Hoy se cumplen 46 años del fallecimiento de Juan Espinosa Armillita, el primero que como matador de toros llevara a los ruedos del mundo el sobrenombre que llenaría muchas páginas importantes de la historia del toreo. En esta fecha quiero recordarle en una tarde poco común de su paso por los ruedos, misma que paso a contarles a continuación.
Una tarde singular
La segunda corrida de la feria de Bilbao de 1933, a celebrarse el 21 de agosto de ese año, se anunció con Domingo Ortega, Maravilla y Victoriano de La Serna, para dar cuenta de un encierro de doña Carmen de Federico. Maravilla fue herido de consideración por un Pablo Romero el día anterior; La Serna mandó un certificado médico y no compareció. Armillita fue llamado a sustituir a Antonio García y se anunció al trianero Cagancho para sustituir a Victoriano, pero a la hora anunciada, Joaquín Rodríguez no llegó y el festejo se tuvo que dar como mano a mano.
La costumbre y la reglamentación exigen la presencia de un sobresaliente o espada sustituto en los festejos en los que se anuncian menos de tres espadas, para que en caso de algún percance de los diestros actuantes, éste pueda dar fin a la corrida. Ante la indisponibilidad de toreros de alternativa en la capital vizcaína en ese momento, se recurrió a Juan Espinosa, que aunque integrado a la cuadrilla de su hermano, era matador de toros, para cubrir esa vacante. Federico Morena, del diario El Heraldo de Madrid, en su edición nocturna de esa misma fecha, lo contó de esta manera:
Mal empieza la feria. En la segunda corrida de abono hay dos sustituciones; la de Maravilla, herido ayer tarde por un toro de Pablo Romero, y la de La Serna, que a última hora ha enviado un certificado facultativo. Sustituye al primero Armillita Chico y debía sustituir al segundo Cagancho; pero el gitanísimo matador estaba ayer en Almería y minutos antes de la hora anunciada para la corrida no se ha presentado. Y como dan las cuatro y media se hace el desfile, capitaneando las cuadrillas Armillita Chico y Ortega. De sobresaliente actúa Juan Espinosa, el que fue bravo matador de toros y hermano de Fermín...
En el diario madrileño Luz del día siguiente al festejo el corresponsal Cayetano lo narra así:
Cagancho, Armillita y Ortega; toros de Carmen de Federico (antes Murube). La fatalidad ha trasformado en absoluto el cartel de hoy, del que desaparece el gran aliciente del torero universitario doctor Victoriano de la Serna. Armillita sustituye a los diestros heridos, y el cartel no deja de tener interés por el mano a mano. Cagancho, que estaba anunciado, no torea, pues ha pedido la plaza de Las Arenas y un coche (¡qué exagerado!). Hoy ha amanecido lloviendo, pero cesó la lluvia y la tarde está tibia y con un deseo ligero de continuar sus humedades anteriores. En la plaza hay un lleno regular, y en el paseo se oyen aplausos a los dos matadores y al sobresaliente, el peón Armillita...
Juan y Fermín banderillearon al tercero de la tarde, luciendo Juan, según las crónicas en dos pares extraordinarios y siendo largamente ovacionado.
Así fue como por una última ocasión, Juan Espinosa Armillita, volvió a salir al ruedo con la dignidad de matador de toros. El azar del toreo (lo único seguro que hay en él, Alameda dixit), le colocó en la disyuntiva de volver a colocarse en una posición en la que dadas las circunstancias, quedaría al mando de las cuadrillas. No obstante, esta última tarde no fue así, solamente pudo parear con lucimiento y disputando las palmas a su hermano Fermín, sin tener que guardar la discreción y la eficacia de ordinario.
Algo de su vida
Nació en Saltillo, Coahuila el 26 de junio de 1905 y al influjo del ejercicio de su padre como banderillero, se inicia como novillero en 1922, logrando ser el más destacado de la promoción de 1924 en la capital mexicana.
Le cabe el honor de ser el último torero al que Rodolfo Gaona le otorga la alternativa, lo que ocurre en el viejo Toreo de la Ciudad de México, el día 30 de noviembre de 1924 ante el testimonio de Antonio Márquez. El toro de la ceremonia se llamó Costurero y fue el primero de los de Zotoluca lidiados esa tarde.
Marcha a España para hacer campaña en 1925 y recibe su alternativa española en Talavera de la Reina el 16 de mayo, de manos de Marcial Lalanda, con toros de Justo Puente, en tarde que también actuó el rejoneador Alfonso Reyes. Este doctorado lo confirmaría en Madrid el 29 de septiembre de manos de Torquito y llevando como testigo a Valencia I, mediante la cesión del toro Rebozado de José Bueno. Sumó esa campaña 8 corridas.
El ejemplar de La Lidia del 4 de enero de 1925 adelantaba el siguiente juicio sobre este torero:
…es un torero fácil y elegante con el capote, que torea y para y empapa con un temple y una suavidad maravillosos. Bravo y fuerte, se asoma al balcón con las banderillas en la mano, sabiendo componer la figura y ejecutando la muerte con un acierto lleno de facilidad y de gracia. Con la muleta domina y templa, corre la mano en los naturales, pasándose todo el toro por la cintura y ligándolos con el de pecho, y en conjunto, domina y manda hasta el supremo instante, en que entra por derecho, pincha arriba y sale limpio de la suerte…
Entre 1925 y 1932 Juan Espinosa Armillita sumó en plazas de España 93 corridas de toros, siendo los años más fructíferos los de 1926, 27 y 28, cuando sumo respectivamente 22, 22 y 16. En 1930 solamente toreó 7 y en 1932 nada más 2, por lo que en 1933 decide integrarse a la cuadrilla de su hermano Fermín, en calidad de primero, cambiando el oro por la plata y sería, junto con Zenaido su hermano, integrante de una de las mancuernas históricas en la brega y en el segundo tercio, como Blanquet y Cantimplas o Magritas y Valencia, pues como bien lo señala Mariano Alberto Rodríguez, biógrafo del Maestro Fermín:
...Juan tenía el toreo en la cabeza y fue un eficaz peón de brega. Con los toros difíciles el capote de Juan fue látigo y tralla para domeñarlos, quitarles resabios, toreando sin enseñarles malas ideas. Solía cambiar los toros de tercio con el capote a dos manos, moviéndolo rítmicamente mientras se movía hacia atrás. En el sitio en que lo quería su matador entraba el capote de Zenaido y cortaba el viaje del toro. La colocación de aquella pareja de Juan – Zenaido fue única…
Epílogo
Juan Espinosa Saucedo fue primera figura en las filas de los toreros de plata entre 1933 y 1952. Hasta 1949 militó en la cuadrilla de Fermín el Sabio y entre 1950 y 51 lo hizo en la de Silverio Pérez. El 21 de diciembre de 1952 salió a la Plaza México con Luis Miguel Dominguín y en esa tarde el toro Cañí de Rancho Seco le hirió gravemente. Esa fue la última tarde en la que Juan Armillita se vistió de luces. Así le recuerda José María de Cossío:
…toreaba muy bien con el capote y la muleta, que en sus manos era eficaz; era seguro con el estoque. Con las banderillas era notabilísimo… Entre los recuerdos salientes están muchos de los pares vistos clavar por Armillita.
Por su finura, por su elegancia, por su arte, por su exquisito gusto en los jugueteos, un tanto sobrios en la preparación; por su ejecución perfectísima, puede parangonarse con los mejores banderilleros que en el mundo han sido. No se me olvide la impresión producida en Madrid cuando por primera vez tomó los palos.
Apenas empezó a ejecutar, el público en pie, como electrizado y emocionado, le tributó una formidable ovación, que no cesó hasta la muerte del toro, sugestionado el público por la magna manera de parear y recuerdo que pidió la concurrencia que pusiera algún par más…
Es un gran peón y como banderillero de vez en cuando, sin querer, podríamos decir que contra su voluntad, muestra aquel arte inmenso, innato en él, pero claro es, ordinariamente no filigranea y el aficionado puede apenarse de esto, ya que estas galanuras las ejerce por derecho propio el matador.
Hace unos días mi amigo Martín Ruiz Gárate recordaba en su Taurofilia una sobremesa venteña con Antonio Corbacho y citaba al hoy apoderado que decía que él nunca había sido sub nada… Pues bien, aquí tienen otro ejemplo de un torero, que a pesar de haber vestido durante muchos años la plata, Juan Espinosa, Armillita tampoco fue sub de nada, ni de nadie.
Aparte de leer esta deliciosa entrada con un poco de envidia, esto me hace reafirnmarme en mi cinvicción de que los buenos subalternos consiguen que una figura del toreo lo sea aún más y consiguen que la lidia de un toro sea un conjunto artísticoo y estético, sin altibajos en favor del matador. Como casos más próximos se me ocurre El Boni, que curiosamente en los toros en que su matador ha conseguido los grandes triunfos, en un porcentaje muy alto eran lidiados por él. Y todo hecho desde la modestia y aceptación de estar en la segunda fila de la foto.
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