DIVERSIONES PÚBLICAS: Plaza de Toros de Madrid. – Mañana domingo, se celebrará la octava corrida de abono, lidiando toros de Aleas las cuadrillas de los aplaudidos diestros «Fortuna», Fuentes Bejarano y «Armillita Chico». La corrida empezará a las cinco.
Ese anuncio me permite traer a la mesa de los recuerdos – y quizás de las discusiones – una faena que se considera como una de las más importantes que se han realizado en las plazas de Madrid. Era la octava corrida del abono y se anunció una corrida de la Viuda de Aleas para Diego Mazquiarán Fortuna, Luis Fuentes Bejarano y Fermín Espinosa Armillita, en tarde entoldada y que terminó con un fuerte aguacero.
Armillita tuvo padre y hermanos mayores toreros. Se le califica de superdotado, intuitivo y como torero largo, por el extenso repertorio de suertes y recursos que desplegaba en la lidia, amén del conocimiento que rápido adquiría de las condiciones de los toros en el ruedo. Era un eficaz estoqueador y cuenta en su haber el honor de que nunca se le fue vivo un toro en su carrera. Se le parangonó con José Gómez Ortega, Joselito o Gallito por su precocidad torera y su excepcional sabiduría. Al final, se le reconocería como El Maestro de Maestros.
El jovencísimo diestro mexicano – tenía apenas veintiún años – se encontraba en la línea de ascenso en su carrera ya en el cuarto o quinto año de alternativa, según se contara el tiempo a partir de la que Antonio Posada le diera en El Toreo de la Ciudad de México o de la que su hermano Juan le diera en Barcelona. La realidad era, independientemente del aspecto cronológico, que se en Fermín se gestaba un torero que sería un modelo para su tiempo y el que estaba por venir y que en las tres temporadas siguientes, sería la cabeza de su escalafón en España y en México.
La corrida de Aleas salió con complicaciones. De los seis toros, dieron posibilidad de lucimiento el quinto, al que cortó una oreja Fuentes Bejarano y el sexto, Centello, al que Armillita cortó, según la mayoría de las crónicas, una oreja, aunque alguna le adjudica el otorgamiento de dos trofeos auriculares. El eje de esta faena fue el toreo al natural. Tan lo fue, que la crónica de Federico Morena en El Heraldo de Madrid se titula El ilustre naturalista azteca y en su médula expresa lo siguiente:
...Ya teníamos a Fermín armado de muleta y estoque. Un pase de tanteo con la derecha. ‘Centello’ tomó el engaño rectamente. Y la muleta pasó airosamente a la mano zurda. No era el noble bruto pronto a la arrancada. Y el torero supo aprovechar esta circunstancia para imprimir a la faena más relieve, mayor brillantez. Echó el artista la muleta atrás y adelantó el cuerpo arrogantemente. Pisaba el terreno de los valientes. Entonces la muleta avanzó despaciosa, sin dudas ni vacilaciones, hasta dar suavemente con los vuelillos en el hocico de la res. Y vino la arrancada: una arrancada templadísima. El espada tiró del toro, y se lo llevó al costado, y dobló la cintura sobre el pitón, y obligóle a trazar con el espinazo una curva considerable… ¿Es así como se torea al natural? La plaza crujió en un alarido de asombro. Y otra vez la muleta avanzaba, y prendía al bicho, y tiraba de él, dominadora, triunfante. ¡Y así hasta cinco veces! Cinco naturales perfectos. ¡Lástima grande que cortara la faena! Toro y torero seguían guardando el mismo ritmo, y la faena por naturales pudo haberse prolongado indefinidamente. ‘Centello’ era toro de quince o veinte naturales…
Pero la muleta pasó a la otra mano. Conste que no censuro. Lamento únicamente. El artista quiso, sin duda, dar variedad a la faena. Propósito muy laudable. Sin embargo, desmereció un poco esta segunda parte. No ciertamente por culpa del torero. Es que por este lado no entraba el toro en el engaño con tanta suavidad, y más de una vez se llevó la muleta en los pitones. Hubo, empero, excelentes pases por alto y en redondo, sin perder el espada un solo instante la más perfecta naturalidad en la ejecución.
Aún volvió unos instantes la muleta a la izquierda para esculpir – buril prodigioso – varios naturales, tan acabados, tan meritísimos como los de la primera serie…
Y cuando, al final, buscaba el adorno, al dar un pase afarolado le atropelló el toro y le derribó, la muleta, a la que tan sumiso estaba ‘Centello’, distrajo al noble astado y evitó milagrosamente un percance…
La faena se había prolongado un poco más de lo conveniente, y cuando se acordó Fermín de que tenía que matar encontrándose con la desagradable sorpresa de que el bicho, agotado, echaba la cara al suelo. Y pinchó cuatro veces, bien que todas ellas mirando al morrillo y con deseos evidentes de matar bien.
La faena, o, si lo prefieren los exigentes, la parte de ella destinada al toreo por naturales, produjo tan excelentísima impresión en el público, desató de tal modo sus entusiasmos, que apenas dobló el toro no hubo pañuelo que no saliese agitadamente del bolsillo para pedir el supremo galardón para el supremo artista. Y el presidente se apresuró a concederlo. Participaba, sin duda, de los mismos entusiasmos…
La breve relación de la faena en el diario La Época, del día 6 de junio, dice al respecto:
…Armillita Chico hizo en el sexto toro una de las faenas mejores que se hayan hecho en el ruedo madrileño, dando toda clase de pases. El toro estaba ya agotado, y a la hora de matar no permitió el lucimiento, pues era difícil buscarle la igualada. Con el capote había intervenido Armillita siempre bien. Cortó dos orejas y fue sacado en hombros…
Por su parte, en El Siglo Futuro, también de Madrid, se consigna esto:
…Al último toro, el único bueno, Armillita Chico lo toreó lucidamente de capa. Le banderilleó muy bien, e hizo con la muleta una magnifica faena con pases naturales y altos tan extraordinarios que a pesar de haber pinchado cuatro veces, se le concedió la oreja y se le paseó a hombros por el ruedo…
Cierro esta parte de los recuerdos con la apreciación de F. Asturias, que en la sección Sangre y Arena del semanario madrileño semanario Estampa del 11 de junio de ese año, relata:
…Como "Armillita" toreó el sexto toro es muy difícil mejorarlo. A imitación de Ortega, echó la muleta atrás, teniendo avanzada la pierna contraria, y luego, lento, solemne, la hizo avanzar hasta dar con ella en el hocico del toro y prenderle en la muleta para tirar suavemente del embebido animal. Fue una serie de seis o siete naturales perfectos. Pasó la muletilla a la derecha y, erguido y ajustado, hizo otros tres o cuatro irreprochables. Luego, siguió por altos, volvió a los naturales ligados con el de pecho, a los molinetes y afarolados, a los de la pierna... ¡Qué sabemos cuántas y cuan admirables cosas hizo! Un éxito, una consagración de artista.
Pinchó tres veces y terminó con una, llevándose el acero. Pues bien; cómo habría toreado que le dieron la oreja y lo sacaron en hombros.
Un triunfo definitivo en Madrid...
Como podemos darnos cuenta, la totalidad de los relatos transcritos refieren lo extraordinario del toreo al natural de Armillita, lo establecen como el eje de la faena y como el medio para despertar el entusiasmo de la concurrencia a la Plaza de la Carretera de Aragón.
El Maestro Armillita, me consta, porque se lo escuché en persona, recordaba esta faena, junto con la de un toro Clavelito en Barcelona en 1934, como una de las más acabadas de las que realizó en su carrera, aunque lo contaba siempre con un dejo de desilusión, porque decía que aunque se le reconocía haber hecho algo que no tenía antecedente, a su apoderado Domingo González Dominguín, solo le fue posible ajustarle 22 contratos esa temporada, aunque también con justificado orgullo señalaba que entre 1933 y 1935, fue él matador de toros que más toreó en España y en México, un caso que difícilmente podrá ser igualado.
Decía arriba que también narró el festejo para El Imparcial su cronista titular Federico M. Alcázar, quiero presentar a Ustedes esa crónica también, pero por su contenido, extensión y otras implicaciones que creo que presenta, pienso que conviene hacerlo por separado.