viernes, 12 de junio de 2009

¡Feliz Aniversario!


Fundada en 1949, la Peña Taurina Los Aficionados de Los Ángeles resulta ser la más longeva de los Estados Unidos de América. Como se señala en su sitio web, nace como un resultado natural de la cercanía de la ciudad de Los Ángeles con la frontera mexicana y de la conciencia existente en su comunidad de que la cultura mexicana es parte integrante de su ser.

Los Aficionados nace precisamente en la transición que se da de la Edad de Oro a la de Plata del toreo en México, cuando sin complejos, los astros cinematográficos preferían ir de Hollywood, en las cercanías de Los Ángeles, a Tijuana, a disfrutar de una tarde de toros y después de una intensa velada en el Casino de Agua Caliente en esa ciudad, departiendo con El Soldado, Garza, Luis Procuna o Jesús Córdoba, que ir a Las Vegas. Eso llevaba gente a las plazas, de ambos lados de la frontera. Son muchas las anécdotas que se cuentan de la presencia de las estrellas de cine en los toros en Tijuana. Hoy, eso no es considerado políticamente correcto y por ello, impensable.

Inicialmente las reuniones de Los Aficionados fueron bimestrales y en la actualidad los integrantes de la agrupación tienen una sesión mensual en la que discuten y comentan diversos temas de la actualidad de la Fiesta a ambos lados del Atlántico, por lo general se procura tener un invitado especial en esas reuniones y entre ellos se cuenta al Doctor Alfonso Gaona, al Mayor Salvador López Hurtado, a los matadores de toros José Ramón Tirado, David Silveti, Eliseo El Charro Gómez, Alfonso Ramírez Calesero, al cineasta Budd Boetticher, al escritor Barnaby Conrad y muchos otros personajes que han ocurrido a transmitir a la afición angelina el ser y el sentir de la fiesta de los toros.

Los Aficionados de Los Ángeles han sido anfitriones de siete convenciones de la Asociación Nacional Americana de Clubes Taurinos (NATC), mismas que se han verificado en territorio de Mexico los años de 1983 en San Miguel de Allende, 1984 en San Luis Potosí, 1989, 1991, 1997 y 2006 en Aguascalientes y 1985, 2001, 2003 y 2007 en Tlaxcala. Cabe resaltar que cinco miembros de Los Aficionados de Los Ángeles han ocupado la presidencia de la NATC y el actual, Arturo Díaz, es igualmente socio de esta Agrupación.

Los Aficionados publican un boletín informativo mensual en el que aparte de dar a conocer las actividades de la Peña, ven la luz aportaciones literarias de varios de sus miembros y de autores invitados, tanto en lengua inglesa como en la española, procurando siempre cubrir tanto los aspectos de actualidad como los históricos de mayor interés para los aficionados, mantienen y sitio web propio y han recibido diversos galardones, como la Medalla de Plata al Mérito Taurino que otorga la Real Federación Taurina de España.

Este día 13 de junio se lleva a cabo la celebración del LX Aniversario de la fundación de este colectivo de aficionados, que disfruta de la Fiesta y la difunde de una manera desinteresada. Desde aquí mi enhorabuena a su incansable Presidenta Jimee Petrich, a su Vicepresidenta Dolores Merino y su inseparable John Hofert, a la torera retirada Rosita Morales, a Bill Reid, a Salvador Contreras, a Hugh Hosch, a Michael Schaefer y a todos los que hoy y siempre, con su incansable actividad han hecho posible que la fiesta siga adelante en todo el mundo. ¡Enhorabuena!







jueves, 11 de junio de 2009

Novilleros mexicanos triunfadores en Madrid en las últimas seis décadas


A veces conviene repasar la historia, pues al recorrer sus páginas nos encontramos nombres y sucesos interesantes, que son parte de la argamasa que mantiene unido ese gran edificio que es la Fiesta de los Toros. Hoy en particular, hago este recordatorio, porque para un novillero, obtener una oreja en Madrid, no es cosa de todos los días, sobre todo, cuando vemos que en los últimos tiempos el tránsito de noveles de un lado a otro del Atlántico apenas se empieza a reasumir, cuando hubo algún tiempo, en que para los de aquí y los de allá, el comparecer en las principales plazas de ambos países era prácticamente mandatorio.

Hoy parece ser que se recupera esa interesante costumbre, que nos permite ver prácticamente desde el embrión, a quienes tienen por idea la de encabezar la torería de sus respectivas patrias, dejándonos la oportunidad de calibrar sus posibilidades y de ir adquiriendo el gusto por verles, lo que entre paréntesis, me parece una buena forma de inducción al gusto de la afición.


Pero el objeto de estas líneas es otro. Es el comentar cuales novilleros mexicanos han alcanzado el significativo logro de obtener al menos una oreja en la Plaza de Las Ventas, a partir de la segunda mitad del pasado siglo y son los siguientes:

1956. Del puerto de Mazatlán, José Ramón Tirado cortó tres orejas en una semana; la primera, el 8 de julio a un novillo de don Atanasio Fernández, cuando alternaba con el maño Fermín Murillo y Paco Pita; la segunda, cuatro días después, acartelado con Pepe Cáceres y Victoriano Valencia, se llevó otra oreja de un novillo de la misma procedencia y cerró su cuenta el 15 del mismo mes, abriendo la puerta grande al llevarse dos orejas de su segundo novillo de Garro y Díaz Guerra, cuando alternó con Juan Jiménez El Trianero y de nuevo el colombiano Pepe Cáceres.


1962. El 29 de junio el fino torero regiomontano Fernando de la Peña, se lleva la oreja del tercero de la tarde, de Ana Peña, siendo sus compañeros de cartel Antonio León y José Luis Barrero. El 26 de agosto, será el turno de Óscar Realme, que alternaba con Rafael Montero Rafaelete y Pepe Mata y obtendrá la oreja de su primer novillo, que llevaba el legendario hierro de don Manuel García – Aleas.

1963. Es de nueva cuenta Fernando de la Peña quien abre la senda de los triunfos, cuando se lleva una oreja de un novillo del Marqués de Albaserrada el día 1º de mayo, acartelado con Antonio Medina y Efraín Girón. Posteriormente el 1º de septiembre, un torero de dinastía, Mauro Liceaga formando cartel con Francisco Raigón y José Ortas, se lleva una oreja de un novillo de Samuel Flores.

1964. El acapulqueño Antonio Sánchez Porteño, abre la Puerta Grande el día 31 de mayo, cuando se lleva dos orejas de su primer novillo del Marqués de Albayda, en tarde que alternó con José Luis Barrero y Antonio Sánchez Fuentes. Es el único que asegundó el logró de José Ramón Tirado de casi una década antes.

Es el mismo 1964 y el día 19 de julio, el hidrocálido Jesús Delgadillo El Estudiante, corta una oreja a un novillo de Luis Frías Piqueras, cuando hizo terna con Eduardo Ordóñez y José González Copano.

1966. – Es el hijo de El Rey del Temple, Jesús Solórzano Pesado, quien continúa con esta relación de triunfos, al obtener la oreja del tercero de la tarde de Sotillo Gutiérrez, cuando formaba cartel con Manuel Linares y José Ramón Lafuente el 18 de julio de ese calendario.

1977. – Algo más de una década después, es el torero de la colonia La Joya, José Luis Ortega, logrará en dos domingos seguidos la hazaña y así, en su presentación, el 4 de septiembre, cuando se acarteló con Eladio Peralvo y Pedro Somolinos, se llevó la oreja del sobrero de El Jaral de la Mira que cerró plaza y a los siete días exactos, se volvió a llevar otra, ahora del quinto de los Hermanos García Romero, que lidió en unión de Manolo Sales y Pepe Luis Chaves.

2000. – Veintitrés años pasaron entre la anterior oreja y la siguiente, que correspondió al tapatío Antonio Bricio, que integrando terna con Luis Vilches y Torres López, el día 21 de julio, obtuvo la oreja del tercero de la tarde de la ganadería debutante de Román Sorando.

2007. – Domingo 16 de septiembre, día de la Independencia Nacional. Octavio García El Payo, de Querétaro, corta una oreja al cuarto de la tarde de la ganadería de Hermanos Torres Gallego, cuando alternaba con Alberto Lamelas y Salvador García.

2008. – Domingo 6 de abril, el novillero de Aguascalientes, Mario Aguilar, corta la oreja al sexto de Martelilla, en tarde que formó cartel con Agustín de Espartinas y Eliseo Gallardo. Este trofeo fue el primero de la temporada en la plaza de Las Ventas y el segundo para un diestro hidrocálido de este escalafón en este periodo de tiempo.

2009. – Jueves 11 de junio, Festividad del Corpus. Arturo Saldívar, novillero hidrocálido que entró al cartel en sustitución del originalmente anunciado José Manuel Más, corta la oreja al cuarto de los novillos de Hermanos Torres Gallego, en tarde que actuó junto a Francisco Pajares y Ernesto Javier Tapia Calita, en un curioso cartel en el que dos novilleros mexicanos se conjuntaron en un mismo cartel en la principal plaza de toros del mundo.

En total son doce los compatriotas que han cortado orejas en Madrid en el último medio siglo. Solo José Ramón Tirado y Porteño abrieron la Puerta Grande y los únicos que lograron repetir su hazaña con más de una tarde cortando apéndices, fueron el propio Tirado, Fernando de la Peña y el capitalino José Luis Ortega.

Debo destacar que los tres últimos triunfadores son producto del proyecto de formación taurina Tauromagia iniciado en México por un grupo de taurinos que integraron entre otros Enrique Martín Arranz, Carlos Neila, Julio Esponda, Manuel Villalvazo Baz, Juan Cubero, Alberto Elvira y otros destacados personajes de la fiesta de aquí y de allá que vinieron a México a buscar talento que formar para destacar en los ruedos.

Por último, también recalco que las dos últimas orejas cortadas por novilleros mexicanos en Madrid, fueron concedidas a dos toreros de Aguascalientes, orgullosamente hidrocálidos, quizás llamados a tomar el testigo dejado por otros toreros de esta tierra que tuvieron vocación y carácter de figuras del toreo como Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes o Miguel Espinosa Armillita Chico.

sábado, 6 de junio de 2009

Hemos perdido un torero…


Mi acercamiento a Luis Francisco Esplá ha sido únicamente televisivo y literario. Una de las tardes de toros en la tele que más he disfrutado en compañía de mi padre ha sido la del 6 de marzo de 1997 – hace algo más de una docena de años de lo de ayer –, desde Castellón, cuando ante toros de Victorino Martín, Esplá, Pepín Liria y El Tato dieron una tarde de grandes dimensiones y en ella, Luis Francisco me dejó ver una esencia torera muy poco frecuente en estos tiempos que corren.

Ayer terminó, al menos para Madrid, una trayectoria que pudiéramos calificar de longeva. Tres décadas de vestir el terno de luces es un lapso temporal que pocos diestros cubren con la brillantez y la dignidad que el hijo de Paquito Esplá ha llevado su ministerio, no obstante que alguno le calificara alguna vez de tener la apariencia de ser un mal discípulo del Papa Negro o que un punzante Alfonso Navalón le llamara titiritero, pero aún esos que le expresaron su desacuerdo tuvieron que convenir en que en su porte y en su comportamiento había un aire de torería que no era común en su tiempo y que pronto se fue acentuando, volviéndose más notorio, más extraño a los usos corrientes.

Tras de que anunció su decisión de irse de los ruedos este año, se le criticó su decisión de hacer esta postrera campaña con encierros calificados de comerciales, dejando de lado los peyorativamente llamados duros o toristas con los que nos dejó verle en su madurez. Ayer esa decisión se vio recompensada con su gran faena a Beato, en la que de haber vivido don Alfonso - que se distinguió siempre por su honestidad -, seguramente hubiera rectificado lo del titiritero, pues la faena del adiós fue completa y emotiva, de un torero en plenitud, que es como deben de irse los que visten de seda y alamares.

Hace algo más de cuatro décadas, cuando se despidió un Poeta de los ruedos, Calesero, Manuel García Santos escribió un sentido editorial titulado Se ha perdido un capote, mismo del que haciendo paráfrasis me ha servido para titular estas ideas. De ese editorial, me hurto estas líneas:

“…Se ha perdido un capote. Como hace mucha falta, se gratificará espléndidamente a quien lo encuentre y lo entregue en el albero de una plaza de toros…

…¡Buscarlo porque se trata de un Stradivarius, de un incunable, de un tesoro y una leyenda!...

Buscarlo… Al que lo encuentre, además de gratificarlo, le espera la gloria, el dinero… y la inmortalidad”.



Aquí hemos perdido un torero y la batalla por recuperarlo será larga, porque como decía García Santos, los toreros de ese cuño no surgen todos los días, son en efecto, casi incunables. Pero seguramente en algún villorrio perdido, ya está algún jovencito deseando ser torero y aprendiendo a atesorar y a respetar los valores de torería que Luis Francisco Esplá lució y defendió por alrededor de tres décadas.


La primera corrida de toros que vi con uso de razón fue precisamente la despedida de Calesero, será por eso que me producen siempre estos fastos una agridulce sensación, aunque sea a la distancia y eso que no hay allá como aquí puñaladas sentimentales como Las Golondrinas y otros añadidos sintéticos que le ponen más emoción, pero le restan autenticidad al hecho.

Ojalá que el guerrero encuentre un buen reposo, que lo tiene bien merecido.

La fotografía que ilustra esta entrada es obra de Rosa Jiménez Cano y la uso con su autorización.

domingo, 31 de mayo de 2009

¡Los dos solos!: Como era antes y como es hoy

Ha terminado la Feria de San Isidro y hay mucho material para la reflexión. El éxito se apareció muy de momento en momento en la Plaza de Las Ventas y los momentos amargos fueron los que se sucedieron con más regularidad de la que todos quisiéramos y confirmando al final, que los presagios que se hicieron sobre la inadecuada y cicatera confección del serial, tenían fundamento lógico y que solo era cuestión de tiempo su confirmación.

En el entretiempo de la Feria de Abril de Sevilla y la de Madrid, comenzó a circular la especie de que en septiembre se daría en el Coliseo Romano de Nimes, un mano a mano entre dos de los toreros ausentes del ciclo de Madrid y que en consecuencia Enrique Ponce y José Tomás dirimirían ante los toros las diferencias que mediáticamente han hecho públicas.


La nota esencial que de esto se puede deducir sería que después de hablarse por años de vetos, de ventajas tiradas en los despachos, de evasiones premeditadas y de otras cuestiones que a la hora de la verdad poco o ningún sustento tienen, los directamente involucrados darían su versión en el lugar en donde realizan su principal forma de expresión: el ruedo de una plaza de toros.

El anuncio de esa posibilidad induce a la reflexión. El encuentro de esos dos toreros en una corrida de toros, que sin duda han de ser los que más atractivo de taquilla representan en este momento, es uno que se gestó en los medios. Antes, ese tipo de enfrentamientos se barruntaban en el ruedo, delante de los toros y de cara a la afición, que era la que los exigía. Hoy, tal parece que es a dimes y diretes como se gestionan las carreras de los toreros. Y parece ser que si es en la prensa rosa, mucho mejor.


Hace ya algunos ayeres sucedió un hecho, en Madrid mismo, en el que al mediar una corrida de toros, la afición congregada en la Plaza de la Carretera de Aragón, pedía a la empresa la actuación de dos diestros solos. Recurro a la Hemeroteca y a la Biblioteca y paso a contarles…

El 21 de junio de 1917 tuvo lugar en la vieja plaza de Madrid la Corrida del Montepío de Toreros, fasto que anualmente se celebraba para fondear a la mutualidad que se hacía cargo de costear los costos que generaba la estancia hospitalaria y la inacción de los diestros heridos. La fundación de la Asociación Benéfica de Auxilios Mutuos de Toreros – es su nombre oficial – se debe principalmente a la iniciativa de Ricardo Torres Bombita, que toma en 1909 – este año sería el de su centenario – el testigo de la labor que en el siglo anterior iniciaron Luis Mazzantini y Minuto.


En ese cartel de 1917, se lidiaron tres toros de la Viuda de Concha y Sierra (1º, 2º y 6º), dos de Gregorio Campos (3º y 4º) y uno del Marqués de Salas (5º), éste en sustitución de uno de Campos, devuelto por inválido. Los diestros que enfrentaron esos toros fueron Rodolfo Gaona, Joselito y Juan Belmonte, quien de acuerdo con sus propios recuerdos y lo que las crónicas de esa tarde reflejan, realizó una de las mejores faenas de su historia en la capital española.

Sobre esa tarde particular, Manuel García Santos, cuenta lo siguiente en su libro Juan Belmonte. Una Vida Dramática, publicado en México en el año de 1962, a poco de la muerte del torero de Triana:

… El público, enfebrecido, reclamó a Gaona también para que diera la vuelta al ruedo con Joselito, y aquello era el triunfo más grande que se recordaba para dos toreros. Al final de unas ovaciones que parecían interminables, la gente se volvió de espalo das al ruedo para dirigirse al representante de la empresa, que era Manolo Retana, y gritarle a coro:

- ¡Una corrida para los dos solos!... ¡Para los dos solos!...

Y todavía señalaron más, y gritaron estentórea mente: - ¡Fuera Belmonte!... ¡Que se vaya Belmonte!... Cuando sonó el clarín para la salida del sexto toro el público se disponía a abandonar la plaza. ¡Ya qué se iba a ver después de aquello!...



… Se abrieron los toriles, salió a la arena el toro, y el público se quedó un momento al ver a Juan Belmonte irse hacia la bestia. ¿Haría algo Juan?... ¡Era difícil!...

… Se fue al toro a la salida del caballo en la última vara, y dice él refiriéndose a ese instante:

"Dejándome de adornos y alegrías llamé a la res como manda la ley del toreo rondeño puro y, entregándome al placer de torear, con una confianza ciega, le di media verónica que acaso sea la mejor que haya dado en mi vida torera. Guardo de aquel lance la impresión de que el toro era una masa moldeable que se enroscaba en mi cuerpo y se plegaba inverosímilmente a mi cintura y a mi capote..."

"Dicen que fue aquella la mejor faena que yo he hecho en mi vida. Quizá. Yo sé únicamente que en aquel trance en que me había puesto mi abandono, hice lo que de modo inexcusable había que hacer para seguir siendo torero. Por eso seguí siéndolo. No se me concedió la oreja del toro porque la estupefacción de la multitud ante lo que sus ojos habían visto era tanta que nadie se preocupaba más que de llevarse las manos a la cabeza y dar rienda suelta a su emoción. La familia real, que presenciaba la corrida, permanecía también en la plaza terminada la corrida – cosa desusada en ellas –, y los buenos aficionados deliraban. Creo que un momento como aquel vale por todas las amarguras de la vida del torero. Porque así me lo parece es por lo que caigo en la impertinencia de contarlo yo mismo con una pueril inmodestia..."



Las crónicas de la fecha narran lo siguiente. En El Imparcial del 22 de junio de 1917, Barbadillo dice:

No se podría, por mucha voluntad que se pusiera en ello, relatar calmosa y ordenadamente lo sucedido en la fiesta de ayer. Vibra la pluma como si tuviera alma, y parece que sola, sin la mano nerviosa que la guía, podría correr atropellada y loca sobre el papel, trazando una vez y otra el nombre heroico, Belmonte, Belmonte, Belmonte. Siempre Belmonte y Belmonte no más. Inevitablemente, fatalmente, cuando se intenta concretar los mezclados recuerdos de la tarde, solo se ve salir de los chiqueros aquel torillo largo, flaco y feo, pelear tan suave y noblemente en la lidia más bella, más bizarra, más pinturera que ha visto la Plaza de Madrid desde hace muchos años, por parte de Rodolfo, José y Juan y por parte también del estupendo rehiletero Magritas y acabar cayendo a los pies de un magno artista tras la soberbia faena que nunca, nunca, nunca podrá ni él mismo superar…

…Nadie se mueve. Algunas manos ondean pidiendo la oreja. Luego caen lacias, sin insistir. La gente está rendida por la paliza de la enorme emoción. Unos muchachos se echan al ruedo, cogen al espada, lo pasean por el redondel. La Plaza entera, aún las personas de la Familia Real que siguen en su palco, prorrumpe en un aplauso cariñoso. Sale Belmonte por la puerta en triunfo. Sale la gente luego…

¡La mejor tarde de una vida torera!

¡Tal vez la mejor tarde desde que el toreo se inventó!


En la edición matutina del diario La Correspondencia, de Madrid, también del 22 de junio de 1917, el cronista P. Álvarez relata:

SEXTO. ‘Barbero’ número 45, negro y con abundante cornamenta. De Concha y Sierra. Belmonte veroniquea en las tablas del 1, y luego, después de un quite, administra dos verónicas apretadísimas y media, tan ceñida, que se arrolla el toro a la cintura. Gaona luego torea sublimemente de rodillas. José se mete dentro del toro con tres medias verónicas. Sigue el de Triana que pone de pie al público con sus medias verónicas y un farol limpio y diáfano. Finalmente acaba el asunto Gaona con unas gaoneras monumentales. Los tres toreros tienen que saludar, descubriéndose, cuando acaba el tercio, que ha sido como pocas veces se ve. Magritas está colosal en banderillas y Maera cumple. Belmonte nos pone de pie, pues cada pase es una ovación ensordecedora. Hay molinetes, naturales y se queda de rodillas toreando. Media estocada, entrando bien y se queda muleteando de una forma tan ceñida, que es imposible describir. Descabella a la primera, y hay ovación y petición de oreja. A Belmonte lo pasean en hombros por la plaza, entre una imponente ovación.



Por su parte, Don Severo, en La Lidia, del día 25 de ese mismo mes, describe lo que sigue:

…Los dos, los dos repetía el público.

Esto significaba la inutilización, la proscripción de Belmonte, que había quedado mal en el tercer toro y que se había echado al público encima en una caída peligrosa por dejar al piquero a merced del bicho.

Pero Juan Belmonte tiene amor propio, y sabe aprovechar las ocasiones. Y como la ocasión se presentó al poco rato, vino con ella la rehabilitación del trianero…

…Muchas veces he visto a Juan, bien, muy bien, superior. Pero como la tarde del jueves, no lo he visto nunca. Tan variado, tan preciso, tan suave, tan emocionante, no le había visto nunca.

Tenía que realizarse esa faena en la plaza de Madrid y tenía que venir yo verla yo desde Barcelona. Yo que admiro a Juan Belmonte en lo que vale; pero que no soy un partidario incondicional suyo, como muchos de los que ni siquiera le han visto torear...

Belmonte vuelve a ser lo que era. El Belmonte de las grandes tardes de emoción y de arte incomparable. El que se transforma delante de los toros y compone figuras magníficas. ¿Que ahora volverá a estar tres, cinco, diez corridas apático, indolente, sin afición? Es fácil; pero el día que le salga otro toro a propósito hará lo que hizo el jueves.

Hoy Juan Belmonte se parece en este detalle, a Rafael el Gallo. El día que quieren ó les sale un toro que embista...

Yo siento que el amigo Durá no haya hecho la crónica de esta corrida. Habría dicho del trianero lo que acabo de consignar y mucho más. Adolfo Durá, es de los belmontistas conscientes…



¿Sería esta la tarde en la que se inspiró Alameda para escribir su soneto de la Estampa de Gaona con Gallito? Suena a tal, porque fue, según las relaciones que llegan a nuestros días, una de esas fechas en la que los dos colosos salieron a defender su sitio de privilegio, así como también, ante el apremio, lo hizo también Belmonte y de una manera inenarrable.


Pero como podemos ver, el modo de hilar las cosas de ayer a hoy ha variado radicalmente. Gaona y Gallito precisamente ante el toro lograron convencer a la afición madrileña de su día de la necesidad de verles solos, sin prensa, juego de despachos u otro tipo de campaña de por medio, pero no contaban con que El Pasmo despertaría y volvería a poner las cosas en su sitio. Hoy, bastan dos o tres ditirambos mediáticos y ya está, cuando para dar verdadero fondo a esas confrontaciones hay que cocinarlas, ante el toro.

Así era entonces y así es hoy. ¿Veremos algún día que se pida, en las plazas de estos tiempos, algo similar?

domingo, 24 de mayo de 2009

Una visión trasnochada, trasatlántica y… televisiva de la última actuación de Morante de la Puebla en la Feria de San Isidro


Dudé en escribir esto, pero aquí está. Ya me parece escuchar a mi padre con sus reclamos ante mis observaciones: ¡pero qué más esperas!, ¡no te conformas con nada!, ¡es el colmo contigo! Y es que a su juicio, mi exigencia como aficionado rebasaba cualquier ejercicio de razonabilidad, por lo que ahora, que me decido a poner en blanco y negro estas ideas, tengo la seguridad de que sí pudiera leerlas, en menos de diez minutos mi teléfono estaría sonando y yo recibiendo su filípica y su recomendación: ¡retírate de las plazas, que nada más vas a ellas a sufrir!

No quiero parecer un aguafiestas, pero la visión por la tele y el rumiar posterior de lo apreciado a través de ella, me dejaron con la idea de que en alguna parte había leído que Madrid vivió un episodio parecido en su historia. Y es que si el vídeo desnuda a los toreros como alguien afirma, si además es comentado, interrumpido y en buena medida purificado o sanitizado para adecuarlo al punto de vista de quienes narran – y en determinada forma conducen – la función, se le restan muchos datos que impiden la percepción de la mayor parte de los detalles que suceden alrededor de lo que pasa en el ruedo y que solo pueden verse, oírse, percibirse, disfrutarse o sufrirse cuando se está en la plaza.

Así pues, cualquier idea que pueda expresar hoy y aquí, estará limitada y por ende viciada por el punto de vista que en esta oportunidad me tocó vivir y también por ello quizás, ponga aquí algún despropósito, pero de ser así, creo que en alguna forma Ustedes me lo harán saber.


Ya en la biblioteca, encontré la referencia histórica a que me refería antes en la obra de José Alameda titulada Verdadera Historia de la Evolución del Toreo (Bibliófilos Taurinos de México, 1985) y a la que me había referido en alguna entrada anterior. Allí comprobé que mi idea de que algo parecido a lo que creo haber apreciado, no eran simples malos pensamientos. La referencia es a una actuación histórica de Gitanillo de Triana en la Plaza Vieja de Madrid, que el escritor presenció en su infancia o primera juventud y que sin más cito:

Toreaba Gitanillo (Curro Puya) en Madrid, creo que el año treinta. Había veroniqueado a un toro de Coquilla Con una dejadez y una gracia felina, que cautivaron al público. La plaza parecía literalmente echar humo, creo que lo echaba: ese vaho que se produce cuando una multitud apresura el jadeo. En el segundo tercio, la gente hubiera querido empujar a los banderilleros para que se aligerasen y volviera Gitanillo.

Yo permanecía de pie, junto a un aficionado singular que había coincidido aquella temporada con su localidad de abono junto a nosotros, mi padre y yo. Hombre de unos cincuenta años, alto, magro, de apariencia labradora y muy discreto, que procedía de un pueblo de la provincia (¿Colmenar, Navalcarnero?) y que a cada corrida se presentaba solo a su puesto. Cuando Curro tomó la muleta, yo brincaba alborozado al compás de los olés del público, que había reanudado el alboroto del primer tercio.

Me sudaban las manos. A los pocos minutos, tuve una sensación extraña. Sentí, de pronto, que el hombre de Colmenar -así le llamaba yo-, permanecía en su asiento y Con los brazos cruzados sobre el pecho. A su vez, él sintió mi mirada. Y se inclinó un poco, para decirme:

- Ten calma, con el capote ha estado maravilloso, pero con la muleta no está a la altura del toro. (Me lo dijo confidencialmente, como para evitar cualquier petulancia frente a los mayores)...

Quedé suspenso un instante. Recogí hacia adentro todas las fuerzas de mi atención, para un juicio al que se me lanzaba de improviso: el "hombre de Colmenar" tenía razón. La faena, sin hilván, sin conducción interior, no tenía la fuerza de los lances anteriores. Pero la sugestión de aquella figura seguía actuando sobre el público, que no podía frenarse, y como el torero fue breve, alcanzamos a la estocada sin que decayera el ambiente. Salieron todos los pañuelos y le dieron al maravilloso personaje las dos orejas, por una lidia… sin faena de muleta. En realidad, por el arrebato justificadísimo que habían producido sus primeros lances…

…Los efectos de la "idolatría" son infinitos e inescrutables. A veces, también peligrosos.


La idea de Alameda me llevó a averiguar exactitudes sobre la tarde en cuestión. Así, me encontré con que la corrida a la que alude, no se celebró precisamente el año de 1930, sino que de acuerdo con los datos que aporta, corresponde a un par de años antes, precisamente al sábado 19 de mayo de 1928, es decir, más o menos 81 años antes del fasto que me tiene aquí ante Ustedes. En aquella vez, los toros fueron de Coquilla y los diestros, Niño de la Palma, Valencia II y el referido Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana.

Esa tarde, el torero de raza de faraones cortó tres orejas. Tuvo quizás una de sus tardes más rematadas en la capital española, misma en la que dejaría su existencia tres años después. La crónica de Federico M. Alcázar, en el diario madrileño El Imparcial del domingo 20 de mayo de 1928, nos refleja lo siguiente:
…El público, que juzga a los toreros por impresión, y que es tan voluble y tornadizo como el viento, salía de la Plaza descorazonado, creyendo cándidamente que una tarde de mala fortuna era bastante para acabar con un torero y, lo que es más difícil, con su estilo. Solo nosotros permanecimos inalterables, y cuando escuchamos a los villamelones excomulgar al torero, sonreíamos desdeñosamente. Aquí, en estas mismas columnas, escribimos los siguientes párrafos: “Quien tiene ese capote maravilloso, esa muleta soberana y ese estilo tan puro y clásico, bien puede permitirse el lujo de echarse a dormir una tarde; pero con una condición: que despierte a la siguiente”…

… detallemos la faena. Empezó toreando por alto, y el toro, que tenía tendencia a la huida, se le fue en cada muletazo.

Volvió a recogerle y consintiéndole, no marchándose, metiéndole la muleta en los hocicos y tapándole la salida, le obligó a doblar; a quedarse y tomar el engaño. Con un valor sorprendente, solo en los medios, hizo la faena por altos, ayudados, naturales y de pecho soberbios. Hubo pases tan acabados, tan perfectos, tan soberanos, que provocaron el entusiasmo del público. Pero lo grande, lo asombroso, lo que colmó la admiración del público, fue la manera de matar al toro. En la suerte natural, perfilado con el pitón contrario, arrancó despacio y recto, metiendo un volapié inmenso, definitivo. La suerte fue consumada con un arte, un valor y un estilo imponderables. El toro rodó al minuto y por unanimidad le concedieron la oreja, dando la vuelta al ruedo en medio de una ovación clamorosa.

Pero todavía quedaba el último toro, que había de redondear esta gran tarde de triunfo.

Sus verónicas fueron un asombro de quietud, de temple, de buen estilo. ¡Qué suave, que lento iba y venía el toro de costado a costado! Una maravilla. El público, sugestionado, no cesaba de aplaudirle y las ovaciones se enlazaron hasta el final.

Empezó la faena con varios pases ayudados, magníficos. Luego vinieron otros en redondo y de pecho colosales. Con la izquierda corrió la mano superiormente en dos naturales y volvió a torear por ayudados de una manera asombrosa. Cada muletazo era una explosión. Pero el entusiasmo culminó al ejecutar por dos veces aquél famoso pase ayudado “de cintura” que inmortalizó Gallito. Arrancó muy derecho a matar, quedándose el toro, y señaló un pinchazo soberbio que valió por una estocada. Volvió a entrar valiente y agarró una estocada colosal, saliendo el toro rodado de los vuelos de la muleta. La ovación fue imponente. Le concedieron las dos orejas y le llevaron en triunfo.

Tarde completa, tarde redonda, tarde de consagración de un torero. ¿Qué misteriosa influencia tiene el traje de plata en ciertos toreros, que al ponérselo parece que están inspirados por el genio belmontino?

Ayer, Gitanillo no solo hizo honor al vestido que cubrió de gloria el maestro Belmonte, sino a la tierra que le vio nacer. De Triana viene la luz…

La visión de Alameda, producida algo más de medio siglo después del festejo, coincide con la inmediata de Alcázar en lo medular, la esencia de la tarde estuvo en el toreo de capa, pues la de muleta tuvo grandes pases sueltos según la descripción; tan lo estuvo, que hasta el de Valencia II le es motivo de elogio. Las descripciones más prolijas y ditirámbicas son las realizaciones del primer tercio – sin dejar de lado su preferencia por el torero trianero – dejándose como meros apéndices las demás etapas de la lidia, tanto así, que la suerte de varas ni siquiera es objeto de mención.

Regresando a lo de antes de antier, me queda el regusto, por lo que tuve permitido percibir, que el gran primer tercio de Morante de la Puebla ante el 4º de la tarde produjo el mismo efecto que el toreo de capa de Gitanillo ocho décadas antes. La hipnosis colectiva que produjo, me da la impresión de que le magnificó una faena de muleta que, por las condiciones del toro y la ira colectiva derivada de tantos días de nefandos acontecimientos ocurridos en el ruedo venteño, fue en realidad menos intensa que la primera parte de la lidia. Pero insisto, mi punto de vista es reducido, parcializado, encogido a lo que una pantalla de ordenador quiere y puede mostrar.

Ya me dirán Ustedes si mi padre tendría razón en sus señalamientos o no y por delante una acusación manifiesta, tanto por tratar de aguar la fiesta o de convertirme en agorero del desastre, como decía un político de estas tierras que decía tener ascendencia en Caparroso, como por el fárrago que aquí les receto.

viernes, 22 de mayo de 2009

A propósito de San Isidro. Hoy hace 38 años de la presentación y triunfo de San Miguel de Mimiahuápam en Las Ventas


No me queda duda alguna de que don Luis Barroso Barona es el ganadero mexicano más importante de la segunda mitad del Siglo XX, segunda mitad que cubre completa con sus éxitos, pues es en el año de 1948, que asume la responsabilidad de ser criador de toros de lidia junto con su primo, Luis Javier Barroso Chávez, al adquirir el hierro y la divisa de lo que fuera la vacada de Torreón de Cañas, fundada por don Rafael Gurza, con simiente de San Mateo y Torrecilla.

A los ganados adquiridos a Rafael Gurza, se agregan los de Pastejé en el año de 1949 y aunque las ganaderías se llevan por separado, en la actualidad, al revisar la genealogía de diversos toros padres de San Miguel de Mimiahuápam en la actualidad, se reflejan en sus antecedentes la presencia de un toro del Conde de la Corte que padreó en Pastejé en la década de los cuarenta, lo que deja en claro que los primos Barroso Barona – Barroso Chávez hicieron cruzas entre los ganados de ambas vacadas con la finalidad de mejorar los hatos de ambas.

En 1953 se deshizo la sociedad y Luis Barroso Barona conservó el hierro coloquialmente conocido como Mimiahuápam, en tanto que Luis Javier Chacho Barroso formó el nuevo de Las Huertas, cediendo al torero mexicano Carlos Arruza el de Pastejé, de base primordialmente murubeña y del cual se había desprendido unos años antes el de El Rocío, formado por don Manuel Buch y Escandón, hoy en el centro de la controversia con su nuevo propietario, don Manuel Fernández Castañeda, promotor de la clonación del toro Zalamero, criado en su día por Manolo Martínez Ancira.

Al iniciar su andadura al frente de Mimiahuápam en solitario, don Luis Barroso Barona agregó vacas y sementales de la rama saltilla pura de San Mateo, que una vez fallecido don Antonio Llaguno se volvieron accesibles, dado que en vida del fundador de la ganadería, eso no era posible y de esa manera obtuvo dos toros el 44 de nombre Pardito y el 56 de nombre Cominito, que junto con las vacas y su rastra, dieron un giro radical a la historia ganadera de México.

A partir de ese momento comenzó a construir una historia de triunfos con doble apelativo y así la historia recuerda a Jorge El Ranchero Aguilar y Joronguito; a Manuel Capetillo y Arizeño; a Joselito Huerta y Romancero; a El Cordobés y Diamante y Rubí; a Manolo Martínez y Traficante, El Cid o Presidente; a Eloy Cavazos y Coquetón – este toro fue criado por don Luis, pero lidiado después de que enajenó la ganadería – y otros muchos que construyen la leyenda de una de los hierros más importantes de la historia ganadera de México.

Con la ayuda de sus amigos Álvaro Domecq y Díez y Antonio Ariza Cañadillas, don Luis logra contratar la lidia de uno de sus encierros para la Feria de San Isidro de 1970. Se dice que originalmente serviría para la confirmación de la alternativa de Manolo Martínez, pero las vicisitudes del viaje por barco hicieron que los toros llegaran tarde y en un estado desastroso. Así pues, descansaron un año en Los Alburejos y se pusieron para el siguiente calendario.

El cartel del 22 de mayo de 1971 se anunció con Victoriano Valencia, Antonio Lomelín y José Luis Parada, quienes por su orden enfrentaron al número 21, Hermano; 22, Cariñoso; 14, Manito; 33, Amistoso; 58, Cuate y al 39, Amigo. Los nombres de los toros fueron alegóricos, apropiados para la ocasión, como generalmente se hace en México y nada nos dicen respecto de su genealogía. El cuarto de la tarde, Amistoso, fue premiado con la vuelta al ruedo y el acapulqueño Antonio Lomelín, un valiente como pocos, cortó la oreja de Cariñoso, corrido en segundo lugar.

Se dice que un séptimo toro, el número 45, se quedó en Los Alburejos y que don Álvaro Domecq lo usó como reproductor. De ser así, es un caso único en la historia del toro de lidia en el mundo, pues la práctica usual es que la simiente venga de España a América y no a la inversa, pero esa es una historia que solo los involucrados nos podrían contar.

Así pues, este es uno de los buenos recuerdos de Madrid y su Feria de San Isidro, que no se ve completa sin la presencia de México en el amplio ruedo de la Plaza Monumental de Las Ventas.









miércoles, 20 de mayo de 2009

20 de mayo: 43º Aniversario luctuoso de Carlos Arruza


Por sus hechos les conoceréis, dice un viejo aforismo. Hoy se cumplen 43 años de la muerte de Carlos Arruza, El Ciclón Mexicano, que después de muchos años de jugarse la vida delante de los toros, pereció en un accidente automovilístico. Muchos asuntos – que rayan en el lugar común – pueden tratarse a propósito de la efeméride, pero hoy me surge uno, que deriva de la manera en la que la existencia de las personas se entrevera y que espero resulte de su interés.

Este año se cumplen 70 de la alternativa de Manolete y hace apenas unos días, falleció Manuel Capetillo, torero y hombre con el que Arruza tuvo muchas cosas en común. Una arista de su vida taurina en la que confluyeron estas tres leyendas del toreo, tuvo verificativo el domingo 21 de octubre de 1951 en la Plaza de los Tejares en Córdoba, cuando tuvo verificativo una gran corrida de toros organizada por el Ciclón para recaudar fondos para la construcción de un monumento en honor de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez en su ciudad natal y uno de los alternantes, junto con Arruza, sería precisamente el llamado Mejor Muletero del Mundo.

José Luis Sánchez Garrido, periodista conocido universalmente como José Luis de Córdoba había iniciado una campaña para lograr la erección del monumento que honrara la memoria de El Monstruo, pero a casi cuatro años de su deceso, la idea parecía perder fuerza. Es allí cuando Carlos Arruza, torero con el que Manolete formó una extraordinaria pareja en los ruedos, interviene para ver la manera de sacar adelante la idea y concluir de una vez el proyecto.

Arruza propone la organización de una corrida de toros singular, una corrida monstruo, en la que toreros de México y de España se unan para lograr el propósito, tal y como lo contó Rafael Soria Molina, Rafaelito Lagartijo, sobrino del homenajeado y parte del cartel a don Filiberto Mira:

Él – con su apoderado Andrés Gago, al que también estamos muy agradecidos los familiares de Manolete – organizó la llamada ‘Corrida Monstruo’, que se celebró aquí en Córdoba a final de la temporada de 1951. Fue deseo de Carlos que el monumento fuera hecho con el homenaje de toreros mejicanos y españoles.

Se lidiaron once toros de distintas ganaderías que matamos: Gitanillo, Arruza, Parrita, Martorell, Calerito, Aparicio, Capetillo, Jorge Medina (que sustituyó a Silveti), Anselmo Liceaga, el Duque de Pinohermoso y yo…


Tras de sufrir un percance en Jerez a mediados de septiembre de ese año, Arruza da por terminada su campaña a excepción de ese festejo, como lo refleja la información de la agencia Cifra, publicada en el diario barcelonés La Vanguardia del 20 de septiembre de 1951:

El diestro mejicano Carlos Arruza ha pasado la noche bastante tranquilo y con intensos dolores, a consecuencia de la cogida en Jerez… Arruza ha decidido no torear más en España en esta temporada, a excepción de la corrida que él organiza para aumentar los fondos de la subscripción pro monumento a «Manolete».

En esta corrida actuarán cuatro diestros españoles y otros cuatro mejicanos e intervendrán asimismo los rejoneadores Domecq y duque de Pinohermoso. Parece que se celebrará en Córdoba o Sevilla.



Como ya lo decía, la corrida se celebró el Córdoba y el cartel se integró de la siguiente manera: toros – por su orden – de Duque de Pinohermoso – para rejones –, José de la Cova, Felipe Bartolomé, Galache, Sánchez Cobaleda, Alipio Pérez Tabernero, Clairac, Conde de la Corte, Marceliano Rodríguez, Juan Belmonte y Carlos Arruza para el rejoneador Duque de Pinohermoso y los diestros Gitanillo de Triana, Carlos Arruza, Parrita, Manuel Capetillo, José María Martorell, Jorge Medina – sustituyó a Juan Silveti –, Calerito, Julio Aparicio, Anselmo Liceaga y Rafael Soria Molina Rafaelito Lagartijo.

La crónica publicada en La Vanguardia de Barcelona el día 24 de octubre de 1951 dice del festejo:

Presidió el alcalde de Córdoba, don Alfonso Cruz Conde, asesorado por el ex rejoneador don Álvaro Domecq y por el ex diestro «Machaquito». La plaza estaba adornada con banderas españolas y americanas y guirnaldas.

Empezó con el desfile de las presidentas que ocupaban coches enjaezados a la andaluza. Detrás de los alguacilillos hizo el paseo el duque de Pinohermoso y diez matadores con sus respectivas cuadrillas, caso insólito en la historia taurina.

Todos fueron acogidos con calurosas ovaciones. Las cuadrillas, con montera en mano, se situaran frente a la presidencia, y el académico, Federico García Sanchis, hizo un brindis, con palabras líricas, recordando la memoria de «Manolete» y diciendo que al conjuro de su nombre se había llenado la plaza...


Al final de la corrida, Gitanillo y Martorell habían cortado una oreja, Arruza, Parrita, Capetillo, Calerito y Aparicio, las orejas y el rabo de su respectivo toro y Liceaga, Medina y Rafaelito Lagartijo, así como el Duque de Pinohermoso que descordó a su toro, fueron ovacionados. Los momentos más emotivos de la tarde se produjeron aún así, tras la lidia del octavo, cuando Julio Aparicio sacó a dar la vuelta al ruedo a todos los alternantes y a los subalternos que desinteresadamente actuaron en ese festejo y que en tono de apoteosis recorrieron la circunferencia.

El segundo gran momento se produjo cuando Rafaelito Lagartijo brindó el undécimo de la tarde a Carlos Arruza, que recibió en ese momento la ovación más grande de la sesión, en reconocimiento a su labor de conjunción de esfuerzos y voluntades para lograr la erección del monumento que hoy está en la Plaza de los Condes de Priego, frente a la Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas. Concluido el festejo, fue Arruza el que salió en hombros de la plaza, para cerrar el círculo del reconocimiento.

Es así como creo que vale recordar a Carlos Arruza, por sus realizaciones y esta gran corrida y el monumento que le viene como resultado, es una de las importantes en su trayectoria.

sábado, 16 de mayo de 2009

La Edad de Plata del Toreo en México, 6 décadas después


El reciente fallecimiento de Manuel Capetillo ha vuelto a traer a la mesa de la discusión el lugar de este torero y sus compañeros de época, Los Tres Mosqueteros, dentro de la Historia del Toreo en México. Hace un par de días escuché al Maestro Jesús Córdoba – el último Mosquetero que sobrevive y que sea por muchos años – afirmar en una entrevista, que ellos fueron la etapa final de la Edad de Oro del toreo mexicano.

Respeto el punto de vista del Joven Maestro, pero creo que Los Tres Mosqueteros representan por derecho una etapa propia, con un significado distinto al de quienes hace una miajita más que seis décadas, les entregaron la estafeta de las cosas de los toros en este País, una edad nueva, con brillo propio, la que a mi juicio, bien puede considerarse, la Edad de Plata del Toreo en México.

Algunos antecedentes

El mediodía del siglo veinte nos alcanza en lo que pudiéramos llamar el epílogo de la Edad de Oro. Es el tiempo en el que lucen Armillita con Clarinero, Silverio con Tanguito, El Soldado con Rayito y Arruza con Cordobés; cuando Gregorio derrocha su natural elegancia, Fermín el de San Luis su pundonor, Calesero su poesía y vive un esplendoroso ocaso El Rey del Temple.

Toman la alternativa Luis Procuna, Luciano Contreras, Luis Briones y Antonio Velázquez y tiene su hora dorada Rafael Osorno. La otra muerte del ruedo se encuentra con Alberto Balderas, Félix Guzmán, Eduardo Liceaga y Carnicerito de México y también vio el final de sus días de albergar a los hombres vestidos de dioses, El Toreo de la Condesa, cediendo su lugar a la Plaza México, publicitada desde entonces como la más grande y cómoda del mundo.

En cuanto terminó la serie de corridas con las que se celebraron los fastos de la apertura de la Plaza México, se comenzó con la organización de festejos menores y entre el 26 de mayo y el 3 de noviembre de 1946, se dieron cuarenta novilladas, mismas en las que con luz propia, brillaron dos toreros de estilo contrastante y que anunciaron la buena nueva que representaría para la afición el inicio de una nueva era para la fiesta en nuestro país.

El primero en aparecer fue un diestro de maneras exquisitas, de aroma profundo y penetrante, que motivó que José Alameda lo motejara como El Torero de Canela. Fernando López Vázquez se presentó en el mayor coso del planeta el 30 de agosto del año de la inauguración, dejando constancia de que su toreo es tesoro caro. El otro torero que preconizó lo que estaba por venir fue uno de sino trágico. Laurentino José López Rodríguez Joselillo llega a la plaza México el 25 de agosto de 1946 y muere el 14 de octubre de 1947, apenas dieciséis días después de haber recibido en el mismo ruedo, la cornada de Ovaciones de Santín.

Estos dos toreros, Joselillo y El de Canela, representan los albores de una nueva era. No cuajaron en las figuras que prometían ser, pero demostraron en primer término, que aún sin Manolete, la Plaza México podía ser llenada y en segundo lugar, que habrían de llegar los diestros que ocuparan el sitio que ocupaban desde hacía algunas décadas, las figuras de la Edad de Oro.

La Edad de Plata del Toreo en México

Tras de las vísperas que representaron Joselillo y Fernando López, la temporada novilleril de 1948 significa el momento en el cual se fragua el relevo generacional de la fiesta en México.

En primer lugar, la generación del 48 nos da a Los Tres Mosqueteros en las figuras de Rafael Rodríguez, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba, tres toreros que trascendieron a su tiempo y que aún en este nuevo siglo, continúan siendo el marco de referencia para calibrar la importancia del paso de un torero en ascenso.

La historia nos enseña que estos tres toreros demostraron la viabilidad del proyecto monumental que representaba la Plaza México y también la posibilidad de llevar en sus nombres la responsabilidad de una fiesta que con brillantez construyeron Armillita, Garza, Silverio, El Soldado y otros grandes constructores de la fiesta en México posterior a 1936.

Los Tres Mosqueteros, antes de finalizar el calendario correspondiente a ese 1948, el año de su aparición en el firmamento taurino, recibieron la alternativa. Fue simbólica la manera en la que se doctoraron El Volcán de Aguascalientes, que recibió los trastos el 19 de diciembre de ese año en la Plaza México de manos de Silverio Pérez; El Mejor Muletero del Mundo en Querétaro, la víspera de la Navidad, llevando a Luis Procuna como padrino y El Joven Maestro, en Celaya al día siguiente mano a mano con Armillita, los padrinos fueron tres de los bastiones de la Edad de Oro, que con los trastos de matar, entregaron también el testigo a quienes habrían de sucederles en la parte estelar de la fiesta mexicana.

Contaba Rafael Rodríguez que cuando el momento de la alternativa llegó, el doctor Alfonso Gaona le preguntó a él y a cada uno de los Mosqueteros de quién esperaría recibir los trastos y cuando recibió las respuestas, no se manifestó sorprendido, pues cada uno de los padrinos, en alguna medida se vería continuado en su ahijado, el sentimiento silverista y su empatía con los tendidos continuaría con El Volcán; el toreo heterodoxo de Procuna sería quintaesenciado por Capetillo y Jesús Córdoba sería el torero que podría con todos los toros, como Fermín, dejando una solución de continuidad entre los toreros de la generación anterior y la nueva.

Con su consolidación como figuras de los ruedos y de su conjugación artística, cualquiera pensaría que esa tríada de figuras del toreo conformaría un grupo homogéneo, que funcionaría a la manera de lo que en los noventa hicieron en España los llamados Tres Tenores, pero la realidad fue diferente. Rafael Rodríguez, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba, ya como matadores de alternativa, actuaron juntos solo cinco veces, encabezando cada uno por separado distintos carteles, junto con los toreros de la Edad de Oro que permanecían en activo o con sus compañeros de promoción que también destacaron, dando un aire nuevo y atractivo a la fiesta en México.

Esa es la trascendencia real de Los Tres Mosqueteros y la verdadera producción de la Edad de Plata, la inyección de novedad que dieron a la fiesta mexicana, permitiendo que esta siguiera engrandeciéndose e impulsando otros nombres que a la postre serían históricos, pues al amparo de estos toreros se gesta toda una nueva generación de diestros y se define también un importante cambio en la manera de seleccionar el toro que llegará a las plazas en lo sucesivo.

Para terminar

El cenit del siglo veinte en las cosas de los toros fue luminoso no obstante que en sus albores, la tragedia ensombreciera el panorama taurino en las plazas de Linares, San Roque, Vila Viciosa y en la misma capital mexicana.

La luz en los ruedos surge cuando en 1948 se inicia la transición de la Edad de Oro hacia la de Plata, en la que refulgieron con luz propia aquellos que habrían de suceder a quienes en su momento, escalaron la cúspide de la torería mundial. Esta última afirmación no es arbitraria, tiene su explicación en el boicot declarado por los toreros españoles a los mexicanos, boicot que separó durante casi diez años los caminos de la fiesta en España y México y que permitió que de este lado del Atlántico, se afianzara una concepción del arte de torear, que sin apartarse del canon, apela más al ser interno del espectador que a su capacidad intelectual, es decir, busca la fibra sensible, aquella que se conmueve aún cuando no se comprenda a las claras lo que está sucediendo en el ruedo.

La Edad de Plata del toreo en México es sin duda una de las etapas históricas que merece ser analizada, porque sin su exacta comprensión, no se puede entender lo que sucede ahora, ya iniciado el siglo veintiuno, que es consecuencia lógica e inmediata de lo ocurrido en esa etapa histórica.

domingo, 10 de mayo de 2009

Tal día como hoy: El Quitos se alza con el triunfo en el cierre de la Feria del 92.

NECESARIA ACLARACIÓN: Hoy debiera celebrarse la segunda novillada y último festejo de la Feria de San Marcos. Por las razones que han sido profusamente difundidas, esta corrida y las que siguen, no se llevarán a cabo. La razón de seguir publicando estos recuerdos, es que el trabajo ya lo tengo hecho y me parece algo ocioso dejarlo añejar un calendario completo, así que siguiendo las fechas del cartel original de los festejos concluyo con la publicación de estas ideas, ya que Ustedes no mostraron objeción a ellas durante los días que las puse a su consideración aquí.

Cuando la Feria de San Marcos comienza a adentrarse en el mes de mayo, igualmente surge la dificultad de encontrar recuerdos para hacer y por ende, para presentar. Son pocas los años en los que la feria llega en su vertiente taurina hasta la celebración Día de la Madre y el cartel ofrecido en este 1992 por Guillermo González Martínez, en su último año de gestión al frente de la Monumental lo formaron el utrerano Curro Durán, Roberto Fernández El Quitos y Alejandro Silveti, quienes enfrentarían un encierro de la ganadería que en su día fuera propiedad del Ingeniero Mariano Ramírez y que seguía anunciándose a su nombre.

Sobre el encierro de Mariano Ramírez, una ganadería de origen Saltillo, pero de la rama afincada en Tlaxcala - originalmente es la mitad de la ganadería de Zotoluca - que estaba en proceso de recuperación, las crónicas refieren que no estuvo muy sobrado, ni de respeto, ni de fortaleza… aunque con claridad de estilo, pero todos fueron sosos.

Y en cuanto a los toreros, señalan que Curro Durán mostró madurez y recursos; que Roberto Fernández El Quitos fue el más aplaudido de la tarde, cortó la oreja al segundo y brindó el quinto a José Manuel Espinosa ya por ese entonces, apoderado de Miguel Espinosa Armillita Chico y en cuanto a Alejandro Silveti refieren que tuvo como norma primordial hacerse tocar las palmas a todo trance y si no lo consiguió en la medida en que se lo propuso, se debió en buena parte a las condiciones de sus adversarios. Y todo ello ante una entrada flojísima.

Es decir, fue un festejo en el que poco fue lo que trascendió y que demuestra la necesidad de concentrar más los festejos en las fechas cercanas al día 25 de abril y no optar únicamente por tener toros los fines de semana, pero para ello, se requiere organizar una feria con carteles verdaderamente sólidos en todo su trayecto y no solo en lo que la empresa considera fechas clave, pues el resumen es que esta fue una corrida de relleno anunciada solo para cerrar la feria con toros, pero sin voluntad de que hubiera real espectáculo.

Con esta aportación concluyo esta serie de recuerdos por este año. Espero encontrar otras páginas de nuestra historia que puedan resultarles interesantes para la Feria del año 2010. Hasta entonces en lo que a esto se refiere.

El festejo que debió de darse hoy: Novillos de La Punta para Roberto Galán, Manuel González Montoyita y Alain de Mora.

martes, 5 de mayo de 2009

Manuel Capetillo en la Monumental Aguascalientes (In memoriam)


Hace no mucho rato comenzó a circular la noticia de que a las diez de la mañana de este día 5 de mayo del año 2009, falleció el torero mexicano al que el periodista don Alfonso de Icaza Ojo, llamara El Mejor Muletero del Mundo, es decir, el torero tapatío Manuel Capetillo, a la edad de 83 años.

En los alrededores de la pasada Navidad comenté aquí mismo el sexagésimo aniversario de su alternativa y hoy, en una circunstancia distinta y atípica, trataré de recordar su paso por la Plaza Monumental Aguascalientes, escenario que en sus inicios, tuvo como uno de sus actores al único de Los Tres Mosqueteros que alcanzó a pisar su redondel vestido de luces.

La Feria de San Marcos de 1976 era apenas la segunda que se daba en el nuevo escenario que doblaba – en ese entonces – al vetusto Coso San Marcos y uno de los toreros atractivos que funcionaban en el ambiente, no obstante que Enrique Guarner, evidentemente uno de sus malquerientes, afirmara lapidariamente en esos días que un torero que frisaba ya el medio siglo de existencia, no interesaba a nadie.

Manuel Capetillo toreó en la Monumental las noches de los días martes 20 y miércoles 21 de abril de ese año. La primera corrida alternó con Curro Rivera y Humberto Moro en la lidia de toros del Ingeniero Mariano Ramírez y en la segunda, con Manolo Martínez y Eloy Cavazos, en la lidia de toros de Valparaíso, ganadería propiedad de su gran amigo Valentín Rivero Azcárraga y que estaba íntimamente ligada a los grandes triunfos del torero de Guadalajara.

El resultado del festejo fue de esos que no dejan gran cosa para la memoria. Por esas fechas existía en los periódicos un gran debate acerca de la eficacia de la luz artificial para la celebración de festejos taurinos y de los efectos nocivos de ésta sobre el juego de los toros. Aparte, la nueva plaza aún estaba con muchos detalles constructivos sin concluir, lo que la hacía algo inhóspita en la nocturnidad.

Este recuerdo tiene lugar porque entre las cosas que conservo, encontré esta fotografía que tomé la noche del 21 de abril de 1976 desde mi sitio en el tendido. Tiene mala resolución, pero presenta un grupo interesante: Capetillo recargado en el burladero de matadores, a su izquierda, Porfirio Bobadilla El Maestrito, mozo de estoques de Manolo Martínez, enseguida, recargado en las tablas, Pepe Chafik, apoderado de Manolo Martínez y ganadero de San Martín, a la izquierda de Chafik, Rafael Báez, apoderado de Eloy Cavazos y en el ruedo, Manolo Martínez, seguramente cuidando la lidia del toro durante el segundo tercio.

Si observan la mano izquierda de Manolo Martínez, se darán cuenta que luce un abultado vendaje. Es la consecuencia de una voltereta que sufrió la noche del lunes 19, cuando un toro de Suárez del Real lo prendió en festejo en el que alternaba con Jesús Solórzano y Fermín Espinosa Armillita, lesión que en principio se pensó que le impediría continuar con sus compromisos en esta feria de hace 33 años.

Pero en este caso, el tema central es recordar que en este año de la influenza, en el que materialmente nos quedamos sin toros, se nos ha ido por delante el que fuera llamado El Mejor Muletero del Mundo y que es él, Manuel Capetillo Villaseñor, uno de los personajes que han hecho la historia de nuestra Plaza de Toros Monumental y de nuestra Feria de San Marcos. ¡Que encuentre un pacífico reposo!

Aldeanos