de Valencia, enfrentada a reclamo de la afición, que le había visto lidiar el solo a seis del Marqués de Guadalest. En esos días, Joaquín Bernadó sería el séptimo torero en acometer una gesta de esa naturaleza y le tocó una tarde lluviosa, que evitó la concurrencia a los tendidos de muchos aficionados. Cuenta Julio Ichaso, en su breve crónica publicada en La Vanguardia de Barcelona, el martes 5 de ese septiembre:

No estaba la tarde, muy entonada, para la brillantez de los festejos taurinos. Llovió al principio de la función, aunque con mesura, pero del «sirimiri» norteño se pasó a la lluvia continuada, molesta en grado superlativo, para los lidiadores y para el público. La falta de luminosidad no ayudó mucho al espectáculo. Le ovacionaron mucho a Bernadó, después del paseíllo… No se puede echar a barato el plausible gesto de «Quimet» de lidiar seis miuras, seis, él solito. Se puede calificar de una auténtica hombrada artística pues es un hierro al que muchos lidiadores lo marginan, o dicho más claramente, lo dejan de lado para enfrentarse con divisas más suaves, manejables y pastueñas, aparentemente…

Bernadó recordó siempre con gusto que el cronista de La Vanguardia se refiriera a él como Quimet, cariñoso diminutivo del nombre Joaquín, en catalán, pues consideró que esa era la prueba del cariño de la afición de su tierra.

Al final de cuentas Joaquín Bernadó saldó su actuación con vuelta al ruedo, dos orejas, palmas, división de opiniones, pitos y vuelta al ruedo. La mejor parte de su tarde fue como se puede ver, con el segundo, llamado Lanudo y del que, en su día, el ya nombrado Julio Ichaso, narró lo que sigue:

Segundo, con unos puñales prominentes y afilados, pero muy trotoncete. Recibió tres varas y un picotazo. El sobresaliente Jiménez Márquez realizó un gran quite. La res flojeaba de la pata derecha. Faena de corte bernadorista sin omitir unos naturales de clamor; más unos muletazos de calidad por su atracción perfilista. Finiquitó la serie con el obligado de pecho. Ovaciones. Mató muy bien, entrando sin vacilaciones. Le concedieron las dos orejas, con una vuelta clamorosa por el ruedo…

Quizás la pieza que mejor aplaude la hazaña de Joaquín Bernadó es la aparecida en la Hoja del Lunes de Madrid, que lleva una más desarrollada crónica del corresponsal R. Huertas, dictada por teléfono, según reza la nota y de la que extraigo:

…hay que destacar que esta gesta ha sido realizada ante una auténtica corrida de toros y no con un encierro preparado para el éxito de una figura. Las seis reses de la divisa verde y grana han sido como copia de aquellas viejas estampas de La Lidia. Altos como mulos, con la lámina característica de la casa, afiladas y pavorosas defensas, edad, fuerza, faltos de casta y con los defectos de la vacada acusados, ninguno ha sido apto para el lucimiento, si bien los dos primeros toros, de embestida al final un tanto noble, dieran ocasión para que Bernadó nos ofreciera las exquisiteces de su muleta…

Al final del festejo, contra lo que pudiera deducirse hasta aquí, Joaquín Bernadó no fue sacado en hombros de la Monumental. Pero sí pudo dar un par de aclamadas vueltas al ruedo acompañado de su cuadrilla. Y terminó con el vestido negro y plata que sacó en la ocasión, sin una mancha. Sigue diciendo R. Huertas:

Así se fue Joaquín Bernadó. Entre palmas y limpio, igual que inició el paseíllo, salvo las medias, ya que hubo de actuar descalzo a partir de la salida del tercer toro a causa de la lluvia, que desde ese momento se hizo intensa y puso difícil el ruedo…

El intermedio de la corrida

El caballero en plaza Manuel Vidrié actuó entre los toros tercero y cuarto, ante un astado portugués de Ernesto Louro Fernández de Castro. En retrospectiva, eso no resultó del agrado de Bernadó, que contó a González Soto:

En la corrida de los miuras también estuvo el rejoneador Manuel Vidrié. Rejoneó un toro entre el tercero y cuarto míos. Se supone que lo hizo para que yo descansara. Ese tipo de inventos... Yo hubiera preferido que Manuel rejoneara antes de que yo empezara con el primero. Para mí fue peor como se hizo. Lo mejor hubiera sido que yo toreara los seis toros seguidos, sin interrupción...

La difusión de una gesta

Interesante es ver a esta distancia de los hechos, que salvo la breve crónica de La Vanguardia, la información relativa a esta corrida se limitó casi a meras gacetillas, como se puede ver en las páginas de El Ruedo o en el diario Mundo Deportivo, también de la Ciudad Condal, en el que Juan Fontanet le dedicó un brevísimo espacio, pero que alcanzó a reflexionar lo siguiente:

Matar seis toros no constituye nada nuevo, pues lo han hecho otros muchos diestros; pero, en general, sólo los tenidos por largos, en el sentido de completos, de dominadores con repertorio amplio, que incluía el segundo tercio. No puede decirse que Bernadó figura entre ellos. Lo insólito, en el caso del diestro catalán, es haberlo hecho con toros, y toros de verdad, no de mentirijillas procedentes de una vacada en la que la historia y la leyenda se dan la mano, lo que, indudablemente, agranda el gesto. Gesto que debió de ser debidamente estimado, por cuanto la plaza, a pesar del mal tiempo, registró una entrada tan buena que nos hizo pensar que de haberlo hecho bueno pudo muy bien haberse llenado…

Aparte de la importante actuación del espada catalán, las relaciones destacan la lucida tarde del banderillero Herrerita y del sobresaliente Rafael Jiménez Márquez, murciano afincado en Barcelona, quien quizás como premio a su participación en este festejo, recibió en la misma plaza la alternativa el 15 de octubre siguiente. Sería su única actuación como matador de toros, puesto que casi de inmediato trocó el oro por la plata, escalafón en el que se desempeñó hasta bien entrados los años 80.

En conclusión

Joaquín Bernadó ha sido quizás, el torero catalán que más ha dejado escrito para la historia de esta fiesta. Es también, a estos días, el torero español que más ha actuado en México a partir del último tercio del siglo XX. Sin ser un legionario, tuvo el oficio y la clase para enfrentar todo tipo de encierros y encastes, la prueba, en estos hechos que hoy intento contar. Joaquín Bernadó es uno de esos toreros que, al hablar de clase reunida con oficio, hay que mencionar siempre en primer lugar.

Aldeanos