domingo, 17 de octubre de 2021

18 de octubre de 1931. Muere Carmelo Pérez en Madrid

Carmelo Pérez
Cª 1920 Foto: Casasola
Carmelo Pérez
había recibido una de las cornadas más terroríficas que registra la historia del toreo el 17 de noviembre de 1929 en El Toreo de la Condesa, cuando Michín, de San Diego de los Padres, sexto de un festejo en el que alternó con Antonio Márquez y Pepe Ortiz le prendió en los primeros escarceos de la lidia y le envió a la enfermería, de donde las noticias que salían eran contradictorias y casi todas de tono funesto. De eso ya me he ocupado por esta Aldea aquí y aquí.

La oportuna intervención de los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero via crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Así, logra volver a presentarse en El Toreo de la Condesa el 4 de enero de 1931, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida ante toros de La Laguna. En esa campaña actuaría otras cuatro fechas, los días 11 y 18 de enero y el 8 y el 22 de febrero, fecha esta, que representaría su última actuación en la capital mexicana. Ya tenía en mente viajar a España, decía él, para hacerse ropa de torear y conocer aquellas tierras.

Pero antes, el 15 de febrero, en Guadalajara, alternando con Juan Espinosa Armillita y José Olivera Pepete, realizó una faena por naturales al quinto de la tarde, de Zacatepec, que en la versión de quien firmó como Tío Castuera en el diario El Informador de Guadalajara del día siguiente del festejo, fue de la siguiente guisa:

El lugar de honor lo ocupó un toro que hizo honor a la ganadería: el toro de seda, el que se ha llevado la palma de nobleza y bravura... Era cárdeno, entrepelado y ostentaba en sus lomos el número 44... Su faena portentosa es la siguiente. Tres ayudados por abajo, un natural, luego otro, otro y otro que hacen que el público se ponga de pie para aplaudir. Cambia de mano la flámula y luego vienen cinco naturales más, girando suavemente sobre los talones para quedar colocado en una nueva suerte. El delirio viene, y para saborear más la faena intercala uno de costado... tres naturales más, uno de costado y como si no bastara el sinnúmero de pases naturales, nos brinda la oportunidad de verlo embarrarse el toro en la cintura cual se tratara de sedosa paja. Cuatro naturales dados durmiéndose el matador en la cara del burel, cinco más... “Ya esto es torear como en la gloria”, decían al unísono los espectadores estupefactos... Viene para rubricar la muerte de su toro una estocada que tumba sin puntilla. El público pidió las orejas y el rabo...

La realidad, de acuerdo con Cantú, es que Carmelo tenía la idea de ir a confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, encargándose de sus asuntos allá don Domingo González Mateos Dominguín. Enterados sus médicos de su intención de viajar, le volvieron a recomendar reposo y sobre todo el evitar que se sometiera a alguna cirugía de la fístula del tórax, pues las complicaciones posoperatorias previsibles, serían fatales.

La alternativa en Toledo

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 6 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra llamado Domingo Ortega. Los toros fueron del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras.

El encierro al final no se lidió completo. Uno de los toros, el que sería primero de la tarde, murió en los corrales y fue sustituido por uno de Terrones – nombrado Presidente –, del mismo origen – los Sánchez Rico eran descendientes del ganadero salmantino, don Juan Sánchez de Terrones – y hago esta aclaración porque en la obra de Cantú se repite con insistencia la presencia de encierros parchados cuando de la actuación de toreros mexicanos en España se trata, como una mala jugada de los taurinos de allá. No hubo tomate en la sustitución del toro, ni fue del agarradero el sustituto, las cosas, como son.

Esa tarde, aparte de incompleto, el juego de los toros dejó que desear. Al tercero se le condenó a banderillas de fuego. La actuación de Carmelo fue vista así por Recorte, cronista del diario La Libertad de Madrid, aparecido al día siguiente de la corrida:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también…

Una cirugía a destiempo y el final

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México se había advertido que era una cirugía de muy alto riesgo. Pocos se enteraron de la intervención. Refiere Cantú que David Liceaga le contó que pasó un día por el sanatorio del doctor Crespo a interesarse por el estado de salud de Gitanillo de Triana y que allí se le informó que el que iba en franca mejoría era un paisano suyo el que tenía nombre de mujer… 

Salido del hospital comenzó el proceso de recuperación, advertido de nuevo de que el reposo absoluto era importantísimo para salir adelante. Pero un espíritu indómito como el de Carmelo Pérez no sabría mantenerse quieto. En cuanto pudo, salió a pasear por las calles de Madrid, comenzó a hacer vida social, incluso, llegó a conocer a Federico García Lorca – afirmaba el Negro Muñoz – y añoraba recuperarse plenamente para poder volver a México y retomar las cosas donde las había dejado pendientes.

Recurro de nuevo a la versión de Cantú:

El 15 de septiembre, como todo mexicano en el extranjero que se respete, Carmelo asistió a la Embajada de México para conmemorar la Independencia y dar “El grito” junto con sus compatriotas… La “siguieron” toda la noche… Regresaron a la pensión de la Carrera de San Jerónimo, donde vivía, pasadas las seis de la mañana, entonando con la guitarra los nostálgicos versos de “Canción Mixteca”: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido…”… Se metió en la cama para recuperarse de lo que parecía un fuerte resfriado, y durante 30 largos días rumió su última cita con el dolor y la frustración… entre una respiración que se iba haciendo más dificultosa y unos recuerdos cada vez menos claros, su vida se fue apagando…

La prensa de Madrid se ocupó con alguna profusión del hecho, aunque casi todos los diarios que pude consultar reproducen el mismo boletín de prensa. La nota que me parece más lograda es la de La Libertad, salida el 20 de octubre siguiente, que entre otras cosas cuenta:

El domingo, a la una de la tarde, le visitó, como de costumbre, el doctor Rozabal, que se había encargado de su asistencia, y le encontró con bastante fiebre.

Carmelo dijo al doctor que pasaba muy malos ratos y que sólo descansaba cuando se le aplicaba alguna inyección de morfina. Rogó al médico que diera la orden oportuna para que le aplicaran otras. El doctor Rozabal le contestó que su ayudante quedaría encargado de aplicarlo el calmante pedido. Entonces Carmelo, al ver que el doctor se marchaba, le dijo a su mozo de estoques:

«Raspa», acompaña al «doctorcito» hasta la puerta.

Cuando el «Raspa» volvió al lado de Carmelo, éste había muerto...

El siguiente paso sería el traslado de los restos de Carmelo a su lugar de reposo definitivo. Problemas, principalmente quizás de índole económica, dilataban – y quizás imposibilitaban – el traslado a la Ciudad de México. Los toreros mexicanos allá en España, en trance de regresar a enfrentar sus campañas en ruedos nacionales, no contaban con los recursos líquidos para afrontar un asunto de esa naturaleza, pero providencialmente, el Papa Negro, don Manuel Mejías Bienvenida, salió al quite. Así se publicó en El Heraldo de Madrid del 22 de octubre de ese 1931:

Un rasgo del Papa Negro

Los parientes del infortunado diestro Carmelo Pérez enviaron un cablegrama en el que exponían su deseo de que los restos del lidiador fuesen enviados a Méjico, su país natal. Anunciaban la remisión de los fondos necesarios; pero transcurrían las horas y el dinero no llegaba. Y como para la operación de embalsamamiento y otros gastos se precisaba una suma importante, los amigos del torero, ante la imposibilidad de sufragarlos, renunciaron a satisfacer los naturales deseos de la familia de Carmelo. Don Manuel Mejías, padre de los matadores de toros Manolo y Pepe Bienvenida, tuvo noticia de lo que ocurría e inmediatamente se puso en relación con D. Román Mercelian, apoderado del diestro fallecido, y le facilitó diez mil pesetas, que era la cantidad que se precisaba para trasladar a Méjico el cadáver de Carmelo Pérez.

El rasgo de Bienvenida, padre, ha sido muy elogiado por la afición y los toreros.

Así fue como los restos de Carmelo Pérez pudieron salir a México el 1º de noviembre para regresar a reposar a la tierra que lo vio nacer. Fue inhumado el día 13 de ese mismo mes.

domingo, 10 de octubre de 2021

10 de octubre de 1965. Joel Téllez El Silverio recibe la alternativa en Palma de Mallorca

El Silverio en Las Ventas
Archivo Santos Yubero
Madrid 1964
A inicios del año de 1959 comenzó a sonar por los medios de información de la fiesta el apodo de un novillero de Monterrey que parecía usurpado de una gran figura de la tauromaquia mundial. Le llamaban El Silverio y no por su hacer en el ruedo, sino porque físicamente guardaba parecido con el Faraón de Texcoco. Se había presentado en la Monumental de su tierra y pronto se acomodó en el gusto de sus paisanos junto con Fernando de la Peña, Abraham Saucedo y Julio Garza, toreando entre los cuatro el grueso de los festejos menores de ese calendario.

El año siguiente visitaron la llamada capital industrial de México otros novilleros como Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Víctor Huerta o Carlos Peña Peñita, quienes animaron el ambiente allí. Es importante hacer notar que, en esa etapa temporal, en Monterrey se daban más novilladas que corridas de toros y que los encierros que en ellas se lidiaban, eran casi todos de ganaderías de la región. Es en ese 1960 que se presenta en Guadalajara, logrando actuar en El Progreso en seis tardes ese calendario.

En 1961 El Silverio llega a la Plaza México, presentándose allí el 16 julio, para alternar con Jesús de Anda y Guillermo Sandoval en la lidia de novillos de la Viuda de Miguel Franco. Su primer novillo se llamó Charro. Actuaría en 6 festejos en la capital ese año, combinando sus presentaciones allí con las dos que hizo en Guadalajara, destacando la del 19 de noviembre, en la que cortó el rabo al novillo Maragato de Peñuelas y las cinco de Monterrey, además de otras en plazas como Puebla o Nogales. 

Entre 1962 y 1963 sumaría otras 26 novilladas en las plazas México, El Progreso y Monumental de Monterrey, compartiendo cartel con los punteros de la novillería mexicana como los ya nombrados Fernando de la Peña, Mauro Liceaga, Guillermo Sandoval, Américo Garza Romerita, Martín Bolaños, Víctor Huerta, Gabino Aguilar o Jesús Solórzano. En total en ese lustro, sumaría alrededor de unas sesenta novilladas en plazas de México.

A propósito de su hacer en los ruedos, escribió Daniel Medina de la Serna:

Un novillero con bastantes cualidades era Joel Téllez… Tuvo un buen debut, pues tenía clase y hondura, sin dejar de tener buena técnica… Era un torero que manejaba muy bien el capote…

A la conquista de España

Para el año de 1964, El Silverio tenía puesta la mira en los ruedos hispanos. Consideró, junto con quienes llevaban su carrera, que estaba en el punto de desarrollo profesional adecuado para emprender una campaña novilleril allá y recibir una alternativa con fuerza en una plaza de importancia. Aunque desde varios años antes, se le mencionaba como candidato a hacer la travesía, como se puede apreciar de esta entrevista realizada al doctor Alfonso Gaona por Francisco Narbona y publicada en el número de El Ruedo, aparecido en Madrid el 19 de octubre de 1961:

¿Qué toreros mejicanos pueden interesar aquí?

Bueno... Hay muchos, ¿sabe? Están los consagrados... Todos ellos están en buen momento. Luego han surgido otros que se han situado en pocos meses a la cabeza del escalafón...

Y entre los novilleros, ¿hay muchos nombres carteleros?

También. Están Mauro Liceaga (primo de los otros toreros de ese apellido), Martín Bolaños, Sandoval, Diosdado, «El Silverio», Luciano Contreras...

Esa primera campaña constó de once festejos y comenzó tarde, porque al estarse preparando en el campo salmantino, sufrió una voltereta y la fractura de uno de los huesos del brazo derecho, por lo que no pudo presentarse sino hasta el 7 de junio en el Puerto de Santa María. Destacaron sus actuaciones en Córdoba, Haro, Barcelona, Málaga y las dos en Madrid.

A propósito de la tarde de su debut en Las Ventas, Alfonso Navalón escribió para El Ruedo de Madrid, en su número del 11 de agosto de 1964, lo siguiente:

Debutaba «El Silverio», novillero mejicano, que dibujó un quite por chicuelinas, portento de lentitud y armonía. Un bello cuadro de arte que dejó en la tarde monótona el perfume de lo auténtico. Volvió el mejicano a torear con excelente corte de capote a sus dos novillos. Luego las dos faenas se perdieron entre las destempladas arrancadas de los moruchos. Pero cuajó unos derechazos cadenciosos y con buen temple. Matando se queda en la cara...

Otros novilleros mexicanos que actuaron en aquellas plazas en ese año fueron Jesús Delgadillo El EstudianteJuan Anguiano, Juan de Dios Salazar y Antonio Sánchez Porteño.

En 1965 sus actuaciones en el escalafón de novilleros fueron menos, apenas seis. Destacan las de Palma de Mallorca, Zaragoza, San Sebastián y Requena. Los otros mexicanos aspirantes a la alternativa fueron Manolo Espinosa Armillita, Raúl Contreras Finito, Juan de Dios Salazar, Jesús Solórzano y Mario de la Borbolla.

Cerca del cierre de la temporada se anunció que El Silverio recibiría el grado de matador de toros. Sería el 10 de octubre en el Coliseo Balear de Palma de Mallorca. Sería su padrino el ecijano Jaime Ostos y fungiría como testigo el chiclanero Emilio Oliva. Por delante iría el caballero de la Puebla del Río, Rafael Peralta. Para el efecto se prepararon tres toros de Manuel Francisco Garzón, dos de Sepúlveda de Yeltes y uno de los herederos de María Montalvo para la lidia ordinaria y un novillo de Bernardino Giménez Indarte para el rejoneador.

Los triunfadores de la tarde fueron el caballero en plaza que cortó las dos orejas del que le tocó en suerte y Joel Téllez El Silverio, que cortó la oreja al toro de su alternativa y que fue al final de cuentas la única de la tarde para los toreros de a pie. La relación del festejo, enviada por el corresponsal del semanario El Ruedo, y aparecida en el número del 12 de octubre siguiente, cuenta lo que sigue:

Tomó la alternativa de manos de Jaime Ostos el novillero mejicano El Silverio, quien después de un escaso número de novilladas ha pasado al escalafón superior por decisión personal con vistas a los contratos de su patria. Con el toro de la ceremonia estuvo valiente y después de una estocada le concedieron la oreja. En el último bien pudo repetir el premio, de no haberle fallado el estoque; pero necesitó cuatro pinchazos y todo quedó en palmas…

Como se ve, a pesar del poco comedimiento del corresponsal del semanario madrileño, El Silverio dejó la puerta grande entreabierta la tarde de su alternativa.

El regreso a México

De vuelta a suelo patrio, se presenta el 13 febrero 1966 en El Toreo de Cuatro Caminos. Lo hace en un cartel importante en el papel, pues alterna con Luis Procuna, César Girón y Paco Pallarés, con un encierro de Matancillas. Al final de cuentas la tarde se torció, sopló viento de principio a fin, los toros sacaron muchas complicaciones y el que mejor librado salió fue Girón, que apenas dio una vuelta al ruedo.

Su presentación en Monterrey sería el 15 mayo, pero no en la plaza Monumental, sino en el Lienzo Charro, donde con motivo de la Exposición Agrícola y Ganadera se dio una corrida de toros en la que alternaron los rejoneadores Felipe y Evaristo Zambrano y a pie Felipe Rosas y El Silverio mano a mano ante un encierro de Santoyo. La presentación en la plaza Monumental se dio hasta el 5 de septiembre alternando con Finito y Eloy Cavazos. Los toros fueron de Santa Martha y Finito regaló uno de Mimiahuápam.

Confirmaría su alternativa en la Plaza México el 10 marzo de 1968, apadrinándole Mauro Liceaga, y siendo testigo Antonio Lomelín con una corrida de Zotoluca. Acerca de esta tarde, Daniel Medina de la Serna refiere que a pesar del poco sitio que mostró, le realizó una buena faena a Gladiador, 5º de una tarde de mucho viento y polvo, lo que le valió regresar al siguiente año.

Regresó a la gran plaza el 9 febrero 1969, en un cartel que formó junto con el rejoneador Gastón Santos, Joaquín Bernadó y Raúl García. Los toros fueron de Mariano Ramírez, uno de La Laguna para rejones y otro de Peñuelas que regaló El Silverio.

Don Neto, en su crónica escrita para la agencia AFP y aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el 10 de febrero de 1969, reflexionó:

“El Silverio” que no había estado muy bien en su primero, en el que fue cogido dramáticamente, quedando con el terno destrozado, pero sin herida alguna, toreó bien con el capote y mucho mejor con la muleta en su segundo… Hubo pases de gran clase, temple y valor, la faena fue corta, pero la calidad del joven diestro fue mucha. Ovación final… En su afán de alcanzar el triunfo total, regaló un manso, bronco, difícil y peligroso ejemplar de Peñuelas con el que se mostró valiente, voluntarioso, enterado, siendo despedido con fuerte ovación...

La temporada final

La última campaña en la que El Silverio vistió de luces fue la de 1972, toreó seis festejos en Monterrey, Villa Acuña, Caxuxi, Ciudad Acuña, Torreón y Cadereyta, esta última, una corrida nocturna verificada el 16 de septiembre, en la que mano a mano con Roberto Ortiz El Fotógrafo, enfrentaron cuatro toros de La Ronda. En este festejo Joel Téllez cortó la única oreja de la noche y la última de su trayectoria vestido de luces.

Hoy con este repaso por su trayectoria recuerdo el aniversario 56 de su alternativa. 

Aviso Parroquial: Agradezco a mi Patrón don Francisco Tijerina el auxilio prestado para verificar algunos datos aquí expresados. Y también a Sergio Peraza, por la misma clase de apoyo. Los resaltados en el texto de Alfonso Navalón, son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en su respectivo original.

lunes, 4 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (II/II)

José Martínez Limeño
Foto: El Mundo

José Martínez Limeño

De Sanlúcar de Barrameda, fue alternativado en Sevilla el 29 de junio de 1960. Un torero que se distinguió por sus buenas maneras y por su porte, del que Paco Aguado escribió en su obra Figuras del siglo XX:

Fue siempre con elegancia, con el empaque de su figura y con la quietud de su planta, no con aspavientos ni alardes de pretendida valentonería, como el sanluqueño se fue haciendo ese marchamo de solvente ‘especialista’ en corridas duras, sobre todo en la Maestranza, allí donde su nombre se unió para siempre al de las corridas de Miura: las mató durante siete ferias de Abril, con un balance total de once orejas cortadas. (…) Limeño, como el anterior titular de su apodo, aquel eterno compañero de los inicios de Joselito El Gallo, no llegó a grandes cotas numéricas, pero solo el orgullo de esos logros sevillanos le habrán bastado para sentirse satisfecho de una carrera más que respetable.

De la relación de Paco Aguado podemos deducir, además, que aparte de ese buen hacer ante los toros, Limeño era dueño de un buen oficio para lidiar toros, porque mantenerse en un sitio en el que con frecuencia se tiene que enfrentar encierros a de esos a los que se les cuelga el sambenito de ser duros, requiere que el torero que los enfrenta sea poseedor de un conocimiento técnico superior al de la media.

Ese camino generalmente hace madurar a los toreros más lentamente, pues hay más percances y más acertijos que resolver, así, Limeño tardó casi una década en instalarse en el gusto y en el corazón de la afición hispalense, como veremos enseguida.

Desorejando corridas de Miura

Pepe Limeño fue a Sevilla en abril del 68 le cortó dos orejas al quinto Miura de la tarde, escribiendo, en palabras de Filiberto Mira, un verdadero poema épico. Ese triunfo, rotundo, le valió obtener la Oreja de Oro que anualmente concedía el diario Sevilla al triunfador de la feria abrileña.

En abril del 69, nuevamente en la de Miura, el 20 de abril, vestido de salmón y oro se entretuvo en cortarle las cuatro orejas a los toros de su lote, que por su orden fueron Cuidadito y Herizo y por segundo año consecutivo le sería adjudicada la Oreja de Oro del diario Sevilla.

La década de los setenta le vería de nuevo con los toros de Miura y otra vez saldría con las orejas de Cumbrero y Judío, los que integraron su lote. La corrida fue buena y también sus alternantes les cortaron orejas a los que les tocaron en suerte. Limeño se fue por la Puerta del Príncipe y los otros dos por la de la Calle Iris… De nuevo se le concedió a Limeño la Oreja de Oro del diario Sevilla.

El hasta cierto punto fatídico 1971

Tres grandes triunfos consecutivos, logrados todos ante toros de Miura, le generaron a Limeño el derecho de estar una vez más en los carteles de la Feria de Abril de Sevilla. La empresa Pagés, que le apoderaba, le acomodó en dos tardes, la del 22 de abril, con toros de Arranz, El Cordobés y José Luis Parada y la segunda, el día 25, fin de feria, de nueva cuenta con los de Miura, con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho.

La primera corrida fue la única que toreó Limeño. En los actos previos a ella se produjeron una serie de hechos que dejaron al torero sin voluntad de seguir actuando. Así lo cuenta Paco Cañamero en su portal Glorieta Digital:

La jugada sucia contra Limeño comienza por la mañana al amañarse el sorteo a sus espaldas y no informarle nadie de ello hasta que, por la tarde, en la plaza, comprueba cómo salen cuatro toros muy cómodos de Arranz para sus dos compañeros y, sin embargo, en su turno saltan al ruedo dos sobreros fuera de tipo. Nada más salir su primer toro, Limeño incrédulo por lo que sucedía, se dirige a su peón de confianza y éste le confiesa el fraude que le habían ocultado…

El propio diestro, décadas después, le contó su versión a José Ignacio de la Serna, en los siguientes términos:

El Cordobés tenía tanto poder que se negó a sortear. Eligió los toros más bonitos, le dejó otros dos a Parada y a mí me reservaron dos torazos muy feos y astifinos que ni siquiera eran del mismo hierro. Yo no sabía nada, ni lo podía imaginar, pero cuando salió el segundo de mi lote me mosqueé. Que en una corrida te toque el más serio entra dentro de lo normal, porque a alguien le tiene que tocar. Pero ¿los dos y de otro hierro? No tenían nada que ver con la corrida. Luego en el hotel Colón uno de mis banderilleros me lo contó. Pensó que yo lo sabía…

Efectivamente, el primero de la tarde, aunque el encierro anunciado fue de Manuel Arranz, fue de Ramón Sánchez y el cuarto, aunque del hierro titular, desentonaba con el resto de la corrida. Quizás, se pensó, como Limeño era torero de la casa, tragaría sin chistar, pero el camino de esta historia fue bien distinto.

La entrega de la Oreja de Oro

La Oreja de Oro que el diario Sevilla entregaba cada año al triunfador de la feria del anterior, según votación de sus lectores, correspondió por tercer año consecutivo a Limeño. Así, el evento protocolario se anunció para la noche del 24 de abril en la caseta de la Asociación de la Prensa sita en el Real de la Feria. Se informó por los otorgantes del premio, que, en esta oportunidad, en lugar de otorgar una Oreja de Oro, se entregaría un Rabo de Oro, dado que Limeño ya se había llevado las dos orejas en los certámenes anteriores.

En el acto de la entrega, Limeño anunció que se iba de los toros por los hechos ocurridos en el sorteo de la corrida del día 22, denunciando el fraude del que fue objeto. La prensa de la época intentó silenciar la denuncia, aunque el ABC de Sevilla del día siguiente, en la nota alusiva a la entrega del premio, algo deja ver:

...Por último, Limeño dio las gracias con emocionadas palabras. Destacó la trascendencia del premio, que le ha sido otorgado tres veces, y afirmó que era «la última oreja y el último rabo que le concedían», porque ciertos «hechos de trastienda» relacionados con la corrida que toreó en la Maestranza anteayer, lo impulsaban a la retirada. Dijo que el festejo mencionado era el último, al menos por el momento, y quizás definitivamente. Tras su inesperada declaración, reiteró su gratitud sincera…

Por supuesto, las fuerzas vivas de la fiesta se confabularon para encubrir el suceso. La Hoja del Lunes de Sevilla presenta una versión higienizada y edulcorada de la retirada de Limeño y por otra parte, en la entrevista que treintaitantos años después concedió al nombrado José Ignacio de la Serna y publicada en la revista Taurodelta, se ve que el propio gobierno del Estado Español aportó lo suyo para evitar que se corrieran esos hechos de trastienda de la fiesta, como dice el diario ABC:

Cuando lo denuncié, la prensa dijo que Pepe Limeño se había vuelto loco y estaba ingresado en un manicomio… Me dejaron vendido. Pero no solo la prensa. Una persona que no quiero nombrar, con un cargo de mucha responsabilidad en Sevilla, me dijo: “Ya es usted mayorcito. Usted sabrá lo que dice”. Entonces sentí la impotencia y la rabia más grande del mundo. Todos se callaron. Nadie tuvo el valor de defenderme. Me pusieron una multa por denunciar aquella injusticia. Incluso estuve en comisaría. Allí, otro señor con poder, fuera de sí, se me arrancó con ademán de pegarme un rodillazo en la entrepierna. ¡Qué humillación…!

Y es que, al final de cuentas, la carrera taurina de Pepe Limeño dependía en una importante medida de Diodoro Canorea, que era el mandamás de la casa Pagés, que era la que lo apoderaba y también de El Cordobés que lo llevaba de telonero y que para ese 1971 le tenía firmadas algo así como treinta corridas. Ese arranque de dignidad profesional y humana, le vino a costar la carrera al torero de Sanlúcar.

Lo que siguió

Ante esos hechos, como decía al principio de este mamotreto, Pepe Limeño no salió a torear a los Miura el 25 de abril. Cosa curiosa es que los diarios sevillanos de esa fecha, seguían manteniéndole a la cabeza de los carteles anunciadores del festejo. Los malpensados afirman que se dejaron así con la intención de devolver el importe de la menor cantidad de entradas posibles.

Por esa razón y quizás sin saber la causa, la noche del día 24 o quizás la madrugada del 25, fue que se le avisó a Francisco Ruiz Miguel que torearía esa corrida en sustitución de alguien. Y le tocó la lotería y despegó una carrera que le hizo figura del toreo.

Pepe Limeño no duraría en el paro muchos días, pues el 2 de mayo ya estaba toreando en Toledo. Allí le dijo a Carlos Briones, de El Ruedo salido a los puestos el 4 de ese mes, entre otras cosas, lo siguiente:

Un grave problema de carácter moral es la clave de todo, comienza diciendo. Han dicho que estoy loco. No es verdad. El grave problema que me afectó – y que me gustaría contarle, pero no puedo – me hizo reaccionar en consecuencia. Unos buenos amigos me aconsejaron que no hablara. Y creo que han acertado plenamente. Yo nunca dije que me retiraba definitivamente, sino que lo hacía por una temporada... De verdad que Manuel Benítez no tuvo la culpa, aunque se ha dicho por ahí que fue el único culpable... Tengo seis corridas firmadas. No sé qué haré. Esto está cada vez más complicado. Yo tengo tres hijos a los que, sin remedio, debo defender. Algún día... Me gustaría decirle... Ya se aclararán las cosas...

Al final del día se vería que ya le quedaban pocos paseíllos por hacer a José Martínez Limeño. Se dedicaría después a ser veedor de toros y era uno de los buenos. Falleció en su Sanlúcar, el 18 de diciembre de 2015.  

domingo, 3 de octubre de 2021

Ruiz Miguel y Gallero de Miura. 50 años (I/II)

Francisco Ruiz Miguel
Hoy se debe lidiar la corrida de Miura en la Feria de San Miguel de Sevilla, que este año caótico, se convirtió en un sucedáneo de la Feria de Abril. La intención de estos apuntes es el recordar una hazaña que hace unos meses cumplió medio siglo de haberse realizado y por otra parte, el dejar patente que también a los encierros llamados – mal por cierto – por todo el mundo, como duros, también se les pueden cortar las orejas y triunfar con ellos. 

Unos las contratan, otros las torean…

El día de San Marcos de este año se cumplió medio siglo de que Francisco Ruiz Miguel cortara lo que es, hasta hoy, el último rabo concedido en la plaza de toros de Sevilla. Y el discípulo de Rafael Ortega ni siquiera estaba anunciado para torear esa corrida de Miura que cerraba la Feria de Abril del 71 con Andrés Hernando y Florencio Casado El Hencho. Es más, si se revisa la prensa hispalense del día del festejo, se podrá ver que todavía la mañana de la corrida se publicaba el cartel ofrecido originalmente a la afición, encabezado por el torero sanluqueño José Martínez Limeño.

Unas décadas después Ruiz Miguel, que el torero que quizás ha toreado más corridas de hierros considerados duros, como el que pasta en Zahariche o el de Victorino Martín, le contaba lo siguiente a José Ignacio de la Serna para la revista Taurodelta:

...Tenía 21 años, llevaba dos como matador de alternativa y era la primera vez que me ponía delante de uno de Miura. Le corté las dos orejas y el rabo. El último rabo que se ha cortado en la Maestranza de Sevilla. Recuerdo que ni siquiera en el campo había toreado una vaca de este hierro. Estaba muy nuevo y apenas tenía oficio. Pero mi maestro, Rafael Ortega, antes de torear me dio un consejo que me sirvió mucho, me dijo que me olvidara del hierro, y que la clave del éxito estaba en que el toro se fuera para el desolladero sin haberme visto. Antes que yo, él también había cortado un rabo a uno de Miura en Sevilla… Recuerdo que no estaba anunciado en el cartel original, así que la víspera me llamó mi apoderado para decirme que íbamos a Sevilla a matar la de Miura. “¿La de Miura?”, le pregunté. “Sí, ¿Pasa algo?”, me contestó muy enfadado. “Nada, nada, sólo preguntaba” …

Honesta la confesión de un torero que a partir de ese momento cambió el rumbo de su destino. Que apenas un par de años antes se había presentado en la Maestranza y en el San Isidro anterior había confirmado en Madrid en una tarde pasada por agua y en la que estuvo “interesante” ante una complicada corrida de Osborne. Iniciaba la ascensión de la cuesta y la pendiente parecía ser empinada.

El cierre de la Feria de Abril del 71

Como le contó a José Ignacio de la Serna, la noche anterior Ruiz Miguel fue llamado para sustituir a Limeño en la corrida de Miura. La versión oficial fue que José Martínez no actuaría por enfermedad, habiendo presentado parte médico. Y así lo consigna la cabeza de la crónica de Manuel Olmedo Don Fabricio II, en el ABC de Sevilla, publicada el martes 27 siguiente:

Plaza de la Real Maestranza de Caballería. Decimotercera y última corrida de feria. Un toro de don Fermín Bohórquez Gómez, «Aceitero», negro zaino, para el rejoneador Fermín Bohórquez Escribano, y seis de don Eduardo Miura. Primero, número 95, «Tomate», negro listón, 549 kilos; segundo, número 100, «Gallero», negro bragao meano, 521: tercero, número 149, «Espigado», cárdeno salpicado, 526 kilos; cuarto, número 127, «Boquituerto», de igual pelo, 520 kilos; quinto, número 77, «Boquerón», negro bragao meano, 535 kilos; sexto, número 63, «Gañafote», cárdeno salpicado, 605 kilos. Espadas: Andrés Hernando, Ruiz Miguel, sustituto de Limeño, ausente por enfermedad, y Florencio Casado «El Hencho».

El gran éxito de Ruiz Miguel sucedió con el segundo de la tarde, Gallero, al que le cortó el rabo. Las crónicas son en su mayoría coincidentes en la importancia de la faena que le realizó. En la Hoja del Lunes de Sevilla del día siguiente del festejo, sin firma visible, se escribió:

Desde hace mucho tiempo, en la corrida de Miura, no se mataba un toro recibiendo. Hoy hemos visto esta suerte antigua, pero maravillosa, ejecutada por un torero moderno, casi con cara de niño, valiente hasta la temeridad, cual es Ruiz Miguel, que protagonizó una jornada inolvidable. El toro fue su colaborador, porque era muy bravo, pero él supo sacarle el máximo partido, llegó a la cumbre, entre clamores de la multitud. De capa y de muleta, poniéndolo en suerte, ganándole terreno, con parsimonia y arte, Ruiz Miguel nos demostró cuáles son sus cualidades artísticas y cuánto el valor que posee. Había brindado la faena a la plaza, y aceptó la responsabilidad, saliendo a jugárselo todo en pos del triunfo. Su faena con la franela, bellísima toda ella, fue coreada con olés, y, al final, en el momento sublime de la entrada a matar, aún nos sorprendió más en su forma de hacerlo, citando a la res, que se vino pronta tras la espada que casi entera quedó enterrada en su morrillo. La muerte sin puntilla, espectacular en grado sumo, elevó más aún el rango de la faena. Y para él fueron las dos orejas y el rabo, que esta vez, estamos seguros, hasta el propio presidente, señor Mediano, los entregó con sumo gusto...

Por su parte, el ya invocado Don Fabricio II, relata desde su tribuna, lo que sigue:

Un bravo toro de Miura y un prometedor torero, en feliz conjunción, en armoniosa inteligencia, han dado la nota cumbre de la Feria. «Gallero» se llamaba el toro; Ruiz Miguel fue su afortunado matador. El animal embistió incansablemente y con el mejor son del principio al fin de su lidia, de su bella lidia, promotora de un caluroso entusiasmo. Ruiz Miguel aprovechó cumplidamente la boyantía del toro, que tomó bravamente dos varas. El joven isleño jugó el capote con arrogancia y temple en verónicas de la mejor ley y compuso una enjundiosa y vibrante faena de muleta, a tono con las condiciones del extraordinario toro. En los medios desarrolló el lucido trasteo, iniciado con dos ayudados altos y uno de pecho sin enmendar la posición de la erguida figura. Ruiz Miguel explayaría luego con superlativo acierto, con decisión y buen arte, toda la teoría del toreo fundamental, esmaltada de airosos adornos, entre ellos un pase rodilla en tierra, de singular prestancia. La gallardía y la calidad se aunaron y complementaron en el excelente trasteo al noble, al suave toro, siempre bien toreado, siempre embebido en el engaño. Citó a recibir Ruiz Miguel, y, marcando admirablemente los tiempos de la bellísima suerte, clavó en los rubios, parte del acero. Fue una estocada perfecta, realizada con destreza y tino superlativos, deslumbrante colofón de la extraordinaria faena. El joven matador obtuvo, con plena justicia, las dos orejas y el rabo de su bravo y dócil colaborador, toro de bandera, al que se otorgaron merecidamente los honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre...

Incluso, el cronista difícil de convencer, como lo es don Antonio Díaz – Cañabate, terminó conforme con la actuación del torero de la Isla ese domingo 25 de abril. En la edición madrileña del diario ABC, salida el martes 27 siguiente, entre otras cosas, escribió:

El miura era un toro con estilo. Recta, sostenida, alegre su embestida. Metía la cabeza en la muleta y la seguía como si no tuviera el cuello largo ni instintos de rufián que pelea buscando la ventaja, como si desconociera la leyenda miureña. En una palabra, embestía como lo que era: un toro bravo, noble y pastueño. Ruiz Miguel no tenía más remedio que darse cuenta. ¡Ay!, pero de esto ahora no puede uno fiarse. Una cosa es que los toreros se den cuenta del toro y otra que lo toreen dándose cuenta de cómo lo torean, porque ya sabemos que casi todos los actuales trabajan mecánicamente. La inspiración, tan remisa en acudir cuando se la necesita, descendió próvida a la muleta de Ruiz Miguel. El toro encontró a un torero y la faena fue de entera colaboración. Toro y torero se entendieron, y de la compenetración surgían los pases, a los que se unía el temple y el mando del torero, el arte y la obediencia del toro... La excelente faena (justa, medida y cabal) culmina con perfección más aquilatada, con una gran estocada dentro de las estrictas reglas de la suerte de recibir... Al fin hemos visto en toda su pureza esta difícil, y hoy muy rara suerte, premiada con las dos orejas y el rabo. Al toro se le dio la vuelta al ruedo...

La triunfal Feria de 1971

La feria sevillana de 1971 concluyó bajo el signo del triunfo. Fueron trece los festejos y en ellos obtuvieron actuaciones resonantes Curro Rivera, quien debió salir por la Puerta del Príncipe el 18 de abril; Curro Romero, que se llevó tres orejas en dos tardes, José Luis Parada, que cortó dos orejas en  las tres corridas en las que actuó. También alguna oreja suelta cortó El Cordobés. Por el capítulo de los rejoneadores, don Ángel Peralta se llevó un rabo en las alforjas en la matinal del 24 de abril y don Fermín Bohórquez otras dos orejas en el festejo que en este momento me ocupa.

De acuerdo con el doctor Carlos Crivell, el rabo concedido a Ruiz Miguel era el decimocuarto otorgado en la Maestranza desde 1939 y apenas el segundo cortado a un toro de Miura en ese lapso de tiempo. El anterior se lo había cortado a Tormenta su maestro, Rafael Ortega, el 20 de abril de 1956 – tarde en la que se quedó con media corrida por cornada de Gregorio Sánchez – y el inmediato anterior lo había cortado Diego Puerta, al colorao Gallineto, número 114, del Marqués de Domecq, el 26 de abril de 1968. 

El día de mañana continuaré con estos apuntes…

Aviso parroquial: El resaltado en el texto de Don Fabricio II, es obra exclusiva de este amanuense, pues no obra así en su respectivo original.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Hoy hace 75 años. Confirma su alternativa en Madrid Juan Estrada

Juan Estrada
Colección Dr. Antonio Ramírez G.
Hay toreros a los que les cuesta más salir adelante. Algunos por las cornadas, otros porque tardan en entrar en el ánimo de los públicos y otros, porque tienen mala suerte. Visto en retrospectiva, creo que el de Juan Estrada es uno de estos últimos casos, pues, aunque debutó en El Toreo de la Condesa desde el año de 1934, no es sino hasta diez temporadas después que logra salir triunfador y con el derecho de ser alternativado allí mismo. Y es que, en sucesión cronológica, le tocó competir con Lorenzo Garza, El Soldado, Fermín Rivera, Ricardo Torres, Silverio Pérez, Eduardo Solórzano, Calesero, Carlos Arruza, Cañitas o Félix Guzmán, hasta llegar al año de 1943, en el que, junto con Gregorio García, Luis Procuna, Antonio Velázquez, Luis Briones y Guerrita completó una de las temporadas novilleriles más importantes de la historia de ese coso.

Juan Estrada, fue el ganador de la Oreja de Plata de ese 1943. La disputo el 17 de octubre, mano a mano con Jesús Guerra Guerrita y novillos de Peñuelas. Le cortó el rabo a Cobijero, en tanto que Guerrita obtuvo la oreja de Capuchino. Se despidió de novillero en El Toreo el 14 de noviembre de 1943, en solitario, con 6 de Xajay, cortándole el rabo al sexto, Chilpayate. El 12 de diciembre siguiente, hizo matador de toros Carlos Arruza, delante de Gregorio García al cederle los trastos para matar al toro Collaritos de La Laguna.

La campaña española de Juan Estrada en 1946

Inició su andar por ruedos hispanos en Barcelona el domingo 11 de agosto para lidiar toros de Vicente Muriel y dos de Lamamié de Clairac (7º y 8º) junto a Mario Cabré, Rafael Llorente y Luis Mata, también debutante. El primer toro que mató se llamó Tendero, cárdeno, número 36, segundo de la tarde y le cortó la oreja. Eso le valió volver una semana después, con Manolo Escudero, Julián Marín y toros de Juan Pedro Domecq, tarde pasada por agua, en la que solamente pudo saludar un par de ovaciones.

La confirmación madrileña de Juan Estrada cerro un ciclo de ceremonias que se iniciaron ese calendario con las alternativas primero, de Guerrita, en Corella; de Antonio Toscano, en Barcelona; y de Ricardo Balderas, en Bayona y también las confirmaciones de Calesero, Luis Briones y el ya nombrado Antonio Toscano. Así, para el jueves 26 de septiembre de 1946 se anunció un encierro salmantino de don Alipio Pérez Tabernero para Antonio Bienvenida, Pepín Martín Vázquez y Juan Estrada, quien confirmaría su alternativa.

La corrida fue accidentada en el renglón ganadero, porque el encierro presentado por don Alipio no se lidió completo. Los dos del lote de Pepín Martín Vázquez fueron devueltos al corral y uno de los sustitutos, reemplazado también. Al final, se lidiaron cuatro del hierro titular, uno de Hoyo de la Gitana (3º) y otro de José María Soto (6º). La reflexión de quien firmó como El Cachetero en el número de El Ruedo, salido a los puestos el 4 de octubre siguiente, es en este sentido:

Cualquier divisa salmantina de las de cartel tuvo en años pasados la virtud dudosa, pero efectiva al fin, de llevar consigo una especie de garantía. Ya que ninguna de sus condiciones de bravura, poder o trapío podían lucir, sino mal cumplir apenas, al menos dejaban ancho campo libre al lucimiento de los toreros... Aún conservan algunos vestigios de esa exclusiva cualidad... pero en conjunto, esquilmado el filón en aras de una desaforada competencia mercantil, no resta sino una pura ruina de mansedumbre y escasez no paliada por nada. Ejemplo: la corrida de Alipio D. Sanchón del jueves...

El primero toro de la corrida se llamó Hurón – una familia destacada en casa de don Alipio – y con él, el toricantano realizo lo siguiente, en palabras de Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, publicadas en su tribuna del ABC madrileño del día siguiente del festejo:

Méjico nos daba ayer a Juan Estrada. ¿Qué se le ofreció al mejicano en esa tarde tan lleno de responsabilidades, tarde de historia? Pues, primeramente, un toro de ancha testa y de afilados, aunque cortos pitones. Tendió su capa el mejicano con valeroso arte y en su honor escuchamos las aclamaciones primeras. El toro se aplomaba. Así, quedado, lo tomó a la verónica en el primer quite, dibujando los lances formidablemente, empapando en las chicuelinas al "ralentí", que levantaron una tempestad de aplausos. El toro se vino abajo. Bienvenida le dio la alternativa a Estrada. Seguía el animal quedado y al embestir comenzó a acostarse sobre el lado izquierdo. Fueron buenos y a conciencia empalmados los pases que dio por el lado derecho. La faena del mejicano, casi sin toro, se desarrolló del tercio al centro y terminó por dentro. Teniendo que hacerlo él todo, pues ya hemos dicho cómo el toro se quedaba, mato de dos pinchazos y una estocada, Estrada quedaba hecho matador de toros en España...

Por su parte, el citado Cachetero, en el número de El Ruedo mencionado antes, reflexiona lo siguiente del conjunto del festejo:

El jueves la corrida se deslizó por el tobogán del mal ganado. Dos toros se retiraron al corral. Otro se quebró las patas, y la mitad restante fue, sobre floja de remos, mansa y sin trapío. A Pepín Martín Vázquez le correspondieron dos sobreros. Pepín levantó el espectáculo y la tarde a fuerza de valor y salero con el primero de ellos, de Hoyo de la Gitana, manso y con tendencia a la huida. Tan bien estuvo Pepín, que por esta vez hasta le podemos perdonar ese estoque de aluminio que acaba siempre hecho un garabato. Porque lo importante fue que tras haber lanceado muy bien, se metió a muletear al manso, que huía de su sombra, y lo sujetó a base de corazón, citándole con la izquierda, desafiándole en todos los terrenos y empalmando – uno aquí, dos allá – unos naturales llenos de emoción y plasticidad. El toro, en chiqueros, acabó por tomarle la muleta, y allí coronó Pepín su labor, abrochándola con molinetes y desplantes, y, sobre todo, cuando Rubichi le entregó el de verdad, con una gran estocada que tiró al toro sin puntilla. Las orejas que le concedieron y las ovaciones grandes estuvieron plenamente justificadas. El sobrero de Soto no aceptó siquiera la pelea del anterior, y Pepín tuvo que trastearlo por la cara con valor y serenidad, matándolo bien. Le aplaudieron y salió a saludar al tercio.

Los dos espadas restantes, neófito y padrino de alternativa, no llegaron a triunfar. El mejicano Estrada posee valor y un toreo corto, a vueltas con los pases en redondo con los pies juntos. Con la capa, unas chicuelinas y unas verónicas le valieron aplausos. Y el cabeza de terna, Antonio Bienvenida, fracasó por falta de voluntad, de lo que se resiente tan a menudo el edificio de su arte. No quiso o no pudo sobreponerse a las condiciones adversas, toreó de oficio y mató muy mal…

Efectivamente, el triunfador de la corrida fue el macareno Pepín Martín Vázquez, que cortó las dos orejas al sobrero de Hoyo de la Gitana corrido en tercer sitio y el primer espada, don Antonio Bienvenida, tuvo una de esas tardes de las que más vale no acordarse y para el toricantano, Juan Estrada, poca tela para cortar hubo también, pero dejó patentes sus cualidades, según se lee en las crónicas de esa época.

El devenir de Juan Estrada

El torero de Ayotlán, Jalisco, cerró su campaña española del 46 con 7 tardes, la mayoría en ferias y plazas de importancia, pues actuó en Valladolid, Logroño, Albacete, Salamanca o Barcelona. A su regreso a México se presentó como matador de toros en la Plaza México el 9 de marzo de 1947, acartelado con Fermín Espinosa Armillita y Félix Briones siendo su primer toro en ese ruedo Cantor, de Santín.

A partir de allí las cosas no le rodarían de la manera esperada y renunciaría a la alternativa, para volver como novillero a la gran plaza de Insurgentes el 4 de mayo de 1947, alternando con Anselmo Liceaga y Ángel Perea en la lidia de novillos de Xajay, torearía 3 tardes esa temporada y recibiría una segunda y definitiva alternativa el 5 de septiembre de 1948 en Tijuana, donde lo apadrinó Silverio Pérez, en presencia de Jesús Guerra Guerrita lidiándose un encierro de Ibarra.

Juan Estrada seguiría en activo hasta entrada la década de los sesenta, incluso, llego a alternar en un festejo con Manuel Benítez El Cordobés. Esto fue el 25 de febrero de 1964 en Uruapan, Michoacán, cuando junto con Jorge Medina, Paco Rodríguez y Gabriel Soto, lidiaron entre los cuatro cinco toros de Rodrigo Tapia y uno de Valparaíso. Ese día el Mechudo mató dos y los cuatro espadas restantes, uno cada uno.

También es de destacar que Juan Estrada tiene una calle a su nombre, en las inmediaciones de donde estuvo ubicado el extinto Toreo de Cuatro Caminos, entre las calles Ponciano Díaz y la Avenida Transmisiones Militares, en una zona denominada Residencial Lomas de Sotelo, en Naucalpan, Estado de México, donde las calles tienen nombres de toreros, a más de los nombrados, como Juan Silveti, Vicente Segura, Carnicerito, Luis Freg, Manolete, Ricardo Torres o Carmelo Pérez.

Juan Estrada falleció en la Ciudad de México el 20 de marzo de 2004.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Rodolfo Gaona y el llamado pase del centenario, a un siglo y poco más vista…

Anuncio del primer abono madrileño 1919
A veces el fenómeno de la imagen captada en movimiento o en vista fija le da más trascendencia a un hecho que el que le conceden sus autores o partícipes. En corrillos y tertulias de vez en vez surge, a mi juicio de manera fantasmagórica, cuando se habla de las suertes creadas por diestros mexicanos, la mención del llamado pase del centenario, dado, se afirma por algunos, originariamente por Rodolfo Gaona, en los festejos del Centenario de la Consumación de la Independencia de México en el año de 1921.

Y digo que es fantasmagórico el aparecer del concepto, porque es una suerte que poco o nada se ha prodigado en los ruedos de México y del mundo, de cuya ejecución en El Toreo de la Condesa hay unos cuantos cuadros de película filmados por don Salvador Toscano y afortunadamente divulgados por la UNAM, con la orientación y asesoría de don Julio Téllez García y José Francisco Coello Ugalde y alguna borrosa fotografía en la que el Petronio aparece ejecutándola. Y si hablamos de narración escrita, menos aún, según veremos adelante.

El último triunfo madrileño de Gaona

Sabido es que el año de 1919 fue aciago para el Indio Grande en España y principalmente en Madrid. Pero el domingo 27 de abril de ese año, prácticamente un mes antes de la debacle ante Barrenero de Albaserrada, tuvo una tarde de gran éxito, en la que incluso cortó una oreja, de esas que sí valían. Alternó con el señor Curro Martín Vázquez y con José Flores Camará en la lidia de toros del Duque de Veragua. El quinto de la corrida se llamó Vizcaíno y la crónica de quien firmó como El del Extrarradio en El Imparcial madrileño del día siguiente del festejo, entre otras cuestiones dice:

El mexicano toma los palos, y en el mismo sitio en donde le ocurrió el percance último, desafiando a la res desde la barrera, clava un par magno, limpio y artístico… Luego hace una bonita salida en falso, y después prende otros dos pares al cuarteo, formidables por la preparación y ejecución… El público ovaciona entusiasmado y pide al torero que ponga otro par, y, en efecto, Gaona, con permiso de la autoridad, clava el cuarto excelente par… El primer pase alto es magnífico, y la faena que sigue enorme. Altos con ambas manos, un natural, dos preciosos pases gaoneros, como las gaoneras, o de frente por detrás... Las ovaciones van seguidas a los pases. El diestro, siempre cerca, parado y sin quitar la vista del bicho; y el bicho noble, sencillo, una manteca… Gaona entra rápido y pone una estocada defectuosa; pero más tarde, tras de dos pases, arreando de cerca, derecho y despacio, mete un volapié superiorísimo… La ovación es clamorosa, y el torero mejicano corta la oreja del noble bicho…

Es el único cronista que advierte ese toreo de frente por detrás, como las gaoneras con la muleta de Gaona. Y si no, véase lo que escribió el preclaro Clarito en su tribuna de El Liberal de la misma fecha:

Banderillear no es lo mismo que muletear; muletear no es igual que matar, ¿verdad? Pues fué lo mismo, porque no cabía mejor. Lo mismo de bonito... y aún más emocionante. Con los pies juntos, juntos, jugando del hombre no más que la cintura y los brazos, instrumentó Gaona un pase de pecho sobre la derecha, y después un magnífico ayudado por alto y tras él un natural, y allí ya alternando el público con el torero, aquél en los olés y en los aplausos, y éste haciendo gala de su escuela finísima de toreo, ahora en pases cambiando la muleta por la espalda y rematando en molinetes vistosos, en los que el diestro giraba en la misma cara del bruto, y luego en pases de rodillas y después en pases por alto, allí se escribió una de esas que, acaso con algo de hipérbole, se llaman «epopeyas» taurinas…

De este asunto agregaré que Paco Media Luna, en su crónica del semanario El Toreo, señala que Gaona pidió al desolladero la cabeza de Vizcaíno, de pelo melocotón, para conservarla.

Los festejos del centenario de 1921

Las distintas entidades de la administración pública se afanaron en organizar eventos para conmemorar el primer siglo de la consumación de la independencia nacional. Una de ellas fue la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de don Alberto J. Pani, que fue la que incidió directamente en estos hechos. Verduguillo, en su obra Tres Décadas de Toreo en México, cuenta que por voz de don Martín Luis Guzmán, se estableció lo siguiente:

Queremos que dentro del programa preparado figuren dos corridas de toros, y que ustedes las organicen. Quedan en absoluta libertad para contratar toreros, comprar toros, etc., en la inteligencia de que todas las barreras desde la primera hasta la quinta fila, así como los palcos, quedarán a disposición de la Secretaría de Relaciones para sus compromisos diplomáticos... En la siguiente entrevista con Rodolfo nos manifestó cuáles serían los carteles. En la primera corrida, Gaona, Gregorio Taravillo “Platerito”, que andaba por aquí de paseo visitando unos parientes que tenían una joyería en la calle de Motolinía, y Samuel Solís. En la segunda, los mismos Gaona y “Platerito” con Carlos Lombardini...

Benjamín Flores Hernández, en una comunicación al XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, titulada Rodolfo Gaona en las corridas del centenario, 1910 y 1921, describe el programa de la corrida del 20 de septiembre, segunda del ciclo pedido por la SRE y que en lo medular dice:

«Plaza de toros ‘El Toreo’. Martes 20 de septiembre de 1921, a las 4 p.m. Gran corrida de toros organizada por el Comité Ejecutivo de las Fiestas del Centenario. Dedicada a los delegados extranjeros que nos honran con su visita, y el honorable cuerpo diplomático residente. Concurrirá el C. presidente de la República, sus secretarios de estado, los altos funcionarios de la Federación y los miembros de las delegaciones extranjeras. Distinguidas señoritas de nuestra mejor sociedad serán reinas de la fiesta. Toros de primera clase de San Diego de los Padres estoqueados por Rodolfo Gaona, Gregorio Taravillo «Platerito» y Carlos Lombardini. Sombra $5.00. Sol $2.00»

El festejo contó con la asistencia del presidente Álvaro Obregón, de quien se dice, llevó de compañero de tendido a Ramón del Valle Inclán y que aplaudían en collera, pues eran ambos mancos, según cuenta Ignacio Solares:

«Buen humor el de don Ramón. En una foto que siempre conservó Obregón estaban los dos en la Plaza de Toros de la Condesa, aplaudiendo juntos, cada uno con la mano que le quedaba, ya que Valle-Inclán era manco del brazo izquierdo y Obregón del derecho».

Las crónicas del festejo no están disponibles para su consulta a distancia. Benjamín Flores Hernandez refiere lo siguiente acerca de ese festejo de hace un siglo:

Para la ocasión, tuvo el Indio Grande la genialidad hasta de presentar una nueva suerte torera de su invención, a la que no pudo menos que bautizarse con el nombre de la celebración: fue el pase que se llamó precisamente «del Centenario», y que era como una gaonera, colocado el engaño por detrás del diestro, sólo que con la muleta y llevando al toro por el lado derecho…

La suerte, como ya lo había señalado antes, ha quedado perpetuada por la filmación de Salvador Toscano, recopilada en el DVD Los orígenes, 1896-1945: Cine y tauromaquia en México, segundo de una serie de cuatro sobre el tema producidos por la filmoteca de la UNAM y al que me he referido ya por aquí.

El devenir de la suerte

Poco recorrido ha tenido el llamado pase del centenario en los ruedos de México. Gaona ni siquiera lo menciona en su libro de memorias Mis Veinte Años de Torero, aunque recuerda en un par de líneas la buena tarde madrileña del 27 de abril de 1919. Horacio Reiba refiere (La Jornada de Oriente, 20 de septiembre de 2010), que en alguna ocasión lo ejecutó Lorenzo Garza, pero a pies juntos.

La mención más reciente que encontré fue la que hace Jorge F. Hernández, en una crónica imaginaria de un festejo suspendido de la Feria de San Isidro, en el que debieron actuar Eugenio de Mora, Juan Bautista y Octavio García El Payo, publicado en su blog del diario madrileño El País el 10 de mayo de 2016 y allí cuenta:

Octavio se recreaba con el son de lentitud mexicana, inspiración de los olés largos o alargados que se acostumbran en México ante la embestida más aborregada o en sosiego de toros evidentemente más chicos (desde que Hernán Cortés lanceaba ganado navarro para conmemorar la caída de la Gran Tenochtitlán) y así, el antiguamente llamado Payo intercaló “Riverinas” y “El pase del Centenario”, la “Arrucina” y “Sanjuaneras”, en honor de Fermín Rivera, Rodolfo Gaona, Carlos Arruza y Luis Procuna, como dictando en voz alta algo que a Madrid parece que se le olvida: de México llegaron muy buenos innovadores del toreo, no sólo de capa, sino con muletas encendidas, citando al hilo del pitón sin necesariamente tener que exagerar el adelantamiento de la pierna contraria, jamás codilleando o echando la patita pa’atrás y todo como quien se deja dormir con la letra de un bolero que hasta parece tango…

De todo lo anterior deduzco que el pase del centenario es más parte del imaginario colectivo de la fiesta y su afición, que del acervo de suertes que la componen. Sí. Rodolfo Gaona ejecutó el muletazo al menos en un par de tardes señaladas, pero fue una especie de suerte de autor, no arraigó y no se apropiaron de ella los demás para llevarla a sus personales tauromaquias.

Sin embargo, este 20 de septiembre se cumple un siglo de que la consumación de la independencia nacional se conmemoró con toros y en ella se presentó a la afición mexicana una suerte que para ella era nueva. 

Aviso parroquial: Los subrayados en los textos de El del Extrarradio, Benjamín Flores Hernández y Jorge F. Hernández son obra imputable exclusivamente a este amanuense, pues no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Hoy hace 45 años. Confirma su alternativa Rafael Torres. Se inaugura la feria del Palacio de los Deportes


La temporada 1975 – 76 en la Plaza México se dio a trancas y barrancas. Fueron base de ella el reaparecido Manuel Capetillo, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Manolo Arruza. Los triunfadores del ciclo anterior, Manolo Martínez y Mariano Ramos no se arreglaron con DEMSA, en esos días la encargada del gran coso y tampoco vinieron toreros de ultramar, puesto que se produjo una enésima ruptura entre las torerías de España y México.

Así, el serial concluyó con dos festejos que de alguna manera pasan a la historia, el primero, celebrado el 28 de marzo de ese 1976, al que asistió – en evidente acto proselitista – el candidato único a la Presidencia de la República, José López Portillo, acompañado por Alfonso Ramírez Calesero, Luis Castro El Soldado, Lorenzo Garza y Jorge El Ranchero Aguilar y el del siguiente domingo, el 7 de abril, la corrida del Estoque de Oro, misma que representó la última vez que Manuel Capetillo pisó el ruedo de la plaza de Insurgentes vestido de luces. El trofeo en disputa fue para Manolo Arruza.

El 2 de mayo siguiente, Carlos González, representante de DEMSA, anunció que la empresa se retiraba del negocio de los toros porque era incosteable. En esas condiciones, la plaza estaba sin empresa y así permanecería hasta el jueves 13 de febrero de 1977. Es decir, fueron 315 días de cierre.

La Feria del Palacio de los Deportes

Construido con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968, dentro del complejo denominado Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, bajo el diseño y dirección de obra de los arquitectos Félix Candela, Antonio Peyrí y Enrique Castañeda Tamborrell, cuenta con 22,370 localidades, de las cuales 7,370 son desmontables, fue tomado en arrendamiento por don Jaime de Haro Caso, aquel que organizara el 20 de octubre de 1974 aquella corrida nocturna en Marbella que torearon Paco Camino y Manolo Martínez mano a mano y que fue televisada a casi todo el mundo, asunto del que me había ya ocupado en estas páginas aquí y aquí.

El 18 de agosto de ese 1976, Jaime de Haro se reunía también con Jaime Ostos, en esas fechas el representante de los toreros españoles y anunciaba que, a partir de esa fecha, los nuestros podían torear en España y los de allá podrían hacerlo aquí con toda libertad. También anunció que entre el 12 y el 19 de septiembre, se daría una feria taurina en el Palacio de los Deportes, dado el cierre de la Plaza México y la imposibilidad de echar andar al Toreo de Cuatro Caminos, con el añadido de que sería transmitida por televisión. Eso implicaba que no estaría en ella Manolo Martínez, quien es en los hechos, el artífice de la salida de las cámaras de televisión de las plazas mexicanas y tampoco lo estaría Eloy Cavazos, que no llegó a un arreglo económico con la empresa.

La feria iniciaría el domingo 12 de septiembre con una corrida de Las Huertas para Jesús Solórzano, el sevillano Rafael Torres, que confirmaría su alternativa y Manolo Arruza. Los siguientes festejos se celebrarían de manera ininterrumpida, serían nocturnos y serían base de ellos, además de los anunciados para la primera fecha, toreros como Manuel Capetillo, Curro Rivera, Miguel Villanueva y Marcos Ortega. Del conjunto de este serial ya me había ocupado en esta ubicación.

Las novedades eran los hispanos Roberto Domínguez, Rafael Torres, Gabriel Puerta, Manuel Ruiz Manili y los nacionales Cruz Flores y Ricardo Balderas hijo. Los cinco primeros confirmarían sus alternativas y el último la recibiría.

La corrida de inauguración de la feria

El festejo del domingo 12 de septiembre sería el de la confirmación de alternativa del sevillano Rafael Torres, que fue hecho matador de toros por Curro Romero en la Maestranza el Domingo de Resurrección de 1970 y confirmado unas semanas después en Madrid por Diego Puerta y El Cordobés. Fue discípulo y poderdante algún tiempo de Manolo Vázquez y me contaba Rafael Toscano, el ojito derecho de la afición hispalense. Venía a México a tratar de relanzar su carrera, que no le iba muy halagüeña por esos momentos.

Del ambiente previo al festejo, contó en nota aparecida en el diario El Informador de Guadalajara el día del festejo, don Carlos Loret de Mola Médiz, firmando como Luis Soleares, lo siguiente:

Mañana por la noche, el tiempo no podrá impedir que suene el clarín para iniciar una serie de ocho corridas consecutivas, de domingo a domingo, dentro de un estilo que agudiza la artificialidad de la fiesta brava en una forma absolutamente nueva: bajo techo y con luz de candilejas, es decir, en un verdadero escenario teatral…

Muy preocupado, metido en los cajones, mientras el martilleo ponía nerviosos a los toros, don Chucho Dávila, el juez de plaza, me dijo:

“Y aquí, en este otro corral, están los de ‘Las Huertas’, cuatro berrendos ya aprobados; y aparte dos desechados por chicos, por falta de trapío, por falta de respeto. En otros corrales hay dos de Haro, para lo que pueda suceder. El encierro de Mimiahuápam, para el martes, deberá llegar mañana sábado” …

Por primera vez: toros bajo techo y con luz de candilejas, Los olés, retumbarán más fuerte, siempre y cuando llegue a haberlos, y desde luego nadie temerá a la lluvia. La fiesta de los toros da un largo paso más para apartarse definitivamente, de la naturaleza.

El festejo inaugural y su resultado

La corrida inaugural de la feria tuvo momentos de lucimiento, pero nada más. La crónica del invocado Luis Soleares, publicada al día siguiente del festejo en el diario El Siglo de Torreón, refleja: 

Jesús Solórzano, enfundado en un terno mandarina y oro, alzó su cotización con el oro viejo de su verónica y hasta recuerda a su padre, “El Rey del Temple”. En dos ocasiones con su primero y en cinco con su segundo, el capote fue de alta graduación, verdaderamente exquisito... A su primero, lo mata de pinchazo sin soltar, y una media delantera que provoca hemorragia; y a su segundo, “Colorín”, tras la exquisitez de las verónicas, le hace un buen quite por orticinas, naufraga con la muleta y lo despacha con dos medias...

Manolo Arruza, enfundado en un terno rosa y oro, señorea en la noche, y es su moneda la única que se revalúa en la amarga flotación de la fiesta, que parece condenada a ser más artificial que el cabello de las rubias contemporáneas... Abre su faena con unos doblones que se le aplauden; pero la sosería del toro le impide redondear la lidia, y se conforma con algún natural y algún derechazo en distintos terrenos, entre mucho trapo que abanica a un toro sin codicia. Pincha sin soltar y deja una casi entera, que basta. Ovaciones escuchadas desde el tercio...

El español Rafael Torres, de Sevilla, sale con buen pie, porque se le aplauden sus verónicas y sus chicuelinas al primero de la tarde, pero el entusiasmo no pasa de ahí, porque tras tres duras varas a “Estrellito” y la confirmación de alternativa, hay una faena que va para abajo y termina con pinchazo con desarme, media estocada y descabello al quinto intento, alternando su dificultad con los fracasos del puntillero. Con el quinto de la tarde, el sevillano tampoco ve una, y sin haber flotado tiene un naufragio devaluatorio que degüella sus posibilidades de interés...

El asunto de las confirmaciones

Decía hace unos párrafos que Rafael Torres, Gabriel Puerta, Roberto Domínguez, Manili y Cruz Flores confirmaron sus alternativas en la feria. De todos estos toreros, solamente Roberto Domínguez y Cruz Flores volvieron a actuar como matadores de toros en la Ciudad de México. A ambos se les hizo confirmar de nueva cuenta su alternativa en la Plaza México.

Daniel Medina de la Serna – como muchos otros –, al referirse a esas confirmaciones del Palacio de los Deportes, las cuestiona, entrecomilla el término confirmación y las llama evidentemente inválidas. La realidad de los hechos es que quienes cuestionan la validez de esas confirmaciones de alternativa lo hacen amparados exclusivamente en un sentimiento de defensa de una supuesta tradición que no tiene sustento alguno, pues en todo caso, la confirmación de alternativa es un hecho que está reglamentado y que se sujeta a la normatividad que rige los festejos taurinos en la Ciudad de México.

El artículo 1º del Reglamento de los Espectáculos Taurinos de 1953, vigente en el Distrito Federal en 1976, cuando las confirmaciones en cita se dieron, establecía que las plazas de toros eran de primera categoría cuando tenían capacidad de 10 mil o más espectadores; de segunda, cuando su capacidad era entre 4 mil y 10 mil y de tercera, aquellas con cupo inferior a 4 mil.

Por su parte, el artículo 68 del mismo Reglamento establecía en su parte conducente lo que sigue:

…el matador que actúe por primera vez en una plaza de primera categoría en el Distrito Federal, matará en esa ocasión el primer toro, previa cesión de trastos que le haga el espada correspondiente, excepto en el caso de que el matador que se presente ocupe el primer lugar en el programa, pues entonces le cederá los trastos el que le sigue en antigüedad…

Como se observa, la regla es clara al hablar de plaza de primera categoría y el Reglamento no hace excepción en cuanto a que la plaza sea fija, desmontable, de trancas o transitoria, así como tampoco exige que la confirmación o cesión de trastos se deba hacer en la plaza de mayor capacidad del Distrito Federal, simplemente exige que se haga en una que sea de primera.

Entonces, el que entonces se haya exigido que solamente fueran válidas las confirmaciones celebradas en la Plaza México, era un verdadero despropósito y el haber obligado en este caso a Cruz Flores a que confirmara de nuevo el 5 de marzo de 1978 y a Roberto Domínguez el 1º de febrero de 1981 en la Plaza México, fue un verdadero atropello, puesto que en su día, habían confirmado debidamente sus respectivas alternativas, en una plaza de primera categoría aunque a más de algún defensor de las tradiciones no le pareciera así y demostrara con ello, su ignorancia del entorno jurídico de este asunto.

Hoy en día, la reglamentación de la capital mexicana sí establece de manera expresa que la confirmación ha de ser en la Plaza México – indebidamente a mi juicio –, por lo que hoy ha de observarse la letra de la ley, pero en la época que intento contar, no era así, razón por la cual, desde mi punto de vista, Rafael Torres, hoy hace 45 años, confirmó debidamente su alternativa sevillana en México.

Aviso Parroquial: La imagen del boleto de acceso a la corrida inaugural de la Feria del Palacio de los Deportes de 1976 es parte de la colección personal del Abogado y Librero (tanto monta...) don Pepe Rodríguez, a quien agradezco el que haya revuelto sus cosas para encontrarlo y facilitármelo para exhibirlo aquí.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Humberto Luis Elizondo Garza. Aficionado de pro

Humberto Elizondo en el puesto de segundo espada con
Alfonso Pérez Romo, Guillermo González Muñoz
Rafael Rodríguez y Gabriel Arellano 
Plaza San Marcos Cª 1955

Hoy en día la participación de los llamados aficionados prácticos en la fiesta de los toros es vista como una parte digamos, complementaria o adicional a los circuitos profesionales de corridas de toros y novilladas que se presentan en temporadas y ferias en las diversas plazas del mundo y muchas veces relegados, los prácticos, a actuar en cortijos o espacios privados distintos a aquellos en los que se presentan los llamados profesionales.

En el pasado reciente nombres como los de Lalo Azcué, Pedro Loredo, Chucho Arroyo, Ángel Talamantes El Exquisito, Paul Armand o el del padre Roberto González Padilla llevaron gente a las plazas con su solo anuncio. Pero ese fenómeno no era novedoso, al menos aquí en Aguascalientes, donde ya los aficionados que se tiraron al ruedo de manera organizada, lograron mantener viva la llama de la afición acalitana.

Lo que siguió al verano del 48

Después de que en el verano del 48 en Aguascalientes hiciera erupción un Volcán, se siguieron dando novilladas intentando descubrir otra gema oculta en el anonimato y así ilusionaron a la afición jóvenes como David Reynoso, quien después triunfaría en el cine; Carlos González, el calvillense Manuel López, el sevillano Antonio Durán o Fernando Brand, pero sin el fuerte impacto que tuvo la aparición de Rafael Rodríguez en la plaza San Marcos ese 18 de julio del 48.

Y la actividad de la fiesta comenzó a languidecer. Se comenzó a limitar a la época de la Feria de San Marcos, como lo relata don Jesús Gómez Medina en su libro La Ciudad, la fiesta y sus plazas:

Al indagar lo acaecido en 1955 se obtiene la evidencia de que aquella onda de cálido entusiasmo taurino que se enseñoreó de Aguascalientes algún tiempo antes, precisamente a raíz de la irrupción triunfal de Rafael Rodríguez, había dejado de tener realidad. Era algo del pasado. De un pasado cuyos efectos se extendieron a los individuos y a los niveles sociales más distintos, haciéndoles participar de un mismo encendido sentir; el del interés más acentuado por el espectáculo taurino y, al mismo tiempo, el de la admiración más calurosa hacia el torero, héroe del redondel… En este año de 1955… únicamente se realizaron cuatro corridas de toros y una novillada, amén de dos o tres festivales con aficionados… En uno de esas funciones tomaron parte el Dr. Alfonso Pérez Romo, Guillermo González, inminente empresario del Coso San Marcos, Gabriel Arellano y Humberto Elizondo, cada uno en franca porfía por mostrar su propio arte y por arrancar el aplauso de los espectadores…

Y es que, en el transcurso de la obra citada, don Jesús deja ver algo que en una ocasión apuntara César Pastor: Aguascalientes está en una posición privilegiada para la organización de festejos taurinos. En esos días en nuestro territorio estaban las ganaderías de Garabato, Peñuelas, Armilla Hermanos, Santa Rosa de Lima, Pedro Castorena y Pablo Baranda; en las cercanías de Zacatecas las de Presillas y El Saucillo y en la vecindad de Jalisco las de La Punta, Matancillas, Chinampas y Corlomé y, además, en Estación Castro, don Raúl J. Guerra criaba ganado de lidia, sin estar afiliado a la Asociación de Criadores.

Eso daba la oportunidad a los prácticos de obtener con relativa facilidad ganado para sus festivales. Y surgieron nombres como los de Jorge López Yáñez, Ramón Morales, el citado Jesús Gómez Medina, Jesús Ramírez Gámez El Abogao, Adolfo de la Serna El Botas, Rubén Ortega, Felipe Reynoso Jiménez, Manuel de Alba de Anda, Roberto Gómez El Loco, Javier Maceira o Felipe Ávila. Los tres últimos nombrados vistieron el terno de luces y alguno de ellos llegó a actuar en la Plaza México.

Los festivales de aficionados prácticos

Las finalidades de esos festivales de aficionados prácticos eran diversas, desde el mero esparcimiento hasta intento de satisfacer causas mejores. Así, se organizaban a beneficio de la Ciudad de los Niños que intentaba poner en pie el Padre Toño; o a favor de las campañas de Desayunos Escolares que entregaba la esposa del gobernador de turno; a favor de alguna de las campañas de las candidatas a Reina de la Feria de San Marcos o de la Cruz Roja. Y los organizaban clubes como el Monjes o el 20 – 30, los estudiantes del entonces Instituto de Ciencias, los colegios de profesionales, o los aficionados individualmente. De lo que se trataba era de no quedarse sin toros y de matar el gusanillo de la afición.

Y la afición acudía a la plaza y al reclamo de aquellos que en el día a día atendían pacientes en un consultorio, publicaban en los diarios noticias que eran leídas por muchos, se encargaban de obras, atendían negocios de índole diversa o defendían causas en los tribunales. Quizás en algunos casos los asistentes iban a la plaza con la curiosidad de ver qué le podían hacer a los novillos o vacas que les tocarían en suerte o en otros, ya enterados de sus habilidades, a apreciar lo que sabían que les podían hacer.

La realidad de esos momentos, es que el grueso de la actividad de la fiesta, descansaba sobre los hombros de esos aficionados prácticos.

Don Humberto Luis Elizondo Garza

Quizás resultó largo el prolegómeno, pero esto no pretende ser una semblanza al uso de un hombre que ha sido un destacado y reconocido aficionado a los toros aquí en Aguascalientes. Estimo necesario entender el tiempo en el que generó su afición, para comprender la importancia que representa hoy en día su presencia y ausencia en las plazas y en los distintos medios en los que se tratan temas relacionados con la fiesta.

Don Humberto realizó estudios en la Escuela Bancaria y Comercial de la capital mexicana y posteriormente se afincó en Aguascalientes donde formó una familia y se dedicó a negocios relacionados con la industria automotriz. Pronto estableció lazos de amistad estrecha con el doctor Alfonso Pérez Romo y con don Julio Díaz Torre. El vehículo de esa amistad fue precisamente la mutua afición por la fiesta de los toros.

Guillermo Gonzalez Muñoz, Humberto Elizondo
y Alfonso Perez Romo Cª 1955

Como lo relata don Jesús Gómez Medina, don Humberto llevó su afición más allá de la mera presencia en el tendido. Su presencia en esos festivales de aficionados prácticos era más que frecuente. Y al decir del doctor Pérez Romo, en ellos se lidiaban novillos ya hechos. En particular, ese de 1955, en el que alternaron con Gabriel Arellano Guerra, Guillermo González Muñoz y Rafael Rodríguez, el ganado fue bastante serio.

Asiduo concurrente a nuestras plazas, en la Monumental tenía fijo su asiento de palco, en tanto que, en los últimos años en la San Marcos, formaba, en las barreras de sombra, en la séptima fila, a la izquierda del palco de la autoridad, tertulia con su hijo Gerardo – casado con una hija de Rafael Rodríguez –, el arquitecto Jesús Rangel y el ingeniero Rafael de los Reyes, siempre con su ocote encendido y dispuesto a disfrutar de su tarde de toros.

Don Humberto siempre fue reconocido como un aficionado serio y cabal. Tanto así que, en muchos de los certámenes organizados aquí en Aguascalientes para premiar triunfadores, tanto en la Feria de San Marcos, como en otros ciclos o festejos sueltos, era convocado como Presidente del jurado respectivo. Su imparcialidad y ecuanimidad eran proverbiales y tenía la facilidad de llevar a buen puerto las decisiones de esos grupos, tan complicados de poner de acuerdo, por su propia naturaleza.

El pasado 29 de agosto don Humberto se adelantó haciendo el paseíllo final. La afición de Aguascalientes ha perdido uno de sus baluartes. Con estas líneas intento reconocer su trayectoria como aficionado recto y cabal. Que en descanse en paz y que su familia logre superar su partida.

domingo, 29 de agosto de 2021

Julio Esponda, Tauromagia Mexicana y el difícil arte de formar toreros

Julio Esponda
Sevilla, septiembre 2011

El pasado domingo 22 falleció Julio Esponda Ugartechea, quien solamente por su ejercicio profesional hubiera pasado a la posteridad, pues fue un brillante y recto profesional del Derecho. Pero también eligió, quizás como proyecto complementario de su existencia – cronológicamente breve – la de alimentar su afición a la tauromaquia, desarrollando un proyecto de formación de toreros que trascendió nuestras fronteras, porque Tauromagia Mexicana, que tal fue su denominación, fue conocida como un ejemplo de éxito en todo el llamado planeta de los toros.

Julio Esponda recogió el guante que lanzó el indescriptible Enrique Martín Arranz, recipiendario a su vez de las ideas del formador quizás de la primera escuela taurina moderna española, Manuel Martínez Molinero, para arrancar en México un proyecto que guardara similitud con el de la Escuela de Tauromaquia de Madrid y a partir de ello se buscara formar toreros mexicanos a partir de una formación física, taurina y sobre todo humana en una manera muy distinta a lo que tradicionalmente se hacía.

La escuela taurina moderna

La historia nos enseña que la primera escuela de tauromaquia formal fue la que en Sevilla se fundó por decreto del rey Fernando VII. También nos dicen los libros que su funcionamiento fue breve – cuatro años apenas – aunque productivo, porque entre otros dejó como resultados a Paquiro y a Cúchares. Una vez cerrada, cuenta William Lyon:

Escuelas sucesivas tampoco prosperaron. Solían ser experimentos aislados de bajo presupuesto llevados por un ex torero enamorado de la fiesta. Para gran número de taurinos profesionales – un gremio no distinguido precisamente por su cultura y visión –, un torero tenía que hacerse a base de pasar hambre, viajar en el tope del tren y jugarse la vida en capeas, festejos pueblerinos y escapadas a los cercados… (Intuitivos, espontáneos y vivaces, en El País, Madrid, 7 de septiembre de 1985)

Es decir, el caos era la regla y la enseñanza ordenada la excepción y esta estaba reservada a aquellos que, por razón dinástica, pertenecían a una familia de toreros y recibían, en casa, una formación sin las privaciones y sin el desorden que la generalidad tenía que padecer. Así, sacar una figura del toreo en esas condiciones, era, efectivamente, un verdadero milagro.

A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, el nombrado Martínez Molinero funda la Escuela Taurina de Zamora, a partir de la idea de que había que reglar y ordenar el aprendizaje de los toreros, hacerles vivir, parecer y pensar como tales, y de enseñarles a andar a hacer el paseíllo, a conocer el reglamento, a saber qué orden y lugar se debe ocupar según la situación de la lidia y el rango que se tiene. Es decir, a ordenar el conocimiento de la lidia. Pero también a tener en cuenta que el aspirante y el torero son personas y que tienen que ser formados y atendidos como tales.

Esta mística fue llevada por él, junto con Enrique Martín Arranz en 1976 a Madrid, a lo que inicialmente fue la Escuela Nacional de Tauromaquia y que hoy es la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de la Comunidad de Madrid.

Nace Tauromagia Mexicana

Cuando Enrique Martín Arranz sienta sus reales en México, comienza a predicar la necesidad de fundar aquí un centro de enseñanza de la tauromaquia al estilo de la que había en Madrid. Ya se habían hecho algunos intentos, como la escuela Abogao Jesús Ramírez Gámez en Aguascalientes, pero sin la constancia y la contundencia que hubiera producido un torero de arrastre nacional. 

Es así que en el año 2003, Julio Esponda reúne un grupo de amigos y aficionados a la fiesta, los más notables fueron los ganaderos Eduardo Martínez Urquidi, Miguel Valladares y Benigno Pérez Lizaur y el aficionado Manuel Villalvazo Baz, y con ellos integró el proyecto que denominaron Tauromagia Mexicana, que por breve tiempo dirigió el propio Martín Arranz, asistido por Carlos Neila, matador de toros egresado de la Escuela de Madrid y fueron asistidos por Juan Cubero. Posteriormente se integrarían al grupo docente Alberto Elvira y Mario Zulaica. Es Juan Cubero quien cuenta lo que sigue:

El proyecto Tauromagia Mexicana nació en 2003. Cuenta Juan Cubero, que en la actualidad es el preparador de los toreros de Tauromagia Mexicana, que Enrique Martín Arranz, a la sazón fundador de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, “se lo sugirió a unos ganaderos, que tenían mucho interés en buscar a jóvenes toreros”. Una labor de lo más necesaria, “puesto que estaban carentes de toreros que tuvieran interés para los públicos”, concluye. Dentro de ese grupo de personas se encontraban Julio Esponda y Miguel Valladares, que pusieron mucho empeño en que el proyecto saliera adelante… (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La primera convocatoria atrajo a más de cincuenta aspirantes y después de las pruebas se quedaron unos veinte. Entre ellos estuvieron Octavio García El Payo y Arturo Saldívar. Posteriormente llegó Mario Aguilar. Los tres se presentaron tanto en Madrid como en la Plaza México en su etapa novilleril. Los tres recibieron la alternativa. El Payo y Saldívar la confirmaron tanto en México como en Madrid y Mario Aguilar, quien terminó abruptamente sus días, quizás se quedó a las puertas de hacerlo en Las Ventas

El último proyecto notable que Julio Esponda y su grupo acometieron fue la formación de Sergio Flores. Cuando El Payo, Arturo Saldívar y Mario Aguilar estaban por presentarse en Madrid, Juan Cubero estaba ya preparando otro torero que trascendería:

Pero a Juan Cubero todavía le queda en la recámara un torero desconocido para muchos y que, según confiesa, va a ser algo estelar. Se llama Sergio Flores y “lo descubrí allí – en México – de tapia en un tentadero. Le vi unas condiciones asombrosas” … (La difícil realidad de forjar toreros, en Revista Taurodelta, número 18, abril 2009)

La formación de toreros sin duda, es una actividad difícil y es también seguramente, un arte, porque implica el entender las condiciones de la persona para desenvolverse delante de los toros, pero también su integridad humana, las profundidades de su ser, para poder determinar si eso que el aprendiz estima como vocación, en realidad lo es, o es una mera afición, porque, como escribe mi maestro Jesús Eduardo Martín Jáuregui:

…el toreo no es un mero ejercicio físico – estético frente a una res indoméstica, sino una expresión artística que implica una actitud ritual no exenta de misticismo ante la vida y ante la muerte… El Toreo no puede agotarse con la preparación teórica y práctica que implique una especie de entrenamiento deportivo, se requiere una disposición de espíritu… un refinamiento del gusto, una preparación cultural, un decantamiento artístico, un fortalecimiento del ánimo, una educación del carácter, un dominio del temperamento, un control de las emociones y la aptitud de transmitirlas… (Escuelas taurinas. Escuelas de vida, en su columna Itinerancia. El Heraldo de Aguascalientes, 8 de abril de 2008)

La idea del Notario y autoproclamado aficionado en el retiro Martín Jáuregui, no se aparta de lo que Rodolfo Gaona le contó a Monosabio en su libro hagiográfico Mis Veinte Años de Torero a propósito de sus inicios en el aprendizaje de la tauromaquia con Saturnino Frutos Ojitos:

Ojitos no sólo nos enseñó las reglas del toreo. También las de urbanidad; a saber sostener una conversación con los buenos aficionados; a sentarnos a la mesa cediendo la cabecera a los visitantes de respeto; a no sopear a cuerno limpio cuando le entrábamos al mole de olla, sino que él tenía un procedimiento muy difícil: la sopa de tortilla la prendía en el tenedor, así, ¡ándele, señor!, le metíamos con fibra al caldillo. Mientras él o los matadores no llegaban, ninguno se sentaba a la mesa. Y cuando el matador – yo – se levantaba, todos daban por terminada la comida…

Creo que estas últimas apreciaciones resumen de manera bastante fiel la finalidad perseguida por Tauromagia Mexicana, el proyecto que Julio Esponda con sus amigos dejó para la Historia de la Tauromaquia Mexicana. Los que aspiran a ser toreros son primeramente personas y como tales hay que formarlas. Después, si tienen las necesarias aptitudes, se les instruirá para ser toreros.

El devenir de las escuelas de tauromaquia

Creo que es válido hablar de un antes y un después de Tauromagia Mexicana. El proyecto que abanderó Julio Esponda en todos los países en los que la fiesta de toros es – y quizás también en los que no tiene lugar – produjo aquí en México una profusión de escuelas taurinas. Y el modelo que tomaron como ejemplo fue precisamente el de Tauromagia

Esas nuevas escuelas han acercado la enseñanza de la tauromaquia a los jóvenes, quienes ya no tienen que desplazarse de sus lugares de origen. Algunas son apoyadas por instituciones oficiales y otras son sostenidas por particulares o empresas, con la finalidad de mantener viva una tradición muy nuestra. No cabe duda de que los buenos ejemplos se imitan.

La firma de Julio Esponda está allí, vigente en cada una de ellas, pues lo que logró en un breve espacio de tiempo, animó a los demás a seguir sus pasos. Como dijo José Martí, ese es el mejor autógrafo que un hombre puede dejar. ¡Que descanse en paz!

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