domingo, 28 de julio de 2024

27 de julio de 1952: César Girón y Miguel Ortas abren la puerta grande de Madrid

César Girón y Miguel Ortas a hombros
Madrid, 27 de julio de 1952
Archivo Santos Yubero
La temporada en la Plaza de Las Ventas del año 52 del pasado siglo constó de 50 festejos y por escaso margen, la mayoría de ellos fueron novilladas. Cuando los aspirantes a ser matadores de toros despiertan el interés de la afición, que alcanza a percibir en ellos una auténtica entrega, por una razón difícil de explicar, prefiere verlos a ellos. Así, en ese calendario entre otros, se presentaron en la capital española Fermín Murillo, Antoñete, Jumillano y Pedrés por los hispanos; Raúl Iglesias, Carlos González, El Callao, Pepe Luis Méndez, Rafael García y por extensión Antonio Durán – sobrino de El Nili, que aunque nació en Sevilla, se crio e hizo torero aquí en México – entre los nuestros y los venezolanos Joselito Torres y César Girón.

Por esa razón afirma José Luis Suárez Guanes lo siguiente:

Este 1952 es un año de novilleros en Madrid: “Antoñete” apunta sus buenas disposiciones. Miguel Ortas – llamado el torero de la inspiración – tiene dos soberbias actuaciones los días 26 de junio y 27 de julio y César Girón arrolla en su segunda comparecencia, haciéndose con tres orejas, después de haber tenido una presentación gris. Pero la primavera había dado el florecer – después no confirmado – del buen estilo del mexicano Manolo Márquez y del venezolano Joselito Torres... Pero “Jumillano” y “Pedrés” son la pareja que revoluciona el cotarro...

Justamente don José Luis hace referencia expresa a la tarde que hoy me tiene aquí, la de hace 72 años, cuando para lidiar un encierro de Marceliano Rodríguez, se anunció al torero de la calle de General Pardiñas, Miguel Ortas, al venezolano César Girón y la presentación del mexicano Rafael García, anunciado en su paso por las plazas españolas como Rafael García Olmos. La plaza se llenó hasta la bandera, según refleja con brevedad la crónica que escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, para la Hoja Oficial del Lunes de Madrid.

El triunfo de Miguel Ortas

El cuarto toro del encierro titular fue devuelto a los corrales por su manifiesta debilidad y sustituido por un sobrero de Alipio Pérez Tabernero Sanchón, de nombre Pirulero, que fue el que permitió al torero madrileño el mantenerse en la preferencia de la afición madrileña. El nombrado Luis Uriarte, describe así la actuación de Miguel Ortas ante ese toro:

El cuarto, por su cojera, fue sustituido por un toro de Alipio Pérez T. Sanchón; un toro en toda la extensión de la palabra, bravo y noble, pero con muchas facultades y mucho poder. No se asustó Ortas, y, artista como es, y valerosamente, con ganas de triunfar, lo muleteó muy bien sobre la derecha, redondeando algunos pases al natural magníficamente con mando y temple de buen torero; se adornó en otros muletazos de positiva inspiración, que arrancaron nutridos y prolongados aplausos, y tuvo el tropezón de resbalar al entrar a matar, por lo que el estoque no profundizó más de sus tres cuartas, y de no acertar con el descabello hasta el tercer intento, lo que, si no le privó de la oreja, influyó en que algunos protestasen su concesión. El público le hubiese aplaudido más en la vuelta al ruedo si el presidente se hubiera reservado el pañuelo blanco. Parecen paradojas, que, en realidad no lo son. Pero el caso es que Ortas mantuvo y aún acreció su cartel de torero artista…

Giraldillo en su crónica del ABC de Madrid, toma como eje de su narración justamente la divergencia de pareceres en cuanto al otorgamiento de los trofeos en esta señalada tarde:

Para un observador, por imparcial sereno, lo más curioso, y por ello digno de estudio, no estuvo lo que ocurría en el ruedo durante la novillada del domingo, sino en los tendidos: en la pugna entre el número de los que se contentan con casi todo, y la minoría, a quien no satisface casi nada... El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón, en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso...

La unanimidad en las cosas de los toros es algo complicado de conseguir y el resultado del festejo nos deja claro que hay tantas opiniones como cronistas y asistentes a un festejo podamos consultar. En algún otro sitio he sostenido que esta fiesta es abiertamente democrática y este aspecto en el que se impone el criterio de la mayoría, es prueba de ello.

El golpe de autoridad de César Girón

Un par de semanas antes de este festejo, César Girón se había presentado en Las Ventas y había pasado prácticamente en silencio por su redondel. En esta segunda y última tarde en la que como novillero actuaría en la principal plaza del mundo, salió decidido a reiterar el porqué de la nombradía que había adquirido en las distintas plazas de España y Francia desde el año anterior, a partir de su debut con picadores.

Esa tarde se enfrentó a Jocinero, corrido en segundo lugar, al que cortó una oreja y a Perdiguero, número 11, salido en el llamado lugar de honor, un toro al que se le otorgó la vuelta al ruedo a sus despojos, pero que no pudo ser completada por las protestas de la concurrencia. Escribe Antonio Bellón en su tribuna del diario Pueblo:

Al quinto le dieron una casi vuelta al ruedo. Si fue como premio a la presentación y juego de la corrida, puede admitirse, poro creemos que estos honores debían ser ordenados por la presidencia…

De lo escrito por Bellón pareciera que la vuelta al ruedo se la dieron los mulilleros motu – proprio, pero en realidad, en todas las relaciones del festejo, se consigna que la presidencia sí la concedió. La actuación de Girón ante este toro, es descrita así por El de Tanda:

Lo veroniqueó bien, lo banderilleó con tres pares de brillante ejecución, aunque cayeron algo bajos, y lo muleteó extraordinariamente toreando... eso: toreando. ¡Como se debe torear! Ya saben ustedes como lo explican los cánones; pues así. Hubo algunos redondos con la derecha, para terminar con un cambio de mano y rematar con el de pecho sobre la izquierda de soberbia factura. Al iniciar un natural sufrió una asustante cogida – asustante para los espectadores, no para él – y, tras de un pinchazo, otra no menos aparatosa al dar una estocada de fulminantes efectos, El momento fue de esos emocionantes, que sólo se registran en nuestra fiesta de toros. Girón cortó las dos orejas, dio la vuelta al ruedo y todavía está oyendo aplausos. O es que aún nos resuenan a nosotros en los tímpanos…

Por su parte, Antonio Bellón relata lo siguiente:

…en el quinto llegaba el gran triunfo, claro y diáfano para todo el mundo. Huidillo de primeras, el toro se crecía con el castigo, y César se agigantaba con el capote, y en su banderillear – correcto, y buen peón, Guillermo Martín, al cederle los palos desmonterado – con todas las ventajas para el toro. Un par con cite, arrojando la montera, fue de maestro… La faena de muleta fue a más y a más. Comenzada con un torero cambio de citar con la muleta como trinchera y rematar al natural, César, en la primera parte de su trabajo, fijaba al toro, que no era una malva, y por ello fué cogido el espada y trágicamente volteado al ser prendido por la faja, hasta romperse ésta. La voltereta envalentonó más a César, y sin perder su temple y mando, ovacionado apoteósicamente por la multitud, cuajaba pases precisos y preciosos y volcaba la Plaza a su favor en aclamaciones continuas y entusiasmadas. Pinchó en lo alto. Fue cogido y zarandeado al dejar un volapié. La plaza, nevada de pañuelos pidió una oreja, luego otra, y en una vuelta al ruedo con los sangrantes triunfos en las manos, César Girón rendía la fuerte Plaza de Madrid, se la guardaba en el bolsillo izquierdo de la casaquilla junto al corazón, y para todos los que creyeron y los que dudaron, era un matador de toros de fuste…

Las narraciones coinciden en que la obra del torero venezolano fue de las que dejan huella en la afición y en la historia, y sobre todo me llama la atención la de don Luis Uriarte, que define con brevedad las razones de su triunfo: lo consiguió toreando, así sin más adjetivos, cosa que hoy parece muy lejana y difícil de lograr.

La presentación de Rafael García

A nuestro paisano le tocó el lote más complicado de la corrida, formada por Jolín y Lavandero, los dos novillos de menores posibilidades. Abrevió en el tercero, que fue debilucho y ante el sexto, las lecturas dejan ver que no se acomodó. Sigue contando Antonio Bellón:

García Olmos, entre la preocupación natural de su salida a Madrid, y su lote, no suave, y el ser no novillos, sino toros para un torero poco placeado, hizo que estuviese hábil y breve, y en un día más tranquilo y adecuado se verá la valía de este mejicano, ayer ante una dura y difícil papeleta…

Por su parte, con mayor extensión, refiere El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes:

Del debutante mejicano, Rafael García Olmos, poco se puede decir. Empezó veroniqueando bien, pero no pudo sacar partido de un bicho que apenas si se tenía en pie, y se limitó a despacharlo de una estocada, lo que no agradó a la gente. Blando el sexto novillo, con menos casta que sus hermanos, Olmos, que, al parecer, necesita del toro que se le vaya encima, porque tiene el defecto de no aguantar la embestida, tampoco acertó a dominar la situación, y el respetable le manifestó su desagrado cuando concluyó su labor con una estocada corta tendenciosa y un descabello al tercer intento…

Como podemos ver, la fortuna no estuvo al lado de nuestro paisano el día de su presentación en Madrid. 

La crítica a las salidas en hombros

Al final del festejo, César Girón y Miguel Ortas fueron sacados en hombros de la plaza, por la Puerta de Madrid, por grupos de capitalistas. Aunque Antonio Bellón en Pueblo y Benjamín Bentura Barico en El Ruedo parecen estar conformes con los trofeos concedidos, por su parte Manuel Sánchez del Arco Giraldillo en el ABC madrileño y don Luis Uriarte El de Tanda en la Hoja Oficial de Lunes, se pronuncian en sentido contrario:

Escribe Giraldillo:

El hecho que promovió las discrepancias fue la concesión de una oreja a Ortas, en el cuarto novillo, y de dos a Girón en el quinto, y en la salida de ambos espadas a hombros por la puerta principal del coso... Ni lo uno ni lo otro representa ya gran cosa como hecho, a fuerza de repetido, aun cuando se produzcan con unanimidad. Acaso, lo mejor para Ortas hubiera sido la petición de oreja y la ovación; y para Girón, una oreja solamente... Ni alegrías de verbena, ni gravedad de tribunal...

Y por su parte, El de Tanda, lacónicamente, para cerrar su crónica, pregunta:

Como final, un ruego: ¿por qué no le echan un cerrojo a la puerta grande? …

Así estaba el patio hace 72 años… Y creo que no hay mucha diferencia con lo que hoy sucede.

Lo que después vendría

Curiosamente, sería Rafael García el primero de la terna en recibir la alternativa. Julio Aparicio en presencia de Curro Ortega – también mexicano – lo investiría matador de toros el 14 de septiembre de ese mismo 1952 en Barcelona, cediéndole los trastos para despachar al toro Clavellino del Vizconde de Garci – Grande.

El siguiente en doctorarse sería César Girón, quien, en el cierre de la Feria de la Merced, dos semanas después, el 28 de septiembre, recibiría los trastos de manos de Carlos Arruza, que se despedía de la afición barcelonesa, en presencia de Agustín Parra Parrita, para despachar al toro Farolillo de don Antonio Urquijo.

Por su parte, Miguel Ortas regresaría a torear todavía otra novillada a Madrid en julio del siguiente año y recibiría la alternativa en Linares el 28 de agosto de 1953, cuando el gran Domingo Ortega y atestiguando justamente César Girón, le elevó al grado de matador de toros, cediéndole al primero de los de Fermín Bohórquez lidiados en esa tarde.

De la terna de la novillada que hoy trato de comentar, la figura indiscutible de los ruedos sería sin duda, César Girón, cabeza de una importante saga de toreros venezolanos, y durante dos décadas paseó esa dignidad por las principales plazas de todo el llamado planeta de los toros.

César Girón falleció en un accidente automovilístico en Venezuela el 19 de octubre de 1971; Rafael García murió por causas naturales el 3 de julio de 2005 en Querétaro y Miguel Ortas, también por causas naturales el 14 de julio de 2022, en las cercanías de la Ciudad de México, donde estuvo avecindado desde el año de 1954.

Aviso parroquial: Los resaltados en las crónicas transcritas son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 21 de julio de 2024

20 de julio de 1913: Presentación de la ganadería de Garabato en El Toreo de la Condesa

Hierro y divisa de Garabato
Al menos en el caso de Aguascalientes, en el siglo XIX y aún antes, las haciendas o fincas ganaderas tuvieron en sus hatos ganado que braveaba, aunque su finalidad productiva no fuera la crianza del toro de lidia. Aquí y en los alrededores era frecuente ver anunciados toros de las haciendas del Pabellón o de San Nicolás de la Cantera y ya en la puerta del siglo XX, se vieron anunciados en la Plaza del Buen Gusto, toros del Garabato, procedentes de la hacienda que lleva el muy taurino nombre de San Isidro Labrador, ubicada al Noroeste de la ciudad capital de Aguascalientes.

Esta finca fue en esos días propiedad de don Luis Aguilar, quien la transmitió, seguramente por herencia a su hija María, casada con don Celestino Rangel, nativo a su vez de la hacienda de Ciénega Grande. Éste último era aficionado a la fiesta de los toros y es quien da el viraje definitivo a la vocación de Garabato, derivándola ya en definitiva a la crianza del toro de lidia.

La primera novillada de concurso

En el año de 1913 una empresa a la que la prensa de la capital mexicana se refiere como Empresa Madrid, aprovecha el parón del verano para ofrecer una serie de cuatro novilladas de concurso, a las que hoy en día llamaríamos de selección en búsqueda de nuevos valores para animar una temporada de festejos menores que por lo visto no había tenido buenos resultados y buscar a quienes pudieran ser las figuras del futuro, entendiendo que la única manera de sacar toreros es poniendo a los muchachos a torear.

Así, el primero de esos festejos se anunció para el 20 de julio de 1913, con seis novillos de Garabato para Ignacio Ezpeleta Ezpeletita, José Amuedo, Sebastián Suárez Chanito, Francisco Berea Camiserito, José Carrasco Carrasquito y Manuel Ríos Jerezanito, todos debutantes, así como la ganadería, que también hacía su presentación en la capital mexicana.

Para la ocasión, don Luis Aguilar envió a la capital ocho ejemplares, que Don Calixto, en su crónica publicada en el diario El País de la capital mexicana, describe de la siguiente manera:

Primero. – Castaño tostado, grande, feo, quedadote y con su miajita de nobleza... Segundo. – Castaño obscuro, pequeño, sacudido de carnes y con aquello en la cabeza... TERCERO. – Castaño, grande, con cuernos de ciervo... al sentir el hierro, huye como alma que lleva el diablo... Al corral... Sustituto. – Castaño, bragao, albardao, corniveleto, grande y de pitones kilométricos... Cuarto. – Castaño, grande, bien criado, apretado de cuerna y nervioso... Quinto. – Muy bonito, pero manso de solemnidad, al corral... Substituto. – Castaño, grande, con unas perchas hasta allá y con pinta de manso... Sexto. – Una ardilla color castaño, feo, con cuernos en leche y pegajoso para los capotes...

Como podemos ver, el encierro de Garabato tuvo por seña el que fue de pelos bermejos o colorados en su totalidad, cuestión que era en esa época, característica del ganado criollo que braveaba. Y por el otro lado, la indefinición en el juego que dieron como cualquier ganadería en ciernes. Prudente es tener en cuenta que en aquella época se juzgaba a los toros por su comportamiento en la suerte de varas, pero se advierte de la breve descripción de Don Calixto, que algunos ejemplares fueron nobles y que en lo general el encierro estuvo bien presentado.

El juicio que hace Pata Larga en el periódico capitalino El Diario del día siguiente al del festejo acerca de la novillada de Garabato, es el siguiente:

Los toros enviados por el señor Luis Aguilar no fueron parejos en presentación, y aunque de escaso poder, cumplieron mejor que los de la “Encarnación”, que los de la famosa “Trasquila”, que los del “Pabellón”, etc… Hubo dos que volvieron al corral, uno condenado a fuego y cinco que resultaron más blandos que la mantequilla, pero bravucones para la gente de a pie, sin resabios y acudiendo al percal o al trapo rojo cuando se les presentaba por delante…

Voy a insistir, el baremo era la suerte de varas, pero actualmente quizás se diría que fueron buenos para el torero.

La actuación de los diestros

Al final del festejo se libraron de la quema Ezpeletita, Amuedo y Chanito, quienes fueron los que mostraron menos limitaciones ante los astados. Un jurado cuya integración no se reveló en las crónicas, los seleccionó para participar en el tercer festejo junto con los tres triunfadores del que se celebraría el domingo 27 de julio. Pelongo, escribiendo para El Imparcial, expresa:

El jurado acordó su voto a “Ezpeletita”, Amuedo y “Chanito” para que después de la corrida del domingo próximo, en que torearán en competencia tres matadores mexicanos, compitan a su vez con los que queden victoriosos... El fallo del jurado fue acogido con general beneplácito, pero por la noche, uno de los novilleros no agraciado con el voto, decía en un corrillo de toreros: "No hay justicia, a mí se me debía haber seleccionado; pero, ¿Cómo va a ser justiciero un jurado en que están un escritor festivo, que todo lo toma a guasa, y en el que no faltaba... ni el Judas del apostolado?

Por su parte, el ya citado Pata Larga, en El Diario, refiere:

De los seis matadores de novillos que tomaron parte en el concurso, los que sobresalieron fueron “Ezpeletita” y “Chanito”, resultando una completa nulidad el “Camiserito”, que fue bautizado por el público como “El Chancleta”, por haber tirado una zapatilla al ser perseguido por uno de los “jaquetones” del “Garabato” y más que nulidades “Carrasquito” y “Jerezanito” ...

Esos festejos de selección a veces resultan ser una verdadera lotería, pero también, a veces, no hay otro método mejor para dar oportunidades a toreros principiantes.

El devenir de los toreros

Ezpeletita, gaditano, recibió una alternativa en Puebla, de manos de Reverte Mexicano. Sus hijas Pilar y Paquita fueron bailaoras de flamenco formando un cuadro conocido como Las Canasteras de Triana. José Amuedo, también de Cádiz, recibió la alternativa el 3 de junio de 1923 en Tarragona, de manos de Saleri II y con José Flores Camará de testigo, con toros de Peña y Rico. Y, Sebastián Suárez Chanito, de la Isla de San Fernando, recibió la alternativa en México, mano a mano con Vicente Pastor el 4 de enero de 1914 y la confirmó en Madrid al año siguiente de manos de Juan Silveti.

De Camiserito, Carrasquito, y Jerezanito, no encontré información que indicara que caminaron largo por el llamado planeta de los toros.

Garabato

A partir del año 1932 se hace cargo de la ganadería don Celestino Rangel Aguilar conocido como El Tato Rangel, quien fue un personaje llamativo y pintoresco en nuestra fiesta. Vestía siempre el traje de charro y llevaba, como debe ser, una pistola al cinto, a la que festivamente, don Arturo Muñoz La Chicha, nombraba Doña Genoveva. Él fue quien se encargó de empadrar y seleccionar los ganados llegados de Malpaso al final de la década de los veinte, cuando esa ganadería zacatecana se liquidó y pasó en su mayoría a la propiedad del general Anacleto López, pero que también llegó en parte a Aguascalientes vía Garabato; y también a lo que posteriormente sería Santa Rosa de Lima, lo originalmente llamado Albarrada propiedad de Eduardo Margeli y Antonio Casillas, después Armillita Hermanos y a lo que fue del coronel Pablo Baranda.

Esos ganados traían cruces con toros de Saltillo, Murube, Concha y Sierra, Veragua y Otaolarruchi. Una mezcla a la que mínimamente podemos calificar como explosiva. La labor de selección tenía que ser muy escrupulosa y precisa para obtener productos adecuados, por lo que comenzó a hacer cruces con toros padres de San Mateo y Piedras Negras.

También adquirió uno de los eslabones perdidos de la historia genética de la ganadería mexicana, un toro de los herederos de Vicente Martínez que originalmente importó don Miguel Dosamantes Rul para Peñuelas, un negro mulato, número 27, llamado Terciopelo. Le contó Calesero al doctor Alfonso Pérez Romo:

Mi hermano Jesús era entonces empresario de la Plaza de Toros San Marcos y había pensado para mi despedida novilleril un mano a mano con Juan Estrada. Por aquel entonces, Juan Estrada y yo éramos la pareja más interesante de la baraja en México. Fuimos a Garabato a ver la novillada, propiedad del ganadero Celestino Rangel “Tato”; aquellos animales eran el primer producto de un semental de don Vicente Martínez que trajo de España don Miguel Dosamantes, y que después de padrearlo unos años en Peñuelas, se lo vendió al “Tato”...

Esa es una gota más que hizo a Garabato una ganadería única, por la indudable mezcla de sangres que llevó.

Una reforma agraria mal entendida redujo casi a la nada la superficie territorial en la que se podían criar los toros de Garabato. Durante muchos años el Tato Rangel tuvo que arrendar subrepticiamente a los ejidatarios las tierras que le fueron expropiadas para seguir criando sus toros.

Pese a ello, Garabato logró presentarse en la Plaza México con una novillada el domingo el 3 de junio de 1973, misma que lidiaron Adolfo Guzmán, José Manuel Montes y Artemio Becerril en el segundo festejo de ese ciclo novilleril, apenas unos meses después de que El Tato Rangel falleciera y que su hija Rosalinda se encargara de los destinos de la ganadería. 

Al paso del tiempo, otros hierros de la región adquirieron actualidad y por ello, su presencia en los carteles dejó de ser frecuente, tanto que más de un autor la señala en sus obras como extinta. Sin embargo, hoy en día se reconstruye la base ganadera de Garabato a partir de simiente de Puerta Grande – antes ingeniero Mariano Ramírez – y está a cargo de esa tarea el joven abogado Hiram Íñiguez Rangel, que ya representa a la quinta generación de criadores de ganado de lidia en la hacienda de San Isidro Labrador, por más señas Garabato, en Aguascalientes, México.

domingo, 14 de julio de 2024

16 de julio de 1965: Gregorio García se despide de los ruedos en Lisboa

Gregorio García, originario de la Hacienda de Santo Domingo en San Luis Potosí se había presentado como novillero en Torreón el 9 de junio de 1935, después de que el 17 de marzo anterior se le tirara de espontáneo a Heriberto García. Y así se le anunció, como el espontáneo de Heriberto. Eso le permitió ir hilvanando una serie de actuaciones que le consiguieron su presentación en El Toreo de la Condesa el 1º de agosto de 1937, fecha en la que le cortó el rabo al novillo Rompegalas de don Carlos Cuevas y que había brindado a don Rodolfo Gaona. Esa campaña actuaría en once tardes en la principal plaza de México.

Seguiría en las filas de la novillería hasta el año de 1943, siendo compañero de diversas generaciones de toreros de las que salieron Paco Gorráez, Calesero, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Cañitas, David Liceaga, Ricardo Torres – estos dos recuperando sus alternativas – Antonio Velázquez o Luis Procuna. Sumó en total veintinueve novilladas en la capital mexicana, siendo la última el 24 de octubre de ese año del 43, realizando, refiere don Heriberto Lanfranchi, una dramática faena a un novillo Pelucho de don Juan Aguirre, al que le cortó el rabo.

La primera corrida de la temporada 1943 – 44 fue la de la alternativa de Gregorio García. Lo apadrinó Jesús Solórzano al cederle al toro Alcoleano de Santín en presencia de Luis Castro El Soldado el domingo 5 de diciembre de 1943. El toricantano dio la vuelta en ese y le cortó la oreja al sexto Vigilante.

Gregorio García y Portugal

En el año de 1944 Gregorio García hace su primera campaña europea. Se presenta el 21 de agosto en San Sebastián en España, pero es en ruedos portugueses, principalmente en Lisboa, en donde adquiere la calidad de figura. Su presencia en las temporadas de la capital de Portugal era indispensable y me atrevo a afirmar que los tres toreros mexicanos que han causado la mayor impresión en esa afición son José González Carnicerito, Carlos Arruza y el propio Gregorio. Los tres que combinaron la expresión dramática del valor ante los toros y que lucieron como pocos, en el segundo tercio. 

Se afirma que Gregorio García sumó la friolera de 48 tardes en la plaza de Campo Pequeno. Cuestión de rastrear cada una de ellas, pues de ser así, sería uno de los diestros, en toda la historia del toreo que más ha actuado en ella y que, en el actual estado de cosas, difícilmente podría ser alcanzado. Aparte, su aproximación con la afición lusitana le convirtió en un pionero del marketing taurino, porque en esos días de hace ocho décadas, en Portugal había líneas de ropa para caballeros que llevaban como marca la de Gregorio García, aprovechando la apostura natural del torero de San Luis Potosí.

Por esa razón le fue ofrecida o quizás pidió Gregorio y le fue aceptada su solicitud, la despedida de los ruedos en Campo Pequeno y se programó para la noche del martes 16 de julio de 1965, en un festejo en el que los caballeros en plaza José Ataide y Joao Branco Nuncio tendrían a su cargo la parte ecuestre del festejo, en tanto que, a pie, actuarían el propio Gregorio y el diestro lusitano Amadeo dos Anjos, todos ante toros de Fernando Sommer de Andrade.

Las despedidas de los toreros tienen de suyo un sabor agridulce, pero en el caso de esta de Gregorio García llevó por añadido el dolor de las lesiones que dejan los toros, que para esta ocasión no fueron los de una corrida a modo. Ya con 50 años de edad, acusó los efectos de la falta de sitio y seguramente los estragos de la vida alegre por la que también era conocido. Escribió El Terrible Pérez para el Diario de Lisboa:

Gregorio García volvió anoche a encender Campo Pequeno, como tantas veces antes, ayer por la noche en la despedida que Manuel dos Santos le proporcionó para su beneficio y satisfacción. Beneficio tuvo, pero satisfacción apenas obtuvo de las ovaciones que se llevó al partir plaza y en las vueltas finales, pletóricas de palmas cariñosas y flores de nostalgia. El torero que, en su tierra, recientemente, tuvo una despedida triunfal, sufrió una aparatosa cogida y fue pisoteado por su primero al esbozar los primeros lances, siendo llevado a la enfermería. Sacó contusiones en la cabeza, y en un hombro, se pensó no regresaría al ruedo, pero quiso hacerlo en su segundo toro. Visiblemente lastimado, intentó estirarse en algunos lances de capa y pases de muleta, pero volvió a ser cogido y con dificultad pudo simular la muerte de su último toro…

El torero mexicano sacó fuerzas para apenas cumplir su compromiso, aunque estuviera seriamente limitado por sus lesiones, pero en esa última tarde, ya fue solamente una sombra del torero que dos décadas antes fue un ídolo para la afición lisboeta, que, guardando un buen recuerdo de él, llenó la plaza para verlo actuar allí por última vez.

La despedida en México

Un par de meses antes, el 1º de mayo, Gregorio García había toreado su última tarde en la misma

plaza en la que se presentó vestido de luces, en Torreón. Alternó con nuestro Pepe Luis Vázquez y con Mauro Liceaga en la lidia de toros de Santoyo. Fue, de acuerdo con las crónicas, una tarde pasada por agua, pues en las inmediaciones de la hora de la corrida, cayó un fuerte aguacero, pero eso no mermó la entrada a la plaza, que como en Lisboa, también se llenó. Gregorio tenía ese algo que convierte a los toreros en ídolos y los hace llevar a la gente a las plazas.

Don Guillermo V. Zamudio, cronista titular del diario El Siglo de Torreón

 escribió una muy sentida crónica de ese festejo, de la que extraigo lo siguiente:

La tarde se vistió de tristeza y el cielo comenzó a llorar... y Gregorio hizo el milagro de abarrotar la plaza a pesar del fuerte aguacero que a la hora del festejo se abatió, extraordinariamente, sobre la ciudad... El público, “su” público, quería verlo por última vez aquí, en el ruedo de donde salió una tarde para pasear por las plazas de la Madre España, de Portugal, de Sudamérica, de México entero, su aristocrática y señorial figura, su clase, su categoría, su nombre... El de su despedida se llamó “Garabato”, negro zaino, corniabierto, marcado con el número 12, apretado de carnes y bien cubiertos los riñones, 490 kilos en la romana... un señor toro, bonito de estampa y con una fuerza extraordinaria, se arrancaba de tercio a tercio y Gregorio se fue a él... Tres varas y prodigando los tumbos, recibió el de Santoyo... al quite, Gregorio García que nos enseñó la hermosura del Quite de Ortiz por las afueras... todavía se escuchan los aplausos... Cambia el tercio y Goyo coloca dos pares de antología, uno al cuarteo y otro de poder a poder... Faena buena de verdad... faena en la que Gregorio hizo mucho, pero mucho más de lo que estaba obligado a hacer... un pinchazo y una estocada para terminar... estocada muy buena que le premian con la oreja de su enemigo... vueltas al ruedo solo, acompañado de los diestros alternantes, del empresario Mario (Chopera) Hamdam, del ganadero... Música, ovación fuerte y “Las Golondrinas” que se humedecen con el llanto que brota en las pupilas y se hace nudo en la garganta... También los hombres lloran... y Gregorio lloró...


Se puede apreciar con esta descripción la diferencia que hace la suerte de varas en la lidia del toro. Su juego se atempera y resulta menos complicada la faena en el último tercio. Y vuelvo a insistir en que, porque los toros no mueren a estoque en los ruedos portugueses, nos induce a pensar que lo que se hace ante ellos tiene menos mérito que cuando se hace ante los toros que mueren en el ruedo. Y de la misma forma, soslayamos que en los festejos a la portuguesa no hay picadores, que el toro llega casi entero al tercio final, y poder con ellos, tiene un mérito indiscutible. Aquí tenemos la prueba de lo que puede suceder en uno y otro caso.

Un reproche final

Hace unos seis años pude conocer la plaza de Campo Pequeno y el museo taurino que tiene anexo. Tiene algunas piezas muy interesantes en sus colecciones, pero de manera curiosa no hay allí mención o recuerdo alguno de Gregorio García o de alguno de los toreros de nuestra Edad de Oro, quienes entre 1936 y 1944, enriquecieron las temporadas de esa plaza al no poder actuar en ruedos hispanos. Los únicos cartelillos de mano que observé exhibidos, fueron uno en el que se anuncia una actuación de Juan Espinosa Armillita y otro muy posterior, donde se anuncia al rejoneador Gastón Santos. Creo que al menos Gregorio, con la estatura de ídolo que allí tuvo, merece al menos una mención en ese sitio.

domingo, 7 de julio de 2024

Relecturas de Verano XIII

Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral

Doxa versus episteme

La obra de la doctora Fernanda Haro Cabrero nos presenta lo que considero un puntual diagnóstico del por qué de muchas de las situaciones que vive actualmente la fiesta de los toros, encontrando que bastantes de las dificultades que hoy vive derivan del enfrentamiento dialéctico que de lo que en la filosofía se llama Doxa y Episteme.

De acuerdo con la obra de Platón doxa (δόξα) resulta ser conjetura, fe o creencia; en tanto que episteme resulta ser un conocimiento de naturaleza científica, aunque limitado al mundo de las ideas. Antes, Parménides de Elea hablaba del conocimiento obtenido por medio de la doxa o por vía de la opinión y lo distinguía del conocimiento obtenido por la vía de la experiencia a la que calificaba como vía de la verdad. También calificaba a la doxa como fama o gloria que obtenían aquellos cuyas palabras en el Ágora van más rápidas que su pensamiento…

Pues, en Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral, la doctora Haro Cabrero nos revela que tanto entre quienes pretendemos la permanencia de la tauromaquia, como entre aquellos que pretenden abolirla, una importante parte de la argumentación que se presenta está sostenida en mera doxa, en opiniones que se repiten, a veces ad nauseam, como si fueran verdaderos artículos de fe, cuando en realidad, son únicamente meras opiniones de personas, algunas de ellas con autoridad intelectual, pero opiniones al fin y al cabo.

Y nos señala ejemplos. Entre los nuestros, encuentro extraordinario el análisis que hace de la trillada expresión de Federico García Lorca, expresada en una entrevista, la última de su vida, aparecida en el diario madrileño El Sol del día 10 de junio de 1936, cuando dijo a su amigo, el caricaturista Lluis Bagaría aquello de que creía que en ese momento la fiesta de los toros era la más culta que había en el mundo… La expresión completa de Lorca es la siguiente:

Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. Es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y sus mejores bilis. Es el único sitio adonde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza. ¿Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de nuestra lengua si dejaran de sonar los clarines dramáticos de la corrida? Por temperamento y por gusto poético soy un profundo admirador de Belmonte...

Doxa… Esa era, en ese día, la opinión personal del poeta de Fuentevaqueros, lo que él personalmente creía y que a fuerza de ser repetido después de manera incesante que él lo afirmó esa señalada fecha, hoy se ha convertido, para una gran mayoría, en una verdad casi inmutable.

La revisión de la cita en su integridad lleva a la autora a cuestionar el verdadero alcance de la expresión. En primer término, nos deja claro que se trata de su particular manera de ver las cosas, el verbo creo, es fundamental para así entenderlo. Y posteriormente, hay una referencia temporal, pues sitúa su opinión justamente en el momento que está viviendo. Si Lorca hubiera tenido la ocasión de llegar a viejo, podría haber sido cuestionado acerca de esa afirmación, pero esta se quedó congelada en el tiempo, porque un par de meses después, sus días concluyeron.

Entonces, uno de los principales argumentos al uso para intentar la defensa de la permanencia de la fiesta, resulta ser, en su origen, una afirmación relativa, a pesar de que hogaño se le quiera dar la apariencia de uno de los dogmas absolutos que rigen esta actividad humana. 

Y así nos va desmontando la doctora Haro Cabrero otras afirmaciones y sentencias sobre las que nuestro optimismo sobre la sobrevivencia de la tauromaquia descansa y que son meras opiniones o creencias – consejas populares, diría yo – que poco o nada aportan a un debate que ya ha pasado a un estadio superior.

Pero si entre nosotros las cosas descansan sobre terreno cenagoso, en el otro equipo las cosas no están mejor. Allí es quizás donde la obra que trato de comentar revela los mayores desequilibrios, porque la doxa de los abolicionistas ya no es, a mi juicio, fundada en opinión o creencia. Ha llegado al peligroso extremo de convertirse en un verdadero fanatismo.

Por una parte, la goebbeliana repetición de historias de esas que a veces se afirman rescatadas de los entretelones de la fiesta, han servido para señalar a quienes son profesionales de ella, como una verdadera panda de sádicos que abusan de animales indefensos, que han sido minimizados en su integridad o en su posibilidad de defenderse antes de salir al ruedo y así podemos ver que en casi todo panfleto que circula en contra de la tauromaquia, esas historietas acerca de nublar la vista de los toros o de atentar en alguna forma contra su posibilidad de embestir con toda su fortaleza, se repiten con puntos y comas.

Luego está la teoría de que el toro de lidia es por su naturaleza un animal pacífico que desde su edad más tierna es entrenado y hostigado para que aprenda a pelear en las plazas. Y todo ese cúmulo de ideas que solamente derivan de la transmisión oral de mentiras y falacias de hechos que quizás ocurren, pero no en la forma que se intentan comunicar. En estos días en los que la información circula de manera instantánea, en tiempo real, es muy fácil impactar con ella si se tiene un grupo de fieles seguidores dispuesto a consumirla.

Pero todas esas afirmaciones carecen de la naturaleza de ser conocimiento, son, mera doxa, y en este caso particular, opiniones llevadas al extremo, decía al principio, a fuerza de ser repetidas una y otra vez, de ser convertidas en verdaderas creencias, casi en artículos de fe para quienes las defienden, aún con representaciones que por lo estridentes que son, merecen desde mi punto de vista, el calificativo de warholianas

Subestimando al adversario

Ligado a los conceptos anteriores, la doctora Haro Cabrero nos señala atingentemente que, en el desarrollo de toda esta trama de ataques contra la fiesta de los toros, quienes tenemos afición por ella hemos subestimado a los que pretenden abolirla.

Reconoce que somos, dentro del conglomerado social, una minoría, y agregaría yo que los abolicionistas son otra, aunque mejor organizada, con mejores canales de comunicación, con una definitivamente mejor conciencia de la finalidad que persiguen y evidentemente con acceso a recursos, aparentemente ilimitados de procedencia hasta ahora no aclarada.

La posición de la afición a los toros en este aspecto se relaciona con una de las ideas preconcebidas acerca de su subsistencia, aquella que reza que la fiesta se defiende sola, que ha propiciado que, aunque la finalidad de todos los aficionados sea la permanencia de la tauromaquia, los esfuerzos y las actividades para mantenerla, sean fraccionados y regionalizados. Y también suponemos que hay quienes tienen la responsabilidad activa de resistir los embates de los abolicionistas, en tanto que quienes acudimos a los tendidos, solamente cumplimos con hacerlo.

Los abolicionistas se han aprovechado de esa falta de cohesión entre la afición y han penetrado entre las grietas que eso genera. Eso también lo refleja la obra de la doctora Haro Cabrero, señalando que es importante la reagrupación de todas las fuerzas para presentar en definitiva un frente unido que pudiera enfrentar los cada vez más frecuentes embates que se estarán presentando en su contra en el futuro.

Decía líneas arriba que los que se oponen a la tauromaquia están muy bien avituallados en lo económico. En más de alguna ocasión he podido comentar este punto a quienes se encargan de la defensa de los asuntos en los días actuales y les he sugerido tirar de la manta por ese lugar. El silencio ha sido mi respuesta. ¿Por qué hay un aparente temor a destapar esa situación?

Animales y derechos

También se trata en la obra el asunto de los derechos de los animales, de la supuesta o presunta Carta de los Derechos de los Animales, que unos grupos afirman fue aprobada por la UNESCO y otros, que por la mismísima Asamblea General de la ONU. La realidad es que, como lo revela la doctora Haro Cabrero, ese documento que quizás exista, no obra en los archivos de ninguna de esas organizaciones internacionales y mucho menos ha sido discutido y analizado por sus asambleas generales. Es otra mentira que se ha convertido en verdad a fuerza de repetirla incesantemente.

Afirmo de manera tajante: los animales no tienen y no pueden tener derechos. Para ser titular de un derecho, es necesario tener la capacidad, primero, de poder asumir el o los deberes que le son correlativos y después, como dice el profesor Javier Hervada en sus Cuatro Lecciones de Derecho Natural:

El animal no es capaz de poner una decisión original suya, o sea, no dependiente del juego de instintos y leyes naturales dados a su ser... El acto libre es sólo propio de la persona, dueña de su ser en tanto capaz de actos originales suyos, que proceden de su decisión. El acto humano, dentro del ámbito de conductas que nos interesan, está trascendido de libertad: es un acto libre...

Es decir, para tener derechos se requiere libertad de decidir. Los animales no deciden, responden únicamente a sus instintos. Lo que sí tienen los animales, como expresa con tino la profesora Adela Cortina, es valor y como seres vulnerables que son tenemos hacia ellos obligaciones morales de cuidado y responsabilidad. (Las fronteras de la persona. El valor de los animales, la dignidad de los humanos”).

Y es que los llamados derechos humanos – todos los derechos son humanos – son anteriores a la voluntad de cualquier legislador. No es lo mismo reconocer un derecho, que concederlo. El reconocimiento implica solamente la aceptación de la existencia de algo anterior. La concesión implica un acto de magnanimidad que se otorga por la gracia del que tiene el poder y que, en otro espacio temporal y político determinados, pudiera retirarse. Dar derechos así, es además de peligroso, demagógico.

Un par de notas finales

Primero, una digresión terminológica. Taurino es aquel que tiene intereses dentro de la fiesta. Aficionado es quien tiene interés en la fiesta, pero sin tener intereses dentro de ella. Yo creo que me ubico en esa segunda definición.

Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral es una obra que todo aficionado a los toros o aspirante a serlo, debería leer ya, pues en sus páginas, la doctora Fernanda Haro Cabrero expone con claridad y de manera concisa el estado actual de las cosas y propone algunas interesantes alternativas para tratar de superar las actuales vicisitudes. El estilo literario que tiene la obra es fluido y no es una obra para iniciados que requiera tener un diccionario de autoridades en la mesilla de al lado, además de tener la gran virtud de que una vez que se empieza, le cuesta a uno interrumpir su lectura. Léanlo, no quedarán decepcionados.

Referencia Bibliográfica: Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral. Soluciones a la dialéctica de lo taurino desde la ciencia, la razón y la evidencia”. – Fernanda Haro Cabrero. – Editorial Almuzara. – 1ª edición, Córdoba, 2024, 134 páginas, con viñetas en blanco y negro. – ISBN 978 – 84 – 10521 – 24 – 7.  

domingo, 30 de junio de 2024

2 de julio de 1939: La presentación de Silverio Pérez en Lisboa

Silverio Pérez visto por
Carlos Ruano Llopis
Después de que en 1936 se terminaran las relaciones taurinas entre España y México, los toreros mexicanos no dejaron de actuar en Europa, pues las plazas de Portugal y de Francia siguieron reclamando su presencia para mejorar los carteles que ofrecían a sus respectivas aficiones. Toreros como Lorenzo Garza, Paco Gorráez, Ricardo Torres, Jesús Guerra Guerrita, Luis Castro El Soldado o Fermín Espinosa Armillita eran frecuentes actuantes en las plazas de Arles, Lunel, Bayona, Nimes, Toulouse, Lisboa, Povoa do Varzim, Vila Franca de Xira, Évora y otras de aquellas tierras en las que la tauromaquia tiene presencia. 

Esas actuaciones se producían generalmente en el verano, época en la que la actividad taurina decrece en México, principalmente por coincidir con la temporada de lluvias, tiempo de aguas decimos aquí. Por eso es que el ciclo taurino por excelencia comienza aquí a finales de octubre o inicios de noviembre y termina el mes de mayo del año siguiente. Sí, nuestras temporadas son una especie de “ejercicios montados” porque inician en un calendario y terminan en otro, pero el hecho de que donde más se concentra la actividad esté al Sur del Trópico de Cáncer, genera esas complicaciones climáticas.

Por esa razón en el año del 39 del pasado siglo, toreros como Fermín Espinosa Armillita, Luis Castro El Soldado, José González Carnicerito de México y Silverio Pérez, junto con los novilleros Manolo y Carlos Arruza se dirigieron a Portugal tras de que terminara aquí en México la temporada taurina. Francia estaba fuera de toda cuestión, puesto que con los conflictos de orden político – militar que empezaba a tener con la Alemania de Hitler, prolegómenos de la II Guerra Mundial, la actividad taurina estaba suspendida y no se reanudaría sino hasta después de terminada esa confrontación bélica.

Silverio Pérez en Europa

Antes de la actuación que este día me ocupa, El Faraón de Texcoco ya se había presentado en los ruedos de Europa. En 1935 aprovechó el verano para hacer campaña en España como novillero y he podido localizarle, aparte de su histórica presentación en la plaza de Tetuán de las Victorias, otras como la reaparición en ese mismo ruedo, y su debut en las plazas de Valencia, Barcelona, Salamanca y por supuesto, su presentación en la plaza de Las Ventas el 26 de septiembre de ese año, fecha en la que cerró su campaña por aquellas tierras. 

Así que los ruedos del otro lado del Atlántico no le eran precisamente extraños a Silverio, quien volvería a ellos en el año de 1945, ya como matador de toros a hacer una breve pero exitosa campaña en plazas como Barcelona o Burgos dejando la impronta de su calidad torera y humana en todos los sitios en los que actuó.

La corrida del 2 de julio de 1939 en Lisboa

Su presentación ante el público lusitano se dio en una corrida dentro de lo que en la época se llamó la temporada de julio en la capital portuguesa. Se anunció a los toreros a caballo Joao Branco Nuncio y José Casimiro y a los toreros a pie Fermín Espinosa Armillita Chico y Silverio Pérez para enfrentar ocho toros de la ganadería de Joaquim de Oliveira Fernandes. Inicialmente se señaló que la corrida sería con picadores, según se desprende de la siguiente información aparecida en el Diario de Lisboa fechado el 28 de junio de 1939:

El domingo por la noche, en Campo Pequeno, adornado Portugal, por el asombroso «diestro» mexicano «Armillita Chico» … «Armillita Chico» es el más completo de los toreros actuales y figura del toreo mexicano y como informamos, salió expresamente rumbo a Europa contratado por la Empresa de Campo Pequeno para torear dos corridas, despidiéndose de nuestro público, la noche del domingo, en la corrida en la que alternará con otro gran torero también mexicano: Silverio Pérez… Esa noche se lidiarán toros de la inmensa ganadería que tanto éxito consiguió en el primer festejo de esta temporada, perteneciente a don Joaquim de Oliveira Fernandes, de Évora. La bravura, nobleza, y presentación de los toros del Sr Oliveira Fernandes ha dejado un gran palmarés y se espera con gran interés la lidia de un nuevo encierro de la misma ganadería… «Armillita Chico» y Silverio Pérez actuarán con «picadores», en la lidia de cuatro toros y el resto serán toreados por los notables caballeros Joao Nuncio y José Casimiro…

Me llamó la atención que se anunciara que Armillita y Silverio actuarían con picadores, caso poco frecuente en los ruedos portugueses, pero veremos pronto que las cosas se produjeron de manera diferente.

El encierro de Joaquim de Oliveira

La corrida de Joaquim de Oliveira Fernandes estaba destinada a llamar la atención. Así, el Diario de Lisboa del último día de junio anunciaba que esa noche, se llevaría a cabo de manera pública y con entrada gratuita, el desencajonamiento de los toros en el ruedo de Campo Pequeno:

Hoy, a las 22:30 horas, en la arena de Campo Pequeno, serán desencajonados a la vista del público, que tendrá entrada libre, los toros de la acreditada ganadería del señor Joaquim Oliveira Fernandes que, pasado mañana por la noche, serán lidiados por los toreros mexicanos «ARMILLITA CHICO» y SILVERIO PÉREZ y por los notables caballeros JOAO NUNCIO y JOSÉ CASIMIRO… Las taquillas abrirán el día de hoy. Los señores abonados deberán retirar sus entradas antes de las 21:00 horas…

La descripción de los sucesos del desencajonamiento de los ocho toros verificado la víspera en el ruedo de Campo Pequeno, entre otras cosas cuenta lo siguiente:

La empresa de Campo Pequeno abrió ayer sus puertas para que el público viese el desencajonamiento de los toros. El público llenó la plaza y salió entusiasmado con la fina presentación de los ocho toros que «ARMILLITA CHICO», SILVERIO PEREZ, JOAO BRANCO NUNCIO y JOSE CASIMIRO lidiarán mañana en la gran corrida nocturna, dedicada a los «equipos» que, en la tarde, disputarán el encuentro Lisboa – Sevilla… Toros bien criados, finos y bien armados, dando, por la manera en la que salieron de los cajones, los mejores indicios de casta y de bravura… La corrida dará inicio a las 22:15 horas para dar tiempo a que los entusiastas del «football» puedan asistir…

El festejo y su resultado

La crónica de la corrida aparecida al día siguiente del festejo, firmada por F, es brevísima, más concentrada en la actuación de los cavaleiros que en la de los toreros a pie, según podremos leer enseguida:

Con buena entrada se realizó ayer por la noche en Campo Pequeno una corrida para la cual, el Sr. Joaquim de Oliveira Fernandes envió ocho toros grandes y con nervio. Tan grandes y con tanto nervio que la lidia de los cuatro en puntas que salieron para los espadas, fue muy perjudicada por la falta de picadores… Fuera de algunos «encontronazos» de los toros, extraordinariamente veloces con los caballos, los caballeros triunfaron. Joao Nuncio, después de haber resuelto con brillantez las dificultades que le presentó el primero, tiró, como él lo sabe, de todo su arte en su segundo cuyas «ganas de pelea» hubieran permitido algunos pases de muleta. José Casimiro toreó con alegría y rapidez, siendo también justamente aplaudido… Los mexicanos «Armillita Chico» y Silverio Pérez no pudieron sacar gran partido de los toros, por no tener con ellos a sus «cuadrillas» … El segundo, lleno de ganas de triunfar, y sin esa apatía y desinterés que dan los coches caros y el dinero en los bancos, buscó hacerse de cartel, demostrando ya sea con la capa o con la muleta, que es un torero fino y valiente. En cuanto a «Armillita Chico», estuvo hecho un gran banderillero... Y, ya que hablamos de fiesta: ¿Leyeron lo que declaró Marcial Lalanda, como titular del Sindicato de Toreros? Dijo que «las corridas de toros ya no son un espectáculo cruel porque, entre otras medidas, ahora se inyecta morfina a los caballos». Ahora, como muchos toreros ya consumen «estupefacientes», sólo queda inyectar a los toros para que el espectáculo se vuelva completamente «estúpido». No hablamos del público…

De las breves líneas dedicadas a su actuación, se observa que la actuación de Silverio Pérez causó buena impresión en la crítica y en la afición de la capital de Portugal, lo que le valió volver pronto a la plaza de Campo Pequeno el 27 de julio siguiente, para actuar en un festival a beneficio de los empleados del comercio de Lisboa, en un cartel formado con los rejoneadores Joao Branco Nuncio, José Casimiro, Fernando Salgueiro y Vasco Jardim, y los espadas Armillita Chico y el novillero Carlos Arruza, con novillos de Claudio Moura, antes Viuda de Soler.

Escribió Guillermo H. Cantú:

La etapa taurina de Silverio en Portugal no ha sido suficientemente valorada, como si por el hecho de no matar a los fuertes y grandes toros lusitanos, lo que los toreros realizan con ellos careciera de mérito… Las poblaciones de Lisboa, Oporto, Nazareth, Villa Franca de Xira y otras más, atestiguaron los avances y evolución del texcocano, en una serie de triunfos consecutivos que pocos mexicanos han obtenido en aquellas tierras…

El hecho de que los toros no mueran a estoque en los ruedos portugueses luego nos induce a pensar que lo que se hace ante ellos tiene menos mérito que cuando se hace ante los toros que mueren en el ruedo. Sin embargo, también tendemos a soslayar que en los festejos a la portuguesa no hay picadores, que el toro llega casi entero al tercio final, y poder con ellos, tiene un mérito indiscutible.

Es por ello que lo realizado por los toreros a pie que allá se presentan y en particular en la tarde relatada por Silverio Pérez tiene una gran importancia. Es por eso que recuerdo este día su presentación en la plaza de Campo Pequeno.

domingo, 23 de junio de 2024

23 de junio de 1929: Alberto Balderas y José El Negro Muñoz se presentan en ruedos de España

Alberto Balderas
Alberto Balderas y José El Negro Muñoz fueron de los primeros discípulos destacados de Samuel Solís, quien como ya he contado por esta Aldea, enseñaba el oficio del toreo en la placita de toros que había por el rumbo de Tacuba en la capital mexicana. Por esa razón los emparejó para que dieran sus primeros pasos en los ruedos. 

Armando de María y Campos, en su obra hagiográfica acerca del llamado Torero de México, sitúa la presentación de este vestido de luces el 6 de enero de 1926 en la plaza de toros de Mixcoac, de don Próspero Montes de Oca, alternando con José Olivera Pepete y El Niño del Brillante. Su presentación en El Toreo sería el 27 de marzo del año siguiente, en un festejo mixto, en el que su mentor y Carlos Lombardini se despedirían de los ruedos y Balderas, El Negro Muñoz y David Liceaga completarían el cartel. Alberto y Muñoz despacharían cuatro erales, Solís y Lombardini un toro cada uno y David Liceaga cerraría la tarde enfrentándose a un añojo.

Alberto Balderas y José Muñoz tendrían importantes actuaciones las temporadas novilleriles al inicio de la temporada de 1929 en El Toreo, lo que los animó a intentar el viaje a España para intentar obtener allá la alternativa de matador de toros. Samuel Solís les recomendó allá con Maera, quien fuera mozo de espadas de Rodolfo Gaona, para que les consiguiera acomodo con algún apoderado en aquellas tierras. Escribe de María y Campos:

Una mañana, al abrir los ojos, se encontró frente a Santander. Unas horas después se apeaba en la Estación de Atocha, en Madrid. Los esperaba “Maera”, el ex mozo de espadas de Gaona, a quien iban “consignados” ... “Maera” empezó a presentarlos en las tertulias taurinas de Madrid... También los llevó con Dominguín, el ex torero que había descubierto a “Cagancho” y que manejaba como empresario la plaza de toros de Tetuán, antesala de la de Madrid...

Pero las cosas no apuntaban hacia que pronto, don Domingo González los llevara a sus plazas. Tuvieron que aceptar presentarse en Carabanchel, en La Chata de Vista Alegre, plaza por cierto inaugurada por Rodolfo Gaona, en festejo que se programó para el domingo 23 de junio de 1929, hoy hace 95 años.

Los prolegómenos de una tarde triunfal

Cuando Maera le arregló a Alberto Balderas y al Negro Muñoz la novillada de su presentación, el cartel planteado inicialmente era una terna encabezada por el también mexicano Julián Pastor, quien al final de cuentas se cayó de la combinación por no estar conforme con los novillos de Aureliano García, antes Rodrigo Solís, ganadería procedente de la que en su día fue de don Valentín Collantes, producto de un cruce de ganados de origen Vázquez con reses de Murube y de Campos López, todo un galimatías ganadero.

En esas condiciones, el cartel de la presentación en ruedos hispanos de Alberto Balderas y José Muñoz quedó en un mano a mano. Como un apunte adicional, vale señalar que la prensa de la época se refiere a Balderas en esa tarde como Alberto Valderas, error que es corregido a partir de su siguiente actuación. 

La triunfal presentación de Alberto Balderas

Alberto Balderas saldría con las orejas y el rabo del quinto novillo de la función. Pero antes de llegar a ese punto en el que redondeó su tarde, impresionó al público asistente en buena cantidad al coso de Carabanchel por su clásico toreo a la verónica y por el ajuste que mostró al torear en quites por gaoneras. También se mostró como un buen banderillero y dueño de un valor sereno delante de los toros. Escribió R. Solís para el Heraldo de Madrid:

Alberto Valderas nos parece, sin duda, la figura más completa de la pareja. Ayer, por lo menos, lo demostró así. Toreó con el capote cerca, tranquilo y artista; banderilleó muy bien, hizo quites pintureros y efectistas y mató con facilidad y limpieza. Pero sobre todo lo que constituyó el triunfo pleno del joven lidiador fue la faena de muleta que realizó con su tercer toro (el quinto de la tarde), que brindó a los espectadores desde el centro de la plaza...

La faena que le representó el triunfo, la del tercero de su lote, la describe así quien sin firma, relató la novillada para el diario madrileño El Imparcial:

Y al fin el quinto... Aquí vino lo extraordinario. Unas verónicas Imponentísimas, soberbias. Y en el quite otro portento de lances. Y volvieron a tomar las banderillas… ¡Qué dos pares prendió Valderas! ¡El delirio! Pero luego vino Muñoz y riámonos del propio Gaona, padrino de estos chavales. ¡No hay quien lo haga mejor que este indio! …El novillo, mansísimo. No había tomado ni una vara, andaba hacia atrás, escarbaba y echaba la cara por los suelos. El elegante torero – ¡qué gran figura! – brindó en los centros, se fue al manso y con medios pases, tirando de él, le sacó casi a los medios. Púsose la muleta en la izquierda, se arrimó al bicho, le metió la pierna dos y tres veces y al arrancarse el manso – necesariamente tenía que arrancarse –, dibujó un natural tan extraordinario, que todo el público se puso en pie y rompió en una ovación cerrada. Otra vez metió la pierna insistentemente, otra arrancada y otro natural idéntico… La Plaza era una grillera. ¡Vaya un escándalo! Otro natural, y luego un redondo, sobre la derecha, claro. Y altos y ayudados, con una elegancia, derecho, quieto... ¡Asombroso! Y arrancando, a ley, un estoconazo completo, algo tendido, saliendo prendido. Una apoteosis; orejas, rabo, vuelta (los dos la dieron), un verdadero diluvio de prendas... Valderas es, sin prejuicio ni pasión, un torero extraordinario...

Grande debió ser la impresión que causara Balderas, que los aficionados en los tendidos reclamaban la presencia de los cronistas titulares de los diarios madrileños. G. Carrión, relator para La Voz de lo sucedido en el festejo, consigna lo siguiente:

Envío. – No faltó una voz que de un tendido salió diciendo: “¿No está Corinto y Oro? ¡Cuántas cosas no diría mañana en LA VOZ de estos buenos toreros!”. – Efectivamente, no estaba, anónimo aficionado. Yo transmito tu deseo al compañero, en la seguridad de que su brillante pluma no tardará en complacerte. Toreros son que merecen critica de tan competente escritor...

Como se puede ver, pronto se advirtió que lo que se apreciaba esa tarde, no era un mero festejo de trámite, sino el inicio de una carrera fulgurante e histórica

La tarde del Negro Muñoz

La parte dura del duro encierro jugado le tocó a José Muñoz, quien solamente pudo mostrarse como un torero enterado y como un extraordinario banderillero. Escribe Ale, en La Libertad:

A José Muñoz le tocó un lote, dentro de lo malo, lo peor. Por eso el chiquillo, ni con el capote ni con la muleta, logró convencer. Tiene, desde luego, geniecillo, y es muy probable que cuando le embista un toro pueda muy bien armar un alboroto... Con las banderillas se mostró un formidable rehiletero, consiguiendo en tres toros, por tal suerte, sucesivas ovaciones... Mató pronto a sus enemigos, y por ello también le aplaudieron...

Al final del festejo se llevaron a los dos toreros a hombros de la plaza por un largo trecho, en la correspondencia que dirigía Balderas a su amigo Arnulfo Reina y que publica en su citada obra don Armando de María y Campos, refiere lo siguiente:

...cuando mató el último toro José, se echó toda la gente al ruedo y nos sacaron en hombros; nos llevaron hasta la Puerta de Toledo, todos querían llevarnos hasta la Puerta del Sol, pero ya íbamos muy cansados y nos subimos al coche...

Por lo que se describe el torero en su misiva, efectivamente fue un rotundo triunfo para ambos.

Los novillos lidiados

La novillada, por lo que reflejan las crónicas que pude consultar, fue un compendio de mansedumbre y dificultades. Dice el anónimo relator de El Imparcial:

Para debut, mano a mano, soltáronles seis novillotes desarrollados, feos, destartalados, con muchos pitones. Seis ejemplares de mansedumbre, típicos de capea pueblerina. Diríamos, para compendiar, que uno fue sustituido – ¡si sería manso! – y cuatro de los lidiados ostentaron la caperuza, si se llama caperuza a un delantal negro, por lo sucio, que, como suponía un espectador, debía de ser un delantal de cocina. ¡Qué asco!...

Por su parte, E. Ayensa, en El Liberal, refiere lo siguiente:

Los bichos del domingo, de D. Aureliano García, antes de Solís, de Sevilla – según rezaba en los carteles –, resultaron completamente ilidiables. Feos, mansos, sin poder y muy desiguales, eran algo así como un saldo. Uno de los animalitos volvió a los corrales rechazado enérgicamente por el público, y los seis restantes se lidiaron en medio de una extraordinaria bronca del respetable. Cinco bueyes llevaron la infamante caperuza, y el primero, y único, que se libró de ella, fue por equivocación seguramente...

A propósito de la caperuza que se menciona en las crónicas que se citan, escribe el amigo Julián H. Ibáñez:

La caperuza negra: En 1929 hubo un cambio en la condena de castigo a los toros cobardes o mansos. Se cambiaron las banderillas de fuego por una caperuza negra. La caperuza era una especie de bonete negro que se le ponía al toro en el pitón durante el arrastre, para “señalar” su cobarde comportamiento y soportar el repudio del público... El primer toro en sufrir ese deshonor, fue un astado de Ildefonso Sánchez Rico, lidiado en Madrid el 24 de marzo de 1929. La caperuza negra, se trataba de un estigma ridículo e innecesario, que pretendía más castigar al ganadero, que, al toro cobarde, que es quien debería de haber sufrido ese castigo... En 1931 se volvió a aplicar el de las banderillas de fuego...

Esa es la historia en torno a la presentación de dos toreros mexicanos en ruedos españoles. Uno de ellos terminó siendo una figura histórica de los ruedos y el otro, un interesantísimo hombre de letras. Y aún así hay quienes se atreven a negar que el toreo es grandeza.

domingo, 16 de junio de 2024

17 de junio de 1951: Juan Silveti confirma su alternativa en Madrid

Con la oreja de Pavito
Madrid 17 de junio de 1951
Foto: Martín Santos Yubero
Juan Silveti Reynoso era hijo de torero. Su padre, quien llevaba el mismo nombre y entre otros apodos, el de El Tigre de Guanajuato, fue una destacada figura en el primer cuarto del siglo XX en los ruedos de España y de México y había recibido primero una alternativa en enero de 1916 en El Toreo, misma que debió revalidar en Barcelona el 18 de junio de ese mismo año y después confirmarla en la Plaza de la Carretera de Aragón el 8 de abril de 1917, apadrinándole Rafael Gómez El Gallo y fungiendo como testigos Castor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao y Pacomio Peribáñez - curiosamente asesor artístico de la presidencia esta señalada tarde -, siéndole cedido el toro Zarcillo de Salvador García de la Lama.

En este mismo sitio he expuesto algo de la vida, obra y hazañas del también llamado Juan sin Miedo, así que hoy intentaré recordar el hecho de que su hijo, siguiendo sus pasos, confirmó también su doctorado en la capital española, ahora en la Plaza de Toros de Las Ventas, aprovechando que, después de cuatro años, las relaciones taurinas entre México y España se reanudaron el 25 de febrero anterior, con la celebración de tres Corridas de la Concordia en Madrid, Barcelona y México. Precisamente Juan Silveti se presentó en cosos hispanos actuando en la capital catalana ese día. A propósito de su actuación en ese festejo, entre otras cosas, escribió Eduardo Palacio, cronista del diario La Vanguardia al relatar la corrida:

Y ahora, mi viejo y querido amigo, Juan Silveti «Tigre de Guanajuato», llamado así por tu gran valor y haber nacido en ese pueblo hace cincuenta y ocho años, o, mejor dicho, va a hacerlos el mes próximo, voy a decirte lo que fue la presentación de tu querido «cachorro». Desde luego, no tiene tu valor, bien acreditado por tus treinta cornadas, pero torea mucho mejor, es más fino con la capa y se ha apropiado este estilo de hoy que, por lo que tiene de plasticidad, gusta sobremanera a la afición de hogaño... Mi opinión sincera es que en cuanto se familiarice con el ganado de aquí, tan diferente del vuestro como tú bien sabes, honrará el apellido que paseaste con tanta bizarría por los ruedos españoles...

Esa actuación le atrajo las miradas de las empresas y pudo presentarse en Sevilla, volver a Barcelona y actuar en La Línea de la Concepción antes del día de la confirmación de su alternativa, que se daría en uno de los primeros festejos a celebrarse después de terminada la Feria de San Isidro.

La tarde de su confirmación

El festejo del domingo 17 de junio de 1951 se anunció con un encierro salmantino de Manuel Sánchez Cobaleda, encaste Vega – Villar, para Antonio Bienvenida, Manolo dos Santos y Juan Silveti, quien confirmaría la alternativa que había recibido en la Plaza México el 15 de enero de 1950, de manos de Fermín Rivera y curiosamente, fungiendo como testigo, también el Lobo Portugués.

Juan Silveti estrenó un terno que de acuerdo con la mayoría de las crónicas era de color azul turquesa y oro, aunque alguna de ellas hablan simplemente de un vestido azul y oro y se enfrentó en primer término a Pavito, número 178. De su actuación ante este toro, escribió don Luis Uriarte, firmando como El de Tanda, en la Hoja Oficial del Lunes del día siguiente al del festejo:

A Silveti, que confirmaba su alternativa, se le aplaudió, con creciente estrépito, de principio a fin de la lidia del primer toro de los de Sánchez Cobaleda. Apenas había pisado la arena "Pavito" – reseñémoslo para la historia: número 178, negro, listón, jirón, calcetero, lucero, bien armado – y ya el mejicano sacaba a relucir su arte en unas verónicas ejecutadas como los cánones mandan: parando, templando, cargando la suerte para mandar y recoger bien, que es como se debe torear. Eso es: torear. Con toreo más perfecto aún en el primer quite a la misma suerte. Después, con la muleta, otra exhibición de toreo clásico, a base de naturales y de pecho, con ambas manos, y sin que la sobriedad y justeza de la faena la perturbasen más que el mínimo adorno de alguna tocadura de pitón o algún ligero desplante, sin perder... ¿cómo diríamos?, sin perder la formalidad. Muy bien. Y sin alargar más de lo preciso – como es corriente y moliente – aquella faena de toreo largo en su ejecución, artístico en su estilo, inteligente en su concepción, pues el cornúpeta estaba ya muy quedado, una estocada casi entera, que lo derrumbó sin puntilla. Huelga decir que hubo concesión de oreja, vuelta al ruedo y ovación de las de verdad. Silveti quedaba admitido en Madrid con todos los honores... Y Silveti, finalmente, aunque muy voluntarioso, tampoco pudo sacar partido del mansurrón y también incierto sexto toro, del que se deshizo de media estocada. Se ovacionó cariñosamente al espada mejicano...

El cronista, aunque con brevedad, advirtió prontamente las buenas maneras y el fino hacer de Juan Silveti, quien pronto caló en el ánimo de la afición madrileña y terminaría siendo uno de los toreros predilectos de esa plaza.

Por su parte, Antonio Bellón, encargado de la crónica en el diario Pueblo, reflexiona lo siguiente:

La faena es justa, sobria y seria. Los naturales, los redondos y la espera, cruzado y cruzado con el toro, para los pases de pecho, arranca ovaciones y rodean la esbelta figura del torero el oro del triunfo. ¡Torero! ¡Torero!, es el run – run admirativo del público ante la faena cada vez más pausada, más torera, rematada con un acariciar de pitones para llevar al toro, agotado en los últimos muletazos tan rítmicos como los primeros, ritmo que Silveti ha impuesto a su faena, a su gran faena, porque han ido de la mano compenetrados su valor y el arte de torear. Faena tan trabada tiene rúbrica de volapié corto. El volapié sólo es posible cuando el toro no ve nada más que el cuajarón de sangre de la muleta sin prisa ni pausa que lo encela, eleva y burla. Toro bien toreado, a volapié muere. Con muerte espectacular de calambrearse las patas y rodar levantadas hacia el cielo, de donde parece bajar un tormentón de ovaciones cuando los pañuelos blancos se guardan porque la oreja, en tan noble lid ganada va a manos de Silveti – que ordena cortar la cabeza de “Pavito” –, que da la vuelta al ruedo, recoge prendas, saluda y deja un hondo rejazo en la admiración del público de Madrid…

El relator de Pueblo, repara en algunos hechos que tienen interés, como en las reacciones que el hacer de Silveti generaba en los tendidos o en el hecho de que el torero haya pedido la cabeza del toro de su confirmación para llevarla al taxidermista.

Por su parte, Manuel Sánchez del Arco Giraldillo, en la edición del ABC madrileño del martes 19 de junio, reflexiona:

Juan Silveti ha entrado con buen pie en nuestra primera plaza. Es un torero completo, seguro, con arte. No es estilista, pero tiene estilo. Creo que, por ver a Silveti, pueden darse por bien empleados todos los trabajos hechos para arreglar el pleito. Hay que contar con él; hay que verle y considerarle muy en serio. No es efectista – eso queríamos decir cuando aludíamos al estilismo – sino un torero cabal; lidiador, sobre todo. Con la capa, perfecto; con la muleta, extraordinario. Con ambas manos tiene un perfecto dominio. La posición que adoptó para el toreo al natural es de la mejor escuela. A un toro muy soso, como era aquel con el que Bienvenida le confirmó la alternativa, le sacó el máximo partido y lo mató de un gran volapié... El sexto toro, que era receloso y se vencía mucho, ratificó las posibilidades de Silveti ante la res difícil... Fie despedido con una ovación...

En un breve párrafo condensa, sin recurrir a la descripción de la actuación del diestro, la impresión que como torero dejó en esa señalada tarde.

Otras cuestiones de esa misma tarde

El propio Giraldillo hace notar la brillante actuación de Humberto San Vicente, picador mexicano de la cuadrilla de Juan Silveti, del que escribió:

No terminaremos sin recoger una nota seria: la manera de picar del mejicano San Vicente, bueno entre los mejores que hoy montan a caballo...

Y habrá que señalar que Antonio Bienvenida, el padrino de la tarde, tuvo que matar cuatro toros, los dos de su lote y los que sorteó Manolo dos Santos, herido al empezar a pasar de muleta al primero suyo, tercero de la corrida. Así era el reglamento de entonces. Saludó una larga ovación tras de dar lidia completa al segundo de la tarde.

Y Manolo dos Santos, arrimándose como desesperado, se llevó una cornada de gravedad, según el parte rendido por el doctor Jiménez Guinea:

Manolo dos Santos sufre una herida en el tercio medio e inferior, cara interna, de la pierna izquierda, de veinte centímetros de extensión, que produce destrozos en la piel y más extensos en aponeurosis y, sobre todo, en los músculos gemelo y soleo, con una trayectoria hacia afuera, que atraviesa totalmente la pierna hasta su cura externa. Pronóstico gravísimo. – Doctor Jiménez Guinea.

Así fue como concluyó la corrida en la que se presentó en Madrid Juan Silveti, un torero que, al paso del tiempo, veríamos que se convirtió en uno de los preferidos de la afición de la Villa y Corte.

Aviso parroquial: Los resaltados en los extractos de las crónicas de Eduardo Palacio, Antonio BellónLuis Uriarte y Giraldillo son imputables únicamente a este amanuense, porque no obran así en sus respectivos originales.

domingo, 9 de junio de 2024

4 de junio de 1931: La alternativa de Carmelo Pérez en Toledo

Carmelo Pérez
Toledo 04/06/1931
Carmelo Pérez había recibido una alternativa el 13 de enero de 1929, en Puebla, apadrinado por Joaquín Rodríguez Cagancho y con el testimonio de Heriberto García, ante toros de San Nicolás Peralta. Sin embargo, el torero mexiquense ejercería poco tiempo ese doctorado, porque regresaría a las filas de la novillería el 5 de mayo siguiente, en El Toreo, alternando con Jesús Solórzano y Alberto Balderas.

Carmelo Pérez, Esteban García y Jesús Solórzano terminarían siendo los triunfadores de esa temporada novilleril de 1929. El texcocano ganó, en una tercia de festejos mano a mano con Esteban García celebrados los días 18 de julio, 18 de agosto y 1º de septiembre de ese año, un anillo de oro con un gran brillante y por su parte el futuro Rey del Temple se llevaría a casa la Oreja de Plata disputada el 15 de septiembre en un cartel de cuatro toreros y ocho toros.

La obtención del anillo de oro hizo pensar, ahora en este caso, a la empresa de El Toreo, que era el momento de que Carmelo Pérez se convirtiera en matador de toros de nueva cuenta. Rafael Solana Verduguillo, en su obra Tres Décadas de Toreo en México, cuenta lo siguiente a este propósito:

Al correrse la voz de que Carmelo iba a doctorarse y a tomar parte en la temporada grande, muchos viejos aficionados, amigos del diestro, nos pusimos en movimiento tratando de evitar que el torero de Texcoco cometiera semejante disparate… Yo hablé con Carmelo con toda claridad: Mira Carmelo, tú todavía no estás preparado para la alternativa, te cogen mucho los novillos… Cuando vengan las corridas gordas y graneadas, va a ser diferente el caso, vas a tener que sortear y si te toca un toro fuerte, te puede lastimar de verdad…

Al llegar a tratar con la empresa, encabezada por Rodolfo Gaona y Benjamín El Chato Padilla, Carmelo Pérez intentó evadir el compromiso, señalando precisamente la apreciación de Verduguillo, en el sentido de su verdor. El Califa de León insistió en hablar con su apoderado, Carmelo de la Rosa, quien era el encargado del zarzo de banderillas de la plaza y le empujó a firmar un contrato para una alternativa prematura y que como la historia lo demuestra, tuvo un final trágico.

En esas condiciones, Cagancho volvió a hacer matador de toros a Carmelo Pérez, en esta ocasión en El Toreo de la Condesa, el 3 de noviembre de ese 1929, con el testimonio otra vez de Heriberto García, con toros de San Diego de los Padres. El toro de la ceremonia se llamó Granado, y como lo vaticinó Rafael Solana, en la faena de muleta le dio una dura paliza. Tres domingos después, otro sandieguino, éste llamado Michín, marcaría el inicio del fin para los días del torero texcocano.

Después de Michín

Los médicos Javier Ibarra, José Rojo de la Vega y Carlos Herrera Garduño salvaron la vida de Carmelo, pero en una situación en la que la medicina carecía de los avances que hoy tiene, la ausencia de equipos de diagnóstico y de antibióticos, convirtieron en un verdadero vía crucis la recuperación del torero de Texcoco. A ese propósito, cuenta Guillermo H. Cantú:

Al despertar de la anestesia, Carmelo constató una cosa: el infierno no habían sido las cornadas tremendas de “Michín”, sino la penosísima, lenta e incompleta recuperación que en esos instantes se iniciaba… En 1929 aún no existía la penicilina ni otros antibióticos, la fístula de la espalda hubo de ser controlada con métodos prolongados como dolorosos. Una a una, las costillas del costado derecho de Carmelo fueron extirpadas… No fue únicamente tener que respirar con un solo pulmón, ni cargar el resto de su ya corta vida apósitos de algodón para dar volumen a aquél medio torso disimulado y supurante… sino además “un sufrimiento todavía mayor y para el que Carmelo necesitó echar mano de toda su hombría y de toda su fuerza de voluntad: desacostumbrarse a la droga, a la morfina, a base de la cual había vivido medio año”. ¡Y también lo logró! …

Los médicos que le atendían, advirtieron a Carmelo que era necesario guardar reposo absoluto para completar su recuperación y permitir en un futuro la reparación de la fístula que se generó a causa de la cirugía a la que se le sometió para reparar las heridas de la cornada. Pero el torero tenía otros planes al parecer, y en cuanto sintió las fuerzas suficientes se puso a prepararse para reaparecer, haciendo ejercicio para recuperar la condición física y haciendo toreo de salón.

Reapareció el 4 de enero de 1931 en El Toreo, alternando con Luis Freg y Manolo Bienvenida en la lidia de toros de La Laguna y volvería a la gran plaza los domingos 11 y 18 de ese mismo mes. Justamente en la corrida del día 11, alternando con Chicuelo y David Liceaga que recibía la alternativa, le cortó el rabo al toro Viñero de Zacatepec. El 15 de febrero en Guadalajara, realizó otra gran faena a otro toro número 66 de don Daniel Muñoz y terminó su campaña en México el 22 de febrero en El Toreo alternando con Francisco Tamarit Chaves y Pepe Ortiz en la Corrida de Covadonga.

España y Toledo

Terminada su campaña en México, Carmelo cultivó la idea de confirmar su alternativa en Madrid y hacer una campaña en forma por aquellas plazas, consiguiendo que le apoderara don Domingo González Mateos Dominguín.

Las alternativas recibidas en México no fueron reconocidas en España durante muchos años, así que los toreros mexicanos y en general, quienes las recibían aquí, tenían que volver a hacerlo en una plaza de allá para poder actuar como matadores de toros. La de Carmelo Pérez se programó para el 4 de junio de ese 1931, en Toledo. Era la tradicional Corrida del Corpus. Originalmente estaba puesto como su padrino Gitanillo de Triana, pero el 31 de mayo anterior Fandanguero de Graciliano Pérez Tabernero acabó a plazo con su vida en Madrid y se contrató para sustituirle a Manuel Jiménez Chicuelo. El testigo sería un torero de la tierra recién alternativado llamado Domingo Ortega. Los toros serían del Conde de Antillón antes de Ildefonso Sánchez Rico, de origen Contreras. Al final solamente se lidiaron cinco de los toros anunciados, pues el primero de la tarde fue de Terrones, llamado Presidente, sustituto de uno que fue muerto en los corrales.

Escribió Recorte para el diario madrileño La Libertad del día siguiente al del festejo:

El alternativado Carmelo Pérez no estuvo muy afortunado en el reparto, y de aquí que el resultado de su actuación no respondiese a lo que nos habían prometido sus mentores y nuestros compañeros del país de Moctezuma. Quizá la diferencia de temperamento en el ganado, unido al desentrenamiento que motivó una convalecencia de cerca de un año, a consecuencia de una gravísima cornada que recibió, y por añadidura el desconocimiento del carácter de nuestro público. Influyese en cierto apocamiento, azoramiento o preocupación que observamos en el nuevo matador… Sin embargo, le vimos ceñirse extraordinariamente con el capote y templar, ejecutando algo así como aquel lance que se denominó el «puente trágico», y en esto fue ovacionado… Luego, con la muleta, estuvo demasiado breve en el toro de la alternativa; dos muletazos tan solo, porque vio el mejicano que el enemigo no estaba para adornos. Al sexto, que ofrecía peligro por el lado derecho, le dio tres soberbios muletazos de pecho por el lado izquierdo, «haciendo la estatua». Matando estuvo muy breve también… Como fue tan sucinta la labor de Carmelo Pérez no nos atrevemos a formular juicio respecto a su porvenir en la carrera taurina, y hemos de conformarnos con hacer constar que la Empresa de El Toreo, de Méjico, ganó con Carmelo una buena cantidad de miles de pesos…

Por su parte, Corinto y Oro, en el ejemplar de La Voz, salido la noche misma del festejo, elaboró el siguiente análisis:

Carmelo Pérez recibe la alternativa de manos de Chicuelo y pasa a entendérselas con el toro, que está difícil y nada en su favor para debutar en España. El bicho está cada vez más bronco y tirando infinidad de cornadas por minuto. El mejicano le hace una faena brevísima y lo tumba de un sartenazo... Sexto. – Negro. De lámina, una preciosidad. Veremos de lo otro. Pues de lo otro, que se lleva muy poco con los anteriores; es decir, que es manso, sin redención posible. Salta al callejón por el 1. Carmelo Pérez veroniquea parando mucho y echando la mano abajo, como los toreros buenos, y lo mismo hace en el primer quite. Este torero, al toro que te le arranque franco le hará cosas de mucha emoción; con el difícil le falta prestancia y soltura. El bicho es tardo en varas y retrocede siempre ante los toreros de a pie… El mejicano insiste en pararse con el enemigo en dos ocasiones, pero le falta adversario claro… Carmelo Pérez quiere pararse con el toro en el pase de la muerte; pero el adversario le dice que nones; es decir, que no se le arranca. Un poco precipitado y algo inconsciente de lo que el toro necesita, que es machetearlo sobre las piernas para apoderarse de él, lo busca porfiadamente, queriendo hacer la estatua y sacarle la muleta por el rabo; pero no lo consigue, porque el bicho retrocede siempre. Y tras una faena breve, con dos pinchazos, sin estar el toro perfectamente igualado, y media estocada, lo entrega a las mulillas…

El mal juego de los toros redituó en una tarde en la que reinó el aburrimiento, conclusión unánime de los dos cronistas ya citados, así como de Gregorio Corrochano en el ABC madrileño, Rehilete en el diario La Tierra o Francisco Martínez Corbalán F. Asturias en el diario Ahora.

Después de la corrida de Toledo, Carmelo Pérez decidió ponerse en las manos del renombrado cirujano Jacinto Segovia para intentar librarse de la fístula torácica que tanto le molestaba. Ello a pesar de que ya desde antes de salir de México los doctores Ibarra, Rojo de la Vega y Herrera Garduño le habían advertido que era una cirugía de muy alto riesgo y que no merecía el riesgo intentarla. Sin embargo, la intentó y el resultado final ya lo conocemos y está contado en estas mismas páginas virtuales (aquí).

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