Avance publicitario El Redondel 12 de enero 1964 |
En ambos elencos había varios toreros que podríamos llamar emergentes de ambas orillas del Atlántico. De los de allá podemos encontrar a Joaquín Bernadó y a Manuel García Palmeño y entre los nuestros, a Guillermo Sandoval, Antonio Duarte El Nayarit, Raúl García, Oscar Realme, Víctor Huerta y muy significadamente un torero hidalguense de dinastía: Jaime Rangel, quien estuvo siempre anunciado en la Plaza México, regentada por el doctor Alfonso Gaona.
A propósito de esos días, recuerda el torero de San Miguel Vindhó, en entrevista concedida en el año de 1968 al periodista de Guadalajara, Pacorro Páez, recopilada en su libro Soñadores de Gloria:
Mi primer traje de luces lo vestí en Matamoros, Tamaulipas, en 1957... vino la alternativa en la Plaza México el 1º de enero de 1962... En mayo confirmé el doctorado en Madrid... Las tardes de fortuna en la nueva categoría que me dieron el sitio deseado han sido el 22 de diciembre de 1964, en México, alternando con Joselito Huerta y “El Viti”. Otra con toros de La Punta, en la que Oscar Realme sufrió grave cornada antes de recibir el doctorado y siendo el otro alternante “Palmeño” y recuerdo otras tardes muy completas lidiando toros extraordinarios...
Esa temporada que inició el 1º de diciembre de 1963 y que casi todos los domingos tuvo corridas en las dos plazas y casi siempre llenos en ambas, Jaime Rangel fue el torero que sumó más actuaciones, con siete tardes, seguido por El Cordobés del elenco de El Toreo, con seis. Y de esas tardes logró para la historia cuatro actuaciones que le consolidaron en un sitio de figura del toreo, porque lo logrado en ellas, sin duda, no puede calificarse de manera distinta.
22 de diciembre de 1963
La cuarta corrida de la temporada se conformó con un encierro de don Jesús Cabrera para Joselito Huerta, Jaime Rangel y Santiago Martín El Viti. La entrada esa tarde fue casi un lleno, a causa de unos cuantos claros en los tendidos generales. La actuación triunfal de la tarde estuvo a cargo del torero del Estado de Hidalgo, que le cortó una oreja al quinto de la tarde Turronero. A propósito de esa actuación escribió para El Redondel don Alfonso de Icaza Ojo:
Entiende por “Turronero” pesa 450 kilos y es negro como sus hermanos y bien armado... Rangel liga varios excelentes derechazos con los que logra armar la escandalera. El muchacho tiró del toro, se lo pasó a dos dedos de la faja y lo despidió con suavidad, para volverlo a meter en la muleta y repetir una y otra vez. Ovacionaza. Repite la hazaña con igual éxito y cuando acaba por ser desarmado, lo aclama la plaza entera. También con la izquierda hace Jaime un buen toreo, obligando mucho a su adversario que se ha ido quedando poco a poco… Hay naturales cumbres y sobre todo hay un valor heroico y un propósito firme de triunfar. Lo logra clamorosamente cuando da un primoroso pasa por la espalda y después de señalar un pinchazo, sigue toreando confiadísimo y deja más de media estocada desprendida, mortal de necesidad. Ovación, música, nutrida petición de oreja que concede la autoridad y vueltas triunfales a la arena devolviendo sombreros y prendas de vestir…
Esa misma tarde, en Cuatro Caminos, El Cordobés cortó cuatro orejas a los toros que enfrentó alternando con Manuel Capetillo y El Ranchero Aguilar. Como nota adicional, el Juez de Plaza esa tarde era el Faraón Silverio Pérez.
5 de enero de 1964
La sexta de la temporada en Insurgentes se conformó con toros de La Punta para Jaime Rangel, Manuel García Palmeño y Oscar Realme quien confirmaría la alternativa que recibió en Oviedo el 21 de septiembre del año anterior. Señorito el abreplaza, mandó al presunto confirmante a la enfermería y la tarde quedó en un forzado mano a mano entre el hidalguense y el cordobés. Esa tarde la redondeó Jaime Rangel ante el cuarto punteño, Malicioso, al que le cortó las dos orejas. Vuelvo a recurrir al testimonio de Ojo, quien en su crónica dictada por teléfono a la redacción de El Redondel, entre otras cosas dijo:
Jaime brinda al presidente de la Federación Internacional de Futbol, nuestro huésped, que es ruidosamente ovacionado y después de recoger a su enemigo con pases de tanteo, da dos naturales, mejor el primero que el segundo, por en este le cabeceó el socio. Cambia de mano Jaime y con la derecha torea muy bien, con absoluta frescura y corriendo la mano de aquí hasta allá. Pierde la franela, pero cuando la recupera la usa magistralmente, ligando derechazos tan largos como sentidos. Sigue el muleteo de maestro, y cuando remata la serie con un pase de pecho muy ceñido, el público se le entrega totalmente. Aguanta Jaime hasta lo increíble; vuelve a barrer los lomos de su enemigo, pasándoselo muy cerca; torea al natural, con auténtica maestría, cuantas veces le da la gana; sufre un desarme, torna a poner cátedra y entre gritos de "¡torero, torero!", busca la igualada, dando magníficos trincherazos, y termina su gran faena con media estocada contraria que hace doblar… Jaime Rangel oye la ovación más clamorosa de su vida, concediéndole la autoridad las dos orejas del noble astado punteño al que toreó tan bien…
La declaración de intenciones de Jaime Rangel quedó efectivamente expresada y le ganó la repetición – costumbre hoy perdida, parece que para siempre – para dos domingos después, en uno de los carteles señeros del ciclo, como enseguida veremos.
19 de enero de 1964
La octava corrida ofrecida por la empresa del doctor Gaona se formó con toros de don Reyes Huerta para Joselito Huerta, Paco Camino y Jaime Rangel. No queda duda de que la entrada fue un lleno hasta el reloj de la Plaza México. Dos figuras consagradas y un diestro que, en la temporada en curso, pidió sitio y lo aseguró repitiendo actuaciones macizas y triunfales. Esa tarde Jaime se llevó todo ante Moctezuma y Húngaro, tercero y sexto de la función. En primer término, dice Alfonso de Icaza Ojo:
Logra Jaime que “Moctezuma” embista una y otra vez y arma la escandalera con sus pases naturales que ni dibujados serían más bonitos. Vuelve a irse el toro; lo sujeta otra vez Rangel, lo cita a mínima distancia y desde allí se lo pasa en muletazos de maravilla. ¡Eso es torear! Qué tal estarían los ánimos de caldeados, que cuando el espada es desarmado nuevamente, estalla una ovación delirante… Más naturales, y van cincuenta: cites en la propia cara; un muletazo monstruo en el que de tanto ceñirse es atropellado; nuevo trompicón al dar un pase por alto y lograda y conseguida la igualada, viene el estoconazo hasta el puño, haciendo la suerte con perfección y convirtiendo la plaza entera en un manicomio. La espada queda un poquitín contraria y no surte demasiados efectos, pero el astado dobla al fin, concediéndosele a Jaime Rangel las dos orejas y el rabo de un toro difícil, admirablemente toreado y matado. Parte del público protesta este último trofeo, en nuestra opinión muy bien concedido por el licenciado Pérez Verdía. Tira Rangel el rabo, por las exigencias de marras y con las dos orejas recorre el anillo quién sabe cuántas veces, devolviendo sombreros y prendas de vestir… Ha estado inconmensurable, a un toro que no se dejaba torear le ha dado más de cincuenta pases naturales de extraordinaria calidad y lo ha matado de una estocada hasta el puño, practicando a ley la suerte suprema… ¡Así se triunfa!
Como nota adicional. La faena de Jaime Rangel a Moctezuma se puede ver en el cuarto DVD de la colección Tesoros Taurinos de la Filmoteca de la UNAM, titulado Recuerdos del Toreo en México (1947 – 1964). Dejo aquí la información para quienes tengan en su poder esa joya.
22 de marzo de 1964
La décima séptima y penúltima corrida de la temporada se dio con un cartel integrado por Paco Camino, Jaime Rangel y Antonio Duarte El Nayarit, quienes enfrentarían un encierro de Torrecilla. Al final de cuentas, solamente se lidiaron cinco de los toros de la ganadería titular, puesto que el cuarto de los que salieron al ruedo, fue de Mimiahuápam, en esas calendas, de don Luis Barroso Barona.
De lo que he podido leer, quizás esa tarde, ante Solitario de Torrecilla, Jaime Rangel tuvo su actuación más contundente, aunque solamente haya saldado su tarde con una vuelta al ruedo, a causa del defectuoso manejo de los aceros. Otra vez es la crónica de Ojo, precedida por un cintillo en la portada de El Redondel que dice Faenón de Jaime Rangel en la Plaza México, que nos cuenta:
Rangel brinda a la plaza entera, manda retirar a la gente e inicia su faena con dos pases en el estribo, que resultan espectaculares. Ya de pie, torea, ahora sí, con verdadero primor. Sus trincherazos le resultan plásticos y sus derechazos de asombro, pues corriendo la mano con lentitud indescriptible, da varios pases en redondo que arman verdadera escandalera. El toro es bueno y Jaime lo está aprovechando de maravilla. Hay un pase que ni dibujado y nuevos derechazos en los que el hidalguense mide admirablemente el arranque de su enemigo. Sufre una interrupción, reanuda su cátedra de bien torear con la zurda, con la misma perfección con que lo había hecho con la diestra. Varios de sus naturales son de maravilla y no fueron dos o tres, sino diez o doce, obligando a la embestida y tirando del toro prodigiosamente bien… En estos momentos se produce una escena espectacular: dobla los remos “Solitario” como si quisiera rendir homenaje a quien tan bien le ha toreado. Naturales increíbles y el de pecho, digno de ellos, como digno resulta el adorno que se produce entre dianas y gritos de entusiasmo. Dos riverinas muy ceñidas, toreo por delante en busca de la igualada y conseguida esta, entra Jaime y pincha. Segundo pinchazo. Tercero; el toro que se echa, que se vuelve a parar y que se entrega, al fin y al cabo, estallando entusiasta la ovación en honor de Jaime Rangel, a pesar de sus desaciertos con la espada. Si ha matado bien y a la primera, a estas horas estaría recorriendo el ruedo con las orejas y el rabo del noble astado de Torrecilla. Tan grande fue la faena, que Jaime recorre el anillo devolviendo sombreros y prendas de vestir...
Sin abandonar el rigor de sus apreciaciones, don Alfonso de Icaza al justipreciar la actuación de Jaime Rangel en esa tarde, deja claro que lo único que le impidió volver a alzarse con los máximos trofeos en sus manos, fue el defectuoso uso de la tizona para rematar su faena, pero también deja claro que, en ese momento, asegundó con contundencia, su asalto a la cumbre.
Más breve es la reseña que hizo en su día Ernesto Navarrete Don Neto, para la AFP y publicada en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente del festejo:
Jaime Rangel dio esta tarde una de cal y otra de arena... tuvimos que esperarnos hasta la lidia del quinto de la tarde, toro bravo, toro de Torrecilla con el que Rangel cuajó una faenaza a base de naturales... Faena de hombre y de torero. Faena ribeteada con el celo y la casta de este joven y magnífico matador de toros... Una faena puramente izquierdista, la que lamentablemente no fue coronada con la espada, pues necesitó de tres viajes para terminar con la vida de ese bravísimo toro... Una vuelta al ruedo devolviendo prendas de vestir...
Coincide Don Neto en el hecho de que la faena de Jaime Rangel a Solitario de Torrecilla se generó a partir de poderle primero al toro y de bordarlo con la mano izquierda después. No hace pronóstico de los apéndices que pudo haber cortado, pero deja entrever que fue una de esas obras que se quedan para la historia.
Lo que vendría enseguida
Jaime Rangel fue un diestro que ocupó siempre un lugar en los carteles de importancia durante un cuarto de siglo, pues toreó su última tarde el domingo 5 de mayo de 1985 en la Plaza México, en el mismo ruedo en el que había recibido la alternativa.
Se dedicó a representar y a formar toreros, dando continuidad a la escuela mexicana del toreo que iniciara Ojitos y que llegara a él por conducto de su padre y de su tío Ricardo, quienes a su vez la abrevaron de Samuel Solís, quien fuera discípulo del llamado Maestro de Gaona.
Jaime Rangel entró en la inmortalidad el pasado 7 de septiembre. Hoy le recuerdo con estas estampas de sus triunfos en la plaza más grande del mundo y espero que su paso por los ruedos sirva de ejemplo para todos aquellos que aspiran a ser toreros.