domingo, 31 de marzo de 2024

1º de abril de 1908: Rodolfo Gaona actúa por primera vez en ruedos de España

Rodolfo Gaona 1º de abril de 1908
Foto: Yrigoyen - La Fiesta Nacional

Rodolfo Gaona y Jiménez
, natural de León, Guanajuato, discípulo de Saturnino Frutos Ojitos y matador de la cuadrilla juvenil que éste dirigía, había iniciado ya sus pasos como novillero en el año de 1905 y un par de calendarios después ya había logrado presentarse en el Toreo de la Condesa, despertando un interés tal, que incluso, en la temporada de corridas de toros, se le incluyó, para matar un novillo, como fin de fiesta para cerrar algunos festejos que en el papel revestían alguna flojedad.

Esas actuaciones exitosas durante 1907 animaron a Ojitos a llevar a su discípulo más aventajado a España en 1908, con la finalidad de que allá recibiera la alternativa, a ser posible en Madrid. Una vez allá, quien en su día fuera banderillero de Frascuelo, se dedicó a tratar de reencontrarse con los amigos de su tiempo. Así se lo contó Gaona a Monosabio, en Mis Veinte Años de Torero:

En casa de la hermana de “Ojitos”, en los barrios bajos madrileños, en lo más clásico y típico, vivimos algún tiempo. Tan pronto como descansamos del viaje, nos echamos a la calle. “Ojitos” en busca de sus amigos. Yo acompañándole, para ir conociendo la ciudad. Los amigos de “Ojitos” ya no eran de este mundo. Casi todos habían muerto. Restaba uno que otro viejecillo – toreros retirados – que lo abrazaban con cariño. Entre esos amigos estaban el ex – matador Valentín Martín y el crítico taurino Eduardo Rebollo, “El Tío Campanita”, que escribía en “Sol y Sombra”…

La narración de quien después sería renombrado El Califa de León nos deja ver con claridad que el conocimiento de Ojitos de la taurinidad de Madrid se quedó estacionado en el entresiglos del XIX al XX, y que la consecución de una oportunidad para su torero sería algo complicada. No obstante, fue a visitar a don Indalecio Mosquera, quien apenas el año anterior había ganado la subasta del arriendo de la plaza de Madrid, tras de que Pedro Niembro, el anterior arrendatario, abandonara la empresa, acuciado por las pérdidas que esta le generaba. El gallego Mosquera manifestó no saber quien era Gaona, no obstante que los toreros que habían hecho campaña en estas tierras debieron darle referencias suyas. Así pues, Ojitos se buscó otro valedor:

“Ojitos” buscó a Mazzantini y pidióle lo recomendara con la empresa. Nada. En Madrid nos vimos solos... en quien Saturnino ponía todas sus esperanzas era Rebollo. Y Rebollo, un buen aficionado, chapado a la antigua, y cuya opinión se oía con respeto, no tenía ningún valimiento...

Por lo visto, Indalecio Mosquera no pensaba correr riesgo alguno con un torero ultramarino, así que prefirió mejor voltear hacia otro lado e ignorar incluso la recomendación que pudiera hacerle una figura del toreo en el retiro como lo era en ese momento don Luis Mazzantini.

Ojitos pone manos a la obra

Ante la imposibilidad de conseguir, aunque fuera novilladas para su pupilo, Ojitos tuvo que urdir la manera de que la afición, los taurinos y la prensa madrileña vieran a su torero. Así, rentó la placita de la Puerta de Hierro para que, en un festejo privado, por invitación, le vieran matar dos toros y pudieran apreciar sus aptitudes. Sigue contando Gaona:

Hasta que Saturnino dio señales de vida; viendo que no había manera de darse a conocer, fue y se compró dos toros de Bañuelos y alquiló la placita de Puerta de Hierro, para dar una encerrona de invitación. Fueron invitados Mazzantini, los más conocidos aficionados, los toreros, los críticos de todos los periódicos… Ese acto de “Ojitos” me parece que estuvo bien. Era para que vieran que yo no era un equivocado…

La placita se llenó y Gaona enfrentó esos dos toros, que las relaciones de la prensa que pude recopilar, califican desde dos becerrotes, hasta dos cuatreños. Al final de cuentas, las fotografías que se conservan del evento, reflejan, a mi juicio, que eran adecuados para la prueba de la que se trataba. Los recuentos de la prensa son favorables, según podremos ver a continuación:

En El Correo Español del 3 de abril siguiente, escribió Bruno del Amo Recortes:

Dos toreros mejicanos: Aquél se apellidaba Segura, éste Gaona. Al primero nos lo presentó Antonio Fuentes; la prensa adicta, por ser cosa del maestro, lo ensalzó, relatando sus hazañas. Al segundo lo presenta el antiguo banderillero Saturnino Frutos, “Ojitos”; nadie hasta hoy sabía que existía tal torero… Llegó Segura a Madrid, y se anuncia para tomar la alternativa, resultando su aparición en el ruedo un completo fracaso. Viene Gaona, y su padrino quiere que la afición madrileña dé su fallo antes de presentarlo en la Plaza de Madrid; al efecto, celebra una corrida en la Plaza de Puerta de Hierro, el muchacho torea y mata dos novillos… Puede estar satisfecho el veterano banderillero, su discípulo será un buen torero. Con la capa toreó con habilidad y soltura, y a la hora de matar se le ve engendrar el viaje en corto y por derecho, cruzando perfectamente con la muleta y dejando en lo alto la estocada… Resumen: que sin golpes de bombo ni platillos hay aquí un muchacho que en día no lejano se hará aplaudir en la Plaza de Madrid, que las empresas pueden contar con un novillero más al que no arredran los pitones ni desconoce el arte, y que no me equivocaré en augurarle un porvenir en el toreo.

Es interesante la comparación que hace Recortes acerca de la manera en la que fueron acercados a la empresa y afición de Madrid los toreros mexicanos Vicente Segura y Rodolfo Gaona. El primero iba apadrinado en su día por la principal figura de su tiempo y quien hoy me ocupa, no. Aparte de la diferencia de trato, también resalta la de aptitudes, distinguiendo a Gaona como un torero completo.

En El Imparcial de la misma fecha, se publicó sin firma:

El nuevo diestro se llama Rodolfo Gaona; ya ha toreado con éxito grande en las plazas mejicanas, y aquí se ha ofrecido al juicio de aficionados, críticos, toreros y terribles entendedores en una fiesta íntima celebrada en la placita de la Puerta de Hierro… Gaona tuvo que habérselas con dos becerrotes adelantados, grandes y con «respeto», mansurrones y broncos, y en ambos demostró tranquilidad; valor, conocimiento, destreza y una decisión y una habilidad tales al arrancar a matar, que le aseguran un porvenir de aplauso y de dinero en esta profesión… La opinión de los técnicos es que Gaona es un torero y un matador de toros seguro y valiente. Con la muleta sabe más que muchos que bullen, lucen y cobran; con el estoque tiene decisión para atacar por derecho, sobre corto y mirando al lugar sagrado de los billetes... El voto del público, selecto y entendido, le fue totalmente favorable…

El semanario El Toreo, salido el 6 de abril siguiente, sin firma también, sacó a la luz:

El principal objeto de la fiesta, era el de presentar el antiguo ex banderillero del inolvidable “Frascuelo”, Saturnino Frutos (“Ojitos”), a su ahijado y discípulo el mejicano Rodolfo Gaona a la afición madrileña, y para ello dispuso que se lidiaran dos toritos cuatreños de la propiedad de D. Félix Sanz… Rodolfo Gaona, que era el protagonista de la fiesta, dejó buena impresión en todos los que acudimos a presenciar esta encerrona. Gaona es un joven de unos veinte años y de buen tipo para torero. Maneja el capote y la muleta con desenvoltura, parando los pies y estirando los brazos, y al herir, se arranca desde corto y por derecho y pincha en lo alto. Los dos toretes los tumbó: al primero de una estocada contraria y un descabello, y al segundo, de una buena, que le valió palmas…

La información de El Toreo, refiere que los toros que se lidiaron en la fecha, fueron de Félix Sanz, ganadero de Colmenar, ubicación también de la de Manuel Bañuelos, que es la que el propio torero y la mayoría de las relaciones dan como origen de los toros que enfrentó Gaona.

Y en La Fiesta Nacional, de Barcelona, aparecido el 16 de abril siguiente, quien firmó como Pepe escribió:

A juzgar por cuanto de este muchacho se ha dicho en México, es indudable que debe valer algo. De no ser así, su maestro Saturnino Frutos “Ojitos” – antiguo banderillero de “Frascuelo” – no se hubiera arriesgado a presentar a Rodolfo ante un público tan distinguido y tan inteligente como lo era el que juzgó la labor del novillero mexicano, el día 1o del corriente en la plaza de la Puerta de Hierro. Gaona salió bien librado de la prueba, lo que no es poco decir, sabiendo que entre el público que le juzgaba había una buena porción de coletas que a buen seguro deseaban fracasase Gaona…

Como podemos ver, Rodolfo Gaona pasó con una calificación que pudiéramos señalar como sobresaliente, la prueba a la que lo sometió su mentor. Él mismo se juzga, en retrospectiva, de la siguiente manera:

Los dos toros salieron mansos y no los pude torear con lucimiento ni con el capote ni con la muleta. Pero los maté bien. Me felicitaron de don Luis para abajo. Y al día siguiente los periódicos me ponían por las nubes y todos encomiaban mi valentía y el buen estilo que tenía para matar. No pudieron juzgarme como torero y afirmaron que era matador…

Rodolfo Gaona y Paco Frascuelo
1º de abril de 1908
Foto: Yrigoyen - La Fiesta Nacional


Lo que después vendría

Después de la prueba de Puerta de Hierro, su mentor Ojitos volvió a visitar a Indalecio Mosquera y éste volvió a fingir que no sabía quien era Gaona. Eso motivó que, ante el evidente desprecio del empresario de la Plaza de la Carretera de Aragón, el propio Saturnino Frutos le organizó la corrida de su alternativa a Rodolfo Gaona en la plaza de Tetuán de las Victorias el 8 de mayo siguiente y tras de ella, una corrida en solitario en la misma plaza el 28 de junio siguiente. 

Hasta que eso sucedió, fue cuando cedió Mosquera, que por fin le ofreció a Gaona su presentación en Madrid y la confirmación de su alternativa y es así como la triunfal historia de Rodolfo Gaona como matador de toros se empezó a escribir en los ruedos de España y del mundo.

domingo, 17 de marzo de 2024

18 de marzo de 1979. El Pana recibe la alternativa en la Plaza México

El Pana junto a su cartel de alternativa
La asistencia más o menos continuada a los festejos taurinos nos permite en ocasiones, ser testigos de hechos que pueden marcar o cambiar el rumbo de la historia del toreo. Perdóneseme por hablar en primera persona, pero en esta oportunidad llega la ocasión de hacerlo acerca de algunos hechos vividos por este amanuense. Por motivos que aquí no vienen al caso, residí en la Ciudad de México de 1977 a 1981 y tuve la oportunidad de ver temporadas de novilladas y corridas de toros en la Plaza México y en esa etapa pude conocer de primera mano el desarrollo inicial allí de Rodolfo Rodríguez El Pana, desde aquel domingo 9 de octubre de 1977, cuando se le tiró de espontáneo a José Antonio Ramírez El Capitán en el cuarto novillo de la tarde, Pelotero de San Martín, con el cual, el hijo de Calesero realizaría al final de cuentas, una faena que es considerada una de las modélicas para un novillero en la historia de la gran plaza.

Esa tarde de Pelotero, me enteré por la cofradía que habitaba el balcón dos de sol donde me agregué desde mi primera entrada a esa plaza, que se trataba de un maletilla de Tlaxcala apodado El Panadero y que se dedicaba principalmente a recorrer la legua y a tirársele de espontáneo a quien fuera posible, ante la falta de oportunidades para torear.

Alrededor de año después, la temporada de novilladas del año 78 se inició después de que en las fechas previas dos novilleros, José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz hicieran una huelga de hambre a las puertas de la México. Arrancada la temporada, levantaron su protesta, pero el comentario generalizado era en el sentido de que el doctor Gaona nunca les daría una oportunidad, al menos en esa temporada concreta.

Pero la sorpresa llegó para el tercer festejo del ciclo, cuando se anunció una atípica novillada de selección como culminación de los festejos del Día del Novillero y en ella formaron cartel Rodolfo Rodríguez El Pana, Jesús Trigueros El Tabaco, Héctor de Alba El Pinturero, Longinos Mendoza y sorpresivamente, los huelguistas José Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz, quienes enfrentarían un encierro de la debutante ganadería de Santa María de Guadalupe, propiedad del doctor Alfonso Castro Flores y que originariamente fuera fundada por el maestro Juan Silveti Reynoso.

La revelación del festejo fue precisamente El Pana, quien le cortó las dos orejas a Reyezuelo, el que abrió plaza y eso le valió para convertirse, en unión de César Pastor, en el eje de una temporada de festejos menores que es una de las verdaderamente importantes en la historia del llamado Coso de Insurgentes.

Rodolfo Rodríguez El Pana terminó siendo, tras de torear diez novilladas y un festival en ese año, el candidato natural a ser alternativado en la temporada grande siguiente, pero su grandilocuencia y su personalidad desenfadada le granjearon animadversión en el ambiente entre los profesionales. Escribe Daniel Medina de la Serna:

…le gustaba hablar y faltarle al respeto al pinto de la paloma; de hecho, las figuras le tenían decretado un boicot que se prolongó hasta el momento de encontrarle padrino para la alternativa…

Por su parte, el abogado y librero José Rodríguez Téllez – coloquialmente Pepe Rodríguez – expone en su extraordinaria obra El Pana, torero surrealista. Los inicios de una leyenda:

Se anunció la alternativa de “EL PANA” en primera página del periódico “El Redondel”, anunciándose al diestro como un “TORERO DE LEYENDA”, era su primera tarde corno matador de toros y ya era considerado ¡UN TORERO DE LEYENDA"… En esas condiciones cuesta arriba llegó “EL PANA” en la fecha 12 de la temporada a tomar la alternativa el día 18 de marzo de 1979, de manos de Mariano Ramos y de testigo Curro Leal, completando cartel el Caballero en Plaza Gastón Santos, quien abrió el festejo…

Así fue la manera en la que el doctor Alfonso Gaona dio cumplimiento a una regla no escrita de nuestra fiesta, que establecía que el triunfador del ciclo de novilladas anterior, recibiría como una especie de trofeo, su alternativa en la siguiente temporada de corridas de toros.

La corrida del 18 de marzo del 79

La crónica completa que he podido rescatar es la de Carlos León, quien en sus Cartas Boca Arriba publicada en el diario Novedades al día siguiente del festejo, dirigida en la ocasión a don José Ángel Conchello, proclamaba en su exordio lo siguiente:

Llamarse Rodolfo, como el inolvidable califa leonés, que fue el máximo Petronio de la fiesta nacional. Y apellidarse Rodríguez, como el ojiverde “Cagancho”, aquel gitano de leyenda, que a su vez encajó en el gusto de nuestro público como uno de sus ídolos predilectos. Y después de eso, salir a los ruedos desde una modesta tahona de Apizaco, donde en la paz provinciana, lejos del nublumo que envenena la metrópolis, aún se respira lo que López Velarde cantó en las tardes olfativas de su Suave Patria, “El santo olor de la panadería”…

Esa era la expectación que producía la presencia del toricantano que llegó en calesa o jardinera a la plaza y que por alguna razón hasta esas fechas solamente usaba vestidos bordados en plata o en pasamanería. Un torero que, como se deduce del párrafo del cronista, penetró profundamente en el gusto de la afición de la capital mexicana.

De su hacer ante los toros, sigue contando Carlos León:

Verá usted. “El Pana” se ha hecho matador de toros con el astado “Mexicano”, de la vacada de don Alfredo Ochoa Ponce de León, que ha enviado un lote muy bien presentado en cuanto a trapío y con varios de sus ejemplares de bondadosa bravura. Así fue el doctorado, estupendo para el torero, que no pudo con él. Con detalles sensacionales que provocaban un clamor, pero con torpezas que desataban las rechiflas. Pésimo con la espada llegó a escuchar un aviso, mientras se concedió arrastre lento al toro tan lamentablemente desaprovechado. Más tarde, con “Serenito” otro burel que vino de las dehesas de Zinapécuaro con más nobleza que un duque, tampoco pudo “El Pana” justificar la expectación que despertó su alternativa. Cierto que, tanto con el capote como con las banderillas y la muleta, ejecutó cosas que parecen imposibles, pero las hace. Mostró la clase, el aguante, su manera diferente de interpretar el toreo, pero otra vez la faena total se le escapó de las manos, a pesar de contar con otro toro de “Campo Alegre” que fue un dechado de boyantía y fue aplaudido en el arrastre, mientras para su matador hubo división de opiniones. Cosa encomiable, pues provoca pasiones, quedando en incógnita interesante lo que este singular matador pueda dar cuando madure…

Al final de cuentas, el peso de la púrpura superó la voluntad de El Pana. No estuvo absolutamente mal, pero se vio superado por las circunstancias de ese momento y quienes esperaban ver en la corrida de su doctorado una prolongación de los triunfos obtenidos en la temporada novilleril anterior, quedaron de alguna manera, defraudados.

Pepe Rodríguez, en su libro antes citado, lo resume de esta manera:

“EL PANA” recibió la borla de matador de toros con el toro “Mexicano” de Campo Alegre, con el que estuvo voluntarioso y bien a secas, sin lograr el triunfo grande, lo mismo sucedió con su segundo, sin nada digno que comentar, salvo la pasión que empezaba a despertar en los tendidos, unos apoyaban al toricantano, y otros no estaban convencidos de la torería de este diestro, lo que no se discutía era la personalidad del mismo…

La apreciación de Pepe Rodríguez, hecha en retrospectiva, refleja en una importante medida lo que sería una gran porción de la carrera de El Pana en los ruedos, la exposición de una personalidad arrolladora que muchas veces ocultaba al gran torero que llevaba dentro. Pasarían casi dos décadas de altibajos para que la personalidad y la torería encontraran su punto de equilibrio y pudiera eclosionar la figura del toreo que había anunciado ser desde ese domingo 6 de agosto de 1978 en una novillada de selección que nadie, quizás ni él mismo, esperaba.

En conclusión

Decía el pasado domingo, a propósito de otro genio, que el camino hacia la cima no está siempre pavimentado, sino que más bien es pedregoso y lleno de baches. El caso de El Pana que se tuvo que enfrentar a todos y principalmente a sí mismo, es otro ejemplo palpable de que eso es cierto. Ya cerca del ocaso de su andar por los ruedos es cuando pudo vivir el triunfo y su final, fue quizás el que él mismo hubiera esperado, en las astas de los toros. La fiesta es y seguirá siendo porque la nutren hombres como El Pana.

domingo, 10 de marzo de 2024

10 de marzo de 1974: triunfal despedida de Luis Procuna en la Plaza México

Luis Procuna
15 de febrero 1953
Desde 1964 las cosas estaban enrarecidas en el sindicato de los matadores. Fermín Rivera estaba a punto de concluir su gestión al frente del mismo y se formaron dos grupos que pretendían sucederlo, uno encabezado por Jorge El Ranchero Aguilar y el otro, que era liderado por Luis Procuna. El 1º de enero de 1965 se verificó una asamblea de la Unión de Matadores y en un ambiente muy revuelto salió electo como Secretario General El Ranchero Aguilar.

La asamblea se impugnó y unas semanas después se volvió a celebrar, repitiéndose el triunfo en las urnas del torero de Tlaxcala. Luis Procuna y sus seguidores quedaron desde entonces en entredicho y, al final los toreros se dividieron en dos asociaciones sindicales, una nueva, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, encabezada por El Ranchero Aguilar y lo que sobrevivió de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, con jurisdicción solamente en la Ciudad de México, encabezada por Luis Procuna, en la que se alinearon toreros como Jesús Córdoba, Víctor Huerta, Guillermo Sandoval o Fernando de la Peña, y casi todos ellos, a partir de ese momento vieron languidecer sus carreras.

Luis Procuna no resintió de pronto la reticencia de las empresas de los Estados que no tenían vínculos con DEMSA, que tenía el control de la Plaza México y de otras varias de importancia en la República, pero a partir del año 1966, el número de sus actuaciones decreció, hasta llegar al paro total en 1968 y hasta 1970. Dirían los cronistas de la política de hoy: Procuna fue cancelado.

Una pausa inesperada

Casi de repente, el último torero activo de la Edad de Oro del toreo en México se vio detenido en su andar por los ruedos. Y tuvo que buscarse la vida en otros menesteres. Tuvo, como le contó a Javier Santos Llorente, que encontrar trabajo:

Me mandaron a trabajar, cosa que nunca había sabido hacer. Un amigo me llevó a la compañía del ron “Castillo”, aprendí, y allí me quedé diez años que pasé como cualquier empleado hasta llegar a gerente de marca... En todo ese tiempo no frecuenté ni toreros, ni ganaderos. Me olvidé completamente de los toros y de todo aquello que fuera en función de lo taurino... (Javier Santos Llorente, Luis Procuna. Retrato surrealista de un torero. Pág. 61)

La medición del tiempo que hace Procuna es un poco exagerada, porque en realidad volvió a empezar a torear otra vez en 1972, cuando le dio la alternativa en Ciudad Juárez a su hijo Luis y al año siguiente junto con él, en plazas de menor entidad, casi siempre acompañando a su vástago, sumó catorce tardes. Más bien, de lo que se trataba, era de ir dándole cuerpo a la idea que ya tenía El Berrendito, de irse de los ruedos por la puerta grande, como figura del toreo que era.

Los prolegómenos de una despedida

Aunque ya habían pasado algunos años de las disputas sindicales que causaron el ostracismo de Luis Procuna y de varios toreros más, la empresa de la capital – DEMSA – parecía no haber olvidado los agravios, presuntos o ciertos, que la actividad sindical del torero les haya causado. Entonces, cuando éste se acercó para plantear la posibilidad de torear una corrida de despedida en la Plaza México, don Javier Garfias, representante de la empresa en ese coso, dijo el torero al citado Javier Santos Llorente, no estuvo por la labor de hablar con él:

Ya se había anunciado que me despediría, pero el contrato no era legal... Entonces le dije a Carlos González: “Te voy a agradecer que le digas a Javier Garfias que quiero hablar con él”, a lo que contestó: “A Javier Garfias ni en helicóptero lo haces salir de donde está”. Era viernes. “Bueno, pasado mañana es la supuesta despedida y Luis Procuna no va a torear si no se le paga algo decoroso... (Santos Llorente, op. cit., Págs. 62 – 63)

Como se puede ver, el camino a la tarde redonda que tuvo Luis Procuna en la Plaza México hace medio siglo, fue pedregoso y lleno de baches. Pero las vías que llevan al triunfo, por lo regular, no son pavimentadas.

La tarde del 10 de marzo de 1974

El cartel de la última tarde se anunció con un encierro del ingeniero Mariano Ramírez para Luis Procuna, Eloy Cavazos y Jesús Solórzano. La corrida, para la afición del resto de la República, tenía el incentivo de que sería transmitida en abierto por el canal 2 de televisión y narrada por José Alameda.

Vi esa corrida por televisión y si mi memoria no me traiciona, la plaza se llenó hasta el tope y el ambiente que reflejaba, aunque en las crónicas se le llegó a calificar hasta de sensiblero, sí estaba cargado de un gran sentimiento de admiración y de respeto, reitero, a la única figura que quedaba en activo, de la mejor etapa que haya tenido la fiesta en México en toda su historia y que en esa señalada tarde, pondría punto final a su andar por los ruedos.

La guinda de ese ambiente sentimental y festivo lo pondría Luis Procuna al enfrentar al cuarto de la tarde, Caporal, número 160 y con 448 kilos de peso, al que le cortaría el rabo. Escribió Carlos León desde su tribuna del Novedades capitalino a ese propósito:

Pocas despedidas habrán tenido un mejor marco de cariño, de entusiasmo y de entrega populares para quien fue uno de sus favoritos. Pero Luis no se limitó a dejarse querer aprovechando el sentimentalismo que propiciaba su adiós, sino que salió cual si tuviera el hambre novilleril de sus inicios, a demostrar que “aquí ‘nomás’ mis chicharrones truenan”... Y le sonrió la fortuna en el sorteo, confirmando que “al que nació pa’ tamal, del cielo le caen las hojas”. Si bueno fue “Brillantito” el penúltimo de su carrera, excepcional fue “Caporal”, con el que epilogó su luminosa trayectoria. El toro soñado para irse “a lo grande”, cuajando uno de sus personalísimos trasteos, con esa infinita variedad de suertes que dan alegre tono a las faenas sacándolas de la monotonía y del aburrimiento de quienes nunca salen de lo mismo. Los aficionados nuevos, que no habían alcanzado la época de oro de Procuna, apenas salían de su asombro. No era la “batea de mondongo” con la que se conformaban otras tardes, creyendo que ese era el único “rancho” pues se daban cuentan gratamente sorprendidos, de que existen otras “delicatessen” en la infinita gama de la lidia. Los que ya estaban ahítos de tunas potosinas y charamuscas norteñas, descubrían de pronto que había otras golosinas. Demasiado tarde, por desgracia, pues el confitero capaz de endulzar la lidia agria, se estaba despidiendo para siempre... Muy justas las orejas y el rabo concedidos a Luis, que, hasta el último aliento de su vida torera y bañado en lágrimas, despedido por una ovación interminable después de que "El Soldado" le mutiló la coleta, se fue de los ruedos heroicamente, escribiendo una página memorable, una tarde de torero de los pies a la montera...

Sin apartarse de la mordacidad en sus comentarios, sobre todo al referirse a las figuras del momento, Carlos León describe con precisión la esencia de la faena final de Luis Procuna, la fidelidad a un estilo y a una tauromaquia personalísima que le convirtió en un diestro que fue admirado y reconocido por aficionados y por toreros, sobre todo por estos últimos, que reconocían la dificultad de mantener, ante todo, un estilo personalísimo y original.

Por su parte, en el diario deportivo Esto, Francisco Lazo, cronista titular de esa publicación, relata lo siguiente:

Y Luis hizo su toreo. Allí en el centro del anillo. Ayudados, cortos de extensión, pero a ritmo lento, ligeramente doblada la cintura, firmes las plantas., quebrando el cuello y encajaba la barbilla en el pecho. Y ahora al natural y las “sanjuaneras” y los afarolados y las manoletinas, más quieto que un poste. ¡Ese toreo por alto de Luis! Emocionado y entregado, como entregado estaba el toro y emocionado el público, Luis siguió adelante. En un arrebato, le cogió los pitones al toro y le hizo seguir el viaje de la muleta. Bonita faena, de principio a fin. Pinchó... ¡Y no quería trofeos “simbólicos”! Fue allá a “borrar” el pinchazo con dos afarolados y un desplante... Otra punzadura y más ayudados tratando de limpiar el manchón de la falla con la espada. Ahora sí, dejó tres cuartos que hicieron doblar. Petición unánime. Orejas y rabo. Y vino lo demás, los abrazos, las vueltas, “Las Golondrinas” con su acento melancólico, y sacó al ganadero, que se llevó gran ovación...

Por descriptiva, la crónica de Lazo resulta complementaria de la anterior, porque hace, quizás a vuelapluma, un recuento de las suertes, en esas fechas – y hoy también – casi en desuso que Luis Procuna realizó al toro de su adiós y que para muchos que quizás lo vimos esa única vez, solamente las conocíamos de nombre o en las descripciones literarias. En lo que hay coincidencia en ambas, es en el hecho de que el rabo que se le concedió al torero que se iba, no fue cuestionado y desde mi punto de vista, uno de los mejor concedidos en la historia de esa plaza.

El resto de la corrida

Jesús Solórzano le cortó una oreja al segundo de la tarde, Billetero. Pero antes, invitó a Luis Procuna a poner banderillas cuando decidió cubrir el segundo tercio. La cuadrilla de Jesús se esforzó por poner al toro en el que El Berrendito consideraba adecuado y allí se invirtió una buena cantidad de capotazos. Al final, Procuna pudo lucirse en un buen par al cuarteo y Solórzano en otro al sesgo por los adentros, porque Billetero, aunque fue bravo y con clase, empezó a acusar falta de fuerza y se movía mejor hacia los terrenos de tablas. Tras de culminar su actuación, recuerdo que Jesús declaró ante los micrófonos de la televisión que transmitía a nivel nacional que no se arrepentía de no haber cuidado al toro, que de lo que se trataba era que el Maestro se despidiera en un ambiente de triunfo y que lo hecho, bien invertido estaba.

Por su parte, Eloy Cavazos se encontró con los dos toros del ingeniero Mariano Ramírez que no caminaron. Tanto así, que, en un gesto casi inusitado, regaló un séptimo de Javier Garfias, que para mayor contrariedad, tampoco se prestó a su lucimiento. Así que en esta señalada tarde, terminó pasando de puntitas.

Lo que después vino

El ejemplar del semanario madrileño El Ruedo salido el día 9 de abril de 1974, daba a conocer que el día 5 anterior se habían dado a conocer los resultados del jurado que elegía a los ganadores de los Trofeos Domecq a lo más destacado de la temporada de la capital mexicana. En el caso, tres protagonistas de esta memorable tarde fueron objeto de mención en esa premiación: el ingeniero Mariano Ramírez, quien se llevó el trofeo al Mejor Encierro; el toro Billetero, tercero de esa corrida y primero del lote de Jesús Solórzano, que al empatar a cinco votos con Abarrotero de José Julián Llaguno, motivó que el correspondiente al Mejor Toro se declarara desierto y que a Luis Procuna se le otorgó, por decisión unánime de ese jurado un Trofeo Especial en reconocimiento a su brillante trayectoria y triunfal despedida.

Así se dieron las cosas un domingo como hoy de hace cincuenta años. Se despidió de los ruedos un singularísimo torero que fue el exacto reflejo de las luces, las sombras y, sobre todo, de los claroscuros que hay en esta fiesta, cosa que muy pocos en la historia del toreo han podido alcanzar.

domingo, 3 de marzo de 2024

3 de marzo de 1912: interesante concurso de ganaderías celebrado en El Toreo de la Condesa

El anuncio de la corrida concurso
El Diario 2 de marzo 1912

La temporada 1911 – 12 de la capital mexicana constó de 21 festejos que se celebraron entre el 15 de octubre de 1911 y el 10 de marzo de 1912. El peso del ciclo recayó sobre el madrileño Vicente Pastor, quien toreó en 10 de esas tardes y Rodolfo Gaona, quien actuó en 9. Es también necesario destacar que la mayor parte del elenco eran toreros ultramarinos, porque aparte del Califa de León, solamente actuaron Luis Freg y Pedro López por los diestros nacionales. En el renglón ganadero de los toros que salieron al ruedo, solamente 15 fueron españoles, de Veragua, Miura, Arribas y Anastasio Martín. De nuestras fincas, Piedras Negras fue la que más ejemplares presentó, en número de 46, seguida por San Diego de los Padres con 20. Pero no abundó lo bueno, según escribe Ceniza en su crónica aparecida en el diario El Tiempo de la capital mexicana:

La temporada ha sido tan endeble; en ella hemos visto tanto malo y tan poco bueno, que los aficionados cansados y aburridos habían visto con indiferencia carteles de tanto fuste como sea aquellos en que figuran los nombres de Pastor y de Gaona, pues el público bien sabe que aunque a estos diestros les sobra corazón y manera para enfrentarse con astados brutos, sus esfuerzos se estrellan cuando tienen que habérselas con bichos que no llevan una gota de sangre brava en el cuerpo, los cuales, por desgracia, han menudeado en la temporada que terminará el próximo domingo...

La penúltima fecha de ese ciclo lo dedicó don José del Rivero a un festejo con carácter benéfico. Organizó una corrida de concurso de ganaderías, a beneficio de la Cruz Blanca Neutral, un servicio de atención médica fundado por la enfermera Elena Arizmendi Mejía y que tenía por función el suplir las funciones de la Cruz Roja en los puntos en los que se combatía en la Revolución Mexicana y ésta última se negaba a socorrer a los revolucionarios heridos. Ya distintas personalidades del mundo del espectáculo como Virginia Fábregas, María Conesa o Leopoldo Beristaín habían organizado eventos para recaudar fondos a favor de las causas de esta asociación.

Seis ganaderías de primera línea ofrecieron toros de irreprochable presencia para el festejo de concurso, como lo fueron Atenco, San Diego de los Padres, Santín, San Nicolás Peralta, Piedras Negras y Tepeyahualco y los enfrentarían Vicente Pastor, Fermín Muñoz Corchaíto y Rodolfo Gaona.

El toro de mejor presencia y el toro más bravo serían calificados por un jurado integrado por el periodista Eduardo Noriega Trespicos quien además lo presidía, el doctor Pedro Pablo Rangel, el licenciado Abel Botello, el profesor Benjamín Liz, el señor Fernando A. Colín, el matador de toros Diego Prieto Cuatrodedos y el banderillero Manuel Barciela Ostión.

El encierro y el toro mejor presentado

De acuerdo con los reclamos que a página completa aparecieron en la prensa generalista de la época, los toros que los ganaderos presentaron al concurso fueron Canastero, número 30 de Atenco, castaño, ojo de perdiz, bien armado; Grillito, número 35 de San Diego de los Padres, negro zaíno, bien armado; El Colibrí, número 12 de Santín, castaño, ojo de perdiz, bien armado y se hacía la precisión de que no tenía cruza española; El Chato, número 530 de San Nicolás Peralta, negro entrepelado, bien armado; Recluta, número 18 de Piedras Negras, negro zaíno, bien armado y Tordo, número 13, de Tepeyahualco, negro zaíno, bien armado. Como veremos más adelante, no todos los anunciados fueron lidiados.

El jurado se reunió en la víspera de la corrida para examinar a los seis toros, que de conformidad a las fotografías que se publicaron en la prensa y con las cuales, dicen las crónicas del festejo, don Pepe del Rivero hizo extensa difusión en aparadores y vitrinas de los principales comercios de la capital mexicana, hacían un conjunto bien presentado. El acta de esa sesión se publicó en el diario El Imparcial del día de la corrida y en lo conducente dice:

Previa votación secreta y firmando cada uno de los jurados su voto, fue concedido el premio de presentación al toro de Tepeyahualco por mayoría de cinco votos correspondientes a los votos de los señores Noriega, Rangel, Colín, Botello y Liz, contra uno del señor Barciela a favor de San Nicolás y otro de Diego Prieto a favor de Atenco… Se concedió un “accésit” al toro de Atenco, también por mayoría de cinco votos y mención honorífica al de Santín, por cuatro votos… El toro de Tepeyahualco, premiado en lo que a presentación se refiere, será jugado en sexto lugar, por ser el toro de la ganadería más moderna, el cual será estoqueado por Rodolfo Gaona…

Como se puede ver, los aficionados concurrieron de manera unánime a favor del toro de Tepeyahualco, en tanto que los toreros dividieron su opinión al votar Cuatrodedos por el toro de Atenco y el banderillero Ostión por el de San Nicolás Peralta.

El juego de los toros y el resultado del concurso en el ruedo

El toro es el que determina todo lo que en el ruedo ocurre, incluso cuando se trata de examinar preponderantemente su comportamiento. No me queda duda de que los seis ganaderos que concurrieron al evento, anunciado como primicia en el coso de la Colonia Condesa, enviaron ejemplares de irreprochables notas que pudieran prever un juego destacado en una circunstancia como la que los reunió en una misma tarde. Pero a veces lo que el ganadero espera no resulta exactamente así, y eso le sucedió a los señores de Atenco, San Diego de los Padres y San Nicolás Peralta. Escribe Ceniza, para el diario El Tiempo:

“Canastero”, de la ganadería de Atenco, castaño, ojo de perdiz, de gran romana, muy bien colocado de pitones y de hermosísima presencia... Su salida es acogida con una salva de aplausos, los cuales en breve se tornaron en sonoros pitos al ver que tenía tanta mansedumbre como hermosura, por cuya razón, y muy justificadamente, regresó al chiquero. ¡Lástima de toro! ... Fue sustituido por otro de la misma ganadería de nombre “Grifo”, retinto, rebarbo, algo sacudido de carnes y con las armas cortas... Después apareció el toro de San Diego de los Padres a quien decían “Grillito” y es un toro negro, muy largo, gordo y bien armado... “Grillito” resultó un manso de solemnidad, por cuya razón salió a substituirlo “Herrero”, retinto, albardado, gordo, muy bien armado y grande... se arrancó siempre de largo, con gran codicia y bravura y recargó muchísimo. ¡Vaya un toro bravo! ¡Mi aplauso muy entusiasta, señores Barbabosa, y muchos toros como éste! ... “El Chato”, negro, entrepelado, más gordo que una pelota, recogido de cuerna y una figura digna de una corrida de concurso... El bicho tenía mucha fachada, pero poca vivienda, o lo que es lo mismo, mucha hermosura, pero más mansedumbre que ésta, circunstancia por la cual fue “p’adentro”... Lo sustituyó un toro castaño, gordo, grande y bien armado, el cual fue más manso que su antecesor, siendo condenado justamente, al tueste...

Los toros titulares de Atenco, San Diego de los Padres y San Nicolás Peralta fueron devueltos al corral por mansos. Los sustitutos de las dos primeras ganaderías salvaron el honor de sus casas y el de San Diego, de hecho, fue valorado en las crónicas como el toro más bravo de la tarde, pero sin posibilidad de ser premiado. El caso de San Nicolás Peralta es patético, porque devolvieron al titular y foguearon al sustituto y, sin embargo, veremos adelante que la actuación más redonda de la tarde fue ante este bicharraco.

El gran triunfo de Vicente Pastor

El cuarto – bis de la tarde de San Nicolás Peralta fue condenado al tuesten, porque ya no podía ser devuelto a los corrales y sustituido por otro, dada su notoria mansedumbre, pero el torero de la calle de Embajadores no quería irse de la plaza sin un triunfo, considerando que la temporada, al menos en el renglón ganadero, como comentaba antes, no había dejado mucho margen de lucimiento para los toreros. Miguel Necoechea Latiguillo, en su tribuna de El Imparcial, resume así su actuación ante el buey de don Ignacio de la Torre y Mier:

Tocó este hueso a Pastor. Menos mal. Vicente que es como el Tenorio, hombre capaz de hacer platos con las calaveras de todos los mansos, desplególe la sarga en los hocicos, le porfió en todos los terrenos y hecho un fenómeno logró hacer del manso, no un toro bravo, porque eso es imposible, pero sí lo que él solo es capaz, es decir, consiguió que el toro le tomara la muleta en tres o cuatro ocasiones… Todavía rebosando venía el toro rebrincando con los cohetes y ya había caído sobre él la muleta – garra del madrileño, primero en un esbozo de pase de rodillas y después en varios pases redondos en que el estoque golpeando el anca hacía revolver al manso sobre el bulto que se le metía entre los pitones… La faena entusiasmó al público y el éxito más colosal fue proclamado cuando Vicente, arrancándose para hacerlo todo por el animal, le hundió el estoque, ¡qué ovación! Lejos está Madrid, pero hasta la misma Puerta del Sol debe haberse estremecido ante la tempestad desencadenada en el coso… Una vuelta al ruedo, otra vuelta, otra, la oreja y no cesó aquel entusiasmo extraordinario sino hasta que ya se banderilleaba al quinto toro. El ruedo se llenó de sombreros y Vicente debe haber valorizado aquella ovación como una de las más estruendosas y merecidas de su vida...

El resultado del concurso

Al final de cuentas, el jurado declaró desierto el premio del concurso. Del acta publicada en el periódico El Diario, extraigo:

Que tratándose de un concurso de ganaderías bravas, al dar el diploma al toro que mereciese el premio, daban a la ganadería un justificante con el cual pudiera hacer presente la sangre y bravura de sus reses, y que, como entre todas las lidiadas no hubo una que mereciera propiamente el título a que el ganadero aspiraba, convinieron en no otorgar el premio ofrecido por la empresa, dejándolo vacante… Hacemos constar que conforme a la segunda de las bases generales para el concurso, entregadas a cada uno de los jurados, el toro de reserva en caso de lidiarse, quedaba fuera de concurso… Eduardo Noriega, Pedro Pablo Rangel, Benjamín Liz, Abel Botello Garay, Fernando A. Colín, Diego Prieto. – Rúbricas… En vista de la determinación del jurado, nos manifiesta el señor José del Rivero, director de la empresa de toros El Toreo y organizador de esta corrida, que ha dispuesto que los 1,000 pesos del premio, se den a la Cruz Blanca Neutral.

Al final, aparte del beneficio que le representó el producto del impresionante lleno hasta las azoteas, la Cruz Blanca Neutral se llevó un beneficio adicional, pues el premio que pudo ser para alguno de los ganaderos concursantes, también se aplicó para sus causas.

Un par de personajes en ese entonces, menores

La narración de la lidia del quinto toro de la tarde, el Recluta de Piedras Negras, refleja que fue picado por Ramón Frontana Portugués chico y por Aurelio Sánchez Mejías, quien llegara a México un par de años antes a cargo de los encierros españoles que se lidiarían en El Toreo y que después se quedó en el coso como guardaplaza. El segundo tercio de ese mismo toro fue cubierto por Alvaradito, que resultó prendido sin consecuencias en el segundo par y por un jovencito llamado Ignacio Sánchez Mejías.

Unos cuantos años después volvería este último a El Toreo, pero ya no colocado en la cuadrilla de algún paisano suyo, sino en calidad de figura del toreo y para ocupar un importante sitio entre la afición mexicana. Los giros de la existencia son inexplicables a veces, pero el camino siempre se recorre andando y en los ruedos de México fue donde lo inició Ignacio Sánchez Mejías.

Así estaban las cosas de la fiesta en este país hace 112 años.

domingo, 25 de febrero de 2024

29 de febrero de 1948: Antonio Velázquez obtiene el Estoque de Oro en el Toreo de Cuatro Caminos

Antonio Velázquez
La temporada 1947 – 48 sería la primera en varias décadas en la que la capital mexicana la vería dividida en dos plazas de primer orden, porque a partir del 23 de noviembre de 1947 entraría en funcionamiento el Toreo de Cuatro Caminos, plaza que sería manejada por don Antonio Algara, quien se había encargado de la temporada grande concluida a principios de ese año, pero en la Plaza México, misma que quedaría en manos del político chihuahuense Tomás Valles, quien el año anterior terminó su gestión como Diputado Federal y buscaba un escaparate para mantenerse en la mirada pública, tanto así, que también se volvió criador de reses de lidia.

Esa temporada se tendría que realizar sin el concurso de toreros hispanos, pues casi al cierre de la campaña anterior se produjo una nueva ruptura de las relaciones taurinas, cuando un grupo de toreros de allá que no hicieron campaña en nuestras plazas, destacadamente, Antonio Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Juan Belmonte Campoy, quienes invocando falta de reciprocidad, dieran por terminado el convenio.

Así, la formación de los elencos requeriría una gran dosis de imaginación y de trabajo. Escribe Daniel Medina de la Serna:

Antonio Algara, que al parecer tenía cierta aversión a la plaza de la Ciudad de los Deportes, dejó la gerencia de ésta en manos del político chihuahuense Tomás Valles para irse a la de El Nuevo Toreo, o Toreo de Cuatro Caminos, como también se le ha conocido, y para conseguir toreros se fue a España, inclusive con la idea de hacer gestiones para arreglar lo del rompimiento, lo que no consiguió pero regresó con los contratos de Carlos Arruza, Carlos Vera “Cañitas”, Fermín Rivera, Antonio Velázquez, Antonio Toscano, y los de los portugueses Diamantino Vizeu y Manolo dos Santos; al volver a México se apalabró con “Armillita”, Garza, Silverio, “El Soldado”, Jorge Medina y “Joselillo”. Tomás Valles, en cambio… sólo tenía lo que a Algara no le había interesado…

El principal atractivo del elenco de la Plaza México era Luis Procuna y con él iban entre los más renombrados, Jesús Solórzano, Ricardo Torres, Gregorio García, Luis Briones, Ricardo Balderas y Antonio Velázquez, siendo este último el que vendría a revitalizar una temporada que se pretendía dar por finalizada de manera anticipada, dadas las pobres entradas que generaban los festejos allí anunciados.

Al final de cuentas, pareciera que no había alguna cláusula de exclusividad en los contratos de los toreros base de ambos elencos, porque la historia nos enseña que actuaron en ambas plazas Luis Procuna, Antonio Velázquez, Fermín Rivera, Carlos Arruza, Silverio Pérez, Jorge Medina, Calesero y Ricardo Torres. Pareciera que a los ojos del empresario se imponía mejor el interés del aficionado que el prurito de evitar que el competidor pudiera contar con la participación de un determinado diestro.

La corrida a beneficio del Sanatorio de Toreros

Cuenta Verduguillo que en 1923 se tuvo una serie grande de percances tanto en la capital, como en distintas plazas de la República y que, conforme a la costumbre de la época, la empresa que había contratado al torero solamente se hacía cargo del tratamiento de sus heridas por los tres primeros días. Así, se advirtió la necesidad de crear un Montepío de Toreros que llevara a la instalación de un hospital o sanatorio en el que, a partir de la mutualidad, los heridos pudieran seguir siendo atendidos sin el quebranto a su economía personal. La primera sede de ese lugar de tratamiento médico fue el consultorio del doctor Francisco Ortega, quien se encargaría de continuar con el tratamiento iniciado por los médicos de plaza.

En esas condiciones, el Montepío pudo funcionar apenas un par de años, pero Verduguillo señala que fue el germen de las asociaciones sindicales de matadores, subalternos y monosabios, las que posteriormente obtendrían para sus agremiados una atención médica adecuada a los riesgos que enfrentaban.

Sería en el año de 1947, cuando se pusiera a funcionar el Sanatorio de Toreros de Santa María de Guadalupe, en las cercanías de la Plaza México, y sería a beneficio de ese centro nosocomial que la Unión de Matadores de Toros organizara una corrida de toros dentro de la temporada 1947 – 48 en el Toreo de Cuatro Caminos, a celebrarse el bisiesto domingo 29 de febrero de 1948. Se adquirió un encierro de Zotoluca para que lo lidiaran Fermín Espinosa Armillita, Luis Castro El Soldado, Fermín Rivera, Silverio Pérez, Antonio Velázquez y Luis Procuna, quienes se disputarían el trofeo del Estoque de Oro, que sería concedido por aclamación popular.

Tormentoso prólogo

A la hora del sorteo de los toros, se suscitó un rifirrafe entre los diestros actuantes, presididos por Armillita y los representantes de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, quienes exigían el pago de sus emolumentos a esa hora, amenazando que, en caso de no recibirlo, no actuarían esa tarde. Escribió Benjamín Bentura Sariñena en el número de El Ruedo salido a los puestos el 4 de marzo siguiente:

A la hora de hacer el sorteo, los subalternos que habían de actuar en la corrida se negaron a torear si no se les abonaba en aquel momento el importe de sus honorarios. Como era domingo y los bancos estaban cerrados, los representantes de la Unión quisieron pagar por medio de cheques; pero los subalternos no aceptaron esta solución, y se decidió que actuasen, como picadores y banderilleros, matadores de toros y novilleros…

La crónica de agencia aparecida en el diario El Siglo de Torreón al día siguiente del festejo, precisa:

La corrida de hoy ha sido la “corrida de la ingratitud”; fue organizada por la Unión de Matadores para recaudar fondos para su sanatorio… A la hora de hacer el sorteo, sucedió que las cuadrillas que integrarían veinticuatro miembros, exigían el pago de setenta y dos mil pesos por adelantado…

De lo relatado en las crónicas que he podido consultar, salieron como banderilleros, vestidos de paisano, los matadores de toros Carlos Vera Cañitas, Luis Briones, Gregorio García, Leopoldo Ramos Ahijado del Matadero, Pepe Luis Vázquez (mexicano), Jorge Medina y Manolo dos Santos así como también los novilleros Jesús Belmonte y Rutilo Morales; como picadores actuaron varios aspirantes a ingresar a la Unión, pero se menciona que el cuarto fue picado por el viejo Berrinches y que fungió como puntillero Andrés Blando.

Lucieron con los palos evidentemente Cañitas, Gregorio García y Manolo dos Santos, en tanto que. bregando, fueron Pepe Luis Vázquez y Rutilo Morales quienes se hicieron notar. Para más INRI, a partir del segundo de la tarde estuvo lloviendo con intermitencia.

La tarde de Antonio Velázquez

Estas corridas de concurso no eran novedad para Antonio Corazón de León. En 1944 había ganado la Prensa de Oro en la Corrida de la Prensa organizada en el Toreo de la Condesa. Al siguiente año, el sol le salió de noche en la corrida de la Oreja de Oro, cuando le cortó el rabo al toro Cortesano de Torreón de Cañas en un festejo al que había llegado por la vía de la sustitución y que lo sacó del ostracismo.

Por esas razones Velázquez tenía bien claro que el ir por una sola oportunidad implica el darlo todo y buscar agua hasta entre las piedras. La crónica aparecida en el diario El Informador de Guadalajara al día siguiente de la corrida, relata:

En el quinto que correspondió a Velázquez, actuó Jorge Medina de peón, trata de sujetarlo, pero el toro sale suelto. Igual suerte corre Velázquez que pretende veroniquear… En quites Velázquez trata de hacerlo por gaoneras siendo trompicado saliendo por pies. Jorge Medina coloca un par desigual al cuarteo. Chucho Belmonte otro muy desigual y Jorge Medina cierra el tercio con uno estupendo al cuarteo aguantando mucho e igualando en la propia cara del toro… Antonio Velázquez uno de la firma, otro por alto, otro de la firma, un ayudado por alto. Se muestra voluntarioso. Tres derechazos por alto de primera calidad, rematando el último. Tres derechazos magníficos y después instrumenta varios muletazos que enloquecen al público y arriesgando mucho, otros más de primera calidad… Después de tres pinchazos en hueso deja una estocada desprendida que atraviesa al toro y luego una segunda que acaba con la vida de la res. Perdió la oreja después de la magnífica faena, logrando la vuelta al ruedo entre el delirio popular…

Luis Procuna realizaría una faena también aclamada, pero al menos en el relato, más breve. Al final, cuando se pidió la decisión de la concurrencia, a juicio de los organizadores, la mayoría se decidió por Antonio Velázquez:

El público ruidosamente decide que el Estoque de Oro sea para Velázquez entre protestas de los partidarios de Procuna…

Las corridas de ese tipo de concurso tienen ese inconveniente, que los partidarios más ruidosos, son los que consiguen el trofeo para su torero. Quizás sería conveniente replantear la manera de adjudicarlos, designando un jurado cualificado para ello y, sobre todo, dando un baremo bajo a los trofeos obtenidos, que adolecen del mismo vicio de todas las aclamaciones públicas.

Así se daban las cosas de los toros en un domingo bisiesto de hace 76 años. Hoy las cosas son bastante distintas, pero el recordarlas y conocerlas nos permite entender el camino que podemos reandar para mejorar lo que sucede hoy aquí.

domingo, 18 de febrero de 2024

Rodolfo Gaona y Revenido de Piedras Negras a un siglo de distancia

Muchos proclaman que la faena que Rodolfo Gaona le realizó al cuarto toro de la corrida del 17 de febrero de 1924 en el Toreo de la Condesa, fue la mejor de su carrera aquí en México. Después de tanto tiempo transcurrido, es complicado hacer una afirmación de esa naturaleza. Lo que se puede afirmar con certeza, es que fue una gran obra y que provocó una gran controversia en su momento, porque los opinadores más destacados de su tiempo se pronunciaron acerca de ella y lo hicieron en sentidos diversos y hasta opuestos.

Esa corrida fue el beneficio del torero de Alhama de Aragón Juan Anlló Nacional II, que fue acompañado en el cartel por el valenciano José Roger Valencia y el Califa Rodolfo Gaona, para enfrentar un encierro de Piedras Negras, ganadería de Tlaxcala dirigida en esos días por don Lubín González

Para esa temporada del 23 - 24, don Pepe del Rivero trajo para competir con Gaona precisamente a Nacional II, a Valencia, a Facultades y a Mariano Montes entre los hispanos, y entre los nacionales destacaron como siempre Juan Silveti y Luis Freg. A decir de Verduguillo en su recuento de la historia de esos tiempos, Gaona ya expresaba su cansancio por cargar con el peso de la fiesta aquí y quizás por eso el empresario Del Rivero le preparó un elenco de toreros que aprietan lo que pueden, pero que no podían con El Petronio.

El beneficio de Nacional II transcurría por buenos cauces. Valencia había emocionado a la concurrencia al despachar al segundo de la corrida con un soberbio volapié, que Varetazo, el cronista titular de El Universal Taurino calificó de tremebundo y Juan Anlló, al tercero de la tarde le realizó una buena faena, bien rematada con la tizona, que le valió el corte de las dos orejas del toro. Por otra parte, es menester reconocer que los toros que envió don Lubín González eran hasta ese momento de irreprochable presentación y de excelente juego.

Revenido, número 14, de Piedras Negras

El primer punto de controversia que despertó la faena de Rodolfo Gaona a Revenido fue el toro mismo. Por una parte, el doctor Carlos Cuesta Baquero, firmando como Roque Solares Tacubac, en El Universal Taurino, afirma:

Un toro de escaso “respeto”; aunque no propiamente una “mona”, sí de mediana corpulencia y de no grande cornamenta. Toro que hizo franca pelea en los dos primeros tercios de la brega… En el último tercio, teniendo el toro todas las condiciones que requiere en sus adversarios el “Señor Gaona”: bravura, parsimonia en el acometer, sencillez para tomar cumplidamente el engaño. Lo que da motivo para el calificativo de “toro ideal” …

Por su parte, Varetazo, en la extensa crónica que hace de la corrida, también resalta algunas condiciones de Revenido:

El cuarto fue más pequeño que sus hermanos, cárdeno oscuro, con bragas vuelto de cuerna, número 14 y responde al nombre de “Revenido” (¡vaya nombrecito!). Hace salida contraria, y para demostrarlo, se lleva en su viaje a los dos picadores, tomando un refilonazo de cada uno… Don Rodolfo brinda la muerte de “Revenido” al general Arnulfo Gómez, Jefe de la Guarnición y de las Operaciones del Valle… Aquí va él hacia el toro, y ordena, enérgico, que se retire la peonada. Hay expectación, porque el toro no es una gran cosa. Es bravo y codicioso, sí, pero tiene sus defectillos, uno de ellos – el más importante, quizá – es que no toma bien el engaño…

Los dos cronistas exponen que el toro era de menos volumen o corpulencia que los tres anteriores que salieron al ruedo. Quizás, a un siglo de distancia, podríamos pensar en que se trataba ya de un toro mejor proporcionado, con más hechuras asaltilladas que lo hacían distinguirse de los demás que venían en el lote que fue a el Toreo.

La gran faena de Rodolfo Gaona

En 1951, en el desaparecido diario Noticiero Gráfico, Rafael Solana Verduguillo, publicó una serie de artículos con su visión de la historia taurina de México. Don Humberto Ruiz Quiroz los coleccionó y aunque por motivos profesionales Verduguillo dejó su recuento en el año de 1934, los Bibliófilos Taurinos de México los recopilaron en una obra titulada Tres Décadas de Toreo en México. En dicho recuento, el citado autor reflexiona:

Una tarde se lidiaron toros de Piedras Negras. Entre ellos salió un cárdeno listón, muy abierto de pitones, que se llamaba “Revenido”. Lo toreó muy bien Rodolfo con el capote... Llegó la hora de la muerte. Rodolfo brindó la faena de “Revenid” al general Arnulfo Gómez, comandante militar de la plaza... Se hincó Rodolfo, y obligando mucho a “Revenido” le dio dos muletazos por alto; ya de pie, le ligó una serie de pases maravillosos; y a media faena, volvió a hincarse Gaona y surgieron otros muletazos brillantísimos... El público ardía en una llamarada de entusiasmo...

Fue, desde este punto de vista, una obra en la que el torero se impuso a las condiciones del toro, que, recurriendo al recuento de Varetazo, parece ser que efectivamente no tomaba bien los engaños.

Una segunda versión es la de don Luis de la Torre El – Hombre – Que – No – Cree – En – Nada, quien en la sección La Página del Público, en el número del Universal Taurino fechado el 26 de febrero de 1924 entre otras cosas escribió:

Sí, señores. en esa labor, grande entre las grandes, desde el primer muletazo iniciado y consumado de rodillas, hasta el momento en que el estoque desapareció palmo a palmo en el morrillo del toro, hubo de admirarse valor enorme y sereno, tranquilidad pasmosa, sapiencia por toneladas y, sobre todo, arte puro, delicado y. exquisito. ¡El acabose, señores! Torear con mayor quietud, con mayor dominio, con mayor coraje y con mayor belleza – sin hipérbole –. ¡IMPOSIBLE! … Para esa faena cumbre, que nació inmortal, es una fortuna que los cronistas taurinos no hayan podido describirla: merece ser cantada por artistas capaces de producir, al hacerlo, una obra tan perfecta como lo fue la misma faena; necesita ser dibujada por mano maestra capaz de hacer comprender toda la belleza contenida en cada uno de sus detalles admirables… Bien sé que no faltará quien diga que exagero; sé perfectamente que ha habido va, que hay y que habrá quien se proponga restar méritos a la prodigiosa labor, encontrando defectos en verdaderas insignificancias. Pero, ¡qué importa! ¿No quedó ya, como prueba irrefutable de su grandeza, en la mente de más de veinte mil espectadores, la ovación más clamorosa y de mayor duración que nunca se haya escuchado? …

Don Luis califica la hazaña del Califa de León como una página de diamante de la historia de la tauromaquia… Nada más.

Por su parte, el doctor Carlos Cuesta Baquero, reflexiona:

El “Señor Gaona”, que no es lerdo, comprendió la “idealidad” y la aprovechó según la manera que él quiso aprovecharla. Hizo trasteo profuso en “pinturería”, aunque no en belleza que proviniera de arte clásico. En la que podía proporcionar con la mano izquierda, enlazando los pases para hacer la faena en corto terreno y teniendo quietud en los pies… Con la mano izquierda fueron muy contados los muletazos – si acaso los dio, ¿por qué no los menciona el cronista áulico, el de cámara? –, todo fue con la mano “diestra”, en pases ayudados, estando el “Señor Gaona” de pie o arrodillado… ¿Verdad que tan fatigoso no hubiera sido aquello, si el “Señor Gaona” lo efectúa toreando tal y como debió ser? ¿Verdad que, a los toros bravos, nobles y “pastueños” hay que “trastearlos” sin exceso de adorno, pero sí bellamente sujetándolos en poco trecho y así, sin necesidad de recurrir a “el agua”? … Pero éstas son observaciones de vejete rancio, que en antaño vio toros y leyó de toros. Yo, prescindiendo de mis ranciedades, digo que esa faena fue estupenda, que merece la placa que para conmemorarla solicitan. Seré de los que lean, una y mil y pico de veces, la inscripción que en esa placa graben...

Aún aquellos que no convenían con los procedimientos que resultaron de la evolución torera de Rodolfo Gaona, tuvieron que convenir en que la faena de Revenido no fue cosa de todos los días.

Con más ditirambos, Varetazo, el cronista titular de El Universal Taurino, describe lo que vio de la siguiente manera:

En uno de los tercios de sombra, Rodolfo está ya arrodillado, sosteniendo la muleta entrambas manos. Alegra, arranca “Revenido” y se produce un ayudado alto, magistral. Magistral y valiente, porque el burel no entró con franqueza, sino que gazapeó. Un berrido de entusiasmo lanzó la multitud... Ya de pie, Gaona, con la derecha, dio un pase de pecho, soberbio. Con los pies quietos, jugando sobriamente los brazos, sin ninguna afectación, con elegancia refinada. Esto es canela. El toro pasó limpiamente, como un juguete, como un animal inofensivo... Entra la fiera, y el artista, con pasmosa suavidad, con temple indescriptible, lo pasa ante sí, lo manda y en el momento de rematar, quita rápidamente la muleta de la cara del bruto, y sale majestuosamente, paso a paso... Gaona está hoy desconocido. ¿Pero éste es aquel señor que toreaba encorvado, patiabierto y con el pico de la muleta? No. Este es otro. Este es el artista máximo de la torería. Este... La ovación es lo más grande que yo he oído en mi vida. Los músicos ya no tocan, porque los pobres, en el paroxismo del entusiasmo, ¡están aplaudiendo!...

Lo que se refleja de las apreciaciones citadas, es que la faena fue de una gran importancia y que causó un evidente impacto entre quienes llenaron el Toreo de la Condesa ese domingo de hace cien años. El propio Rodolfo Gaona le confesó a Monosabio para su libro Mis Veinte Años de Torero:

La mayoría de los aficionados ha dicho que la faena a “Revenido”es la mejor que tengo hecha aquí. Creo lo mismo. Y por esto: Hubo dominio completo y cuanto arte puede echarse a un toro… Cuando de un toro se hace lo que se quiere y se le obliga a pasar, a ir de aquí para allá, y se le hace acometer o detenerse cuando uno quiere, entonces es el torero el que manda y el toro quien obedece. Y es el hombre el que lo ha dominado por su arte, por su inteligencia. Esto es lo más que puede pedirse a un torero…

Lo que vino después

La cabeza de Revenido fue reservada por algún aficionado. En la sección de Información General del Universal Taurino del 19 de febrero de 1924 se publicó lo siguiente:

Parece ser que la cabeza del toro “Revenido” de la famosa vacada tlaxcalteca de Piedras Negras, lidiado el domingo último en “El Toreo” y al que Rodolfo Gaona hizo una estupenda faena de muleta, también pasará a formar parte del ornato de los salones del antiguo “Majestic” …

Por otra parte, para el día 29 de febrero – también fue bisiesto 1924 –, el Club Taurino ofreció una comida a Rodolfo Gaona:

Con el objeto de agasajar al diestro Rodolfo Gaona, como acción de gracias por la asombrosa faena que el leonés ejecutó con el toro “Revenido” de la famosa vacada tlaxcalteca de Piedras Negras, el domingo 17 de los corrientes, un numeroso grupo de socios del Club Taurino ha organizado para el próximo día 29 un banquete que será servido en los salones de la mencionada organización… Han quedado ya abiertas las inscripciones para tener derecho a sentarse a la mesa en esa festividad, en la Administración del Club, en la inteligencia de que para poder tomar parte no es necesario ser socio, pues según manifiestan los organizadores, quieren que el homenaje que se le tribute al leonés sea lo más suntuoso…

Breviario cultural

En la misma sección del Universal Taurino en la que se informó el destino de la cabeza de “Revenido”, aparece la siguiente información:

La hermosa colección de cuadros con que cuenta el “Club Taurino” ha sido enriquecida con el reciente donativo que ha hecho el diestro Rodolfo Gaona. Consiste el obsequio en un hermoso cuadro, pintado al óleo por el conocido artista Diego de Rivera y que representa al picador “Mangas”.

Con frecuencia surge la pregunta acerca de la identidad del picador que pintó Diego Rivera. Pues aquí está la solución de esa incógnita. Y ahora sí, hasta la próxima semana.

domingo, 11 de febrero de 2024

9 de febrero de 1964: En la confirmación de El Imposible, el triunfo es para Diego Puerta

El Imposible
Archivo Martín Santos Yubero
Carlos Antonio Moreno Campos, anunciado como Carlos Moreno, se presentó vestido de luces en el Toreo de la Condesa la noche del 16 de junio de 1945. Alternó con Rosendo Vázquez, Ladislao Silva, Ernesto García y Fernando Gutiérrez – este último se haría famoso en el cine como Fernando Casanova –, en la lidia de novillos de Milpillas. Esa noche se dejó ir un bravo novillo y las crónicas de la fecha no le auguraban mayor recorrido dentro de los ruedos. Sin embargo, el joven Carlos Moreno siguió buscando la gloria que se encuentra en la arena de los ruedos y el amigo Horacio Reiba le recuerda una actuación en Puebla, su tierra, siendo apoyado por el empresario Paco Lozano, en noviembre de 1947, alternando con los entonces novicios Jesús Córdoba y Manuel Capetillo.

Tras la muerte de Lozano, perderá algo de impulso, pero llegará a la Plaza México, todavía anunciándose como Carlos Moreno, en un festejo mixto de pretemporada, celebrado el 4 de mayo de 1952, cuando en la llamada parte seria del espectáculo del Bombero Torero, junto con Felipe Escudero y Enrique Esparza, despachó novillos de San José de Buenavista. Su presentación llamémosle formal en la gran plaza y ya anunciado como Antonio Campos El Imposible, se produjo el 14 de agosto de 1960, cuando despachó novillos de Cerro Gordo en unión de Felipe Rosas y Jaime Rangel, logrando, por lo avanzado de la campaña, sumar cuatro tardes esa temporada novilleril capitalina.

Recibió la alternativa en la plaza de toros Monumental de Tijuana el 18 de junio de 1961, de manos de Jesús Córdoba y atestiguando Raúl García, siendo los toros de Garfias. Esa campaña la cerró con siete festejos, tres de ellos en el ruedo de su alternativa, además de dos en Saltillo, uno en Monterrey y otro en Puebla.

En 1962 toreó cinco festejos – Mazatlán, Cuatro Caminos, Mérida, Acapulco y Uruapan – en el último, en Uruapan, el 18 de marzo, sufrió una grave cornada que no le impidió marchar a España y casi después de bajar del avión en abril siguiente, ir al consultorio del doctor Utrilla a cambiarse la curación, porque llevaba la herida abierta todavía. Inició una interesante campaña en Palma de Mallorca y sumó 14 corridas en ruedos europeos esa temporada. Los toros lo respetaron en ella.

Para 1963 solamente pudo cumplir con nueve de las corridas que tuvo firmadas y es que, entre sus actuaciones, sufrió cuatro cornadas. El 14 de abril en Málaga, en el muslo izquierdo, el parte médico habla de una sola trayectoria; después, el 9 de junio en Plasencia, otra vez en el muslo izquierdo, con grandes destrozos musculares y vasculares y requirió una transfusión; el 25 de julio en Palma de Mallorca, en el glúteo izquierdo, que llegó hasta el fémur y el 12 de agosto en San Sebastián, en el muslo derecho con tres trayectorias. Este último percance le impidió actuar en la feria de Bilbao.

En ese 1963 actuó dos tardes en la Feria de San Isidro en Madrid, confirmando su alternativa el 12 de mayo, de manos de Pedrés y fungiendo como testigo Andrés Vázquez, con el toro Aferrado de Carlos Núñez. Cumplió su segundo compromiso el día 15 siguiente, compartiendo cartel con el rejoneador Fermín Bohórquez, Fermín Murillo y Mondeño, para lidiar toros de Fermín Bohórquez y un novillo de Javier Molina para rejones. Ese día pudo ejecutar su creación, el muletazo imposible al tercero de la tarde, del que le fue concedida la oreja. 

La confirmación en la Plaza México

Al volver a México, El Imposible procuró reponerse de los estragos de los percances que frenaron su campaña en ruedos hispanos, así como de una hepatitis que allá contrajo y reapareció hasta el 19 de enero de 1964 en Guadalajara, alternando con Luis Procuna y Manuel García Palmeño en la lidia de toros de La Punta. No fue una buena tarde para los dos diestros mexicanos, ya que el toro de la corrida se la llevó el cordobés Palmeño, quien, sin embargo, salió de la plaza con las manos vacías, por sus fallos con la espada.

Tres domingos después, para el 9 de febrero, se le anunció en la Plaza México para que Alfonso Ramírez Calesero, en presencia de Diego Puerta, le confirmara su alternativa, con un encierro de Tequisquiapan, de don Fernando de la Mora Madaleno. Acerca del ambiente del festejo, escribió en su día don Alfonso de Icaza Ojo para el semanario El Redondel:

El valor de Diego Puerta animó una corrida que amenazaba ser tediosa…  Deslucida reaparición de “El Imposible” ya como matador de toros, el hombre estuvo mal en términos generales, al recuerdo, sin duda, de las cuatro cogidas que sufrió en España… La afición mexicana concurre puntualmente cada ocho días al inmenso coso de Insurgentes, que siempre presenta animadísimo aspecto a la hora de iniciarse las corridas… Ojalá y el buen ganado de Tequisquiapan, de don Fernando de la Mora, salga propicio para que los toreros se luzcan y todos quedemos contentos… Hay aplausos a la hora del paseo, terminando el cual, saludan desde el tercio “El Calesero” y “El Imposible”, sin que sepamos por qué no comparece Diego Puerta…

Ojo señala en los antecedentes de su crónica que El Imposible no tuvo una tarde de lucimiento en su corrida de confirmación, acuciado por el peso de las secuelas – mentales, quiero pensar – de los cuatro percances que sufrió en ruedos hispanos. En retrospectiva, se puede afirmar que más que ese “mal recuerdo”, su estado físico ya estaba en un franco deterioro, pues no terminaría con vida ese calendario, a causa de una enfermedad incurable que lo consumía. A propósito de su hacer ante el toro de la confirmación, entre otras cosas, don Alfonso escribió:

“Soldadito”, cárdeno obscuro, de bonita lámina y con 470 kilos… Toma bien los capotes y lo veroniquea "El Imposible", que se enmienda mucho entre lance y lance, aplaudiéndosele solamente su recorte final… Mal banderilleado, pasa el de Tequisquiapan a manos de su presunto matador, Antonio Campos, a quien “El Calesero” cede los trastos, confirmándole su alternativa de matador de toros, en plazas españolas… El nuevo matador brinda al público que lo aplaude y pasa a vérselas con un toro bravo, que acude adonde lo llaman, pero que le inspira cierto respeto. “El Imposible” se limita a doblar a su enemigo insistentemente con miras, quizás, a restarle facultades, lo que consigue sin mayor fruto, pues cuando se estira y quiere torear bien, nanay… Ojalá “El Imposible” recuerde menos sus cogidas cuando lidie al último toro de la tarde…

Antonio Campos estuvo desconfiado e igual anduvo con el que cerró plaza. Voy a insistir en que física y, por ende, anímicamente no estaba en condiciones de enfrentar un compromiso de esa envergadura, lo que se reflejó en el ruedo y se vería de nueva cuenta unas semanas después en su reaparición en la México y final actuación en ese ruedo. 

Todavía actuaría en Aguascalientes, donde tendría un gran triunfo ante El Cordobés y en Puebla y terminaría su breve tránsito por los ruedos el 12 de octubre de 1964 en Torreón, cuando enfrentó toros de Peñuelas junto con Rafael Rodríguez y Alfredo Leal. Esa tarde la saldó sin matar un solo toro, pues el primero de su lote lo mandó a la enfermería con una cornada en el muslo derecho. Ya no volvería a estar en condiciones de vestirse de torero otra vez.

El triunfo de Diego Puerta

La tarde, ponía Ojo en la cabeza de su crónica, iba por las veredas del tedio, hasta que salió el quinto de la corrida, llamado Rastrojero y con el que, el diestro sevillano realizó:

Diego Puerta brinda a la plaza entera y después de un doblón está a punto de ser cogido por ceñírsele su enemigo. Da varios pases por delante y cita de lejos para dar después una carrerita en su empeño de que se le arranque el astado, cuando lo consigue, da un pase natural, ayudándose con el estoque y persiste en el toreo izquierdista, sufriendo a poco un desarme. Él mismo recupera la muleta con regocijo del público y la faena continúa a base de pases con la zurda no siempre limpios, pero sí todos ellos enjundiosos. Duda una vez y se ve en aprietos, optando por cambiar de mano para correr ahora la diestra en varios derechazos que van de menos a más. Instrumenta varios de dos vueltas que entusiasman a la gente y reanuda su trasteó ya con el ambiente caldeado entre dianas y ovaciones. Más derechazos un tanto encorvado, pero muy largos. Nuevo desarme. Un molinete de rodillas yéndose el toro, otro con mejor resultado; pases lasernistas, adornos. Más ovaciones y más dianas. Ya está Diego Puerta en su salsa, toreando a la mínima distancia y haciendo alardes de valor; también con la izquierda da pases dobles, a fuerza de consentir a un toro que toma noblemente la muleta, pero al que hubo que obligarlo para que así lo hiciera; manoletinas, nuevo desarme; otra vez recupera la franela, y en cuanto lo hace, entra a herir en derechura y deja una estocada casi entera en todo lo alto del morrillo. Dobla "Rastrojero" y hay nutrida petición de oreja, que concede el juez benévolamente por partida doble y que recibe el diestro, jadeante y con la cara ensangrentada. Con ambos apéndices en la mano, da Diego varias vueltas al ruedo, devolviendo sombreros y prendas de vestir… En este toro volvimos a admirar el valor indomable de este enorme chiquillo sevillano...

La tarde de Calesero

El Maestro Julio Téllez García hace un interesante sumario de toda la tarde, teniendo como eje la actuación en ella de Calesero:

¿Qué hacía El Calesero junto a una máquina de cortar orejas, que incluso se dejaba perforar la barriga con tal de conseguir el triunfo? … ¿Qué podía hacer el Poeta del Toreo en medio de tal barbarie? Ciertamente que una carnicería no es el lugar ideal para inspirarse, por lo que Alfonso se limitó a ser el de muchas tardes, un artista que sirvió su arte a cuenta gotas. ¿Podía hacer más con un público que pedía sangre en lugar de poesía? A lo mejor el empresario quiso darle su barniz de arte a Diego Puerta, haciéndolo alternar con el Calesa. Lo que hizo fue ensanchar más la distancia entre el toreo como expresión de arte y el toreo como expresión de drama y… de comercio… El Imposible, mal. Debutó después de varios percances graves sufridos recientemente en España…

Estas son algunas versiones de lo que sucedió hace 60 años en la Plaza México y el 28 de diciembre, se cumplirán también seis décadas del óbito de El Imposible, quien no tuvo la ocasión de ejercer siquiera un calendario completo, su dignidad de matador con alternativa confirmada en las dos plazas más importantes del planeta de los toros.

domingo, 4 de febrero de 2024

El día que Larita cortó un rabo en Madrid

Larita triunfante visto por Roberto Domingo
El Liberal, Madrid, 10/05/1921

Matías Lara Larita
es todo un caso dentro de la historia del toreo. Nativo de Málaga, estuvo activo en los ruedos como matador de toros durante diecinueve años, siendo alternativado en su tierra el 1º de septiembre de 1914 por Paco Madrid, en presencia de Juan Belmonte. No encajaba en aquel aforismo que decía que, para ser torero, había que parecerlo, porque era corto de estatura y definitivamente obeso, pero se distinguía por tener un valor a toda prueba, que le permitía enfrentar las corridas más complicadas sin mostrar apuro alguno y salir casi siempre, airoso de tales pruebas.

Juan Belmonte afirmaba que era el torero más valiente que él había conocido, por la razón de que no les tenía miedo a los toros. Y agregaba El Pasmo: “Larita” se encierra con seis Palhas y está tan tranquilo como si se hubiera encerrado con seis gallinas... usted no sabe lo que es un Palha visto de cerca, ni quiera Dios que lo sepa...

La 8ª corrida del abono de la temporada madrileña de 1921

Ese es el bosquejo del torero que fue anunciado para actuar el domingo 8 de mayo de 1921. Inicialmente iría acartelado con Curro Martín Vázquez y Pedro Carranza Algabeño II, para enfrentar una corrida portuguesa precisamente de Palha. Posteriormente el señor Curro presentó un parte facultativo que establecía que estaba impedido para actuar en esa fecha, por lo que le sustituyó Domingo González Dominguín.

La corrida que envió don José Palha no fue de esas de ¡Horror, terror y furor! que se anunciaban en los carteles como reclamo para su divisa. Revoleras, en el diario madrileño La Correspondencia Militar del día siguiente al del festejo, resume así el comportamiento del encierro:

El ganado, los terroríficos Palhas, fueron en conjunto bien presentados; hubo en ellos toda la gama de la ganadería portuguesa, desde la catedral que salió en cuarto lugar, al carabao del sexto, con unos cuernos que eran un par de lanzas, hasta el primero, más pequeño y escurrido de carnes que los demás...; pero en general, una corrida bonita, de lámina y de arrobas… La nueva Empresa sigue presentándonos «toros», y cuando en el ruedo hoy toreros con toros hechos, nos divertimos... En la pelea fueron algo desiguales...

Por su parte, don Gregorio Corrochano, en el ABC madrileño del día 10 de mayo siguiente, reflexiona:

De los seis toros de Palha, no hubo nada más que uno francamente bravo, el sexto; los demás no fueron bravos, ni los dos fogueados ni los otros tres; pero todos fueron fáciles para el torero, y nada peligrosos. Como se trata de toros portugueses, los calificamos con frase de un ganadero portugués, Gama, aquel escrupuloso ganadero, que no regateó a Murube para hacer una buena ganadería, que luego vendió a Antonio Pérez, cuando veía toros como éstos decía: “Mansos, mai sin maldade”.

Lo que sí, es que el encierro fue variopinto, como correspondía a su origen en la época, y así por su orden, salieron: Campanero, número 90, jabonero sucio; Bombita, número 67, cárdeno oscuro; Rendero, número 91, cárdeno salpicado; Guerrita, número 99, berrendo en negro; Pastor, número 63, berrendo en jabonero y Gabado, número 9, castaño.

Fueron condenados a banderillas de fuego cuarto y quinto de la corrida, los dos berrendos.

La actuación de Larita

Larita salió vestido, según a quien se lea, de tabaco y oro según El Toreo; gris y negro, de acuerdo a El Imparcial o de paja y negro conforme a La Correspondencia de España; la realidad es que era un vestido de torear que se salía de lo digamos, ordinario, como lo pretende describir P. Álvarez, en el último de los diarios citados:

El torero vestía una «toilette» casi original. No era el traje morado y negro con que toreó una nocturna y luego se fue a Teléfonos a celebrar una conferencia; el de ayer era color paja y negro. Su hechura, sus adornos, y la colocación de éstos eran el origen del comentario. En cuanto a la primera, no sabemos claramente su clasificación. Lo que sí podemos decir es que era una casaquilla ancha y larga, dando al torero un volumen aparente, mayor del que tiene, ya algo exagerado, porque Larita no es de cintura mimbreña y flexible. Más que chaquetilla, pudiera ser ranglán, «matinée», salida de teatro o copia del paletó de Fernando VII. Tal vez haya visto lo que nos recordaba un grabado de «La Lidia» antigua, en la que estaba Cúchares. Él ya lo dijo a los espectadores: soy torero antiguo… Aquellos agremanes y azabaches pudieran ser también de alguna manteleta que usaran las contemporáneas de Cúchares o la propia María Castaña…

Pues con ese desarreglo, que quizás llamaba a la hilaridad, Larita salió a jugarse alegremente la vida y se alzó con el triunfo. Pronto demostró que iba con seriedad, como lo describe Barbadillo en su crónica de El Imparcial madrileño del 10 de mayo siguiente:

Al primer bicho, cornalón y grande, y quedadote, y manso como todos – si se exceptúa al lidiado en último lugar, noble y bravo – de la temida y dura vacada portuguesa, lo principió a veroniquear muy cerca y apretado. Al tercer lance dio la res un hocicazo en un brazo al torero y lo tiró a rodar. Se alzó Larita e hizo su habitual gesto de despreocupación, y se echó a reír la gente. Fue de las pocas veces que la gente se rio. Que era anteayer “una cosa muy seria” ver a aquel hombre jugarse la vida con aquel brío, con aquel “desparpajo” – si vale la palabra –, con aquella pasmosa e inverosímil naturalidad… Peleó la res mansurroneando y tardeando y al llegar la hora de banderillear cogió el diestro dos pares de rehiletes, y después de jugar con el cornúpeta, entrecruzó los palos como si fuesen muleta y estoque para un pase ayudado, y en esta forma, a cuerpo limpio, dio el ceñido pase a la res. Es una suerte especial del torero, la hace “como quien lava” … clavó los cuatro arpones en el ancho de un duro. Fue formidable la ovación. Cogió los trastos de matar. El bicho le achuchaba por los dos lados; más por el derecho. El hombre lo trasteó, solo en los medios, brevemente, aguantando y pegando de verdad. Y se fue el bruto a las tablas del 6, y al hilo de estas tablas, dándole la espalda al toril y en donde el toro había de empujarle atrozmente, entró el diestro por dentro, se echó encima, cruzó soberbiamente y salió el animal rodado de la mano, con el estoque entero por la cruz… Así, a lo menos, es como hay que matar… Y la ovación enorme, la oreja, la vuelta, la salida a los medios, la apoteosis. Había sonado la hora de Larita…

Pero faltaba la guinda de su actuación. El cuarto de la tarde, el berrendo número 99, nombrado Guerrita por su criador fue el que le permitió redondear el triunfo ya conseguido. P. Álvarez, en La Correspondencia de España, escribió:

El toro, que había sido fogueado, estaba emplazado frente al 5, con la cabeza por el suelo y sin arrancarse. Se llegó con la muleta en la mano izquierda, y tan cerca estuvo de él, que, dándole un palo con el estoque en el testuz, el berrendo embistió, dándole dos pases, y teniendo de nuevo que avisarlo con el estoque para que se moviera… Después de tres pases dio un pinchazo que fue aplaudidísimo, media estocada, y luego hizo Larita la nota de valentía de la tarde: con el toro en los medios plegó la muleta, metió el brazo por encima del testuz y con tranquilidad grande arrancó una banderilla, sacó con ella el estoque y descabelló. La ovación fue enorme. Se le concedieron las dos orejas y el rabo, echando éste al palco de la Empresa, donde estaba D. Federico Blanco, a quien brindó la muerte del toro…

Por su parte, Gregorio Corrochano, en el ABC hizo el siguiente análisis de esta su segunda faena:

El cuarto se lo brindó a la Empresa. El toro llegó muy tardo, a pesar de los avivadores de fuego. Larita le tanteó con la mano izquierda, y como el toro no se arrancaba y estaba muy cerca, le dio con el estoque en el hocico. Entonces el toro se arrancó muy fuerte, y, a pesar de ello, Larita repitió la suerte. Tanto, esta faena como la otra fueron muy breves; éste fue el mayor acierto de Larita, pues estos toros medio mansos hay que aprovecharlos. Esto lo saben todos los toreros; lo qué ocurre es que no siempre el torero tiene decisión para aprovechar. Mató de dos medias estocadas, la primera ligeramente atravesada, y la segunda ligeramente tendida, porque el toro derrotó mucho. Y en los medios, sin el alivio de los tableros, plegó Larita la muleta, como despreciando esta defensa, sacó el estoque con una banderilla y descabelló. Más ovaciones y más orejas. Tarde completa, de conjunto, lucida...

Del conjunto de la actuación de Larita, Antonio Casero, que hacía e ilustraba la crónica en esos días para el Heraldo de Madrid, hizo las siguientes reflexiones:

Ayer vimos a un torero serio y valiente, y aunque derrochó alegrías, se vio en la plaza lo que hacía mucho tiempo no veíamos: torear, banderillear y matar, como dicen que lo hacían aquellos toreadores de redecilla y castoreño… Ayer olía la plaza a torero pundonoroso, a torero sin estética; pero con más corazón de artista que el que más tenga, y sobre todo que sacó al público del letargo que venía padeciendo… Ayer salía la gente de la plaza animosa, con cara de haberse divertido. En los corrillos, en las mesas de los cafés, en todas partes, se hablaba del éxito de Larita. ¿Qué alguien discute todavía tal o cual detalle? Discutan lo que quieran; pero lo que es indudable es que gracias a él ayer hubo alegría en la plaza y olor a torero de los que no se peinan con cosmético, y el público salió contento, que es lo que se trataba de demostrar... El triunfador Larita salió de la plaza por la puerta grande, en hombros de las huestes que lo vitoreaban...

La impronta de Larita en la historia

Antes del de Larita, se habían cortado dos rabos en la Plaza de la Carretera de Aragón, uno por José Roger Valencia, todavía novillero, el 11 de noviembre de 1918 y otro por Gallito, el 10 de octubre de 1918 y años después, Nicanor Villalta cortaría otro a un toro de Aleas, cerrando la contabilidad del coso en ese aspecto.

Así fue la tarde en la que Larita cortó un rabo en Madrid. Larita, ese torero que, al decir de Corrochano:

Yo no sé si digo bien al llamar torero a Larita. Torero, suele ser un muchacho muy atildado, de posturas estudiadas, como una damisela, que sale a la plaza a coquetear más que a matar toros. Y Larita es, un hombre gordo, muy ancho, casi apaisado, descuidado en el vestir, que no estudió la sonrisa para el tendido, y que toda su coquetería consiste en poner la barriga en la cara de los toros…

Ojalá hubiera más toreros como Larita, con menos poses y más entrega. Quizás la fiesta no estuviera hoy en entredicho.

Aviso parroquial: Una excelente recopilación del paso por los ruedos de Larita, la pueden encontrar en este sitio del blog de la Asociación El Toreo en Red Hondo. Ojalá les resulte de interés.

Aldeanos