domingo, 9 de noviembre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (y VI)

Jesús Solórzano: Era un aire suave de pausados giros…

La apertura de la temporada 1970 – 71 en la plaza de toros San Marcos se ofreció el 29 de noviembre de 1970. El cartel se formó con un encierro de don Lucas González Rubio para el rejoneador Gastón Santos, quien se presentaba en Aguascalientes y a pie, el regiomontano Raúl García, Jesús Solórzano, uno de los triunfadores del anterior serial abrileño y el portugués Oscar Rosmano, quien recibiría la alternativa. En el papel, el cartel lucía muy interesante. La nota previa al festejo, publicada en el diario Heraldo de Aguascalientes, la víspera de la corrida, entre otras cuestiones, consignaba:

Para que todo el público pueda admirarlo, ya se encuentra en los corrales de la plaza de toros San Marcos, el precioso encierro que ha enviado la ganadería de don Lucas González Rubio para lidiarse en le corrida de mañana, que será todo un acontecimiento taurino... Los aficionados pueden acudir al coso San Marcos a admirar el lote de astados que ayer fueron desembarcados entre grandes medidas de cuidado, para que el encierro salga íntegro al ruedo... Son siete toros que serán lidiados por el rejoneador Gastón Santos, el centauro potosino que se presenta ante la afición hidrocálida, Oscar Rosmano quien recibe la alternativa con todos los honores, Raúl García, el regiomontano que reaparece, y Jesús Solórzano, el artista de toreo clásico y puro... El cartel es completísimo, razón por la cual los aficionados han estado acudiendo a las taquillas y de verdad, quienes no lo hayan hecho, deberían acercarse para asegurar su presencia en este gran acontecimiento taurino...

Con esa información se buscaba atraer a la afición a la plaza de toros a presenciar la corrida de arranque de temporada y a conocer al nuevo matador de toros que sería ungido en esa fecha. También se anunciaba, la misma fecha, que habría posibilidad de evitar los efectos de la oscuridad, que cae temprano en los últimos toros de los festejos. Se publicó en el mismo Heraldo de Aguascalientes:

Una buena noticia para los aficionados es que la plaza de toros San Marcos ya cuenta con torres de faros reflectores, por lo que, si la noche llega pronto, no habrá ningún problema, la visibilidad seguirá siendo estupenda, como si fuera de día... La empresa, queriendo que el público goce completamente del espectáculo, ordenó la colocación de esas torres de reflectores, para evitar el inconveniente de que en tiempo invernal la oscuridad dificultaba o impedía la lidia del último de la tarde... Ahora puede caer la noche, pero el ruedo estará completamente iluminado. ¡Enhorabuena! …

La realidad de las cosas es que, para esas fechas se estaban realizando las obras para instalar un alumbrado moderno en la plaza de las calles de la Democracia, pero esa iluminación de los festejos nocturnos no sería estrenada sino hasta el día 6 de febrero del año siguiente, así que, en el entretanto, los efectos de la penumbra se seguirían padeciendo.

La sustancia de una tarde afortunada

El éxito de la corrida descansó sobre la actuación de Jesús Solórzano, quien, con cuatro años de alternativa, empujaba fuertemente para convertirse en figura del toreo. Aquí en Aguascalientes ligó varias tardes de gran triunfo y logró ser un consentido de la afición. Este último domingo de noviembre del año 70, no sería la excepción. Se encontraría con un toro de don Lucas González Rubio que le permitiría desarrollar su tauromaquia y confirmar su posición en esta tierra. Escribió don Jesús Gómez Medina en su tribuna de El Sol del Centro:

Revestida su juvenil silueta de recamados oros y sedas color esmeralda, que, dicen, es el de la esperanza, arribó ayer al Coso San Marcos quien, horas más tarde, cobijado ya por la noche; y más que por las sombras nocturnas, amparado por la entrega entusiasta, por la férvida idolatría de un público que lo había proclamado “su” torero, Chucho Solórzano abandonaba el recinto de su consagración dejando tras de sí una estela de admiración y una marejada de los más encendidos parabienes... Profeta y mesías de su propio arte, al que llevó a extremos de perfección pocas veces logrados por quienes usan coleta, arcángel vestido de torero, Jesús Solórzano hizo del rudo ejercicio taurino un juego pleno de gracia, de simetría y de ritmo; un escarceo ligero, sutil, cuasi alado, hecho de luz y de garbo, de cadencia y señorío, que a la mente retraía el verso de Rubén: “Era un aire suave de pausados giros…” … Y todo esto realizado a la vera misma de los pitones de los bureles, cuya noble condición no elimina la existencia del riesgo... Y todo esto llevado a cabo sobre el sólido basamento de la mejor técnica taurina; pero de una técnica realzada, ennoblecida con la diamantina evidencia de un arte y de una clase de la mayor jerarquía; de tal manera que pocas veces, como ayer en las faenas de Solórzano, pudo establecerse en forma tan cabal la paridad entre el torear bien y el saber torear, “desiderátum”, por igual, de toreros y aficionados... Porque, señores aficionados: ¡torear como ayer lo hizo Solórzano, especialmente en su segundo adversario con esa inspiración y ese clasicismo, con tanta calidad y con tan rotunda intensidad, con ese arte y esa clase, en suma, es majar de poquísimas ocasiones! … Y en la historia de la tauromaquia en Aguascalientes, constituye un hito, una fecha de imperecedero recuerdo. Porque – repitámoslo - ¡ayer llegó el que tenía que venir! … con el segundo de su lote, “Artista”, cárdeno, alto de pitacos; sin mucha bravura, pero con nobilísimo estilo, el triunfo pleno, esplendoroso. ¡La apoteosis! … La escena cobró calor y emoción a partir del segundo tercio, cuando Chucho, luego de clavar un tercer par, salió perseguido espectacularmente por el cárdeno, y tan solo a su juventud y facultades debió el haber salido bien librado... En este ambiente de expectación, fue Solórzano y brindó al Lic. Edmundo Elorduy, el primero de sus “istas”, la que sería la faena de su consagración. Y a torear… ¡Y de qué forma amigos! … Un toro noble, sí, de excelente estilo; pero sin celo, sin positiva bravura; más al que la muleta bruja de Solórzano apresó con hilos sutiles para forjar así, sin visible esfuerzo físico, sin gestos espectaculares y tan solo con la efusión y la inspiración brotadas de lo más entrañable de su ser, una faena a través de la cual muchos, muchísimos redescubrieron el toreo; una faena que a otros permitióles abrir la espita del recuerdo para reconstruir faenas y escenas pasadas... Porque, ¿no es verdad que los naturales y los derechazos de Chucho nos “supieron” a distinto? ¡Ah!: es que Solórzano, señor de su arte, supo siempre situarse en el lugar debido y llevar la muleta al ritmo justo, con el temple preciso, perezoso, para ahondar si ello fuera posible, la intensidad del lance y ponerle fin mediante el preciso y levísimo giro de una muñeca cuyos goznes, si las cosas se hacen debidamente, pueden pender algún día los destinos del toreo... Y encima de esto, la variedad, la diversidad. Diversidad en la forma, que no en la calidad de las suertes. Diversidad en la ejecución de aquellas. Vimos así naturales citando de frente, ante los pitones, como lo hiciera don Juan Belmonte, para girar luego el busto al paso del astado, recreándose en llevarlo dominado, embebido en el engaño; naturales citando de perfil, realizados a pies juntos o bien ejecutados a la manera de “Litri”, cuando Solórzano, ebrio de torerismo, lanzado por el duende, bordaba, mejor que toreaba, con una muleta transformada en venero del que, a la melancólica luz del crepúsculo, fluía generosa el agua de la más pura verdad taurina... Vino luego en pleno apoteosis, la petición del indulto realizada por el público y acordada por los señores del palco de honor. Y cuando ya el inmortal “Artista” de don Lucas González Rubio desapareció por donde minutos antes había salido, el triunfo de Chucho Solórzano llegó al clímax: las dos orejas, el rabo, también una pata, simbólicos trofeos que el ya ilustre vástago del Rey del Temple paseó por el ruedo, entre ovaciones y música, haciéndose acompañar en una ocasión por el popular ganadero de Tepatitlán...

Hasra aquí la crónica de don Jesús, una crónica que a fe mía, transmite el emocionado ambiente que se vivía en la plaza en ese momento y que en su relato, deja ver con claridad la vigencia, sin citarla, de aquella sentencia de Domingo Ortega: torear no es lo mismo que pegar pases. Porque el cronista explica con claridad meridiana como Jesús Solórzano amalgamó el oficio con la clase, para hacer que un toro sin aparente fondo, diera lugar a la creación de una brillante obra artística.

Yo agregaría que una verdadera apoteosis que pudo culminarse mejor con la espada, porque de la descripción que hace don Jesús de la conducta del toro, evidentemente no era merecedor del indulto que se le pidió desde las tribunas, y sin embargo se concedió, voy a suponer que empujada la concurrencia por lo que le sucedió al torero en el primero de su lote, que malogró una faena importante por sus fallos con el acero. Pero al final, lo que trasciende es, el hecho del indulto, la entrega de la gente al hacer de Solórzano y la unanimidad de criterios en cuanto al resultado del conjunto de la tarde.

Los demás sucesos de la tarde

El lusitano Oscar Rosmano fue investido matador de toros por Raúl García con el toro Entenado, colorado, primero de la lidia ordinaria, atestiguando la ceremonia, refieren las crónicas, tanto Jesús Solórzano como Gastón Santos. Resume don Jesús Gómez Medina:

Gastón Santos exhibió sus cualidades de excelente caballista, clavando varios rejones y tres pares de banderillas en lo alto. El rejón de muerte fue insuficiente y Gastón echó pie a tierra para exterminar a su enemigo mediante dos pinchazos y una honda... Raúl García, pese a que se llevó dos toros carentes de gas, supo hacerse ovacionar su decisión y su torerismo, luciendo más de lo que permitían suponer enemigos sin ganas de luchar... Y que Óscar Rosmano, con el castaño de la alternativa, que resultó muy bravo, toreó muy bien de capa, entre aclamaciones y tuvo una primera parte de la faena muy lucida. Al final de su cometió, dio la vuelta al ruedo. Su segundo salió al ruedo ya en plena oscuridad – ¿por qué la autoridad, vistas las circunstancias, no suspendió la corrida? –. En vista de esto, no es razonable enjuiciar su labor...

Ya les contaba arriba lo del asunto del alumbrado de la plaza, que, aunque un diario se atrevió a darlo por operativo, apenas estaba en proceso de instalación. Y agregar el hecho de que en el diario Heraldo de Aguascalientes se consigna que los ocupantes del palco de la Autoridad se retiraron antes de que Oscar Rosmano diera muerte al sexto, entre las sombras de la noche.

Dos recuerdos personales

Tuve la ocasión de asistir a esa corrida, de polizón, acompañando a mi padre quien era el Jefe de los Servicios Médicos de la plaza. No tengo recuerdos claros de lo en ella sucedido, más que a mi padre profundamente emocionado con lo que había visto, a un exultante Lucas González Rubio, a don Guillermo González Muñoz recorriendo el callejón recibiendo enhorabuenas de todo el mundo y mi sorpresa de ver que aparte de orejas y rabos, también se otorgaban patas como trofeo.

La segunda remembranza es más reciente. La vida me dio la ocasión de tener una buena amistad con Jesús Solórzano, quien en alguna ocasión me pidió que le localizara la fecha y crónicas de una corrida en Madrid, en la que su padre, Cagancho y Victoriano de la Serna actuaron los tres, vestidos de blanco con bordados en plata. La corrida de los trajes blancos, la llamaba él. La encontré, fue el 8 de mauo de 1932, la envié la informacióm y al preparar estos pergeños, releía la crónica que Federico M. Alcázar escribió para el diario madrileño El Imparcial, en la que cita la misma línea del verso de Rubén Darío que recordó don Jesús Gómez Medina hace 55 años.

La conexión con esa corrida en la que los tres toreros vistieron de blanco y plata, viene del hecho de que en esta que hoy les recuerdo, los tres toreros y el rejoneador vistieron alguna tonalidad del verde, con bordados en oro. Y se preocuparon por anticiparlo a la prensa. Refiere la nota previa a la corrida, en El Sol del Centro del día del festejo:

Esta será la “Corrida de la Esperanza”. Señalamos lo anterior, en vista de que el color verde significa “Esperanza”, y por una extraña coincidencia, los tres matadores harán el paseíllo, enfundados en ternos verde y oro, al igual que la casaca que portará el rejoneador Gastón Santos, que debuta ante nuestro público…

La tarde de los ternos blancos, fue triunfal para El Rey del Temple. Esta lo fue para su hijo. En el toreo, como en la vida, las casualidades no existen.

En conclusión

Así es como he presentado a quienes pasan por aquí, una muestra de lo que Aguascalientes guarda en su historia taurina durante la temporada de otoño. Los toros no son privativos del tiempo de San Marcos, entre nosotros tienen cabida todo el año, que no quede duda.

Aviso parroquial: Los resaltados en el extracto de la crónica de don Jesús Gómez Medina son obra imputable exclusivamente a este amanuense, porque no obran así en su respectivo original.

domingo, 2 de noviembre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (V)

Noviembre de 1989. Manolo Espinosa Armillita celebra en solitario sus 24 años de alternativa

El otoño del año 89 acogió la celebración del primer cuarto de siglo del doctorado de Manolo Espinosa Armillita, un festejo que llevaba a recordar otros fastos dentro de la carrera del primer hijo del Maestro de Saltillo y venían a la memoria aquella faena suya a Recluta de Javier Garfias, en la Plaza México, malograda con la espada; o la que realizó a Sanjuanero, de Cerro Viejo, también en la gran plaza, en la que a pesar de cortar una sola oreja, motivó que la afición se lo llevara en hombros. O también la que realizó a un toro de Jesús Cabrera aquí en Aguascalientes el 25 de abril de 1969 o sobre todas, la que le hizo a Abrileño de Suárez del Real también el día de San Marcos de 1971, y que le valió conquistar el Escapulario de San Marcos en disputa.

Era la suya una carrera que iba enfilada hacia la cumbre, pero una serie de lesiones en los hombros, dos cirugías en el derecho y otra en el izquierdo, ralentizaron su hacer ante los toros, pero no dejó de estar presente en el ambiente, se hizo criador de toros de lidia y empresario, junto con Jesús Solórzano y Jorge Ávila, introdujeron la fiesta en Cancún, edificaron allí una plaza de toros y al final de ese año de 1989, resultaría en los números, que dieron festejos las 52 semanas del calendario, algo que tenía muchos años de no verse en nuestro territorio. Esa era la situación en la que celebraba Manolo Espinosa Armillita ese aniversario de su alternativa.

Las previas del festejo

El anuncio del festejo se hizo como una actuación en solitario de Manolo Armillita, en la plaza Monumental Aguascalientes, ante seis toros de Santa María de Gallardo, ganadería hidrocálida que en esos días era propiedad de don José C. López Muñoz, encastada en esos días, principalmente con simiente de don Jesús Cabrera. Igualmente, la publicidad del festejo hacía saber que era una corrida benéfica, pues sus ingresos se destinarían a la construcción del edificio del Colegio Independencia de esta ciudad.

La nota previa aparecida en El Sol del Centro el mismo día de la corrida, refiere entre otras cosas, lo siguiente:

Manolo “Armillita” estará como único espada en la corrida de hoy a las 5:00 P.M., en la Plaza de Toros Monumental de Aguascalientes, donde despachará seis toros de casta nacidos en la dehesa de Santa María de Gallardo y puestos en los cebaderos de la ganadería de Manuel Espinosa e hijos... El festejo encierra varios fines, el primero es obtener fondos económicos para la construcción del edificio del Colegio Independencia, antes Motolinía; otro es el de que el espada ha cumplido medio siglo de vida y nada mejor que conmemorarlo con una corrida en solitario y por último, celebrar merecidamente el aniversario XXIV de matador de toros... Los seis de Santa María de Gallardo traen edad y respeto, los aficionados pueden estar seguros que la tarde de hoy saldrán seis toros por el portón de los sustos... A la vista del público estarán hoy los cornúpetos hasta la hora del enchiqueramiento, cabe aclarar que por ir Manolo “Armillita” como único espada, no habrá necesidad de cumplir con el tradicional sorteo...

Tuve la ocasión de asistir tanto al enchiqueramiento como a la corrida y había un buen ambiente al mediodía en los corrales de la plaza. Allí nos enteramos que los toros de reserva serían de la ganadería del propio espada, es decir, de Manuel Espinosa e hijos y que los sobresalientes de espada serían los matadores de toros Guillermo Ibarra, de San Luis Potosí y David Bonilla, de Aguascalientes.

El desarrollo del festejo

La corrida tuvo cimas y simas. Los momentos más destacados se vivieron durante la lidia del primero, quinto y séptimo del festejo – este último, de regalo –, en tanto que los demás las cosas digamos que apenas transcurrieron, principalmente por el escaso poder de los pupilos de don Pepe López. Escribió don Jesús Gómez Medina, cronista titular de El Sol del Centro, acerca de la faena de Manolo Espinosa al quinto de la corrida, al que le cortó la única oreja de la tarde:

Otro periodo lucido y premiado con reiterados aplausos lo constituyó la lidia del quinto, “Polvorito”, un cárdeno que conservó más energías que otros de sus hermanos; que aceptó un puyazo acometiendo de largo y al que su matador, muleta en mano, toreó reiteradamente con la diestra, con brillantez y eficacia, poniendo a las series la rúbrica gallarda del pase de pecho o bien la filigrana del cambio de mano o el remate por delante; todo ello con torerismo y desahogo; y muchas veces, también, revestido de calidad. Vino luego la estocada, en debido sitio. Dobló “Polvorito” y su matador fue galardonado con la oreja y la respectiva vuelta al ruedo...

Aunque sin corte de orejas, el momento de más intensidad de la tarde llegó con el toro de regalo, el séptimo, que provino del hierro del propio espada. El cronista nos sigue contando:

El festejo vivía su episodio postrero; un séptimo toro con cuya lidia Manolo Espinosa buscaba imprimir un cerrojazo brillante a la corrida con la que conmemoraba sus casi cinco lustros como matador de toros... En el ruedo de la Monumental un toro de buen estilo, de nobilísima embestida, aunque no muy excedido de fortaleza, de pelaje castaño. Se llamaba “Alegre” y procedía de la vacada del mismo espada actuante... Un primer tercio sin otro relieve que el puyazo que aceptó el castaño, recargando con insistencia. A continuación, hicieron lo suyo los rehileteros, destacando la intervención de David Bonilla; y ya está Manolo, armado de toda arma, dispuesto a dar lucida lidia y la adecuada muerte a su pupilo… Y a fe que logró cumplidamente lo primero; porque acertó a llegarle al castaño y desafiarlo desde la distancia adecuada y, lograda la embestida, supo tirar de él templadamente, parsimoniosamente, en muletazos tan impregnados de cadencia como de mando... Especialmente al torear con la diestra, Manolo nos hizo recordar al torero que años atrás, en la tarde de un 25 de abril y en virtud de una faena impregnada de calidad y torerismo, hizo suyo el trofeo que parecía pertenecer ya a Manolo Martínez. Y es que ayer, como en aquella remota fecha, este Manolo arraigado en Aguascalientes revistió su labor muleteril de idéntico torerismo, y le imprimió una acentuada brillantez, particularmente durante el preámbulo y la parte media de la faena, cuando los pases surgían límpidos, con la rotundez de lo bien ejecutado, de la franela del vástago de Fermín el de Saltillo... Manolo Espinosa, con la faena a este séptimo astado, estaba poniendo un lucido remate al festejo con que conmemoraba sus veinticuatro años de matador de toros. Vino luego, sin embargo, un trance de indecisión, quizás de desconcierto. ¿Se buscaba acaso, el indulto del burel? De todas maneras, la faena perdió la ilación y el calor y el acento triunfal que había logrado adquirir. El desconcierto, además, se tradujo en desaciertos con el acero, pues los pinchazos se repitieron antes de la media estocada final, cuando ya había sonado un aviso... Y lo que hubiese sido un triunfo cabal se convirtió en el aplauso postrero, como rúbrica y final a la tarde en que, a despecho del tiempo, Manolo Espinosa supo mostrar, reiteradamente, la determinación, el torerismo y el arte de sus mejores días… Los despojos de “Alegre” recibieron el homenaje del arrastre lento. Honor excesivo y que nadie demandó; pues, si el castaño fue noble y de suave embestida, careció, en cambio, del vigor, de la fortaleza que debe poseer el toro de lidia...

A veces, equivocar los procedimientos para tratar de conquistar el favor popular complica las actuaciones de los toreros. No tengo claro el recuerdo del intento de obtener el indulto del toro al que alude don Jesús, pero su versión me merece todo el crédito. No obstante, salimos contentos de la plaza, pudimos ver el buen toreo esa tarde de noviembre de hace 36 años.

Una apreciación distinta

Pepe Caro trató de ser matador de toros y fue triunfador en plazas como las de El Progreso y la entonces Monumental Jalisco de Guadalajara, llegando a presentarse en la Plaza México. Después de dejar el vestido de seda y alamares, se dedicó entre otras actividades a la literatura y a escribir y comentar temas de la fiesta. En las fechas de esta corrida, su columna Arrastre lento se publicaba en El Sol del Centro y también al día siguiente del festejo, salía con estas reflexiones:

Manolo evidenció voluntad. Por momentos lograba fugaces roces con el éxito. El corto recorrido de los astados, que no su estilo pues, exceptuando al segundo de la tarde, todos se dejaron, más el corto arrebato del torero, fueron determinantes para que el coqueteo de Manolo con el triunfo no culminara el romance. Uno y otro se dieron a medias, a medias que el triunfo. Y ahí sí puede decirse que hay gato encerrado: las medianías pueden acercarse, con singulares riesgos del prestigio, a lo que debió haber sido un triunfo inconmensurable, como al fracaso censurable. Ni una cosa sucedió, todo quedó... en medianías. A pesar de la oreja cortada al quinto y de los momentos culminantes que se realizaron durante la lidia del séptimo toro, toro de la ganadería de Manuel Espinosa e hijos... Lauros tibios, definitivo. Proeza inconclusa. No hubo aquel romance convincente, no se concretó la maravilla idílica. Y triste es decirlo, habremos de darle vuelta a la hoja. Empezará, mañana mismo, otro capítulo...

Pepe Caro parece haber quedado insatisfecho y hasta cierto punto desazonado con el resultado de la corrida. Quizás, como muchos, esperaba más de un torero que por su historia, merecía una tarde verdaderamente triunfal, pero a veces las cosas se alinean de manera diferente y los resultados esperados no son los que se producen. 

Manolo Espinosa Armillita seguiría adelante con su hacer en los ruedos todavía tres años más, pues se despediría aquí mismo, en Aguascalientes, matando seis toros en solitario otra vez y después en la Plaza México, para dedicarse ya plenamente a sus actividades ganaderas y empresariales.

Un par de notas, de memoria

Algo que manchó el desarrollo de este festejo, fue la falta de mulillas para arrastrar los despojos de los toros, utilizándose en su defecto, un automóvil para ello, algo imperdonable en una plaza de la categoría de nuestra Monumental. Y la otra cuestión, la ingobernabilidad de las bandas de Zacatecas y del Municipio de Aguascalientes, que tocaron a troche y moche durante toda la corrida, sin que la autoridad las pudiera meter al orden.

Hasta la semana próxima.

domingo, 26 de octubre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (IV)

Manolo Armillita, Jesús Solórzano y Curro Rivera abren los caminos a una nueva etapa de la fiesta en México

Aunque la venta se formalizó hasta agosto de 1970, la Plaza de Toros San Marcos había sido adquirida en propiedad por don Guillermo González Muñoz desde mediados del año anterior, poco después de concluir la Feria de San Marcos, una vez que concluyó el contrato de arrendamiento que tenía celebrado don Jesús Ramírez Alonso, el empresario de la misma. A partir de esa adquisición, se anunció la reconstitución de la forma de llevar los asuntos del coso de la calle de la Democracia y que sería el nombrado don Guillermo González el empresario, con el conocido taurino Héctor de Granada como gerente de la nueva empresa.

La primera corrida de toros que ofrecería esa nueva organización empresarial, se programó para el domingo 23 de noviembre de 1969, fecha en la que reaparecería uno de los triunfadores de la reciente feria de abril y se presentarían como matadores de toros en su ruedo, dos conocidos de la afición, Jesús Solórzano y Curro Rivera, quienes como novilleros tuvieron tardes exitosas en años anteriores, pero regresaban por primera ocasión como matadores de alternativa.

La terna enfrentaría un encierro del ingeniero Mariano Ramírez, mismo que, por lo que se venía anunciando en la prensa local desde días antes, tenía una presencia impecable. Escribió Everardo Brand Partida, redactor de la fuente taurina del diario El Sol del Centro, en la edición de la víspera del festejo:

Una multitud se congregó para presenciar el desencajonamiento de los toros, y ¡vaya!, causaron admiración, ya que nunca antes un ganadero había enviado un encierro semejante. La pinta de los astados, como ya señalábamos en líneas anteriores, son cárdenos, todos bien armados, de preciosa lámina y, con más de 500 kilos. El encierro deja complacido al aficionado más exigente… Desde que el público admiró los seis bureles en los corrales, ha cundido el entusiasmo entre los aficionados, que olfatean una gran tarde de toros...

En la misma nota, Brand Partida hacía notar que quizás el clima frío que se presentaba sobre nuestra ciudad en esas fechas, podría desanimar a los aficionados a asistir a la plaza al día siguiente, pero recalcaba que, la excelente presencia de los toros del ingeniero Mariano Ramírez, superaba cualquier inclemencia climática que pudiera presentarse.

Decía hace unas líneas que Manolo Espinosa Armillita reaparecía después de ser uno de los triunfadores de la Feria de San Marcos, y es que el 25 de abril anterior, en tarde en la que alternó con Jaime Rangel y Manolo Martínez, le cortó las dos orejas al sexto de la corrida de Jesús Cabrera que se corrió ese día, alzándose como el mejor de esa tarde; por otra parte, Curro Rivera, llegaba con el impulso de ser el ganador del Estoque de Oro, disputado en la Plaza México, al cortarle el rabo al toro Soy de Seda de Piedras Negras, el primero de su carrera, el 24 de abril anterior; y, por su parte, Jesús Solórzano, que si bien no se presentó en la capital, en fechas cercanas a esta corrida, tuvo un par de resonantes triunfos en Mérida.

El día del festejo, en el mismo diario El Sol del Centro, apareció publicada una entrevista realizada por el citado Everardo Brand Partida a Curro Rivera, quien, entre otras cosas, declaró:

De mi toreo mucho se ha hablado – comentó el joven diestro potosino – algunos lo han catalogado como sicodélico, ¡pero hombre!, está muy lejos de serlo. Yo lo considero un toreo con inspiración y que va de acuerdo con la época, que sin duda será del agrado de la afición hidrocálida... Aquí ya me han visto torear, pero como novillero – agregó Curro – y de entonces acá, han transcurrido muchos meses, y creo que he madurado mucho... Desde mi presentación en Aguascalientes recibí el respaldo de la afición y confió tenerlo de nuevo hoy y todas las tardes en que actúe ante ella... Vi la corrida esta tarde en los corrales, y ni que decir de ella. Está en peso, con presencia, su pinta es preciosa y creo que me daré gusto toreando para deleite del público...

Así, entonces, ese era el ambiente previo a la primera corrida de toros que ofrecía la nueva empresa dirigida por don Guillermo González Muñoz y que, en alguna medida, representaba el inicio de un cambio de rumbo en las cosas de los toros en este país.

Una tarde redonda, de triunfo

Todo salió bien ese domingo 23 de septiembre de hace 56 años. El clima mejoró, la plaza se llenó y los toreros dieron lo mejor de sí para el gozo de la afición. Quedaron para la memoria dos faenas, la de Jesús Solórzano a Piel de Plata y la de Curro Rivera a Pitero. Por su parte, Manolo Armillita cargó con el lote más flojo de la corrida, pero, aun así, dejó constancia de ser un torero que, como lo había dejado constante en la recién concluida temporada de la capital, tenía maneras para volar muy alto.

El Sol del Centro 24/11/1969

Jesús Solórzano y Piel de Plata

El quinto de la corrida fue, quizás, el momento en el que se vivieron los momentos en los que se tuvo más oportunidad de apreciar el toreo artístico. Y es que, lo que un lustro antes había barruntado aquí en una histórica novillada el hijo del Rey del Temple, en este domingo lo llevó a una expresión altísima. Así lo contó en su tribuna de El Sol del Centro, don Jesús Gómez Medina:

Fue durante la faena del quinto, el nobilísimo “Piel de Plata”, que brotó, impregnado de la autenticidad de la solera moreliana, el arte de Solórzano. Pues, sí en el primer tercio había aquel asomado en las verónicas a compás abierto y en la media, trazada con el desmayado ritmo de la de “Redactor”; fue en la etapa postrera cuando Chucho Solórzano revitalizó en sus manos jóvenes las clásicas formas del toreo moreliano que brotó entonces de su muleta, límpido, elegante, con una calidad y un acento que ha tiempo que no paladeábamos. Con una clase y un ritmo de auténtica aristocracia. Con empaque y solera. Con torerismo, en suma... “Piel de Plata”, docilísimo, aunque apurado de facultades, colaboraba al éxito, que llegó a su culminación cuando Chucho sepultó casi todo el acero, un tanto desprendido. Gran ovación. La música, que actúa con estruendo. Las dos orejas y el rabo del noble “Piel de Plata”. Y las vueltas al ruedo, múltiples, acompañado Solórzano del ganadero, de sus alternantes, del empresario Guillermo González... Triunfo total, en suma...

Esta tarde nació una relación profunda entre Jesús Solórzano con nuestras plazas, en las que realizó, sin duda, faenas importantes, tardes que tienen nombre propio, el nombre de los toros que inmortalizó, entre ellos Artista, Poeta, Príncipe o Pinocho, faenas que le refrendaron siempre como un gran artista de los ruedos.

Curro Rivera y Pitero

El toreo fresco y con un aire más moderno de Curro Rivera se dejó ver con el que, de acuerdo con el juicio de don Jesús Gómez Medina, fue el mejor toro de la corrida y ante él, nos dice el cronista, que el torero de San Luis estuvo así:

“Pitero”, el tercero, fue como el resto el encierro, bravo y noble. Pero tuvo más fuerza que los demás. Por ello lo que con él hizo Currito, tuvo un diapasón más prolongado, más intenso. Todo comenzó en los lances iniciales, realizados en varias formas: a pie junto o abierto el compás, cuando no llevando el engaño a media altura, para terminar con una revolera que fue un estallido de color, un grito de euforia en el pardear del crepúsculo... El de don Mariano Ramírez, como bravo, se durmió bajo el peto, para que luego Rivera mandileara con exactitud en su quite... Brindó Curro a Fabián Ruiz, de nuevo en pie de guerra tras de su última odisea. Inició su labor toreando por alto; remató con uno de pecho, larguísimo, y, hecho esto, en los medios trazó una serie de pases con la derecha que, por su sabor, por su hondura, por el temple, la longitud y el mando, pusieron de pie a los espectadores. Y por ese tenor prosiguió el trasteo; mezclando armónicamente el severo trazo del arte de Ronda con las alegrías y florituras del que se originó en Sevilla. ¡Una sucesión de estampas restallantes de color y torerismo! Y, para concluir, el estoconazo, al volapié limpio. Ovación estruendosa. Los apéndices del estupendo “Pitero”. Las vueltas al ruedo, en pleno triunfo. Triunfo que fue también para don Mariano Ramírez, cuyos astados fueron materia prima para el éxito del festejo...

También el toreo cascabelero, impetuoso – como lo calificó el cronista – llega a los tendidos, sobre todo, cuando tiene hondura. Y en el caso de Curro Rivera, la hondura en el trazo siempre fue una de sus signaturas. Por esa razón fue que pudo aprovechar a cabalidad al mejor toro de la tarde y cortarle también las orejas y el rabo.

Manolo Espinosa Armillita

Sacar adelante una tarde ante toros que tienen complicaciones requiere tener el oficio bien aprendido. Pero si además de tirar de ese oficio, se tiene la inteligencia para aprovechar las pocas bondades de esos toros complicados y hacerles algunas fiestas, la cosa se pone mejor. Refiere el cronista citado:

“Garambullo”, el primero del sexteto de cárdenos fue de magnífico estilo, noble hasta la saciedad; pero parco de energías como sus congéneres. Y Manolo Espinosa, que lo había toreado parcamente, sosamente, en el trance final superó lo antes hecho para realizar una faena toda quietud, serenidad, temple y señorío, que iniciada con pases por alto, prosiguió con series de derechazos y de toreo izquierdista, yendo a más en ajuste y ritmo; pisando el terreno del socio, cuando el dosificado caudal de fuerza del astado lo hizo necesario; intercalando remates y adornos y concluyendo don un pinchazo en lo duro y media estocada tendida que tardó en surtir efectos. Ovación final. La vuelta al ruedo y un apéndice de “Garambullo” otorgado por la autoridad y protestado por los “ersigentes”...

El segundo de su lote, además de falto de fuerza, estaba reparado de la vista, así que más que justificado estaba el tirar por la calle de en medio y quitárselo de encima con brevedad.

En resumen

El mejor sumario de lo que sucedió esa tarde fue lo que planteó don Jesús Gómez Medina como introito de su crónica:

En el marco apacible de un atardecer de otoño y sobre el amarillo mate del ruedo, perfiláronse las siluetas de los triunfadores... Eran éstos de los incluidos en las recientes promociones de matadores de toros. Toreros que, por su juventud, representan y personifican el futuro – una buena parte del futuro – de la fiesta brava en nuestro país... Toreros en quienes la ambición todavía insatisfecha, aún latente, permite prever la consecución de nuevas y mejores victorias, de nuevos y más sólidos éxitos... Y era también la figura de un ganadero, de uno de entre varios ganaderos que, en México, a la vuelta de esfuerzos sin tasa, con paciencia sin límites, con cuidados rayanos en la exquisitez, han logrado clarificar y perpetuar las características - las cualidades - del toro de lidia... Era, en suma, dicha escena, trasunto y compendio de una jornada de cuya brillantez, y de cuyos logros tendrá que hablarse durante mucho tiempo: ¡la tarde de los cárdenos del ingeniero Mariano Ramírez! ¡La tarde en la que con “Piel de Plata”, Chucho Solórzano refrendó su derecho a representar a la real casa taurina moreliana! ¡La tarde aquella en la que Currito Rivera, hizo de la lidia de “Pitero”, una admirable síntesis de hondura, torerismo y alegría! … La tarde, en suma, en la que Manolo Espinosa, pese a haber navegado con viendo menos propicios, encontró en su acervo taurino los recursos requeridos para ser un digno alternante del vástago del “Rey del Temple” y del cachorro de Fermín II, Que no en balde es él mismo, retoño del Coloso de Saltillo...

Así pues, como antes decía, la tarde daba ya un apunte de que las cosas de los toros en este país iban a tomar una nueva dirección. Se venía un relevo generacional y tres de sus actores, aquí, ese día, expusieron su declaración de intenciones.

domingo, 19 de octubre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (III)

Nuestra ciudad festeja sus primeros 425 años con un lujoso festival taurino

El 22 de octubre de 1575 se autorizó la Cédula de Fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, lo que hoy es la ciudad de Aguascalientes. El asentamiento humano en el lugar es de data anterior y los historiadores y los paleógrafos cuestionan si el texto del documento se refiere a Nuestra Señora de la Asunción o de la Ascensión, pero a estas alturas de la historia, la primera advocación es la que se ha quedado en el imaginario colectivo y en los anales escritos con posterioridad.

En el año de 1975 se festejaron los primeros 400 años de la expedición de tal cédula y es a partir de entonces que se conmemora anualmente tal aniversario y que como parte de esas conmemoraciones o celebraciones, se llevan a cabo festejos taurinos en fechas que, históricamente, no eran frecuentes en nuestro Aguascalientes, porque como ya lo había apuntado anteriormente, los toros de nuestro otoño, se daban normalmente en los alrededores del veinte de noviembre, para conmemorar el inicio de la Revolución de 1910.

En el año 2000, Aguascalientes celebraba 425 años de la expedición del documento que la tenía por jurídicamente fundada y en la arista taurina, se programaron dos festejos, un festival taurino benéfico que se verificaría precisamente el día del aniversario y una corrida de toros que se llevaría a cabo el domingo 29 de octubre siguiente.

Los prolegómenos de un festival

El entonces alcalde de la ciudad Luis Armando Reynoso Femat anunció a los medios que para celebrar ese 425 Aniversario de la fundación de nuestra ciudad, el domingo 22 de octubre se celebraría un rumboso festival taurino hispano mexicano, a beneficio del Fondo de Combate a la Pobreza, en el que actuarían los diestros retirados Manolo Espinosa Armillita, Dámaso González, Mariano Ramos, José Ortega Cano, Guillermo Capetillo y Jesulín de Ubrique, quienes enfrentarían un encierro de El Colmenar, propiedad del ingeniero Gerardo Martínez Ancira.

Algunas críticas surgieron en la prensa, por no incluirse en el cartel a alguno de los diestros locales para completar el cartel, pero el mismo al menos en el papel, resultaba redondo. El jueves anterior al festejo, se llevó a cabo una conferencia de prensa en la que estuvieron presentes los toreros actuantes, misma en la que Ortega Cano, el más conocido de la afición local, entre otras cosas dijo:

Recuerdo en una tarde, precisamente en el hotel Francia, cuando me desvestía después de haber actuado, que me llaman a la puerta, y eran nada más y nada menos que “Calesero”, Rafael Rodríguez y Silverio Pérez. Al abrir la puerta me saludaron y me dijeron que el motivo de su visita era para darme la enhorabuena, para decirme que era un torero muy del gusto de ellos, y ahora lo recuerdo como un gran gesto que nunca olvidaré...

Por su parte, Manolo Espinosa Armillita, al hacer uso de la palabra, dijo lo siguiente:

No fue muy complicado confeccionar el cartel del festejo, conociendo la calidad moral de todos sus integrantes... la idea nació hace algún tiempo en una charla con el alcalde, quien me externó su inquietud de poner en práctica algo interesante, digno de la afición de Aguascalientes y a partir de esa idea, se ha trabajado con fuerza para cristalizar ese deseo... Por esa razón me puse en contacto con mis amigos en España y en México y de esa manera, paso a paso, se le fue dando forma al cartel, en el que también tomaré parte, lo que me tiene doblemente contento y satisfecho...

Dámaso González, quien era para nosotros la novedad en el cartel, volvía a México después de muchos años, y en su turno, manifestó entre otras cuestiones:

Lo más importante es el tratar de ayudar a los demás y jamás olvidarse de quienes están detrás de nosotros... Llego con mucha ilusión a la tarde del domingo, pues me presento en vuestra plaza precisamente en este festival, en el que vengo a disfrutar y si lo logro, seguramente también ustedes lo harán, que es lo más importante...

Creo que no está de más añadir que Ortega Cano vino en compañía de Rocío Jurado, su esposa, quien la misma noche de la conferencia de prensa, encabezó una gala en un salón de eventos, cuyas utilidades también fueron destinadas a los propósitos de ese Fondo de Combate a la Pobreza.

El resultado del festival

Los novillos de El Colmenar tuvieron en su mayoría poca fuerza y sacaron genio. Alguna de las crónicas incluso, señaló que:

Lo acertado hubiera sido haber adquirido un encierro que brindara mayor garantía, pero, sobre todo, de otro encaste menos «duro»...

A veces pareciera que los escribas se olvidan de aquel axioma atribuido a don Antonio Llaguno, en el sentido de que los toros carecen de palabra de honor, y por la otra parte, de que la existencia de otro encaste en este país, en ese momento, era casi una entelequia, pero, en fin, así estaba el patio.

Manolo Espinosa le cortó una oreja al primero del festejo. Un novillo escaso de fuerza y que, diría don Arturo Muñoz La Chicha, no tiraba un castañazo. Recuerdo que estuvo muy templado con la muleta. La crónica de Alejandro Hernández para el diario Heraldo de Aguascalientes, resalta lo siguiente:

…a la muleta acudió sin malas ideas, con poca fuerza, llevando la cabeza a media altura y sin desplazarse mucho. Por su parte, el primogénito del Maestro Armillita, muy entendido, se puso a tono logrando buenos pases sobre la diestra básicamente, toreando en un solo sitio. Muchos dividendos le produjo torear con la muleta atrasada. Mató de estocada entera y contraria, recibiendo la primera oreja del festejo...

Me llama la atención que Alejandro – ni tampoco los demás cronistas – consignara que, al salir de la suerte de matar, Manolo Armillita sufrió una profunda cortada en la mano derecha con el arpón de una banderilla. Se retiró a la enfermería y regresó con un abultado vendaje sobre ella, que le incomodó para ciertos lances de su tarea como director de lidia.

El otro triunfador de la tarde fue Mariano Ramos, quien ante la prenda soltada en tercer turno, se impuso y realizó una faena con su personal sello. Fue el único de los actuantes que tuvo el gesto de invitar a su alternante de turno, a hacer un quite. Sigue contando Alejandro Hernández:

A Mariano Ramos, el poderoso torero charro de La Viga, le correspondió un novillo gordo, al que saludó con verónicas y chicuelinas ajustadas que le fueron muy festejadas. Quitó Ortega Cano por sedeños lances que el público le coreó con fuerza. El novillo, picoso de más, llegó al tercio mortal con transmisión y acostándose por los dos lados, espiándole de continuo, frente al cual, el capitalino estuvo voluntarioso y valiente en momentos de éxito, al torear sobre la mano derecha. Mató de una estocada caída, escuchando gran ovación, recibiendo el premio de las orejas de su enemigo...

Habrá que apuntar que Mariano Ramos vistió orgullosamente esa tarde un precioso traje charro de media gala, color azul pizarra, distinguiéndose del conjunto de los que llevaban el traje campero andaluz que fueron la mayoría de los actuantes.

El gran final

Al tocar a matar al sexto, salió Manolo Armillita a anunciar un novillo de regalo, pero haciendo una señal rara, pues giraba el dedo índice, a manera de mezclar algo. Muchos entendimos que se trataba de un regalo en comandita y los más se quedaron un poco “in albis”, porque se trataba de algo que nunca había sucedido por estas tierras. Refiere el cronista del “Heraldo de Aguascalientes”:

...Antes de iniciar la faena de muleta, Manolo Armillita hizo el anuncio del regalo del sobrero que sería toreado por todos los diestros participantes, ante la algarabía de unos y el desconcierto de otros...

Un obsequio en esas condiciones tenía un antecedente casi inmediato. El 16 de mayo del año anterior, en Valladolid, España, se había cerrado un emotivo fin de semana en el que se homenajeó la memoria del torero de esa tierra: Fernando Domínguez, uno de los que con más pureza han ejecutado el toreo a la verónica. En el festival taurino celebrado ese día, en el que actuaron José Mari Manzanares, Niño de la Capea, Roberto Domínguez, Ortega Cano y Paco Ojeda, se regaló un séptimo novillo de José Luis Pereda, mismo que fue lidiado por todos los alternantes e incluso, picado por Paco Ojeda. El premio a su actuación, que las crónicas califican de redonda, fueron las orejas y el rabo – el novillo fue estoqueado por Domínguez – y al burel se le premió con la vuelta al ruedo.

Esa es la historia previa a la salida al ruedo de Hidrocálido de El Colmenar, que así se nombró al novillo de regalo que fue lidiado por los seis toreros anunciados en el cartel y que fue banderilleado por Manolo Arruza, quien se encontraba como espectador entre barreras y que fuera invitado a hacerlo por Ortega Cano. Sigue diciendo el cronista:

En un bello espectáculo no visto anteriormente, fueron seis toreros ante un solo novillo, iniciando Manolo de capote con buenos lances. Luego Ortega Cano por chicuelinas muy coreadas. Después Mariano lo puso al caballo con chicuelinas rítmicas y andantes, cubriendo el segundo tercio y a iniciativa de Ortega Cano, el propio cartaginés, quien invitó a banderillas a Manolo Arruza, que vestido de paisano se encontraba entre barreras, que colocó un estupendo par al cuarteo, igualado en todo lo alto, mientras que Ortega se fue con bastante decisión y valor, cerrando el tercio bajo los acordes de “Pelea de Gallos”, Ubrique, haciendo gala de facultades arrancó del estribo a los medios para gallear, dejando los palitroques en todo lo alto, en un gran tercio que el público aplaudió a rabiar. En el último tercio, de nuevo inició Manolo con pases en redondo con la derecha, ante un novillo violento, muy listo, y más malo, lejos, que bueno. Después Dámaso intentó domeñarlo a base de aguante y conocimientos, y cuando estuvo a punto de lograrlo, llegó el turno de Ortega Cano, que muy artista se jugó la maroma estando alguna vez casi a merced del astado. Capetillo volvió las lanzas en cañas acallando las voces que le pitaron, al torear con hondura y sentimiento sobre el pitón derecho, y cuando menos servía el pésimo animal, salió Ubrique a justificar su nombre con valentía y también por el lado derecho... Vivo como él solo, Manolo que vio las dificultades del burel, como primer espada le correspondía entrar a matar, pero prefirió pasar los trastos a otros de sus alternantes, desconcertando al público que tomó partido por la pésima res, sin encontrar eco a su petición, y pasándose de vivo, se hizo tonto desoyendo la orden del juez de entrar a matar, encontrando de aliados a los villamelones, hasta lograr que se fuera vivo a los corrales, en una especie de indulto, injustificado a todas luces, siendo la mácula pecaminosa del festejo, concluyendo cuando todos los diestros dieron un triunfal vuelta al ruedo...

No hay fiesta perfecta, evidente era que Manolo Espinosa no estaba en condiciones de ejecutar la suerte de matar por la cortada que sufrió en el abreplaza, pero cualquiera otro de sus alternantes pudo hacerse cargo de la situación. No cabe duda de que todos los actuantes supieron manejar a la concurrencia a su conveniencia para terminar en un ambiente triunfalista un festejo que, por lo sucedido en la lidia del toro de regalo, no lo requería. En fin.

Así se celebró el Aniversario de la Fundación de Aguascalientes hace 25 años en su arista taurina. Ojalá podamos seguir celebrándolo así muchos años más.


domingo, 12 de octubre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (II)

Los hijos de Calesero, Fermín Rivera y Antonio Velázquez, inician una nueva etapa de nuestra fiesta

Una nueva generación de toreros mexicanos parecía comenzar a germinar y don Jesús Ramírez Alonso, todavía empresario de la Plaza de Toros San Marcos, creyó que podría realizar una especie de encore de aquella novillada de los Tres Cachorros que tan exitosa le resultara en las fiestas agosteñas de 1964. Y es que los hijos de Fermín Rivera, Calesero y Antonio Velázquez, venían ya dando de qué hablar en los círculos y cenáculos de taurinos, acerca de las maneras que tenían para hacer el toreo y de la posibilidad de extender su linaje dentro de los ruedos.

Como atractivo adicional, a los nombres de Curro Rivera, José Antonio Ramírez El Capitán y José Luis Velázquez, se sumaba otra presentación, la de la ganadería de Villalicia, anunciada como propiedad de Ramírez Hermanos y dirigida por Alfonso Ramírez Calesero, quien ya en los años cuarenta lidiara una corrida de toros a su nombre, y muy probablemente también fue de su titularidad, aunque presentado a nombre de Hermanos Ramírez, el encierro con el que recibió la alternativa Tacho Campos en 1949, en esta oportunidad debutaba un nuevo hierro, aún no asociado, con el que tenía la intención de andar largo en el llamado planeta de los toros.

El inicio de una nueva etapa histórica en nuestra fiesta

No se intuía un cambio en un tiempo breve en la cumbre de la torería mexicana, pero los novilleros que hacían su presentación ese  domingo 5 de noviembre del año 1967 despertaban ilusiones. No obstante, al no ser parte de la cantera local, la información previa en los diarios locales fue escueta. Pero en la víspera del festejo, entre otras cuestiones, el diario El Sol del Centro, destacaba lo siguiente:

En vísperas de la irrupción en las filas novilleriles de José Luis Velázquez, Curro Rivera y José Antonio Ramírez, se ha acentuado a su máximo la expectación entre los aficionados taurinos de Aguascalientes, que se disponen a ser testigos de este relevante acontecimiento... José Luis Velázquez llegó ayer a Chichimeco y está toreando vaquillas al por mayor; José Antonio Ramírez también se entrena en el campo bravo, e igual acontece con Curro Rivera, pues los tres buscan llegar a esta oportunidad en plenitud de facultades físicas y, fundamentalmente, centrados lo más posible con el toro...

El origen familiar de los tres debutantes era motivo más que suficiente para que la afición local se mostrara interesada en enterarse de lo que eran capaces de lograr delante de los toros. Quizás el más aventajado de la terna era Curro Rivera, quien ya se había presentado vestido de luces en Matehuala el 14 de mayo anterior, pero los tres tuvieron la escuela taurina en su casa y los tres eran descendientes de auténticas figuras del toreo.

Igualmente, en El Sol del Centro del día del festejo, se reiteraban los blasones heredados por los diestros que por la tarde harían su presentación, pero se agregaba un apartado para comentar acerca de la ganadería debutante:

Por cierto, el “Poeta del Toreo”, debutará en esta novillada como ganadero y a decir verdad, se augura para él un futuro ilimitado en esta actividad, considerando la enorme capacidad y el caudal de conocimientos que en esta materia ha reunido “Calesero”... Los seis novillos, procedentes de las dehesas de Villalicia, están desde ayer en los corrales de la Plaza San Marcos. Es un encierro parejo en presentación, que esperamos, se preste para el lucimiento de los tres espadas...

Todo estaba dispuesto para que llegara la hora del festejo, en el que la afición de Aguascalientes y la de su región pudiera comenzar a apreciar lo que en realidad representaría el inicio de un cambio de edad en la fiesta mexicana. Veríamos, al final de cuentas, el nacimiento de una figura de época que fue un auténtico triunfador en todas las plazas importantes del mundo.

El primer triunfo de Curro Rivera

El triunfador de la tarde resultó ser Curro Rivera, cortando la única oreja que se concedió en ella. Como dejé escrito líneas arriba, también se mostró como el espada más aventajado del cartel. De la crónica que escribió don Jesús Gómez Medina para El Sol del Centro, extraigo lo siguiente:

El hijo de Fermín II es, desde luego, el más hecho de la tercia. Sus adelantos son evidentes hasta en la habilidad para torear al graderío... Buenas maneras para torear a la verónica y excelentes sin duda sus remates. Su labor con el percal resultó tan plausible en el primero como en el cuarto burel... Y en la muleta, las mismas buenas hechuras aunadas a una encomiable tendencia a ejecutar las suertes clásicas del toreo. Muchos de sus naturales y derechazos fueron magníficos; y sus cambios de mano por delante y el de pecho que liga a continuación, destilaron torerismo purísimo. Ciertamente le correspondieron los dos novillos más propicios – también los más cuajados del encierro –; pero a fe que Curro supo aprovecharlos toreándolos larga y variadamente. La faena del primero tuvo como preámbulo el pase del péndulo; con el cuarto, principió espectacularmente de hinojos ligando una dilatada serie yendo siempre hacia adelante... Al estoquear, el joven Rivera aguanta a pie firme la acometida del morlaco; por eso le resultan las estocadas traseras, por parar más de la cuenta en el momento del cruce. Y como no le imprime al brazo la dirección adecuada el acero queda tendido… Vuelta al ruedo en su primero. Y la oreja y doble o triple recorrido triunfal tras de la lucida faena del cuarto, haciéndose acompañar de su progenitor y también del ganadero...

Don Jesús destaca desde el inicio una facultad que fue innata en Curro y que era su facilidad para conectar con los tendidos. Ya en otros apartados de este mismo espacio virtual, he contado que, en otras etapas de su carrera, creó una relación de amor – odio con la afición de Aguascalientes, que sabedora de las enormes capacidades que tenía como torero, le exigía en serio. Y a veces, el torero se sentía demandado de más y se encaraba con los tendidos… Y sucedía lo que tenía que pasar. Pero unas tardes después, las aguas tomaban su cauce.

Curro Rivera tuvo en Aguascalientes un sitio en el que se sintió arropado para llevar a cabo varios hitos importantes en su trayectoria, lo que demuestra que siempre consideró esta tierra como suya.

Las pinceladas de El Capitán

José Antonio Ramírez, visto en retrospectiva, es quien llevó más lejos la estafeta que le transmitiera su padre, Calesero. Entró por mérito propio en la historia del toreo al realizar una faena de esas de culto al novillo Pelotero de San Martín en la Plaza México en 1977 y todavía hoy, cuando toma los trastos en algún festival benéfico, borda pinceladas de un prístino arte ante los astados. De su hacer en esa su presentación como novillero en Aguascalientes, escribió don Jesús Gómez Medina:

Con éxito, porque el chaval, amén de tener simpatía, exhibió al torear de capa a la verónica un estilo de auténtica cepa caleseril; lo que equivale a decir buen estilo. Pero, además, se mostró más valiente, más decidido de cuanto fuera de suponerse... Con la muleta, especialmente, José Antonio, a cambio de explicables torpezas, está siempre en terreno del enemigo, obligándolo, insistiendo para hacerlo embestir. Y luego lo lleva en el engaño con temple y medida, y corre la mano y liga los pases con arte y limpieza. Naturalmente en ocasiones se ve en aprietos; más por encima de todo queda en el recuerdo la evidencia de un toreo de calidad y de una decisión, de una valentía que permiten presagiar un brillante futuro al novel lidiador... En la suerte suprema, las deficiencias imputables a su novatez. Ello impidió que el éxito de José Antonio fuese más estruendoso. De todas maneras, al concluir con sus dos adversarios dio sendas vueltas al ruedo...

Entre el sentimiento personal y la escuela doméstica, quedó bien demostrado que la clase en la vida surge desde dentro. Así lo demostró en esta tarde El Capitán.

José Luis Velázquez, con el valor por divisa

El hijo de Antonio Corazón de León hasta poco antes de esta novillada era estudiante de ingeniería. Tengo la impresión de que su padre, como todos los toreros, prefería que sus hijos varones fueran hombres de letras o de ciencia, antes que toreros como él. Las preocupaciones para ellos – y también para él y para su madre – serían de índole completamente diferente. Pero José Luis decidió seguir los pasos de su padre y así, en esta tarde, junto con otros dos vástagos de destacados diestros en el retiro, también iniciaba su andadura por los ruedos. Así le vio el cronista de El Sol del Centro:

Hijo de Tigre... Y como este José Luis es del linaje de “Antonio Corazón de León”, ya tenemos la explicación un tanto simplista del valor, de la indeficiente valentía mostrada por el chamaco en su primera actuación enfundado en el comprometedor traje de luces... José Luis está muy verde con el capote. Trata de quedarse quieto, pero desconoce o no domina aún la técnica del toreo de capa... Pero con la muleta, el muchacho adquiere estatura. Porque a su congénita valentía y a su tesón genuinamente velazqueño, viene a sumarse el afán por realizar a todo trance el toreo en redondo. Y cuando José Luis se acomoda y mete al bicho en el engaño y, corriendo la mano con precisión, flexiona el busto para cargar la suerte, el muletazo adquiere una intensidad y un sabor singulares. Tales virtudes tuvieron los pases naturales de su faena al tercero, del que perdió la oreja porque, si bien se fue recto y decidido sobre el morrillo tratando de liquidar al socio, el acero quedó en dos ocasiones mal colocado, necesitando el descabello. Y todo quedó en una aplaudida vuelta al ruedo... En el sexto, soso, gazapón y con el hocico por la arena, José Luis insistió de nueva cuenta. Con tesón, con una valentía que no hicieron decrecer las volteretas, logró así unos muletazos de recibo, pero de nueva cuenta no acertó pronto con la espada...

José Luis Velázquez demostró tener lo principal, el valor para estar delante de los toros y la intuición, como señala el cronista, para intentar y hacer el toreo en redondo con la muleta. El toreo con el capote y el manejo adecuado de la espada, eran asignaturas que se irían aprendiendo y puliendo con el paso del tiempo, según fuera sumando más festejos.

Otros sucesos de la tarde

Por esa segunda mitad de los años sesenta, eran pocas las novilladas que se ofrecían en Aguascalientes y muchos los novilleros locales o los aspirantes a serlo. Por esa razón, cuando se daba un festejo aquí, era frecuente que alguno de ellos se tirara de espontáneo. Esta tarde no fue la excepción. Cuenta don Jesús Gómez Medina, ya para cerrar su crónica:

Nuevamente el curso normal del festejo se vio interrumpido en dos ocasiones por la aparición de los espontáneos. ¿Hasta cuándo se tolerará tal anomalía? … Por otra parte, la debilidad de remos de los novillos, ¿no sería el resultado de manipulaciones en los chiqueros? Pues, que sepamos, nunca existe en tal sitio la debida vigilancia...

Esta tarde, relata el cronista, fueron dos los anarquistas de la fiesta los que se tiraron a interrumpir la lidia. Y resalta también don Jesús su sospecha de que la debilidad de los novillos que se jugaron fue a causa de manipulaciones en los chiqueros. No hace alusiones al estado de las cornamentas, pero creo que se puede deducir del mismo, como se puede ver, nada nuevo hay bajo el sol.

Así es como transcurrió este otro capítulo extraído aleatoriamente de la historia de la otoñada taurina en Aguascalientes. Hasta la próxima semana.

domingo, 5 de octubre de 2025

La otoñada taurina en Aguascalientes (I)

2 de octubre de 1949, se reinaugura por segunda ocasión la Plaza de Toros San Marcos

El otoño también ha sido un tiempo de toros en Aguascalientes, aunque históricamente se acostumbró aprovechar los días aledaños al 20 de noviembre para ofrecer festejos en nuestra ciudad. Será a partir del año de 1975, cuando se conmemoró el cuarto centenario de la expedición de la Real Cédula que autoriza la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, suscrita el 22 de octubre de 1575, cuando se agrupan entre esa fecha y el inicio del mes de noviembre, cuando se agrupan festejos taurinos en torno al aniversario de la fundación jurídica de lo que hoy es nuestra ciudad y de las conmemoraciones y celebraciones que se llevan a cabo en torno al Día de los Fieles difuntos.

En las próximas entregas procuraré recolectar algunas estampas de esos festejos otoñales de nuestra ciudad, de los que hayan dejado alguna huella en nuestra historia taurina.

La Plaza de Toros San Marcos y su primera reinauguración

Después de la apertura del coso de la calle de la Democracia el 24 de abril de 1896, se mantuvo en operación, compitiendo con su vecina, la del Buen Gusto hasta casi la segunda década del siglo XX, década esta, en la que, nos cuenta Antonio Muñoz Rodarte, la de San Marcos, comenzó a mostrar los estragos del paso de los años y de la falta de mantenimiento preventivo, por lo que en mayo de 1928, el alcalde Enrique Montero ordenó una profunda inspección del inmueble, de la que resultó la necesidad de hacer una serie de importantes reparaciones y remodelaciones desde el pasillo del acceso y hasta los corrales en los que se guardan los toros a lidiarse en los festejos.

El entonces propietario de la plaza, don Miguel Dosamantes Rul, ofreció iniciar las obras de remodelación en noviembre de ese mismo año y le anunciaba que había establecido una sociedad para su explotación buscando convertirla en una verdadera plaza de toros moderna.

En febrero del siguiente calendario, 1929, de acuerdo con los documentos archivados en el Registro Público de la Propiedad, Dosamantes Rul vendió el cincuenta por ciento de los derechos de propiedad sobre la plaza a los hermanos Francisco y José C. Madrazo, ganaderos de La Punta, en la cantidad de cinco mil pesos oro nacional. La mitad restante, la adquirieron los citados ganaderos el 16 de agosto del año siguiente, en la cantidad de doce mil quinientos pesos de la misma naturaleza que los anteriores, lo que me hace suponer que una parte, si no la totalidad del costo de las obras de reparación de la plaza fueron costeados por los hermanos Madrazo.

El festejo de reinauguración se programó para el domingo 21 de abril de 1929, con 5 toros de La Punta, para Esteban García y Carmelo Pérez, mano a mano, anunciándose que era la inauguración de un costoso y adecuado acondicionamiento de la plaza, que era la segunda de la República y orgullo de la afición taurina de Aguascalientes.

La segunda reinauguración

Algo más de dos décadas después de aquella primera reinauguración, la Plaza San Marcos requería de una nueva intervención. La zona de palcos seguía siendo de madera y aunque visualmente eran más diáfanos y agradables que los originalmente construidos, eran de constante y costoso mantenimiento. Por esa razón sus actuales propietarios decidieron repararla y agregarle algunas instalaciones con las que no contaba a partir de su proyecto inicial. Escribe don Jesús Gómez Medina, al relatar el acto de la bendición de las instalaciones por Mons. José de Jesús López y González, en esos días, obispo de la Diócesis:

La capilla ostenta en el lugar de honor, una hermosa imagen del Sagrado Corazón, a la derecha está el Señor del Gran Poder, Patrono de los Toreros, y a la izquierda, ¡naturalmente!, Nuestra Señora de Aguascalientes… El altar es de cantera con labrados relieves, y a sus pies están dos elegantes reclinatorios. Cierra la Capilla un cancel de madera, de estilo netamente colonial o novohispano... El ruedo luce limpio y terso; se acabaron los hoyancos y la arena movediza, que tan peligrosa hacía la lidia en ocasiones. Los tendidos, también renovados, con las graderías de sombra corridas hacia arriba al haberse suprimido los palcos, parecen estar impregnados de alegría y de luz, pues hasta en los imprescindibles anuncios se tuvo el buen tino de emplear los colores simbólicos por excelencia: el rojo y el gualda... En los chiqueros se han construido bebederos y pesebres, y se les dotó de un amplio departamento sombreado, que, seguramente, hará más gratas las últimas horas de los bichos destinados a la pública diversión... Ya al entrar, el espectador encuentra una agradable sorpresa: los pasillos que conducen a ambos departamentos, al de sombra y al soleado, han sido cementados completamente, amén de que se amplió la escalera superior del tendido caro...

Es decir, se agregó al coso la capilla con la que no contaba, se mejoraron accesos, escaleras, corrales y se suprimieron los palcos de sombra, sustituyéndolos por la gradería que hoy conocemos como las localidades generales de sombra.

Ese acto protocolario de carácter religioso, se celebró el mismo día del festejo de reapertura, es decir, el domingo 2 de octubre de 1949, cuando para enfrentar un encierro de La Punta, alternarían Alfonso Ramírez Calesero, Antonio Velázquez y Manuel Capetillo.

La triunfal tarde de Antonio Velázquez

Antonio Corazón de León cerró su tarde cortando tres orejas y saliendo en volandas de la plaza. También se mostró como un torero de muy amplias posibilidades, porque al primero de su lote, que presentó un cúmulo de dificultades, lo toreó en el terreno de cercanías y pisándole los terrenos, pero a su segundo, lidiado en sexto lugar por haberse corrido los turnos después del percance a Calesero en el cuarto, lo aprovechó conforme a su calidad. Refiere en su crónica don Jesús Gómez Medina:

Desde el primer capotazo hasta el último instante, la lidia de “Jarifo” transcurrió entre ovaciones y dianas; se irguió Velázquez en el tercio y aguantó enormidades en una serie de lances llevando al bicho muy bien toreado. En quites repitió la gaonera angustiosa, yodofórmica, pues de allí a la enfermería no habría sino escasos milímetros. Picó muy bien “Lindbergh” y al quite fue Capetillo, que se echó también el capote a la espalda, para plasmar, para esculpir el momento más artístico de la tarde, con garbo, con señorío, bajando los brazos desmayadamente y poniéndose los pitones por ceñidor… Pronto y bien transcurrió el segundo tercio; salió a los medios Velázquez, brindó al público y se fue al toro para redondear su tarde. ¡Y vaya forma de redondearla! … en esta faena, Velázquez acabó con los decires: que si era “encimista”; que no toreaba de largo... El leonés se olvidó de modas y de “ismos” para hacer el toreo de siempre, el toreo fundamental, el toreo por excelencia. Y así fueron surgiendo las series de derechazos, en los que toro y torero formaban un grupo de estrujante dramaticidad; los naturales en los que, citando de largo, desde un tercio hasta el contrario, Antonio “Corazón de León”, plasmaba una y otra vez, en plenitud de torero y de valiente, la suerte fundamental del toreo. A un natural seguía el siguiente, y la serie se prolongaba hasta culminar en el de pecho, de hondo acento belmontino… Y el toro, el admirable “Jarifo” de La Punta, embistiendo con igual alegría, con nobleza impar; diríase que mejorando de un lance al siguiente. Añadió Velázquez molinetes, trincherazos y de la firma y a continuación metió el acero hasta la empuñadura. Tardó en doblar el bicho, y cuando al fin lo hizo, la ovación se desplomó a los pies del triunfador: se le otorgaron las orejas y el rabo, también la pata – ¿no les parece a ustedes que ya se está prodigando demasiado esta clase de apéndices? – y, finalmente, en hombros de los entusiastas y acompañado de Manuel Capetillo, también triunfador en la jornada, Velázquez abandonó el coso…

El toro bravo que pone a todo el mundo en su sitio. Cuando es bien aprovechado, encumbra a quien puede con él, y de la narración del cronista podemos desprender que Antonio Velázquez supo entender a carta cabal las excelentes condiciones del toro de La Punta que le permitió tener una redonda tarde en Aguascalientes ese domingo de hace setenta y seis años.

Manuel Capetillo también triunfador

Quien al paso de algunos años sería llamado El Mejor Muletero del Mundo todavía no alcanzaba su primer aniversario como matador de toros. Todavía reposaba mucho de su hacer ante los toros con su toreo de capa y no perdonaba un quite, pero de lo narrado por don Jesús Gómez Medina en su tribuna de El Sol del Centro, se advierte ya el profundo muletero que conocería la afición años después:

A cargo de Manuel Capetillo corrió la nota de arte, del más puro y hondo acento. “Lagartero”, corrido en tercer turno, hizo alegre salida. Lo corrió Casillas; pero el tapatío no se acomodó del todo en los primeros lances. Tras de una vara trasera, Capetillo libró por fregolinas, haciéndolo a continuación “Calesero” con el lance de “Chicuelo”, gracioso y artista… Capetillo comenzó doblándose suavemente, encelando al bicho en la muleta, metiéndole en ella. Se lo llevó a los medios y allí fue forjando la faena. Al principio sin completo éxito, porque el toro derrotaba alto; pero Manuel insistió, templó la embestida, le corrió la mano con ritmo sedeño e imperioso a la vez, y poco después se consumaba el prodigio. Con la cintura quebrada, la mano baja y la pata a’lante, Manuel Capetillo iba redondeando el trasteo… La roja franela, en sus manos, adquiría suavidades y ritmo de terciopelo; el lance se consumaba y en el mismo, seguía el giro imperioso de su muñeca – ¡una muñeca con goznes de oro! – engendraba el siguiente muletazo… Una serie de derechazos tenía continuación en otra nueva de mejor calidad; aquello era la fiesta del toreo más puro, del más hondo acento del que nació en Ronda en las manos prodigiosas de Pedro Romero... Más, ¡oh, sorprendentes sentires de los aficionados! El público no entró en completo trance de emoción, sino cuando Manuel realizaba una serie de tremebundas manoletinas. Vino luego la estocada, de efectos definitivos, y tras ella, al doblar el punteño, se otorgaron a Capetillo la oreja y el rabo, trofeos ampliamente ganados, porque se hizo acreedor a ellos a fuerza de insistir y de prodigar un toreo de la más pura ley…

De los Tres Mosqueteros fue precisamente Capetillo el que más tardó en encontrar su acento personal, pero también quien más permaneció en el gusto de los aficionados. La evolución que le llevó a ser precisamente llamado El Mejor Muletero del Mundo por don Alfonso de Icaza Ojo en el año de 1957, estaba apenas iniciando.

La mala fortuna de Calesero

El primero de la tarde fue un toro rajado que permitió al torero de nuestra Triana apenas cumplir con deshacerse de él, y no obstante eso hubo voces, al decir del cronista, que le reprochaban que no se luciera con él. El cuarto de la corrida, llamado Charrito, lo prendió e hirió al tercer lance, pasando a las manos del Dr. Oscar Hernández Duque, haciéndose cargo de él Velázquez y motivándose por ello el movimiento de turnos entre él y Capetillo.

Algunas cuestiones más

Durante las solemnidades de la bendición, la jovialidad del entonces obispo diocesano extendió los actos litúrgicos a otros sitios de la plaza, cuenta don Jesús Gómez Medina:

…a invitación del Dr. Duque, bendijo también la enfermería, que precisamente está contigua al recinto sacro. En seguida, con sencillez y afabilidad, atendió la súplica de David Reynoso, que en nombre de los toreros le pidió que bendijera el ruedo… Accedió gustoso el Excmo. Señor, que desde el centro del anillo bendijo el ruedo propiamente dicho, y las graderías. En un rapto de jovial y simpática efusión, exclamó risueñamente: “¡Sólo falta que me pidan que bendiga a los toros!” Y, cómo respondiéndose a sí mismo, preguntó por dónde salían los cornudos bichos, y ante la puerta misma del toril esparció el agua bendita...

El guía religioso de la mayor parte de la población que entonces habitaba esta ciudad, entendía muy bien a sus fieles y quiso santificar uno de los escenarios en los cuales se reunían para tener un tiempo de esparcimiento. Sin duda, eran otros tiempos y nuestra sociedad era distinta, pero algo en lo que no hemos dejado de tener similitudes, es en la arraigada afición a los toros que existe y existirá en nuestro Aguascalientes.

domingo, 28 de septiembre de 2025

26 de septiembre de 1962: Pablo Lozano se presenta en El Toreo de Cuatro Caminos

En medio de la temporada novilleril de 1962, para el día miércoles 26 de septiembre, se anunció una corrida de toros benéfica, nocturna, en El Toreo de Cuatro Caminos. El promotor de ella era Luis Procuna, a la sazón Secretario General de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos y pretendía recabar recursos para encauzar una serie de obras sociales en la colonia Legaria de la capital mexicana, pero también, establecer un adecuado marco para la despedida como matador de toros de un torero de dinastía, Ricardo Balderas, quien prácticamente tras de concluir el festejo, iniciaría su andadura como hombre de plata, manteniéndose así en activo en los ruedos.

Para el efecto, se anunció que se tenía adquirido un encierro hidrocálido de Peñuelas y que el cartel lo completarían Raúl Acha Rovira y el torero toledano Pablo Lozano, quien venía realizando una interesante campaña en ruedos mexicanos, misma que había arrancado apenas el último día de diciembre del año anterior, en Saltillo, donde alternó con Luis Procuna y El Imposible en la lidia de toros de Corlomé.

La Muleta de Castilla en México

Pablo Lozano había tenido en 1957 un gran triunfo en Madrid, cuando en solitario, enfrentó un encierro salmantino de Barcial en la Corrida del Montepío de Toreros, cortándoles cuatro orejas. Eso le dio un buen impulso a su carrera y le animó a buscar oportunidades al otro lado del océano. 

Entre ese primer festejo y el que nos ocupa, había ya sumado 16 corridas en plazas como las de Mazatlán, Moroleón, Nogales, Nuevo Laredo, Ciudad Juárez, Tampico o Torreón entre otras, muchas de ellas organizadas por Luis Procuna, quien en esos días estaba distanciado de las empresas principales por sus actividades como líder sindical y principalmente del doctor Alfonso Gaona, quien lo tenía fácticamente vetado. Cuenta Robert Ryan:

Una vez fui a ver al doctor Gaona a la óptica y le pedí a Pablo que me acompañara. Antes de salir de la oficina, en un aparte, el doctor me comentó que no llevara a Pablo ahí, y que no me juntara con él. Fue algo así como una recomendación, pues sabía que él era íntimo del maestro Procuna, con el que estaba peleado por temas, como suele ser siempre, de dinero...

La lealtad que nace de la amistad pudo más que cualquier otra cosa y Pablo Lozano no pudo conseguir la confirmación de su alternativa en la Plaza México, pero pudo actuar en Cuatro Caminos, que también estaba en la zona urbana de la capital, y, aunque no cortó orejas, tuvo una actuación muy destacada, según cuenta Gabriel Torres Tames en su crónica publicada en El Redondel, fechado el día 30 de septiembre siguiente:

Toreo recio es el de Pablo Lozano, supo andar sobre la arena y movió las manos con soltura... En su primero lanceó hasta en siete ocasiones sin enmendar el terreno, y la ovación no se hizo esperar, para volverse a escuchar cuando echándose el capotillo a la espalda, bordó luminosas gaoneras rematadas con preciosa rebolera... Con la bayeta vinieron los estatuarios, precedidos de naturales y derechazos de excelente sello, toreo por la cara y un molinete aprovechando el viaje que el público premió con cálidas palmas; abreviando el hispano, pasaportó al bovino de un pinchazo en buen sitio y una estocada desprendida que bastó para hacer doblar a la res, mereciendo por tan acertada faena, vuelta al ruedo y salida a los tercios... Tal vez, de los bureles, el más peligroso fue el sexto, pero Pablo, con voluntad y valentía cumplió en todas las etapas de la lidia hasta sepultar el acero en lo más elevado del morrillo de "Borrachito", que, al mismo tiempo de ser arrastrado por las mulillas, “El Toreo”, frente a la noche estrellada, comenzaba a quedarse solitario...

De la lectura de lo transcrito, se advierte que la primera faena de Pablo Lozano, quien tuvo la fortuna de llevarse al único toro potable de la corrida, pudo haber sido premiada con la oreja, de haberlo matado al primer intento. Pero aún con el fallo a espadas, el justamente conocido como La Muleta de Castilla, dejó una excelente impresión ante la afición de la capital mexicana e intuyo, el deseo de verle de nueva cuenta, en condiciones más favorables.

La despedida de Ricardo Balderas

Ricardo Balderas fue uno de los novilleros destacados de la temporada novilleril de 1944 en El Toreo de la Condesa y con esa aureola se presentó en la plaza de Las Ventas, en Madrid 25 julio 1945, sumando varias tardes en una temporada en la que, de los nuestros, allí refulgió con luz propia el malogrado Eduardo Liceaga. Recibió la alternativa en Bayona, Francia, el 8 de septiembre de 1946, de manos de Fermín Rivera y con el testimonio de Calesero y la confirmó en la Plaza México el 3 de noviembre de 1947, de manos de Luis Procuna y llevando como testigo a Luis Briones.

Después de casi dos décadas de recorrer la arena de los ruedos, decidió que había llegado el momento de cambiar la tonalidad de los bordados de los vestidos de seda que llevarían sus vestidos, pues, aunque el cartelillo anunciador del festejo decía que el público juzgaría si debía o no tomar esa decisión, la realidad, es que ya estaba tomada. Su actuación, conforme a la crónica citada, fue en el siguiente tenor:

Ricardo Balderas veroniqueó estupendamente a su segundo después de haberlo recibido de hinojos con un apretado farol, para después no saber qué hacer ante las inquietas astas de “Pajarito”, difícil animal de Peñuelas que sirvió de materia prima para que el espada, después de deshacerse de él de un pinchazo y una estocada caída, entre lágrimas recorriera el anillo cuatrocaminero, agradeciendo al cónclave los sinceros aplausos que aunados al momento apesadumbrado del adiós, hacían eco final sobre las melancólicas notas de “Las Golondrinas”...

Lo bronco y descompuesto de las embestidas de los toros de Peñuelas, pocas florituras permitieron a Ricardo Balderas ante ellos. Así, se despidió de los ruedos como matador de toros, para casi de inmediato integrarse a la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros y pasar a formar parte de las cuadrillas de distintas figuras del toreo como Luis Procuna, Alfredo Leal, Joselito Huerta, Manolo Martínez, Antonio Lomelín o Curro Rivera. Una vez retirado en definitiva de los ruedos, fungió como Juez de Plaza en la Plaza México.

La noche de Rovira

Rovira también estaba ya en el tramo final de su carrera en los ruedos, pues el año siguiente torearía sus últimos tres festejos, vestido de luces. Igualmente tuvo que enfrentar dos toros complicados, papeleta que resolvió, cuenta el cronista, con el toreo sobre piernas, a la manera que recomienda la preceptiva:

A un par de astados gazapones, que tiraban cornadas sin cesar, "Rovira" capoteó movido y rápido, sin llegar a semejar su toreo con el esplendor maravilloso de la noche; con la franela la cosa fue distinta, pues los muletazos que instrumentó a cada uno de los adversarios fueron exactamente los indicados a la lidia que los bichos requerían; concretándose a doblones y faena por la cara, finiquitó a sus enemigos con facilidad y premura, saliendo a agradecer las palmas desde los tercios...

Raúl Acha se dedicó tras de dejar de vestir el terno de luces, al apoderamiento de toreros, uno de los más destacados, el de Antonio Lomelín, al que llevó a ocupar el sitio de figura del toreo.

Para concluir

Quizás los números de Pablo Lozano no le reflejen un gran volumen de actuaciones en México durante el tiempo que estuvo entre nosotros como torero, pero actuó en plazas de importancia, debiendo sumarse a las ya nombradas Yahualica, San Luis Río Colorado, Acapulco y Aguascalientes y además, alternando siempre con los principales del escalafón como Fermín Rivera, Calesero, Rafael Rodríguez, Juan Silveti, El Ranchero Aguilar, El Callao, Antonio del Olivar, El Imposible y evidentemente Luis Procuna.

Tengo la impresión de que también aprovechó el tiempo para ver toreros mexicanos que pudieran funcionar allá en España para tratar de corresponder, en conjunto con sus hermanos, la hospitalidad y el apoyo que aquí recibió en tiempos de tribulación.

Fernando, su hijo, nació en México y es matador de toros. Él sí tuvo la oportunidad de confirmar su alternativa en la Plaza México en diciembre de 1990 y una vez que dejó de torear, se dedicó al apoderamiento de toreros y aquí en Aguascalientes estuvo como instructor en la Escuela Taurina Municipal un buen tiempo y varios de los que fueron sus discípulos ya son matadores de toros.

Solamente puedo agregar que la afición mexicana de esos días, por lo visto en video, se perdió de ver un gran torero, por los líos de los despachos.

domingo, 21 de septiembre de 2025

20 de septiembre de 1953: Luis Solano recibe la alternativa en Barcelona

Enrique Martín Arranz, cuando participó en la dirección de la Escuela Taurina de Madrid hizo poner en uno de los muros más visibles de ese lugar un cartel con la leyenda: Ser torero es difícil; figura del toreo, casi un milagro. Esa expresión es el reflejo de la historia de muchos que aspiraron a ser toreros en su día y quizás sea el caso de Luis Solano, el torero que me ocupa el día de hoy.

Iniciar una carrera en los ruedos cuando surgen fenómenos que acaparan el interés de la afición, y evitan que las posibilidades de quienes avanzan a un paso diferente o les falta el carisma para atraer la atención de las masas que están absortas por el hacer de unos cuantos delante de los toros. Así parece haberle sucedido a Luis Solano, quien llega a la Plaza México en la temporada novilleril de 1946, aquella en la que surgen con fuerza tres novilleros que marcarían el inicio del cambio del rumbo de la fiesta en México: Pepe Luis Vázquez, Fernando López El Torero de Canela y José Rodríguez Joselillo.

Le tocaría acompañarlos todavía al calendario siguiente, y aunque solamente el primero de los nombrados llegaría a ejercer con extensión como matador de toros, porque al Torero de Canela y a Joselillo las astas de los toros los frenaron en seco, el torero de Jalisco sería testigo de la irrupción en los redondeles de la siguiente etapa de fenómenos cuando el 9 de noviembre de 1947, un entonces oscuro sobresaliente, llamado Manuel Capetillo, se lleva la tarde en un mano a mano que Luis Solano toreaba en El Progreso con Fernando López y al domingo siguiente, en el mismo coso del Hospicio, el propio Capetillo volvería a triunfar delante de Solano y de Santiago Vega.

Faltaban unos meses para que aparecieran en el firmamento Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba, quienes, unidos con Capetillo y Paco Ortiz, formaron la etapa de los Tres Mosqueteros del toreo mexicano, en una temporada novilleril, la de 1948, recordada como la más exitosa y fructífera que haya conocido la Plaza México en su historia. Después llegaron otros hombres con aire de novedad como El Ranchero Aguilar, Alfredo Leal, Juan Silveti o Humberto Moro, que comenzaron a dejar sin oportunidades a Solano, a pesar de que, como le viera don Paco Madrazo, tuviera buen corte y estupendas maneras de torero.

Eso le lleva a recibir una alternativa en León, Guanajuato, el 21 de enero de 1951, de manos de Luis Castro El Soldado, llevando como testigo a Luis Briones, con toros de Atenco, festejo en el que estuvo apenas discreto. 

La alternativa española de 1953

Con esos mimbres, Luis Solano marcha a España en 1953 para intentar, supongo, confirmar su alternativa de dos años antes. En los escalafones de ese año y del anterior, no tiene actuación alguna registrada en plazas europeas, de allí mi suposición, y la transmito, porque en una de las crónicas que encontré del festejo que hoy me ocupa, Ventura Bagués Don Ventura, en esos días cronista de El Ruedo y de la Hoja del Lunes de Barcelona, donde hace esta temeraria afirmación:

Vistió por primera vez el traje de luces en Ciudad Juárez; hizo su presentación en la capital de su país en 1946, y tomó una alternativa, de manos del «Soldado» en León de los Aldamas el 21 de enero de 1951... Por ser inválida tal alternativa en los ruedos españoles, hubo de aceptar la que ayer le confirió Cayetano Ordóñez...

El famoso cronista e historiador se muestra renuente a aceptar y reconocer un hecho - hoy en día todavía los hay - que ya estaba superado. La cláusula tercera del convenio firmado en febrero de 1951 para reanudar las relaciones taurinas España – México estableció: Las clasificaciones hechas en México y en España de los matadores de toros se respetarán mutuamente por las Asociaciones de Toreros de ambos países. Así entonces, eran válidas las alternativas reconocidas por la entonces Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, por ser la facultada para registrar y clasificar a los matadores de toros mexicanos, mismos que, eran aquellos que habían recibido la alternativa en cualquier lugar de la República Mexicana o del extranjero.

En esas condiciones, la alternativa de Curro Ortega, del 10 de diciembre de 1950 en Acapulco, fue reconocida en España cuando se presentó allá el 14 de septiembre de 1952, precisamente en Barcelona, como testigo de la alternativa que Julio Aparicio le dio a otro torero mexicano: Rafael García. Y a este caso, se suman otros, como los de Guillermo Carvajal, Carmelo Torres o Manuel Jiménez Chicuelín. Consecuentemente, nada nuevo había bajo el sol, solamente el deseo de incordiar. Luis Solano no iba a recibir una alternativa allá porque la suya no valiera, sino porque la renunciaba, cosa muy distinta.

Luis Solano, 29 de junio de 1947, Plaza México
Foto: El Ruedo

La corrida del 20 de septiembre de 1953

La empresa Balañá anunció un cartel compuesto con un encierro de don Lisardo Sánchez, de Salamanca, que enfrentarían Cayetano Ordóñez hijo, Anselmo Liceaga y Luis Solano, quien recibiría la alternativa. Al final de cuentas, dos de los toros de la ganadería anunciada serían rechazados en el reconocimiento y serían sustituidos por otros de don José Matías Bernardos, también salmantinos, que saldrían en primero y tercer lugar.

La realidad es que esta tarde no es la que Luis Solano hubiera soñado. Lo que las crónicas relatan hacen que afirmar que salió del paso sea exagerado. Cuenta quien firmó como FEGUFI para el Diario de Barcelona fechado el 22 de septiembre siguiente, cuenta:

Como prólogo de las corridas de la Merced, lidiárónse el domingo en la Monumental, cuatro toros de don Lisardo Sánchez, de Bótoa, y dos, primero y tercero, de don José Matías Bernardos, de Salamanca. Se las entendieron con tales astados, de muchas arrobas y desarrolladas defensas, tres pundonorosos muchachos que a nada fruncen el ceño, se atreven con todo lo que vomita el portón de los chiqueros, y han de conformarse con su sino adverso, tan y mientras no puedan imponerse y exigir el torito cómodo y facilón. Apechugaron con el corridón Cayetano Ordóñez, primogénito del “Niño de la Palma”, Anselmo Liceaga y Luis Solano, diestro mejicano que se nos dio a conocer tomando la alternativa con la sana intención, sin duda, de regresar a su Patria convertido en todo un matador de toros... Mas como el hábito no hace al monje y, con o sin doctorado no es por hoy Luis Solano más que un novillero adocenado, poco provecho ha de reportarle allá y acá, su flamante alternativa si no se suelta y aprende lo que ignora, que no es grano de anís ni mucho menos...

El juicio es duro, pero es el más amable de los que encontré. Lo que sí refleja, es el desconocimiento total del escriba acerca de quien se doctoraba en la Monumental esa tarde.

Por su parte, Rafael López Chacón, en La Prensa, del día siguiente al de la corrida, hace las siguientes reflexiones:

En el toro de la cesión de trastos – “Limpiador”, negro, bragado, número 92 – el toricantano Luis Solano estuvo voluntarioso, aunque sabido es que la voluntad no basta y, a veces, el buen deseo encubre – descubre – inexperiencia, y algo que es peor, desconocimiento. Que es lo que “distinguió” esta... aventura de recibir la alternativa del neófito mejicano – neófito por partida doble –, puesto que no está en sazón para la investidura de matador de toros, ni basta alardear de valentía cuando la ignorancia es patente. Lástima que se preparen tan solemnes formalidades para su descrédito. No insinuó Solano en qué parar la atención para considerarle merecedor del doctorado en España. Si allá, en Méjico, lo alcanzaba, no sabríamos decir cómo, cuándo y por qué resulta desatino tomar alegre y frívolamente la alternativa en una plaza de primera categoría, como la Monumental de Barcelona. En fin, Solano habría hecho muy bien quedándose en un modesto lugar del escalafón de novilleros de su país...

También exhibe su desconocimiento del doctorante de esa tarde, pero he de decir en abono de ambos cronistas, que les asiste la razón en el sentido de que las corridas bien servidas salen al ruedo fuera de las fechas de relumbrón, cuando los toreros que encabezan el escalafón no pasan por las plazas en las que se lidian.

El triunfador de la tarde

Curiosamente, el triunfador de la tarde fue un banderillero de la cuadrilla de Luis Solano, el segundo de su cuadrilla, Joaquín Piquer, quien fue fuertemente ovacionado, escuchó música y saludó desde el tercio tras parear al descarado sexto de la corrida. Escribe el citado López Chacón:

No concluyo este amago de comentario sin señalar la atronadora ovación que el público hizo a Piquer al banderillear magistralmente al último. Baste decir que con anuencia del matador tuvo que destocarse y saludar montera en mano. En tanto, la charanga dejábase oír apenas en medio de las aclamaciones al formidable peón y genial banderillero...

Agregaría nada más que Cayetano Ordóñez estuvo lucido con su primero y aseado con el cuarto y que Anselmo Liceaga pasó de puntitas.

El devenir de Luis Solano

Luis Solano toreó su última tarde vestido de luces en Arcelia, Guerrero, el año de 1961. Fue un festejo mixto en el que alternó con el novillero Luis Espinosa. Esa tarde se lidiaron cuatro toros anunciados a su nombre.

En la obra de Heriberto Lanfranchi titulada Historia del Toro de Lidia Mexicano, se recoge que en 1985 adquirió parte de la ganadería de Acapangueo, misma que a su vez, fue la antigua michoacana de Cerro Prieto, de don Benjamín Mendoza.

En ese mismo año de 1985, Luis Solano adquiere los derechos del hierro y divisa que fuera de don Rafael Obregón Urtaza, cambiando el hierro y anunciando a su nombre, siendo dado de baja por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL) en el año 2010.

Luis Solano falleció el 23 de noviembre de 1987.

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