Jaime Rangel Foto: Cortesía altoromexico.com |
Al final de la temporada 1956 – 57, las cosas de los toros en la capital de México quedaron revueltas. Tanto así que la gran plaza permaneció cerrada hasta junio de 1958 y aún con esa apertura, hasta el año de 1960 su funcionamiento no fue regular. Por eso no se dieron en ella novilladas durante el verano de 1959, pero eso no significó que la Ciudad de México se quedara sin temporada chica, pues ésta se verificó en el hoy difunto Toreo de Cuatro Caminos, donde el ingeniero Armando Bernal ofreció a la afición un ciclo de 31 festejos, en los que destacaron entre otros, toreros como Héctor Obregón, Antonio Sánchez Porteño, Rubén Bandín y quien me ocupa en estas líneas, el hidalguense Jaime Rangel.
Sobrino de uno de los toreros más incomprendidos de la historia patria del toreo, me refiero a Ricardo Torres, nativo de San Miguel Vindhó, Jaime Rangel toreó en ese ciclo cuatrocaminero siete de los festejos ofrecidos en el serial y fue, al final el que mano a mano con Porteño, cerró esa temporada en una singular novillada de concurso de ganaderías organizada por la Asociación de Criadores, que ofrecía un premio de quince mil pesos al novillo triunfador a determinar entre Tejedor de Zotoluca, Bien Hecho de San Mateo, Marinero de Rancho Seco, Zacatecano de Jesús Cabrera, Aceitero de Pastejé y Anda Solo de Santo Domingo.
Jaime Rangel fue uno de los novilleros que hicieron la transición a la temporada novilleril de la Plaza México para el año de 1960, ya normalizada su operación. Y lo hizo de manera triunfal. Esa temporada constó de 27 festejos de los cuales toreó 11, entre los cuales cuatro fueron de mano a mano y fue el primer novillero en la historia del coso en matar una novillada en solitario, el domingo 20 de noviembre con novillos de Pastejé. En ese calendario novilleril compitió con toreros como Víctor Huerta, Fernando de la Peña, Óscar Realme, Antonio Campos El Imposible, Felipe Rosas o Jorge Rosas El Tacuba.
Esa hoja de resultados le valió tomar la alternativa allí mismo el primer día de 1961 en un cartel redondo. Le apadrinó el Lobo Portugués Manolo dos Santos y atestiguó la ceremonia El Volcán de Aguascalientes Rafael Rodríguez. El toro de la ceremonia se llamó Relicario y fue de don Jesús Cabrera, como todos los de la corrida. Un dato estadístico interesante es que Jaime Rangel, al recibir la alternativa, se convirtió en el matador de toros número cien en presentarse en el ruedo de la plaza más grande del mundo.
Confirmó en Las Ventas de Madrid el 1º de junio de 1962, el encierro fue de Alipio Pérez Tabernero y le cedió los trastos el catalán Joaquín Bernadó en presencia del madrileño Luis Segura. El toro de la ceremonia se llamó Menudito y actuó en el festejo también el rejoneador Clemente Espadanhal. Una corrida complicada de juego, en la que el toricantano solamente pudo lucir su toreo de capa. Concluyó esa campaña española con 11 festejos, según el escalafón publicado por el semanario madrileño El Ruedo.
Con esa preparación acometió la temporada 1962 – 63 en la Plaza México. Vendría a competir con los toreros que venían del otro lado del mar: El Viti, Paco Camino, Diego Puerta, Pedrés, Mondeño y con los de aquí; Calesero, Velázquez, Rodríguez, Córdoba, Capetillo, Silveti, Huerta... Y dio el tono. La temporada se dividía en las dos plazas de toros de la capital en ese entonces. Así en Cuatro Caminos deja una gran faena al toro Amapolo de Jesús Cabrera el 11 de febrero, cuando alternaba con el Poeta del Toreo y Luis Segura, sin trofeos por sus fallas con la espada y el 22 de diciembre del 63, en la Plaza México, corta una sólida oreja a Turronero, también de don Jesús, preparando el terreno para lo que vendría el año siguiente.
Para el ciclo 63 – 64 en la Plaza México ya el nombre de Jaime Rangel era uno de los que adornaban la parte principal del derecho de apartado. Las hazañas rubricadas la temporada anterior en las dos plazas de la capital le habían otorgado ese derecho y la atención de la afición estaba en lo que podría lograr ante la ola de toreros que vendrían de ultramar para aderezar una temporada que atrajo, como en pocas ocasiones en la historia, la atención de quienes tienen gusto por estas cosas y también de quienes las aprecian solo ocasionalmente.
Así, el primer golpe en la mesa lo dio Jaime Rangel el 5 de enero de 1964. Encerrada estaba una seria corrida de La Punta para que Óscar Realme confirmara su alternativa de manos de Jaime y con el testimonio de Manuel García Palmeño. El primero de la tarde mandó al confirmante a la enfermería, y padrino y testigo se quedaron con la corrida. Jaime Rangel se entretuvo en cortarle las orejas a Malicioso, un toro bravo, al que le pudo y con el que demostró que estaba listo para mayores empresas.
Esa empresa mayor llegaría dos semanas después. La empresa anunció a Joselito Huerta, Paco Camino y Jaime Rangel para enfrentar un encierro de don Reyes Huerta. Camino estaba en el ánimo de la afición y Joselito Huerta era, sin duda uno de nuestros ases. Quien tenía que demostrar que su sitio en ese cartel, redondo en el papel, era válido allí, era Jaime Rangel. ¡Y vaya que lo hizo! El tercer toro de la tarde se llamó Moctezuma. La crónica de agencia publicada en el diario El Informador de Guadalajara refiere lo siguiente:
...Nuevamente Jaime Rangel triunfó en la Plaza México al realizar dos grandes faenas a sus enemigos, pese a ser poco propicios, los mató superiormente cortándole a su primero las orejas y el rabo y a su segundo le quitó un apéndice... Fue en el tercero de la tarde con el que Rangel hizo a los aficionados saborear su toreo estupendo. El de Reyes Huerta no se dejó torear con el capote... Con la muleta Rangel buscó sujetar a su enemigo a base de doblones y lo metió para instrumentar varios naturales y armar la escandalera... se perfiló a matar dejando un estoconazo hasta el puño, suficiente para que doblara el astado. Cortó las dos orejas y el rabo... Al sexto de la tarde, Rangel le hizo fiestas con el capote... Tras de brindar a la plaza entera, Jaime inició otra gran faena; toreó aguantando horrores, cada vez a menor distancia, ligando pases y obligando al toro a embestir. Terminó con media estocada en todo lo alto. Pidió el público la oreja y se le concedió, para refrendar su brillante actuación en esta tarde...
Paco Camino, ese día tuvo un diferendo con la afición y terminó abroncado en su primero, aunque después cortara la oreja del cuarto. y Joselito Huerta tuvo que recurrir incluso al toro de regalo, pero sin resultados plausibles.
Este fue quizás el momento cumbre de la carrera de Jaime Rangel en la gran plaza. Pero no dejó de ser un torero que fuera indispensable en las principales ferias y temporadas de las plazas de nuestro país. Así llevó su dignidad de matador de toros durante casi un cuarto de siglo, pues se anunció su despedida de los ruedos en la Plaza México para el domingo 5 de mayo de 1985, en un cartel que formaría junto al alicantino José Mari Manzanares y el hidrocálido Ricardo Sánchez, para lidiar toros de la ganadería debutante de La Soledad.
Para la ocasión eligió un terno azul marino y oro y de su actuación en esa tarde Luis Soleares en crónica de agencia publicada en el diario El Siglo de Torreón escribe lo siguiente:
...Jaime Rangel se fue de los toros ayer con el cariño de los aficionados. Cuando mató a su segundo, cuarto de la tarde, de una estocada fulminante, el público le permitió dar dos vueltas al ruedo y cortar merecida oreja, no de simple cortesía. Voluntarioso y aseado con la muleta, todavía logra sacar algunos derechazos con temple. El Gobernador de Tlaxcala, Tulio Hernández, le cortó la coleta en los medios... La actuación de Jaime Rangel, diestro pundonoroso a quien este cronista vio llegar a la fiesta como novillero y ahora lo ha visto irse de los ruedos para siempre... el hidalguense actuó con conocimientos, valor, entrega y voluntad... el de su despedida «Emir», con 492 kilos, da ocasión a Jaime, mientras le tocan «Las Golondrinas», de recordar que le conquistaron, hace dos décadas, la admiración de la gente. La sencillez y modestia de Jaime son bien recompensadas por el multicéfalo. Un estoconazo con el corazón del torero, y de resultados fulminantes, eleva la emoción del momento y da oportunidad a una oreja merecida y a dos largas vueltas al ruedo...
Después de esta tarde, Jaime Rangel no volvió a vestir el terno de luces. Era su corrida número 31 en la Plaza México, en la que siempre fue parte de carteles de polendas. Pero el dejar la vida activa en los ruedos no significó que se apartara de la fiesta. Se dedicó a enseñar los secretos del toreo a jóvenes que pretendían hacer armas dentro de la fiesta y a apoderar toreros. En esta vertiente, quizás Jorge Gutiérrez es su discípulo más notable.
Así pues, al cumplirse 35 años de su despedida de los ruedos, este día recuerdo a un torero mexicano que con dignidad llevó el nombre de nuestro país por las plazas del mundo.
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