domingo, 9 de enero de 2011

9 de enero de 1944: Silverio y Cirilo de Matancillas

Cuando a un torero se le pregunta acerca de la que haya sido su mejor o su más grande faena, su opinión coincidirá en la mayoría de los casos con la de gran parte de la afición y de la prensa, pues seguramente será una de esas obras calificadas de imperecederas en las que el diestro salió de la plaza con todos los trofeos posibles en la mano y en olor de multitud.

Rarísimos son los casos en los que un torero señale como una de sus grandes obras una que haya pasado desapercibida para la historia. Ese es el caso que les presento hoy, sucedido hace 67 años en el viejo Toreo de la Condesa, cuando Silverio Pérez se encontró con el toro Cirilo de Matancillas y según su decir, realizó lo que para él, fue una de las faenas que más le gustó, dejando al margen a las realizadas a toros como Pizpireto, Guitarrista, Cocotero, Cantaclaro, Guitarrista, Peluquero, Caraba o Barba Azul – todos parte de su historia y su leyenda – y que sin embargo, reconocemos a fuerza de que, ha sido el propio Faraón de Texcoco quien nos la recordó cada vez que tuvo la oportunidad, pues la memoria de la historia no la coleccionó entre las que a su juicio, tuvieron ese dejo de grandeza.

El parecer de Silverio sobre su faena a Cirilo

Decía antes que es el propio torero, en múltiples entrevistas, quien se encargó de dejarnos claro cuál era a su juicio, si no su mejor faena, sí una de las mejores. Recurro, por su inmediatez a la que le realizara don Carlos Septién García, El Tío Carlos, en el año de 1947, primero publicada en el diario El Universal de la Ciudad de México y después reproducida en el número 227, correspondiente al 11 de abril de 1947 del semanario La Lidia de México. En la parte relativa, dice lo siguiente:


...hablando de faenas, le diré que la que me dio el sitio de torero, fue la de Pizpireto de La Punta, un toro grande y fuerte al que toree muy a gusto... Tanguito es el toro más difícil que he toreado... Porque aquél toro era excesivamente suave... Tenía que torearlo centímetro a centímetro, con una suavidad absoluta, porque si modificaba tanto así la velocidad de la muleta, el toro me derrotaba como pasó en los primeros muletazos. Recuerde usted que ni Fermín, ni Velázquez pudieron hacerle quites. Fue por eso...

...Pero la que yo prefiero fue una faena a la que el público no le dio la importancia que a esas. Fue la que hice con el toro Cirilo de Matancillas la tarde del 9 de enero de 1944, toreando con Armillita y Chucho Solórzano... Fue la temporada de la cornada – agregó con cierto dejo –... Cirilo – prosigue – era un toro codicioso y bravo al que había que poderle. Lo toree con mucha limpieza, con mucho desahogo, haciendo cada muletazo a todo mi sabor. Sentí mucho el toreo en esa faena... Me gustó mucho – agrega con una sinceridad espléndida –...

La entrevista del Tío Carlos es a propósito de una despedida que anunció Silverio en la Plaza México al final de la corrida del 16 de marzo de 1947, en la que para lidiar toros de Zotoluca, actuó mano a mano con Lorenzo Garza. Es una pieza periodística de un gran valor, pues hace un repaso por la vida torera del Tormento de las Mujeres, desde el momento en que decide adoptar la profesión de torero y hasta el día en que sin anunciarlo previamente, pretendió dejar para siempre su actividad en los ruedos vestido de luces.



Esa despedida no sería definitiva, pues reaparecería el 21 de diciembre de ese mismo año en El Toreo de Cuatro Caminos, alternando con el mismo Lorenzo Garza y el portugués Diamantino Vizeu, para lidiar toros de Matancillas y el 8 de febrero de 1948 haría lo propio en la Plaza México, alternando con Carlos Arruza y Alejandro Montani, dando cuenta de un encierro de Pastejé. El adiós definitivo quedaría para el 1º de marzo de 1953.


Los recuentos en la prensa de la época

De los documentos que he podido localizar, he encontrado tres relatos de lo ocurrido esa tarde. El primero de ellos, en orden de inmediatez, es el aparecido el día 10 de enero de 1944 – día siguiente de la corrida – en el diario El Informador de la ciudad de Guadalajara, que sobre el particular dice lo siguiente:
Los toros de La Punta no permitieron lucimiento. En la corrida efectuada ayer en El Toreo, en que alternaron Fermín Espinosa "Armillita", Chucho Solórzano y Silverio Pérez. (Por hilo directo) México, D.F. – Enero 9. – La Plaza de El Toreo registró un lleno imponente. Los bichos de La Punta, ahora de Matancillas fueron de mala estampa, sosos, cumplieron con los de a caballo, pero ninguno fue lucido. Durante el paseo hubo palmas para los matadores... En el tercero Silverio no puede hacer nada en el primer tercio. Con la muleta logra una faena Silverista, con los pies abiertos mandando tranquilo con su peculiar estilo. Ovaciones. Sus derechazos se repiten. El terno está mojado con la sangre del bicho. Toda la plaza se encuentra entusiasmada. Nuevos pases asombrosos, entre ellos el trincherazo de Ortega. Hay gritos de entusiasmo. Logra un pinchazo hondo, otro sin soltar de metisaca. Por eso Silverio perdió la oreja que tenía bien ganada, pero da dos vueltas al ruedo... La corrida en general fue aburrida.
Aquí haré una reflexión sobre la última expresión que contiene la crónica del corresponsal de la agencia que transmitía las noticias al diario tapatío con relación al resto de la crónica. Señala que la corrida fue aburrida. Yo más bien creo que la expresión final fue de desencanto. La propia narración del cronista no transmite un festejo aburrido, sino uno que tuvo un gran momento no culminado y en todo caso, la sensación que a eso sigue es el desencanto, no el aburrimiento.

Le sigue en el tiempo el comentario de don Luis de la Torre, El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, publicado en el número 61 del semanario capitalino La Lidia de México, correspondiente al 21 de enero de 1944, mismo que sobre el particular relata:

…UNA DE CAL POR OTRA DE ARENA. – Silverio Pérez, que con la capichuela se limitara a largar toda la tarde, sin asomo de acierto en momento alguno, se AGIGANTÓ en la faena de muleta en su primer enemigo. Doblándose con él en los primeros muletazos, instrumentados con ese sabor especialísimo que les imprime el texcocano, prosiguió toreándolo ya por alto, ya por bajo, pero en todo momento con el aguante y ligazón tan peculiares en este torero EXCEPCIONAL, aunque exclusivamente derechista. ¡Portentosa fue la faena de Silverio!, como enorme fue la ovación que se le premió, habiendo perdido el corte de la oreja y aún el rabo por la fea manera de estoquear. Tres veces entró a herir en forma que en nada correspondió a su fenomenal trasteo, dando fin al cornúpeta de horrendo chalecazo. ¡Qué desilusión! No alcanzo a comprender cómo un torero poseedor de semejante arrojo al torear, sobre todo con la franela, no quiera exponer lo más mínimo al estoquear. Esto no puede ser por cobardía; pero es el caso que con ello resta mucho mérito a lo que pudiera ser más grandioso, pese a quienes se empeñan a todo trance en pretender quitar el mérito inigualable a lo que fue SUERTE SUPREMA por la belleza y valor que requiere.

El sexto toro de los corridos, enmorrillado y de hermosa lámina, fue merecedor de trasteo semejante al practicado por su matador con el que ocupó el tercer lugar. Pero aquí la decoración cambió por completo, al grado que en parte nos hizo olvidar, aunque fuera momentáneamente, por la impresión final recibida, lo asombroso del toreo netamente silverista con que nos obsequiara “el compadre” mientras duró el postrer tercio en la lidia de “Cirilo” de Matancillas.

A pesar de los soberbios detalles admirados durante la sexta corrida de la temporada, el resultado general no satisfizo a la copiosa concurrencia que abarrotó las graderías de la plaza desde temprana hora.
Don Luis de la Torre captura, a mi juicio, de mejor manera, ese sentimiento que califico como desencanto que provocó el resultado final del festejo, sobre todo, cuando por el mal manejo de los aceros, no pudo homenajear debidamente a Silverio Pérez, tras de su gran obra con Cirilo. Incluso, publica el nombre del toro, lo que me sugiere el gran impacto que la faena tuvo en el escritor y al igual que la crónica aparecida en El Informador, considero que capta y transmite la grandeza de la obra y el impacto que tuvo entre los que la presenciaron.

La relación final que les presento es la que hace El Tío Carlos en la entrevista que cito antes. Tras de dejarnos conocer el punto de vista del torero, el periodista expresa lo siguiente:

…Y junto con él hemos recordado la faena de Cirilo de la que este cronista dijo entonces, que era una de las más toreras de Silverio.

Aquello comenzó en las tablas con tres doblones suaves y un pase de pecho. Siguió una serie doble en la que combinó el pase alto y el de pecho ciñéndose cada vez más. Luego vinieron cuatro derechazos a pies juntos ciñéndose, muy limpios, muy bien ejecutados. Y más afuera lo grande, tres pases con la derecha, abierto el compás, ligando asombrosamente y un orteguista perfecto. Cerró el trasteo con tres pases lasernistas tomando al toro un poco sesgado y recibiendo el derrote a la espalda y con un pase de la firma texcocana.

Y de este toro no cortó Silverio la oreja porque el estoque le arrebató lo premios. Pero la ovación fue grande.

He aquí cual es la faena predilecta de Silverio Pérez...
Quizás porque el análisis lo hizo el propio torero, don Carlos Septién se limita a reproducir el contenido de la faena, pero no deja de señalar que a su juicio, era una de las más toreras del Faraón de Texcoco.

El por qué del desencanto

Aquí, de manera consciente, me meto en un berenjenal y voy a teorizar el por qué la faena de Cirilo se quedó solamente en la memoria y el gusto de Silverio y en la noche de la historia.

La temporada 43 – 44 iba en ascenso y la afición estaba engolosinada con los triunfos que se iban sucediendo, Gregorio García había arrancado una oreja a Vigilante de Santín en la inauguración, que fue la tarde de su alternativa; en la cuarta corrida, El Soldado había cortado el rabo de Rayito de San Mateo y apenas el domingo anterior, el propio Silverio había firmado la obra de Azulito de Torrecilla cortándole las orejas y David Liceaga la de Afinador, llevándose el rabo, lo que incubó una gran expectación en el redondo cartel del 9 de enero, sexto de la temporada.

Cuando ese imponderable – el fallo a espadas – no permitió decorar con apéndices la gran obra, facilitó su caída en cierto olvido para la memoria colectiva y por eso 61 años después, el propio Silverio Pérez le decía al periodista José Mata:

…hubo un toro que incluso ningún apéndice le corté y se llamó Cirilo, un toro de la ganadería de Matancillas. Fue una de las faenas que más me ha gustado, que no me dio miedo, tenía el toro una embestida armoniosa, que no daba la impresión de peligro. Anduve muy a gusto, sin embargo, el público no le dio la importancia que en mi interior como torero se la di, y bueno no trascendió como yo esperaba…
No obstante, los documentos que perpetuaron en su día el hecho, nos dejan ver su grandeza y nos confirman que la apreciación del torero no está exenta de razón, tanto en la magnitud de la faena, como en la escasa trascendencia que en su momento tuvo. Quizás por eso fue que poco más que un mes después, el 13 de febrero de ese mismo 1944, Silverio Pérez se pegó el arrimón que le causó lo que fue la cornada más grave de su carrera, la del toro  Zapatero de La Punta. Pero de eso me ocuparé en otro momento, aquí mismo.

domingo, 2 de enero de 2011

3 de enero de 1954: Manolo Vázquez corta el rabo a un toro de Xajay en El Toreo de Cuatro Caminos

Monumento a Manolo Vázquez
Paseo Colón, Sevilla
Obra de Luis Álvarez Duarte
Ya expresaba en algún otro espacio de esta misma Aldea que Manolo Vázquez tuvo sus mejores momentos en México en El Toreo de Cuatro Caminos, plaza en la que se presentó ante la afición mexicana en la temporada 1953 – 54 y en la que fue uno de los ejes de la temporada allí ofrecida pues actuó en 5 tardes de las 14 que se dieron en ella.

Para la quinta corrida de esa temporada de Cuatro Caminos se anunciaron toros de Rancho Seco, y a los diestros Héctor Saucedo, Manolo Vázquez y Jumillano. La corrida al final fue remendada con tres toros de Coaxamalucan y ni los de la ganadería titular, ni los de la suplente dieron el juego esperado. El torero del barrio de San Bernardo, que esperaba refrendar la buena impresión dejada el 20 de diciembre anterior ante Cartero de Tequisquiapan, se vio precisado a recurrir al regalo de un toro. Estaba como sobrero uno de la ganadería de Xajay, del que no se anunció su nombre – en esos días no se acostumbraba hacerlo en la mayoría de las plazas – y la remembranza que hace Don José – presumiblemente José Octavio Cano – en el ejemplar de la Revista Taurina correspondiente al 6 de febrero de 1966 es la siguiente:


...Se anunciaron toros de Coaxamalucan y Rancho Seco, pero ni con “Estudiante”, el segundo toro de la primera ganadería, ni con “Tejedor”, de la segunda, había logrado el sevillano el éxito de la tarde de su presentación.

Fue con uno de Xajay, la ganadería queretana que entonces pertenecía a los señores Edmundo y Jorge Guerrero, que Manolo lució plenamente, aún más que en su primera tarde ante nuestro público. Si en aquella ocasión causó magnífica impresión por sus características, esta vez triunfó rotundamente, manifestando su torerismo, la alegría de su estilo, el arte luminoso que atesoraba y sus peculiaridades diferentes.

Casi todos los toreros podían verse y siguen viéndose hasta la fecha, a través de un mismo corte y bajo la influencia de una misma norma, confundiéndose en sus procedimientos y en la realización muy semejante de las pocas suertes que le han quedado al arte del toreo.

De ahí que Manolo Vázquez, con la gracia propia de los toreros sevillanos, con el celo propio de un lidiador joven e impetuoso, que salía en pos del triunfo siempre en todas las ocasiones y buscándolo en todos los toros y en cada tarde, hizo que el público se le entregara con todo su alboroto, por el sabor, el aroma y el colorido de su toreo, capaz de arrebatar a los públicos, que lo veían distinto y se dejaban embriagar con el son alegre de sus faenas, con la emoción de su verdad y con la diferente forma y variantes que presentaba.

Armó la escandalera al torear de capa al de Xajay, con cinco lances formidables. Y continuó alborotando a toda la plaza al quitar, combinando las verónicas y las chicuelinas, hasta rematar la serie con una ondulante rebolera.

Y más tarde, desarrolló un faenón indescriptible, ejecutando primeramente los pases por alto, estatuarios y engarzando enseguida los derechazos rítmicos, templados y de ligazón ejemplar. Como acostumbraba, citó de frente, a la manera más clásica, con la muleta pendiente de la mano zurda, desde largo, para correr la mano con suavidad maravillosa en varias tandas de naturales, que se sucedieron entre el escándalo del gentío, que los coreaba ensordecedoramente. Añadió adornos variados, el molinete, el afarolado, los medios pases, el remate por bajo, los cambios de mano, en medio de aquél manicomio en que saltaban millares de espectadores desquiciados, mientras el ruedo se alfombraba de sombreros.

¡Daba gloria ver torear así a Manolo Vázquez! Engarzaba los pases para luego rematarlos con gracia luminosa y desbordante y salir andando, paso a paso, acariciado por las aclamaciones y las dianas. Y para coronar su labor, entró decidido, recto, entregándose y metiendo un estoconazo, que hizo rodar al pupilo de los hermanos Guerrero a los pocos momentos, sin puntilla y con las patas por alto.

Entonces se cubrió de pañuelos toda la torera plaza cuatro caminera y se otorgaron las dos orejas y el rabo, pedido con creciente insistencia. Y vinieron las vueltas al ruedo, una, dos, cuatro, hasta cinco, así como otras tantas salidas a los medios, sin que aquella ovación ensordecedora ni aquella apoteósica escena, pareciera tener fin.
Del resto del festejo, cabe relatar que el saltillense Héctor Saucedo no tuvo posibilidad de lucimiento ante toros deslucidos y Jumillano salió con dos puntazos, uno en el pecho, otro en la cadera  y varias contusiones – según lo reportado por la Agencia Efe y con una cornada en el pecho, según Heriberto Lanfranchi – que le dejó Sultán, de Rancho Seco, sexto de la tarde.

¿Pero cuál es el recuerdo del torero acerca de esta faena? Transcribo lo que le contó a mi amigo Heriberto Murrieta en una entrevista realizada para su sección Jueves Taurino del noticiero 24 Horas del Canal 2 de la televisión mexicana, el año de 1985:

...Guardo como uno de los gratos recuerdos de mi vida profesional como torero el haber sido aquí en México, donde he toreado uno de los toros que yo recuerdo con muchísimo cariño, un toro de la ganadería de Xajay, en El Toreo de Cuatro Caminos, que tuve la suerte de acomodarme con él, de ponernos de acuerdo los dos y al final le corté el rabo. Para mí aquello fue muy importante, fue muy bonito y desde entonces, no he dejado de tener a México presente...
De esta manera Manolo Vázquez había entrado en el gusto de la afición mexicana, aún antes de confirmar la alternativa, pues su presentación en la Plaza México no tendría lugar sino hasta casi dos años después, ya que sería hasta el 11 de diciembre de 1955, en la inauguración de la temporada 1955 – 56 cuando Juan Silveti, en presencia de Jaime Bolaños le cedería al toro Bandolero de Tequisquiapan. Actuaría 3 corridas en esa temporada y no le volveríamos a ver en La México sino hasta el 12 de octubre 1985, cuando junto con Antoñete vino a torear un festival a beneficio de los damnificados por los sismos que casi destruyó la Ciudad de México el 19 de septiembre anterior, junto con Alfredo Leal, Joselito Huerta, Jaime Rangel y Eloy Cavazos.

Como podemos ver, la historia de El Toreo de Cuatro Caminos tiene muchos y grandes episodios que merecen ser contados. Este es uno de ellos, cuyo recuerdo me han despertado la propia efeméride y una hermosa viñeta de Enrique Martín, que pueden ver aquí.

Apostilla final

Esa temporada de El Toreo coincidirá con la 53 – 54 de la Plaza México y el mismo domingo 3 de enero de este último año, se ofreció en la plaza más grande del mundo, una corrida a beneficio de la Asociación de la Protección de la Infancia, en la que actuaron Rafael Rodríguez, Jesús Córdoba, El Ranchero Aguilar, Calerito, Pedrés y Antoñete para lidiar toros de Pastejé. Esa tarde Pedrés cortó la oreja de Gitanito, 5º de la tarde; Antoñete la de Giraldillo, el que cerró plaza y Jesús Córdoba escribió una de las páginas más importantes de su historia en los ruedos ante el segundo de la tarde, Estanquero, del que también se llevó la oreja. Lo que también es relevante aquí es que la Plaza México estuvo llena, al igual que El Toreo.

De este asunto del Maestro Córdoba con Estanquero, ofrezco ocuparme en otro tiempo y en otro lugar de esta misma Aldea.

Post - scriptum: El subrayado en la remembranza de Don José, es imputable solamente a este amanuense.

viernes, 31 de diciembre de 2010

¡Feliz 2011!

Con sinceridad les expreso este deseo. El año que acaba de terminar trajo una cascada de nuevos males a esta fiesta, como si los que ya padecía al inicio de 2010 no hubieran sido suficientes para mantener ocupadas a quienes tienen en sus manos sus destinos, más al ir cayendo las hojas del calendario, se fueron agregando otros que más que traer felicidad a quienes tenemos afición por esto, nos abrumó con preocupaciones y disgustos.

Firmemente espero que este nuevo año traiga por delante las soluciones que son necesarias para los problemas que están sin resolver; la salud íntegra para los toreros que el año pasado fueron heridos de gravedad en las plazas de Europa y América y su consiguiente vuelta a los ruedos; la reaparición del toro bravo en las plazas y la voluntad para la afición de seguir, como decía El Volcán de Aguascalientes, en calidad de compradores de ilusiones, cada vez que vamos a las plazas.

Y para todos los que pasan por aquí, que la vida les siga siendo buena y que no nos falte salud, trabajo y armonía en la familia, que lo demás, por añadidura vendrá.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Tauromaquia mexicana

Par a dos manos, a caballo.
José Guadalupe Posada (1852 - 1913)
Juan Pellicer Cámara (1910 - 1970), abogado, funcionario y escritor taurino. Juez de Plaza (Presidente) en la Plaza México. En el año de 1973 se recopiló una selección de sus colaboraciones epistolares a la revista mexicana Tiempo, que dirigía el novelista Martín Luis Guzmán, bajo el epígrafe de Cartas Taurinas (Joaquín Mortiz, colección Contrapuntos).

De las cartas que el editor de la obra seleccionó, me parece interesante la que está fechada el día 15 de septiembre de 1969, pues habla de expresiones muy mexicanas de la tauromaquia, pero también de otras cuestiones que creo que a Ustedes les podrá llamar la atención:

El estilo y el hombre

Querido don Martín:

El toreo mexicano tiene un acento propio y un sentimiento distinto, como ya en otra ocasión o en otras, he comentado. El ideal estético de nuestros toreros, originado por su raíz indígena, se realizó de un modo evidente y de él nació un estilo de torear. Fue Buffon el que dijo que el estilo es el hombre, y ser mexicano implica un estilo en el toreo. Pero aparte de esto, hubo en nuestra tauromaquia otras manifestaciones peculiares, de arrojo, de simple destreza, de habilidad, de suertes que han caído en el desuso, lo mismo sucedió en España con otras, propias de acróbatas valerosos.

Ha sido el salto sobre el toro, si no el primero, sí uno de los primeros lances del toreo. Miles de años antes de Cristo, se saltaba sobre los toros en Creta. Después el salto se hizo con la ayuda de una garrocha, Si los vasos cretenses están adornados con pinturas que representan aquellos brincos primitivos, las aguafuertes de Goya dan testimonio del salto con la garrocha, practicado por Juanito Apiñani, Y exclusivamente propia de toreo mexicano es la suerte de saltar con dos garrochas. Aquí en México la practicó, en la plaza de toros de Bucareli – año de 1888 –, un banderillero de Ponciano Díaz, que se llamó Atenógenes de la Torre. Era un atleta de grandes bigotes. Unas veces hacía de picador, otras de banderillero, y de espada muchas veces también. La suerte de saltar con dos garrochas la inventó para rivalizar con un torero español, que se llamó Juan Romero ‘Saleri’, que era todo un maestro en brincar con una y que, sin embargo, fue herido mortalmente al ejecutar esta suerte, en la plaza de Puebla. Atenógenes de la Torre, cuando el toro llegaba a la misma jurisdicción, se elevaba apoyándose sobre las dos garrochas, mientras el astado pasaba entre ellas. Otra suerte mexicana fue la de ‘La Mamola’, muy en boga en el pasado siglo. Era así: antes de abrirse el toril, el diestro se acostaba de espaldas en el suelo, frente a la puerta y a la distancia adecuada para que el toro le viera en el momento de salir al ruedo. Con las piernas levantadas verticalmente, sostenía con los pies una olla – una piñata – llena de ceniza o de yeso, y en aquella postura, esperaba la embestida. El toro rompía la piñata y su contenido le bañaba la cabeza para quedar como si lo hubieran enmascarado. Al asestar el topetazo, hacía que el toro diera una ‘machincuepa’.

Otras suertes fueron también creadas por la inventiva y el arrojo de nuestros toreros, como la llamada ‘de la Rosa’, que consistía en realizar un recorte a cuerpo limpio, burlando la embestida con un quiebro. En el momento del embroque, clavaba en el testuz una rosa, sujeta a un palillo de varios centímetros de longitud, en uno de cuyos extremos, había un rejón.

Si su tocayo Martín Barcáiztegui hacía alardes de irracional temeridad; si Juanito Apiñani realizaba locuras, como llamaba Goya a sus saltos, y si ‘El indio’ Mariano Ceballos no se quedaba atrás en tales arrebatos, como el de montarse en un toro y clavarle rejones a otro, Ildefonso García, aquí en México – año de 1839 –, no se quedaba atrás con el ‘Paso de la Muerte’, que era cosa muy diferente a la suerte charra que conocemos, pues Ildefonso se montaba sobre el astado y de espaldas a los pitones, iba recorriendo el lomo, hasta colocarse cerca del testuz, para cruzar los pies debajo del pescuezo de la res, resistiendo así los derrotes hasta cansar al astado y poderse desmontar. Pero, don Martín, esto que le voy a contar en seguida, tiene excepcional importancia, pues aclara que no fue don Tancredo López, en España, el que creó la suerte de esperar a pie firme e inmóvil a un toro, sino que el tabasqueño José Vázquez – al que con cordialidad costeña llamaban ‘Don Pepe’ – inventó realmente la suerte. Fue en Orizaba donde la practicó por primera vez, disfrazado de esqueleto, con una ropa blanca pintada de rayas negras para simular los costillares y otros huesos. Esto sucedía por allá por el año de 1881, cuando ‘Don Pepe’ tenía 55 años de edad y muchos riñones aún. Tuvo un imitador notable, que fue un banderillero llamado Antonio González ‘El orizabeño’, quien dio a conocer la suerte citada aquí en México, cuando corría el año de 1887. Don Tancredo López apareció en los redondeles españoles a principios de siglo unos quince o veinte años después de ‘Don Pepe’. Don Tancredo, además, hizo su número con variantes ventajosas, pues no se paraba en la arena, sino sobre un pedestal como de metro y medio de altura, para que, en caso de que el bicho embistiera, la cornada fuera al pedestal y no al hombre. Don José María Vázquez, además de que realizaba su suerte a ras del suelo, no esperaba que el toro saliera al ruedo, sino que lo citaba ya durante la lidia, cuando el astado era ya más peligroso.

Puedo citarle, don Martín, otras suertes típicamente mexicanas, entre ellas, la de banderillear con palitos de tres pulgadas, que realizaba el legendario Lino Zamora. Banderillear con la boca fue creación estrafalaria de Felicitos Mejía ‘El veracruzano’, que en esa suerte sufrió tremenda cornada, aquí en México, en la plaza de El Huizachal. Por último, quiero relatarle algo al parecer increíble, como es la suerte de estoquear arrodillado. Ponciano Díaz lo hizo en varias ocasiones, una de ellas, en la plaza de San Luis Potosí, en el año de 1882. Valor y una coordinación perfecta son indispensables para estoquear de tal manera. Matar recibiendo es una hazaña, pero recibir, y de rodillas, es algo que solo se realiza con la imaginación.

En cuanto al toreo a caballo, es muy importante saber que la suerte de banderillear a dos manos es netamente mexicana, y que fue el gran caballista Ignacio Gadea, nacido en Guadalajara, quien la ejecutó, por vez primera, en el año de 1853, en la plaza del Paseo Nuevo de Bucareli, y por cierto, en una fiesta dedicada al célebre truhán que se llamó Antonio López de Santa Anna. Después de Ignacio Gadea, fue Ponciano Díaz el mejor realizador de esta suerte, que dio a conocer en la Península Ibérica en 1889, practicándola en Madrid, Sevilla y Lisboa, sobre magníficos caballos mexicanos que se llamaban ‘El general’ y ‘El avión’.

Arcadio Reyes, famosísimo picador nuestro, fue también un gran banderillero a dos manos, y en Lima, en la plaza de Acho, dio a conocer esta suerte del toreo mexicano a la jineta.

Nuestra torería, por lo que he relatado, no se quedó atrás en cuanto a demostraciones de habilidad y de valor, sino al contrario, en muchos casos ha echado pie adelante a la española, según acabo de relatarle. Y como se dice al terminar las cartas, sin más de momento a qué referirme – pues la novillada del domingo pasado apenas tendrá importancia para la estadística – le envío mi cordial saludo semanal”.

Espero que efectivamente, como en mi caso personal, encuentren de interés el contenido de este texto, que revela la manera en la que una manifestación cultural profundamente española, puede adaptarse y adquirir matices culturales de otros lugares, donde ha sido adoptada.

viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad!

Cousin Reginald Catches the Thanksgiving Turkey
(El primo Reginaldo atrapa el pavo del Día de Gracias)
Norman Rockwell (1894 - 1978)
De nueva cuenta tengo la oportunidad de expresarles mis mejores deseos por estas fiestas. Ojalá que nos den a todos momentos de reunión con aquellos que queremos y de reflexión acerca de aquellos temas que realmente valen la pena.

Que la alegría y la paz sean sus compañeros ahora y siempre, les deseo a todos y que la vida nos de la ocasión de seguir haciendo esto y otras cosas que nos hagan sentir plenos.

Procuraré hacer extensivos estos deseos de manera personal a todos los amigos, pero si, como decía mi abuela, se me va el santo al cielo, desde aquí se los comunico.

¡Muchas felicidades!

Post - scriptum: La imagen es a propósito de un comentario inserto en la felicitación de la temporada contenida en la bitácora de Antonio Díaz, acerca de indultar el pavo. A veces, esas aves también embisten y hacen pegar la espantá, como la obra del inmortal Norman Rockwell lo demuestra.

domingo, 19 de diciembre de 2010

24 de diciembre de 1939: Conchita Cintrón se presenta en El Progreso de Guadalajara


Anuncio de la presentación de Conchita Cintrón
Informador, Guadalajara, 20 de diciembre de 1939

Escribía Pepe Alameda que Conchita Cintrón reunía en el ruedo la elegancia de Gaona y la llama de José. La realidad es que la presencia Conchita Cintrón representa un parteaguas en la historia del toreo, puesto que si bien, la presencia de la mujer en los ruedos data de tiempos anteriores a la aparición de ella en el primer plano de la fiesta, es su actuar y la manera de hacerlo, lo que viene a dar un giro definitivo a lo que se considera la manera en la que las damas pueden participar en los festejos taurinos. En suma, Conchita Cintrón abre en definitiva la puerta a la mujer en los ruedos y demuestra de paso, que tienen las cualidades necesarias para destacar a la mayor altura en esto. Por ello es que Gregorio Corrochano escribió de ella en su día: El día que se baje del caballo se tendrán que subir a él muchos toreros.

Conchita Cintrón llegó a México el año de 1939, de la mano de El Rey del Temple, Jesús Solórzano, quien advirtiendo su potencial le organizó su primera campaña mexicana y de hecho, su ingreso profesional a la torería. La propia Diosa Rubia lo narra de la siguiente forma:

...apareció Jesús Solórzano, y con su entrada en el tentadero, tres vidas cambiaron de rumbo.

- Oiga Usted Da Camara - le oí decir una mañana al descansar con nosotros de su faena -; estos bueyes son muy marrajos. ¿Por qué no lleva usted a Conchita a mi tierra? ¡Allí podría torear ganado de casta!

- Sería una idea magnífica - asintió Ruy -; pero en Méjico no tengo las facilidades necesarias para una cosa así. Por eso había pensado más bien en la posibilidad de llevarla a Portugal o a España, donde tengo muchos amigos, aunque esto, por lo de la guerra civil, no sé cuándo será.

- ¡Vaya! - protestó Chucho -. En Méjico también hay buenos amigos y ganaderías. Mi cuñado es dueño de una de las ganaderías más grandes del mundo, y le aseguro que le ofrecerá las becerras que quiera... si quiere le arreglo un contrato que le pague a Conchita y sus acompañantes la estancia y los viajes de ida y vuelta. Se entrenaría en La Punta; después torearía en algunos pueblos, para terminar debutando en El Toreo de Méjico. ¿Qué le parece?

¡Hecho! - exclamó mi maestro -. Si el padre de Conchita está de acuerdo y si usted habla en Méjico con su cuñado y con la empresa, creo que sería un programa inmejorable; por mi parte estoy de acuerdo en embarcar…

Informador 24/12/1939
Al final de cuentas no resultó fácil hacerla debutar. El propio Solórzano tuvo que arrendar El Toreo por un par de tardes y constituirse en empresa para poder cumplir lo ofrecido y así, el 20 de agosto de 1939, Conchita Cintrón, Manuel Jiménez Chicuelín, Jesús Guerra Guerrita y su paisano Alejandro Montani daban cuenta de un encierro de Matancillas, propiedad precisamente de los señores Francisco y José C. Madrazo, cuñados del Rey del Temple.

Algo más de cuatro meses después, la víspera de la Navidad de 1939, don Ignacio García Aceves la llevó a su plaza de El Progreso, en la Perla de Occidente. En esta ocasión para formar cartel – no para alternar, pues lidiaba sus toros previo a los toreros de a pie – con Carlos Arruza, Jesús Guerra Guerrita y Andrés Blando. El encierro sería de la ganadería tlaxcalteca de Zacatepec.

La impresión que causó la torera peruana fue magnífica. La relación de los sucesos que apareció publicada en el diario Informador de Guadalajara al día siguiente, escrita por su cronista titular, Tío Castuera, refleja el gran interés y la emoción que la actuación de Conchita Cintrón generó. La parte medular de ella dice lo siguiente:


Ya era justo que la anhelante afición tapatía desbordara su entusiasmo en la plaza de El Progreso en alguna fiesta de las que han pasado ya en la presente temporada, en la cual, aunque se han puesto los factores necesarios para el éxito de las corridas, éstas no habían alcanzado el calor ni entusiasmo peculiar de la fiesta máxima, unas veces por culpa de los toros y otras en su mayoría, debido a la apatía de los concursantes.
Pero ayer todo se olvidó, ante la magnificencia del espectáculo que revivió todos sus fuertes tonos, lo bello y emocionante que encierra la brava fiesta y el público que llenó las graderías se sentía satisfecho en muchos de los pasajes de la corrida, como fueron los proporcionados con sus dos bichos por la torera peruana Conchita Cintrón, que fue una revelación de arte y de simpatía, ya que la chiquilla de Sudamérica realizó una verdadera labor de arte. La enorme voluntad de la debutante, y la resolución férrea de que hizo gala, fue bastante cuña para que apretaran los machos los novilleros que tenían que hacerse cargo de la segunda parte de la fiesta, y a esto sin duda alguna obedeció que todos echaran la casa por la ventana, porque no podían consentir que una persona del sexo débil, de cuerpo fino, pero con una alma entera y pujante, llegara a conjuntar los lauros del triunfo desde los primeros instantes que se pasó delante de sus enemigos, y que ellos los que también tenían que aparecer en la escena taurina, tuvieran que hacer el tristísimo papel de derrotados. Así pues, para que la fiesta saliera redonda cooperaron Carlos Arruza, Andrés Blando y Jesús Guerra, Guerrita.


Y pasemos a lo que vimos.


Desde que se abrieron las puertas de cuadrillas y estas aparecieron llevando al frente a Conchita, que montaba al caballo Ojitos para cruzar las arenas del vetusto coso, motivando la clarinada de entusiasmo del conjunto, los impresionantes movimientos fueron como augurios de que veríamos una fiesta de toros cabal y satisfactoria. La esperanza de todos los aficionados en que estaban fundados sus presagios, se fueron confirmando en cada instante que pasaba y que veíamos a la clásica peruana estirar los brazos con suavidad impecable para instrumentar los lances que tanto envidiarían cientos de coletudos que se remolinean en ruedos provincianos o pueblerinos.


El calor empieza a sentirse en el tendido, las exclamaciones de la gente nerviosa intensifican la sensación y las suertes consumadas con arte y con sabor levantan el alboroto para terminar con atronadores aplausos y dianas de la murga.


‘¡Qué corrida!’, gritaban los exaltados. ‘Sí lo que sigue ya no vale nada, nos damos por satisfechos.’, tal era el éxito que estaba alcanzando la torera de los ojos azules, que se había echado a los bolsillos de su corta guayabera al público tapatío.


También se colocó a gran altura como rejoneadora, porque siendo una hábil caballista, logró realizar su obra de elogiosa manera.


Como muletera también, señores, hay que hablar muy despacio; porque solo así se puede concebir la fuerza de su brazo dominador, que adornado de sus faenas con pases de aliño y apañados, llega al fin de la tarea con una seguridad como la de los buenos, dejándose ver de sus enemigos, echándose sobre los puñales de la fiera y sepultando el acero centímetro a centímetro para rubricar la muerte de sus toros con una facilidad suma. Pues esto que la obra de Conchita Cintrón para triunfar firmemente, la recordaremos con entusiasmo…


El encierro de don Daniel Muñoz destacó por su bravura y sobresalieron las actuaciones de Carlos Arruza y Andrés Blando. A Guerrita se le fue vivo el primero de su lote y escuchó dos avisos en el que cerró plaza. Me llama la atención la crónica del Tío Castuera en dos sentidos: el primero, en cuanto a que hace una evaluación bastante más amplia del toreo de capa y de muleta de Conchita Cintrón y en segundo término de que no hace referencia alguna a los trofeos obtenidos por los diestros actuantes, como dejando ver que dentro de lo valioso del conjunto de sus actuaciones, salían sobrando. Lo que merecía ser recordado era la torería que llevaban impregnada, no los retazos de toro que les pudieran haber sido entregados.

Así fue la presentación triunfal de Conchita Cintrón en Guadalajara, una ciudad en la que, primero establecería su centro de operaciones en México y posteriormente, ya retirada de los ruedos residiría por muchos años.

Apostilla final


Informador, Guadalajara, 20 de diciembre 1939

Como se ve del cuerpo de la crónica, El Progreso se llenó en un festejo novilleril. En Tepatitlán, – la tierra de Carnicerito, a menos de 50 kilómetros de Guadalajara –, se inauguraba una plaza de toros con dos carteles de tronío Balderas y Solórzano mano a mano en el primero – en la misma víspera de la Navidad – y el segundo con el mano a mano de Armillita y Silverio. No cabe duda de que cuando hay imaginación y buen gusto, las plazas se llenan, aunque haya competencia cerca.




lunes, 13 de diciembre de 2010

Presentación en sociedad

Este día sale a la luz un proyecto que hace algún tiempo tiene en preparación el amigo José Francisco Coello Ugalde. Se trata de la bitácora Aportaciones Histórico Taurinas Mexicanas, en las que Paco pondrá a disposición de la afición una serie de documentos y de reflexiones serias, acerca de la impronta que la Fiesta de los Toros ha tenido en México y en su Historia desde que los primeros hombres de a caballo pisaron el suelo nacional hace ya casi cinco siglos.

Del Editorial, que a modo de declaración de intenciones incluye en sus Aportaciones, copio lo siguiente:


…El presente es un proyecto de difusión y/o divulgación relacionado con la historia de la tauromaquia en México en lo particular, y del toreo en lo general, para lo cual es posible la existencia de sus diversas manifestaciones o expresiones culturales. La tauromaquia para uno en estado de extinción, para otro motivo de análisis y reflexiones, ha sido una forma de cultura atada a la larga noche de los tiempos –milenarios o seculares-, que necesita en estos justos momentos, la revisión que permite entenderla a la luz de la razón y el equilibrio. Será necesario sí, el pomo de las pasiones para dar, a este propósito –o despropósito-, los fines de su publicación. Nada mejor que acometer esta empresa en momentos difíciles como los que enfrente una forma de vida cotidiana ligada a muchos pueblos, culturas y civilizaciones.

En el caso particular de México, con casi 500 años de ser una historia vinculada a la historia misma de nuestro país, nos permitirá acercarnos un poco más para entender mejor el significado de la tauromaquia entre nosotros. Nunca mejor oportunidad como esta para que así ocurra…

El autor de Aportaciones

José Francisco Coello Ugalde es Ingeniero Mecánico Electricista, Maestro y Candidato a Doctor en Historia, habiendo presentado sus trabajos recepcionales para obtener estos dos últimos grados académicos sobre temas taurinos. El primero de ellos lleva por título Cuando el curso de la fiesta de toros en México, fue alterado en 1867 por una prohibición. Sentido del espectáculo entre lo histórico, estético y social durante el siglo XIX y el segundo, Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia.

Es autor o coautor de los libros: Un documento taurino de 1766. Interpretación histórica y reproducción facsimilar. México, 1994; Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, 1999; El bosque de Chapultepec: Un taurino de abolengo. México, 2001; Los Nuestros. Toreros de México desde la conquista hasta el siglo XXI. En colaboración con Marcial Fernández Pepe Malasombra. México, 2002 y Alfonso Ramírez El Calesero, El Poeta del Toreo. Aguascalientes, 2004, entre los más destacados.

En la actualidad es el Director del Centro de Estudios Taurinos de México, A.C., mismo a través del cual, en el año de 2006, propuso la celebración de un Diplomado Universitario en Tauromaquia, dirigido a los tres grados académicos provenientes del área de las ciencias sociales o afines, tales como: historia, antropología, etnología, ciencias políticas y sociales, filosofía, sociología o estética. El objetivo del diplomado sería la realización de un análisis profundo en torno a la tradición taurina de México, en el cual la academia sería el espacio adecuado para realizar un análisis sobre la importancia no sólo técnica o estética del toreo, sino también en las vertientes histórica, sociológica o antropológica, mismas que suponen el resultado de una fusión cuyo parto fue el difícil proceso de conquista. Después de ella (la conquista), se forjó una rica experiencia en diversos ámbitos que hoy se requiere desentrañar, con objeto de presentar sólidas contemplaciones del pasado, a la luz del presente y los diversos presupuestos que plantea el futuro.

Aunque debo aclarar que su hoja de servicios completa, la podrán encontrar en su bitácora y allí podrán apreciar a detalle su trayectoria como aficionado y como investigador.

El objetivo de Aportaciones

La idea que Paco Coello persigue con sus Aportaciones es el de llenar un hueco que él estima importante en la información taurina de nuestros días y que es precisamente el análisis de la trascendencia histórica de la Fiesta de los Toros en la vida de nuestro país y el dar a conocer el mismo:

…Finalmente, hasta donde he venido percibiendo, no hay una página web o “blog” dedicada o destinada a la divulgación de la historia del toreo en México, por lo que considero oportuna su puesta en marcha. Por eso es que este tendrá que ser un ejercicio objetivo cuya mejor apuesta es que los “navegantes”, entendidos o no en la materia; a favor o en contra de esa expresión comprendan su significado, valiéndome para ello de un lenguaje claro. Aún así, considero que será necesaria la herramienta de un diccionario o glosario que permita explicar el uso, contexto y connotación con el que se han de utilizar cada uno de los términos o palabras del lenguaje taurino…
Es por eso que me produce una gran alegría el tener la oportunidad de dar la bienvenida a Paco Coello a esta blogosfera (y al internet mismo) y recomendar ampliamente los contenidos de sus Aportaciones, realizadas con la pasión del aficionado, pero con el valor añadido del rigor del experto historiador. Las pueden visitar, consultar y disfrutar aquí:

domingo, 5 de diciembre de 2010

Un trono para El Gallo. La silla, pa' Morante...


La percepción de Roberto Domingo de El Gallo toreando
en una silla el 21 de abril de 1912  (La Lidia)

El 23 de mayo de este 2010, en una corrida matinal en Nimes se produjo algo que para muchos resultó un hecho inusitado. Toreando mano a mano con Javier Conde, pidió una silla para iniciar su faena al sexto de la mañana y sentado en ella dicen las crónicas, cerrado en tablas, le dio dos muletazos por alto, para después armar una faena que le valió el rabo del de Juan Pedro Domecq, tras de esperar, de nueva cuenta sedente, que doblara el toro tras la estocada que le dejó.

Inmediatamente surgieron las reminiscencias acerca de las viejas ilustraciones de La Lidia que ilustraban a Antonio Carmona El Gordito, citando para poner banderillas apropiadamente sentado, o de Rafael Gómez El Gallo, toreando de muleta de la misma manera y en un criterio que me parece reduccionista, se trajo a la discusión el pase de la silla del hijo del señó Fernando y se discutió brevemente sobre el momento en el que lo puso por primera vez sobre la arena. En ese aspecto, las opiniones parecieron coincidir en que ese pase de la silla lo ejecutó por primera vez el 30 de julio de 1918 en una despedida en Valencia, en festejo que para lidiar toros de los herederos de Vicente Martínez, alternó con Saleri y Joselito su hermano.

Pero la realidad es otra, el toreo en silla fue presentado en sociedad por Rafael el día 21 de abril de 1912 en la cuarta y última corrida de la Feria de Abril de Sevilla, cuando alternaba con Enrique Vargas Minuto y Rodolfo Gaona en la lidia de toros de Gregorio Campos. Fue un festejo que inició de manera accidentada, debido a que en el festejo del día anterior, tanto El Gallo como Gaona salieron mal con la afición. Relata el corresponsal del diario madrileño El País sobre el prolegómeno de la corrida:


Para la corrida de hoy la animación es, si cabe, mayor que en días anteriores. Se lidian toros de Campos por las cuadrillas del «chipilín» Minuto, del desconcertante Gallito y del mejicano Gaona. La plaza está completamente llena y los ánimos se hallan excitados por las desdichadas faenas de ayer. Antes de comenzar la corrida hay algunas «gofetás» entre gallistas y antigallistas. Hay unas niñas de Triana y de la Macarena capaces de trastornar á cualquier santo. El sol manda sus caricias. Sonríen las niñas, sonríen los turistas, sonreímos todos. Él pecho de la «afisión» se abre á la esperanza. ¿Qué hará el Gallo? ¿Qué hará Gaona? En el paseo de las cuadrillas se desmaya una señora que está enamorada de Minuto, y el «respetable» silba á los espadas...
Imagen aparecida en el suplemento de ABC, Toros y Toreros
28 de abril de 1912

El quinto toro de la tarde es en el que El Gallo realiza el toreo en la silla. Las distintas relaciones son coincidentes en que inicia la faena con un muletazo sentado en ella y después da otros. El Heraldo de Madrid, El Liberal, y El Defensor de Granada señalan que al ir ganando terreno al toro – es decir, no lo dejaba pasar solamente, sino que toreaba – llevó la silla en la mano para seguir toreando sentado en ella. El País, el suplemento semanal Toros y Toreros de ABC, La Gaceta del Sur de Granada, El Imparcial y La Lidia no consignan ese hecho. De las crónicas que menciono, tomo la de El Liberal, que dice en lo medular lo siguiente: 
…En el quinto volvió á coger las banderillas el Gallo, poniendo tres pares. Luego pidió una silla, dando el primer pase natural sentado en ella; dio otros llevando la silla cogida de una mano, y soltándola continuó su faena pasándose la muleta por la espalda, acabando con cuatro pinchazos, dos de ellos en la cruz, y descabelló a pulso a la segunda…
El ABC de Madrid lo relata de la siguiente forma:
Después de oír palmas en quites, cogió Gallito los palos y colocó tres pares, el último muy bueno. Al matar, brindó á los espectadores del sol; pidió una silla, y dio cuatro pases sentándose en distinto terreno al dar cada uno de ellos, por lo que oyó una ovación. Otros pases dio cambiándose la muleta por la espalda, resultando, la faena muy bonita en conjunto. En cuanto el toro juntó las manos, entró derecho con un buen pinchazo. Otros dos más, quedándosele el toro; otro, y otro después, descabellando á la segunda. El público tributó á Gallito una gran ovación. Salió el sexto cuando aún duraba la ovación á Gallito...
Así pues, la incorporación del toreo en silla – que no del pase de la silla – a la tauromaquia de Rafael El Gallo – pese a que Cossío afirme que es solo toreo de adorno –, se da ese 21 de abril de 1912 en Sevilla, pues existen testimonios de que cuando los toros se prestaban lo hacía tal como la crónica de Valencia de 1918, además de que existen también testimonios gráficos de que lo repitió en Barcelona después de esa despedida.

Roberto Domingo capturó ese momento, que después fue reproducido en un cartel de La Lidia y que así es explicado en la sección Nuestras planas en color del ejemplar correspondiente al 23 de junio de 1914:
El «Gallo» muleteando en Sevilla sentado en una silla. El 21 de Abril de 1912, se verificó en Sevilla la cuarta y última corrida de aquella feria, lidiándose seis toros de don Gregorio Campos por las cuadrillas de 'Minuto', el 'Gallo' y Gaona. Rafael – que vestía precioso terno hueso y oro y cabos rosa – quedó superiormente en las verónicas y los quites, así como en dos buenos pares de banderillas y una excelente faena de muleta al segundo de la tarde, derrochando valentía. Le atizó media estocada inmejorable y hubo ovación y vuelta al ruedo. Y salió el quinto, bonito ejemplar retinto lucero, y el Gallo le colgó tres buenos pares, y luego, pidiendo una silla, se sentó y dio al burel varios artísticos pases, continuando de pie la hermosa faena en la que intercaló naturales cambiándose la muleta de mano por la espalda. La ovación fue delirante. El inimitable pincel de Roberto Domingo nos ofrece el momento de un pase de trinchera en la silla. Rodolfo Gaona estuvo colosal en esa corrida. Minuto, Gallo, Gaona. Toros de Gregorio Campos.
Así de creativo era Rafael. Luis Rodríguez Rivas, un furibundo gallista, escribía esto en 1917 en un debate epistolar en las páginas de La Lidia con el Notario sevillano don Luis Bollaín:

…le llamamos genio porque sin serlo no podría... dominar al público como le domina, tenerle pendiente de su mágica muleta, hacerle pedir, con deseo quizá superior á su propia, voluntad, que no mate, que siga toreando, que no termine nunca la delicada obra que, con inspiración sobrenatural, está cincelando y que nos admira hasta el punto de conseguir que en la fiesta más alegre y donde más personas de diferentes clases y culturas se reúnen, se haga un silencio sepulcral que permite oír el jadear anhelante del toro y el respirar cansado del brujo que produce en nosotros tan encontrados sentimientos, silencio que parece mayor antes de sonar el crujido de la plaza toda que no puede contener por más tiempo el estado nervioso á que estaba sometida y desea exteriorizar con fuerza, con vehemencia, con entusiasmo apocalíptico, el sentimiento de admiración que produce el soberano artista, el incomparable artífice del toreo…

La silla de Morante

Morante de la Puebla dijo después de lo de Nimes, que entrenó lo de la silla y que cuando se pudo lo llevó a cabo. Y seguramente lo tendría pensado, en cuanto un toro tuviera las cualidades para ello. Pero una golondrina no hace verano. La diferencia entre hacerlo una vez y llevarlo en la espuerta es grande. Pero mejor lo explica don Antonio Burgos:
…Roberto Domingo tiene pintado a Rafael el Gallo como un dios romano con calva de mármol, dando un muletazo a dos manos desde el trono de una silla de enea. Como don Antonio Chacón había enseñado a los flamencos a cantar sentados, el Divino Rafael en la silla era como una soleá en ayudados por alto. Muchos toreros han querido luego seguir al Gallo…
Pero una cosa es seguirlo y otra cosa es llegar a ser cómo él y para ello, se requiere más, mucho más que una simple silla, porque al final de cuentas, hasta Alejandro Talavante, en vía de cachondeo, toreó con una silla, que no es lo mismo que torear sedente en ella y sí no, véase el vídeo que está en esta ubicación.

Al final de cuentas, la realidad es que el toreo y su historia le deben un trono a Rafael El Gallo. Dejemos a un lado las bagatelas que le proclamara en su día F. Bleu y busquemos su real esencia, su sustancia, porque es mucha. Y a Morante… a Morante, dejémosle su silla.

8 de diciembre de 2010. Edito. El vídeo de lo de Morante de la Puebla en Nimes lo pueden ver pulsando aquí.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Detrás de un cartel (IV)

En una entrada anterior, también referida a un festejo celebrado en La Maestranza, decía que un cartel de toros puede ser apreciado desde muchas aristas. Hoy agrego que también pueden ser muy variados los recuerdos que traiga a aquellos que vean el cartel después de tiempo, sea porque asistieron al festejo y les trae a la memoria momentos vividos o porque sin haber estado en la plaza, o se conoce a alguno de los que en él participaron o se mantienen recuerdos con hechos posteriores que guardan relación con él.

El domingo 20 de mayo de 1956 se anunció una novillada, seguramente dentro del abono de la temporada sevillana, que vería la presentación de un torero madrileño, de dinastía, como lo es el caso de Félix Saugar Pirri y la actuación de otros dos que estaban ya prontos a tomar la alternativa uno andaluz, Juan Antonio Romero ya conocido como El Ciclón de Jerez – como podemos ver, el remoquete no es ni novedoso, ni exclusivo del que actualmente lo usufructúa – y el otro, sudamericano, de Colombia, Pepe Cáceres, que unos meses después, en esa misma arena, sería elevado a la categoría de matador de toros.

Los toros

Para la ocasión la Empresa Pagés puso un encierro de los herederos de Baldomero Sánchez y Sánchez, vacada que inicialmente se formó a partir de un lote de ganado de la legendaria de Aleas que se cedió a Emilia García – Aleas. Baldomero Sánchez lo adquirió en 1948 y le agregó simiente de Carlos Núñez y cuando fallece en 1955, se anuncia a nombre de sus herederos, que la enajenan en 1956 a José Luis Hidalgo Rincón. Tras pasar por diversas manos, entre ellas las de José Luis Martín Berrocal, llega a las de Juan Antonio Ruiz Espartaco, a cuyo nombre se lidia en la actualidad, cambiando la base ganadera, por la de Domecq.

La tarde que me tiene delante de Ustedes en la relación que presentó Gómez Bajuelo a los lectores del diario ABC de Sevilla, refiere acerca del encierro, estos reveladores conceptos:


Magnífica presentación de novillada: ¿Quién dijo que las gentes no eran aficionados al toro? Se ha dicho y creo que se ha escrito. Quedaban tan solo los viejos aficionados. Los de ahora mostraban su preferencia por la res liviana y cómoda, propicia al toreo moderno. Se hablaba de la humanización de la fiesta y se resumía el concepto en la frase de que con el toro antiguo no se podía ejecutar el toreo de hoy. Sin embargo, el domingo ocurrió algo muy distinto, que nos encauza a revisar ciertas afirmaciones. Ocurrió que los herederos de don Baldomero Sánchez enviaron una novillada de peso, poderosa y alta de cabeza... El salto a la areba de estos bichos provocó, súbitamente, una reacción admirativa en el público, corrieron aires de emoción por el graderío. Tono de revalorización de la fiesta y asentimiento clamoroso en la presencia y en algunos arrastres, canalizados hacia el palco ganadero. Y si la alegre y poderosa acometida no tuvo... una continuación de bravura, considérese que los novillos son desechos de tienta... Constituyó, pues, un éxito la presentación... Y en bravura y genio brilló, por encima de todos, el que abrió plaza...

Félix Saugar, Pirri

Pirri: 9 tardes en Las Ventas y 16 en La Chata
Decía que Félix Saugar es un torero de dinastía. Y es que su padre y sus hermanos se han dedicado a ser toreros, aprendiendo en el viejo matadero de Madrid, el de Legazpi, en donde Félix, Emilio, Manolo y Lorenzo Saugar conocieron las primeras letras ante los toros que encontraron la muerte sin el brillo ni la gloria de las plazas de toros.


Emilio y Lorenzo fueron desde siempre hombres de plata. Félix intentó ser matador de toros, pero como lo cuenta él mismo en un espléndido reportaje de Vicente Zabala Portolés que nos presenta Paco Abad en su Aula Taurina de Granada, los toros le castigaron mucho y pronto. Por eso empleó las enseñanzas obtenidas en ser un extraordinario subalterno, porque llevar a un Pirri en la cuadrilla hoy y siempre, ha sido una seguridad y un lujo.

Los vigentes Pablo – él sí llegó a matador de toros –, David y Víctor Hugo confirman esa gran calidad con la capa y con los palos y es recurrente el apellido Saugar o el apodo Pirri yendo de fijos en cuadrillas de toreros como Luis Miguel Dominguín, Pedrín Benjumea, José María Manzanares, El Soro, César Jiménez o El Cid.

De su actuación esta tarde, Gómez Bajuelo, en la crónica en cita, destaca lo siguiente:


El debut del 'Pirri': Hizo su presentación en esta plaza Félix Saugar ‘Pirri’, precedido de fama por sus actuaciones en las plazas nórdicas. Le tocó el primero de la tarde, bonito, levantado de cabeza, acometiendo con alegría... En este novillo, el ‘Pirri’ causó muy biena impresión... el genio del animal encontró el reductor de unos doblones eficaces del torero, sin perderle la cara al astado. Hubo aguante en los primeros redondos, aplaudidos por el respetable, y después, la excelente ejecución de cuatro redondos, ligados con el de pecho, provocaron la ovación y los sones de la música... Buena faena, en la que el torero no se dejó dominar por el temperamento del novillo... El ‘Pirri’ salió al tercio a saludar...

El Ciclón de Jerez

El torero jerezano volvía a Sevilla. Por lo que narra Gómez Bajuelo en su presentación no había confirmado la fama que se había labrado toreando por fuera, pues califica su paso por allí de borroso y desvaído. En esta oportunidad le va a resaltar lo que sería la divisa de su paso por los ruedos, el ánimo y la voluntad, aquellas virtudes que motivaron a Manolo Liaño, a llamarle hace ya once lustros El Ciclón de Jerez. Juan de la Plata escribe al respecto en su Historia del Toreo en Jerez:


…Juan Antonio Romero recibiría el sobrenombre de ‘El Ciclón de Jerez’, acertadamente impuesto por el crítico taurino del diario ‘Ayer’, Manolo Liaño. Sobrenombre muy bien aceptado por el torero, que lo utilizaría en su propaganda, y que sería recogido y aprovechado por los empresarios, que a partir de entonces, lo colocarían bajo su nombre, en los carteles de las numerosas corridas que llegaría a torear…



¡12 orejas, 3 rabos y 1 pata!
Ese toreo alegre en todos los tercios, le vuelve el amo del Rincón del Sur y así, el 17 de julio de 1955 acomete la hazaña de torear 3 festejos en un día, en San Fernando al mediodía, en Jerez por la tarde y en Cádiz en la noche, redondeando una terna de triunfos reflejados en 12 orejas, 3 rabos y una pata. Vistió el mismo terno grana y oro, el que después ofrendó a la Virgen de la Merced, patrona de Jerez. Sus alternantes en distintas combinaciones fueron Chano Rodríguez, El Pío y mi paisano Joselito Huerta.  Este episodio también lo recuerda con emoción don Marciano Breña Galán en su bitácora De España Hasta los Cantares.

Tras de tomar la alternativa en 1956, permanece en ese escalafón hasta 1961, pues en 1962 y hasta el 68, pasa a formar con los hombres de plata, siendo parte de las cuadrillas de Antonio Ordóñez, Victoriano Valencia y Luis Parra Jerezano. En 1966 vuelve a tomar muleta y estoque, permaneciendo en el escalafón mayor hasta 1968, cuando vuelve a vestir la plata para formar parte de la plantilla de Miguelín y de Currillo. Fallece a causa de una larga enfermedad el 29 de diciembre de 1974, a los 42 años.

Manolo Liaño reflexionó en diciembre del año 2000 lo que fue el paso por los ruedos de este torero de la siguiente manera:


Juan Antonio Romero fue el más claro ejemplo de profesionalidad, de entrega total y honradez… fue uno de los toreros más taquilleros de la segunda mitad del siglo que se nos va de las manos. Para las empresas, un cheque al portador. Como lo fueron en su tiempo ‘Litri’ y Aparicio, ‘El Cordobés’, Paco Ojeda y como lo es hoy en día ‘El Juli’…

Pepe Cáceres

Al único que vi en los ruedos fue a Pepe Cáceres. Fue la tarde del 6 de mayo de 1973 en la Plaza de San Marcos, en la última corrida de nuestra Feria de Abril de ese año. Es una de las tardes que se me han quedado en la memoria, porque en ella Rafael Gil Rafaelillo realizó una de las faenas más grandes que he visto en mi vida. Ese día Pepe Cáceres estuvo aseado, pero sin fortuna y es que el primero de su lote le pegó un cornalón a su peón Manolo Pérez, prensándolo contra las tablas del burladero que queda abajo del tendido de sol, al salir de un par de banderillas. Tras de ello, el torero colombiano pareció tener la mente en otro lugar.

Pero esta tarde de diecisiete años antes, la historia era otra. Estaba en pleno asalto a la cumbre y repitió triunfo en la Maestranza, cortando una oreja y dando un par de vueltas al ruedo tras de terminar con el sexto, que brindó nada menos que a Juan Belmonte. Y lo sacaron en hombros, porque como escribe don Antonio Burgos:



...Por la calle Iris. Como siempre se han sacado a los toreros en Sevilla, antes de la moda del mito del cuento del envergue de tanta Puerta del Príncipe… O por la del Príncipe o ninguna, parecen decir. No quieren salir por la calle Iris, como no sea andando y hacia el cochecuadrillas aparcado en la calle Antonia Díaz… Cuando por la calle Iris, y a hombros hasta el Hotel Cecil Oriente donde se vistió, salió Curro Romero la tarde de su debú y su triunfo con «Radiador» de Benítez Cubero. Por la calle Iris han salido a hombros Manolete y Arruza, y Antonio Ordóñez, y Pepín Martín Vázquez, y Pepe Luis Vázquez, y Chicuelo. Entonces era lo normal. Por eso la otra noche daba gloria ver a los chavales compañeros del novillero triunfador que se echaron al ruedo y lo sacaron a hombros por la calle Iris, y por Antonia Díaz lo llevaron hasta el hotel. Recuperada la costumbre, conviene, pues, aclarar que aquí no está prohibido sacar a un torero a hombros por la calle Iris. Aunque parezca lo contrario...

Su affaire con Sevilla continuaría, tanto, que el 30 de septiembre de ese mismo año, don Antonio Bienvenida le haría matador de toros en ese mismo ruedo cediéndole al toro Secretario de don Joaquín Buendía, delante de José María Martorell. Iniciaba así una larga trayectoria en los ruedos que se prolongaría durante tres décadas y una miajita más.



Pepe Cáceres, dice Gloria Sánchez – Grande, acabó mal. El día 20 de julio de 1987, el toro Monín, de la ganadería de San Esteban de las Ovejas le infirió una cornada en el tórax en la plaza de Sogamoso – misma que hoy lleva su nombre – y a causa de esa herida falleció en Bogotá el 16 de agosto siguiente. Un interesante reportaje sobre el final de este torero, – publicado en La Revista de la Asociación Taurina Cultural, que es quizás el más clásico que ha dado Colombia –, lo pueden leer entre las Cosas de Toros de Cordoncillo.

La letra pequeña: El Coli

Así apareció en La Vanguardia de Barcelona
En la parte del cartel dedicada a informar los nombres de los que integran las cuadrillas de los diestros actuantes, aparece un nombre que me llamó la atención, el del banderillero gitano Manuel Leyton El Coli, que iba en la cuadrilla de Juan Antonio Romero. Este nombre lo conocí por voz de mi paisano Jesús Delgadillo El Estudiante, quien actuó en la tarde del 15 de agosto de 1964 en Las Ventas, con José González Copano y José Teruel El Pepe, cuando el pitón de Cuatrero de Ángel Rodríguez de Arce le penetró por un costado y le hizo llegar sin vida a la enfermería.

Andrés Travesí escribió una extraordinaria pieza, casi una oración fúnebre en la edición del ABC madrileño del día siguiente de la tragedia, de la que extraigo lo siguiente:


‘El Coli’, Manuel Leyton, ‘El Coli’, esperó a ‘Cuatrero’ – un nombre para la historia dramática de los toros: negro bragao, número 88, de la ganadería de don Ángel Rodríguez de Arce, de El Espinar – con el capote desplegado. El novillo, un cuatreño con cuajo de toro, había rebrincado al pisar la arena, tenía poder en su poderosa cabeza y llevaba la muerte en sus afilados cuernos. ‘El Coli’ le tanteó por la izquierda: ‘Cuatrero’ se revolvió pronto y acudió al engaño. Buscó el cuerpo. ‘El Coli’, Manuel Leyton, ‘El Coli’ – un nombre para la historia dramática del toreo – cayó al suelo pesadamente, de bruces. ‘El Coli’ quedó inmóvil. En el suelo, por debajo de la chaquetilla, le prendieron de nuevo los afilados puñales de ‘Cuatrero’... ‘El Coli’, en un último y supremo esfuerzo, se incorporó levemente. Fue un instante de angustia que muy pocos espectadores, distraída su atención por los azares de la lidia, pudieron percibir. ‘El Coli’ se derrumbó definitivamente. Cuando lo recogieron no llevaba sangre en su traje de luto, pero llevaba ya la muerte en el alma...


El escueto parte médico del doctor Jiménez Guinea dice así:

Durante la lidia del primer novillo, el banderillero Manuel Leyton Peña, 'El Coli', ingresó en la enfermería ya cadáver, con una herida por asta de toro en la región costolumbar del lado izquierdo.

La novillada se suspendió tras del arrastre del tercero de la infausta tarde.

También El Coli acabó mal. Y cómo Pepe Cáceres, entró a la gloria taurina, pero por la angosta puerta del sepulcro.

Y termino

Las historias que hay detrás de un cartel se entrelazan y nos presentan aristas de la vida de los personajes que lo integran que van más allá del festejo que se anuncia. Algunas de las historias de este cartel de hace 54 años son las que pongo aquí. Espero no haberme extendido más allá de lo medianamente razonable.

Aldeanos