domingo, 7 de abril de 2013

Sánchez Mejías y el bien hacer en la suerte de varas…


Lo que pudimos ver la pasada semana en la Feria de Pascua de Arles, cuando Gabin Rehabi enfrentó de manera honesta y gallarda al toro Lagarto, de la ganadería de los Herederos de Cebada Gago; toreando con el caballo, esperando a que el toro le fuera puesto en suerte y sin herir cuando éste le embestía a la cabalgadura al relance, picando sin barrenar y sin tapar la salida y sobre todo, haciéndolo en lo alto, me recordó el artículo publicado por Ignacio Sánchez Mejías en el diario Heraldo de Madrid el 4 de junio de 1929, en donde reflexiona tanto sobre la dignidad del caballo de picar, como en la dignidad del oficio del varilarguero.

El artículo en cuestión es el siguiente:

«El guardia de la porra, director de lidia» 
Una de las cosas que más escándalo provoca entre los detractores de la fiesta nacional (verdaderamente nacional) es la muerte del caballo. En efecto, el espectáculo es desagradable. Naturalmente que el desagrado se acentúa, hasta convertirse en repugnancia, a medida que el cultivo de la inteligencia es menos intenso. Sólo los espíritus perfectamente civilizados, como el espíritu colectivo español, pueden percibir la emoción sin que intervenga el instinto (Sobre esto hay una teoría exacta: «El sentimiento del toreo» de José Bergamín.), pero ni aun hace falta. La muerte del caballo no debe formar parte de las corridas de toros; es a ella lo que la muerte del aviador a la aviación o la catástrofe al ferrocarril. Un toro bien lidiado no debe matar ningún caballo. La suerte de picar tiene sus reglas fijas y precisas y ninguna de ellas consiste en que el toro coja al caballo, sino todo lo contrario. Pepe – Hillo, en su «Tauromaquia o arte de torear» dice, entre otras cosas: «La suerte de picar de frente a Caballo se ejecuta, situándose el Picador en la rectitud del terreno que ocupa el Toro y luego que éste parte, y llega a jurisdicción, le pone la garrocha en el cerviguillo, y abre al mismo tiempo el Caballo por la izquierda; y cargándose sobre el Toro lo despide por la cara de dicho Caballo, o en línea paralela con él. De esta definición resulta que nunca le es lícito al Picador ni salirse antes de tiempo, ni atravesarse en la Suerte, ni dejar de ver llegar al toro, y faltando a cualquiera de estos preceptos, aunque tenga delante al más claro y sencillo, le ha de dar precisamente una cogida». Es decir, la cogida del caballo es siempre debida a un incumplimiento por parte del picador de las reglas del toreo.  
Hubo una época, no sé si hace un año o dos años, que D. Torcuato Luca de Tena, aquel español tan español que, como a Unamuno, le dolía España como le pudiera doler la cabeza o las muelas, puso esta cuestión sobre su tapete. Aquí, en su casa de Sevilla, frente a la Giralda, de espaldas al río, con el corazón cara a cara a todos los problemas españoles, me hablaba un día de estas cosas. Otro, le acompañé al cortijo de Cuarto, y allí, bajo la dirección de Antonio y de Pepe Miura, expertos conocedores de todo el arte de torear se picaron ocho o diez reses sin que ninguna de ellas rozara ni un solo pelo a ninguno de los caballos. Todavía, para dejar definitivamente clara la cuestión, Antonio Miura nos refería cómo en su casa, en la antigüedad, se prestaban caballos a algún que otro célebre picador, que después de lidiar quince o veinte toros los devolvía a la cuadra de donde salieron sanos y salvos de todo peligro. Hay más. Repasando los anales de la plaza de la Maestranza de Sevilla, entre los documentos sacados a relucir por el marqués de Tablantes, hay tres detalles que no dejan lugar a dudas sobre esta cuestión: durante diez años no hay ningún picador lesionado y durante quince sólo hay un accidente mortal. En las cuentas de compraventa de caballos se pueden comprobar que son muchos los años que se venden los mismos caballos que se compran: es decir que no muere ninguno («Anales de la Real Plaza de Toros de Sevilla, 1730 – 1835», páginas 79, 91 y siguientes). ¿Qué más pruebas se quieten para que quede demostrado que la suerte de varas no consiste en que destripen los caballos? La ineptitud de los lidiadores no es un argumento contra esta suerte. Más bien lo son los petos, antes franceses, españoles hoy. Los centenares de atropellos diarios no estaban dentro de los propósitos del que inventó el automóvil, como la muerte de los caballos no podía formar parte de la suerte inventada por una raza tan amante de él. El chófer y el picador tienen acentuados puntos de contactos. Al falso concepto que del automóvil tiene el chófer, puso la autoridad el guardia de la porra. Al del picador, el peto. El peto equivale, en el problema de la circulación, a sustituir el guardia de la porra por una camilla de la Cruz Roja, tácito reconocimiento de la anormalidad. Hay que quitar los petos. Entre el toro y el picador, el público, gigantesco guardia de la porra, cuidará de la circulación. El picador, hoy día, incumple su contrato con el caballo, como el chófer interpreta mal el uso del automóvil. Tener un Chevrolet o presenciar una corrida no puede ser prueba de insensibilidad. La raza española ama el caballo más delicadamente que ninguna otra raza del mundo.  
La suerte de picar lo prueba mejor que lo niega. En ella, el hombre y el caballo establecen una alianza contra la fiera. No importa la traición del caballo o del hombre en un momento determinado. Hace poco tiempo Camero, a las órdenes de Joselito, picó toda una temporada con un caballo tordo, aporrillado, que no valía diez duros. A últimos de temporada, en el mes de octubre, cuando Camero y el caballo tordo constituían el interés de todos nosotros, se lidió una corrida de Cívico. El quinto toro, el último de la temporada, tardeó en la lidia. «¡Camero, Camero!» gritó Joselito, y Camero, en un galope corto, paseó su maestría por el ruedo. Ya delante del de Cívico señaló la suerte. En un momento preciso pidió a su aliado el caballo el paso atrás, y el jaco tordo, que no valía diez duros y era célebre entre los jacos de la plaza por obra y gracia de su alianza, sintiéndose rebelde, se negó a obedecer. Toro, caballo y picador, en monumento que conmemora una gran desgracia, formaron un grupo. José unció a los bordes de su capote la fiereza del toro. Luego nada. El caballo desleal había muerto. Camero lo lloró muchos días. Como el contrabandista de la copla daba por terminadas sus glorias. ¿Dónde están los cantos populares de otros pueblos que asocien a la suya con tan cariñosa solicitud a ningún animal? El amor a los animales es cosa lograda en España desde hace muchos siglos. Una Sociedad que los proteja no tiene aquí objeto.  
Está todo hecho. La asociación que fomentara la Liga contra el cáncer, la protección a la infancia o el fomento de las uniones patrióticas estaría siempre justificada. Son cosas que están por hacer. 
Pretender descubrirnos a los españoles como una novedad el amor a los animales es ridículo e ingenuamente pretencioso. Al caballo sobre todo. Lo ama el guerrero y el picador, el contrabandista, el garrochista y el bandolero, el viejo y el niño, la mujer y el hombre. Lo ama en el grado que un animal puede ser querido por una persona equilibrada cuyo sentimiento no esté infectado del microbio indo que tantos estragos ha de hacer entre los anglosajones. Ir por lana y salir trasquilado: he ahí un bonito ensayo sobre la labor de Inglaterra en sus colonias.

Este artículo es el segundo de un tríptico que el torero comenzó a publicar en el mismo diario madrileño el 31 de mayo de ese año y el cual presenté a Ustedes el pasado 9 de septiembre, en esta misma Aldea y que pueden revisitar aquí a propósito de algunos lugares comunes invocados por los antitaurinos.

La versión original del artículo la pueden leer en esta ubicación, espero que la disfruten.

domingo, 31 de marzo de 2013

Hoy hace medio siglo (III): Paco Camino y los berrendos de Santo Domingo

Paco Camino con uno de los berrendos de
Santo Domingo (31/03/1963)
Paco Camino llegó por primera vez a México durante la temporada 1961 – 62 para hacer campaña en nuestros ruedos. Junto con él llegaron a confirmar sus alternativas Mondeño, Santiago Martín El Viti, Diego Puerta, Joaquín Bernadó y Curro Romero. Cada uno de ellos tuvo un impacto y una permanencia distinta en nuestra afición y en nuestras temporadas, aunque todos se labraron su propia historia y su propia leyenda entre nosotros.

El cierre de la temporada 1962 – 63 para Paco Camino es el que viene a marcar lo que quizás represente la cota más alta de su presencia en nuestras plazas. El ciclo de corridas en la capital mexicana se celebró en las dos plazas de toros que en esas fechas existían en la zona urbana de la Ciudad de México, la Plaza México y El Toreo de Cuatro Caminos – que territorial y administrativamente se ubicaba en el Estado de México – y en ese lapso de tiempo tuvo ocasión de actuar en ambos ruedos, aunque en números, su presencia en el coso cuatrocaminero era mayoritaria si consideramos que en su primera incursión a nuestros ruedos, la temporada anterior, su presencia en la Capital de la República fue exclusivamente en ese desaparecido coso.

La corrida y su preámbulo

La temporada se había dado de una manera espléndida para el ya llamado Niño Sabio de Camas. El 27 de enero de 1963 cortó el rabo al toro Novato del Ingeniero Mariano Ramírez en la Plaza México. Ya trasladada la temporada a El Toreo, la noche del miércoles 27 de marzo, en la Corrida de la Oreja de Oro, había realizado una importante faena a un toro de Pastejé, de regalo, llamado Catrín, al que solamente cortó una oreja por un desastroso manejo de la espada, pero al apéndice sumó seis apoteósicas vueltas al ruedo.

En ese ambiente se anunció para el domingo 31 de marzo de 1963 la despedida de Paco Camino de la afición mexicana, dado que retornaría a España para iniciar su campaña en las plazas de su patria. El cartel que la empresa ofrecía se formó con toros de Santo Domingo para Juan Silveti, José Ramón Tirado y Paco Camino. La corrida de los señores Labastida tenía la particularidad de que los seis toros eran de pelo berrendo aparejado. Además, el festejo sería televisado – como todos en aquellos días – en abierto a todo el país.

El hecho de que el festejo fuera televisado permitió que lo sucedido en él adquiriera una mayor trascendencia. La posibilidad de presenciar en la plaza o a través de las pantallas lo que en el ruedo sucedía permitió a cada aficionado formarse su propio criterio de lo allí sucedido.

Crónicas de lo sucedido

Localicé dos crónicas de la corrida. La primera, aparecida en el hoy extinto diario Novedades de la Ciudad de México el 1º de abril de 1963 y obra del que en esas fechas era su cronista titular Carlos León. Está, como era acostumbrado, redactada en forma epistolar y dirigida al entonces Secretario de Educación Pública, don Jaime Torres Bodet. De ella extraigo lo siguiente:

Junto a Camino, los toreros son catecúmenos. Enseñó a embestir a dos berrendos y cortó cuatro orejas y un rabo. Silveti y Tirado resultaron alumnos reprobados frente al talento taurino del sevillano…  
Aunque en México ya no exista una escuela taurina – tan olvidada, que es de urgencia darle una manita para restaurarla –, es evidente que no por fortuita coincidencia tiene usted de secretario particular a un culto cronista taurino como Rafael Solana, autor de “El Crepúsculo de los dioses”, que anticipó el ocaso de nuestros astros, dramaturgo de un “Debiera haber obispas” que ha de ser la obra favorita de “Mondeño”, o novelista de “Las islas de oro” en las cuales, según las fábulas, los piratas gambusinos encontraron la muleta que se adjudicó a Capetillo… Además señor ministro, su agudo secretario ha revelado al ático ingenio en “Trata de muertos”, “La música por dentro” o “Los santos inocentes”, donde su recopilación de cuentos adquiere más justas proporciones taurófilas, en una fiesta donde nuestra literatura de toros está tan pródigamente llena de cuentistas. 
“Magister dixit”. – Claro es que usted, UNESCOnocido como patriarca de la enseñanza, sabe de sobra que la pedagogía se originó en el hecho de que, en la antigua Grecia, pedagogo era el que conducía a los niños a la escuela. Y mire usted lo que son las cosas: ahora es un niño – el genial infante de Camas – el que toma de la mano a los grandes analfabetas de la lidia, para mostrarles el camino hacia la Escuela de Tauromaquia de Sevilla que fundó el conde de la Estrella… Y sin embargo es curioso: Paquito no aspira a ser el Pestalozzi de las verónicas, ni el Spencer de las chicuelinas, ni el Horacio Mann de los naturales, ni mucho menos el Froebel o el Condorcet que dicte pragmáticas para la pureza de las estocadas… Paquito tampoco anda, como Locke, hablando de “Some Thoughts Concerning Education”, Paquito – sevillano como don Juan Belmonte García, a quien Dios tenga en su santa gloria – no sale en plan de catedrático a decir de los catecúmenos: “Hay que torear así”, sino que simplemente demuestra: “El toreo es esto”. Y el que quiera que lo haga… si puede… Además sería tiempo perdido si nuestros escolapios de coleta, que a sus años siguen en el “kínder”, cuando el niño sevillano ya es universitario, trataran, tardíamente, de aprender la lección. Hay cosas que no se aprenden y que se nace con ellas. Por allí anda una película de gran éxito de taquilla, intitulada “Lo que los amantes deben aprender”. Durante dos semanas y más semanas, las curiosas parejas de enamorados han abarrotado la sala, creyendo que van a salir convertidos en Casanovas de Bondojito, Rubirosas de Iztapalapa o Mesalinas de Peralvillo. Pero, ¡sí Chucha! Con lo que allí enseñan de arrumacos, roncería y soflama, los que esperaban encontrarse con la versión fílmica del “Arte de amar” de Ovidio, salen más ignorantes que si esa asignatura amatoria la hubieran cursado en el colegio de monjas de Tecoyotitla… Paquito, en suma, no es un dómine que haya tratado de alfabetizar a nuestros diestros reprobados, que ya no pasan de año ni a título de suficiencia. Pero ha logrado otro milagro mejor: hacer que los espectadores abran al fin los ojos a la realidad y entiendan lo que es un torero y lo que es el toreo. Ahora, por muchas leyendas que le cuenten, nuestro público ya nunca más volverá a dejarse engañar con tontas consejas de fantasmas. 
Cuatro orejas y un rabo para el torero cumbre de la época. – Seguramente se queda uno corto al afirmar que Paco Camino es la figura impar del momento presente, pues tal vez pudiera llegarse a la afirmación de que así no se había tenido nunca. Aún estaba imborrable su trasteo maravilloso del miércoles anterior – aquel tan rutilante como las gemas de María Félix – cuando en esta tarde ha cuajado dos faenones inconcebibles que no los iguala ni supera nadie… Dos faenas diferentes. El primero, jugándose la vida, exponiendo temerariamente, arrancando a la fuerza el trasteo a un toro que se negaba a colaborar con el niño prodigioso. Porque hay una circunstancia tan notable como insólita. Los lidiadores se habían dividido siempre en tres categorías: los dominadores, los artistas y los valientes. Pero de pronto, en este chaval milagroso se funden las tres cualidades. Y, junto a una sapiencia increíble, brota el primer artista que es valiente, sin perder por ello su calidad artística… En ese trasteo a “Gladiador”, Paquito se rifó el pellejo y logró un impresionante conjunto de muletazos espartanos, de estoicismo ejemplar, para rubricar su bravía labor con el estoconazo fulminante y tumbarle un par de orejas a bicho de Santo Domingo… Con el sexto y último, que además era el toro con el que se despedía de México, Paco Camino estuvo en gigante y en coloso. “Traguito” era un burel sin malas ideas y de buen estilo, pero se iba suelto de los muletazos, sin celo ni codicia alguna para el engaño. Pero el niño catedrático, que no pierde el tiempo en enseñar a torear a nuestros toreros, sí se mostró como un maestro para enseñar a embestir al toro. Y el berrendo que se iba suelto, empezó a seguir el círculo mágico que el niño sabio le mostraba en esos muletazos preparatorios. A los pocos instantes el milagro se había consumado y “Traguito” embestía dócil y amaestrado ante el imperio de la muleta poderosa. Vino entonces el faenón antológico, el poderío muleteril de quien dejó allí, como postrer recuerdo, una hazaña imperecedera, coronada soberbiamente con nuevo estoconazo. ¡Y la locura! Las dos orejas y el rabo, la salida a hombros, los paseos triunfales que acabó compartiendo con los ganaderos Labastida y la confirmación de que con Paco Camino no puede nadie… 
Mientras tanto, como intelectuales, celebramos el advenimiento del toreo franciscano, que es la forma de torear de Francisco Camino. Pues el franciscanismo es todo un estilo de pensamiento, de literatura y de arte, que lo mismo dio filósofos y teólogos de la talla de San Buenaventura o de Raimundo Lulio, que políticos como el cardenal Cisneros o pontífices como Sixto V. Faltaba un torero, y ya surgió… Solo me resta expresarle mis deseos de que usted pueda lanzar un libro gratuito para desasnar a nuestros toreros que, en vez de las orejas de los toros, sólo merecen las de burro con que se señala a los ignorantes. Y acepte un cordial saludo de Carlos León.
La segunda de las crónicas aparece firmada por Pepe Luis en el diario El Informador de Guadalajara y de allí destaco lo siguiente:

Paco Camino, español, se despidió esta tarde del público mexicano, logrando un triunfo de apoteosis. Brillantes verónicas dio al tercero. Aplausos. Gran faena. De mucho mérito. Muletazos suaves por bajo, enseñando a embestir al toro, que llegó tardo al último tercio. Insistiendo mucho logró varias tandas de naturales rematadas soberbiamente con el de pecho entre aclamaciones. Derechazos de larga dimensión, lasernistas y cambios de muleta por la espalda. Estocada buena… Los tendidos se cubrieron de blancos pañuelos y al grito de ¡torero, torero!, se le otorgaron las dos orejas y dio dos vueltas al ruedo y saludó desde los medios… Al son de "Las Golondrinas" veroniqueó estupendamente al sexto. Ovación y música. Faenón de antología, principiando por enseñar al toro a embestir con suaves muletazos por bajo. Fue intercalando series de derechazos y naturales templadísimos, algunos circulares, enmedio del delirio del público que no se cansaba de aclamarlo y de gritarle ¡torero, torero!, la destacada serie tuvo como remate el pase de pecho… Antes de que entrara a matar estaban los tendidos cubiertos de albos pañuelos. Estocada entrando a ley. Ovacionaza, orejas y rabo, vueltas interminables a pie y a hombros, el grito entusiasta del público de ¡torero, torero!, la despedida del diestro sevillano Paco Camino constituyó un grandioso triunfo para el torero y el empresario, siendo inolvidable para el público que no quería abandonar el coso.

El Toreo de Cuatro Caminos (1967)
Foto: Compañía Mexicana Aerofoto S.A.
Juan Silveti y José Ramón Tirado tuvieron una tarde que podríamos calificar de aciaga, pues al segundo toro del lote de cada uno de ellos – Andasolo (4º) y Marquesito (5º) – se les premió con el arrastre lento y ambos diestros resultaron abroncados tras de su lidia. Al sexto, Traguito, también se le premió con la vuelta al ruedo, pero entre las protestas de la concurrencia.

Paco Camino volvería a tierras mexicanas el mes de junio de 1963 a cumplir con tres compromisos en la frontera Norte – 2 en Tijuana y uno en Ciudad Juárez – y al año siguiente realizaría una campaña de veinticuatro festejos, para completar los cincuenta y uno – 23 de ellos en la Ciudad de México – que sumaría en esa primera etapa de su paso por nuestras plazas, dado que una vez completado ese ciclo del año 64, se alejaría de nosotros por circunstancias extrataurinas hasta el año de 1976, cuando reaparece en la plaza Santa María de Querétaro y que culminaría dos años después con su despedida de nuestros ruedos en la Plaza México, alternando con Manolo Martínez y Eloy Cavazos en la lidia de toros de Mimiahuápam, en una corrida que fue transmitida por televisión a España y a México y en la que no tuvo suerte.

En video

En la internet he podido encontrar la faena de Paco Camino a Traguito en esta ubicación emotivamente narrada por José Alameda y esta otra versión interesante, filmada por un aficionado en 8mm, en color y convertida a vídeo, aunque no refleja la faena completa al toro Gladiador, tercero de la tarde, que pueden ver aquí.

Disfrútenlos antes de que las buenas conciencias antitaurinas logren privarnos de ese placer.

domingo, 24 de marzo de 2013

Detrás de un cartel (VII)



Alfredo Leal fue llamado El Príncipe del Toreo. Creo que no es necesario aclarar que el sobrenombre le viene de la elegancia de su porte y de la que llevaba implícita en sus maneras al hacer el toreo. Aunque el 16 de septiembre de 1952 había recibido en la Plaza México una alternativa de manos de Carlos Arruza y fungiendo como testigo José María Martorell, renunció a esa dignidad en 1953 para ir a España a hacer campaña como novillero. Debutó en Madrid el jueves 26 de agosto de ese año alternando con Luis Francisco Peláez y Alfonso Gómez en la lidia de novillos de Juliana Calvo, Alicio Tabernero y Sánchez de Terrones, con una actuación que le vale la repetición el domingo siguiente, tarde en la que corta una oreja a un novillo de Alicio Tabernero

Su última comparecencia madrileña en el escalafón inferior en Las Ventas se produjo el 20 de septiembre de ese 1953 fecha del cartel que da pie a que yo meta hoy los míos, cuando para lidiar de nueva cuenta novillos de don Alicio Tabernero, de Villanueva de Cañedo, Salamanca, se le anunció junto con el murciano Ramón Barrera y el donostiarra José María Recondo. Al final solamente se lidiaron cuatro novillos de los anunciados, porque el tercero fue devuelto a los corrales por su invalidez ostensible – cojeaba visiblemente decía la crónica del ABC – y fue sustituido por uno de Ángel Rodríguez de Arce y el quinto, desde el reconocimiento fue sustituido por uno de José Tomás Frías. Así, Leal mató el de Rodríguez de Arce y solamente uno de los titulares.

La entrada fue un lleno, aunque hoy como ayer, la concurrencia fue variopinta, como lo refleja la relación del festejo que para el ABC madrileño escribió quien firmó como M.M.CH.:

Otra novillada sin pena ni gloria la del domingo en Madrid. La cátedra en pleno se congregó en torno al ruedo de las Ventas, atraída por la buena impresión que los tres espadas causaran en anteriores actuaciones. Tarde espléndida, y ni un solo claro en los tendidos. La profusión de cámaras fotográficas y folletos bilingües, en la zona de sombra, denunciaba la presencia de un elevado número de espectadores extranjeros. No hubo pena ni gloria para nadie; ni para los toreros, que si no lograron cosechar nuevos laureles, salvaron el escollo decorosamente y salieron indemnes en que se vieron metidos a lo largo de la lidia; ni para el público, que si no llegó a sestear presa del tedio, tampoco encontró motivo para entusiasmarse…

Más adelante veremos que el juicio inicial del cronista es demasiado duro conforme al resultado del festejo. Ramón Barrera y José María Recondo resultaron volteados sin consecuencias por sus novillos y aunque Leal no se escapó de recibir su dosis de leña, saldó su actuación con vuelta al ruedo y ovación – según el ABC – o con dos vueltas al ruedo – según la Hoja del Lunes – ya vemos también que entonces tampoco había acuerdo en eso. En lo que sí coinciden ambas crónicas, es en el buen hacer del Príncipe. El de Tanda, que escribió la crónica para la Hoja del Lunes, dijo lo siguiente:

Novillada a plaza llena en Las Ventas… Alfredo Leal apencó con el mulo jugado en tercer lugar, reservón y de sentido, y tanto se paró en los ayudados por alto y se recreó en los redondos, y obligó en los naturales, sin que su enemigo se prestara a entrar francamente a ninguno, que el público ovacionó al mejicano con calor en diversos momentos de la valerosa faena, así como le hizo dar la vuelta al ruedo al rematarla con un pinchazo, media estocada y un descabello al cuarto intento... Al sexto lo recogió sobre la derecha para ligarle algunos redondos y ayudados de buena ejecución, que se le aplaudieron, y también dio la vuelta al ruedo al poner fin a su meritoria labor con una estocada y un descabello al segundo golpe…

En tanto, la relación del ABC nos traslada la siguiente información:

El mejicano Alfredo Leal es, a nuestro juicio, el más "puesto" de la terna. A él le tocó cargar con el sustituto de Rodríguez de Arce, cuya muerte brindó a su compatriota Juan Silveti, que ocupaba una barrera. En primer lugar se hizo aplaudir en una serie de ayudados por alto muy ceñidos y muy quietos. El novillo embestía bien, cuando por fin se decidía después de dudar mucho, y Leal se hizo aplaudir nuevamente toreando al natural, después de porfiar mucho. En una ocasión llegó a dar dos vueltas en torno a la res en su intento de lograr la arrancada. Muy tranquilo, volvió a lucirse nuevamente con la muleta en la derecha. Después de un pinchazo logró, entrando muy bien, una estocada perpendicular y descabelló al cuarto golpe. El diestro dio la vuelta al ruedo y el toro fue pitado en el arrastre... En el sexto, muy abierto de cabeza, se hizo aplaudir al ahormar al bicho con pases de castigo por bajo. Al torear en redondo sufrió, sin descomponerse, una impresionante colada. Sigue toreando muy bien en redondo y se aplauden tres estatuarios muy ceñidos. Después de sufrir un achuchón se dispone a entrar a matar, pero se le pide más faena y accede. Toma la muleta con la izquierda y porfía de nuevo, pero el bicho se le cuela por debajo del engaño y el diestro sale nuevamente achuchado. Tras meter el estoque hasta el puño, descabella al segundo golpe y es despedido con aplausos...

Como vemos, hay disparidad en el resultado final de la actuación de Alfredo Leal de ese 20 de septiembre de hace 60 años, pero coincidencia en lo relativo a su tesón, a su valor y a sus buenas maneras.

Al inicio de la temporada siguiente, el 18 de abril de 1954, en Sevilla, Cayetano Ordóñez hijo, ante Manolo Carmona y con la actuación del rejoneador Ángel Peralta, le cedería la muerte de Dadivoso, negro, número 75 de don Tomás Prieto de la Cal, invistiéndolo como Matador de Toros nuevamente. Este doctorado lo confirmaría en Madrid una semana después, el día de San Marcos de 1954 nuevamente de manos del hijo mayor del Niño de la Palma y con el testimonio de Jerónimo Pimentel, con el toro Encendedor de María Matea Montalvo para continuar una carrera en los ruedos que culminaría bien entrados los años ochenta del pasado siglo.

Alfredo Leal falleció en la Ciudad de México el 2 de octubre de 2003

Retales de la prensa de la fecha

Los diarios de esas fechas consignaban que el mismo 20 de septiembre de 1953, Joselillo de Colombia recibió la alternativa de manos de Antonio Bienvenida en Lorca, en tanto que mi compatriota Luis Solano la recibió de manos de Cayetano Ordóñez hijo en Barcelona, llevando como testigo al también mexicano Anselmo Liceaga. También referían que Juan Posada cortaba 4 orejas en Logroño junto a Antonio Ordóñez y Pedrés. Por otra parte daban cuenta de que el novillero mexicano Rafael García – allá llamado García Olmos – toreó ese día en Córdoba. En otra noticia, se recuerda el 51º aniversario de la alternativa de Vicente Pastor.

Por otra parte, me llama la atención el hecho de que se anunciaba la Corrida del Montepío de Toreros para el jueves 24 de septiembre con el rejoneador Ángel Peralta, Julio Aparicio, Antonio Ordóñez y Jumillano, para lidiar todos toros de Manuel Sánchez Cobaleda. Ante tal anuncio, el Real Madrid, que tenía pactado en su Estadio de Chamartín un partido contra el F.C. Nancy de Francia, adelantó un día su juego para no perjudicar en la taquilla al Montepío de Toreros y además solicitó un palco e hizo un donativo de cinco mil pesetas para que los visitantes franceses asistan a la corrida. ¿Alguna diferencia con los tiempos que corren?

Así son las historias detrás de este cartel.

domingo, 17 de marzo de 2013

En el Centenario de José Alameda (y XII)


Alameda antes de Alameda (X)

José Alameda (Cª 1944)
Este domingo concluyo el camino iniciado hace algo más de un año y que con rigor cronológico debió terminar con el pasado año 2012, pero que razones personales que no viene al caso exponer aquí, me hicieron interrumpir en su momento, posponiendo la continuidad de la serie de participaciones con esta temática.

El texto del joven Alameda – firmado con el nombre de Carlos Fernández Valdemoro – que he seleccionado en esta ocasión apareció publicado en el número 101 del semanario La Lidia, mismo que salió a la venta el 10 de noviembre de 1944 y más que por su riqueza literaria y de conceptos, decidí presentárselos porque contiene el resumen general de la temporada de novilladas a la que se refirieron las crónicas transcritas en las referencias anteriores a este tema.

En la revisión que Alameda hace del ciclo, veremos una serie de nombres que hicieron historia en la Fiesta como matadores de toros, como banderilleros e incluso como ganaderos, así como alguno que se convirtió en sinónimo de tragedia. El artículo en cuestión es el siguiente:

Resumen de la temporada que se fue 
Comenzó el 11 de junio, con Julián Pastor, Nacho Pérez y Arturo Fregoso, que lidiaron novillos de La Laguna. Terminó el 5 de noviembre con la corrida de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, en la que tomaron parte Jesús González “El Indio”, Jesús Guerra “Guerrita”, Rafael Osorno, Tacho Campos, Anselmo Liceaga, Eduardo Liceaga y Raúl Iglesias con novillos de Santín. 
Se celebraron en total veintitrés novilladas en las que actuaron veintinueve espadas: Julián Pastor, Jesús Quintero, Eduardo Navarrete, Mario Sevilla, Nacho Pérez, Joel Rodríguez, Rutilo Morales, Rafael Osorno, Pepe Luis Vázquez, Darío Ramírez, Paco Rodríguez, Gabriel Soto, Arturo Fregoso, Tacho Campos, Gonzalo Campos “Soldado II”, Leopoldo Gamboa, Ezequiel Fuentes, Ricardo Balderas, Valdemaro Ávila, Ángel Isunza, Eduardo Liceaga, Emiliano Vega, Félix Briones, Raúl Iglesias, José Antonio Mora “Chato Mora”, Antonio Toscano, Jesús Guerra “Guerrita”, Jesús González “El Indio” y Anselmo Liceaga. 
Mataron “séptimos toros” Roberto Gómez el 9 de julio, cortando oreja y saliendo en hombros; Joaquín Peláez, que actuó el 17 de julio, dejándose ir al corral a su adversario; el doctor Roberto Urbiola, que toreó el 30 de julio y José Ortega, que lo hizo el 6 de agosto. 
Cortaron orejas los siguientes novilleros: Eduardo Liceaga, siete orejas, un rabo y ganó la “Oreja de Plata” en la última corrida; Tacho Campos y Pepe Luis Vázquez, dos orejas; Ricardo Balderas, “Guerrita” y “Chato” Mora, una oreja. 
Dieron vueltas al ruedo: Eduardo Liceaga, nueve; Tacho Campos, Pepe Luis Vázquez y Ricardo Balderas, cuatro; “Chato” Mora, Darío Ramírez, “Guerrita”, Rafael Osorno y Raúl Iglesias, dos vueltas al ruedo cada uno y Julián Pastor, Nacho Pérez, Gonzalo Castro, Rutilo Morales, Leopoldo Gamboa, Ezequiel Fuentes, Valdemaro Ávila y Eduardo Navarrete, una cada uno. 
Toros notables: “Pacholero” de la ganadería de Piedras Negras, lidiado en cuarto lugar el día 30 de julio, que correspondió a Ángel Isunza, torero que desaprovechó lamentablemente a este bravo ejemplar, al que se le dio la vuelta al ruedo. “Oaxaqueño”, de la ganadería de San Diego de los Padres, lidiado el 12 de octubre, en la corrida de “La Prensa de Plata” y que correspondió a Pepe Luis Vázquez, quien no supo aprovechar al bravísimo sandieguino, habiendo estado el toro muy por encima del torero, dando la vuelta al ruedo el ganadero. 
Toros al corral: El 11 de junio, uno a Arturo Fregoso, otro a Joel Rodríguez el 3 de septiembre y el séptimo toro del 16 de julio a Joaquín Peláez. 
De las novilladas celebradas merecen mencionarse la del 8 de octubre con entrada gratis, que la ofreció el general Maximino Ávila Camacho a la afición capitalina, en cuya novillada hizo salir al tercio al ex – matador de toros Lorenzo Garza, que fue fuertemente ovacionado; la del 13 de octubre, que se celebró en jueves con motivo del “Día de la Raza”, y que fue la novillada de “La Prensa de Plata”, en la que vimos corren un estupendo encierro de San Diego de los Padres y la del 8 de octubre por ser la de la Unión de Matadores y concursar los espadas por la “Oreja de Plata”. 
Percances: El 25 de junio un toro de Santo Domingo, a Paco Rodríguez, le infirió una cornada en el triángulo de Scarpa izquierdo, en su borde inferior. Paco Herros, el jueves 27, cornada en el muslo derecho. El domingo 6 de agosto, un toro de Rancho Seco infirió una cornada con dos trayectorias en el muslo izquierdo a Nacho Pérez y el 22 de octubre a Mauro Liceaga en el brazo izquierdo. 
Se lidiaron novillos de las siguientes ganaderías: La Laguna, Torreón de Cañas, Santo Domingo, Zotoluca, Santín, Atlanga, Matancillas, Piedras Negras, Rancho Seco, Ajuluapan, Heriberto Rodríguez, Coaxamalucan, San Diego de los Padres, Peñuelas, Pastejé y Atenco. 
Los “Jueves Taurinos” fueron pocos por falta de ganado y actuaron en ellos Paco Herros, Alfonso Covarrubias, Santiago Vega, Arnulfo Balderas, Julio Alarcón, Alberto Montaño, Jorge Ortiz, Anselmo Liceaga, al que se le fue un toro vivo, Francisco Casado, Mario Yáñez, Arcadio Ramírez, Benjamín López Esqueda y Salvador Moreno, que fue el triunfador indiscutible, siendo una lástima que haya entrado en el último jueves. 
También actuó, en dos ocasiones, la “Cuadrilla de Señoritas Toreras”. Se celebraron dos festivales, uno a beneficio de los damnificados de Parral, Chihuahua, en el que actuaron Rafael Solana Jr., “Paco Malgesto”, Chucho Cabrera, Heriberto Rodríguez Jr., Juan Silveti Jr., y el cómico “Cantinflas”, habiendo alternado en quites el doctor Joel Marín, que cedió la “Orejita de Oro”, que el jurado otorgó a “Paco Malgesto”. 
Coincidiendo con el centenario de nuestra revista LA LIDIA, se celebró un segundo festival, en privado, en el que actuaron como matadores, nuestro Director, don Pablo B. Ochoa, quien dio la alternativa a sus colaboradores Carlos Fernández Valdemoro y Ernesto Benítez, dos artistas de distinta escuela, que en unión del veterano espada, hicieron las delicias del medio centenar de amigos invitados. 
A nuestro Director le fueron otorgadas las dos orejas y el rabo de su enemigo, habiendo tenido que matar, además, los becerros correspondientes a sus alternantes.

Esta fue la apreciación que el joven Alameda – tuvo acerca de los sucesos de la temporada novilleril 1944 – la única que cubrió para ese semanario y con esa firma –, misma que fue el preámbulo de la temporada grande que representó la reanudación de relaciones taurinas entre España y México, rotas desde 1936 y con ella concluyo este ciclo de presentaciones dedicadas a conmemorar el centésimo aniversario del natalicio de uno de los más grandes escritores de temas de la Fiesta, Luis Carlos José Felipe Juan de la Cruz Fernández y López – Valdemoro, quien universalmente sería conocido como José Alameda y será quien revolucione, en los años por venir, la manera de comprender y estudiar el origen de la Fiesta de los Toros.

domingo, 10 de marzo de 2013

8 de marzo de 1953: Antoñete recibe la alternativa en Castellón

Antoñete en Caracas, con un toro mexicano de
don Manuel de Haro (Cª 1977)
El pasado viernes se cumplieron 60 años de que Antonio Chenel Antoñete fuera investido como matador de toros por Julio Aparicio en la Feria de la Magdalena de Castellón de la Plana, otorgándole una dignidad que llevó por los ruedos del mundo durante casi medio siglo, proclamando siempre una tauromaquia pura, ejemplar y modélica que a despecho del así llamado cambio de los tiempos, nunca perdió su solidez y su aroma.

La de 1953 fue una temporada que inició temprano en el calendario. Ese domingo 8 de marzo aparte de la corrida de Castellón, se dieron dos festejos en Madrid – uno en Las Ventas y otro en La Chata de Carabanchel – y también en Barcelona y Calatayud se celebraron novilladas y la prensa de la época relata el verificativo de una corrida en Casablanca en la que actuó mi compatriota Jesús Córdoba.

Otro aspecto de interés que rodeaba la alternativa de Antoñete es que durante el año de 1952, Antonio Bienvenida había lanzado su campaña contra la manipulación de las astas de los toros – afeitado – y algunos medios de comunicación se habían hecho eco de ella. En el ambiente de esa justa reivindicación, muchas figuras se negaron a alternar con el hijo del Papa Negro, pero al tiempo, al menos en las plazas de más predicamento se comenzaban a ver corridas de mayor arboladura y en apariencia, intactas.

Antoñete contó a Manuel F. Molés lo siguiente:

La gente – rememora Antonio – como si fueran a ver toros contra leones. La campaña contra el afeitado fue de un eco enorme. La verdad es que se afeitaba tanto como se afeita ahora, para las figuras y en las plazas que podían. En las plazas grandes, y sobre todo en las corridas de toreros modestos, el toro salía sin tocar. Pero se formó la mundial y a la postre salió una corrida de Curro Chica, astifina, esaboría, sin clase y con sólo un toro medio bueno al que Aparicio le cortó una oreja. (Antoñete. El Maestro. Pág. 57)

El cartel del 8 de marzo de 1953 en Castellón lo formaron Julio Aparicio, Pedro Martínez Pedrés y Antoñete, que recibiría la alternativa. Los toros serían de los que llevaban en el anca la corona de Braganza, es decir de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. El toro de la cesión se llamó Carvajal, número 54, de pelo negro.

Las crónicas del festejo son casi partes informativos de la misma. Tanto la Hoja del Lunes de Madrid del día siguiente de la corrida, como el ABC del 10 de marzo, reproducen la siguiente información generada por la agencia CIFRA:

Castellón de la Plana, 8. – Lleno completo. Toros de Francisco Chica. – Antoñete, que tomaba la alternativa, toreó bien de capa al primero y lo muleteó aceptablemente para una estocada. Se le ovacionó. En el sexto hizo una buena faena, lo despachó de una estocada, un pinchazo y un descabello y fue ovacionado. – Aparicio veroniqueó superiormente al segundo, le hizo una gran faena y lo mató de una estocada. Cortó una oreja. En el otro cumplió con la muleta y acabó con una estocada. – Pedrés muleteó aceptablemente a su primero y lo mató de tres pinchazos y un descabello. En el otro, por el estilo con la muleta, para acabar con media estocada y un descabello. – Pesos: 278, 268, 287, 309, 303 y 286.

Una crónica algo más prolija aparece en el diario que en la fecha se nombraba Nueva España. Diario de Falange Española, Tradicionalista y de las J.O.N.S y que hoy es el Diario del Altoaragón, de Huesca, aparecida al día siguiente de la corrida y que es del tenor siguiente:

Antoñete obtuvo un éxito en Castellón el día de su alternativa. – Castellón de la Plana. Corrida de la Magdalena. Toros de Curro Chica, de Jerez de la Frontera. Alternativa de Antoñete. – Antoñete, en su primero, estuvo valiente y fue ovacionado. A su segundo le hizo una buena faena, acabando de una estocada, pinchazo y descabello. El diestro es despedido con una gran ovación. Aparicio hizo entrega en el primero a Antoñete de los trastos de matar. – Aparicio, en su primero, oyó música en la lidia y se adornó en varios pases de rodillas. Mató de una estocada casi entera y cortó una oreja, aunque el público pedía las dos. Ovación. – A su segundo, Aparicio le hizo una buena faena y lo mató de una casi entera, con derrame. Se lanzó un “capitalista” que fue cogido y recibió una cornada que le produjo destrozos en las partes blandas de la pierna derecha. – Pedrés, en su primero, tiene que salir al quite del “capitalista” que se lanza al ruedo y que después de que se dan dos pases es retirado del ruedo por los peones. El diestro acabó con el toro, después de una faena lucida, de tres pinchazos y descabello; a su segundo enemigo, Pedrés lo toreó por bajo y lo mató de media y descabello.

De la relación que hace J. Lloret, corresponsal del semanario El Ruedo, extraigo lo siguiente:

Dos factores principales contribuyeron al brillante resultado económico de la corrida: el día primaveral que hizo y la propaganda que durante todo el invierno se ha venido haciendo en torno al toro de lidia... En cuanto a peso y edad, vino a Castellón una corrida seria. Pertenecían los toros a la ganadería andaluza de don Francisco de la Chica, y como decimos estuvieron muy bien presentados, ya que dieron un peso en bruto de 501, 516, 530, 557, 549 y 535 kilos, respectivamente, por orden de salida. La corrida no ofreció dificultades para los lidiadores, ya que ninguno de los seis bichos acusó peligro. Cierto que casi todos ellos llegaron muy aplomados al último tercio, pero cúlpese de ello a la poca fuerza que sacaron. Los menos apropiados para el lucimiento fueron los corridos en primero y cuarto lugar, es decir, el toro de la alternativa de Antoñete y el segundo de Julio Aparicio, diestro este último que cortó la única oreja del festejo... Creemos que con Antoñete estamos en presencia de un torero de extraordinarias proporciones, a pesar de que su primera actuación como matador de toros no ha sido muy afortunada. Antoñete es un torero de clase y además lidiador, condición ésta muy interesante si hay que enfrentarse con corridas cuajadas. En su primero se lució en unos lances muy buenos; pero luego los picadores se ensañaron con el bicho y ante la bronca del público el novel matador de toros se desconcertó. En su segundo creímos que iba a llegar la faena grande; pero el toro se vino abajo y el madrileño sólo pudo conseguir unos pases muy buenos con la derecha y dos series de naturales soberbios que ligó con el pase de pecho. Lo que hizo fue de tal calidad que pudo haber cortado la oreja si la estocada no hubiese resultado atravesada...

Entrada a la corrida de la
alternativa de Antoñete
Como podemos ver, el recuento que hace Antoñete en 1996 del resultado de la tarde de su alternativa a través del juego de los toros, no difiere en mucho con lo que las crónicas periodísticas dijeron en su día. Los toros no se prestaron a florituras y los toreros les dieron la lidia que éstos pidieron, siendo reconocidos por ella, pero sin aires de apoteosis. Eran otros tiempos.

Fueron compañeros suyos de quinta entre otros Dámaso Gómez y Manuel Jiménez Chicuelo II y entre los que son o se arraigaron de este lado del mar, Luis Solano, Miguel Ortas y José Zúñiga Joselillo de Colombia y en cuanto a sus actuaciones, siguió a Pedrés que sumó 48; Antonio Ordóñez con 47; César Girón, 41; Jorge Ranchero Aguilar, 39 y Antoñete con 36 al igual que Jumillano, para ser el quinto lugar de su escalafón.

Decía al inicio que Antoñete ejerció su ministerio de matador de toros durante casi medio siglo. Medio siglo en el que vivió con intensidad muchas luces y sombras para escribir una historia con la que, quizás, sin proponérselo, se convirtió en referente de varias generaciones de aficionados y de toreros y con un mérito agregado, atrajo al mundo de la fiesta a personas a las que sin su manera de ser y de ver la vida, quizás no las hubiera interesado en él.

Concluyo esta remembranza con una reflexión de José Carlos Arévalo a propósito de la faena de Antoñete a Atrevido de Osborne en 1966 y que creo que presenta con claridad la manera en la que El Maestro entendía el toreo:

La lidia es un arte de preguntas y respuestas que se hacen mutuamente el torero y el toro. Según este pensamiento, a la par esencial y estratégico, basta para garantizar nuestra atención a la lidia. Toro y torero se niegan en cada embestida y la afirmación de uno supone el fracaso del otro. Solo cuando la conjunción de ambos disuelve (¿o agudiza?) la pugna, el misterio del toro ha sido descubierto y el toreo resplandece. Es mentira, es una superficial tentación platónica creer que la faena ideal cae del cielo, que la regala el toro, que se la regala y nos la regala el torero. Sí así fuera, la lidia carecería de sentido y el arte de torear no justificaría tan paciente espera...
Un interesante documento visual se encuentra en los primeros tres minutos del No – Do del 29 de junio de 1953 (mismo que pueden ver en esta ubicación). No lleva imágenes de la corrida de la alternativa de Antoñete, aunque el cartel de toreros sea el mismo – Aparicio, Pedrés, Antoñete – porque estas corresponden a la Corrida de Beneficencia de ese año. No obstante, nos deja ver lo que sería la primera edad del Torero de Madrid por antonomasia y tener una aproximación a lo que fue la tarde de su alternativa. Los toros fueron de Sánchez Cobaleda.

domingo, 3 de marzo de 2013

Pablo Lozano en Aguascalientes


Castilla en San Marcos

Pablo Lozano
Castilla es una región histórica de España, que desde el siglo VIII es conocida como tal, pues existen documentos árabes del año 759 que lo confirman y señalan que las tierras castellanas abarcaban la superficie comprendida entre el río Duero y la cordillera cantábrica. Tradicionalmente el territorio considerado castellano, al margen de las divisiones que de carácter político se han hecho de la península ibérica, es el que comprende las provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo.

El paisaje castellano es singular y en mucho marca la manera de ser de los hijos de esa tierra, que proverbialmente son austeros y reservados. La austeridad de esos lugares es indudablemente de gran belleza, misma que Pedro Laín Entralgo define de la siguiente manera: 

Entre la franja humana de Fuencarral y la franja geológica de allende, el Jarama tiéndese entre dos sábanas desiguales que nos dan soporte y cobijo. Por arriba, la del cielo: Azul puro y sencillo sobre la línea de los montes, azul rosado o ígneo sobre la del poblado… La sábana del suelo es ocre, gualda, gris. Trigales humildes ponen sobre ella la parva y dispersa alegría de su color verde, ya amarillecido e trechos. A lo lejos, encinas esparcidas salpican de oscura gravedad el fuego contenido de la tierra… Junto al río, algún sotillo de reposados olmos y una hilera de finos chopos, sonoros cuando los conmueve el viento, conceden cierta tregua de ternura vegetal a la dureza dramática, encendida de la tierra en turno. El rumor de las hojas, el grito de los pájaros y alguna voz humana aislada, extraña, casi misteriosa, dan sonido a la inmensa quietud del paisaje… (La Generación del Noventa y Ocho. – Espasa Calpe, Colección Austral, volumen 784, página 17.)

Así es Castilla, una tierra de recio paisaje, que como decíamos, forja una especial personalidad a los hombres que son hijos de ella. Es una tierra de hombres taciturnos, mesurados, sobrios, que tienen mucho de fondo aunque las formas sean austeras, una tierra en la que dice Corrochano, refleja serenidad con sus llanuras sin fin y sus caminos sin curvas. Una tierra majestuosa y evocadora donde la gente se acuesta temprano.

Como toda la piel de toro, Castilla ha dado a la historia del toreo, nombres y hombres que han honrado en los ruedos la manera de ser y el entorno castellano. Aguascalientes ha sido testigo de esa peculiar manera de ser de los  toreros castellanos, albergando en su plaza de toros San Marcos de notorios aires andaluces, a varios toreros de esas tierras que en su día, cautivaron con su castellanía a los repletos tendidos del coso de la calle de la Democracia.

En esta oportunidad quiero referirme a Pablo Lozano, un torero que en un tiempo de la historia de nuestra muy taurina ciudad, trajo los aires de su Castilla natal al más que centenario redondel sanmarqueño.

Pablo Lozano

Nace en Alameda de la Sagra, provincia de Toledo el 29 de agosto de 1932 en el seno de una familia acomodada, en la que el padre era veterinario. Abandona los estudios de bachillerato y el 26 de agosto de 1949, viste en Orgaz su primer terno de luces. Su presentación en una plaza de primera categoría tiene lugar en Barcelona, el 26 de marzo de 1950. El 21 de abril de ese año, alternando con Calerito y Alfredo Jiménez, corta tres orejas en la plaza de Sevilla, lo que le lleva a presentarse en Madrid el 1º de junio siguiente, llevando como compañeros de cartel a Pablo Lalanda y a Jaime Malaver, en la lidia de novillos de María Matea Montalvo. En ese calendario suma treinta y siete novilladas. Al calendario siguiente, actuará en una veintena de festejos, antes de tomar la alternativa el 25 de septiembre de 1951. 

El cartel de su doctorado lo formaron Luis Miguel Dominguín como padrino y Manolo González y José María Martorell como testigos, lidiándose en la señalada fecha seis toros de Samuel Flores y dos de Atanasio Fernández. En primer lugar Dominguín le cedió los trastos para lidiar a muerte al toro Tirano, número 137, marcado con el hierro de Samuel Flores.

Tras sumar tres festejos el año de su alternativa, Pablo Lozano confirma su alternativa en Las Ventas el 18 de mayo de 1952, cuando Antonio Bienvenida en presencia de Paquito Muñoz le cede al primero de los toros de Ignacio Vázquez de Pablo corridos en ese festejo, en el que actuó con un toro de su ganadería, el rejoneador Duque de Pinohermoso.

Sumará veintidós actuaciones ese año de su confirmación, disminuirá en 1953 apenas a seis y en 1954 se vestirá de torero trece ocasiones. El 17 de abril de 1955 sufre una cornada grave en Madrid, cuando lidiando toros de Molero Hermanos, alternaba con Rayito y Jerónimo Pimentel, hecho que limita su temporada a una docena de contratos. No torea en 1956 y regresa al año siguiente para actuar en veinte ocasiones, teniendo el 14 de julio de ese 1957 lo que podría considerarse como la hora dorada de su carrera en los ruedos, al matar en solitario en Las Ventas, a beneficio del Montepío de Toreros, seis toros salmantinos de Barcial, a los que corta cuatro orejas, saliendo en hombros por la puerta grande.

En 1958 actúa en diecinueve festejos y dejará de torear en 1959 y 1960. En 1961 viene a México y actúa en una tarde el 31 de diciembre en Saltillo. Para el año de 1962 se contrata en dieciocho oportunidades y en 1963 lo hará en cuatro ocasiones en nuestro país y por doce en España, vistiéndose de luces por última vez en Mora de Toledo el 18 de septiembre para en presencia de Efraín Girón, dar la alternativa a José Carbonell.

Nunca confirmó su alternativa en la Plaza México, aunque actuó en El Toreo de Cuatro Caminos el 16 de septiembre de 1962, acartelado con Ricardo Balderas y Raúl Acha Rovira, para despachar un encierro de Peñuelas. En Aguascalientes se presentó en dos ocasiones, el 1º de enero y el 24 de abril de 1963, sobresaliendo su actuación en la primera de las corridas mencionadas.

En Aguascalientes

Decía antes que actuó en el coso sanmarqueño dos ocasiones, siendo más sonada la de su presentación, el primero de enero de 1963. En esa fecha se enfrentaron a seis toros de Peñuelas, Luis Procuna, Jesús Delgadillo El Estudiante y el diestro toledano. La corrida fue exitosa, pues El Berrendito cortó dos orejas, Jesús las dos y el rabo del sexto y Pablo Lozano fue juzgado así por don Jesús Gómez Medina:

EL TORERISMO DE PABLO LOZANO. – El contraste con otros toreros, poseedores de un arte espectacular, fosforescente, que por lo mismo subyuga y ofusca de primera intención a los espectadores, pero cuya superficialidad lo convierte en intrascendente, Pablo Lozano, frío de corte y actitudes, pero dueño de un torerismo integral, acaba convenciendo al aficionado, que le rinde su admiración y su aplauso… Diríase que en su persona y en su arte se reflejan las características de la tierra castellana, de donde es oriundo este diestro. Más fondo que forma. Sobriedad, sí, pero plena de sustancia toreril… Con su primero, al que lanceó con procedimientos muy canónicos, Lozano bregó también en muy buena forma para llevarlo al caballo. Pero con la sarga la escena fue a menos, soso el torillo y su matador no muy sobrado de alegría. Y como tras de pinchar dos veces, falló otras muchas con el estoque de descabellar, sonaron las protestas. Pero con el quinto… Se llamó Flamenco y llevó el número 17. Nada de relieve en el primer tercio. Lozano se concretó a cuidar su lidia, reservándose para el trance final… Brindó al pópulo y, previos tres pases por alto, quietos, mandones, se llevó a Flamenco a los medios donde, con una y otra mano, el de Toledo forjó los muletazos de mayor longitud y limpieza que registra la jornada. Los de mayor ritmo, los de mejor cadencia. Y el público, que se había mostrado hosco durante la faena del segundo, convencido, entusiasmado, acabó por entregársele. ¡Esta conquista fue el mayor mérito del de Toledo!... Un pinchazo en lo duro y luego el espadazo final. Gran ovación y dos vueltas al ruedo, la segunda en compañía de sus alternantes, todo en un clima de desbordada euforia colectiva. ¡Fue éste, repetimos, uno de los pasajes más brillantes de la corrida!”(El Sol del Centro, 2 de enero de 1963)

El 21 de abril de ese mismo año reaparecería el diestro castellano en la plaza de San Marcos, alternando en esa tarde de nuevo con Luis Procuna y con Rafael Rodríguez, que a la postre fue el triunfador, lidiándose toros de Ramiro González. De esta actuación, las crónicas únicamente recuerdan su gran estocada al sexto de la tarde.

Pablo Lozano fue conocido en su tiempo como La Muleta de Castilla y Carlos Abella lo califica como el primero de una serie de toreros toledanos surgidos al influjo de Domingo Ortega. Toreó pocas corridas, pero en plazas de gran fuste y destacó siempre por la sobriedad de su trazo, consonante con su lugar de origen. Un torero con sello, sin duda.

Hoy en día es ganadero de los hierros de Alcurrucén, El Cortijillo y Lozano Hermanos y fue directivo de la empresa que en un tiempo regentó los destinos de la Plaza de Las Ventas de Madrid. Uno de sus hijos, Fernando, nacido en México, llegó a ser matador de toros, aunque su paso por los ruedos fue breve y actualmente se dedica a la formación y apoderamiento de toreros y se mantiene cercano a México atendiendo una escuela taurina aquí en Aguascalientes.

Así ha sido la parte de la historia que este torero castellano ha escrito en Aguascalientes, una historia que creo que vale la pena recordar.

domingo, 24 de febrero de 2013

Relecturas de invierno (VI)


Joselito. El Verdadero

La Historia del Toreo refleja pocas oportunidades en las cuales un torero deja en letra impresa, expresado en primera persona su transcurso por la vida sin referirse en exclusiva a su paso por los ruedos. Y es que cuesta a los hombres que se visten de luces el hacer público ese espacio de su existencia que se produce en el claroscuro que se genera en el tramo que media entre su vida doméstica y su hacer en las plazas de toros.

Es por eso que cuando un torero toma la pluma y pone sobre el papel sus impresiones sobre esa zona de su existencia o cuando el torero se sienta con quien tiene la habilidad de transcribir las palabras y los sentimientos del diestro para dejarlos en blanco y negro, la obra resultante adquiere singular valor, porque nos presenta el retrato del torero y del hombre que lo encarna, cosa que a veces el fulgor del oro del vestido de torear, la aureola del triunfo o el estruendo del fracaso nos llevan a olvidar.

El torero comenzará por explicar el por qué del nombre artístico que eligió, considerado sacrílego por muchos, pero con razón de ser, según se lee:

En la escuela era Joselito para acá y Joselito para allá, así que cuando iba a torear en público, ya tenía claro como me iba a anunciar… yo nunca quise ofender ni usurpar el apodo de nadie. Ha habido otros Joselito en la historia del toreo, aunque pocos han llegado tan arriba. Y lo que nadie quiso reconocer entonces que fue Joselito el Gallo nunca apareció en los carteles así, sino como Gallito o Gallito Chico. Lo de Joselito fue un apelativo cariñoso de su familia y de los aficionados desde que aquél fenómeno empezó tan joven a torear. Así que, señores, a ver si se enteran de una puta vez: ¡Joselito soy yo! El verdadero... (Pág. 105)

Y creo que lleva razón, tanta, que cuando se presentó en la Ciudad de México, al comentarse el hecho en el noticiero televisivo que conducía por esas fechas el histórico Jacobo Zabludovsky, con sorna preguntó: ¿Joselito?, ¿entonces, cualquier mariachi puede llamarse ya Beethoven?, a ese grado llegó la incomodidad que produjo la elección de su nombre artístico.


Así es como José Miguel Arroyo Joselito, en unión de Paco Aguado nos presentan la vida del primero desde sus primeros pasos por la vida, en una concepción que desde mi punto de vista, da la impresión, según las expresiones del torero, impregnado de ideas de José Ortega y Gasset, pues aunque ni Joselito, ni Paco Aguado hubieran expresamente recorrido al Filósofo para estructurar la obra, el sentido de muchas ideas expresadas en la obra nos llevan en ese sentido.

Un recuento con marcado sabor orteguiano

Dice Ortega citando al pedagogo italiano Enrico Pestalozzi:

La escuela es un solo momento de la educación. La casa y la plaza pública son los verdaderos establecimientos pedagógicos…

En el repaso que Joselito hace de su infancia y adolescencia, refleja claramente esa noción de que una educación profunda se obtiene en la casa y en la calle. Así, relatará su relación ambivalente con su padre biológico Bienvenido Arroyo a quien llama El Bienve y sus correrías por La Guindalera, donde aprendió a sobrevivir y a conducirse en un mundo en el que sin el complemento de la formación escolar, su fin no hubiera sido el de ser una de las más destacadas figuras del toreo del entresiglos del XX y el XXI, sino quizás el terminar en una prisión por haber figurado en el dominio de actividades como el trasiego y tráfico de drogas o el robo de autopartes, en lo que también tuvo posibilidad de instruirse.

Ese temor le siguió durante toda la vida de El Bienve. Hay un pasaje en el libro, cuando relata sus primeras campañas en América, donde dice que hay muchos días entre corrida y corrida y afirma que no quisiera imaginar qué es lo que hubiera pasado con El Bienve por estos pagos, bien avituallado y con tiempo de sobra para la diversión.

Narra su paso por lo que entonces era la incipiente y entonces Escuela Nacional de Tauromaquia – a la que fue llevado por El Bienve –, cuando Enrique Martín Arranz, Manuel Martínez Molinero, Joselito de la Cal, Macareno o Félix Saugar Pirri, llevaban adelante con más corazón que recursos el centro que ya funcionaba en la Casa de Campo. Habla de la admiración que sentía por José Cubero Yiyo y de la manera en la que con dureza, pero con justicia, Martín Arranz les hacía prepararse física, mental y humanamente para enfrentar una vida en la que el camino no sería mullido.

Joselito se distinguió desde el inicio de su paso por la Escuela, por su inteligencia y por la claridad de sus maneras al interpretar el toreo. Sobre la inteligencia y la elegancia, dice Ortega y Gasset lo siguiente:

Los latinos llamaban al hecho de elegir, escoger, seleccionar, “eligere” y al que así lo hacía, “eligens” o “elegans”. El “elegans” o elegante no es más que el que elige y elige bien. Así pues, el hombre tiene de antemano una determinación elegante, tiene que ser elegante… El latino advirtió… que después de un cierto tiempo la palabra “elegans” y el hecho del “elegante” – la “elegantia” – se habían desvaído algo, por ello era necesario agudizar la cuestión y se empezó a decir “intellegans”, “intellegantia”, inteligente… Así pues, el hombre es inteligente, en las cosas que lo es, porque necesita elegir…

En suma, la elegancia es atributo de la persona inteligente y en el caso de Joselito, evidente es que esa claridad de maneras que le distinguió al interpretar el toreo, era fundada en la elegancia.

Pero independientemente de esa actividad relacionada con su formación y paso por los ruedos, José Miguel Arroyo procura mantener el énfasis en el lado humano de toda la cuestión, de señalar en algunos casos lo que él considera el por qué de algunas decisiones que en su día se consideraron polémicas, siempre partiendo de la idea de que se trató siempre de un ejercicio de su libertad, independientemente de que al ser él una figura pública, el ejercicio de ella pudiera considerarse limitado o influenciado por el ambiente que lo rodeaba.

Dice Ortega:

Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión… Es, pues, falso decir que en la vida “deciden las circunstancias”. Al contrario, las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.

Y el carácter de los hombres se forja en el diario vivir y al confrontar la adversidad.

Una lectura que considero obligada

Creo que la obra es una de las que son, en estos tiempos que corren, de las que no se pueden dejar de leer para entender en una importante medida el estado actual de las cosas de la Fiesta en estos días. Además, nos expresa de una manera fresca y de primera mano, el camino que sigue un torero en estos tiempos en su formación desde el inicio y hasta llegar a ser una figura del toreo. Un buen corolario se puede deducir de este pasaje:

Aunque los medios quieren hacernos pasar como unos personajes libertinos, catetos, machistas, sangrientos y violentos, los toreros somos gentes normal en la calle y ejemplar cuando ejercemos nuestro oficios. Yo no me he peleado en la vida y odio la violencia, esa que no existe ni en el ruedo ni en los tendidos de una plaza de toros durante de la celebración de un espectáculo cruento pero no cruel… En todas las que he pisado, que han sido cientos, nunca he presenciado las barbaridades que de tarde en tarde se dan en los campos de fútbol. Lo que un niño puede ver y escuchar durante un partido llega a niveles demenciales. Pero lo peor del caso es que es el propio padre quien le incita a imitarle, ayudando a formar a otro salvaje que descargue sus frustraciones en los demás… Estoy convencido de que el toreo, en cambio, es una escuela perfecta. Porque el ruedo puede ser para un niño un reflejo de la propia vida, la pizarra de donde sacar conclusiones para aplicarlas al día a día. Y mi caso es un buen ejemplo…(Pags. 299 - 300)

Es por eso que considero que Joselito El Verdadero al paso de los años, será considerado un clásico, a la altura del Belmonte de Chaves Nogales, por la extensión y la claridad con la que narra el paso por la vida y por los ruedos de su protagonista.

Aún así, de la manera en la que Joselito plantea sus ideas, me queda una duda, ¿habrá leído a Ortega y Gasset?

Referencia Bibliográfica: Joselito. El Verdadero. – José Miguel Arroyo Delgado con Francisco Aguado Montero. – Espasa Libros, S.L.U. – 5ª edición, Madrid, 2012, 303 páginas, con ilustraciones en blanco y negro. – ISBN 978 – 84 – 670 – 0284 – 3.

domingo, 17 de febrero de 2013

Y mañana, ¿qué?

Apuntes de una jornada legislativa

Visitantes distinguidos en el palco de invitados del
Congreso de los Diputados 12/02/2013 (Foto: La Razón)
Haciéndose esa pregunta Luis Procuna termina la película ¡Torero!, dirigida por Carlos Velo. Una vez que el diestro había vencido a sus demonios interiores y conseguido el triunfo, se preguntaba qué era lo que venía después. Ahora yo, como creo que lo hace mucha de la afición, me pregunto lo mismo después de que el Congreso de los Diputados en Madrid, aprobó principalmente con el voto de la fracción parlamentaria del Partido Popular – y a pesar de la hipócrita abstención de los del Partido Socialista Obrero Español – la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que proponía que se declarara la Fiesta de los Toros como Bien de Interés Cultural del pueblo de España.

No voy a comentar en esta oportunidad la pobreza del debate, ni entre los que decían defender a la Fiesta, ni entre los que se posicionaron en contra de ella – Gustave Flaubert hubiera tenido abundante material para una reedición de su Diccionario de Lugares Comunes –. Si quieren conocer una buena opinión acerca del valor de esos debates, les invito a leer el blog de Juan Manuel Pérez Alarcón, Y digo yo…  en el que pone las cosas en su sitio. O si desean conocer en su integridad el debate, pueden pasar al Diario de Sesiones del Congreso y a partir de la página 4 y hasta la 18, leer la transcripción de lo allí expresado.

La única intervención que me pareció sensata y fundada, fue la del diputado del partido Unión Progreso y Democracia, Toni Cantó, que al establecer como esencia de su intervención la negativa a que la Fiesta sea prohibida o subvencionada, manifestó entre otras cuestiones lo siguiente:

El problema, el eje del problema es ese: ¿tienen  o no los animales derechos? De eso es de lo que hemos de hablar. El problema sería ese, si los tienen, y considerar además la defensa de sus necesidades y su bienestar como parte de nuestras obligaciones morales. En principio, estrictamente hablando, los animales no tendrían derechos, a la par que tampoco tienen obligaciones. Y al carecer de libre albedrío y capacidad de decisión, no podríamos considerarlos sujetos éticos capaces de discernir entre el bien y el mal. Por lo tanto, señorías, el tema de la libertad nos separa de los animales. Sin embargo, la capacidad de sufrimiento y la percepción de dolor establecen una continuidad entre animales racionales y animales irracionales. Esa continuidad no transforma a las bestias en nuestros iguales éticos, pero sí nos obligaría a considerar sus padecimientos y a velar por su bienestar.  
Señorías, todo contrato implica igualdad entre las partes; con los animales no puede haber contrato, este es el fondo del asunto, solo puede haber trato y, desde luego, todos deseamos que ese trato cada vez sea mejor. El maltrato a los animales no es un atentado ético, no viola ninguna obligación moral para con ellos, pero sí que es cierto una cosa: degrada, señorías, nuestra humanidad. Nuestra brutalidad con los animales, ¡ojo! —en esto creo que se está haciendo mucha hipocresía hoy— con todos los animales, no solamente con los toros, sino también con los que sacrificamos en los mataderos, e incluso también con los animales domésticos. Nuestra brutalidad con todos los animales nos hace menos humanos, nos predispone a ejercerla con nuestra especie, pero lo cierto es que ni los toros ni el resto de los animales tienen siquiera dos de los que son nuestros derechos fundamentales, uno es el derecho a la libertad y otro es ese tan importante, del que también estamos hablando hoy aquí, no nos olvidemos, que es el derecho a la vida.  
No los toros, pero, repito, tampoco las vacas, las gallinas, los corderos. No seamos hipócritas. Hay límites evidentes. Dentro de poco hablaremos aquí de un proyecto de ley que decidirá cuáles son esos límites en la forma que tenemos de comercializarlos, de transportarlos o de sacrificarlos. Como vamos avanzando cada vez más en nuestra civilización, cada vez queremos someterlos a un trato mejor. 
La realidad, señorías, es que vivimos a espaldas de cómo criamos y cómo matamos a aquellos animales de los que nos servimos para alimentarnos o, por ejemplo, para investigar, y los toros en eso son claros, son públicos, no se esconden. Hoy quisiera que hubiésemos hablado más de esto y no tanto de hacer política con la cuestión o de hablar de sentimentalismos. Pedimos derechos a sujetos, señorías — lo hemos hecho y lo he escuchado —, que no los poseen, pero no me parece raro. Hemos estado escuchando aquí muchas veces como los señores nacionalistas pedían derechos también a los territorios. No me extraña oírles que estén haciendo lo mismo con los animales. Por otra parte — y quisiera decirlo también —, tengo la sensación de que la fiesta de los toros no está en su mejor momento. Dejemos que sea el propio mercado, que sea la sociedad española la que decida si deben seguir o no deben seguir. Y desde luego, ya para terminar, señores del Partido Popular, ni que decir tiene que en una época en la que ustedes están retirando las subvenciones a todos los sectores, sobre todo en cultura, me parece injusto que se las otorguen a los toros y estaremos en contra de eso…

Jurídica y éticamente Cantó ha dado en el clavo y echa por tierra las más recientes argumentaciones animalistas, recogidas por las legislaciones como la catalana (BOE Nº 205, martes 24 de agosto de 2010), que invocan esa proximidad genética entre especies, o el hecho de que, al fin y al cabo, todos los animales somos el resultado de procesos evolutivos paralelos… para establecer que los animales tienen derechos, cuando la realidad es que el Derecho y los derechos fueron destinados, como lo plantea la historia, la ciencia jurídica y el diputado Cantó en su intervención, para quienes tienen capacidad de discernimiento y libertad para ejercitarla, nada más. La capacidad de razonar es un requisito indispensable para ser sujeto de derechos.

Presentación de la ILP en marzo de 2012
(Foto: Qué!)
Pero al margen de lo que sucedió en la tribuna parlamentaria, en las gradas destinadas a la asistencia del público se observaron algunos distinguidos visitantes al recinto de la Carrera de San Jerónimo. Dadas las proporciones de las fracciones parlamentarias representadas en el Congreso de los Diputados, podía preverse que la ILP sería aprobada. Lo único que quedaba “en el aire”, era el monto de los votos aprobatorios, dado que la fracción del PSOE ya había anunciado su negativa a ello, junto con varias formaciones nacionalistas, en tanto que algunas otras formaciones políticas con menor presencia en la Cámara, no habían fijado una posición al respecto.

Así pues, ante la evidencia de la victoria, concurrieron varios de los que el año pasado formaron el fallido G – 10 y así, El Juli, José María Manzanares y Miguel Ángel Perera estaban sentados en postura que les hacía parecer profundamente interesados en los debates de la tribuna. Allí les acompañaban Santiago Martín El Viti, Curro Vázquez y Simón Casas, quienes hacían las veces de embajada de las fuerzas vivas de la Fiesta en tan trascendente evento.

Descortesía profesional

Serafín Marín solo en el Parlamento de Cataluña
27/07/2010 (Foto: Público)
A quien no se vio por el palco de invitados, - ¿le llamarían siquiera? -, es a Serafín Marín, al torero catalán al que El Juli, José María Manzanares y Miguel Ángel Perera y El Viti y Curro Vázquez y Simón Casas y muchos más dejaron solo en el Parlamento de Cataluña el día 27 de julio del año 2010, cuando se perpetró allí una de las villanías más grandes que registra la Historia del Derecho y la Historia del Toreo. Ese día sí que era necesaria su presencia como embajadores de la Fiesta, ese 27 de julio la Fiesta requería de todo el apoyo que se le pudiera dar y se dejó a Serafín Marín solo. En cambio, el 12 de febrero pasado, con la victoria segura, todos ellos estuvieron presentes, para salir en la foto y colgarse las medallas.

Ya lo decía el diputado Cantó, será lo que él llamó el mercado – yo prefiero llamarle la afición o la falta de ella – lo que determine la pervivencia o no de la Fiesta, pero con ayudas como las que le proporcionan sus fuerzas vivas o la mayoría de sus defensores en la reciente sesión del Congreso, lo más seguro es que ni con blindajes como el que se persigue con la ILP aprobada se pueda avanzar mucho. De allí mi pregunta, se aprobó la iniciativa legislativa, pero, y mañana, ¿qué?…

Nota importante: La intervención del diputado valenciano Toni Cantó la pueden ver y escuchar en vídeo en esta ubicación.

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