lunes, 26 de julio de 2021

El verano madrileño del 46. Experimentando unas nuevas puyas (II/II)

Puyas de cazoleta
Foto: El Ruedo
Hasta este punto, es evidente que las cosas se apreciaron según el cristal a través del cual se miró. Pero al parecer la intención de la autoridad era la de seguir adelante con la búsqueda de una nueva puya que, castigara al toro, pero que no lo inhabilitara para la lidia. Así, de las crónicas y reseñas de los festejos celebrados en la capital española, pude localizar que se volvió a usar en estos otros festejos:

En el del 16 de junio 1946, domingo siguiente al del estreno en el que actuaron Parrita, Manolo Escudero y Fermín Rivera ante toros de Galache. Don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda en la Hoja del Lunes del día siguiente al festejo señaló: 

La nueva puya se empleó en tres toros. Con la cazoleta de metal más ligero y reduciéndola de tamaño, para que estorbe menos a la puntería del picador, insistimos en que podía suplir con cierta ventaja a la en uso hasta hoy.

Se ve que se tomaron notas de los sucesos de la primera experiencia y a partir de ellas se rediseñó la cazoleta o quizás en este festejo se experimentó con un segundo modelo. Lo interesante es, que solamente se utilizó en la mitad de la corrida.

Vuelve a mencionarse hasta el festejo del 7 de julio, cuando Morenito de Talavera, Manolo Escudero y Rafael Llorente se enfrentan a un encierro del Conde de Antillón

Otra vez El de Tanda, en la Hoja del Lunes del día siguiente, se expresa así: En los tres primeros toros se probó el nuevo modelo de puya con la cazoleta reducida de tamaño y de peso. Dio buen resultado.

Y se vuelve a mencionar en la corrida del 14 de julio, cuando Pepe Dominguín, Manuel Gutiérrez Espartero y Benigno Aguado de Castro se enfrentan a toros de Villagodio. De la crónica aparecida en El Ruedo del 18 de julio siguiente, firmada por Juan León, entresaco: 

La corrida de Villagodio fue una corrida cuajada, con el sentido que da la edad, y que, lejos de doblar las patas, se dedicó a derribar piqueros con estrépito, en colaboración con la escasa eficacia para detener y agarrarse que tiene el nuevo modelo de puya, si el toro tiene poder y se arranca fuerte. A mí me pareció una corrida brava; pero como la gente da en reclamar vueltas al ruedo para toros cuya bravura está en que han seguido como babosas todas las espirales de las muletas, ya no sé qué decir...

Espartero y el banderillero de la cuadrilla de Pepe Dominguín, Pedro Aparicio Pedrín se fueron a la enfermería ese día. Éste último herido de consideración y se ponía en duda su posibilidad de continuar en la profesión.

Alfredo Marquerie, en su columna semanal, habla al respecto de las nuevas puyas una vez más, con relación a este festejo:

Los picadores mostraron ostensiblemente su animadversión hacia las puyas con cazoleta, que siguen en ensayo. Dejemos a los técnicos la opinión debida sobre si impiden la visibilidad, si resabian, si sólo son útiles en determinada colocación... Pero lo cierto es que «los de a caballo», - como les llamaban los antiguos cronistas - no están conformes con el embudo metálico y pican sin gana y creen que cuando salen fieras de verdad y de peso y de fuerzas, esa puya con freno y tope es una garambaina.

El toro grande o, si se prefiere, normal, el «toro, toro» no sólo siembra el espanto en el ruedo, sino que eleva la temperatura de la emoción de la corrida. Pasamos de la pantomima a la eterna verdad de la fiesta, aunque en ocasiones sea sensible y dolorosa...

Era el verano de Madrid. 

La nueva puya al parecer no se probó en los festejos de los días 20 de junio (novillada del Corpus, actuó Eduardo Liceaga); 23 de junio, (novillada); 27 de junio, un mano a mano entre Cañitas y Morenito de Talavera; 29 de junio 1946, (novillada, actuó Eduardo Liceaga); 30 de junio (corrida de toros); 4 de julio, (Corrida de la Prensa) y 11 de julio, (Corrida a beneficio de los huérfanos del Magisterio). Tampoco se menciona haberlas aplicado en la del 19 de septiembre, es decir, en la Beneficencia.

Los criadores y el enciclopedista

Los ganaderos estaban divididos en cuanto a la utilización del nuevo adminículo. Cualquiera pensaría que ellos serían los primeros que aplaudirían un instrumento que diera un castigo más proporcionado a sus toros, pero en ese tiempo, algunos de renombre, dijeron:

Clemente Tassara, en entrevista publicada en el ejemplar de El Ruedo aparecido el 31 de enero de 1946

¿Y sobre las puyas?

Que no deben modificarse. Con arreglo a la resistencia del bicho, deben amoldarse. Porque de lo contrario, en la primera vara quedaría sin fuerzas para continuar la lidia...

Es interesante esta apreciación, porque se deduce que, desde el principio del año, mucho antes del inicio de la temporada, entre los sectores profesionales, se tenía la intención de hacer alguna modificación a las puyas que se utilizaban.

Por su parte, en una entrevista a Samuel Flores publicada en el número de El Ruedo salido a los puestos el 28 de marzo de 1946 aparece:

...la puya debe arreglarse, ya que se pica con el palo, con perjuicio evidente para el toro. En vez de discutirse el peso de los toros, se debía plantear el tema de las puyas, que hacen al toro aplomado, restándole su embestida...

También el enciclopedista José María de Cossío tuvo ocasión de expresarse. Lo hizo en un artículo que se publicó en El Ruedo del 26 de septiembre de 1946, después de que se haya probado en Madrid la puya de cazoleta y entre otras cosas, dice:

La puya actual es un elemento que parece inviolable, de una suerte en la que han variado todos los términos en los que estaba planteada. Tan solo ella pretende mantenerse inconmovible. El peto de los caballos y el poder de los toros han sido los dos elementos capitales que han convertido a la puya actual en arma anacrónica e inadmisible... Yo pido a la reforma de la puya que haga posible que el castigo del toro se haga gradualmente y no pueda surgir el incidente o accidente de salir inválido del arma del piquero... Al toro se le debe quebrantar, pero sin llegar al grado, que hoy tan fácilmente se supera, de convertirle en animal compasible e inofensivo, renqueante y mortecino, que anula todo efecto dramático en fiesta cuya jerarquía consiste precisamente en serlo... una reforma de la puya debe ser cosa meditada y sometida a prueba antes de intentarse imponer reglamentariamente. Lo de menos es la longitud de lo que en la puya es castigo. Lo esencial es que no puede entrar ni un milímetro más de lo señalado, aunque en lo señalado deba tenerse la máxima generosidad. Cuando a las puyas actuales se las equipara con la lanza, se hace, no por su hierro, sino por la posibilidad de que entre con él, el asta...

La reflexión de don José María llega a un punto que hoy sigue siendo vigente. Tiene en cuenta la otra variable de la ecuación: el peto. Y si se suma, como señala José Carlos Arévalo, la desproporción en el tamaño y peso de los caballos con los que se pica, se verá que efectivamente, no es tanto la longitud de la sección cortante de la puya, sino los periféricos de la suerte los que terminan por inutilizar al toro y por dejar a la fiesta sin uno de sus valores.

La propuesta que se haría realidad

Al final del año, terminada la temporada, sería Marcial Lalandael más grande según su pasodoble – el que vendría a ponerle el cascabel al gato:

Las puyas actuales se idearon para ser empleados con toros de romana, trapío y poder; por tanto, o vamos a la modificación de la puya o.… a la modificación del toro... La puya debe ser lo suficientemente útil para que pueda cumplir su cometido: romper la piel, castigar a la res y, ahormándola, hacer que se desangre en justa medida a su poder: Pero esto no quiere decir que la puya profundice introduciéndose en el toro puya, carguillo, arandela y palo... Esto se evitaría con un aspa en el tope de la arandela, parecida a la cruceta del estoque de descabellar, acaso evitaría ese castigo excesivo al que anteriormente me refería. Al menos convendría ensayar éste u otro procedimiento parecido...

Es decir, en esa entrevista publicada en El Ruedo del 31 de octubre de ese 1946, propone la puya de cruceta, misma que sería adoptada por el reglamento español, pero hasta el año de 1962, es decir, hasta 16 años después. Y es la que se usa en la actualidad. Hoy se discute si esta puya, en las condiciones que los reglamentos fijan, es adecuada para castigar y hacer sangre a los toros de estos tiempos, partiendo de la idea de que en la actualidad la médula de la lidia ya no está en el primer tercio, sino en la faena de muleta.

Dicen Arévalo y Fernández en artículo citado al principio de estos apuntes:

…el toro bravo frente al caballo actual se autoinflige un castigo innecesario, superior al deseado por algunos grandes matadores. Estos hechos explican que la longitud de la herida por puyazos (trayectoria) llegue a duplicar o triplicar la porción penetrante de la puya… la hemorragia no aporta ningún tipo de beneficio para la lidia, la acción de humillar es totalmente independiente del lugar donde caigan los puyazos y el toro se atempera, no por los puyazos, las heridas o la pérdida de sangre, sino por el esfuerzo que realiza al emplearse en varas o ante los engaños…

Así pues, vemos que la historia parece caminar en círculos, se atribuye a Mark Twain – el padre de la literatura norteamericana según Faulkner – el haber afirmado que La historia no se repite, pero rima..., hoy se intenta reformar entre otras cuestiones de la lidia, el tercio de varas, y en estas páginas vemos como hace tres cuartos de siglo se había intentado lo mismo, dejando claro que el tiempo – y por ende, la historia – no camina en sentido lineal, sino que parece hacerlo de manera circular y en algún determinado momento, acontecimientos de una misma naturaleza, se vuelven a encontrar.

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