viernes, 27 de abril de 2012

Tal día como hoy. 1969: Cortando tres orejas, Manolo Martínez se alza como el triunfador de la Feria


Tras de su presentación en nuestro serial abrileño de 1967, en una corrida extraordinaria, Manolo Martínez reaparecía en la Plaza de Toros San Marcos en la corrida que daba término a la Feria, alternando con Joaquín Bernadó y Alfonso Ramírez Calesero Chico, para lidiar un encierro de Suárez del Real. La corrida adquiría cierta significación, aparte de la propia que le correspondía por su lugar en las celebraciones sanmarqueñas, porque el torero de Monterrey estaba a punto de salir a iniciar su primera campaña en ruedos europeos. De hecho, tras de esta actuación, solamente se presentaría el 1º de mayo en Tepic y el 4 en Querétaro para matar en solitario toros de Javier Garfias y de allí partir a España, para presentarse en la Corrida del Corpus en Toledo el día 5 de junio de ese 1969.

El triunfo de Manolo Martínez

En su crónica publicada en el diario El Sol del Centro al día siguiente del festejo, don Jesús Gómez Medina se ocupa exclusivamente de la actuación del que estaba en camino de ser el mandón. No hace una sola referencia a las actuaciones ni de Joaquín Bernadó, ni del hijo mayor de Calesero. Del preámbulo recojo estas impresiones:

No pudo haber sido más torero el adiós de Manolo Martínez; en pleno triunfo, entre aclamaciones, aplausos y música y llevando consigo las dos orejas del último astado que lidió en Aguascalientes... Porque el de la Sultana del Norte se halla a punto de atravesar el charco, en ruta hacia la Madre Patria a donde marcha en pos del espaldarazo consagrador de los públicos hispanos. Pero, antes, busco que su adiós a la plaza que durante estos breves días, se transforma en el aula máxima del toreo, en la academia del arte taurino, revistiése la brillantez y la solemnidad más singulares...

Manolo Martínez enfrentó esa tarde a dos toros de nombrados por su criador como Pepinillo y Ruizeño, ambos de muy diferentes condiciones. Y con ellos realizó dos faenas de gran intensidad de acuerdo con el relato que hace el invocado don Jesús Gomez Medina. El quinto, Ruizeño, fue el del gran triunfo y sobre este, el cronista escribió:

...“Ruizeño”, era por el contrario un adversario difícil, peligroso; con fuerza y sentido. Por ello puso en apuros a un banderillero tan diestro como Rutilo Morales... Y en el ambiente de la plaza brotó la incógnita: “¿Sería capaz Manolo Martínez de hacerle faena a un enemigo con tales características...?” Pues sí; ¡también al enemigo difícil le hizo la faena y, encima, le cortó las dos orejas!... ¿Es o no es todo esto, demostración de torerismo?... Porque triunfar con el toro dócil, pastueño, que más que enemigo resulta colaborador del torero, esto muchos lo hacen. Vencer, en cambio, tras de remontar la corriente; llegar al éxito tras de haber superado obstáculos y luego de poner en riesgo la epidermis, esto es privativo de los menos. De los ases, de las figuras, de los toreros de época, como este Manolo Martínez... Pero digamos ahora someramente cómo fue la faena del gran triunfo del reinero. Dos o tres muletazos de exploración como para medir, para calibrar al astado, y acto seguido, sin más trámites, sin nuevas dilaciones, a pararle y a correr la mano y a enrollarse a “Ruizeño” con la seguridad, con la facilidad y la frescura que se emplearían para torear a un toro de cartón.... A fuerza de aguante, Manolo desengañó al astado. Vamos, se apoderó de él, como se dice en la jerga taurina. Y logrado esto, hizo con el bicho cuanto le vino en gana. Lo toreó por derechazos templados y mandones, rítmicos y señoriales – ¡derechazos de Manolo Martínez! –; se lo pasó por la mismísima camisa en los pases de pecho escultóricos, ajustadísimos. Y además, el péndulo, los molinetes, los de la firma combinados con el trincherazo. ¡Todo cuanto en gana le vino ejecutó!... Y, como epílogo, un espadazo desprendido, que pronto surtió efectos.... Vendría luego la escena que antes aludimos; el triunfo, el apoteosis de Manolo Martínez; la concesión de las dos orejas, la vuelta al ruedo, las aclamaciones... En suma, la entrega de un público plenamente rendido frente a la evidencia de que, con Manolo Martínez, el toreo mexicano está en el camino de adquirir una dimensión y un esplendor que antaño tan solo supieron darle los llamados toreros de época, las figuras cumbres de nuestra torería...

En efecto, la visión de don Jesús no estaba apartada de la realidad que estaba por venir. Sería cuestión de un par de temporadas más para que Manolo Martínez consolidara su posición al frente de la torería mexicana y efectivamente, se convirtiera en una figura de épica y de época, todavía a estas fechas vara de medir en estas cuestiones.

El festejo de hoy. 2ª novillada de feria: 6 novillos de José Julián Llaguno para Ricardo Frausto, Manuel Fernández Mazzantini y Efrén Rosales.

miércoles, 25 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1982. Curro Rivera lidia en solitario y triunfalmente 14 toros


A partir de que Manolo Martínez celebró su corrida número mil matando seis toros en la Plaza México, se comenzó a otorgar valor a esa meta estadística. El hecho de que el crecimiento del número de festejos que se daban en el país permitía que los toreros alcanzaran ese número de festejos toreados en plenitud de facultades, daba lugar a que celebraran la efeméride lidiando una corrida de toros en solitario.

En el caso de Curro Rivera, la conmemoración de su corrida mil y el inicio de lo que pudiera ser su segundo milenio, tendrían esa connotación y se convertían prácticamente en el eje de atractivo de la Feria de San Marcos del año 1982 y se programaron para el día del Santo Patrono, a las cinco de la tarde, la primera encerrona, en la que el hijo del Fermín el de San Luis daría cuenta de seis toros de su propia ganadería y la segunda, a las nueve de la noche, en la que se enfrentaría a un encierro compuesto por siete toros que por su orden fueron de Campo Alegre, Carranco, San Antonio de Triana, San Martín, Mimiahuápam, Santo Domingo y José Julián Llaguno. Creo que es innecesario aclarar que el acontecimiento se anunció como único en la Historia del Toreo.

Un par de antecedentes próximos

Hurgando la biblioteca y las hemerotecas, me encuentro un par de ocasiones en las que se anunciaron festejos similares, pero que por circunstancias diversas, no tuvieron una debida culminación.

El primero que encuentro tuvo lugar el 16 de junio de 1960. Antonio Bienvenida intentó realizar la gesta de torear dos corridas él solo en un mismo día en la Plaza de Las Ventas de Madrid. El encierro de la corrida vespertina se compuso de toros de Concha y Sierra, Felipe Bartolomé, Joaquín Buendía, María Montalvo, Herederos de Flores Albarrán y Fermín Bohórquez – en ese orden –. Bienvenida fue silenciado en el 1º, 4º y 6º; escuchó palmas en el 5º, división de opiniones en el 3º y pitos en el 2º. El sobresaliente fue José Urías.

Para la sesión nocturna, los toros anunciados fueron salmantinos de Graciliano Pérez – Tabernero, Alipio Pérez – Tabernero Sanchón, Eusebia Galache, Antonio Pérez de San Fernando, Barcial y Vizconde de Garci – Grande. Por desgracia, sufrió una serie calambres en las piernas durante la lidia del 3º, a causa, según el parte médico del doctor Jiménez Guinea, del insuficiente riego sanguíneo consecuencia de cornadas anteriores y eso le impedía continuar en la lidia.

Por ese impedimento, los tres últimos toros los despachó el sobresaliente Antonio Mahillo. Bienvenida oyó palmas en sus tres toros; mientras que Mahillo dio la vuelta en el último. Bienvenida vistió de verde y oro por la tarde y de verde y plata por la noche.

Un segundo anuncio de esta naturaleza se hizo para el 22 de mayo de 1971, también en Madrid, pero en la Plaza de Toros de Vista Alegre de Carabanchel. En plena guerrilla, Sebastián Palomo Linares anunció que en esa fecha – misma en la que en Las Ventas, dentro de la Feria de San Isidro, se presentaría la ganadería mexicana de Mimiahuápam –, enfrentaría en dos festejos, toros de Miura, Eusebia Galache, Antonio Pérez de San Fernando, Herederos de Carlos Núñez, Victorino Martín y Núñez Hermanos y en el segundo, a los de Juan Pedro Domecq, Baltasar Ibán, Atanasio Fernández, Juan Mari Pérez – Tabernero, Manuel Arranz y Miguel Higuero.

El doble festejo se quedó a la mitad. La tarde fue lluviosa y la popular Chata de Carabanchel en esos días todavía no tenía la conformación actual – un escenario multiusos techado –, sino que era una plaza de toros convencional, con una capacidad de unas nueve mil personas. La segunda corrida, la nocturna, quedó aplazada para el 6 de junio de ese año. Palomo Linares salió al tercio en el 1º, cortó las dos orejas al 2º, dio una vuelta protestada en el 3º, cortó el rabo al 4º y cortó una oreja en el 5º y 6º.

Hace 30 años

Las crónicas de las dos corridas llevadas a cabo el 25 de abril de 1982 no son prolijas en detalles acerca del quehacer artístico de Curro Rivera. Se concentran más bien en el hecho de que el torero logró completar la hazaña. Y es que, en los días previos se hablaba más que nada, de la incapacidad física que le sobrevino a Antonio Bienvenida – padrino de la confirmación madrileña de alternativa de Curro – veintidós años antes y que no le permitió completar la gesta que había iniciado.

En el festejo de la tarde, aunque se anunciaron seis toros, Curro Rivera mató siete, pues regaló el sobrero. Campanero, Arriero, Gordito, Cara Limpia, Milenario, Caramelo y Campeador fueron los nombres, por su orden, de los siete toros de Francisco Rivera lidiados en esta ocasión y obtuvo de ellos, las dos orejas de 3º, 4º y 5º. Los sobresalientes fueron el matador de toros Eduardo Liceaga y el entonces novillero Luis Fernando Sánchez, a quienes se les permitió intervenir en quites en el que cerró este festejo.

A las nueve de la noche Consentido, Tocayo, Siempre Juntos, Para ti, Amigo Milenario y Ahijado – el nombre del abreplaza no fue consignado por el cronista – fueron saliendo por la puerta de toriles. Es quizás en esta segunda parte del acontecimiento en la que Curro Rivera fue mayormente recompensado en materia de trofeos, al cortar las orejas y el rabo de Siempre Juntos de San Martín – 11º del doblete y 4º de ese festejo – y de Ahijado de José Julián Llaguno – 7º de la corrida y 14º de la doble jornada –, para sumar en ambos festejos diez orejas y dos rabos en una fecha que constituye por sí sola, un hito difícil de superar en la Historia Universal del Toreo.

Otros datos para recordar

Curro Rivera banderilleó a dos de los toros de esa memorable fecha, al 5º de la primera corrida y al 7º de la nocturna y que en el entreacto de los toros segundo y tercero del capítulo de noche de la gesta, directivos de la Organización Editorial Mexicana entregaron al torero un reconocimiento, tanto por haber alcanzado la cifra de los mil festejos toreados, como por estar en vías de completar la gesta que ahora intento relatarles.

Al final de cuentas, ese día, resultó lo que el cronista de El Sol del Centro – la crónica no está firmada – decía en uno de sus párrafos:

Los aficionados taurinos al referirse a los carteles del día clásico de Aguascalientes, llegaron a decir que “era mucho Curro”. Y no se equivocaron en lo más mínimo, porque eso demostró Francisco Rivera con sus dos encerronas en las que estoqueó 14 bureles...

Efectivamente, ese 25 de abril de hace 30 años, Curro Rivera fue mucho Curro, que no es lo mismo que demasiado Curro y lo afirmo porque me tocó ver la primera de las dos corridas y se veía en extraordinarias condiciones físicas y anímicas para enfrentar el reto que él mismo se planteó. El resultado que es motivo de este comentario así lo confirma.

El festejo de hoy. 2ª corrida de feria: 2 de Los Encinos para rejones y 4 de Campo Real para Pablo Hermoso de Mendoza, Fermín Spínola y Arturo Macías.

domingo, 22 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1973. En la alternativa de Vito Cavazos, es Curro Rivera el que hace el toreo


El primer toro que se lidiaría en la Feria de San Marcos de 1973 sería un toro de alternativa. El suceso también tendría un dejo de novedad en nuestro ciclo abrileño, pues si bien en el pasado reciente del Coso de la calle de la Democracia se habían celebrado dos ceremonias de investidura de matadores de toros – El lusitano Óscar Rosmano el 29 de noviembre de 1970 y Armando Mora el 28 de marzo de 1971 –, la última que se había celebrado en un festejo sanmarqueño había tenido lugar en 1960, cuando Luis de Seda y Oro elevó a la categoría superior al trianero Rubén Salazar el primero de mayo de ese calendario.

La información previa al festejo, publicada en el diario El Sol del Centro refleja la expectación que producía el serial y en sí el cartel inaugural, tanto por la reaparición de Eloy Cavazos y Curro Rivera, como por la novedad que revestía el investir en la Feria a un nuevo matador de toros, en este caso, David Vito Cavazos. De esa nota, entresaco lo siguiente:

Reaparecen Eloy y Curro y se doctora Vito Cavazos. A guisa de preámbulo de lo que será esta Feria, ya el cartel inicial incluye la actuación de dos de las tres máximas figuras del toreo nacional: Eloy Cavazos, el sensacional pequeño y gran torero de Monterrey; Curro Rivera, el autor de la que fue, indiscutiblemente, la mejor faena en la pasada temporada metropolitana... Y al lado de ambos, compartiendo responsabilidades y disfrutando también, desde hoy, de idéntica jerarquía, Vito Cavazos, que en esta primera corrida alcanza la meta codiciada por cuantos en un día vistieron por vez primera el traje de torear: la alternativa, el doctorado...

Yo asistí a esta corrida. Mis recuerdos se limitan principalmente a los seis toros que se lidiaron en ese festejo al que fui llevado por mi padre. El toro de la ceremonia – un negro listón, al que recuerdo con mucha cara y arrobas – volteó la cara al primer picador y le comenté a mi padre que el toro era manso. En cuanto se colocó de nuevo al toro, este se arrancó de largo, recargando fuerte y metiendo los riñones, propinando un tumbo al piquero y lo que es más, recuerdo que repitió la escena en la siguiente vara. Cuando todo esto sucedió, mi padre me dijo Allí está tu manso, fíjate bien en ese toro, que es muy bravo, porque va a pasar mucho tiempo para que veas otro igual... Al final de la corrida tuve la oportunidad de conocer y felicitar personalmente al Ingeniero Mariano Ramírez, el ganadero de la tarde, quien se encontraba conversando con los matadores retirados Rafael Rodríguez y Humberto Moro y el empresario Guillermo González entre otras personas. No recuerdo la respuesta que me dio don Mariano, pero sí percibí que en ese momento era un hombre inmensamente feliz.

Alguna información más precisa

Para este serial don Jesús Gómez Medina había vuelto a ocupar su cátedra en El Sol del Centro, combinando esa actividad con la Presidencia de los festejos taurinos en la Plaza San Marcos y de su narración de la corrida se desprende con más detalle y precisión lo siguiente:

¡Torear bien!... ¡Torear con arte!... Torear, en suma, como ayer lo hizo con el nobilísimo “Cartujo” del Ing. Mariano Ramírez, Currito Rivera. Feliz conjunción del burel dechado de alegría y excelente estilo, con el torero – torero, con el torero artista.
¡Oh! aquellos naturales cadenciosos, de dilatada trayectoria, ligados a la perfección en el último sitio y culminados, según la ley de toreo rondeño, con el pase de pecho ejecutado al mismo ritmo caricioso de los muletazos precedentes.
Especialmente en la segunda de las dichas series pareció culminar la plasticidad, la hondura y el bien torear. Negreaban las pisadas de “Cartujo” en torno del torero, transformado en epicentro que giraba levemente sobre las plantas, mientras que de su muleta brotaban, como rojas amapolas, la milagrería de aquellos pases naturales, flor de clasicismo, sí; pero nimbados a la vez con la luz iridiscente de un arte juvenil, radioso, alegre...
El toreo es liturgia y rito; pero, también, gallardo desplante, bizarría y alarde jocundo y triunfal.
Más tarde, con la diestra, idéntico derroche de torerismo y de belleza en los derechazos, en los pases circulares, en los molinetes; en toda la gama, en suma, de bien torear a que daba pie la nobleza sin límite y la aterciopelada embestida de “Cartujo”.
A estas alturas, prácticamente las orejas y el rabo estaban ya en las manos de Currito; más precipitóse un tanto éste, llevado sin duda del deseo de acabar cuanto antes; y aunque se fue en corto y por derecho, particularmente la segunda ocasión, pinchó dos veces antes de sepultar hondo el acero, en sitio un tanto trasero... se esfumaron los apéndices; más los aficionados, embriagados todavía de emoción taurina, hicieron a Curro Rivera objeto de una cálida, estentórea ovación, mientras los despojos de “Cartujo” habían desaparecido sin recibir en homenaje de que eran merecedores...

Don Jesús califica la actuación de Eloy Cavazos como integrada por una media faena y la de su hermano David, el toricantano como deslucida. El toro de la alternativa se llamó Esclavino y fue de pelo negro listón.

Algunas reflexiones finales

De la misma crónica de la corrida y a partir del hecho de que don Jesús Gómez Medina estimó en ella que el quinto de la tarde, Cartujo, merecía premio a sus despojos y de otro hecho ocurrido al final de la lidia del cuarto de la tarde, en el sentido de que Alberto Ortiz El Chaval de Orizaba, banderillero de la cuadrilla de Eloy Cavazos ahondara una espada para precipitar la muerte del toro, transcribo lo siguiente:

Se impone concluir esta reseña con algunas consideraciones de carácter netamente personal: ¿por qué el que esto escribe, al actuar como Juez de Plaza, no ordenó los honores que merecían los despojos del estupendo “Cartujo”? ¿Y también por qué no hubo sanción alguna para el Chaval de Orizaba?
En el primer caso, visto el desenlace poco feliz de la gran faena de Curro Rivera y conociendo la índole de los aficionados, juzgué que al tributar un homenaje al astado, aquellos interpretarían que con éste queríase decir que el torero no supo estar a la altura del toro; lo que era inexacto y por tanto, resultaría injusto.
En cuanto a la falta de sanción para el Chaval de Orizaba, que estas líneas sirvan de aviso a él mismo y a otros subalternos, a efecto de que, en los posteriores festejos se abstengan de realizar actos tan rotundamente antitaurinos como el llevado a cabo por dicho banderillero...

El festejo de hoy. 1ª corrida de feria: 2 de Fernando de la Mora para rejones y 4 de Jesús Cabrera para Pablo Hermoso de Mendoza, Rafael Ortega y Alejandro Amaya.

sábado, 21 de abril de 2012

Tal día como hoy: 1972. Alfredo Leal borda al natural un toro de Las Huertas


Prudente aclaración: A partir de hoy y hasta el día 13 de mayo, apareceré por aquí con más frecuencia de la acostumbrada. El motivo de mi presencia será la de recordar con Ustedes algunos hechos ocurridos en nuestra Feria de San Marcos en otros tiempos. Espero que encuentren interesantes esos recuerdos, que son los hechos que han dado su grandeza a esta Fiesta y a esta Feria.

La Feria de 1972

El ciclo de San Marcos de 1972 nació entre aires de tormenta. Tras de los repetidos triunfos de Manolo Martínez en el año anterior, era, para afición y empresa, un ingrediente necesario en los carteles del ciclo abrileño. En las noticias previas al anuncio de la composición de la Feria, se mencionó con insistencia su nombre como el eje de la misma, pero al final, la noticia que sacudió el ambiente taurino de Aguascalientes, fue el que la empresa que dirigía Guillermo González Muñoz no había podido llegar a un arreglo con el diestro regiomontano y que por ello, se quedaba fuera del serial, descansando todo el peso de éste en Curro Rivera, que como principal atractivo, mataría en solitario una corrida de Torrecilla el día del Santo Patrono.

Otro de los hechos a destacar, sería que la noche del lunes 24 de abril, uno de los diestros que tenía una impecable trayectoria en los ruedos de ambos lados del Atlántico y una clase privilegiada, pondría punto y final a su andar por las arenas. Alfredo Leal, El Príncipe del Toreo había escogido el escenario de la Plaza de Toros San Marcos para matar lo que debería ser el último toro de su vida.
Ese era el escenario en el cual se presentaba el festejo que hoy les quiero recordar.

La corrida del 21 de abril de 1972

Para esa tercera corrida de feria, se anunciaron 8 toros de Las Huertas, ganadería entonces propiedad de Luis Javier Barroso Chávez, que lidiarían el nombrado Alfredo Leal, Joaquín Bernadó, Alfonso Ramírez Calesero chico y Jesús Solórzano hijo. La nota previa al festejo, señalaba que el encierro era disparejo, una escalera, según podemos leer enseguida:

La verdad no nos gustó el encierro de Las Huertas que se lidiará esta noche: es disparejo, fuera de tipo y algunos toros dan la impresión de estar pasados de edad. Pero como dijo Alfonso Ramírez “Calesero”: “Yo no quiero que me gusten, quiero que me embistan...

Ante esa corrida, el festejo se fue deslizando entre altibajos, hasta que salió el quinto de la noche, llamado por el ganadero Lupillo, por ser hijo de Guadalupano, un toro que indultara Raúl García en la Plaza México el día de San José de 1967. 

La crónica del festejo a que hago referencia es de Francisco Lazo, cronista titular del diario deportivo Esto de la Ciudad de México y que por ese año ejerció de cronista huésped en el diario local El Sol del Centro, en virtud de que el cronista titular, don Jesús Gómez Medina ocupó el Palco de la Autoridad durante ese calendario, incluida la Feria, por lo que de esa relación recojo lo siguiente acerca de la faena del Príncipe del Toreo a ese toro de Las Huertas:

Lanceó en el centro del anillo, cargando ligeramente sobre la pierna de salida, a ritmo lento. Y con la muleta, echándola apenas adelante, embarcaba, templaba y mandaba, muy erguido, moviendo solo el brazo, con elegancia. Eran los primeros muletazos, bellos en ejecución, pero aún sin el sentimiento que iba a desbordar Alfredo sobre el ruedo de la plaza de San Marcos... Y ahora con la izquierda, más lento todavía, haciendo flamear el trapo rojo en el último tiempo, con un suave muñecazo. Trataba al toro con delicadeza para hacerlo sentir a gusto y sentirse él, Alfredo, igual. Y todo allí, en el centro del anillo, sin paréntesis que pudieran romper la continuidad, que sacaran de su embeleso al torero y cortaran aquél coro de ¡torero, torero!, o las aclamaciones que de tan continuas, parecían una sola... Pocas, pocas veces se ha visto torear así; repetimos, pocas veces se encuentran un toro de tanta calidad y un torero de tanto arte... Se echó la espada a la cara Alfredo y el público, engolosinado gritaba ¡no, no!, pues quería seguir disfrutando de aquellos momentos. Solo que era ya hora de entrar a matar, y lo hizo Leal, muy derecho, dejando una estocada entera, un tanto traserilla, que hizo rodar sin puntilla al noble animal. Petición unánime. Dos orejas concede la autoridad, solamente, quizás por la colocación defectuosa del acero. A Leal no le importaban los trofeos, como tampoco pareció importarle al público. Y juntos, torero y aficionados se entregaron a la celebración, uno sonriendo ampliamente y los otros vitoreándolo. Y le dijo Alfredo al “Chacho” Barroso: “¡Qué toro!”. Y le respondió el ganadero: “¡Qué torero!”...

El resultado final de la corrida redundó en una tesonera actuación de Joaquín Bernadó, una desdibujada y abúlica presentación de Calesero chico y una entonada presentación de Jesús Solórzano hijo, quien se vio en la necesidad de regalar un sobrero de Jesús Cabrera, al inutilizarse su segundo toro. Con la lidia de nueve toros, el festejo concluyó cuando faltaban quince minutos para las doce de la noche.

Leal y su anunciada despedida

Tras de su faena al quinto de la noche, refiere Francisco Lazo en su crónica la siguiente declaración de Alfredo Leal:

Sí; me voy. Pero deseo hacerlo con dignidad... y toreando así como pude hacerlo hoy. Hubo momentos en que no escuchaba nada, como si el toro y yo estuviéramos en el vacío, él embistiendo y yo llevándolo suavemente... Luego parecía reventar todo y escuchaba la aclamación. ¡No veas que feliz me siento...!

El Príncipe del Toreo toreó la corrida del 24 de abril anunciada como la de su despedida y cuajó otro toro por naturales, de Jesús Cabrera, la ganadería que fue el cimiento de muchos de sus éxitos. Sin embargo, después de esa noche decidió que no podía seguir sin torear y aquí le tuvimos el año siguiente y en los ruedos de México pudimos disfrutar de su arte y de su clase durante todavía algo más de una década.

El festejo de hoy. 1ª novillada de feria: 6 novillos de Real de Saltillo para Antonio Lomelín hijo, Ricardo Frausto y Joaquim Ribeiro El Cuqui.

domingo, 15 de abril de 2012

19 de abril de 1978: Manolo Martínez hace su presentación en Sevilla


Manolo Martínez y sus campañas españolas

El anuncio de la presentación de Manolo
Martínez
(ABC de Sevilla 19/04/78)
Tras de una exitosa campaña en ruedos europeos durante el año de 1969 en la que se acercó al medio centenar de corridas, Manolo Martínez retornó a ellos al año siguiente con la intención de confirmar su alternativa en Madrid y de actuar con categoría en las principales plazas de España y Francia. De nuevo apoderado por Manolo Chopera, se le arregló una campaña en la que podría alternar actuaciones en ambos lados del Atlántico, pues su presencia en las ferias de México era también medular. Al final de cuentas esa temporada en los ruedos hispanos y franceses no tuvo la intensidad de la anterior. Los factores a los que se atribuyen esos resultados son muchos y variados, de acuerdo con la óptica que se aplique al análisis que se haga de ellos. La versión que Guillermo H. Cantú, en su obra Manolo Martínez, un demonio de pasión expresa sobre el particular es la siguiente:


Manolo toreó en su primer temporada 48 corridas, cortó 60 orejas y 5 rabos y dio 15 vueltas al ruedo, recibiendo a cambio 3 cornadas graves... pero no “arrasó”. Para arrasar hubiera tenido que quedarse a vivir en España y “tragar”, tragar mucho antes de vencer todos los obstáculos, en especial los de fuera del ruedo. A las casas taurinas españolas no les gustan los mandones ni por asomo, ni siquiera los de casa, que son más difíciles de sacudirse porque son de ahí, no tienen a dónde ir y resulta muy complicado correrlos... Tan pronto se dio cuenta de que su famoso apoderado en España, “Chopera”, lo estaba usando para atender sus diferencias con la empresa de Madrid, los demás “detalles” le colmaron el plato y sin más optó por concluir su campaña, cortando orejas y rabo en Ondara y nada en Bilbao, que fue la última actuación...
Desde esa tarde en Bilbao, que fue la del 18 de agosto de 1970 – con 12 tardes en ruedos hispanos y 2 en Francia –, Manolo Martínez no volvería a torear en un ruedo español sino hasta el 20 de octubre de 1974, a Marbella, a actuar en un mano a mano con Paco Camino, matando toros de Carlos Núñez, una corrida celebrada a la media noche para que pudiera ser vista desde este lado del mar por la televisión por la tarde y que al final de cuentas, resultó en un petardo televisivo de una – literal – proporción mundial.

Manolo Martínez y Sevilla

En los años de 1969 y 1970 Manolo Martínez no actuó en la Maestranza sevillana en ninguna de las dos ferias que allí se ofrecen – abril y San Miguel –, así como tampoco en alguna de las otras fechas señaladas en las que allí se ofrecen corridas de toros dentro o fuera del abono de la temporada de esa histórica plaza de toros.

De nuevo es la versión de Guillermo H. Cantú, pero ahora en su libro Visiones y fantasmas del toreo, la que intenta explicar la presentación de Manolo Martínez en ese ruedo y que coincidentemente resulta en su última actuación en plazas españolas:

...algunos años después, cuando Manolo revisó su carnet de actuaciones y descubrió que jamás había pisado el albero de la maestranza de Sevilla, una increíble laguna en su “curriculum”. De inmediato tomó la determinación de “palomear” el famoso templo, Al menos fue de esta manera como lo tomó la prensa española: “El torero millonario de Monterrey, vino a satisfacer un capricho”, publicaron, como si fuera un sacerdote rebelde que en gesto devoto decide celebrar misa en San Pedro y la Curia Romana se apresura a asignarle hora... Paco Camino asistió como aficionado a esa corrida. Bien sabía Paco qué clase de torero estaba pisando esa arena dorada...
El previo de la corrida (ABC de Sevilla 19/04/78)
Ignoro a esta fecha sí bastaría el capricho de Manolo Martínez para presentarse allí, pero sabiendo el modo de ser de don Diodoro Canorea, tengo la fundada sospecha de que no sería así. Algún interés debió revestir el torero para que le llevara en una de las fechas señaladas de esa Feria de Abril sevillana.

La corrida del 19 de abril de 1978

El festejo que se anunció para esa presentación de Manolo Martínez – sexto de feria y noveno del abono – fue con toros de los Herederos de Carlos Núñez para Manolo Martínez, Francisco Rivera Paquirri y José Mari Manzanares. Los toreros vistieron, según las crónicas, respectivamente de azul pavo y oro, azul celeste y oro y grana y oro.

De la crónica de Joaquín Caro Romero, aparecida en el diario ABC de Sevilla el día 20 de abril de 1978, extraigo lo siguiente, que relata el paso del torero de Monterrey por el albero maestrante:

El encierro de Herederos de Carlos Núñez tuvo boyantía y nobleza sobradas. Cuatro toros, como se suele decir, «sirvieron». De moderado trapío y escasa fuerza. El lote de Paquirri fue extraordinario. Indudablemente, el mejor. Los corridos en cuarto y sexto lugares tomaron dos varas. Los otros, una, y ya tuvieron bastante... El mejicano Martínez era «nuevo en esta plaza». Y pasó prácticamente desapercibido. Lo que no pasó desapercibido fue su muleta grande, que no es lo mismo que decir gran muleta. Cuando andaba liado con el cuarto sonó una voz desde la grada que decía al torero: «¡Métele tijera a esa muleta!» Martínez no aprovechó la suavidad de su primero, que metía divinamente la cabeza en el engaño. No obstante, consiguió un par de tandas de naturales y derechazos limpios e irreprochables. Dejó mucho que desear en sus dos oponentes. Tres pinchazos sin soltar y media muy delantera al que abrió plaza y estocada entera al cuarto...
Los toros que enfrentó Manolo Martínez llevaron por nombre «Afectísimo», número 22, mulato chorreado listón, con 500 kilos de peso y «Vilano», número 109, mulato listón, con 533 kilos y este resultó ser el último toro que mató en España el diestro de Monterrey.

Por su parte, Vicente Zabala Portolés, en la edición madrileña del mismo diario ABC, publicó lo siguiente:

El mejicano Manolo Martínez vino a Sevilla a cumplir un capricho: torear en esta plaza. Era una ilusión que, al parecer, Manolo Chopera le ha concedido como un regalo de Reyes. El ídolo de Méjico muleteó vulgar, sin rematar los pases y sin sentimiento a su primero y no se acopló con el otro. Queda muy  poco de aquél torero que en Bilbao se dejó romper las carnes con un toro de Osborne. Ahora ya es mucho más millonario que entonces. La vida del regiomontano está resuelta. Se ha dado un gustazo a costa de quitar un puesto a un torero español o a un mejicano con más entusiasmo. Hay quien se compra un yate. Martínez ha preferido el lujo de matar dos toros de Carlos Núñez en plena feria de Sevilla. Ya puede poner el cartel en su rancho azteca. Parece que se trataba de eso. Pues adiós, manito, ya nos vemos...
Al final del festejo, Paquirri cortó dos orejas protestadas al quinto de la tarde y Manzanares una al tercero de la tarde. El subalterno de la cuadrilla de Manolo Martínez, Chucho Morales, saludó desde el tercio.

Un último comentario al margen

En la crónica del festejo de dos días después, Joaquín Caro Romero relata lo siguiente:

En la corrida de ayer no se alteró, menos mal, el orden de antigüedad de los matadores como en la del pasado miércoles, donde Francisco Rivera «Paquirri», y no Manolo Martínez, era quien debía encabezar la terna.  Pepe Guerra Montilla, nieto del glorioso Rafael Guerra y bibliotecario del Círculo Taurino de Córdoba, me envía un amabilísimo telegrama, del que informo con mucho gusto a los aficionados. En efecto, al espada de Barbate le correspondía, por diferencia de seis meses de antigüedad en el doctorado (tomó la alternativa en Barcelona el 11 de agosto de 1966), haber lidiado el lote del mejicano (que recibió el grado en la Monumental de Méjico el 12 de febrero de 1967). Siento que Pepe Guerra no me haya avisado antes, pues yo no había caído en la cuenta. Y, al parecer, los confeccionadores de dicho cartel y acaso tampoco los propios diestros involucrados tampoco...
Reportaje gráfico de la corrida
ABC de Sevilla (20/04/78)
Craso error el del nieto de Guerrita y el de Caro Romero, al publicarlo. Manolo Martínez recibió la alternativa en Monterrey el 7 de noviembre de 1965 y esa alternativa era válida para todos los efectos conducentes y la fecha que se menciona en la crónica que cito, es la de la confirmación de su alternativa regiomontana en la monumental mexicana.

En pocas palabras, en verdad parece que en esa ocasión, para Manolo no había manera de quedar bien. No obstante, esta es la historia de su paso por Sevilla y su Feria de Abril, coincidentemente, como apunto, su última actuación en un ruedo de España y de Europa.

domingo, 8 de abril de 2012

8 de abril de 1962. Muere Juan Belmonte


Manuel García Santos, periodista jerezano que llegó a México al término de la Guerra Civil Española y que se quedó entre nosotros pa’ los restos, fue cronista titular del diario El Sol de México de la capital mexicana y fundó y dirigió varias publicaciones semanarias. La más destacada fue El Ruedo de México, que pretendía en una gran medida, ser una especie de espejo del que se editaba en Madrid por las mismas calendas y aunque su vida fue más corta, su aprecio por la afición mexicana fue muy grande, dada la calidad de la información que contenía.

García Santos publicó en 1962 un libro sobre la vida de Juan Belmonte, titulado Juan Belmonte. Una vida dramática, en el que recoge en alguna medida el testigo de lo que dejara escrito Manuel Chaves Nogales en Juan Belmonte. Matador de Toros, porque cubre, aunque sea de manera apretada, la vida del Pasmo de Triana a partir del momento en el que se cierra la extraordinaria biografía de Chaves Nogales, hasta el momento de la muerte del revolucionario del toreo.

Hoy se cumple medio siglo de la desaparición física del torero de la Calle Ancha de la Feria, considerado trianero porque allí se crió y porque de allí salió a los ruedos. Del libro de García Santos, extraigo algunas partes del último capítulo, relativo al último tramo de la vida de Juan Belmonte, que espero encuentren de interés y que sirva para recordar a este inmortal de la fiesta:

Yo tengo una gran amistad con Andrés Martínez de León. Andrés es, sin género de dudas, el mejor pintor de asuntos de toros que tiene España. Sevillano, lleno de gracia y de una inteligencia privilegiada, Andrés, que conoce a la fiesta por dentro como nadie y tiene ojos de lince en la plaza, ha captado con el embrujo torero de su lápiz los mejores momentos de Joselito, de Rafael “El Gallo”, de Gaona, de Juan Belmonte..., ¡de todas las figuras del toreo!  
Visitábamos en Sevilla, Belmonte y yo, una exposición de cuadros de Andrés, y llegamos a uno en el que, bajo un cielo anubarrado y lleno de presagios, en pleno campo andaluz, con luces precursoras de tormenta, aparece un caballista muerto, con la mirada vuelta hacia aquel cielo de plomo. Está el caballista entre el caballo que montaba y un toro que aparece en primer término a la izquierda.  
El significado era claro. Un toro había acometido al jinete en pleno campo y el jinete, al no poder dominar al caballo, cayó desmontado y sin conocimiento – muerto quizá – mientras el toro autor de la tragedia permanece quieto, pronto a arrancarse sobre el caído si hace algún movimiento, que es la actitud que toman los toros en el campo.  
Belmonte miró durante mucho tiempo el cuadro – se sentía fascinado por aquella magistral interpretación de Andrés, de las faenas camperas –, y comentó conmigo:  
- Esa es una muerte bonita para un torero que no haya muerto en la plaza... 
- ¿Lo cree usted así?... 
- ¡No voy a creerlo! ... Están en este cuadro los tres elementos que llenan y colman la afición de un torero: el campo, el caballo y el toro. Y esa muerte, a juzgar por cómo la ha pintado Andrés, ha sido una muerte sin agonías lentas, sin juntas de médicos a la cabecera, y familiares que se deshacen en llanto; sin inyecciones que no dan ya resultado; sin nada de eso que hace del instante de morir una cosa trágica, cuando la muerte debe ser, y lo es, un accidente natural...
- Entonces, Juan, ¿usted no admite que el torero muera en su cama?... 
- El torero debe morir sobre la arena de una plaza.  
Pero si lo respetan los toros y llega a la edad sosegada y pacífica del retiro – como se le supone que su afición no se ha borrado –, su muerte natural es a caballo, con las espuelas puestas y en un instante en que sus apetencias y sus glorias se hayan cubierto... 
Recientemente, en uno de los viajes que Belmonte hacía a Madrid para que lo viera Jiménez Díaz, éste le dijo:  
- El que está muy grave, yo creo que se va a morir, es Julio Camba.  
Julio Camba, el famosísimo escritor humorista, era uno de los entrañables amigos de Belmonte desde su primera época de novillero, cuando Juan ingresó en la peña de aquellos intelectuales de Madrid. Y la noticia sobrecogió a Belmonte, a pesar de que Belmonte tenía un corazón que resistía los mayores embates:  
- ¿Y de qué se muere Julio, doctor?...
- Como usted es un hombre excepcional y tiene más que probada su entereza, se lo voy a decir: Julio Camba se muere de la misma enfermedad que tiene usted. 
Belmonte fue a ver a Camba a su lecho de enfermo.  
Camba no era ya Camba. ¡Era una piltrafa humana que aguardaba, semiinconsciente o resignado, el momento ya próximo de entregarle su alma a Dios.  
Todos los amigos de Madrid me cuentan que la muerte de Julio Camba impresionó profundamente a Belmonte. Por lo mucho que quería a Julio y porque en esa muerte veía retratada la suya, no muy lejana ya... 
Se quedó en Madrid Belmonte y allí estuvo hasta el entierro del amigo dilecto. Después de cumplida esa misión, Belmonte se volvió a Sevilla, no sin que antes le dijera Jiménez Díaz:  
- Usted puede durar unos años todavía. Unos años si... vive con método y si abandona esa afición absurda, por lo peligrosa, de montar a caballo…  
Regresó Belmonte a Sevilla y regresó solo, como solo vivía desde hace mucho tiempo. Su esposa quedó en Madrid, y sus hijas, casadas ya, permanecieron en sus hogares.  
De todo esto me tenían al corriente amigos íntimos de Belmonte y míos, y ya he dicho que su sobrino, Alberto Blanco Belmonte, me había dicho en Guadalajara que si quería ver a Belmonte que no dejara de acudir a esta Feria por si para la próxima... 
Y el domingo, día 8, cuando yo activaba los preparativos para mi viaje a España, los semanarios mexicanos daban la noticia terrible: “¡Murió Juan Belmonte!...”  
Primero no intenté siquiera pensar en la noticia. Me bastaba – ¡y me sobraba! – con el hecho de sentirla. Suspendí mi viaje y quedé anonadado. Al día siguiente comencé a hacer conjeturas. Y a devorar las informaciones de prensa y a escribir a mis amigos de Sevilla en demanda de detalles. Se decía en principio que había muerto repentinamente, en el escritorio de su finca de Gómez Cardeña, al regreso de una dura tarea a caballo en la que, no sólo había derribado varias vacas sino que – esto se susurraba en los corrillos – había toreado a un semental de su ganadería.  
Luego se habló de suicidio. La noticia se puso en cuarentena, por discreción natural y por respeto a Juan. Pero cada vez adquiría el rumor mayores caracteres de cosa cierta. ¡Sí!... ¡Se suicidó de un tiro en la sien derecha!... ¡Había estado muchas horas a caballo galopando sin tregua y, como al llegar a Gómez Cardeña – al caserío – tuvo una hemorragia terrible, sacó del cajón de su escritorio una pistola y se mató!...  
Yo repasaba mis recuerdos. Volvía a vivir aquellas horas de angustia que padeció Belmonte en su primera época de matador de toros, cuando su afición desmedida por las lecturas le trastornó un poco el juicio e intentó varias veces suicidarse... Recordé sus tristezas de niño; aquellos paseos vespertinos con su padre hasta los billares de la calle de La Sierpe, donde el niño Belmonte se aburría muchas horas viendo a su padre carambolear, y oyendo conversaciones de hombres maduros, que decían cosas que él no entendía, pero que le iban abriendo los ojos hacia una vida llena de materialismos y de concupiscencias... Belmonte había roto con aquello para algo peor; para ir a caer en las pandillas de golfos – toreros de San Jacinto, donde ya la vida se le fue perfilando a Juan como algo muy duro, como algo lleno de crueldad, contra lo que había que enfrentarse para no ser vencido... Luego, los fracasos en las plazas de toros, el trabajo duro en Tablada – trabajo que no alcanzaba la remuneración proporcionada al esfuerzo –, y la vuelta a los toros, y aquel jugarse a diario la vida para llegar a ser lo que fue y verse acariciado por la fama, el dinero y la adulación de las gentes... 
Recordé el cuadro de Andrés Martínez de León, del hombre muerto cara al cielo, con las espuelas puestas, con el caballo y el toro enmarcando sus últimos instantes... ¡Recordé tantas cosas!... Y no dejaba de machacarme en el cerebro la idea del espectáculo que Belmonte había visto en su última visita a Madrid, cuando su amigo Julio Camba se debatía extenuado, flaco y hecho un pingajo, con la muerte por arterioesclerosis.  
Quise reconstruir – sin calar muy hondo en detalles y en circunstancias Íntimas por el cariño que le tuve y por respeto a su memoria – los instantes que precedieron a la muerte de Juan. Mis familiares y mis amigos de Sevilla coinciden todos:  
- Mira: lo que se dice, pero sin estar comprobado, es que Juan toreó un semental – acaso quería que lo matara un toro, ya que sus piernas estaban demasiado torpes – y que además de torear al semental estuvo derribando vacas hasta el cansancio. Llegó a la finca, desmontó y subió torpemente la escalera. Al ama de llaves, que acudió a preguntarle si deseaba algo, le pidió una copa y recado de escribir. Tomó la copa – antes había tenido en el cuarto de baño una hemorragia terrible –, escribió unas líneas cortas para explicar que se mataba, y se pegó un tiro en la sien derecha. En esa sien en la que tenía, como señal indeleble, la cicatriz de la cornada en el Arahal. Acaso se pegó el tiro sobre la cicatriz de su triunfo y de su primer drama...  
Cuando descubrieron lo sucedido, acaso por el ruido del disparo, se llamó a un sacerdote, se reclamaron los auxilios de un médico. El sacerdote actuó con arreglo a su sagrado ministerio y el médico, cuando llegó, sólo pudo certificar la muerte de Belmonte. 
Se le amortajó con el hábito del Cristo de la Expiración – el capuchón del hábito encubre piadosamente el boquete terrible del balazo – y se cursaron telegramas a los familiares, a los amigos, a todos aquellos a quienes pudiera afectar directamente la pérdida del gran torero y el hombre genial que acababa de fallecer... Y eso es todo.  
No. Eso no es todo. Hay mucho más. El féretro que contenía el cuerpo de Belmonte fue llevado a la Catedral Metropolitana de Sevilla, donde se celebraron solemnes funerales por el descanso de un alma que no había descansado nunca. Los cantos litúrgicos imploraron para Belmonte una paz que jamás conociera el hombre cuyo vivir fue una guerra continua. Luego el féretro salió en hombros por la Puerta del Perdón – ¡qué bello el símbolo! ... – que comunica al Patio de los Naranjos con la calle. Y organizada ya la comitiva, el luto de Sevilla seguía al cadáver del torero en un acto de dolor intenso, profundo, sin llantos histéricos ni alardes de una pena que, por ser muy honda, aparecía serena en la superficie. Se enlutaron los balcones del trayecto. Se asomaban las mujeres sevillanas que se habían asomado cuarenta años antes para ver pasar al ídolo... Y en un instante el pueblo sevillano reaccionó. Se apoderó de los restos gloriosos y se encaminó con ellos hacia la Plaza de la Maestranza, hacia el lugar donde tuvieron lugar las hazañas homéricas de aquel hombre que ahora iba en su féretro, rígido, y con una indiferencia hacia todo, que culminaba la indiferencia que tuvo siempre frente a la vida. 
No se abrió la plaza. Se detuvo el cortejo frente al arco de forja bajo el que tantas veces Belmonte salió en hombros y aclamado con vítores, y el cortejo siguió a la calle Castilla, esa calle tan ligada a los episodios de su vida heroica. Y de allí al cementerio florido de San Fernando, donde está el “Espartero”, donde yacen Antonio Montes y “Gitanillo de Triana” y Rafael “El Gallo” y todos los que fueron glorias del toreo en Sevilla. A la entrada del cementerio, a la izquierda, Joselito “El Gallo”, con el rostro de cera y envuelto en un capote, va conducido en olor de multitudes – gitanos, señoritos, bailaoras, cantaores de flamenco, toreros, ¡el pueblo entero! –, todo eso hecho piedra por el cincel maravilloso de Benlliure.  
Allí paró el cortejo. José, en piedra y llevado por persona j es de piedra y bronce, vio llegar a su compañero que venía en carne, y conducido por muchedumbres de carne, y llegaba después de cuarenta y dos años de espera. ¡Ya estaban juntos otra vez los dos colosos!... ¡Ya podía reanudarse en las noches de luna de Sevilla la competencia aquella que exaltaba a los públicos hasta el paroxismo!... Fernando Villalón, el ganadero – poeta que cinceló los “Romances del 800” podía repetir su elegía corta – cortada como un cante por solea –, que ahora repetirán los gitanillos del Altozano y canturrearán en las carreteras llenas de sol los torerillos que van a las capeas llenos de fe en su destino y de admiración por Juan Belmonte:  
“¡Puente de Triana!... 
Yo he visto un lucero muerto que 
se lo llevaba el agua!...”  
Si don Juan Fermín de Plateros viviera todavía, iría en los atardeceres a rezar a la tumba del torero glorioso que “se murió con las espuelas puestas y vestido de campo”.  
Yo sé de una mujer – antes bellísima y ahora, si todavía vive será una anciana respetable –, cuyo padre criaba los toros más bravos y de mejor trapío que salían a las plazas. Esa mujer, que fue el amor frustrado, ¡el gran amor de Joselito!, ha estado yendo a dialogar íntimamente con él durante muchos años al Cementerio de San Fernando. Si vive todavía y continúa con su costumbre de visitar al novio espiritual que tuvo, acaso con esa intuición y esa sensibilidad tan fina que tienen las mujeres, oiga diálogos entre Juan y José, y acaso Joselito le repetirá a Juan las palabras que le decía Sánchez Mejías cuando lo incitaba para que volviera a los toros:  
- “Llevo esperándote aquí muchos años... Los dos éramos el toreo y uno solo era incompleto..., le faltaba el otro. ¡Pero ya nos hemos reunido!... ¡Bienvenido seas, Juan!... 
Así es como narró Manuel García Santos, en su día y a la distancia, los últimos tiempos de Juan Belmonte. Espero que hayan encontrado interesante esta narración y los recuerdos que contiene.

domingo, 1 de abril de 2012

1º de abril de 2001: Plaza de Toros San Marcos. Presentación de la ganadería de Medina Ibarra


Hierro y colores de la divisa de Medina Ibarra

Hoy se cumplen once años de la presentación en sociedad de la ganadería que fundaran al iniciar el año 1997 el arquitecto Jorge Medina Rodríguez y sus hijos, a partir de 23 vacas procedentes de la división familiar de la ganadería de don Roberto Ibarra Mora, procedente a su vez de la de Santa Rosa de Lima. Posteriormente, en el año de 1999 a las vacas originarias de don Roberto Ibarra, agregan otras 84, 50 de El Colmenar y 34 de San Martín, así como 4 sementales de San Martín, 2 de origen mexicano y 2 de origen español, Cerilloso de origen Coquilla y Sargento, de sangre Coquilla - Santa Coloma. En 1999 agregan un toro que por la vía materna desciende del toro Marquito de Ana Romero, al que indultó José Ortega Cano en Granada y Capuchino de Joaquín Buendía, procedentes de la importación que realizara don José Chafik en el año de 1994.

La novillada era la décima y última de la temporada y el cartel que se formó para enfrentar el encierro debutante lo integraron Mario Zulaica, Xavier Ocampo, Raúl Ibarra, Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Además, hubo un séptimo – eral – para el entonces becerrista Víctor Mora. La plaza registró una entrada de alrededor de tres cuartos de su cupo, en una tarde de clima agradable. Adame y Estrada cortaron oreja; Mario Zulaica dio la vuelta al ruedo y por su parte Xavier Ocampo saludó desde los medios.

En aquella ocasión, escribí lo siguiente acerca de ese festejo:

…Ha terminado una temporada de novilladas que con intermitencia se desarrolló a partir del mes de julio del pasado año y ha concluido con un festejo en el que seis de los más destacados actuantes en la misma, se disputaron el derecho de ser considerados como el triunfador de la temporada.  
Revestía interés también el conocer el juego de los novillos de los señores Medina Ibarra, procedencia San Martín – Santa Coloma, puesto que la ganadería lidiaba sus primeros productos en este festejo. Al final, el resultado para los ganaderos resultó halagüeño, pues los despojos de dos de los utreros fueron aplaudidos y el sexto recibió los honores del arrastre lento.  
Por otro lado, era esta una tarde en la que se tenía que apreciar el avance de los novilleros, que aparte de los festejos que sumaron en la temporada, lograron sumar otros festejos en diversas plazas del país, pudiendo adquirir el rodaje necesario para acometer mayores empresas. En esa tesitura, el festejo de hoy sirvió para aquilatar en buena medida el progreso de los novilleros actuantes, apreciándose en todos buenas maneras, aunque ahora se hizo patente la necesidad de que algunos de ellos sigan recibiendo oportunidades que les permitan andar con más desahogo delante de los novillos.  
Lo más torero de la tarde lo lograron en esta oportunidad Juan Antonio Adame, Claudio Estrada y el salmantino Juan Andrés González. Los dos primeros cortaron una oreja a sus adversarios, mientras que el tercero tuvo la oportunidad de alzarse como el triunfador de la tarde, pero un desafortunado incidente al intentar extraer una espada de su novillo, consiguió que el público se pusiera en su contra, retirándose entre división de opiniones.  
Al final del festejo se soltó un eral de El Colmenar para el becerrista Víctor Mora, de la Escuela Taurina de Aguascalientes, quien al final de la lidia del mismo, dio la vuelta al ruedo…”

Jorge Medina Ibarra y Jorge Medina Rodríguez
(Foto cortesía burladerodos.com)
De acuerdo con mis notas, los nombres de los novillos lidiados fueron por su orden, número 2 Don Antonio, número 4 Don Roberto, número 13 Don Pepe, número 15 Don Marcelino, número 16 Ing. Gerardo y número 10 Arq. Manolo. Los dos primeros fueron dedicados al recuerdo de don Antonio Ibarra Pedroza, fundador de Santa Rosa de Lima y a don Roberto Ibarra Mora, antecesores familiares en la labor ganadera de los debutantes; el tercero y el cuarto, a don Pepe Chafik y a don Marcelino Miaja, impulsores del proyecto ganadero que comparecía ante la afición hidrocálida y los dos últimos, al ingeniero Gerardo Martínez Ancira, en esas fechas ganadero de El Colmenar y al matador de toros, ganadero y arquitecto Manolo Espinosa Armillita, que llevan una estrecha relación de amistad con los Medina Ibarra y que además han sido importantes guías en el desarrollo de la ganadería que llevan. Aparte, el quinto de la tarde lo brindó el trianero Claudio Estrada al gran torero linarense Humberto Moro y el sexto, el salmantino Juan Andrés González lo dedicó al matador Manolo Espinosa Armillita.

El novillo indultado en la Plaza México
(Foto cortesía burladerodos.com)
A partir de esta fecha, se inició el despegue de una ganadería que se ha caracterizado por presentar al toro con edad y sin adulteraciones, lo que le ha obtenido diversos galardones, como el premio al mejor toro en la Corrida Concurso de Jesús María del 27 de julio de 2005, otorgado al toro Muchachón; el premio Hidrocálido – Domecq al mejor encierro de la Feria de San Marcos del año 2008 y en el mismo 2008, el día 6 de julio, es indultado en la Plaza México el novillo Gordo, número 170, quinto de la tarde, en tanto que su presunto matador Sergio Lejarza, se retiró entre división de opiniones.

Esta es una breve reseña de algunos logros de una ganadería de Aguascalientes, que en el breve paso que lleva por los ruedos mexicanos, ha dejado ya una huella importante del paso que ha marcado en el campo bravo mexicano.

domingo, 25 de marzo de 2012

En el Centenario de José Alameda (III)

Alameda antes de Alameda (II)

José Alameda (1947)
En el número 84 de La Lidia, aparecido el viernes 30 de junio de 1944, José Alameda, firmando todavía como Carlos Fernández Valdemoro, relató para los aficionados lectores de esa publicación, lo sucedido en la tercera novillada de esa temporada menor – la penúltima de la historia del coso – celebrada en El Toreo de la Condesa, en la que para lidiar novillos de la ganadería debutante de Santo Domingo, propiedad en ese entonces de don Manuel Labastida y Peña, alternaron Paco Rodríguez, Gabriel Soto y nuestro Pepe Luis Vázquez, que repetía tras de su triunfo el domingo anterior

Escojo esta crónica, dado que uno de sus personajes, el matador de toros Pepe Luis Vázquez (mexicano), cumplió 92 años el pasado lunes 19, día de San José. A Pepe Luis Vázquez le recuerdo como un puro ejecutante de la suerte de recibir y un torero de un gran pundonor. En una segunda etapa de su vida taurina, se dedicó a presidir los festejos celebrados en la Plaza México, lugar en el que, fue el primer torero en recibir la alternativa, el año de 1947.

En cuanto a la crónica de Alameda, podemos ver que es extensa, que mezcla la prosa con el verso y que en el engarce de los conceptos, sin perder la compostura, deja perfectamente claro lo que le gustó y lo que no en el festejo que está narrando. Espero que la encuentren de interés.

Cogida de Paco Rodríguez y triunfo de Pepe Luis Vázquez 

“Una nota de clarín
desgarrada
penetrante,
rompe el aire con vibrante
puñalada” 

Y, al toque ritual, comienza la fiesta. En los tendidos, se aprieta la multitud compacta, que se ha incorporado de nuevo a su espectáculo preferido, tras de los dos primeros festejos, que fueron como los lances de tanteo antes de meterse en faena. 

Por la arena avanza el escuadrón taurino, el único capaz de marchar a la guerra y a la muerte con ropaje de seda. Van a torear Pepe Luis Vázquez, cuyo primer naipe, lanzado sobre el tapete ocho días antes, fue un triunfo; Gabriel Soto, que llega de la plaza chica de “La Morena” impulsado por el éxito; y con ellos, y a la cabeza, Paco Rodríguez, como capitán de la lidia. 


Paco Rodríguez parece haber traído consigo al sol, que por primera vez preside la fiesta, como si quisiera señalar con su presencia el verdadero comienzo de la temporada. También traía la sangre torera dispuesta a derramarse y a dejar cumplido el verso:

“Oro, seda, sangre y sol” 

Han llegado los lidiadores bajo el palco de la autoridad. Y se inclinan reverentes. “Ave César, morituri te salutam”. 

Y, puesto que ya está el cuadro completo, puede comenzar el sacrificio. 

Ronco toque de timbal,
salta el toro a la arena.
Bufa, ruge… Roto cruje
un capote de percal”

Es el capote del primer espada, que ha quedado prendido en las astas del novillo con que hace su presentación en “El Toreo” la ganadería de Santo Domingo, que viene precedida de prestigio por su casta y a la que se le atribuye un abolengo miureño. 

Pronto el capote desprendido volvió a las manos toreras, que tiraron del toro para pasárselo, confiadas, de derecha a izquierda y, hábiles, de izquierda a derecha. Paco Rodríguez había comprendido que el primer toro del señor Labastida amenazaba con su pitón derecho y que había que recurrir al toreo zurdo. 

Quieto, erguido, comenzó la faena. El toro pasaba bajo el engaño, que se movía con rítmica precisión. Y el gentío acompañaba el ir y venir de la fiera y la serena gracia del burlador con gritos jubilosos, cumpliendo así su ministerio de coro de la tragedia. Hasta que Paco Rodríguez se pasa la muleta a la mano torera. Cita desde muy cerca y consuma el más bello de los lances. 

“…en los tres tiempos
del pase natural tendiendo el brazo
guarnecido de oro
la clásica elegancia
con serenidad ejerce y arrogancia” 

Mas el empuje del toro mengua. Y, a partir del segundo natural, se queda en el centro de la suerte. Paco Rodríguez lo invita reiteradamente a pasar. Pero el astado solo atiende la invitación a medias. Entonces, el acero brilla un momento desnudo en el aire y luego se clava tendido en la obscuridad del toro. 

Ha terminado el primer acto. 


Al comenzar el acto cuarto, la tragedia se consumó. Paco Rodríguez había recibido al toro con lances a la verónica, todos ceñidos y garbosos, impecable uno de ellos. Era la plaza un clamor cuando Paco, tras de la primera vara, se echó el capote a la espalda y comenzó el juego ceñido y peligroso de la gaonera. Tan cerca estaba, que al iniciar el cuarto lance, no tuvo el toro más que alargar el cuello u prendió al torero, tirándolo a la arena mal herido.

“La inesperada acometida ha hecho
de elegante paso
un revuelo confuso…” 

Cuando ese revuelo cesa, Paco Rodríguez está ya en la enfermería y frente al toro se encuentra Gabriel Soto. Se revuelve el astado, se defiende. Y Soto, a la defensiva también, hace una faena breve con la muleta y laboriosa con el acero. Hasta que el toro se rinde y hay en la plaza un suspiro de alivio. 

Gabriel Soto había comenzado su actuación haciendo en el primero de la tarde un quite por faroles de rodillas, que deslumbró al gentío. Repitió la suerte, al torear de salida al quinto. Y demostró que tiene una propensión cardinal al toreo de rodillas, cuando inició la faena de muleta al segundo con cuatro pases también de hinojos. Los momentos citados fueron los más emotivos de su actuación. Los más lucidos los logró también en la faena a ese segundo toro, que tenía pocas energías pero mucha nobleza, Solo le dio pases excelentes, por alto, de trinchera, de molinete, afarolados. Un trasteo decididamente barroco, que gustó mucho al público. Le puso remate con dos pinchazos sin soltar y media contraria, todos “a toro parado”. Y mientras el concurso le ovacionaba, dio la vuelta al ruedo. 

El quinto toro, duro, encastado, que pegaba fuerte y con la cara arriba, cogió a Soto en el primer pase, lanzándole contra las tablas con la taleguilla destrozada. Para poder continuar la lidia tuvo el diestro que cubrirse con el blanco pantalón de un monosabio. Pero el toro, que parecía mover sus cuernos con intención más irónica que trágica, se lo arrancó en un derrote de cómicas consecuencias. Y tuvo que recurrir el torero a otro pantalón. Puso de su parte cuanto pudo para que el toro no se lo arrebatase también y logró salir airoso del empeño, aunque a costa de algún esfuerzo a la hora de matar. 

A Pepe Luis Vázquez le tocaron en suerte dos toros dóciles. Ya he señalado que otro – el segundo – también lo fue. Y agregaré que, salvo el primero, todos pelearon bravamente con los caballos, confirmando la fama de bien encastada con que llegó al ruedo principal la ganadería de Santo Domingo. 

Al tercer novillo, un negro lombardo, que sustituía a otro de sus hermanos retirados por rotura de una pata, le dio Pepe Luis dos excelentes verónicas, tras de las cuales fue cogido sin consecuencias. Clavóle tres pares al cuarteo, dos muy buenos y uno desigual y le hizo una magnífica faena de muleta. La inició con pases por alto, de entre los cuales descollaron dos de pecho magníficos, en los que hizo describir al toro largo viaje, llevándolo perfectamente toreado. De pase a pase, iba el torero ganando terreno, de modo que al terminar la serie estaba en los medios, muestra bien clara de que era dueño de la situación. Pasóse después al toro en derechazos muy ceñidos y surgió, cálida, la ovación. 

La última parte de la faena fue por la cara y cuando cuadró el novillo, entró Pepe Luis muy derecho a matar, pero se le fue la mano y la espada cayó baja. Sin embargo, en premio a las calidades de su faena, fue obligado a dar la vuelta al ruedo. 

En el quinto, invitado por Gabriel Soto para que simulara un quite, dio dos verónicas que fueron lo mejor, lo más serio que se hizo con el capote en toda la tarde. 

También los lances con que recibió al sexto fueron de buena calidad. No así los que ejecutó en los quites. Pero con las banderillas volvió a entusiasmar. Cita al toro desde cerca de tablas y cuando el toro se arranca, compite con él en el viaje, saliéndose hacia las afueras, “de poder a poder”. Y, así,  

“…en un viaje especial de esbeltez y osadía,
– los brazos alzando – 
y, allá por encima
de las astas, que buscan el pecho,
las dos banderillas
milagrosamente clavando… se esquiva
Ágil, solo, alegre,
¡sin perder la línea!

Hay dos pares más, uno muy bueno por el lado izquierdo, para que se vea que no es banderillero a medias, y otro desigual. 

Y, en cuanto suenan los clarines para el cambio de tercio, toma Pepe Luis la muleta, echa las dos rodillas a la arena y se va acercando a su enemigo, poco a poco, con decisión firme. Súbitamente sale del tendido un grito unánime de júbilo, el “olé” tradicional de los grandes momentos: 

“De un lado, por debajo
del rojo trapo que en su furia engríe,
el toro muge alzando
remolinos de arena…”

Del otro lado, Pepe Luis Vázquez continúa de hinojos, en espera de la nueva acometida, que esquiva con la misma serenidad que otra más que viene a continuación. Han sido tres pases de rodillas, Pero no tres pases de los que se da el toro solo, viajando inocente bajo el engaño, sin tres pases dados por el torero, con temple, con mando y con una gran emoción. Después, impulsado por el entusiasmo del público y por el entusiasmo propio, torea de pie, con la derecha y con la izquierda, muy cerca, muy valiente, muy seguro de sí mismo. Y cuando mata de una corta tendida, se va en hombros de la multitud, llevándose otra oreja y otro triunfo. 

“El gran suspiro que es la tarde crece
como de un pecho inmenso
Palidece el sol.
y terminada la fiesta de oro
a la mirada que solo un eco
de amarillo seco
y sangre cuajada”
Dramatis personae

La ganadería de Santo Domingo fue fundada en San Luis Potosí por don Manuel Labastida y Peña en 1926, con los restos de lo que la Revolución dejó en su casa y en la ganadería de Espíritu Santo, que tuvo un semental de Miura llamado Chicorro, berrendo en colorado. Posteriormente añade ganados de Cruces, empadrados con un toro de Otaolaurruchi y después agrega sementales de San Mateo en los años 1928, 1930, 1932, 1934 y 1943, así como uno de Carlos Cuevas en 1942.

Paco Rodríguez fue investido matador de toros por Lorenzo Garza, en presencia del lusitano Diamantino Vizeu, el 18 de enero de 1948 en El Toreo de Cuatro Caminos. El toro de la alternativa se llamó Sevillano y procedió de Pastejé, como todos los lidiados esa tarde.

Gabriel Soto recibió la alternativa el 8 de diciembre de 1954 en Tenancingo, Hidalgo. Su padrino fue Guillermo Carvajal y los toros de Tequisquiapan en un festejo mano a mano. Su hijo Gabriel Soto El Momo, también es matador de toros. 

Pepe Luis Vázquez (José F. Vargas Castillo), como decía arriba, fue el primer torero en recibir la alternativa en la Plaza México. Le apadrinó Manuel Gutiérrez Espartero y atestiguó la ceremonia Ricardo Balderas. Los toros fueron de la ganadería de Lorenzo Garza y el de la ceremonia fue nombrado Piel Roja. Su hijo Pepe Luis Vázquez, es matador de toros.

Espero que hayan disfrutado esta que a mi parecer, es una extraordinaria pieza.


domingo, 18 de marzo de 2012

Relecturas de invierno (IV)


Alas de Mariposa

Portada de Alas de Mariposa
Hace alrededor de cinco años que tuve la fortuna de tener trato personal con un artista mexicano. Oskar Ruizesparza es su nombre y es un extraordinario fotógrafo que ha dedicado su vida a difundir con lo que observa detrás de la cámara y fija, ayer en la película emulsionada y hoy en bytes y mega bytes, la grandeza de este México suyo y nuestro. Una parte importante de esa sustancia de lo mexicano que es materia de su obra artística, es lo taurino y procura cada año, recopilar en un libro o dos, una selección de fotografías captadas en las plazas de toros que de una manera casi religiosa recorre, cámara en ristre, para escribir con imágenes y relatar con textos de amigos invitados – de allí mi inicial relación con él – el suceder de nuestra Fiesta.

El año de 2011 el libro de Oskar se tardó un poco en ver la luz y aparecer en los estantes. Y es que, al recibirlo de su parte por conducto de un amigo mutuo, me enteré de que el proyecto no se trataba tanto de recopilar lo visto y vivido por el fotógrafo al recorrer la legua, sino que dedicó su talento y sus energías a un proyecto de carácter didáctico en el que se alió con el matador de toros tapatío Miguel Ángel Martínez El Zapopan para recopilar en imágenes fijas, en vídeo y con una descripción en texto, setenta (70) suertes de capa, muchas de ellas creación de toreros mexicanos, para conocimiento, disfrute y aprendizaje de los aficionados y de aquellos que pretenden ser toreros.

Las suertes se ejecutan por los matadores de toros de Guadalajara Miguel Ángel Martínez El Zapopan y Guillermo Martínez, tío y sobrino respectivamente y en las ciento cuarenta y cuatro (144) páginas que forman el libro, dividido en cuatro capítulos, encontraremos catorce (14) distintos lances de inicio o recibo; treinta y tres (33) suertes diferentes apropiadas para hacer quites; doce (12) remates y adornos remates y cuatro (4) suertes creadas por El Zapopan. Todas las demás, cuando procede, tienen indicación del torero que las creó. El escenario es el ruedo de la Plaza de Toros Centenario, de Tlaquepaque, Jalisco.

Alas de Mariposa viene acompañado de un DVD en el que se explica la ejecución – de salón – de cada una de esas ciento cuarenta y cuatro suertes capoteras, de manera tal, que quienes practican el toreo o aprenden a hacerlo, pueden entender con facilidad la manera de llevarlas a cabo, practicarlas y en un momento determinado, ejecutarlas delante de los toros.

Uno de los vídeos incluidos en Alas de Mariposa (Cortesía: altoromexico.com)

Oskar Ruizesparza es Director – Editor de la Revista México Mío, dedicada a diversos temas de la cultura nacional. En lo taurino, destacan dos monográficos dedicados a las dinastías Armillita (abril 1988) y Silveti (noviembre 1988). Ganador del Primer Lugar dentro de la Convención Internacional de la Sociedad Mexicana de Fotógrafos Profesionales A.C., categoría Maestros, los años 1983, 1984, 1985, 1986, 1987 y 1988. Ganador por cuatro ocasiones (tres consecutivas), del premio a la mejor fotografía dentro de la Convención Internacional de la Sociedad Mexicana de Fotógrafos Profesionales A.C. Autor entre otros de libros como Feria Aguascalientes 2005. Más que mil palabras; Feria Aguascalientes 2006. Pepe López, un sentimiento en el capote / Arturo Macías conquista La México (libro doble) y Los recortes de Oskar de la Feria Taurina de Aguascalientes 2007 entre otros.

Miguel Ángel Martínez El Zapopan nació en Zapopan, Jalisco, el 13 de enero de 1953, recibió la alternativa el 9 de enero de 1977 en la Plaza de Toros El Progreso de Guadalajara, siendo su padrino Joaquín Bernadó, llevando como testigo a Salvador Villalvazo. El toro de la ceremonia se llamó Caramelo y fue de la ganadería de Matancillas.

Guillermo Martínez nació en Guadalajara, Jalisco el 31 de mayo de 1982, recibió la alternativa el 17 de octubre de 2004, en la Plaza de Toros Nuevo Progreso de su ciudad natal. Su padrino fue Miguel Espinosa Armillita Chico y completó el cartel el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. El toro que le fue cedido fue nombrado Seda Gris y provino de la ganadería de Fernando de la Mora.

El valor de la obra reside en un hecho que Oskar declaró a Juan Antonio de Labra con motivo de la presentación del libro en la Ciudad de México:

Es verdad que muchos de estos quites ya no se hacen, y otros ni los conocen los toreros; por eso consideramos que era de gran importancia mostrarlos gráficamente en este libro, donde se aprecia, a través de las fotos de secuencia, la forma en que se ejecutan acompañada de una breve explicación. En este sentido, la obra representa una aportación a la tauromaquia y creemos, sin vanidad, que debe ser una especia de libro de texto de las escuelas taurinas que, para bien de la Fiesta, tanto abundan en nuestros días…

Es decir, al final de cuentas, Alas de Mariposa se convierte en un testigo de una torería que en estos días casi es anecdótica, pues los lances, quites y demás suertes que se recopilan, ilustran y explican en el libro, son prácticamente parte del archivo muerto de esta fiesta.

Por eso es que, a mi juicio, este libro resulta de consulta y colección indispensable para aquél que se diga aficionado a los toros, porque por desgracia, llegará el día en el que estas suertes sólo podrá conocerlas en él. Y aunque no acostumbro hacer esto, ni es la misión de esta bitácora, pueden obtener información de cómo adquirirlo, en este sitio

Aldeanos