Hoy se cumplen 66 años de que la ganadería de
Pastejé se presentara ante el público de la Ciudad de México en
El Toreo de la Condesa. El cartel que se confeccionó para la ocasión fue la alternativa del valentísimo torero leonés
Antonio Velázquez, que sería apadrinado por
Fermín Espinosa Armillita, ante el testimonio del
Faraón Silverio Pérez.
La fecha tiene su significación porque en su resultado se conjugaron tres grandes triunfadores,
Armillita con su faena ante
Clarinero,
Silverio escribió quizás su obra más grande ante los ojos de su afición con
Tanguito y la ganadería que se estrenaba en el máximo escenario taurino de esta República saldría como la triunfadora de la temporada y con el reconocimiento al toro más bravo de la temporada, que fue
Andaluz, el de la alternativa de
Velázquez, que en esa oportunidad fue claramente superado por la maestría de sus alternantes y que en una muestra de lo que fuera su carácter, años después se alzara como una gran figura del toreo.
La ganadería de
Pastejé surge de una asociación entre
Antonio Algara – a la sazón, empresario de
El Toreo y ganadero de
Jalpa – y
Lorenzo El Chato Elizaga, que era el propietario de la Ex – Hacienda de la que tomó su nombre la ganadería, en el año de 1936. El pie de simiente de la nueva ganadería se formó con ganado encastado en Saltillo de
San Diego de los Padres y una parte muy selecta del hato de
Jalpa, que como ya apuntaba en un
post anterior, fundamentalmente se constituyó con ganados vazqueños de
San Nicolás Peralta, mismos que dejarán su impronta allí, pues al decir de don
Paco Madrazo, la frecuencia de toros berrendos en
Pastejé – como aquellos que inmortalizara en
El Toreo de Cuatro Caminos el camero
Paco Camino – era por la presencia de esas vacas nicolaítas, muy vazqueñas.
La asociación entre
Elizaga y
Algara dura alrededor de un año y
El Chato le vende su parte a don
Eduardo N. Iturbide, junto con la finca y es en 1938 que entre don
Daniel Muñoz de
Zacatepec y él importan 9 erales con el hierro de
Murube, cinco de los cuales quedarían en
Pastejé y fueron
Observador; número
28;
Perfumado, número
42;
Barquillero, número
54;
Holgazán, número
74 y
Tanganito, número
65.
No resulta difícil deducir que el encierro lidiado el 31 de enero de 1943 resulta ser la primera camada de la cruza entre el ganado existente en
Pastejé con los sementales hispanos, entre los que cobraron pronto primacía
Tanganito y
Holgazán por su ascendencia y por el juego que dieron en la tienta ya en suelo mexicano.
El superior juego de esta corrida colocó a
Pastejé en un sitio de privilegio ante la afición y la torería. Su presentación en la
Plaza México fue también de éxito. El 11 de noviembre de 1946, – ya siendo propiedad exclusiva de don
Eduardo N. Iturbide – se acartelaron
Lorenzo Garza,
Manolete y
Leopoldo Ramos El Ahijado del Matadero, que recibiría la alternativa, para enfrentar a otro encierro de esta ganadería y se recuerdan de esta tarde cuatro grandes faenas, las de
Amapolo y
Buen Mozo por
El Ave de las Tempestades y las de
Manzanito y
Murciano por el
Monstruo.
Don
Eduardo N. Iturbide, quien había agregado un semental de
Luis Vallejo Alba –
Cachorro, número
50 – y a
Tizonero, número
74 de
Antonio Urquijo – que antes había padreado en
Rancho Seco – enajenó la ganadería de
Pastejé en 1949 a don
Guillermo Barroso Corici, quien la cedió a su hijo
Luis Javier Barroso Chávez y éste a su vez la vendió a
Carlos Arruza en 1953. A partir de esa fecha, cambió de manos con frecuencia y con la disparidad de criterios en su manejo, como por la falta de una línea pura de sangre de
Murube, dado que no se importaron vacas, comenzó a decrecer su cartel.
Uno de sus propietarios fue don
Francisco Madrazo Solórzano, quien pensó que con los ganados puros originarios de
Parladé,
Gamero Cívico y
Conde de la Corte que poseía en
La Punta, podría corregir el rumbo de los acontecimientos en
Pastejé, dado que el origen de los punteños era
Parladé –
Tamarón –
Mora Figueroa, que se originan en una partición de la ganadería original de la ganadería de la familia
Murube.
Al final, don
Paco no pudo lograr lo que él siempre llamó
su capricho y
Pastejé, sin dejar de tener instantes de grandeza, no mantuvo la constancia de lo que mostró en sus primeros años dentro de los ruedos mexicanos. No obstante, su aparición en las plazas, el hecho de que su encaste predominante sea distinto al del común de la ganadería en México y las efemérides a las que viene asociada, me impulsan a hacer estas remembranzas.