domingo, 29 de mayo de 2022

27 de mayo de 1972: La última epopeya de un mexicano en Madrid

Eloy Cavazos a hombros, Madrid, 27/05/1972
Foto: Hemeroteca y biblioteca Mario Vázquez Raña

En los inicios de noviembre de 1965, un jovencito recién llegado de Monterrey a la capital mexicana entrenaba en la Plaza México. Ya sonaba su nombre en las relaciones de la prensa como uno de los novilleros que encabezaban el escalafón y las preferencias de la afición en ese momento. En ese lugar le entrevistó Luis Ortega Gómez para la Revista Taurina y entre otras cosas, el muchacho llamado Eloy Cavazos, le dijo acerca del lugar en el que se encontraba y de lo que esperaba del futuro:

Es grande, pero no me asusta. Si Dios me ayuda he de llenarla muchas veces. Al cabo que saliendo en hombros nadie me ha de ver chiquito... Aquí la plaza es grande y el público mucho, Hay que hacerle como con los toros. Hay que hacerse primero con los chicos y arrimarse mucho hasta que se llega. Así pienso llegar yo... arrimándome...

Eloy Cavazos no cejó en su intento, pues se presentó en la gran plaza el 12 de junio del año siguiente y recibió la alternativa en su tierra, Monterrey, el 28 de agosto de ese mismo 1966, de manos de Antonio Velázquez quien en presencia de Manolo Martínez le cedió los trastos para dar cuenta del toro Generoso de Mimiahuápam. Esa alternativa la confirmó en la Plaza México el 14 de enero de 1968, siendo apadrinado por Alfredo Leal. A partir de allí, el torero inició una vertiginosa ascensión a la cumbre en la que no se detendría hasta alcanzar la cima.

Logradas esas iniciales metas, la siguiente etapa a cubrir sería la presentación en ruedos europeos y el año de 1971 fue el decidido para ello. Su primera actuación de aquel lado del mar fue en Málaga, el 11 de abril, después actuó en Barcelona el 9 de mayo y con ese bagaje el siguiente compromiso que tenía por cumplir era en la plaza de Las Ventas, para confirmar su alternativa, compromiso pactado para el 20 del llamado mes florido.

La 7ª del San Isidro de ese año se conformó con Miguel Mateo Miguelín, Gabriel de la Casa y Eloy Cavazos, quien confirmaría su alternativa. Los toros fueron de José Luis Osborne. Esa tarde el torero regiomontano le cortó una oreja al toro de la confirmación, Retoñito, primero de la tarde, y a Floripondio, el sexto de la corrida le arrancó otra. Así, Eloy Cavazos, en su presentación, abría la Puerta de Madrid por primera vez. 

En su segunda tarde, tres días después de la inicial, Noguero, de Francisco Galache lo heriría casi al abrirse de capa. Un percance grave, según se lee del parte médico rendido por el doctor Máximo García de la Torre:

El diestro Eloy Cavazos sufre una herida por asta de toro en la región axilar izquierda, con una trayectoria hacia la línea media de 20 centímetros que produce destrozos en los músculos pectoral mayor y menor e intercostales, con rotura de pleura parietal, contusiones y erosiones múltiples. Pronóstico grave…

Esa cornada no lo detuvo, terminó esa campaña española con 30 corridas toreadas, cortando 55 orejas y 7 rabos y por supuesto, pasando por las principales plazas españolas y francesas.

El San Isidro de 1972

La Feria de San Isidro de 1972 ha pasado a la historia por mérito propio. Mucho hay para escribir de ella, pero en este momento lo que me ocupa es lo sucedido la tarde del sábado 27 de mayo de ese año, cuando se habían anunciado toros de don Joaquín Buendía para Fermín Murillo, José Fuentes y Eloy Cavazos, quien cerraba así su participación en ese ciclo isidril.

Los santacolomeños de Buendía no superaron el reconocimiento veterinario y fueron sustituidos por cuatro toros de doña Amelia Pérez Tabernero y otros dos de El Jaral de la Mira, entre los que venía un voluminoso colorado, que al llegar a la plaza pesó 600 kilos, nombrado Azulejo. La suerte se lo depararía a Eloy Cavazos y le representaría la llave para abrir, por segunda ocasión en su carrera, la puerta grande de Las Ventas.

Lo que Eloy Cavazos le hizo a Azulejo, lo relata así Carlos Briones, en esos días director del semanario madrileño El Ruedo:

Era digna de verse la despreocupación del mejicano ante dos toros más altos que él... la alegre desenvoltura con que se estaba quieto y a pies juntos en una lidia alegre, con graciosa sevillanía, andando con garbo – como debe andar un torero – cuando necesitaba mejorar sus terrenos para continuidad de sus faenas... Su triunfo, sin lugar a dudas, vino con «Azulejo», un señor toro de doña Amelia, colorao y serio, al que recibió con tres verónicas y una larga sin enmendarse, y dio luego otras tres verónicas aún mejores, como lo fue el quite. Brindó al público e inició su faena sobre la derecha, por altos y redondos, molinetes para enlazar las series, naturales a pies juntos, trincherillas, más redondos, – en uno de los cuales sufre un desarme, pero recupera la muleta del testuz de «Azulejo» – y remate mariposeando la muleta frente al toro por delante y detrás de su figurilla dominadora, y una vueltecilla para salir de cacho después de hacer un desplante de rodillas. Una perfecta estocada en la cruz, al hilo de las tablas de la que el toro sale fulminado, y el torero, rebotado una vez más como piedra disparada con honda, desata el clamor de la plaza y el premio de doble oreja, que se completa con vuelta al ruedo y salida a hombros...

El resto de la prensa madrileña no terminó por digerir la contundencia del triunfo del regiomontano. Así, don Antonio Díaz Cañabate, en el ABC madrileño – que publicó la crónica tres días después de la corrida –, notorio por su disgusto con lo que de este lado del mar llegaba a su tierra, apenas le reconoce:

…Cavazos es un torero efectista. Como casi todos los de corta estatura. Su toreo unas veces es bullicioso y otras embarullado y muy apegado a dar vueltas, que hace tan bonito. Le tocaron los dos toros más aparentes para un toreo de calidad, del que está muy lejos el animoso y valeroso Cavazos… al sexto, al que cortó las dos orejas, un toro de gran aparato, de romana y cabeza, pero dulce como el merengue y como la tarde, lo mató con mucho coraje, en el peligroso terreno de las tablas. Esta estocada fue lo más relevante que se hizo con los seis toros, que embistieron como empujados por el reflejo de la belleza del sol, de la luminosidad del azul, sin que empañara esas embestidas la menor nubecilla. Toros sin codicia con los caballos, que, por esa influencia, para mí indudable del sol y del azul, nos proporcionaron una muy entretenida corrida…

Por su parte, quien firmó como Pepe Luis en la Hoja del Lunes madrileña del 29 de mayo siguiente, en su resumen de la feria, dijo:

Mejicanos... Otro azteca triunfó anteayer: Eloy Cavazos. El pequeño torero tuvo para su lucimiento un bravo y bonito ejemplar de doña Amelia Pérez Tabernero. Toro con edad, cara, cuajo y pitones. Eloy triunfó más por su arte en lo adjetivo, la bullanga y el adorno, que en lo sustantivo. Valiente siempre, no acertó a medir las distancias y ahogaba el pase al citar en corto. Sus defectos – de ejecución, no de decisión – quedaron borrados por su coraje al irse tras la espada en un difícil terreno y dejar, a cambio de un serio achuchón, todo el acero arriba. Dos orejas y salida a hombros...

Hay distintas maneras de tratar de entender las cosas. Cañabate y Pepe Luis juzgaron a Eloy Cavazos por un método comparativo, valorando su hacer ante los toros a partir de lo que a ellos les gustaba, lo que, a mi juicio, le quita objetividad a sus versiones, pero conocerlas nos presenta la realidad del ambiente que en esos días se vivía.

Un comentario adicional. Eloy Cavazos en ese San Isidro del 72, se enfrentó a los toros más pesados que en ella se corrieron. Ya decíamos que Azulejo llegó a la plaza con 600 kilos justos, pero en su primera tarde de ese ciclo, ya había despachado a Indiano, el sexto de una infumable corrida de Manuel Francisco Garzón, que dio en la báscula 615 kilos.

El peso de la historia

Se ha cumplido medio siglo de que un matador de toros mexicano, llamado Eloy Cavazos, abriera por última ocasión la Puerta Grande de la plaza de toros de Las Ventas en Madrid, vestido de luces. Y lo hizo después de cortarle dos orejas a un mismo toro. Así, el torero de Monterrey pasó a formar parte de un pequeño grupo de toreros de México que han logrado esa particular hazaña.

Fermín Espinosa Armillita (1933), Lorenzo Garza (2 veces, en 1935 y 1945), Carlos Arruza (3 veces, en 1944, 1945 y 1946), Carlos Vera Cañitas (1945), Fermín Rivera (1945), Juan Silveti (1952), Antonio Lomelín (1970), Curro Rivera (1972) y Eloy Cavazos (1972). Por los novilleros lo han hecho José Ramón Tirado (1956) y Antonio Sánchez Porteño (1964).

Otros diestros mexicanos han salido en triunfo por allí cortando orejas sueltas a distintos toros de sus lotes, pero cobra mayor mérito la apertura del monumental portón y la salida en volandas, cuando se cortan las dos de un solo toro, que, para efectos prácticos, resultan ser los máximos trofeos que se conceden en la plaza de Madrid.

En estos días se abre paso una nueva generación de toreros mexicanos y varios de ellos estarán presentes en la primera plaza del mundo. Tienen la fortuna de tener a la vista a uno de los hacedores de la historia, a un ejemplo a seguir, de tenacidad, de esfuerzo y de la forma de encontrar al triunfo.

martes, 24 de mayo de 2022

22 de mayo de 1972. Una tarde de hitos y mitos (III/III)

Comisario José Antonio Pangua
Foto: Martín Sánchez Yubero
Colección: Archivo de la Comunidad de Madrid

Palomo ingresa a un grupo selecto

El rabo de Cigarrón incluyó a Palomo Linares en un grupo pequeño y muy selecto de toreros; aquellos que siendo matadores de toros cortaron un rabo en la principal plaza de España y la principal plaza de México. Marcial Lalanda le cortó el rabo Buzo de Atenco, en el Toreo de la Condesa el 10 diciembre 1922, y después a Patinero de Sánchez de Terrones, en Las Ventas, el 28 de octubre de 1934. El 8 de febrero de 1931, Manolo Bienvenida lo obtuvo de Corbetero de La Laguna en El Toreo, en tanto que en Las Ventas se llevó los de un toro de Pérez de la Concha el 3 de junio de 1935 y de Pañofino de Sánchez Fabrés el 4 de junio de 1936. Sigue en esta relación el valenciano Vicente Barrera, quien fue premiado con el rabo de Jordano de La Punta, el 29 de noviembre de 1931, en tanto que el 24 de mayo de 1939 en la llamada Corrida de la Victoria, se llevó el de un toro de Concha y Sierra

Dejo aparte el caso de Lorenzo Garza, pues es de este grupo el único que ha cortado rabos en El Toreo de la Condesa, en la Plaza México y en la plaza de Las Ventas de Madrid. En la Condesa se llevó, entre otros, los de Gitanillo y Saladito de San Mateo el domingo 3 de febrero de 1935. En Las Ventas obtuvo el de Guitarrero de Fermín Martín Alonso el 29 de septiembre de 1935 y en la Plaza México los de Amapolo y Buen Mozo de Pastejé la tarde del 11 de diciembre de 1946.

Palomo Linares entró también en este grupo esta tarde que trato de recordar aquí, pues el 30 enero del mismo 1972, cortó en la Plaza México el de Tenorio de don Javier Garfias. Así es como forma parte, desde hace 50 años, del reducido grupo de cinco matadores de toros que han obtenido los máximos trofeos en las dos principales plazas del mundo del toreo.

Justos por pecadores

En México sabemos del gran triunfo de Curro Rivera, lo valoramos y lo publicitamos en la medida de nuestras posibilidades, pero esta tarde de las cuatro orejas en Madrid – hecho no repetido hasta hoy por torero mexicano alguno – tuvo la mala fortuna de que se le pusiera por delante el triunfo, también trascendente, de Palomo Linares y que éste se llevara casi todas las informaciones, por la trascendencia histórica que tenía.

Viendo esa circunstancia, recordé que hay para los toreros tardes de triunfo que no penetran tanto en la memoria colectiva, por imponderables que surgen alrededor de ellas. Eso me recordó la tarde del 25 de mayo de 1967 – Jueves de Corpus –, cuando el torero de la Isla de San Fernando, Rafael Ortega, fue víctima de una jugada del destino, contada por Joaquín Vidal en El País del 19 de diciembre de 1995:

El triunfo de Rafael Ortega aquella tarde fue memorable. Sólo que el destino hizo una grotesca pirueta y Curro Romero colaboró en ella. El torero de Camas, que intervenía a continuación, se negó a torear al toro y provocó un gran escándalo. Los periódicos dieron amplia cobertura a esta noticia, se lucieron con ella los reporteros y las crónicas de la corrida quedaron casi reducidas a una gacetilla...

Creo que igual le sucedió a Curro Rivera esta tarde, no como resultado de una bronca de alguno de sus alternantes, sino por el otro triunfo resonante e inusitado que tuvo lugar en esa misma corrida de toros. Hoy se habla del rabo de Palomo y cuando se hace, nos vemos en la necesidad de apuntar y apuntalar que ese día también salió en hombros por la Puerta de Madrid un torero mexicano.

Una carta abierta y la vara de medir

Al margen de su crónica en Pueblo, Alfonso Navalón publicó también una carta abierta dirigida a Palomo Linares, torero con el que tuvo serios desencuentros en esos días y en la que refiere entre otras cosas esto:

Yo estaba tan tranquilo sentado en mi delantera baja del Dos cuando a usted le dieron el rabo; había gustado su faena a «Cigarrón» porque no le tropezó la muleta más que una vez y porque estuvo dando una medida exhaustiva de su capacidad artística. Yo, durante la faena, había mantenido una actitud absolutamente silenciosa, como puede dar fe ese amigo suyo que estaba justo a mi lado. Cuando le vi acercarse a mi localidad para decirme algo, me levanté a escucharle y no le entendí nada. Su amigo me contó que sus frases fueron más o menos estas: «Conmigo no puede acabar ni tú ni nadie. Conmigo no puede acabar más que un toro». Y tiene usted toda la razón. Con los que se visten de luces sólo acaban los toros o los públicos. No es misión de la crítica acabar con nadie… Usted ha cortado un rabo en Madrid, y mi deber es contarlo. Para que me diera cuenta no hacía ninguna falta que viniera a enseñarlo, porque me ha dado una notoriedad y una importancia que no esperaba… Claro que esta recordación la podía haber hecho de una manera más correcta, sin necesidad de vulnerar las leyes. El artículo 118 del vigente Reglamento Taurino prohíbe a los lidiadores dirigirse a los espectadores, bajo multa de cinco mil pesetas. Le prometo dirigirme respetuosamente al escrupuloso señor Pangua, responsable ayer tarde de velar por el orden, para rogarle que no le imponga a usted esa sanción…

La carta caló. En el resumen de la feria que hace el que firma como Pepe Luis en la Hoja del Lunes madrileña, aparecida el día 30 de ese mismo mayo, hace referencia a ella y revira a Navalón en cuanto a la aplicación de la normativa de los festejos, puesto que afirma, que todas las tardes acudía a su localidad acompañado por dos menores de edad y le recuerda que también el Reglamento cuyo cumplimiento pide, señala que no pueden acudir a los toros personas menores de catorce años de edad. 

Un presidente y un cronista, defenestrados

El Comisario José Antonio Pangua fue el designado para presidir el festejo de ese 22 de mayo. Su asesor artístico era el torero retirado Antonio Posada. Al presidente del festejo lo pusieron “de corinto y oro”, acusándole de violentar las tradiciones de Madrid. Escribió Vicente Zabala Portolés para El Alcázar del día siguiente de la corrida:

Absurda y delirante la concesión del rabo. A partir de mañana ya pueden concederse en Las Ventas los rabos a montones. Madrid será una plaza más gracias al señor Pangua. La que un día fue la primera plaza del mundo queda vejada por un caballero que no ha sabido respetar lo único que quedaba: unas gotas de tradición y señorío...

No mucho tiempo después surgieron trascendidos en el sentido de que el comisario Pangua había sido destituido de su cargo. En entrevista realizada por Jesús Sotos y publicada en El Ruedo de Madrid el día 30 de mayo, expresó el presidente de la corrida que eran bulos malintencionados, pero la campaña negra en su contra, seguía adelante, y así, el Blanco y Negro de ABC madrileño, salido el 27 de mayo de 1972, agrega:

El señor Pangua ha sido muchas veces un presidente blando, poco adecuado para la primera plaza del mundo... El señor Pangua, sin duda con la mejor intención, ha confundido la Monumental con una plaza de segundo orden... Son muchos los aficionados que consideran necesaria la creación de un Colegio de Presidentes, de la misma manera que en el futbol hay un Colegio de Árbitros...

Días después, en el mismo Alcázar, el comisario Pangua publicaría una carta abierta, dirigida al dramaturgo Alfonso Paso, quien saliera en su defensa, de la que extraigo:

...estos barbilampiños ganan más de 200.000 pesetas al mes, pero por ese dinero el que podría hacer las crónicas es el “simpático y cordial Marqués de Lozoya” recientemente cesado en el Instituto de España... estos sapos escupen y escupen sin cesar como sus antepasados lo hicieron al rostro del rabí de Galilea... Don Alfonso, usted es periodista y le ruego que le diga a D. Torcuato Luca de Tena que regrese pronto de su viaje pues como tarde mucho el heredero de la silla de D. Antonio Díaz Cañabate que ya cree estar sentado en ella, va a dejar la sección taurina peor que dejaron a doña Ana de Pantoja... dígale a D. Emilio Romero que pula el mal estilo de su crítico favorito... diga a D. Gregorio Marañón Moya que no haga el caldo gordo a los audaces que le rodean, pues el Colegio de Presidentes y Asesores sería un verdadero “gang” que convertiría la fiesta en el Chicago de los años 20 pero con Alcapones antipáticos y sosos... A mí el verdadero Alcapone me resulta simpático...

La realidad es que José Antonio Pangua ya no volvió a presidir un festejo en Las Ventas. En el resumen de la temporada publicado por el mismo semanario madrileño se hace patente esta circunstancia y se da a conocer que a esa fecha – final del año – el comisario ya estaba jubilado.

En otro orden de ideas, en el mismo Blanco y Negro” de ABC, salido el 27 de mayo de 1972, contiene la información de que Vicente Zabala Portolés dejó de ser crítico taurino de Televisión Española:

Nuestro colaborador Vicente Zabala ha dimitido como crítico taurino de TV Española. Tomó esta determinación al comunicársele que debía limitar sus comentarios televisivos a temas taurinos intemporales, ajenos a la función crítica, ya que «por ahora es imposible hacer un juicio de valor sobre los toreros» ... Ahora que dice adiós a tres años en Prado del Rey, confiesa: «En Televisión no dejo más que amigos. He trabajado allí porque me llamaron. Me llevo un gran recuerdo de Manolo Martín Ferrand, que fue el único que apoyó sin limitaciones una crítica veraz, objetiva y ponderada. Deseo al que me sustituya, que cuente con más espacio y menos trabas que las que he tenido yo en mi camino» ...

Así pues, el presidente no fue cesado y el cronista dijo haber dimitido. Lo que aparentan los hechos a 50 años de distancia, es que ambos fueron defenestrados – tirados por la ventana – dada la agria polémica en la que se vieron inmersos.

Un apunte pertinente

Durante mucho tiempo se manejó de manera privada, y también pública, que el rabo de Cigarrón concedido a Palomo Linares fue otorgado con la única finalidad de diluir el gran triunfo de Curro Rivera. Creo conveniente reiterar que ese rabo se le cortó al quinto de la tarde, tras de cuya lidia, Curro Rivera, tercer espada del cartel, todavía tenía por lidiar un toro más, el sexto del festejo, al que le cortó las dos orejas.

Así pues, hay las bases suficientes para afirmar que la concesión de ese rabo no hubo tomate, simplemente los hechos se fueron dando de esa manera y así fue como resultaron.

Y ahora sí, he llegado al final de estos recuerdos, que material tienen, para escribir un libro completo.

Nuevo aviso parroquial: Otra vez el amanuense es el responsable de los resaltados en los textos citados, que no están así en sus originales.

lunes, 23 de mayo de 2022

22 de mayo de 1972. Una tarde de hitos y mitos (II/III)

Curro Rivera en Madrid
Foto: Cano - Colección: J. Colomer

Un sitio ganado a ley

Curro Rivera se contrató a tres tardes el San Isidro del 72. Obtuvo ese trato de figura a partir de la importante campaña que realizó el año anterior, triunfando en las principales plazas europeas y llegando, en el caso de la Villa y Corte, a torear la Corrida de la Beneficencia, que en aquellos años se conformaba con los triunfadores del serial isidril y no era anunciada de antemano junto con él. Y en su paso por el ciclo madrileño de hace 50 años, en su presentación el día 17 de mayo le cortó una oreja a Neroso el primero del lote de José Luis Osborne que sorteó esa tarde. El día 19 completó su segunda fecha, ante toros salmantinos de Antonio Pérez de San Fernando. Esa fue una tarde lluviosa y de frialdad en los tendidos, sin embargo, tras de su hacer ante el quinto de la función, el colorado nombrado Veleta se le pidió la oreja, que no fue concedida por Usía.

Así llegó a la actuación final de su compromiso, señalada para el lunes 22 de mayo, en el que compartiría cartel con Andrés Vázquez y Palomo Linares ante los toros de Atanasio Fernández. De esa corrida le tocaron en suerte Cigarrero y Pitito, tercero y sexto de la corrida, que le causaron la siguiente impresión a Carlos Briones, expresada en el semanario El Ruedo fechado el 30 de mayo siguiente:

Tercero, «Cigarrero», número 64, negro bragao meano, de 520 kilos. Abanto de salida, flojo al final, aunque embistiera con nobleza. Recibió una vara, en que apretó con buen estilo, y par y medio de banderillas. Murió de media estocada. Fue aplaudido en el arrastre… Sexto, «Pitito», número 23, negro zaino, de 531 kilos. Igual que casi todos sus hermanos de salida, se creció luego ante los castigos y llegó con nobleza a la muleta. Recibió un picotazo rebrincando y saliendo suelto, y una vara trasera, en que sonó el estribo, pero apretó. Tres pares de banderillas. Murió de pinchazo y estocada entera. Fue aplaudido...

Como se puede ver, la corrida no fue precisamente un dechado de cualidades, pero el interés por triunfar y la voluntad de los toreros lograron imponerse y quizás hasta encubrir las complicaciones de los toros. 

Curro Rivera corta cuatro orejas

El hecho de cortarle las dos orejas a cada uno de los toros de su lote resulta ser inusitado para un diestro mexicano. Así, la historia nos muestra que Armillita en 1933, en la Corrida de la Prensa; Carlos Arruza en 1945, durante la Corrida del Montepío de Toreros; y, Antonio Lomelín en 1971 la tarde de su confirmación, le cortaron tres orejas a los toros que les correspondieron, pero desde la inauguración de la plaza y hasta la fecha que nos ocupa, ningún torero mexicano había cortado cuatro orejas en Las Ventas en una misma tarde. Así pues, pese a todo, se seguía escribiendo historia ese lunes de hace medio siglo.

La crónica del festejo que hiciera Carlos Briones para El Ruedo en el número arriba señalado, entre otras cosas dice:

Saludó a «Cigarrero» con cinco verónicas sin enmienda, cerró con media de suave armonía, llevó al caballo a su colaborador – pues así era el suave Atanasio – por chicuelinas y escuchó ovación que divide las opiniones cuando se da el cambio al novillote con una sola vara. Brindis al público, para abrir faena por estatuarios, ayudado y de pecho que encandilan a la concurrencia, aunque la faena se desluzca en ocasiones por «Cigarrero», que dobla las manos. El momento álgido en la aclamación pública lo registramos en unos circulares sin enmendarse, en que por tres veces pudo – sin mover los pies – constituirse en el eje de la embestida del noble animal; dos series de naturales y otra de nuevas circulares perfectos son prólogo a media estocada bien puesta, premiada con las dos orejas… «Pitito», el sexto, tenía más respeto, pero también Curro se lo perdió, si no con el capote – con el que no se paró –, sí en la faena, más clásica, más arriesgada, seguramente más maciza, dentro de la sobriedad elegante de los redondos, naturales y pases de pecho en línea creciente de perfección; remata con unos adornos de fina torería y señala bien un pinchazo antes de dejar una estocada con pérdida de la muleta en el cruce. El público – que, como el torero, estaba embalado en el éxito de la tarde – pide y logra las dos orejas de «Pitito» para Rivera, al que creemos, ver en su mejor momento desde que llegara a España.

Otra visión amable del asunto viene de José Alameda, que en calidad de enviado especial de El Heraldo de México, escribió una crónica que se publicó de este lado del mar el día siguiente al de la corrida y de la que entresaco lo que sigue:

Ahora el grupito de aguafiestas salió cabizbajo mientras el público aficionado iba feliz… Gran mérito ha tenido lo que hizo con el tercero de la tarde, un toro muy noble pero escaso de fuerza. Currito lo toreó admirablemente de capa en los medios, en verónicas sin enmendarse. Luego, hizo las chicuelinas ambulantes para llevarlo al caballo y todo el tercio transcurrió entre aclamaciones para él. Fue un tercio corto, porque pidió el cambio luego de una vara, que era lo adecuado… Su faena la empezó también sin enmendarse, en cuatro ayudados por alto, cerca de tablas. Luego, en los tercios, en cuanto le echó la mano abajo en dos derechazos, el toro se le cayó. Y empezamos a temer que pudiera caerse también la faena. Pero Curro estuvo admirable de temple. Con una pulsación perfecta empezó a medir el toreo, yo diría que a “peinarlo”, y ya el toro no volvió a caerse, porque aquella muleta lo llevaba como el verso de Goethe, “sin apresuramiento, pero sin retraso” … Jamás había visto a Curro templar así. Puso al toro tan a punto que pudo hacerle el circurret… era la primera vez que lo hacía en Madrid. Y el público, deslumbrado, se le entregó…

Siguen, desde este punto de vista, los reproches a la conducta de los entonces instalados en el tendido 8 de Las Ventas, criticados por fundamentalistas y perpetuamente inconformes. Al final, su postura resultó ser la minoritaria, según el resultado final de la tarde. Pero tuvieron esos especialistas en ver lo negativo su abrigo en algunas crónicas. Escribe Díaz – Cañabate en el ABC de Madrid:

Las faenas de Palomo y de Rivera que les valieron las ocho orejas fueron de las corrientes, con ninguna emoción, y te repito que a mí lo que me priva en los toros es la emoción y lo que me arrebata es el valor unido al arte, y esto no lo he visto hoy. Hoy hemos visto en los tres toreros lo que les ha faltado a sus compañeros y a ellos mismos en las once corridas de la Feria, hoy han tenido en buen grado decisión, voluntad y entusiasmo. La faena de Andrés Vázquez al primero creo que ha sido la única variada que hemos visto. La de Palomo al del rabo la más libre de sus habituales defectos, y las de Rivera, más animadas que las de siempre...

Por su parte, Alfonso Navalón, en Pueblo, manifestó:

De lo que hizo Curro Rivera para llevarse cuatro orejas no creo que se acuerde nadie a estas horas. Dio muchos pases. Infinidad de pases. Quieto. Se lo pasó por delante y por detrás. Les hizo dar repetidas vueltas en torno a su cintura, como demostración exhaustiva de la candidez de sus sumisos colaboradores. Matando sí. Matando le echó pundonor y se fue mirando al morrillo detrás de la espada… Y eso fue todo. Para varios miles de espectadores y para el presidente, que hizo de regidor de escena, aquello debió ser el no va más. Para los que fuimos a ver una corrida de toros aceptamos la bella faena de Palomo, pero ante el único toro legal que salió por los chiqueros, no vimos faena…

Como se ve, resulta complicado el quedar bien con todos. Así como hubo quien aceptara las bondades de la tarde, también hubo quien simplemente no quedara conforme con nada de lo visto.

Homenaje con sabor a México

El 24 de mayo, El Informador, diario de Guadalajara presentaba una nota de la Agencia France Presse (AFP), en la que se da cuenta de un almuerzo – homenaje que la Porra de Ingenieros de la Plaza México ofreció a Curro Rivera por el triunfo tenido en la plaza de toros de Las Ventas el día anterior. Acudieron invitados a esa reunión aficionados mexicanos, distintos representantes de los medios de comunicación y dirigentes de la empresa de la plaza madrileña.

El corresponsal de la AFP entrevistó a Fermín Rivera, padre del diestro triunfador, quien dijo entre otras cosas:

Nunca pensé que mi hijo Curro me borrara como matador de toros. Estoy orgulloso como padre y como lo que fui: torero...

En dicha comunicación, se aseguraba que, en el propio evento, el apoderado de Curro Rivera y él mismo, ya negociaban el regresar a Madrid para el San Isidro de 1973, por otras tres tardes. No está de más comentar en este punto, que, a esa altura de la temporada, Curro Rivera estaba, por el número de festejos toreados, entre los cinco primeros del escalafón en España.

Mañana ahora sí, la conclusión de estos apuntes…

Aviso Parroquial: Este amanuense es el único responsable de los resaltados en los textos transcritos, pues no obran de esa manera en sus versiones originales.

domingo, 22 de mayo de 2022

22 de mayo de 1972. Una tarde de hitos y mitos (I/III)

Palomo Linares con el rabo de Cigarrón
Foto: Botán, colección El Mundo

Rompiendo moldes y tradiciones

Este 22 de mayo se cumplen 50 años de una tarde en la que en la plaza de Las Ventas de Madrid se produjo una cadena de sucesos que marcaron tanto a la historia de la plaza de toros, como a la historia del toreo. Fue una tarde en la que el orgullo y la tradición de la que es la primera plaza del mundo fueron o renovados o vulnerados, según la manera de ver y abordar lo ocurrido.

Ese 22 de mayo del año 72 se celebró la décimo segunda corrida de la Feria de San Isidro, en la que se anunciaron toros de don Atanasio Fernández para Andrés Vázquez, Sebastián Palomo Linares y Curro Rivera. Dos toreros, Palomo Linares y Curro Rivera cerrarían esa tarde su paso por la feria, cumpliendo su tercer contrato y Andrés Vázquez iba por su segunda fecha, quedándole aún pendiente por cumplir la del domingo 28 de mayo, última del ciclo isidril.

La tarde que me ocupa, se solventó dentro de un ambiente festivo, en el que, los asistentes al festejo, esperaban en alguna medida que fuera uno de esos que pasan al recuerdo. Y se pusieron a la obra y después de que rodara el sexto de la tarde, efectivamente, esa décimo segunda del San Isidro del 72 pasaría a la historia como una gran tarde de toros, con muchos a los que convenció y otros tantos que no aceptaron el resultado como digno de ese escenario.

Estos apuntes los acometeré por estricto orden de alternativa y siguiendo, en lo posible, la forma en la que los acontecimientos se produjeron en el tiempo.

El rabo de Palomo Linares, el primer hito

La última vez que se había concedido un rabo en la plaza de Las Ventas fue el 24 de mayo de 1939, fue a Pepe Bienvenida, que se lo cortó a Terciopelo de Sánchez Fabrés, en la llamada Corrida de la Victoria, en la que también Domingo Ortega había obtenido otro de un toro de Antonio Pérez Tabernero. Entre ese día y este de autos, habían transcurrido treinta y dos años, once meses, y veintiséis días, tiempo más que suficiente para que aquellos que presenciaron las hazañas de Ortega y Bienvenida ya fueran mayores y para que los aficionados jóvenes que asistieron al festejo, nunca hubieran visto la concesión de uno en la primera plaza de Madrid.

Palomo Linares le había cortado las dos orejas a Clavijero, el segundo de la tarde, pero la gran explosión vendría tras la lidia del quinto Cigarrón, al que le cortó el rabo. Las crónicas de los principales medios generalistas poco se ocupan de su hacer ante el toro, pero en el ejemplar de El Ruedo salido a los puestos el 30 de mayo siguiente, Carlos Briones escribió:

Las verónicas espléndidas con que saludó a «Cigarrón» levantaron justos clamores por lo erguido de la figura, el avance hacia los medios, la claridad en el temple de los lances. Tras el brindis – hecho al público, con ostensible eliminación de los reventadores – inició el gran momento. Este es difícil de relatar en términos descriptivos, pero tras los redondos, alto y pase de pecho dados de rodillas con la misma soltura, mando y perfección que los mejores que se hayan dado de pie, la faena fue una maciza obra de arte en que el toreo más puro y más moderno se hermanaron como solamente se funden en los momentos de inspiración máxima. Fue una faena para poner al lado de las más excelsas: la del Montepío, de Belmonte; la de la Prensa, de Manolete. Una faena para guardar en el recuerdo. El final, dramático, puso clima emocionado en la plaza; Palomo se perfiló en corto, citó a recibir, pero «Cigarrón» no fue al encuentro; entonces Sebastián se tiró a matar o a dejarse coger y del encuentro en que dejó medía estocada salió prendido por el muslo y levantado en el aire mientras él no abandonaba su ardida empresa… Cuando el toro dobló se produjo una de esas conmociones de entusiasmo que se ven muy pocas veces en la vida taurina. La plaza unánime clamoreó el triunfo y exigió la rotura de normas y tabús, porque al reto de los negativos, de los resentidos, había respondido un torero en la forma gallarda que le permite su casta. Cortó las dos orejas y el rabo…

Las reacciones de los cronistas de diversos diarios madrileños fueron en sentido contrario. Alfonso Navalón, en su tribuna de Pueblo, también le tundió al torero linarense y al comisario Pangua, quien, con la asesoría técnica de Antonio Posada, presidió el festejo:

Con este “Cigarrón”, Palomo empezó toreando por derechazos de rodilla. Puesto en pie se recreó en una faena larga, templada y limpia, toreando con reposo y suavidad. No tuvo que superar ninguna dificultad ni resolver un solo problema. Palomo se entregó con ilusión en una verdadera orgía de pases despaciosos con el público entregado y en enfervorecido. Aquello era el delirio. Consciente del triunfo que tenía en la mano quiso matar recibiendo para redondear su faena, pero el toro ya no podía embestir. Fue entonces cuando en un alarde temperamental se volcó sobre los pitones, dejando media estocada y saliendo con la taleguilla destrozada. El señor Pangua, rompiendo la tradición de esta plaza, le otorgó un rabo, que pasea por el ruedo entre el fervor popular…

Pero no solamente los cronistas de la nueva generación se mostraron inconformes con la concesión del apéndice caudal a Palomo Linares. También expresó su descontento Antonio Díaz – Cañabate, quien, desde las páginas del ABC madrileño, manifestó:

La faena de Palomo en el quinto toro había sido mejor que las suyas habituales, algo más reposada y más ligada, con menos retorcimiento de la figura. Convinimos en que dada la benevolencia del presidente cortaría las dos orejas. Las teníamos descontadas. Entra a matar. Se entrega con todo pundonor para que no se le escapen las orejas. El toro lo trompica y lo derriba. Se levanta el torero muy espectacularmente. El toro muere. Rapidísimamente el pañuelo presidencial concede una oreja. ¡La otra! ¡La otra! Inmediatamente es otorgada. ¿Por qué no? Para eso estamos, para complacer al respetable público. Y se oyen gritos de ¡El rabo! ¡El rabo! El presidente se apresura a concederlo. ¿Por qué no, si la gente está muy contenta? ¿Qué significa un rabo? Cuatro pelos mal contados. ¡Pues entonces para luego es tarde y a quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga...! ... Ya se ha roto el melón de los rabos. Dentro de nada tendremos rabos a tutiplén, rabos hasta en la sopa, y qué rica la sopa de rabo, y entonces volverán las patas a prodigarse con la facilidad que en la duodécima de San Isidro se han regalado nueve orejas y un rabo…

Años después Pablo J. Gómez Debarbieri, para el diario El Comercio, de Lima, reflexionó esto:

En una corrida inusual por su triunfalismo, Palomo le cortó el rabo al quinto toro de aquel festejo, en 1972; trofeo que no se concedía en Madrid desde 1940. “Cigarrón” – número 64, con 520 kilos − se llamó aquel astado de Atanasio Fernández. La faena del de Linares fue notable, sin su habitual retorcimiento y abrochada con media estocada de rápido efecto; pero no superior a otras premiadas con dos orejas… En aquella corrida hubo una especie de histeria colectiva. El presidente, Antonio Pangua y su asesor taurino, Antonio Posada, probablemente hartos de los que ellos llamaron luego “Los reventadores de la andanada del tendido 8” … Pangua, tras conceder el rabo, decía: “Los del 8, son tres reventadores utilizados por uno que luego dice que chilla toda la plaza; el rabo lo pedía el público y, por lo tanto, fue reglamentario”

Como se puede ver, los pareceres de la mayoría de los cronistas de la época coincidieron en que la concesión del rabo fue un exceso. Ocho días después, Antonio García Ramos, en la Hoja del Lunes de Madrid, resume ese sentir:

Salvo error, y, sobre todo, omisión, en medio siglo se han dado once rabos, sin olvidar peticiones clamorosas para Litri, Camino, El Viti y El Cordobés. He de subrayar que hasta la ley taurina de 1962 no se ha legalizado la concesión de orejas y rabos. Don José Antonio Pangua no ha infringido la reglamentación vigente, porque no se excluye el otorgamiento de dicho trofeo en Madrid (al contrario, se trata del primero concedido con arreglo a ella en la capital de España) ni ha roto una tradición, pues ya había sido vulnerada diez veces antes; pero sí lo ha hecho mal, a mi juicio, como lo ejecutaron otros presidentes en las ocasiones antedichas, por no tener en cuenta el aforismo jurídico de que “la costumbre hace ley” ... Lamento que la capital de España haya perdido de nuevo una singular tradición, siendo de temer de ahora en adelante, y esto es lo realmente sensible, se prodiguen estos trofeos en un coso clasificado como señero, en el doble concepto del vocablo: de señorío y de solitario o impar...

Dada la extensión que toman estas notas, continuaré mañana con ellas.

Aviso Parroquial: Los resaltados en los textos transcritos son imputables exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 15 de mayo de 2022

César Pastor: a 40 años de su confirmación madrileña

César Pastor confirma en Madrid
15 de mayo de 1982
Rafael de Paula había hecho matador de toros a César Pastor en Puerto Banús, Marbella, el 22 de junio de 1979, en presencia de Francisco Rivera Paquirri al cederle el toro Soñador de los Herederos de Carlos Núñez, en una tarde en la que, el de Barbate salió con cuatro orejas en la espuerta y su padrino tuvo una tarde de esas que más vale no recordarla. El toricantano cortó una oreja al sexto y eso le valió sumar un par de tardes más, en Málaga, saliendo a cornada por tarde. Ese mismo día, en el Puerto de Santa María, El Viti le daba la alternativa a Paco Ojeda y en Benidorm reaparecía actuando en solitario El Cordobés, quien cortó la friolera de cinco orejas y un rabo. En esos dos festejos también se lidiaron toros de los Herederos de don Carlos Núñez.

César, que fue uno de los grandes triunfadores de la temporada de novilladas de 1978 en la Plaza México, formando una poco común pareja con Rodolfo Rodríguez El Pana decidió cruzar el Atlántico al año siguiente con la intención de torear novilladas en España y recibir el doctorado en aquellas tierras. Se presentó en las principales plazas españolas, Sevilla y Madrid incluidas y acumuló los méritos suficientes para recibir el grado de matador de toros en las condiciones ya relatadas, asunto del que ya me he ocupado en estas notas.

Volvió a México al final de la temporada y fue programado por el doctor Alfonso Gaona para confirmar su alternativa en un día poco usual, pues se le puso como fecha el sábado 22 de diciembre de ese mismo 1979. Los toros serían de Campo Alegre y le apadrinaría Curro Rivera en presencia de Manolo Arruza, cediéndole al colorado ojo de perdiz nombrado Serenito, primero de esa corrida. De su actuación escribió Luis SolearesCarlos Loret de Mola Médiz – lo siguiente, aparecido en el diario El Informador de Guadalajara, al día siguiente de la corrida:

César Pastor es un consumado lidiador, muy bien puesto, con sitio adquirido en España. No templa con la suavidad que gusta al público metropolitano, pero a cambio se desenvuelve en el ruedo como pez en el agua; banderillea muy seguro de sí, con los terrenos bien conocidos y hace alarde de facultades físicas; no siempre deja bien colocados los palos. Mata con acierto. Sabe lo que hace. Al afinar la pañosa conquistará a la gente... Trae el sitio y las capacidades de lidiador español...

Al final de la corrida, los tres espadas habían saludado una ovación en el tercio, tras la lidia del primero, segundo y tercero de la tarde, que se fue a los libros de la historia como una tarde inaugural en la que se vieron detalles y voluntad, pero nada más. A partir de esta tarde de confirmación, César Pastor empieza a torear con regularidad en las plazas mexicanas, sumando un promedio de veinte a veinticinco corridas anuales y formará parte de los festejos señeros en la Plaza México durante 1980 y 1981.

A Madrid, para confirmar

Al inicio de 1982 se anunció que César Pastor buscaría torear en ruedos de Europa, con la intención de confirmar su alternativa en Madrid, plaza que ya había pisado, puesto que se presentó en ella como novillero el 17 de junio de 1979, alternando con Patrick Varin y Mario Triana en la lidia de novillos de doña Rocío de la Cámara. La cita se programó para la Feria de San Isidro, concretamente en el segundo festejo de ese ciclo, que se celebraría el día 15 de mayo, en un cartel anunciado con toros de Francisco Martínez Benavides para él, su padrino José Fuentes y el testigo que fue Francisco Ruiz Miguel. Acerca del encierro anunciado, se publicó en el diario madrileño ABC lo siguiente:

GANADERÍA DE FRANCISCO MARTÍNEZ BENAVIDES. – Pastan en Posadas (Córdoba). Su antigüedad data del 19 de septiembre de 1971, día en que actuaron en Madrid, en corrida de toros, El Jerezano, Manolo Amador y El Marcelino. La divisa es azul y roja, y la señal, horquilla en la derecha y despuntada en la izquierda.

Su procedencia es la de Pedro Gandarias (Castillo de Higares), que en 1946 pidió la prueba para el ascenso. Ganada ésta adquirió un lote de José Escobar (de origen Graciliano Pérez – Tabernero) y otro de Antonio Urquijo, cuyas procedencias fueron llevadas por separado. En 1965 fue adquirida por el actual propietario, que varió el hierro. Esta vacada debuta hoy en la feria. En Madrid fue suya la corrida de la Asociación de la Prensa de 1974, que estoquearon mano a mano, Ruiz Miguel y Antonio José Galán…

Al final de cuentas solamente se lidiaron dos de los toros originalmente propuestos, pues en el reconocimiento se rechazaron tres de ellos, que fueron sustituidos por otros de Francisco Ortega Sánchez (2º, 3º y 6º) y un tercero del encierro original fue reemplazado por un de don Luis Algarra (5º).

El primero de la tarde se llamó Pelele, herrado con el número dos y anunciado con 500 kilos de peso y tras de la ceremonia preceptiva, así vio Vicente Zabala Portolés al confirmante, según lo asentó en su crónica del ABC de Madrid del día siguiente al del festejo:

El azteca César Pastor, que confirmaba su alternativa, no entendió al primer toro, un ejemplar encastado de Martínez Benavides, al que había toreado atropelladamente con el capote, no se reunió con él en banderillas y lo muleteó a pechugazos y atragantones, sin atreverse a sacarlo a los medios, dándole los adentros muy torpemente… En el sexto se quedó muy quieto. Atornilló las zapatillas y corrió la mano varias veces con temple, pero no construyó la faena de muleta. A retazos no se consigue nada. Y mucho menos insistiendo una y cien veces, por esto, «mano», no es cuestión de cantidad, sino de veinte pases bien ejecutados con entrega y sentimiento. Otra vez será, hombre. Si es que hay otra vez, porque los contratos no están fáciles ni en España ni en México. Hay que ganarlos saliendo en hombros por las puertas grandes de las más importantes plazas. Como toda la vida. Que en esto han cambiado muy poco las cosas...

Por su parte, don Joaquín Vidal, en su tribuna de El País hizo en su día esta apreciación:

Tan larga fue la corrida – cerca de dos horas y media – que transcurrió casi toda como si no existiese César Pastor. Y sin embargo César Pastor existe. Es un mexicano pinturero, valentón, esforzado, entusiasta, con pocos recursos y aspecto de buen chico. Es cierto que hay mucha diferencia entre el toro mexicano y el español. Aquel, bajo de casta y recortado de estampa, tiene menos fiereza y respeto. Los toreros de ambos países notan mucho el cambio cuando cruzan el charco, unos para bien, otros para mal… Los mexicanos, para mal, claro. César Pastor no se acoplaba con sus toros y cada embestida le suponía un atragantón. Tres naturales al sexto embarcando bien se perdieron entre un montón de pases embarullados, traspiés y suspiros. Su presentación en Madrid resultó cárdena, incluso con las banderillas...

Más amable fue el parecer de Rosa María Pereda, quien también en las páginas de El País madrileño, refiere:

El que prueba su hombría es César Pastor, un chaval mexicano de corte chulillo, moreno y menudo, que reta al toro adelantando la pelvis y cuando le tiene en su juego, se le acerca, aunque el animal vea más su cintura que el trapo, y aunque está aprendiendo mucho en esta lidia tan larga. Cada vez se quiebra más el toro, cada vez se acerca más este niño... Y entonces la plaza de divide. La plaza es el verdadero monstruo, la plaza que se emborracha con el capote de César Pastor y grita unos minutos... Al que se inicia hoy, unos le ven sin cocer, indefenso ante este manso y ante el otro, desbordado por el ceremonial al que acude... El peligro es lo que hace bramar a la plaza las veces que lo ve. El peligro real, porque a eso es a lo que se inicia hoy César Pastor. Este es un ceremonial del valor, de la pasión, de la sangre. El gesto de César Pastor con la cintura avanzada hacia el obús es todo un símbolo…

No obstante, podemos deducir de lo hasta aquí leído, que la tarde de la confirmación madrileña de César Pastor no fue precisamente la que el torero hubiera soñado. Demasiados imponderables desviaron el interés de una tarde en la que el linarense José Fuentes se retiró entre una buena bronca y Francisco Ruiz Miguel saldó su compromiso cortándole una oreja al tercero de la tarde.

Lo que siguió después

César Pastor siguió adelante con su carrera en ruedos de México. Quizás su temporada más brillante fue la de 1989, en la que encabezó el escalafón, fue el triunfador absoluto de las ferias de León, Texcoco, Aguascalientes y Zacatecas, lo que le valió ser contratado para cuatro tardes en la temporada capitalina siguiente y se mantuvo en activo hasta el año de 1998, cuando decide irse de los ruedos. Tras de su triunfo en Texcoco, a inicios de abril, Francisco Lazo, cronista del diario deportivo Esto de la capital mexicana, reflexionó bajo el título ¿Y por qué lo dejan ir?:

César Pastor inició ayer una breve campaña de despedida, cortando tres orejas. Hizo el toreo bueno que le conocemos y, diría, también de reproche contra las empresas que le cerraron puertas porque César nunca ha sido sumiso, ni se ha plegado a otros intereses que no sean los de su profesión... Ahora César se despedirá definitivamente en la feria sanmarqueña, pero viéndole andar con tanta seguridad en el ruedo, a pesar de que en el último año apenas y toreó cuatro corridas, disfrutando su buen quehacer, uno se pregunta: ¿Por qué no aprovecharle todavía como torero y como un primer espada de categoría? César Pastor tiene mucho que decir todavía en el ruedo...

César Pastor toreó lo que debía ser su última tarde en Aguascalientes el 3 de mayo de 1998. Esa tarde cortó dos orejas y la impresión que causó fue la siguiente:

El quinto de la tarde, herrado con el número 125, de nombre “Zapatito” y con 488 kilogramos fue el toro de la despedida para César Pastor. El diestro salió a entregarse desde el inicio para recibirlo con dos largas cambiadas pegado a las tablas, posteriormente lanceó a la verónica cargando la suerte. Su enemigo cumplió en varas y Pastor, tras hacer un quite por chicuelinas, se decidió a cubrir el tercio de banderillas... Tras brindar la faena al público el torero hizo un segundo brindis a sus pequeños hijos a quienes entregó la montera. Aprovechó el buen estilo del toro para templar sus embestidas, por ambos lados teniendo de fondo “Pelea de Gallos”. Antes de entrar a matar escuchó “Las Golondrinas” y tras dejar una estocada entera y desprendida, las lágrimas rodaron por sus mejillas. En los tendidos surgió una manta que decía “César, torero honesto, la fiesta te necesita ¡quédate!” … La autoridad concedió las dos orejas y Víctor, hermano del diestro, fue el encargado de retirarle la coleta, misma que César entregó a sus hijos entre la ovación general...

César Pastor volvería a torear vestido de luces el 22 de abril de 2007, en Mexicali, compartiendo cartel con su antagonista El Pana y Manolo Arruza en la lidia de toros de Jaral de Peñas. Esa corrida tuvo mayor repercusión por la grave cornada sufrida por el banderillero Pepe Luna, de quien se dijo, había muerto en la plaza, sin que fuera cierto. Al final, lo más torero de la sesión fue la actuación de César Pastor, quien tras de esa tarde, no ha vuelto a vestirse de luces.

Así pues, en este día de San Isidro en el que se cumplen cuatro décadas de su confirmación en Madrid, recuerdo a este importante e interesante torero.

domingo, 8 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (y XII)

La feria de 1972 en resumen

La corrida de toros – extraordinaria por donde se le vea – que cerró el ciclo de San Marcos de 1972, se celebró el 5 de mayo. La fiesta entraría en un periodo digamos, de hibernación, pues las actividades en la Plaza de Toros San Marcos se reanudarían hasta el mes de octubre, cuando se celebró la X Convención Internacional de Peñas Taurinas y Aficionados Prácticos entre los días 8 y 15 de ese mes, con una serie de festivales en los que participaron distinguidos aficionados practicantes en el ruedo como Ángel Talamantes El Exquisito, Jaime Femat, Luis López Campa, Lalo Azcué, Paul Armand, Jesús Arroyo, el doctor Manuel Hernández Muro, el ingeniero Valente Arellano, Pepe López Hurtado – quien después se haría matador de toros –,  Guillermo Torres Landa y otros muchos que ahora escapan a mi memoria.

Los festejos formales regresarían la noche del 12 de octubre, inaugurando la temporada 1972 – 73, con una corrida de toros en la que se presentaría la ganadería de Zacatepec en nuestra plaza, para que la enfrentaran Antonio Lomelín, Curro Rivera y Mariano Ramos. Después del banquete ferial, era un buen inicio de campaña para preparar la feria del siguiente calendario.

Lo que se podía esperar para 1973

Después de que en el último cuarto de siglo se promediaran tres festejos por Feria de San Marcos, en 1971 don Guillermo González Muñoz creció la oferta a seis corridas y dos novilladas y el año que ahora me ocupa – y espero que a Ustedes también – se cumplieron ocho corridas y una novillada, festejos que sumados a la corrida verificada en el mes de enero y a las novilladas de la temporada regular, consiguieron que en Aguascalientes se dieran entre junio de 1971 y mayo de 1972, treinta y un festejos, algo verdaderamente inusitado en estas tierras.

En una entrevista publicada el 11 de abril en El Sol del Centro, realizada por Agustín Morales Padilla, en esos días redactor del diario decano de esta capital, el empresario reflexionaba:

¿No estás desalentado por los problemas que has enfrentado para integrar los carteles próximos?

Guillermo se acomoda en el mullido sillón ejecutivo, fija la mirada en el reportero y expresa:

“Esto ha sido un acicate. Los problemas nunca me han arredrado y ésta no podía ser la excepción. Inclusiva, puedo ratificar mi declaración reciente, de que, en 1973, nuestra empresa dará, durante la Feria de San Marcos, un total de 10 corridas”.

¿Con qué objeto es todo esto?

“Mi actividad de empresario taurino presupone un espíritu de superación, en bien de la fiesta brava. Esta es la tercera temporada en que manejo la plaza local y me cabe la satisfacción de que, en tanto que en el lapso 70 – 71 se dieron 24 festejos (18 novilladas y 6 corridas); en la 71 – 72 fueron presentados 30 festejos (22 novilladas y 8 corridas)”...

“Otro dato revelador de la magnitud de nuestro esfuerzo, es que el coso San Marcos es el que da mayor número de festejos, en el mundo, durante una feria, atrás, apenas, de los de San Isidro (Madrid) y Sevilla, España”.

Debo aclarar aquí, que don Guillermo habla de 30 festejos, pues todavía no se anunciaba ni celebraba la corrida del 5 de mayo a la que aludía al inicio de estas líneas. También, en una entrevista diversa, concedida a Everardo Brand Partida, el empresario deja entrever que quizás, la feria siguiente ya se daría en una plaza nueva:

La charla subía en información, y el entusiasmo de Guillermo se dibujaba en su rostro, al seguir diciendo que, para 1973 tendremos mucha mayor experiencia, y posiblemente contaremos con una plaza mucho mayor, que consecuentemente nos permitirá montar un número más grande de festejos y contratar, como ha sido siempre nuestra mete y obligación para con el público, a los toreros que más gustan en la actualidad, en sí, a las primerísimas figuras del toreo mexicano y algunas españolas…

Como podemos ver en retrospectiva, por una parte, el modelo de feria que implantó don Guillermo González Muñoz ya había cobrado carta de naturalidad y por la otra, el reclamo de la afición y de los públicos por asistir a la plaza, hacía necesaria la edificación de otra plaza de toros, dada la imposibilidad material de ampliar el cupo de la San Marcos.

Algunos números del serial

Ya había dejado dicho por aquí que esta feria de 1972 fue la feria de Alfredo Leal. Dos tardes – noches en realidad – toreó y en ambas se alzó como rotundo triunfador, realizando dos importantes faenas a Lupillo de Las Huertas en la segunda y a Chamaco de Jesús Cabrera en la sexta del serial. Se aseguró por la empresa y por el Príncipe del Toreo que esta era su despedida de los redondeles, pero la forma en la que se entendió con los toros lo llevó a reconsiderar y seguir adelante con su carrera. Regresaría en 1973 y volvería a firmar una tarde importante en las tres en las que se presentó.

Curro Rivera, quien se convirtió, por los desencuentros crematísticos entre la empresa, Joselito Huerta, Manolo Martínez y Eloy Cavazos, en el eje y sostén de esta feria del 72, tuvo un paso agridulce por la San Marcos. Si bien tuvo una faena importante ante Bambuco de Valparaíso, a partir de su actuación en solitario el día 23 de abril, las cosas se deslizaron hacia abajo y terminó entre una auténtica división de pareceres en los tendidos de la plaza. También sería de los que volvería al año siguiente.

Antonio Lomelín cortó una oreja a Abrileño II en la segunda del ciclo y otra en la corrida del día 25 a un toro del ingeniero Mariano Ramírez que le valió ser galardonado con el Escapulario de Oro de San Marcos. También le tendríamos aquí el año de 1973 en nuestra feria. Adrián Romero le cortó dos orejas a un toro de regalo, de Valparaíso en la cuarta de feria y en el mismo festejo Mario Sevilla se llevó otra de Bolero, aunque dejó la impresión de que estuvo por debajo de las posibilidades que el toro ofrecía. Mario Sevilla volvería al año siguiente, Adrián Romero, no.

La última oreja de la feria la cortó Fabián Ruiz a Candilejo de La Punta, el toro más pesado que se ha lidiado en una plaza mexicana en toda la historia del toreo nacional. También, las crónicas consideraron que Candilejo no fue enteramente aprovechado y que se premió más el arrojo y valor del diestro hidrocálido. Escribió Everardo Brand Partida en El Sol del Centro:

Imponente el astado, y cuando Fabián se enfrentó con él, los olés se dejaron escuchar, pero sin ninguna justificación, si acaso el valor del torero al pararse frente al toro. Porque, como lo decíamos anteriormente, el hidrocálido no toreó, fueron mantazos por aquí, otros más allá, unos intentos de torear por chicuelinas... pero nada, y el público todo se lo tomaba a bien, porque se enfrentó al toro más grande… y pese a todo, afloraron muchos pañuelos en los tendidos, por lo que el Juez otorgó la única oreja de la tarde, una oreja que bien podemos señalar que fue cobrada por el impresionismo y el valor del hidrocálido, al enfrentarse al toro más pesado que se ha lidiado en plazas mexicanas.

Agregaría, en cuanto a las corridas se refiere, que Jesús Solórzano realizó una entonada faena a un toro de regalo de Las Huertas la noche del 21 de abril y que el 5 de mayo dio una vuelta al ruedo por su labor ante Enanito de La Punta, así como lo hizo ese día también Joaquín Bernadó por su hacer ante Lagrimoso. Por su parte a Rafael Gil Rafaelillo, las prisas del público le escamotearon una bien ganada oreja a Majareta de Suárez del Real, último de la noche del día 20, pues por salir corriendo a la variedad del Palenque, no se preocuparon por pedirla.

En cuanto a la novillada del primero de mayo, la disputa por el Cristo Negro del Encino se centró entre Arturo Magaña y José Antonio Ramírez El Capitán. Al final de cuentas, este último fue el que la afición eligió con su aplauso – cuestionable sistema – como el ganador del trofeo, que se disputó en una novillada accidentada en la que el propio Magaña, Pepe Luis Sánchez y don Alfonso Pedroza La Gripa ingresaron a la enfermería heridos de alguna consideración por unos complicados novillos de La Punta corridos esa tarde.

Los galardonados

La Casa Pedro Domecq puso en disputa dos trofeos, consistentes en unas estatuillas de bronce realizadas por Raymundo Cobo. Se premiaría al triunfador de la feria y al mejor encierro en ella lidiado. Habrá que apuntar aquí que la premiación se realizó la noche del 25 de abril, fecha en la que aún no había sido siquiera anunciada la corrida del 5 de mayo, razón por la cual, se declaró que el mejor encierro corrido hasta ese momento, fue el de Valparaíso, la tarde del sábado 22 de abril.

En cuanto al triunfador de la feria, ninguna duda cupo de que el trofeo era para Alfredo Leal, que, en teoría, con esa redonda y rotunda actuación ponía punto y final a una trascendente carrera desarrollada en los principales ruedos del mundo.

Nombres que ya no escuchamos

Las notas, columnas y crónicas nos hablan de personajes como Fermín Rivera, Ángel Procuna, Manuel Contreras Zacatecas, Abraham Ortega, Enrique Vargas, Jesús Arroyo, don Alfonso Pedroza La Gripa o don Luis Castro El Soldado, todos asistentes a algunos de los festejos del serial y que todavía pudieron apreciar la transición de la manera de ofrecer toros a una que es la que impera en la actualidad.

Ese año de consolidación de nuestra feria la vendría a convertir en una de las más destacadas, pero también cobraría su cuota, porque muchas fechas tradicionales como el 15 de agosto, el 16 de septiembre, el 20 de noviembre, los días de Navidad o del Año Nuevo, se perdieron como fechas para los toros. Todo o casi todo se concentra en dos o tres semanas que transcurren entre abril y mayo. ¿Es ventajoso que sea así?

Así pues, aquí dejo este resumen, apretado, de lo que representó la Feria de San Marcos en su arista taurina hace 50 años, que representó la consolidación de un modelo que sería de observancia casi obligatoria en todas las plazas de importancia en México.

viernes, 6 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (XI/II)

La corrida del 5 de mayo y el triunfo de Fabián Ruiz

La corrida con la que se cerró la feria del año de 1972 ha pasado al capitulado de los grandes acontecimientos de la historia taurina de la Feria San Marcos, porque, como lo hemos ido planteando, en ella se lidió la corrida que, en presencia, tipo y por supuesto, pasando por el ineludible baremo de la báscula, resulta ser la corrida de toros más grande que se haya jugado en la Historia del Toreo en México.

Encabezó el cartel Joaquín Bernadó quien durante varios años de la década anterior había tenido triunfos significados en el serial sanmarqueño, como en el de 1964, en la que se alzó como triunfador máximo. Jesús Solórzano hijo, prácticamente un torero de la casa, conceptuado por los más como torero de arte, pero que tenía en su haber un profundo conocimiento de la técnica del toreo y que en el decurso de su andar por los ruedos, acometería varias gestas como la de este 5 de mayo y la presentación ante la afición de su tierra de un torero que tenía por divisa el valor a toda prueba, Fabián Ruiz, quien después de la gravísima cornada penetrante de tórax que sufrió en Tijuana, luchaba por retomar el paso y llegar a ser una figura de los redondeles.

A las cinco de la tarde se abrió la puerta de cuadrillas y salieron a la arena Joaquín Bernadó, vestido de verde claro y oro; Jesús Solórzano, de verde bandera y oro y Fabián Ruiz, de rosa mexicano y plata. La suerte estaba echada.

El comportamiento de los toros en el ruedo

La crónica de Everardo Brand Partida para El Sol del Centro refleja respecto del juego de los toros lidiados, lo siguiente:

Contrariamente a lo que suponía el grueso de los aficionados, tomando en consideración el peso de los astados, éstos no salieron parándose ni a la defensiva. Llegaron al tercio mortal plenos de facultades, esto es, con poder, embistiendo de aquí para allá, francamente, con estilo definido, con son y sólo necesitaban que un torero se les parara, los templara y los mandara, para que hubieran pasado a formar parte de un capítulo memorable de la historia taurina mexicana, y hubieran cubierto de gloria a la divisa y a su criador, el pundonoroso ganadero don Francisco Madrazo… El encierro de La Punta, bonito en verdad, demostró que los toros no llegan al último tercio con media embestida, semi – parados o completamente a la defensiva, exclusivamente por su peso. No, los punteños fueron graneados – no cebados ni engordados prematuramente para cumplir con el requisito del peso – se les apreció fibra y poder, y su sangre brava los hizo embestir en todo momento…

Es decir, los toros no sucumbieron a su volumen. Los toreros que los enfrentaron tuvieron la ocasión de lucirse con ellos, aunque en principio, las intenciones de la concurrencia estaban inclinadas hacia los astados.

El triunfo de Fabián Ruiz

Al cerrarse la tarde el de Aguascalientes, Fabián Ruiz fue el único que salió con una oreja en la espuerta. Se la cortó precisamente al primero de su lote y tercero de la tarde, el toro que acaparaba todas las miradas y comentarios, Candilejo, cuya muerte brindó al maestro Fermín Espinosa Armillita. Esto se escribió sobre su actuación:

Fue “Candilejo”, corrido en tercer lugar, marcado con el número 49, el toro más grande del encierro, con 730 kilogramos de peso. Imponente el astado, y cuando Fabián se enfrentó con él, los olés se dejaron escuchar, pero sin ninguna justificación, si acaso el valor del torero al pararse frente al toro. Porque, como lo decíamos anteriormente, el hidrocálido no toreó, fueron mantazos por aquí, otros más allá, unos intentos de torear por chicuelinas... pero nada, y el público todo se lo tomaba a bien, porque se enfrentó al toro más grande… Con la muleta en la diestra las cosas no mejoraron, y si bien el toro no pasaba de aquí hasta allá, como sus hermanos de sangre, tampoco representaba mayores problemas, y cuanto muletazo ejecutaba Fabián, se lo coreaban, especialmente en el tendido cálido. De una estocada caída y acierto al cuarto intento de descabello, dio cuenta de “Candilejo”, y pese a todo, afloraron muchos pañuelos en los tendidos, por lo que el Juez otorgó la única oreja de la tarde, una oreja que bien podemos señalar que fue cobrada por el impresionismo y el valor del hidrocálido, al enfrentarse al toro más pesado que se ha lidiado en plazas mexicanas…

Con la oreja de Candilejo en la mano, Fabián sacó a dar la vuelta al ruedo al ganadero Francisco Madrazo y al empresario Guillermo González, quienes agradecieron con él desde los medios. Ante el sexto, Sombrerero, el torero de esta tierra se limito a cumplir, que el triunfo ya lo había conseguido.

Bernadó y Solórzano

Joaquín Bernadó se enfrentó a Carretero y a Lagrimoso. El primero de su lote lo brindó al ganadero Francisco Madrazo y mejor estuvo con el cuarto:

Con el cuarto, “Lagrimoso” de nombre, marcado con el número 40 y con 635 kilos de peso, un espontáneo se arrojó al ruedo, alborotó los tendidos con unos pases por alto rodillas en tierra, empero molestó en forma considerable al matador, que veroniqueó rapidillo para ordenar que hicieran acto de presencia las cabalgaduras. Dos puyazos en lo alto, hicieron sangrar al de La Punta, que fue lidiado por Bernadó, pero sin mayor entrega…Mucho conocimiento del oficio, faenas muy parecidas las del catalán, pero hasta ahí las cosas. Con un pinchazo y un estoconazo ligeramente desprendido culminó su actuación, haciéndose merecedor de una vuelta al ruedo…

Por su parte, Jesús Solórzano sacó del sombrero a Recobito y Enanito. También fue que con el segundo de su lote, el hijo del Rey del Temple tuvo sus mejores momentos en esta tarde:

…con la muleta logró algunas series de ayudados, en redondo y por abajo, así como unos naturales, éstos no fueron ligados y menos aún conjuntados como lo merecía el burel. El toro tenía una embestida franca, nobilísima, iba de aquí hasta allá, y al finalizar el trasteo… Rápido se deshizo de él Jesús, cuando la autoridad hizo que la trompeta sonara en una ocasión, ordenando con ello el arrastre lento, pero la cuadrilla “interpretó mal” el toque y fue a cortar una oreja para entregarla a Solórzano, que se vio precisado a tirarla en el centro del redondel, cuando se “tomaba” una vuelta, con algunos pitos del público…

Así fueron los hechos en una tarde que todavía permanece en la memoria de los aficionados de Aguascalientes y que ha motivado la colocación de tres placas en el escenario en el que se produjo, en la Plaza de Toros San Marcos: una dedicada al encierro de La Punta, otra a recordar el triunfo de Fabián Ruiz y una tercera al paso de Jesús Solórzano por su ruedo, en la que se incluye su actuación en esta memorable tarde.

El devenir de La Punta

Don Francisco Madrazo Solórzano afirmaba que esta tarde del 5 de mayo de 1972 había sido su despedida – sin anunciar – como criador de toros de lidia. Sin embargo, después de esa tarde, a su nombre, como titular del hierro y divisa de La Punta, todavía se lidiaron tres encierros aquí en Aguascalientes. 

El primero de ellos fue una novillada lidiada el 8 de mayo de 1977 en la plaza Monumental. El cartel lo formaron José Antonio Ramírez El Capitán, Paco Olivera Bombita, Roberto Ramírez El Oriental, Saúl Saleri, Gerardo Navarro y Ricardo Sánchez.

Posteriormente se presentó en la misma plaza Monumental una corrida de toros el día 26 de abril de 1981. La lidiaron Eloy Cavazos, Jesús Solórzano Humberto Moro. Eloy Cavazos le cortó el rabo al 4º de la tarde, Mayoral y Humberto Moro una oreja a Señorito, sexto de la corrida

Y, el último encierro que bajo su responsabilidad se lidió en Aguascalientes, fue en la Plaza de Toros San Marcos el día 2 de junio de 1991. Fue una muy seria corrida de toros, que fue anunciada antes, con fotografías de los toros para ir predisponiendo el ambiente y la lidiaron Ricardo Sánchez, David Bonilla y Héctor de Granada.

Después de esos festejos, no tengo noticia de que se haya lidiado otro encierro bajo la titularidad de don Francisco Madrazo Solórzano, aunque éste afirmara que eso era cosa de sus hijos.

Así es como concluyo con esta historia y con estos recuerdos de la Feria de San Marcos de hace 50 años.

jueves, 5 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (XI/I)

5 de mayo, 8ª de feria, un impresionante encierro de La Punta

El anuncio inicial del serial taurino de 1972 únicamente comprendía siete corridas de toros y el aviso de que se ofrecería la novillada – vigésimo segunda – de triunfadores de la temporada iniciada a mediados del año anterior. No obstante, el 6 de abril se hizo pública una entrevista telefónica con el empresario Guillermo González Muñoz, de la que entre otras cuestiones se dedujo:

En definitiva, don Guillermo González afirmó que la temporada taurina constará de siete corridas formales y una novillada, aunque dejó abierta la posibilidad de que se efectúe otro festejo…

Es decir, la celebración de una corrida extraordinaria nunca estuvo fuera de cuestión. Todo estribaba en que las condiciones entre afición, toreros y ganaderos se conjuntaran para que se habilitara una fecha y se pudiera ofrecer el festejo. En la columna de Francisco Lazo, cronista huésped de El Sol del Centro ese año, publicada el día 23 de abril, se relata lo que sigue:

Ya habíamos dicho que en La Punta hay un encierro que mete miedo, en 680 kilos de peso, con un toro que dio 714 en la báscula. Nos dice Guillermo González que es de su propiedad, pues lo compró ya al ganadero Francisco Madrazo. ¿No iba esa corrida a Tijuana? “No creo, dijo Guillermo, pues la quiere lidiar aquí...

Como se ve, las cosas se iban acomodando. Otras informaciones periodísticas afirmaban que esa corrida de La Punta era una de las que había reseñado la Asociación de Matadores para su corrida del Estoque de Oro que se verificó a principios de marzo. Al final, la corrida se quedó en el campo y entre don Francisco Madrazo Solórzano y don Guillermo González, decidieron que se lidiara aquí en Aguascalientes, a manera de un magno fin de feria.

La conformación del cartel

El 29 de abril se informó que la corrida extraordinaria se verificaría el viernes 5 de mayo y que, junto con los toros de La Punta, estaba ya listo Jesús Solórzano, que no está de más decirlo, era torero de la casa. Se adelantó que se esperaría a la celebración de la novillada del día primero de mayo, para rematar la combinación que se enfrentaría a los toros que ya eran esperados por la afición de Aguascalientes. 

El 1º de mayo se anunció que Fabián Ruiz, torero de Aguascalientes que trataba de remontar la cuesta de un grave percance sufrido el 29 de julio de 1969 en la Monumental de Tijuana, cuando alternaba con Eloy Cavazos y Curro Rivera. Esa tarde, Montañés de Reyes Huerta le partió el pecho y le perforó un pulmón entraba en el cartel. Dijo el doctor José Rodríguez Olivas, jefe de los servicios médicos de las plazas de Tijuana en esos días acerca del percance:

Fue una de las cornadas más graves que se han visto en Tijuana. La herida está localizada a escasos cuatro centímetros del corazón, y hay perforación del pulmón derecho... De estas cosas no sabe uno el tiempo crítico, por tanto, no puede decirse nada sobre el término de 72 horas...

El percance mantuvo parado a Fabián hasta el 2 de febrero del año siguiente, por lo que prácticamente estaba reiniciando su andadura como matador de toros. La fecha además implicaba su presentación en esta, su tierra, como torero de alternativa.

El día primero de mayo se anunció que el encierro sería desencajonado en los corrales de la plaza de toros, quedando a la vista del público a partir del día siguiente y ese día, con el encierro ya manifiesto, se dio a conocer que Joaquín Bernadó era el tercer torero que formaría el cartel:

…está por delante el interés de la afición hidrocálida por ver a Fabián Ruiz, el extraordinario torero de esta tierra, quien, por primera vez, como matador de toros, pisará el ruedo del Coso San Marcos. La animación por ver a Fabián es indescriptible. En todos los medios sociales no se habla de otra cosa que no sea de irlo a ver… La empresa ya confeccionó el cartel, y por esta ocasión se puede decir que tres fundamentales aspectos determinantes han sido conjugados. El tercer espada es el catalán Joaquín Bernadó… Es decir, en la corrida se habrán de juntar los máximos atributos que se requieren para que sobre el ruedo se vea la corrida soñada, La valentía y enjundia de Fabián Ruiz. La plasticidad de Jesús Solórzano y la maestría de Joaquín Bernadó…

Así fue como, casi por entregas, supimos quienes serían los que se enfrentarían al singular encierro de La Punta, que, hasta estos días, medio siglo después, sigue siendo el más grande en cuanto a promedio de peso que se haya lidiado en una plaza de toros mexicana.

En el día de la corrida

Las taquillas de la plaza y los demás puntos de venta de entradas se vieron colmados de interesados en asistir a ese festejo, que por el ángulo que se le mire, era verdaderamente extraordinario. La nota previa al festejo, aparecida en El Sol del Centro, presenta una reseña pormenorizada de los toros que se lidiarían:

“Sombrerero” marcado con el número 61 y con 580 kilos sobre los costillares; “Lagrimoso”, marcado con el número 40 y con 635 kilos; “Recobito”, marcado con el número 65 y 620 kilos; “Carretero”, marcado con el número 20 y 630 kilos de peso; “Enanito” marcado con el número 25 y con 672 kilos y finalmente, el más impresionante de los extraordinarios ejemplares de La Punta: “Candilejo”, marcado con el número 49 y la friolera de 730 kilos de peso… Son esas las características del encierro que ha sido admirado por una considerable cantidad de aficionados, quienes los observaron en los corrales de la plaza, con la opinión unánime de que están verdaderamente imponentes, sobre todo “Candilejo”, para el que se han vertido elogiosos comentarios y la incógnita de que ¿por quién será lidiado esta tarde?, pregunta que será despejada cuando se conozca el sorteo que al mediodía se verifique en la misma plaza de toros…

Es decir, el reclamo de la corrida era precisamente el toro, que presentado en su integridad y con el debido trapío y remate que debiera tener cualquier encierro que se envíe a una plaza, debe ser más que suficiente para hacer que la gente se interese en asistir. No por nada, la fiesta es de toros.

Los rumores sobre Candilejo

Hoy, a cincuenta años de distancia, se sigue rumorando acerca del origen de Candilejo, dudando acerca de su origen punteño y afirmándose, hasta con firmeza, que era un toro de El Colmenar, ganadería entonces de la titularidad del ingeniero Gerardo Martínez Ancira. Lo que cuenta el ganadero Francisco Madrazo Solórzano en su libro El Color de la Divisa acerca de este asunto, es lo que sigue:

...En 1969, le compré, al ingeniero don Gerardo Martínez Ancira, dilecto amigo mío, su ganadería de “El Colmenar”, formada con vacas de “Matancillas” y “La Punta”, aumentada después, con vientres de varias casas de prestigio como la de don Jesús Cabrera, “Mimiahuápam”, Javier Garfias, don Mariano Ramírez, y cinco sementales de las dos primeras vacadas… Lote que un año después vendí, en su totalidad, a don Alberto Bailleres, para su ganadería de “Begoña”. Durante una primavera, empadré con mis vacas, dos de los “Mimiahuápam”, uno de ellos, de pelo colorao bragado, “Vencido” Nº 110, muy bonito toro, muy bien construido y bien puesto de cabeza, que dio estupenda corrida. Y el otro, número 80, entrepelado, listón, bragado y meano, con mucha cabeza, padre de “Candilejo”, Nº 49, negro bragado, que el día de su brillantísima lidia (Aguascalientes, 5 de mayo de 1972), pesó 736 kilos en pie y 434 en canal. Hasta hoy ha sido el toro más grande que se ha lidiado en la historia de nuestra fiesta… Teniendo, por lo tanto, para estas fechas, en la corta piara del ganado bravo que me queda, sangre de “Mimiahuápam”. Hago este pequeño comentario al margen, porque nunca he ocultado lo que pasta en La Punta, y porque jamás he sido un comerciante de ganado bravo, al que tanto quiero, y tanto he respetado… (El Color de la Divisa, Págs. 348 – 349)

A confesión de parte, relevo de prueba. Candilejo quizás no era un toro puro de sangre Parladé, pero era definitivamente de La Punta. Espero que la cita anterior aclare las dudas y los bulos que en torno suyo se han construido y que, con relación a El Colmenar, únicamente tienen que ver en cuanto a que el padre de ese toro, venía con el ganado que compró allí don Francisco Madrazo en su oportunidad.

Pero estas notas ya se van extendiendo más allá de lo recomendable, así que las dejo aquí por hoy y continuaré el día de mañana.

domingo, 1 de mayo de 2022

La Feria de San Marcos hace medio siglo (X)

El Capitán se lleva el Cristo Negro del Encino

La Feria de 1972, que teóricamente se cerraría el 1º de mayo de hace cincuenta años, era la fecha de la celebración de la vigésimo segunda novillada de la temporada 71 – 72, y afirmo que era el cierre del serial en teoría, porque en la víspera se anunció una corrida de toros, que, por su naturaleza, tendría el carácter de extraordinaria, para el viernes 5 de mayo siguiente. Únicamente se puso sobre el papel un encierro de La Punta, que de acuerdo con los apuntes dados en fechas anteriores era descomunal y a Jesús Solórzano como actuante en ese singular festejo.

La nota previa al festejo aparecida en El Sol del Centro la víspera del festejo, entre otras cosas relata lo siguiente acerca del cartel anunciado y de los tres diestros locales que actuarían en esa tarde:

El cartel, es positivamente extraordinario, alternan: Arturo Magaña, José Manuel Montes, José Antonio Ramírez “El Capitán”, Gabriel Soto “El Momo”, David Cavazos “El Vito” y Pepe Luis Sánchez, que se enfrentarán a seis bien presentados novillos de la acreditada ganadería de Pastejé… Arturo Magaña de todos es conocido que inauguró con el pie derecho la temporada de novilladas el pasado domingo en la Plaza México, siendo el primer novillero en cortar un apéndice y es que el hidrocálido está dispuesto a llegar pronto a la alternativa de matador de toros… José Manuel Montes, el popular “Ratoncito”, un valor a toda prueba, un novillero de una entrega total ante los astados… Finalmente, Pepe Luis Sánchez recibe de nuevo la oportunidad de alternar ante figuras ya consolidadas y ello debe impulsarlo a estar a tono con ellos, cumpliendo con satisfacción y para demostrar a los aficionados que en él hay una futura figura…

El día del festejo, el mismo diario decano de esta capital, se refirió al festejo a celebrar en los siguientes términos:

El cartel es de los más postineros que se han presentado en cuanto a novilladas de feria se refiere y es que se quiere dar una culminación brillante para que la afición, reciba el justo premio a lo que se pide y a lo que se exigirá a los seis alternantes cuyo sello de triunfadores   justifica la expectación desbordante que existe y que ha logrado hacer que el boletaje esté a punto de agotarse o lo que es lo mismo, habrá plaza llena y con un público dispuesto a tributar sin limitaciones la ovación espontánea a quien logre bordar la faena llena de arte, valor y plasticidad que se espera…

En la prensa se refleja el interés que despertaba la novillada y que, al socaire de lo sucedido en los siete festejos mayores celebrados con anterioridad, tenían a afición y público metidos en el ambiente que genera la fiesta de los toros. Así, la intención de animar a asistir al mismo, era evidente en la actividad del escribidor de entonces.

Un festejo accidentado

El primer resultado que se conoció del festejo, por la cabeza de la crónica que escribió Everardo Brand Partida del mismo, es que tres actuantes se fueron a la enfermería. Fueron don Alfonso Pedroza La Gripa, que, al ser volteado por el tercero de la jornada, se golpeó contra el estribo de la barrera y se hizo una herida de consideración en la cabeza; Pepe Luis Sánchez, que no mató ninguno, se fue para adentro al ser herido por el quinto y Arturo Magaña, al tomar su quite en el sexto, también fue herido y pasó a la enfermería. Como veremos más adelante, esos percances no se debieron a que los lesionados fueran precisamente unos indocumentados.

Inconsistencias entre lo ofrecido y lo anunciado

El festejo se anunció a las cinco de la tarde. En el cartelillo anunciador de la novillada publicado el 30 de abril, señalaba como hora del inicio las cuatro y media de la tarde, pero al día siguiente la hora del inicio se corrigió y se anunció en congruencia con la del comienzo de los demás festejos de ese ciclo ferial, es decir, las diecisiete horas. No obstante, el enojo del cronista por ese hecho se hizo patente:

No cabe duda que entre la afición hidrocálida hay efervescencia, hay verdaderos deseos de ver toros, prueba de lo cual es el lleno que registró el Coso San Marcos, en el que se suponía era el último festejo ferial. El tendido cálido, desde las 16:30 horas – cuando debería comenzar la novillada conforme a los carteles y los anuncios oficiales que se hicieron previos a la celebración del festejo – estaba materialmente abarrotado y las localidades de sombra y numerados se completaron ya para las cinco de la tarde. Muchas y muy marcadas irregularidades, que el público, ese complaciente público tolera, la espera innecesaria de media hora, en tanto se llenen los tendidos…

Por otra parte se presentó el hecho de que el encierro anunciado en los programas fue de Pastejé, propiedad en esas calendas de don Francisco Madrazo Solórzano, pero al ruedo saltaron seis toros – por su catadura – con el hierro de La Punta y el cronista de El Sol del Centro, montó en cólera:

Se anunció “Pastejé” ... y se “lidiaron” novillos de “La Punta”, mansos y difíciles la mayoría de ellos, que embestían con la cabeza en alto, poniendo los pitones en el pecho a los seis muchachos que iban en pos del “Cristo Negro del Encino” … queremos subrayar el engaño de que fue objeto la afición, a quien se había anunciado un encierro de Pastejé, y si bien es cierto que esa ganadería fue adquirida por Francisco Madrazo, no es esto suficiente justificación para que envíe a una plaza lo que le viene en gana. Si se anunció Pastejé, pues a enviar un encierro de esa ganadería, o por lo menos, con el fierro de la misma y no “seleccionar” seis novillos, bonitos en su presencia, hay que reconocerlo y con el peso apropiado para un festejo como el que se anunció, pero sumamente difíciles, sin estilo, sin clase, mansos y lo que es peor, desarrollando sentido, sin fijeza, que trajeron de mal en peor a los seis espadas actuantes y que echaron por tierra el festejo novilleril…

Como se puede leer, el encierro, a más de llevar marcado un hierro que no correspondía a la ganadería anunciada, fue complicado, exigió ser toreado y puso en aprietos a los muchachos actuantes. Don Everardo Brand con cierta justicia reclamó entonces un hecho que hoy en día es muy frecuente entre los ganaderos que son titulares de más de un hierro, y que consiste en que anuncian el encierro de uno y envían mezclados toros de varios de ellos, o simplemente el encierro completo de otro. Eso, en mi particular óptica, representa un fraude a la afición, sobre todo, cuando el atractivo principal de un festejo, son los toros que se lidiarán.

El triunfo de José Antonio Ramírez

Cuenta Everardo Brand Partida acerca de la actuación de El Capitán, ante el novillo que le tocó, tercero de la tarde, hace medio siglo:

El tercero correspondió a José Antonio Ramírez “El Capitán”, quien tuvo en ese torete, el mejor del encierro, aún y cuando evidenció mansedumbre y sosería. Durante el desarrollo del segundo tercio. Alfonso Pedroza se hizo aplaudir y sonar la música en su honor, tras de colocar el primer par de banderillas en todo lo alto, pero al cerrar el tercio, el novillo le ganó el viaje y lo prendió aparatosamente, estrellándolo contra el estribo de la barrera, causándole dos heridas en la cabeza… “El Capitán” logró algunas series de muletazos, pero el novillo no colaboraba, por su misma mansedumbre y sosería con el torero. Dio cuenta de él, de dos pinchazos y media muy delantera, que fue suficiente para que se entregara a los servicios del puntillero. El vástago de “El Calesero”, se tomó una vuelta al ruedo, con algunas protestas en el tendido caro…

Antes había elogiado su buena colocación en el ruedo durante la lidia del segundo, que habiendo prendido a José Manuel Montes, se evitó un percance de consecuencias, gracias al oportuno quite de José Antonio por estar ubicado en el sitio que debía estar.

Arturo Magaña, ante el primero, el otro que medio se dejó, tuvo también una faena con momentos de lucimiento y también dio una vuelta al ruedo tras de despacharlo con media desprendida y se deshizo con prontitud del quinto, el que hirió a Pepe Luis Sánchez; José Manuel Montes salió del paso ante uno de los complicados, al igual que Vito Cavazos. Por su parte, Gabriel Soto El Momo, tuvo el tercer novillo llamémosle potable, ante el cual estaba empezando a armar una faena que recababa el interés de la concurrencia que casi llenó la plaza San Marcos, cuando fue volteado y sacó un rayón en un muslo, que le hizo replantearse el camino y terminó con rapidez.

El otorgamiento del Cristo Negro

Los trofeos que se disputan en los festejos taurinos, cuando no se cortan orejas, quedan a la voluntad de la afición soberana, y cada quien interpreta el sentido de esa voluntad que se calcula por el volumen de su aplauso. Escribió en su día Everardo Brand Partida:

El trofeo en disputa, presea que tenía bien ganada el hidrocálido Magaña, fue colocada, inexplicablemente, sobre el cuello de José Antonio Ramírez “El Capitán”, quien sorteó el único torero que se dejó sacar algunos pases, pero que al igual que sus otros cinco hermanos de sangre, evidenció mansedumbre y sosería… la gente quería salir de la plaza y cuando se apresuraba a buscar las puertas para retirarse del coso, se recordó a la afición que estaba en disputa un trofeo, el del “Cristo Negro del Señor del Encino” y por el sonido local, pasaron rápidamente los nombres de Magaña y “El Ratón”, cuando se escuchó el nombre de “El Capitán” y brotaron algunas palmas, por lo que procedieron a colocarle el trofeo prendido al cuello, cuando ese Cristo, merecía estar en poder de Arturo Magaña…

No asistí a ese festejo, así que no tengo memoria personal de esos hechos, pero de la lectura de la crónica me ha quedado claro que el torero de la preferencia del cronista en ese día era Arturo Magaña. Quizás los hechos se produjeron como él lo dejó escrito, o quizás su apreciación fue interesada. Lo único real es que hoy hace 50 años, José Antonio Ramírez El Capitán, se llevó a su casa el Cristo Negro del Encino puesto en disputa en la novillada de triunfadores de la temporada 1971 – 72, celebrada en la Feria Nacional de San Marcos.

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