El toreo de frente |
Luis Uriarte Don Luis, abogado de profesión, fue crítico taurino desde el año de 1918 y persistió en la profesión hasta el año de 1986 cuando se extinguió la Hoja del Lunes de Madrid, donde ejerció la parte final de su trayectoria.
Sustituyó a Manuel Serrano García Vao Dulzuras en la elaboración de los anuarios titulados Toros y Toreros y fue autor de libros como Figurones taurómacos y El toro de lidia español. Ensayo y revisión histórica de las ganaderías en su origen.
En la mencionada Hoja del Lunes firmó también como El de Tanda y aparte de hacer la puntual crónica de los festejos que se celebraban en la principal plaza madrileña, de cuando en cuando publicaba artículos de opinión. Uno de ellos es el que les presento a continuación, aparecido en el ejemplar del 14 de junio de 1954:
La naturalidad de lo natural
Ni toreo de perfil, ni de espaldas, ni de frente “a lo palo”, sino todo lo contrario
Luis Uriarte Don Luis, en Hoja del Lunes
Por y para la práctica del moderno “sistema” de torear de muleta – sin cargar la suerte, de lo que ya tendremos ocasión de hablar –, en el que se torea o se medio torea “fuera de cacho”, hubo de imponerse la moda nefanda y nefasta de torear de perfil, de costadillo, que es de lo más feo y ventajista que en la tauromaquia hemos conocido. Hasta llegar a lo todavía más feo – por lo antitaurino de ponerse al revés las vestiduras del arte, como quien se colocase boca abajo para danzar de coronilla – de citar para las suertes de espaldas al peligro. Así no se lucha – no se lidia en el toreo – en ninguna profesión, deporte, azar o empeño, ni ante ningún riesgo, sea o no aventurero. El lance de perfil es medio lance. Es medio toreo. Y la posición de espaldas, en pretenciosa y pueril ostentación de una superioridad inexistente y ridícula, se nos antoja la del que se dispone a huir y no precisamente a atacar.
Los buenos modos, los clásicos, los de principio, son otros. Lo “revolucionario” de este sistema ha constituido, sencillamente, una degeneración del toreo. Lo “revolucionario” sería volver a la colocación de frente, pero inicial, no terminal, en la forma que preconizan los cánones taurinos.
Citando de frente y a cierta natural distancia; midiendo bien los terrenos, como antes, no era tampoco demasiado difícil torear, porque ello entraba dentro de las reglas de la buena técnica del toreo. ¡La buena, sí, aunque parezca paradójico eso de saber “mantener distancia”! Lo que hizo Belmonte fue aquilatar ese espacio, metiéndose en terrenos que se tenían por imposibles, pero que eran posibles; metiéndose sin salirse de lo realizable, dominando la lidia hasta el límite de lo irrealizable, pero no más allá, porque la realización de lo imposible no es de humana facultad. Y así se erigió en la figura gloriosa de una auténtica revolución del arte. Que culminó, de añadidura, en la perfección con que interpretó a su manera la sabiduría de Joselito.
Pero los “modos de moda” ahora, en que todos visten “a la última”, aunque apenas sin gusto personal propio, son otra cosa. Otra cosa muy distinta de la verdad pura, del toreo puro, que no es colocarse de perfil, ni mucho menos de espaldas, ni siquiera de frente en la forma en que ya se está haciendo con una rigidez e inamovilidad “de palo” que tampoco tienen nada que ver con la naturalidad de lo natural.
Porque, después de que ya no existía el creador del nuevo sistema – ¡tardío piar! –, se empezó a decir que lo actual no era lo clásico, que se estaba mistificando el toreo y había que volver a lo antiguo, y lo que ha resultado es que se está incurriendo en el defecto contrario, con una nueva deformación decadentista, de citar de frente, sí, pero de ejecutar y rematar así mismo de frente, lo que es forzado, innatural, amanerado y antiestético, sin girar la figura al compás del lance y con la soltura, naturalidad, modo y estética del buen estilo.
Con ocasión de la presentación de determinado torero en Madrid hace pocos años dijimos en estas mismas páginas que sus naturales, por su preparación y ejecución, cargando la suerte al llegar al toro a jurisdicción, sin violentar la postura, sin amanerar el estilo, habían sido mejores que los corrientes y molientes en boga impuestos, pese a sus deficiencias, por la recia personalidad de un innovador de tendencias ajenas al arte clásico; pero aquello, flor de un día, no es esto en que ha derivado una práctica enviciada por el amaneramiento de la exageración. No; todo lo exagerado es defectuoso – lo cursi es la exageración de la elegancia – y conduce a la deformidad de la belleza artística.
Se debe citar de frente y en la rectitud de la línea del toro – como en todas las suertes del toreo -; pero esto no significa que el torero no varíe de posición – que es lo que ya se está haciendo - en el centro de las suertes y al rematarlas. Para cargar la suerte – requisito esencial de los buenos modos del clasicismo – hay que adelantar la pierna contraria y mover el cuerpo a tono con la embestida del toro, como es lo natural, que, por serlo, es lo perfecto, e ir completando el giro según se manda el toro y éste obedece, hasta rematar la suerte de forma que se quede en disposición de ejecutar otra nueva, por uno u otro lado. Quedarse en la posición de frente originaria hasta mal rematar el lance, además de violentísimo, es irregular, feo, peligroso, ineficaz para la lidia y contrario a las reglas del arte y a las leyes naturales y aún a las físicas que han de regular el toreo como toda creación artística. No se vaya, pues, a caer en el vicio opuesto al que imperaba.
Y en cuanto a la exageración de torear de espaldas, como de coronilla o con las armas al hombro, ¿no será que a los toreros que apelan a esos pícaros recursos les pase lo que a los pintores que falsean el arte de la pintura porque no saben pintar?
El tiempo gira en círculos. ¿Alguna coincidencia del presente con el pasado de hace 65 años?
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