Cuarta de feria. Curro Rivera se presenta
Notas previas del festejo
En el ambiente flotaba todavía la redonda actuación que tuvo la noche anterior Alfredo Leal. Tengo un recuerdo muy vago de esa corrida – la presencié – y es más que nada, referido al emotivo ambiente que en ella se generó. Francisco Lazo, en El Sol del Centro, refiere:
Gran ambiente en el sorteo de Valentín Rivero, propietario de la ganadería de Valparaíso. Muchos taurinos de México y del extranjero, bajo un sol abrasador y metidos en las discusiones de siempre, pero todos de acuerdo en una cosa: la faena que hizo anoche Alfredo Leal a “Lupillo” de Las Huertas, fue excepcional. Y ahí los ve usted, pegando pases a toros imaginarios, a la vez que manifiestan entusiastas: “¡así se lo pasó...!
En ese sorteo de los toros de Valparaíso que se lidiarían la tarde del 22 de abril, el propio Lazo refiere la presencia de personajes que hoy resultan memorables y algunos hasta entrañables, entre apoderados, toreros retirados, ganaderos y demás taurinos de la época:
…Ángel Procuna, Enrique Vargas y Abraham Ortega, apoderados de los toreros que harán el paseíllo esta tarde, Mario Sevilla, “Currito” Rivera y Adrián Romero formaban los lotes, mientras don Valentín Rivero nos da los números y nombres de los toros: 101, “Tango”; 6, “Bolero”; 10, “Danzón”; 42, “Huapango”; 82, “Bambuco” y 90, “Porro”. Una corrida musical… También por allí, Fermín Rivera, padre de “Currito”, elegantemente vestido, con 10 kilos menos de peso y sin acusar nada de los momentos desagradables que vivió últimamente cuando su corazón alteró su ritmo y hubo necesidad de hospitalizarle. Atendía a las cuestiones administrativas de su vástago… Chucho Arroyo, quien estuvo al lado de su muy amigo Luis Castro “El Soldado”, cuando fue operado. Cuenta Chucho que el doctor que extrajo la piedrecilla que lesionaba el riñón de Luis era tal su tamaño que exclamó: “¡Pípila, este señor es el Pípila!”, y Mario Sevilla padre, comentó: “Si esa piedra es producto de la buena vida que se ha dado ‘El Soldado’, debe valer más que las rocas lunares”…
Ese era el gran ambiente que se vivía en el pasillo de los corrales de nuestra plaza de la calle de la Democracia el mediodía del 22 de abril de 1972.
Una anécdota que vale la pena tener presente
Cuenta en la misma columna Francisco Lazo:
Un chiquillo pide su autógrafo a Fermín Rivera y este lo atiende, pero hace un amargo comentario: “¿Para qué quieres sobras, hijo?”. Y allí cerca, Adrián Romero, le dice: “¡Vale más ahora, pues bien se acuerdan de usté!”. Eso hace sonreír grandemente a Fermín...
Un hecho que hoy sería difícil poder apreciar, el viejo maestro pretendiendo hacerse a un lado, suponiendo que ya nadie le reconoce y dejando el paso a quienes en el momento actual cargan el estandarte. Y también, por otra parte, el detalle de torería de Adrián Romero, que reconoce el valor y la posición que ocupa en la fiesta y en su historia el llamado Maestro de San Luis, don Fermín Rivera Malabehar.
Una corrida triunfal
A la corrida de don Valentín Rivero los toreros le cortaron cinco orejas, si bien dos de ellas a un toro de regalo. El cartel, balanceado con una figura joven y dos de reciente alternativa que se abrían paso, justificó la apuesta del empresario Guillermo González.
Mario Sevilla le cortó la oreja al primero de la tarde, Bolero de nombre y ante el cuarto, se desdibujó. Así le vio Francisco Lazo en su crónica:
A Mario Sevilla le correspondió en primer término “Bolero”, un toro extraordinario al que toreó soberbiamente de capa. El astado fue de largo a los caballos, y era una seda en el último tercio. Mario lo toreó con mucho arte y mucho sentimiento, echando la muleta muy adelante para embarcar, jalar, templar y mandar, y remató varias veces los ayudados con la “capetillina” para que sonara la música y escuchara coros de “¡torero – torero!”. Dos pinchazos, dos ayudados más y una entera desprendida, de rápidos efectos. Oreja, vuelta con el ganadero, con “Currito”, sacando al tercio al empresario. Pero Mario tiene un problema a resolver: su inconsistencia, esa que no le permite escalar con firmeza. Su segundo fue un toro propicio para otra faena y si es cierto que lo toreó muy bien de capa, cierto es también que se hizo un lío con la muleta y no pudo ligar la faena que el torito le estaba pidiendo a gritos. Y se desdibujó, y después de derribar, se retiró en silencio... a sabiendas de que había dejado escapar otra gran oportunidad.
Por su parte, Curro Rivera se llevó las dos orejas del primero de su lote, al que le realizó una faena importante:
…Pronto llegará el día en que Francisco Rivera Agüero, madure física y anímicamente y se consolide como gran figura del toreo… En su primero, nos regaló hasta en tres ocasiones con el “circurret”, ese pase que arranca de un derechazo, continúa en un alto por la espalda y vuelve al frente cuando el torero pone nuevamente la muleta en la cara del toro como si fuera a dar otro derechazo. Su temple no ha sufrido merma a pesar de la aspereza del toro español al que se ha estado enfrentando en los últimos meses y la largueza y profundidad de sus pases, no tienen mancha. De una gran estocada derribó al primero, atravesándolo. Dos orejas hacen sonreír ampliamente a Fermín Rivera, padre del torero y quien recibió el brindis por la muerte del morito. Con su segundo que no se dejaba, “Currito” mostró que le puede al bueno y al malo. Le dio pases, sin cuajar la faena, pero le hizo pasar al son que le marcaba. Hacia el final del trasteo, se desataron las pasiones en los tendidos de sol, pero al final, el joven maestro se retiró entre aplausos, después de derribar de dos pinchazos y entera desprendida…
Y en lo que refiere al tijuanense Adrián Romero la reflexión de Francisco Lazo es en el sentido siguiente:
…Su segundo se llamó “Porro”, que arrolló a Romero cuando toreaba de capa, sin consecuencias. Brindó a Rafael Longoria. La res resultó sosa, deslucida, distrayéndose con cualquier cosa. Poco había que hacer allí que no fuera poner voluntad, como lo puso de manifiesto Adrián. Prometió obsequiar uno y tumbó al sexto de pinchazo y estocada caída. También fue de Valparaíso el de regalo, un toro bravo deveras y de gran clase al que Adrián lanceó con mucho arte con verónicas, a la manera de Ortiz y chicuelinas. Hermoso toreo de capa en el centro del anillo. Y nos sorprende gratamente el joven doctor en tauromaquia al cuartear muy bien en un segundo par y al jugarse la piel con banderillas mini – cortas, lo mismo que con una faena artística, variada, que le corean con calor. Tres supernaturales y la plaza ya está al revés. El toro es magnífico y el torero le está haciendo honor. Media en el rincón para terminar y los gritos de “¡torero – torero!”, dos orejas y vuelta a hombros de los entusiastas, que así se lo llevan a la calle...
Los de Valparaíso
Acerca del encierro enviado por don Valentín Rivero, escribió en su día Francisco Lazo:
Hoy día los públicos piden faenas de sesenta pases y quieren que todos sean con mucho temple, largos, sin importarle generalmente las condiciones del toro. Exigen toreo sedeño, artístico, de gran dimensión y profundidad. Para lograr eso, se necesita un toro propicio, que embista de principio a fin de su lidia, que no tenga resabios, que sea claro y noble, pues de otra forma, no es posible que el torero consiga lo primero. Muy pocos diestros logran faenas con toros que no reúnan esas características y son insuficientes para llenar todos los carteles. Don Valentín Rivero ha logrado ese toro en muchos casos, sin demérito alguno de la bravura. Ayer dos de sus pupilos pelearon de firme con los montados y llegaron al tercio mortal queriéndose comer la muleta; fueron tercero y séptimo, éste último que regaló Adrián Romero… Puede decirse que el balance favorece al ganadero, pues además de que sus toros se dejaron hacer, les cortaron cinco orejas…
Así fueron los sucesos de la cuarta corrida de feria de hace medio siglo. Al día siguiente, Curro Rivera acometería la hazaña, por segunda ocasión en nuestra plaza San Marcos, de lidiar en solitario una corrida de toros, en esta ocasión, de Torrecilla. El día de mañana recordaremos lo allí sucedido.