César Pastor confirma en Madrid 15 de mayo de 1982 |
César, que fue uno de los grandes triunfadores de la temporada de novilladas de 1978 en la Plaza México, formando una poco común pareja con Rodolfo Rodríguez El Pana decidió cruzar el Atlántico al año siguiente con la intención de torear novilladas en España y recibir el doctorado en aquellas tierras. Se presentó en las principales plazas españolas, Sevilla y Madrid incluidas y acumuló los méritos suficientes para recibir el grado de matador de toros en las condiciones ya relatadas, asunto del que ya me he ocupado en estas notas.
Volvió a México al final de la temporada y fue programado por el doctor Alfonso Gaona para confirmar su alternativa en un día poco usual, pues se le puso como fecha el sábado 22 de diciembre de ese mismo 1979. Los toros serían de Campo Alegre y le apadrinaría Curro Rivera en presencia de Manolo Arruza, cediéndole al colorado ojo de perdiz nombrado Serenito, primero de esa corrida. De su actuación escribió Luis Soleares – Carlos Loret de Mola Médiz – lo siguiente, aparecido en el diario El Informador de Guadalajara, al día siguiente de la corrida:
César Pastor es un consumado lidiador, muy bien puesto, con sitio adquirido en España. No templa con la suavidad que gusta al público metropolitano, pero a cambio se desenvuelve en el ruedo como pez en el agua; banderillea muy seguro de sí, con los terrenos bien conocidos y hace alarde de facultades físicas; no siempre deja bien colocados los palos. Mata con acierto. Sabe lo que hace. Al afinar la pañosa conquistará a la gente... Trae el sitio y las capacidades de lidiador español...
Al final de la corrida, los tres espadas habían saludado una ovación en el tercio, tras la lidia del primero, segundo y tercero de la tarde, que se fue a los libros de la historia como una tarde inaugural en la que se vieron detalles y voluntad, pero nada más. A partir de esta tarde de confirmación, César Pastor empieza a torear con regularidad en las plazas mexicanas, sumando un promedio de veinte a veinticinco corridas anuales y formará parte de los festejos señeros en la Plaza México durante 1980 y 1981.
A Madrid, para confirmar
Al inicio de 1982 se anunció que César Pastor buscaría torear en ruedos de Europa, con la intención de confirmar su alternativa en Madrid, plaza que ya había pisado, puesto que se presentó en ella como novillero el 17 de junio de 1979, alternando con Patrick Varin y Mario Triana en la lidia de novillos de doña Rocío de la Cámara. La cita se programó para la Feria de San Isidro, concretamente en el segundo festejo de ese ciclo, que se celebraría el día 15 de mayo, en un cartel anunciado con toros de Francisco Martínez Benavides para él, su padrino José Fuentes y el testigo que fue Francisco Ruiz Miguel. Acerca del encierro anunciado, se publicó en el diario madrileño ABC lo siguiente:
GANADERÍA DE FRANCISCO MARTÍNEZ BENAVIDES. – Pastan en Posadas (Córdoba). Su antigüedad data del 19 de septiembre de 1971, día en que actuaron en Madrid, en corrida de toros, El Jerezano, Manolo Amador y El Marcelino. La divisa es azul y roja, y la señal, horquilla en la derecha y despuntada en la izquierda.
Su procedencia es la de Pedro Gandarias (Castillo de Higares), que en 1946 pidió la prueba para el ascenso. Ganada ésta adquirió un lote de José Escobar (de origen Graciliano Pérez – Tabernero) y otro de Antonio Urquijo, cuyas procedencias fueron llevadas por separado. En 1965 fue adquirida por el actual propietario, que varió el hierro. Esta vacada debuta hoy en la feria. En Madrid fue suya la corrida de la Asociación de la Prensa de 1974, que estoquearon mano a mano, Ruiz Miguel y Antonio José Galán…
Al final de cuentas solamente se lidiaron dos de los toros originalmente propuestos, pues en el reconocimiento se rechazaron tres de ellos, que fueron sustituidos por otros de Francisco Ortega Sánchez (2º, 3º y 6º) y un tercero del encierro original fue reemplazado por un de don Luis Algarra (5º).
El primero de la tarde se llamó Pelele, herrado con el número dos y anunciado con 500 kilos de peso y tras de la ceremonia preceptiva, así vio Vicente Zabala Portolés al confirmante, según lo asentó en su crónica del ABC de Madrid del día siguiente al del festejo:
El azteca César Pastor, que confirmaba su alternativa, no entendió al primer toro, un ejemplar encastado de Martínez Benavides, al que había toreado atropelladamente con el capote, no se reunió con él en banderillas y lo muleteó a pechugazos y atragantones, sin atreverse a sacarlo a los medios, dándole los adentros muy torpemente… En el sexto se quedó muy quieto. Atornilló las zapatillas y corrió la mano varias veces con temple, pero no construyó la faena de muleta. A retazos no se consigue nada. Y mucho menos insistiendo una y cien veces, por esto, «mano», no es cuestión de cantidad, sino de veinte pases bien ejecutados con entrega y sentimiento. Otra vez será, hombre. Si es que hay otra vez, porque los contratos no están fáciles ni en España ni en México. Hay que ganarlos saliendo en hombros por las puertas grandes de las más importantes plazas. Como toda la vida. Que en esto han cambiado muy poco las cosas...
Por su parte, don Joaquín Vidal, en su tribuna de El País hizo en su día esta apreciación:
Tan larga fue la corrida – cerca de dos horas y media – que transcurrió casi toda como si no existiese César Pastor. Y sin embargo César Pastor existe. Es un mexicano pinturero, valentón, esforzado, entusiasta, con pocos recursos y aspecto de buen chico. Es cierto que hay mucha diferencia entre el toro mexicano y el español. Aquel, bajo de casta y recortado de estampa, tiene menos fiereza y respeto. Los toreros de ambos países notan mucho el cambio cuando cruzan el charco, unos para bien, otros para mal… Los mexicanos, para mal, claro. César Pastor no se acoplaba con sus toros y cada embestida le suponía un atragantón. Tres naturales al sexto embarcando bien se perdieron entre un montón de pases embarullados, traspiés y suspiros. Su presentación en Madrid resultó cárdena, incluso con las banderillas...
Más amable fue el parecer de Rosa María Pereda, quien también en las páginas de El País madrileño, refiere:
El que prueba su hombría es César Pastor, un chaval mexicano de corte chulillo, moreno y menudo, que reta al toro adelantando la pelvis y cuando le tiene en su juego, se le acerca, aunque el animal vea más su cintura que el trapo, y aunque está aprendiendo mucho en esta lidia tan larga. Cada vez se quiebra más el toro, cada vez se acerca más este niño... Y entonces la plaza de divide. La plaza es el verdadero monstruo, la plaza que se emborracha con el capote de César Pastor y grita unos minutos... Al que se inicia hoy, unos le ven sin cocer, indefenso ante este manso y ante el otro, desbordado por el ceremonial al que acude... El peligro es lo que hace bramar a la plaza las veces que lo ve. El peligro real, porque a eso es a lo que se inicia hoy César Pastor. Este es un ceremonial del valor, de la pasión, de la sangre. El gesto de César Pastor con la cintura avanzada hacia el obús es todo un símbolo…
No obstante, podemos deducir de lo hasta aquí leído, que la tarde de la confirmación madrileña de César Pastor no fue precisamente la que el torero hubiera soñado. Demasiados imponderables desviaron el interés de una tarde en la que el linarense José Fuentes se retiró entre una buena bronca y Francisco Ruiz Miguel saldó su compromiso cortándole una oreja al tercero de la tarde.
Lo que siguió después
César Pastor siguió adelante con su carrera en ruedos de México. Quizás su temporada más brillante fue la de 1989, en la que encabezó el escalafón, fue el triunfador absoluto de las ferias de León, Texcoco, Aguascalientes y Zacatecas, lo que le valió ser contratado para cuatro tardes en la temporada capitalina siguiente y se mantuvo en activo hasta el año de 1998, cuando decide irse de los ruedos. Tras de su triunfo en Texcoco, a inicios de abril, Francisco Lazo, cronista del diario deportivo Esto de la capital mexicana, reflexionó bajo el título ¿Y por qué lo dejan ir?:
César Pastor inició ayer una breve campaña de despedida, cortando tres orejas. Hizo el toreo bueno que le conocemos y, diría, también de reproche contra las empresas que le cerraron puertas porque César nunca ha sido sumiso, ni se ha plegado a otros intereses que no sean los de su profesión... Ahora César se despedirá definitivamente en la feria sanmarqueña, pero viéndole andar con tanta seguridad en el ruedo, a pesar de que en el último año apenas y toreó cuatro corridas, disfrutando su buen quehacer, uno se pregunta: ¿Por qué no aprovecharle todavía como torero y como un primer espada de categoría? César Pastor tiene mucho que decir todavía en el ruedo...
César Pastor toreó lo que debía ser su última tarde en Aguascalientes el 3 de mayo de 1998. Esa tarde cortó dos orejas y la impresión que causó fue la siguiente:
El quinto de la tarde, herrado con el número 125, de nombre “Zapatito” y con 488 kilogramos fue el toro de la despedida para César Pastor. El diestro salió a entregarse desde el inicio para recibirlo con dos largas cambiadas pegado a las tablas, posteriormente lanceó a la verónica cargando la suerte. Su enemigo cumplió en varas y Pastor, tras hacer un quite por chicuelinas, se decidió a cubrir el tercio de banderillas... Tras brindar la faena al público el torero hizo un segundo brindis a sus pequeños hijos a quienes entregó la montera. Aprovechó el buen estilo del toro para templar sus embestidas, por ambos lados teniendo de fondo “Pelea de Gallos”. Antes de entrar a matar escuchó “Las Golondrinas” y tras dejar una estocada entera y desprendida, las lágrimas rodaron por sus mejillas. En los tendidos surgió una manta que decía “César, torero honesto, la fiesta te necesita ¡quédate!” … La autoridad concedió las dos orejas y Víctor, hermano del diestro, fue el encargado de retirarle la coleta, misma que César entregó a sus hijos entre la ovación general...
César Pastor volvería a torear vestido de luces el 22 de abril de 2007, en Mexicali, compartiendo cartel con su antagonista El Pana y Manolo Arruza en la lidia de toros de Jaral de Peñas. Esa corrida tuvo mayor repercusión por la grave cornada sufrida por el banderillero Pepe Luna, de quien se dijo, había muerto en la plaza, sin que fuera cierto. Al final, lo más torero de la sesión fue la actuación de César Pastor, quien tras de esa tarde, no ha vuelto a vestirse de luces.
Así pues, en este día de San Isidro en el que se cumplen cuatro décadas de su confirmación en Madrid, recuerdo a este importante e interesante torero.